presupuestos básicos del discernimiento

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PRESUPUESTOS BÁSICOS Y MÉTODO IGNACIANO DEL DISCERNIMIENTO
ESPIRITUAL Y LA DELIBERACIÓN (SENTIDO COMÚN EVANGÉLICO)
Jesús Acosta González sj
Guadalajara, Jal. febrero 1997
PRESUPUESTOS BÁSICOS DEL DISCERNIMIENTO
Para los cristianos el sentido de la vida radica en amar. Por eso Dios nos plantea que el
amor (a Él, a los demás y a nosotros mismos) es el único mandamiento que realmente importa.
Por eso si nosotros amamos radical, profundamente estamos en el camino de la liberación, la
salvación, la plenitud. Entonces la pregunta clave es: ¿yo cristiano, hoy y aquí, cómo vivir lo más
radical, profunda, plena y concretamente el amor?. El cristiano deberá discernir de entre todas
las posibilidades que tiene cuál es la más conducente para vivir el amor. Cotidianamente
deberemos preguntarnos ¿qué hacer y cómo?, ¿qué actitudes impulsar, cuáles evitar?, para que
cada uno encuentre su camino de ser auténtico cristiano.
Propongo aquí, algunos presupuestos básicos del discernimiento espiritual que yo
considero importantes:
1. Somos criaturas de Dios, hechas a su imagen y semejanza. Dios nos dotó de la capacidad de
permanecer en contacto con él. Nuestra relación, nuestra comunicación con él es posible
porque nos dio un corazón que está en sintonía con su corazón, nos dio inteligencia como la
de él, nos doto de voluntad, libertad, capacidad de amar y ser amados, etc. Dones todos que
nos permiten crear, mantener, enriquecer, profundizar nuestra relación íntima con Dios.
Somos sangre de su sangre, carne de su carne, espíritu de su espíritu, por lo tanto la
comunicación con Él es algo natural, es parte de nuestro “equipo”, sólo falta que lo
ejercitemos lo mejor posible.
Los seres humanos somos un conjunto de dimensiones muy unidas entre sí,
complementarias, indisolublemente entrelazadas: física-biológica, psicológica racional,
psicológica afectiva, social y espiritual. Para establecer una relación profunda e íntima con
Dios es necesario poner en juego todas las capacidades que tenemos, y cada una de estas
dimensiones nos brindan muchas posibilidades de comunicación con Dios. Una comunicación
integral, lo más plena posible sólo se logra si vivimos de manera integrada y armónica todas
nuestras dimensiones.
La iniciativa de comunicación es de Dios, él siempre esta disponible al contacto, al
encuentro, al diálogo. Dios es el Padre inmensamente bueno, que nos ama
incondicionalmente, siempre dispuestos a recibirnos, a dialogar, a compartirnos su vida, a
abrazarnos... El discernimiento es un instrumento para que nosotros mantengamos abierta la
comunicación con Dios.
2. Lo que sustenta nuestra vida, lo que le da sentido y plenitud es que Dios nos ama primero:
“Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de Él. Así se
manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios,
sino que Él nos amó primero...” (1Jn 4,9-10). Dios se mantiene fiel, su amor no se acaba, Él
sigue y seguirá presente y activo en nuestra vida, en nuestra historia “... ‘Mi Padre sigue
trabajando'. Yo también trabajo’...” (Jn 5,17)
2
La voluntad de Dios es que tengamos vida y la tengamos en abundancia (Jn 10,10). Dios
no quiere otra cosa que nuestra realización plena, que todos vivamos, aquí y ahora, lo más
plenamente posible. Y esto implica que atendamos todas nuestras dimensiones y
necesidades: físicas-materiales, psicológicas-afectivas y espirituales. Buscar su voluntad es
pues buscar nuestra plenitud. No debemos temer el dialogo con nuestro Padre Dios, el
nunca nos propondrá nada que vaya en contra de nuestra integridad ni de nuestra dignidad.
Discernir significa entonces que cada quien dialogue con Dios para buscar y vivir en
concreto este plan de vida plena. También significa que en comunidad busquemos que la
mejor forma de convivir, de ir construyendo el Reino de Dios desde ahora, en espera de la
realización plena que será gracia de Dios:
“Para satisfacer las exigencias de la justicia y de la equidad hay que hacer todos los
esfuerzos posibles para que, dentro del respeto al derecho de las personas y a las características de
cada pueblo, desaparezcan lo más rápidamente posible las enorme diferencias económicas que existen
hoy, y frecuentemente aumentan, vinculadas a discriminaciones individuales y sociales.” “Los
cristianos que tomen parte activa en el movimiento económica-social de nuestro tiempo y luchan por la
justicia y la caridad, convénzanse de que pueden contribuir mucho al bienestar de la humanidad y a la
paz del mundo. Individual y colectivamente den ejemplo en este campo... Quien con obediencia a
Cristo busca ante todo el reino de Dios, encuentra en éste un amor más fuerte y más puro para
ayudar a todos sus hermanos y para realizar la obra de justicia bajo la inspiración de la caridad.”
(Concilio Vaticano II, Constitución Gaudium et spes, #66 y #72)
3. Dios nos creó y además nos hizo buenos (Gén 1,31). Todo lo creado por Dios, es bueno. Por
lo tanto todo nos ayuda a vivir la voluntad de Dios. Debemos usar todo lo que Dios nos dio
para vivir: "Por eso pónganse la armadura de Dios, para que en el día malo puedan resistir y
mantenerse en la fila, valiéndose de todas sus armas" (Ef 6,13). De todo lo que hay en el
mundo debemos elegir en cada situación concreta aquello que más nos lleve a vivir en
plenitud el mandamiento del amor, la voluntad de Dios.
Dios nos hizo libres, Él no nos obliga a seguir su plan, su proyecto, su voluntad. Nos
invita, nos propone pero jamás se impone sobre nosotros. Si no fuera así entonces no
tendría caso que hiciéramos discernimiento. Si fuéramos “robots” programados, si Dios
fuera como un titiritero que manejará con hilos nuestras vidas no habría necesidad de
discernir. Pero no son así las cosas. Dios respeta nuestra libertad y por eso es necesario
discernir, la vida, la realidad está llena de posibilidades unas buenas, otras mejores para
vivir en plenitud; por eso se hace necesario elegir y optar por la mejor, la que más nos
posibilite esa vida plena para mi y los demás.
El discernimiento es una de las armas que tenemos para ver qué hacer y cómo hacerlo,
de tal manera que vivamos lo más fiel y concretamente la voluntad de Dios. El
discernimiento supone una actitud de “indiferencia”, de libertad ante todo lo creado para
optar por lo que más nos lleve a vivir la voluntad de Dios; también el discernimiento, al
ejercitarlo, fortalece la auténtica libertad de los hijos de Dios: “Ustedes, hermanos,
fueron llamados para gozar la libertad; no hablo de esa libertad que encubre los deseos de
la carne; más bien háganse esclavos unos de otros por amor...” (Gál 5,13).
4. Liberarnos de todo aquello que nos obstaculiza el vivir radicalmente el amor implica un gran
esfuerzo. Debemos luchar contra las influencias externas que nos desvían del camino; pero
también, y más importante, debemos luchar contra nuestras propias tendencias contrarias
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al amor. Dios nos hizo buenos, pero no podemos negar que tenemos limitaciones. Somos luz y
oscuridad, gracia y pecado, vida y muerte. Esta realidad es innegable. Por eso debemos
estar atentos y ser críticos ante nuestros criterios, juicios, impulsos, deseos, ideas,
interpretaciones de la realidad, etc., para descubrir cuáles nos acercan y cuáles nos alejan
del amor, de Dios, de la plenitud. No se puede afirmar que todos nuestros deseos,
impulsos, criterios... son todos y siempre contrarios a Dios. Si así fuera no tiene caso hacer
discernimiento, bastaría con hacer siempre lo contrario a estos deseos, impulsos, criterios
para cumplir la voluntad de Dios. Y tampoco podemos caer en la postura ingenua e
irresponsable de afirmar que todos nuestros deseos, impulsos, criterios nos llevan a Dios.
No somos perfectos, pero somos perfectibles, vamos en un proceso de integración, de
liberación, de salvación. Y esto implica irnos despojando de aquello que nos estorbe, nos
esclavice. Despojarnos interna y externamente, personal y comunitariamente debemos
buscar, encontrar los elementos que obstaculizan nuestra vida plena, la voluntad de Dios. En
este sentido, debemos guardar una actitud crítica ante la ley. Las leyes se generan e
instituyen para ayudarnos a seguir el camino correcto de humanización; pero cuando
cualquier ley deja de servir para ese fin es necesario quitarla y generar otra más
iluminadora e impulsadora.
5. La clave de la vida cristiana es conocer a Jesús, porque entre más lo conocemos más los
amamos y entre más lo amamos más lo seguimos. Conocer sus sentimientos, sus
pensamientos, deseos, proyectos, ideales, esperanzas, preocupaciones, etc. Ser cristiano no
es sólo luchar por la justicia, la paz, la fraternidad. Es eso y más: amar a Dios. Este amor
debe ser la fuente de todo lo que hacemos o dejamos de hacer.
Conocerlo significa relacionarme con él como mi hermano, compañero, amigo; significa ir
sintonizándome más con sus criterios, proyectos, impulsos, necesidades, juicios, valores,
etc.: “Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo, sigan el camino del amor, a
ejemplo de Cristo que los amó a ustedes.” (Ef 5,1).
El discernimiento para que sea lo más auténticamente cristiano supone esta
identificación con Jesucristo, supone que la persona vive ya un proceso y un compromiso de
fe, supone ya un grado de amistad con Jesús. Y, al mismo tiempo, nos ayuda a avanzar en
este encuentro personal con Jesús. El discernimiento cotidiano es un excelente medio para
profundizar la cercanía con Dios. Este proceso de conocimiento pide poner en práctica
todas mis capacidades físicas, psicológicas, afectivas, intelectuales, espirituales. Rezar,
meditar, contemplar, reflexionar, estudiar, trabajar, dialogar, compartir, amar etc. son
verbos que constantemente debemos practicar para avanzar en la identificación con Jesús.
MÉTODO DEL DISCERNIMIENTO IGNACIANO
Ignacio de Loyola habla de tres "tiempos de elección". Es decir, tres maneras en que se
puede dar la experiencia cristiana de buscar y encontrar el mejor camino para vivir la voluntad
de Dios.
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1.
Consolación sin causa precedente: es cuando Dios nos regala su gracia simplemente por el
deseo de dárnosla. Es una experiencia de gran consolación, y es de tal naturaleza que no
podemos dudar que venga de Dios. Son como "momentos cumbre", donde nos embarga una
sensación de plenitud, claridad, esperanza, amor... Se dice sin causa precedente porque no
hay una causa, al menos evidente, que haya generado tal experiencia. Ante esto Ignacio no
propone ningún método para ver qué hacer, puesto que es evidente que viene de Dios, más
bien sugiere que se agradezca a Dios y se busque la mejor manera de concretar
operativamente este impulso, que no se quede sólo como una experiencia mística sino que de
su fruto práctico. Y también sugiere que estemos atentos para que esta consolación llegue a
buen término. Es decir, debemos revisar que en el desarrollo y en el fin de este impulso se
mantenga la tónica consolatoria, para evitar que el mal espíritu nos desvíe del camino
emprendido.
2.
Movimiento de espíritus: es cuando en nuestro interior se mueven muchos sentimientos,
impulsos, ideas, Y puesto que son tantos y tan diversos sentimientos que se hace necesario
un método para discernir.
3.
Tiempo tranquilo: es cuando no hay en nosotros movimientos de espíritus de manera
especial y diversas. Estamos en paz, viviendo nuestro compromiso cristiano cotidianamente,
viviendo nuestra vida con sus altas y bajas. Para hacer alguna elección o tomar alguna
decisión, en este tiempo, debemos usar nuestras capacidades para deliberar qué es lo mas
cristianamente correcto, adecuado. Así deliberaremos los pros y los contras de las
alternativas para, en un ambiente de oración y de disponibilidad, decidir por aquello que
razonadamente es más evangélico.
REGLAS PARA DISCERNIMIENTO DE ESPIRITUS
1. Primero debemos definir lo que para San Ignacio es Consolación y Desolación:
a) Consolación: es cuando nuestro amor, nuestra esperanza, nuestra fe crecen, se
fortalecen; cuando le encontramos el sentido profundo a la vida tanto en los momentos
difíciles, de dolor y tristeza, como en los momentos alegres y gozosos. En la consolación
sentimos paz, confianza, armonía con Dios, los demás y nosotros mismos. La auténtica
consolación sólo Dios la puede generar.
b) Desolación: es todo lo contrario a la Consolación, es todo decaimiento de la fe, la
esperanza y el amor. Se pierde el sentido de la vida, se toma un rumbo destructivo para la
propia persona y para los demás. Es oscuridad, turbación, inquietud, confusión que lleva a
la pasividad, la mediocridad y al aislamiento.
Nota: debemos estar atentos porque no toda consolación se expresa con sentimientos de
alegría, gozo y paz; puede expresarse con sentimientos de tristeza, coraje, indignación, etc.
De la misma manera la Desolación puede venir acompañada de sentimiento de supuesta paz,
alegría y gozo. Los sentimientos nos son ni buenos ni malos, son simplemente sentimientos,
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debemos ver más en lo profundo para ver a dónde nos llevan para poder definir si son
Consolación o Desolación.
2. Es importante que seamos conscientes del momento en que nos encontramos en nuestro
proceso de ser cristianos (ver qué tipo de persona soy, en términos de San Ignacio). La
importancia de esto radica en que tanto Dios como el mal espíritu actúan de diferente
manera dependiendo del momento de mi vida. Veamos esto en un cuadro.
Momento o tipo de persona
Acción del mal espíritu
Acción del buen espíritu
De pecado en pecado cayendo.
Seguridad, alegría, ánimo, paz, Intranquilidad,
confianza, gozo. Pero todo desánimo,
aparente y pasajero.
desconfianza,
confusión.
tristeza,
desazón,
disgusto,
En proceso de conversión, “de Intranquilidad,
tristeza, Seguridad, alegría, ánimo, paz,
bien en mejor subiendo”
desánimo,
desconfianza, confianza,
gozo,
plenitud,
confusión, disgusto.
entusiasmo. Todo consistente.
Ubicar claramente la época por la que atravieso me permitirá hacer un discernimiento
más fino, más preciso. Sí estoy en una etapa de desolación, de pecado en pecado el mal
espíritu actuará obviamente apoyando ese modo de vivir, en cambio Dios me cuestionara,
tratará de hacerme reaccionar. Si estoy en una etapa donde voy caminando con esfuerzo,
con claridad, alegre en el servicio el mal espíritu actuará obviamente desalentándome, en
cambio Dios me animará, me llenará de vida. Cuando la persona va en un proceso cada vez de
mayor identificación con Jesús el mal espíritu será cada vez menos obvio, será muy sutil,
tratará de engañar aparentando ser “ángel de la luz”.
3. En tiempo de Desolación:
a) Ignacio plantea que las causas de la Desolación pueden ser:
 “Porque nos hallamos tibios, perezosos, o negligentes en nuestros ejercicios
espirituales...”[322]. Bajamos la guardia, nos confiamos demasiado y dejamos de
atender nuestra vida en algún o algunos aspectos. Dejamos de fortalecer nuestra
espiritualidad; no combinamos adecuadamente el trabajo con el descanso;
descuidamos nuestras amistades; no desarrollamos nuestros talentos. La desolación
puede venir por negligencia.
 Las dificultades de la vida nos golpean fuerte: alguna crisis familiar, conflictos en el
equipo de trabajo, la crisis económica, la muerte o de un ser querido, una enfermedad
grave, la impotencia ante la injusticia, la pobreza, etc. Son pruebas que nos interpelan
sobre nuestra generosidad y entrega: ¿qué tanto estamos dispuestos a seguir a
Jesús aun en tiempos difíciles? ¿qué tanto somos fieles al llamado que nos hace Dios
para construir su Reino?
 En tiempo de desolación tenemos la oportunidad de caer en la cuenta de que la
Consolación no se debe exclusivamente a nuestros esfuerzos, sino que es
principalmente un don de Dios. Es oportunidad para crecer en humildad y para seguir
poniendo nuestro corazón sólo en Dios.
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b) Ante la Desolación qué hacer:





Lo primero es no tomar decisiones que cambien el rumbo de lo que ya habíamos
determinado hacer ya sea desde lo planeado en nuestro proyecto de vida o a partir
de lo que habíamos discernido últimamente. Ignacio dice “en tiempo de desolación
nunca hacer mudanza”[318]. Hacer cambios en desolación es muy arriesgado pues
son decisiones que pueden ser muy destructivas y dañinas.
Segundo, hacer lo contrario a lo que la desolación me impulsa: si me aconseja dejar
la oración, ahora haré el doble de oración; si me empuja a faltar a mis
responsabilidades apostólicas, las atenderé con mayor fuerza, etc. hasta derrotar a
la desolación.
Tercero, buscar y encontrar las causas de la desolación, para atacarlas. Si es por
negligencia entonces debemos subir nuevamente “la guardia”, fortalecer aquello que
habíamos descuidado. Si es una prueba de la vida debemos poner más la vista en
Dios, en su amor incondicional por nosotros y aceptar humilde y gozosamente su
apoyo, debemos redoblar nuestros esfuerzos por poner nuestro corazón en Dios
como nuestro principio y fundamento, intensificar nuestra relación con Jesucristo.
Pedir insistentemente la gracia de Dios que tanto nos ama.
Considerar que la desolación es de alguna manera prueba qué tan sólida es nuestra
fe, nuestro amor y nuestra esperanza. Debemos estar conscientes y seguros de que
Dios siempre estará ahí para ayudarnos, aunque nosotros no lo sintamos con
claridad.
No perder la paciencia, al contrario ejercitarla, y esperemos activa y confiadamente
la Consolación de Dios (“a Dios rogando y con el mazo dando”). Tomar fuerzas de
nuestro hermano, amigo y compañero Jesucristo.
c) Debemos conocer cómo actúa el mal espíritu, para poder combatirlo y vencerlo:
 Si nos mostramos débiles ante él entonces se aprovechará y nos atacará con mayor
fuerza. Debemos “hacerle rostro”, enfrentarlo con la certeza de que Dios está de
nuestro lado. Debemos hacer lo diametralmente opuesto a lo que el mal espíritu nos
empuja.
 El mal espíritu se comporta como un seductor de mujeres casadas que, para lograr
sus fines, le propone a la mujer que mantenga en secreto su relación con él. El mal
espíritu nos lleva al aislamiento, al sectarismo, a no compartir nuestra vida abierta
y confiadamente para evitar que mis hermanos y hermanas puedan ayudarme.
Debemos buscar siempre la comunicación fraterna, en apertura y confianza con
alguien de mi comunidad o con toda la comunidad para romper el aislamiento.
Siempre será enriquecedor compartir nuestra vida con los demás.
 El mal espíritu buscará nuestras partes más débiles, como lo hace el capitán de un
ejército cuando va a combatir al enemigo, analiza sus fuerzas y las del contrario
para atacar por el lado más desprotejido. Debemos fortalecer, entonces, esas
partes débiles. Para esto es conveniente revisar constantemente a través del
discernimiento si estoy atendiendo todas las dimensiones de mi persona, revisar si
me estoy atendiendo de manera armónica e integrada.
 Finalmente, el mal espíritu puede disfrazarse de buen espíritu, tratará de
engañarnos generando en nosotros mociones e impulsos buenos, pero con la
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intención de irnos llevando a su terreno. Por eso es muy importante que nosotros
estemos atentos en todo el proceso de la supuesta consolación desde su inicio, en
su desarrollo y en su desenlace para cuidarnos del posible engaño, y para no
dejarnos sorprender en posteriores ocasiones.
4. En tiempo de Consolación qué hacer:
a) Lo primero es agradecerle a Dios su presencia amorosa y tierna. Reconocer humildemente
que la Consolación es, sobre todo, una gracia de Dios.
b) Lo segundo aprovechar para dar un impulso a toda mi vida en general y, muy
c)
d)
particularmente aquellos aspectos que necesito fortalecer. Poner los medios concretos
para llevar a la acción
concreta los impulsos que Dios me regala. De manera muy especial debemos acrecentar
nuestra amistad con Jesucristo, profundizar nuestra identificación con Él.
Prevenir la Desolación, tomado fuerzas en la Consolación.
NOTA: caigamos en la cuenta de lo importante de estas reglas. Son una manera de vivir lo más
consciente posible nuestra vida, nuestra experiencia espiritual. Si no sistematizamos de alguna
manera nuestra vida entonces se nos seguirá yendo como agua entre los dedos. El mal espíritu
encontrará muchas puertas abiertas por donde atacarnos.
ESQUEMA DEL DISCERNIMIENTO:
HECHO--- MOCIÓN: sentimiento(s) e impulsos--- CALIFICACIÓN: consolación y/o desolación --- ACCIÓN
Hecho: es la realidad, el acontecimiento que nos impacta. Esta realidad es compleja, rica, está
en movimiento; el acontecimiento se da en un contexto determinado, que debemos tener en
cuenta para que nuestro discernimiento sea lo más correcto posible.
Moción: esa realidad que nos impacta, nos genera unos sentimientos. Recordemos, los
sentimientos no son ni buenos ni malos, son simplemente sentimientos. El discurso es lo que nos
decimos junto con el sentimiento. Impuls,: junto con la moción experimentamos un deseo: hacer
algo o no hacerlo. El impulso está siempre presente. Y este es factor más determinante para
poder definir si la moción es consolataria o desolatoria.
Calificación: antes de pensar qué hacer y hacerlo, debemos calificar, revisar la moción y el
impulso para ver si viene de Dios o del mal espíritu, para actuar consecuentemente. Esta es la
parte central, aquí es donde se aplica propiamente el discernimiento. Para esto sirven las reglas
para discernir.
Acción: debe ser una acción que surja desde la calificación, también debe ser lo más
directamente proporcional al hecho. Se debe tomar en cuenta el contexto y las posibilidades
reales de la acción que se ve pertinente tomar.
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Nota : Nuestro discernimiento será más fino y preciso si tenemos un proyecto de vida
suficientemente claro, pues lo que Dios nos va proponiendo a lo largo de nuestra historia
personal y comunitaria tiene un hilo conductor. Dios nos es una veleta que un día nos propone
algo y al otro día nos propone lo opuesto. Si hacemos discernimiento frecuentemente nos
daremos cuenta de esas constantes o hilos conductores.
También es importante ubicar la importancia de los Ejercicios Espirituales. En
cualquiera de sus modalidades (de mes, de ocho días, en la vida diaria, etc.) los Ejercicios, si los
hacemos de corazón, nos dejarán un fruto. Este fruto será también una guía para nuestro
discernimiento, pues
esos dones de Dios surgidos de los ejercicios nos van planteando esas constantes que nos
ayudarán a encaminar nuestra vida hacia la plenitud.
MÉTODO DE LA DELIBERACIÓN
Habrá momentos en la vida que para buscar y vivir la voluntad de Dios no sea lo más
adecuado el discernir. Cuando estamos en una época en que no tenemos muchos movimientos
espirituales (tiempo tranquilo, le llama San Ignacio), entonces podemos recurrir a la
DELIBERACIÓN [177-183]. En un ambiente de oración razonamos para ver qué es lo mejor, cuál
es la decisión más evangélica. Los pasos son:
0. Previo: antes de iniciar la deliberación debo reconocer con sinceridad ¿a qué me inclino?,
esto para manejar conscientemente mi inclinación y que no se convierta en ruido durante el
proceso, sino que facilite el ambiente para la deliberación.
1. Propongo concreta y claramente lo que voy a someter a elección:
 elección de una u otra cosa (sí-no)
 elección de entre diversas cosas (tres o más posibilidades)
2. Actualizo mi actitud de apertura y disposición para buscar solamente el reino de Dios.
Fortalezco mi indiferencia (principio y fundamento), en oración y con todo mi corazón le pido
al Señor que me mueva a lo que sea más su voluntad en forma clara.
3. Razonar ventas (pros) e inconvenientes (contras) de cada una de las posibilidades. Pros y
contras para mí y para quienes afecte mi decisión. Para hacer un listado de pros y contras lo
más completo y objetivo posible, es muy conveniente que le pida a algunas personas muy
cercanas, que me conozcan muy bien y me amen, que me aporte los pros y contras que ellos
ven, que me hagan un comentario sobre mi listado de pros y contras.
4. Jerarquizar los pros y los contras, con el criterio de qué es lo que más me lleva a vivir plena
y eficazmente la voluntad de Dios.
5. Hacer la elección razonable en la fe: ¿hacia dónde se inclina la razón iluminada por la fe?
¿cuál es la conclusión que pesa para mí desde la fe?
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6. Confirmar la elección:
a) Llevar esta elección a la oración, dialogarla con Dios y pedirle claridad y confirmación.
b) Ir a la Eucaristía, ofrecerle a Dios la elección para que Él me la reciba y confirme.
c) Otra manera de confirmar es, en ambiente de oración, imaginar:
 Que ya estoy poniendo en práctica lo que decidí, considerar como me siento metido de
lleno en esa decisión.
 Que aquello que decidí, pensando en la mayor gloria de Dios, se lo sugiero a una
persona desconocida, deseando su bien y su plenitud.
 Que estoy en “artículo de muerte” ¿qué hubiera querido elegir? ¿cuál hubiera sido la
mejor decisión?
 Que estoy en el día del juicio, entonces pensar cómo querría haber hecho mi
deliberación, y cuál querría hubiese sido mi decisión.
Nota: estas formas de confirman, suponen que al hacerlas yo experimentaré alguna
moción y dependiendo de la calificación que haga de esa moción (consolación o desolación)
podré entonces dar por confirmada o no mi decisión. Si mi decisión se ve desconfirmada
entonces iniciaré nuevamente el proceso.
7. Ya confirmada la elección la compartiré con mi comunidad, o con mi acompañante espiritual, o
con algún amigo cercano para pedir su sentir sobre mi decisión.
8. Operativizar la elección, tomando en cuenta:
a) Que los contras de aquello que elegí serán ahora riesgos, a los cuales debo buscar y poner
b)
medidas para manejarlos correctamente y/o evitarlos.
Que los contras de aquello que no elegí deberán formar parte del modo correcto del
proceso de transición. Esto sólo en los casos que lo piden, por ejemplo: cuando por hacer
lo que decidí implique dejar otro compromiso anterior.
Notas :
a) Si nuestra elección es sobre algo que puede después modificarse entonces sólo debemos
estar atentos, a través del discernimiento, su confirmación o no a lo largo de nuestra vida.
Pero si es una decisión de muy relevante para nuestra vida, entonces debemos deliberar con
más cuidado y fineza, pues la decisión podría ser irreversible.
b) El supuesto básico de toda deliberación es que decidiremos entre dos bienes, nunca entre un
bien y un mal.
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