Oracion al Dr. Antonio Martinez Arredondo

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ORACIÓN A DON ANTONIO
Señoras y señores:
A la solemnidad de este acto históricamente necesario nos convoca la gratitud, que es
muchas veces el tuétano generoso e inadvertido de la solidaridad humana. No serán el
elogio o el tributo, que los habrá, lo que presida la oración de este modesto
panegirista sino el agradecimiento; sí, porque el Consejo Científico Veterinario de
Pinar del Río quiere agradecer a Don Antonio Martínez Arredondo haber nacido un
día como hoy y vivir durante 63 años una vida limpia, laboriosa y útil, que prestigia y
enorgullece a la profesión veterinaria y acrecienta el fondo moral de la nación
cubana.
Contribuir al conocimiento de la noble vida del Dr. Arredondo nos hará más fuertes y
justos porque, actualizarla, traerla a convivir con las nuestras todavía sujetas a pecado
y a error, nos regala el acompañamiento de una lección de ética profesional y
humana. Hacemos esta contribución desde la humilde provincia que él favoreció un
día con sus buenos deseos de mejoramiento, y con los modestos medios de una
institución pequeña, convencidos de la veracidad de la sentencia martiana: Para
rendir tributo ninguna voz es débil.
Señoras y señores:
¿Quién es Don Antonio Martínez Arredondo?.
De prosapia sobresaliente entre los colonizadores españoles de la Florida, su principal
ascendiente fue Fernando de la Masa Arredondo, el que en el siglo XVIII fue holgado
terrateniente, adelantado comerciante y ayudante de campo del gobernador.
Desgajada de este núcleo inicial en América, una parte de la familia emigró a Cuba
en el siglo XIX, y asentada con tesón y laboriosidad, logró un status de clase media
alta. Fruto de la unión de Doña Blanca de la Masa Arredondo y Don Antonio
Martínez, es el hombre al que rendimos tributo y que nació el 25 de octubre de 1885,
hace 125 años.
Niño criado en un ambiente de bonanza material, de aguda inteligencia, cursó con
provecho la primera enseñanza en los colegios “San Melitón” y “San Francisco de
Padua” y la segunda en “La Gran Antilla” y el Instituto de Segunda Enseñanza de la
Habana. Fue un adolescente apuesto, fuerte, ágil, de grandes y vivaces ojos azules. Su
afición sistemática a la equitación, el polo y la esgrima lo convirtió en un deportista
sobresaliente, el que según reseñas posteriores citadas por el señor Pedro Simón, “era
una espada temible, un florete brillante y un sable elegante”. Fueron aquellos años en
los que germinaron el concepto de disciplina, la voluntad y la curiosidad científica
que habrían de guiar su vida. Y es en estos años en que nos brinda una primera
lección de vida orientada al crecimiento de su persona y al provecho social. Aquel
joven no perdió el tiempo en actividades disolutas o entretenimientos baladíes. Cuidó
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su salud, entrenó con rigor, compitió honorablemente y cultivó su espíritu con
esfuerzo propio, sin fraudes ni engañifas.
En esa creación de los fundamentos de la personalidad del hombre entero que habría
de ser fue decisiva la influencia familiar. El enrumbamiento del adolescente Antonio
por senderos de corrección y provecho no fue resultado único ni fundamental de la
interacción de su singularidad genética con el medio social de la época; fueron el celo
y el rigor; el amor y la disciplina de la familia lo más importante.
La formación profesional del Dr. Don Antonio Martínez Arredondo fue sistemática y
profunda. Los conocimientos que adquirió no solo fueron variados sino de una gran
calidad. Se graduó de Dr. en Medicina Veterinaria en 1909. Tenía entonces 23 años.
Fue en Estados Unidos donde estudió, en los colegios “Millesville State Normal
School Penn” y “Mc Killip Veterinary Collage”, en el último de los cuales obtuvo el
título que revalidó inmediatamente en la Universidad de la Habana.
Pero, graduarse fue solo el inicio de un proceso de formación que duró lo que su vida.
En 1925 regresó a Estados Unidos a recibir un curso de perfeccionamiento. Allí
estuvo 9 meses con su familia. Al siguiente año volvió a aquel país para ampliar sus
conocimientos en zootecnia y genética equina. Más tarde, en 1929, continuó
perfeccionando su saber en crianza caballar en España, en donde permaneció junto a
su familia y obtuvo valiosos reconocimientos en Jerez de la Frontera; porque, Don
Antonio no solo recibía sabiduría y adquiría habilidades y buenas prácticas sino que
las aportaba, pues no era un receptor pasivo de saberes científico técnicos; si algo lo
distinguió fue que convertía el conocimiento científico en método técnico y éste en
realización práctica. No fue solamente un consumidor goloso de conocimientos sino
un generador de éstos. Prueba de ello fueron las misiones que el Ejército Nacional le
encomendó como seleccionador de ejemplares equinos en España y organizador del
traslado de los mismos a Cuba y su posterior adaptación a las condiciones de la Isla.
O la exhumación de los restos del caballo de campaña del Generalísimo Máximo
Gómez y su posterior armadura para ser exhibida en el Museo Nacional. O sus
pioneros experimentos en inseminación artificial. O sus éxitos como cirujano y como
Jefe del Departamento de Clínica en el Hospital General de Veterinaria del Ejército.
Don Antonio Martínez Arredondo no confió su pericia y eficiencia profesional solo a
la calidad de los conocimientos adquiridos en los colleges norteamericanos, ni a los
cursos de perfeccionamiento posteriores ni a su práctica inquisitiva y creadora. Se
mantuvo, sobre todo, actualizado. Recibía y estudiaba revistas, informes y
correspondencia científica en español e inglés. Durante toda su vida dedicó al estudio
individual varias horas cada día. Es otra de sus enseñanzas. No durmió sobre los
laureles de la víspera. Ni permitió que la rutina, la abulia y el acomodamiento
esclerosaran su saber y su praxis. Pero, quizá, lo más humanamente aleccionador de
su quehacer profesional fue su generosidad intelectual. Todo el que estuvo a su lado,
colegas y subordinados, o amigos o extraños que venían a consultarle, recibió
consejos, sugerencias, conocimientos preciosos. Era como si Don Antonio,
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coincidiera con Aníbal Ponce cuando expresó que “La cultura, cuando se disfruta
como un privilegio, envilece tanto como el oro”.
Los que compartieron con él sus vivencias de oficial del ejército, veterinario de
campo o de persona accesible para cualquiera, no solo recibieron de Don Antonio
consejos y conocimientos fríamente profesionales. Era un hombre de talante
democrático, que sentía simpatía por los demás, sobre todo por los más humildes y
necesitados. Un hombre bondadoso. Un hombre que habiendo tenido una ascendencia
de ricos colonos y comerciantes, de políticos, de mambises; que era el más
prestigioso hipólogo de su tiempo y que, no obstante todo ello, servía con amor al
menesteroso y sufría con relampagueante ira las injusticias. Era un hombre que tal
vez quería, como expresó Martínez Villena, “tener el alma tan pura como un pedazo
del cielo”, o que creía, como Martí, en que “ser bueno es la única manera de ser
dichoso”.
Era Don Antonio un hombre exigente en la observancia de la decencia y las buenas
costumbres en la familia. Junto a su esposa, Doña Ernestina del Hoyo y Lugo,
construyó una familia de 4 hijos a la que se le inculcó los valores de la honestidad, la
laboriosidad y honradez. No se podía pronunciar una palabra obscena en aquella
casa; no se podía estar sentado a la mesa sin estar aseado, peinado; no se les permitía
hablar inglés a los pequeños sin una causa justificada. Don Antonio, que era un
nacionalista sin estridencias y un patriota convencido, inculcó a sus hijos el amor a
Cuba, el sentimiento patriótico. Sabía que el odre en que fermentan y se añejan las
virtudes de los pueblos es la familia.
Señoras y señores:
Un hombre virtuoso es un bien, un activo valioso para su pueblo. Permítaseme poner
en alto relieve la virtud de Don Antonio Martínez. No es que quiera destacar sus
valores éticos por encima de su talento y logros profesionales. Yo, como todos los
veterinarios, siento el orgullo de poder contar con una referencia de excelencia
profesional como la de Don Antonio. Pero como cubano siento el ineludible deber y
la compulsión moral de enfatizar en lo que hoy nos es tan necesario como el oxígeno:
El conjunto de valores que son la levadura y el tejido conectivo de los pueblos.
El Dr. Martínez Arredondo fue un adolescente correcto, estudioso, deportista. Fue un
joven laborioso, de sanas ambiciones y un proyecto de vida que cumplió a base de
tesón y deseos de superación. ¿Es superfluo un ejemplo así, o nos es útil?.
El Dr. Martínez Arredondo fue un hombre de bien, masón, un profesional exitoso,
que debió su éxito al estudio constante, al trabajo abnegado y a la investigación
perseverante. Un hombre disciplinado, que no se envaneció por reconocimientos ni
honores y que no se quebró ante ninguna dificultad ni dolor, incluso el terrible
sufrimiento que produce la cárcel. ¿Nos es necesario un referente como éste?.
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El Dr. Martínez Arredondo fue un hombre generoso, democrático, buen esposo y
excelente padre; fue un cubano orgulloso de su cubanía que inculcó en sus hijos el
patriotismo. ¿Necesitamos conocer e imitar un comportamiento como éste, o está de
más que lo exaltemos?.
Señoras y señores:
No son solo los santos, los héroes y los genios famosos los que importan a la hora de
pautar las conductas honrosas y bienhechoras de los pueblos. No es provechoso mirar
solo al Olimpo. A veces el panteón de los grandes buenos está muy lejos y los
estándares de sus inquilinos son muy altos. Los hombres como Don Antonio, que son
nuestros iguales, son un paradigma válido y útil si los conocemos y nos proponemos
emularlos.
Las virtudes de Don Antonio y de otros como él, cuando son asumidas y vividas por
la familia, por las comunidades; cuando con los valores y principios en que ellos
informaron sus vidas, se tejen y anudan los sueños de mejoramiento humano, son
éstos realizables y perdurables. Es ésta la utilidad de la virtud de que hablara Martí.
Señoras y señores:
Espero haberos persuadido de por qué es ésta una loa de obligada gratitud.
Agradezco, en nombre de los colegiados en esta organización; en nombre de su
Presidente, Dr. Moreno Lazo y en el mío propio, al Dr. Martínez Arredondo habernos
permitido contar con la referencia de excelencia profesional y el paradigma ético que
constituyen su útil existencia.
Agradezco, además, al Dr. Arredondo, ser el padre amado de Alicia Alonso aquí
presente, que admirada por el mundo, es parte de la conciencia y de la memoria de la
nación cubana y orgullo de nuestra América.
Gracias Dr. Arredondo, muchas gracias por permitirnos honrarnos en este
cumpleaños suyo, porque como sentenciara lapidariamente nuestro héroe nacional:
Honrar, honra.
Gracias.
Dr. José Antonio Quintana de la Cruz
25 de octubre de 2010
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