La crisis económica resucita la toma de fábricas en España

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La crisis económica resucita la toma de fábricas en España
Pere Rusiñol
Público / Rebelion / 27-10-2009
Al menos 40 empresas en declive han sido reconvertidas en cooperativas al
asumir su gestión los trabajadores. En ocasiones, el antiguo dueño de la
compañía se suma a la iniciativa.
A Daniel Martínez, de 33 años, le despidieron de la empresa en la que
trabajaba, en Mazarrón (Murcia), machacada como tantas por la crisis. Medio
año después, sigue en la nave y es el dueño.
La crisis económica ha llevado a decenas de trabajadores en España a tomar
empresas en declive y gestionarlas directamente. En lugar de contentarse con
el paro, han despedido al dueño y han tratado de mantenerlas a flote
reconvertidas en cooperativas.
Aquí no se escucha el ruido de Argentina, cuando con el crash de 2002 miles
de obreros se quedaron con las fábricas ante la huida de sus jefes y su lucha
fue captada por la cámara de Naomi Klein y Avis Lewis en La Toma. Pero el
goteo es incesante: Daniel Martínez y seis compañeros crearon el pasado abril
la cooperativa Akami Tuna y trabajan incluso en la misma nave y con la misma
maquinaria de la empresa que les despidió; la metalúrgica Metalva unió en
Alcañiz (Teruel) a obreros que un día fueron a trabajar y el dueño se había
fugado; los cooperativistas de Zero-Pro en Porriño (Pontevedra) desarrollan por
su cuenta los proyectos de robotización que antes elaboraban para su jefe.
La Confederación de Cooperativas de Trabajo (Coceta) estima que en dos
años se han tomado unas 40 empresas en España cuando en dos décadas no
tuvieron constancia de ninguna acción parecida.
En ocasiones aunque raras, incluso el dueño se suma a la toma. Es el caso,
por ejemplo, de Francisco Javier Jiménez, de 40 años, que era propietario de
Cuin Factory, una pequeña empresa de producción y comercialización de
muebles de cocina de Vilanova i la Geltrú (Barcelona). A principios de año,
echó cuentas, le salieron rojas y comunicó a sus empleados que cerraba. Tras
el shock colectivo, alguien sugirió arrimar el hombro juntos y seguir como
cooperativa. Desde junio, el dueño ha dejado de serlo y es un trabajador más,
sometido a la asamblea. Pero la fábrica sigue.
"La persona que hoy firma mi nómina era antes mi secretaria. Parece el mundo
al revés, pero estoy muy satisfecho del paso dado: antes todo recaía sobre mis
espaldas, ahora tengo compañeros de fatigas", explica Jiménez. Como la
situación es de economía de guerra, los seis cooperativistas se han
autoasignado un salario de apenas 900 euros al mes. "Todos somos jefes y
todos ganamos lo mismo, que espero que aumente a medida que dejemos
atrás la crisis", añade Jiménez, quien ironiza que sus ex obreros "ahora se dan
cuenta de lo duro que puede resultar ser empresario".
Catalunya es probablemente la comunidad donde se dan más experiencias de
este tipo, hasta el punto de que la Generalitat creó en junio una línea de
ayudas específicas para transformar una empresa mercantil en cooperativa. Y
existe una cooperativa, Ara_coop, especializada en ayudar en el proceso de
transformación. En el último año, las peticiones de información a Aracoop han
aumentado el 50%.
El fenómeno se ha extendido sigilosamente por toda España ante la posibilidad
de capitalizar el paro y con la riquísima experiencia acumulada en la crisis de
finales de la década de 1970, cuando muchos obreros tomaron sus fábricas y
las reconvirtieron en cooperativas. Algunas de esas empresas, como la
catalana Mol-Matric, siguen funcionando de forma asamblearia 30 años
después y generando beneficios.
"El problema, a veces, es directamente el propietario", apunta Enrique
Emsoleaga, gerente de Metalva, metalúrgica creada por cinco obreros
cansados de que el dueño no les pagara. "Antes teníamos trabajo, pero nunca
dinero. Ahora hacemos lo mismo, pero con mucha más libertad y nos ganamos
la vida", añade.
¿Y no son un engorro las asambleas para tomar decisiones? "No, para nada",
responde Emsoleaga con un punto de ironía. "Los acuerdos son siempre
unánimes: trabajar, trabajar y trabajar", dice. Las asambleas las hacen los
sábados, en la fábrica, mientras de-sayunan con toda la familia.
Las razones para la toma no suelen ser ideológicas, sino prácticas, aunque
muchos interlocutores no lo crean: "El responsable de un banco al que pedimos
dinero cerró el portafolio cuando escuchó la palabra cooperativa. ¡Debía de
pensar que estaba ante el mismísimo Lenin!", explica entre risas Marcos Jalda,
de Zero-Pro.
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