TEXTO 2select - IES DR. FDEZ. SANTANA

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TEXTO 2. INFORME SOBRE LA LEY AGRARIA DE JOVELLANOS.
1. Características demográficas y sociales del siglo XVIII
a.Crecimiento demográfico. A partir del siglo XVIII asistimos en toda Europa a una
etapa de fuerte crecimiento demográfico: la economía y la higiene mejoran, las
epidemias son menos virulentas y las guerras menos frecuentes. Gracias a eso, la
mortalidad desciende mientras que la natalidad sigue siendo alta (las parejas
continúan casándose muy jóvenes y teniendo muchos hijos). También España crece.
Así, durante la primera mitad del siglo XVIII hay en nuestro país unos 7’5 millones
de habitantes. En la segunda mitad de la centuria ascendemos a 9’3 millones (según
el Censo del Conde de Aranda, el primer censo elaborado en España), y a principios
del siglo XIX llegamos a los 12 millones. Crecemos siempre, pero crecemos mucho
menos que otros países europeos porque nuestra economía y sobre todo nuestra
agricultura siguen estando atrasadas. Además, en España abunda el número de
religiosos, y la costumbre nobiliaria del mayorazgo (por la cual la mayor parte de la
herencia es transmitida sólo al hijo primogénito) hace que las familias de la
aristocracia procuren tener pocos hijos. Por otra parte nuestro crecimiento es, sobre
todo, periférico. Aumenta la población de las regiones costeras y sobre todo de
Cataluña, pero apenas crece el interior, mucho más aislado y empobrecido.
b. Características sociales. En la España del Antiguo Régimen la nobleza y el clero
poseen la mayor parte de las tierras y las rentas y gozan de un alto prestigio social.
En cambio nuestro país se caracteriza por tener una escasa y débil burguesía.
Veamos ahora cómo eran los grupos sociales en nuestro país.
La nobleza. Es un grupo poco numeroso (4% de la población) y repartido muy
desigualmente por nuestra geografía. Generalmente distinguimos entre Grandes de
España (es decir, la alta nobleza latifundista: grandes duques, condes…), caballeros
de órdenes militares e hidalgos. Estos últimos se concentran sobre todo entre el río
Duero y el Cantábrico (en la Cornisa Cantábrica llegan a constituir el 40 o 50% de la
población, algo único en Europa). Al sur del Tajo la población noble se reduce
mucho (1`5%), pero es aquí donde se concentra la alta nobleza y sus enormes
latifundios. En el siglo XVIII la nobleza y el clero poseen nada menos que dos
tercios de las tierras. Además, estamos muy lejos de que se haya acabado el señorío
jurisdiccional: sólo 12.000 ciudades y villas pertenecen al rey frente a las 12.600
que son propiedad de la nobleza y el clero. Ante eso ¿Es España un Estado en el
sentido moderno de la palabra? Casi todos estos nobles viven de sus rentas y no
invierten en ningún tipo de negocios, es decir, constituyen una clase muy poco
productiva.
El clero. Ocupa sólo un 2% de la población pero tiene una gran importancia social
y, en general, suele ser de ideas muy conservadoras. Posee nada menos que la
séptima parte de las tierras de cultivo y la décima parte del ganado del país. No
obstante, debemos distinguir tres escalones en el seno de este estamento: el alto
clero (obispos, arzobispos), que en general procede de familias de la baja nobleza;
los clérigos de los cabildos (que forman una especie de “clase media” dentro del
grupo) y los curas párrocos, cuyo nivel económico es muy cercano al de los propios
campesinos. Según los censos de la época a finales del siglo XVIII el clero español
estaba formado por unas 145.000 personas. Durante esta época, los Borbones van a
tratar de controlar todo lo posible a la Iglesia (regalismo), llegando incluso a
expulsar de España a los jesuitas por su excesiva independencia. Pocos años antes
de esto, han firmado un concordato con el Vaticano gracias al cual los reyes
españoles pueden proponer personas para el ejercicio de altos cargos religiosos.
La burguesía. Se trata de un grupo muy escaso en número pero con una relativa
importancia en la economía de nuestro país. Podemos dividir a la burguesía
española en una serie de sectores:
-Empresarios importantes (unas 7000 personas). Los encontramos sobre todo en
Cataluña (industria textil), Valencia (industria de la seda) y en el norte de España
(hierro). Curiosamente, a menudo esta burguesía, en vez de criticar los privilegios
de la nobleza y el clero, lo que pretende es ennoblecerse casando a sus hijos con
miembros de la nobleza, o bien comprar tierras para vivir de manera parecida a
como vive la aristocracia rentista. A esto algunos historiadores le han llamado
“traición de la burguesía”.
-Pequeños comerciantes (unas 15.000 familias). Suelen poseer una pequeña tienda o
almacén destinado a satisfacer el consumo local.
-Profesiones liberales. Nos referimos a médicos, profesores, abogados, notarios o
funcionarios públicos. Forman una especie de “clase media” y su número alcanza
unas 35.000 personas. No todos gozan del mismo prestigio social; notarios y
médicos, por ejemplo, suelen gozar de un status superior (son los primeros en
colegiarse).
Los artesanos. Según los catastros de la época había sólo en Castilla unas 250.000
personas dedicadas a la artesanía (en Barcelona eran 5.500 personas frente a una
población de unos 120.000 habitantes). Generalmente se trataba de pequeños talleres
alojados junto a la vivienda familiar. Por supuesto, en esta época aún siguen
existiendo los gremios y, por lo tanto, los artesanos se dividen en maestros, oficiales
y aprendices. En general, muchos ilustrados (Jovellanos, Campomanes) sostienen
que los gremios son algo completamente anticuado, con demasiada burocracia, son
instituciones que no fomentan la competencia ni el progreso. Sin embargo, los
monarcas españoles no se deciden a suprimirlos.
Los campesinos. Durante el siglo XVIII España es un país rural. La mayoría de la
población vive del campo y en el campo. Al norte del río Duero abunda el pequeño
o mediano propietario, pero más hacia el sur casi toda la tierra está en manos de la
nobleza y el clero, por lo cual encontramos un gran número de arrendatarios y sobre
todo de jornaleros (que llegan a constituir el 48% de los campesinos españoles). La
situación del campesinado español es muy dura: la mayor parte de su renta es
destinada a la alimentación; es un grupo que apenas puede consumir ni ahorrar. Esta
situación hará que España tarde muchísimo tiempo en industrializarse.
2. Reformismo económico de los Borbones.
a) Agricultura y ganadería. Durante todo el Antiguo Régimen existió en España
una forma de propiedad de la tierra muy distinta de la existente en la actualidad, propia
de las economías capitalistas. Dicha propiedad se hallaba dividida en dos dominios
distintos: el dominio eminente, que correspondía al señor feudal (es decir, la propiedad
del suelo agrario) y el dominio útil, que pertenecía al campesino (es decir, que este
último no era titular de la tierra en sí, pero tenía derecho al uso y disfrute de los frutos
que diera esa tierra).
En virtud de este sistema, el campesino, que siempre se veía brutalmente
explotado y obligado a pagar durísimas cargas fiscales, tenía al menos una relativa
ventaja: nadie podía expulsarle de la tierra, puesto que de él era el dominio útil de la
misma. Por otra parte, el señor feudal se hallaba atado de pies y manos a la hora de
disponer de sus fincas: no podía venderlas, ni regalarlas o enajenarlas. Además, las
leyes del Mayorazgo, imperantes en buena parte de la Península, ni siquiera le permitían
dividir la propiedad entre sus descendientes, puesto que la mayor parte de la misma
debía ir a parar siempre al primogénito. Estas leyes podían perjudicar a ciertos
individuos de la nobleza, pero, en definitiva, estaban hechas para defender a los linajes,
pues con ellas se impedía de una familia noble pudiera nunca perder sus tierras o verlas
disminuir.
Los ilustrados consideraban que todo esto era un grave atraso para la economía
española. Los señores, al no poder disponer libremente de sus tierras, tampoco podían
modernizar convenientemente sus explotaciones y con frecuencia todo esto producía un
fuerte absentismo. Los campos estaban descuidados y nuestra agricultura enormemente
atrasada con respecto a otros países de Europa occidental. Si se deseaba mejorar las
condiciones del espacio agrario español era necesario modificar el sistema de propiedad
y hacer que el gran propietario pudiera disponer libremente de sus fincas (y lo mismo
puede decirse de las propiedades que pertenecieran a ayuntamientos o a la Iglesia) La
consecuencia más desastrosa de todo esto es que, en tal caso, los campesinos feudales
podrían ser expulsados de sus parcelas y condenados a vagar miserablemente o a
trabajar de jornaleros. Eso podía dar lugar a problemas sociales gravísimos.
Para modernizar de veras España era necesario acabar con el régimen feudal y
conseguir que el campesino pudiera convertirse en propietario. Pero la nobleza era
demasiado poderosa, en realidad intocable. Por otra parte, el rey tampoco quería
enfrentarse con los nobles puesto que éstos eran y habían sido siempre la base sobre la
que se sostenía la monarquía. El rey no podía ir en contra de los de su propia clase. Por
eso, todos los intentos de reforma, sobre todo en tiempos de Carlos III, se quedaron
como mucho en la fase de estudio. El Informe sobre la Ley Agraria, presentado por
Jovellanos en 1795 (y al que pertenece el presente texto), ofrecía, desde luego, una
visión muy certera de los problemas de nuestra agricultura; pero apenas se pasó de las
palabras a los hechos. Como mucho, Pablo de Olavide trató de colonizar nuevas tierras
en Sierra Morena (también en algunas zonas de Extremadura y La Mancha) para que el
pequeño campesino pudiera acceder a la propiedad de la tierra, lo cual le granjeó la
oposición enconada de los estamentos privilegiados y la persecución de la Inquisición.
Todo lo que pudo hacerse fue limitar los privilegios de la Mesta, introducir en la
Cornisa Cantábrica algunos cultivos nuevos como el maíz y la patata, y decretar la libre
circulación de mercancías dentro de la Península.
b) Crecimiento demográfico y políticas demográficas. El siglo XVIII es una época de
crecimiento para nuestro país: según los catastros y censos de la época, entre 1717 y
1797 nuestra población creció en más de tres millones de habitantes. No obstante, este
crecimiento fue muy desigual (afectó mucho más a la periferia que al interior
peninsular, y sobre todo a la antigua Corona de Aragón) y fue también inferior al que en
esta misma época estaba experimentando Europa occidental. Dicho crecimiento se
debió probablemente al menor número de guerras en la época y a la desaparición de la
peste. También a la mejora de las técnicas agrícolas y a la introducción de ciertos
cultivos en la Península. Por su parte, los Borbones trataron de fomentar la natalidad
dando ayudas a las familias numerosas e incluso ennobleciendo a quienes tuvieran más
de doce hijos (los llamados “hidalgos de bragueta”). A la vez, favorecieron la formación
de colonias de trabajadores extranjeros, sobre todo en tiempos de Carlos III (así se
formó, por ejemplo, la localidad de La Carolina en Jaén).
c) Artesanía y comercio. Siguiendo el ejemplo francés, los Borbones intentaron
fomentar la industria creando las llamadas “Reales Fábricas” (de tapices y cristal en La
Granja, de tabaco en Sevilla o de porcelana en Madrid). Por desgracia, todas estas
compañías resultaron poco rentables en un país pobre y con un mercado muy escaso
para estos productos de lujo. Poco a poco, estos reyes fueron también limitando los
privilegios de los gremios y favorecieron también ciertas industrias periféricas como la
seda valenciana, la metalurgia vasca o el textil catalán.
En cuanto al comercio, debemos destacar la liberalización del comercio de
granos, la supresión de aduanas internas (entre los antiguos reinos medievales), la
creación de compañías comerciales y sobre todo el fin del monopolio de Cádiz: durante
la época de los Austrias, sólo Castilla tenía derecho a comerciar con las colonias
americanas, y todo el tráfico de personas y mercancías se realizaba únicamente a través
del puerto de Cádiz (donde se encontraba la Casa de Contratación de Cádiz, una especie
de aduana única para toda España). A partir de ahora todo esto iba a cambiar. Puesto
que ahora España era un único reino, todos los españoles podían beneficiarse de los
intercambios con América. Así, ahora todos los puertos españoles tenían derecho a
comerciar con las colonias. Gracias a esta medida la antigua Corona de Aragón volvió a
resurgir y sus puertos, antaño tan prósperos, recuperaron su actividad económica.
Después de doscientos años de decadencia, el puerto de Barcelona volvió a ser lo que
era. Ello impulsó enormemente el crecimiento de Cataluña.
Finalmente, hay que decir que estos leves intentos reformistas se terminaron
muy pronto. Al morir Carlos III subió al trono su hijo, Carlos IV. Precisamente por
estas fechas tuvo lugar la Revolución Francesa. El nuevo monarca, temeroso de un
posible contagio revolucionario, acabó con todo atisbo de Ilustración y apartó del poder
a la mayoría de los ministros y colaboradores de su padre.
3. Extremadura en el siglo XVIII. Aspectos demográficos, económicos y
sociales.
Demografía. En el siglo XVIII España crece considerablemente. Pero no ocurre lo
mismo en Extremadura. Nuestra región presenta una densidad de tan sólo 10 hab./km2,
es decir, una de las más bajas del país. También nuestro crecimiento vegetativo era bajo,
a pesar de que la gente (en su mayoría jornaleros) acostumbraba a casarse joven y a no
controlar en absoluto la natalidad. Sin embargo, la mortalidad de los extremeños era
altísima, sobre todo la mortalidad infantil. La vida en aquella época debió de ser difícil,
casi milagroso sería sobrevivir en el campo, con largas y duras jornadas de trabajo y
frecuentes hambrunas. A ello se sumaba el estar al lado de Portugal en una época en la
que, por desgracia, tuvimos conflictos fronterizos con el país vecino. Así, la terrible
epidemia que, en 1764, azotó la provincia de Badajoz, fue consecuencia en parte de las
guerras contra Portugal.
Economía. Predomina en Extremadura la ganadería, lo cual no es bueno para la
agricultura, ya que gran cantidad de tierras son dedicadas a pastos y, en consecuencia,
en nuestra región suele haber escasez de alimentos. Aunque en esta época los distintos
gobiernos ilustrados tratan de colonizar nuevas tierras para dedicarlas al cultivo, casi
siempre chocan con los intereses de la Mesta. Así, los famosos intentos de repoblar
Sierra Morena (que hubieran sido beneficiosos para muchos pueblos del sur de
Extremadura) resultó ser un fracaso. Por lo demás, Extremadura sólo cuenta con algo de
artesanía, muy poco desarrollada (manufacturas familiares sobre todo de textil y
alfarería) y con ferias en Cáceres, Trujillo y Zafra.
Grupos sociales.
-Campesinos. Forman el 75% por ciento de la población extremeña en esta época.
En su inmensa mayoría se trata de jornaleros sin tierra y con durísimas condiciones de
vida. El resto de la población agraria (muy minoritaria) está formado por campesinos
medios y aparceros con tierras arrendadas de los grandes propietarios. Estos últimos
suelen quejarse de que el ganado entra en sus tierras y les arruina las cosechas. La
culpable de esta situación es la Mesta con sus enormes privilegios, pues dos veces al
año los rebaños recorren España y tienen que pasar necesariamente por campos de
labor.
-Nobleza y clero. Son tan sólo un mínimo porcentaje de gente, pero con grandes
latifundios, muchos de ellos sin cultivar directamente (dehesas o bien parcelas
cultivadas por arrendatarios y aparceros a cambio de una renta).
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