POSICIÓN DEL CELS SOBRE LA REFORMA DEL CONSEJO DE LA MAGISTRATURA Para el CELS, tal como sostuvimos en la audiencia pública convocada en el día de ayer, martes 20 de diciembre, por la Comisión de Asuntos Constitucionales y la Comisión de Justicia, existen razones más que suficientes para que el Senado reconsidere el dictamen aprobado sobre el proyecto de reforma del Consejo de la Magistratura. El CELS agradece y reconoce la invitación de los senadores a participar del debate sobre este importante proyecto. Sin embargo, manifiesta su preocupación por la premura que se le ha otorgado a este proyecto, en tanto el dictamen ya ha sido aprobado y se prevé su discusión en el pleno del Senado para el día de la fecha. Como usuarios de la administración de justicia, sabemos que el Consejo de la Magistratura es un órgano esencial del sistema judicial y tiene una relevancia máxima para garantizar su buen funcionamiento. En este sentido, coincidimos con la necesidad de modificar la dinámica de trabajo del Consejo de la Magistratura, pues ésta ha distado de ser la adecuada. Sin embargo, el proceso de debate parlamentario sólo será un buen ámbito para discutir y solucionar las debilidades del organismo si se propicia una discusión profunda, no dominada por urgencias injustificables. Incluso, gran parte de las reformas que el Consejo de la Magistratura precisa no necesariamente requieren un cambio legal. Por lo demás, es preciso advertir que el proyecto en discusión no se enmarca en una verdadera reforma judicial. Y que el debate ha quedado limitado, por las características de este proyecto, a la cuestión de la reducción de los miembros del Consejo de la Magistratura. El CELS no defiende intereses corporativos. También es conciente de que este proyecto ha recibido fuertes críticas de sectores que tuvieron una importante responsabilidad en el proceso de crisis y desprestigio de la justicia argentina, y a los que no se los escuchó alzar sus voces en resguardo de la independencia y la calidad del Poder Judicial. Por ello, el CELS quiere aclarar que las críticas sobre este proyecto de ley no diluyen las diferencias profundas que tenemos con estos sectores. Para el CELS, las críticas más importantes sobre el proyecto se resumen en las siguientes: 1. Una reforma como la que se propone no redundará en una mejora del funcionamiento del Consejo de la Magistratura. 2. La reducción de miembros no implica desburocratizar el órgano, ni agilizar sus decisiones. 3. El proyecto concentra poder en el sector político al permitir que sus representantes puedan sesionar con quórum propio, lo que significa alterar el equilibrio que prevé la Constitución Nacional entre los distintos estamentos que integran el Consejo. 4. Esta reducción de miembros limita la representatividad de las minorías parlamentarias y del sector de jueces y abogados. 5. El proyecto licúa las facultades del Consejo de la Magistratura en funciones presupuestarias, administrativas y de control de gestión del Poder Judicial. Por lo tanto no tendrá como efecto, una verdadera ruptura del corporativismo judicial existente. 6. El proyecto es técnicamente deficiente y en términos de política judicial opta por un camino incorrecto. 7. El proyecto ha generado sospechas en la sociedad sobre la posible afectación de la independencia judicial. 8. Por todo esto, este proyecto implica un retroceso en el proceso de recuperación de la credibilidad de la justicia que se había iniciado con medidas como la autolimitación del Poder Ejecutivo en la designación de jueces y el comienzo de la renovación del fuero federal. Horacio Verbitsky Presidente CELS Andrea Pochak Directora Adjunta CELS Desarrollo de los argumentos expuestos en la audiencia pública convocada por la Comisión de Asuntos Constitucionales y la Comisión de Justicia, del Senado de la Nación. En el día de ayer, martes 20 de diciembre, el CELS participó en una audiencia pública convocada por la Comisión de Asuntos Constitucionales y la Comisión de Justicia y Asuntos Penales del Senado de la Nación, en la que se discutió el proyecto de ley de reforma del Consejo de la Magistratura. Para el CELS, existen razones más que suficientes para que el Senado reconsidere el dictamen aprobado sobre dicho proyecto. El Senado invitó al CELS, junto a otras organizaciones no gubernamentales, a exponer su posición sobre el proyecto de ley. El CELS, Poder Ciudadano, la Asociación por los Derechos Civiles (ADC), la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), la Unión de Usuarios y Consumidores y el Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales (INECIP), unas semanas atrás, habían solicitado a la Comisión de Asuntos Constitucionales ser escuchados sobre el tema. Representó al CELS en esta oportunidad, Andrea Pochak, directora adjunta y directora del programa Justicia Democrática. En primer lugar, expresamos nuestro agradecimiento y reconocimiento por la invitación. Sin embargo, también manifestamos nuestra preocupación por la premura que se le ha otorgado a este proyecto, en tanto el dictamen ya había sido aprobado por las comisiones, y se preveía su discusión en el pleno del Senado para el día siguiente. Para el CELS —usuario frecuente de la administración de justicia—, el Consejo de la Magistratura es un órgano esencial del sistema judicial y tiene una relevancia máxima para garantizar su buen funcionamiento. En este sentido, coincidimos con la necesidad de modificar la dinámica y las lógicas de trabajo del Consejo de la Magistratura pues han distado de ser las correctas. Sin embargo, gran parte de las reformas que el Consejo de la Magistratura precisa no necesariamente requieren de un cambio legal. A su vez, el proceso de debate parlamentario sólo puede ser un buen ámbito para discutir y solucionar las debilidades del organismo si se propicia un debate profundo, que no esté dominado por urgencias que no se logran justificar satisfactoriamente. Por lo demás, entendemos que este proyecto no se enmarca en una verdadera reforma judicial. El debate quedó limitado a la cuestión de la reducción de los miembros del Consejo de la Magistratura. Tal como expresamos, nuestra posición no responde a intereses corporativos. Somos concientes de que este proyecto ha recibido fuertes críticas de sectores que tradicionalmente han tenido responsabilidad en el proceso de crisis y desprestigio de la justicia argentina. Sectores a los que no se los escuchó alzar sus voces en resguardo de la independencia y calidad del Poder Judicial, tal como en esta oportunidad. Las críticas a este proyecto de ley no diluyen las diferencias profundas que el CELS mantiene con estos sectores: en todo caso, no nos une el amor sino el espanto. Para repasar nuestras críticas al proyecto organizamos la exposición según los pretendidos objetivos de la reforma, de acuerdo con aquello que los senadores sostuvieron en reuniones previas. En este sentido, según surge de los debates en la Comisión de Asuntos Constitucionales, el proyecto tendría por objetivos el mejoramiento del funcionamiento del cuerpo, las rupturas del corporativismo y un aumento del peso del poder político en el Consejo. Nuestras observaciones demuestran que difícilmente estos objetivos se alcancen con el proyecto. En este sentido, los argumentos expuestos para justificar la propuesta son inconsistentes. El proyecto contiene deficiencias técnicas y, en materia de política judicial, ha optado por un camino incorrecto. A esto se suma que el proyecto tiene como consecuencia la concentración de poder en un estamento y que ha sido socialmente sospechado de pretender afectar la independencia judicial. 1. En cuanto a la mejora del funcionamiento y la eficiencia del Consejo En primer lugar, este objetivo difícilmente se logre con los cambios propuestos. Los senadores no han explicado cuáles son los indicadores que utilizaron para medir los problemas de eficiencia. En base a ello, no se entiende desde qué diagnóstico concreto se parte. Si uno de los fines queridos es mejorar la agilidad del cuerpo, entendemos que para ello no se necesita una reforma legal sino, fundamentalmente, modificar los reglamentos que regulan su trabajo cotidiano y las lógicas internas de funcionamiento. El plenario, por ejemplo, en la actualidad se reúne cada 15 días. La periodicidad de las reuniones no está en discusión en esta reforma y por supuesto eso no será cambiado con esta reforma legal. Tampoco es materia de esta reforma (ni podría serlo) la asistencia de los Consejeros a los plenarios. Esto está directamente relacionado con el compromiso que implica formar parte del Consejo de la Magistratura. De un relevamiento realizado en el primer semestre de 2005 surge que de los doce plenarios que estaban estipulados, dos se suspendieron por falta de quórum y en el resto, los representantes políticos estuvieron ausentes en más de la mitad1. Es decir, han estado ausentes del espacio dónde deben darse las discusiones propias de los cuerpos colegiados. Por último, a diferencia de lo que sucede en la Corte Suprema donde los expedientes giran de juez en juez, el funcionamiento del Consejo no va a mejorar con la reducción de miembros. Las decisiones se toman en las reuniones plenarias, luego de una discusión pública y el intercambio de argumentos, ya sea que el cuerpo tenga 13 o 20 miembros. Por otro lado, el funcionamiento de las comisiones del Consejo tampoco va a mejorar con la reforma legal. Los consejeros van a continuar teniendo la misma carga de trabajo que hasta ahora: en la actualidad existen 20 consejeros para 5 comisiones con 47 cargos, por lo que —en promedio— cada consejero tiene 2,35 cargos en comisiones. Con la reforma habrá 13 consejeros para 4 comisiones con 29 cargos, es decir, un promedio de 2,23 cargos por consejero. No se ve un cambio sustancial en el trabajo de los consejeros en las comisiones, por lo que la funcionalidad de las comisiones no variará. Como vemos, la idea de la reducción de miembros para la mejora del Consejo resulta ser un argumento aparente. Las reformas que se pretenden introducir no redundarán en una mejora de la funcionalidad del Consejo. 2. En cuanto a la ruptura de las lógicas corporativas Otro de los objetivos del proyecto parece estar dirigido a romper con las prácticas corporativas tradicionales. Si bien coincidimos en que es necesaria una reforma judicial que ataque Ver Poder Ciudadano, Observatorio sobre asistencias en el Consejo de la Magistratura, disponible en http://www.abogadosvoluntarios.net/archivos_ftp/asistencia.doc 1 directamente el corporativismo, entendemos que este proyecto no va en esa dirección. No avanza seriamente en romper las lógicas corporativas. Por un lado, fortalece al sector político en lo que tradicionalmente estuvo a cargo del sector político. Esto es, la selección y remoción de magistrados. Y por el otro, fortalece al sector judicial, y a la Corte Suprema en particular, en lo que tradicionalmente estuvo a cargo del Poder Judicial: la elaboración del presupuesto, la gestión administrativa, las reglamentaciones de superintendencia y la disciplina de los empleados judiciales. Es decir, el proyecto pareciera volver a la situación previa a la existencia del Consejo. Es necesario explicar un poco más este punto: el proyecto reduce las facultades del Consejo en varios temas fundamentales para el gobierno y la administración del Poder Judicial y los vuelve a depositar en manos de la Corte Suprema o los tribunales inferiores (cuestión que tradicionalmente estuvo a cargo del Poder Judicial y que siempre pretendió mantener). Esto lleva a que la tarea central y casi exclusiva del Consejo quede limitada a la selección y remoción de magistrados (antes de la reforma constitucional, esto estuvo exclusivamente en manos del sector político). Si a esto le sumamos que la reducción de miembros del Consejo —tal como está planteada— aumenta el peso relativo del sector político y permite, por ejemplo, que formen quórum sin necesidad de la presencia de ningún otro estamento, la selección y remoción de magistrados pasa a estar fundamentalmente en manos del sector político. ¿Por qué decimos que el proyecto reduce las facultades del Consejo y devuelve al Poder Judicial atribuciones que había perdido en manos del Consejo en virtud de la reforma constitucional del año 94? Por varias razones. En primer lugar, el proyecto no resuelve la disputa histórica existente entre el Consejo y la Corte Suprema en relación con la elaboración del presupuesto del Poder Judicial. Por ejemplo, el proyecto no modifica la Ley de Autarquía Financiera del Poder Judicial —una ley que rige desde el año 1990, es decir, anterior a la existencia del Consejo— y que deposita en la Corte la tarea de elaborar el presupuesto. A su vez, el proyecto no modifica el actual artículo 7 inciso 3 de la actual ley del Consejo de la Magistratura que mantiene la elaboración del presupuesto del poder judicial en manos de la Corte Suprema. Es decir, el Consejo sólo presenta observaciones a la Corte, que elabora el presupuesto y lo envía al Ejecutivo. Por otra parte, al no definir con claridad la cuestión de la administración del presupuesto, mantiene la ambigüedad y las tensiones con las que actualmente se trata este tema2. En segundo lugar, el proyecto parece devolverle a la Corte Suprema las facultades de dictar los reglamentos de superintendencia, como cabeza del Poder Judicial, cuestión esencial para el gobierno y el control de gestión del poder judicial. Por superintendencia puede entenderse, entre muchas otras cuestiones, por ejemplo, fijar el horario de los tribunales, cuestiones vinculadas con la gestión de los recursos humanos, el trámite de las declaraciones juradas de los jueces, el dictado de un código de ética judicial. Tradicionalmente estas facultades estuvieron en manos de la Corte Suprema y, por delegación, en las Cámaras de Apelaciones3. Sin embargo, en el año 2004, el Congreso Nacional incorporó Actualmente la Corte maneja su propio presupuesto y el Consejo de la Magistratura administra el presupuesto del resto del Poder Judicial. Si hay un excedente del presupuesto de la Corte, es ella quien resuelve cómo distribuir el resto en el Poder Judicial (sin intervención del Consejo). A su vez, los ingresos propios del Poder Judicial (p.e. tasa de justicia) lo administra la Corte Suprema. 3 Recuérdese, por ejemplo, la incorporación al reglamento para la justicia criminal del trámite de los expedientes tutelares de los menores de edad judicializados, el régimen de declaraciones juradas regulado por la Acordada de la 2 el inciso 16 al artículo 7 de la ley del Consejo de la Magistratura4 y pasó expresamente al Consejo la facultad de dictar los reglamentos de superintendencia. Ello, en la medida que estas tareas implicaban cuestiones propias del órgano encargado de administrar y gestionar el funcionamiento del Poder Judicial. Claramente, en estas cuestiones están involucradas muchas decisiones relacionadas con la organización y la gestión del trabajo de los jueces. Temas en los que en general el Poder Judicial ha resistido reformas. Ahora bien, este proyecto retrocede a la situación previa al 2004. Al derogar el inciso 16 que había sido incorporado y modificar el actual inciso 2, se fortalece a la Corte Suprema en la disputa sobre sus atribuciones para dictar este tipo de reglamentos5. En la medida que con la ley actual las funciones del Consejo en esta materia son expresas y que con la nueva ley se las deroga, el objetivo del proyecto parece estar dirigido a sacar del Consejo estas atribuciones y a que las reasuma la Corte. Por último, el proyecto mantiene en la Corte y en las Cámaras las facultades disciplinarias sobre los empleados del Poder Judicial. La ley las depositó originalmente en la Corte Suprema y los tribunales inferiores (artículo 7, inciso 12 de la ley vigente). En el año 1999 la Corte le pasó al Consejo estas facultades sobre sus propios empleados, aunque respecto del resto siguió en manos de los tribunales inferiores. Sin embargo, en el año 2004 la Corte retomó aquellas facultades que tenía6. Como vemos, el proyecto ratifica que estas facultades se mantengan en la Corte y en los tribunales inferiores. Claramente, esta es una discusión más amplia sobre funcionamiento y gestión del poder judicial que, tal como está plateado el debate, el proyecto no parece interesado en intervenir, aunque representa uno de los aspectos fundamentales de las tradicionales defensas corporativas que los senadores dicen querer quebrar. Por el contrario, se ha optado por un modelo que mantiene la tradicional organización y vuelve sobre viejas prácticas y rutinas. Los jueces están para fallar y no para administrar. 3. En cuanto al mayor peso político en el Consejo Un tercer fundamento del proyecto es que resulta necesario que el Consejo tenga un mayor peso político. Estamos de acuerdo en que los representantes políticos deben tener un peso importante en la definición de política judicial. Desde el CELS no sostenemos un discurso apolítico en temas de reforma judicial. Estamos convencidos de que el poder político no puede faltar en la definición y el diseño de estas políticas. Sin embargo, este proyecto no parece apuntar verdaderamente a este objetivo. Veamos. En primer lugar, al reducir las facultades del Consejo en materia de administración del presupuesto, disciplina, etcétera, no se gana en mayor peso político del Consejo. Por el contrario, se lo debilita en relación con sus facultades para definir o diseñar cuestiones de política judicial. A su vez, entendemos que para que el Consejo tenga efectivamente más peso político, los representantes políticos deben asistir a las reuniones plenarias y llenar de contenido a las discusiones. Cuestión que actualmente no sucede, ni la ley puede modificar. Corte Suprema 1/2000, o la excepción en el pago del impuesto a las ganancias dispuesto por Acordada de la Corte 6/96. 4 Incorporado por artículo 1 de la ley 25.876. 5 La Corte Suprema sigue considerando que tienen estas atribuciones, aún con la actual redacción de la ley. 6 La Corte delegó estas facultades en la Acordada 16/99 y las retomó en la Acordada 35/2004. En tercer lugar, creemos que un mayor peso político implica más representatividad política y no se entiende, entonces, la razón de la disminución de las minorías parlamentarias o de los abogados o de los jueces. Existen también importantes diferencias políticas e ideológicas entre jueces y abogados. No es cierto que los únicos que hacen política sean los políticos, por eso la reducción de miembros debilitará el peso político del cuerpo. La legitimidad de los integrantes del Consejo está dada por diversas fuentes. En el caso del Consejo de la Magistratura, la legitimidad no proviene únicamente del voto popular. Es necesario entender que, por la forma en que la Constitución ha organizado el sistema de gobierno, el Consejo de la Magistratura no se rige por la lógica parlamentaria sino que posee sus propias reglas de funcionamiento. La propia Constitución es la que ha definido que el Consejo sea un órgano plurisectorial y que estos estamentos estén representados en forma equilibrada. Claramente la Constitución ha optado por la idea de que ningún sector pueda tomar decisiones en forma autónoma. Tal como dijimos antes, en la medida que con la nueva conformación, el sector político tendrá posibilidad de formar quórum propio, esta ingeniería institucional se ve afectada. En este sentido, la idea de mayor peso del sector parlamentario no puede implicar romper el equilibrio de estamentos que dispone la Constitución. Así como es importante que los políticos tengan voz en el Consejo, también es necesario que otras voces intervengan en el debate sobre política judicial. Esto no se garantiza si se permite que el estamento político pueda sesionar con quórum propio, ya que no tiene en cuenta que otros sectores deben participar también de la discusión sobre política judicial. Los senadores entienden que actualmente están sobre-representadas las minorías. Sin embargo, el mismo argumento puede utilizarse para denunciarse la posible sobrerepresentación de las mayorías: si dos legisladores representarán a la mayoría y uno a la minoría, la mayoría (mitad más uno) se quedará con dos tercios de los representantes de los consejeros políticos. Creemos que deberían estudiarse opciones más creativas para superar estos inconvenientes, quizá, por ejemplo, pensar en que los representantes no lo sean por bloques, sino por las Cámaras, propendiendo a la formación de alianzas entre los distintos bloques. 4. Otros temas de preocupación Existen también otros temas que nos preocupan en el proyecto de ley. Un tema que apareció recién en el dictamen firmado el 13 de diciembre es la caducidad de los expedientes de acusación y disciplina que se inicien contra los jueces por el mero paso del tiempo. Si bien creemos que la garantía del plazo razonable también se aplica a procesos de remoción de magistrados, consideramos que la manera de asegurarla no es por medio de decretar la caducidad del proceso sino por medio de otras alternativas. Por ejemplo, podría pensarse en sancionar al consejero instructor que deje vencer los plazos, o cambiarlo por otro, o que el expediente se eleve al plenario para que lo tomen cuenta todos los consejeros, etc. La propuesta de la caducidad es un reclamo corporativo del sector de jueces, que ya ha sido debatido en el Consejo y que no ha logrado consenso. Este nuevo avance vuelve a permitir que un juez acusado pueda salir impune con el solo “cajoneo” del caso por algún consejero. También vemos con preocupación que no se requieran mayorías agravadas para designar consejeros en las comisiones. Una mayoría de dos tercios hace que tengan que lograrse acuerdos con un alto grado de consenso sobre cómo conformar una comisión. En cambio, con la reforma, un sector mayoritario podrá integrar como desee las comisiones sin necesidad de acordar con las minorías. En tercer lugar nos llama poderosamente la atención que el sistema para remover consejeros sea distinto para el caso de los jueces, abogados y académicos que para los legisladores y el representante del Ejecutivo. Para el primer caso, con una mayoría de tres cuartos de los consejeros se puede remover un miembro. En cambio, para el segundo caso será necesario que con tres cuartos el Consejo comunique a la Cámara o al Presidente para que sean éstos quienes promuevan la remoción. Creemos que este tratamiento diferente es contradictorio con el objetivo de luchar contra el corporativismo. En definitiva, tal como expresamos al comienzo, este proyecto no resuelve los problemas que los senadores aluden atacar y mantiene inalteradas muchas de las deficiencias existentes. Asimismo, por su contenido y por la forma en que se lo sometió al debate público, pareciera recorrer el camino inverso al iniciado con la renovación de la Corte Suprema.