Nulidad del divorcio...Revista Internauta de Pràctica Jurídica Núm. 1 (enero-abril, 1999) Nulidad del divorcio de matrimonio previamente declarado nulo por la del un eficacia civil La obtengan las cónyuge que por jurisdicción canónica. (STC 6/1997, de 13 de enero). Jaime Bonet Navarro Doctor en Derecho. Universitat de Valencia Del art. VI.2.º del Acuerdo sobre asuntos jurídicos firmado entre el Estado español y la Santa Sede el 3 de enero de 1979, y el art. 80 Código Civil, se desprende que la declaración de nulidad dictada por Tribunal canónico, si se ajusta al Derecho del Estado, goza de civil. Es necesario un control o ajuste previo realizado por el Juez competente, conforme a las condiciones del articulo 954 de la LEC. Disposición Adicional 2ª de la Ley 30/1981, de 7 de julio, concreta el procedimiento a seguir para que las resoluciones eclesiásticas eficacia civil: tras la presentación de la demanda por cualquiera de partes, el Juez dará audiencia por el plazo de nueve días al otro y al Ministerio Fiscal. Si no se formula oposición, y el Juez aprecia la resolución es autentica y ajustada al derecho del Estado, acordara auto la eficacia en el orden civil de la resolución eclesiástica, procediendo a su ejecución con arreglo a las disposiciones del Código civil sobre las causas de nulidad y disolución. Por tanto, las sentencias dictadas por los Tribunales canónicos no son automáticamente ejecutables en el ámbito civil, como ocurría durante el periodo de vigilancia del Concordato de 1953. La ejecución de las sentencias canónicas requiere una declaración de ajuste o proceso de homologación, que no se debe confundir con el proceso para la ejecución forzosa de los efectos colaterales de las sentencias canónicas, pues las sentencias canónicas poseen efecto un constitutivo y de ellas se derivan amparo otros efectos, como los económico-patrimoniales. El Tribunal Constitucional ha resuelto numerosos recursos de motivados en la denegación de eficacia civil de resoluciones canónicas, estimatorias de los recursos por considerar vulnerado el art. 24.1.º CE, aunque también se invocara la vulneración de otros preceptos constitucionales. En las sentencias recurridas, la denegación de eficacia civil de las resoluciones canónicas no deriva de que el Tribunal civil las considere no ajustadas al Derecho del Estado, sino de la errónea aplicación de la Disposición Adicional 2ª de la Ley 30/1981, de 7 de julio, en lugar de la Disposición Transitoria 2ª del Acuerdo sobre asuntos jurídicos, por tratarse de procesos canónicos iniciados antes de la firma del mismo. Según la Disposición Transitoria 2ª del Acuerdo, las causas pendientes ante los tribunales Eclesiásticos al entrar en vigor el mismo, seguirán tramitándose ante ellos y las sentencias tendrán efectos civiles, a tenor de lo dispuesto en el articulo XXIV del Concordato de 1953, donde se afirmaba que las sentencias, cuando fueran firmes y ejecutivas, se comunicarían por el Tribunal eclesiástico al Tribunal civil competente, para que decretara su ejecución en cuanto a efectos civiles y ordenara su anotación en el Registro del Estado Civil al margen del acta de matrimonio. Reiterada jurisprudencia constitucional expresa que aunque la determinación de la normativa aplicable y su interpretación corresponden a la jurisdicción ordinaria, por tratarse de cuestiones de mera legalidad, estas devienen materia constitucional si de su resolución se deriva la vulneración de un derecho fundamental (como el del art. 24.1.º CE). La sentencia 6/1997, de 13 de enero de 1997, sigue la línea trazada por el Tribunal Constitucional en anteriores pronunciamientos para los casos en que se obvio la aplicación de la mencionada Disposición Transitoria del la Acuerdo y se considera vulnerado el art. 24.1.º CE. En ese sentido, sentencia no es innovadora; pero merece atención porque el contenido del recurso se refiere al sorprendente hecho de que la jurisdicción civil declare el divorcio de un matrimonio inexistente por haber sido declarado nulo por la jurisdicción canónica. Esta sentencia se dicto en el recurso de amparo presentado contra una sentencia de la Audiencia Provincial de Santander dictada en apelación frente a otra de un Juzgado de Primera Instancia en autos de divorcio. En la misma, el Tribunal Constitucional considera vulnerado el derecho a la ejecución de las resoluciones firmes, integrado en el de la tutela judicial efectiva del art. 24.1.º CE, otorgando parcialmente el amparo solicitado, al declarar la nulidad de las sentencias civiles recurridas solo en cuanto que declaran la disolución del matrimonio por divorcio. Pero mantiene el valor de las declaraciones de carácter económico de dichos Tribunales inferiores. Ello implica que la jurisdicción civil no puede divorciar un matrimonio declarado nulo por la jurisdicción canónica, pero si puede pronunciarse sobre cuestiones económicas derivadas de la declaración de nulidad del vinculo matrimonial. Que los Tribunales civiles no pueden dictar y confirmar la sentencia de divorcio de un matrimonio sabiendo que previamente fue declarado nulo por sentencia firme emanada de un órgano jurisdiccional canónico competente, pues ello supone desconocer que cuando se declara la nulidad canónica de un matrimonio esta constatando que nunca existió, que no se origino el vinculo matrimonial. Muy diferente seria el supuesto de la disolución por divorcio de un matrimonio canónico, posibilidad admitida en nuestro régimen matrimonial desde la modificación del Código civil por la Ley 30/1981, de 7 de julio, que implanta un sistema matrimonial divorcista absoluto. Para saber como se llego a tal situación es necesario conocer los antecedentes reseñados en la STC 6/1997. La demanda canónica de nulidad fue interpuesta en 1977 por el esposo (también demandante en el recurso de amparo) ante un Tribunal Eclesiástico que dicto sentencia de nulidad en 1983, confirmada por sentencia del Tribunal Eclesiástico Metropolitano correspondiente en 1985. Cumpliendo la normativa aplicable según la Disposición Transitoria 2ª del Acuerdo sobre asuntos jurídicos (la del art. XXIV del Concordato de 1953), se insto la ejecución civil de la sentencia canónica, y se inscribió una nota marginal en el Registro Civil donde se hacia constar dicha nulidad. Por tanto, habiéndose cumplido la legislación aplicable, debió reconocerse la eficacia civil de la sentencia de nulidad del matrimonio canónico. Sin embargo, varios Tribunales civiles, desconociendo la existencia de la Disposición Transitoria 2ª del Acuerdo, concluyen que no se había producido la homologación de dicha sentencia de nulidad canónica, requerida por el art. 80 del Código civil. De ese modo se pudo producir que un Tribunal civil divorciara un matrimonio previamente declarado nulo por un Tribunal eclesiástico. El inicio del recorrido procesal previo al amparo constitucional en vía civil no es una petición expresa de eficacia civil de la sentencia canónica de nulidad, como seria lo normal si para el caso se debiera aplicar la Disposición Adicional 2ª de la Ley 30/1981. No existió tal petición por ser improcedente en ese caso, en el que por motivo de transitoriedad legislativa, aplicando la Disposición Transitoria 2ª del Acuerdo Jurídico y cumpliendo lo dispuesto en el art. XXIV del Concordato de 1953, la sentencia canónica de nulidad matrimonial ya gozaba de eficacia civil. Por ello, la esposa solicito la indemnización prevista en el art. 98 del Código civil, cuestión sobre la que el Tribunal Constitucional no podía entrar por ser de legalidad ordinaria. Dicha indemnización, habiendo sido inicialmente admitida, se desestimo definitivamente por el Tribunal Supremo en 1992, revocando la sentencia apelada que si la admitía, por entender que no se había realizado la homologación civil de la sentencia de nulidad canónica requerida por el art. 80 del Código civil, a pesar de sobre 1953, en junto que el proceso de nulidad se inicio antes de la firma del Acuerdo Asuntos Jurídicos. Así pues, el Tribunal Supremo fue el primero en desconocer la aplicación al caso del art. XXIV del Concordato de virtud de la Disposición Transitoria 2ª de Acuerdo, aplicando, erróneamente, la Disposición Adicional Segunda de la Ley 30/1981. El razonamiento del Tribunal Supremo al denegar la indemnización, con el interés práctico de obtenerla (por encima de consideraciones jurídicas teóricas sobre la errónea interpretación del Tribunal Supremo de la normativa aplicable sobre eficacia civil de resoluciones canónicas) indujeron al abogado de la esposa a plantear demanda de divorcio. Curiosamente, tal demanda fue estimada en el Juzgado de Primera Instancia, y tras ser recurrida, se confirmo por la Audiencia Provincial. Ambas sentencias de divorcio reproducen la argumentación del Tribunal Supremo en la demanda de indemnización compensatoria. Ambas entienden que ninguna de las partes había instado la homologación de acuerdo con el art. 80 del Código civil, y, por consiguiente, consideran que no bastaba la anotación de la sentencia canónica de nulidad en el Registro civil, conforme al régimen anterior a la Ley 30/1981. La consecuencia de considerar no homologada la sentencia de nulidad canónica es que el matrimonio canónico sigue siendo civilmente subsistente, y que cabe el divorcio. En vista del divorcio de un matrimonio previamente declarado nulo por la jurisdicción canónica, el esposo presento demanda de amparo ante el Tribunal Constitucional por diversos motivos, aunque el fallo solo atiende a la vulneración del art. 24.1.º, sobre el derecho a la tutela judicial efectiva, puesto que, en el caso que nos ocupa, cuando los órganos jurisdiccionales civiles consideran no homologada la resolución canónica no están teniendo en cuenta el principio de cosa juzgada, del que también gozan las resoluciones firmes de nulidad emanadas de los Tribunales canónicos. También consideraba vulnerado el art. 9 CE, en cuanto al principio de aplicado, del la seguridad jurídica, puesto que la legislación que debía haberse es la anterior a la reforma del Código Civil de 1981: el art. XXIV del Concordato de 1953, por aplicación de la Disposición Transitoria 2ª Acuerdo sobre Asuntos Jurídicos, y no la Disposición Adicional 2ª de Ley 30/1981. Sin embargo, este articulo de la Constitución no es susceptible de invocación en el recurso de amparo, según se desprende de los arts. 53.2.º CE y 41.1.º de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional (LOTC). Además, aduce que las resoluciones de divorcio habían sido dictadas por tribunales incompetentes según el derecho aplicable en el momento relevante (aquel en que se inicio el proceso canónico), y que ello supondría la vulneración del derecho al Juez ordinario y legalmente predeterminado del art. 24.2.º CE. En este razonamiento subyace la idea de que si se debió aplicar el art. XXIV del Concordato de 1953 en cuanto al procedimiento para la obtención de eficacia civil de la sentencia canónica de nulidad, también debería aplicarse al caso lo dispuesto en ese mismo articulo del antiguo Concordato (pero en su párrafo 1º) en cuanto al reconocimiento, por parte del Estado, de la "competencia exclusiva de los Tribunales y Dicasterios eclesiásticos en las causas referentes a la nulidad del matrimonio canónico". Sin embargo, esta norma contradecía el principio de exclusividad jurisdiccional contemplado en el art. 117.3.º CE. Pero esta argumentación no es admitida por el Tribunal Constitucional, pues el proceso de divorcio fue conocido por los órganos judiciales competentes, ya que el derecho al Juez legalmente predeterminado garantiza que el órgano judicial que conozca del proceso haya sido previamente creado por la Ley, estando investido de jurisdicción y competencia antes del hecho que motive su actuación, lo cual se cumple en este caso porque los Tribunales civiles que conocieron del divorcio eran los juzgadores ordinarios y predeterminados del pleito de divorcio, siendo irrelevantes las consideraciones sobre la procedencia del pleito de divorcio en el caso concreto por aplicación del derecho transitorio de carácter sustantivo. Lo único que ocurrió es que, al admitir la demanda de divorcio, los tribunales civiles han decidido que son competentes por una interpretación errónea de la legislación transitoria aplicable. La estimación parcial del recurso se basa en la distinción de dos efectos de las sentencias canónicas: a) En cuanto al efecto constitutivo de dichas sentencias en el ámbito civil, las sentencias civiles recurridas conculcan el derecho a la ejecución de las sentencias firmes, debiendo ser declaradas nulas en tanto declaran la disolución por divorcio, por no aplicar correctamente el régimen transitorio sobre el procedimiento de adquisición de efectos civiles de las sentencias canónicas de nulidad matrimonial. Las resoluciones civiles objeto de recurso, lejos de dar ejecución a la resolución canónica de nulidad, la contradicen, vulnerando su plena efectividad, por declarar la disolución por divorcio de un matrimonio previamente declarado nulo por la jurisdicción canónica. En este caso debió aplicarse el proceso de reconocimiento de efectos civiles del art. XXIV del Concordato de 1953. b) En cuanto a los demás efectos derivados de la declaración de nulidad (los efectos económicos de la misma), el Tribunal Constitucional entiende que no merecen reproche pues los pronunciamientos de condena de cantidad recogidos en las resoluciones recurridas no en contradicen la resolución canónica, pues esta no fue seguida de efectos de naturaleza económico-patrimonial, por lo que no cabria entender que se produce merma de su efectividad. Como puede apreciarse, todavía el Tribunal Constitucional se ocupa de anular sentencias que no aplican correctamente el régimen transitorio para las sentencias canónicas pronunciadas en procesos de nulidad iniciados antes la firma del Acuerdo Jurídico. Aunque esta situación decrecerá con el transcurso del tiempo, los Tribunales civiles deberían, no obstante, comprobar el momento de iniciación del proceso matrimonial canónico, para determinar si para la consecución de efectos civiles se le debe aplicar la Disposición Transitoria Segunda del Acuerdo o la Disposición Adicional Segunda de la ley 30/1981, evitando situaciones absurdas derivadas de la aplicación incorrecta de las normas de derecho transitorio. Afortunadamente, tal incorrección no afecta al Tribunal Constitucional.