Alfani, Vicente y otro v. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires

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Alfani, Vicente y otro v. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires
Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, sala E
2ª INSTANCIA.- Buenos Aires, 26 de junio de 2008.
El Dr. Zannoni dijo:
1. La sentencia dictada a fs. 611/615, hace lugar a la demanda que promovieran Vicente
Alfani y Alicia T. Zarzuolo de Alfani contra el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
El pronunciamiento lo condena a pagar a los actores, dentro del plazo de 10 días de
quedar firme la liquidación respectiva, la suma de $ 64.575, con más los intereses y las
costas del juicio, para resarcir la desvalorización sufrida por el inmueble de su
propiedad con frente a Avenida de los Constituyentes 3021/25 de esta ciudad a causa de
la construcción del túnel sobre dicha avenida, entre Chorroarín y Quirós, afectado al
tránsito vehicular que cruza por debajo del tendido de la red ferroviaria del ex
Ferrocarril Urquiza. A consecuencia de esta obra la propiedad de los actores, que antes
se hallaba frente a la avenida, quedó situada frente a una colectora, con la consiguiente
pérdida del valor venal, según lo afirmado por los actores.
2. De lo decidido apelaron ambas partes.
A los actores -fs. 644/45- les agravia que el monto de la condena no incluya el
resarcimiento del daño moral que dicen padecer a consecuencia de las obras, y que
reclamaron al demandar. El memorial fue contestado por el Gobierno demandado a fs.
653/56.
El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires -fs. 633/41- cuestiona la responsabilidad en
virtud de la cual se pronuncia la condena, reputando que la sentencia tiene un
fundamento meramente dogmático y que se aparta de las pruebas producidas en autos.
También, y en subsidio, se queja del plazo que se le acuerda para pagar el resarcimiento
fijado. Estos agravios fueron contestados por la parte actora a fs. 647/51.
Corresponde, pues, atender en primer término los agravios del Gobierno de la Ciudad de
Buenos Aires.
3. Lejos de lo sostenido por el recurrente, la sentencia no agota sus fundamentos en
argumentos puramente genéricos o dogmáticos, ni ha sido dictada como "una
construcción intelectual que ignora los hechos de la causa".
a) Adviértase que aunque no se discute la legitimidad de la obra pública emprendida, lo
que está en juego en el caso es la responsabilidad del Estado por la planificación y
ejecución de obras públicas que se realizan en beneficio general y se financian con
fondos del erario, si tales obras públicas provocan la disminución del valor de las
propiedades inmuebles que se hallan en su zona de influencia.
Como lo señalara nuestro colega de sala, Dr. Fernando Posse Saguier, al votar en primer
término en los autos caratulados "Elías, Julio A. v. GCBA s/ Daños y Perjuicios" y sus
acumulados (sentencia libre del 27/4/2007) en los que se dirimieron análogos reclamos
de otros propietarios de inmuebles afectados por esta obra, "aun cuando los actores
pudieron haberse visto perjudicados por la construcción del túnel, lo cierto es que el
obrar del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires fue legítimo, puesto que lo hizo
ajustándose a los límites que le fijaba el ordenamiento legal vigente".
En ocasión de ampliar ese voto dado en primer término, señalé que si se acude al
principio de justicia distributiva es razonable sostener que "la carga necesaria para la
obtención de una utilidad colectiva debe distribuirse proporcionalmente entre todos los
miembros de la comunidad, o sea que todo sacrificio soportado por un ciudadano en sus
bienes más allá de aquello con lo que contribuye a la sociedad en virtud de una ley
general tributaria, debe serle compensado por el erario público" (Alessi, Renato,
"Instituciones de Derecho Administrativo", t. II, 3ª ed., Barcelona, 1970, ps. 489/90, n.
390). Es que, bien puede considerarse como principio fundamental, el estado debe
garantizar el patrimonio de sus habitantes y, desde esta perspectiva, la garantía
constitucional que trasciende a la letra del art. 17 de la Constitucional Nacional, no sólo
se hace efectivo a través del régimen expropiatorio clásico sino, además, mediante la
cobertura de los daños que se causan a los bienes del particular y que éste no tiene el
deber jurídico de soportar. En otras palabras, el particular debe ser resarcido de los
daños "en tanto no existan causas de justificación que legitimen como tal el perjuicio de
que se trate" (García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás R., "Curso de derecho
administrativo", t. II, 2ª ed., Madrid, 1982, p. 338).
Así, pues, la sentenciante de grado aplica un principio que resulta indiscutible en el
derecho público, porque conjuga no sólo el derecho de propiedad sino el principio de
igualdad ante las cargas públicas (arg. art. 16, CN.), lo cual por otra parte ha constituido
y constituye la doctrina de la Corte Suprema de Justicia de la Nación en innumerables
precedentes (conf. Cassagne Juan C., "Las grandes líneas de la evolución de la
responsabilidad patrimonial del Estado en la jurisprudencia de la Corte Suprema", LL,
2000-D-1227 y sus citas). Sólo añado, recordando lo que sostuve al dar mi primer voto
en un precedente dictado por la sala A del tribunal -autos: "Stantic, Élida M. v. MCBA"
(sentencia libre del 26/7/1984, LL, 1985-A-119)-, que al condenarse al Gobierno de la
Ciudad a resarcir un daño que no debe ser soportado exclusivamente por el
damnificado, será en definitiva la comunidad la que contribuye al resarcimiento de
quien lo sufre, del mismo modo que se beneficia colectivamente con la obra realizada.
b) Considera el Gobierno recurrente, además, que la sentencia ha resuelto en forma
dogmática e infundada, apartándose de las pruebas producidas en autos, condenar al
pago de $ 64.575. Agrega que no surge de prueba alguna cómo la a quo pudo llegar a la
determinación de dicha suma. Este agravio ignora las conclusiones del perito tasador,
arquitecto Rubén T. Castagnino obrantes a fs. 229/240 quien analizando la incidencia de
la obra en el perfil urbano, estimó que el valor venal del inmueble antes del
emprendimiento del túnel era de U$S 120.000 y después de concluida la obra, su valor
no supera los U$S 99.500. Traducido el menor valor a U$S 20.500, lo que hace la
sentencia es convertir esa diferencia a pesos al valor del dólar en el mercado de
cambios. La recurrente, que pidió explicaciones, que el perito dio a fs. 248, y más tarde
impugnó las explicaciones que motivaron nuevas explicaciones a fs. 260, no puede
sostener que ignora cómo la sentenciante llegó a esta cifra.
Cuadra poner de relieve en este punto que la opinión de los litigantes no puede
prevalecer sobre el dictamen del perito en cuestiones que atañen a su incumbencia
técnica, máxime cuando tal opinión carece, a su vez, de fundamentos técnicos y no
tienen entidad suficiente para enervar los fundamentos del dictamen. Téngase presente
que aun cuando el dictamen pericial no tenga carácter vinculante para el juez, éste para
apartarse de sus conclusiones debe encontrar apoyo en razones serias, objetivamente
demostradas a través de las circunstancias del caso de acuerdo a los hechos
comprobados de la causa reveladores de que el dictamen se halla reñido con principios
lógicos o máximas de la experiencia o contradice el restante material probatorio
objetivamente considerado -arg. art. 477, CPCCN.- (conf., Palacio, "Derecho Procesal
Civil", t. IV, p. 720; sala E, R. 1159 del 20/9/1983; sala A, R. 3556 del 13/3/1984; esta
sala en sent. libre 132.097 del 28/2/1994, sents. libres 156.750 y 164.398, ambas del
11/5/1995; sent. libre del 29/2/1996, entre otros).
Aunque las reglas de la sana crítica permiten establecer cuándo el examen pericial debe
ser estimado o dejado de lado por el tribunal, a los jueces les está vedado sustituir la
opinión de los peritos por sus propios conocimientos técnicos, artísticos o científicos o
rechazar la pericia correctamente fundada a la que no cabe oponer pruebas de igual o
mejor fuerza de convicción. Cualquiera que sean los conocimientos que pueda tener el
juez, éste no puede actuar como perito (Falcón, "Tratado de la prueba", t. II, Bs. As.,
2003, p. 85, § 429; Palacio, "La prueba en el proceso penal", Bs. As., 2000, p. 152).
Entiendo, en suma, que los agravios vertidos por el Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires en punto a su responsabilidad y al capital de la condena deben ser desestimados.
4. Se quejan los actores de que la sentencia no haya condenado a resarcir, además, el
daño moral que dicen haber padecido. Acuden a las razones que determina la pericia
producida en este juicio, y a la ambiental del ingeniero Soriano, obrante en la causa
"Elías, Julio A. v. GCBA s/ Daños y Perjuicios" que corre, en copia, a fs. 567/602.
Aluden al impacto ambiental que afecta la calidad de vida, al que se suma el impacto
urbanístico, la razón de ser de las obras -se refieren a la no construcción de 11 torres de
edificios que justificaban la realización del túnel, niveles de de ruido, inseguridad vial,
etc.-.
Entiendo que todos estos factores constituyen sustancialmente la causa del menor valor
venal que sufre la propiedad de los actores, es decir el menor valor objetivo del bien,
que se resarce de acuerdo a la prueba producida. Como bien se ha señalado,
"congruentemente con la naturaleza jurídica de las relaciones de vecindad, la
responsabilidad derivada por las restricciones y límites al dominio, tiene un fundamento
objetivo extraño a la idea de ilicitud y por ende, al daño moral" (Laquis, "Derechos
Reales", t. IV, Bs. As., 1984, p. 278).
A todo evento, la reparación del daño moral exigiría demostrar que, además, se han
afectado derechos no patrimoniales de los actores como consecuencia de las obras, lo
cual no ha ocurrido. Sabido es que, en principio, no cabe hablar de daño moral indirecto
cuando el perjuicio directo causado es exclusivamente patrimonial, o sea un menoscabo
de orden puramente material que no ha comprometido intereses no patrimoniales del
damnificado en las cosas. A pesar de que todo daño patrimonial acarrea inconvenientes
o molestias, éstas por sí solas no configuran daño moral (conf., Zavala de González,
"Daño moral por lesión de bienes patrimoniales", LL, 1985-B-968 y en Bueres y
Highton, "Código Civil comentado", t. III-A, comentario al art. 1078, p. 178 y ss.;
Pizarro, "Daño, moral", Bs. As., 1996, p. 534, § 104-5, etc.).
Propongo confirmar, en consecuencia, la sentencia apelada en cuanto al punto.
5. El Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires se agravia del plazo para el pago de la
condena, que la sentencia fijó en 10 días desde que ella quede firme. Pretende que se
aplique al caso la norma del art. 22 de la ley 23982.
Este tribunal, en diversos precedentes ha entendido que en casos como el presente, se da
un supuesto equiparable analógicamente al pago de indemnizaciones por expropiaciones
por causa de utilidad pública que, por ende, resultan excluidas de las previsiones de la
citada ley, como expresamente lo estableció su art. 1, in fine, que la sentenciante cita.
Igual criterio lo sostuvo la sala al entender en los autos "Elías, Julio A. v. GGBA s/
Daños y Perjuicios" y sus acumulados (sentencia libre del 27/4/2007), a través del
primer voto del doctor Posse Saguier con remisión a precedentes de la misma sala. No
advierto en el memorial de la recurrente una crítica concreta y razonada de lo decidido
en los términos del art. 265 del CPCCN.
Corresponde en consecuencia, confirmar lo resuelto en la instancia de grado.
6. Si se comparte mi criterio corresponde confirmar la sentencia apelada en todo lo que
decide y fuera materia de agravios. De así resolverse, propongo que las costas de esta
instancia sean impuestas a la parte demandada por resultar sustancialmente vencida (art.
68, CPCCN.).
Los Dres. Posse Saguier y Galmarini votaron en el mismo sentido.
Con lo que terminó el acto.
Y Vistos:
Por lo que resulta de la votación que instruye el acuerdo que antecede,
Se confirma la sentencia apelada en todo lo que decide y fuera materia de agravios. Las
costas de esta instancia se imponen a la parte demandada por resultar sustancialmente
vencida (art. 68, CPCCN.). Los honorarios profesionales serán regulados una vez
definidos los de la instancia anterior.
Notifíquese y devuélvase.- Eduardo A. Zannoni.- Fernando Posse Saguier.- José L.
Galmarini. (Sec.: Sebastián F. Font).
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