LA SANIDAD INTERIOR (TRABAJO)

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Juan Carlos Segovia González
SANIDAD INTERIOR
(Mentiras y verdades sobre la sanidad del alma).
INTRODUCION
Hoy día se está poniendo de moda entre las iglesias la “Sanidad Interior”. Como
si de una solución milagrosa se tratara, se presupone que esta técnica sirve para la
curación de todos los males que aquejan a los miembros de las iglesias. Su uso
exacerbado pretende abarcar toda dolencia, leve o grave, en el área de la iglesia. La
cuestión es que esta desmesura está desfigurando aquella disciplina que en ciertos casos
puede ser útil para la persona.
Antes de continuar deberíamos plantearnos qué es la Sanidad Interior.
¿QUÉ ES LA SANIDAD INTERIOR?
Esta es una teoría que pertenece a la escuela psicológica del Psicoanálisis,
disciplina muy de moda en los años setenta. Plantea que los recuerdos de una persona
comienzan en el mismo momento de la concepción, pues considera que ya desde ese
instante el nuevo ser está dotado de cuerpo, alma y espíritu, aunque en desarrollo. Esta
cosmovisión de la formación de la persona nace del concepto que Dios da en la Biblia
acerca de la identidad del individuo (Lucas 1:44; Salmos 139:13-18; Jeremías 1:5).
A partir de aquí, y por un mecanismo de autodefensa, la mente bloquea y desplaza hacia
dentro, esto es, el inconsciente, aquellos recuerdos que producen sufrimiento y dolor.
De una manera automática e inherente el ser humano desarrolla tres mecanismos para
evitar enfrentarse con los recuerdos que le resultan dolorosos:
-Negación: la no aceptación de algún acontecimiento que conlleva humillación y dolor.
-Racionalización: tratar de encontrar un argumento que justifique una experiencia
traumática y alivie el dolor emocional.
-Proyección: direccionar hacia otra persona o situación la responsabilidad o el
protagonismo de nuestras experiencias.
El problema surge porque esos malos recuerdos que se encuentran en el inconsciente, al
no permitírseles el acceso a la vida consciente, por medio de la mente, fluyen a la
persona de formas disfrazadas y destructivas.
Este proceso produce, por un lado, intenso dolor emocional, llegando en muchos casos a
un proceso de somatización, esto es, enfermedades físicas, y por otro, distorsión de la
conducta, la personalidad y la socialización. La Biblia hace mención de este hecho en
Hebreos 12:15, cuando dice: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia
de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean
contaminados”.
La ilustración de la raíz implica ocultación, ya que ésta se encuentra enterrada la tierra,
pero en el momento más inesperado puede brotar y llegar a ser un gran árbol que
estorbe en el proceso de desarrollo, avance y perfeccionamiento de la persona. El árbol
se puede talar, pero mientras la raíz permanezca enterrada y se la alimente, volverá a
brotar en cualquier momento.
Teniendo en cuenta todo lo anteriormente expuesto, deberíamos hacernos la siguiente
pregunta:
¿ES PARA TODOS LA SANIDAD INTERIOR?
Para contestar a esta questión es necesario tener en cuenta dos puntualizaciones.
La primera es que no todos los problemas que sufre una persona en el momento
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presente se deben a traumas del pasado. Es importante tener claro esto porque, de otra
manera, la persona puede tener la excusa idónea para negarse a afrontar el problema que
sufre y que le lleva a cometer errores y pecados. La segunda es que la responsabilidad
por los pecados propios siempre es del sujeto que los comete, y no sirve de excusa el
achacar a nuestros desajustes la causa del error. Dios nos ha dado algo tan valioso como
es el libre albedrío. Cierto que somos esclavos del pecado hasta que Cristo nos libera,
pero es ahí, donde nuestra responsabilidad se consuma, pues depende de nosotros el
agarrarnos a la única esperanza que Dios da al hombre, o rechazarla.
Es evidente que los problemas emocionales sobreabundan en la sociedad. La iglesia no
escapa a ellos, y es en este foro, el Cuerpo de Cristo, donde la consejería pastoral tiene
un papel primordial en la cura de almas. Un ministerio preparado, sensible, sano y
espiritual, podrá y deberá discernir qué personas sufren traumas del pasado o no, y en
función de ello actuará conforme el Espíritu Santo le dirija para sanar las heridas usando
técnicas de Sanidad Interior.
El proceso de sanidad se puede describir por medio de los siguientes pasos:
1ºPaso: descubrimiento:
Puesto que los recuerdos traumáticos están enterrados, hay que sacarlos al nivel
consciente. Este paso va más allá del mero recuerdo, puesto que, de lo que se trata es de
revivir el hecho de modo que surjan las amargas emociones que tal situación produjo en
la persona. Es frecuente escuchar relatos aterradores con una frialdad emocional que
sorprende, y esto puede llevar a la errónea conclusión de que la persona ha superado
dicho asunto. Sin embargo, lo que ha ocurrido, es que debido al dolor que produce tal
acontecimiento, se ha racionalizado el hecho y sepultado la emoción vivida.
Sólo en el ámbito del aconsejamiento pastoral y de una manera espontánea debe tratarse
este asunto, con la ayuda del Espíritu Santo, que es el que debe llevar la iniciativa, pues
es el Ayudador, el Espíritu de verdad (Juan 14 y 16) y quien realmente puede hacernos
libres (Juan 8:32).
No se debe presionar, ni indagar curiosamente en el pasado, sino dejar que surja el dolor
de una manera espontánea, y en un proceso de empatía, acompañar a la persona en este
difícil trance.
Hoy día se organizan con mucha frecuencia las llamadas terapias de grupo con
dinámicas humanistas y conducidas por neófitos, que pueden hacer más mal que bien.
Estas sesiones alientan la morbosidad de los asistentes, y en la mayoría de los casos, los
que se someten a esta disciplina, no tienen traumas, debiendo presionar el consejero, de
manera artificial, para que surjan recuerdos que realmente están superados.
Un proceso real de sanidad interior aparece reflejado en la vida del apóstol Pedro
cuando niega al Señor (Juan 21:9). El mismo Jesús días después en una situación
distinta pero con elementos comunes, esto es, el fuego, la noche, lo confronta con aquel
hecho, no para alimentar su autocompasión, ni para destruirlo, sino para llevarlo a
asumir y superar aquella situación dramática por medio de la confrontación, aceptación
y el perdón, elementos que veremos en los siguientes pasos. Solo así, podía Pedro ser
capacitado para recibir y realizar la comisión a la que sería llamado.
2ºPaso: Enfrentamiento:
Una vez traídos a la memoria los recuerdos penosos, el segundo paso es
enfrentarlos. Como ese recuerdo es un punto irresuelto del pasado, este paso intentará
resolver el conflicto que genera tanta tensión emocional, ya que los sentimientos
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reprimidos de la ira, enojo, tristeza, repugnancia, remordimiento o culpa, actúa como
una olla a presión que ha de ser liberado para anular el riesgo de explosión.
El traer a la memoria consciente dichos recuerdos no sirve sin la aceptación y el perdón,
tanto a los demás como a uno mismo.
Este paso también tiene riesgos porque se puede caer en el error de pensar que todo está
solucionado con la recuperación de dichos recuerdos y presionar a la persona para que
perdone. No obstante, si se produce una recaída, lo cual es probable a causa de la falta
de rigor en el proceso de sanidad, el consejero puede responsabilizar al aconsejado de su
falta de fe, añadiendo culpa a su dolorosa situación.
3ºPaso: Confesión:
Este paso va unido al anterior e implica la apertura del corazón y la
verbalización del problema. Externalizar el problema es un paso decisivo porque, por un
lado, muestra que el hecho se ha traído a la vida consciente, y por el otro, que
enfrentando el problema la persona lleva a descubrir la verdadera dimensión del dolor.
El rey David expresa en el Salmo 32:1-7 el dolor de su pecado con Betsabé, cuando
tiene que enfrentarse con las consecuencias de su proceder, dando cuenta de la terrible
tensión interior que llevaba como consecuencia de tener algo irresuelto en el alma.
Y es que como dice Santiago 5:16, abrir el corazón siempre es el principio de la
sanidad. Es pues necesario individualizar el problema, comprenderlo y expresarlo, ya
que además, solo de esta forma, el consejero capacitado, podrá dilucidar en
consecuencia cual sea la solución más adecuada.
La verdadera sanidad no parte de las bondades de ningún método en particular, sino de
la voluntad de Dios de querer restaurar los corazones deteriorados por el pecado. Y es
su misericordia (Juan 1:14-Mateo 1:23-Hebreos 4:14-16), la que le lleva a ponerse en el
lugar del que sufre. Es por esto que el Consolador (Juan 6), esto es, el Espíritu Santo,
nos guía, consuela, asistente, sustenta, acompaña y sana en nuestra debilidad (Romanos
8:26), este Espíritu Santo que está en nosotros (Juan 14:17) y que no nos dejará
huérfanos.
4ºPaso: Responsabilizarse:
Este paso es muy importante porque confirmará si la sanidad ha sido completa o
si todo ha consistido en unas cuantas reuniones artificiales y teóricas.
Una vez que se ha podido reflotar el sentimiento penoso, que se lo ha enfrentado y
asumido como una realidad, perdonando y dejándolo definitivamente en el pasado, la
persona debe asumir total responsabilidad de su identidad y de sus actos. Ya no deberá
vivir en el pasado, sino con una mirada sana puesta en el mañana, siendo libre de su
antigua atadura, y como dice la Biblia en 1ªCo.1:9-10, teniendo plena conciencia que el
Soberano Señor siempre ha estado a su lado y seguirá estándolo para confirmar y
perfeccionar su vida.
CONCLUSIÓN
Como epílogo decir, que todo parte de la abundante gracia y misericordia
(Salmo 107:1) de nuestro Señor, en su deseo de restaurar la vida de sus hijos. Y es en
esta meta donde Él, a través de su Santa Palabra, fundamenta los principios que se
deben seguir para dicha transformación. Es por esto, que cualquier terapia o estrategia
que basa sus pilares en las verdades bíblicas, pueden ser útiles para el alma, siempre y
cuando el Espíritu Santo dirija a ello y el consejero esté lo suficientemente preparado
técnica y espiritualmente para afrontar dicha tarea.
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Sólo decir, que la Sanidad Interior, como una de estas técnicas terapéuticas, puede ser
muy útil en ciertos casos, pero no presupone una fórmula mágica que resuelva todos los
conflictos y situaciones reinantes en las personas, y que no se debe idealizar ni a
terapias ni a terapeutas.
Que el Señor nos ayude a mantener en todo momento la cordura y la sensibilidad para
discernir lo que el Espíritu dice a las Iglesias.
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