Infancia y Adolescencia en la Pobreza de América Latina

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LA NIÑEZ EXCLUIDA DEL SISTEMA: UNA ENFERMEDAD SOCIAL
Los criterios de salud y enfermedad no son −ningún concepto neutro−, ni desde el punto de vista social y
polÃ-tico ni desde el ideológico: también en ellos vive el conflicto histórico. Son escenario, como
señala Eduardo Grüner, de la lucha
por la hegemonÃ-a ideológica, por la construcción del sentido de la vida .
El proyecto neoliberal organizado desde los centros de poder mundiales e impuesto al resto de América
Latina a partir del Consenso de Washington, se basa, como ha sido explicitado incluso por quienes lo
propician, en levantar todas las trabas al accionar del capital privado. AsÃ-, se pusieron en marcha las
polÃ-ticas de libertad de mercado −apoyadas en los gigantescos subsidios con los cuales los paÃ-ses centrales
sostienen la ficción de un comercio eficiente en la asignación de los recursos, según Chomsky:
grandes subsidios estatales y la intervención del Estado siempre han sido necesarios, y todavÃ-a lo son,
para hacer aparentar como eficiente al comercio.
Con lo cual −a partir de la década del 90 en el siglo pasado − se precipitó la privatización de los servicios
públicos −entre ellos la educación y la salud−, aunque se cuidaron de dejar en manos del Estado aquellos
sectores o aspectos cuya rentabilidad no fuera atractiva para las empresas privadas. En el campo de la
atención sanitaria y de la educación, el negocio exigÃ-a una fragmentación del sistema, de manera que los
grupos de más altos ingresos se trasladaran hacia los sistemas privados −donde tendrÃ-an acceso −mediante
pago− a las prestaciones más sofisticadas− y los más pobres deberÃ-an conformarse con prestaciones
gratuitas de menor nivel en establecimientos públicos sobrepoblados y con deficiencias presupuestarias, en
los que a menudo faltaban (y faltan) hasta los insumos más elementales, tanto en hospitales como en
escuelas. La idea es que
mediante la identificación de diferentes espacios que respondan a las disÃ-miles capacidades de gasto, los
grupos de mayores ingresos pagarán por servicios que se vinculen con su perfil de demanda en vez de
recibir prestaciones más homogéneas gratuitamente o en iguales condiciones que el resto de la
población.
Las cifras sobre mortalidad infantil en el mundo son poco menos que escandalosas. El siguiente gráfico es
elocuente y si bien no se especifica en el mismo, la desnutrición se relaciona hasta con el 50% de todas las
muertes de niños menores de cinco años y con el 30 % de los mayores de hasta 15 años.
Distribución mundial de la mortalidad por causas especÃ-ficas
entre los niños menores de cinco años
Fuente: Organización Mundial de la Salud y UNICEF.
El último informe de la UNICEF, Estado mundial de la infancia 2008, puntualiza que el número anual de
muertes infantiles alcanzó en 2006 a 9,6 millones de niños. La mortalidad y la desnutrición de las madres,
los recién nacidos y los niños pequeños comparten una serie de causas estructurales y subyacentes,
entre ellas:
• Servicios de salud y nutrición pobremente dotadas, sin capacidad de respuesta y culturalmente
inapropiadas.
• Inseguridad alimentaria.
• Prácticas inadecuadas de alimentación.
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• Higiene deficiente y falta de acceso a agua salubre o a instalaciones adecuadas de saneamiento.
• Analfabetismo de la mujer.
• Embarazo precoz.
• Discriminación y exclusión de las madres y los niños del acceso a servicios y productos
esenciales de salud y nutrición debido a la pobreza y a la marginación geográfica o polÃ-tica.
Especifica el informe:
Estos factores se traducen en millones de muertes innecesarias todos los años. Por su naturaleza amplia e
interrelacionada, deben ser abordados a diferentes niveles −gobiernos, comunidad internacional,
comunidades, familias y proveedores de servicios− y de un modo integrado para obtener resultados
verdaderamente positivos. Las soluciones a estos obstáculos son bien conocidas, en particular las que se
refieren a las causas directas de muerte de las madres, los lactantes y los niños pequeños. Entre esas
soluciones se cuenta la prestación de un conjunto de servicios esenciales de salud primaria a los niños,
sobre la base de un proceso de atención continua que se inicia durante el embarazo y continúa durante el
parto y el perÃ-odo postnatal, lo que significa que los niños acceden a servicios asistenciales durante sus
primeros años de vida, que son cruciales para ellos.
Algo que, por cierto, no sucede. No hay educación ni servicios asistenciales de salud para los niños de la
calle. La mercantilización de la educación y de la salud son, precisamente, los obstáculos de los que
hablan los especialistas de UNICEF, obstáculos que las polÃ-ticas neoliberales de los años 90 potenciaron.
Los más desvalidos −aquellos cuya capacidad de pago hace inviable cualquier negocio− debÃ-an quedar en
el área pública, a cargo del Estado, como un gasto inevitable e irrecuperable que los administradores
hospitalarios debÃ-an esforzarse en minimizar, en lÃ-nea con las insistentes consignas oficiales y empresarias
de reducir el gasto público y achicar el Estado.
De hecho, en esa década del 90 en la mayorÃ-a de los paÃ-ses latinoamericanos, tanto los hospitales
nacionales como las escuelas quedaron con muy escasas partidas presupuestarias. La crónica insuficiencia de
presupuesto resultó en que aún en los hospitales públicos de algunos paÃ-ses las prestaciones dejaran en
buena medida de ser gratuitas. Como señalan Lo Vuolo y Barbeito,
el deterioro en la calidad de las prestaciones sociales, derivado tanto de los ajustes del gasto como de los
recursos, promovió privatizaciones de hecho en las áreas sociales, cuyos mayores costos recaen a cargo
directo de sus presupuestos. De esta forma, se propician mecanismos de recuperación de costos y mayor
autofinanciamiento por parte de las propias familias.
AsÃ-, la supuesta gratuidad de la atención sanitaria y de la enseñanza sólo se cumple −y con
imperfecciones y reticencias cada vez mayores− respecto de los que no tienen recurso alguno, en la medida en
que en casi todos los casos
se exige la constitución de dependencias administrativas que permitan establecer la situación
socioeconómica de la población que demande servicios, para poder determinar si es indigente y merecedor
de atención gratuita. AsÃ-, el hospital público −por ejemplo− deja de ser universal y se constituye en un
establecimiento asistencial que pretende segmentar a la población según su nivel de ingresos.
Pero si la situación del hospital público es crÃ-tica en toda América Latina y se aparta del paradigma de
universalidad −y por consiguiente de gratuidad− que le era propio, la educación −para los que pueden
pagarla − también se maneja como una mercancÃ-a, y resulta sometida a un continuo regateo y es tratada
como una mercancÃ-a más, a la que se accede en mayor o menor medida de acuerdo al presupuesto
disponible. La capacidad de hacer frente a los gastos que implica la alfabetización y la atención primaria en
salud es la que marca el nivel y la calidad del servicio recibido. En ese sentido, se ha descripto a la situación
creada como producto de
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una polÃ-tica de neobeneficencia que se distancia de la propuesta de integralidad y universalidad de la
atención en salud y educación, desconociendo el principio de ciudadanÃ-a como única condición para
tener acceso a los servicios públicos.
La teorÃ-a neoliberal pretende que el sistema se equilibre automáticamente bajo la guÃ-a de la mano
invisible del mercado. No serÃ-a entonces necesaria la intervención activa de la ley y del Estado para
orientar tendencias que la propia dinámica económica se encargarÃ-a por sÃ- sola de acomodar. En la
práctica, el arma principal del neoliberalismo son las fuerzas que dirigen el mercado. La privatización de
jubilaciones y pensiones, de la salud y de la educación y hasta las campañas de alfabetización que tienen
por objeto sacar a los niños de la calle, son considerados argumentos suficientes −o al menos ocupan el
lugar principal en las acciones concretas que se encaran− para el logro de los mejores resultados en cuanto a la
dinámica de la población.
Hasta allÃ- la teorÃ-a. Pero los efectos virtuosos del mercado −una vez más, y a pesar de los subsidios con
los que el conjunto de la sociedad (incluidos los sectores más pobres) lo sostienen− se hacen rogar. No por
falta de coherencia, sino por carecer de sustento real, por ser un simple barniz superficial −ideológico− para
encubrir acciones tendientes a una redistribución regresiva del producto. Lo Vuolo y Barbeito hacen notar en
ese sentido que
si bien las polÃ-ticas neoliberales se han instrumentado de manera diferenciada en cada paÃ-s, las
consecuencias pueden ser visualizadas con una asombrosa similitud. Reducción de los gastos sociales,
privatización de los servicios públicos, centralización del gasto público y un sinnúmero de estrategias
que conllevan como resultado el empobrecimiento cada vez mayor de amplios sectores de la población, asÃcomo una importante atomización social que le resta eficacia y posibilidades a la demanda social.
La economÃ-a neoliberal busca el traspaso de recursos desde la sociedad hacia las empresas más
concentradas y poderosas. En ese sentido, reserva para éstas toda operación rentable y delega en el Estado
la atención de lo que no lo es.
AsÃ-, la disminución del gasto público no es producto de una mayor pobreza social −de una baja
generalizada de recursos, de una mengua en la producción de bienes y servicios− sino del destino que se le
da a ese producto. Cristina Zurutuza señala que
en los últimos años, las estadÃ-sticas son cada vez más descarnadas al anunciar que la riqueza es cada
vez mayor, detentada cada vez por menor número de personas [... y que, en ese sentido,] no se trata de que
hay pocos recursos: se trata de los modelos productivos implementados y de las polÃ-ticas de distribución
de la riqueza.
Los dos gráficos siguientes son reveladores de esa polÃ-tica de distribución de la riqueza en todo el
mundo:
Si bien estos gráficos no están actualizados, son de fines del siglo pasado (1998) y tienen por lo tanto 10
años desde que se elaboraron, representan con claridad el problema y éste se ha agravado severamente en
la primera década del milenio. El Estado elefante del que se quejaba la prédica neoliberal ha sido vaciado
de su contenido social −ya que no de sus deberes en cuanto a la promoción, el sostenimiento y el
multimillonario subsidio a los grupos económicos más concentrados−: se ha convertido en ese aspecto en
un escuálido ratoncito, impotente para atender a las demandas de una población cada dÃ-a más
vulnerable, en la que los Ã-ndices de pobreza e indigencia −de no tomarse medidas drásticas para revertir la
tendencia− se instalan para quedarse.
En este marco, Lo Vuolo y Barbeito hacen notar que
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el patrón de financiamiento del sistema de polÃ-ticas sociales tiene un carácter regresivo, dado que: 1) sus
recursos especÃ-ficos se basan en gran medida en el impuesto al salario y a algunos consumos especÃ-ficos,
y 2) las rentas generales del fisco se obtienen principalmente de impuestos indirectos. Con respecto a la
distribución del gasto social, las pocas estimaciones existentes concluyen que no es progresiva.
Es decir que el Estado, al que la prédica neoliberal quiere privado de acceso a las actividades rentables y
reducido en sus prestaciones sociales a la mÃ-nima expresión que las condiciones polÃ-ticas y sociales
permitan, se financia de manera inequitativa: descarga el peso mayor sobre los sectores que menos tienen.
QuedarÃ-a por ver el uso que hace de los recursos de los que aún dispone, y si en él se trasluce algún
esfuerzo por restablecer los equilibrios perdidos, por compensar las asimetrÃ-as e injusticias más flagrantes,
por hacer cumplir las disposiciones y argumentaciones del derecho internacional humanitario referido a los
menores.
Pero en las nuevas sociedades de control, donde el poder financiero juzga y establece los lÃ-mites, no hay
lugar sino para el sujeto−mercancÃ-a, el individuo−consumidor. Escribe Michel Onfray:
La libertad que defienden los liberales se asocia a una deseable utilidad para la sociedad: libertad de
consumir, de poseer, de disponer de bienes materiales, muebles e inmuebles, libertad de adaptarse al modelo
de consumidor que ponderan los medios publicitarios....
Esa libertad liberal, encorsetada como se verá por el liberalismo económico, permitirá comprar conductas,
valores, apariencias, donde
todo es propuesto con llave en mano por la ideologÃ-a dominante en eso que se dejó de llamar propaganda
y se convirtió en publicidad de un mundo unidimensional, (...) la libertad se reduce a la posibilidad de
inscribirse en una lógica mimética, de tomar parte en la carrera considerada como acceso a los
peldaños más altos de la escala social propuesta sobre un modelo único por el mercado mercantil.
Libertad de tener, libertad liberal, contra libertad de ser, libertad libertaria.
Vale decir que el contenido del término libertad queda subordinado, pasa a segundo plano. Se trata en
adelante, como hace notar Grüner,
de que la operación ideológica por excelencia es la de hacer aparecer los intereses particulares de la(s)
clase(s) dominante(s) como el interés general de la sociedad toda.
Del liberalismo neoclásico al neoliberalismo contemporáneo hay apenas un paso. A partir de la primera
gran crisis del petróleo de 1973, y con la formación de la Comisión Trilateral (Estados Unidos, Europa
Occidental y Japón), se asiste a un progresivo deterioro de los Estados de bienestar, minados por sus propias
contradicciones y bombardeados por la prédica neoliberal y las prácticas depredadoras de los sectores
más concentrados de la economÃ-a y las finanzas.
El enfoque neoliberal pretende dar un matiz cientÃ-fico a la competencia y el libre mercado. Se apoya sobre
la teorÃ-a del equilibrio general del francés León Walras, que plantea que si todos los mercados de las
distintas mercancÃ-as actuaran simultáneamente, conducirÃ-an a un equilibrio, es decir a la armonÃ-a
general. El Italiano Vilfredo Pareto completa la teorÃ-a al postular que en esas condiciones de equilibrio la
competencia produce un resultado óptimo desde el punto de vista de la producción de riquezas y su
distribución.
Estas dos nociones clave, ausentes en la teorÃ-a liberal clásica, implican un claro cambio de signo: el
liberalismo ya no es cuestión de principios, sino de resultados, no está legitimado por la moral o la ética
sino por la eficacia. Es lo que se ha dado en llamar, pudorosamente, el pragmatismo.
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Liberado de su carga principista el neoliberalismo sigue declamando por la libertad, pero su discurso y su
acción apuntan sobre todo a consolidar y profundizar el control de los mercados financieros y las
multinacionales sobre los Estados democráticos. Conocido es el rol desempeñado por las corporaciones
financieras en los golpes de Estado de América Latina −que reemplazaron en muchas ocasiones con ventaja
a las intervenciones militares directas− que se han ocupado de instalar gobiernos receptivos a sus planteos, y
el papel de los Chicago Boys en la transformación económica de los paÃ-ses periféricos, en particular en
Bolivia, Perú, México, Chile y Argentina.
A tal punto ha llegado el capitalismo salvaje que promueve el neoliberalismo en su intento de banalizar el
sufrimiento ocasionado por sus polÃ-ticas a millones de seres humanos −de individuos− que son violados no
solo en sus derechos naturales, sino en sus cuerpos, en sus vidas, sometidos al hambre, a la enfermedad y en
última instancia a la muerte, empujados hacia la droga y el delito por la condena a la exclusión: la
privación de la dignidad humana, de la identidad social y hasta de la posibilidad de ser explotado en el
trabajo. Exclusión hasta lograr la reducción a la inexistencia, en pocas palabras: la expulsión de la especie.
De hecho, el neoliberalismo, que ha abdicado de su defensa de la libertad, no por ello ha dejado de hablar del
individuo, al que proclama liberado y fortalecido por su dominio de las nuevas tecnologÃ-as y su acceso
irrestricto a la información, y al que se esfuerza en seducir con las apariencias de una democracia que cada
vez parece más vacÃ-a de contenido real, más limitada. Pero entre las palabras y los hechos −que siempre
han mantenido una relación tensa− el trecho se agranda. Según Chesnais y Divés,
Los discursos acerca del contenido de la modernidad y acerca de la primacÃ-a del individuo y de su libertad,
asÃ- como el elogio de la sociedad y de los individuos capaces de hacer frente a los riesgos no son más que
el ropaje filosófico para la sumisión de la actividad social entera al reino de la mercancÃ-a, a la
primacÃ-a absoluta de la ganancia y al fetichismo de las financias. Ese proceso va acompañado de una
inmensa transferencia de riqueza hacia aquellos que son ya los más ricos y de concentración de poder en
algunos paÃ-ses y entre algunas manos.
Sin embargo, no es solamente la pobreza de vastos sectores de la población el resultado de las prácticas
economicistas y neoliberales. Tampoco la palabra exclusión define el problema de los niños en situación
de calle. Siguiendo a Duschatzky y Corea hay que hablar en realidad de expulsión y no de pobreza o
exclusión por las siguientes razones: la pobreza define estados de desposesión material y cultural que no
necesariamente atacan procesos de filiación y hori-zontes o imaginarios futuros:
Basta con observar los movi-mientos migratorios de principios de siglo o los sectores obreros de la década
del cincuenta para advertir que po-breza en ese entonces no suponÃ-a exclusión social ni desa-filiación. La
participación en la estructura fabril, la perte-nencia al sindicato, a las asociaciones barriales, la entrada de
los hijos a la escuela, el crecimiento del consumo de li-bros, diarios y medios de comunicación, la difusión
del ci-ne y el teatro, las conquistas sociales alcanzadas en el mar-co del Estado de Bienestar revelaban la
existencia de lazo social, un lazo que no eximÃ-a de disputas y de desigualda-des pero que ponÃ-a de relieve
la existencia de filiación, per-tenencia o reconocimiento.
En pocas palabras, la pobreza no necesariamente afecta a la creencia, el deseo o la confianza de que es posible
alcanzar otras posiciones sociales. ¿Pero qué ocurre con la exclusión? ¿Qué fenómenos descri-be?
La exclusión pone el acento en un estado: estar por fuera del orden social. La exclusión habla de un estado
−con lo que tiene de permanencia la noción del término estado− en el que se encuentra un sujeto. La idea
de expulsión social, en cam-bio, refiere la relación entre ese estado de exclusión y lo que lo hizo posible.
Mientras el excluido es meramente un producto, un dato, un resultado de la imposibilidad de in-tegración, el
expulsado es resultado de una operación so-cial.
Si se considera la exclusión ya no como un estado (una determinación) sino como una operatoria (unas
condicio-nes), ponemos de relieve su carácter productivo, y la estra-tegia de lectura debe modificarse. La
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expulsión, considera-da como una serie de operaciones, nos da la oportunidad de ver un funcionamiento, la
producción en la situación del expulsado. La expulsión social, entonces, más que de-nominar un estado
cristalizado por fuera, nombra un mo-do de constitución de lo social. El nuevo orden mundial necesita de los
integrados y de los expulsados. Éstos ya no serÃ-an una disfunción de la globalización, una falla, sino un
modo constitutivo de lo social.
La expulsión social produce un des−existente, un "desa-parecido" de los escenarios públicos y de
intercambio. El niño expulsado pierde visibilidad, nombre, palabra, porque se trata de un sujeto que ha
perdido su vi-sibilidad en la vida pública, porque ha entrado en el uni-verso de la indiferencia, porque
transita por una sociedad que parece no esperar nada de él y lo convierte entonces en un paria.
2.1. Pobreza, Marginalidad y Exclusión
Hasta los años ´60 la teorÃ-a del desarrollo presentaba posiciones que se diferenciaban en base a la matriz
ideológica: por un lado, el paradigma de la modernización, propuesto por los paÃ-ses de occidente, que
sostenÃ-an de manera optimista la exportabilidad del modelo occidental al resto del mundo, y por el otro, el
abordaje de la dependencia, teorizado por los intelectuales neomarxistas que, en cambio, de manera pesimista,
identificaban en el desarrollo de los paÃ-ses del Norte la causa del subdesarrollo en otras partes del mundo.
En los años ´70 los abordajes teóricos del desarrollo de los pueblos tuvieron un viraje radical.
Sustituyendo las ya anochecidas posiciones (modernización y dependencia) se afirman, en este perÃ-odo,
abordajes normativos relativos al desarrollo, los cuales en lugar de dictar fórmulas universales con la
pretensión de aplicarlas en todos los paÃ-ses con la pretensión de obtener los mismos resultados, se
señalan horizontes de valor hacia los cuales orientar proyectos especÃ-ficos de desarrollo. Es en este
sentido que las organizaciones internacionales, los intelectuales del desarrollo, los expertos en programas y las
instituciones religiosas orientan siempre más sus esfuerzos hacia una nueva definición del desarrollo,
buscando definiciones cada vez más pluridimensionales, con una particular atención hacia la dimensión
humana y relacional, superando, aunque no negando, la exclusiva dimensión económica. AsÃ- se fueron
afirmando diversos enfoques: el de NBI (necesidades básicas insatisfechas), el Ecodesarrollo, el Desarrollo
Sostenible, el Desarrollo Humano.
Desde una concepción antropológica la pobreza no puede ser entendida como un simple problema
económico, sino como una privación de capacidades y logros esenciales del desarrollo humano, que
degrada la misma dignidad de las personas. De acuerdo con lo anterior, es necesario enfatizar que la
disminución de la pobreza económica de una sociedad no implica necesariamente una disminución de la
pobreza humana, y que una disminución en ambas o en alguna de estas esferas, no necesariamente se vincula
con una reducción en la desigualdad social.
El actual patrón de acumulación (consenso de Washington, neoliberalismo, capitalismo, economÃ-a
financiera especulativa, etc.) es inherentemente antiético dado que produce ganadores y perdedores. En una
sociedad donde la competición posicional (el que gana, gana todo y el que pierde, pierde todo) es
considerada un valor central, los mecanismos de exclusión constituyen una regla de juego elemental y
necesaria para el mantenimiento del sistema. La competición posicional es por naturaleza excluyente, por
eso: niños, ancianos, personas en situación de calle, analfabetos, inmigrantes, aborÃ-genes, discapacitados,
etc., muy fácilmente se convierten en excluidos.
Si la pobreza fuera un modo de vivir modestamente y sin lujos, una opción de vida, no tendrÃ-a nada de
negativo, al contrario. Pero todos sabemos que no es ésta la experiencia más frecuente, sino que es otra
versión, mucho más cruel, representada por el hambre, la miseria y la indigencia.
Estamos hablando de miles de millones de personas que en el mundo viven en una situación de pobreza
extrema, marginadas, de 28 paÃ-ses involucrados en conflictos en la última parte del siglo pasado.
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En América Latina, el problema de la pobreza representa para los gobiernos un desafÃ-o. En este
subcontinente, la pobreza no supone solamente no tener lo necesario para una vida humana digna, sino que
también significa, con frecuencia, injusticia y explotación. Las desigualdades entre las clases sociales,
regiones, sectores económicos, son vastas y profundas.
La creación de un concepto no es sólo un paso más dentro de la investigación, sino que tiene
implicancias para la acción. Efectivamente, la definición de una problemática lleva implÃ-cita la forma en
que se encarará su resolución. Como primer acercamiento, puede afirmarse que la noción de pobreza
denota situaciones de carestÃ-a tanto en recursos económicos como de condiciones de vida básicas para un
perÃ-odo histórico determinado de una sociedad. Estas normas se expresan en términos absolutos y
relativos y son variables en el tiempo y en los diferentes espacios (Badaraco, 2003).
− En términos monetarios, la pobreza muestra un déficit de los ingresos respecto a una lÃ-nea
equivalente al costo de una canasta de consumo básico, llamada habitualmente lÃ-nea de pobreza. Otros
acercamientos avalan medidas relativas, como la media de ingreso, o la diferencia promedio entre los mayores
y menores ingresos de un paÃ-s en particular.
− Se realizaron evaluaciones de la pobreza midiendo la satisfacción de las necesidades fundamentales,
basándolas en consideraciones de tinte universalista, emanadas de concepciones de los derechos humanos y
la justicia social.
− Según el Premio Nobel de EconomÃ-a Amartya Sen, el bienestar no posee identidad plena con los bienes
y servicios, ni con el ingreso sino a la conveniencia entre los medios económicos con respecto y la tendencia
de los individuos a convertirlos en capacidades de socialización, económica y cultural particulares. La
lucha contra la pobreza implicarÃ-a ofrecer las posibilidades para emanciparse de ella.
La variedad de enfoques muestra que la pobreza es un fenómeno multidimensional cuyas causas que se
entretejen en cada situación puntual. La pobreza tiende a convertirse en un asunto integral, ya sea a nivel de
los individuos como de las sociedades, y en este sentido las diversas carencias que atraviesa una persona o una
sociedad se refuerzan.
La pobreza, entonces, no implicarÃ-a solamente la falta de uno o varios bienes, considerados como necesarios
para adquirir los niveles mÃ-nimos aceptables de bienestar de una persona o familia. Es un fenómeno más
complejo, en el que determinados grupos de población se encuentran en una situación mucho más
desfavorable en los procesos de generación o de apropiación de la riqueza (en su sentido amplio, no
solamente monetario), asÃ- como desacoplados de los procesos de toma de decisiones polÃ-ticas y
económicas en los que están implicados, básicamente por la manera en que están integrados a las áreas
económicas y sociales de su sociedad (Canale y otros, 2005).
¿Dónde y cómo se genera la exclusión?
Hay no solamente pobres sino también marginados y excluidos. Pobre es quien carece de medios para vivir
dignamente. Hoy, con el desarrollo económico y los niveles de riqueza alcanzados, no se podrÃ-a hablar de
carencia. Pues como dice Ghandi: La Naturaleza ofrece los bienes para satisfacer las necesidades de todos,
no la codicia de unos pocos.
Marginado es el que está al margen. Actualmente, como efecto de la pobreza, la marginación no es
voluntaria; ante la ausencia de libertad de opciones, se es compelido fuera del mercado y fácilmente se
desemboca en patologÃ-as sociales.
Excluido es el quedar afuera de: una persona, un grupo, un sector, un territorio, de un sistema social, de un
espacio polÃ-tico, cultural, económico: no acceder a relaciones, participación en las decisiones, creación
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de bienes y servicios.
Cuando hablamos de exclusión no nos referimos tanto al lugar de la pobreza y las desigualdades dentro de la
pirámide social sino en qué medida se tiene o no un lugar en la sociedad. Quiénes se benefician y
participan dentro de la dinámica social y quiénes no. Esto supone alertar sobre los riesgos de ruptura de la
cohesión social que comporta, asÃ- como del proceso de agresividad y violencia personal y social que es
capaz de generar. Hacer hincapié en los elementos estructurales de la exclusión no es casual porque es la
misma organización social la que elabora en su interior porciones de población sobrantes
Las enfermedades sociales que se manifiestan son diversas, pudiendo distinguirse como adicciones: tabaco,
alcohol, sexo, juego, consumo compulsivo, etc., y desafecciones: aislamiento, enfermedades mentales,
pérdida de sentido de la vida, incomunicación, agresividad, violencia (Memoria del Consgreso de
Servicios Sociales de Atención Primaria, 2002).
La dinámica de exclusión comprende todos los ámbitos y escalas: dualización Norte−Sur,
Centro−Periferia, Desarrollo−Subdesarrollo, Trabajo−Desocupación, Hombre−Mujer, Ciudad−Campo, etc.
Esta exclusión es fruto del sistema. Tradicionalmente se la habÃ-a asimilado con la indigencia crónica,
reducida al ámbito económico. Hoy el concepto se amplÃ-a y se da a la exclusión un carácter
estructural, como proceso de dejar afuera de las oportunidades económico−sociales, civiles y culturales a una
parte de la población. La población se escinde entonces entre quienes tienen un lugar en la sociedad y los
que están excluidos de ella.
Exclusión, por lo tanto, es no ser reconocido, no ser tenido en cuenta, no ser (Bargalló, 2007).
Es posible plantear que la exclusión se genera a partir de una triple ruptura: económica, social y vital, por la
convergencia de tres factores: estructurales, sociales y subjetivos (Bel Adell, 2002):
• Factores estructurales: estructuras de poder financiero, económico, polÃ-tico, que determinan un
ambiente excluyente. En este caso la exclusión es una caracterÃ-stica del sistema entroncada en la
dinámica social general. Lo que más se distingue es: la salida del mercado laboral, el desequilibrio
en la redistribución de la riqueza, la desprotección social.
• Factores sociales: al disgregarse los entornos sociales se resquebraja la solidaridad de proximidad. Se
disuelven las redes naturales y las personas quedan en posiciones de marcada fragilidad. Se destacan
las transformaciones demográficas y en las unidades de convivencia, la ruptura de la cultura popular.
• Factores subjetivos: son los que deterioran la propia personalidad. La falta de aprecio y amor, la
ausencia de comunicación, la carencia de expectativas socavan los dinamizadores vitales como ser la
afectividad, la confianza, la identidad, la reciprocidad, la autoestima. Lo que se destaca es: pérdida
de objetivos vitales, descreimiento en el futuro.
Destacar los factores estructurales de la Exclusión le da a la solidaridad una dimensión esencialmente
polÃ-tica y ciudadana, recuperar los factores subjetivos de la exclusión puede contribuir a restituir ciertos
elementos esenciales para producir solidaridad y ayuda mutua. Los factores sociales estimulan a que la
práctica de la solidaridad sea un compromiso de la ciudadanÃ-a en la creación de los espacios vitales de la
amistad, el reconocimiento, la aceptación, las redes sociales. Por eso la exclusión no es un hecho particular
histórico sino un elemento estructural que nos determina a cambiar la historia.
No es fácil erradicar la exclusión porque no es coyuntural sino permanente en este tipo de sociedad que la
genera más rápido su posibilidad de tratamiento, por eso necesita respuestas a cada momento y situación.
Dadas las actuales condiciones de desigualdad y exclusión social, se hace necesario entonces implantar un
cambio de paradigma: convertir la competitividad en colaboración, el individualismo en personalización, el
lucro en compartir, la indiferencia en reconocimiento y compromiso por todo lo humano.
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Retomando los tres tipos de factores mencionados antes, los procesos de inserción−integración deben
contemplar objetivos y estrategias en los tres ámbitos:
− recuperación personal: reconstrucción de su mundo interior;
− vinculación relacional : reconstrucción del tejido social−;
− inclusión en los mecanismos estructurales: formación profesional, empleo, participación ciudadana−.
2.2. La importancia del desarrollo humano integral para la eliminación de la pobreza
El desarrollo humano abarca mucho más que el aumento o el descenso del ingreso nacional... y se refiere a la
creación de un contexto en el que las personas puedan desenvolver plenamente su potencial y vivir vidas
productivas y creativas en armonÃ-a con sus necesidades e intereses.
Lo que una persona puede `ser o hacer' determina su calidad de vida como ser humano. La libertad disponible
para que los individuos elijan las formas alternativas para encarar su vida, de acuerdo con los objetivos que
ellos mismos determinen, dan una idea cierta acerca la calidad institucional y moral de una sociedad. El
objetivo básico del desarrollo humano es ensanchar las chancees de una población de alcanzar una vida
saludable, creativa y con los medios adecuados para ser parte activa de su entorno social. Debe poder
superarse la confusión entre medios y fines, junto con la más sofisticada idea de que el desarrollo, es
medible a partir del indicador de ingreso. Debe remarcarse que el desarrollo humano se centra en la libertad
de las personas y no en la acumulación de recursos. En este sentido se afirma que la noción de deuda social
asociada al concepto amplio de desarrollo humano, se inscribe en el campo más extenso de la ética del
desarrollo..., agregando a ello que ...la evaluación del grado de satisfacción y de autorrealización que
experimentan las personas en una sociedad exige recurrir a juicios de valor basados en una concepción
ética acerca de las necesidades humanas y de la vida social .
De manera especÃ-fica se orienta a una evaluación de privaciones y realizaciones en dos campos de las
capacidades humanas: (a) el espacio del nivel de vida y (b) el espacio de auto realización o florecimiento
humano. Según la óptica aplicada, la determinación de la deuda social −como privaciones a necesidades
de desarrollo humano − requiere una distinción de estos dos ejes conceptuales (Salvia, 2004). La aparición
de déficit en el espacio del nivel de vida cuestiona severamente la dignidad humana, junto con las
capacidades de desarrollo. Dichos ejes conceptuales de estudio son analizados y contrastados a lo largo de
una serie de dimensiones consideradas pertinentes para el despliegue de las capacidades y la
satisfacción de las necesidades humanas:
La globalización pone en la agenda el tema de desarrollo. Se define al desarrollo como un proceso a través
del cual las personas, grupos humanos, comunidades enteras mejoran sus condiciones de vida tanto en
cantidad de vida como en calidad de vida, pasan de condiciones menos humanas a condiciones más
humanas.
El desarrollo humano integral no recae solamente sobre la faz económica. Contempla también aquellas
dimensiones en que se desenvuelve la persona humana, objetivo final del desarrollo. Se pueden considerar
seis dimensiones del Desarrollo (Goulet, 1999): la dimensión económica, la dimensión social, la
dimensión polÃ-tica, la dimensión cultural, la dimensión ecológica y la dimensión ética.
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• La dimensión económica ligada a la producción y el ingreso per−cápita, el desarrollo industrial
de un paÃ-s, región o localidad y un nivel de justa distribución del ingreso dentro de dichas
economÃ-as y asÃ- como entre las economÃ-as.
• La dimensión social ligada a un nivel adecuado de salud, alimentación, vivienda, servicios
básicos, y la posibilidad de ingerencia ciudadana para el mejoramiento de las condiciones de vida.
• La dimensión polÃ-tica tiene que ver con la efectivización de los derechos humanos (civiles y
polÃ-ticos), la efectiva implantación de un Estado de Derecho, el ejercicio de la democracia directa
o bien representativa.
• La dimensión cultural del desarrollo da cuenta de la identidad de grupos o comunidades, usos y
costumbres, asÃ- como la aptitud de generar diálogo con otras culturas transformando asÃ- la
propia.
• La dimensión ecológica del desarrollo, implicada con la responsabilidad por lo existente, y su
relación con el futuro de las nuevas generaciones, también engloba la armonÃ-a del ser humano
con lo existente, en la perspectiva del desarrollo de un medio ambiente sano y duradero.
• Finalmente, la dimensión ética del desarrollo esta ligada a lo que Goulet llama el full life model o
modelo de vida plena, el cuál es un derecho de cada sociedad particular, su forma de organizar la
vida.
Por ello la primera cuestión sobre el desarrollo no es imponer tal o cual concepto elaborado por expertos del
desarrollo sino preguntar a las comunidades, a los grupos humanos concretos qué es para ellos el desarrollo.
Cuando lo expliquen con sus propias palabras se podrá atisbar un modelo de vida plena. Esa debe ser la
aptitud principal del agente de desarrollo (proactiva). Por lo tanto se entiende asÃ- que el desarrollo no es
sólo desde abajo sino desde adentro; es decir, si el desarrollo no parte del espÃ-ritu de las gentes no es
auténtico desarrollo.
Goulet (1999) sugiere la dinámica de la Flor del desarrollo graficable a partir de una flor con seis pétalos,
cada uno de los cuáles representa una dimensión del desarrollo humano integral (económica, social,
polÃ-tica, cultural, ecológica, ética). En esa gráfica se puede dibujar cuál es el nivel de desarrollo
alcanzado en cada una de esas dimensiones. Si esa gráfica se aplica para cada paÃ-s se observa que ninguno
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tendrá un desarrollo pleno en todas las dimensiones a la vez. Por ejemplo, un paÃ-s desarrollado podrÃ-a
calificar muy alto en los ámbitos económico o social, pero es probable que presente bajas notas en cuanto a
lo ecológico, dado que su riqueza se sustenta en la explotación intensiva del medio ambiente y los recursos
naturales o aún en el ético, puesto que su escala de valores da cuenta de la frivolidad de una sociedad de
consumo o el culto al placer (hedonismo, o los grandes paradigmas de la llamada sociedad de mercado, esto
es, el placer, el tener y el poder.)
De la misma manera, un paÃ-s llamado subdesarrollado podrÃ-a tener bajos calificativos en lo económico y
social, pero podrÃ-a tener calificativos muy elevados en lo cultural (en muchos paÃ-ses del sur hay una
riqueza cultural muy poco valorada hasta por la gente de dichos paÃ-ses, en ese sentido su subdesarrollo se
basa en una profundamente baja autoestima) o en lo ético en la medida que se practican valores como la
solidaridad, la laboriosidad, la hospitalidad, el trato humano, etc. Por eso se puede decir que no existe ningún
paÃ-s sobre la faz de la tierra que se pueda llamar realmente desarrollado, pues ninguno tendrá el máximo
calificativo en todas las dimensiones del desarrollo a la vez. En consecuencia, el desarrollo es un proceso y un
concepto en sÃ- relativo.
2.3. El abordaje de la PsicologÃ-a Positiva
En el presente apartado nos remitiremos especÃ-ficamente a caracterizar la PsicologÃ-a Positiva, campo
disciplinario desde el cual se puede afrontar la recuperación de los niños en situación de calle o pobreza:
comenzaremos por intentar arribar a una conceptualización teórica de esta disciplina, expondremos sus
fundamentos ontológicos y gnoseológicos (que validan su teorÃ-a, metodologÃ-a y práctica), y
finalmente mostraremos sus distintos ámbitos de funcionalidad.
La psicologÃ-a positiva es considerada en la actualidad como una rama o escuela de la psicologÃ-a que
intenta abordar de manera cientÃ-fica los procesos que subyacen a las cualidades y emociones positivas del
ser humano (Vázquez, 2006).
La psicologÃ-a, tradicionalmente concebida, se ha abocado desde sus comienzos de investigación al
análisis, sistematización, control y predicción de fenómenos patológicos de la psique humana. La
psicologÃ-a positiva, por su lado, intenta abordar además los factores y variables que hacen a una mejor
calidad de vida y bienestar, pudiendo contemplar el carácter integral de todo ser humano.
Es asÃ- que la psicologÃ-a positiva no intenta invalidar la psicologÃ-a tradicional, sino complementarla: las
emociones, sentimientos y actitudes positivas del ser humano juegan un papel determinante en las
percepciones de los mismos de la realidad y en desarrollo fÃ-sico y psÃ-quico (Peterson, 2000).
Los impulsos definitivos que dieron lugar al nacimiento de esta rama de la psicologÃ-a la ubican como un
movimiento no filosófico y no dogmático, cuyo accionar se debe a la rigurosidad del método y
fundamentos epistemológicos cientÃ-ficos.
De esta forma puede encontrarse un claro objeto de estudio, a saber: emociones positivas como la felicidad, la
alegrÃ-a o el amor, y fortalezas como el optimismo, la creatividad, la gratitud, la sabidurÃ-a, o la resiliencia;
con considerable aplicabilidad en los ámbitos educativos, laboral, clÃ-nico y otros que atañen a la
investigación cientÃ-fica de la salud mental (GarcÃ-a Averasturi, 2003).
El carácter de complementariedad de la psicologÃ-a positiva está dado fundamentalmente por el
reconocimiento de dos instancias, a saber (Vera Poseck, 2006):
• Todo ser humano, como sistema fÃ-sico−psÃ-quico−social, posee dos polos constituyentes, uno positivo
(el desarrollo saludable, el bienestar, las emociones y sentimientos positivos) y otro negativo (las dolencias,
los trastornos, las enfermedades, entre otros).
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• Todo ser humano posee la alternativa de elegir (conciente, voluntariamente) el grado de eficiencia y
eficacia de cada uno de esos polos en relación a su desarrollo personal.
De esta manera, curando la enfermedad, facilitando una vida de mayor productividad y realización personal,
y/o identificando los factores que hacen al talento, la psicologÃ-a positiva intenta circunscribir a la persona en
una actitud y conducta de autocuidado no absoluto hacia el reconocimiento de las capacidades de
autorecuperación del ser humano.
La concepción de salud que asume la psicologÃ-a positiva sobrepasa el mero requisito de ausencia de
enfermedad, y atañe a la integración de todas las cualidades vivenciales de una persona: buenos y malos
momentos, sufrimiento, júbilo, incertidumbre, claridad, etc (Kobasa, 1979).
Los ámbitos fundamentales de la psicologÃ-a positiva puede esquematizarse de la siguiente manera
(GarcÃ-a Averasturi, 2003):
• Fuentes: desarrollo evolutivo de la persona, como el fundamento genético del bienestar, primeras
experiencias de la infancia como generadoras de fortalezas y virtudes, y otros.
• Procesos: la vida digna, como horizonte de estudio y realización humana, es el principal proceso a
investigar, que como toda progresión evolutiva de hechos posee factores y variables favorecedoras y
obstaculizadoras.
• Mecanismos: los mecanismos, como procesos de realización o no realización mediante la
consecución de sucesos, implica en este caso especÃ-fico la existencia de elementos del entorno
como son las relaciones interpersonales, los ámbitos educativo, laboral, organizaciones,
instituciones, comunidades, sistemas sociales (culturales, polÃ-ticos, económicos, biológicos).
• Resultados: se refiere a los estados subjetivos, perceptivos y/o comportamentales, sean estos sociales,
culturales, polÃ-ticos, etc.
De esta manera, la psicologÃ-a positiva muestra su carácter cientÃ-fico de investigación, sistematizando su
objeto de estudio de manera concisa y concreta, haciéndose de los medios metodológicos necesarios para
identificar, controlar y predecir las variables interventoras, y obteniendo resultados funcionales hacia el
bienestar y el autocuidado de la persona.
Grüner, Eduardo: El fin de las pequeñas historias. De los estudios culturales al retorno (imposible) de lo
trágico. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2002, p. 110.
El término Consenso de Washington fue formulado originalmente por John Williamson en un documento
de noviembre de 1989 ("What Washington Means by Policy Reform" que puede traducirse como "Lo que
Washington quiere decir por reformas polÃ-ticas")., elaborado como documento de trabajo para una
conferencia organizada por el Institute for International Economics, al que pertenece Williamson. El propio
Williamson cuenta que en ese histórico borrador, incluyó "una lista de diez polÃ-ticas que yo pensaba eran
más o menos aceptadas por todo el mundo en Washington y lo titulé el Consenso de Washington". Estos
puntos, que los paÃ-ses de la región cumplieron rigurosamente en la década de los '90 son: disciplina
fiscal, reordenamiento de las prioridades del gasto público, reforma Impositiva, liberalización de las tasas
de interés, una tasa de cambio competitiva, liberalización del comercio internacional (trade liberalization),
liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas, privatización, desregulación de la
economÃ-a, reconocimiento de los derechos de propiedad intelectual (este punto básicamente relacionado
con patentes de medicamentos).
Chomsky, Naom, Democracia, mercados y derechos humanos, Biblioteca Virtual Naom Chomsky: disponible
en
file:///D:/Chomsky/Biblioteca%20Virtual%20Noam%20Chomsky%20−%20Democracia,%20mercados%20y%20der.h
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Lo Vuolo, Rubén, Barbeito, Alberto: La nueva oscuridad de la polÃ-tica social, Centro Interdisciplinario
para el Estudio de PolÃ-ticas Públicas, Miño y Dávila SRL, Buenos Aires, Segunda edición, abril de
1998, p. 308.
UNICEF, Estado mundial de la infancia 2008. La supervivencia de los niños. Disponible en:
http://www.unicef.org/spanish/sowc08/docs/sowc08−sp.pdf
Extrañamente no se hace referencia en este informe a un problema de importancia también sustancial: al
hombre, a su posible ausencia del hogar o a su ineptitud para cumplir con su función de padre. Tampoco
menciona un mal común en América latina: la violencia de género. De una u otra manera, ya sea como
vÃ-ctimas pasivas o como partÃ-cipes activas, las mujeres se ven enfrentadas a distintas situaciones de
violencia o sufrimiento en las que corresponde la aplicación de las medidas que el derecho internacional
humanitario encuadra, como se verá más adelante en el capÃ-tulo respectivo de esta tesis.
Lo Vuolo, Rubén, Barbeito, Alberto: La nueva oscuridad... Op. cit., p. 200−201.
Lo Vuolo, Rubén, Barbeito, Alberto, Pautassi, Laura, RodrÃ-guez, Corina: La pobreza... de la polÃ-tica
contra la pobreza, Centro Interdisciplinario para el Estudio de PolÃ-ticas Públicas, Miño y Dávila SRL,
Buenos Aires, Primera reimpresión, mayo de 2004. p. 181.
Carloto, C. M., "Análisis polÃ-tico de la situación actual en América Latina", trabajo presentado en
Reunión de Evaluación sobre Mortalidad Materna, Ecuador, Cuenca, julio de 1996, citado en: Durand,
Teresa y Gutiérrez, MarÃ-a Alicia: "Cuerpo de mujer: consideraciones sobre los derechos sociales,
sexuales y reproductivos en la Argentina", incluido en: Mujeres sanas, Ciudadanas libres (o el poder para
decidir).Publicado por Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer, Foro por los derechos
reproductivos y el Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer
con la cooperación del Fondo de Población de las Naciones Unidas, Buenos Aires, Argentina, 1998, p. 6.
Cfr. Durand, Teresa y Gutiérrez, MarÃ-a Alicia: Op. cit., p. 5.
Zurutuza, Cristina: "El derecho como garantÃ-a de los derechos sexuales y reproductivos: ¿utopÃ-a o
estrategia?", en: Mujeres sanas, Ciudadanas libres (o el poder para decidir).Publicado por Fundación para
Estudio e Investigación de la Mujer, Foro por los derechos reproductivos y el Comité de América
Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer con la cooperación del Fondo de Población
de las Naciones Unidas. Buenos Aires, 1998, p. 50.
Lo Vuolo, Rubén, Barbeito, Alberto: La nueva oscuridad... Op. cit., p. 157.
Michel Onfray, PolÃ-tica del rebelde, tratado de la resistencia y la insumisión, Editorial Perfil, 1999,
Buenos Aires, Argentina, p.177.
Michel Onfray, ibidem.
Eduardo Grüner: Op. cit. p. 190.
Ver al respecto: Christophe Dejours: La banalización de la injusticia social. TopÃ-a Editorial. Colección
Psicoanálisis, Sociedad y Cultura. Buenos Aires, 2006.
François Chesnais y Jean−Philippe Divés: ¡Que se vayan todos! Le peuple d´Argentine se souléve.
Nautilus, Paris, 2002, p. 113.
Duschatzky, Silvia y Corea, Cristina: Chicos en banda. Los caminos de la subjetividad en el declive de las
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instituciones, Paidós, Tramas Sociales, 2007, Buenos Aires, Argentina, p. 17
Ibidem p. 18
Bel Adell, Carmen (2003). Curso de Formación en Compensación Educativa. Universidad de Murcia,
Murcia.
DII−ODSA (2004). Barómetro de la Deuda Social Argentina / 1. Las Grandes Desigualdades. Departamento
de Investigación Institucional, UCA. Pág. 34.
Salvia, AgustÃ-n (2007). Hacia una nueva polÃ-tica social:el desarrollo humano y la igualdad de
oportunidades como horizontes del progreso económico. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires.
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