Contrato de trabajo. Relación de trabajo. Relación de dependencia encubierta.... asesor de seguros. Recchimuzzi Alejandra Karen c/Viaggini Angel y Otros...

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Contrato de trabajo. Relación de trabajo. Relación de dependencia encubierta. Productor
asesor de seguros. Recchimuzzi Alejandra Karen c/Viaggini Angel y Otros s/despido, C.N.AT.,
Sala X, 14/7/04.
El Dr. Héctor J. Scotti dijo:
I. Llegan los autos a conocimiento de esta Alzada a propósito de los agravios vertidos por la
experta contable, la representación letrada de la demandada, la actora y su representación
letrada contra la sentencia dictada a fs. 646/647 vta., a mérito de los memoriales obrantes a fs.
649, fs. 651 y fs. 653/656 vta., mereciendo el último de ellos réplica de la contraria a fs.
661/663.
La idónea contable y la representación letrada de ambas partes recurren los estipendios que
fueran regulados en su favor por entenderlos exiguos. La accionante, en primer lugar, mantiene
la apelación incoada contra la resolución de fs. 608 que desestimara el pedido de préstamo del
expediente y suspensión de plazos y rechazara la homologación del pacto de cuota “litis”
convenido con su letrado. Asimismo, se agravia de la sentencia en cuanto rechaza en su
totalidad la demanda con fundamento en la inexistencia de relación laboral.
II. Me ocuparé, en primer término, de la queja relativa a la naturaleza del vínculo que uniera a
las partes, adelantando mi opinión favorable a la quejosa.
Para comenzar el análisis de la cuestión sometida a decisión de esta Alzada, no puede dejar
de destacarse que existe relación de dependencia laboral, simplemente, cuando una persona
pone a disposición su capacidad de trabajo para participar en un sistema productor de bienes y
servicios, a través de una organización empresaria total o preponderantemente ajena que, a la
vez, realiza su finalidad sobre la base de la libre disposición del propio servicio brindado, sin
olvidar para ello que a fines de determinar la naturaleza y existencia del vínculo laboral, más
que a los aspectos formales, deberá estarse a la verdadera situación creada en los hechos, es
decir, la apariencia legal no prevalece sobre la realidad (S.C.B.A., 9/11/77, “in re”: “Márquez
Nelson y otros c/Agua y Energía Eléctrica”, ED T. 78, pág. 544).
En ese orden de ideas, atento el reconocimiento de la prestación de servicios por parte de la
reclamada –de acuerdo con lo que surge del responde– no cabe más que aplicar la presunción
establecida por el art. 23 L.C.T. y, por ende, entender que la relación que unió a las partes
revestía naturaleza laboral.
A ello se suma, además, que la accionada ha sido declarada incursa en la situación prevista
por el art. 86 de la L.O. (ver fs. 343/344), circunstancia que llega firme a esta Alzada, por lo que
–obviamente– cabe tener por ciertos lo hechos expuestos en la demanda.
De esa manera, al hecho de presumir la existencia de la relación de trabajo se agrega que
dicha vinculación revestía todas las características tipificantes, a saber subordinación técnica,
jurídica y económica, teniendo en cuenta los hechos relatados al inicio y que se presumen
ciertos.
Entonces, el análisis del caso de marras debe partir de la situación planteada, encontrándose
en cabeza de la accionada desvirtuar las presunciones operantes en su contra, tarea que –
como adelanté– no ha logrado.
Ello así, dado que en el responde ni siquiera se explica –correctamente– cuál es la naturaleza
de la relación que importa desplazar la aplicación del derecho del trabajo, ya que demás está
decirlo “productor de cuentas de ahorro y capitalización” no existe como modo de contratación
independiente.
De la conjugación del escrito de contestación de demanda y del intercambio telegráfico
parecería que la accionada pretende la aplicación de las disposiciones de la Ley 22.400,
defensa que debe ser desestimada de plano ya que la norma citada se aplica a los
“productores asesores de seguros” y regirá “la actividad de intermediación promoviendo la
concertación de contratos de seguros” (art. 1, Ley 22.400), actividad que no resulta ser la
efectuada por la demandada.
Pero aún en el mejor supuesto para la accionada, esto es aplicando la mencionada normativa,
destaco que de la lectura del art. 10, inc. 2b), de la Ley 22.400 se desprende –a mi ver– sin
hesitación que para desempeñarse como productor asesor organizador se debe poseer –al
menos– una pequeña organización empresarial requisito sin el cual resulta inaplicable lo
establecido en el art. 11 de la citada ley.
Pues bien, analizadas las testimoniales glosadas en autos no encuentro acreditado en la
especie que la actora contara con una organización propia de las características requeridas por
la normativa precedentemente reseñada pues ninguno de los deponentes traídos por la
demandada hizo referencia a tal circunstancia; en rigor de verdad ninguno conoce a la
accionante.
A lo expuesto debe sumarse que no existe constancia alguna de la verificación, por parte de la
demandada, de lo establecido por el art. 7 de la Ley 22.400, en cuanto a la inscripción de la
actora en el registro de productores asesores de seguros, condiciones necesaria para ejercer
en forma independiente la actividad de intermediación de seguros.
Entonces, si la demandada pretendía encuadrar la relación habida en la esfera comercial,
debía demostrar que al momento de efectuarse la invocada contratación la actora era titular de
una “empresa” es decir de una organización instrumental de bienes materiales e inmateriales,
ordenados bajo su dirección para el logro de fines económicos o benéficos y la prueba
producida lejos está de corroborar tal extremo así como de desvirtuar las presunciones
operantes ya que solo uno de los testigos conoce a la actora (Cipriani), aclarando “que la vio un
par de veces”. Por ello no logro entender de que manera las pruebas enumeradas en el fallo de
grado pueden echar por tierra las presunciones legales.
Asimismo, opino que no resulta aplicable al caso lo establecido por el art. 11 de la Ley 22.400,
en cuanto establece que el cumplimiento de la función de productor de asesor de seguros no
implica, en sí misma, subordinación jurídica o relación de dependencia con la entidad
aseguradora o el asegurado, por las razones que expuse arriba.
Por lo tanto, no cabe sino modificar el fallo de grado en tanto considero que entre las partes
medió una relación de trabajo subordinado en los términos de los arts. 21, 22 y 23 L.C.T.
III.a. Sentado lo expuesto, es decir, declarada la existencia de una relación de índole laboral,
analizaré la pertinencia y cuantía de los rubros reclamados; para lo cual, teniendo en cuenta
que la demandante “no se encuentra registrada en los libros (de la demandada) como personal
en relación de dependencia” (ver experticia contable, Cap. IV, pto. b, a fs. 551/557), tendré por
ciertas la fecha de ingreso del 14 de setiembre de 1998 y la remuneración mensual de $ 800,
denunciadas al inicio (art. 55 L.C.T.).
Cabe aclarar, que resulta inatendible lo manifestado por la accionada a fs. 131vta., en torno del
ingreso de la reclamante, en cuanto a que la empresa habría iniciado sus actividades el 22 de
febrero de 1999, habida cuenta de que –tal como surge de la pericial contable– Plan Ambo S.A.
se constituyó el 9 de diciembre de 1997 y se inscribió en la A.F.I.P. el 1 de julio de 1998.
III.b. Corresponde ahora analizar si el despido indirecto dispuesto por la dependiente se ajustó
a derecho; extremo sobre el que no se presentan dudas, toda vez que la accionada negó la
existencia de la relación cometiendo la mayor injuria que puede proferirse a un trabajador. En
esas condiciones, es obvio que el despido debe ser indemnizado (art. 242 L.C.T.).
III.c. Resulta viable, igualmente, el reclamo por salarios, aguinaldos y vacaciones adeudados
ya que –demás está decirlo– no obra en autos constancia alguna de su pago, es más, ni
siquiera se ha invocado el mismo.
Lo mismo ocurre con el pago de los sueldos anuales complementarios y de las licencias por
vacaciones, toda vez que no se encuentra discutido que las mismas fueron gozadas.
III.d. Le asiste razón a la accionante en lo que hace a las horas extras cuyo pago persigue, a lo
que debo agregar que no resulta aplicable –en marras– lo expuesto por el Sr. juez “a quo” en
cuanto a la exclusión de las mismas para el trabajo remunerado a comisión.
Ello así, porque la situación difiere si la demandante era remunerada con un salario básico más
comisiones o sólo percibía comisiones con un mínimo garantizado, ya que solo en éste último
supuesto se encontrará excluída de la jornada legal.
Al respecto, las constancias de autos –en rigor de verdad, su ausencia– me llevan a coincidir
con la postura de la accionante; toda vez que ésta afirmó que su salario estaba constituído por
un básico de $ 250 más comisiones.
En consecuencia, la demandante de ninguna manera se encontraba exceptuada de la jornada
de trabajo ni de la posibilidad de percepción de horas extraordinarias.
Asimismo, como me he pronunciado anteriormente en esta misma Sala X, en cuanto a la
prueba del cumplimiento de labores durante tiempo extraordinario, no existe norma legal
alguna que establezca que su valoración deba ser realizada con mayor estrictez, o que la
convicción que arroje la prueba producida deba ser más contundente que la necesaria para
administrar cualquier otro hecho litigioso. En otras palabras, el horario puede ser probado por
cualquiera de los medios expresa o implícitamente admitidos por la ley orgánica y, la valoración
de la prueba, debe ser realizada conforme los principios de la sana crítica, como lo dispone el
art. 386 del CPCCN (esta Sala X, SD 326 del 25/9/96, in re: “Morgante Adriana
c/Representantes S.A. s/despido”; conf. C.N.A.T., Sala IV, 31/5/93, in re: “Funari Raúl
c/Consorcio de Propietarios”), destacándose, además, que no encuentro que la realización de
trabajo suplementario no pueda ser también acreditada por la aplicación de lo dispuesto en el
art. 86 LO, tal como sucede en el sub examine (conf. Perugini “Algo sobre las horas extra” D.T.
1994-B-p. 1370; y esta Sala X, “in re”: “Delgadillo Muñoz Damián c/Sidec S.A. s/Ley 22.250”,
SD 458 del 22/10/96).
En ese orden de ideas, cabe tener por cierta la efectiva realización de labores en exceso de la
jornada legal.
Si bien lo expuesto hasta aquí es suficiente para sellar la suerte de la cuestión, la Ley 11.544,
art. 6, inc. c), obliga al empleador a llevar un registro de todas las horas extras trabajadas y
ante su omisión (ver pericia contable) resulta procedente la aplicación de la presunción
derivada del art. 55 de la L.C.T. (en tal sentido: C.N.A.T., Sala VII, SD 23.769 del 30/4/94, en
autos “Gómez Jorge c/Fedelaborde Roberto s/despido” y precedente de esta misma Sala X, SD
906 del 31/12/96, en autos “Amarilla c/ATA s/despido”, entre otros), circunstancia que deriva,
también, en el acogimiento del reclamo de la demandante en lo que hace a la cantidad de
horas laboradas, pero no así con respecto a la suma reclamada en dicho concepto ya que las
mismas deben calcularse sobre la base del salario básico (sin incluir la porción constituida por
las comisiones).
III.e. Igual suerte correrá el reclamo referido a la reparación contenida en el art. 8 de la L.N.E.,
atento los términos de la intimación transcripta a fs. 23vta., las que encuentro suficientes a los
efectos del art. 11 de la ley citada y tomando en consideración, obviamente, que, tal como
surge de autos, el accionante no se encuentra registrado en los libros de la demandada.
Por lo demás, resulta irrelevante que se haya denunciado el vínculo antes de cumplirse los
treinta días posteriores a la intimación por cuanto parece obvio que quien ha manifestado
claramente que no considera dependiente suyo a la persona que lo interpeló no va a dar
cumplimiento, con relación a él, a las disposiciones de la Ley 24.013, con o sin intimación
válida y antes, durante o después del término contenido en el ya mencionado art. 11; no veo de
que modo hubiera resultado trascendente que el trabajador le hubiera otorgado treinta días en
lugar de dos como lo hizo o hubiese aguardado esos treinta días cuando el que luego se probó
que era su patrono ya le había anticipado que no se consideraba tal (esta Sala SD 8.448 del
8/8/00 “in re”: “Romero Héctor M. c/Martín Margarita s/despido”, entre muchos otros).
Del mismo modo, pienso que corresponde acoger la pretensión referida a la duplicación
establecida en el art. 15 de la normativa de marras, toda vez que no se ha acreditado de modo
fehaciente (por parte del empleador, desde luego) que su conducta no tuvo por objeto inducir al
trabajador a colocarse en situación de despido. En el caso, no solamente no se acreditó tal
circunstancia sino que, inclusive, la causal invocada (negativa de la relación laboral) resulta un
elemento más que suficiente como para considerar que, más que inducirlo, al demandante no
se le otorgó otra alternativa que denunciar el vínculo.
III.f. De acuerdo a lo expuesto a fs. 24vta., la reclamante ha dado cumplimiento a los requisitos
exigidos por el art. 2 de la Ley 25.323 y el art. 80 LCT último párrafo agregado por el art. 45 de
la Ley 25.345 por lo que ambas reparación habrán de prosperar.
En lo que hace al segundo de los resarcimientos citados, en el concreto caso de autos resulta
irrelevante a mi ver la circunstancia de que para formular el emplazamiento previsto en la
norma citada el trabajador no haya aguardado los treinta días que prevé el Dto. 146/01
reglamentario de aquélla.
Ello es así toda vez que la accionada no invocó siquiera (menos aún lo probó) haber puesto a
disposición del dependiente la certificación aludida en el citado art. 80, L.C.T. antes o después
de que venciera el plazo exigido por el decreto reglamentario.
En suma, estimo que si la empleadora en ningún momento puso a disposición de su
subordinado las certificaciones contempladas por el art. 80 L.C.T. primer párrafo, no puede
sustraerse al pago del resarcimiento contemplado en el párrafo agregado por el art. 45 de la
Ley 25.345, sea cual fuere la oportunidad en que se hubiera cursado la interpelación exigida
por dicha norma.
IV. Por lo expuesto en los capítulos anteriores, deberá diferirse a condena la suma que resulta
de la liquidación que, a continuación, practico: diferencias salarios mayo/julio ’00: $ 1.200;
salarios adeudados agosto/octubre ’00: $ 2.400; vacaciones ’99: $ 448; Vacaciones ’00: $ 448;
horas extra adeudadas: $ 897,60; SAC s/Hs. extra: $74,80; SAC ’99: $ 800; SAC, prop. ’00: $
666,66; indemnización, art. 245, L.C.T.: $ 1.600; preaviso c/SAC: $ 866,66; Indem. art. 8
L.N.E.: $ 5.000; Indem. art. 15 L.N.E.: $ 2.400; Indem. art. 2, Ley 25.323: $ 1.200; Indem. art.
45, Ley 25.345: $ 2.400.
Todo ello arroja un total de $ 20.401,72, cifra a la que, de acuerdo con el criterio expuesto por
la Cámara en pleno en el acta 2357 del 7/5/02 –ref. por Res. 8/02– se le adicionarán intereses
del 12% anual desde que cada crédito es debido hasta el 31/12/01 y a partir del 1/01/02 la tasa
de interés activa fijada por el Banco de la Nación Argentina para el otorgamiento de préstamos
según la plantilla que difundirá la Prosecretaría General de la Cámara (C.N.A.T. Acta 2357 del
7/5/02 modif. por Res. 8/02).
V. Asimismo, habrá de condenarse a la demandada para que, en el plazo de cinco días,
acompañe en autos los certificados de trabajo y de aportes y contribuciones previsionales a
nombre del actor, de conformidad con lo dispuesto por el art. 80 LCT, bajo apercibimiento de
astreintes a razón de $ 10, por cada día de atraso (art. 666 bis. Cód. Civil).
VI. Me abocaré, a continuación, de las acciones entabladas contra los Sres. Angel Viaggini,
Ricardo Lescano y Jorge Rodolfo Mallorca.
En lo que hace al primero de ellos la demanda debe ser desestimada a raíz de que no se
cuenta –en el “sub lite”– con prueba alguna de que el mismo haya sido integrante o directivo de
la sociedad empleadora de la accionante.
Distinto es lo que ocurre con los otros dos codemandados, contra quienes –entiendo– la acción
de prosperar.
Para así establecerlo memoro en primer término que conforme las disposiciones contenidas en
la ley comercial tanto los administradores como los representantes del ente societario deben
obrar con lealtad y con la diligencia de un buen hombre de negocios. El incumplimiento de ese
deber por parte de los primeros, los hace responder ilimitada y solidariamente ante la sociedad,
los accionistas y los terceros por el mal desempeño de su cargo así como por la violación de la
ley, el estatuto o el reglamento y por cualquier otro daño producido por dolo, abuso de
facultades o culpa grave (arts. 59 y 274, Ley 19.550).
Por lo tanto, si en la gestión del negocio incurren, por lo menos, en culpa grave, deben
responder ante el tercero (en el caso, el trabajador) que, como consecuencia del
incumplimiento sufre un daño.
En el caso de autos, como surge de los capítulos precedentes, la actora no fue registrada en
los libros de la accionada pues percibía la totalidad de sus haberes “en negro”.
Es decir, los codemandados avalaron la práctica de no registrar ni documentar el salario
efectivamente convenido y pagado a su dependiente, práctica prohibida por el art. 140, L.C.T. y
10 de la Ley 24.013. Tal conducta constituye un típico fraude laboral y previsional ya que tiene
normalmente por fin último la evasión al sistema de Seguridad Social. Se perjudica al
trabajador, que se ve privado de todos los beneficios sociales; al sector pasivo, que es víctima
de la evasión y a la comunidad comercial en cuanto al disminuir los costos laborales, pone al
autor de la maniobra en mejor condición para competir en el mercado que la reservada a otros
empleadores respetuosos de la ley.
En la especie, el codemandado Lescano resulta ser el presidente de la empresa de quien fuera
empleadora de la actora, mientras que el Sr. Mallorca es integrante del directorio de la misma
y, ambos, resultan ser socios fundadores. Estos extremos surgen palmariamente acreditados
por la rebeldía decretada a fs. 212 a Lescano, por el reconocimiento vertido por Mallorca a fs.
137, por el acta de constitución de la sociedad glosada a fs. 511/517 y por lo informado por la
A.F.I.P. a fs. 397.
No obsta, a todo lo expuesto, lo resuelto por la Corte Suprema de Justicia de la Nación en los
precedentes “Carballo Atiliano c/Kanmar S.A. (en liquidación) y Otros” y “Palomeque Aldo R.
c/Benemeth S.A. y Otro” del 3/4/03.
Ello es así dado que, por una parte, no contienen referencia alguna al art. 274 de la Ley 19.550
citado anteriormente. Pero, además, y esto es lo determinante, están referidos a aspectos
fácticos propios de esas causas (en el caso “Carballo” no se habrían acreditado los actos
fraudulentos de la sociedad, mientras que en “Palomeque” se juzgó que las irregularidades
detectadas resultaban insuficientes para la aplicación del art. 54, Ley 19.550) y no constituyen,
como es obvio, un criterio interpretativo acerca del precepto en cuestión, que pudiera ser
considerado como vinculante para los Tribunales inferiores. Con relación a esto último cabe
recordar que tratándose de una norma de derecho común, tanto la Constitución (arts. 75, inc.
12, 116 y 177) como la ley (art. 15, Ley 48) impiden el acceso del Alto Tribunal cuando se trate
de interpretación o aplicación de ese tipo de disposiciones.
Por lo demás, ni esas decisiones ni el contenido de los dictamenes del señor procurador fiscal
(a los cuales se remite el Superior Tribunal) ni, mucho menos, el plexo normativo integrado por
la Constitución nacional y la Ley 48 autorizan a sostener que la Corte Suprema de Justicia de
la Nación ha establecido una pauta interpretativa inflexible en torno a los arts. 54, 59 y 274 de
la Ley de Sociedades, que su aplicación deba llevarse a cabo de manera restrictiva o que
solamente puedan actuarse cuando concurran determinados presupuestos fácticos.
En verdad, no encuentro mejor modo de demostrar la pertinencia de responsabilizar
solidariamente a las personas físicas demandadas que reiterar los conceptos vertidos por mi
distinguido colega el Dr. Simon al votar, entre otros, en el precedente “Rumi Arabehety María
Estela c/Serra Lima María Marta y otros s/ despido”, Expte 20.391/00, del registro de esta Sala,
apoyado en un meduloso trabajo de Ricardo Gulminelli (“Un retroceso en materia de
responsabilidad de los administradores societarios” en La Ley 28/10/03).
Se señaló en esa oportunidad que, en principio, cabe distinguir el régimen de responsabilidad
de los administradores societarios (arts. 59, 157, 274 y ccdtes. de la LS) del de los socios (art.
54 en especial el apartado tercero), como así también identificar la relación que debe existir
entre la antijuridicidad por mal uso de la personalidad jurídica y el daño por ser la consecuencia
dañosa la que fija los límites de la responsabilidad.
Señala el autor citado que si se utiliza una sociedad comercial que limita la responsabilidad de
sus socios para evadir cargas sociales es posible extender la misma a los que han obrado
beneficiándose con la operatoria ilegal. Ello puede hacerse mediante la aplicación del art. 14
LCT que puede utilizarse en forma complementaria con el art. 54, 3er parr, LS, que también
aprehende –entre otras– la noción de fraude. En tal supuesto operará la inoponibilidad de la
personalidad jurídica lo cual no implica que la misma se anule.
Por consiguiente –señala– no cabe interpretar el art. 54 como lo hiciera la Corte en autos
“Palomeque”, esto es en el sentido que puede aplicarse sólo cuando la sociedad sea ficticia o
fraudulenta, constituida en abuso de derecho y con el propósito de violar la ley –lo cual supone
intencionalidad en el momento de constitución– y que, prevaleciéndose de la personalidad,
afecte el orden público laboral o evada normas legales. Ello por cuanto se deja de lado la
“actuación” del ente a que alude la norma mencionada sin distinguir que una cosa es la nulidad
por objeto ilícito en que es adecuado hablar de desestimación “propiamente dicha” o “absoluta”
y otra la inoponibilidad o ineficacia de la sociedad frente a un acto o actos determinados a que
denomina “desestimación limitada o parcial”.
Pero existen otros supuestos a considerar admitidos por la norma, fuera de esos dos casos
extremos ya que la ley sanciona el obrar culposo del socio o controlante. El autor mencionado
dice que, si bien en el origen de la actuación se implica una actuación intencional de los sujetos
involucrados (al menos de algunos de los que puedan resultar responsables), la ley no
distingue y permite la imputación directa a los que hubieran hecho posible la actuación dañosa
de la sociedad actuando culpablemente, posibilitando con su actitud que se produzca el
resultado disvalioso, pretendido por otros consocios o co-controlantes. El socio o controlante
debe hacer todo lo que esté a su alcance para impedir que se concrete la actuación desviada
de la sociedad y cuando el legislador alude a la responsabilización del que hubiere hecho
posible la actuación desviada de la sociedad, obviamente, involucra al socio o controlante que
pudo haberla evitado y no lo hizo, obrando dolosa o culposamente (en este punto se aplican las
normas de derecho común, arts. 512; 902 y 1109 C.C.).
En tal contexto, desde que la falta de registro de un trabajador (o una registración deficiente)
constituye un recurso para violar la ley ( L.C.T. y la L.N.E.), el orden público (el orden público
laboral expresado en los arts. 7, 12, 13 y 14 L.C.T.), la buena fe (que obliga al empresario a
ajustar su conducta a lo que es propio de un buen empleador, art. 63 L.C.T.) y para frustrar
derechos de terceros (a saber, el trabajador, el sistema previsional, los integrantes del sector
pasivo y la comunidad empresarial), podrán imputarse los perjuicios sufridos incluso a los
socios o controlantes que -con su obrar culposo- avalaron la actuación disvaliosa no
manifestando su disconformidad.
Concluye que los actos implicados en el art. 54, tercer párr. de la L.S. son antijurídicos y quien
los realiza dolosa o culposamente queda responsabilizado. Si no se aceptara que la actuación
torpe de la sociedad resulta “imputable” a los socios o controlantes que la hicieron posible, se
perjudicaría a quienes están legitimados para invocar la inoponibilidad de la personalidad
jurídica. Los damnificados solamente podrían reclamar la reparación de los daños sufridos pero
jamás el cumplimiento de las obligaciones contraídas por la sociedad. Sin embargo, la ley no
expresa que deba optar excluyentemente por dirigirse contra los verdaderos responsables o
contra el centro de imputación que ellos utilizaran en forma disvaliosa sino que otorga a los
terceros una posibilidad más a su favor.
En relación a la responsabilidad de los directores el autor mencionado al comentar el fallo
“Palomeque” dice que no resulta aceptable que frente a una demanda de responsabilidad
dirigida contra un sujeto que reúne la doble calidad de director y de socio se lo exculpe
fundando la sentencia solamente en normas que se refieren a la última condición, ya que por
imperio del “iura novit curia” se debe aplicar el derecho al caso concreto, sancionando a
quienes como directivos fueran responsables aunque fueran excusados en su carácter de
socios. También señala que supera los límites de lo imaginable que se exija que medie un
vínculo laboral directo entre el damnificado y los socios (en directa referencia al dictamen del
procurador fiscal que la Corte hace suyo). Es doctrina y jurisprudencia absolutamente pacífica
–dice Gulminelli en su trabajo– que la responsabilidad de los directores societarios es rigurosa
ya que deben actuar en base a la lealtad y diligencia de un buen hombre de negocios que en
definitiva, importa la aplicación de las pautas “circunstanciales” previstas en los arts. 412 y 902
C.C. Un funcionario de una sociedad comercial tiene que obrar con más diligencia que un
hombre común, porque una sociedad en malas manos se puede convertir en un instrumento
peligroso.
Por lo tanto, sea por la vía del art. 59 LS o por la de la normativa común, se concluiría en el
deber de actuar como un buen gerente o como un buen hombre de negocios. Cada
protagonista deberá ser juzgado en base a sus circunstancias personales.
Es que la ley de sociedades comerciales (v. art. 59) fija pautas de conducta a las que deben
ajustar su conducta administradores y representantes; éstas reflejan principios generales del
derecho (arts. 1198 y 1724 y conc. C.C.) que imponen no sólo actuar de buena fe sino ejercer
los negocios sociales con el mismo cuidado y la misma diligencia que en los propios. Los actos
realizados en el seno del órgano son tenidos como realizados por la persona jurídica sin
perjuicio de la responsabilidad personal que atendiendo a su actuación individual pueda
acarrearle (arts. 274 LS, CNCom , Sala A, 22-10-99 in re “Gatti Ernesto c/Bulad Alfredo s/sum”,
citado en el voto de la Dra. Piaggi “in re” “Alarcón Miguel c/Distribuidora Juárez S.R.L. y Otros”
C.N.A.Com. Sala B 17-06-03).
En el “sub lite”, quienes cumplieron el doble rol de socios y administradores, pueden ser
responsabilizados por esta última calidad sin tener que recurrir al recurso técnico de la
inoponibilidad de la persona jurídica que los alcanza en su calidad de socios (art. 54 LS). Ello
es así por cuanto con dicho sustento normativo se persigue igual propósito que el logrado por
aplicación de las normas que consagran la responsabilidad de los codemandados en tanto
directores del ente (arts. 59 y 274, Ley 19.550, “in re” “Cancela Echearay Guillermo
c/Compartime S.A.” Sala A C.N.A.Com. del 7/11/02).
Por esas razones, no cabe más que hacer extensiva la condena, en forma solidaria, a los
coaccionados Ricardo Lescano y Jorge Rodolfo Mallorca, como así también la imposición de
costas.
VII.a. La solución explicada hace innecesario, por abstracto, el análisis de los agravios vertidos
por la demandante, contra el rechazo de los pedidos de suspensión de plazos y préstamo del
expediente.
VII.b. Le asiste razón a la recurrente en cuanto apela la resolución mediante la cual el juez de
origen no homologó el pacto de cuota litis celebrado con el actor.
Ello así, dado que el pacto de cuota litis no es más que una sociedad civil de carácter
accidental, del tipo aproximado de las de capital e industria, en la cual el socio capitalista
(cliente) aporta su crédito y el socio industrial (abogado) aporta su trabajo personal con el fin de
dividirse las utilidades eventuales en forma proporcional y con el riesgo de perder sus aportes
en caso de explotación inexitosa (con. C.N.Civ., Sala L, “Dobisky Ricardo c/González del Río
Gerardo”, 11-V-92; LL 1993-A-583) (el subrayado me pertenece).
De manera tal, que el único requisito necesario es que exista un alea en lo que se refiere al
resultado de la acción o reclamo, del cual participa el profesional asumiendo el riesgo de perder
su retribución en el caso que no prospere la acción de la que resulte ser socio (conf. C.N.Civ.
Sala C, “Tossi Omar c/Obras Civiles S.A.0ö, 15/3/90).
La razón por la cual es necesario ese “alea” –al que con acierto hizo hincapié el sr. magistrado
de grado– es que si el profesional va a participar de -por decirlo de alguna manera– la
“ganancia”, resulta por demás obvio que debe también correr los riesgos necesarios para
obtenerla.
Tomando ello en cuenta es que la Sala II de ésta Cámara sostuvo –con criterio que este
Tribunal comparte– que dado el carácter aleatorio del pacto de cuota litis y a fin de no
desnaturalizarlo, debe hacerse valer en juicio con anterioridad al pronunciamiento definitivo
(“Schrailer Sergio c/Dir S.A.”, 12/3/89).
En base a lo expuesto, no encuentro razón para rechazar el pedido de homologación de un
pacto de cuota “litis” presentado con anterioridad a la sentencia definitiva de primera instancia,
máxime cuando el porcentaje pactado (7%) es, a todas luces, proporcional a los trabajos que
tendría a su cargo el profesional, teniendo en cuenta el momento en que se presentó en autos.
VIII. La solución propuesta en los capítulos precedentes importa, por aplicación de lo dispuesto
por el art. 279 del C.P.C.C.N., dejar sin efecto lo resuelto en materia de costas y honorarios,
por lo que deviene abstracto el tratamiento de los recursos incoados al efecto.
En consecuencia, sugiero imponer las costas de ambas instancias, por las acciones entabladas
contra Plan Ambo S.A., Jorge R. Mallorca y Ricardo Lescano a cargo de las demandadas (art.
68 C.P.C.C.N.), regulando los honorarios de la representación letrada de los dos primeros
codemandados referidos en el 11% del monto total de condena compresivo de capital e
intereses (art. 38 L.O.).
En lo que hace a las costas, de ambas instancias, relativas a la acción incoada contra Angel
Viaggini propicio imponerlas a cargo de la actora vencida (art. 68, C.P.C.C.N.).
Asimismo, de acuerdo al mérito y extensión de las labores desarrolladas en la instancia de
grado, las pautas arancelarias vigentes y las facultades otorgadas por el art. 38 de la L.O.,
sugiero regular los emolumentos de la representación letrada de la actora en el 16% y de la
experta contable en el 7%, ambos a calcularse sobre el monto total de condena, comprensivo
de capital e intereses.
Finalmente, propongo regular los honorarios de los firmantes de las presentaciones de fs.
653/656 y fs. 661/663, en el 25% –respectivamente– de lo que le corresponde percibir a cada
una de sus partes por los trabajos realizados en primera instancia (art. 38 L.O.).
IX. Por todo lo expuesto, de prosperar mi voto, correspondería:
1. Revocar el fallo apelado y, en consecuencia, hacer lugar a la demanda, condenando a Plan
Ambo S.A., Jorge Rodolfo Mallorca y Ricardo Mallorca y Ricardo Lescano, en forma solidaria, a
abonar a Alejandra Karen Recchimuzzi la suma de pesos veinte mil cuatrocientos uno con
sesenta y dos centavos ($ 20.401,72), suma que devengará un interés del 12% anual desde
que cada crédito es debido hasta el 31/12/01 y a partir del 1/1/02 la tasa de interés activa fijada
por el Banco de la Nación Argentina para el otorgamiento de préstamos según la plantilla que
difundirá la Prosecretaría General de la Cámara.
2. Asimismo, condenar a las demandadas para que, en el plazo de cinco días, acompañen en
autos los certificados de trabajo y de aportes y contribuciones previsionales a nombre del actor,
de conformidad con lo dispuesto por el art. 80 LCT, bajo apercibimiento de astreintes a razón
de $ 10, por cada día de atraso.
3. Imponer las costas de ambas instancias, por las acciones entabladas contra Plan Ambo
S.A., Jorge R. Mallorca y Ricardo Lescano a cargo de las demandadas vencida (art. 68
C.P.C.C.N.).
4. Regular los honorarios de la representación letrada de la actora, de los codemandados Plan
Ambos S.A. y Mallorca, conjuntamente, y de la perito contadora, en el 16%, 11% y 7%,
respectivamente, del monto total de condena compresivo de capital e intereses.
5. Imponer las costas, de ambas instancias, relativas a la acción incoada contra Angel Viaggini
a cargo de la actora vencida.
6. Regular los honorarios de los firmantes de las presentaciones de fs. 653/656 y fs. 661/663,
en el 25% –respectivamente– de lo que le corresponde percibir a cada una de sus partes por
los trabajos realizados en primera instancia.
7. Homológuese el pacto de cuota litis presentado a fs. 607 punto IV, convenido entre la actora
y su letrado.
El Dr. Julio César Simon dijo:
Por compartir los fundamentos del voto precedente, adhiero al mismo.
El Dr. Gregorio Corach, no vota (art. 125 L.O.).
Por lo que resulta del acuerdo que antecede,
EL TRIBUNAL
RESUELVE:
1. Revocar el fallo apelado y, en consecuencia, hacer lugar a la demanda, condenando a Plan
Ambo S.A., Jorge Rodolfo Mallorca y Ricardo Lescano, en forma solidaria, a abonar a
Alejandra Karen Recchimuzzi la suma de pesos veinte mil cuatrocientos uno con setenta y dos
centavos ($ 20.401,72), suma que devengará un interés del 12% anual desde que cada crédito
es debido hasta el 31/12/01 y a partir del 1/01/02 la tasa de interés activa fijada por el Banco de
la Nación Argentina para el otorgamiento de préstamos según la plantilla que difundirá la
Prosecretaría General de la Cámara.
2. Asimismo, condenar a las demandadas para que, en el plazo de cinco días, acompañen en
autos los certificados de trabajo y de aportes y contribuciones previsionales a nombre del actor,
de conformidad con lo dispuesto por el art. 80, L.C.T., bajo apercibimiento de astreintes a razón
de $ 10, por cada día de atraso.
3. Imponer las costas de ambas instancias, por las acciones entabladas contra Plan Ambo
S.A., Jorge R. Mallorca y Ricardo Lescano a cargo de las demandadas vencida (art. 68
C.P.C.C.N.).
4. Regular los honorarios de la representación letrada de la actora, de los codemandados Plan
Ambos S.A. y Mallorca, conjuntamente, y de la perito contadora, en el 16%, 11% y 7%,
respectivamente, del monto total de condena compresivo de capital e intereses.
5. Imponer las costas, de ambas instancias, relativas a la acción incoada contra Angel Viaggini
a cargo de la actora vencida.
6. Regular los honorarios de los firmantes de las presentaciones de fs. 653/656 y fs. 661/663,
en el 25% –respectivamente– de lo que le corresponde percibir a cada una de sus partes por
los trabajos realizados en primera instancia.
7. Homológuese el pacto de cuota litis presentado a fs. 607 pto. IV, convenido entre la actora y
su letrado.
8. Cópiese, regístrese, notifíquese y oportunamente devuélvase.
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