8. EL SIGLO XVIII: LOS PRIMEROS BORBONES

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8. EL SIGLO XVIII: LOS PRIMEROS BORBONES
8. 1. La guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
8. 2. El cambio dinástico del siglo XVIII: Las reformas internas
8. 3. La práctica del despotismo ilustrado. Carlos III
8. 4. La evolución de la política exterior española en Europa durante el siglo XVIII
8. 5. La política borbónica en América durante el siglo XVIII
8. 6. La Ilustración en España
8. 1. La guerra de Sucesión y el sistema de Utrecht
La Guerra de Sucesión (1702 − 1713) estalla a la muerte del rey Carlos II. En esta guerra se enfrentarán el
candidato oficial de España Felipe de Anjou, a quien el rey había nombrado heredero en su testamento y que
era apoyado por Francia y España, y el archiduque Carlos, otro de los candidatos que apoyaban el Imperio,
Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya. La guerra, en un primer momento, fue favorable a los partidarios de
Carlos. Esto fue aprovechado por el archiduque que desembarcó en Lisboa, se dirigió a Barcelona, estableció
allí su corte y fue proclamado rey en Valencia, porque la Corona de Aragón estaba a favor del archiduque. Las
tropas del archiduque también se apoderaron de Madrid, pero las de Felipe consiguieron recuperar la capital.
Dos batallas decisivas fueron las batallas de Brihuega y Villaviciosa porque con estas batallas se consiguió
dejar relegado al archiduque a Barcelona. Para la derrota del archiduque fue decisiva la muerte de su hermano
José I. Éste fallece sin heredero y el archiduque Carlos se convierte en Carlos VI de Alemania. Entonces, las
potencias que le apoyaban se asustaron y dejaron de apoyarle, por lo que la guerra terminó y se firmó la Paz
en los Tratados de Utrecht − Rastadt (1713 − 1714). Por estos tratados, Europa reconoce a Felipe como Felipe
V de España, pero Felipe tiene que renunciar a todos sus derechos al trono de Francia, para él y sus herederos.
También tiene que ver como su reino queda mermado territorialmente porque Austria se queda con Flandes,
Nápoles y Cerdeña. Saboya se queda con Sicilia e Inglaterra con Gibraltar y Menoría. Ya en el trono, Felipe V
se propuso recuperar algunos de los territorios que había perdido. En parte por continuar la política de
expansión por el Mediterráneo, típica de la Corona de Aragón, y en parte también porque su segunda esposa,
Isabel de Farnesio, quería territorios para sus hijas. Entonces, el rey decidió emprender una campaña contra
Italia, apoderándose de Cerdeña y Sicilia. Las potencias europeas recordaron al rey que tenía que respetar los
Tratados de Utrecht − Rastadt y, por lo tanto, Inglaterra, el Imperio, Holanda y, en esta ocasión, Francia
formaron la Cuádruple Alianza, obligando al rey a devolver los territorios, pero España consiguió los ducados
de Parma, Plasencia y Toscana para el infante don Carlos. El rey, a continuación, decidió participar en la
guerra de sucesión al trono de Polonia y, para ello, firmó con Francia en 1733 el Primer Pacto de Familia. La
guerra terminó con el Tratado de Viena y entonces se la entregó al infante don Carlos el reino de Nápoles y
Sicilia, y así don Carlos se convirtió en Carlos VII, pero a cambio tuvo que devolver los ducados. Felipe V
aún participaría en otro enfrentamiento, esta vez en la guerra de sucesión al trono de Austria, para ello firmó
en 1743 el Segundo Pacto de Familia. La guerra terminó con la Paz de Aquisgrán y se recuperaron los
ducados que se le entregaron al infante don Felipe.
8. 2. El cambio dinástico del siglo XVIII: Las reformas internas
Los Borbones concebían el estado como un ente centralista, de ahí que en plena guerra de Sucesión, en 1707,
Aragón y Valencia perdieron sus fueros. Terminada la guerra, por el Decreto de Nueva Planta, Cataluña
perdió los suyos y sólo pudo conservar el derecho civil. También se suprimieron las Cortes de Aragón,
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Cataluña y Valencia, aunque Navarra y Castilla conservaron los suyos, aunque realmente estas Cortes
tuvieron muy poca significación política y sólo se convocaban para que dieran el visto bueno a lo decidido por
el rey y para que juraran heredero de la Corona. Los consejos también perdieron importancia y algunos hasta
desaparecieron, solamente permaneció el Consejo de Castilla, que actuaba como un alto tribunal de justicia.
Se organizó el territorio en provincias y, al frente de cada provincia, el rey enviaba un capitán general que era
el jefe del ejército, que ejercía los poderes políticos y administrativos y que era ayudado por la Audiencia. La
Audiencia era un órgano consultivo y, a la vez, tribunal de justicia. Para encargarse de la Hacienda se nombró
un intendente, que era a la vez alcalde de la capital de provincia. El rey también contaba con la ayuda de los
ministros, que normalmente eran seis: el ministro de Hacienda, el de Guerra, el de Marina, el de Justicia, el de
Indias y el ministro de Estado o de Asuntos exteriores (AA.EE.). Con Felipe V destacó un ministro italiano:
Alberoni. Con Fernando VI destacó un ministro importantísimo que fue el Marqués de la Ensenada, que puso
una serie de medidas fundamentales para el desarrollo de España. Estas medidas fueron entre otras: La
creación de Silos o Pósitos, la proyección del canal de Castilla, la carretera de Guadarrama y la creación de
los arsenales del Ferrol y Cartagena.
8. 3. La práctica del despotismo ilustrado: Carlos III
Cuando Carlos III accedió al trono de España, tenía 40 años y llevaba 25 años como rey de Nápoles y,
precisamente en Nápoles, había dejado el recuerdo de ser un rey reformador e ilustrado. Carlos III sería un
monarca ilustrado, pero en la línea de lo que llamamos despotismo ilustrado, que se rige por el lema: Todo por
el pueblo pero sin el pueblo.
La ilustración es un movimiento que surge en Francia y que está liderado por tres grandes pensadores:
Montesquieu, Voltaire y Rousseau. El medio de difusión de la nueva corriente de pensamiento fue la
Enciclopedia, que se publicó por fascículos y que tuvo como directores a Diderot y a D'Alambert. La
ilustración suponía un cambio rotundo de mentalidad y establecía una confianza ciega en la razón porque
consideraba que la razón era la única fuente de conocimiento. También apoyaba la naturaleza puesto que
pensaba que la ciencia terminaría por descubrir todos los secretos de la naturaleza. Defendía el progreso de los
pueblos y el bienestar de las personas porque consideraba que todos los hombres tenían derecho a la felicidad
y, por tanto, los políticos tenían que dedicarse a hacer felices a las personas. Por esta razón, en política,
defendían la separación de bienes y la soberanía nacional. Los reyes ilustrados de este movimiento no podían
aceptar ninguna de estas dos premisas, ni la separación de bienes ni la soberanía nacional, porque esto suponía
la pérdida de poderes. Sin embargo, estos reyes si aceptaron otro tipo de reformas, fundamentalmente las de
tipo social y económico. En economía, irán abandonando el mercantilismo para acercarse a la nueva doctrina
económica: El liberalismo, que había formulado en Inglaterra el economista Adam Smith. Se procuró
reformar la Hacienda para que fuera eficiente, se defendió la centralización político−administrativa y, sobre
todo, se dio una gran importancia a la educación porque esta era el medio para poder realizar una reforma
social. Los ilustrados eran partidarios de las ciencias útiles, de la tecnología, porque de esta manera se
prepararía bien a los trabajadores. Además, hubo una gran dignificación de los oficios.
El rey Carlos III, para poner en marcha todas estas medidas ilustradas, contó con la ayuda de sus ministros
que supo elegir con gran criterio. Al principio vino de Nápoles acompañado de algunos de ellos, que eran
italianos, como por ejemplo el Marqués de Esquilache, pero después nombra ministros españoles y, entre
estos ministros, hay que mencionar al Conde de Aranda, a Floridablanca, a Campomanes y, especialmente, a
Jovellanos, que era un gran ilustrado. Todos estos ministros pusieron en marcha una serie de reformas. Una de
las más llamativas fue la agraria que, sin embargo, no tuvo ningún éxito. También se reformó la enseñanza, la
Hacienda, el ejército y la marina. Un factor muy curioso fue la fundación de Sociedades Económicas de
Amigos del País, en estas sociedades estudiaban soluciones para los problemas, se fomentaba la agricultura, se
creaban laboratorios de experimentación. En cuanto a la Hacienda, para sanearla en profundidad, se realizó un
catastro que ha pasado a la historia como el Catastro de Ensenada. En el ejército, se estableció el servicio
militar obligatorio y, Carlos IIII, fundó el Colegio de Artillería del Alcázar de Segovia y también hizo las
famosas ordenanzas militares. La marina también se potenció mucho con la creación de astilleros y arsenales
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y, Carlos IIII, creó una bandera para la marina que tenía dos franjas rojas y, en medio, una amarilla y esta
bandera, con el tiempo, se convertiría en la bandera española.
8. 4. La evolución de la política exterior española en Europa durante el siglo XVIII
La política exterior española evolucionó muchísimo y tuvo un denominador común a todos los reinados: Los
pactos de familia.
Felipe V, el primer Borbón, adoptó una política exterior intervensionista con el objetivo de conseguir
territorios para sus hijos. Sería Felipe V quien firmaría con Francia el Primer Pacto de Familia en 1733. Este
Primer Pacto de Familia le permitió participar en la guerra de sucesión al trono de Polonia. Diez años después,
en 1743, firmaría de nuevo con Francia el Segundo Pacto de Familia, que le permitiría participar en la guerra
de sucesión al trono austriaco. Pero no fue esta la única política exterior de este reinado. Durante el reinado de
Felipe V también se puso en marcha una política africana, que tenía como objetivo defender las costas
españolas de los piratas argelinos y, esta política. Se concretó en la conquista de Orán.
Con su hijo Fernando VI apenas hubo política exterior, esto se debió sobre todo a que los dos principales
ministros del rey se inclinaban por países distintos. El Marqués de la Ensenada era partidario del acercamiento
a Francia y, por otro lado, Carvajal, que era el secretario de Estado, era partidario de Inglaterra. De manera,
que decidieron a adoptar una política neutral. Sí hubo relaciones, sobre todo conversaciones, con Portugal por
el tema de América. Portugal quería darnos la colonia de Sacramento a cambio de los territorios de Paraguay
que habían organizado los jesuitas.
Carlos III sí tuvo política exterior y, durante su reinado, se firmó con Francia el Tercer Pacto de Familia.
Europa estaba enfrentada en la Guerra de los Siete Años y se habían formado dos bloques. Por un lado, estaba
Prusia aliada con Inglaterra y, por otro lado, se encontraba Francia aliada con Austria y Rusia. Carlos III se
alía con Francia por este Tercer Pacto de Familia. Carlos III también participó en la Guerra de la
Independencia de Estados Unidos y, en esta guerra, lo que se hizo fue ayudar económicamente. Se continuó
con la política del Norte de África, firmando un tratado con Marruecos y manteniendo un enfrentamiento con
Argelia.
La política exterior de Carlos IV fue extremadamente compleja. Por primera vez supuso la ruptura con
Francia. El problema es que en Francia había estallado la revolución francesa. Si España apoyaba al rey Luis
XVI, no le quedaba otro remedio que aliarse con Inglaterra, pero había otra posibilidad, continuar la línea de
los Pactos de Familia, manteniendo una alianza con Francia a pesar de la revolución. Como Luis XVI fue
ejecutado, España se vio obligada a aliarse con Inglaterra contra Francia. Posteriormente España decidió
acercarse a Franca, firmando el Tratado de San Idelfonso. Habría un Segundo Tratado de San Idelfonso contra
Inglaterra y Portugal, su aliada, que se concretaría en la llamada Guerra de las Naranjas, pero quizás la más
llamativa fue la de Trafalgar, en la que los ingleses derrotaron a los franceses, aliados con los españoles.
España firmaría un tratado más con Francia, que fue el Tratado de Fontainebleau, que tuvo como
consecuencia la invasión, por parte de las tropas francesas, del territorio español y el inicio de la Guerra de la
Independencia.
8.5. La política borbónica en América durante el siglo XVIII
Los Borbones decidieron reorganizar, desde el punto de vista administrativo, los territorios que España tenía
en América. Para ello, ampliaron el número de virreinatos en Suramérica. Por ejemplo, del virreinato del Perú
sacaron dos virreinatos nuevos: El de Nueva Granada y el del Río de Plata. Los virreinatos se dividieron en
intendencias a fin de racionalizar el cobro de impuestos. El imperio español en América se redondeó en el
siglo XVIII debido sobre todo a la acción de los misioneros franciscanos y de los jesuitas.
Con referencia a la población, es difícil conocer datos pero se supone que el número de habitantes de América
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era cercano a los 15 millones. Además, esta población era muy complicada debido a los numerosos cruces de
razas porque había indios, población blanca, población negra y todas las mezclas. Los herederos de la
población se llamaron criollos.
En el aspecto económico, la relación de España y América fue una relación colonial. Las colonias americanas
vendían a España materias primas y le compraban productos manufacturados. En esa economía ocupó un
papel importante la agricultura. En América se adaptaron muy bien algunos productos que no conocían y
también nosotros aprovechamos la agricultura americana con productos que se desconocían en Europa, como
la patata, el maíz y el tomate. También se benefició América de la ganadería española con animales que
desconocían como los caballos. Ellos también nos dejaron ganado como la cochinilla. La minería empezó a
decaer un poco pero se siguieron explotando minas de plata en Méjico, e incluso allí se acuñaban monedas. El
comercio era fundamental. España mantenía el monopolio del comercio en América, monopolio que ejercía la
casa de contratación que había estado en Sevilla y ahora se trasladó a Cádiz. Existían unas rutas marinas
comerciales y unas flotas que iban y venían con regularidad. También existían compañías españolas muy
importantes que se encargaban de forma monopolística de determinados productos, como por ejemplo la
compañía guipuzcoana de Caracas que tenía el monopolio del cacao de Venezuela. Este comercio tenía un
problema: El contrabando, que sobre todo ejercían los ingleses. Por eso, hubo que terminar el libre comercio y
esto hizo que España perdiera la hegemonía y el monopolio del comercio con América, que pasó a manos de
los ingleses y de los Estados Unidos.
8. 6. La Ilustración en España
La Ilustración era un movimiento ideológico que surge en Francia, que tiene como máximo representantes a
Montesquieu, Voltaire y Rosseau y como órgano de expresión la Enciclopedia, publicada bajo la dirección de
Diderot y D'Alambert. La Ilustración está en contra del Antiguo Régimen, defiende la razón, la naturaleza, el
progreso y el bienestar. Apoya, por lo tanto, la soberanía nacional, la separación de poderes y el liberalismo
económico.
En España, la Ilustración tuvo como obstáculo a la Inquisición, sin embargo, un grupo de españoles,
pertenecientes a la nobleza, el clero y a la burguesía, tuvo acceso a la Enciclopedia y al pensamiento ilustrado,
destacando: El padre Feijoo, el padre Flórez, Campomanes y Jovellanos. También el rey Carlos III fue un
ilustrado pero de la Ilustración algunas medidas sociales bastantes económicas y ninguna política para que no
mermase su capacidad de rey absoluto. Por eso, en España se establecieron algunas ideas del liberalismo
económico, una reforma de la educación, se crearon las Sociedades Económicas de Amigos del País. También
tuvieron mucha importancia las academias, fundadas a imitación de las francesas, entre las que destacaron la
Real Academia de la Lengua, la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando.
Este fue un siglo de periódicos y revistas, destacando El Pensador. Las ciencias avanzaron, aunque siempre
con el problema de la Inquisición de fondo, pero destaca la figura de un matemático: Jorge Juan. En la
literatura destaca Leandro Fernández Moratín, un escritor neoclásico que pone de manifiesto todas las
características del teatro neoclásico en su obra El sí de las niñas.
En arquitectura hay dos etapas. En la primera, continúa lo barroco, y en la otra, ya se establece el nuevo estilo,
el neoclasicismo (vuelta al mundo clásico). Destaca la labor de arquitectura realizada durante los reinados de
Felipe V y Carlos III. Con Felipe V era una arquitectura fundamentalmente palaciega. Cuando el rey llegó a
España el día de Navidad de 1734 se quemó el Alcázar y, sobre sus cimientos, el rey mandó construir un
nuevo palacio: El Palacio Real de Madrid, en el estilo del palacio de Versalles. El proyecto fue de un
arquitecto italiano, Juvara, y empezó la construcción Sacchetti, de los jardines se encargó Sabatini y el
arquitecto español Ventura Rodríguez hizo la capilla. Este último, hizo también la Iglesia de San Marcos.
Durante el reinado de Carlos III, Sabatini, por encargo del rey, realizó la puerta de Alcalá. Pero el gran
arquitecto de Carlos III es Juan de Villanueva. A éste, el rey le encargó lo que hoy consideraríamos una
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ciudad de las ciencias en el Museo del Prado, ya que era un conjunto formado por un museo de Ciencias
Naturales (actual Museo del Prado), un jardín botánico y un observatorio astronómico. En relación con el
organismo que puso en marcha Villanueva en torno al Museo del Prado, destacan las esculturas de las fuentes.
Destaca Francisco Gutiérrez, que hace la Cibeles, y Pascual de Mena, que hace la de Neptuno.
En escultura se siguió con una línea de imaginería, de pasos de Semana Santa. Destaca el escultor murciano
Francisco Sarcillo.
En pintura, el rey Felipe V trajo algunos pintores franceses y lo mismo hizo Carlos III con algunos pintores
italianos. Pero indudablemente el gran pintor del siglo XVIII es Francisco de Goya y Lucientes.
Goya nace en Fuendetodos (Zaragoza) en 1746. Sus padres descubren enseguida su facilidad para la pintura y
deciden llevarle a un taller de Luzán. Ya de pintor conoce a la familia de los Bayeu, que era una familia de
pintores, y emparienta con ellos porque se casa con Josefa Bayeu. Gracias a los Bayeu pinta en el Pilar de
Zaragoza, en las cúpulas, y gracias a ellos viene a Madrid para pintar cartones con destino a la Real Fábrica de
Tapices de Santa Bárbara. La pintura de cartones le hace entrar en contacto con la Casa Real y realiza algunos
retratos al rey Carlos III, que le nombra pintor de Corte. Como pintor de Corte se relacionará con miembros
de la nobleza y todo parece indicar que Goya se enamoró de la duquesa de Alba. Estando de viaje con ella,
por Andalucía en 1792, Goya se sintió enfermo y como resultado de su enfermedad se quedó sordo. A la
pérdida del oído, que influyó mucho en su manera de pintar, se sumó también otro acontecimiento muy
importante: La situación tan compleja que vivió de contradicción. Por un lado, Goya era un fervoroso
admirador de la Ilustración y de todo lo francés, es decir podíamos decir que era un afrancesado. Estaba a
favor de la revolución francesa y de todo lo que suponía esta revolución, pero estaba totalmente en contra de
la invasión francesa. Finalizada la guerra, cuando vuelve a España Fernando VII, Goya no está conforme con
la manera de actuar de este rey y le pide permiso para marcharse a Francia. Se marcha a Francia y se establece
en Burdeos. Allí pasa los últimos años de su vida y allí fallece en el año 1828.
En la obra de Goya se ve muy bien su evolución como pintor. Goya empieza siendo un pintor neoclásico que
concede gran importancia al dibujo, que aplica el color de forma continua, con superficies lisas y nacaradas.
Pero va evolucionando hacia el romanticismo, su pincelada se hace gruesa, cargada de pintura, la superficie es
rugosa, desaparecen los perfiles, el color prima sobre la línea de tal manera que podríamos decir de él que se
convierte en un precursor de la pintura impresionista y, por la temática, de la expresionista y surrealista. La
temática de Goya es amplia: Retratos, pintura religiosa, costumbrista, crítica social, historia y también temas
mitológicos, simbólicos y alegóricos. Pinta con óleo sobre lienzo, pinta al fresco sobre muros, cartones y
grabados. Su temática evoluciona desde un estilo más desenfadado hacia un estilo más comprometido.
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