pronatalismo y politicas de igualdad de oportunidades

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EBBren Prentsa Bulegoa
PRONATALISMO Y POLITICAS DE IGUALDAD DE OPORTUNIDADES
GEMA G. DE TXABARRI MIRANDA
Parlamentaria de EAJ-PNV.
Desde un punto de vista global, la tasa de fecundidad, el número medio de hijos por mujer
está estrechamente ligada a las condiciones sociales, culturales y economicas de cada
sociedad. En un interesante estudio publicado en Population Council, una de las más
prestigiosas instituciones que investigan los fenómenos demográficos, se sostiene que la
fecundidad baja en los países avanzados es atribuible a niveles bajos de equidad de
género. Esta baja equidad de género puede evidenciarse en la falta de apoyo a la mujer
para combinar un empleo remunerado y criar los hijos y en el mantenimiento dentro de la
familia de funciones orientadas al género. Se sostiene que un aumento de equidad de
género es una precondición para lograr un aumento de la fecundidad desde niveles muy
bajos. Al mismo tiempo, teóricos sostienen que, en los países menos desarrollados, los
niveles más altos de equidad de género son una condición necesaria para alcanzar
fecundidades más bajas.
Allí, las también anormales tasas de fertilidad –por
excesivamente altas- ligadas y motivadas por la ausencia de sistemas de planificación
familiar y contracepción pueden atribuirse también a la ausencia de equidad de género, ya
que la mujer no puede elegir y se ve abocada a procrear y cuidar a una prole a la que no
puede ofrecer oportunidades.
Históricamente, las actitudes ante el fenómeno de desequilibrio demográfico han sido y
pueden ser varias y, según la opinión de Romaniuc, dependerán de la actitud intelectual
predominante. Existen distintas concepciones sobre esta cuestión. Así, la perspectiva
evolutiva considera que una tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo es una
característica ineludible de las sociedades avanzadas y confía en la inmigración para
lograr el relevo generacional; la perspectiva autorreguladora se basa en la filosofía liberal
del laissez faire, con la idea de que las sociedades desarrolladas corrigen por su cuenta
los desequilibrios demográficos; y aquellas posiciones llamadas de Ingeniería social
investigan cuáles pueden ser las causas de fondo e intentan aplicar las políticas públicas
que puedan favorecer o restar impedimentos para que las mujeres pudieran tener los hijos
que deseen.
Las causas de las anormales tasas de fecundidad siempre tienen que ver con el papel de
la mujer en la sociedad de referencia. En Euskadi, con el índice de fecundidad menor de
toda la Unión Europea (0,92 en los últimos indicadores demográficos de Eustat), las
causas seguramente son muy variadas. Un fuerte proceso de secularización que
condiciona la visión de la familia, como apuntaba recientemente Javier Elzo, una visión
cada vez más materialista y hedonista de la vida, como apuntaba José Ignacio Munilla, y
cómo no, el hecho de que nuestra sociedad no está aún lo suficientemente estructurada
para el hecho de la incorporación de la mujer al mundo del trabajo remunerado. Servicios
de escuela infantil-guardería con posibilidades amplias, flexibilidad de horarios en las
escuelas para dejar y recoger a los niños, flexibilidad de jornada de padres y madres... son
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EUZKADIko
PRENTSA IDAZKOLA
Porque, como decía hace tiempo ya el profesor y Catedrático en Demografía Joaquín
Leguina, es necesario plantear la cuestión de la oportunidad de una política demográfica
de apoyo a la familia y a la natalidad de una forma correcta. Y es que el verdadero
problema que hay que afrontar , a medio y a largo plazo, no es el envejecimiento de la
población, -que vendrá por añadidura- sino la quiebra de un sistema de autorregulación de
la reproducción, situado hasta ahora enteramente en el ámbito de lo privado y apoyado en
una especialización casi absoluta de la mujer. Este modelo ya no funciona. La mujer
quiere decidir, ya no quiere la dedicación exclusiva. Esto ha llevado a una disminución de
la natalidad, por debajo del nivel de equilibrio, y aunque esta pueda experimentar en el
futuro altas y bajas, la nueva situación de la familia y de la mujer no garantizan
espontáneamente los niveles necesarios para el mantenimiento del equilibrio demográfico.
Por lo tanto, no se trata de incentivar nacimientos para fabricar cotizantes, sino de que el
Estado –los poderes públicos- faciliten las reconversiones necesarias en nuestra sociedad
para que la maternidad de la mujer trabajadora no constituya una auténtica barrera de
obstáculos para la concepción deseada, de forma que se asegure la supervivencia a largo
plazo de nuestra población fomentando la toma de conciencia y dedicando los recursos
necesarios.
Ante esta problemática. Se puede plantear la siguiente pregunta: ¿pudiera ser la
inmigración la solución al problema demográfico? Y la respuesta parece ser negativa.
Tanto en la literatura como en los foros de reflexión se establece con claridad que a largo
plazo la inmigración no paliará los problemas demográficos de las sociedades
desarrolladas actuales. En las recientes jornadas celebradas en Zaragoza sobre
inmigración y cambio cultural el mismo profesor Leguina subrayaba que pensar que la
inmigración va a ser un bálsamo que lo arregla todo es un argumento cándido y estúpido.
La inmigración es un fenómeno social de primera magnitud en nuestra sociedad y
especialmente en Europa y a los poderes públicos les corresponde dar respuesta a los
retos que supone de manera que forme parte integrante de nuestra realidad cotidiana sin
que llegue a convertirse en un problema, pero la inmigración no soluciona el hecho de que
tengamos una de las tasas de fecundidad más bajas del mundo. La emigración tampoco
debiera ser la solución al exceso de población y ausencia de oportunidades de vida de las
personas de los países menos desarrollados condenándolos a emigrar y a ocupar la
escala social más baja de las sociedades ricas.
este debate se está produciendo en Europa y es el debate de la economía, del empleo, de
los servicios de la necesaria optimización del Estado de Bienestar para el siglo XXI. En la
ponencia presentada por el profesor Gösta Esping-Andersen en la cumbre Europea de
Jefes de Estado celebrada en Lisboa en Marzo de 2000, que analizaba el Estado de
Bienestar para este nuevo siglo, de cinco prioridades de políticas concretas que los
estados debieran comenzar a aplicar, dos se refieren directamente a los hijos, la mujer y la
familia. La primera de ellas es la de potenciar la capacidad de las madres para armonizar
el trabajo con los hijos. La otra se refiere a socializar el coste de los hijos básicamente
priorizando las inversiones en niños y jóvenes. En otras palabras, en años venideros hay
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medidas necesarias para que se puedan compatibilizar el cuidado de los hijos cuando el
padre y la madre trabajan fuera.
En esto tiene puesto su empeño nuestro Gobierno para esta legislatura. En poner en
marcha políticas que contribuyan a la igualdad de la mujer. Si conseguimos que las
mujeres que quieran trabajar fuera de casa puedan hacerlo con cierta normalidad
facilitaremos que las familias puedan traer al mundo los hijos que deseen. Son políticas
que desde una concepción clásica pudieran denominarse pronatalistas porque
indirectamente pueden favorecer una mejora de las tasas de fecundidad. No obstante,
constituyen políticas que favorecen o posibilitan la igualdad de oportunidades entre ambos
sexos.
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que poner un mayor énfasis en la protección de familias jóvenes y en la prestación de
servicios a las familias.
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