Isabel Cabanellas. (1998). Las nuevas tecnologías en educación infantil. [Versión electrónica]. Revista Aula de Innovación Educativa 74 Las nuevas tecnologías en educación infantil Isabel Cabanellas La vida es un flujo que no acepta cortes rígidos, ni distancias, ni jerarquías. Es como un continuo borboteo que fluye dentro o fuera de uno. Los estímulos que recibe el niño son como los de un árbol frondoso, lozano, que no debemos cortar. (Loris Malaguzzi) Breves reflexiones sobre el tema He aceptado escribir estas reflexiones sobre tecnologías en educación infantil, porque siento una deuda con esta etapa de la infancia que tanto me ha enseñado. Por ello, deseo romper una lanza en favor de que estas primeras edades sean tenidas en cuenta en el juego educativo que pueden realizar con nuevas formas simbólicas, con otros tipos de imágenes, como son las que ofrecen las nuevas tecnologías. Como pertenezco al mundo de la imagen, me atrae situar el tema en la utilización de la imagen virtual como contrapunto a la imagen matérica de la que he hablado repetidas veces como una imagen sensorial, rica en vivencias, que ensucia, huele, se desliza, está húmeda o seca, más dura o más blanda y que con ella se pueden hacer brotar símbolos del yo profundo, del encuentro de los seres con las cosas. Con la posibilidad de descargar emociones, conocer lo real implicando todo el cuerpo, creando imágenes propias, auténticos retratos de las vicisitudes internas entre las pulsiones del yo y las del ambiente. Pero estas virtudes no deben cerrar el camino a nuevos lenguajes que poseen otras propiedades. Nunca he hablado de la sorpresa que tuve al ver a mi hija pequeña utilizando un programa de imágenes en el cual yo aún no me había decidido a entrar. Con el mando en su mano surgían formas, se cubrían de colores y texturas variadas, las borraba, las hacía crecer o empequeñecer a voluntad. Sus manos rápidas daban a la tecla adecuada, al símbolo icónico necesario, con sorpresa por mi parte. Para que esto se realizara, para que el aparato obedeciera a sus órdenes, parecía necesario que una niña, aunque pequeña, debía estar estableciendo relaciones utilizando sus "conceptos" de número, cantidad, medida (razones y proporciones para nosotros), situación. Todo ello, como un juego de intuiciones, de ensayo-error, de gozar con su poder sobre la máquina. Los niños presentan un comportamiento mucho más sensible que el de los adultos. Ellos no están condicionados para tener que desmontar hábitos culturales, tradiciones ya adquiridas; y está despiertos para crearlos. El mundo que para nosotros es diverso, para ellos es el suyo. Lo que para nosotros es tradición, para ellos es novedad. Lo que para nosotros significa tener que romper, para ellos supone construir. No podemos, por ello, tener marcos preestablecidos acerca del nivel o etapa evolutiva en los que incluir un determinado lenguaje tecnológico. Los niños, por lo general, encuentran en su actuación cuáles son los resortes para hacer funcionar un aparato. Juegan y aceptan la complejidad de lo que la realidad les ofrece, en cuanto que son conscientes de sus ignorancias. Saben que sus conocimientos son incompletos, que hay otros niveles de conocimiento en el sistema que utilizan, que el adulto tiene, y al cual solicitan la ayuda pertinente. Tengo en cuenta estas primeras reflexiones para situar unas preguntas acerca del tema de la utilización de lenguajes tecnológicos en educación infantil: ¿Aceptamos esta nueva forma de lenguajes? Ya nos hemos planteado la duda y es un paso importante hacia delante para que este mundo nacido lejos de la escuela entre en ella y empiece a romper moldes de un ámbito, en cuya complejidad vivimos y que transmitimos incompleto, como si nada hubiese cambiado o no pudiese suceder nada nuevo. Debemos buscar en nosotros mismos, en nuestra conducta, en nuestro lenguaje, cuantos gestos o acciones o cuantas palabras adoptamos de las nuevas tecnologías; hasta qué grado estamos inmersos en ellas, muchas veces sin darnos cuenta. Pero el mundo del ordenador, la informática, la imagen virtual, no han llegado, salvo muy pocas excepciones, a la educación infantil de nuestras escuelas. Es de lamentar que no se dé vía libre a unas formas culturales, por desconocimiento de las posibilidades infantiles de esos primeros años escolares, o por comodidad o por no disponer de los presupuestos adecuados. El sistema escolar, como todo sistema complejo, tiene múltiples raíces. Un sistema educativo, además, lleva implícitos fuertes anclajes, y los tiempos de nuestra cultura van más rápidos que las posibilidades de cambio que la complejidad del sistema, a veces, permite. Dónde situar el problema: ¿en las capacidades de los niños o en nuestros propios problemas? Creo que el problema es nuestro, de los adultos. No nos es fácil aceptar un mundo "artificial", "virtual", como es el que nos ofrecen las nuevas tecnologías. Sin embargo, lo vivimos casi inconscientemente, pensando que somos inmunes a él. Y creamos con nuestras inseguridades, y nuestros rechazos, una imagen de la infancia que no necesita aprender este tipo de lenguajes. El punto de partida tiene que ser investigar acerca de los niveles de aceptación que la infancia tiene de estos lenguajes; de su inmersión en ellos, en los ámbitos no escolares, y las posibilidades de su introducción en la escuela. Necesitamos documentaciones de experiencias reales en ámbitos escolares, porque sin investigaciones de este tipo no es fácil formular expectativas ni crear proyectos. Pero no es fácil formular expectativas, porque, de entrada, no estamos seguros de si estos lenguajes "artificiales" deben formar parte del juego didáctico con los más pequeños. No hemos roto aún con una situación que no la tenemos clara; vivimos en un mundo lleno de artificio y tecnología, en situaciones culturales, sociales, artísticas. Pero lo sentimos, a veces, como impuesto, con la vivencia de que no lo dominamos, e inconscientemente podemos transmitir esa sensación en nuestros proyectos didácticos. ¿Conocemos el alcance que pueden tener estos lenguajes en la educación infantil? Si aceptamos el reto que suponen para nosotros los nuevos lenguajes, debemos ponernos ya a conocer con claridad cuál es el grado de permeabilidad que hacia ellos tiene la infancia, qué tipos de juegos realizan con ellos. Son múltiples las estrategias y habilidades que puede extraer un niño de la multiplicidad de lenguajes que hoy le ofrece nuestra cultura. Parece que niños y niñas, en su gran permeabilidad, viven y aceptan las tecnologías como "cultura" propia en sus actuaciones: sus juguetes son un claro exponente. No dar esas posibilidades a nivel escolar es cortar posibles experiencias que, sin embargo, pertenecen a la vida cotidiana de la infancia en cualquier edad, a través de juegos muy sofisticados y de materiales de trabajo comunes en los ámbitos, incluso domésticos, de hoy día. ¿Vivimos los nuevos lenguajes desde la forma como ellos se construyen los significados? Un primer acercamiento a estos lenguajes tecnológicos nos los presenta como vías complementarias, como una inversión de valores con los lenguajes tradicionales. Con la tecnología, vamos del símbolo a la concreción y vivencia de la realidad; los conceptos nacen alejados de la experiencia concreta; parece que nacieran directamente de las máquinas y buscaran luego su constatación con las formas reales. En los lenguajes simbólicos, tratados directamente con la materia, con los objetos, éstos se convierten en intermediarios entre el ser y el lenguaje; de cada acción real brotan directos forma y significado, sin más intermediario que sus propias manos. La construcción va de la vivencia, de la experiencia interna, al símbolo pleno de emoción, de búsqueda e incluso de ansiedad hacia las cosas (Loris Malaguzzi). Pienso que si tomamos conciencia de que nuestras limitaciones y de las de los niños son distintas, pero complementarias, como son complementarios los distintos lenguajes, podríamos construir juntos formas de acercamiento a los nuevos lenguajes, y dar así a los niños un medio más con el cual puedan actuar y profundizar en sus propios procesos de autoconstrucción del conocimiento. Es necesario salir fuera de nosotros mismos, porque, si no, la escuela corre el riesgo de quedarse aislada, inoperante, de ser incapaz para ser interlocutora con unos hechos que la vida del entorno ofrece y practica. ¿Cómo se va a realizar la puesta en práctica de estos lenguajes en el día a día escolar? Esta última pregunta es más bien una gran preocupación, porque, la inclusión de estos nuevos lenguajes, ¿va a ser utilizada para que crezca el árbol de la infancia sin cortes que separen sus ramas?; ¿van a potenciarse para que el niño pueda entrar en el subsuelo de su mente, desarrollar sus estrategias, entregarse a las cosas, dar de ellas su propia versión, comunicarse con ellas, fundirse en ellas con sus deseos de conocer? O, por el contrario, se van a establecer abismos entre los lenguajes, abismos entre el autoaprendizaje infantil y la enseñanza escolar; entre el lugar de la técnica y el lugar propio de los objetos; entre la riqueza de las posibilidades infantiles y las limitaciones de unas programaciones. Ésta es mi preocupación: si la orientación didáctica no es adecuada, corremos el riesgo de que estos lenguajes informáticos lleven con más facilidad al niño y la niña a una actitud de sumisión pasiva a la máquina, al signo, a un perfeccionismo puramente formal (es más bueno el más limpito, el que rellena mejor, el que acepta sumiso, el que no plantea retos). Y esto es terrible porque los signos nunca deben convertirse en una carga que impida a los niños encontrar sus sentidos, su propia simbología. Espero que mis preguntas tengan respuestas afirmativas, porque, de lo contrario, los conocimientos que adquieran pueden ser como una pegatina mal fijada sobre la que se pretende crear las bases de futuras construcciones; podría servir para ahondar aún más el abismo entre lo que ofrecemos a la infancia y lo que ofrece la vida. Hemos hablado de Educación Enseñanza infantil Nuevas tecnologías Pedagogía Nuevos lenguajes Bibliografía BRADLEY, S. (1992): Concepciones de la infancia. Madrid. 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