Independencia y responsabilidad de los jueces

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La historia nos sirve para analizar la independencia de los jueces. La independencia de la que gozan hoy los
jueces − en sentido amplio − no siempre ha sido asi. La perspectiva histórica siempre es un punto a favor a la
hora de aboradar cualquier tema ya que facilita un mejor análisis y comprensión del tema a tratar, y por otro
lado puede ayudar a que un libro sea más ameno cuando ciertos temas requieren ser tratados con rigor como
es este caso. Por lo tanto, la perpectiva histórica que comprende la primera parte, no solamente ayuda a
ameneizar la independencia del juez, sino que también se hace necesaria su inclusión como método
comparativo y ejemplar.
Concretando en la perspectiva histórica, Juan Montero Aroca no sse deja llevar íntegramente por el factor
temporal sino que lo subordina a las caracteristicas de la evolución de la independencia, cosa lógica y desde
mi gusto acertadda ya que la sistemática debe obedecer al pragmatismo de comprensión de la obra.
Se remonta a los principios del Poder Judial, más exactamente, cuando todavía no existía el Poder Judicial tal
y como lo conccemos esencialmente en nuestros días. Antes de 1812, la primera Constitución con ciertos
rasgos democráticos, la Justicia equivalía a lo que el rey decía. Esto ha sido propio de la historia de todo los
países y como no, en el nuestro, en el que durante el reinado de Carlos II se decía que siempre en algún lugar
del imperio de España brillaba el sol.
A partir de 1812 podemos decir que el poder pertenece a la Nación, a España y se abandona la idea de que el
rey tiene el podeer y que lo sabe todo cual de Salomón se tratare. Ahora el rey es símbolo de la ación y por lo
tanto, la justicia se realiza en su nombre; aunque el poder, en este caso, el podeer o potestad judicial, del rey
derive de la constitución. Con la Pepa podemos hablar de división de poderees − lo que esdigno de críticaar
puesto que se puede argumentar que l aConstitución de 1812 nace con el deseo de mostrar una separación de
los franceses que invadían España, y que por lo tanto no deberían haber seguido la influencia francesa, si tanto
se oponían a ella, de la separación de poderes de Montesquieu. En cualquier caso, esa separación era expresa
y se pretendía separa y dotaar de independencia al Poder Judicial.
Como configuración de esta independencia que señala la Constitución de 1812, esta proclama la unidad
jurisdiccional, que nos es conocida en nuestros días y que viene recogida en el art. 117.5 de nuestra Norma
Fundamental; así como la potestad judicial exclusiva, que es entendida en dos aspectos, uno, el positivo, en
tanto en cuanto que solamente pueden los tribunales ejercer esta potestad, y dos, en sentido negativo, en
cuanto que los tribunales no pueden ejercer otra potestad que no sea la judicial. Además se proclama la
independencia, aunque, no obstante este concepto quedaban bastante difuminado en lo que concierne a su
definición y ulterior aplicación y/o cumplimiento.
Y hablo de la difuminación de la inamovilidad porque, en primer lugar, los jueces desde su principio, desde
que comenzaban a ser jueces, lo hacían a manos del rey; es decir, que los jueces eran elegidos por el rey y por
aprobación del Consejo de Estado. En segundo lugar, aunque se mencionase el la Constitución de un Poder
Judicial, este pasó a llamarse, Administración de Justicia, con lo que l ajusticia pasaba a formar parte de la
Administración pública: todas las materias relacionadas con jueces y magistradas eran susceptibles de ser
tratadas por vía reglamento.
Por lo tanto, por mucho que se hablase de unidad jurisdiccional, potestad judicial exclusiva o inamovilidad, la
Justicia acabó estando sometida al Ejecutivo. El ministro de Gracia y Justicia tenía la potestad discrecional
para, por ejemplo nombrar jueces. Lo peor de todo esto es que en aquellos tiempos la doctrina lo vio lógico
como consecuencia del caos de organización administrativa que se vivía en aquellos momentos. La verdad es
que entre tanto cambio legislativo, poco podía perdurar más que una legislatura o un pronunciamiento. Para
dejar las cosas claras tengamos en cuenta que si las Constituciones se cambían cada vez que entraba en el
ejecutivo una nueva ideología, ¿ por qué no tener la discrecionalidad de nombrar y destituir jueces? Parece
hasta congruente.
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Así las cosas, en cuanto se cambiaba de Ministro de Gracia y Justicia, también se podían cambiar a los jueces
que habían sido nombrados por él, lo que venía a demmostrar el apoderamiento del Judicial por el Ejecutivo.
Dadas estas premisas históricas podemos decir que no existió un verdadero poder Judicial entre cuyas notas
esenciales se encontraban la independencia y la responsabilidad. Si se quiere, y a modo de valoración, según
Montero Aroca, cabría preguntarse como mucho la diferencia entre la independencia de los jueces y la
autonomía del Poder Judicial.
La independencia personal, no fue tal independencia en realidad, se pretendia a los ojos de los demás reflejar
esta autonomía en cada juez en la medida en la que para poder acceder a dicho status, era por medio de una
carrera profesional. Nada más lejos de la realidad ya que el establecimiento de esta estaba condicionada por el
gobierno; por mucha prueba objetiva que se realizase, la última palabra para aprobar el nombramineto de un
juez, la tenía el Gobierno. Las suspensiones también eran controladas por el Gobierno. La inamovilidad era
vencida a travs del nombramiento de jueces por tiempo determinado o en regimen de interinidad, aparte, claro
está, de que todo los jueces nombrados por el ministro de Gracia y Justicia de la legislatura anterior, eran
susceptibles de ser movibles. En fin, aunque se proclama un ingreso objetivo por oposición, un
establecimiento de la carrera judicial − que acababa sometiendo a los jueces al régimen el funcionariado como
miembros integrantes de la Administración de Justicia−, o con la declaración de la inamovilidad; la realidad
era otra totalmente distinta: Estatuto de funcionarios, ascensos por pasos que decide en última instancia el
Gobierno de una forma discrecionalidad, traslado forzoso de los jueces y sometimiento de los mismos a las
ideas políticas reinantes en ese momento so riesgo de ser destituuidopapel mojado.
En la otra cara de la moneda, el ser considerado funcionario, era una buena medida para eludir su
responsabilidad y no estar sometidos a tanta presión, como ya comentaré más adelante, ya que los jueces
podían argüir que su trabajo era exclusivamente técnico.
Tampoco se puede echar la culpa por completo a los políticos en el sentido de que no quisiesen imponer un
correcto Poder Judicial, sino que en todo caso, se le podría achacar la falta de continuidad en el Ejecutivo;
aunque tampoco se puede decir que la culpa sea de este último cuando, por ejemplo estalla la guerra civil. En
resumen, la falta de estabilidad y continuidad del ejecutivo, también contribuyo a buena parte de este
defectuoso Poder Judicial que estamos narrando.
Pasada la guerra civil parece que se acentúan las cosas como suele suceder el los absolutismos: se depura la
carrera judicial, lo que se traduce en otras palabras que sólo accedían al status de jueces aquellos que estaban
de acuerdo con la ideología del caudillo. Además, los jueces vuelven a ocupar la condición de funcionarios
con lo que quedan sometidos casi por completo a lo que el caudillo mandase ya que podía promulgar
unilateralmente Reales Decretos. Por si esto no fuera suficiente, se reservan plazas para acceder a la condición
de juez a ex−combatientes, lo que no tiene niguna lógica, es más cabría calificarlo de absurdo.
Las cosas se ponía bastante dificiles para los jueces: primero porque al intentar integrarlos en el estatuto del
funcionario, se pretende justificar esta situación defendiendo que los jueces no son más que meros
instrumentos técnicos al servicio de la ley. Por lo tanto, si nos atenemos a este primer punto los jueces no
debían manifestar ningún tipo de inclinación hacia ninguna ideología política. Pero, resulta que con el
Antiguo Régimen, las cosas dan un giro de ciento ochenta grados: Ya no se pretende que los jueces sean
apolíticos sino al contrario, que sean de la política del régimen impuesto en aquellos momentos.
Otro aspecto más de la transgresión de cada juez queda patente demanera expresa cuando los tribunales
superiores rectificaban sentencias de anteriores instancias arguyendo precisamente que las sentencias
anteriores estaban equivocadas
Estos no fueron todos los inconvenientes de independencia del antiguo Régimen sino que da un giro más en la
tuerca en lo que respecta la apoderamiento del Judicial por el Ejecutivo, al otorgarle a este último la potestad
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sancionadora del primero; en lo que gente ajena a los jueces y magistrados podían ser capaces de valorar si la
actuación de los mismos era la correcta. Cabe subrayar en el aspecto de la potestad sancionadora, ya no sólo
se limita a aspectos técnicos o legales como debería de ser lógico, sino que también eran tomados en cuenta
criterios tales como la moral o la ética. Los criterios morales y éticos, asimismo eran tenidos en cuenta − una
vez más − por el Ejecutivo para ascender o descender dentro de la organización, o también vale
administración, de los jueces.
No obstante esta potestad sancionadora no hubiese podido ser llevado a cabo de no existir una fase previa : la
inspección. Esta inspección, una vez más se separaba del entorno judicial; cuyas potestades, bastante amplias
por otra parte, quedaban reservadas a un órgano de la Administración
Aunque estas no eran todas las intromisiones del Ejecutivo. No bastaba con la inspección, ni con la potestad
sancionadora, sino que también hay que añadir la cración de tribunales especiales. Ya hemos hablado de lo
difuminado de la unidad jurisdiccional. Con la creació de Tribunales especiales, no sólo se habla de
difuminación, sino que sería más apropiado hablar de quebranto de la unidad jurisdiccional. En sentido
contrario, podemos defender la existenncia de la unidad jurisdiccional con la creación de Tribunales
especiales como hoy en día sucede en nuestros días, como, por ejemplo, el Tribunal Constitucional.
Sea o no cierto, la verdad es que la creción de Tribunales especiales aliviaba la presión: presión que sostenían
los jueces de los órganos sancionadores; presión porque sus ideas políticas coincidieran con las de la
legislatura, pero que a la vez parezca que eran imparciales, presión interna cuando los jueces querían escalar
alto en la jerarquía − lo que, en contraprestación, significaba que no se estaba tan presionados si no se
pretendía escalar alto−, etc ..
Igualmente, se cometían volaciones del Ejecutivo en el judicial a la hora del control de las leyes. ¿ Qué mejor
órgano encargado para esta tarea que aquel relacionado con la aplicación de las mismas y supuestamente
imparcial ? . ¿ Se puede hablar de independencia tanto interna como externa ? Lo dudo mucho.
Por ahora el panorama parece desastroso y la independencia de los jueces parece estar a años luz. Si se analiza
la etapa actual, parece que todavia no podemos hablar de los conceptos de independencia, propiamente dichos,
porque aunque la Norma Fundamental lo proclame así como las dos Leyes Orgánicas del Poder Judicial, esto
no es más que una apariencia. La única explicación que encontramos ante este latente problema es la
conformidad de aquellos que se vieran afectados. Supongo que toda la culpa no debe de ser vertida sobre ellos
ya que la independencia de los jueces es algo que nos atañe a todos salvo que nuestro deseo sea volver a un
Estado no de Derecho.
Se puede decir que los jueces se unieron formando un sindicato; la Unión Judicial y que al final fue suprimido
pero esto no sería una escusa válida para decir que los jueces lo intentaron. Además, la pasividad de estos esta
bastante clara cuando el autor cita la inexistencia de quejas entorno a su salario, ni a los injustificados
ascensos por antigüedad.Para Montero Aroca esta situación no es de extrañar si tenemos en cuenta que los
propios jueces se sentían independientes. Para ser sinceros, no puedo criticar dicha opinión dado que carezco
de información suficiente. Lo que sí puedo decir es que parece baastante lógico que si los jueces no se
quejaban de su salario o de como veían mermada su responsabilidad e independencia con lo injustificado de
los ascensos por antigüedad era porque no sentían coartada su independencia. Como refutación se podría
alegar que es muy poco probable que los jueces mostrasen disconformidad y, por otra parte, que puede que los
jueces y magistrados se sintiesen independentes porque no tenían donde comparar: si comparaban el presente
con las etapas precedentes, quizás se sentirían en una situación privilegiada..
Por otra parte, se puede argumentar en su defensa que el intento de formar una asociación fue más de lo que
hicieron otros tantos partidos políticos cuyos intentos fueron en vano, o de tener éxito, fueron en un momento
declive, por no decir agonizante del Antiguo Régimen.
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¿ Se puede hablar de responsabilidad tal y como la conocemos hoy en día ? Si tenemos en cuenta que la
responsabilidad y la independencia son conceptos consustanciales por el que a más responsabilidad, menor
independencia, la respuesta es similar a la antes contestada acerca de la independencia.
Si, en principio nos atenemos meramente a lo que las leyes proclamaban en sus precepto, la respuesta sería sí.
Sin embargo, si analizamos la mención de este precepto, más someramente, nos percataremos de que el
concepto queda bastante difuminado −igual que cuando hablábamos del concepto de independencia en la
Constitución de 1812−, ora en su diferenciación entre clases de responsabilidad − negligencia y mala fe −, ora
en la existencia de un criterio definidor ; por lo que la respuesta debe ser, de nuevo, que no existía una
verdadera responsabilidad.
En resumen, se puede decir que el panorama preconstitucional que narra Montero Aroca, no es nada proclive
a defender la existencia de la independencia y responsabilidad del juez. No digo que no esté en lo cierto, es
tan sólo que parece que hay ciertas partes traslucidas que dejan sobradas lagunas en la explicación como
cuando dice que los jueces no deben tener una ideología política pero que luego sí, cuando habla de la presión
a la que se vieron impuestos pero luego arguye que los jueces no estaban a disgusto; parece que hay cosas que
no encajan en la narración y que esas contrariedades no pueden ser consecuencia de el lapso temporal.
Tampoco mis argunentaciones se basan en fuentes sólidas pero hay que admitir que se encuentran ciertos
aspectos contradictorios sobre el mismo tema.
Cuando terminé de leer el primer capítulo del libro, creí que a partir de la etapa democrática las cosas iban a
cambiar, con todo eso del Estado de Derecho, y los principios fundamentales de Justicia igualdad y demás,
pero nada más lejos de la realidad; todo ello queda en borrascas cuando examinamos más minuciosamente el
contenido del Poder Judicial.
Desde el punto de vista de Montero Aroca, según me ha parecido entender, los constituyentes pretendían que
se recobrase la independencia y la responsabilidad perdida años antes a través de su inclusión en los textos
legislativos, empezando por la Constitución, así como por la Ley Orgánica del Poder Judicial, cuya reserva de
ley es muy concreta ya que solo es posible desarrollar una ley sobre el estatuto de jueces y magistrados por
medio de un concreto tipo de ley, orgánica, que viene caracterizada por garantías reforzadas como es la
mayoría cualificada para su aprobación, así como, concretando que la única Ley Orgánica que puede
encargarse del estatuto de los jueces y magistrados tiene que ser del Poder Judicial, sin posibilidad de que sea
otra. Inclusive, se establece una reserva más, pero esta de caracter material en cuanto que el contenido de esta
ley ha de ser exclusivamente sobre jueces y magistrados.
Aunque la situación no sea tan esperanzadoras, en nueestros tiempos se intentó con más ahinco que la
independencia de los jueces fuese realmente efectiva. Por ejemplo, se intenta redifinir lo que es el Poder
Judicial: ¿ se le da otro significado ? ¿ Es el mismo con variantes ?. Parece ser que nada tiene que ver co el
significado, por mucho que se pretenda. Aún así puede que tampoco importe mmucho poner etiquetas a las
cosas, sino que lo importante sea cual es su esencia. Eneste caso, parece que se añaden mejores mecanismos
de garantías, a parte de su denominación, pasándose de llamar Administración de Justicia por Poder judicial;
decisión más acertada aunque en la realidad no parece que definición y esencia coincidan.
Se crea por fin un órgano autónomo del conjunto del Poder judicial que asume las competencias que antees
poseía el Ejecutiva aunque el titular originario era el Poder judicial; el Consejo General del Poder judicial ( de
ahora en adelante CGPJ ). No obstante, se verificará, más adelante, que está autonomía no es tal y como se
refleja exteriormente.
Se crea un nuevo órgano, pero aparte, se dota de mayores poeres a los órganos judiciales de los que habían
sido confridos antes de la Constitución vigente como es el control de la constitucionalida de las leye, lo que se
traduce en una manera de controlar al Legislativo, o el control delEjecutivo a través del establecimiento de
penas o vigilando la constitucionalidad de los reglamentos diamanantes de él.
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A simple vista parece que los jueces poseen la independencia que deseeamos: solamente están sometidos al
imperio de la ley y no a lo que otros poderes digan, o los tribunales superiores. A simple vista se asemeja una
autonomía : órganos específicos independientes, en el sentido, por ejemplo, de que la carrera judicial deja de
estar sometida; órgano de gobierno propio, el CGPJ. Pero todo esto queda desvirtuado:
El nombramiento de las personas que integran el CGPJ viene marcado por lo que el parlamento diga.
Supuestamente, este debería de estar formado por personas independientes pero la realidad es otra bien
distinta tal y como se ha demostrado a traves de estos 21 años de democracia. Ahora, por ejemplo, que
gobierna el Partido Popular resulta que el presidente del CGPJ es José Cardenal, el cual pertenece a cierta
organización religiosa que, desde el punto de vista de los partidos de la oposición, se aleja de la imparcialidad.
Fungairiño es otro juez que pertenece al CGPJ y que también ha sido criticado por sus actuaciones, tales,
como la implícita oposición contra las actuaciones de otros jueces, lo que atentaría contra la independencia
personal de los jueces y magistrados. Es decir, la composición del CGPJ no es tan imparcial como se
pretende, ni lo será en tanto en cuanto, al menos, no se modifquen las disposiciones normativas pertinentes;
tampoco será tan independiente el CGPJ hasta que no se le dote de una completa autonomía, lo que pasa por
reconcerle su propia autonomía presupuestaria, y no como sucede ahoora mismo, que dependen de la
autorización del Consejo de Ministros, es decir, del Ejecutivo.
La carrera judicial tampoco se escapa se estar maniatada de lo que el Ejecutivo decida. Es el Ministeri de
Justicia el encargado de la selección de jueces y magistrados, estableciéndose la diferencia de que el
nombramiento corresponde al Poder judicial y que esto no supone una violación de la división de poderes. La
selección puede ser de dos tipos: oposición libre o concurso de méritos y ambos tipos de selección son del
todo criticables. El Ministerio de justicia el que configura la oposición, pudiendo favorecer a unas personas
más que a otras que estén más acordes con su punto de vista político; es el que convoca la oposición y los
concursos, lo que se traduce en que determina el número de jueces existentes, por ejemplo; y así mismo
determina los varemos de las mismas, lo que se aproxima a la arbitrariedad. Lo mas criticable es la reserva de
ciertas plazas del concurso de méritos, basado en criterios nada justificados como la experiencia o la
reconocida competencia, criterio este último totalmente subjetivo y por lo tanto incorrecto. Hay otros criterios
subjetivos en los sistemas de ascenso dentro de la carrera judicial, con lo que el Ejecutivo se encargaría de
configurar a su libre arbitrio quienes serían los jueces que le convienen que posean una mayor atribució de
competencias y responsabilidades.
En principio parece que se pretende mediante todos estos mecanismos, separa el Poder Judicial de los otros
poderes clásicos, tal y como se basa la teoría de Montesquieu, sobre todo, evitar el apoderamiento del
Ejecutivo del Judicial. Una vez leído el libro y más concretamente el capítulo II que versa sobre el analisis de
la actualidad, te das cuenta de que la independencia de los jueces y magistrado no son más que apariencias,
como ya comentare más adelante. Me pregunto si hay alguna diferencia entre los textos legales que están en
vigor, y otros tantos derogados como las Leyes funadamentales que trataban acerca del Poder Judicial, o las
leyes de la República. ¿ Es que acaso en la República no se creó por primera vez en España con la República
el Tribunal de Garantías Constitucionales, por ejemplo ? Con esto quiero decir que los anteriores textos
legislativos también separanban el Poder Judicial de los demás poderes y que eso me hace llegar a la
conclusión que si los constituyentes del 78 pretendieron separar el Poder judicial, ¿ Por qué no lo pretendieron
también los constituyentes de épocas anteriores ? o lo que es peor, igual puede que los anteriores
constituyentes no tuvieran la intención de separar el Poder Judicial efectivamente, ¿ Por qué habrían de tener
la intencón real estos ? Algunas de las Personas que participaron en la creación de nuestro texto normativo por
antonomasia, la Constitución, no fueron ajenas a las demás tareas ulteriores desarroladas en el Parlamento.
Supongo que todo este tipo de cosas escapan más allá de la posible intención de los constituyentes, puede que
todas estas cosas sean de tan enome magnitud que nunca puedan ser controladas y que por mucho que
pretendamos, ya se encargarán las personas que tienn en sus manos ese poder, siempre se encargarán de
llevarlo a cabo... y que por mucho esfuerzo que se realice, todo sea en vano.
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