EL CONTROL DE LA NATALIDAD

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ACTUALIDAD 2a
CONTROL DE LA NATALIDAD
Entramos ya en el terreno de la vida conyugal. El tema de la moralidad conyugal ha sido abordado
fundamentalmente en la encíclica “Humanae Vitae” de Pablo VI (1968) y en la “Familiares Consortio”
(1981) de Juan Pablo II aparte de una infinidad de homilías, audiencias y escritos en ambos papas.
Fue el Vaticano II que inició la cuestión, pero el Papa Pablo VI se la reservó para si prometiendo una
encíclica después de haber escuchado a una comisión de expertos que estudiaran el problema de los
anticonceptivos. Esta encíclica fue la mencionada “Humanae Vitae”.
El Vaticano II se limitó a recordar que, en el campo del control de los nacimientos, la pareja no podía
dejarse llevar motivos subjetivos, sino que debía fundarse en normas objetivas1 y avanzó también el
importante concepto de paternidad responsable, que exponemos inmediatamente.
El concilio, como los ulteriores documentos de los papas, ya no hablan de fin primario (procreación) y
fin secundario (ayuda mutua de los cónyuges) en el matrimonio, sino que habla más bien de los dos
significados o aspectos fundamentales de la vida conyugal 2. Este es el lenguaje de la Humanae Vitae:
“Los esposos, mediante su recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la
comunión de sus seres en orden a su mutuo perfeccionamiento personal, para colaborar con Dios
en la generación y en la educación de nuevas vidas” 3.
Pues bien, el Concilio expone, y la Humanae Vitae con él, el concepto de “paternidad responsable:” los
esposos han de hacerse un juicio delante de Dios, sin egoísmo alguno, sobre el número de hijos que
podrán tener y educar convenientemente, habida cuenta de su situación económica, social y de salud:
“Con responsabilidad humana y cristiana, dice el concilio, cumplirán su obligación con dócil reverencia
hacia Dios; de común acuerdo y propósito se formarán un juicio recto, atendiendo tanto al bien propio
como al bien de los hijos, ya nacidos o todavía por venir, discerniendo las circunstancias del momento
y del estado de vida, tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de
su propia familia, de la sociedad y de la Iglesia” 4.
Este juicio han de hacerlo confiados en la divina providencia. El concilio hace dignos de mención
especial a aquellas parejas que de común acuerdo, bien ponderado, aceptan con magnanimidad una
prole numerosa para educarla dignamente 5. Por su parte, la Humanae Vitae cuando habla de
paternidad responsable, la entiende también respecto del conocimiento de las leyes biológicas
que forman parte de la vida humana, y el dominio necesario de sí mismo en relación al instinto
y a la pasión6.
Gaudium et Spes, 51
Cf. L. RIESGO C. PABLO DE RIESGO, La familia ahora (Madrid 1980) 61ss. Después de un estudio de la cuestión en al literatura y
Magisterio reciente, añaden los autores: “no separar lo que es inseparable. Porque ni habrá ambiente idóneo para la procreación y
educación de los hijos si no hay amor conyugal, ni el amor conyugal ni el mismo matrimonio pueden concebirse en su modo de ser
propio sin su donación al amoroso despertar y desarrollo de nuevas vidas” (O.c.,69).
3
Humanae Vitae, 12.
4
Gaudium et Spes, 50
5
Ibid.
6
Humanae Vitae, 10.
1
2
1
ACTUALIDAD 2a
Ahora bien, una vez que se ha tenido el número de hijos que es posible o también en el caso de que se
quiera distanciarlos convenientemente en su nacimiento7, ¿pueden los esposos tener relaciones
íntimas sin que ello implique una nueva concepción? La respuesta es: sí, el problema es cómo. Y en
este sentido la Humanae Vitae hace una distinción de capital importancia entre métodos artificiales
y métodos naturales de control de nacimientos.
Métodos artificiales de control son aquellos que rompen la fecundidad de un acto que de suyo
conduciría a ella. Es en este sentido como hay que interrumpir la frase famosa de la Humanae Vitae
“cualquier acto matrimonial debe quedar abierto a la transmisión de la vida” y cuando habla de
“inseparable conexión de los dos significados” (procreativo y unitivo) del acto conyugal 8, pues de
sobra sabe la encíclica que no todos los actos que se realizan dentro del ciclo de la mujer son de suyo
fecundos y abiertos a la vida9
Métodos naturales de control son aquellos que permiten recurrir al acto sexual sin peligro de
concepción10 (10).
7
Gaudium et Spes, 51.
Humanae Vitae, 12
9 En los métodos artificiales de control señalamos entre otros el onanismo (interrupción del acto generador ya
iniciado con fin de hacer la eyaculación fuera de la vagina). Píldoras anticonceptivas que contienen estrógeno que
impiden que la glándula hipófisis del cerebro segregue la hormona que estimula los folículos, con lo que impide el
desarrollo del óvulo. La progesterona sintética altera la composición normal del moco servical impidiendo la
emigración de los espermatozoides hacia el útero, al mismo tiempo que altera la pared uterina impidiendo la
implantación normal del óvulo fecundado. En este caso es abortiva.
El DIU (dispositivo intrauterino)que se coloca dentro del útero y que impide la implantación del óvulo fecundado. Es
abortivo.
Existen también los diafragmas que bloquean la entrada del útero, preservativos, esterilización masculina
(seccionando los vasos deferentes del varón) o la ligadura en la mujer de las trompas de Falopio, con lo que no hay
posibilidad de que el óvulo llegue al útero.
Aparte del juicio moral que ya hemos expuesto, es preciso decir que los medios mecánicos (diafragma y preservativo)
impiden la espontaneidad y naturalidad de la plena comunión. La píldora anticonceptiva, además, tiene
contraindicaciones en cuanto que altera el metabolismo normal del cuerpo, con aumento de la producción de enzimas
y proteínas coagulantes de la sangre, aumento de presión sanguínea y alteración de proporción y calidad de
cortisona, entre otros efectos.
8
10
Entre los métodos naturales señalemos el método Ogino que calcula el momento de la ovulación sobre la base de
los ciclos anteriores, pero que tiene un cierto número de fallos, dado que puede haber ciclos diferentes o retraso de la
ovulación. Más seguro es el método de le temperatura que consiste en la toma de la temperatura basal, fundándose
en que el día de la ovulación, coincide con una subida de la temperatura.
Hablemos también del método Billings, que no tiene que ver con los anteriores (y tampoco ha de ser usado junto con
ellos, sino por separado). Se basa en que la ovulación es precedida y seguida por un moco procedente del cuello
cervical del útero y que, presente en la vagina, es perfectamente detectable. Al principio, cuando aparece, tiene la
característica de ser duro y pegajoso para hacerse después más transparente y elástico. El día de la mayor
transparencia y elasticidad coincide con la ovulación, para volver de nuevo pronto a las características primeras.
Aparte de la menstruación (de suyo infecunda existe en la mujer a partir de ella y antes de la llegada del moco una
sensación de sequedad vaginal que aparece también poco después del día de mayor elasticidad del moco (día de la
ovulación).
Es un método muy seguro dado que aunque la ovulación se retrase, siempre va acompañada del fenómeno del moco.
Es fácil de aprender y aplicar, aun cuando han de ser mujeres ya introducidas en él las que hagan la enseñanza
pormenorizado del mismo. Supone una abstinencia de 7 u 8 días y no tiene tampoco contra¡nd¡cación alguna. Puede
ser también indicado para buscar el hijo, dado que el día de la mayor elasticidad y transparencia coincide con el dio
de la ovulación Para una información del mismo Cf. Centro coordinador WOONB ESPAÑA c/ Francisco Zea 9; 28028
MADRID; Tel (91)2564826 Ana Mercedes Rodríguez
2
ACTUALIDAD 2a
La encíclica rechaza los métodos artificiales y acepta los naturales dentro del ejercicio de la
paternidad responsable11. ¿Cuál es la razón que permite esta diferencia moral?
Entramos así en el punto más importante y delicado de la encíclica y es preciso comprender a
fondo este diferencia moral, pues de otro modo se tiene la impresión, ampliamente compartida por no
pocos, de que en realidad se trata de métodos anticonceptivos artificiales y métodos anticonceptivos
naturales, sin otra diferenciación que el respeto a unas leyes, puramente biológicas y sin atender
adecuadamente a la legítima intención de los esposos que ya no pueden tener más hijos.
Muchos piensan así que se trata de un capricho biologista o naturalista del Magisterio. No son
pocos los que, ante esposos bien intencionados que no pueden tener ya más hijos, legitiman el recurso
tanto a los métodos naturales como artificiales. Es la intención la que básicamente justifica para
ellos los medios, no suficientemente diferenciados en su moralidad por otro lado.
La Humanae Vitae advierte de la inseparable conexión de los dos significados (procreativo y unitivo)
que tiene de suyo el acto fecundo 12; inseparable conexión que proviene de Dios creador y que el
hombre debe respetar, pues no es él el arbitro de las fuentes de la vida sino el administrador de las
mismas, dado que la vida humana desde el comienzo compromete la acción creadora de Dios 13.
En esa misma línea abunda la Familiares Consortio 14, que advierte que el recurso a los métodos
naturales es legítimo, mientras que los artificiales contradicen la misma creación de Dios, “rompiendo
la unidad personal de alma y cuerpo”. Aquí hay una profunda intuición del Papa que es preciso
estudiar.
En efecto, la gran diferencia entre métodos naturales y artificiales está en que estos últimos,
cuando truncan artificialmente, la procreación, no se limitan a cortar un proceso biológico sino: que
impiden con ello la creación del alma por parte de Dios que, en ese momento, infunde sobre las células
preparadas y conjuntadas.
Dios
Infusión del alma.
Método artificial.
___________________________________________________________________
1
10
14
16
28
Ovulación
Menstruación
Período fecundo
Veamos en la figura: en el ciclo de la mujer todo es infecundo excepto dos días después de la
ovulación la que tiene lugar más o menos hacia la mitad del ciclo, por razón del óvulo que dura
exactamente dos días.
11
Humanae Vitae 16
Ibid, 12.
13
Ibid, 13.
14
Familiares Consortio 32.
12
3
ACTUALIDAD 2a
Pero ocurre que el espermatozoide dura cuatro días, por lo cual un espermatozoide que hubiese
penetrado en la vagina cuatro días antes de la ovulación, todavía estaría en condiciones de juntarse
con el óvulo que llegó el día 14 más o menos. Así el período fecundo de la mujer es de cuatro días
antes de la ovulación y de dos otros después. Todo lo demás es infecundo, lo es durante la
menstruación, los días posteriores hasta el cuarto previo a la ovulación y lo es desde dos días
después de la ovulación hasta el final.
Tomamos ahora, según la figura adjunta un día que de suyo sea fecundo. Pues bien, un método
artificial usado ese día no sólo truncaría un proceso biológico sino que, teniendo en cuenta que Dios
interviene mediante la creación e infusión del alma, supondría una rebelión contra Dios creador del
alma. Es decir, no sería sólo el truncar algo puramente biológico sino la oposición y la rebelión contra
Dios que en ese momento infunde el alma. Es por tanto un acto de rebelión contra Dios a quien se le
impide la creación e infusión del alma. El moralista Caffarra lo ha expresado así: "Cuando los dos
esposos cumplen un acto conyugal fértil por la naturaleza misma de la fertilidad humana
presente en ese acto, son ocasión para que Dios cree una persona humana... Por el contrario,
con la contracepción el hombre y la mujer rompen esa relación, impiden que Dios se sirva de
ellos para crear una persona humana. Es un acto que yo no temo llamar impío”15. Se ha impedido
por tanto la acción creadora de Dios que infunde el alma para el advenimiento de la persona. Es un
acto de rebelión contra él.
Por el contrario, el recurso a los métodos naturales de control de nacimientos es algo
cualitativamente diferente, ya que haciendo el acto en el período infecundo de la mujer, en realidad
se está haciendo algo que Dios, en su infinita sabiduría, había previsto pues bien sabe él que una
mujer no se puede cargar con 30 hijos a lo largo de su vida fecunda. No es un acto de rebelión contra
Dios, no es un impedimento a su acción creadora, es seguir el camino que él mismo ha establecido y
que ha dado a la mujer espacio suficientemente infecundo para que se pueda realizar el significado
unitivo del amor conyugal cuando el procreativo ya no es posible por las circunstancias de la vida. La
significación moral, por tanto, de los dos métodos es completamente diferente.
B. RESPUESTA A LAS OBJECIONES
No han sido pocas las objeciones que se levantaron en su día contra la Humanae Vitae aunque hoy en
día son cada vez más los que admiran el valor profético de la encíclica no sólo por la contraindicación
médica de la píldora sino porque cada día se comprende más fácilmente la validez humana de la
doctrina de dicho documento y su fundamentación en los principios antropológicos que son la base de
todo la ética cristiana.
a) La objeción fundamental que se ha hecho a la encíclica es que supedita el amor humano a las
leyes puramente biológicas.
La respuesta es que no es así, dado que la biología humana no es pura biología, sino que tiene una
dimensión trascendente en cuanto que, en los períodos fecundos de la mujer, Dios interviene;
mediante la creación del alma humana. Si no fuera por esto la pura biología ciertamente no sería por
sí sola criterio de moralidad. La Iglesia, por ejemplo, no se ocupa del sexo de los animales porque es
15
C.CAFFARRA, Cf. Palabra 258 (1-1987) 32-34.
4
ACTUALIDAD 2a
pura biología. La biología de la mujer es, al menos en ciertos días, apertura a la colaboración directa
con Dios mediante la creación del alma que infunde en las células.
b) Pero se puede replicar que al fin y al cabo tanto en los métodos naturales como en los
artificiales la intención es la misma: evitar la procreación.
La respuesta es que, efectivamente, la intención es la misma, pero los medios son radicalmente
diferentes y el problema de la moralidad suele estar más comúnmente en los medios que en los fines.
En este sentido se ha recurrido a veces al principio del mal menor: ante la situación de conflicto en el
que se encuentran los esposos entre el deber de responder a la urgencia del amor y el deber de la
procreación y dado que el significado unitivo puede resultar ante ellos más imperioso que el
procreativo, recurren a ciertos medios artificiales de control como medio de salvar el amor y la
comunión. Puede darse, además, una situación de perplejidad en la que no se vea con suficiente
claridad la obligación en un determinado sentido.
La cuestión del mal menor es ciertamente un punto delicado, pues el mal menor sólo puede ser
aceptado e el caso de que una acción de suyo buena tenga un doble fin, uno bueno y otro malo, haya
además una adecuada proporción entre ellos y se busque sólo el bueno, de modo que el malo sea sólo
permitido y nunca querido ni por supuesto nunca buscado. Pensemos, por ejemplo, en una madre que
tiene que atender a su niño un domingo y no le puede dejar solo, por lo que pierde la misa dominical.
La acción de atender al niño es en sí misma buena, hay un fin malo (la pérdida de la misa), pero en
este caso hay una proporción con el fin bueno y sólo se busca éste.
No es este el caso del recurso a los medios artificiales de control, pues de suyo son una acción
intrínsecamente mala que ninguna buena intención puede justificar. Dice así la Humanae Vitae al
respecto: "Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales
intencionalmente infecundos, el mal menor, el hecho de que tales actos constituirían un todo con los
actos fecundos anteriores o que seguirán después, y que por tanto, compartirán la única e idéntica
bondad moral. En verdad, sí es lícito alguna vez tolerar un mal menor a fin de evitar un mal mayor o
de promover un bien más grande, no es lícito, ni aun por razones gravísimas, hacer el mal para
conseguir el bien, es decir, hacer objeto de un acto positivo de la voluntad lo que es intrínsecamente
desordenado, y por lo mismo, indigno de la persona humana, aunque con ello se quisiere salvaguardar
o promover el bien individual, familiar o social16.
Como vemos, también queda prohibido el recurso al principio de totalidad: pensar que, puesto que a la
fecundidad ha podido quedar ya satisfecha en el conjunto de la vida conyugal eso legitimaría que
determinados actos de suyo fecundos fuesen truncados artificialmente con el fin de evitar nueva
prole. Es un error pensar, dice la encíclica, que un acto de suyo malo intrínsecamente pueda ser
cohonestado por el conjunto de una vida conyugal fecunda 17. El fin bueno nunca justifica el empleo
de un medio intrínsecamente malo.
Otra es la moralidad de la llamada píldora reguladora del ciclo excesivamente irregular que queda
justificada en este caso por el principio de doble efecto aun cuando prevea que puede surgir una
esterilidad temporal para la mujer del empleo de dicha píldora. En este caso, los órganos genitales o
16
17
Humanae Vitae, 14.
Ibid.
5
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sus componentes pueden estar enfermos y en cuanto tales (un ciclo excesivamente irregular)
reclaman la aplicación de la llamada píldora reguladora que, en este caso, es pura medicina. Se toma
con este fin bueno aun previendo que surgirá una temporal esterilización. Dice así la encíclica: "es
lícito el uso de medios terapéuticos verdaderamente necesarios para curar enfermedades del
organismo, a pesar de que se siguiese un impedimento aun previsto, para la generación, con tal de que
ese impedimento, no sea, por cualquier motivo, directamente querido 18. En ese caso se toma la píldora
para una enfermedad, lo cual es perfectamente legítimo.
Volviendo al caso de situación de perplejidad en la que se puede encontrar los esposos que se ven
imperiosamente urgidos de salvar la unidad y el amor de su matrimonio pensando que Dios no puede
pedirles un sacrificio tan grande y recurriendo por ello: a métodos artificiales de control, habría que
decir que de momento puede ser que estén excusados por una situación subjetiva de conflicto
interno, pero que ello no les exime de la obligación de informarse y de acatar el mandato de Cristo,
pues lo que puede ser una situación de conflicto subjetivo no puede ser nunca un conflicto desde el
punto de vista objetivo. Objetivamente nunca se puede hacer directamente el mal ni puede haber
un conflicto real en el que uno se vea obligado a hacer un mal, un mal para evitar otro mayor.
Puede pues, haber una situación de perplejidad subjetiva, pero es preciso salir de ella mediante la
información y la consulta. Además, Dios ha dado salida a una situación de conflicto mediante la
aplicación de métodos naturales, seguros y fáciles 19.
Tenemos que pensar que, con el recurso sistemático, a la perplejidad que trataría de justificar un
pretendido mal menor, echaríamos por tierra toda la moralidad objetiva establecida por Dios, pues
siempre encontraríamos desde nuestra subjetividad "un mal menor" que justificase hacer una acción
intrínsecamente mala.
El Papa Juan Pablo II es consciente de las dificultades que se pueden tener en orden a cumplir la
exigencia moral y les exhorta a cumplirla y a no reducirla a un simple ideal: "ellos sin embargo no
pueden mirar la ley como un mero ideal que se puede alcanzar en el futuro, sino que deben
considerarla como un mandato de Cristo Señor a superar con valentía las dificultades. Por ello la
llamada “ley de la gradualidad" o camino gradual no puede identificarse con la "gradualidad de la ley"
como si hubiera varios grados o formas de preceptos en la ley divina para los diversos hombres y
situaciones. Todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la santidad en el matrimonio, y
esta excelsa vocación se realiza en la medida en que la persona humana se encuentra en condiciones
de responder al mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en la gracia divina y en la propia
voluntad. En la misma línea, es propio de la pedagogía de la Iglesia que los esposos reconozcan en
todo claramente la doctrina de la Humanae Vitae como normativa para el ejercicio de su sexualidad y
se comprometan “sinceramente a poner las condiciones necesarias para observar tal norma” 20.
El Papa Juan Pablo II ha dicho estas palabras al encuentro sobre procreación responsable promovido
por la Universidad del Sacro Cuore (5.6.87) en torno a la perplejidad: recordando que no puede haber
una contradicción real entre la ley divina que mira a la procreación y el amor humano, viene a decir
que "hablar de "conflictos" o de "bienes" y de la consiguiente necesidad de realizar una especie de
"equilibrio" entre los mismos, eligiendo uno y rechazando otro, no es moralmente correcto y sólo
18
Ibid, 15.
Cf. CAFFARRA, Cf. Palabra 258 (1-1987) 32-34
20
Familiaris Consortio,34.
19
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engendra confusión en la conciencia de los esposos. La gracia de Cristo da a los cónyuges la capacidad
real de cumplir la entera verdad de su amor conyugal”21.
Añade también el Papa que quienes se sitúan contra la ley de Dios en este campo, auténticamente
enseñada por la Iglesia llevan a los esposos por un camino equivocado. Y añade: cuanto ha sido
enseñado por la Iglesia sobre la contraconcepción, no pertenece a la materia libremente disputable
entre los teólogos. Enseñar lo contrario equivale a inducir a error a la conciencia moral de los
esposos"22. Dios no manda imposibles, añade el Papa, pues cada mandamiento comporta el don de la
gracia que ayuda a cumplirlo.
c) Otra posible objeción es que el recurso a los métodos naturales impone a los cónyuges un
período de contenencia.
La respuesta es ciertamente afirmativa, no puede ser de otro modo; pero debemos decir que esa
contenencia periódica vista desde el punto de vista de la fe como acto de obediencia a Dios creador
y asumiendo desde la misma fe la cruz que ello pueda conllevar, conduce a los esposos a una
comunión más profunda y más enraizada. La comunión de los esposos debe saber integrar también
el sacrificio y hacer del amor algo profundamente espiritual. De otro modo, se tiene el peligro de
dejarse llevar por una vida puramente erótica en la que el placer sea, en último término, el primero
de los valores. Hay una castidad para los esposos como la hay para los jóvenes, aunque distinta y
diferente. Este sacrificio asumido desde la fe fortalece sin duda la comunión de los esposos, purifica
sus intenciones, eleva siempre su corazón a valores de tipo espiritual y, en último término, contribuye
a la larga para que la búsqueda del placer sea profundamente humana.
La Iglesia sabe que esta doctrina puede parecer difícil a muchos, comprende por ello muchas
situaciones, pero no las puede justificar 23. A algunos puede parecer difícil e imposible la castidad
conyugal, pero con la gracia de Cristo se puede conseguir el dominio de sí y sentir la profunda
satisfacción que ello conlleva.
d) Digamos también una palabra sobre la esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del
hombre como de la mujer; totalmente rechazada, por la Humanae Vitae24, así como del onanismo,
interrupción directa del proceso generador ya iniciado que tiene además el inconveniente de no hacer
partícipe a la mujer, más lenta que el hombre en la consecución de su orgasmo, del placer y de la
plena satisfacción al que tiene derecho, "En el caso de la mujer, dice Lamare25, la brusca,
interrupción en un momento de excitación intensa crea unas condiciones todavía peores. La comunión
necesaria para el total cumplimiento del acto queda rota. El placer y con él la liberación de la
excitación psíquica y física no se produce, debido a lo cual aparece progresivamente la angustia con
todo su cortejo de síntomas... Todos los psicólogos y los sexólogos destacan con insistencia la
insatisfacción que sigue en la mujer al coito interrumpido, en la mayoría de los casos, dejándola en un
estado de penosa excitación".
Palabra 1987 (Doc. 148)
Ibid.
23
Humanae Vitae 19.
24
Ibid 14.
25
N. LAMARE, Conocimiento sexual de la mujer, 170-171.
21
22
7
ACTUALIDAD 2a
Hemos de aludir también a lo inhumano que resulta la imposición a la mujer por parte del hombre de
un acto que ella no siente, y que se le impone en contra de su sensibilidad. Un acto así impuesto no
es un acto de amor. De ahí que no se insistirá suficientemente al decir que el acto conyugal tiene
que ser preparado conjuntamente con la necesaria excitación previa de la mujer y, sobre todo, en un
clima de diálogo de amor26.
Queda por decir también que en la vida conyugal no todo se resume en el acto sexual. Hay toda una
gama de caricias y de demostración del amor, de actos incompletos (besos. etc. que llevan excitación
pero sin conducir a la eyaculación) y que tiene su sentido porque a la larga encuentran su significación
plena en el acto conyugal. Se puede, mediante un dominio y un aprendizaje suficiente, llegar a tener
actos incompletos que no desembocan en la eyaculación. La experiencia conyugal ha hecho
conscientes a muchos de que es posible el acto incompleto aunque ello requiere el dominio de sí y del
instinto sexual.
No hay duda, por tanto, de que a mayor dominio hay mayor posibilidad de manifestarse el amor; un
amor que encontrará su pleno sentido, como decimos, en el acto sexual.
26
Humanae Vital, 13.
8
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