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1er. CONGRESO LATINOAMERICANO DE HISTORIA ECONOMICA
4as. JORNADAS URUGUAYAS DE HISTORIA ECONOMICA
Simposio Nº 21: Mercados agrarios y territorio en espacios de frontera de América Latina
(1700 – 1870) y de Europa (1600 – 1870)
La venta de solares en los pueblos en Buenos Aires colonial. Los curas párrocos en los
procesos de apropiación y transferencia de los terrenos.
Mariana Canedo
CONICET-UNMdP-GIHRR [email protected]
1. Introducción
Aunque se encuentran algunos lugares o parroquias los habitantes no están reunidos en un solo
paraje, como en España, sino que viven muy dispersos por los campos, en casas aisladas y muy
distantes, de suerte que al lado de la iglesia no reside más que el cura, algún herrador, algún
almacenero y pulpero. Y aun cuando algunos feligreses construyan una casa en el lugar, no les sirve
sino para los días en que van a misa o a alguna fiesta en la iglesia. 1 (AZARA, F. de, 1896)
La lectura de perspectivas diferentes sobre aspectos de una sociedad, en este caso
con experiencias sociales y concepciones culturales distintas, constituye un contralor
necesario para no naturalizar los modelos explicativos que por tan arraigados constituyen
verdaderas tradiciones culturales.2 “Nunca se ha dudado que la Iglesia y las órdenes
religiosas se convirtieron en grandes terratenientes en el curso de la era colonial”, planteaba
Magnus Morner en el clásico y todavía estimulador estado de la cuestión elaborado en la
década de 1970, agregando a continuación las ausencias y limitaciones de conocimientos
que sobre el tema se tenía.
En otro orden, la Iglesia católica forma parte de un modelo explicativo sobre el
origen de los pueblos en Buenos Aires antes de la llegada del ferrocarril que también
conforma, a nuestro entender, una tradición cultural arraigada. Nuestra intención en el
presente trabajo, y como parte de otro mayor, es centrarnos en este supuesto vinculo causal
entre Iglesia católica y fundación de pueblos. Para ello, en primer lugar buscaremos
comprender su construcción historiográfica. Luego, nos detendremos a analizar los
procesos involucrados en esa relación de manera más compleja, centrándonos en un aspecto
poco considerado hasta el momento, los casos de curas párrocos e instituciones
eclesiásticas convertidas en propietarias de terrenos en los pueblos en formación.
Entre los interrogantes sobre los que buscamos avanzar se encuentran: ¿Presentan
estos procesos las mismas características que los procesos de compra y venta de tierra en el
resto de la campaña de Buenos Aires (ritmo de venta, temporalidad, precio, características
de los compradores? ¿Qué motivaciones pudieron haber generado las donaciones que
permitieron a estas instituciones de la Iglesia Católica convertirse en propietaria de estos
terrenos? ¿Qué derechos de propiedad adquieren estas instituciones y cuáles se encuentran
en tensiones con otros protagonistas del proceso? El marco temporal de los casos que
abordaremos corresponde a la formación de los pueblos generados durante la primera mitad
del siglo XVIII.3
2. La Iglesia católica y la fundación de pueblos como parte de un modelo
historiográfico
El papel de la Iglesia Católica como aglutinadora de población en la campaña ha
sido vinculado a la fundación de pueblos durante el periodo colonial. Junto con el papel del
Estado colonial (en su doble función defensiva y organizativa del territorio) y la motivación
específica de “terratenientes” que incentivaron la formación de un pueblo donando una
porción de tierra o colaborando en el desarrollo del mismo, constituyen aspectos de un
modelo explicativo muy arraigado sobre el “origen de los pueblos”.
Una explicación posible sobre la persistencia de este modelo se vincula con el
proceso de institucionalización de la Historia como disciplina en la Argentina durante las
primeras décadas del siglo XX. Varios investigadores han puesto de manifiesto que en estas
décadas se consolida el papel de estos historiadores como legitimadores de una identidad
nacional en construcción, a través del establecimiento de organismos específicos, series de
publicaciones y la organización de congresos que contaron con el respaldo económico
proveniente de fondos estatales. (DEVOTO, 1993; PAGANO y GALANTE, 1993;
BUCHBINDER, 1996; CANEDO, 2006)
También en diferentes capitales de provincias se impulsó un proceso de creación de
Juntas Provinciales de Historia, la realización de encuentros y congresos, y el impulso a
algunas publicaciones.
Si bien hay coincidencia en que se modificaron de manera sustancial las
condiciones para la práctica del historiador y aumentó la legitimación de su práctica, desde
la perspectiva de la concepción y producción historiográfica predominan las continuidades.
La historia de los pueblos de Buenos Aires asimilada a la práctica historiográfica de
la historia local se consolidó a través de los esfuerzos puestos de manifiesto en las
publicaciones realizadas por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires.
Específicamente, los volúmenes dirigidos por Ricardo Levene sobre Historia de la
Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, publicados en la década de 1940,
donde A. Salvadores, Roberto Marfany, Enrique Barba, Juan P. de Lázaro y Guillermina
Sors de Tricerri presentaron una “síntesis sobre la historia de la provincia de Buenos Aires
(desde los orígenes hasta 1910)” a través de los partidos en que la provincia de Buenos
Aires se encontraba dividida en el momento de la publicación.
El proceso de renovación que se generó a partir del regreso a la democracia en los
años 80 en Argentina no jerarquizó entre sus preocupaciones académicas a los análisis
vinculados a la práctica historiográfica vinculada con lo local. Distinto fue el desarrollo de
la denominada historia regional, en tensión entre las historias de las provincias y la historia
nacional, donde sí se generaron mayores transformaciones. (BANDIERI, 2001; CAMPI,
2001) Parte de este proceso resulta ser, la continuidad del modelo sobre el origen de los
pueblos en Buenos Aires que refleja prácticamente sin alteraciones las mismas
explicaciones planteadas en la compilación de Levene.
La explicación vinculada al papel de la Iglesia católica y su influencia en la
fundación de los pueblos presenta características en su proceso de construcción que nos
parece necesario considerar. Un aspecto heurístico a recuperar se refiere a la obtención de
información lograda por el grupo de investigadores que en la década de 1940 colaboraron
en la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos. El propio
Levene escribe en la introducción a la obra:
En cuanto a los orígenes de las Iglesias en cada Pueblo y Partidos han sido considerados en muchos
casos con el estimable concurso de los curas párrocos locales, a quienes se solicitó su colaboración
oportunamente, teniendo en cuenta que les era posible recoger la información pertinente de los
Archivos parroquiales a su cargo (LEVENE, 1940, Introducción)
Es indudable la importancia de la colaboración recibida de los curas párrocos, y este
proceder puede enmarcarse en una etapa de la historia de la iglesia (católica) protagonizada
por los hombres de la iglesia que además llevaron adelante la escritura de la propia historia.
Sin embargo, los limites en este proceder vinculados con los sesgos y los objetivos
propuestos resultan evidentes hoy en día.
Otro aspecto que queremos considerar se encuentra relacionado con el contexto
político en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX y en la etapa de elaboración
de la obra compilada por Levene. Di Stefano y Zanatta (2000, p. 397 y 403) se han referido
a la “alianza objetiva de la Iglesia con el statu quo liberal conservador”. Vamos a
detenernos en uno de los fenómenos emergentes dentro del cambio de ideas y cultural que
vivió el mundo católico en general, y a la actitud específica asumida por la Iglesia respecto
del orden político en las tres primeras décadas del siglo en la Argentina. Se ha denominado
“largo viaje del catolicísimo hacia el centro de la nacionalidad” a un fenómeno de
naturaleza cultural, consistente en la creciente aceptación por parte de un número cada vez
mayor de hombres de la política, de intelectuales o de simples ciudadanos, de la idea de que
la religión católica representaba el núcleo de la “nacionalidad” argentina.4
Este “viaje del catolicismo hacia el centro del ´mito nacional´ tuvo una progresiva
transformación en el ámbito de la construcción simbólica religiosa y generó una “batalla
católica por la conquista del imaginario patriótico” que incluyó hasta la conquista de la
fechas patrias. La construcción de la Argentina como nación católica tuvo, claro, un
carácter excluyente hacia otras alternativas. Es este el marco en el que se elaboraron las
explicaciones sobre el papel de la Iglesia católica en la fundación de los pueblos en Buenos
Aires.
3. El establecimiento de curatos y de sedes de parroquia en la campaña de Buenos
Aires
Las narraciones sobre el origen de los pueblos que se fueron conformando en la primera
década del siglo XVIII, suelen hacer referencia a 1730 como fecha que genera un episodio
sobre la cual edificarse5. Tal es así, que es seleccionada para el caso del pueblo de San
Antonio Areco como la fecha de su fundación. Específicamente, se plantea en la Historia
de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos:
“En esta vasta posesión, José Ruiz de Arellano procedió a fundar el pueblo de San Antonio de Areco,
cuya historia se inicia con la capilla que él mismo levantara en su estancia bajo la advocación de San
Antonio de Padua.” (LAZARO, 1940, pp. 603-604)
La fecha de fundación elegida es justificada de la siguiente manera:
“El 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires Sede Vacante proveyó un auto por el
que erigió varios curatos en la campaña bonaerense […] Una de las nuevas parroquias fue la de Areco,
[…] y por capilla interina la capilla de San Antonio.
La importancia que ésta adquirió con su nueva jerarquía, debe haber influido para que sus propietarios
concibiesen la idea de fundar un pueblo junto a la misma, en los terrenos de su pertenencia. Surgía así el
pueblo de San Antonio de Areco al darse realización a tal proyecto. (LAZARO, 1940, p. 604) (el
resaltado es nuestro, MC)
Cabe, a modo de ejemplo de lo que venimos planteando, señalar la persistencia del
relato historiográfico es evidente en el siguiente párrafo extraído de Argentina, Pueblo a
Pueblo, editada por el multimedia Clarín como primera edición en el año 2006:
“En 1726, José Ruiz de Arellano fundó una capilla dedicada a San Antonio en tierras que había recibido
por sus servicios a la Corona española. Sin embargo, la fecha de fundación del pueblo de San Antonio de
Areco se fijó el 23 de octubre de 1730. Ese día el Cabildo Eclesiástico creó las seis primeras parroquias:
(…)” (CLARIN, 2006, p. 701)
La disposición de establecer los curatos rurales en la jurisdicción de Buenos Aires fue
dispuesta por el Deán y el Cabildo Eclesiástico el 23 de octubre de 1730, y aprobada por
una Real Cédula del 19 de diciembre de 1731. Sin embargo, ya en 1637 el Obispo del
Paraguay, Mtro. Don Christoval de Aresti había informado sobre la creación de “tres
doctrinas y curatos en las chacras y estancias de esta Ciudad de la Trynidad y Puerto de
Buenos Ayres; la una, en los pagos de La Magdalena y Matanza con una iglesia en cada
pago; otra en el Monte Grande y parte de las Conchas con otras dos iglesias; y la última en
lo restante de las Conchas de la otra banda del Río y en el Río de Luxan y sus anejos”. Los
informes posteriores ubican solamente la presencia de los curatos indígenas de Baradero y
Quilmes.
En 1730 se promueve el establecimiento de seis curatos y las sedes parroquiales se
designaron sobre cuatro capillas que ya estarían construidas, Santa Cruz de los Quilmes,
Santiago de Baradero, San Antonio de Areco, y en el oratorio o capilla de don Francisco de
Merlo, con carácter interino.
Al considerar a los oratorios rurales como impulsores del surgimiento de los pueblos,
Carlos Birocco deja entrever limitaciones de esta relación. Destacamos el vínculo no
necesariamente causal (a partir de una mucho más extendida presencia de oratorios que de
pueblos), ni relaciones de inmediatez o continuidad precisas entre ambos procesos (entre
los ejemplos se encuentran los casos de Luján –cuyos orígenes aparecen todavía “oscuros”)
y Pilar -oratorio en 1729 y en 1789 pocas casas). (BIROCCO, 2003, pp.33-41)
Resulta interesante señalar que aun en los casos en donde se evidencia algún tipo de
vínculo entre oratorios privados y la formación de pueblos, éstos no son lineales. El caso de
San Nicolás de los Arroyos resulta un ejemplo en este sentido.
3.1 Tensiones por los derechos sobre la sede parroquial en los Arroyos
Según la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos,
compilada por Levene, la fundación del pueblo se sintetizaría de la siguiente forma:
En esta fracción [la tierra heredada por Paula Ugarte, MC] Rafael de Aguiar fundaría el pueblo de
San Nicolás de los Arroyos, en torno a una capilla que construyó con la advocación de San Nicolás de
Bari. La concentración de vecinos junto a la misma fue favorecida por la categoría de viceparroquial y
parroquial con que fue investida sucesivamente […]
Repitiendo un caso común en la historia de los pueblos bonaerense, Aguiar no se limitó a erigir la
capilla, sino que, como dijimos, emprendió la fundación de un pueblo junto a la misma. ” (LEVENE,
1940, tomo I, p. 629)
Vamos a detenernos en este caso para considerar las actuaciones en torno a la
conformación de una viceparroquia en la zona y su vinculación con la donación del terreno.
El Maestre de Campo Don Francisco Miguel Ugarte y su esposa Doña Casilda Cepeda
compraron en 1720 la propiedad conocida como “Los Tres Arroyos” que había sido
otorgada por merced real a Antonio Fernández Montiel a principios del siglo XVII.
(CANEDO, 1993) Ubicada en el extremo norte de la jurisdicción de Buenos Aires y sur de
Santa Fe, era una de las dos grandes propiedades de la zona nordeste de la jurisdicción de
Buenos Aires. Francisco Ugarte y su esposa comenzaron a fragmentar “Los Tres Arroyos”
a través de algunas ventas y por el otorgamiento de dos leguas de tierra como dote a tres
hijas. Al casarse Paula, Bernarda y Petrona Ugarte sus padres otorgaron en dote terrenos de
2 leguas de frente a distintos cursos de agua y fondo sin definir (generalmente de 1 legua y
media).
De este proceso nos interesa, en esta oportunidad, detenernos en Paula de Ugarte y su
esposo Francisco de Aguiar, quienes recibieron dos leguas frente al río Paraná en 1739. 6 En
1744 son registrados en el padrón realizado en la zona viviendo de manera contigua a los
Ugarte sobre la costa del río Paraná entre los arroyos de Ramallo y del Medio. Se lo ubica a
Aguiar con el “ejercicio” de “cuidar y gobernar sus haciendas”, siendo considerado
“persona hacendada”, y a Ugarte “muy hacendada”, siendo los únicos casos en donde se
aplica esa denominación.7
Ya en 1734 un grupo de vecinos de la zona habían solicitado al Obispo de Buenos Aires
que se instalara una capilla en las costas del Paraná, ya que la Parroquia de Rosario les
quedaba distante. No se hizo lugar al pedido, por considerarse que a estos pobladores les
correspondía una capilla de los Padres Mercedarios, instalada en el Arroyo Pavón más
cercano que Rosario. El cura Ambrosio Alzugaray, titular de la parroquia de Rosario entre
1731 y 1744, ha sido considerado como el principal opositor al pedido y quien contestó la
vista de la petición. (ESEVERRI, 2001, p.115)8
En 1744, Francisco Miguel de Ugarte rehabilitó un oratorio, en el sitio donde
antiguamente habría funcionado el de los Arias Montiel, cerca de la desembocadura del
Arroyo del Medio. Rafael Aguiar solicitó ese año permiso ante el Obispado de Buenos
Aires para celebrar misa “en una capilla del señor San Nicolás, que estoy fabricando a costa
y mención”. El Obispo de Buenos Aires hizo lugar al pedido de Aguiar, permitiendo que se
realizasen los oficios religiosos en el Oratorio de Ugarte hasta que estuviese construido el
de Aguiar.9 Un malón de “payaguas” habría destruido el establecimiento de Ugarte y el
oratorio. (ESEVERRI, 2001, p.115)
En 1744, el Dr. Francisco Antonio Cossio y Therán reemplaza a Alzugaray que ha
fallecido ese año, primero en forma provisoria, para luego obtener el cargo mediante
concurso canónico. Al año siguiente, el Cabildo Eclesiástico ordenó, en respuesta a
gestiones realizadas por Cossio y Therán, que se estableciera una vice-parroquia en el
curato. Aguiar donó “cien varas en cuadro” para la construcción de una capilla que pudiese
ser sede, debiendo destinarse el excedente al cementerio. Sin embargo, ésta –de seis varas
por veintiséis de fondo- no pudo ser terminada por la situación financiera de Aguiar quien
debió trasladarse a Buenos Aires.
El Comisionado Bernardino del Pozo, propietario de un importante terreno en la zona,
ofreció entonces el oratorio de su estancia que se encontraba en la desembocadura del
Arroyo Ramallo, bajo la advocación de San Vicente Ferrer.10 El 13 de julio de 1748 se
designó la vice-parroquia, desprendida de la Capilla de Rosario. En enero de 1749 Cossio y
Therán instaló la sede de vice-parroquia en San Vicente Ferrer abarcando del arroyo Pavón
hasta la Cañada de Las Hermanas, tal como figura en el Libro I de Bautismo de San
Nicolás.
Francisco Aguiar, quien había realizado la donación del terreno abril de 1748, inició
juicio al Padre Cossio y Therán considerando que sus derechos habían sido lesionados. El
proceso fue largo, concluyendo en 1751 con el acuerdo de que ambas capillas serían sedes
de la vice-parroquia, residiendo el Teniente Cura seis meses en cada una.
Bernardino del Pozo murió en 1753 y su yerno solicitó al Obispo se le reconociera el
derecho de Patronato sobre la Capilla.11 En 1754, se le respondió que previo al tratamiento
de lo pedido debe transferir el dominio de todos los bienes muebles y del inmueble donde
se asienta la capilla. Ante la negativa de González, el Obispo de Buenos Aires –Cayetano
de Marcellano y Agramont- decretó al “definitiva instalación de la vice-parroquia en la
Capilla de San Nicolás, debiendo cesar la de San Vicente Ferrer en tal carácter, no bien
estuviese terminada la primera”. (ESEVERRI, 2001, p.117) La capilla se logró finalizar en 1755
con inversión del Cura de la Parroquia de San Nicolás Miguel de Escudero.
La casa hecha por Rafael Aguiar en 1744 en lo alto de la barranca (una sala y una
habitación con techos de teja y tres piezas de adobe) queda como residencia del clero.
Aguiar la cede al Padre Cossio y Therán en pago de una deuda, y Cossio Therán se la cede
a Escudero.
El 28 de septiembre de 1780 la vice-parroquia obtiene el carácter de parroquia
independiente. En 1784, se nombró un Alcalde de la Santa Hermandad como autoridad
civil del partido. La población de los Arroyos había pasado de más de 700 personas en
1744 a más de 2500 según el padrón de 1778 donde, casi como excepción en el contexto de
las otras zonas de la campaña, aparecen identificados vecinos registrados en la “Capilla de
San Nicolás” en clara alusión al pueblo.
Mediante la descripción pormenorizada de este caso, se pone en evidencia que los
vínculos entre la donación del terreno y el establecimiento de una sede de viceparroquia y
parroquia, no fueron tan armoniosos ni directos como la reproducción del simple dato suele
ocultar.
Además, surgen algunos reclamos sobre derechos que queremos resaltar. Francisco
Aguiar considerando que sus derechos habían sido lesionados inició juicio al Padre Cossio
y Therán cuando éste instaló la sede de vice-parroquia en San Vicente Ferrer (propiedad de
Bernardino del Poso). Ante la solicitud del yerno de Bernardino del Poso de
reconocimiento del derecho de patronato, sobre la capilla de San Vicente Ferrer, tras haber
muerto del Poso, la Iglesia le solicita la transferencia del dominio de todos los bienes
muebles y del inmueble donde se asienta la capilla. Ante la negativa, el Obispo de Buenos
Aires decretó la definitiva instalación de la vice-parroquia en la Capilla de San Nicolás. La
cesión de la casa de Rafael Aguiar para residencia del clero se realiza en forma personal -en
pago de una deuda- a Padre Cossio Therán, y de la misma forma éste se la cede al padre
Escudero.
3.2 Acuerdos por deslinde de derechos por la capilla de Merlo como sede de parroquia
Estas situaciones conflictivas no parecieran haber sido tan excepcionales. El acuerdo
firmado por Francisco Merlo ante la solicitud de que su capilla se constituyese en sede
parroquial nos permite comprender como se evita el conflicto.
Francisco Merlo realiza un préstamo por cuatro años de la Capilla o Iglesia de Nuestra
Señora del Camino, construida para uso particular hacia 1727, para que funcionara como
parroquia interina en el curato de Matanza y parte de las Conchas. El préstamo sería por
cuatro años, hasta que se construyera otra que, según se enuncia en el decreto, “está
mandada en su creación fabricar por sus vecinos y feligreses de dicho curato”. Lo habría
solicitado el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala (RODRIGUEZ ARAUZ, s/f, p.16)
La capilla de Merlo fue reconocida en la época, y aparece en varios documentos; en el
decreto de 1730, es citada por Concolorcorvo para ubicar el camino de Buenos Aires a
Lujan12 (CONCOLOCORVO, p.56) y fue mencionada en la presentación que realizo el
propio Merlo al Cabildo de Buenos Aires para fundamentar su interés en fundar un pueblo
de españoles,
“una iglesia que servia de parroquia desde hacia siete años” la que estaba rodeada de algunas
viviendas y de un monte con árboles “Que dicha iglesia quedaba a trescientas varas del camino que
iba a las ciudades del interior y a los reinos de Chile y Perú.”
Merlo establece condiciones para que se concrete el préstamo de la capilla como sede
parroquial. Éstas, escritas en un “papel adjunto” en siete cláusulas fueron, a su vez,
ajustadas y aceptadas por el Cabildo Eclesiástico en decreto de 11 de noviembre de 1730
(unas semanas después al decreto que establece la capilla de Merlo como sede parroquial).
La primera preocupación que se pone de manifiesto en el acuerdo se refiere a que la
utilización de la capilla no generaría derecho o dominio alguno sobre la capilla propiedad
de Merlo por parte de ningún tipo de autoridad, ya fuese eclesiástica o civil. Cabe tener
presente la importancia asignada a la utilización de un lugar en forma continua para
reclamar derechos sobre el mismo. (CANEDO, 2000) Explícitamente, la cláusula dice así:
Primera.- Que dicho préstamo que hace, no se entienda que ahora ni en ningún tiempo se adquiera
derecho ni dominio por parte de los señores Obispos, ni a su falta, por los señores venerables deán y
Cabildo, para apropiarse dicha Capilla, por ser ésta propia de dicho Merlo, hecha a sus expensas con
todo cuanto en ella hay, sin que vecino ninguno le haya ayudado en nada.
En segundo lugar, se busca delimitar el accionar del cura que fuese nombrado en el
pago y el del capellán de la parroquia de Merlo. El primero limitaría su accionar en la
capilla a “hacer entierros, casamientos y bautismos y administrar los sacramentos”, para lo
cual Merlo asume que franqueará los ornamentos y “demás decencia para que puedan
llevarse a cabo” (cláusula segunda). Desde las autoridades eclesiásticas se solicita que si se
considerara que el cura se excede en sus funciones, se diera noticias al prelado para
remediarlo. Al cura elegido se le permitiría utilizar un cuarto contiguo a la capilla 13 pero no
se le podría solicitar a Merlo manutención alguna del cura, “servicio de su persona u otras
cosas que conduzcan a él.” (quinta y sexta cláusula)
Merlo por su parte mantendría su capellán en la capilla con el derecho a realizar
“fiestas y procesiones” (cuarta cláusula) o “decir misa y predicar los días que le pareciese”
(sexta), debiendo tener “licencia del ordinario” para predicar y enseñar la doctrina. La
excepción es la procesión de la advocación de dicha Capilla, “para la cual tiene desde luego
licencia para celebrarla anualmente.”
Un tercer aspecto importante dentro del acuerdo se refiere a la percepción de
limosnas. Explícitamente,
“Cuarta.- Que dicho cura no ha de percibir ninguna limosna que se pida para dicha imagen, ni la
que le dieren algunas personas o pasajeros voluntariamente, ni tampoco ha de percibir el derecho de
las sepulturas, ni otro que se aplique para fábrica de iglesia, por obligarse dicho Merlo a dar la cera,
vino, y mantener la lámpara del Señor; entendiéndose que el dar la cera sólo se entiende por la misa
que dijere el cura, y no por otra función alguna.”
Por su parte, la observación hacia Merlo por parte del Cabildo eclesiástico consiste
en “que no se pueda introducir a pedir limosna alguna, en ningún tiempo, sin licencia del
prelado de esta Iglesia, y si se pidiere, la puede ampliar éste a su voluntad.”14
El oratorio fue uno de los bienes donados al morir por Merlo a los mercedarios en
1758. En 1769, dejo de ser parroquia, dependiendo de la parroquia de Nuestra señora del
Buen Viaje, ubicada en la cañada de Morón.
3.3 Vínculos entre el oratorio y el pueblo de San Antonio de Areco
Rosa Giles heredó de sus padres una gran estancia en el pago de Areco.15 Cuando se
realiza un primer inventario de los bienes de la estancia en 1737, Ignacio Ábalos, el capataz
a cargo de la misma declara que en la estancia hay una “casa nueva de teja con sala y
aposento y dos cuartos al lado de media agua”, “cuatro ranchos de la gente”, 2000 yeguas
de vientre, 600 mulas de año, 100 burros hechotes, 200 caballos, 1500 ovejas, 4000 cabezas
de ganado vacuno “en los rodeos de la invernada y el que está cerca de la casa”, 400 burras,
30 bueyes, 4 carretas buenas, y 4 esclavos llamados Luis (de más de 30 años), Domingo (de
16 a 18), José (de la misma edad), Alberto (20). Recordemos que la campaña de Buenos
Aires fue una zona productora de mulas que con 1 ó 2 años eran vendidas para ser llevadas
a la zona minera del Alto Perú.
Si bien en el testamento no se especifica la dimensión de la estancia, parece ser que
Ruiz de Arellano fue comprando terrenos inmediatos a la estancia de Areco, en 1740
obtuvo en merced otro terreno lindero (se ha calculado que la estancia habría llegado a
tener unas 30 leguas cuadradas).
Al realizarse el inventario de la estancia, se advierte “que no se puso en el la Capilla
de San Antonio que hay en dicha estancia ni sus ornamentos ni vasos sagrados por estar
reducida a Iglesia del Curato de este pago”16 Ya en 1728 Ruiz de Arellano había solicitado
licencia para realizar una capilla pública en la estancia, con la advocación a San Antonio de
Padua. Recordemos que al delimitar el Cabildo eclesiástico las jurisdicciones eclesiásticas a
través de curatos en 1730, se especifica que:
"El quinto curato se erige en el pago de Areco con todo el territorio que comprende
de una y otra parte de su río, así mismo en los pagos de la Pesquería y Cañada de la Cruz
de una y otra banda, y los feligreses que contiene dicho pago con los agregados expresados,
constan en la razón firmada por el Maestro P. don Roque Ximenez y se le asigna por ahora
a dicho Curato por Parroquia Interina la Capilla de San Antonio que está en el referido
Pago, entre tanto se consigna en propiedad a su dueño o en su defecto la hacen propias los
feligreses".
El primer Cura Vicario de la Parroquia fue el capellán, D. Roque Ximenez, quien sé
desempeñó en el cargo hasta su muerte, acaecida a fines de 1746. Es en junio de 1750
cuando Ruiz de Arellano otorgó poder a Cristóbal Giles en los términos que siguen:
Digo yo, Don José Ruiz de Arellano, vecino de Buenos Aires, patrón y dueño de la Capilla o
Iglesia de San Antonio de Areco la que he fundado con mi caudal propio, y principalmente con
el de mi mujer difunta doña Rosa de Giles, que en gloria sea, para servir a Dios y que el vecindario
de este partido tenga el pasto espiritual que antes de dicha fundación carecía de él, (…)
En primera instancia Ruiz de Arellano deja establecido ser el patrón y dueño de la
Capilla o Iglesia de San Antonio de Areco, que ha sido su fundador con su caudal y el de su
esposa. El funcionamiento de la capilla pareciera ser a puertas abiertas. Recordemos que las
familias con oratorios particulares podían pedir autorización episcopal para la erección de
uno para celebrar misas a puertas cerradas para la familia en sentido extenso (parientes,
criados libres, esclavos, peones y algún vecino). En una segunda instancia, algunos
solicitaron autorización para celebrar misa a puertas abiertas en los días de precepto para la
población de la zona. (DI STEFANO-ZANATTA, 2005, p.58)
“(…) que por esta doy poder y facultad absoluta al Maestro don Cristóbal Giles, Capellán
actual de la dicha Capilla como consta de escritura que a su favor otorgamos de mancomún dicha mi
mujer y yo, a la que me refiero; (…)
Ruiz de Arellano da poder a don Cristóbal Giles, “sobrino” o hijo adoptivo según
las interpretaciones, que ya el matrimonio había solventado sus estudios de sacerdote en
Córdoba mediante una capellanía. Si bien Cristóbal es el capellán de ese momento de la
capilla, el vínculo afectivo familiar es el que parece haber prevalecido. Esta situación la
encontramos reiterada con Rafael Aguiar y su hermano José, que al quedar viudo y entrar
como sacerdote, se hace cargo de la capilla de los Arroyos.
O, como caso más extremo, el de los Casco Mendoza en Cañada de la Cruz. En
1730 Mayoriano, tercer hijo varón de Francisco Casco de Mendoza y María Gelves, siguió
estudios de sacerdote en Córdoba. El padre además de instituirle una capellanía,17 habría
iniciado la construcción de un oratorio en su estancia en torno a 1725 (en 1727 ya se
registran casamientos en él). Sin embargo, Mayoriano retornó con su familia y al cabo de
un año contrajo matrimonio en Buenos Aires.
El oratorio de los Casco Mendoza fue consagrado en 1741 como sede de
viceparroquia y Francisco fue reconocido como su patrono. A partir de este derecho, el
propietario podía elegir al sacerdote encargado de la celebración de las misas y las
confesiones en su oratorio. En su testamento, Francisco ordenó que se fundara una
capellanía para rentar un sacerdote de su familia que dijera misas por su alma y la de sus
ancestros. Sus hijos nombraron como capellán al licenciado Joseph Pascual Monsalve por
considerarlo el “pariente más cercano que fuese clérigo” (BIROCCO, 2003, p. 30)
Según Di Stefano y Zanatta, la posesión de un oratorio privado y, en mayor medida,
uno público otorgaba a la familia que ejercía el patronato de un notable prestigio social y
religioso, mayor aún cuando el capellán es uno de sus hijos o parientes cercanos. (DI
STEFANO-ZANATTA, 2005, p. 59)
Volviendo a la donación realizada por Ruiz de Arellano a Cristóbal Giles, cabe
detenerse en el sentido de la misma:
“(…) para que pueda dar y repartir sitios así de solares enteros, medios solares y cuartos de
solar a la personas que quisieren hacer ranchos o casas dentro de las mil varas de tierra que
tengo dedicadas en esta estancia para extensión de dicho Santuario apreciando dichos sitios en la
conformidad que le pareciere conveniente, cuyo producto se ha de convertir en ornamentos o
alhajas más precisas para el Culto Divino,”
La donación de las mil varas de tierra dentro de la estancia para vender al precio que
pareciera conveniente en solares de distintos tamaños parece estar destinada al
mantenimiento de la actividad de la capilla. De la misma manera, observemos a
continuación que lo que se obtuviese de las sepulturas sería para reparar o mantener la
Iglesia “sin decadencia”
“(…) sin que por ninguna manera ni motivo alguno se pueda anular lo que hiciera dicho Imo Don
Cristóbal Giles, por ninguna persona, ora sea el patrón que me sucediere o Capellán que adelante
fuere, porque es mi voluntad se mantenga perpetuamente en la conformidad que llevo expresada; y
también es mi voluntad, ceder al referido primer Capellán, y a los demás que después de sus días le
sucedieren, lo que importaren las sepulturas de los que en esta Iglesia se enterrasen, y que esto solos
se convierta en la redil.cas.on (¿reedificación?) o reparos de esta Iglesia para que con ellos se pueda
mantener sin decadencia alguna que así es mi voluntad,(…)
Ruiz de Arellano hace hincapié en que no se pueda anular lo que hiciera Don
Cristóbal Giles, por ninguna persona, (patrón o capellán que fuere)
El terreno de 1000 varas de frente al Río Areco y legua y medio de fondo es
fragmentado y vendido en solares y quintas por parte de los curas vicarios por más de
medio siglo. Tema que analizaremos a continuación.
4. Los párrocos de la capilla de San Antonio Areco venden solares
Los curas párrocos de San Antonio de Areco registraron las ventas realizadas en el
“Libro de toma de razón” que se llevaba en la iglesia.18 Allí se especifican el siguiente tipo
de información: la cantidad de transacciones, el nombre del comprador, la superficie del
terreno y la fecha “de la venta o donación”.
La información del Libro es objeto de críticas por parte de integrantes del
Departamento Topográfico (no todas las transferencias tienen las medidas precisas o las
fechas, etc.). Algunos compradores se repiten: Francisco de Lima, alcalde en 1757 cuando
compra en agosto y luego en octubre una cuadra y un solar, Juan Vieytes (padre de
Hipólito), Bernabé Almada, Francisco Alvarez, Gregorio Lima, Francisco Almada. Nos ha
llamado la atención que también sean los curas párrocos a cargo de la capilla quienes
aparezcan como compradores (y vendedores): Juan C.F de Agüero compra en Abril y el 28
y 29 de Julio tres solares de 62 vs en cada oportunidad; el cura Vicente Piñero 3 cuadras en
1799; el cura Juan Bautista Rossi una cuadra en 1853.
En 1839, el Gobierno provincial interviene y enajena a un particular la mitad del resto
de la extensión donada por Ruiz de Arellano para el Santuario. Se genera un pleito entre la
Municipalidad de San Antonio de Areco y el Gobierno provincial con la Iglesia sobre
derecho a la fracción sobrante. Tras diferentes argumentaciones, se coincide en el respeto
de los derechos obtenidos por los curas párrocos de San Antonio de Areco sobre las 1000
varas donadas por Ruiz de Arellano.
Los curas vendieron de manera fraccionada todo el terreno en cuestión. Se registraron
229 ventas para el período 1757- 1861 con el siguiente ritmo:
TABLA 1. TRANSFERENCIAS DE SOLARES DE LOS CAPELLANES A PARTICULARES
CAPILLA SAN ANTONIO DE ARECO, 1757-1861
DECADA
1750
1760
1770
1780
1790
1800
1810
1820
1830
1840
1850
1860
Sin especificar
TOTAL
CANTIDAD
15
17
4
1
14
20
19
95
14
1
22
3
4
229
%
6.5
7.3
1.6
0.3
6.1
8.6
8.2
42.5
6.1
0.3
9.6
1.3
1.6
100
El proceso de conformación de fragmentación del terreno y de apropiación de las
parcelas se complementa con los procesos de herencia y compra-venta generados entre
particulares, una vez que los Curas de la Parroquia los han vendido. La información de la
tabla resulta parcial en ese sentido, pero permite observar la ampliación de la superficie
ocupada por los solares que es puesta en venta. El proceso es relativamente paulatino con
décadas de una sola venta, y se destacan las 95 ventas realizadas en 1820 (42.5% del total).
Dentro de las consideraciones realizadas sobre el límite de la información de la tabla,
no queremos dejar de llamar la atención que no parece casual que sea en la década de 1820
la que concentre más del 40% de las ventas de los curas párrocos en un período de más de
un siglo. Diferentes trabajos realizados sobre el proceso de compra y venta de terrenos en la
campaña de Buenos Aires han puesto en evidencia la importancia de las décadas de 1820 y
1830 con relación a la cantidad de transferencias realizadas y la superficie transferida. Esto
sucede más allá de las características de las zonas y de la antigüedad de asentamiento
hispano-criollo a las mismas, lo que permite pensar en su relación con movimientos
profundos de la economía regional vinculados con procesos inflacionarios y aumentos de
los precios de la tierra (por encima de la inflación). (CANEDO, 2000, MASCIOLI, 2003,
BANZATO, 1998, GARAVAGLIA, 2004) Otros estudios sobre la compra de solares
permitirán profundizar el tema.
5. Consideraciones finales
En la Republica Argentina se ha elaborado un modelo explicativo sobre el origen de
los pueblos antes de la llegada del ferrocarril. Esta constituye una tradición cultural
consolidada que se manifiesta hasta en publicaciones actuales y limita profundizar la
comprensión de los procesos que formaron parte de la formación de los pueblos.
La Iglesia católica, como aglutinadora de población en la campaña, forma parte de
un modelo explicativo fundamentalmente aplicado en pueblos que comenzaron a
conformarse durante la primera mitad del siglo XVIII en la jurisdicción de Buenos Aires.
Vinculamos la persistencia de este modelo con el proceso de institucionalización de
la Historia como disciplina en la Argentina durante las primeras décadas del siglo XX y con
la consolidación desde el Estado de los historiadores como legitimadores de una identidad
nacional en construcción. Así, la historia de los pueblos de Buenos Aires asimilada a la
práctica historiográfica de la historia local se consolidó a través de los esfuerzos puestos de
manifiesto en las publicaciones realizadas por el Archivo Histórico de la Provincia de
Buenos Aires. Específicamente, destacamos los volúmenes dirigidos por Ricardo Levene
sobre Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, publicados en
la década de 1940. Sin embargo, se ha considerado que las mejoras en las condiciones para
la práctica del historiador no se correspondieron necesariamente con cambios en la
concepción y producción historiográfica.
La elaboración y persistencia de la explicación vinculada al papel de la Iglesia
católica la hemos relacionado con la idea elaborada e impulsada por la Iglesia católica
durante las primeras décadas del siglo XX sobre la religión católica como el núcleo de la
“nacionalidad” argentina. Esta construcción del mito de la nación argentina como nación
católica avanzó sobre la reconstrucción del pasado, el orden simbólico y el imaginario
patriótico. En este marco de elaboración de la obra de Levene, se contó además con la
colaboración recibida de los curas párrocos de distintos distritos aportando documentación
sobre la cual realizar la construcción historiográfica sobre la influencia de la Iglesia en la
fundación de los pueblos.
A partir de considerar la importancia que las narraciones sobre el origen de los pueblos
asignan a 1730, fecha de una nueva disposición sobre el establecimiento de curatos rurales
y de sedes de parroquia, analizamos las limitaciones de esta relación. Nos hemos detenido
en las tensiones vinculadas con los derechos esgrimidos en torno a la designación de las
sedes parroquiales por parte de la Iglesia católica, los propietarios de los oratorios, los curas
párrocos.
Al detenernos en el accionar de Rafael Aguiar, de Merlo, de Casco, de Ruiz de Arellano
como propietarios de oratorios particulares se ha puesto de manifiesto sus diferentes
motivaciones familiares y personales puestas en juego. También que su accionar no aparece
como comportamientos singulares, apareciendo grupos de vecinos que solicitan instalación
de una capilla en Los Arroyos y otros propietarios de oratorios privados y sacerdotes que
entran en conflicto con las solicitudes.
Mediante la descripción pormenorizada del caso de San Nicolás de Bari, se pone en
evidencia que los vínculos entre la donación del terreno y el establecimiento de una sede de
viceparroquia y parroquia, no fueron tan armoniosos ni directos como la reproducción del
simple dato o fecha suele ocultar. Surgieron reclamos específicos sobre derechos que
hemos resaltado: Francisco Aguiar considerando que sus derechos habían sido lesionados
inició juicio al Padre Cossio y Therán cuando éste instaló la sede de vice-parroquia en San
Vicente Ferrer (propiedad de Bernardino del Poso). Ante la solicitud del yerno de
Bernardino del Poso de reconocimiento del derecho de patronato, sobre la capilla de San
Vicente Ferrer, tras haber muerto del Poso, la Iglesia le solicita la transferencia del dominio
de todos los bienes muebles y del inmueble donde se asienta la capilla. Ante la negativa, el
Obispo de Buenos Aires decretó la definitiva instalación de la vice-parroquia en la Capilla
de San Nicolás. La cesión de la casa de Rafael Aguiar para residencia del clero se realiza en
forma personal -en pago de una deuda- a Padre Cossio Therán, y de la misma forma éste se
la cede al padre Escudero.
Estas situaciones conflictivas no parecieran haber sido tan excepcionales. Mediante el
análisis del caso de Merlo pudimos comprender como se evitó el conflicto, hemos podido
analizar los componentes del acuerdo firmado por Francisco Merlo y el Cabildo eclesiástico
por el deslinde de derechos ante la solicitud de que su capilla se constituyese en sede
parroquial.
Por último, sí analizamos el caso de la capilla de San Antonio de Areco y la formación
del pueblo como ejemplo de vínculo establecido. Sin embargo, el caso muestra una
complejidad mayor al tradicionalmente planteado. La donación de las mil varas de tierra
realizada por Ruiz de Arellano a Cristóbal Giles, su “sobrino” y párroco de la capilla
aparece claramente destinada al mantenimiento de la actividad de la capilla. De la misma
manera, Ruiz de Arellano establece que la remuneración lograda por las sepulturas
realizadas sería para el mantenimiento de la capilla.
Los propietarios de los terrenos que hemos analizados se encuentran integrados en una
red de vínculos mas amplios. Entre los vínculos aparecen para la primera mitad del siglo
XVIII el de la Iglesia Católica. La importancia del vínculo familiar entre el sacerdote y el
propietario de la capilla no parece ser menor, y aparece reiterado en los casos analizados y
hasta en algunos casos como requisito.
En este contexto, el terreno de 1000 varas de frente al Río Areco y legua y medio de
fondo es fragmentado y vendido en solares y quintas por parte de los curas vicarios de san
Antonio Areco por más de un siglo. El registro excepcional de las ventas realizadas por los
curas párrocos de esta capilla en el “Libro de toma de razón” nos ha permitido avanzar en
la caracterización de este proceso. Por un lado el ritmo relativamente paulatino de las
ventas que muestran el avance en la apropiación de los terrenos por parte de particulares.
Sin embargo, la década de 1820 pone de manifiesto un alza de este tipo de ventas, al
concentrar más del 40% de las ventas de los curas párrocos en un período de más de un
siglo. Mientras que las de 1780 y 1840 ubican una sola venta en cada década
Estas características parecieran haber estado relacionadas con los procesos de compra y
venta de terrenos en la campaña de Buenos Aires y con movimientos profundos de la
economía regional vinculados con procesos inflacionarios y aumentos de los precios de la
tierra.
Analizar los vínculos de causalidad afianzados desde determinada construcción
historiográfica entre Iglesia católica y fundación de pueblos, permite entrever a los
procesos involucrados en esa relación de manera más compleja, centrándonos en un aspecto
poco considerado hasta el momento, los casos de curas párrocos e instituciones
eclesiásticas convertidas en propietarias de terrenos en los pueblos en formación.
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1
Azara, F. de , Historia del Paraguay y el Río de la Plata, Asunción del Paraguay, 1896, Aun más desafiante
resulta el informe al virrey referido a la villa de Luján, donde Azara realizó apreciaciones similares: “casi
todos los vecinos de Luján viven desparramados por los campos en sus estancias, según es práctica del país,
sin formar villa o población unida, ni la formarán en muchos años.” AHPBA, EMG 3-84, Testimonios del
litigio entre los cabildos de Buenos Aires y Luján, p.312, ambos citados por Birocco, p. 38
2
Un ejemplo al respecto lo constituye el modelo sobre el origen de la hacienda hispanoamericana o modelo
Chevallier-Borah.
3
Algunas de estas cuestiones comenzaron a abordarse en Canedo, M.,”Elite, Iglesia, Vecinos y Estado.
Tensiones por los derechos de propiedad en la conformación de los pueblos en Buenos Aires (siglos XVIII y
XIX)”, presentada en las XXas. Jornadas de Historia Económica, Mar del Plata, Argentina, 2006.
4
La fusión entre “Iglesia” y “nación” estuvo acompañada del auge del neotomismo en los institutos religiosos
y la emergencia de “intelectuales católicos”. Di Stefano y Zanatta (2000, p.403)
5
En 1730 se convoca a los clérigos del obispado que quisieran presentar a oposición para hacerse cargo de
alguno de los tres nuevos curatos creados. La comunicación debería haber sido fluida, ya que se especifica se
realice en el término de “dos días, los cuales pasados sean de proveer en los más dignos y beneméritos, con
apersivimyento de que pasado el dicho término no se admytan las dichas opossiciones y es declaración que en
la dicha doctrina del Río de Luxan a de aver tres iglesias.”
6
En 1740 se modifica la ubicación del terreno dado en dote el año anterior a Paula y Francisco Aguiar. AGN,
Registro de Escribano Nº 2, 1738-1742, folio 327 v, y 347 v. ante el escribano Francisco Melo,
respectivamente. Torre, José de la, Historia de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, La Plata, AHPBA,
1938
7
Carecemos de información sobre los vínculos sociales, las actuaciones económicas o políticas emprendidas
por Aguiar o por Ugarte. Contamos, a manera de indicios, con la tasación y partición de bienes de Aguiar y de
Paula Ugarte que se realizó al fallecer Doña Paula en 1759 (Aguiar ya lo había hecho con anterioridad). La
composición de los bienes muestra un ritmo disminuido en las actividades productivas, que contrasta con las
herramientas y variedad de material reconocido. La mitad del capital tasado corresponde a la tierra, las dos
leguas provenientes de la dote. El ganado correspondería al 12% del capital; los 4 esclavos (3 mujeres y un
mulatillo) representan el 11%. Se destacan para la zona y época, la casa y mobiliario, la ropa y joyas por su
composición y diversidad. Se destaca en el inventario la atahona y sus accesorios y herramientas. En 1744 en
la unidad encabezada por Aguiar fueron censados 2 esclavos de 50 y 20 años, un vizcaíno albañil y un indio
“albañil y carpintero”. En las descripciones del terreno aparece “un puerto de embarcaciones” frente al
Paraná, un horno de teja y una huerta. Canedo, M. “Propiedades, propietarios y ocupantes. La tierra y la
familia en la campaña de Buenos Aires. El Pago de los Arroyos, 1650-1750”, Boletín del Ravignani Nº 7,
FCE-UBA, 1993.
8
Entre los solicitantes se encontraron Pedro de Acevedo, Francisco Frías, Antonio de Vargas Machuca, Juan
Antonio Hereñú y Arteaga, Agustín y Ventura Arias Montiel, y Antonio Fernandez. El cura Ambrosio
Alzugaray era bisnieto de Romero de Pineda y sobrino de Gómez Recio, propietario de la capilla.
9
El hermano de Rafael Aguiar, Pbro. José de Aguiar, habría servido en el oratorio por algún tiempo
Menendez. D. Historia de la Ciudad de San Nicolás de los Arroyos, San Nicolás de los Arroyos, 1890; Torre,
José de la, Ob.cit.
10
El oratorio de San Vicente Ferrer tenía una relativamente importante presencia en el lugar. Originariamente
había sido atendido por los Padres Betlemitas de San Pedro, zona lindera a San Nicolás, y luego por el Padre
Miguel de Barcelona.
11
Al morir del Pozo, hereda la capilla junto a alhajas, ornamentos y enseres su hija Teresa, casada con Simón
González.
“La salida de Buenos Aires tiene dos rutas, ambas en carretas para llegar a Luján: la una que es la más
común, está al Oeste, que se dice por la Capilla de Merlo y la otra a la banda del Este que llaman de las
Conchas” Concolorcorvo, El Lazarillo de Ciegos Caminantes, p. 56, cap.III
13
El oratorio o capilla es descripto en el inventario de los bienes de Merlo realizado en 1761 y, reiterado en
1771. “Reconocimiento o inventario de los bienes dejados por Merlo” p.187, y 65-66. Treinta varas de largo,
atrio cerrado, portón con llave, un pórtico con tres arcos, en su altar mayor una imagen de Nuestra Santísima
Madre con el titulo de Concepción del Camino.
14
En 1756 Francisco de Merlo fue designado por el obispo Marsellamno y Agramunt como “mayordomo
perpeuto” de la Cofradía de la Santisima Virgen del Camino, solicitó en 1758 la autorización para que un
“hermano” de la citada cofradía pudiera salir por todos los pagos a pedir limosna.
15
Entre las mercedes de tierra otorgadas por el Gobernador de Buenos Aires Pedro Esteban Dávila en la zona
del Río Areco durante la década de 1630, se encuentra la de Sebastián Giles. El terreno así originado fue
heredado por sus hijos, Juan Antonio y Pedro.
16
AGN, Testamentaria Nº 6251, citada, folio 9 reverso.
17
El padre le instituyó un patrimonio de 2000 pesos para que gozase de una renta anual de 100 pesos,
hipotecando “una estancia poblada con dos casas de teja, capilla, ganados y media legua de tierras de frente
con el fondo que les corresponde a los demás de aquel pago” AGN, Registro de Escribano Nº 3, 1730, f.
614v. citado por Birocco, C. p.28
18
Archivo de la Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras, Duplicado de mensura del terreno “El Santo”,
1905-1906, Nº 94, folios 5 a 15.
12
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