Historia social

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Lección 5ª:
De la Dictadura a la
Democracia.
5.1.− La posguerra: autarquía y aislamiento internacional.
5.2.− El Nacionalsindicalismo.
5.3.− Dinámica social.
5.4.− El proceso liberalizador: de la estabilización al desarrollo.
5.5.− Cambio de sociedad: la nueva clase obrera.
5.6.− Transición política y estabilidad democrática.
5.1.− La posguerra: autarquía y aislamiento internacional.
La Guerra civil supuso en el terreno sociopolítico un bloqueo de la vía democrática hacia la transformación de
sociedad. La transformación española se haría con ánimos de retraso y con características peculiares.
El largo periodo del Franquismo se suele dividir en dos grandes etapas en función de la evolución económica:
• 1ª Etapa: de Autarquía e intervencionismo, que dura hasta finales de los años '50.
• 2ª Etapa: de Liberalización y desarrollo industrial, a lo largo de los años '60 y '70.
Pero, actualmente la división está dividida en tres periodos que coinciden aproximadamente con los tres
decenios:
• 1er Decenio: Política económica intervencionista y autárquica, que es lo mismo que estancamiento y
crisis (1942−1951).
• 2º Decenio: la tímida apertura a comienzos de los años 50 y también un comienzo del mercado libre y
de la industrialización (1951−1959).
• 3er Decenio: se inicia con el Plan de Estabilización y Liberalización que precede y sirve de base al
mayor desarrollo industrial y agrario de la historia (1959−1974).
El periodo que discurre entre 1945 y finales de los años '50 tuvo unas características muy acusada en la
historia española: el aislamiento exterior, la pérdida de la apariencia fascista de las instituciones políticas, el
auge y posterior declive de la oposición y el comienzo de un cambio en la política económica.
Las dificultades diplomáticas del Régimen derivaron no tanto de su colaboración con el Eje como del
mantenimiento de sus rasgos esenciales.
Desde el punto de vista de la presencia de España en el mundo podemos dividir el franquismo en tres etapas:
• La primera etapa está caracterizada por el aislamiento impuesto primero por la opción pro−eje del
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Estado español y luego por el bloqueo de las potencias aliadas.
• De este aislamiento que es el equivalente político de la autarquía económica comienza a salir el
Régimen con la llegada de misiones económicas de EE.UU. y del Fondo Monetario y la concesión de
los primeros créditos internacionales.
• El año 1953 es simbólico del fin de ese aislamiento, se firma el Tratado con EE.UU. y el Concordato
con la Santa Sede.
5.2.− El Nacionalsindicalismo.
El nuevo sistema político se articuló en torno al caudillaje del General Franco. Aunque en 1942 el Régimen se
dotó de unas Cortes orgánicas, es decir, en las que estaban representadas por elección indirecta la familia, el
municipio y los sindicatos de movimiento; la Cámara no fiscalizó nunca la acción del Gobierno de Franco.
Los primeros años del nuevo Régimen, los empresarios encontraron un aparato político dispuesto a llevar
hasta sus últimas consecuencias el modelo de organización corporativa de la vida económica con el doble
objetivo de disciplinar a los trabajadores e intervenir en la economía.
Este aparato político era, claro está, el Partido Único aparecido por el Decreto de Unificación de 1937.
Durante el primer periodo del Franquismo se produjo un fulgurante ascenso de Falange, aposiciones de poder
político y social; sin embargo, Falange hube de vérselas con dos instituciones mejor asentadas que ella en el
estado de la sociedad, el Ejército y la Iglesia.
La primacía militar acabó convirtiéndola en una clase política subalterna, experimentando el proceso de
rápida burocratización y funcionarización que liquidó por completo, si alguna vez existió, la posibilidad de
actuar como partido encuandrador y movilizador de masas al estado fascista.
Un elemento esencial de la fascilización intentada durante 1940, era el encuadramiento masivo de la
población en los sindicatos de Falange Española Tradicionalista (FET).
La realización más plena de los ideales falangistas fue la organización sindical. Ya el Decreto de agosto de
1937 que aprobaba los Estatutos de las FETS y las JONS concedían a los sindicatos al servicio del Partido y
establecían que sus mandos procederían de las filas del movimiento.
El Fuero del Trabajo promulgado en marzo de 1938, establecía en su declaración XIII, que todos los factores
de la economía debían quedar integradas en sindicatos verticales cuyos directivos procederían de la propia
falange. La organización sindical, así controlada por el Movimiento, sería en instrumento que permitiría al
Estado realizar la política económica.
En definitiva, el nuevo sindicato debía agrupar a todos los factores de la producción: obreros, técnicos,
empresarios... en una misma organización ordenada jerárquicamente bajo control de los mandos del
Movimiento. Se garantizaba así la conexión orgánica del propio Estado con el Sindicato.
Estos principios quedaron consagrados institucionalmente por la Ley de Unidad Sindical de enero de 1940 y
la Ley de Bases de la Organización Sindical de diciembre de 1940, ambas leyes sentaban las bases del
monopolio sindical de FET y la configuración del Sindicato Vertical en torno a las centrales
nacional−sindicalistas, provinciales y sindicatos nacionales de rama productiva. El objetivo final de este tipo
de encuadramiento consistía en organizar toda la economía como un gigantesco sindicato de productores;
todos los españoles que participaban en la producción formarían parte de la gran comunidad nacional y
sindical al servicio de la potencia económica de España. Y, como corresponde a todo pensamiento
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corporativo, se rechazaba cualquier tipo de enfrentamiento de intereses, y se presuponía una convivencia de la
armonía económica.
El objetivo que cumplió con creces esta organización sindical y el Ministerio de Trabajo fue de las relaciones
laborales la presencia de sindicatos libres.
El intervensionismo y la reglamentación de la actividad económica, llevada al extremo, produce el efecto de
incrementar el mercado negro y la práctica del estraperlo.
El intento de corporativización total tuvo una importancia decisiva en los primeros años del franquismo para
hundir a la economía en una profunda depresión.
5.3.− Dinámica social.
El poder personal de Franco y en las instituciones que le sirven de apoyo, determinó no solo la política, sino
su dinámica social. El capitalismo corporativo en su versión extrema y las instituciones de poder político y
social, ofrecieron en las clases sociales del tradicional capitalismo español, uno de los marcos ideales para la
reafirmación de su dominio: el sometimiento de la clase obrera de las ciudades y de los asalariados del campo.
Sin posibilidad de resistencia los obreros y campesinos sufrieron un descenso del 50 % en sus salarios reales y
fueron ellos quienes experimentaron con mayor rigor el racionamiento, la escasez y el hambre de la primera
década del Régimen. En tales condiciones, fue del todo norma, que los conflictos de clase fueran esporádicos
y sin conexión, toda manifestación conflictiva era considerada como delito de sedición o de rebelión militar.
Una represión dura y persistente impedía reconstruir cualquier conato de organización.
A pesar de estas condiciones de miseria y represión se produjeron sin embargo algunos conflictos que llegaron
a tener repercusión en la propia definición de la política económica; los primeros brotes tuvieron lugar en
1944/45, pero la primera huelga general de trascendencia fue la que se declaró en Barcelona en 1951 con
ocasión de una subida de precios del transporte, no se trató de un hecho aislado, sino que protestas similares
tuvieron lugar ese mismo año en Euskadi y Madrid.
El continuo deterioro de los salarios, los rigores del racionamiento y por lo que se refiera a Cataluña y
Euskadi, la persecución de cualquier signo de nacionalismo, explican que incluso en aquellas condiciones de
implacable represión pudieran manifestarse las protestas populares. A pesar de estas movilizaciones, lo que
caracteriza a los primeros veinte años del nuevo Régimen es el resultado de la derrota obrera en la Guerra
Civil; tuvo que acceder una nueva generación obrera para que pudieran sentarse las bases de una nueva
presencia obrera en las relaciones con oras clases. Paradójicamente, el Sindicato oficial sería el cauce para que
el nuevo sindicalismo clandestino que renacía en los últimos años '50, encontrara una nueva estrategia de
lucha obrera mezcla de encuentros ilegales y de presencia en los organismos oficiales.
La disciplina y la presión en que fue sometida la clase obrera y los jornaleros se complementó durante esta
primera larga etapa del Franquismo con los esfuerzos de integración desarrollados por las instituciones del
Régimen hacia las clases medias, el fin era ampliar en un primer momento su estrecha base social. Esta
estrategia recae sobre Falange, la Iglesia y el Ejército.
El declive de los ideales Revolucionarios de Falange y del desprestigio del Fascismo después de la IIª Guerra
Mundial conducirán a un momento de mayor penetración de las organizaciones católicas: Acción Católica
multiplicará sus afiliados, lo que suponía la adhesión de masas de las clases medias al Régimen Franquista.
En cuanto al Ejército, el otro canal institucional que procuró el Régimen, la adhesión de amplios sectores
medias de la sociedad, buena parte de la cultura, no solo política, sino social, se verá impregnada por el
lenguaje y las maneras propias de los militares.
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Lógicamente los valores dominantes serán los relacionados con la disciplina, la obediencia y la jerarquía;
valores complementarios, cuando no idénticos a la moral propagada por la Iglesia. El ejército era además, en
una sociedad inmóvil, un buen cauce de movilización social ascendente, no solo por el propio ascenso en el
escalafón militar, sino porque del ejército salen cuadros para otras múltiples actividades sociales.
5.4.− El proceso liberalizador: de la estabilización al desarrollo.
5.5.− Cambio de sociedad: la nueva clase obrera.
5.6.− Transición política y estabilidad democrática.
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