El Cáucaso, polvorín geoestratégico

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El Cáucaso, polvorín geoestratégico
John Saxe-Fernández :: 01/09/2008
El ataque georgiano contra Osetia del Sur, además de una homicida provocación, fue un
operativo electoral: al calor de la reacción rusa, John McCain repuntó en las encuestas cuatro
puntos sobre Obama
El ataque contra Osetia del Sur ordenado por Mijail Saakashvili, presidente de Georgia, fue atroz:
mató a mil 500 civiles, destruyó la capital Tsjinvali, demolió barrios residenciales, la universidad, los
hospitales y provocó 100 mil refugiados en la zona. La respuesta rusa no se hizo esperar, por lo que
el aliento de la Casa Blanca a esa agresión concita la atención de las cancillerías de Europa y su
liderato militar, en especial el francés, inglés y alemán. Ello por las graves amenazas a la paz en una
región de fuerte gravitación geoestratégica, las cuales confirman cuán mortal sería aceptar a
Georgia en la OTAN. Fue un golpe al equilibrio euroasiático, producto de un complicado cálculo
georgiano. Porque, además de una homicida provocación, fue un operativo comicial: al calor de la
reacción rusa provocada por Tiflis, John McCain repuntó en las encuestas cuatro puntos sobre
Obama. Según Pat Buchanan, ex consejero de Nixon, Ford y Reagan, el manejo tras bambalinas lo
hizo Randy Scheunemann, principal consejero de política exterior de McCain, que cabildea por el
ingreso de Georgia a la OTAN. Buchanan revela que Randy recibe jugosos pagos de Saakashvili,
quien dice estar en contacto de “hasta dos veces al día” con el candidato republicano. Esa ventaja
electoral bajó al empate cuando, al interrogársele en público, McCain no pudo enumerar las muchas
casas que posee: desliz electoral que es pecado mortal en tiempos de grave crisis hipotecaria. Lo
que queda es la conflictividad entre Europa y Rusia, instigada por Bush desde Tiflis en un escenario
que incluye operativos antirrusos, encabezados por Sarkozy, el penoso sucesor de Blair en estas
tareas. Permanece también una estridente campaña de propaganda impregnada de una rusofobia
que evoca atmósferas y episodios infames de la guerra fría: Rusia es la agresora y Occidente debe
defender a la caperucita georgiana desde una OTAN que, a decir de Robert Gates, jefe del
Pentágono, está “en grave riesgo de implosión en Afganistán”. Desde la caída soviética, la OTAN
sufre la ausencia de un enemigo estratégico, cemento de la Alianza. Pero ya la Casa Blanca fabricó
una nueva guerra fría por medio de una peligrosa y multifacética instigación estratégica que puede
costar cientos de millones de vidas. Por ejemplo, después de oponerse, la opinión pública polaca
azuzada por el operativo en Osetia, presentado como agresión rusa contra Georgia, apoya el Sistema
Nacional Antibalísitico de Estados Unidos (SNA) en su territorio. El SNA fue acordado por Estados
Unidos y Polonia en medio del rugir de los cañones, en las narices de una Rusia que, usando sus
recursos humanos y naturales, flexiona su poderío económico, militar y energético como potencia
mundial: ya advirtió a Washington que si usa armamento convencional de alta precisión, responderá
con armas nucleares tácticas. Es un ascenso que Estados Unidos trata de frenar y, como antaño,
incita las precondiciones de guerra general en Eurasia de cara a su atasco militar en Irak. Por lo
que, junto al provocador despliegue del SNA, Estados Unidos incita la desactivación geoestratégica
de Rusia. Como recuerda Michael T. Klare en su lúcido Blood and Oil [Sangre y petróleo]
(Metropolitan, NY, 2006; hay versión española), se concretó en el endoso de Clinton y luego de Bush,
al oleoducto que va desde Bakú, en Azerbayán, a Cyhan en Turquía, atravesando Georgia.
¿Objetivo?: romper “… el actual monopolio ruso sobre el flujo energético del Caspio y facilitar
futuros envíos –de crudo– hacia Estados Unidos” (p. 119). ¿Existe una nueva ecuación de poder en
esa región? Moscú contesta con ironía diplomilitar (y Kosovo en mente), reconociendo la
independencia de Osetia del Sur y Abjasia, y por los diputados de la Duma, Boris Gryzlov sintetizó:
“El Cáucaso siempre ha sido y será la zona de los intereses estratégicos de Rusia”. El riesgo de
guerra es serio: esto ocurre en medio de las aventuras diplomilitares de líderes poco cautelosos en
Washington y París. Y el Cáucaso es un polvorín geoestratégico. La Jornada
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