La Pachamamma y la identidad americana

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La Pachamamma y la identidad americana
En los próximos días -a partir del 1º de agosto- los pueblos de los Andes, antiguos
integrantes del Inkario conmemoran su fiesta mayor homenajeando a la madre
tierra, la Pachamamma. Eso implica que pueblos desde Ecuador (también algunas
regiones de Colombia) hasta San Luis en Argentina, rinden tributo a sus creencias
ancestrales, que han perdurado como resistencia cultural a la invasión europea
iniciada en 1492 y sus sucesivos genocidios y opresiones.
Cultura hoy fuertemente recuperada gracias a la poderosa revolución política-cultural
boliviana y también la ecuatoriana, ambos corazones sagrados del Tuyantisuyu. Debemos
preguntarnos en estos nuevos tiempos de búsqueda de la unidad continental ¿cómo es
posible que semejante fiesta no esté incorporada al calendario nacional como feriado o
festejo con feriado? ¿Hasta cuándo soportaremos el eurocentrismo que nos domina,
haciendo rendir honores exclusivos a un Dios nacido en el mar Mediterráneo, traído a
nuestras tierras por los peores genocidas y ladrones que conoce la historia humana? Sería
bueno preguntarnos, en tanto americanos, amerindios, indoamericanos o indo-afroamericanos, por qué chinos, hindúes, japoneses, indochinos y malayos veneran un dios
nacido en su tierra. Por qué los judíos veneran a su dios también nacido en su tierra
ancestral, hoy brutalmente ofendida por ellos mismos
¿Acaso los árabes no veneran a un Dios y un profeta nacidos en sus tierras? ¿Los
cristianos europeos no adoran acaso a un Dios nacido también en sus tierras? Lo mismo
podría decirse de la mayoría de África. ¿Por qué los americanos debemos venerar a un
dios extranjero, adorado por quienes nos oprimieron y oprimen, nos saquearon y
asesinaron en masa? Y en el caso argentino, debemos además sostener económicamente a
sus ‘representantes’ en la tierra. ¿No sería más lógico, que en este nuevo tiempo
americano de recuperación de identidad y también de recuperación y ampliación de
derechos para mayorías y minorías, que nuestras deidades ancestrales y sus festejos
correspondientes, ocupen el lugar central que merecen en nuestros calendarios nacionales?
Las creencias de nuestros pueblos originarios, sean ellos la Pachamamma de los pueblos
vinculados al Tuyantisuyu; el Nguillatum, o el Wiñoi Tripantu de los pueblos vinculados a
la nación Mapuche, así como las distintas festividades de la nación Guaraní o de la nación
Wichí y de las demás naciones originarias que conforman nuestro multiétnico país, deben
ser reconocidos como nuestras creencias nacionales en igualdad de derechos que el dios
católico traído por los europeos invasores en 1492.
El Tuyantisuyu,
la Patria Grande
esencial
Siempre es bueno
recordar -y así lo
pensaron los
próceres que nos
dieron la Patriaque a la patria
Grande criolla -es
decir europea y
blanca- la precede
la gran nación del
Tuyantisuyu -india
y comunista de
Estado-, extendida
por un largo ciclo
histórico,
abarcando desde
Panamá hasta San
Luis –hasta el río
Limay, más
precisamente- en
nuestro territorio
argentino. Que
dicha cultura era
superior, al igual
Tahuantinsuyo: Chinchaysuyo (en rojo), Antisuyo (en verde), Contisuyo (en
que la de los
amarillo) y Collasuyo (en azul).
mayas, los aztecas
y otras, a la de los brutales e ignorantes invasores españoles, es algo hoy reconocido por
antropólogos, historiadores y científicos, que comparan el alto nivel de vida de las
sociedades americanas de los siglos XV y XVI, contrastando con el hambre secular de la
España cristiana. Los Inkas y los Mayas, sabían que el sol era el centro del sistema solar y
que la tierra giraba a su alrededor. El porquerizo y genocida Pizarro, analfabeto en todos
los idiomas escritos en su tierra en su tiempo -el castellano, el árabe, el hebreo, el catalán,
el gallego y el vasco- lo ignoraba. Pero no sólo él, sus reyes y clases dominantes de
España -país que aun hoy posee el mayor índice de analfabetos de Europa Occidentaltambién lo ignoraban. Lo ignoraba también el resto de la Europa que acababa de salir de la
epidemia de la Peste negra, que consumió un tercio de su población. Catástrofe producida,
principalmente a causa de un desequilibrio ambiental, llevado a cabo en base a su inmenso
atraso cultural y científico e ignorancia, unida a la superstición católica que los obligaba a
vivir en la falta absoluta de higiene, llegando al extremo irracional y perverso de haber
quemado a cientos de miles de gatos -tal vez millones- en las hogueras junto a las mujeres
acusadas de brujería, dejando a las ratas sin su enemigo natural. Y como hoy sabemos, la
naturaleza no perdona. Por el contrario, Inkas, Mayas, Aztecas, Mapuches y muchos otros
pueblos americanos que adoraban al sol -el Dios Inti estampado en nuestra bandera
nacional por el general Belgrano, reconociendo al nuevo Estado en gestación, como
continuidad del Inkario -sabían que la tierra giraba a su alrededor y poseían conocimientos
extraordinarios sobre hidráulica, agricultura, arquitectura, astronomía, matemática,
ingeniería y otros saberes. Por el contrario el infame Pizarro y sus secuaces los ignoraban.
Eran expertos en engañar, robar, asesinar, quemar gente viva y violar mujeres y niñas. Y
amar al oro y la plata ajenos, por encima de su propio Dios europeo. Es probable que el
infame Pizarro, ni siquiera se atreviera a pensar en semejantes cuestiones, pues su religión
se lo prohibía. A los pueblos americanos, por el contrario sus creencias, vinculadas a la
naturaleza les permitían comprenderla, vivir en armonía con ella y no violarla. Así los
Inkas, podían alimentar a diez millones de personas en uno de los ecosistemas más áridos
del planeta, uniendo un enorme saber hidráulico con una economía basada en el
comunismo de Estado, que permitía distribuir equitativamente los recursos y la
producción. La agricultura americana produjo dos de los cuatro principales cultivos de la
humanidad: el Maíz y la Papa, los que junto al Trigo y el Arroz constituyen el sustento de
la especie humana en el planeta. Cabe aclarar que Europa no produjo ninguno. Ambos
cultivos permitieron sacar del hambre secular a Europa, particularmente la del Este y la
del Norte. Pero las culturas americanas produjeron una enorme variedad de cultivos que
han transformado la alimentación de todo el mundo: tomates, zapallos, pimientos, ajíes,
papas, batatas, porotos, tabaco, quinoa, coca y una enorme variedad de frutas que han
cambiado para siempre la alimentación de la humanidad, la de los paupérrimos europeos
en primer lugar. Claro que el aporte de América no fue voluntario. Siempre es bueno
recordar que la riqueza de Europa, la de sus fastuosos palacios, museos y mansiones de la
antigua nobleza y de la burguesía que la reemplazó, construidos a partir del siglo XVI, fue
construida en base al exterminio masivo de los americanos nativos y los setenta millones
de africanos esclavizados traídos para reemplazarlos. La inmensa riqueza europea chorrea
la sangre de nuestros hermanos ancestrales masacrados durante tres siglos de manera atroz
por las potencias europeas. Fue el ‘lodo y la sangre’ con que Karl Marx calificó la
formación del Capital Originario que daría origen al capitalismo industrial moderno. Años
más tarde Claude Levi-Strauus ubicó claramente los sucesos producidos por los europeos
en América. ‘Cuando veo los trópicos asiáticos tan superpobaldos de gente, y veo a esos
mismos trópicos americanos despoblados, mi alma sufre pues sé que eso fue nuestra
culpa’, señaló, palabras mas palabras menos -citamos de memoria- el gran científico
francés.
Destruir y someter a las culturas americanas
Cuando en 1562 el fraile inquisidor Diego de Landa ordenó quemar por heréticos, más de
cinco mil códices mayas, mostrando una brutalidad mayor a la de Pizarro y Cortés, ya que
por su condición de sacerdote alguna instrucción debía poseer, ignoraba -o tal vez no, pero
no le importó- al igual que el resto de los invasores españoles -que construían sus infames
templos sobre los lugares sagrados de los pueblos que sojuzgaban a sangre, fuego y
violación masiva- que estaba destruyendo el quinto idioma escrito de la antigüedad, y con
el destruía la conexión con el pasado de toda la cultura mesoamericana y tal vez de toda
América, en lo que a la relación de las culturas ancestrales tenían entre sí, como hoy
sabemos. Culturas que entre muchas virtudes habían sido los mayores astrónomos de la
antigüedad y los inventores del Maíz: la mayor construcción biológica de la humanidad,
según considera hoy la biología moderna. Sin embargo los piadosos españoles arrasaron
las geniales terrazas de cultivo de mayas, aztecas e inkas, esclavizando a los pueblos
americanos para producir oro, plata, trigo y caña de azúcar para la metrópoli, bajo el azote
del látigo, exterminando ciento veinte millones de americanos nativos en menos de un
siglo y medio. El mayor genocidio de la historia de la humanidad cometido en nombre del
rey español y del Dios español, al cual aun rendimos tributo, por cierto. Para valorar el
inmenso saber de los pueblos americanos arrasado por los brutales e ignorantes europeos,
que sólo veían oro y plata para saquear, es bueno recordar que los pueblos de la Amazonia
habían resuelto un problema central del manejo de los suelos tropicales que la agronomía
occidental moderna aun no pudo abordar. Ellos sabían cultivar esa tierra tan feraz y
endeble al mismo tiempo, sin agotarla ni desertificarla como harían portugueses,
españoles, ingleses, franceses y holandeses durante siglos. Los pueblos de la Amazonia
habían desarrollado un sistema hoy denominado ‘terra preta’ que consistía en una mezcla
del suelo natural existente, al que agregaban una especie de carbón vegetal obtenido a
partir de la quema parcial de parte de la vegetación existente sobre su superficie mediante
una combustión incompleta, la que producía una especie de carbón vegetal, luego
finamente molido que tenía la capacidad de impedir el lavado de la tierra selvática y
mantener constante un alto nivel de materia orgánica lo que les permitía cultivar esos
suelos de manera permanente con altos rendimientos, al mismo tiempo que no
deterioraban sino que, mejoraban las condiciones del suelo. Este tratamiento iba
acompañado de una técnica que podríamos llamar de ‘mínimo desmonte’, ya que apenas
eliminaban muy poco de la vegetación selvática para construir sus terrazas en medio de
ella, mientras devolvían a la tierra la cubierta vegetal que quitaban en la forma de ‘terra
preta’, creando así terrazas de cultivo altamente fértiles y lo que es más notable, creando
un tipo de suelo que mejoraba tanto la acción microbiológica del suelo que permitía su
reproducción natural hasta hoy, varios siglos después. Esta tierra es tan notable que hoy es
extraído por empresas brasileñas del medio de la selva para venderlo como compost o
tierra altamente fértil para macetas, continuando las políticas depredatorioas de origen
europeo. Claro que no fue este el camino seguido por los europeos que arrasaron el
Nordeste del Brasil transformado a uno de los ecosistemas más ricos y diversos del
planeta en el desierto árido del Sertao. Una vez más la cultura indígena mostraba ser
altamente superior a la europea. De la misma manera otras etnias de la nación Guaraní
habitantes de la Argentina, Paraguay o Brasil producían sus cultivos intercalándolos en
medio de la selva existente sin desmontarla ni destruirla.
Podían producir sus cultivos pero mantenían intacta la selva que les daba sustento, abrigo,
protección, farmacopea y recursos casi inagotables. Los Inkas -considerados hoy los
mejores agricultores de la historia humana- podían hacer proezas agronómicas que ningún
agrónomo occidental puede siquiera imitar. En una sola terraza de cultivo podían
combinar maíz, papas, coca, zapallos, quinoas, pimientos, tomates, ajíes, porotos y otros
cultivos que diferían notablemente en sus requerimientos de temperatura, humedad,
fertilidad, insolación, etc. Para ello combinaban hábilmente los gradientes de altitud, tenor
acuífero, orientación y exposición solar, sin afectar la estabilidad de la terraza las cuales al
igual que los sistemas de regadío pueden ser usados normalmente hoy después de cientos y en algunos casos, miles de años de construidas-. Es bueno recordar para entender la
acción de lo ‘piadosos’ españoles que los invasores roturaban con arado de reja las
terrazas en forma vertical para destruirlas y privar de alimentos a la mayoría de la
población sometida. Otro ejemplo del saber originario reside en el Ayahuasca,
alucinógeno y poderoso antibiótico de acción múltiple, elaborado por los pueblos
americanos de la selva tropical, desde Misiones hasta Venezuela. Su poder curativo es tan
efectivo que en la actualidad pretende ser robado y patentado por laboratorios
occidentales. Esto no es nuevo: las mejores variedades de Quinoa, semicereal que los
Inkas cultivaban como complemento del maíz, de enormes propiedades nutritivas, han
sido robados por empresas de biotecnología, norteamericanas y patentadas como propias.
Por lo cual ahora les debemos comprar a Monsanto y a Syngenta los cultivares que
nuestros ancestros seleccionaron durante milenios en los Andes centrales.
Así las cosas, cuando el 1º de agosto una gran parte de nuestra población beba su ración
de aguardiente con ruda o haga sus ofrendas corpachando a la Pachamamma la América
ancestral y profunda estará triunfando una vez más sobre la opresión europea o criolla. La
resistencia de quinientos años de nuestros hermanos originarios levantará una vez más su
bandera de dignidad irredenta bajo los manes eternos de Lautaro, Cuahtemoc, Atahualpa o
Túpac Amaru. Llegará entonces el momento de preguntarnos ¿por qué la fiesta de la
Pachamamma y demás fiestas ancestrales no son feriado nacional, tal como la navidad del
Dios europeo?
‘Presencié la declaración de la Independencia de los estados de Chile y Perú: existe en
mi poder el estandarte que trajo el infame Pizarro para esclavizar al Imperio de los
Incas, y he dejado de ser hombre público, he aquí recompensados con usura diez
años de revolución y guerra.’ - José de San Martín al despedirse del pueblo peruano,
1822
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