Los millones y los millonarios del fútbol

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Los millones y los millonarios del fútbol
El tema del texto es el derroche incontrolado de dinero que provoca la fiebre del
fútbol. [bien]
El tema es la excesiva afición de la gente al fútbol. [mal]
El tema del texto es la incidencia del fútbol en la economía. [mal por impreciso]
El tema del texto es el descontrol en la gestión económica del fútbol. [bien]
El tema es la corrupción económica que rodea el mundo del fútbol y sus
consecuencias. [un poco impreciso]
El tema del texto objeto de comentario es la repercusión que sobre nuestros
bolsillos tendrá la actual sangría económica de los clubes de fútbol. [muy bien porque la
metáfora “sangría” no está en el texto]
El tema es la crítica a la gestión financiera desorbitada del fútbol en España para
el beneficio de unos pocos y el perjuicio de la mayoría. [muy bien]
El tema del texto es el gasto insostenible de los clubes y de las cadenas de
televisión en el fútbol, enriqueciéndose unos pocos e hipotecando los bolsillos de todos
nosotros. [se podría “podar” un poquito]
Un resumen del contenido esencial del texto podría ser el siguiente:
El fútbol genera tantos seguidores como cualquier religión. Lo veremos en el
próximo derbi entre el Real Madrid y el Barcelona, con una audiencia televisiva de
campeonato. Al mismo tiempo ofrece una oportunidad para enriquecerse a gente sin
escrúpulos. Los contratos millonarios provocan deudas escandalosas y al final todos los
ciudadanos se verán obligados a pagar los errores de una mala gestión que sólo favorece
el lucro de unos pocos espabilados.
O [más extenso que el anterior]:
No tardaremos en pagar las deudas de un espectáculo como el del fútbol, en el
que se invierten cifras millonarias sólo rentables para algunos que se aprovechan del
enorme tirón popular que este deporte ejerce sobre las masas. Una muestra cercana la
tenemos en el próximo encuentro que disputarán Real Madrid y Barcelona, capaz de
congregar a millones de telespectadores. Éstos no son conscientes de que tarde o
temprano la situación financiera de los clubes se vendrá a pique por culpa de intereses
oscuros en la gestión de esas entidades, por lo que el pago de las televisiones no será
suficiente para mantener a los equipos y será entonces el ciudadano el que deba pagar
los platos rotos.
La estructura del texto presenta una disposición externa en dos párrafos, un
primer párrafo de naturaleza expositiva y un segundo párrafo esencialmente
argumentativo. Las tres últimas líneas del texto contienen explícitamente la tesis
defendida por el autor, que nosotros identificamos con el tema del texto: los platos rotos
de la mala gestión económica del fútbol recaerán sobre nosotros y no sobre los
auténticos culpables del desaguisado. Es, por tanto, un tipo de estructura inductiva o
sintetizante.
Hasta llegar a la tesis ha habido una previa exposición del problema y para ello
el autor ha recurrido a la actualidad informándonos de cifras, tanto de audiencia como
económicas, que giran alrededor de un partido (argumento basado en datos), de los
efectos que el fenómeno futbolístico produce entre la gente, similares a los de una
religión (argumento de analogía, líneas 1-3) y del enriquecimiento de algunos a costa de
muchos, que el autor denuncia desde un criterio ético (líneas 8-9).
En el segundo párrafo empieza propiamente la argumentación. Juzga
desorbitadas las cifras económicas de jugadores (pone de ejemplo significativo a
Ronaldo, línea 11), presupuestos y deudas si hubieran de saldarse con las aportaciones
de los aficionados. Y aporta un dato escalofriante en la línea 13: 4.000 millones. Los
ingresos por derechos de retransmisión no cubren el gasto enorme que hacen los clubes
(argumento de causa) por lo que al final la factura la habremos de pagar entre todos los
ciudadanos (argumento de consecuencia y tesis explícita).
O:
El texto, que desde un punto de vista externo está dividido en dos párrafos,
presenta también una estructura interna bipartita expositivo-argumentativa. Comienza el
primer parágrafo informando del interés que despierta la próxima retransmisión de un
clásico del fútbol entre la gente, lo que demuestra el furor que este deporte concita en
muchos aficionados (parecido al de una religión, argumento analógico desarrollado en
las líneas 1-3), avalado además por datos de audiencia del pasado encuentro (líneas 67). En este mismo párrafo se contiene un argumento de causa-consecuencia importante
para comprender la tesis que aparecerá más tarde: hay personas que aprovechan esto
para enriquecerse ilícitamente (líneas 5 y 8-9, argumento reprobable desde un punto de
vista ético).
El segundo párrafo se inicia con la formulación de una hipótesis basada en el
coste desorbitado del fútbol (líneas 10-11). Se pone como ejemplo el traspaso de
Ronaldo y se amplía el cálculo hasta llegar al dato escalofriante de 4.000 millones de
euros (línea 13) que habrían de ser aportados por la afición para sufragar el déficit del
fútbol. Un supuesto no tan alejado de la realidad si lo comparamos con otras burbujas
que han explotado (argumento analógico, líneas 14-15). La causa del problema es el
despilfarro o una gestión ineficiente (también la difícil situación por la que atraviesan
las televisiones, líneas 15-17) y la consecuencia directa es el perjuicio económico que
recaerá en todos nosotros (tesis explícita). Así pues, nos hallamos ante un tipo de
estructura inductiva o sintetizante.
Iniciamos nuestra valoración crítica del texto resaltando su capacidad de mover
al lector para la reflexión en torno a un tema que suele pasar inadvertido a la opinión
pública, bien porque se piensa que el fútbol es un mero pasatiempo deportivo cuyo
gasto está justificado, bien porque hay otros temas como el paro o el terrorismo que
acaparan la atención de la gente. Creo que Francesc Escribano pone el dedo en la llaga
al señalar el impacto mediático y económico del fútbol, con cifras astronómicas pero
bien calculadas. Por eso considero que no es catastrofista en sus previsiones sino
perfectamente realista.
En mi opinión, el fútbol es un deporte digno y noble que, practicado y seguido
por la gran mayoría de los españoles, ofrece valores encomiables como el esfuerzo, la
colaboración en equipo, el respeto al contrincante, etc. No obstante, cuando todo esto se
adultera y entran intereses espurios, como el de la ambición monetaria, el fútbol se
convierte irremediablemente en un negocio con más sombras que luces. En un momento
de fuerte crisis económica como el que estamos viviendo, que se inviertan tantos
millones en fichajes me parece una ofensa a todos aquellos que se las ven y se las
desean para llegar a fin de mes.
Por lo que respecta a la cohesión léxica, ésta es una propiedad de todo texto bien
construido que, gracias a diversos mecanismos de relación semántica entre las palabras,
permite que el receptor perciba la unidad de significado y el sentido unitario del mismo,
contribuyendo decisivamente a la coherencia textual.
Iniciamos nuestro análisis de la cohesión semántica aludiendo a los tres grandes
campos conceptuales distinguibles en el texto. Dentro de cada uno estableceremos los
distintos fenómenos de interrelación semántica. El primero de los campos es el relativo
al fútbol, que incluiría términos como “pelota”, “traspaso”, “espectáculo”,
“enfrentamiento”, “césped”, “expectación”, “partido”, “jugadores”, “Cristiano Ronaldo”
(hipónimo del anterior), “gestión”, “Real Madrid”, “Barça” (hipónimos del hiperónimo
“dos grandes clubs”), “fuerza”-“potencial”-pasión” (serie de sinónimos) … La palabra
clave “fútbol”, reiterada a lo largo del texto, el autor la hace sinónima de “fenómeno” y,
sobre todo, de “negocio”, con lo que entramos de lleno en otro de los campos
conceptuales más importantes: el de la economía. En efecto, palabras como “millones”
(y su derivado “millonarios”), clave también del sentido del texto, “euros”, “dinero”,
“presupuestos”, “ingresos”, “financiación”, “nóminas”, “deuda”… En relación con la
repercusión social del fútbol encontraríamos dos campos conceptuales secundarios: el
de la religión (“comulga”, “devoción” y “éxtasis”) y el de la televisión (“televisor”“tele”-“televisiones”, “espectadores”- “personas” [sinonimia], “récords”, “ver”,
“reúna”-“congregarán”), que llega a todas partes (“mundo”-“España”-“Cataluña”,
relación sucesiva de hiperonimia-hiponimia).
En cuanto a la deíxis, entendemos por deíctico aquel elemento lingüístico
(adverbios, verbos, pronombres, determinantes…) que sirve de referencia al lector en la
interpretación del texto dentro del contexto o situación comunicativa que rodea el
discurso. Este contexto lo forman las coordenadas espaciales y temporales, además de
las personales y sociales, indicadoras del emisor y de los receptores, así como de las
relaciones entre ambos.
En primer lugar, la temporalidad inmediata para emisor y lectores viene marcada
por deícticos como “Esta noche a las diez”, “el último partido”, “hoy”, “cada vez”,
“cada día”… También por formas verbales como “concentrarán”, “faltará”,
“acabaremos” en futuro, o “jugaron”, “batió”, “costó”, en pretérito perfecto, así como
formas en presente: “gastan”, “pagan”, “despierta”, “mueve”, etc. Esta aparente
disparidad obedece a que el autor, situado temporalmente en un momento de máxima
actualidad futbolística, está explicando un proceso de degeneración o corrupción y tiene
que exponer tanto los antecedentes del problema como las consecuencias que se
derivarán si no atajamos el problema a tiempo.
En segundo lugar, la referencia especial del texto también es cercana a los
receptores del mismo. No aparecen deícticos espaciales propiamente dichos, pero sí
alusiones concretas a lugares como “Catalunya”, “España” y “mundo”. El texto va
dirigido a un público catalán y está publicado en Cataluña, pero la repercusión nacional
e internacional del partido justifican la progresiva ampliación de la deixis espacial.
Por último, predominan en el texto los deícticos personales que engloban tanto al
emisor como a sus receptores (plural inclusivo). Esto es debido al afán del articulista
por implicar a sus lectores y hacerles partícipes del problema planteado: “pidiésemos”,
“todos nosotros”, “nos guste”, “seamos”, “acabaremos”, etc. Asimismo, cuando el autor
expresa su opinión personal emplea la primera persona del singular: “me pregunto”,
“me extrañaría”… o, cuando trata directamente de influir en los lectores, a los que se
dirige con cortesía (deíctico social): “imaginen [ustedes]”.
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