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ANDALUCÍA / LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA / JUNIO 07 /
DESARROLLO DE TEMA
5.a) Tendencias de la narrativa en la segunda mitad del siglo XX
Después de la Guerra Civil, en la narrativa española se produce una ruptura con la
narrativa del novecentismo y de la generación del 27. Se impone un nuevo realismo que
pretende ofrecer al lector un testimonio de la vida contemporánea.
1. Novela de inmediata posguerra
Es novela falangista de tipo partidista y propagandista y de escasa calidad. Destacan
autores como José Mª Alfaro, Rafael García Serrano, Torrente Ballester.
2. Los años 40: la novela existencialista
Destaca en esta década la novela existencialista como reflejo amargo de la vida
cotidiana. Los grandes temas son la soledad, la inadaptación, la frustración, la muerte…,
todo ello dominado por la incertidumbre de la existencia y la dificultad de
comunicación entre los hombres. Son novelas realistas en las que el individuo lucha
contra el destino o contra las circunstancias cotidianas.
Los personajes son marginales y desarraigados, o desorientados y angustiados y revelan
el malestar del momento, malestar social que se trasluce en pinturas grises y sombrías.
La censura hace imposible cualquier intento de denuncia y limita los alcances del
testimonio. Por eso aún no puede hablarse, en sentido estricto, de novela social; lo que
se hace es trasponer el malestar social a la esfera de lo personal, de lo existencial.
Las narraciones se desenvuelven, por lo general, en ambientes urbanos y se conciben
como reconstrucción del pasado de los personajes con una estructura narrativa
tradicional, en la que el espacio tiende a la reducción y el tiempo también se comprime.
En los personajes se impone el uso del lenguaje coloquial.
Tres autores y tres novelas representan esta tendencia: La familia de Pascual Duarte de
Camilo José Cela, Nada de Carmen Laforet, La sombra del ciprés es alargada de
Miguel Delibes.
- Camilo José Cela se caracteriza por sus ideas y visión del mundo tremendistas y
por un pesimismo existencial heredado de Baroja y evoluciona hacia un
vanguardismo experimentalista (La familia de Pascual Duarte, La colmena,
Pabellón de reposo, Oficio de tinieblas 5).
-
Miguel Delibes lleva a cabo el análisis de una sociedad rural marginada
(Castilla) y critica a una burguesía urbana despreocupada.
Novela existencial: La sombra del ciprés es alargada.
Novela de mayor carga social centrada en dos ambientes:
Rural: El camino, Las ratas, Los santos inocentes
Urbano: La hoja roja, Mi idolatrado hijo Sisí
Novela formalmente novedosa: Cinco horas con Mario.
-
Carmen Laforet. Con su novela Nada causó un gran impacto. Sus obras
posteriores no consiguieron igualar a esta primera.
-
Torrente Ballester. Es un autor difícilmente clasificable, que se mantuvo al
margen de la literatura existencial (Javier Mariño, Los gozos y las sombras, La
saga / fuga de J. B, Filomena, a mi pesar, Crónica del rey pasmado).
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Otras tendencias de la década de los años cuarenta son: novela de realismo
tradicional (Juan Antonio de Zunzunegui), narrativa fantástica y narrativa de humor
(Álvaro Cunqueiro).
3. Los años 50: la novela del realismo social
Es paralela a la poesía social y se caracteriza por un compromiso ético, un
testimonio crítico y una denuncia social. Su talante es antiburgués e inconformista,
ideológicamente de izquierdas.
Entre los novelistas sociales cabe diferenciar dos orientaciones estéticas: la
objetivista y la del realismo crítico. El narrador objetivista se propone reflejar, con el
máximo de veracidad, el comportamiento externo y las palabras de los personajes,
renunciando a cualquier comentario personal. El narrador crítico proyecta su ideología
sobre los personajes y hace más explícita la denuncia social.
Los temas se desplazan de lo individual a lo colectivo: la dura vida en el campo,
el mundo del trabajo y de las relaciones laborales, la miseria de las ciudades, la abulia y
las consecuencias de la Guerra Civil. Los personajes son representativos de las distintas
clases sociales y están en permanente conflicto con el entorno. Junto a ello aparece
también una extendida preferencia por los personajes colectivos (muchos personajes con
alguno destacado).
La estructura del relato es lineal, aparentemente sencilla; de hecho, se acusó a
estos novelistas de pobreza técnica. Predomina el diálogo y el tiempo narrado se reduce
a un corto espacio de tiempo. El lenguaje adopta el estilo de la crónica, desnudo, directo
y sencillo. Las técnicas derivadas del objetivismo, en las que el novelista no comenta,
solo cuenta (desaparición del autor), dominan en el panorama narrativo, con influencia
del cine: narrador oculto que no interviene en los personajes (a modo de cámara) y
propicia la importancia de los diálogos; montaje de la trama y los hechos con métodos
conductistas; estructuración en secuencias...
Aparece una preferencia por el personaje colectivo y por el personaje
representativo tomado como síntesis de un grupo; todo ello enlazado con el rechazo de
la novela psicológica. El diálogo ocupa un lugar preeminente donde el autor recoge el
habla viva y característica de cada grupo social representado.
NARRADORES OBJETIVISTAS:
-
-
Jesús Fernández Santos consigue el afianzamiento del realismo social (Los
bravos, Extramuros, Cabrera, Jinetes del alba).
Ignacio Aldecoa novelista y escritor de cuentos (El fulgor y la sangre, Con el
viento solano, Gran sol).
Rafael Sánchez Ferlosio (Industrias y andanzas de Alflanhui precedente del
realismo mágico; El Jarama, hito del realismo social cuya objetividad procede
principalmente de los diálogos, que reproducen literalmente el habla de los
personajes).
Carmen Martín Gaite (El cuarto de atrás).
NARRADORES DE REALISMO CRÍTICO:
-
Juan Goytisolo representa la inquietud en la búsqueda de innovaciones (Duelo
en el Paraíso, Señas de identidad, Juan Sin Tierra, Makbara).
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-
Ana María Matute alterna el realismo crítico y de intención social con una
tendencia narrativa propia, la del realismo lírico (Primera memoria).
Juan Marsé aporta algún elemento renovador (Encerrados con un solo juguete,
Últimas tardes con Teresa, El embrujo de Shangai, Rabos de lagartija).
4. Los años 60: La novela experimentalista o estructural
A principios de los años 60, el realismo social estaba agotado y los autores
tienen cada vez más en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros, en
especial de los autores hispanoamericanos. Aparece una drástica renovación de fondo y
forma que da como resultado la novela estructural.
Algunos autores llevarán a sus últimas consecuencias estas técnicas
experimentalistas: intentarán destruir el personaje, la acción y el argumento, y centrarse
solo en las técnicas, lo que lleva a textos incomprensibles (Miguel Espinosa, Marsé,
Cela, Torrente Ballester).
Sus características más importantes son:
- El relato se estructura en secuencias, no en capítulos.
- El argumento se relega a un segundo plano y en él se da cabida a lo fantástico y
onírico junto a lo real. A veces, la anécdota se carga de significación simbólica.
- Las historias se suceden alternativamente (técnica del contrapunto). Cuando los
personajes son muchos, se acude a la técnica caleidoscópica.
- Se propugna la desaparición del autor y la narración llega al lector no solo desde el
punto de vista del narrador omnisciente tradicional, sino también desde la perspectiva
de un personaje (punto de vista único) o desde múltiples perspectivas para ofrecer
distintas versiones (punto de vista múltiple). Además de la primera y tercera personas,
se utiliza la segunda persona narrativa (tú reflexivo que se identifica con el personaje
que habla).
- Pierde peso el diálogo a favor del estilo indirecto libre y del monólogo interior.
Asistimos, por tanto, al brotar de los pensamientos en la mente del personaje.
- Las descripciones abandonan su función secundaria para adquirir un valor en sí, a
veces de tipo metafórico o simbólico.
- Los personajes reciben un tratamiento individualizado; en el pulso que mantienen con
la sociedad intentan encontrar su identidad y fracasan.
- Las historias no se narran cronológicamente; son constantes los saltos temporales del
presente al pasado (flash back) y el desarrollo discontinuo de la acción con violentas
elipsis. La organización del tiempo puede llegar a ser caótica, entonces se habla de
laberinto o rompecabezas temporal.
- El relato comienza de manera abrupta y tiene un final abierto.
- El lenguaje incorpora todos los registros del habla y parodia textos de diversa
procedencia (ensayísticos, administrativos, periodísticos…). Se tiende a borrar las
fronteras entre la prosa y el verso y el lenguaje poético penetra abundantemente en la
novela. Se explora a través de diversos artificios tipográficos: ausencia de puntuación,
disposiciones especiales de párrafos o líneas, uso de distintos tipos de letra, inserción de
grabados…
Se puede destacar a estos autores:
- Luis Martín Santos (Tiempo de silencio) que utiliza diversas técnicas narrativas:
monólogo interior, contrapunto, perspectivismo, desorden temporal, concepción mítica
de la realidad cotidiana, conversión del narrador en intérprete de la realidad, implicación
del autor en la obra (digresiones), riqueza de registros...
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- Juan Benet autor de Región y Volverás a Región.
5. Los años 70: la generación del 68
Tras unos cuantos años de frenesí renovador, la novela termina por volver a la
escritura tradicional simplificando las estructuras narrativas. Se recupera el argumento,
la trama y los personajes (historia cerrada y continua). Igualmente se vuelve al uso de la
primera y tercera personas narrativas y se recuperan los diálogos. Los autores
abandonan, en general, las intenciones ideológicas o políticas y reaparecen las
preocupaciones existenciales y la presencia de la intimidad. Se acude además a los
géneros narrativos tenidos por menores o de masas, como la novela negra, el folletín, el
relato de aventuras o la novela de ciencia-ficción.
Destacan en esta época los siguientes autores:
- en el experimentalismo: Luis Goytisolo, Esther Tusquets…
- en el neorrealismo: Juan José Millás, Javier Marías, Lourdes Ortiz, Álvaro Pombo,
Miguel Delibes, Juan Marsé, Torrente Ballester…
- en la novela histórica: Antonio Muñoz Molina, Eduardo Alonso, Manuel Vázquez
Montalbán…
- Eduardo Mendoza como precursor de nuevas tendencias…
Los narradores que empiezan a publicar a partir de los años 80 continúan el
camino abierto por los anteriores y cada uno de ellos sigue una trayectoria individual.
Salvo en algún caso, se alejan todavía más de las tentativas experimentales, volviendo a
la forma tradicional de narrar, es decir, al realismo. Surge una amalgama de tendencias
y géneros en torno a diversos temas, desde el intimista, autobiográfico y erótico, al
histórico, político, legendario y de aventuras.
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