Apuntes sobre el descubrimiento y la colonización del Golfo de

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Apuntes sobre el descubrimiento y la colonización del Golfo de Fonseca
durante los Siglos XVI y XVII: La arqueología e historia de Conchagua
Vieja (54-A2), Departamento de La Unión, El Salvador
Esteban Gómez
Universidad de California, Berkeley
[email protected]
Introducción
En 2002, se realizó un breve reconocimiento arqueológico en las islas del Golfo de
Fonseca, El Salvador.
Durante ese reconocimiento se realizó una visita a dos sitios
arqueológicos-históricos ubicados en la isla Conchagüita: Conchagua Vieja (54-A2), o
antiguo pueblo de “Santiago de la Conchagua” y Teca (54-4), antes conocido como “Santa
Ana de la Teca”. En esa visita se pudo confirmar en Conchagua Vieja la existencia de
algunos restos de paredes de la fachada y cimientos de estructuras arqueológicas; y en Teca
se constatar la aún existencia de algunos cimientos de estructuras arqueológicas.
Conchagua Vieja y Teca están ubicados sobre los cerros y planicies de la isla
Conchagüita. La primera visita con interés arqueológico a Conchagua Vieja ocurrió en la
década de los 40’s del siglo pasado, durante el reconocimiento de John Longyear III (1944).
En ese visita Longyear menciona: “… que en la isla Conchagüita existen restos en ruinas de
terrazas y casas, situadas a una elevación de 500 pies aproximados sobre el nivel del mar y
todavía están los muros de la iglesia” (Longyear 1944). También observó la base de lo que él
creía sostenía la Cruz Atrial, en donde el Fray Alonso de Ponce predicó en junio de 1586,
durante un viaje de Guatemala a Nicaragua. Como parte del registro arqueológico de ese
sitio, en 2003 se realizó un mapeo preliminar de la planta de la estructura de la iglesia, y
algunos otros rasgos como la posible base en que se depositaba la Cruz Atrial y otro rasgo
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aún no identificado. Debido a la falta de tiempo, no fue posible identificar materiales
culturales en la superficie.
El pueblo de Teca no fue visitado por Longyear durante su recorrido del golfo, pero
si fue visitado durante el recorrido de 2002 (Gómez 2002). Durante ese recorrido era visible
la existencia de algunos cimientos de estructuras arqueológicas y se supone que la comunidad
de Teca era un pueblo Lenca, habitada antes y durante la colonización española. Las
dimensiones de Teca no son conocidas aún, pero Conchagua Vieja abarca aproximadamente
10 Hectáres.
En la actualidad aún no se podía confirmar si Conchagua Vieja fue situado sobre
restos precolombinos, porque esta localizado a poco distancia de la actual comunidad de
Teca, más o menos al otro lado de la isla; sin embargo, existe una mejor idea sobre la breve
ocupación del sitio colonial. La iglesia de Conchagua Vieja fue construida probablemente
durante los últimos años del siglo XVI, o al principio del siglo XVII, después que se creó el
convento del antiguo puerto de Amapala, antes conocido como la guardianía franciscana de
Nuestra Señora de las Nieves de Amapala, o Santa María de las Nieves de Amapala (Arce,
comunicación personal, 6 de julio, 2004). Amapala, ahora conocido como Pueblo Viejo (548), esta ubicado a una distancia de aproximada de 5 kilómetros al sureste del actual puerto de
La Unión, a orillas del Golfo de Fonseca, en las inmediaciones de punta Chiquirín. El
Convento de Amapala fue probablemente construido en 1596 y destruido, al igual que los
otros pueblos en esa zona (incluyendo las comunidades de las islas), por las incursiones de
piratas ingleses y franceses durante la segunda mitad del siglo XVII. Después de esas
incursiones se despobló la isla de Conchagüita y se fundó el nuevo pueblo continental de
Santiago de la Conchagua, fundado por los antiguos habitantes de las islas Conchagüita y
Meanguera. Es decir, la ocupación española en Conchagua Vieja ubicado en la isla de
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Conchagüita fue corta, mientras la comunidad de Teca dio testigo de una época de contacto
cultural, convergencia, cohabitación, y finalmente abandonamiento.
Sitios arqueológicos con una cronología tan corta y de buen mantenimiento como
Conchagua Vieja y Teca son poco comunes. Excavaciones y análisis de estos dos sitios nos
pueden ofrecer una oportunidad esplendida de investigar las formas de vida y costumbres
materiales de los primeros españoles, quienes habitaron esa región y consecuentemente los
intercambios culturales que tuvieron con los grupos Lenca de esa región durante esa época.
El valor de este tipo de estudio sale en las contribuciones que se hace para los estudios
comparativos de no solo la historia colonial de El Salvador, sino de toda el área
Centroamericana.
Así que, esta ponencia resume brevemente el descubrimiento del golfo, siguiendo
con una discusión sobre el contexto histórico y demográfico de la región durante el siglo
XVI.
Finalmente, esta ponencia termina con una mención de cómo estos tipos de
investigaciones nos puede ayudar en formar un mejor entendimiento de la vivienda colonial
en el Golfo de Fonseca. Para el historiador y al arqueólogo, estas comunidades representan
escenarios importantes para el estudio de la vida colonial y los procesos de intercambios
culturales.
Como muchas de las capillas e iglesias eran situadas en áreas rurales,
frecuentemente en las fronteras del dominio español, sus presencias nos dan un contexto
para examinar las tensiones, las cuales acompañaron el proceso de colonialismo, la dinámica
de los enredazos culturales en las fronteras, y el tipo de presencia los españoles tuvieron en el
golfo y sus alrededores.
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Descubrimiento de la tierra incógnita
Las islas principales del golfo son Zacatón, Tigre, Gueguensi y Esposesción, cuales
pertenecen a Honduras, y Zacatillo, Martín Pérez, Conchagüita y Meanguera, cuales son
salvadoreñas. Zacatón es fácilmente la isla más grande del golfo, mientras la isla del Tigre,
con su posición en el golfo, es la más notable. La isla del Tigre tiene una circunferencia de
32 kilómetros, elevándose en un cono perfecto, con una altura de 680 metros. En la isla del
Tigre, también esta el moderno puerto de Amapala, fundado en 1838, por el mercante
italiano Carlos Dárdano. Con el permiso del gobierno de Honduras, Dárdano recibió tierras
para establecer un nuevo puerto, al que lo llamo Amapala, por el recuerdo de la Amapala
salvadoreña (Arce, en impresa). Naturalmente, la diferencia entre las dos Amapalas ha
causado confusiones entre historiadores Centro Americanos, que usualmente no eran
conscientes de la Amapala colonial (Barberena 1998; Squier 1855: 96).
En 1522 una armada de 5 navíos salió del archipiélago de Las Perlas del Golfo de
Panamá. Esta armada, traía como piloto mayor a Andrés Niño y conducía la expedición que
acaudillaba el capitán Gil González Dávila. La expedición era destinada a cumplir una doble
misión: explorar los litorales e islas del Mar del Sur ubicados hacia el poniente de San Miguel
y Panamá; y buscar un paso, estrecho o canal natural que pusiera en comunicación a los
océanos Atlántico y Pacifico. Evidentemente, los exploradores españoles nunca encontraron
el canal que pusiera en comunicación los dos océanos, pero si descubrieron el Golfo de
Chorotega, al cual Niño bautizó con el nombre de “golfo de Fonseca” en honor y gratitud
de fray Juan Rodríguez de Fonseca, antiguo obispo de Palencia y de Burgos y a la sazón su
protector y segundo presidente del Real y Supremo Consejo de Indias.
A la entrada de este golfo, Niño desembarcó el 31 de mayo de 1522 en una “isla
redonda y poblada” que la gente Lenca llamaban Meanguera, y que Niño nombró Petronila,
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en honor a una sobrina y por estar ese día consagrado por la Iglesia Católica Apostólica
Romana a honrar a Santa Petronila. Así fue descubierto el litoral del territorio actualmente
llamado salvadoreño y por primera vez se pusieron en contacto los pueblos Lenca de esa
zona con los españoles. Su confrontación, en el segundo cuarto del siglo XVI, marcó el alba
de un largo y fecundo enredazo cultural.
Poblaciones indígenas antes y durante la época colonial
Desde los orígenes de la conquista y colonización de El Salvador los españoles
reconocieron la existencia de una pluralidad de rublos y lenguas indígenas, especialmente en
el golfo y sus alrededores. Las primeras expediciones españolas, dirigiéndose sur desde
Guatemala, y norte desde Nicaragua, entraron a una tierra en comparación a toda
Centroamérica, bien poblada por grupos indígenas con distintas costumbres culturales. La
evidencia de arqueología (Fowler 1985, 1988 y 1989) y los primeros documentos españoles
(Ponce 1872; Remesal 1966) surgen que los modelos de establecimiento pre-coloniales eran
considerablemente más extenso que durante la época colonial. Hay evidencia (Browning
1971) que el distrito oriental y las zonas litorales, las cuales tenían poblaciones reducidas
durante el dominio español, formalmente apoyaron poblaciones más extensas.
Por ejemplo, en 1530 se fundó la villa de San Miguel de la Frontera, en un área
conocida antiguamente como Popocatépet1. En esa época, la villa de San Miguel de la
Frontera era el pueblo más oriental del Reino de Guatemala, y se localizó una legua al
noreste del núcleo Lenca de Usulután, en donde hoy queda la ciudad de Santa Elena. Los
puertos de Amapala y Coloantique se fundaron en los principales enclaves indígenas de la
costa actualmente salvadoreña. El pueblo más importante fue aquel cuyo nombre fue casi
1
Para una mejor discusión sobre la historia de San Miguel de la Frontera ve las publicaciones de Lardé y
Larín (1975; 2000: 380-392) y de Chamberlain (1947).
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sinónimo del Golfo de Fonseca, el pueblo de Amapala, frente a la isla Mazatépet, isla de los
Venados, hoy Zacatillo. En mayor parte, las islas del golfo eran deshabitadas, excepto la isla
Meanguera, también conocido como Quetzaltépt, con su pueblo de Santa María Magdalena
de Meanguera; e isla Conchagüita, antes llamado Comixahua, con sus dos pueblos de
Santiago de la Conchagua y Santa Ana de la Teca.
Sin embargo, es importante comparar las listas tempranas de tributo en El Salvador,
desde 1550 hasta 1590, porque da una idea sobre la extensión de área despoblada en la
región.
Muchos de los pueblos indígenas, los cuales fueron mencionados en 1550
desaparecieron, o eran reducidos drásticamente. Por ejemplo, en 1550 había 70 pueblos
indígenas en la región oriental de El Salvador, y tenían una población menor de 30,000
habitantes (Tasaciones de los naturales, 1549-1551: leg. 128); en 1590 se quedaron 52
pueblos, con una población de aproximadamente 8,300 habitantes (Memoria de todos los
pueblos que ay en la jurisdicción de St. Miguel: leg. 257). Estos datos no nos informan sobre
los efectos demográficos en esta zona antes de 1550. Tomando estos datos en cuenta,
valdría la pena realizar investigaciones sobre las continuidades culturales en esta región entre
los tiempos protohistóricos y la época colonial temprana.
Actualmente, la arqueología de los sitios precolombinos y coloniales en el golfo, y
sus alrededores, ha sido complicada porque existen pocos sitios, los cuales han sido
excavados e identificados con elementos precolombinos, y también porque hay pocos
especialistas de arqueología-histórica en esta zona. Por esta razón, es difícil identificar,
definir, y vigilar entre tiempo y espacio los sitios de contacto cultural en el Golfo de Fonseca.
En el futuro, el estudio de la historia sobre la gente indígena de esta región va a depender en
mayor parte en reconstrucciones etnohistóricas y arqueológicas. Por el momento, algunos
de los más recientes estudios reportados sobre las poblaciones nativas de El Salvador han
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sido escritos por William R. Fowler (1985, 1988 y 1989). De las poblaciones Lenca durante
el siglo XVI existen las publicaciones de Anne Chapman (1978), y de Linda Newson (1986 y
1987). El trabajo de la geógrafa Newson, que se enfoca en los factores los cuales resultaron
en la declinación de poblaciones indígenas, también suministra un resumen de los grupos
nativos y sistemas coloniales de gobierno nativo y del control económico (ver también
Stanislawski 1983).
Los impactos y herencias del colonialismo
Desde sus primeros años de pertenencia a la corona de Castilla el Golfo de Fonseca,
fue una región fronteriza, y por eso fue causa de desavenencias entre los tres corrientes
conquistadores que afluyeron a Centroamérica: la panameña y nicaragüense, así como la
proveniente de Santo Domingo y Honduras, la mexicana y guatemalteca. Las primeras
pretensiones de jurisdicción sobre el golfo fueron las de Pedrarias Dávila, quien como
gobernador de Nicaragua pactó limites en 1528 con el apresado gobernador de Honduras,
Diego López de Salcedo, como condición para ponerle libre su cárcel en León, ciudad que
pretendía anexar a su mandato hondureño. Sin embargo, también estaba la tercera fuerza
conquistadora en las riberas del golfo, Pedro de Alvarado, gobernador de Guatemala y
desligada de la obediencia jerárquica de Hernán Cortés.
Para imponer la jurisdicción
alvaradiana en la región translempina salvadoreña, el capitán Luis de Moscoso (sobrino de
Alvarado) fundó la villa de San Miguel de la Frontera en 1530. Sin tener en cuenta la
fundación de San Miguel de la Frontera, el control sobre esta región siguió contestada por
Rodrigo de Contreras, gobernador de Nicaragua entre 1535 hasta 1544, principalmente en
las zonas Pacíficas de Nicaragua y Honduras.
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Sin embargo, los primeros años de la villa de San Miguel eran problemáticos. En
1534 la villa fue abandonada cuando Pedro de Alvarado se fue en su expedición para Perú,
pero la villa fue “repoblado y reconstruido” el próximo año por nuevos pobladores. La villa
entonces fue salvado por un otro abandonamiento por el descubrimiento local de plata, pero
tuvo la mala suerte de encenderse dos veces durante ese mismo siglo (Chamberlain 1947).
Sobre todo, la villa de San Miguel de la Frontera era aislada del resto de la provincia. El
pueblo nunca era más que unos grupos de casas y chozas modestas, construidas de
bajareque, juntadas cerca de la iglesia y la oficina municipal. Las comunidades del golfo
sufrieron el mismo tratamiento. Aunque había intereses de construir una ruta interoceánica
entre Puerto Caballos, Honduras, hasta el Golfo de Fonseca (antiguamente conocido como
“puerto de Amapala”), nunca fue realizado por los costos y dificultades de abrir una ruta
aceptable por tierras agrestes, y de construir puentes y establecer nuevas poblaciones (Arce
2003: 4)2.
En el golfo quedó solamente el puerto de Amapala como punto de arribo ocasional
de barcos del mar del Sur, sobre todo para cargar brea, y para el tráfico de mercaderías y
pasajeros hacia Nicaragua, ya fuera hasta El Realejo o por el estero del Viejo. Sin embargo,
los alrededores del golfo eran productivos, especialmente las sabanas de las zonas litorales,
principalmente la isla de Zacatón. Por ejemplo, en 1612 las tierras bajas de El Salvador,
incluido el golfo, eran conocidas por los terrenos de pradera y de pastura, cuales eran
ocupadas por rancherías de ganados vacunos (Vázquez 1942). Otros recursos naturales
2
El tema sobre la ruta interoceánica desde Puerto Caballos hasta el golfo de Fonseca es mejor discutido por
Pedro Escalante Arce (en impresa).
8
importantes para los españoles en el golfo eran la madera de varios tipos (caoba, cedro y
pino), y la sal3.
Así que, tomando en cuenta el terreno de El Salvador, la enormidad de la conquista y
colonización se puede notar en las actividades y actitudes de los españoles con referencia a
las funciones comprendidas de la tierra y la gente quienes ocupaban ese terreno. Es decir, el
terreno salvadoreño durante la época colonial puede ser mejor entendido en términos de
procesos: procesos cuales eran responsables por la evolución del terreno salvadoreño,
porque fue la punta de vista del español cual ejerció la influencia más perdurable sobre el
modelo del uso y su ocupación. Estos procesos son evidentes cuando uno se compara los
intereses y motivos españoles en la región occidental con los intereses de la zona oriental.
En actualidad, el Golfo de Fonseca durante los siglos XVI y XVII era una zona
frontera, en las margines de la provincia salvadoreña. Con ciertas excepciones - como la ruta
interoceánica desde Puerto Caballos hasta el golfo, los recursos naturales del golfo, la
producción de añil en la región de San Miguel, y las concentraciones de ganados vacunos en
las zonas costeras - el Golfo de Fonseca y el parte oriental de la provincia salvadoreña no
cautivo las imágenes de los colonizadores españoles. Más que todo, había intereses en la
infusión eventual de actividades misionarios y el uso selectivo de las encomiendas y
haciendas4.
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Interesantemente, los únicos tributos reportados del golfo durante el siglo XVII son los tributos de la sal,
pero en el momento no son conocidos las ubicaciones de esos tributos. A lo mejor es probable que los
tributos eran de la playa Tamarindo (en El Salvador), o cerca del rió Goascaran, en el pueblo actual de
Ramaditas donde se todavía trabaja la sal (Arce, comunicación personal, 14 de julio, 2004).
4
Es importante notar que las haciendas salvadoreñas ocupaban casi un tercio de la tierra colonial
(Browning 1971). Más importante, las haciendas orientales eran más extensas por la producción de índigo,
una industria cual, por necesidad, ocupaba terrenos más extensos. Descripciones detalladas de la
cultivación y producción del índigo se encuentran en las publicaciones de Barbarena (1892), Smith (1959),
y Vázquez (1942).
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Conclusiones
Para poder estudiar los intercambios culturales en el Golfo de Fonseca, se va
organizar un proyecto arqueológico para investigar los dos sitios ubicados en la isla
Conchagüita, Conchagua Vieja y Teca. Estos dos sitios cobran mucha importancia porque
son de los pocos sitios identificados de la época de la conquista cuales quedan accesibles y
bien conservados. Las principales actividades cuales se esperan de iniciar son: (1) un estudio
sobre los planos de los dos sitios, por medio de un levantamiento topográfico; (2) una
investigación sobre la variación internas, por medio de una recolección de la superficie; (3) y
un análisis sobre las diferencias funciones de los dos sitios por medio de la excavación.
La arqueología-histórica de El Salvador todavía esta en una etapa descriptiva y
exploratoria. Es más, estamos trabajando con un cuerpo de datos cual es fragmentado, y
primariamente descriptivo. En El Salvador, muchos sitios y estructuras históricas todavía no
están localizados, pero recorridos arqueológicos sobre la región del golfo va ayudar en
mejorar nuestro entendimiento de la zona durante la época colonial.
Es decir, más
investigaciones intensivas se tienen que suceder en sitios individuales. Por esa razón los dos
sitios de la isla Conchagüita proveen una ventana ideal para investigar como las poblaciones
coloniales ajustaron y respondieron al nuevo ambiente cultural y natural en el golfo.
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