Proyecto de Ley Exposición de Motivos “...Monteagudo, El de gran corazón é injenio agudo, Del porvenir apóstol elocuente, Que entre las pompas del marcial estruendo, Fué desde el Plata hasta el Rimac, vertiendo La fé viva y la lumbre de su mente.” (Esteban Echeverría, AVELLANEDA, Poemas) Nos recuerda el historiador Dr. Carlos Páez de la Torre del olvido de uno de nuestros comprovincianos de más alta trayectoria y actuación en las guerras de la independencia americana, como lo fue el Dr. Bernardo de Monteagudo. "Los pueblos que olvidan sus tradiciones, pierden la conciencia de sus destinos y aquellos que se apoyan sobre tumbas gloriosas, son los que mejor preparan el porvenir" Esta frase fue pronunciada elocuentemente por Nicolás Avellaneda en oportunidad de lanzar su proclama (1877), para repatriar los restos del General San Martín y viene a colación ahora para repatriar, valga la expresión, los restos del prócer comprovinciano. Desde el nacimiento de nuestra Patria cada acto y hecho histórico perdurable en la gloria de la Nación lleva el sello, la pluma y la impronta del Dr. Bernardo de Monteagudo. Uno de sus biógrafos, Mariano De Vedia y Mitre, lo describía: "Cualquiera que analice su personalidad hallará que está fuera de cuestión, aun para sus detractores: 1°) su inteligencia superior; 2°) su capacidad intelectual; 3°) su excepcional cultura para el medio y para la época; 4°) su lealtad a la causa revolucionaria; 5°) que habiendo sido puesto en prisión innumerables veces desde la iniciación revolucionaria, jamás lo fue por causas delictivas". Quizás se deba a que su larga travesía jurídico política lo llevo incesante de un lado a otro de la América del Sur que, como tantos otros próceres, (Alberdi o Sarmiento) Monteagudo antepuso los sagrados intereses de la Revolución Americana a la conformación de una familia con cuya descendencia plasmar su memoria para las generaciones venideras. Pero es aquí en donde nosotros los hombres libre de hoy debemos ver en estos Padres de la patria a nuestros ancestros ilustres. Este proyecto trata nada más y nada menos que del justo reconocimiento y homenaje permanente que Tucumán debe rendir a unos de sus hijos mas ilustres, a uno tucumano preclaro a uno de los fundadores de la Independencia de América. Para ello cabe recordar para nosotros y nuestra posteridad la razón de este homenaje. Su Nacimiento.Bernardo de Monteagudo nació en Tucumán en 1789. Su padre fue el capitán de milicias Miguel Monteagudo, y su madre, la tucumana Catalina Cáceres. En su matrimonio tuvieron once hijos, de los cuales Bernardo fue el único sobreviviente. Monteagudo se crió en una extremada pobreza lo cual no impidió que sus padres, muy proclives a una educación culta, hicieran todo lo posible por iniciarlo en las letras. La muerte de su madre, cuando el niño había llegado apenas a los trece años, fue trágica no sólo por la pérdida de alguien a quien Bernardo amaba entrañablemente y de quien recibía generosos cuidados, sino también porque la relación con la nueva pareja de su padre se hizo difícil y tensa. Sus Estudios Decidió entonces partir hacia Chuquisaca también llamada La Plata o Charcas (hoy Sucre), en la hermana Republica de Bolivia, a ponerse bajo la tutela de un pariente lejano, el cura Troncoso, alentado por un padre convencido de los talentos de ese hijo que se mostraba más sagaz y más letrado que los demás niños, aun de aquellos cuya posición económica les hacía correr con ventaja. . En la Universidad de San Francisco Xavier en Chuquisaca, Bolivia, se formaron quienes representaron en nuestra independencia la posición más radicalizada, el jacobinismo, los Moreno y los Castelli opuestos a las posiciones moderadas que en un principio fueron sostenidas por el saavedrismo, convencidos aquellos de que la ruptura con la península sólo era posible a través del terror y de la prepotencia revolucionarias. "Cuando está en juego la salud de la patria, no se debe caer en consideraciones sobre lo justo o lo injusto, tampoco sobre lo piadoso, ni lo cruel, ni lo laudable, ni lo ignominioso; posponiendo todo otro respeto, comprometerse con aquel partido que le salve la vida y le mantenga la libertad (Maquiavelo)." Monteagudo jamás abandonaría estos principios y es por ello que una historia oficial pacata e hipócrita lo ha condenado a la penumbra, quizá por su anatema contra los tibios: "Americanos: ¿Cuándo os veré correr con la tea de la LIBERTAD en la mano, a comunicar el incendio de vuestros corazones a los fríos y lánguidos que confunden la pusilanimidad con la prudencia, la frialdad con la moderación, la lentitud con la dignidad y el decoro, y lo que es más, el saludable entusiasmo de los verdaderos republicanos con el delirio, la ligereza y poca madurez en los juicios?" ("Mártir o libre", 6 de marzo de 1812). Quisiera proporcionar detalles de algunos de los egresados en los 370 años de las aulas de Chuquisaca, destacados por su preparación y un innato sentimiento de rebeldía: Mariano Moreno, Juan José Castelli, Juan José Paso; Diputados – Secretarios de la Junta Provisoria de 1810-, Bernardo de Monteagudo, José Domingo Frías, Francisco Xavier Troncoso, Benito González de Rivadavia – padre del presidente Bernardino Rivadavia-, José Antonio Arias Hidalgo, Anastasio de Isasmendi, José Antonio Arias Rengel (quien se doctorara el 24 de mayo de 1780), Mariano Michel, José Manuel Mercado, José Mariano Serrano (quien fue diputado por Charcas en Tucumán en 1816 y secretario de Narciso Laprida y luego redactor de la Constitución de la Republica Bolivariana en 1825), Pedro Ignacio Rivera (diputado por Mizque en Tucumán, año 1816), Severo Feliciano Malavia (Diputado por Charcas en Tucumán, año 1816), Mariano Sánchez de Loria (Diputado por Charcas en Tucumán, año 1816), Pedro Buenaventura Carrasco. También Antonio Sáenz (diputado por Buenos Aires, año 1816), José Andrés Pacheco de Melo (Diputado por Chichas –Tupiza-, año 1816), Felipe Antonio de Iriarte, Esteban Agustín Gascón (Diputado por Buenos Aires, año 1816), Tomás Manuel de Anchorena (Diputado por Buenos Aires, año 1816), Pedro Medrano (Diputado por Buenos Aires, año 1816), Mariano Joaquín Boedo (Diputado por Salta y Vice-Pdte. del Congreso de Tucumán), José Ignacio Gorriti (Diputado por Salta, año 1816), José Daguerreyra (Diputado por Buenos Aires, año 1816), Pedro Miguel Aráoz (Diputado por la Capital de Tucumán) y Teodoro Sánchez de Bustamante (diputado por la Ciudad y territorio de Jujuy, año 1816). Su Carrera. Abogado.Bernardo Monteagudo, había recibido sus grados el año anterior a la sublevación y su padrino de tesis había sido el influyente oidor Ussoz y Mosi, quien también fue su protector y apañador. A instancias suyas, la Audiencia designa a su protegido, una vez graduado, Defensor de Pobres en lo Civil. Su pasión por leer desembocó, inevitablemente, en otra pasión: la escritura. Nadie puede robarle a Monteagudo el reconocimiento como la mejor pluma de los primeros años de nuestra independencia, talento que lo hizo insustituible para algunas de las figuras más importantes de la historia americana de entonces: San Martín, O'Higgins y Bolívar. Su estilo literario, brillante para la época, que puede ser todavía leído con placer, despojado en gran medida del amaneramiento y la artificiosidad inevitables por entonces, reconoce la influencia de algunos de los autores más preponderantes de aquellos años, siendo frecuentes las citas de clásicos europeos y filósofos de la antigüedad. No sorprende entonces que muy precozmente, a los diecinueve años, produjera un manifiesto que circuló profusamente entre los estudiantes y profesores de la Universidad y que sirvió para que el autor del "Diálogo de Atahualpa y Fernando VII" se granjeara una gran popularidad. Según todo parece indicar; el Manifiesto influyó fuertemente en las vocaciones libertarias que más tarde se desencadenaron. Despertaba entonces quien luego sería un gran propagandista revolucionario y uno de los intelectuales de mayor fuste de toda nuestra historia política. Es de gran interés conocer la proclama que desde Chuquisaca es enviada a La Paz y que se encuentra en el Archivo General de la Nación: "Proclama de la Ciudad de La Plata (como también se conocía entonces a Chuquisaca). A los valerosos habitantes de la ciudad de La Paz: Hasta aquí hemos tolerado una especie de destierro en el seno mismo de nuestra patria: hemos visto con indiferencia por más de tres siglos, inmolada nuestra primitiva libertad al despotismo y tiranía de un usurpador injusto, que degradándonos de la especie humana nos ha perpetuado por salvajes, y ',mirado como a esclavos; hemos guardado un silencio bastante análogo a la estupidez que se nos atribuye por el inculto español, sufriendo con tranquilidad que el mérito de los americanos haya sido siempre un presagio cierto cíe su humillación y rumia. Ya es tiempo pues de sacudir yugo tan funesto a nuestra felicidad como favorable del orgullo nacional del español; ya es' tiempo de organizar un nuevo sistema de gobierno fundado en los intereses de nuestra Patria altamente deprimida por la bastarda política de Madrid; ya es tiempo en fin de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía". Este extraordinario documento, fechado el 18 de agosto de 1809, es decir varios meses antes de la proclama del 25 de mayo de 1810 en el Río de la Plata, está originado, según todas las evidencias y las investigaciones de algunos historiadores, en la pluma del precoz Monteagudo. Es de imaginar el ímpetu que Monteagudo y otros pusieron para evitar un final tan desangelado de lo que fue el primer grito insurreccional en América del Sur, se estrellaron contra la pusilanimidad de quienes se apresuraron en entrar en disculpas y negociaciones con quienes venían a reprimirlos y así obtener alguna posición ventajosa ante los nuevos dueños de la situación. Ni siquiera sirvió que el valiente Arenales hubiese informado a la Audiencia de que contaban con el apoyo de sus tropas para oponerse al avance de Nieto, lo que le valió ser tomado prisionero y enviado a las prisiones del Callao, "No hay duda -escribiría el abogado tucumano tres años más tarde- que los progresos hubieran sido rápidos si las demás provincias hubiesen igualado sus esfuerzos atropellando cada una por su parte. Mas sea por desgracia o porque quizás aún no llegó la época, permanecieron neutrales Cochabamba y Potosí, burlando la esperanza de quienes contaban con su unión." Así el 25 de Mayo de 1810 cuando estalló la sublevación en el Río de la Plata, Bernardo de Monteagudo permanecía aún en prisión. Las buenas noticias llegaron también a la prisión que albergaba a Bernardo de Monteagudo, quien se entusiasmó al saber que su ex condiscípulo Juan José Castelli, egresado de las aulas universitarias de la ciudad que lo mantenía en reclusión, en Chuquisaca, iba a la cabeza de las tropas revolucionarias. Con el derrotado Ejército de Castelli Monteagudo llegaba a Buenos Aires. Algunos meses más tarde, en la Gazeta de Buenos Aires, escribiría, evidenciando que el tiempo transcurrido no había amortiguado la pasión del momento, que "se había acercado con placer a los patíbulos de Sanz, Nieto y Córdoba, para observar los efectos de la ira de la patria y bendecirla por sus triunfos". El Abogado de Castelli.La indignación de los saavedristas en Buenos Aires fue grande contra los comandantes del Ejército del Norte y de inmediato se expidió una orden de juicio sumario para delimitar sus responsabilidades en la derrota. El abogado de la Universidad de San Francisco Xavier fue encomendado para su defensa. Su defensa de Castelli y de los otros jefes militares del Ejército del Norte, acusados por la derrota de Huaqui; es eficaz y logra que aquellos sean sobreseídos. Tampoco se necesito mucho tiempo para que la única publicación de Buenos Aires, la Gazeta, lo convocara como editorialista alternándose en dicha tarea con Vicente Pazos Silva. Uno de sus primeros artículos, “A los ciudadanos Ilustrados”, se propone hacer una incitación “a todo hombre de talento”, como él dice, “para que presten su colaboración a la obra que han de estar empeñados todos los patriotas para que la reforma política que persigue la revolución alcance el mayor perfeccionamiento posible. Todo hombre de talento es magistrado nato de su patria”. Monteagudo estaba convencido de que el saber y la ilustración eran aliados del proceso de cambio y de transformación revolucionarias. En este breve pero sustancial artículo, Monteagudo parece hablar de sí mismo, evaluando que su fervor revolucionario debía canalizarse en el campo de las ideas y no en el de las armas, para lo que no se sentía especialmente llamado. Ya en Potosí había rechazado el grado de teniente de Milicias, que le ofreciese Arenales, para ocuparse de las tareas políticas de la insurrección. Esa era la tesis de su artículo: la tarea revolucionaria no se libraba solamente en los campos de batalla sino en la cotidiana acción de cada uno. En este caso, en la de los "ciudadanos ilustrados". Monteagudo fue el primero en convocar a las mujeres a la lucha revolucionaria en un artículo titulado: "A las Americanas del Sud". En él desarrolla cumplidamente el importante papel a desempeñar por las damas acordes con el movimiento revolucionario: "Si las madres y esposas hicieran estudio de inspirar a sus hijos, maridos y domésticos nobles sentimientos revolucionarios, y si aquellas en fin, que por sus atractivos tienen derecho a los homenajes de la juventud, emplearan el imperio de su belleza y artificio natural en conquistar desnaturalizados y a electrizar a los que no son, ¿qué progresos no haría nuestro sistema?". También: "Uno de los medios de estimular y propagar el patriotismo, es que las americanas hagan la firme y virtuosa resolución de no apreciar ni distinguir más que al joven moral, ilustrado, útil por sus conocimientos, y sobre todo patriota, amante sincero de la libertad, y enemigo irreconciliable de los tiranos". No fue de extrañar entonces que se le ofreciera incorporarse a la "Sociedad Patriótica", fundada antaño por Moreno para reclutar adeptos a la causa rioplatense, y que languidecía por la falta de liderazgo. En la oración inaugural Bernardo vocifera que “la soberanía solo reside en el pueblo”. Sostiene que la revolución, hasta ese entonces, se ha realizado “sin plan, y sin sistema” lo que le vale el encono del Triunvirato. La independencia de ideas de Monteagudo termina por colmar la paciencia del Triunvirato, que se siente minado en su poder por el arraigo que tienen en la opinión pública y decide clausurar la Gazeta de Buenos Aires el 13 de diciembre de 1811. No pasa mucho tiempo antes de que Monteagudo funde su propio periódico, financiado con los escasos recursos de que disponía, cuyo nombre es Mártir o libre, en el que escribirá algunas de sus más recordables y conmovedoras páginas. La Asamblea del Año XIII.Fue Monteagudo uno de los principales impulsores de la histórica Asamblea del año XIII, en la que cumplió una tarea destacada, como era de esperar, siendo uno de los redactores, sino el principal, del documento firmado por todos los constituyentes. El 22 de Febrero de 1813, fecha que se adopta como Día del Escudo Nacional, aparece por primera vez en documentos oficiales (cartas de ciudadanía) un nuevo sello que reemplazaba el español. Se dice que la Asamblea del Año XIII encomendó al Diputado por San Luís Don Agustín Donado la materialización de un sello oficial para legitimar los actos de la misma. Este señor, fue a ver a Juan de Díos Rivera un eminente grabador quien ya había realizado algunos trabajos para las autoridades anteriores. Se ignora quien hizo los dibujos que dieron nacimiento al nuevo escudo pero se menciona a Bernardo de Monteagudo, como una de las personas que influyeron en su diseño. La labor de Monteagudo como propagandista de la revolución continúa siendo intensa: no sólo escribe prácticamente todo el Mártir o Libre sino que también es el nervio del órgano de la "Sociedad Patriótica”, El grito del Sud, y como si esto no bastase, también pone en marcha una publicación propia de la Asamblea del año XIII. Al caer el Directorio de Carlos Maria de Alvear Monteagudo es hecho prisionero con otros sindicados adeptos y colaboradores del alvearismo, entre ellos Posadas, Vieytes, Valentín Gómez y otros. Se los acusa de estar "uniformemente comprendidos con principalidad en la fracción criminal del ingrato y rebelde Carlos María de Alvear". Se los condena al destierro, con "destinos ultramarinos de la Europa”, por decreto del nuevo gobierno. Su Paso por Europa. Rivadavia.Monteagudo deambula durante algunos años por distintos países europeos, sobre todo Portugal, Inglaterra y Francia, haciéndolo penosamente ya que no ha llevado consigo fondos. A lo largo de toda su actividad pública siempre demostró una inconmovible honestidad. Durante su periplo europeo se embebe en las nuevas orientaciones políticas: el decaimiento de los ideales republicanos que habían conducido a la Revolución Francesa a la anarquía sangrienta, y la recuperación de orientaciones absolutistas. Esto influirá grandemente en las nuevas ideas de Monteagudo, quien en París, en 1816 de la mano de Don Bernardino Rivadavia, amigo del entonces Director Supremo Juan Martín de Pueyrredon, es autorizado para regresar al Río de la Plata y logra que su amigo González Balcarce, radicado en Mendoza, quien le está agradecido por la defensa que de él hiciera luego del desastre de Huaqui, se ofrezca como su custodio. Monteagudo Fiscal de Los Carreras.¡Jaguar de América este Monteagudo del nombre taladrante, que pasó por el revuelto escenario de su tiempo sin bajar la frente, amado, temido y execrado! Fue terminante el fiscal Monteagudo, pido y sostuvo con éxito la pena para los conspiradores, ( Juan Pablo Echagüe) En una breve estancia en Mendoza Monteagudo se tuvo que hacer cargo del proceso que se les había iniciado a Luís y Juan José Carrera, procesados por conspiración contra el gobierno de su patria. Los tres estaban descalificados por los patriotas argentinos, San Martín los llamaba “malvados”. Su objetivo era derrocar a O’Higgins y mandar ellos en Chile. Tiene a su cargo la fiscalización del proceso junto a otros dos colegas: Galiliana y Bargas, quienes vacilan en pronunciarse. Los Carrera pertenecen a una familia patricia del país trasandino. Pero Monteagudo se muestra implacable, sabe que los Carrera califican a San Martín como “espión asqueroso asalariado por los tiranos”, “como monstruo de corrupción y de codicia” Para Monteagudo todo esto era suficiente. Por eso no debe extrañar la decisión final de don Bernardo, nada de dilaciones ni de cabildeos, ejecución inmediata. Los Carrera son ejecutados por determinación de Monteagudo, pero el dictamen lleva la firma de los tres fiscales, tal como había ocurrido antes con Sanz, Nieto, Córdoba y Alzaga. “Los reos son encontrados convictos y confesos de una conjuración contra el orden y la tranquilidad de su patria…” comienza el dictamen.Auditor de Guerra del Ejercito Libertador de Chile.No es mucho el tiempo que pierde en Mendoza, y a los pocos días de llegar cruza la Cordillera de los Andes y entra en contacto con O'Higgins y con San Martín, quienes quedan seducidos por sus condiciones y lo incorporan a su reducido núcleo de personas de confianza. El General era de los que ponían la independencia y la libertad americanas por encima de todo y era lo suficientemente astuto como para considerar a Monteagudo insustituible como político y propagandista. Así es nombrado inmediatamente auditor de guerra del Ejército de Chile, no del argentino para evitar protestas de Buenos Aires. Pero quizá lo más notable es que el 12 de febrero de 1813, dos meses y pocos días después de su llegada a Santiago, es el redactor de la Proclama de la Independencia de Chile: "Váis a proclamar la ley más augusta del código de la Naturaleza. Os váis a declarar libres e independientes. Váis a franquear vuestros mares al comercio de todas las naciones, que atraerán la abundancia y la cultura. Váis a abrir a nuestros hijos la carrera del honor. Almas débiles: no creáis que este es un paso imprudente y arrojado. El invariable sistema de España nos ha convencido en el espacio de ocho años, que ya no hay más paz ni tranquilidad para América, que la que ella se gane por su esfuerzo y resolución". Auditor de Guerra del Ejercito Libertador de San Martín.San Martín que era un militar de talento sabía que hombres como Monteagudo eran imprescindibles. Por eso nuevamente lo llamó a su lado y lo gratificó con el cargo de Auditor General del Ejército Argentino. Sabía que por delante lo aguardaba una epopeya en la que las batallas no se ganarían solamente en el campo sino también en las ideas. Nadie superaba a Monteagudo en ese sentido, por su capacidad de ser apasionada y racionalmente convincente, de extraer de su mente, de sus libros y de su pluma los argumentos necesarios para justificar cualquier empresa. San Martín también apreciaba el creciente y vigoroso espíritu americanista de Monteagudo, quien cada vez más pensaba en términos de la Patria Grande, más allá de las fronteras de su Argentina natal a la cual nunca más regresó, no porque no guardara hacia ella un nunca desmentido amor filial, sino porque los vientos libertarios lo arrastraron hacia donde se jugaba el destino americano, que era donde, tal como lo escribiese en varias oportunidades, se dirimía la independencia de cada una de esas naciones, entre ellas la suya. Es Monteagudo quien redacta las proclamas que San Martín leerá a los soldados a partir de Valparaíso, y las que también dirigirá a los pueblos del Perú. En la primera: "Ya hemos llegado al lugar de nuestro destino y sólo falta que el valor consuma la hora de la constancia. Acordáos de que vuestro gran deber es consolar a la América, y que no venís a hacer conquista sino a libertar pueblos. Los peruanos son nuestros hermanos: abrazadlos y respetad sus derechos como respetasteis los de los chilenos después de Chacabuco ..:". En cuanto a la segunda: "El último virrey del Perú hace esfuerzos para prolongar su decrépita autoridad. El tiempo de la opresión y el esfuerzo ha pasado. Yo vengo a poner término a esa época de dolor y de humillación...". A instancias suyas, entre el equipamiento bélico que la expedición llevó por mar hasta el Perú, se contaba con una imprenta en la que rápidamente comenzó a editarse El Boletín del Ejército, donde él mismo relataba las contingencias de la expedición, haciéndolo siempre en un tono optimista y transmitiendo convicción de la victoria. Fue allí donde no sólo los propios soldados sino también los enemigos pudieron leer que el virrey de la Pezuela, sustituto del virrey Abascal, había enviado un oficio al General de los Andes proponiéndole un armisticio, lo que evidenciaba su debilidad. No se equivocaba Monteagudo al suponer que noticias de este tipo provocarían una honda desmoralización en las filas enemigas. El 22 de octubre de 1820 es nombrado Auditor General de Guerra. La designación fue recibida con alborozo por O'Higgins, lo que demuestra la magnífica relación que Monteagudo sostenía con ambos, quienes también lo promovieron simultáneamente al grado de Coronel del Ejército. San Martín y Monteagudo gobiernan Perú.- San Martín entra finalmente en Lima, el 10 de julio de 1821, y allí comenzará una importante tarea de gobierno de Monteagudo, como primer ministro. Desarrollará una actividad febril, rigurosa, plena en ideas que, como es constante a lo largo de su vida, le ganará acérrimos enemigos y encendidos partidarios. El 5 de Agosto de 1821, el General San Martín se declaró Protector del Perú y formó un ministerio en el cual dio el departamento de guerra y marina al Dr. Monteagudo. Duró en el manejo de este ramo de la administración hasta el 1º de Enero de 1822, pasando en este día á desempeñar el ministerio de Estado y Relaciones Exteriores. Era sin dudas la mano derecha en la que el Libertador delegaba la administración nacional. U'Leary, agudo observador que no puede ser calificado un partidario de Monteagudo; y que lo conoció en profundidad, dijo: "El corto período de su administración puso en evidencia sus grandes dotes de estadista y el vigor de su carácter resuelto. Era tanta su consagración a sus públicos deberes, que a pesar de sus hábitos afeminados impulsó no sólo los negocios militares sino todo el complicado mecanismo del gobierno, y en medio de las atenciones que el nuevo mecanismo requería, halló tiempo para consagrarse al embellecimiento de la capital y al modo de extirpar abusos perjudiciales y deshonrosos al estado de la civilización y la moral. La política de Monteagudo puede haber sido imprudente, y fue a una edad prematura, pero lo presenta como a un hombre superior a sus contemporáneos". El 10 de noviembre recalcó la necesidad de postergar el goce de ciertos derechos, argumentando que la revolución de independencia tenía por finalidad recuperar la libertad política y la libertad civil, destacaba que la primera había sido usurpada por un conquistador, y la segunda, atacada por los depositarios de los poderes supremos. Lograda la independencia se podría, a su juicio, gozar de los derechos que de ella emanaban: “administración absoluta de nuestros negocios, el comercio con todas las naciones que quieren concurrir a nuestros mercados, la libertad de la industria, sin más límites que los que ella tiene por sí misma, la aplicación de las rentas públicas a los objetos útiles al país” y, en fin, todas las ventajas que corresponden a un gobierno propio. Mientras tanto, ellos tendrían un carácter provisorio, y su extensión quedaba supeditada al objetivo prioritario Las ideas de Monteagudo ya habían sido comprendidas por el recién organizado gobierno del Perú, del cual él formaba parte. El general San Martín a su consejo no dictó una Constitución, sino que un Reglamento (12 de febrero 1821) y luego promulgaría un Estatuto Provisional (8 de octubre). En el preámbulo de ambos textos se insistía en la idea de la provisionalidad de ellos, mientras se creaban las bases sólidas sobre las que en el futuro se asentaría una constitución definitiva, lo que las circunstancias actuales obligaban a diferir hasta tanto no se consolidara la independencia completa del territorio peruano. Era la pluma de Monteagudo la que destellaba en ambos instrumentos. La verdad de los hechos indica que la obra del gobierno de San Martín y Monteagudo fue fructífera: se creó la primera Escuela Normal de Lima; también la Biblioteca Nacional, a. la que tanto San Martín como Monteagudo donaron parte importante de su bibliotecas personales; se estableció la libertad de vientres, provocando un fuerte perjuicio económico a sectores con poder; se mejoró el oprobioso sistema carcelario de estilo hispánico; se abolió la mita y todas las formas de explotación del indígena; se combatió el juego, lo cual generó un agudo disgusto de algunas de las más encumbradas personalidades limeñas, ya que era ésta una costumbre fuertemente enclavada en su idiosincrasia; se creó también la Sociedad Patriótica de Lima, a favor de la acendrada convicción de Monteagudo de que la ignorancia era aliada de la esclavitud, y de que la dominación española había restringido todas las posibilidades educativas en la ciudadanía para evitar el razonamiento liberador. En medio de su brega y de su lucha Monteagudo fue un gran gobernante, a la hora de tomar medidas concretas de administración. Instauró un régimen judicial eficiente y una Cámara de Justicia; dispuso la abolición de la mita y el yanaconazgo; también que el indio se llamado peruano por derecho de nacimiento; una reforma carcelaria significativa; la creación de una Biblioteca Pública así como una Sociedad Literaria; la instalación de un sistema de enseñanza pública, primero en América; también el saneamiento financiero del Perú. Nada de todo ello importó a la hora en que sus detractores exigieron su extrañamiento. A raíz de la salida de San Martín para dirigirse la Guayaquil con el objetivo de entrevistarse con Simón Bolívar en lo que representaría luego el retiro de San Martín del Perú, se produce una reunión de unos cincuenta vecinos expectables convocados secretamente por Riva Agüero, quienes se confutaban para derribar a Monteagudo aunque quien había quedado a cargo del Protectorado era el Marqués de Torre Tagle, aristócrata peruano, considerado un títere sin personalidad. El débil Marqués de Torre Tagle no se opuso a la exigencia popular y decretó la cesantía del abogado tucumano, quien fue desterrado y embarcado en nave de guerra con rumbo al istmo de Panamá, con la expresa indicación de no regresar jamás a tierras peruanas, bajo amenaza de muerte dictada por el Congreso. Rumbo a Panamá.Monteagudo llega a Panamá, entonces provincia de Colombia, y se presenta ante el general venezolano José María Carreño, su gobernador, presentándole la carta del Marqués de Torre Tagle: "La salvación de la Patria y el decoro con que debe ser tratada la persona del honorable coronel don Bernardo Monteagudo han exigido que este Supremo Gobierno tome la determinación de remitirlo a esa ciudad, con el objetivo de que por aquella vía se pueda conducir a Europa o a otro punto que no sea el Estado peruano". Carreño, quien rápidamente es ganado por la personalidad de Monteagudo, lo .pone bajo custodia del teniente coronel Francisco Burdett O'Connor, quien poco antes había llegado para ocupar la jefatura de Estado mayor de Panamá. En sus Memorias el militar irlandés se exaltaría: "¡Qué favor más grande el qué me hizo el General Carreño! ¡Qué tesoro el que me había confiado para distraerme las horas en que me dejara libre mi batallón! Yo que antes comía en la mesa del General, no volví más desde que me entregó a mi ilustre huésped, el señor Monteagudo de quien me hice muy amigo y cuyo talento y vasta ilustración admiraba. El hablaba muy bien el francés y el inglés, trajo consigo muchos cajones de libros selectos, de los que me obsequió algunos”. Nótese que a pesar de la premura y de la violencia con que debió partir el argentino de Lima no dejó de llevar consigo sus preciados libros, lo que da testimonio de su condición de auténtico intelectual. Además, llevó también al exilio a su cocinero francés, confirmando su vocación por el buen gusto y el refinamiento. En una carta posterior, también dirigida al presidente de Colombia, Santander, Bolívar opina con mucho mayor entusiasmo; "Monteagudo tiene un gran tono diplomático y sabe en esto más que otros. Tiene mucho carácter, es muy firme, constante y fiel a sus compromisos. Añadiré francamente que Monteagudo conmigo puede ser un hombre infinitamente útil, porque tiene una actividad sin limites en el gabinete, y posee además un tono europeo y unos modales muy propios para una corte; es joven y tiene representación en su persona". Monteagudo se desplaza hasta Guatemala con la intención de sumarla activa y decididamente a la causa revolucionaria. Este periplo americano alimenta independentista en debe él ser la convicción pensada de en que términos la acción globales, continentales. Ninguna nación americana podrá salvarse sino es juntamente con las demás, pues los graves peligros que acechan no podrán ser vencidos en el aislamiento. Monteagudo y Bolívar. El Retorno al Perú.Tras una corta estadía en Panamá, recorrió Guatemala, Colombia y Trujillo, en Perú. Acompañó a Bolívar con el grado de coronel en la campaña final de la guerra de la independencia del Perú. No obstante la vigencia de la resolución legislativa que ordenaba su proscripción, acompañó a Bolívar en su entrada en Lima, después de la victoria en la batalla de Ayacucho del 9 de diciembre de 1824. Lo que más seducía a Bolívar eran las convicciones americanistas de su colaborador, quien así lo ayudaba a retomar aquellos impulsos de sus años mozos que luego la realidad de viajes y batallas le habían hecho postergar. Monteagudo era capaz de argumentar con sistema y pasión, citando filósofos de la antigüedad y autores modernos, lo que hacía sumamente convincentes sus desarrollos. Bolívar lo estimuló a escribir sobre el tema, lo que el argentino hizo en su célebre artículo “Ensayos sobre la necesidad de una federación general entre los estados hispanoamericanos y plan de su organización”, que quedase inconcluso a raíz de su muerte. Es seguro que de no haber sido por su muerte temprana el Proyecto de Unión Americana de Monteagudo, que Bolívar apoyaba sin retaceos, hubiese progresado a favor del entusiasmo y de la eficacia de su mentor. El historiador Vicuña Mc Kenna, chileno, escribió: “Un hombre grande y terrible concibió la colosal tentativa de la alianza entre las Repúblicas recién nacidas, y era el único capaz de encaminarla a su arduo fin. Monteagudo fue ese hombre. Muerto el, la idea de la Confederación Americana que había brotado en su poderoso cerebro se desvirtuó por sí sola”. A su vez, el político y escritor mexicano Tornel y Mendivil, corrobora: “Se ha atribuido al Libertador de Colombia, Simón Bolívar, la gloria de haber concebido el importante designio de reunir un congreso de las Naciones Americanas, a semejanza de todas las Confederaciones, tan célebres en la historia de los antiguos griegos. Mas la imparcialidad exige que se refiera que el primero en recomendar el proyecto verdaderamente grandioso, fue el Coronel Monteagudo, de temple muy fuerte de alma y compañero de Campañas del General San Martín, en sus memorables de Chile y el Perú”. La circular enviada a los demás gobiernos por Bolívar, firmada dos días antes de la Batalla de Ayacucho, y que lleva el innegable estilo de Monteagudo, dice en uno de sus párrafos: “Después de quince años de sacrificios consagrados a la libertad de América, para obtener el sistema de garantías que en paz y en guerra sea el escudo de nuestro nuevo destino, es tiempo ya de que los intereses y las relaciones que unen entre sí a las Repúblicas Americanas, antes Colonias españolas, tengan una base fundamental, que eternice, si es posible, la duración de estos gobiernos”. Siguen a continuación párrafos en los que se urge a enviar los representantes a Panamá sin esperar a que todas las repúblicas hayan aprobado la propuesta. “Si V.E. no se digna a adherir a él. Preveo retardos y perjuicios inmensos a tiempo que el movimiento del mundo lo acelera todo, pudiendo también acelerarlo en nuestro daño”. Es que el Libertador registra correspondencia donde señala que “Añadiré francamente que Monteagudo conmigo puede ser un hombre infinitamente útil, porque tiene una actividad sin límite en el gabinete, posee además un tono europeo y unos modales muy propios para una Corte; es joven y tiene representación en su persona”. Lo señala Juan Pablo Echagüe en su biografía. Precioso testimonio que define la personalidad del patriota argentino. De todos modos los últimos días de Monteagudo no son sedentarios. Invístele el Libertador de una misión diplomática confidencial a Guatemala, a donde se dirige por vía marítima, pasando por el Ecuador. Guatemala es la capital, por ese entonces, de las Provincias Unidas de Centro-América. En Guatemala un grupo de patriotas lo invitan a incorporarse al Congreso americano que, con el amparo de Bolívar, se debe reunir para proclamar la independencia continental. En esas se encontraba Bernardo, calculando que debería proseguir para México, cuando Bolívar lo llama nuevamente al Perú. Bolívar lo necesita en su gabinete: ya no está en Lima Riva Agüero, desterrado a su vez. Es el momento supremo para Monteagudo, soñado momento de encontrarse frente a una tragedia que él mismo ha construido por vocación revolucionaria. El Libertador Bolívar, quien siempre tuvo un afán político superior a sus inquietudes bélicas inmediatas, previó con la sagacidad del Estadista el concepto de una liga internacional de naciones americanas capaz de oponerse a esta Santa Alianza. La campaña de liberación del Sur le mantenía restringido de poder ocuparse de este proyecto con la celeridad que imprimía a todo. Además, carecía para este proyecto de un civil con suficiente capacidad para elaborar los documentos necesarios y hacer las gestiones internacionales. Monteagudo va a suplir la deficiencia y ocupará la función de asesor para este tema. La necesidad de crear un poder continental americano era claramente el principal deseo de Bolívar y sustentado en su poder militar y carisma propio, su objetivo era encabezar esa liga internacional. Monteagudo será el colaborador inicial para plasmar en hechos esa idea. Desde el 6 de diciembre de 1824, cuando entra en Lima a la vera de Bolívar Monteagudo desarrolla una febril actividad cumpliendo con las tareas que se le han encomendado hasta que la muerte lo sorprende en la calle Belén el 28 de enero de 1825. Su muerte.“La vida meteórica de Bernardo de Monteagudo, figura prócer de nuestra historia, me ha hecho pensar siempre en la trayectoria refulgente y conturbadora de los cometas. Fue un surco de fuego en el firmamento político de América. Como los cometas, apareció, ardió y corrió a hundirse en la sombra con la llama encendida”. Juan Pedro Echagüe El propio Bolívar según cuenta Pacho O Donnel se encargo de hacer confesar a Candelario Espinosa quien confeso que por cincuenta doblones de cuatro pesos en oro había matado al ilustre tucumano. El día del entierro Bolívar , contristado, se hace presente en la Iglesia de San Juan de Dios. Contempla el cadáver con recogimiento. Entonces se escucha, de labios del Libertador ¡Monteagudo, Serás vengado¡ En la noche del 28 de enero de 1825, fue ultimado a puñaladas en una calle de esa capital y nunca se supo el móvil. Unos dijeron que fue venganza política; otros hablaron del ajuste de cuentas de un marido celoso; otros lo atribuyeron a un simple asalto callejero, Los restos de Monteagudo fueron sepultados, como lo recuerda Páez de la Torre, en el nicho 2, segunda fila, del Cuartel de la Resurrección, en el Cementerio de Lima hasta que en 1917, el Gobierno Argentino logró que se autorizara la repatriación. El 26 de junio de ese año, se retiró la lápida y se extrajo un cajón atado con amarras. Se verificó que allí estaban los despojos, "en regular estado de conservación, envueltos en polvo de cal viva" y vestidos con el hábito franciscano, informa el acta. Con grandes honores militares y civiles se los trasladó a la Fragata "Sarmiento", y llegaron a Buenos Aires el 15 de febrero de 1919. Fueron inhumados en el cementerio de La Recoleta. “Monteagudo fue, con su carisma, su lucidez y su prestancia, el más prominente de los discípulos de Moreno. Cuando murió el admirado maestro, tomó decididamente su antorcha y prosiguió, sin declamaciones estériles, su lucha para coronar la independencia, despojada de las añejidades heredadas de la Colonia”. “Le tocó vivir en una época contradictoria. La conmoción revolucionaria que agitaba a América se ensombrecía ante el avance del absolutismo monárquico en Europa, afirmado tras la consolidación de la Santa Alianza. Las ideas democráticas de los inicios de la revolución debieron afrontar una dura prueba ante la influencia del recalcitante conservatismo europeo. Las contradicciones embargaron a los patriotas, y muchos ven un abismo entre el Monteagudo de 1812 y el de 1823. Pero el objetivo de la independencia no se vio menoscabado, aunque se dudase y se divergiese sobre las formas de gobierno y convivencia que debían darse las nuevas naciones”. ( Jorge Correa, Febo Asoma) Para la historiadora Elena Altuna: “su actuación no fue secundaria, sino complementaria de la de los libertadores y la ejerció, fundamentalmente, en el terreno de las ideas. Los escritos de Monteagudo conservan el valor de la prédica”. Su discurso revolucionario nace a partir de la lectura histórica y la filosofía clásica, pero con una profunda observación de los hechos y del proceso emancipatorio. En el plano de la acción Monteagudo insiste en que es menester realizar con hechos y no con palabras la revolución. Así escribe: “Necesitamos hacer ver con obras y no con palabras esos augustos derechos que tanto hemos proclamado”. Esto lo lleva a comprender que la independencia o sea la ejecución del acto jurídico no hace más que confirmar un derecho Monteagudo luchó natural previo. Colofón.Bernardo de por la independencia latinoamericana y fue uno de los primeros en proponer la unión de sus nuevas naciones. Pero es casi un desconocido. Intelectual, revolucionario, polemista, abogado y juez, Monteagudo fue secretario de José de San Martín y estrecho colaborador de Simón Bolívar. Se recibió de abogado en la histórica Universidad de Chuquisaca, cuna del concepto libertario americano, e ingresó a la política como héroe de la insurrección del 25 de mayo de 1809 que liberó a Bolivia. Luego, regresó a la Argentina para participar de la Revolución de Mayo y ser el encendido escritor desde La Gazeta de Buenos Ayres. Fue miembro activo de la Asamblea del año 1813, diseñó el Escudo Nacional, redactó la proclama de la independencia chilena, acompañó al ejercito revolucionario, tuvo a su cargo el juicio contra varios conspiradores, fue ministro del Perú gobernado por San Martín y Asesor de Simón Bolívar. Se puede leer en los textos de este visionario: “¡LIBERTAD, LIBERTAD sagrada, yo seguiré tus pasos hasta el sepulcro mismo! Que mas podemos pedirle a un héroe para inclinar nuestras cabezas en una postrera conmemoración? Nada hay en este proyecto que no sea un reconocimiento, un merecido homenaje de todo el Pueblo y Gobierno de la Provincia de Tucumán, su cuna natal. “Todos aman a su patria y muy pocos tienen patriotismo: el amor a la patria es un sentimiento natural, el patriotismo es una virtud: aquel procede de la inclinación al suelo donde nacemos y el patriotismo es un hábito producido por la combinación de muchas virtudes, que derivan de la justicia. Para amar a la patria basta ser hombre, para ser patriota es preciso ser ciudadano, es decir tener virtudes de tal”. ( Bernardo de Monteagudo) Creemos que Tucumán debe rescatar a tan ilustre hijo del olvido y revivir las glorias y los honores que le han brindado en el extranjero en tan innumerables oportunidades para que en su tierra natal, por vez primera pueda el gran abogado tucumano ser reconocido, admirado y honrado como lo que fue, uno de los motores de la revolución americana. Como se habrá podido apreciar la actividad de Monteagudo en las guerras de la Independencia fue siempre en la batalla de las ideas, ejerciendo con dotes magistrales su profesión de abogado. Sus grados militares jamás fueron su pasión y por el contrario su arma letal eran las ideas traídas de la Universidad de Chiquisaca, su profesión de Abogado. Es por eso que se propone que el Superior Gobierno de la provincia organice el retorno de los restos del Dr. Bernardo de Monteagudo para que sean depositados en el Hall Central del Primer Piso del Palacio de Tribunales. Desde allí ha de dotar de gloria los foros de la justicia tucumana y los abogados y justiciables podrán estar al cobijo de uno de los hombres que han luchado para que la justicia, la paz, la independencia y los derechos de los pueblos sean hoy una realidad. Una ceremonia de tal naturaleza obliga a invitar a los primeros mandatarios de Argentina, Chile y del Perú para que junto a una comitiva conformada por los Jefes de los tres poderes del Estado Provincial rindan los honores y dejen al prócer en su descanso final. La presencia de Monteagudo en nuestra tierra tucumana representara un soplo de brío e ímpetu de lucha. Por la Justicia, Por la Libertad, por las garantías y derechos de los tucumanos. Aquellos viejos sueños del prócer convertidos en realidad en una comunidad que lo reconoce como lo que es, uno de los puntales en los que se asentó la Independencia Americana. Por eso para los hombres de la pluma, para aquellos que libran a diario las batallas en la Justicia, abogados como Don Bernardo, jueces y justiciables que sea la presencia de Monteagudo en el palacio de Justicia la invocación a la memoria de los grandes. Como decía Avellaneda, vamos a recostarnos en tumbas gloriosas, vamos a apoyarnos en la memoria de Monteagudo para que las futuras generaciones tengan un faro de libertad, un faro de lucha, para que sepan los tucumanos lo que uno de sus hijos dilectos fue capaz de hacer con su verba, con su pluma, como periodista, asesor de los mas grandes hombres de la América Libre, como Propagandista de la Revolución Americana desde su inicio, como gobernante en el Perú y principalmente como Abogado, la vocación y profesión con la que lucho por la Independencia de los Pueblos libres de la América del Sur. Por todo ello es que, LA HONORABLE LEGISLATURA DE LA PROVINCIA SANCIONA CON FUERZA DE LEY Articulo 1º: Autorizase al Gobierno Superior de la Provincia por intermedio del organismo que resultare competente, a realizar todos los trámites, gestiones necesarias y/o pertinentes, así como también a suscribir los convenios que resultaren necesarios, por ante los descendientes del Dr. Bernardo de Monteagudo, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y el Gobierno Nacional, con el fin de poder trasladar los restos mortales del Dr. Bernardo de Monteagudo, hoy en el Cementerio de La Recoleta, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a la Ciudad de San Miguel de Tucumán.Articulo 2º: A tales fines autorizase la reasignación de los recursos necesarios para el cumplimiento de la presente ley en las partidas correspondientes al Presupuesto en vigencia.Articulo 3°.- Disponese que los restos del benemérito abogado sean ubicados en solemne monumento en el Hall Central del Primer Piso del Palacio de Tribunales.Articulo 3º: La Ceremonia de traslado de los restos del Dr. Bernardo de Monteagudo se realizará en el marco de los festejos conmemorativos del Día de la Independencia,. en la que se deberá invitar a la Señora Presidente de la Nación para que junto a los Presidentes de las hermanos Repúblicas de Chile y Perú, también especialmente invitados, rindan su homenaje al prócer acompañando a una Comisión Especial presidida por el Señor Gobernador de la Provincia y conformada por los Presidentes de los Poderes Legislativo y Judicial.Articulo 4º: El ingreso del Dr. Bernardo de Monteagudo al Palacio de Tribunales será escoltado por una guardia del Regimiento de Granaderos a Caballo, en representación del Ejercito Libertador.- (es una cuestión formal que no necesita estar en el texto de la ley) Articulo 5º: Publíquese.-