I. LA ERA VIRREINAL EL SIGLO DE LA CONQUISTA Para la historia de México el siglo XVI es el siglo de la conquista. Con ese nombre se engloba tanto el hecho militar mismo como el largo periodo de acomodo que no sin violencias produjo una nueva situación: la colonia. El siglo de la conquista se caracteriza por el triunfo de los intereses particulares de los conquistadores sobre el mundo indÃ−gena, que de pronto se encuentra sometido en una explotación sistemática. Ese predominio de intereses particulares se explica por varias circunstancias. Puede recordarse que el viaje de Colón fue financiado por la reina Isabel. La católica como una empresa particular, cedió sus joyas personales para cubrir los gastos de la empresa y por ello las tierras descubiertas se consideraron desde entonces como patrimonio exclusivo de la corona de castilla. Fue ese sistema de empresa privada el que permitió organizar el descubrimiento y la conquista, además de explicar el deseo incontenible de los conquistadores de resarcir sus gastos y trabajos a costa de los indios. Las conquistas fueron casi siempre hechos impredecibles. Si Colon nunca imagino que habÃ−a descubierto un nuevo continente, hasta la llegada de Cortes a México, nadie pudo contemplar tampoco las riquezas que encerraba el nuevo territorio. Los conquistadores recibÃ−a como a “premio” a su conquista una determinada cantidad de indios de servicio, tributos, encomiendas, mercedes de tierras o solares urbanos, proporcional al aporte inicial hecho; pero la proporción de este “premio” era fijada por ellos mismos. Quizás la figura del conquistador cubre loa visión que se tiene del siglo XVI por que alguna de las mejores historias de la conquista fueron escritas por historiadores de la era romántica. Más de 2 mil individuos probaron suerte en la conquista de Tenochtitlán como miembros de la expedición original de Cortes. Apenas un 4% de estos conquistadores llegaron a concentrar en sus manos beneficios suficientes para enriquecerse con la conquista. La figura de Cortes se ha enseñoreado sobre estos primeros años de la historia colonial. Por ello nuestras historias relatan minuciosamente sus trabajos y sus dÃ−as. Desde la matanza de cholula hasta el sitio de México, sus hazañas increÃ−bles y estropicios extraordinarios crearon la imagen del conquistador que conserva la historia. Además la dramática especularidad de la victoria sobre los mexicanos, por la importancia de Tenochtitlán como centro dominante del imperio mexica, contribuye también a que la historia de la conquista se conozca solo por Cortes y por los defensores de México. A grandes rasgos pueden definirse varias etapas en la conquista militar. La primera que podrÃ−a llamarse “antillana”, dirigida por los intereses y proyectos comerciales de Diego Velásquez el gobernador de Cuba. Una siguiente etapa comenzarÃ−a con la entrada de Cortes hacia las tierras del interior hasta que concierta su alianza con tlaxcala. La ultima fase de la historia, el sitio y la caÃ−da de Tenochtitlán, abarca desde el retorno de Cortes de tierras tlaxcaltecas, donde se habÃ−a repuesto con sus hombres, hasta la prisión de de Cuauhtemoc. 1 Cortes envió desde antes de 1521 a vario de sus capitanes a establecer alianzas o dominar militarmente algunos sitios del interior y asegurar su victoria sobre los mexicanos. Muchos pueblos concertaron alianzas inmediatas con los españoles y en prueba de su apoyo enviaron hombres para luchar con los ejércitos de Cortes, tantos, que si hemos de creer las propias palabras del conquistador, el sitio de México lo realizan mil españoles sostenidos por 50 mil aliados indÃ−genas. Otros centros ofrecieron resistencia violenta y algunos fueron destruidos totalmente por los conquistadores. El sueño de4 los conquistadores de mantener ese dominio, casi a la manera feudal, termina hacia la mitad del siglo. A medida que la corona española se va adueñando de la situación, centraliza en sus manos la decisión polÃ−tica y desplaza a los antiguos conquistadores de sus posiciones de privilegio. La corona española termino con la sociedad de conquistadores y marco el inicio de la nueva sociedad colonial. LA CONQUISTA ESPIRITUAL El termino de “conquista espiritual” se puede definir como el proceso de cristianización e hispanización de los indÃ−genas durante el siglo XVI, la expresión de una crisis de conciencia, la oportunidad de una reinterpretación de la condición de los hombres, estuvo también ligado a la necesidad de justificar la expansión imperial europea. Los indÃ−genas no podÃ−an considerarse infieles en el mismo sentido de los moros. Los indÃ−genas americanos fueron considerados más bien como gentiles. Y como gentiles por derecho natural, gozaban legÃ−timamente de la posesión de sus territorios. La conquista espiritual pasa por dos periodos distintos. El primero abarcarÃ−a desde la llegada de la primera misión franciscana en 1523 hasta mediados del siglo. El segundo cubre los años que siguen a 1555, fecha en que se reúne el Primer Concilio Mexicano y empieza a definirse la situación que prevalecerá durante el resto de la época colonial. Como la organización social, la espiritual queda polarizada entre dos mundos: el de la República de los Españoles y el de la República de los Indios. En ese sentido, más que crisis de conciencia, la conquista espiritual forma parte integrante del proceso de dominación colonial del siglo XVI. En varios sentidos fue mucho más radical y violenta ésta que la conquista militar. Durante los primeros años del siglo XVI los misioneros españoles desplegaron una actividad en el estudio de las lenguas indÃ−genas. Muchas fueron alfabetizadas. Se estudió la estructura interna de las principales lenguas y se recopilaron importantes vocabularios con las definiciones precisas y los diversos significados de cada palabra. Además, se tradujeron numerosas obras religiosas a las lenguas indÃ−genas, algunas de las cuales se imprimÃ−an durante esos años. La imprenta fue instrumento de gran utilidad para los misioneros en el trabajo de evangelización del indÃ−gena. La conquista espiritual dejó huella en los ámbitos más diversos de la vida de los indÃ−genas. Como organizadores de las nuevas formas de vida comunitaria, los misioneros y el sacerdote, se convertirÃ−an pronto en el centro de la vida de aquellos pueblos conquistados, en rectores de las actividades colectivas y definidores de las nuevas formas de cohesión social. LA ECONOMIA COLONIAL, 1650-1750 En la Nueva España, como en otras colonias americanas, existÃ−a un mercado muy reducido para los productos agrÃ−colas. Los habitantes españoles y mestizos de las ciudades los trabajadores de las minas, y las bestias de carga y tiro, eran prácticamente los únicos consumidores de los cereales que podÃ−a 2 producir la hacienda. Además de esas limitaciones del mercado, la hacienda tuvo que enfrentarse aciertas condiciones geográficas y naturales que marcaban el funcionamiento de la economÃ−a novohispana. Los ricos agricultores de la colonia idearon una unidad de producción agrÃ−cola que les permitiera sacar provecho de las condiciones adversas: la hacienda. Esta se caracterizo desde sus orÃ−genes por una ambición ilimitada de acumular tierras, acumulación que tenÃ−a un sentido económico muy preciso y que fue el principal factor que permitió la sobrevivencia de la institución. Aunque no se han podido medir las dimensiones de la crisis demográfica que siguió a la conquista, sabemos que la población de Nueva España no alcanzo sus niveles prehispánicos, hasta la segunda mitad del siglo XVIII. La escasa población, aunada a su dispersión en zonas rurales, hacia que el trabajo se convirtiera en un recurso muy disputado por los hacendados. Por ello, la hacienda probara todos los procedimientos posibles para fijar a los trabajadores dentro de las tierras. El más eficaz para lograrlo fue sostener un sistema de bajos salarios para los trabajadores agrÃ−colas, manteniéndolos en un nivel de subsistencia. Desde un principio, la corona española prohibió el desarrollo de las manufacturas en sus colonias americanas como medio de proteger el desarrollo de las manufacturas en España. Sin embargo, los productos elaborados en España, especialmente los textiles, llegaba a la Nueva España después de una larga travesÃ−a por el Atlántico a precios muy elevados. Es por ello que se comenzaron a surgir en las colonias numerosas obrajes de paños, mantas y telas burdas, que se destinaban al consumo de la numerosa población de pobres. La condición del trabajador en el obraje era, sin embargo mucho peor que la del trabajador agrÃ−cola. El obraje reclutaba su mano de obra entre los delincuentes condenados a purgar alguna pena corporal. AsÃ−, los delincuentes pagaban su condena trabajando en un obraje conservando su situación jurÃ−dica de prisioneros. La otra actividad que sustentaba la economÃ−a de la Nueva España, la minerÃ−a se destinaba a cubrir las necesidades de un mercado externo, la economÃ−a de la metrópoli española. La minerÃ−a jugo un papel fundamental en el desarrollo de la economÃ−a colonial. Los centros mineros actuaron como generadores de una gran parte de las actividades agrÃ−colas. En las minas se pagaba generalmente salarios altos; además por el sistema llamado de buscones, el trabajador podÃ−a llegar a tener una categorÃ−a de coparticipe en la explotación de una veta. Entonces recibÃ−a un pago proporcional a la cantidad de metal que hubiera extraÃ−do. Por esas circunstancias los centros mineros atraÃ−an a una gran cantidad de trabajadores. El comercio de la colonia con España se definÃ−a, pues, por una situación particular de oferta limitada y de un mercado cautivo. Con ello, la metrópoli podÃ−a vender los productos europeos aprecios muy altos con la seguridad de que serian comprados en la colonia. AsÃ− el siglo XVII, el siglo de “depresión”, el siglo “ignorado” y “olvidado”, es precisamente la época en que se definen las principales estructuras de nuestra historia colonial. Es entonces cundo se consolida definitivamente el esquema de la dominación, cuando se definen los mecanismos de una economÃ−a dependiente. II. EL PERIODO FORMATIVO EL SIGLO DE LAS LUCES 3 Por 1740, después de doscientos años de ser parte del imperio español, México entro en una era de cambios conocida con los nombres de ilustración y siglo de las luces. En este siglo, que va del reinado de Fernando VI y el virreinato de Francisco de Güemes, conde de Revillagigedo. La Nueva España amplia su territorio y su poblacion, se enriquece, cambia de sistema polÃ−tico, procrea un nuevo grupo social, se ilustra, se da cuenta de si misma y se prepara para hacer vida aparte e independiente de la nación española. Hacia 1800 los criollos sumaban ya un millón, el 16% del total demográfico. Por lo menos la mitad vivÃ−a en ciudades. A los criollos se les debe el desarrollo urbano de México, que sobrepaso la cifra de cien mil moradores. Un 60% de la población siguió siendo india, y un 20%, mestiza. La Nueva España crece y prospera en el siglo de las luces. El territorio se duplica, la población se triplica y el valor de la producción económica se sextuplica. Desde 1786 se divide el paÃ−s en intendencias, base de la futura división en estados. Al frente de cada uno se puso un intendente con las obligaciones básicas de levantar mapas topográficos de su provincia, hacer estudios económicos regionales, distribuir entre el público información cientÃ−fica y técnica, construir caminos y diversas obras de infraestructura, embellecer las ciudades y castigar a ociosos y a malentretenidos. Por influencia francesa se ponen de moda los saraos y las fiestas camprestes, el cortejo y la marcialidad. Se instalan en México billares, fondas, casas de trucos, botillerÃ−as y cafés. Con todo, el crecimiento territorial, la prosperidad económica, el reajuste polÃ−tico administrativo y las nuevas costumbres, solo afectaron positivamente a una mÃ−nima parte de la población neoespañola. En México sólo habÃ−a dos grupos: “Los que nada tienen y los que lo tienen todo”. Los principales beneficiados con las mudanzas del siglo fueron los españoles residentes en la Nueva España. Como gobernantes, acrecieron su poder y como mercaderes aumentaron su riqueza. En segundo término salió beneficiada la aristocracia criolla, dueña de minas y haciendas. Hacia 1760 los jesuitas jóvenes de la Nueva España perdieron el cariño y el respeto a la vieja España y le cobraron amor e interés a México. Uno de los rasgos de aquél grupo de jesuitas fue su liberalismo intelectual, opuesto al corsé escolástico. El padre Rafael Campo propuso investigar minuciosamente todas las cosas, descifrar los enigmas, distinguir lo cierto de lo dudoso, despreciar los inveterados prejuicios de los hombres y pasar de un conocimiento a otro nuevo. Sus colegas dispusieron, para cumplir este vasto programa darse a la lectura de los filósofos y cientÃ−ficos europeos. De unos y otros tomaron métodos para la reflexión, la investigación y la enseñanza. Carlos III decretó en 1767 la expulsión de los jesuitas de todos sus dominios. Expulsados los jesuitas, varios de sus ex alumnos que tenÃ−an entre 20 y 40 años de edad, no todos ricos y solo algunos sacerdotes, llevaron adelante la renovación iniciada por sus maestros. Gracias al nuevo equipo de sabios mexicanos, en las escuelas de la “Ilustración”, como el Seminario de MinerÃ−a y el JardÃ−n Botánico, dejaron de oÃ−rse “aquellos desaforados gritos pulmonares que eran la contraseña de los peripatéticos cuando pretendÃ−an descubrir la verdad”. Los criollos humanistas proponÃ−an como remedio contra la desigualdad acabar con el sistema de tutela para los indios, el hacer a todos iguales ante la ley, el repartir entre sus condueños las tierras de las comunidades indÃ−genas y el dejar hacer y dejar pasar. LA REVOLUCION DE INDEPENDENCIA 4 Los criollos de la clase media andaban con la obsesión de la Independencia. Unos y otros buscaban sacudirse el yugo y ambos encontraron la coyuntura para poner en práctica sus ideales en 1808. Ese año Napoléon ocupó España. Los españoles se opusieron al invasor y los mexicanos que habÃ−an dejado de sentirse españoles trataron de aprovecharse de la crisis española para hacerse independientes. AsÃ− las cosas, el virrey resolvió hacer juntas representativas del reino. El ayuntamiento sostuvo en ellas la conveniencia de reunir un congreso nacional. El virrey aceptó la idea, pero un rico comerciante y latifundista español. Al frente de peones, empleados y varios gachupines, depuso al virrey la noche del 15 de septiembre; mandó a la cárcel a los patriotas y se dio el lujo de nombrar, como sucesor del virrey depuesto, a un lÃ−mite de máxima graduación y al clérigo máximo del paÃ−s. El golpe resultó contraproducente. Se conspiró en muchas partes, pero los conjurados de Querétaro, San Miguel y Dolores, al ser denunciados, se pusieron en pie de lucha. En la madrugada del domingo del 16 de septiembre de 1810, Miguel Hidalgo y Costilla, ex alumno de los jesuitas, y cura del pueblo de Dolores, puso en las calle a los presos y en la cárcel a las autoridades del lugar. Llamo a misa y desde el atrio de la iglesia incitó a sus parroquianos a unÃ−rsele. Después de muchas batallas, Hidalgo expidió decretos sobre el uso exclusivo de las tierras de comunidad por sus dueños, la abolición de la esclavitud en beneficio de 6 mil negros, la extinción de los monopolios estatales del tabaco, la pólvora y los naipes, y la supresión de los tributos que pagaban los indios. Mientras una parte de los mexicanos luchaba contra el gobierno virreinal con palos y piedras, otra aceptaba la invitación del nuevo gobierno peninsular nacido de la lucha contra Napoleón de elegir diputados para un congreso que se reunirÃ−a en Cádiz en 1811. Intelectuales criollos, al restablecerse el régimen autoritario decidieron unirse al ejército del cura Morelos, e hicieron campañas brillantÃ−simas en 1812 y 1813. Morelos resolvió hacer un congreso nacional que le diera una constitución polÃ−tica al paÃ−s, el Congreso de Anáhuac se formó con distinguidos intelectuales criollos de toga y sotana. Fuera de los reductos fortificados peleaban numerosas partidas de indios, mestizos y mulatos. Las ganas de salir de la miseria y de tomar venganza por viejos agravios era su guÃ−a. Usurpaban propiedades, se quitaban vidas. La mayorÃ−a de los criollos habÃ−a aceptado la derrota cuando una nueva coyuntura los puso en el camino de la independencia que no de la libertad y de las reformas sociales. En 1820 la revolución designa liberal obligó a Fernando VII reestablecer la Constitución de Cádiz. La consumación de la independencia produce gran entusiasmo en todas las poblaciones, se hacen desfiles con carrozas alegóricas, se construyen arcos del triunfo; hay juegos pirotécnicos y muestras de regocijo general. Los poetas componen odas, sonetos, canciones, marchas y coplas alusivas a la patria liberada. Los intelectuales de clase media hacen proyectos de Constitución polÃ−tica y buenas leyes; planes para el fomento a la agricultura, la ganaderÃ−a, la pesca, el comercio y la hacienda pública; diseños para hacer más humanas alas condiciones de trabajo, para aumentar la población y esparcir la educación y la salud. Con muy pocas excepciones todos cierran los ojos a los obstáculos y únicamente los abren para ver las ventajas de la vida independiente. EL PARà NTESIS DE SANTA ANNA. 5 Al asumir su independencia, México era el más extenso de losa paÃ−ses hispanoamericanos, y en 1822 se amplió aún más al incorporarse las provincias centroamericanas. En el orden económico todo se vino abajo. La producción minera se redujo en 11 años de lucha, la baja de los ingresos estatales no fue puramente pasajera y tampoco el alza de gastos públicos podrÃ−a ser transitoria. HabÃ−a que mantener un ejército numeroso y fuerte para conservar la independencia, la hacienda estaba condenada a un estado de bancarrota. En el orden social habÃ−a mucho que hacer, la declaración de la igualdad jurÃ−dica de todos los mexicanos deja a los indios, acostumbrados a u régimen de tutela indefensos ante los criollos. La igualdad de derechos agudiza la desigualdad de fortuna. Los diputados monárquicos eran pocos y se dividÃ−an en borbonistas e iturbidistas. Tras una coronación fastuosa, Iturbide gobernó once meses desde mayo de 1822. en agosto supo de una conspiración anti-iturbidista en la que estaban metidos algunos diputados. En diciembre un amigo del borlote, el brigadier Antonio López de Santa Anna se sublevó en Veracruz y proclamó la República. En enero de 1823 el general Antonio Echeverri, enviado por el emperador para combatir a Santa Anna pactó con el enemigo. En marzo Iturbide se arranca la corona y reestablece el disuelto Congreso y sale del paÃ−s. Los sucesos mayores de la administración de don Guadalupe fue el reconocimiento de la Independencia mexicana por Estados Unidos e Inglaterra, las tentativas de unión panamericana, el destierro de los españoles y la lucha por el poder de las masonerÃ−as escocesa y yorkina. La pugna entre escoceses y yorkinos llenó todo el cuatrienio de Victoria y culminó con un levantamiento que pedÃ−a la muerte de las sociedades secretas. LA REFORMA Hacia 1558, la clase intelectual de México alarmada por la pérdida del territorio patrio, la pobreza del pueblo y del gobierno, la incesante guerra civil y el desbarajuste en la administración pública, decidió poner un hasta aquÃ− al mal tomado en sus manos las riendas de la nación padeciente, habÃ−a pocos hombres cultivados. La clase adiestrada dispuesta a dirimir los graves problemas nacionales, estaba profundamente dividida cuando decidió intentarlo. Aunque pocos, los intelectuales formaban dos partidos: el liberal y el conservador. Los del partido liberal eran personas de modestos recursos y la mayorÃ−a de los conservadores eran más o menos ricos, de profesión eclesiástica o militar. El partido conservador cedió como jefe a don Lucas Alamán. Los liberales no tenÃ−an a mediados del siglo un jefe pero ya asomaban entre ellos algunas eminencias como don Benito Juárez. Al contrario de las conservadores, los liberales negaban la tradición hispánica, indÃ−gena y católica. Santa Anna formó un gabinete presidido por Lucas Alamán. El 22 Alamán suprime las legislaturas provinciales y funda con la mano izquierda una secretarÃ−a de fomento, colonización, industria y comercio. ProhÃ−be la impresión de escritos subversivos, sediciosos, inmorales, injuriosos y calumniosos. Muerto Alamán Santa anna se resecó. Tras una conferencia con la esclavista Gadsden, enviado por su gobierno para adquirir territorios en la zona norte, vendió La Mesilla. Santa anna dejó furtivamente el paÃ−s en agosto de 1855 tras una derrota. Una junta de insurrectos nombró 6 presidente interino al general Ôlvarez quien gobernó algunos meses. El nuevo presidente se propuso emprender con prudencia las reformas reclamadas por la opinión liberal, pero no hubo dÃ−a que su gobierno sin revueltas de signo conservador motivadas por la ley Juárez, quien restringÃ−a fueros eclesiásticos, la ley Lerdo y la ley Iglesias. Al renunciar Comonfort, Benito Juárez ocupa el cargo de presidente de la república de manera provisional. Esta nueva pugna entre liberales y conservadores proporcionó la guerra de Reforma o de los tres años. El programa de gobierno de Juárez propuso poner en práctica las leyes de Reforma, mientras tanto, continuaron algunos levantamientos de los conservadores en contra de Juárez. El principal problema que enfrentaba el gobierno de Juárez para terminar con la reacción armada era la falta de dinero, consecuencia de esto se rompieron relaciones diplomáticas con Inglaterra, Francia y España, motivo por el cual invadieron el puerto de Veracruz. Mientras tanto los monarquistas mexicanos radicados en Europa consideraban que la mejor forma de gobierno para México era la monarquÃ−a y se eligió al archiduque Fernando Maximiliano de Habsburgo para gobernar México. Y para evitar el conflicto armado Juárez decidió derogar la ley de suspensión de pagos de la deuda. Sin embargo esto no frenó la invasión. El 15de mayo de 1867 Querétaro cayó en manos de los liberales. El Emperador y los conservadores fueron apresados y fusilados en el Cerro de las Campanas presentándose asÃ− el fin del llamado segundo imperio. El triunfo de los liberales con su proyecto republicano federalista se consumó. IV. EL TRAMO MODERNO. LA REPUBLICA RESTAURADA La historia moderna de México comenzó con una caÃ−da y acabó con otra. Se inicia en julio de 1867, al derrumbarse el imperio de Maximiliano, y concluye en mayo de 1911 cuando se desploma el gobierno de Porfirio DÃ−az. Esta historia abarca 44 años que sin embargo se dividen habitualmente en dos épocas, la inicial de 10 años se llama república restaurada a la segunda de 34 se le nombra el Porfiriato. El primer nombre se justifica porque el imperio de Maximiliano pretendÃ−a acabar con la república de Juárez y éste después de 5 años obtiene la victoria. Los vencedores insistieron en que la república victoriosa era la de siempre solo que restaurada, es decir” puesta en aquel estado estimación que antes tenÃ−a” Juárez y Lerdo combatieron toda insurrección, tanto de militares como de grupos indÃ−genas, también implantaron leyes, medidas policiales y campañas para abatir el bandolerismo. La pacificación del paÃ−s se dio muy lentamente. Con la muerte de Juárez y la derrota de DÃ−az, Lerdo obtuvo el triunfo en la presidencia en 1872 a 1876, terminado su gobierno, obtuvo la reelección hasta 1880, después en 1876 DÃ−az estableció la no reelección obligando a Lerdo a huir del paÃ−s. DÃ−az se autonombró presidente interno y un año después ganó las elecciones. EL PORFIRIATO. La época que va desde 1877 hasta 1911 se llama porfiriato por que la figura de Porfirio DÃ−az la domina. No sin embargo, desde el primer dÃ−a, si no que va perfilándose durante los 10 años anteriores y apenas alcanza su estatura dominante en 1888. 7 Como lo mencionamos, DÃ−az fue derrotado por Juárez y por Lerdo, y en el año de 1877 gana las elecciones. Avanzado el porfiriato, se creó una serie de bancos que hizo posible un ensanchamiento de la agricultura, la minerÃ−a, el comercio y la industria. En suma, el paÃ−s en su conjunto mejoró su economÃ−a en un grado y una extensión nunca antes vistos. La fórmula que expresa fielmente el concepto que Porfirio tenÃ−a de un gobernante, y por supuesto de su propia misión, es la bien conocida de “poca polÃ−tica y mucha administración “ y con el tiempo se convirtió en “cero polÃ−tica, cien administración”. Tan breve y tan sencilla como parece en el fondo querÃ−a decir todo esto. Esta fórmula funcionó satisfactoriamente durante largos años porque el paÃ−s ansiaba la paz y querÃ−a mejorar su condición económica, y porque Porfirio demostró que podÃ−a mantener la paz y sabÃ−a como impulsar la economÃ−a nacional. Al final, sin embargo, se hizo cada vez más ingrata hasta provocar la rebelión maderista. Por primera vez desde hacÃ−a 33 años, se formaron varios partidos polÃ−ticos para contender en las de diputados y senadores de julio de 1910 con el resultado de que ni uno solo de3 los candidatos independientes obtuvo un escaño en el Congreso. Por lo que toca a las elecciones presidenciales, esos mismos partidos estuvieron dispuestos a reelegir una vez más a Porfirio DÃ−az si éste permitÃ−a que la elección de vicepresidente de la República fuera libre. Se desatendió esta justa irrazonable petición, de modo que se impuso la fórmula antireeleccionista Porfirio DÃ−az-Ramón Corral. Habiéndose cerrado todas las puertas, Madero decidió lanzarse a la rebelión armada del 20 de noviembre de 1910, y 6 meses después caÃ−a estrepitosamente un régimen de gobierno que habÃ−a sobrevivido en el poder 34 años. V. LA REVOLUCIà N MEXICANA 1910-1920 La revolución mexicana, como todo hecho histórico, es variable con el paso del tiempo y compleja en su organización y desarrollo. Surge como una protesta de tono eminentemente polÃ−tico frente al régimen porfiriano, pero quienes van participando en ella le imprimen la huella de sus ideas y aspiraciones. En 1910 Porfirio DÃ−az se hizo reelegir presidente de México por sexta vez consecutiva. Casi 30 años de un poder siempre en aumento pero poco renovado en sus hombres y en sus métodos. Nada ni nadie parecÃ−a capaz de discutir el porfiriato y menos aún de sustituirlo. Por todo eso, desde 1904 habÃ−a surgido en la vida mexicana el problema de quién sustituirÃ−a al presidente. DÃ−az pensaba entonces que su sucesor legÃ−timo, deberÃ−a surgir de la organización de los mexicanos en verdaderos partidos polÃ−ticos, y en la lucha electoral libre y abierta; muchos creyeron en las palabras del presidente, se produjo asÃ− un clima de verdadero debate en el paÃ−s desde hacÃ−a mucho tiempo. El liberalismo ortodoxo en cuya base estaba la capacidad innata de todos los pueblos para la vida democrática, pensaban que el mexicano, ejerciendo su libertad electoral, llevarÃ−a al poder a quien debiera y mereciera gobernarlo. En esta última lÃ−nea de pensamiento estaba un hombre de claras y sostenidas preocupaciones polÃ−ticas: Francisco I. Madero. Por razones de fondo Madero y DÃ−az coincidÃ−an a su vez. 8 Madero formulaba y hacÃ−a penetrar en México su plan revolucionario, y hace un llamado a las armas para el 20 de noviembre. La adhesión de quienes serÃ−an los primeros brazos armados de la revolución: Pascual Orozco y Francisco Villa. La revolución habÃ−a comenzado. El régimen de DÃ−az contraatacó. Emiliano Zapata se levantó en el sur. Ejn la propia capital y como eco de las victorias revolucionarias del norte, hay motines contra DÃ−az, éste renuncia finalmente a la presidencia y abandona el paÃ−s. Después de 6 meses de lucha la revolución maderista habÃ−a triunfado. Madero asumió el poder con un partido seriamente desavenido. Los mexicanos vencidos por la revolución aliados con el ejército porfiriano casi intacto a pesar de su derrota asaltaron el, poder y asesinaron a Madero. Los revolucionarios por su parte y ante el hecho de la muerte de Madero, instintivamente se reagruparon con Venustiano Carranza por caudillo y encaminaron su lucha a restaurar el orden constitucional roto por el cuartelazo huertita. Carranza pareció acertado y el empezar a salir airoso en las relaciones internacionales aumentó su prestigio y poder. El poder prolongado y creciente de Carranza fue puesto en entredicho por diferentes grupos revolucionarios, ante el nuevo panorama, Carranza hubo de ejercer un gobierno más enérgico y practicar una cruda polÃ−tica. La antigua fraternidad de hombres de armas y los caudillos dejó de funcionar. Ahora Villa era enemigo de Obregón y Zapata lo era de Venustiano Carranza. Al acercarse el momento del cambio de gobierno, y cuando Carranza justificaba su polÃ−tica diciendo que obedecÃ−a la necesidad de cerrar el paso al militarismo. 10 años después de iniciada la revolución, Madero, Zapata y Carranza, las tres figuras más altas de su primera etapa ya no existÃ−an. La nueva generación de caudillos revolucionarios avanzaba a paso de vencedor al primer plano de la vida nacional. 1921-1952 En 1921 daba principio la verdadera reconstrucción nacional, a pesar de su lentitud y de las fluctuaciones en su ejecución, la reforma agraria se ponÃ−a en marcha; a pesar de sus deficiencias, la redistribución de la tierra se constituyó en la base fundamental de una economÃ−a más compleja y productiva. Pero además, el sistema de reparto agrario no se condujo con la misma amplitud y celeridad que las necesidades que los campesinos exigÃ−an, si logró despertar en ellos una actitud esperanzada, que permitió establecer una alianza estrecha entre el estado naciente y los hombres del campo. En 1924 establecidas ya las nuevas bases del poder polÃ−tico, ocupa la presidencia Plutarco ElÃ−as Calles. Con él, y durante casi todo su gobierno, funcionaron con gran efectividad las directrices de acción social y de ortodoxia polÃ−tica. La revolución social ciertamente no se detuvo, pero su ritmo de desarrollo se hizo particularmente lento al principiar los años 30 de este siglo. Pero también cambió en ese entonces muy profundamente la vida polÃ−tica mexicana. El poder polÃ−tico después de ellos se institucionalizó hasta hacerse casi indiferente de quien lo ostentara. La eficacia del partido quedó de manifiesto en la campaña presidencial de 1929 apenas a unos meses de haberse creado. En los años siguientes la crisis se agudizó y, si bien se legislaba con criterio y mejoramiento social o si llevaba a cabo actos de gobierno de auténtico beneficio popular, todo era promovido en forma unilateral. Con el plan sexenal como plataforma, Lázaro Cárdenas emprende en diciembre de 1933 una campaña electoral de amplitud geográfica y social inusitadas. Un año después 9 de iniciada su campaña, Lázaro Cárdenas era Presidente de México y tomó partido por los movimientos populares. El gobierno con una buena dosis de nacionalismo defensivo pudo enfrentar el poder de los inversionistas extranjeros y por medio de una serie de expropiaciones agrarias, de mejoras para los obreros y del rescate de los ferrocarriles y el petróleo. Ciertamente en algunos momentos de régimen Cárdenas se manejó en el lenguaje del socialismo con algo propio. Sin embargo, en la práctica se siguió la doctrina formulada desde 1906 por el partido liberal. A partir del 46 bajo el gobierno de Miguel Alemán, la época iniciada, en el régimen anterior se definió con claridad. En un primer momento de alemanismo pareció tener razón, pero sostener y sobre todo aumentar el ritmo de un paÃ−s dependiente requerÃ−a de alguien que, dentro de sus propias fronteras pagara el proceso. El gobierno alemanista al debilitar las bases de apoyo popular creadas por sus antecesores gravitó peligrosamente. El estado mexicano podrÃ−a perder su capacidad de dirección dentro de la vida nacional y quedar prisionero de los grandes intereses económicos. VI. EL MOMENTO ACTUAL HASTA 1972 Al nacer el movimiento constitucionalista acaudillado por Carranza, Villa dio la nota discordante con su desconfianza en el grupo revolucionario de sonora y no paso mucho tiempo sin que desconociera abiertamente la autoridad de Carranza. Convertido en presidente no hubo un solo dÃ−a en que el paÃ−s estuviera en paz. En 1929 se funda el primer partido polÃ−tico “oficial” , los candidatos llegaron a la presidencia y el partido pronto repuso los huecos que dejaron las deserciones provocadas por las aventuras electorales. Eran inevitables las rebeliones militares de Madero contra DÃ−az y Carranza y contra Huerta, asÃ− como las luchas armadas contra las distintas facciones revolucionarias. Por una parte la destrucción de la riqueza ya adquirida y por otra parte dejar de progresar al parejo de muchos paÃ−ses que vivÃ−an en paz, quedando México, en consecuencia a la zaga. Ambos hechos son tanto más impresionantes cuando se repitieron una y otra vez durante 20 ó 30 años seguidos. Apenas comenzaba a enderezarse cuando un nuevo infortunio se abatió sobre nuestra economÃ−a. Fue la gran depresión de 1929-1933 que nació en Estados Unidos y se extendió sobre México y el mundo. Los ingresos del gobierno federal bajaron y tuvieron que recortarse los gastos de manera drástica. La agricultura, que habÃ−a permanecido casi estacionaria hasta el 35, apoya su progreso y llega a ser su mejoramiento superior al promedio de la economÃ−a nacional. El resultado de estos y otros factores es que la economÃ−a mexicana ha progresado desde 1940 hasta un 6% cada año. ExistÃ−an estado de la república como Jalisco, Nuevo León y Puebla que prosperaban pero al lado de ellos habÃ−a otros cuyo desarrollo se hallaba estancado, a ese infortunio se agregaba otro, el de vivir en los estados estacionarios y en los retrasados mayor número de habitantes que en los estados prósperos. Nada ilustra tan bien ese desequilibrio regional como el caso del DF con un territorio menor que el de cualquier otra entidad, contiene el doble de habitantes que el estado más poblado. En suma, ha tenido que reconocerse la urgencia de corregir estos vacÃ−os de nuestro desarrollo económico para hacerlo más parejo y equitativo. Asimismo que ha de estimularse a los partidos polÃ−ticos de oposición, de modo que a la hora de las elecciones el ciudadano mexicano tenga ante sÃ− la posibilidad de elegir entre varios candidatos unos y otros claramente definidos. 10 VII. EL ULTIMO DECENIO: Aà OS DE CRISIS, Aà OS DE OPORTUNIDAD En cierto sentido la historia del decenio que va del 71 al 80 tiene antecedentes del 68; este movimiento demandaba el respeto del espÃ−ritu democrático de la Constitución de 1917. Lo cual sin ser abiertamente revolucionario equivalÃ−a a denunciar y rechazar la tendencia autoritaria corporativa del régimen, se ponÃ−a en entredicho el modelo de crecimiento económico que habÃ−a acentuado la distribución desigual de la riqueza y era incapaz de crear empleos al ritmo adecuado. Pese a la industrialización rápida y la modernización agrÃ−cola este modelo reafirmaba los lazos de dependencia externa y aun daba a esta nuevas caracterÃ−sticas. En fin, de una manera no muy abierta pero evidente, el movimiento del 68 se manifestó en contra de los principales rasgos del sistema de la economÃ−a mixta, los estudiantes no lograron, sin embargo, atraer el apoyo de los obreros ni de los campesinos. La fuerte represión de los impugnadores, que culminó con la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco, puso punto final a la toma de las calles por parte de los estudiantes. Las consecuencias del 68 no se redujeron únicamente a las crisis de conciencia ni a la conciencia de la crisis. Hubo quienes consideraron que la represión no dejaba más alternativa que enfrentar la violencia con violencia y esta se dejo sentir de varias maneras. El sistema polÃ−tico mexicano actual ha mostrado recientemente flexibilidad en la respuesta a sus impugnadores. Si bien la crisis polÃ−tica del decenio arranca del 68, la economÃ−a tiene su punto de partida en el 74. Ya antes algunos habÃ−an advertido el peligro de que la industrialización a base de sustitución de importaciones, llegara a un callejón sin salida. Ante esas circunstancias, en muchos cÃ−rculos nacionales y extranjeros se puso en duda la viabilidad de lo que apenas diez años antes se habÃ−a calificado de “un milagro mexicano”. Al finalizar el decenio de los 70, México parecÃ−a reafirmar sus carácter de potencia intermedia y buscar disminuir sus lazos de dependencia respecto a su poderoso vecino del norte. A la larga el buen éxito de esa empresa no dependÃ−a solamente de actos de voluntas, sino de capacidad del grupo dirigente para solucionar los graves problemas internos del paÃ−s: lograr una economÃ−a eficiente, reavivar la agricultura, aumentar la creación de empleos, propiciar una vida polÃ−tica más democrática y conseguir una distribución más equitativa del producto social; en su forma, reafirmar la legitimidad del sistema. “HISTORIA MINIMA DE MEXICO” HISTORIA 11