MÓDULO 1: FILOSOFÍA Y SOCIEDAD LA COMPLEJIDAD HUMANA La educación del futuro deberá ser una enseñanza primera y universal centrada en la condición humana. Estamos en la era planetaria; una aventura común se apodera de los humanos donde quiera que estén. Estos deben reconocerse en su humanidad común y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad cultural inherente a todo cuanto es humano. Conocer lo humano es, principalmente, situarlo en el universo y a la vez separarlo de él. Cualquier conocimiento debe contextualizar su objeto para ser pertinente. «¿Quiénes somos?» es inseparable de un «¿Dónde estamos» «¿De dónde venimos?» «¿A dónde vamos?». Interrogar nuestra condición humana, es entonces interrogar primero nuestra situación en el mundo. Una afluencia de conocimientos a finales del siglo XX permite aclarar de un modo completamente nuevo la situación del ser humano en el universo. Los progresos concomitantes con la cosmología, las ciencias de la Tierra, la ecología, la biología, la prehistoria en los años 60-70 han modificado las ideas sobre el Universo, la Tierra, la Vida y el Hombre mismo. Pero estos aportes aún están desunidos. Lo Humano permanece cruelmente dividido, fragmentado en pedazos de un rompecabezas que perdió su figura. Aquí se enuncia un problema epistemológico: es imposible concebir la unidad compleja de lo humano por medio del pensamiento disyuntivo que concibe nuestra humanidad de manera insular por fuera del cosmos que lo rodea, de la materia física y del espíritu del cual estamos constituidos, ni tampoco por medio del pensamiento reductor que reduce la unidad humana a un substrato puramente bio-anatómico. Las mismas ciencias humanas están divididas y compartimentadas. La complejidad humana se vuelve así invisible y el hombre se desvanece «como una huella en la arena». Además, el nuevo saber, por no estar religado, tampoco está asimilado ni integrado. Paradójicamente, hay un agravamiento de la ignorancia del todo, mientras que hay una progresión del conocimiento de las partes. De ahí la necesidad, para la educación del futuro, de una gran religazón de los conocimientos resultantes de las ciencias naturales con el fin de ubicar la condición humana en el mundo, de las resultantes de las ciencias humanas para aclarar las multidimensionalidades y complejidades humanas y la necesidad de integrar el aporte inestimable de las humanidades, no solamente de la filosofía y la historia, sino también de la literatura, la poesía, las artes... 1. Arraigamiento <-> Desarraigamiento humano Debemos reconocer nuestro doble arraigamiento en el cosmos físico y en la esfera viviente, al igual que nuestro desarraigamiento propiamente humano. Estamos a la vez dentro y fuera de la naturaleza. 1.1 La condición cósmica Hemos abandonado recientemente la idea de un Universo ordenado, perfecto, eterno, por un universo que nace en la irradiación, en el devenir disperso donde actúan de manera complementaria, competente y antagónica: orden, desorden y organización. Estamos en un gigantesco cosmos en expansión constituido por miles de millones de galaxias y miles de miles de millones de estrellas y aprendimos que nuestra Tierra es un trompo minúsculo que gira alrededor de un astro errante en la periferia de una pequeña galaxia de suburbio. Las partículas de nuestro organismo habrían aparecido desde los primeros segundos de nuestro cosmos hace (¿tal vez?) quince mil millones de años; nuestros átomos de carbono se formaron en uno o varios soles anteriores al nuestro; nuestras moléculas se agruparon en los primeros tiempos convulsivos de la Tierra. Estas macromoléculas se asociaron en torbellinos de los cuales uno de ellos, cada vez más rico en su diversidad molecular, se metamorfoseó en una organización nueva con relación a la organización estrictamente química: una auto-organización viviente. Esta época cósmica de la organización, sujeta sin cesar a las fuerzas de desorganización y de dispersión, es también la epopeya de la religazón que solo impidió al cosmos que se dispersara o desvaneciera tan pronto nació. En el centro de la aventura cósmica, en lo más alto del desarrollo prodigioso de una rama singular de la auto-organización viviente, seguimos la aventura a nuestro modo. 1.2 La condición física Un poco de substancia física se organizó sobre esta Tierra de manera termodinámica. A través del remojo marino, de la preparación química, de las descargas eléctricas, tomó Vida. La vida es solariana: todos sus constituyentes han sido forjados en un sol y reunidos en un planeta por el sol; ésta es la transformación de un destello fotónico resultante de los resplandecientes torbellinos solares. Nosotros, vivientes, constituimos una pajilla de la diáspora cósmica, unas migajas de la existencia solar, un menudo brote de la existencia terrenal. 1.3 La condición terrestre Hacemos parte del destino cósmico, pero estamos marginados: nuestra Tierra es el tercer satélite de un sol destronado de su puesto central, convertido en astro pigmeo errante entre miles de millones de estrellas en una galaxia periférica de un universo en expansión... Nuestro planeta se congregó hace cinco mil millones de años, a partir, probablemente, de destrucciones cósmicas que resultaron de la explosión de un sol anterior; y hace cuatro mil millones de años surgió la organización viviente de un torbellino macromolecular con tormentas y convulsiones telúricas. La Tierra se auto-produjo y se auto-organizó dependiendo del sol; se constituyó en complejo bio-físico a partir del momento en el cual se desarrolló su biosfera. Somos a la vez seres cósmicos y terrestres. La vida nació en convulsiones telúricas y su aventura ha corrido el peligro de extinción por lo menos en dos ocasiones (fin de la era primaria y durante la secundaria). Se ha desarrollado no solamente en especies diversas sino también en ecosistemas donde las predaciones constituyeron la cadena trófica de doble cara: la de la vida y la de la muerte. Nuestro planeta erra en el cosmos. Debemos asumir las consecuencias de esta situación marginal, periférica, que es la nuestra. Como seres vivos de este planeta, dependemos vitalmente de la biosfera terrestre; debemos reconocer nuestra muy física y muy biológica identidad terrenal. 1.4 La humana condición La importancia de la hominización es capital para la educación de la condición humana, porque ella nos muestra como la animalidad y la humanidad constituyen juntas nuestra humana condición. La antropología prehistórica nos muestra cómo la hominización es una aventura de millones de años, tanto discontinuo -proveniente de nuevas especies: habilis, erectus, neanderthal, sapiens y desaparición de los precedentes, surgimiento del lenguaje y de la cultura- cómo continua, en el sentido en que se prosigue un proceso de bipedización, de manualización, erección del cuerpo, cerebralización — Australopiteco, cráneo (508cm3), homo habilis (680cm3), homo erectus (800-1100cm3), hombre moderno (1200-1500cm3—, juvenilización (el adulto que conserva los caracteres no especializados del embrión y los caracteres psicológicos de la juventud), complexificación social, proceso a través del cual aparece el lenguaje propiamente humano al mismo tiempo que se constituye la cultura, capital adquisición de los saberes, saber-hacer, creencias, mitos, transmisibles de generación en generación... La hominización desemboca en un nuevo comienzo. El homínido se humaniza. Desde allí, el concepto de hombre tiene un doble principio: un principio biofísico y uno psico-sociocultural, ambos principios se remiten el uno al otro. Somos resultado del cosmos, de la naturaleza, de la vida, pero debido a nuestra humanidad misma, a nuestra cultura, a nuestra mente, a nuestra conciencia, nos hemos vuelto extraños a este cosmos que nos es secretamente íntimo. Nuestro pensamiento y nuestra conciencia, los cuales nos hacen conocer este mundo físico, nos alejan otro tanto. El hecho mismo de considerar racional y científicamente el universo nos separa también de él. Nos hemos desarrollado más allá del mundo físico y viviente. Es en este más allá que opera el pleno desplegamiento de la humanidad. Como si fuera un punto de un holograma, llevamos en el seno de nuestra singularidad, no solamente toda la humanidad, toda la vida, sino también casi todo el cosmos, incluyendo su misterio que yace sin duda en el fondo de la naturaleza humana. Pero no somos seres que se puedan conocer y comprender únicamente a partir de la cosmología, la física, la biología, la sicología... 2. Lo humano del humano 2.1. Unidualidad El humano es un ser plenamente biológico y plenamente cultural que lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un super y un hiper viviente: ha desarrollado de manera sorprendente las potencialidades de la vida. Expresa de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y altruistas del individuo, alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la embriaguez, hierve de ardores orgiásticos y orgásmicos; es en esta híper vitalidad que el homo sapiens es también homo demens. El hombre es pues un ser plenamente biológico, pero si no dispusiera plenamente de la cultura sería un primate del más bajo rango. La cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite, aprende; ella comporta normas y principios de adquisición. 2.2 El bucle cerebro <-> mente <-> cultura El hombre sólo se completa como ser plenamente humano por y en la cultura. No hay cultura sin cerebro humano (aparato biológico dotado de habilidades para actuar, percibir, saber, aprender), y no hay mente (mind), es decir, capacidad de conciencia y pensamiento sin cultura. La mente humana es un surgimiento que nace y se afirma en la relación cerebro<>cultura. Una vez que la mente ha surgido, ella interviene en el funcionamiento cerebral con efecto retroactivo. Hay entonces una tríada en bucle entre cerebro <-> mente <-> cultura, donde cada uno de los términos necesita a los otros. La mente es un surgimiento del cerebro que suscita la cultura, la cual no existiría sin el cerebro. 2.3 El bucle razón <-> afecto <-> impulso Encontramos una tríada bio-antropológica al mismo tiempo que la de cerebro <-> mente <-> cultura: resulta de la concepción del cerebro triúnico de Mac Lean. El cerebro humano integra en él: a) El paleocéfalo, heredero del cerebro reptil, fuente de la agresividad, del celo, de los impulsos primarios, b) el mesocéfalo, heredero del cerebro de los antiguos mamíferos en donde el hipocampo parece ligar el desarrollo de la afectividad y el de la memoria a largo plazo, c) el córtex, que de manera muy desarrollada en los mamíferos hasta envolver todas las estructuras del encéfalo y formar los dos hemisferios cerebrales, se hipertrofia en los humanos en un neo-córtex que es la base de las habilidades analíticas, lógicas, estratégicas que la cultura permite actualizar completamente. Así, se nos aparece otra fase de la complejidad humana que integra la animalidad (mamífero y reptil) en la humanidad y la humanidad en la animalidad. Las relaciones entre las tres instancias no solamente son complementarias sino también antagónicas, implicando los conflictos muy conocidos entre la impulsividad, el corazón y la razón; de manera correlativa, la relación triúnica no obedece a una jerarquía razón<->afectividad<->impulso; hay una relación inestable, permutante, rotativa entre estas tres instancias. La racionalidad no dispone pues del poder supremo; es una instancia que compete y se opone a las otras instancias de una tríada inseparable; es frágil: puede ser dominada, sumergida, incluso esclavizada por la afectividad o la impulsividad. El impulso homicida puede servirse de la maravillosa máquina lógica y utilizar la racionalidad técnica para organizar y justificar sus empresas. 2.4 El bucle individuo <-> sociedad <-> especie Finalmente, hay una relación de tríada individuo <->sociedad <->especie. Los individuos son el producto del proceso reproductor de la especie humana, pero este mismo proceso debe ser producido por dos individuos. Las interacciones entre individuos producen la sociedad y ésta, que certifica el surgimiento de la cultura, tiene efecto retroactivo sobre los individuos por la misma cultura. No se puede absolutizar al individuo y hacer de él el fin supremo de este bucle; tampoco se lo puede a la sociedad o a la especie. En el ámbito antropológico, la sociedad vive para el individuo, el cual vive para la sociedad; la sociedad y el individuo viven para la especie la cual vive para el individuo y la sociedad. Cada uno de estos términos es a la vez medio y fin: son la cultura y la sociedad las que permiten la realización de los individuos y son las interacciones entre los individuos las que permiten la perpetuidad de la cultura y la autoorganización de la sociedad. Sin embargo, podemos considerar que la plenitud y la libre expresión de los individuos-sujetos constituyen nuestro propósito ético y político sin dejar de pensar también que ellos constituyen la finalidad misma de la tríada individuo <-> sociedad <-> especie. La complejidad humana no se comprendería separada de estos elementos que la constituyen: todo desarrollo verdaderamente humano significa desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia con la especie humana. 3. Unitas multiplex: la unidad y la diversidad humana La educación del futuro deberá velar por que la idea de unidad de la especie humana no borre la de su diversidad, y que la de su diversidad no borre la de la unidad. Existe una unidad humana. Existe una diversidad humana. La unidad no está solamente en los rasgos biológicos de la especie homo sapiens. La diversidad no está solamente en los rasgos psicológicos, culturales y sociales del ser humano. Existe también una diversidad propiamente biológica en el seno de la unidad humana; no sólo hay una unidad cerebral sino mental, psíquica, afectiva e intelectual. Además, las culturas y las sociedades más diversas tienen principios generadores u organizadores comunes. Es la unidad humana la que lleva en sí los principios de sus múltiples diversidades. Comprender lo humano, es comprender su unidad en la diversidad, su diversidad en la unidad. Hay que concebir la unidad de lo múltiple, la multiplicidad del uno. La educación deberá ilustrar este principio de unidad/ diversidad en todos los campos. 3.1 El campo individual En el campo individual, hay una unidad/ diversidad genética. Todo humano lleva genéticamente en sí la especie humana e implica genéticamente su propia singularidad anatómica, fisiológica. Hay una unidad/ diversidad cerebral, mental, psicológica, afectiva, intelectual y subjetiva: todo ser humano lleva en sí cerebral, mental, psicológica, afectiva, intelectual y subjetivamente caracteres fundamentalmente comunes y al mismo tiempo tiene sus propias singularidades cerebrales, mentales, psicológicas, efectivas, intelectuales, subjetivas... 3.2 El campo social En el campo de la sociedad hay una unidad/ diversidad de las lenguas (todas diversas a partir de una estructura con doble articulación común, lo que hace que seamos gemelos por el lenguaje y separados por las lenguas), de las organizaciones sociales y de las culturas. 3.3 Diversidad cultural y pluralidad de individuos La cultura esta constituida por el conjunto de los saberes, saber-hacer, reglas, normas, interdicciones, estrategias, creencias, ideas, valores, mitos que se transmiten de generación en generación, se reproducen en cada individuo, controlan la existencia de la sociedad y mantienen la complejidad psicológica y social. No hay sociedad humana, arcaica o moderna que no tenga cultura, pero cada cultura es singular. Así, siempre hay la cultura en las culturas pero la cultura no existe sino a través de las culturas. Las técnicas pueden migrar de una cultura a otra, como fue el caso de la rueda, de la yunta, la brújula, la imprenta; o también el de ciertas creencias religiosas, luego ideas laicas que habiendo nacido en una cultura singular pudieron universalizarse. Pero hay en cada cultura un capital específico de creencias, ideas, valores, mitos y particularmente los que ligan una comunidad singular a sus ancestros, sus tradiciones, sus muertos. Aquellos que ven la diversidad de las culturas tienden a minimizar u ocultar la unidad humana; aquellos que ven la unidad humana tienden a considerar como secundaria la diversidad de las culturas. Es pertinente, en cambio, concebir una unidad que asegure y favorezca la diversidad, una diversidad que se inscriba en una unidad. El doble fenómeno de la unidad y de la diversidad de las culturas es crucial. La cultura mantiene la identidad humana en lo que tiene de específico; las culturas mantienen las identidades sociales en lo que ellas tienen de específico. Las culturas están aparentemente encerradas en sí mismas para salvaguardar su identidad singular. Pero, en realidad, también son abiertas: integran en ellas no solamente saberes y técnicas sino también ideas, costumbres, alimentos, individuos provenientes de otras partes. Las asimilaciones de una cultura a otra son enriquecedoras. También hay grandes logros creados en mestizajes culturales como los que produjeron el flamenco, las músicas de América Latina, el raï (género musical de origen magrebí). En cambio, la desintegración de una cultura bajo el efecto destructor de una dominación técnico-civilizacional es una pérdida para toda la humanidad, en donde la diversidad de las culturas constituye uno de sus más preciados tesoros. El ser humano es él mismo singular y múltiple a la vez. Hemos dicho que todo ser humano, tal como el punto de un holograma, lleva el cosmos en sí. Debemos ver también que todo ser, incluso el más encerrado en la más banal de las vidas, constituye en sí mismo un cosmos. Lleva en sí sus multiplicidades interiores, sus personalidades virtuales, una infinidad de personajes quiméricos, una poli existencia en lo real y lo imaginario, el sueño y la vigilia, la obediencia y la transgresión, lo ostentoso y lo secreto, hormigueos larvarios en sus cavernas y precipicios insondables. Cada uno contiene en sí galaxias de sueños y de fantasmas, impulsos insatisfechos de deseos y de amores, abismos de desgracia, inmensidades de indiferencia congelada, abrazos de astro en fuego, desencadenamientos de odio, extravíos débiles, destellos de lucidez, tormentas dementes... 3.4 Sapiens <-> demens El siglo XXI deberá abandonar la visión unilateral que define al ser humano por la racionalidad (homo sapiens), la técnica (homo faber), las actividades utilitarias (homo economicus), las necesidades obligatorias (homo prosaicus). El ser humano es complejo y lleva en sí de manera bipolarizada los caracteres antagónicos: · sapiens y demens (racional y delirante) · faber y ludens (trabajador y lúdico) · empiricus y imaginarius (empírico e imaginador) · economicus y consumans (económico y dilapilador) · prosaicus y poeticus (prosaico y poético) El hombre de la racionalidad es también el de la afectividad, del mito y del delirio (demens). El hombre del trabajo es también el hombre del juego (ludens). El hombre empírico es también el hombre imaginario (imaginarius). El hombre de la economía es también el de la «consumación» (consumans). El hombre prosaico es también el de la poesía, es decir del fervor, de la participación, del amor, del éxtasis. El amor es poesía. Un amor naciente inunda el mundo de poesía, un amor que dura irriga de poesía la vida cotidiana, el fin de un amor nos devuelve a la prosa. Así, el ser humano no sólo vive de racionalidad y de técnica: se desgasta, se entrega, se dedica a las danzas, trances, mitos, magias, ritos; cree en las virtudes del sacrificio; vive a menudo para preparar su otra vida, más allá de la muerte. Por todas partes, una actividad técnica, práctica, intelectual, da testimonio de la inteligencia empírico-racional; igualmente por todas partes, las fiestas, ceremonias, cultos con sus posesiones, exaltaciones, despilfarros, «consumaciones», dan testimonio del homo ludens, poeticus, consumans, imaginarius, demens. Las actividades lúdicas, de fiesta, de rito no son simples esparcimientos para volver luego a la vida práctica o al trabajo; las creencias en los dioses y en las ideas no pueden reducirse a ilusiones o supersticiones: éstas tienen raíces que se sumergen en las profundidades antropológicas, se refieren al ser humano en su naturaleza misma. Hay una relación manifiesta o soterrada entre la psiquis, el afecto, la magia, el mito, la religión; hay a la vez unidad y dualidad entre homo faber, homo ludens, homo sapiens, y homo demens. Y en el ser humano, el desarrollo del conocimiento racional-empírico-técnico no ha anulado nunca el conocimiento simbólico, mítico, mágico o poético. 3. 5 Homo complexus Somos seres infantiles, neuróticos, delirantes siendo también racionales. Todo ello constituye el tejido propiamente humano. El ser humano es un ser racional e irracional, capaz de mesura y desmesura; sujeto de un afecto intenso e inestable; él sonríe, ríe, llora, pero sabe también conocer objetivamente; es un ser serio y calculador, pero también ansioso, angustiado, gozador, ebrio, estático; es un ser de violencia y de ternura, de amor y de odio; es un ser invadido por lo imaginario y que puede reconocer lo real, que sabe de la muerte pero que no puede creer en ella, que segrega el mito y la magia, pero también la ciencia y la filosofía; que está poseído por los Dioses y por las Ideas, pero que duda de los Dioses y critica las Ideas; se alimenta de conocimientos comprobados, pero también de ilusiones y de quimeras. Y cuando en la ruptura de los controles racionales, culturales, materiales hay confusión entre lo objetivo y lo subjetivo, entre lo real y lo imaginario, cuando hay hegemonía de ilusiones, desmesura desencadenada, entonces el homo demens somete al homo sapiens y subordina la inteligencia racional al servicio de sus monstruos. Por esta razón, la locura es un problema central del hombre, y no solamente su desecho o su enfermedad. El tema de la locura humana fue evidente para la filosofía de la Antigüedad, la sabiduría oriental, para los poetas de todos los continentes, para los moralistas (Erasmo, Montaigne, Pascal, Rousseau). Se volatilizó no sólo en la eufórica ideología humanista que llevó al hombre a dirigir el universo, sino también en las ciencias humanas y en la filosofía. La demencia no ha conducido la especie humana a la extinción (sólo las energías nucleares liberadas por la razón científica y el desarrollo de la racionalidad técnica podrían conducirla a su desaparición). Sin embargo, tanto tiempo parece haberse perdido, malgastado en ritos, cultos, ebriedades, decoraciones, danzas e innumerables ilusiones... A pesar de todo ello, el desarrollo técnico y luego el científico ha sido impresionante; las civilizaciones han producido filosofía y ciencia; la Humanidad ha dominado la Tierra. Es decir que los progresos de la complejidad se han hecho a la vez a pesar, con y a causa de la locura humana. La dialógica sapiens <-> demens ha sido creadora siendo destructora; el pensamiento, la ciencia, las artes, se han irrigado por las fuerzas profundas del afecto, por los sueños, angustias, deseos, miedos, esperanzas. En las creaciones humanas hay siempre un doble pilotaje sapiens<->demens. Demens ha inhibido pero también favorecido a sapiens. Platón ya había observado que Dike, la ley sabia, es hija de Ubris, la desmesura. Tal furor ciego rompe las columnas de un templo de servidumbre, como la toma de la Bastilla y, al contrarío, tal culto a la Razón alimenta la guillotina. La posibilidad del genio viene del hecho que el ser humano no es completamente prisionero de lo real, de la lógica (neo-córtex), del código genético, de la cultura, de la sociedad. La búsqueda y el encuentro se adelantan en el fondo de la incertidumbre y de la indecidibilidad. El genio surge en la brecha de lo incontrolable, justo ahí donde merodea la locura. La creación surge en la unión entre las profundidades oscuras psico-afectivas y la llama viva de la conciencia. También la educación debería mostrar e ilustrar el Destino con las múltiples facetas del humano: el destino de la especie humana, el destino individual, el destino social, el destino histórico, todos los destinos entrelazados e inseparables. Así, una de las vocaciones esenciales de la educación del futuro será el examen y el estudio de la complejidad humana. Ella conduciría a la toma de conocimiento, esto es, de conciencia, de la condición común a todos los humanos, y de la muy rica y necesaria diversidad de los individuos, de los pueblos, de las culturas, sobre nuestro arraigamiento como ciudadanos de la Tierra... LA ÉTICA DEL GÉNERO HUMANO Como vimos, la concepción compleja del género humano comprende la tríada individuo <-> sociedad <-> especie. Los individuos son más que el producto del proceso reproductor de la especie humana, pero este mismo proceso es producido por los individuos de cada generación. Las interacciones entre individuos producen la sociedad y ésta retroactúa sobre los individuos. La cultura, en sentido genérico, emerge de estas interacciones, las religa y les da un valor. Individuo <-> sociedad <-> especie se conservan en sentido completo se sostienen, se retroalimentan y se religan. Así, individuo <-> sociedad <-> especie son no solamente inseparables sino coproductores el uno del otro. Cada uno de estos términos es a la vez medio y fin de los otros. No se puede absolutizar a ninguno y hacer de uno solo el fin supremo de la tríada; ésta es en sí misma, de manera rotativa, su propio fin. Estos elementos no se podrían comprender de manera disociada: toda concepción del género humano significa desarrollo conjunto de las autonomías individuales, de las participaciones comunitarias y del sentido de pertenencia a la especie humana. En medio de esta tríada compleja emerge la conciencia. Desde ahora, una ética propiamente humana, es decir una antropo-ética debe considerarse como una ética del bucle de los tres términos individuo <-> sociedad <-> especie, de donde surge nuestra conciencia y nuestro espíritu propiamente humano. Esa es la base para enseñar la ética venidera. La antropo-ética supone la decisión consciente y clara: · De asumir la humana condición individuo <-> sociedad <-> especie en la complejidad de nuestra era. · De lograr la humanidad en nosotros mismos en nuestra conciencia personal. · De asumir el destino humano en sus antinomias y su plenitud. La antropo-ética nos pide asumir la misión antropológica del milenio: · Trabajar para la humanización de la humanidad. · Efectuar el doble pilotaje del planeta: obedecer a la vida, guiar la vida. · Lograr la unidad planetaria en la diversidad. · Respetar en el otro, a la vez, tanto la diferencia como la identidad consigo mismo. · Desarrollar la ética de la solidaridad. · Desarrollar la ética de la comprensión. · Enseñar la ética del género humano. La antropo-ética conlleva, entonces, la esperanza de lograr la humanidad como conciencia y ciudadanía planetaria. Comprende, por consiguiente, como toda ética, una aspiración y una voluntad pero también una apuesta a lo incierto. Ella es conciencia individual más allá de la individualidad. 1. El BUCLE INDIVIDUO <--> SOCIEDAD: ENSEÑAR LA DEMOCRACIA Individuo y Sociedad existen mutuamente. La democracia permite la relación rica y compleja individuo <-> sociedad donde los individuos y la sociedad pueden entre sí ayudarse, desarrollarse, regularse y controlarse. La democracia se funda sobre el control del aparato del poder por los controlados y así reduce la esclavitud (que determina un poder que no sufre la autorregulación de aquellos que somete); en este sentido la democracia es, más que un régimen político, la regeneración continua de un bucle complejo y retroactivo: los ciudadanos producen la democracia que produce los ciudadanos. A diferencia de las sociedades democráticas, que funcionan gracias a las libertades individuales y a la responsabilidad de los individuos, las sociedades autoritarias o totalitarias colonizan los individuos que no son más que súbditos; en la democracia el individuo es ciudadano, persona jurídica y responsable que, por un lado, expresa sus deseos e intereses y, por el otro, es responsable y solidario con su ciudad. 1.1 Democracia y complejidad La democracia no se puede definir de manera simple. La soberanía del pueblo ciudadano comprende al mismo tiempo la auto limitación de esta soberanía por la obediencia a las leyes y el traspaso de soberanía a los elegidos. La democracia comprende al mismo tiempo la auto limitación del poder estatal por la separación de los poderes, la garantía de los derechos individuales y la protección de la vida privada. Evidentemente, la democracia necesita del consenso de la mayoría de los ciudadanos y del respeto de las reglas democráticas. Necesita que un gran número de ciudadanos crea en la democracia. Pero, al igual que el consenso, la democracia necesita diversidades y antagonismos. La experiencia del totalitarismo ha relevado un carácter fundamental de la democracia: su vínculo vital con la diversidad. La democracia supone y alimenta la diversidad de los intereses así como la diversidad de las ideas. El respeto de la diversidad significa que la democracia no se puede identificar con la dictadura de la mayoría sobre las minorías; ella debe incluir el derecho de las minorías y contestatarios a la existencia y a la expresión, y debe permitir la expresión de las ideas heréticas y marginadas. Así, como hay que proteger la diversidad de las especies para salvar la biosfera, hay que proteger la de las ideas y opiniones y también la diversidad de las fuentes de información y de los medios de información (prensa y demás medios de comunicación), para salvar la vida democrática. La democracia necesita tanto conflictos de ideas como de opiniones que le den vitalidad y productividad. Pero la vitalidad y la productividad de los conflictos sólo se pueden expandir en la obediencia a la norma democrática que regula los antagonismos reemplazando las batallas físicas por las batallas de ideas, y determina por la vía de los debates y las elecciones un vencedor provisional de las ideas en conflicto, el cual, a cambio, tiene la responsabilidad de dar cuenta de la realización de sus ideas. Exigiendo a la vez, consenso, diversidad y conflicto, la democracia es un sistema complejo de organización y de civilización política que alimenta y se alimenta de la autonomía de espíritu de los individuos, de su libertad de opinión y de expresión, de su civismo que alimenta y se alimenta del ideal, Libertad <-> Igualdad <-> Fraternidad, el cual comporta un conflicto creador entre estos tres términos inseparables. La democracia constituye, por consiguiente, un sistema político complejo en cuanto vive de pluralidades, competencias y antagonismos permaneciendo como una comunidad. Así, la democracia constituye la unión de la unión y de la desunión; tolera y se alimenta endémicamente, a veces explosivamente, de conflictos que le dan vitalidad. Ella vive de pluralidad hasta en la cima del Estado (división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial) y debe conservar esta pluralidad para conservarse ella misma. El desarrollo de las complejidades políticas, económicas y sociales nutre los desarrollos de la individualidad y ésta se afirma en sus derechos (humano y del ciudadano); adquiere libertades existenciales (elección autónoma del cónyuge, de la residencia, de los placeres...). 1.2 La dialógica democrática Todas las características importantes de la democracia tienen un carácter dialógico que une de manera complementaria términos antagónicos: consenso / conflicto, libertad <-> Igualdad <-> fraternidad, comunidad nacional / antagonismos sociales e ideológicos. En resumen, la democracia depende de las condiciones que dependen de su ejercicio (espíritu cívico, aceptación de la regla del juego democrático). Las democracias son frágiles, viven de conflictos, pero éstos las pueden sumergir. La democracia aún no está generalizada en todo el planeta que incluye dictaduras y residuos del totalitarismo del siglo XX o gérmenes de nuevos totalitarismos. Ella seguirá amenazada en el siglo XXI; además, las democracias existentes no es que no se hayan logrado sino que están incompletas o inacabadas. La democratización de las sociedades occidentales ha sido un proceso largo que se ha continuado irregularmente en ciertos campos como el acceso de las mujeres a la igualdad con los hombres en la pareja, el trabajo, el acceso a las carreras públicas. El socialismo occidental no ha podido democratizar la organización económico-social de nuestras sociedades. Las empresas siguen siendo sistemas autoritarios jerárquicos, democratizados muy parcialmente en su base por consejos o sindicatos. Es cierto que la democratización tiene límites en organizaciones cuya eficacia esta basada en la obediencia, como en el ejército. Pero nos podemos cuestionar si, como lo hacen ver ciertas empresas, no se puede lograr otra eficacia apelando a la iniciativa y responsabilidad de individuos o grupos. De todas formas, nuestras democracias comportan carencias y lagunas. Por ejemplo, los ciudadanos implicados no son consultados sobre las alternativas en materia, por ejemplo, de transporte (TGV -tren de gran velocidad-, aviones cargueros, autopistas, etc.). No existen solamente las incapacidades democráticas. Hay procesos de regresión democrática que tienden a marginar a los ciudadanos de las grandes decisiones políticas (bajo el pretexto de que éstas son muy «complicadas» y deben ser tomadas por «expertos» tecnócratas); a atrofiar sus habilidades, a amenazar la diversidad, a degradar el civismo. Estos procesos de regresión están ligados al crecimiento de la complejidad de los problemas y al modo mutilador de tratarlos. La política se fragmenta en diversos campos y la posibilidad de concebirlos juntos disminuye o desaparece. Del mismo modo, hay despolitización de la política que se auto-disuelve en la administración, la técnica (el expertismo), la economía, el pensamiento cuantificador (sondeos, estadísticas). La política en trizas pierde la comprensión de la vida, de los sufrimientos, de los desamparos, de las soledades, de las necesidades no cuantificables. Todo esto contribuye a una gigantesca regresión democrática: los ciudadanos desposeídos de los problemas fundamentales de la ciudad. 1.3 El futuro de la democracia Las democracias del siglo XXI estarán cada vez más enfrentadas a un problema gigantesco que nació con el desarrollo de la enorme máquina donde ciencia, técnica y burocracia están íntimamente asociadas. Esta enorme máquina no produce sólo conocimiento y elucidación, también produce ignorancia y ceguera. Los desarrollos disciplinarios de las ciencias no han aportado solamente las ventajas de la división del trabajo; también han aportado los inconvenientes de la súper especialización, la separación y la parcelación del saber. Este último se ha vuelto cada vez más esotérico (accesible sólo para especialistas) y anónimo (concentrado en bancos de datos y utilizado por instancias anónimas, empezando por el Estado). Igualmente, el conocimiento técnico se reserva a los expertos, cuya habilidad en un campo cerrado se acompaña de una incompetencia, cuando este campo es parasitado por influencias externas o modificado por un evento nuevo. En tales condiciones el ciudadano pierde el derecho al conocimiento; tiene el derecho de adquirir un saber especializado haciendo estudios ad hoc, pero está desprovisto como ciudadano de cualquier punto de vista global y pertinente. El arma atómica, por ejemplo, ha desposeído por completo al ciudadano de la posibilidad de pensarla y de controlarla; su utilización depende generalmente de la decisión personal y única de un jefe de Estado sin consultar ninguna instancia democrática regular. Entre más técnica se vuelve la política, más retrocede la competencia democrática. El problema no se plantea solamente por la crisis o la guerra. Es un problema de la vida cotidiana: el desarrollo de la tecno-burocracia instala el reino de los expertos en todos los campos que hasta ahora dependían de discusiones y decisiones políticas y suplanta a los ciudadanos en los campos abiertos a las manipulaciones biológicas de la paternidad, de la maternidad, del nacimiento, de la muerte. Estos problemas no han entrado en la conciencia política ni en el debate democrático del siglo XX, a excepción de algunos casos. En el fondo, la fosa que se agranda entre una tecnociencia esotérica, hiperespecializada y los ciudadanos crea una dualidad entre los cognoscentes cuyo conocimiento es parcelado, incapaz de contextualizar y globalizar- y los ignorantes, es decir, el conjunto de los ciudadanos. Así se crea una nueva fractura de la sociedad entre una "nueva clase” y los ciudadanos. El mismo proceso está en marcha en el acceso a las nuevas tecnologías de comunicación entre los países ricos y los países pobres. Los ciudadanos son rechazados de los asuntos políticos cada vez más acaparados por los «expertos» y, la dominación de la «nueva clase» impide, en realidad, la democratización del conocimiento. De esta manera, la reducción de lo político a lo técnico y a lo económico, la reducción de lo económico al crecimiento, la pérdida de los referentes y de los horizontes, todo ello produce debilitamiento del civismo, escape y refugio en la vida privada, alteración entre apatía y revoluciones violentas; así, a pesar de que se mantengan las instituciones democráticas, la vida democrática se debilita. En estas condiciones, se plantea a las sociedades conocidas como democráticas la necesidad de regenerar la democracia, mientras que, en una gran parte del mundo, se plantea el problema de generar democracia y que las necesidades planetarias nos piden engendrar a su nivel una nueva posibilidad democrática. La regeneración democrática supone la regeneración del civismo, la regeneración del civismo supone la regeneración de la solidaridad y de la responsabilidad, es decir, el desarrollo de la antropo-ética. EL BUCLE INDIVIDUO <-> ESPECIE: ENSEÑAR LA CIUDADANÍA TERRESTRE El vínculo ético del individuo con la especie humana ha sido afirmado desde las más antiguas civilizaciones. Fue el autor latino Terence quien, en el siglo II antes de la era cristiana, hacia decir a uno de los personajes del Bourreau de soi-même: «homo sum nihil a me alienum puto» («soy humano, nada de lo que es humano me es extraño»). Esta antropo-ética ha sido cubierta, oscurecida, minimizada por las éticas diversas y cerradas, pero no ha dejado de conservarse en las grandes religiones universalistas ni de resurgir en las éticas universalistas, en el humanismo, en los derechos humanos, en el imperativo kantiano. Ya decía Kant que la finitud geográfica de nuestra tierra impone a sus habitantes un principio de hospitalidad universal, reconociendo al otro el derecho de no ser tratado como enemigo. A partir del siglo XX, la comunidad de destino terrestre nos impone de manera vital la solidaridad. LA HUMANIDAD COMO DESTINO PLANETARIO La comunidad de destino planetario permite asumir y cumplir esta parte de la antropoética que concierne a la relación entre el individuo singular y la especie humana como un todo. Esta debe trabajar para que la especie humana, sin dejar de ser la instancia biológicoreproductora del humano, se desarrolle con la participación de los individuos y de las sociedades dando al fin, nacimiento a la Humanidad como conciencia común y solidaridad planetaria del género humano. La Humanidad dejó de ser una noción meramente biológica debiendo ser plenamente reconocida con su inclusión indisociable en la biosfera; la Humanidad dejó de ser una noción sin raíces; ella se enraizó en una "Patria", la Tierra, y la Tierra es una Patria en peligro. La Humanidad dejó de ser una noción abstracta: es una realidad vital ya que desde ahora está amenazada de muerte por primera vez. La Humanidad ha dejado de ser una noción solamente ideal, se ha vuelto una comunidad de destino y sólo la conciencia de esta comunidad la puede conducir a una comunidad de vida; la Humanidad, de ahora en adelante, es una noción ética: ella es lo que debe ser realizado por todos y en cada uno. Mientras que la especie humana continúa su aventura bajo la amenaza de la autodestrucción, el imperativo es: salvar a la Humanidad realizándola. En realidad, la dominación, la opresión, las barbaries humanas permanecen en el planeta y se agravan. Es un problema antropo-histórico fundamental para el cual no hay solución a priori, pero sobre el cual hay mejoras posibles, y el cual únicamente podría tratar el proceso multidimensional que nos civilizaría a cada uno de nosotros, a nuestras sociedades, a la Tierra. Como tales y conjuntamente, una política del hombre, una política de civilización, una reforma de pensamiento, la antropo-ética, el verdadero humanismo, la conciencia de TierraPatria reducirían la ignominia en el mundo. Aún por más tiempo la expansión y la libre expresión de los individuos constituyen nuestro propósito ético y político para el planeta; ello supone a la vez el desarrollo de la relación individuo <-> sociedad en el sentido democrático, y el desarrollo de la relación individuo <-> especie en el sentido de la realización de la Humanidad; es decir que los individuos permanecen integrados en el desarrollo mutuo de los términos de la tríada individuo <-> sociedad <-> especie. No tenemos las llaves que abran las puertas de un futuro mejor. No conocemos un camino trazado. "El camino se hace al andar" (Antonio Machado). Pero podemos emprender nuestras finalidades: la continuación de la hominización en humanización, vía ascenso a la ciudadanía terrestre. Para una comunidad planetaria organizada: ¿no sería esa la misión de una verdadera Organización de las Naciones Unidas? 1[5] [5] Textos 1, 4 , 6 y 8 extraídos de E. Morin, Los siete saberes fundamentales para la educación del futuro, UNESCO, París 1999. En relación con las características señaladas, la Filosofía debe desempeñar las siguientes funciones: *Propiciar una actitud reflexiva y crítica, acostumbrando a no aceptar ninguna idea, hecho o valor, si no es a partir de un análisis riguroso. *Potenciar la capacidad de pensar de modo coherente, usando la razón como instrumento de persuasión y diálogo. *Aprender a pensar de modo autónomo, adoptando ante los problemas una actitud personal. *Integrar en una visión de conjunto la diversidad de conocimientos, creencias y valores. *Apreciar la capacidad normativa de la razón como instrumento de transformación y cambio. De lo dicho sobre la caracterización de la Filosofía y de las funciones de su docencia en el Bachillerato se desprende que ésta debe estar animada por varios principios. Por un lado, estando toda reflexión históricamente situada, carece de sentido promover una reflexión abstracta sobre presuntos problemas eternos. De lo que se trata es de incitar a la reflexión desde nuestro contexto histórico, destacando como se presentan hoy esas cuestiones y las 1 Textos 1, 4 , 6 y 8 extraídos de E. Morin, Los siete saberes fundamentales para la educación del futuro, UNESCO, París 1999. [5] posibles respuestas. Personas que piensan son personas que saben plantearse los problemas de su época y enfrentarse a ellos. Por otro lado, la afirmación kantiana de que "no se aprende Filosofía, se aprende a filosofar” conserva toda su verdad si se la interpreta, no como la descripción de un hecho, sino como una norma para la docencia: la de que lo que importa no es tanto transmitir, repetir y recitar tesis, sino producir y recrear la actividad por la que este saber se alcanza, formular claramente los problemas que subyacen a cada propuesta teórica, fomentar la adquisición de hábitos por los que alumnos y alumnas puedan convertirse, no en espectadores, sino en participantes y actores del proceso de clarificación de los problemas, y propiciar la capacidad de reflexionar sobre la situación personal y colectiva. Es preciso, por fin, evitar en la clase la unilateralidad que significaría atender y enfatizar sólo algunas dimensiones o ámbitos de la experiencia o solo algunos temas y problemas. A un curso de Filosofía, por introductorio que pueda ser, le incumbe estimular y provocar actitudes reflexivas en las que se sometan a consideración y análisis tanto la diversidad de aspectos de la experiencia cuanto los problemas fundamentales que plantean cada uno de ellos y sus relaciones. Por ello, la defensa de un currículo abierto, en el sentido de que permite al profesorado adoptar la perspectiva que le parezca más oportuna, no debe hacer olvidar la función ordenadora e integradora de nuestras creencias y valores de la clase de Filosofía. Para eliminar obstáculos en la vida sentimental y aspirar a una cierta felicidad, conviene ser conscientes y reflexionar sobre las creencias tóxicas, las indefensiones aprendidas y las creencias estimulantes que tenemos. En definitiva, la luz de la racionalidad también puede servirnos de guía en nuestra vida emocional. Esta es otra de las aplicaciones de la filosofía para los jóvenes que precisamente están conformando ahora su personalidad. El corazón tiene razones, que la razón no entiende. Esta conocida frase extraída del texto de Pascal puede utilizarse e interpretarse como colofón de todo lo expresado en las anteriores: ¿Hay que elegir entre el corazón y la razón? ¿Existen formas para combinarlos y potenciar el éxito de nuestras decisiones? Tendremos que razonar de nuevo ambas opciones. El corazón tiene sus propias razones, entendiendo por tales, sus propias motivaciones, inclinaciones, que al fin son razones (ideas que mueven a la voluntad). Pero del mismo modo, la razón tiene sus propios principios, y la diferencia con los anteriores, es que son más elaborados y hacen referencia a criterios comunes y universales. La pasión se mueve por lo privado y particular, la razón por criterios lógicos y universales. Ahora bien, lo importante es que los segundos pueden aplicarse sobre los primeros. Se puede poner luz a nuestros sentimientos y pasiones. Esa es la enseñanza de Spinoza en el texto que comentaron al inicio de la sección “Buscar la felicidad con los filósofos”. Es preciso que perciban la relación de este texto con el anterior, resultará una buena forma de terminar la preparación del debate. Con respecto a las definiciones de Spinoza sobre la naturaleza humana. De ambas afirmaciones se desprende que para conocernos es muy importante saber lo que deseamos y lo que deberíamos desear. Los estudios psicológicos han demostrado que nuestros sentimientos dependen, en gran medida, de creencias sobre la realidad o sobre nosotros mismos, pero que están tan arraigadas que las desconocemos. Por esto es muy importante descubrirlas, hacerlas conscientes, porque con ello evitaremos ciertos sentimientos que pueden hacernos desgraciados FILOSOFÍA, LITERATURA Y SOCIEDAD La relación entre filosofía y literatura constituye una lucha. La mirada de los filósofos atraviesa la opacidad del mundo, supera su espesor carnoso, reduce la variedad de lo existente a una telaraña de relaciones entre conceptos generales y fija las reglas del juego por las que un número finito de peones que se mueven sobre un tablero de ajedrez agota un número tal vez infinito de combinaciones. Llegan los escritores, y las abstractas piezas del ajedrez, los reyes, las reinas, los caballos y las torres son sustituidas con un nombre, una forma determinada, un conjunto de atributos reales o equinos y en el lugar del tablero se extienden polvorientos campos de batalla o mares agitados 2. Podríamos decir también que el filósofo es una especie de jurista de la realidad porque intenta articular una serie de leyes que la expliquen y nos ayuden a habitarla, y el literato un párroco de pueblo que ve de cerca la consecución de esas normas pero no acierta a comprender el porqué de estas al preocuparse por situaciones individuales y “vivas” y no por el interés general. Podríamos poner multitud de ejemplos de este estilo metafórico pero aún así la verdadera relación entre filosofía y literatura escaparía a nuestra red, porque ni siquiera hay unos patrones claros que las diferencien, e incluso, a partir del postmodernismo deconstructivista, la literatura ha pasado a ser un elemento necesario dentro de los artilugios filosóficos. Un filósofo sería un hombre que pretende representar esos polvorientos campos de batalla o esos mares agitados dentro de un tablero de ajedrez con una pluma sin tinta y con palabras sin un significado claro. La significación diletante siempre ha sido el gran problema de la filosofía y de sus pretensiones más racionalistas, y esto lo vio Locke perfecta y nítidamente, por ello se aferró a la experiencia (para que haya experiencia de algo tiene que haber una conciencia que se explique a si misma que está sintiéndolo) como única fuente de conocimiento y rechazó las ideas metafísicas como indemostrables (por lo que hemos podido averiguar, la noción de idea y de conciencia en Locke es prácticamente la misma que introdujo Descartes, pero la conclusión es completamente diferente). El primero dibujó la evidencia en lo experimentado; el segundo, en la conciencia orgullosa que se explicaba todo a si misma ( aunque a veces con ayuda de lo infinito y lo suprahumano para así poder salir del vértigo que le producía la diferencia entre el yo consciente y todo lo demás). El filósofo normalmente pretende resumir, abarcar una multitud de fenómenos desde una reflexión escueta y clarificante, en literatura, en cambio, el autor puede y debe permitirse el lujo de recrearse en la descripción de la historia misma y saborear el gozo estético de la forma, y nos surge esta duda: ¿es posible estructurar y armonizar el mensaje último de La 2 Presentación que hace Calvino en una feria literaria ( Octubre-1967) de la revista “The times literary supplement”. Metamorfosis en un ensayo de carácter filosófico que le ahorre al lector tener que leerse la obra literaria?. Me parece que en el caso de Kafka esto sería impensable ( ni en ésta, ni en otras obras) pues siempre escaparían multitud de detalles relevantes para la historia que podríamos no comprender y que, de alguna manera, contribuyen en el producto final del escrito. Dado lo anterior, primero haremos un pequeño recorrido por la novela para después comparar la crisis de identidad del protagonista con las aportaciones y nociones de Locke sobre la identidad y la diversidad. Es curioso que, y concretando en la historia a la que hacemos referencia, el protagonista, al conocer su cambio físico, lo achaque al trabajo que estaba realizando al ser éste de una dureza y una dedicación total: ¡ Ay Dios!-díjose entonces-¡ qué cansada es la profesión que he elegido! Un día sí y otro también de viaje. La preocupación de los negocios es mucho mayor cuando se trabaja fuera que cuando se trabaja en el mismo almacén, y no hablemos de esta plaga de los viajes: cuidarse de los enlaces de los trenes; la comida mala, irregular; relaciones que cambian de continuo, que no duran nunca, que no llegan nunca a ser verdaderamente cordiales, y en que el corazón nunca puede tener parte. ¡Al diablo con todo! 3. El lector espera algún gesto de asombro o algún lamento o acto de desesperación (que no llega) pues se había convertido nada más y nada menos que en una “cucaracha”. Se había convertido en una cucaracha de persona porque se había dejado denigrar y manipular hasta tal punto que sólo le importaba su trabajo y mantener contento a su jefe y su família; había hipotecado sus principios y su dignidad como persona (su identidad) hasta dejarse alienar por fines ajenos; su cobardía y su mala conciencia le transformaron en un ser rastrero y sucio que se alimentaba de inmundicias y desperdicios de los demás al no poseer nada auténticamente propio que le alimentara el orgullo. Aún convertido en cucaracha Gregorio Samsa, el protagonista, pretende hablar (lo cuál en realidad ya no podía, al menos al estilo humano) y convencer al principal para que dejase pasar esa falta y le permitiese continuar con su trabajo. El cambio físico parecía ser sólo una eventualidad para Gregorio que no alcanzaba más allá de ver que podía perder el trabajo. Decimos que se había convertido en una cucaracha porque ni siquiera se había preocupado de estar físicamente en otro cuerpo (otra sustancia pensante para Locke) y esto no puede menos que indicar el poco apego a la vida y a los placeres de ésta que tenía nuestro protagonista (para una persona íntegra que se aprecia a si misma, que es una persona porque es consciente de que es consciente, esto hubiera acontecido no como un impedimento laboral, sino como una tragedia horrible y un cambio radical en su vida que haría cambiar todas las prioridades y esquemas mentales). Desde que la familia se hundió en una desesperante quiebra, Gregorio sólo se había preocupado de que su hogar volviese a la abundancia, y olvidó todos los sueños que poblaron y colorearon su juventud. Me parece muy importante resaltar, sobretodo por su relación con el tema que nos interesa, el dilema en que se encuentran Gregorio y los suyos sobre la conveniencia o no de 3 F. KAFKA La metamorfosis. Alianza Editorial, Madrid, 1985. Pág. 9 retirar lo que habían sido sus muebles y que ahora le impedían el paso ( para corretear con sus innumerables patas y trepar al techo). Los muebles en su ordenación habitual simbolizaban la vida que el protagonista había tenido hasta padecer la metamorfosis, eran parte del recuerdo y por tanto eran parte de su identidad, y si ahora eran desechados al olvido quizás se sintiese Gregorio como un nuevo ser totalmente desligado del anterior. El padre, que hasta entonces había sido un hombre débil y holgazán, traiciona a su hijo por varios motivos, ya que tenía la familia unos ahorros de los que nada se había dicho a Gregorio para mantenerlo de esta manera trabajando y aportando beneficios, además de que cuando su hijo sufre ese monstruoso cambio él se pone a trabajar como si fuese un jovenzuelo ( sólo ahora que era estrictamente necesario ), y también teniendo en cuenta que es él quien ataca a Gregorio con una lluvia de manzanas. Las noches y los días de Gregorio deslizábanse sin que el sueño tuviese apenas parte en ellos. A veces, ocurríasele pensar que iba a abrirse la puerta de su cuarto, y que él iba a encargarse de nuevo, como antes, de los asuntos de la familia. Por su mente volvieron a cruzar, tras largo tiempo, el jefe y el gerente, el dependiente y el aprendiz, aquel ordenanza tan cerril, dos o tres amigos que tenía en otros comercios, una camarera de una fonda provinciana, y un recuerdo amado y pasajero: el de una cajera de una sombrerería, a quien había formalmente pretendido, pero sin bastante apremio..4. Mientras se mantuviese el recuerdo él también sobreviviría, pues era consciente de su vida pasada y deseaba con todas sus fuerzas volver a ella, pero a medida que fuese llegando el olvido, él desaparecería, y otra alma ocuparía ese cuerpo monstruoso (para Locke la persona se mantiene hasta donde llega su propia conciencia, en lo cual estamos completamente de acuerdo), otro ser que no diferiría ya en nada a una cucaracha (poco a poco empezaba a sentir irritación por su familia y un inaguantable deseo de correr a la despensa y comerlo todo furtivamente, además de sentirse cada vez más cómodo metido entre las inmundicias). Tanto la madre, como el padre, como la hermana, tuvieron que ponerse a trabajar, y además, tuvieron que admitir en la casa tres huéspedes de pago para así solventar los gastos cotidianos. Resulta que estos nuevos invitados fueron exigiendo e invadiendo los espacios y privilegios reservados hasta aquel entonces a la familia, y el padre, en parte por cobardía y en parte por miedo de que lo dejasen en la estacada, se convirtió en un siervo más y no les recriminó que se tomasen tales confianzas (una vez más alguien de esta familia se deja denigrar) hasta que algo tuvo que ocurrir para que las circunstancias cambiaran. Una tarde, los huéspedes pidieron a la hermana que tocase el violín para ellos y sintiose Gregorio atraído sobremanera por este sonido que también, y de una manera directa, simbolizaba todo el amor y los deseos que había sentido para su hermana (pues pensaba mandarla al conservatorio a pesar de los considerables gastos que aquello acarreaba) y se presento en el salón con todo aquel su aspecto horrible. Los huéspedes, indignados, aprovecharon la oportunidad para reprender a la familia y finalmente Gregorio, especialmente 4 Ibid. Pag 81 cansado pues hacía semanas que no comía, se retiro a su habitación. Surgió entonces en la familia la polémica entre si debían echar o no a ese insecto que seguramente ni les comprendía, y terminaron discutiendo sobre si en aquel monstruoso ser seguía habitando el alma de Gregorio (a lo cual Locke les hubiera contestado que si no hay ninguna directriz en la experiencia que les permita vislumbrar la solución, entonces el problema es insoluble, al menos con un alto grado de certeza). Al día siguiente la asistenta se lo encontró muerto. La familia decidió entonces despedir a los huéspedes, había sido necesaria la defunción de Gregorio para que comenzaran a luchar por un futuro un poco mejor. Una vez más el lector espera algún lamento o algún grito de desesperación que no llega. La familia se limita a abrazarse y a planear su destino. Ese insecto les había dejado, les había dejado tranquilos. Ahora, centrémonos en el capítulo de Locke dedicado a la identidad y a la diversidad, para poder luego contrastar. Comienza este autor definiendo de forma general lo que sería la identidad y la diversidad, que en realidad no iría más allá de un análisis conceptual: es imposible que dos cosas de la misma especie sean y existan en el mismo instante y en el mismo lugar, o que una y la misma cosa sea o exista en lugares diferentes. En consecuencia, lo que tuvo un comienzo es la misma cosa; y lo que tuvo, en tiempo y lugar, un comienzo distinto a aquello, no es lo mismo sino diverso. Para después dedicarse a examinar los tipos de sustancias y la identidad de cada una de ellas (cosa en la que nosotros no nos entretendremos). Solamente respecto a las cosas cuya existencia está en sucesión, como son los actos de los seres finitos, por ejemplo, el movimiento y el pensamiento, (...) no puede cuestionarse su diversidad, porque, como cada uno perece en el momento que comienza, no pueden existir en tiempos diferentes o en diferentes lugares. Efectivamente esto podría hacernos reflexionar acerca de la identidad de Gregorio Samsa, pues aunque el cambio físico es repentino (en el transcurso de un noche), el psicológico es progresivo, y por lo tanto, sería el mismo hombre que cambia paulatinamente. En el Estado de las criaturas vivas, su identidad no depende de una masa compuesta de las mismas partículas, sino de otra cosa. Y es que en este caso, la variación de grandes porciones de materia no altere la identidad. La diferencia de esta concepción de la identidad entre las criaturas vivas y una masa de materia, estriba en que la segunda sólo es la cohesión de partículas de materias y su manera de estar unidas, mientras que en el otro caso hay una disposición y organización de las partículas (en que todas están íntimamente interrelacionadas) para poder realizar las funciones vitales. También, otra de las diferencias que Locke apunta, consiste en señalar que: En un animal, la adecuación de la organización y el movimiento, en que la vida consiste, comienzan al mismo tiempo. En concordancia con lo anterior, la identidad del hombre no consistirá sino en la participación de la misma vida, continuada por partículas de materia constantemente fugaces, pero que, en esa función están vitalmente unidas al mismo cuerpo organizado. Para precisar, señalaremos que esto se refiere a la identidad del hombre en general (qué se entiende por un hombre), y en este sentido hay que añadir que no sería el alma lo más observable en todos los hombres, sino que, para Locke, como buen empirista, va ligada a la idea de hombre una cierta forma variable, pero con unas características generales. Por esto, introduce este autor, el ejemplo del loro que aprende a hablar, pues, aunque pudiera razonar y reflexionar, nunca sería tomado por un hombre. Con respecto a la identidad personal para Locke, una persona es un ser pensante inteligente, dotado de razón y de reflexión y que puede considerarse así mismo como él mismo, como una misma cosa pensante en diferentes tiempos y lugares; lo que tan sólo hace en virtud de su tener conciencia, que es algo inseparable del pensamiento, y que, me parece, le es esencial, ya que es imposible que alguien perciba sin percibir que percibe. Creo que en este punto Locke debería haber diferenciado una cierta percepción consciente y otra inconsciente de tipo más directo y sensible, pero su intención aquí no es sino la de señalar que es precisamente la conciencia lo que le confiere identidad a la persona, incluso, para comprenderse así mismo en un pasado y en un presente como el mismo sí mismo. Samsa se da cuenta esa mañana de que ahora es una cucaracha físicamente, pero su conciencia le hace ser la misma persona, aunque no el mismo hombre para los demás (pues, según los planteamientos empiristas, a la idea de hombre va asociada una cierta forma, que el protagonista ya no tenía). Locke analiza la realidad que le es más cercana y observable, y por ello habla de que una seria de cambios físicos sucesivos y progresivos no obstaculizan que se hable del mismo hombre, pero el caso de Gregorio Samsa es mucho más radical, pues se trataría de un sí mismo que se ve convertido a sí mismo en otro animal completamente diferente de forma, y que, al no poder comunicarse con sus semejantes y no poder llevar una vida típicamente humana, los demás sí mismos se ven obligados (aún sabiendo que era él) a rechazarlo como un hombre. La conciencia es la base de la identidad personal, y si en palabras de Locke, un mismo tener conciencia puede ser transferido de una sustancia pensante a otra sustancia pensante, sería posible que dos sustancias pensantes puedan constituir una misma persona... Y esto sería precisamente lo que le ocurrió al protagonista de La metamorfosis. También considera Locke, si sería posible que dos personas ocuparan una misma sustancia pensante, en diferente tiempo, y esto me parece bastante claro si observamos hombres con problemas psicológicos y cambios constantes de personalidad. En este filósofo, es muy clara la postura de que no sólo el alma es el hombre, sino también el cuerpo. Mientras releía este capítulo sobre la identidad, me asaltaron algunas dudas, como por ejemplo, sino sería lo mismo lo que los platónicos llamaban alma y lo que Locke llama sí mismo, o persona, o conciencia, pues si así fuere, en lo único que este filósofo habría variado sería en atribuir a la idea de hombre o de identidad del hombre, una cierta forma como constatación de una observación cotidiana con base en la experiencia. MORAL Y PRAXIS El análisis de la formación de la moralidad individual, en sus relaciones con las exigencias sociales y los motivos generales de la conducta, favorece la comprensión del carácter complejo y, en muchos casos conflictivo, del ámbito de la moral, así como la identificación y revisión crítica de los valores e intereses que subyacen en los juicios y decisiones habituales. El trabajo conceptual ha de ir unido al desarrollo de destrezas que permitan ir distinguiendo el ámbito de la moralidad como práctica de la teoría ética, progresar en el uso correcto y preciso de los términos básicos de carácter ético, tanto en los debates y discusiones como en los informes escritos, recabar información y organizarla de forma coherente, partiendo siempre de su propia experiencia para pasar a interesarse por la de otros. La comprensión de los seres humanos como individuos capaces de elegir racionalmente sus valores y de darse a sí mismos los principios que organizan su vida individual y colectiva debe constituir un marco adecuado para el estudio de los problemas relativos a la autonomía moral y para asumir la libertad y responsabilidad propias en la realización de la vida moral. El desarrollo de este núcleo conceptual, debe tener en cuenta los estudios realizados en el campo de las Ciencias Sociales sobre la organización y la vida política, así como loas aportaciones del derecho y de la Filosofía moral y política, respecto a las cuestiones sobre legitimidad y sus relaciones con la justicia. A los procedimientos es necesario asociar el aprendizaje de actitudes de respeto y tolerancia hacia opciones éticas, políticas o religiosas, distintas de las propias, como manifestación de respeto a la dignidad de las personas. Las teorías éticas proporcionan modelos que deben llevar a plantear cuestiones fundamentales sobre las posibilidades y límites de la razón práctica. El análisis de si es posible o no el fundamento racional de normas y valores, hasta que punto es posible universalizar los valores morales o los principios éticos, o si es posible señalar principios y valores determinados como guias para la vida. Ejercitar el diálogo como mecanismo que posibilite el acuerdo racional, razonar con coherencia al dar cuenta de las normas y valores que cada uno acepta, comparar y valorar las aportaciones de distintas teorías éticas aplicando sus principios fundamentales a casos particulares. Estos son procedimientos adecuados para el tratamiento de este núcleo conceptual e instrumentos para desarrollar la capacidad de juicio moral. Son especialmente relevantes en este núcleo los estudios, promovidos por organismos e instituciones diversas, que proporcionan información sobre los factores que están en el origen de los más importantes problemas morales de nuestro tiempo y ponen en marcha proyectos para su solución (esto conecta directamente con experiencias educativas en torno a los temas transversales). En relación con los hechos y conceptos incluidos en este núcleo, alumnos y alumnas han de desarrollar actitudes de sensibilización ante los problemas generados por la injusticia, la desigualdad, la marginación, etc., de interés por el desarrollo y el bienestar de los individuos y de los pueblos y sentido de compromiso con los principios morales de injusticia. Podemos mostrar la vinculación con la educación moral, cívica, para la paz y para la igualdad de oportunidades entre sexos por medio del fomento al desarrollo de actitudes como: -La tolerancia intelectual para aceptar y estar abiertos a obras, opiniones, interpretaciones y puntos de vista diferentes de los propios, y asumir que la discrepancia es necesaria para alcanzar soluciones más ricas e integradoras. -Crítica ante mensajes que denoten una discriminación sexual, racial, social, etc. -Disposición abierta a buscar parte de la explicación de sucesos actuales en sus antecedentes sociohistóricos. -Valoración de los derechos humanos como una conquista histórica y rechazo de cualquier forma de violación de los mismos, así como de todo tipo de discriminación por razones de edad, sexo, raza, nacionalidad y religión. Hace falta dignificar la actividad política, recuperar su prestigio, convencer a nuestros alumnos de que no es una lucha por el poder, sino el procedimiento para acceder realmente al ejercicio de los derechos. Los griegos antiguos tuvieron una idea grandiosa de la política. Animar a la participación política, reconocer el protagonismo político que tiene el ciudadano e insistir que la calidad de un sistema democrático depende de la calidad de sus ciudadanos, es uno de los objetivos principales de filosofía práctica. Los educadores hemos llegado a reconocer que “la educación para aprender” se ha quedado arcaica y está siendo gradualmente sustituida por la “educación para pensar”. <<La educación para aprender es tribal, responde a necesidades vitales de adaptabilidad, en sus principios más remotos, pues este tipo de sociedades proporcionan escasos medios para la individualización, pues no hay demanda de pensamiento independiente. Pero la expansión de la democracia, y la rápida aparición de tecnologías industriales sofisticadas han modificado los objetivos de la educación. El sistema político y el económico ya no necesitan un adulto instruido sino un adulto que piense. Las democracias no pueden funcionar sin ciudadanos reflexivos. Los padres, los alumnos, la sociedad en general están pidiendo que se dote a los niños de técnicas de pensamiento para que tanto ellos como la sociedad a la que pertenecen se adapten mejor a un mundo cambiante. >> (Lipman La filosofía en el aula). LA INTELIGENCIA HUMANA 1. ¿Qué no puede ser mi inteligencia? No hace falta ser un lince para saber que un zorro es más inteligente que una lombriz, pero hay que ser más que un lince para saber lo que eso significa, si es que significa algo. Atribuimos inteligencia a hombres, animales, computadoras, y, últimamente, hemos comenzado a hablar de edificios inteligentes, automóviles inteligentes y hasta de cafeteras inteligentes. A este paso, la inteligencia va a estar tan diseminada a nuestro alrededor, integrada con tanta eficacia en los objetos de uso, que nos permitirá la suprema listeza de volvernos estúpidos y disfrutar con ello. El uso indiscriminado de un término no sería grave si las palabras no fueran un instrumento para analizar la realidad. Pero lo son. Sus significados indican senderos abiertos en las cosas, que las hacen transitables. Una palabra perdida es, tal vez, un acceso a la realidad perdido. Una palabra emborronada es un camino oculto por la maleza. Con el término no podemos correr este riesgo de extraviarnos, porque saber a ciencia cierta lo que significa no es un lujo de experto, sino una dramática y urgente necesidad de todo el mundo. ¿Por qué es tan importante conocer la verdad sobre este asunto? Porque lo que pensamos sobre la inteligencia es lo que pensamos sobre nosotros mismos, y lo que pensamos sobre nosotros mismos es una parte real de lo que somos. Bajo cada cultura, dirigiéndola como un destino que se disfraza de ocurrencia libre, hay una idea de lo que es la inteligencia y de lo que es un sujeto humano. Me explicaré. Comencemos por buscar una definición de inteligencia que convenga a toda la escala ontológica, desde el escarabajo escopetero a la cacerola inteligente, pasando por el hombre, los ordenadores hiperpotentes y los arcángeles de Rilke, si se tercia. Tal definición rezaría así: Inteligencia es la capacidad de recibir información, elaborarla y producir respuestas eficaces. No está mal. Ni bien. Hay algo mullido y confortable en las vaguedades. Son un buen colchón donde todo el mundo acaba por encontrar una postura cómoda y adormecerse. Si resistimos al encanto de esa definición, descubriremos que convierte la inteligencia en un mecanismo formal, aséptico, deshumanizado, sin conexión con el mundo de los fines y los valores. Y eso no es la inteligencia humana. Los psicólogos, pasado el sarampión de los tests de inteligencia, se preguntan extrañados por qué existe tanta discrepancia entre los resultados de sus pruebas y los de la vida práctica. ¿Es que la inteligencia académica y la inteligencia práctica son facultades separadas? El fracaso era de esperar, porque bajo los tests no había una buena conceptualización de la inteligencia. ¿Qué hay que medir? ¿Lo que una persona puede hacer o lo que de hecho hace? Si un niño es de aprender matemáticas —porque así lo demuestra un test, una prueba puntual hecha en una situación especialmente estimulante—, pero no las aprende porque no se concentra, no es capaz de interesarse, sufre la , ¿podemos decir que ? Si restringimos la inteligencia a una serie de operaciones de cómputo de información, separadas de la conducta real del sujeto, cometemos una reducción injustificable. Inteligencia es la capacidad de resolver ecuaciones diferenciales, desde luego, pero ante todo es la aptitud para organizar los comportamientos, descubrir valores, inventar proyectos, mantenerlos, ser capaz de liberarse del determinismo de la situación, solucionar problemas, plantearlos. Lo que me mueve a la crítica no es quisquillosidad de especialista, sino inquietud de amenazado. Que se maneje académicamente una noción formal de inteligencia no es peligroso, porque en las reuniones académicas nunca llega la sangre al río. Llega cuando las nociones que allí se manejan descienden a las plazuelas. Esa definición de la inteligencia como potencia de computación conviene en estricto sentido a las computadoras, en un sentido amplio a los animales y en un sentido mínimo al hombre. Ocurre, sin embargo, que los alardes técnicos son tan asombrosos que podemos sentir la tentación de convertir el concepto de inteligencia que manejan en prototipo de toda inteligencia posible. Y esto es falso. Allen Newell, uno de los patriarcas de la inteligencia artificial, ha publicado recientemente un libro titulado Unlfied Theories of Cognition, que ha sido unánimemente elogiado por la comunidad científica. Considera que la función de la inteligencia es relacionar dos sistemas independientes: el de los conocimientos y el de las metas. Cuando resuelve un problema, la inteligencia utiliza conocimientos para conseguir un fin, que es la solución. ¿Por qué me parece errónea esta idea tan sensata? ¿Por qué me parece tan peligrosa? Porque excluye de la inteligencia dos de sus funciones esenciales —crear la información e inventar los fines—, y la enclaustra en una actividad meramente instrumental. Olvida que los hombres somos, en primer lugar, inteligentes captadores de información. Más aún, somos fantásticos creadores de conocimientos, por decirlo con una expresión paradójica que pronto comentaré. El peligro procede de excluir de la inteligencia la elección de las metas. ¿De dónde vendrán: del instinto, de las estrellas, de la sociedad? La teoría de Newell no es tan unificada como piensa, porque no es válida para la inteligencia humana. Lo diré de la manera más tajante posible: la característica esencial de la inteligencia humana es la invención y promulgación de fines. Ésta es su máxima creación, y el fulcro donde se apoya toda su actividad. Privada de esta capacidad, la inteligencia se convierte en una hábil operadora formal. La teoría de Newell carece de una idea clara de la subjetividad humana: por eso me parece peligrosa. La idea que tengamos de lo que es ser sujeto no es indiferente para nuestra vida. Como justificaré más adelante, no hay desarrollo de la inteligencia humana sin una afirmación enérgica de la subjetividad creadora. El creador selecciona su propia información, dirige su mirada sobre la realidad y se fija sus propias metas. Descuidar estos aspectos equivale a descuidar los aspectos más esenciales de la inteligencia humana. Atienda el lector al hecho de que funciones específicamente humanas pueden transferirse al ordenador, por ejemplo, la memoria y la capacidad de tomar decisiones. Ya no nos extraña que alumnos de enseñanza primaria aprendan a sumar con calculadora. Menos todavía que los niños jueguen incansables con un ordenador —y esto es mucho más grave—. Dentro de pocos años tampoco nos asombrará que gran parte de nuestra memoria personal esté guardada fuera de nosotros, y asimismo nuestra capacidad de tomar decisiones. Algún experto ha señalado que el papel humano puede reducirse a ser un gigantesco sistema sensitivo al servicio de los ordenadores. No soy sospechoso de animadversión contra la informática, a la que considero una de las grandes creaciones científicas de la historia de la humanidad. Tampoco pienso que su avance tenga que ser forzosamente deshumanizador. Tan sólo digo que, para evitarlo, debemos saber con precisión cuál es el aspecto esencialmente humano de la inteligencia. Es necesario conocer el modo humano de ser sujeto. 2. libertad, creatividad y sentimiento El psicólogo VATSURO llevó a cabo a finales de los años cuarenta el siguiente experimento. Mediante condicionamiento instrumental, enseñó a un chimpancé a tomar agua de un barril con un cubo y a apagar una llama que le impedía alcanzar la comida, Después VATSURO colocó al chimpancé en una balsa sobre un lago. El chimpancé aprendió a tomar agua con el cubo y a ducharse. Sin embargo, cuando se le volvió a poner delante el dispositivo de la llama y la comida, pasó, a través de una cuerda, a otra balsa donde se encontraba el barril con el agua y volvió trabajosamente con el cubo lleno de agua a la primera plataforma donde apagó la llama en la forma en la que había sido enseñado. Su conducta no fue precisamente muy inteligente. No se le la idea de llenar el cubo con agua del lago Para ello voy a partir de un hecho fácil de describir: el hombre realiza comportamientos muy alejados del comportamiento animal. Dejaremos por ahora las computadoras a un lado. No hay paralelo posible entre las presas que construye el castor y las grandes obras hidráulicas emprendidas por el hombre. El animal repite monótonamente una técnica heredada, mientras que el hombre crea nuevas técnicas y somete su obra a planes elegidos por él mismo. A este modo de obrar, que resuelve problemas nuevos y que permite un ajustamiento flexible a la realidad, lo llamamos inteligencia. También se la atribuimos al animal, es cierto, pero hay que distinguir entre inteligencias cautivas e inteligencias libres. Aquéllas obedecen a programas establecidos, mientras que éstas inventan sus programas o, al menos, dan esa impresión. El animal tiene una inteligencia cautiva porque una rutina biológica determina sus comportamientos. De ahí su existencia estancada. Un perro será más o menos inteligente que otro, pero siempre repetirá, con gran encanto, sin duda, conductas estereotipadas. Tenaces investigadores como Premack y Gardner han conseguido que ilustrados chimpancés aprendan un diccionario de más de cien palabras y formen frases o simulacros de frases de cuatro miembros. Washoe, Sarah y sus congéneres han demostrado que son capaces de adquirir nuevas destrezas, de gran complejidad, pero continúan siendo inteligencias cautivas, cautivas al menos de su adiestrador, ya que, para realizar esos alardes, la inteligencia del chimpancé necesita ser adiestrada por una inteligencia que no sea de chimpancé. Lo mismo habría que decir de Skinner y de las palomas que adiestraba para jugar al baloncesto o para dirigir misiles. Semejantes ideas sólo podían ocurrírsele a una inteligencia que no era, precisamente, de paloma. En resumen, el hombre es capaz de ampliar efímeramente las actuaciones animales, que sin esa ortopedia recaen en su secular rutina. Por el contrario, la especie humana se aleja de la monotonía animal. Andamos, corremos, volamos, buceamos, nos deslizamos en el escarolado cuenco de la ola. Agrandamos el espacio que por naturaleza nos correspondía, atravesándolo con ayuda de ruedas, zancos, esquíes, globos, tablas de surf. No es que el hombre sea anfibio, es multibio. Ha dejado atrás los aburridos cacareos, zureos, berridos, bramidos y demás estridencias o cadencias animales, del ronquido al gorgorito, v ha inventado diecinueve mil lenguas y la ópera. Ha transformado el soso pavoneo en una feria, elegante o cutre, de vanidades. Por naturaleza somos miopes, en comparación con el águila. Por inteligencia hemos llegado a ver lo invisible. Nuestra medida es la desmesura, lo que ha hecho de la historia humana la crónica de la grandeza, pero también de la estupidez y la crueldad. Hemos explotado las minas de los metales y las de dinamita, hemos creado los instrumentos de música y los de tortura, la generosidad y el asesinato. El hombre no para. Es animal de lejanías: se distancia de las cosas, de los otros y hasta de sí mismo. Por eso come sin hambre, bebe sin sed, mata a los miembros de su especie e incluso se suicida. Puede desvincularlo todo. Esta inquietud, que convierte a la humanidad en permanente surtidor de novedades ambivalentes, se la atribuimos con razón a la inteligencia. El hombre posee una inteligencia creadora. Este libro no es más que una explicación de esta frase. La inteligencia nos permite conocer la realidad. Gracias a ella sabemos a qué atenernos y podemos ajustar nuestro comportamiento al medio. Cumple así una función adaptativa: nos permite vivir y pervivir. Las inteligencias animales hacen lo mismo, a su manera. Pero la humana lo hace de una forma extravagante. Se adapta al medio adaptando el medio a sus necesidades. Parece que no disfruta con la tranquilidad, y que siempre pone el corazón más allá del horizonte, porque se plantea continuamente nuevas metas, que le producen incesantes desequilibrios. Nuestros antepasados se esforzaron en cubrir las necesidades básicas. Nuestros contemporáneos se esfuerzan por conseguir una marca de automóvil, casi con el mismo encarnizamiento. Una vida tan azacaneado procede también de la inteligencia, que realiza una desconcertante función: inventa posibilidades. No sólo conoce lo que las cosas son —lo cual da al hombre seguridad—, sino que también descubre lo que pueden ser —lo cual le provoca una constante desazón—. Hablando en términos lingüísticos, inventa el modo indicativo y, además, el subjuntivo y el condicional: los modos de la irrealidad. Junto al fue, el es y el será, profiere el hubiera podido ser, el podría, el sería si. A la percepción de lo existente se une el cortejo de lo que sobrevuela el tiempo: el arrepentimiento, la decepción, la esperanza, el proyecto, la anticipación, la amenaza. Se somete al tiempo —¡qué remedio!— y se rebela contra él, puesto que conoce el presente y el pasado —reinos de lo real—, pero pretende determinar el futuro —reino de lo posible—, para lo cual pro-mete, proyecta, pre-viene, pro-duce. Los animales tienen futuro: el hombre tiene por-venir. Se anticipa a todo. El ser humano se seduce a sí mismo desde lejos. La realidad queda expandida por las posibilidades que en ella inventa la inteligencia, al integrarla en proyectos humanos. La propia realidad del hombre también se expande. Ya no trata de pervivir, sino de sobrevivir. Quiere sobre-salir, sobre-ponerse. Vivir sobre sí mismo. El enigmático reflexivo superarse nos lo dice. No es que viva por encima de sus posibilidades, lo que sería impensable: vive por encima de sus realidades. La expresión «inventar posibilidades en la realidad» puede sonar extraña, porque en castellano la palabra «invención» cambió hace siglos de significado. El exabrupto de Unamuno —«¡Que inventen ellos!»— era típicamente hispánico. Los primeros diccionarios recogieron la palabra «invenciones» con el significado de fabulaciones y mentiras, con lo que perdieron la acepción original, que era «encontrar». Crear es inventar posibilidades, es decir, encontrarlas. Lo mismo significa «trovar». Los trovadores encontraban el encanto, el amor y la rima. Lo posible, que aún no existe, surge de la acción de la inteligencia sobre la realidad. Las cosas tienen propiedades reales, en las que inventamos posibilidades libres. En la propiedad real del petróleo, que es producir energía, el hombre descubrió la posibilidad de volar. El bloque de mármol contenía como posibilidad el David que Miguel Ángel inventó. Que una de las posibilidades de la piedra era ser castillo o catedral o acueducto fue un magnífico descubrimiento. Contemplada a partir de esa función, la inteligencia se convierte en fecundadora de lo real, que adquiere así una cierta ilimitación. (J.A. Marina, Teoría de la Inteligencia Creadora, I. Presentación de la inteligencia) “No tendría sentido hablar del deber si no existiera algún tipo de libertad que lo posibilite. Una mesa no tiene deberes, un árbol no tiene deberes, un gato en sentido moral tampoco. Debes pararte a reflexionar en esa condición de libertad para hablar de acto moral o de reflexión ética. Muchos jóvenes tienden ha decir que no son libres posiblemente no distinguen libertad y capricho. O creen que sus condiciones económicas, etc. le determinan; o piensan que ser libre es ser libre para todo… “El existencialismo es un humanismo” J. P. Sartre. Para comprender mejor lo que se ha expuesto se entregará el siguiente texto: “En todo instante, nos sentimos como forzados a elegir entre varias posibilidades (si no sé no es dado a escoger el mundo en que va a deslizarse nuestra vida, y ésta es su dimensión de fatalidad, nos encontramos con un cierto margen, con un horizonte vital de posibilidades, y esta es su dimensión de libertad; vida es, pues, la libertad en la fatalidad y la fatalidad en la libertad. ¿No es esto sorprendente? Hemos sido arrojados en nuestra vida y, eso en que hemos sido arrojados tenemos que hacerlo por nuestra cuenta, por decirlo así, fabricarlo. O dicho de otro modo: nuestra vida es nuestro ser. Somos lo que ella sea y nada más; pero ese ser no está premeditado, resuelto de ante mano, si no que necesitamos decidirlo nosotros, tenemos que decidir lo que vamos a ser” (*concomitancias con el yo-ideal freudiano). ¿Qué es filosofía? Ortega y Gasset. Se llaman prejuicios a aquellas creencias que incluyen juicios de valor. La filosofía se nos ha revelado como un método que nos permite distinguir y reconocer la verdad. Del mismo modo, en esta aplicación concreta, la inteligencia racional tiene que servirnos para desmontar los prejuicios. Allport, nos da tres definiciones del prejuicio: 1. Pensar mal de otras personas sin motivo suficiente. 2. Un sentimiento favorable o desfavorable, con respecto a una persona o cosa, anterior a una experiencia real o no basado en ella. 3. Estar seguro de algo que no se sabe. Muchos humanos prefieren aceptar lo que los demás piensan y obedecer, que pensar por sí mismos. Se pierde la libertad por el miedo a asumir sus consecuencias. Este es el lema en que se basan las dictaduras. Se puede ilustrar con un texto de Hitler, de su obra Mi lucha. Ortega presintió la influencia del poder de la “masa” en la configuración de los valores de nuestro tiempo. “Masa” entendida, en esta caso, como espíritu gregario: dejarse llevar por lo que opina la mayoría, no porque se haya pensado o se esté de acuerdo, sino porque nos arrastra. En este sentido, Ortega está en total desacuerdo con esta actitud, porque es interpretada como un refugio. La filosofía tiene que ayudarnos a pensar por nosotros mismos, a liberarnos de estas ataduras. Quevedo de forma proverbial viene a incidir en la misma idea de Malebrache: la necesidad de la inteligencia y del uso racional de la razón (inteligencia) humana. El complejo mundo de relaciones humanas en que nos desarrollamos así lo exige. El ejemplo que utiliza Quevedo para apoyar su tesis resulta esclarecedor: el oro, sin un uso adecuado, puede dar lugar a destrucción y muerte en un arma. Lo mismo ocurre con un uso indebido y no racional del conocimiento científico o del amor hacia otra persona. Se pueden trabajar la actividad a partir de las parejas de conceptos que presenta Quevedo: valentía y temeridad, virtud y vicio. * ACTIVIDADES: -¿Qué problemas crees que se tratan en filosofía? ¿Alguna vez te has planteado problemas filosóficos? - “No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita”. Expón alguna corriente filosófica que esté de acuerdo con este refrán. -¿Es importante conocer la verdad, aunque sea desagradable, o es preferible no conocer más que lo agradable? -¿Crees que cada uno es responsable de la formación de su propia conciencia moral o se encuentra determinado por condicionantes externos? ¿Cómo podríamos ser autónomos moralmente a pesar de los mecanismos de control de la sociedad?