LA ESTRELLA DE BELÉN Desde los primeros tiempos de la Era Cristiana, el problema de la identidad de la "estrella de los Magos" atrajo la atención de muchos autores y constituyó para ellos un verdadero reto. Sin entrar en una historia detallada de las interpretaciones de tal fenómeno, sí las dividiremos en dos tipos: las que han visto en la "estrella" una manifestación sobrenatural, semejante a la de los ángeles que anunciaron el Acontecimiento a los pastores, y las que la consideran como un fenómeno astronómico natural que sirvió a los Magos para determinar la fecha y el lugar del nacimiento de Cristo. Comencemos por el segundo tipo. 1. La interpretación naturalista y astrológica Es, sobre todo, en la época moderna y casi siempre tras la estela del astrónomo y astrólogo Kepler, cuando se prodigan las interpretaciones que tienden a ver la "estrella" como una conjunción planetaria, en concreto, la denominada "conjunción áurea", es decir, la de Júpiter y Saturno, que se repite cada 20 años aproximadamente y que en el año 7 antes de Cristo se formó tres veces en el signo de Piscis. También hay quien asocia la "estrella" al planeta Venus, cuyo resplandor hace que, en ocasiones, llegue a ser visible en pleno día. Y, por último, no ha faltado quien hable de un cometa, si bien no identificable con ninguno de los que conocemos hasta ahora. 2. La interpretación sobrenaturalista: algunas razones Sin embargo, por útiles que puedan resultar esas investigaciones desde una óptica astrológica (es decir, en orden a abordar el problema de las relaciones entre el movimiento de los astros y los acontecimientos de la historia), sólo son relevantes para el tema que nos ocupa en la medida en que se resuelva una cuestión previa: la de si la "estrella" tenía un carácter natural o sobrenatural. Sólo de esta manera podremos orientar la investigación en uno u otro sentido. Y, para ello, lo decisivo es el texto del Evangelio de san Mateo, que nos relata cómo unos Magos de Oriente llegan a Jerusalén y preguntan dónde ha nacido el rey de los judíos, pues han visto "su estrella en el Oriente" y vienen a adorarlo. Tras hablar con Herodes, "la estrella que habían visto en el Oriente les precedió hasta que se detuvo sobre el lugar en donde estaba el Niño. Y al ver la estrella se llenaron de grandísimo júbilo". ¿Qué argumentos invocar en favor de la interpretación naturalista, que considera la "estrella" como una conjunción planetaria, muy probablemente la de Júpiter y Saturno? Tan sólo uno. La frase "hemos visto su estrella en el Oriente", aparte del sentido literal, puede entenderse también así: "hemos visto el o los planetas que lo distinguen (entiéndase al rey de los judíos, a quien venimos a adorar) en el Este (que, hablando en terminología astrológica, significa "en su Ascendente"), o dicho de otro modo: "hemos visto ascender la estrella del Mesías (es decir, la conjunción que lo define)", pues la expresión griega "én tê ánatolê" puede traducirse por "en Oriente", o bien por "en el Este" o "en el Ascendente". Por lo demás, los astrólogos dan por supuesto que los Magos conocen de qué "estrella" se trata: la mayoría de ellos se inclinan por la conjunción Júpiter/Saturno, hipótesis abonada por la atribución, corriente entre los astrólogos, del planeta Saturno a Israel. Pero, como decíamos más arriba, todo depende del sentido que se le dé al texto evangélico. Y, en cualquier caso, los astrólogos no tienen en cuenta que los Magos vienen a adorar al "rey de los judíos" y se inclinan, por tanto, ante su condición divina, la cual escapa por definición a todo análisis puramente astrológico. Una investigación sobre la "ciencia" de los Magos resultaría, sin duda, apasionante y nos llevaría a plantear las conexiones entre la sabiduría de los "gentiles" y la de Israel, un tema que interesó a muchos Padres de la Iglesia. En la Leyenda Dorada se llama a los Magos "los sucesores de Balaam", que anunció: "Una estrella se alzará sobre Jacob y un hombre saldrá de Israel", y se dice que ellos pertenecían a la "fraternidad" que custodiaba una tradición denominada "Seth", que hablaba de la futura "estrella del Mesías" e incluso de la forma que adoptaría: la de un niño resplandeciente sobre cuya cabeza aparecía una cruz. Al parecer fue san Juan Crisóstomo el primero que hizo referencia a dicha tradición, de la que también se hace eco santo Tomás de Aquino. Es de notar que los Magos se dejan guiar por la "estrella", pero, al llegar a Jerusalén, interrogan a los eruditos y sabios de Israel sobre dónde ha de nacer el Mesías, como para contrastar la tradición que ellos poseen con la profecía de los hebreos ("Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la más pequeña de entre las ciudades de Judá, pues de ti saldrá un jefe que regirá a mi pueblo, Israel"). Y comprueban el acuerdo entre ambas. Pero volvamos al texto de san Mateo. Si traducimos "én tê anatolê" por "en el Este, en el Ascendente", nada se opondría, en principio, a la interpretación de la "estrella" como un fenómeno natural que guía a los Magos hasta Jerusalén. Pero, ¿cómo interpretar la desaparición de la "estrella" al llegar a Jerusalén y su reaparición tras la conversación con Herodes? ¿Qué clase de "estrella" es ésa que les precede hasta el pesebre de Belén? ¿Cómo interpretar su detención sobre el lugar en que se encuentra el Niño? No vale decir que "se puso" en las proximidades del establo de Belén o algo así, pues el texto dice expresamente que "se detuvo". No es de extrañar que muchos escritores antiguos y medievales, a veces versados en la ciencia astrológica, hayan visto en la "estrella de Belén" un signo de orden sobrenatural. Así, san Agustín, basándose en la novedad radical que supone el nacimiento de Cristo, destaca la novedad de la "estrella" que lo anuncia, la cual no puede contarse, por tanto, entre las que existen desde el comienzo del Universo. Y hace notar que "ningún astrólogo ha admitido nunca que una estrella pueda abandonar su curso para señalar el lugar en que alguien ha de nacer". Y santo Tomás de Aquino, influido, sobre todo, por san Juan Crisóstomo, considera que la "estrella" no fue un cuerpo celeste, sino la manifestación del Espíritu Santo o de un ángel o, lo más probable, un cuerpo creado con ocasión del Magno Acontecimiento. Y no en el cielo, sino en la atmósfera terrestre, y esto por varias razones. La primera, por razón del movimiento, pues ninguna estrella se mueve de norte a sur, de Persia a Judea, como fue el caso de la estrella de los Magos. La segunda, por razón del tiempo: no sólo brillaba de noche, sino también en pleno mediodía, lo que no es propio de ninguna estrella. La tercera, porque unas veces aparecía y otras se ocultaba. La cuarta, porque no tenía movimiento continuo como el de los cuerpos celestes, sino que, cuando convenía que los Magos se pusiesen en camino, se movía, y cuando era necesario que se detuvieran, se detenía. La quinta, porque descendió para mostrar el lugar en que se hallaba el Niño. ALGUNOS LIBROS DE CONSULTA Aquino, Tomás de, Suma Teológica, 3ª parte, q.36, art.5-7, B.A.C. Beltrán Clausell, J.B.,La estrella de los Magos, El Almendro, Córdoba,1993. Peuckert,W., L´Astrologie, París, 1980, Payot. Voraggine, S. de,La Leyenda Dorada, I, Madrid, 1985, Alianza. Voss, G., Astrología y cristianismo, Barcelona, 1984, Herder.