plenario fija nuevo método para calcular intereses

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REGISTRO NRO.
11.797.4
//la ciudad de Buenos Aires, a los 18 días del mes de mayo del año dos mil
nueve, se reúne la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal
integrada por el doctor Augusto Diez Ojeda como Presidente y los
doctores Gustavo M. Hornos y Mariano González Palazzo como Vocales,
asistidos por el Secretario de Cámara doctor Matías Sebastián Kallis, a los
efectos de resolver el recurso de inconstitucionalidad interpuesto a fs. 9/15
vta. de la presente causa Nro. 9263 del Registro de esta Sala, caratulada:
“SITKO, Roberto Carlos s/recurso de casación”; de la que RESULTA :
I. Que el Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 5 de San Martín
con fecha 8 de abril de 2008, resolvió no hacer lugar a la declaración de
inconstitucionalidad del artículo 121 inciso “c”, de la ley 24.660
solicitada por la defensa pública oficial; y no hacer lugar a la restitución a
Roberto Carlos SITKO del porcentaje de su remuneración retenido por el
Servicio Penitenciario Federal para costear los gastos causados durante
su prisión, también solicitado (fs. 5/6).
II. Que contra dicho pronunciamiento, el señor Defensor
Público Oficial, doctor Cristian BARRITA, interpuso recurso de
inconstitucionalidad (fs. 9/15.), el que fue concedido a fs. 16/16 vta. y
mantenido a fs. 27 por el Defensor Público Oficial ante esta Cámara,
doctor Juan Carlos SAMBUCETI (h).
III. Que el recurrente encauzó la impugnación interpuesta por
la vía de lo dispuesto en los artículos 474 y 475 del C.P.P.N., afirmando
que en definitiva pretende la declaración de inconstitucionalidad del
artículo 121, inciso “c”, de la ley 24.660, y que se anule en consecuencia
la resolución dictada.
Sostuvo que la mencionada disposición, en cuanto dispone que
“La retribución del trabajo del interno, deducidos los aportes
correspondientes a la seguridad social, se distribuirá simultáneamente en
la forma siguiente:...c) 25% para costear los gastos que causare en el
establecimiento....”, no resulta razonable, en tanto importa que la
retribución, de la que se deducen además los aportes correspondientes a la
seguridad social, se vea disminuida con motivo de los “gastos” que
implican la manutención del interno, y que corresponde al Estado
solventar, en cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 18 de la
Constitución Nacional. Y que, asimismo, colisiona con lo normado por el
artículo 14 bis de la C.N. en tanto prescribe que el trabajo gozará de la
protección de las leyes, las que asegurarán condiciones dignas y
equitativas de labor.
Al respecto -el recurrente- sostuvo que la retención del 25 %
de los emolumentos obtenidos por su representado a los efectos de
aplicarlos a su manutención, conculca el art. 18 de la Constitución
Nacional, desde que su guarda debe estar, de manera integral, a cargo del
Estado.
En ese entendimiento, el presentante solicitó se declare la
inconstitucionalidad del inc. “c” del art. 121 de la ley 24.660 y, en su
consecuencia, se disponga el cese de la retención en el prevista y se
devuelva a SITKO, el monto dinerario que se le retuvo.
IV. Que durante el término de oficina previsto por los arts. 465,
primera parte, y 466 del C.P.P.N., se presentó a fs. 29/32 el señor
Defensor Público Oficial ante esta instancia, doctor Juan Carlos
Sambuceti (h) solicitando se haga lugar al recurso interpuesto.
Sostuvo que la inconstitucionalidad reclamada se sustenta en
que la deducción del 25 % de las remuneraciones generadas con el
producto del trabajo del interno dentro del establecimiento carcelario,
además de contrariar lo dispuesto por el artículo 18 de la C.N. en tanto
prohíbe que las cárceles sean utilizadas para el castigo de los allí privados
de su libertad, equivale a sostener que se lo somete a “trabajos forzados”,
lo que se encuentra prohibido por el artículo 6, inciso 2°, de la C.A.D.H.
en cuanto establece que “Nadie debe ser constreñido a ejecutar un trabajo
forzado u obligatorio...”, y por el artículo 8, inciso 3, del P.I.D.C. y P., en
tanto establece que “...Nadie será constreñido a ejecutar un trabajo
forzoso obligatorio...”.
V. Que, celebrada la audiencia prevista por el art. 468 del
C.P.P.N., de lo que se dejó constancia en autos, quedaron las actuaciones
en estado de ser resueltas. Que, efectuado el sorteo de ley para que los
señores jueces emitan su voto, resultó el siguiente orden sucesivo de
votación: doctores Mariano González Palazzo, Gustavo M. Hornos
y
Augusto M. Diez Ojeda.
El señor juez Mariano González Palazzo dijo:
I) La declaración de inconstitucionalidad pretendida no habrá
de tener favorable acogimiento. Y ello es así, porque comparto la decisión
de fondo que surge del precedente de esta Sala “Medina, José Luis s/rec.
de casación”, reg. Nro. 8078, del 14 de noviembre de 2006.
Ahora bien, la Sala I de este Cuerpo in re: “Molina, Carlos
Alberto s/rec. de casación”, causa N° 7268, reg. N° 9314, del 25 de agosto
de 2006", sostuvo la constitucionalidad de la norma bajo examen,
principalmente en lo siguiente: “es al ente oficial a quien exclusivamente
le corresponde soportar los costes ordinarios (ver, a modo de ejemplo,
artículos 60, 63 y 65 de la ley 24.660 -deterioros provocados en la
estructura edilicia de los establecimientos de encierro por el mero
transcurso del tiempo, higiene de éstos, vestimenta, alimentación y salud
de quienes los habitan-) que se demanden en la órbita del Servicio
Penitenciario Federal.... Pero a nuestro criterio -y en ello es... en lo que...
la defensa yerra- el art. 121, inc. “c”, de la ley penitenciaria no se refiere
en modo alguno a esos tipos de gastos sino, por el contrario, a otros que,
para evitar confusiones, podríamos designar como extraordinarios, que
para resumir, no son otros que los previstos en el art. 129 de ese mismo
ordenamiento. En efecto, cuando el art. 121, inc. “c”, de la ley de
ejecución de la pena ordena que ‘la distribución del trabajo del interno,
deducidos los aportes correspondientes a la seguridad social, se
distribuirá simultáneamente en la forma siguiente:... c) 25% para costear
los gastos que causare en el establecimiento...’, se refiere a los que
habrían de descontársele ‘... (en) concepto de reparación de daños
intencionales o culposos causados en las cosas muebles o inmuebles del
Estado o de terceros’ (art. 129 idem).... Con carácter previo a ordenar la
devolución del porcentaje de la remuneración retenida a... deberá
consultarse a la Unidad del Servicio Penitenciario Federal... si durante su
detención, se hubo ocasionado algún tipo de gasto que supere a los supra
denominados ordinarios”.
En efecto, de aquel relato, surge palmario que el porcentaje de
dinero proveniente del trabajo realizado por el interno que aquella norma
autoriza a retenérsele, le será reintegrado cuando aquél se hallare en
condiciones de recuperar la libertad, deducidos, desde ya, los gastos de
tinte “extraordinarios” que hubiere ocasionado durante el encierro.
En síntesis, la retención dineraria que en concepto de garantía
la norma de la ley penitenciaria arriba citada prevé, está permitida por la
Carta Magna, pues resulta descabellado concebir que ésta hubiese puesto
en cabeza del Estado la obligación de hacerse cargo de aquéllos gastos
extraordinarios; ergo, el inc. “c” del art. 121 de la ley de ejecución de la
pena -como anticipé- es constitucional.
Así las cosas, propongo: rechazar (artículos 471 -a contrario
sensu-, del C.P.P.N.), sin costas (arts. 530 y 531, idem), el recurso de
inconstitucionalidad interpuesto; y en consecuencia confirmar
la
resolución impugnada.
Es mi voto.
El señor juez Gustavo M. Hornos dijo:
Que adhiero a la solución que propicia el voto que lidera el
presente acuerdo, con remisión a los fundamentos desarrollados en mi voto
in re “Medina, José Luis s/rec. de casación” (Reg. Nro. 8078, rta. el
14/11/06) a los que por razones de brevedad me remito, oportunidad en
que me pronuncié en favor de la constitucionalidad del artículo 121, inciso
“c” de la ley 24.660.
El señor juez Augusto M. Diez Ojeda dijo:
De adverso a lo postulado por los colegas que me anteceden en
el orden de votación, considero que el art. 121, inc. ‘c’, de la ley 24.660,
en cuanto prescribe que la retribución del trabajo del interno, deducidos
los aportes correspondientes a la seguridad social, se destinará en un “25
% para costear los gastos que causare en el establecimiento”, es
inconstitucional. Pues, por las razones que seguidamente expondré, la
norma bajo análisis excede la condena impuesta, en la medida en que no
resulta inherente al encierro y, por tanto, comporta una restricción
ilegítima del derecho a percibir igual remuneración por igual tarea,
consagrado en el art. 14 bis. de nuestra Ley Fundamental que, además,
afecta el fin resocializador de la pena (C.N., arts. 18; 75, inc. 22-C.A.D.H.
5.6 y P.I.D.C.yP., art. 10.3).
Para arribar a tal conclusión, parto en mi análisis de la
premisa de que los condenados son sujetos de todos los derechos previstos
en la Constitución, con excepción de las libertades que les hayan sido
constitucionalmente restringidas por procedimientos que satisfagan todos
los requerimientos del debido proceso. En otras palabras, aquellas que
deriven de la sentencia o que sean inherentes al propio encierro. (Cfr.
C.S.J.N., Causa R. 230. XXXIV, “Romero Cacharane, Hugo Alberto
s/ejecución penal”, rta. el 09/03/04, cons. 15 -con cita del precedente
“Dessy” del Máximo Tribunal, de 1995-).
En cuanto al presente caso concierne, es preciso destacar que
trabajar representa un derecho fundamental del hombre (C.N., art. 14),
derivado de los principios de dignidad y autonomía de la persona. De ahí
que, el trabajo intramuros deba, en general, presentar iguales
características que el desarrollado en la vida libre. Mientras que sus
particularidades deberán estar justificadas en la relación que el derecho a
trabajar guarda con el fin resocializador de la pena (C.N., art. 75, inc. 22 C.A.D.H. 5.6 y P.I.D.C.yP., art. 10.3; Ley 24.660, art. 1°) y la posición de
garantía que debe asumir el Estado respecto del derecho a la integridad
personal (física y moral) de las personas privadas de su libertad, por la
especial relación de sujeción que el encierro comporta, caracterizada por
la particular intensidad con que el Estado puede regular sus derechos y
obligaciones y por las circunstancias propias del encierro, en donde al
recluso se le impide satisfacer por cuenta propia una serie de necesidades
básicas que son esenciales para el desarrollo de una vida digna (cfr.
C.S.J.N., C. V.856.XXXVIII, “Verbitsky, Horacio s/habeas corpus”, rta. el
03/05/05, cons. 44 -con cita de la C.I.D.H., caso “Instituto de Reeducación
del Menor v. Paraguay, del 02/09/04).
En ese orden de ideas, más allá de la prerrogativa universal,
consagrada en el art. 14 de la C.N., la adopción plena y regular de hábitos
laborales, así como la necesaria capacitación, configura un derecho
especial de todo condenado que contribuye a lograr su reinserción social;
esto es a disminuir su vulnerabilidad y, de tal modo, evitar la
institucionalidad permanente. Derecho que, dada la aludida relación de
especial sujeción -no voluntaria-, reconoce un correlativo deber en cabeza
del Estado de asegurar su pleno y permanente ejercicio. Ello es así porque
si el Estado se arroga el poder de privar de la libertad a una persona, se
adjudica también la especial obligación de promover y reforzar el ejercicio
de sus derechos (en este sentido, López, Axel y Machado, Ricardo,
“Análisis del Régimen de Ejecución Penal. Ley 24.660 Ejecución de la
Pena Privativa de Libertad”, Ed. Di Plácido, Bs. As., 2004, pág. 301, nota
n° 2).
Los parámetros antes apuntados son, entonces, los que rigen la
interpretación del marco regulatorio del trabajo de los penados
establecido en el Capítulo VII de la Ley 24.660 (arts. 106 al 132), dentro
del cual se encuentra la disposición, cuya validez aparece puesta en crisis
en autos.
Desde esa perspectiva, cuando el art. 106 prescribe que “[e]l
trabajo constituye un derecho y un deber del interno. Es una de las bases
del tratamiento y tiene positiva incidencia en su formación”, alude a dos
clases de trabajo carcelario que deben ser diferenciadas. Por un lado, el
trabajo voluntario (derecho a trabajar), vinculado a la actividad laboral
especializada, formativa y trascendente que integra el programa de
tratamiento individual que le es ofrecido al interno por la autoridad
penitenciaria. Su carácter voluntario deriva, precisamente, de que el
imputado tiene el derecho (no el deber) a la resocialización, ya que la
imposición de una obligación a tal fin resultaría, de una parte,
autofrustrante y, de otra parte, violatoria del principio de autonomía de la
persona (C.N., art. 19).
Por otro lado, el trabajo obligatorio (deber de trabajar),
consistente con la realización de las labores de mantenimiento mínimas
propias de la convivencia común, que se le encomienden, forman parte de
las reglas de conducta que el interno debe respetar en el marco de su
encierro (cfr. arts. 5° y 79). La negativa injustificada a realizarlas, puede
dar lugar a una sanción disciplinaria (cfr. Dec. Nro. 18/97, art. 17, inc.
‘k’).
En síntesis, mientras que el trabajo voluntario es ponderado a
los efectos de la calificación del concepto, el trabajo obligatorio lo es en
función de la conducta.
Conforme lo apuntado, los incisos ‘a’ -no se impondrá como
castigo- y ‘b’ -no será aflictivo, denigrante, infamante ni forzado- del art.
107, guardan relación con ambas especies del trabajo, mientras que los
restantes incisos se refieren indudablemente al trabajo voluntario (‘c’ propenderá a la formación y al mejoramiento de los hábitos laborales-, ‘d’
-procurará la capacitación del interno para desempeñarse en la vida libre, ‘e’ -se programará teniendo en cuenta las aptitudes y condiciones
psicofísicas de los internos, las tecnologías utilizadas en el medio libre y
las demandas del mercado laboral; ‘f’ -deberá ser remunerado- y ‘g’ -se
respetará la legislación laboral y de seguridad social vigente”).
En cuanto al referido inciso ‘f’ ( trabajo remunerado), procede
aclarar que su ámbito de aplicación objetivo natural es el trabajo
voluntario del interno, es decir, el que forma parte del tratamiento de
reinserción social. De conformidad con la normativa laboral, debe ser
objeto de remuneración -en caso de relación de dependencia- o de
retribución económica- en el supuesto de la actividad desarrollada por
cuenta propia o mediante cooperativa-. No se trata tan sólo del
cumplimiento de disposiciones generales sobre la materia, sino también de
brindarle al interno una concreta satisfacción por la tarea desempeñada y,
además,
una
manera
responsabilidades
que
de
iniciarlo
habrá
de
en
la
enfrentar
asunción
en
su
plena
vida
de
libre.
Excepcionalmente, alcanza al trabajo obligatorio, el que deberá ser
remunerado cuando ésta sea la única actividad laboral que desarrolle el
interno (cfr. art. 111).
En consonancia con lo hasta aquí expuesto, el art. 120
establece que “[e]l trabajo del interno será remunerado, salvo los casos
previstos por el art. 111" y que, por regla, “la remuneración será igual al
salario de la vida libre correspondiente a la categoría profesional de que
se trate”. De este modo, el texto legal brinda acogida al principio
constitucional de “igual remuneración por igual tarea” (C.N., art. 14 bis y
75, inc. 22 -Declaración Universal de Derechos Humanos, art. 23.2; Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, art. 7.a.i.).
En cuanto a la excepción prevista para el supuesto en los que “los bienes o
servicios producidos se destinaren al Estado o a entidades de bien
público”, respecto del cual la norma prevé que el salario del interno “no
será inferior a las tres cuartas partes del salario mínimo vital y móvil” -
aspecto que no hace a la solución del caso-, me limitaré aquí a señalar que
resulta una restricción irrazonable (C.N., art. 28).
En ese marco regulatorio, se inserta el art. 121, inc. ‘c’, que
dispone la deducción del 25 % “para costear los gastos que causare en el
establecimiento”. La finalidad de tal descuento no es otra que la de
atender los gastos de manutención del condenado durante su estadía
intramuros. Veamos porqué.
Los incisos ‘a’ y ‘b’ de la citada norma prevén,
respectivamente, descuentos del 10 % y 25 % “para indemnizar los daños
y perjuicios causados por el delito” y la “prestación de alimentos, según el
Código Civil”. Su viabilidad, claro está, se encuentra supeditada a la
existencia de una sentencia judicial que imponga al condenado la
obligación de dar.
El inc. ‘e’, finalmente prescribe que el 30% remanente se
destinará a “formar un fondo propio que se le entregará a su salida”. Si
bien, en determinadas situaciones, un porcentaje de este fondo puede ser
dispuesto por el interno (art. 127), el propósito que se persigue con su
constitución es que, a su egreso, aquél pueda contar con un capital que le
permita afrontar económicamente los primeros momentos de libertad. El
fondo propio acumulado le será entregado integralmente al interno, una
vez que se produzca su soltura anticipada -libertad condicional o asistidao definitiva -agotamiento de pena (art. 128). En tal sentido, los arts. 123 a
125 establecen que, cuando no exista indemnización o prestación de
alimentos que satisfacer (art. 121, incs. ‘a’ y ‘b’), los porcentajes allí
previstos acrecentarán el fondo propio.
El art. 129 prescribe, puntualmente, que de la remuneración
del interno, una vez deducidos los aportes correspondientes a la seguridad
social, “podrá descontarse en hasta un 20% los cargos por concepto de
reparación de daños intencionales o culposos causados en las cosas
muebles o inmuebles del Estado o de terceros” . Esta disposición establece
un porcentaje específico para atender los gastos extraordinarios (ajenos a
su manutención) que ocasione el interno durante su estadía intramuros,
cuyo descuento, en caso de corresponder , podrá ser hecho antes de
efectuar la distribución que prevé el art. 121. De modo tal que no es
posible interpretar, sin que ello suponga
-cuanto menos- una
inconsistencia de parte del legislador, que el art. 121, inc. ‘c’ tiene tal
específico e idéntico destino: Máxime cuando, por un lado, éste prescribe
que el descuento no será facultativo sino obligatorio (“se distribuirá ”) y
cuando, por otro lado, los porcentajes regulados en una y otra norma no
son coincidentes. Por último, descarto que, mediante las disposiciones en
cuestión, el legislador haya querido duplicar un descuento por idéntico
concepto, pues tal interpretación carecería de toda razonabilidad.
Por otra parte, el art. 126, establece que “[e]n los casos
previstos en el art. 122, la parte destinada para costear los gastos que el
interno causara al establecimiento, acrecerá su fondo propio”. Esta
disposición permite extraer dos conclusiones. Primero, la inteligencia que
subyace a la norma es que, en tanto se refiere a los internos que no están
en situación de encierro permanente, debido a estar cumpliendo su pena
bajo el régimen de semilibertad o las modalidades de prisión discontinua o
semidetención, no es necesario que “contribuyan” a costear los gastos de
manutención. En tal sentido, refuerza la idea de que la finalidad del
descuento del art. 121, inc. ‘c’ es atender a la manutención del interno
durante su estadía intramuros. Segundo, comporta ya una irrazonable
distinción entre internos que trabajan, al eliminar completamente el
descuento y no sólo una parte de éste, respecto de aquéllos que, aún
cuando incorporados a los aludidos beneficios, también usufructúan de los
bienes del estado al cumplir parte de su condena bajo el encierro
carcelario.
Definida así la finalidad de la deducción prevista en el art.
121, inc. ‘c’, entiendo que resulta una restricción ilegítima de derechos,
pues el ejercicio del poder punitivo que la pena de encierro comporta,
impone al Estado el correlativo deber de asegurar las necesidades
alimentarias (en sentido amplio) de los internos durante su encierro.
En este sentido, debe ser interpretado el art. 18 de la C.N., en
cuanto prescribe que “las cárceles de la Nación serán sanas y limpias,
para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda
medida que a pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de
lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice”. Al
respecto, sostuvo la Corte Suprema de Justicia de la Nación que la
cláusula tiene un contenido operativo y, como tal, impone al Estado, por
intermedio de los servicios penitenciarios respectivos, la obligación y
responsabilidad de dar a quienes están cumpliendo una condena o
detención preventiva la adecuada custodia que se manifiesta también en el
respeto de sus vidas, salud e integridad física y moral (cfr. Causa
“Verbitsky”, ya citada -cons. 36).
En consonancia con esa línea hermenéutica, la ley 24.660
coloca en cabeza del Servicio Penitenciario las obligaciones de:
implementar medidas que atiendan a las condiciones ambientales e
higiénicas de los establecimientos (arts. 58 y 59), brindar al interno la
infraestructura adecuada y los elementos indispensables para su higiene
(art. 60), proveer de vestimenta acorde al clima y a la estación para la
vida intramuros, que no resulte humillante a su condición y facilitar ropa
adecuada para sus egresos, en caso de que carezca de vestimenta personal
(art. 63), proveer de ropa suficiente para su cama individual (art. 64),
alimentar adecuadamente al interno (art. 65), adoptar las medidas
necesarias para mantener, fomentar y mejorar su educación e instrucción
(art. 133), impartir la enseñanza obligatoria a los internos analfabetos y a
quienes no hubieren alcanzado el nivel mínimo fijado por la ley (art. 135),
brindar una asistencia médica integral (art. 143).
Consecuentemente, la obligación del Estado de brindar
determinados servicios al interno durante su estadía intramuros no puede
quedar limitada ni desaparecer, por la circunstancia de que éste comience
a percibir una remuneración, como producto del trabajo desarrollado.
Pues, ese trabajo (voluntario) y sus frutos son parte integrante del derecho
a resocializarse, que adquiere el sujeto por su calidad de condenado. El
Estado no puede legítimamente restringir tal derecho, con el propósito de
desentenderse, aunque sea parcialmente, de los deberes que asume para
con el condenado cuando le impone una pena de encierro.
Por todo lo hasta aquí manifestado, tal como lo anticipara,
considero que el art. 121, inc. ‘c’, de la ley 24.660 excede la condena
impuesta, en la medida que no resulta inherente al encierro y,
consecuentemente, comporta una restricción ilegítima del derecho a
percibir igual remuneración por igual tarea, consagrado en el art. 14 bis.
de nuestra Ley Fundamental que, además, afecta el fin resocializador de la
pena -C.N., arts. 18; 75, inc. 22-C.A.D.H. 5.6 y P.I.D.C.yP., art. 10.3- (Con
similar tenor, se pronunciaron por la inconstitucionalidad de la norma
bajo análisis, las Salas II y III de esta Cámara, en las Causas Nro. 7209,
“Trotta, Juan M. s/recurso de casación e inconstitucionalidad”, rta. el
08/03/07, Reg. Nro. 9639 y Nro. 7010, “Irusta, Bárbara Daniela s/recurso
de casación”, rta. el 06/11/06, Reg. Nro. 1298/06, respectivamente).
Así voto.
Por ello, en mérito del acuerdo que antecede, el Tribunal, por
mayoría
RESUELVE:
RECHAZAR (arts. 471 -a contrario sensu-, del CPPN), el
recurso de inconstitucionalidad
interpuesto a fs. 9/15 por el señor
Defensor Público Oficial, doctor Cristian Barrita, sin costas (arts. 530 y
531 del C.P.P.N.) y en consecuencia, CONFIRMAR la resolución
impugnada.
Regístrese, notifíquese y, oportunamente, remítase la causa al
Tribunal Oral en lo Criminal Nro. 5 de San Martín, sirviendo la presente
de muy atenta nota de envío.
AUGUSTO M. DIEZ OJEDA
MARIANO GONZÁLEZ PALAZZO GUSTAVO M. HORNOS
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