Augusto PEREZ LINDO GESTION DEL CONOCIMIENTO, UNIVERSIDAD Y DESARROLLO Publicado en: D.Ezcurra; A. Saegh; F. Comparato (comps) (2010) Educación Superior. Tensiones y debates en torno a una transformación necesaria, Eduvim, Villa María, cap. IV, pp.93-111 La corriente de pensamiento desarrollada por James March y sus colegas en la década de los 70, constituye la síntesis de la metáfora de las anarquías organizadas que profundizó nuestra conciencia de la complejidad y vinculó la ambigüedad con la organización universitaria. Burton R. Clark (1983) El sistema de Educación Superior1 I. Convergencia imposible La cita de Burton Clark que colocamos como epígrafe desafía aparentemente nuestro propósito que es analizar los alcances de la gestión del conocimiento en la educación superior. Pareciera, en efecto, que en un contexto de tanta fragmentación resulta imposible establecer políticas o consensos. Podríamos agravar las condiciones de partida si consideramos por un lado las contradicciones en que se mueven las universidades de América del Sur y por otro lado las incertidumbres que provocan a escala mundial los cambios sociales y las innovaciones tecnológicas. ¿Cómo imaginar en estas condiciones que sea posible establecer una gestión del conocimiento? Cuando el Conseil des Universités de Québec solicitó a Jean-François Lyotard un informe sobre el saber en las sociedades más desarrolladas, éste respondió con un ensayo: La condición postmoderna2 donde destaca como contexto principal la “crisis de los relatos”, o sea, el debilitamiento de las teorías que legitiman el valor universal de los discursos científicos en las sociedades post-industriales. Avanzando en estos escenarios problemáticos Helga Nowotny, Peter Scott y Michael Gibbons, que ya habían participado en la redacción del estudio La nueva producción del conocimiento3 presentan en 2001 el libro Re-Thinking Science. Burton R. Clark (1983) El sistema de Educación Superior, Ed. Nueva Imagen – Universidad Autónoma Metropolitana, México, p. 376 2 Jean-François Lyotard (1983) La condición postmoderna, REI, Madrid 3 Michel Gibbons y otros (1997) La nueva producción del conocimiento, Pomares, Madrid 1 1 Knowledge and the Public in an Age o Uncertainty4. Aquí se destacan varios procesos como la superación de las fronteras de la cultura científica moderna, la crisis de los modelos monodisciplinares, la globalización de los conocimientos, la socialización de las ciencias y la “cientificación” de la sociedad, la intervención creciente de la opinión pública en temas que antes estaban reservados a los expertos , la incertidumbre inherente a las innovaciones científicas y tecnológicas. En estas condiciones parece que pretender organizar políticas intencionales de conocimiento en las sociedades actuales sería propio de una “razón desesperada”. Por lo demás, las desregulaciones, el desorden, la anarquía o la anomia, tienen numerosos partidarios con razones diversas y contradictorias: neo-liberales, postmodernos, neomarxistas, populistas, fundamentalistas, globalofóbicos, anarquistas, ecologistas, individualistas, hedonistas, etc. Esto explica entre otras cosas el debilitamiento de los Estados o la inexistencia de un modelo mundial de desarrollo. Las estructuras y los procesos que en el pasado fueron agentes de integración social (la familia, los partidos políticos, las empresas, el Estado, las reglas interpersonales, los sindicatos, el sistema educativo) ya no ofrecen las mismas certezas y seguridades. El sistema mundial estado-céntrico colapsó hacia 1989 no tanto por la caída del Muro de Berlín como por la deslegitimación de las estructuras vigentes, por la supresión de las barreras comunicacionales, por la difusión de las computadoras personales y de la sociedad de consumo. En el sistema multicéntrico de la actualidad los actores, individuales o colectivos, viejos o nuevos, tienen un rol protagónico. Podríamos afirmar que justamente porque el mundo está cambiando es que surgen mecanismos de regulación indirecta como los sistemas de evaluación institucional o los mecanismos de gestión más sutiles de la gestión del conocimiento. En este caso se trata de orientar el potencial educativo, científico y tecnológico hacia fines determinados. En la perspectiva histórica asumimos la incertidumbre en un período de mutaciones, asumimos el desorden y los conflictos como inherentes a este contexto.5 Muchos autores han adoptado la teoría del orden o del equilibrio surgiendo del caos (Ilya Prigogine) como parte de la complejización de la realidad (Edgar Morin). En la gestión universitaria asumimos también la globalización, la informatización de la 4 H. Nowotny, M. Gibbons, P. Scott (2001) Re-Thinking Science, Blackwell, Oxford (GB) Ver: A. Pérez Lindo (1996) Mutaciones. Escenarios y filosofías del cambio de mundo, Biblos, Buenos Aires 5 2 sociedad, el surgimiento de nuevos paradigmas pedagógicos y organizacionales. Se trata de repensar los modos actuales de organización y gestión en las instituciones universitarias partiendo de los nuevos contextos y de las innovaciones científicas y tecnológicas. Es por esto que definimos la “gestión del conocimiento” más como un paradigma que como una caja de herramientas, más como una nueva concepción de la universidad que como un modelo de modernización administrativa. La idea de la “anarquía organizada” a la que hace referencia Burton Clark encierra evidentemente un oximoron. La anarquía de base no impide una forma de organización. En el modelo norteamericano, que tiene in mente el autor, el individualismo resulta compatible con la cultura académica compartida. El conflicto, los choques de individualidades, las divergencias disciplinarias, las divisiones del trabajo académico, todo puede entrar en esta “anarquía organizada”. En última instancia se descuenta que los resultados esperables, los rendimientos académicos y científicos, serán congruentes con los propósitos institucionales. No se puede invocar, pues, el paradigma de la “anarquía organizada” que podemos observar en EE.UU. para justificar las incongruencias y contradicciones de sistemas de educación superior donde no existen criterios de calidad, donde la deserción o el fracaso académico se han banalizado, donde la selección y retribución de los profesores según sus méritos es muy escasa, donde las decisiones académicas están condicionadas por factores políticos, gremiales o comerciales, donde la atomización institucional impide la formación de consensos estratégicos. Asimilar estas anomalías al modelo de la “anarquía organizada” constituye un error y un encubrimiento de los verdaderos problemas. La desorganización o la falta de gestión estratégica que observamos en algunas universidades tampoco son atribuíbles a los efectos de la sociedad del conocimiento, de la globalizacióln o de la postemodernidad. Intervienen otros factores que impiden una gestión racional de las instituciones. Estos factores (clientelismo, sectarismo, incompetencia, corrupción, corporativismo, mercantilismo) no solo distorsionan la cultura universitaria sino que inducen, esporádicamente, a la búsqueda de remedios en el boticario administrativo del pasado: más controles externos, nuevos reglamentos, más burocracia. Podemos distinguir dos grandes grupos de obstáculos para establecer un enfoque de gestión del conocimiento en la educación superior. Por un lado tenemos aquellos que surgen de la evolución misma de procesos surgidos del uso intensivo del conocimiento: incertidumbre, informatización de la sociedad, innovación tecnológica, globalización, 3 pluralidad de actores, confrontación de paradigmas. Pareciera en este caso que la misma “explosión de conocimientos” impide definir políticas o finalidades en la actividad universitaria. Por otro lado, tenemos los obstáculos que aparecen cuando no existen estrategias de desarrollo centradas en el uso del conocimiento y la educación: baja inversión en las universidades, débil profesionalización del personal docente mal remunerado, intervención política y gremial en las instancias académicas, atomización institucional, incongruencia organizacional, poco desarrollo del sistema de información, escasa producción científica. Algunos de estos factores son al mismo tiempo causa y efecto. En tales contextos la cultura académica y científica se encuentra subordinada a criterios externos. Lo que quiere decir que el grado de heteronomía es muy alto. Todo lo cual impide repensar el cambio en la cultura organizacional para orientarla estratégicamente hacia la producción, transmisión y aplicación de conocimientos. La pregunta que surge inmediatamente es ¿cómo hacer posible la gestión del conocimiento en estos contextos? Pero, ante todo debemos responder otra pregunta: ¿que nos ofrece la gestión del conocimiento como paradigma y como conjunto de herramientas para mejorar la organización universitaria? II. ¿Qué ofrece la gestión del conocimiento a la Educación Superior? La canasta de técnicas y herramientas que ofrece la gestión del conocimiento para las organizaciones es bastante conocida: programas para la gestión de recursos humanos, programas para la gestión de la información, programas para la gestión financiera, para la planificación y para la toma de decisiones. 6 La informatización constituye sin duda una herramienta fundamental. Pero también tienen importancia los métodos para la formación y motivación del personal, las estrategias para generar y aprovechar innovaciones, las políticas para valorizar el capital intelectual de la organización. Muchas de estas herramientas fueron creadas y probadas en empresas. Algunas se especificaron y perfeccionaron en universidades, de distintos países. Hay que notar que el acceso a las TICs permite hoy a universidades de cualquier continente participar de innovaciones que antes eran inaccesibles. Esto ha permitido a muchas 6 Ver: HARVARD BUSINESS REVIEW (2000) Gestión del conocimiento, Deusto, Bilbao; Domingo Valhondo (2003) Gestión del conocimiento. Del mito a la realidad, Diaz de Santos, Madrid 4 instituciones trascender las limitaciones locales, nacionales o regionales. He aquí una de las ventajas evidentes de la gestión de la información. En un segundo lugar podemos ubicar a las metodologías para la formación y la gestión de los recursos humanos. En los paradigmas burocráticos o gerenciales dominantes figura la necesidad de la formación del personal, pero con el fin de transmitirle las competencias específicas un desempeño determinado por estructuras y escalafones estables. En el enfoque de la gestión del conocimiento se prepara al individuo para el aprendizaje permanente, para la versatilidad en sus funciones. Algunas técnicas como las de la “reconversión de saberes”, propuestas por Nonaka y Takeuchi7, llevan a fortalecer la comunicación y la socialización de saberes entre el personal de las organizaciones. Esto puede resultar muy provechoso para universidades de América del Sur donde se subestima la capacidad de los empleados para la gestión institucional (distinto es el caso en USA donde la gestión está en manos de personal profesionalizado que viabiliza las políticas académicas y minimiza las intervenciones políticas o gremiales). Muchos empleados y funcionarios no han internalizado las finalidades científicas, pedagógicas o formativas de las universidades. En una tercera dimensión podemos señalar las “teorías del conocimiento” aplicadas a la educación superior. Muchas instituciones están marcadas por la reproducción de formaciones profesionales (abogados, médicos, arquitectos, etc.) y pueden llegar a tener una administración muy moderna y eficiente. Pero carecen de “políticas de conocimiento”. Más grave aún es cuando se trata de una universidad burocratizada, fragmentada por intereses políticos o corporativos, donde lo que importan son las credenciales profesionalistas, sin políticas científicas, académicas o pedagógicas. La Universidad es por su naturaleza el ámbito donde se producen y legitiman los saberes en el más alto nivel. Asimismo, se trata de un agente fundamental para la innovación, la crítica intelectual y científica, y la formación de líderes. Estas características la distinguen de otras organizaciones donde se aplican las técnicas de gestión del conocimiento con fines más limitados. Ahora bien, como señalamos al comienzo, parece que en el contexto de la explosión de los conocimientos, de la globalización, de la informatización, no existen muchas posibilidades para establecer o consensuar políticas de conocimiento. Pero, la 7 Hirotaka Takeuchi; Ikujiro Nonaka (2004) Hitotsubashi on Knowledge Management, Wiley & Son, Singapore 5 experiencia del Proceso de Bologna (1999-2010) con la participación de 54 países europeos para reformar el sistema de educación superior muestra que se pueden establecer políticas de conocimiento en contextos complejos. Este programa, acordado voluntariamente entre universidades, nó entre gobiernos, se propone reformar el currículo universitario para centrarlo en la transmisión de competencias (aprender a aprender, aprender a pensar, aprender a resolver problemas, aprender a aplicar los conocimientos, etc.) relativizando los contenidos enciclopédicos que hoy se puede adquirir por medios electrónicos. Se apunta al aprendizaje para toda la vida. Este proceso ha sido caracterizado también como la construcción del “nuevo espacio europeo del conocimiento” porque se propone crear un currículo abierto y flexible, transnacional, transdisciplinario, fundado en la formación por competencias y nó por contenidos profesionales. También se propone promover la movilidad de estudiantes, profesores e investigadores con sistemas de créditos que pueden reconocerse automáticamente entre los distintos países. Esta experiencia es ejemplar en varios sentidos: porque supone un gran esfuerzo de convergencia teórica en medio de grandes diversidades, porque no pone el acento en las estructuras o en las normas estatales sino en el consenso intersubjetivo e interinstitucional, porque se coloca en el plano de las necesidades futuras de los ciudadanos, porque parte de una visión compleja sobre las condiciones de producción y de transmisión de conocimientos en las sociedades avanzadas. El “Proceso de Bolonia” se está convirtiendo asi en un nuevo modelo de organización universitaria. A nuestro entender las dos claves de esta experiencia son el consenso interinstitucional y la “política del conocimiento”. Las herramientas informáticas o de capacitación pueden aplicarse en diversos contextos con independencia de sus finalidades. Pero no ocurre lo mismo con la “política del conocimiento”. Aquí es donde aparecen algunas demarcaciones que distinguen la educación superior de las funciones de las empresas y otras organizaciones. Tal el caso, por ejemplo, de la justificación epistemológica del conocimiento. Para un profesor o investigador universitario de cualquier disciplina la justificación de lo que está enseñando constituye un requisito coherente con la educación “superior”. Un profesor universitario no solo tiene que transmitir conocimientos con base científica sino que también debe conocer sus fundamentos. Algo que no le pediríamos a un gerente de empresas o a una maestra de escuela. La universidad es el ámbito donde 6 resulta pertinente mantener una cultura epistemológica. En ella se critican los conocimientos establecidos, se aprende a refutarlos o a validarlos. Por otro lado, la investigación universitaria puede no tener una finalidad determinada: tanto la creación de un teorema cuya aplicación se desconoce como la interpretación de un versículo de la Biblia pueden parecer inútiles pero forman parte de una cultura de investigación. Una nueva metáfora o una nueva interpretación de un texto científico pueden dar ayudar a descubrir una teoría unificada del universo. Las discusiones sobre el problema de la verdad o sobre los valores pueden conducir a controversias interminables pero forman parte de los debates que una universidad tiene que sostener. La empresa se propone fines determinados cuando investiga. La universidad considera la investigación un fin en sí mismo y puede aprovecharla para formar investigadores o para sostener su identidad académica. 3. Las políticas de conocimiento La cuestión más fundamental y delicada de la educación superior es la formulación de “políticas de conocimiento”. Un gran número de universidades no tiene actividad científica, solo se dedican a formar profesionales. Aquí ya se abre un gran debate sobre si es conveniente o no promover la actividad científica en cualquier tipo de universidad. Algunas se dedican solo a formar profesionales, otras también se dedican a los posgrados y otras también se dedican a investigar. ¿Es conveniente generalizar la cultura científica en todo tipo de universidades? En el modelo alemán (Berlin, l809) esta fue una decisión estratégica que fue imitada por otros países. En el modelo francés el sistema de investigación está dirigido por fuera de las universidades a través del CNRS (Argentina y México siguieron este camino). En el modelo norteamericano agencias especializadas financian investigaciones tanto en universidades como en institutos especializados, mientras que muchas instituciones se dedican a las carreras grado o posgrado. El segundo aspecto a discutir es si cada universidad debe adoptar los temas de investigación con independencia de las demandas sociales o si el Estado debe proponer políticas científicas. De hecho, en Occidente coexisten las dos estrategias. En los últimos cincuenta años la mayoría de los países creó agencias gubernamentales para definir políticas científicas y tecnológicas. 7 Puede ocurrir que existan programas de investigación en las universidades pero que no exista una política científica y tecnológica a nivel nacional. En los últimos 20 años México, Argentina, Chile o Brasil han tratado de orientar los proyectos de investigación universitaria hacia las prioridades nacionales mediante estímulos económicos y subsidios competitivos. Las discordancias de todos modos subsisten, algunas se deben a la libertad o a la identidad de los actores en juego. Otras surgen porque al definir “políticas científicas” no siempre se tienen en cuenta los intereses disciplinarios de los actores o la evolución de los mapas de conocimiento a nivel mundial. Es aquí donde la “gestión del conocimiento” requiere competencias para evaluar la pertinencia científica y social de los programas de investigación, para realizar un diagnóstico sobre la relevancia de los temas científicos y tecnológicos y para establecer estrategias a fin de alcanzar con éxito los resultados esperables. Estos y otros temas han dado lugar a la creación de posgrados para formar gerentes de programas de investigación, al desarrollo de mecanismos de evaluación más sofisticados, a la formulación de nuevas teorías sobre los alcances de las políticas científicas.8 La “reflexividad” sobre la actividad científica tiene su correlato académico y teórico con la introducción de temas epistemológicos y metodológicos en casi todas las disciplinas, con el surgimiento de una epistemología más preocupada por los contextos de aplicación de los conocimientos y con la formación de nuevos campos como la “ciencia de la ciencia”. Los impactos de las innovaciones científicas y tecnológicas en Occidente y los avances espectaculares y rápidos de países de Oriente con el uso intensivo de las innovaciones, contribuyeron a formar un consenso muy amplio respecto a la necesidad de políticas científicas y tecnológicas. Sin embargo, todavía hay países de América del Sur que pudiendo sacar inmenso provecho de un modelo de desarrollo con uso intensivo del conocimiento, carecen de estrategias en este sentido. Ante todo, carecen de “políticas de conocimiento”, no analizan la pertinencia de los saberes y el modo más adecuado de aprovecharlos por cada país. En algunos lugares se han creado Observatorios de Ciencia y Tecnología y también programas CTS: Ciencia, Tecnología y Sociedad, en facultades de ingeniería y de ciencias para preparar a los científicos y 8 Sobre la situación de países iberoamericanos ver: RICYT (2007). El estado de la ciencia. Principales indicadores de ciencia y tecnología iberoamericanos/interamericanos, REDES, Bs.As. 8 tecnológicos en la selección de los temas y las estrategias más adecuadas para sus fines.9 El uso social del conocimiento cumple una función decisiva en la producción de las sociedades contemporáneas. De su correcta aplicación dependen muchas cosas, entre otras: las políticas para disminuir el calentamiento global, la creación de fuentes alternativas de energía, las aplicaciones de las biotecnologías para mejorar la salud de las poblaciones, el desarrollo de economías equitativas, etc. Pero en muchos países la disociación entre los productores de conocimientos (científicos, tecnólogos, especialistas), los detentores del poder político y los agentes económicos es muy grande. Este divorcio produce a su vez distorsiones como el “voluntarismo político”, el “academicismo endogámico” o el “cientificismo de mercado”. Entretanto el capital intelectual se dilapida y la compleja realidad se nos escapa. 4. Gestión y políticas de información Lo que estamos argumentando es que la “gestión del conocimiento” en la educación superior no puede reducirse a métodos gerencialistas o a la informatización organizacional. Aún en el aspecto “informático” se requiere en la universidad una perspectiva más profunda ligada a consideraciones epistemológicas, pedagógicas o culturales. Los recursos informáticos aparecen como el principal reservorio de herramientas para resolver problemas en las organizaciones. Las bases de datos, redes de comunicación, sistemas de consultas bibliográficas, sistemas de procedimientos administrativos, sistemas de gestión de alumnos, docentes y empleados, sistemas de gestión del presupuesto, son algunas de las innovaciones que se han venido introduciendo en las universidades. Una de las características de la diseminación de estos recursos es su carácter “híbrido”: las nuevas tecnologías coexisten con viejos paradigmas administrativos o políticos. En muchas universidades el principal uso de las computadoras es administrativo: se utilizan como máquina de escribir. Lo que revela, junto con otras situaciones parecidas, que avanza la actualización tecnológica pero nó la gestión de la información o del conocimiento. 9 Ver: OEI (2003) Introduçâo aos estudios CTS (Ciência, Tecnologia e Sociedade), OEI, Madrid 9 Argentina dispone de un Sistema de Información Universitaria (SIU) que posee herramientas avanzadas y un personal preparado para asistir a las instituciones que los requieran. Sin embargo, muchas universidades nacionales carecen de series estadísticas de sus alumnos o no están en condiciones de informar sobre sus datos reales. Lo que quiere decir que sin una cultura de la información con computadoras o sin ellas no se puede mejorar la organización. En Argentina hay universidades que han automatizado algunos procedimientos pero que mantienen los procesos de la administración pública tradicional con lo que complican la organización en lugar de simplificarla. Un fenómeno semejante lo podemos encontrar en bibliotecas que se han informatizado pero que aún no han repensado sus funciones en el contexto de la “sociedad de la información”. Es como usar el teléfono celular de la misma forma que utilizamos el teléfono fijo tradicional. La función de las bibliotecas se ha visto profundamente afectada por el desarrollo de las tecnologías de la información. Algunos bibliotecarios pensaron hacia los años 80 que se trataba de aprovechar las computadoras para acelerar los procesos de catalogación o para controlar mejor los mecanismos de préstamos de libros. Esta visión instrumental fue rápidamente superada por los avances tecnológicos. Las innovaciones informáticas tienen como trasfondo un cambio en la cultura de la información: se trataba de colocar las bibliotecas del mundo al alcance de cualquier usuario en cualquier lugar. Internet se convirtió en la más grande biblioteca universal. Esto obliga a repensar la función del bibliotecario y de la biblioteca universitaria. En algunos casos las bibliotecas que pretendieron conservar sus funciones tradicionales perdieron bruscamente sus usuarios. En otros casos las bibliotecas posicionadas en la nueva cultura se convirtieron en centro de interés para los alumnos, profesores e investigadores porque ofrecían una gama impresionante de nuevos accesos a la información deseada. Pocos perciben que no se trata simplemente de un servicio puntual sino de una política cultural: la de favorecer la lectura y la reflexión, la de enseñar a aprovechar los recursos infinitos de Internet con criterios adecuados. El bibliotecario, como el librero, se encuentra en la frontera entre dos culturas, la del libro y la de la computadora, que pueden complementarse o que pueden ser antagónicas. Ya se anunció reiteradas veces la muerte del libro. En América del Sur el modo de asimilación de las TIC’s en las universidades ha sido heterogéneo y en la mayoría de los casos aún no se ha comprendido que las nuevas tecnologías implican una nueva cultura del conocimiento y de la información. Los 10 nuevos agentes y gerentes de la información precisan de un conocimiento actualizado sobre las TIC’s pero también necesitan elementos epistemológicos, de las ciencias cognitivas, de la gestión organizacional, de las teorías de la educación. 5. El enfoque instrumental y el enfoque estratégico del conocimiento La permeabilidad de las sociedades sudamericanas a las nuevas tecnologías es bastante amplia. No solo porque se difunden los celulares y las computadoras en todos los ámbitos sino también porque miles de organizaciones de pequeña, mediana y gran tamaño aprovechan las TICs para mejorar sus actividades. Pero existe una clara diferencia entre aquellas que utilizan los sistemas de información o los programas de capacitación con fines instrumentales y los que se inscriben en una nueva cultura organizacional. Diversas comunidades aborígenes, por ejemplo, se han provisto con computadoras para comunicarse o para procesar informaciones relativas a sus actividades. Pero algunas han creado micro-sistemas educativos, empresariales y comunicacionales que les han permitido pasar a un estadio de desarrollo más avanzado. La gestión del conocimiento les facilitó la conquista de una mayor autonomía. Lograron formar un número importante de líderes y expertos con herramientas adecuadas para resolver los problemas de la comunidad. Alvin Toffler, en “El cambio de poder10 afirmaba hacia 1990 que el mundo se iba a dividir entre “infopobres” e “inforricos”. De hecho, más del 80% de la información científica del mundo circula a través de Internet-Googlee. El procesamiento y distribución de la información científica mundial se concentra en tres o cuatro agencias y países. Pero ya a nadie le interesa el tema porque todo el mundo tiene acceso. En efecto, desde hace unos quince años se ha producido el más formidable acceso universal a la información y a la cultura de la humanidad. Sin embargo, sabemos que “información” no es “conocimiento”. El hecho es que en los contextos actuales se distribuye más información pero la producción del conocimiento está más limitada. El sistema de información ha clientelizado (customerised) a todo el mundo, pero el conocimiento científico y tecnológico sigue concentrado en pocos países. Por ejemplo, en América del Sur se han extendido notablemente las redes de información y el número de especialistas en informática, pero 10 A. Toffler (1990) El cambio del poder, Plaza y Janés, Barcelona 11 casi no existen investigaciones sobre las ciencias de la información y sobre la gestión de la información. La producción científica del mundo se concentra en unos pocos países. Para las universidades periféricas resulta muy importante poseer políticas de conocimiento para dejar de ser meros usuarios o clientes de la “matrix” internacional. En la gestión universitaria no es lo mismo asegurar la conectividad y crear una Intra-ned para vincular todas las dependencias que concebir una organización inteligente donde la gestión de la información sea capaz de mejorar la atención de la docencia, la investigación, la administración y la vinculación con el medio. Del mismo modo, no es lo mismo abrir un programa de educación a distancia que concebir a la universidad como una organización bi-modal donde todos los cursos pueden ser atendidos alternativamente en forma presencial y virtual. No es cuestión de adoptar tecnologías o novedades, sino de crear innovaciones teniendo en cuenta criterios epistemológicos, pedagógicos, culturales y sociales. Instalar una “cultura del conocimiento” en las universidades y lograr una “organización inteligente” implica enfrentar la cultura burocrática dominante, la atomización institucional y la intervención de factores ajenos al interés académico. Por esto, lo primero que se requiere es la existencia de un consenso estratégico en la comunidad universitaria respecto a la conveniencia de cambiar el paradigma organizacional, mediante el pleno aprovechamiento de los recursos científicos y de las herramientas informáticas. Lo cual sería coherente con los propósitos institucionales pues la universidad prepara recursos humanos para resolver problemas con un alto grado de profesionalidad en todos los campos. ¿Por qué no habría de profesionalizar su propia gestión? De este consenso fundamental se derivaría la profesionalización de los administradores universitarios y la valorización de los saberes de los docentes, investigadores, estudiantes, empleados y directivos en función de los fines de las instituciones. No resulta coherente con la cultura universitaria que no se gratifique a aquellos que mejoran su perfil académico, que no se tenga en cuenta el punto de vista de los estudiantes o docentes sobre cuestiones pedagógicas, que no se respete la idoneidad del funcionario especializado en su área. La gestión del conocimiento implica aprovechar el “capital intelectual” de la institución para su propio mejoramiento.11 11 Ver: A. Pérez Lindo y otros (2005). Gestión del conocimiento. Un nuevo enfoque aplicable a las organizaciones y a la universidad, Norma, Bs.As. ; A. Brooking (1997) El capital intelectual, Paidós, Barcelona 12 Pero sería un error creer que el mejoramiento gerencial o la informatización organizacional pueden transformar por sí mismos la institución. En América del Sur las diferentes “ondas” de “modernizaciones” que se intentaron desde 1960 en adelante no dieron los resultados esperables. Es evidente que no se pueden ignorar los contextos históricos y sociales. Tampoco se pueden confundir reformas funcionales con la evolución de los saberes. La universidad necesita conocer con visión de futuro el avance de las ciencias, de las tecnologías y de la sociedad. Lo que implica elaborar diagnósticos y prospectivas e involucrar a los actores para que intervengan en la formulación de políticas de conocimiento. Esto sería coherente con la idea de la “sociedad del conocimiento”. El enfoque de la “gestión del conocimiento” lleva a redefinir la “autonomía”, como capacidad para darse a sí mismo una ley. En América del Sur esto se ha entendido como independencia o soberanía política. A veces ha dado lugar a una marcada endogamia. Ahora deberíamos asumir, como ya lo había propuesto el filósofo Kant en el siglo XVIII, que sin autoconocimiento no hay autonomía. Pero la universidad actual, centrada en el conocimiento, también descubre que no puede eludir los contextos sociales e históricos. Si la universidad no sabe lo que hace, no sabe adonde va y no es capaz de situarse en la sociedad, la autonomía aparece como una ilusión, como un discurso retórico. 6. Conocimiento y desarrollo Analizando los contextos actuales y las condiciones de implementación pareciera que la gestión del conocimiento encontrará serios obstáculos para instalarse en las universidades de América del Sur. Nuestra hipótesis es que el obstáculo principal no se encuentra en el acceso a las nuevas tecnologías sino en las dificultades para establecer consensos estratégicos, en la atomización institucional y en las resistencias para adoptar una cultura del conocimiento. En el discurso público todos los actores valorizan las funciones de la educación, la actividad científica y la universidad. Esto es el discurso “políticamente correcto”. En la práctica no siempre se recurre a los especialistas para administrar la universidad, para asignar los recursos públicos o para definir las políticas científicas. Los usos del conocimiento están influenciados por factores políticos, económicos, gremiales o culturales. La creación de universidades suele ser más una iniciativa de políticos o de emprendedores privados que de los planificadores de la educación. 13 A veces los disensos entre los actores que deben decidir una política educativa o científica dependen de visiones ideológicas contrapuestas. La “gestión del conocimiento” no puede ser neutra como algunos sugieren, siempre está involucrada en un contexto histórico. En América del Sur no se puede soslayar que desde el comienzo de las guerras de la Independencia hacia l810, los temas recurrentes de los pueblos de la región son la búsqueda de la libertad, de la democracia, de la justicia social, de la autodeterminación, del desarrollo. Estos temas aparecen en distintos discursos sostenidos por movimientos sociales y políticos de los más diversos. Ahora bien, toda política del conocimiento orientada al desarrollo debe también considerar otros elementos que inciden en la formación de los consensos colectivos. El sistema de ideas y creencias en cada región contiene aspectos que facilitan o que impiden un aprovechamiento pleno de los recursos de la educación, la ciencia y la tecnología. Las creencias sobre la solidaridad, sobre la función del Estado, sobre el valor de las normas, sobre la importancia del conocimiento, sobre el reconocimiento de los méritos técnicos o profesionales, todos estos aspectos y muchos otros conforman el “modelo cultural” de desarrollo. De modo que para que exista un consenso estratégico entre los distintos actores respecto al uso social del conocimiento es preciso crear un diálogo entre los especialistas, los actores sociales y los dirigentes políticos. Este proceso se está planteando en diversos lugares de América del Sur a propósito de las políticas sociales y ecológicas. Explicitar los intereses y las ideas en juego puede ser un camino para facilitar una decisión consensuada. Al respecto tenemos el ejemplo de la Unión Europea que avanza por consenso en la construcción de diversas políticas sin dejar de lado las serias divergencias entre países. La experiencia del Proceso de Bolonia muestra que las universidades pueden converger en sus modelos académicos y organizacionales. Pero la construcción de consensos semejantes en América del Sur requiere la emergencia de nuevos liderazgos al mismo tiempo concientes de las potencialidades del conocimiento y de los desafíos concretos de la cooperación. El individualismo institucional puede ser tal letal para la gestión del conocimiento en función del desarrollo como la divergencia de intereses y de ideologías. En efecto, las comunidades académicas y científicas suelen convertirse en verdaderas “tribus” o “corporaciones” o “feudos”.12 La “feudalización” o “tribalización” 12 Ver: Tony Becher (2001) Tribus y territorios académicos. Gedisa,. Barcelona 14 institucional es un fenómeno muy generalizado en las universidades de América del Sur. Esto muestra que no existe un “liderazgo estratégico” a través de una política de Estado ni tampoco un “consenso estratégico” entre los mismos actores. Para avanzar en los dos sentidos es preciso fortalecer las actitudes cooperativas. Los índices de cooperación intra e interinstitucional en América del Sur son bajos. Dentro del mismo país y dentro de la misma universidad a veces las distintas dependencias no cooperan entre sí (mientras que escala mundial los grandes conglomerados económicos y tecnológicos se fusionan todos los días para ser cada vez más grandes y omnipresentes). Se han intentado procesos de cooperación universitaria en la región. En el marco del Pacto Andino, el Convenio Andrés Bello, en el MERCOSUR Educativo los procesos de evaluación y acreditación, en el ZICOSUR o en el Grupo Universidades de Montevideo distintos proyectos de intercambio. En el MERCOSUR Educativo los gobiernos han logrado compatibilizar los reconocimientos de diplomas, la organización de agencias evaluadoras y la puesta en marcha de mecanismos de acreditación de carreras profesionales (MEXA). Sin embargo, los mecanismos de cooperación interuniversitarios son todavía débiles. Existen poderosos obstáculos para adoptar una política de conocimiento vinculada a un modelo de desarrollo. La Universidad debiera ser la principal defensora de esta alternativa mostrando a todos los actores sociales las ventajas de un modelo de desarrollo inteligente y solidario. Como se puede apreciar la “gestión del conocimiento” implica asumir un enfoque multidimensional. En sí mismo el concepto alude a un aspecto práctico (gestión: acción: política) y a un aspecto cognitivo. En la dimensión práctica se juegan las actitudes, las decisiones, los deseos, los procedimientos. En la dimensión cognitiva se definen los conceptos epistemológicos, los paradigmas, los valores, las ideologías, los saberes especializados. En el caso de América del Sur el imaginario de la voluntad se alimenta con las constantes de nuestras experiencias históricas: las luchas por la democracia, por la independencia, por la justicia social. No puede haber políticas del conocimiento que ignoren los contenidos de la conciencia histórica colectiva. Por otro lado, la gestión del 15 conocimiento tiene que trabajar con actitudes básicas: la motivación, la creatividad, la capacidad para trabajar en equipo, el compromiso.13 Todos los aspectos que hemos señalado muestran que la gestión del conocimiento no solo es un enfoque complejo sino que también constituye un gran desafío histórico. Si la superación del subdesarrollo depende del aprovechamiento de los recursos educativos, de la ciencia y de las tecnologías, necesitamos construir organizaciones inteligentes para crear una nueva sociedad. El porvenir de esta ilusión tiene a las universidades como protagonistas principales. BIBLIOGRAFÍA - BERNBOM, Gerald (ed.) 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