La Guerra Anunciada

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LA GUERRA ANUNCIADA
UN EXAMEN DE LAS CONDICIONES
POLÍTICAS Y ECONÓMICAS QUE
IMPULSAN LA GUERRA DE AGRESIÓN
CONTRA IRAK
Dr. Álvaro Montero Mejía
12 de Setiembre del 2002
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LA GUERRA ANUNCIADA
Álvaro Montero Mejía
El peso de las razones: si o no a la guerra
El Presidente GW Bush ha anunciado su determinación de lanzar una campaña militar contra Irak, con el
propósito, expresamente declarado, de deponer al gobernante de esa nación árabe, Sadam Husein. Razones:
Sadam Husein forma parte de lo que él llama “el eje del mal” y su existencia hace peligrar al llamado mundo
libre.
Muchos ponen en duda si esas manifestaciones conducirán a la intervención militar estadounidense o si, por el
contrario, queda algún margen para la razón humana y la paz. Los que piensan que no habrá guerra parten de
un razonamiento que parece muy sólido: Los EEUU se encuentran aislados de la opinión pública mundial.
Pero ¿cómo se desarrollaría la guerra? Los Estados Unidos no han demostrado que Irak posea armas de
destrucción masiva o que esté a punto de conseguirlas. El gobierno estadounidense sabe que, de acuerdo con
los cánones clásicos de la guerra, ninguna batalla se ha ganado si no implica un control territorial sobre el
campo enemigo. Esto significa que tendrá que desarrollar un ataque aéreo que convierta los centros
neurálgicos de Irak en tierra arrasada y luego proceder a la ocupación terrestre. El pueblo iraquí sufrirá una
tragedia apocalíptica. Llegado ese momento, los EEUU pueden haber calculado una rendición incondicional
de parte de Husein. Pero si esa rendición no se produce, no les quedará más camino que la ofensiva terrestre y
nadie ignora que el costo humano de la invasión puede ser enorme para los EEUU. Luego vendrían las
inauditas complicaciones de la estabilización del poder interno propuesto por los estadounidenses. Si los
cálculos de Bush y su equipo están basados en el derrocamiento de los talibanes, el error de cálculo puede ser
abismal.
Hablamos de una aventura militar en la que los EEUU están prácticamente solos en el escenario internacional.
Sus aliados tradicionales en el terreno económico y militar, y de manera destacada Francia y Alemania con la
excepción del gobierno de Tony Blair y la vergonzosa e insignificante genuflexión de Aznar, han manifestado
de distinta manera su inconformidad con la guerra. El gobierno japonés ha expresado criterios similares.
China y Rusia, ambos países miembros del Consejo de Seguridad de la ONU, han declarado una oposición
categórica. Los países del mundo árabe e islámico, centro de las tormentas y contradicciones que
sobrevendrán, han expresado, por boca del Presidente de la Liga Árabe, que una invasión a Irak sería como
“abrir las puertas del infierno”.
Por otra parte, eminentes analistas y destacadas personalidades mundiales entre las que se cuentan los
Premios Nobel de la Paz, el Dr. Oscar Arias Sánchez y Nelson Mandela, han rechazado categóricamente el
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recurso a la guerra y continúan solicitando un pronunciamiento de las Naciones Unidas que conduzca a
procesos de negociación y diálogo con el gobierno iraquí. En el plano de las pruebas, Bush no ha podido
presentar una sola prueba de la existencia o construcción en Irak, de armas nucleares, químicas o biológicas.
El mismo Secretario General de la ONU, Koffy Anan y el Director del Programa de Inspección de
Armamentos, Hans Blix, afirmó el martes 10 de Setiembre en su informe al Consejo de Seguridad, de que no
hay evidencias de que Irak tenga armas de destrucción masiva ni pruebas de que Bagdad esté reconstruyendo
su arsenal. Hasta aquí la suma de razones irrefutables, razonables, que se pueden esgrimir a favor de un
acuerdo negociado, del regreso de los inspectores en el marco de las disposiciones de Consejo de Seguridad y
en contra de la guerra.
Pero el gobierno de Washington no parece ceder ante el sentido común. Sus principales voceros, Bush mismo,
Colin Powell, Dick Cheaney, Condoleza Rice, Runsfeld hasta viejos halcones como Henry Kissinger repiten,
sin excesos retóricos, su firme convencimiento de que los EEUU están obligados a jugar su papel de imperio
unipolar y que su voluntad y capacidad de definir el rumbo de la humanidad, no puede ser puesto en duda.
Aun cuando sus argumentos alcancen límites muy altos de irracionalidad y sus argumentos se asemejen a
fábulas o invenciones publicitarias, les resultan suficientes al gobierno de los EEUU para desatar una nueva
guerra. Como muy bien lo señalara Mandela, subyacen como telón de fondo los intereses petroleros y otras
causas económicas que examinaremos.
La geopolítica de las corporaciones
En realidad y más allá de toda retórica, los grupos corporativos que controlan el poder militar y económico en
los EEUU, continúan en su tarea de dominar las principales arterias de la geopolítica mundial y en especial
los puntos neurálgicos donde se encuentran los depósitos de las materias primas estratégicas con el petróleo y
el gas natural en primer lugar.
Basta con observar un mapa del Asia central, para comprender la importancia de Afganistán y Pakistán, como
ruta indispensable y expedita para el acarreo de los inmensos yacimientos minerales de antiguo “Islam
Soviético” hacia el mar Arábigo, el mar Rojo y el Mediterráneo. Todas las riquezas de Turkmenistán, con sus
amplísimas reservas de gas natural; Uzbekistán, con sus inmensos e inexplotados depósitos de petróleo, gas
natural, uranio y oro y Kazajstán, con vastísimas reservas minerales y especialmente de gas natural, petróleo,
carbón, uranio y oro, han quedado a disposición de las corporaciones de EEUU y se ha salvado, por esa vía, el
escollo geográfico y político de Irán y la complicada ruta del mar Caspio y las convulsas repúblicas del
Cáucaso. La locura homicida de Ben Laden creó las condiciones para una guerra y una invasión que de
cualquier manera resultaba urgente para los intereses en juego.
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El gobierno de Husein y la nación iraquí
Desde su ascenso al poder en 1979, Sadam Husein continua siendo el mismo. Él forma parte de los políticos
del mundo árabe que se inscriben dentro de la corriente nacionalista y laica del movimiento “baas” que
proclaman la construcción de naciones liberadas del largo yugo colonial y la edificación de estados
socialistas, aunque su concepto del socialismo no tiene nada que ver con los modelos del hoy desaparecido
bloque soviético ni con las distintas versiones occidentales del socialismo.
El culto a la personalidad cumple no solamente una función de confirmación de Husein como el dirigente
insustituible de la nación iraquí, sino que condensa la unidad nacional indispensable para enfrentar las
amenazas de someter por la fuerza a ese pueblo. Entre más agresivas y pujantes sean las amenazas externas a
Irak, mayor voluntad de resistencia y apoyo se forja entre las amplias mayorías de esa nación. La legitimidad
de Sadam Husein crece en proporción directa a los peligros de que Irak sea amenazado e invadido.
Irak, con sus 438.320 Km2 y sus 23 millones de habitantes, es un país inmensamente rico. Hoy por hoy, Irak
posee las mayores reservas petrolíferas del Medio Oriente. En él se encontraba la Mesopotamia histórica,
asentada en la llamada “fértil media luna”, el valle entre los ríos Tigris y Eúfrates, donde se originó, 4000
años AC, la más antigua civilización de la historia, la sumeria. Pero en nuestros días, la riqueza de Irak se
funda, como dijimos, en sus reservas de petróleo. Después de la caída del Imperio Otomano los ingleses
dividieron la Palestina histórica, crearon a Irak como Estado y le pusieron un monarca en 1932. Sus reservas
petrolíferas fueron primero controladas por la Iraq Petroleum Company y después de su nacionalización en
1958, celosamente controladas y custodiadas por los gobiernos militares que se sucedieron desde el
derrocamiento de la monarquía. En la capital de Irak, Bagdad, en 1960, fue suscrito del acuerdo que creó el
cartel petrolero de los países productores de petróleo, la OPEP.
El gobierno de Husein es una dictadura militar, una autocracia que ejerce su poder interno con mano de hierro
y con un control absoluto de los medios de comunicación. Esta situación no ha cambiado en nada desde los
años terribles de la guerra Iran-Irak durante los ochentas, cuando esos dos países se enfrentaron en uno de los
conflictos bélicos más crueles, inútiles y sangrientos del siglo XX.
Para el gobierno norteamericano de entonces, el “engendro del mal” no era Husein sino el Ayatola Ruhola
Homeini, conductor de la revolución iraní que derrocó la satrapía de Sha de Irán, aliado incondicional de los
EEUU durante la Guerra Fría. Homeini crea el primer estado fundamentalista islámico en la región y le da
impulso a ese movimiento, cuya influencia se extiende a todo el mundo musulmán. Por eso los EEUU le
proporcionaron a Sadam Husein una cuantiosa ayuda militar y lo alentaron a consolidar su poder, reprimiendo
toda forma de oposición interna, especialmente al movimiento nacionalista curdo. Sadam reprimió a los
curdos iraquíes con armas y gases venenosos y se hizo de la vista gorda cuando el ejército turco traspasó la
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frontera común para atacar a los guerrilleros curdos que combatían en ambos países. Todo esto fue posible
gracias al apoyo que recibía de los EEUU.
Costa Rica fue parte de ese juego macabro. Desde su frontera norte, el teniente Oliver North y John Hull (aun
perseguido por la justicia costarricense por su complicidad en el crimen de la Penca), al servicio de los
halcones del Pentágono y la CÍA durante el Gobierno de Reagan, contrabandeaban cocaína a los EEUU para
financiar la compra de armas con que alimentar la guerra Irán-Irak y pasarle una buena parte a la “contra”
nicaragüense que operaba entre Costa Rica y Nicaragua.
El hilo conductor
Esta política de dos caras, según convenga los intereses geopolíticos y militares estadounidenses, es una vieja
práctica como acabamos de comprobarlo cuando salieron a la luz las intensas relaciones del Pentágono, la
CÍA y algunos empresarios norteamericanos, con Osama Ben Laden. Pero esta contradicción es quizás
aparente. En realidad se trata de una sola política y de un solo objetivo, que menosprecia radicalmente
cualquier principio moral o humanitario o a los actores externos y los sujeta siempre y según las
circunstancias, a sus intereses vitales internos.
El hilo conductor de la política estadounidense son sus intereses como potencia unipolar o al menos, lo que
los grupos corporativos y extremadamente agresivos que representa GW Bush, entienden por eso. Por primera
vez en la historia del capitalismo, una sola nación encabeza de manera incontrastable las principales fuerzas
militares y económicas del planeta y está dispuesta, en virtud de ese poderío, a tomar en sus manos, como
dijimos, las arterias fundamentales por donde fluyen los principales recursos minerales mundiales.
Otro aspecto de enorme importancia para comprender la lógica de este imperio, es que en su desarrollo
histórico como nación económica y militar de primer orden, jamás ha tenido ninguna preocupación por el
juicio adverso o favorable que, fuera de sus fronteras, provoquen sus políticas de gran potencia. Para GW
Bush, al igual que sus predecesores, el fiel de la balanza entre las ventajas o los inconvenientes de sus
decisiones de Estado, es la opinión política interna y su gravitación electoral, intensamente manipulada a
pesar del espíritu crítico de un sector importante de la prensa local. En estos momentos el recurso al
patriotismo, motivado por los hechos terribles del 11 de Setiembre, le cae como anillo al dedo para crear el
sentimiento de cruzada que acompaña esta nueva aventura militar. Lo más decisivo, en todo caso es la
valoración que sobre los hechos y las decisiones hagan los grupos de poder económico y militar que rodean
al Presidente. Esa desconsideración como podríamos llamarla, con la opinión externa, se ve acrecentada hoy
por su carácter de potencia unipolar, cuya aplastante presencia económica y militar multiplican su arrogancia
y su convicción de que el mundo está necesariamente sometido a sus decisiones.
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Los EEUU: algo más que razones imperiales
Sin embargo, debemos destacar que aun con todo su inmenso poder, a los EEUU no lo forman únicamente sus
legiones imperiales. En la historia de este país han emergido valores culturales y humanitarios que se destacan
como formidables aportes al espíritu humano. Desde la Declaración de Independencia y otros escritos de
Jefferson, las reflexiones de Benjamín Franklin, las acciones y las palabras universales de Lincoln, el papel de
Roosevelt con el “Nuevo Trato” hacia América Latina y su papel en la lucha contra el fascismo, el mensaje
inmarcesible de Martin Luther King, la hidalguía de Muhamed Alí, los mensajes de sus poetas junto a las
creaciones de sus escritores, científicos y humanistas, llenan miles de páginas en la lucha por hacer prevalecer
los valores humanos.
A pesar de que el capitalismo desarrollado ejerce, como hemos dicho, un control y un poder sin parangón en
la historia, posee en su interior una cierta polaridad producto del hervidero de conflictos económicos y
comerciales ente los centros de poder. Japón, potencia económica del Asia pero sin fuentes propias de
materias primas y que conserva intereses industriales y energéticos muy grandes con los petroleros árabes,
guarda prudente distancia y no ve con agrado las probables consecuencias de una guerra. Con Europa ocurre
lo mismo. Existen redes de intereses entre Europa y el mundo árabe, donde el petróleo sigue siendo el factor
primordial. Sus principales países, Francia, Alemania o Italia conservan estrechos lazos con los petroleros del
golfo, con Argelia, Irán o Libia. Otras potencias como Rusia y China, mantienen fuertes vínculos comerciales
y económicos con Irak. Esto los impulsa a no aceptar, de primera intención, la iniciativa de GW Bush. Todos
ellos saben que una guerra generaría complicaciones enormes e inéditas.
Todos dicen que no, por ahora,
aunque el Reino Unido le resulte a los EEUU un aliado infallable y España un endeble bordón que espera
pasar la cuenta por el uso de las bases militares en su territorio.
Sin embargo ¿qué pesa más?
Con todo, los vínculos comerciales de Europa y Japón con los EEUU, tienen una trascendencia mucho mayor
que cualquier vínculo con el Islam o el mundo árabe. El equilibrio mundial sigue pendiente de las
macrodependencias entre los países más desarrollado de la tierra, entre quienes se concentra el 78% del
comercio mundial. Aun cuando tengan diferencias, pesa más la preservación del orden mundial capitalista.
Los EEUU lo saben y cuentan con eso.
Esta es una de las razones por las cuales nos inclinamos a pensar que el grado de aislamiento internacional de
que aparentemente goza la decisión de invadir Irak, como veremos, no es algo que le preocupe demasiado al
actual gobierno estadounidense. Ellos tienen de antemano el apoyo favorable de Inglaterra y confían en que
poco a poco los demás países de Europa se someterán al “fait accompli” y que sus cancillerías no pasarán de
la emisión de protestas retóricas.
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El otro factor de primer orden que conspira contra la paz, es la situación económica de los EEUU. La recesión
continúa abatiéndose sobre su economía y la confianza no retorna a los inversionistas. Decir recesión es decir
disminución de las inversiones, baja constante de la producción global, contracción del consumo y del
empleo, aumento del déficit fiscal y comercial y peligro inminente de un severo colapso económico. La
guerra de Afganistán y los incalculables recursos inyectados al presupuesto militar para la lucha contra el
terrorismo ($38.000 millones adicionales en el presupuesto de este año), no parecen haber cumplido a
cabalidad su función reactivadora.
El cálculo que algunos sectores corporativos hacen, es que las acciones bélicas pondrán en movimiento todos
los enormes recursos que exige la logística militar y el complicado entramado del complejo industrial militar.
Porque la guerra no solamente demanda armamentos, aviones, fusiles, bombas, medios de transporte, tanques
y las llamadas armas inteligentes, sino que provoca una demanda ingente de recursos y materias primas que
alimentan a los servicios, la producción militar y la producción civil.
Pero no hay reactivación económica sin reactivación sicológica. Urge una reconcentración de la voluntad
nacional en torno a objetivos extraeconómicos como son la exacerbación del nacionalismo y el espíritu de
cruzada y el retorno a la confianza en el poderío y capacidad del sistema. Estos elementos los proporcionaría
con creces una campaña militar de gran envergadura contra uno de los principales componentes del llamado
“eje del mal”.
Sobre esta situación sicológica general, supuestamente debe cabalgar la reactivación económica, los inmensos
gastos militares que como explicamos en otra ocasión, tienen la característica única de propiciar una
producción-destrucción encadenada e ilimitada que solo exige la destrucción masiva de los medios empleados
para continuar una espiral de la demanda militar y civil.
El factor Israel
No haríamos una interpretación correcta de las razones que impulsan a la guerra de agresión, sin no tomamos
en cuenta el factor Israel. Esta consideración parece contradecir la fuerza fundamental que le atribuimos a las
razones internas. Pero en el proyecto geopolítico de los EEUU, Israel no puede ser considerado un elemento
“externo”. Con independencia de otros factores, Israel es una extensión de la política estadounidense.
En la nueva revolución científica y tecnológica de nuestro tiempo, los factores que mueven la economía
mundial son el conocimiento y la energía. El mundo desarrollado tiene el monopolio de la investigación y el
desarrollo de la producción intelectual de punta y de los medios materiales para convertirla en nuevas y
prodigiosas invenciones tecnológicas. Pero la energía y sobre todo los hidrocarburos que aportan casi el 90%
de la energía comercial del mundo, está sujeta al control o la posesión de sus fuentes. Las monarquías
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absolutas del Medio Oriente, son una caja de pandora, sujetas a tensiones religiosas fundamentalistas y al
creciente nacionalismo, sin mencionar las justas reivindicaciones de sus poblaciones.
La relación umbilical de los EEUU con Israel está dictada por la función que este último cumple como severo
gendarme y contralor de las corrientes políticas más avanzadas y progresistas que se expresan dentro del
mundo árabe y en primer lugar en el seno del pueblo palestino. Impedir por todos los medios que el pueblo
palestino construya su estado nacional, se debe a que, por primera vez en el medio oriente, surgiría un estado
democrático, laico, más abierto y tolerante a las distintas reivindicaciones y corrientes de pensamiento que
agitan a esos pueblos y con sobrada capacidad para irradiar toda la zona con nuevas concepciones de la
soberanía nacional y el desarrollo.
La desmedida brutalidad con que el gobierno de Sharón reprime a las poblaciones civiles palestinas, no es
solamente una acción originada en la ideología de la extrema derecha israelí, sino que funciona como una
provocación que acelera y profundiza el odio y el resentimiento contra el Estado de Israel, cerrando de
antemano las vías del diálogo y los compromisos políticos. Además, polariza las tendencias y amplia la grieta
entre los diversos grupos palestinos, lo que dificulta, cada vez con mayor fuerza, la necesaria unidad y
cohesión que requiere la formación del nuevo Estado Nacional Palestino. Es por supuesto, una táctica
cortoplascista y que funda su eficacia en el incremento del rencor.
A pesar del enorme sacrificio que esta política le depara el propio pueblo de Israel, la extrema derecha israelí
cumple gustosa el papel de concitar el resentimiento y el odio del mundo árabe, por considerar, quizás con
razón, que habiéndose demostrado la imposibilidad de vencer a Israel con medios militares, las vías políticas
pueden quedar obstruidas indefinidamente. Mientras el mundo árabe se comporte como esa miríada de
corrientes, grupos, tendencias, partidos, sectas y expresiones religiosas, nada tienen que temer los intereses
que controlan los recursos energéticos de esa parte del mundo. Además, las diferencias son mucho más que
ideológicas, pues pasan en la práctica por el abismo que separa a los grupos fundamentalistas o a las
organizaciones terroristas, de las expresiones laicas, progresistas o moderadas, para quienes el derecho de
Israel a la existencia y la seguridad de sus fronteras en los términos fijados por la ONU está, desde hace
mucho tiempo, fuera de toda discusión.
De modo que este aliado umbilical de la política estadounidense presiona, con sus
desarrollados medios diplomáticos y el “lobby” judío de Washington, por la eliminación
preventiva de cualquier amenaza política o militar en el Medio Oriente, por lejana que sea.
Ya lo había hecho por su cuenta con el bombardeo de los incipientes reactores nucleares
iraquíes. El pretexto de las armas de destrucción masiva en manos de Husein, no puede
ocultar el hecho de que Israel es la única gran potencia militar del medio Oriente,
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productora y vendedora de medios de guerra de alta tecnología, dotada de más de 200
ojivas nucleares, como lo indica Haider Rizvi de IPS, New York, un potencial similar al de
Gran Bretaña y con complejos laboratorios de experimentación de otras armas letales,
incluidas la biotecnológicas y de ingeniería genética.
La Historia del potencial nuclear de Israel es muy larga para reseñarla aquí. Comienza con el emplazamiento
del reactor francés de 24 megavatios en 1956, en el asentamiento de Dimona o en hebreo, Kiria le Mehekar
Garini y el posterior aporte de uranio y plutonio enriquecido de una casi desconocida fábrica procesadora de
materiales nucleares llamada Numec, de Apollo, Pensilvania.
Habrá guerra
Pocas semanas antes de su muerte, Freud conversaba con Einstein sobre la guerra que
amenazaba con desatarse en Europa. Einstein sostenía que el desarrollo escalofriante de los
medios militares, hacía impensable un holocausto mundial. Pero se cuenta Freud le
replicaba diciéndole: Dr Einstein, nadie conoce como Usted las profundidades de la
materia, pero yo conozco las profundidades del alma humana, de modo que habrá guerra.
No conocemos las profundidades de la conciencia que se agita entre los líderes actuales de los EEUU. Pero
podemos medir y conocer la magnitud de los intereses en juego. Eso nos permite asegurar que la agresión
contra Irak se producirá en los próximos días o semanas. El aparente “impasse” provocado por el discurso de
Bush este doce de Setiembre en la ONU, tiene como objetivo exigirle al Consejo de Seguridad una nueva
declaración y probablemente, nuevas y penosas imposiciones a Irak. Se trata ahora de modificar radicalmente
la disposición en curso, votada y aprobada en su oportunidad con la anuencia de los EEUU, que le exige a
Irak la presencia de los inspectores que dictaminen sobre la existencia de armas de destrucción masiva y a
continuación, el inmediato levantamiento de las sanciones impuestas.
La decisión de invadir Irak ha sido tomada. Cómo y cuándo es un asunto accesorio, como accesorios resultan
la paz del mundo, la conciencia universal contra la guerra y el espantoso sufrimiento del pueblo Iraquí.
San José. 13 de Setiembre del 2002.
Los últimos días
En la última semana, después de escrito este breve documento, han ocurrido cosas
importantes que sin embargo, no modifican las conclusiones fundamentales. Lo más
relevante ha sido la decisión de Irak de permitir, sin ninguna condición, el retorno de los
inspectores de la ONU a su territorio. Este hecho ha permitido que el pretexto fundamental
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del gobierno estadounidense, la supuesta construcción en Irak de armas de destrucción
masiva, sea puesto en evidencia por el propio organismo mundial.
Sin embargo, los voceros de la administración Bush han reiterado que este acuerdo entre la comunidad
internacional representada por la ONU y el gobierno de Irak, es una nueva maniobra de Sadam Husein para
ganar tiempo. La conclusión es obvia. Para el gobierno de Bush, ninguna instancia internacional, ni aun la
más alta, tiene validez, solo su propia determinación. De este modo los EEUU se auto proclaman gobierno y
ejército mundial, cuya capacidad de decisión está por encima del resto de la humanidad. Es lo que
denominamos en octubre del 2001, “la última etapa de la globalización”.
19 de Setiembre del 2002
El Dr Álvaro Montero Mejía es costarricense, abogado, doctor en Economía Política de la
Universidad de París, Realizó Estudios Superiores de Ciencias Políticas. y además realizó
Estudios Superiores y Aprobación de Memoria para optar al Doctorado de Tercer Ciclo en
Derecho de la Cooperación Internacional
en la Universidad de Burdeos.
Conferencista en numerosas universidades nacionales y de América Latina. Analista y
comentarista de temas políticos nacionales e internacionales.
Director y productor de varios programas de televisión Desde 1990 es el director y
productor del programa de opinión "Diagnóstico" que se trasmite por Canal 13. Cerca de
500 programas dedicados a la política, la economía, la ciencia, el arte y la cultura en
general.
Fue candidato a la Presidencia de la República y diputado.
Premio Nacional "Joaquín García Monge".
Escritor de varios Libros, entre otros, La Globalización contra los Pueblos" (Editorial
Juricentro) ,"El Mundo Desigual" (EUNED),"Socialistas y Socialdemócratas" (Editorial
Porvenir), "Crisis Económica y Ajuste
Estructural", con otros autores (EUNED), "La Globalización contra los Pueblos"
(Editorial Juricentro), "El violín del campanario" (EUNA) y numerosos ensayos y artículos
en revistas y periódicos.
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