Bolivia muestra las alternativas para Latinoamérica: Revolución socialista o colonia

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Bolivia muestra las alternativas para Latinoamérica:
Revolución socialista o colonia
Correo Internacional :: 14/06/2005
La actual situación boliviana, donde la lucha de las masas tiró abajo un nuevo presidente, al
igual que la reciente caída de Lucio Gutiérrez, en Ecuador, muestran que Latinoamérica
continúa siendo uno de los centros de la lucha de clases en el mundo. Podemos afirmar que no
se trata de situaciones aisladas en tal o cual país, sino de un proceso continental que, más allá
de las diferencias nacionales, presenta claros elementos comunes
La crisis energética y los proyectos colonizadores imperialistas La propiedad y la explotación
de los grandes yacimientos de hidrocarburos del país ha sido la cuestión central que generó el
choque de las masas bolivianas con los gobiernos de Sánchez de Lozada y Carlos Mesa. No es un
tema menor: Bolivia posee la mayor reserva de gas de Latinoamérica, después de Venezuela. En esta
batalla se definen dos campos principales. Por un lado, el imperialismo yanqui busca asegurarse el
control y la explotación sin restricciones de las fuentes energéticas latinoamericanas. Por el otro,
enfrentándolo con su lucha, los trabajadores y el pueblo bolivianos reivindican la propiedad estatal
de los hidrocarburos y que su explotación y comercialización se realice en beneficio del país y del
pueblo. Para el imperialismo el control de los hidrocarburos y las fuentes de energía es un tema de
primer orden: todos los analistas consideran que, si continúa su nivel de consumo actual, EE.UU.
camina hacia una crisis energética y de abastecimiento interno de hidrocarburos en pocos años. Por
eso impulsó una serie de políticas y herramientas colonizadoras en Latinoamérica, como la
privatización de las empresas petroleras estatales, por ejemplo en Argentina, donde la empresa
española Repsol compró YPF. En Bolivia, contratos entreguistas concedieron la propiedad a manos
de transnacionales. En otros países, las empresas continuaron siendo estatales, pero se impuso una
privatización indirecta, con concesiones de áreas de explotación, procesamiento, transporte y
comercialización. Una parte creciente del negocio pasó a manos de empresas extranjeras, como en
Venezuela, Ecuador, México y Brasil. Junto a ello, el imperialismo impulsa los proyectos PPP (Plan
Puebla-Panamá) e IIRSA (Iniciativa para la Integración Regional Sudamericana) que buscan
garantizar la infraestructura para la extracción, el procesamiento y el transporte de esos recursos
naturales desde Tierra del Fuego, en el sur de Argentina, hasta Puebla, en el norte de México. Allí,
"casualmente", se conectan con redes eléctricas, gasoductos y oleoductos que terminan en California
y Texas. El ALCA (Asociación de Libre Comercio de América) se dirige en el mismo sentido, como un
marco político y jurídico que "legaliza" todo el proceso colonizador: su estatuto dice que los recursos
naturales son de "propiedad continental" (a buen entendedor, pocas palabras). Pero, ante algunas
dificultades con el ALCA, EE.UU. implementó acuerdos bilaterales o regionales: los TLCs (Tratados
de Libre Comercio), algo así como el ALCA "por partes". No es casual, entonces, que la lucha por el
dominio de los hidrocarburos sea el centro de la realidad boliviana o que la resistencia popular
contra los TLCs esté presente con fuerza en Ecuador y en varios países centroamericanos, como
Honduras y Costa Rica. El rol de Brasil En este marco, es necesario analizar el nuevo rol de Brasil
en la región, que ha comenzado a ser una especie de "submetrópoli regional". Por un lado, el país es
recolonizado por las potencias imperialistas y sufre el mismo saqueo de riquezas que los otros países
latinoamericanos. Pero, al mismo tiempo, su burguesía actúa como una especie de "socio menor" en
la explotación de otros países más débiles, recibiendo, a cambio, algunas migajas mayores. En este
sentido, es muy claro el papel de Petrobrás en Bolivia: a través de concesiones de explotación de
petróleo y gas, controla casi el 20% del PBI y el 40% de las exportaciones bolivianas. Al igual que
una empresa imperialista, saquea riquezas y gira fabulosas ganancias a su casa central. Por eso
rechaza la estatización de los hidrocarburos. Recientemente, al igual que las empresas imperialistas
(con las que en muchos casos actúa asociada), amenazó con irse de Bolivia sino le garantizaban "sus
inversiones y su rentabilidad’. La influencia económica de Brasil no se limita al sector de
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hidrocarburos: se estima que el 35% de las tierras productoras de soja de Santa Cruz de la Sierra
son propiedad de burgueses brasileños. El nuevo papel de Brasil se ve también en los terrenos
político y militar. Por ejemplo, Lula actúa como un "bombero regional" dispuesto a colaborar para
apagar cualquier incendio originado por la lucha de clases, como fue el caso de Venezuela en 2002
o, actualmente, en la propia Bolivia. Además, fue un "brazo armado auxiliar" del imperialismo
estadounidense al enviar soldados a Haití. De esa forma, Bush pudo disponer de más tropas para
Irak. Los soldados brasileños, disfrazados de "tropas de paz de la ONU", actúan como cualquier
ejército de ocupación: reprimen y violan los derechos humanos del pueblo haitiano, como ya ha
comenzado a denunciarse públicamente. Retornando a Bolivia no es por lo tanto casual que, al igual
que ocurre con las empresas imperialistas yanquis, británicas y españolas, Petrobrás reciba un odio
creciente del pueblo boliviano. Cada vez son más frecuentes las movilizaciones de trabajadores y
campesinos contra ella. En este enfrentamiento, la LIT-CI (Liga Internacional de los Trabajadores Cuarta Internacional) no es neutral y apoya plenamente la lucha del pueblo boliviano por la
nacionalización y expropiación sin pago de los bienes de Petrobrás en Bolivia. Por eso, el PSTU
(Partido Socialista de los Trabajadores Socialistas Unificado) de Brasil ha iniciado una campaña, en
este sentido. Santa Cruz de la Sierra: una autonomía reaccionaria y proimperialista Los
problemas de la burguesía boliviana no se limitan a tener que enfrentar un combativo movimiento de
masas. La burguesía de Santa Cruz de la Sierra (aprovechándose del sentimiento autonómico de los
pueblos del interior contra el centralismo político-administrativo paceño) exige una autonomía
regional mucho mayor, exigencia que también comienza a extenderse a Tarija. En ese marco, ha
convocado un referéndum vinculante el 12 de agosto sin acuerdo con el gobierno central, el mismo
día de la elección de alcaldes. Hasta ahora, el Palamento ha venido dilatando el tratamiento de la
cuestión. Esta exigencia de autonomía se origina en profundas razones económicas y políticas.
Ambos departamentos suman apenas el 20% de la población boliviana, pero generan el 40% del PIB
nacional y el 60% de las exportaciones. Poseen los principales yacimientos de hidrocarburos y en
Santa Cruz están además los mayores terratenientes y se desarrolla una intensa producción de soja.
Una parte importante de esta riqueza va a parar a manos de la burguesía del altiplano y del gobierno
central de La Paz, por medio de los impuestos nacionales. Detrás de la pelea por la autonomía está
la intención de esas burguesías regionales de lograr una "tajada" mucho mayor, en perjuicio del
altiplano "pobre". Al mismo tiempo, la autonomía les permitiría tener las "manos libres" para llegar a
acuerdos directos con el imperialismo y, a la vez, proteger sus latifundios de la ocupación de tierras
por los campesinos pobres. En el plano de la lucha de clases, en Santa Cruz hay una situación
relativamente más "tranquila" que en el resto del país, ya que la burguesía mantiene aún un mayor
control de las masas. La autonomía busca "preservar" la región de la permanente inestabilidad
boliviana originada, esencialmente, por las luchas de las masas. Pero el "contagio" ya se está
produciendo: han comenzado combativas movilizaciones de maestros, trabajadores de la salud y
campesinos cruceños, unificando sus reivindicaciones con las del resto del pueblo boliviano y
rechazando la posición de la burguesía regional. La burguesía cruceña busca derrotar el proceso
revolucionario en curso en el país y, en ese marco, lograr la autonomía, para entregar los recursos
naturales al imperialismo y a Petrobrás. Esta política, posiblemente alentada desde EE.UU. y Brasil,
tiene objetivamente una dinámica separatista y de división del país. Pero incluso sin llegar a ese
extremo, su avance representaría un duro golpe para la burguesía del altiplano y el gobierno central.
Por eso se oponen claramente a ella, lo mismo que los mandos del Ejército. Por ahora el conflicto es
"pacífico", pero su desarrollo lleva potencialmente a duros enfrentamientos, incluso militares, en una
fractura de la burguesía que agudiza aún más la ya explosiva situación del país. Pero no se trata sólo
de un enfrentamiento entre sectores burgueses. La autonomía que exigen estas burguesías
regionales no refleja el justo reclamo de una nacionalidad oprimida. Por el contrario, esa autonomía
(y más aún, la división del país) es un ataque al conjunto del pueblo boliviano porque su objetivo es
la entrega total de los hidrocarburos y un mayor enriquecimiento de la burguesía regional. Por eso,
los revolucionarios debemos oponernos a ella y apoyar la justa lucha de la mayoría del pueblo
boliviano por mantener la unidad geográfica del país. La mejor forma de hacerlo es imponiendo una
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salida obrera y campesina a la situación actual. Así lo ha expresado claramente el MST, sección
boliviana de la LIT-CI. La lucha de las masas y la traición de las direcciones Es imposible
entender la permanente "inestabilidad’ de la política burguesa boliviana sin considerar un factor
esencial: la lucha de las masas, cuya combatividad y heroísmo se mostraron en incontables jornadas,
desde la revolución de 1952 hasta el presente. Fue esa lucha, por ejemplo, la que enfrentó la política
del gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada de consolidar y profundizar la entrega de los
hidrocarburos y lo derribó, en octubre de 2003. Si esa lucha, que había reconstituido a la COB como
alternativa de poder, no avanzó en ese momento hacia la toma del poder por los trabajadores y el
pueblo se debió a la traición de las direcciones mayoritarias, expertas en el juego de encabezar
procesos para traicionarlos. Tras la caída de Sánchez de Lozada, esas direcciones frenaron la lucha y
permitieron que asumiera Carlos Mesa, votado por un Parlamento totalmente irrepresentativo. Es
decir, sostuvieron la "continuidad institucional burguesa" en el país. Evo Morales y el MAS (la
principal fuerza política boliviana) apoyaron directamente a Mesa. La dirección de Jaime Solares en
la COB (Central Obrera Boliviana) y el dirigente campesino Felipe Quispe (del Movimiento
Indigenista Pachakutik) se declararon "opositores", pero decretaron una larga tregua que permitió
aprobar el referéndum tramposo sobre el gas y consolidar al gobierno. Este año, ante la primera
renuncia presentada por Mesa al Congreso, los diputados del MAS y los de Pachakutik votaron por
la permanencia de Mesa en su cargo. Algo similar había ocurrido en Ecuador en enero de 2000. Ante
la política de dolarizar la economía del presidente Noboa, una poderosa lucha revolucionaria de
masas derribó al gobierno, dividió a las FF.AA. e, incluso, llegó a crear organismos de doble poder
como el Parlamento de los Pueblos. Pero las principales direcciones del movimiento, la CONAIE
(Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador) y el PCML (Partido Comunista Marxista
Leninista) entregaron el poder al coronel Lucio Gutiérrez (dirigente del sector militar que había
apoyado la insurrección), quien lo cedió a la cúpula de las FF.AA., las que resolvieron que el
vicepresidente asumiera el poder. En otras palabras, a través de mecanismos más complicados que
en Bolivia, esas direcciones también sostuvieron la "continuidad institucional burguesa". Las
elecciones posteriores fueron ganadas por Lucio Gutiérrez y los dirigentes de la CONAIE y del PCML
integraron su gobierno. Los gobiernos de Frente Popular Los gobiernos burgueses de Lucio
Gutiérrez y Carlos Mesa fueron muy similares. En primer lugar, surgieron, de modo directo o
indirecto, como resultado de procesos revolucionarios y deben gobernar en ese marco, lo que los
torna muy débiles o kerenskistas (término utilizado en Rusia en 1917). En segundo lugar, el de Lucio
Gutiérrez fue claramente un gobierno de frente popular: un gobierno burgués integrado por
dirigentes y organizaciones obreras y populares. El de Mesa, aunque no fue así en la forma, sí lo era
en su contenido porque el MAS de Evo Morales, de hecho, era su principal apoyo. Normalmente el
imperialismo y las burguesías nacionales prefieren evitar este mecanismo pero, en determinadas
situaciones, apelan a él. En los casos de Bolivia y Ecuador para que las propias direcciones del
movimiento de masas ayudaran a desmontar o amortiguar los procesos revolucionarios existentes.
Finalmente, ambos gobiernos aplicaron políticas proimperialistas iguales o peores a las de sus
antecesores. Gutiérrez llevó a fondo la dolarización y el pago de la deuda externa, Mesa mantuvo la
privatización y la entrega de los hidrocarburos. Pero esta política reavivó la lucha del movimiento de
masas que, pasada la confusión o las expectativas iniciales, comenzó a enfrentarlos, desbordando a
sus direcciones. En ambos casos, esa lucha obligó a los dirigentes y organizaciones obreras y
populares a salir del gobierno o dejar de apoyarlo. Así ocurrió con la CONAIE y el PCML, en
Ecuador, y con Evo Morales y el MAS. En este punto, esos gobiernos pasaron a tener una debilidad
extrema, sin ningún poder político ni base social propios. En gran medida quedaron "flotando en el
aire", en medio de la batalla de las fuerzas sociales y económicas principales, y luego cayeron. Otra
similitud entre ambos países es que, en la medida en que la burguesía y el imperialismo no pueden
imponer su "orden" ni los trabajadores y las masas logran avanzar hacia una salida propia, los
procesos revolucionarios entran en una dinámica recurrente, de repetición de situaciones de lucha
contra políticas y gobiernos similares. La cuestión de la Asamblea Constituyente Después de un
período de relativo retroceso y de confusión, las masas bolivianas volvieron a las calles a luchar por
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la nacionalización sin pago de los hidrocarburos como eje central de su lucha. Los campesinos
pobres y las nacionalidades indígenas reclaman también la convocatoria a una Asamblea
Constituyente porque la ven como una forma de discutir los grandes problemas del país y de ser
protagonistas de esas decisiones nacionales. Por ejemplo, la cuestión de la propiedad de los
hidrocarburos, la reforma agraria, los derechos de las naciones indígenas o la unidad del país. Desde
este punto de vista se trata de una aspiración democrática totalmente legítima. Pero en Bolivia,
donde el poder se está definiendo en las calles, la burguesía y el imperialismo --con la colaboración
de Evo Morales-- tratan y tratarán de utilizar estas expectativas para llevar el proceso revolucionario
a la vía muerta de las instituciones burguesas. Es imprescindible luchar contra esta trampa en el
camino de una salida de clase de la clase obrera y el pueblo. Para lograr esto, como los campesinos e
indígenas bolivianos la ven como una salida para lograr sus reivindicaciones, se hace necesario
tener una táctica frente a la Asamblea Constituyente. Los revolucionarios no deben dejar esas
reivindicaciones democráticas en manos de las direcciones capituladoras o de la burguesía. En
primer lugar, la COB debe tomar esa exigencia como una forma de unificar la lucha. Veamos cómo
actuaron los bolcheviques rusos frente a este tema, en 1917. La estrategia era el fortalecimiento y el
desarrollo de los organismos de poder obrero (los soviets rusos o la COB), con la perspectiva de la
toma del poder. En este marco, y subordinado a él, se daba respuesta a quienes confiaban en la
constituyente, señalando que esas demandas justas no podrían ser resueltas por la "constituyente de
la burguesía y el gobierno" porque sería tramposa, antidemocrática y fraudulenta. Sólo una
constituyente convocada por los trabajadores organizados podría garantizar esas demandas. En
Bolivia, entonces, la cuestión central es, entonces, luchar por un gobierno obrero, campesino y
popular, encabezado por la COB, el único capaz de garantizar una constituyente verdaderamente
democrática. Pero, si el gobierno burgués o el Parlamento convocan a la Constituyente, se debe
intervenir en ella con una política revolucionaria que pueda derrotar la trampa burguesa. La "crisis
revolucionaria" La lucha obrera y popular forzó la dimisión de Mesa y puso en jaque al Parlamento.
En los hechos, las masas llegaron a tener el control de la mayoría del país y de La Paz: el Parlamento
burgués ni siquiera pudo reunirse en esa ciudad y se trasladó a Sucre, lejos de la insurrección
popular, aunque allí tampoco pudo escapar de esa presión. Al mismo tiempo, con sus acciones como
la toma de la planta petrolera de El Alto y yacimientos petroleros y de gas, muestran el camino para
nacionalizar los hidrocarburos. De hecho comenzaron a recuperar la propiedad de esa riqueza para
Bolivia y a decidir qué uso debían tener. Es decir, de nuevo estuvo planteado, de hecho, el problema
del poder, incluso de modo mayor que en octubre de 2003. ¿Quién debe gobernar en Bolivia y con
qué política? En este marco, la burguesía boliviana y el imperialismo discutieron distintas
alternativas para intentar "normalizar" el país. Una de ellas, impulsada por la Iglesia y apoyada por
Evo Morales, es la que ahora se está aplicando: la renuncia de Mesa y de los jefes de las Cámaras
parlamentarias. De ese modo asumiría Eduardo Rodríguez, presidente de la Suprema Corte de
Justicia, y convocaría a elecciones presidenciales anticipadas. Pero el presidente de la Cámara de
Senadores, el santacruceño Hormando Vaca Díez, uno de los políticos más desprestigiados del país,
intentó otra jugada: asumir él la presidencia, siguiendo la "letra" de la constitución, con el apoyo de
los viejos partidos patronales (MNR, MIR, NFR) y de la burguesía santacruceña. Esta fractura
terminó de crear un vacío de poder burgués. Un momento del proceso que, en el marco de la
movilización revolucionaria de las masas, llamamos "crisis revolucionaria" porque el poder queda
"vacante". Conscientes de este peligro, la mayoría de la burguesía, la Iglesia y el imperialismo
presionaron a Vaca Díez y lograron su renuncia, así como la de Mario Cossio, presidente de la
Cámara de Diputados. Finalmente, Eduardo Rodríguez asumió la presidencia y anunció elecciones
presidenciales en 6 meses. La intención es clara: lograr que las elecciones les permitan desactivar la
lucha revolucionaria de las masas, mediante un "compromiso" con los dirigentes de "los sectores
sociales" de levantar la lucha. Es sólo una nueva trampa como lo fue, en octubre de 2003, la
renuncia de Sánchez de Lozada. Para que no queden dudas sobre este objetivo, las primeras
declaraciones de Rodríguez tras asumir el cargo de presidente fueron: "Pediré una tregua, un
espacio de paz que nos permita darnos la mano; debemos solucionar el problema de miles de madres
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que no tienen leche para sus hijos, que no tienen gas para cocinar y también los problemas de miles
de ciudadanos en las carreteras" (El Diario 10/6). ¿Logrará Rodríguez este objetivo? La pregunta, y
menos en Bolivia, aún no tiene respuesta. Las direcciones, por detrás de las masas Al igual que
en el proceso que llevó a la caída de Sánchez de Lozada, las principales direcciones de masas han
venido intentando que la lucha no avance ni se unifique hacia la toma del poder. Evo Morales llamó
inicialmente a movilizaciones muy controladas por la convocatoria a la Asamblea Constituyente y,
después, respaldó claramente la política de Mesa y de la Iglesia por elecciones presidenciales
anticipadas. Es muy clara su intención de desmontar la lucha por medio de las elecciones y las
instituciones burguesas y, de ese modo, llegar la presidencia del país por "vías legales". Junto a ello
se niega, hasta ahora, a levantar la reivindicación de la nacionalización de los hidrocarburos, a pesar
de reconocer públicamente que su base está a favor. Por su parte, Jaime Solares y la dirección COB
se vieron obligados a tomar la exigencia de nacionalización y ponerse a la cabeza de las
movilizaciones por presión de los trabajadores. Al mismo tiempo, Solares llamó al Ejército a dar un
golpe militar nacionalista al estilo de Chávez, como la única salida posible para el país, propuesta
que recibió numerosos repudios dentro de la propia COB. Ahora se ha ubicado más a la "izquierda".
Según el diario La Razón (10/6/2005), "Solares desconoce al Gobierno actual y a los que podrían
venir y dijo el miércoles que en la urbe alteña se conformó un gobierno paralelo al que actualmente
existe y que se estaba preparando similares acciones en otras regiones del país." Sin embargo, más
allá de lo "revolucionarias" que suenan estas palabras, Solares volvió a insistir en que es el Ejército
el que tiene que conducir el proceso, al expresar que las masas "serán gobierno cuando los militares
digan que el pueblo tiene la última palabra" (La Razón, 10/6/2005). Es evidente que ambos
dirigentes impulsan proyectos distintos y enfrentados e incluso casi llegaron a los puños en un acto.
Pero, por la "vía legal" o por la "vía militar", ambos coinciden en su intención de liquidar la lucha
independiente de los trabajadores y las masas, atándolas a una u otra salida burguesa. Por su parte,
los dirigentes de la ciudad de El Alto, verdadero epicentro del proceso revolucionario boliviano,
mientras afirman que continuarán con las movilizaciones y la formación de una Asamblea Popular
alteña, ya han comenzado a reconocer, de hecho, a Rodríguez. El secretario ejecutivo de la COR
(Central Obrera Regional), Edgar Patana, señaló que las protestas en la urbe alteña se radicalizarán
hasta que Rodríguez se manifieste sobre sus demandas (la recuperación de los hidrocarburos): "Si él
tiene propuestas a nuestras peticiones estaremos atentos a escucharlas, pero si no seguiremos
radicalizando nuestras manifestaciones" (La Razón, 10/6/2005). Por su parte, el dirigente de la
FeJuVe alteña, Abel Mamani, fue aún más allá: "Quiero ser más responsable que algunos dirigentes.
No es una revolución la que se gesta en El Alto.". ¿Quién debe gobernar Bolivia? En la semana de
la "crisis revolucionaria" las masas con su lucha sortearon todos los obstáculos y obligaron a sus
dirigentes a ir más allá de sus intenciones. Por ejemplo, el 6 de junio cientos de miles de
trabajadores, campesinos y estudiantes tomaron La Paz y realizaron un gigantesco cabildo obrero y
popular, con la presencia de la COB, los mineros, las combativas organizaciones de El Alto y
federaciones campesinas. Esta gigantesca presión obligó a los dirigentes a plantear la constitución
de una "Gran Asamblea Nacional y Popular" y de "forjar un nuevo gobierno del pueblo que sustituya
el vacío de poder (...) bajo la línea de la nacionalización de los hidrocarburos". Aunque para los
dirigentes este llamado fuera retórico, para las masas no fue así. Las masas volvieron a demostrar
que son capaces de controlar el país y también mostraron el camino para nacionalizar el petróleo y
el gas, con la toma de las plantas de hidrocarburos. De hecho, en El Alto ese poder de las masas
existe en forma organizada. Con sus acciones las masas comenzaban a responder a la pregunta de
quién debe gonernar Bolivia y con qué política. Pero nuevamente los dirigentes lograron
mantenerlas a las "puertas del poder". Volvemos a preguntar: ¿lograrán Eduardo Rodríguez y la
burguesía boliviana calmar la situación? Esto sólo podrá ser respondido en los próximos días. Pero
aún si, con el llamado electoral, consiguieran un poco de tiempo, las masas bolivianas no han sido, ni
mucho menos, derrotadas. El problema de quién debe gobernar el país no hará más que postergarse
y, posiblemente, volverá a plantearse en un futuro próximo. Para quebrar el "círculo recurrente", el
problema clave sigue siendo el de la construcción de una dirección revolucionaria de las masas que
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esté dispuesta a ir a fondo en esa lucha. Comenzando en primer lugar por no depositar ninguna
confianza en el gobierno de Rodríguez e impulsar la lucha a fondo contra él. Una tarea que puede
apoyarse en los hechos más positivos, como la organización obrera y popular que existe en El Alto y
otros lugares del país y en la riquísima experiencia de las masas en este proceso. Hay que exigirle a
los dirigentes de la COB y El Alto que no se queden sólo en palabras, que mantengan la organización
obrera y popular y la impulsen hacia el poder obrero y popular. La alternativa de Bolivia sigue
siendo: gobiernos de entrega colonial (civiles o militares) o gobierno de los trabajadores y el pueblo.
Un gobierno que, como dice el MST en su propuesta, con la COB a la cabeza, "nacionalice los
hidrocarburos sin indemnización (...) deje de pagar la deuda externa, entregue la tierra a los
campesinos, rompa con el FMI y convoque a una Constituyente democrática que apruebe estas
medidas". En esta tarea, está puesto todo el esfuerzo de la LIT-CI (Liga Internacional de los
Trabajadores - Cuarta Internacional) y de su sección boliviana, el MST (Movimiento Socialista de los
Trabajadores). Las propuestas del MST boliviano El MST (Movimiento Socialista de los
Trabajadores), sección boliviana de la LIT-CI, participa activamente de la movilización obrera,
campesina y popular. En dos declaraciones, del 26 de mayo y 6 de junio, sus propuestas centrales
son: ¡Fuera Mesa y el Parlamento!, ¡El diálogo es una trampa! ¡Nacionalizar el gas sin indemnizar! y
¡Gobierno de las organizaciones en lucha con la COB a la cabeza! En ese material el MST expresa:
"La creciente movilización obrera, campesina y popular por la nacionalización de los hidrocarburos,
ha pateado el tablero del plan gubernamental, retomando las luchas inconclusas de octubre. De esta
manera, se abrió una grave crisis de poder. Ni el gobierno ni el Parlamento están en capacidad de
encararla. El descrédito de ambas instituciones crece a los ojos de los trabajadores y el pueblo. En
total bancarrota han recurrido a la Iglesia para buscar una salida. Esta institución ofrece sus buenos
oficios, como lo hizo en la crisis del 85, para salvar a la burguesía y las transnacionales. (...) Se trata
de una trampa para dividir a los trabajadores y para buscar alternativa de solución a la crisis del
gobierno, del Parlamento y de la burguesía. Cualquier alternativa, como el adelanto de elecciones,
es para capear el temporal y mantener el poder de las trasnacionales. Creemos que es el momento
propicio para imponer nuestras reivindicaciones (...) ¡Ni un paso atrás! Más que nunca centralizar y
unificar las luchas. Ampliar la huelga general con bloqueos a nivel nacional. Tomar los pozos
petroleros como en el Chaco. ¡No a la trampa del diálogo! El objetivo central es imponer la
nacionalización sin indemnización de los hidrocarburos" (...) El combate por la nacionalización nos
lleva necesariamente a la lucha por el poder, porque no se puede esperar que nacionalicen el gas los
entreguistas a ultranza. Y, en estos momentos, cuando la crisis de la burguesía está al desnudo y se
barajan variantes desesperadas de salida todas ellas pro imperialistas, ¿Quién debe gobernar? (...)
Nosotros decimos: debemos gobernar quienes estamos en las calles por la nacionalización, quienes
hemos puesto en jaque y contra la pared al gobierno y al Parlamento; es decir, la FEJUVE, la COR, la
CSUTCB y demás organizaciones a la cabeza de la COB. Ni salida que surja del diálogo de la Iglesia,
ni salida cívico militar tipo Chávez (rechacemos esta propuesta colaboracionista del compañero
Solares), sino gobierno de clase, de los obreros y campesinos, sin burgueses ni militares "patriotas".
Que los militares y policías de base se sumen a esta tarea al mando de la COB. La COB y demás
organizaciones deben convocar, al fragor de la lucha, un Encuentro para votar esta salida. El
Cabildo de la FEJUVE debe votar esta salida. Solo así se podrá aplastar al frente
contrarrevolucionario entreguista y al divisionismo entreguista encabezado por la oligarquía cruceña
y su cobarde juventud fascista. Esa alternativa de clase hay que imponerla ahora, exigiendo a las
direcciones mayoritarias que rompan con salidas burguesas a la crisis o sean reemplazadas. Un
gobierno que nacionalice los hidrocarburos sin indemnización, anule el 21060, deje de pagar la
deuda externa, entregue la tierra a los campesinos, rompa con el FMI, convoque a una Constituyente
democrática que apruebe estas medidas" La campaña del PSTU Ante la lucha de los trabajadores y
campesinos bolivianos y el rol jugado por Petrobrás en ese país, el PSTU (sección brasileña de la
LIT-CI) ha lanzado una campaña entre los trabajadores y sindicatos de Brasil, proponiendo aprobar
las siguientes mociones: . Todo el apoyo a la lucha de los trabajadores y campesinos bolivianos. .
Todo el apoyo a su reivindicación de la nacionalización del gas (incluyendo la expropiación sin pago
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de Petrobrás y las multinacionales que actúan en Bolivia). . Contra cualquier intento de dividir
Bolivia. 10 de junio de 2005 Liga Internacional de los Trabajadores, www.litci.org
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