1er. CONGRESO LATINOAMERICANO DE HISTORIA ECONOMICA 4as. JORNADAS URUGUAYAS DE HISTORIA ECONOMICA Simposio Nº 21: Mercados agrarios y territorio en espacios de frontera de América Latina (1700 – 1870) y de Europa (1600 – 1870) La venta de solares en los pueblos en Buenos Aires colonial. Los curas párrocos en los procesos de apropiación y transferencia de los terrenos. Mariana Canedo CONICET-UNMdP-GIHRR [email protected] 1. Introducción Aunque se encuentran algunos lugares o parroquias los habitantes no están reunidos en un solo paraje, como en España, sino que viven muy dispersos por los campos, en casas aisladas y muy distantes, de suerte que al lado de la iglesia no reside más que el cura, algún herrador, algún almacenero y pulpero. Y aun cuando algunos feligreses construyan una casa en el lugar, no les sirve sino para los días en que van a misa o a alguna fiesta en la iglesia. 1 (AZARA, F. de, 1896) La lectura de perspectivas diferentes sobre aspectos de una sociedad, en este caso con experiencias sociales y concepciones culturales distintas, constituye un contralor necesario para no naturalizar los modelos explicativos que por tan arraigados constituyen verdaderas tradiciones culturales.2 “Nunca se ha dudado que la Iglesia y las órdenes religiosas se convirtieron en grandes terratenientes en el curso de la era colonial”, planteaba Magnus Morner en el clásico y todavía estimulador estado de la cuestión elaborado en la década de 1970, agregando a continuación las ausencias y limitaciones de conocimientos que sobre el tema se tenía. En otro orden, la Iglesia católica forma parte de un modelo explicativo sobre el origen de los pueblos en Buenos Aires antes de la llegada del ferrocarril que también conforma, a nuestro entender, una tradición cultural arraigada. Nuestra intención en el presente trabajo, y como parte de otro mayor, es centrarnos en este supuesto vinculo causal entre Iglesia católica y fundación de pueblos. Para ello, en primer lugar buscaremos comprender su construcción historiográfica. Luego, nos detendremos a analizar los procesos involucrados en esa relación de manera más compleja, centrándonos en un aspecto poco considerado hasta el momento, los casos de curas párrocos e instituciones eclesiásticas convertidas en propietarias de terrenos en los pueblos en formación. Entre los interrogantes sobre los que buscamos avanzar se encuentran: ¿Presentan estos procesos las mismas características que los procesos de compra y venta de tierra en el resto de la campaña de Buenos Aires (ritmo de venta, temporalidad, precio, características de los compradores? ¿Qué motivaciones pudieron haber generado las donaciones que permitieron a estas instituciones de la Iglesia Católica convertirse en propietaria de estos terrenos? ¿Qué derechos de propiedad adquieren estas instituciones y cuáles se encuentran en tensiones con otros protagonistas del proceso? El marco temporal de los casos que abordaremos corresponde a la formación de los pueblos generados durante la primera mitad del siglo XVIII.3 2. La Iglesia católica y la fundación de pueblos como parte de un modelo historiográfico El papel de la Iglesia Católica como aglutinadora de población en la campaña ha sido vinculado a la fundación de pueblos durante el periodo colonial. Junto con el papel del Estado colonial (en su doble función defensiva y organizativa del territorio) y la motivación específica de “terratenientes” que incentivaron la formación de un pueblo donando una porción de tierra o colaborando en el desarrollo del mismo, constituyen aspectos de un modelo explicativo muy arraigado sobre el “origen de los pueblos”. Una explicación posible sobre la persistencia de este modelo se vincula con el proceso de institucionalización de la Historia como disciplina en la Argentina durante las primeras décadas del siglo XX. Varios investigadores han puesto de manifiesto que en estas décadas se consolida el papel de estos historiadores como legitimadores de una identidad nacional en construcción, a través del establecimiento de organismos específicos, series de publicaciones y la organización de congresos que contaron con el respaldo económico proveniente de fondos estatales. (DEVOTO, 1993; PAGANO y GALANTE, 1993; BUCHBINDER, 1996; CANEDO, 2006) También en diferentes capitales de provincias se impulsó un proceso de creación de Juntas Provinciales de Historia, la realización de encuentros y congresos, y el impulso a algunas publicaciones. Si bien hay coincidencia en que se modificaron de manera sustancial las condiciones para la práctica del historiador y aumentó la legitimación de su práctica, desde la perspectiva de la concepción y producción historiográfica predominan las continuidades. La historia de los pueblos de Buenos Aires asimilada a la práctica historiográfica de la historia local se consolidó a través de los esfuerzos puestos de manifiesto en las publicaciones realizadas por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Específicamente, los volúmenes dirigidos por Ricardo Levene sobre Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, publicados en la década de 1940, donde A. Salvadores, Roberto Marfany, Enrique Barba, Juan P. de Lázaro y Guillermina Sors de Tricerri presentaron una “síntesis sobre la historia de la provincia de Buenos Aires (desde los orígenes hasta 1910)” a través de los partidos en que la provincia de Buenos Aires se encontraba dividida en el momento de la publicación. El proceso de renovación que se generó a partir del regreso a la democracia en los años 80 en Argentina no jerarquizó entre sus preocupaciones académicas a los análisis vinculados a la práctica historiográfica vinculada con lo local. Distinto fue el desarrollo de la denominada historia regional, en tensión entre las historias de las provincias y la historia nacional, donde sí se generaron mayores transformaciones. (BANDIERI, 2001; CAMPI, 2001) Parte de este proceso resulta ser, la continuidad del modelo sobre el origen de los pueblos en Buenos Aires que refleja prácticamente sin alteraciones las mismas explicaciones planteadas en la compilación de Levene. La explicación vinculada al papel de la Iglesia católica y su influencia en la fundación de los pueblos presenta características en su proceso de construcción que nos parece necesario considerar. Un aspecto heurístico a recuperar se refiere a la obtención de información lograda por el grupo de investigadores que en la década de 1940 colaboraron en la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos. El propio Levene escribe en la introducción a la obra: En cuanto a los orígenes de las Iglesias en cada Pueblo y Partidos han sido considerados en muchos casos con el estimable concurso de los curas párrocos locales, a quienes se solicitó su colaboración oportunamente, teniendo en cuenta que les era posible recoger la información pertinente de los Archivos parroquiales a su cargo (LEVENE, 1940, Introducción) Es indudable la importancia de la colaboración recibida de los curas párrocos, y este proceder puede enmarcarse en una etapa de la historia de la iglesia (católica) protagonizada por los hombres de la iglesia que además llevaron adelante la escritura de la propia historia. Sin embargo, los limites en este proceder vinculados con los sesgos y los objetivos propuestos resultan evidentes hoy en día. Otro aspecto que queremos considerar se encuentra relacionado con el contexto político en la Argentina de las primeras décadas del siglo XX y en la etapa de elaboración de la obra compilada por Levene. Di Stefano y Zanatta (2000, p. 397 y 403) se han referido a la “alianza objetiva de la Iglesia con el statu quo liberal conservador”. Vamos a detenernos en uno de los fenómenos emergentes dentro del cambio de ideas y cultural que vivió el mundo católico en general, y a la actitud específica asumida por la Iglesia respecto del orden político en las tres primeras décadas del siglo en la Argentina. Se ha denominado “largo viaje del catolicísimo hacia el centro de la nacionalidad” a un fenómeno de naturaleza cultural, consistente en la creciente aceptación por parte de un número cada vez mayor de hombres de la política, de intelectuales o de simples ciudadanos, de la idea de que la religión católica representaba el núcleo de la “nacionalidad” argentina.4 Este “viaje del catolicismo hacia el centro del ´mito nacional´ tuvo una progresiva transformación en el ámbito de la construcción simbólica religiosa y generó una “batalla católica por la conquista del imaginario patriótico” que incluyó hasta la conquista de la fechas patrias. La construcción de la Argentina como nación católica tuvo, claro, un carácter excluyente hacia otras alternativas. Es este el marco en el que se elaboraron las explicaciones sobre el papel de la Iglesia católica en la fundación de los pueblos en Buenos Aires. 3. El establecimiento de curatos y de sedes de parroquia en la campaña de Buenos Aires Las narraciones sobre el origen de los pueblos que se fueron conformando en la primera década del siglo XVIII, suelen hacer referencia a 1730 como fecha que genera un episodio sobre la cual edificarse5. Tal es así, que es seleccionada para el caso del pueblo de San Antonio Areco como la fecha de su fundación. Específicamente, se plantea en la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos: “En esta vasta posesión, José Ruiz de Arellano procedió a fundar el pueblo de San Antonio de Areco, cuya historia se inicia con la capilla que él mismo levantara en su estancia bajo la advocación de San Antonio de Padua.” (LAZARO, 1940, pp. 603-604) La fecha de fundación elegida es justificada de la siguiente manera: “El 23 de octubre de 1730 el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires Sede Vacante proveyó un auto por el que erigió varios curatos en la campaña bonaerense […] Una de las nuevas parroquias fue la de Areco, […] y por capilla interina la capilla de San Antonio. La importancia que ésta adquirió con su nueva jerarquía, debe haber influido para que sus propietarios concibiesen la idea de fundar un pueblo junto a la misma, en los terrenos de su pertenencia. Surgía así el pueblo de San Antonio de Areco al darse realización a tal proyecto. (LAZARO, 1940, p. 604) (el resaltado es nuestro, MC) Cabe, a modo de ejemplo de lo que venimos planteando, señalar la persistencia del relato historiográfico es evidente en el siguiente párrafo extraído de Argentina, Pueblo a Pueblo, editada por el multimedia Clarín como primera edición en el año 2006: “En 1726, José Ruiz de Arellano fundó una capilla dedicada a San Antonio en tierras que había recibido por sus servicios a la Corona española. Sin embargo, la fecha de fundación del pueblo de San Antonio de Areco se fijó el 23 de octubre de 1730. Ese día el Cabildo Eclesiástico creó las seis primeras parroquias: (…)” (CLARIN, 2006, p. 701) La disposición de establecer los curatos rurales en la jurisdicción de Buenos Aires fue dispuesta por el Deán y el Cabildo Eclesiástico el 23 de octubre de 1730, y aprobada por una Real Cédula del 19 de diciembre de 1731. Sin embargo, ya en 1637 el Obispo del Paraguay, Mtro. Don Christoval de Aresti había informado sobre la creación de “tres doctrinas y curatos en las chacras y estancias de esta Ciudad de la Trynidad y Puerto de Buenos Ayres; la una, en los pagos de La Magdalena y Matanza con una iglesia en cada pago; otra en el Monte Grande y parte de las Conchas con otras dos iglesias; y la última en lo restante de las Conchas de la otra banda del Río y en el Río de Luxan y sus anejos”. Los informes posteriores ubican solamente la presencia de los curatos indígenas de Baradero y Quilmes. En 1730 se promueve el establecimiento de seis curatos y las sedes parroquiales se designaron sobre cuatro capillas que ya estarían construidas, Santa Cruz de los Quilmes, Santiago de Baradero, San Antonio de Areco, y en el oratorio o capilla de don Francisco de Merlo, con carácter interino. Al considerar a los oratorios rurales como impulsores del surgimiento de los pueblos, Carlos Birocco deja entrever limitaciones de esta relación. Destacamos el vínculo no necesariamente causal (a partir de una mucho más extendida presencia de oratorios que de pueblos), ni relaciones de inmediatez o continuidad precisas entre ambos procesos (entre los ejemplos se encuentran los casos de Luján –cuyos orígenes aparecen todavía “oscuros”) y Pilar -oratorio en 1729 y en 1789 pocas casas). (BIROCCO, 2003, pp.33-41) Resulta interesante señalar que aun en los casos en donde se evidencia algún tipo de vínculo entre oratorios privados y la formación de pueblos, éstos no son lineales. El caso de San Nicolás de los Arroyos resulta un ejemplo en este sentido. 3.1 Tensiones por los derechos sobre la sede parroquial en los Arroyos Según la Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, compilada por Levene, la fundación del pueblo se sintetizaría de la siguiente forma: En esta fracción [la tierra heredada por Paula Ugarte, MC] Rafael de Aguiar fundaría el pueblo de San Nicolás de los Arroyos, en torno a una capilla que construyó con la advocación de San Nicolás de Bari. La concentración de vecinos junto a la misma fue favorecida por la categoría de viceparroquial y parroquial con que fue investida sucesivamente […] Repitiendo un caso común en la historia de los pueblos bonaerense, Aguiar no se limitó a erigir la capilla, sino que, como dijimos, emprendió la fundación de un pueblo junto a la misma. ” (LEVENE, 1940, tomo I, p. 629) Vamos a detenernos en este caso para considerar las actuaciones en torno a la conformación de una viceparroquia en la zona y su vinculación con la donación del terreno. El Maestre de Campo Don Francisco Miguel Ugarte y su esposa Doña Casilda Cepeda compraron en 1720 la propiedad conocida como “Los Tres Arroyos” que había sido otorgada por merced real a Antonio Fernández Montiel a principios del siglo XVII. (CANEDO, 1993) Ubicada en el extremo norte de la jurisdicción de Buenos Aires y sur de Santa Fe, era una de las dos grandes propiedades de la zona nordeste de la jurisdicción de Buenos Aires. Francisco Ugarte y su esposa comenzaron a fragmentar “Los Tres Arroyos” a través de algunas ventas y por el otorgamiento de dos leguas de tierra como dote a tres hijas. Al casarse Paula, Bernarda y Petrona Ugarte sus padres otorgaron en dote terrenos de 2 leguas de frente a distintos cursos de agua y fondo sin definir (generalmente de 1 legua y media). De este proceso nos interesa, en esta oportunidad, detenernos en Paula de Ugarte y su esposo Francisco de Aguiar, quienes recibieron dos leguas frente al río Paraná en 1739. 6 En 1744 son registrados en el padrón realizado en la zona viviendo de manera contigua a los Ugarte sobre la costa del río Paraná entre los arroyos de Ramallo y del Medio. Se lo ubica a Aguiar con el “ejercicio” de “cuidar y gobernar sus haciendas”, siendo considerado “persona hacendada”, y a Ugarte “muy hacendada”, siendo los únicos casos en donde se aplica esa denominación.7 Ya en 1734 un grupo de vecinos de la zona habían solicitado al Obispo de Buenos Aires que se instalara una capilla en las costas del Paraná, ya que la Parroquia de Rosario les quedaba distante. No se hizo lugar al pedido, por considerarse que a estos pobladores les correspondía una capilla de los Padres Mercedarios, instalada en el Arroyo Pavón más cercano que Rosario. El cura Ambrosio Alzugaray, titular de la parroquia de Rosario entre 1731 y 1744, ha sido considerado como el principal opositor al pedido y quien contestó la vista de la petición. (ESEVERRI, 2001, p.115)8 En 1744, Francisco Miguel de Ugarte rehabilitó un oratorio, en el sitio donde antiguamente habría funcionado el de los Arias Montiel, cerca de la desembocadura del Arroyo del Medio. Rafael Aguiar solicitó ese año permiso ante el Obispado de Buenos Aires para celebrar misa “en una capilla del señor San Nicolás, que estoy fabricando a costa y mención”. El Obispo de Buenos Aires hizo lugar al pedido de Aguiar, permitiendo que se realizasen los oficios religiosos en el Oratorio de Ugarte hasta que estuviese construido el de Aguiar.9 Un malón de “payaguas” habría destruido el establecimiento de Ugarte y el oratorio. (ESEVERRI, 2001, p.115) En 1744, el Dr. Francisco Antonio Cossio y Therán reemplaza a Alzugaray que ha fallecido ese año, primero en forma provisoria, para luego obtener el cargo mediante concurso canónico. Al año siguiente, el Cabildo Eclesiástico ordenó, en respuesta a gestiones realizadas por Cossio y Therán, que se estableciera una vice-parroquia en el curato. Aguiar donó “cien varas en cuadro” para la construcción de una capilla que pudiese ser sede, debiendo destinarse el excedente al cementerio. Sin embargo, ésta –de seis varas por veintiséis de fondo- no pudo ser terminada por la situación financiera de Aguiar quien debió trasladarse a Buenos Aires. El Comisionado Bernardino del Pozo, propietario de un importante terreno en la zona, ofreció entonces el oratorio de su estancia que se encontraba en la desembocadura del Arroyo Ramallo, bajo la advocación de San Vicente Ferrer.10 El 13 de julio de 1748 se designó la vice-parroquia, desprendida de la Capilla de Rosario. En enero de 1749 Cossio y Therán instaló la sede de vice-parroquia en San Vicente Ferrer abarcando del arroyo Pavón hasta la Cañada de Las Hermanas, tal como figura en el Libro I de Bautismo de San Nicolás. Francisco Aguiar, quien había realizado la donación del terreno abril de 1748, inició juicio al Padre Cossio y Therán considerando que sus derechos habían sido lesionados. El proceso fue largo, concluyendo en 1751 con el acuerdo de que ambas capillas serían sedes de la vice-parroquia, residiendo el Teniente Cura seis meses en cada una. Bernardino del Pozo murió en 1753 y su yerno solicitó al Obispo se le reconociera el derecho de Patronato sobre la Capilla.11 En 1754, se le respondió que previo al tratamiento de lo pedido debe transferir el dominio de todos los bienes muebles y del inmueble donde se asienta la capilla. Ante la negativa de González, el Obispo de Buenos Aires –Cayetano de Marcellano y Agramont- decretó al “definitiva instalación de la vice-parroquia en la Capilla de San Nicolás, debiendo cesar la de San Vicente Ferrer en tal carácter, no bien estuviese terminada la primera”. (ESEVERRI, 2001, p.117) La capilla se logró finalizar en 1755 con inversión del Cura de la Parroquia de San Nicolás Miguel de Escudero. La casa hecha por Rafael Aguiar en 1744 en lo alto de la barranca (una sala y una habitación con techos de teja y tres piezas de adobe) queda como residencia del clero. Aguiar la cede al Padre Cossio y Therán en pago de una deuda, y Cossio Therán se la cede a Escudero. El 28 de septiembre de 1780 la vice-parroquia obtiene el carácter de parroquia independiente. En 1784, se nombró un Alcalde de la Santa Hermandad como autoridad civil del partido. La población de los Arroyos había pasado de más de 700 personas en 1744 a más de 2500 según el padrón de 1778 donde, casi como excepción en el contexto de las otras zonas de la campaña, aparecen identificados vecinos registrados en la “Capilla de San Nicolás” en clara alusión al pueblo. Mediante la descripción pormenorizada de este caso, se pone en evidencia que los vínculos entre la donación del terreno y el establecimiento de una sede de viceparroquia y parroquia, no fueron tan armoniosos ni directos como la reproducción del simple dato suele ocultar. Además, surgen algunos reclamos sobre derechos que queremos resaltar. Francisco Aguiar considerando que sus derechos habían sido lesionados inició juicio al Padre Cossio y Therán cuando éste instaló la sede de vice-parroquia en San Vicente Ferrer (propiedad de Bernardino del Poso). Ante la solicitud del yerno de Bernardino del Poso de reconocimiento del derecho de patronato, sobre la capilla de San Vicente Ferrer, tras haber muerto del Poso, la Iglesia le solicita la transferencia del dominio de todos los bienes muebles y del inmueble donde se asienta la capilla. Ante la negativa, el Obispo de Buenos Aires decretó la definitiva instalación de la vice-parroquia en la Capilla de San Nicolás. La cesión de la casa de Rafael Aguiar para residencia del clero se realiza en forma personal -en pago de una deuda- a Padre Cossio Therán, y de la misma forma éste se la cede al padre Escudero. 3.2 Acuerdos por deslinde de derechos por la capilla de Merlo como sede de parroquia Estas situaciones conflictivas no parecieran haber sido tan excepcionales. El acuerdo firmado por Francisco Merlo ante la solicitud de que su capilla se constituyese en sede parroquial nos permite comprender como se evita el conflicto. Francisco Merlo realiza un préstamo por cuatro años de la Capilla o Iglesia de Nuestra Señora del Camino, construida para uso particular hacia 1727, para que funcionara como parroquia interina en el curato de Matanza y parte de las Conchas. El préstamo sería por cuatro años, hasta que se construyera otra que, según se enuncia en el decreto, “está mandada en su creación fabricar por sus vecinos y feligreses de dicho curato”. Lo habría solicitado el Gobernador Bruno Mauricio de Zabala (RODRIGUEZ ARAUZ, s/f, p.16) La capilla de Merlo fue reconocida en la época, y aparece en varios documentos; en el decreto de 1730, es citada por Concolorcorvo para ubicar el camino de Buenos Aires a Lujan12 (CONCOLOCORVO, p.56) y fue mencionada en la presentación que realizo el propio Merlo al Cabildo de Buenos Aires para fundamentar su interés en fundar un pueblo de españoles, “una iglesia que servia de parroquia desde hacia siete años” la que estaba rodeada de algunas viviendas y de un monte con árboles “Que dicha iglesia quedaba a trescientas varas del camino que iba a las ciudades del interior y a los reinos de Chile y Perú.” Merlo establece condiciones para que se concrete el préstamo de la capilla como sede parroquial. Éstas, escritas en un “papel adjunto” en siete cláusulas fueron, a su vez, ajustadas y aceptadas por el Cabildo Eclesiástico en decreto de 11 de noviembre de 1730 (unas semanas después al decreto que establece la capilla de Merlo como sede parroquial). La primera preocupación que se pone de manifiesto en el acuerdo se refiere a que la utilización de la capilla no generaría derecho o dominio alguno sobre la capilla propiedad de Merlo por parte de ningún tipo de autoridad, ya fuese eclesiástica o civil. Cabe tener presente la importancia asignada a la utilización de un lugar en forma continua para reclamar derechos sobre el mismo. (CANEDO, 2000) Explícitamente, la cláusula dice así: Primera.- Que dicho préstamo que hace, no se entienda que ahora ni en ningún tiempo se adquiera derecho ni dominio por parte de los señores Obispos, ni a su falta, por los señores venerables deán y Cabildo, para apropiarse dicha Capilla, por ser ésta propia de dicho Merlo, hecha a sus expensas con todo cuanto en ella hay, sin que vecino ninguno le haya ayudado en nada. En segundo lugar, se busca delimitar el accionar del cura que fuese nombrado en el pago y el del capellán de la parroquia de Merlo. El primero limitaría su accionar en la capilla a “hacer entierros, casamientos y bautismos y administrar los sacramentos”, para lo cual Merlo asume que franqueará los ornamentos y “demás decencia para que puedan llevarse a cabo” (cláusula segunda). Desde las autoridades eclesiásticas se solicita que si se considerara que el cura se excede en sus funciones, se diera noticias al prelado para remediarlo. Al cura elegido se le permitiría utilizar un cuarto contiguo a la capilla 13 pero no se le podría solicitar a Merlo manutención alguna del cura, “servicio de su persona u otras cosas que conduzcan a él.” (quinta y sexta cláusula) Merlo por su parte mantendría su capellán en la capilla con el derecho a realizar “fiestas y procesiones” (cuarta cláusula) o “decir misa y predicar los días que le pareciese” (sexta), debiendo tener “licencia del ordinario” para predicar y enseñar la doctrina. La excepción es la procesión de la advocación de dicha Capilla, “para la cual tiene desde luego licencia para celebrarla anualmente.” Un tercer aspecto importante dentro del acuerdo se refiere a la percepción de limosnas. Explícitamente, “Cuarta.- Que dicho cura no ha de percibir ninguna limosna que se pida para dicha imagen, ni la que le dieren algunas personas o pasajeros voluntariamente, ni tampoco ha de percibir el derecho de las sepulturas, ni otro que se aplique para fábrica de iglesia, por obligarse dicho Merlo a dar la cera, vino, y mantener la lámpara del Señor; entendiéndose que el dar la cera sólo se entiende por la misa que dijere el cura, y no por otra función alguna.” Por su parte, la observación hacia Merlo por parte del Cabildo eclesiástico consiste en “que no se pueda introducir a pedir limosna alguna, en ningún tiempo, sin licencia del prelado de esta Iglesia, y si se pidiere, la puede ampliar éste a su voluntad.”14 El oratorio fue uno de los bienes donados al morir por Merlo a los mercedarios en 1758. En 1769, dejo de ser parroquia, dependiendo de la parroquia de Nuestra señora del Buen Viaje, ubicada en la cañada de Morón. 3.3 Vínculos entre el oratorio y el pueblo de San Antonio de Areco Rosa Giles heredó de sus padres una gran estancia en el pago de Areco.15 Cuando se realiza un primer inventario de los bienes de la estancia en 1737, Ignacio Ábalos, el capataz a cargo de la misma declara que en la estancia hay una “casa nueva de teja con sala y aposento y dos cuartos al lado de media agua”, “cuatro ranchos de la gente”, 2000 yeguas de vientre, 600 mulas de año, 100 burros hechotes, 200 caballos, 1500 ovejas, 4000 cabezas de ganado vacuno “en los rodeos de la invernada y el que está cerca de la casa”, 400 burras, 30 bueyes, 4 carretas buenas, y 4 esclavos llamados Luis (de más de 30 años), Domingo (de 16 a 18), José (de la misma edad), Alberto (20). Recordemos que la campaña de Buenos Aires fue una zona productora de mulas que con 1 ó 2 años eran vendidas para ser llevadas a la zona minera del Alto Perú. Si bien en el testamento no se especifica la dimensión de la estancia, parece ser que Ruiz de Arellano fue comprando terrenos inmediatos a la estancia de Areco, en 1740 obtuvo en merced otro terreno lindero (se ha calculado que la estancia habría llegado a tener unas 30 leguas cuadradas). Al realizarse el inventario de la estancia, se advierte “que no se puso en el la Capilla de San Antonio que hay en dicha estancia ni sus ornamentos ni vasos sagrados por estar reducida a Iglesia del Curato de este pago”16 Ya en 1728 Ruiz de Arellano había solicitado licencia para realizar una capilla pública en la estancia, con la advocación a San Antonio de Padua. Recordemos que al delimitar el Cabildo eclesiástico las jurisdicciones eclesiásticas a través de curatos en 1730, se especifica que: "El quinto curato se erige en el pago de Areco con todo el territorio que comprende de una y otra parte de su río, así mismo en los pagos de la Pesquería y Cañada de la Cruz de una y otra banda, y los feligreses que contiene dicho pago con los agregados expresados, constan en la razón firmada por el Maestro P. don Roque Ximenez y se le asigna por ahora a dicho Curato por Parroquia Interina la Capilla de San Antonio que está en el referido Pago, entre tanto se consigna en propiedad a su dueño o en su defecto la hacen propias los feligreses". El primer Cura Vicario de la Parroquia fue el capellán, D. Roque Ximenez, quien sé desempeñó en el cargo hasta su muerte, acaecida a fines de 1746. Es en junio de 1750 cuando Ruiz de Arellano otorgó poder a Cristóbal Giles en los términos que siguen: Digo yo, Don José Ruiz de Arellano, vecino de Buenos Aires, patrón y dueño de la Capilla o Iglesia de San Antonio de Areco la que he fundado con mi caudal propio, y principalmente con el de mi mujer difunta doña Rosa de Giles, que en gloria sea, para servir a Dios y que el vecindario de este partido tenga el pasto espiritual que antes de dicha fundación carecía de él, (…) En primera instancia Ruiz de Arellano deja establecido ser el patrón y dueño de la Capilla o Iglesia de San Antonio de Areco, que ha sido su fundador con su caudal y el de su esposa. El funcionamiento de la capilla pareciera ser a puertas abiertas. Recordemos que las familias con oratorios particulares podían pedir autorización episcopal para la erección de uno para celebrar misas a puertas cerradas para la familia en sentido extenso (parientes, criados libres, esclavos, peones y algún vecino). En una segunda instancia, algunos solicitaron autorización para celebrar misa a puertas abiertas en los días de precepto para la población de la zona. (DI STEFANO-ZANATTA, 2005, p.58) “(…) que por esta doy poder y facultad absoluta al Maestro don Cristóbal Giles, Capellán actual de la dicha Capilla como consta de escritura que a su favor otorgamos de mancomún dicha mi mujer y yo, a la que me refiero; (…) Ruiz de Arellano da poder a don Cristóbal Giles, “sobrino” o hijo adoptivo según las interpretaciones, que ya el matrimonio había solventado sus estudios de sacerdote en Córdoba mediante una capellanía. Si bien Cristóbal es el capellán de ese momento de la capilla, el vínculo afectivo familiar es el que parece haber prevalecido. Esta situación la encontramos reiterada con Rafael Aguiar y su hermano José, que al quedar viudo y entrar como sacerdote, se hace cargo de la capilla de los Arroyos. O, como caso más extremo, el de los Casco Mendoza en Cañada de la Cruz. En 1730 Mayoriano, tercer hijo varón de Francisco Casco de Mendoza y María Gelves, siguió estudios de sacerdote en Córdoba. El padre además de instituirle una capellanía,17 habría iniciado la construcción de un oratorio en su estancia en torno a 1725 (en 1727 ya se registran casamientos en él). Sin embargo, Mayoriano retornó con su familia y al cabo de un año contrajo matrimonio en Buenos Aires. El oratorio de los Casco Mendoza fue consagrado en 1741 como sede de viceparroquia y Francisco fue reconocido como su patrono. A partir de este derecho, el propietario podía elegir al sacerdote encargado de la celebración de las misas y las confesiones en su oratorio. En su testamento, Francisco ordenó que se fundara una capellanía para rentar un sacerdote de su familia que dijera misas por su alma y la de sus ancestros. Sus hijos nombraron como capellán al licenciado Joseph Pascual Monsalve por considerarlo el “pariente más cercano que fuese clérigo” (BIROCCO, 2003, p. 30) Según Di Stefano y Zanatta, la posesión de un oratorio privado y, en mayor medida, uno público otorgaba a la familia que ejercía el patronato de un notable prestigio social y religioso, mayor aún cuando el capellán es uno de sus hijos o parientes cercanos. (DI STEFANO-ZANATTA, 2005, p. 59) Volviendo a la donación realizada por Ruiz de Arellano a Cristóbal Giles, cabe detenerse en el sentido de la misma: “(…) para que pueda dar y repartir sitios así de solares enteros, medios solares y cuartos de solar a la personas que quisieren hacer ranchos o casas dentro de las mil varas de tierra que tengo dedicadas en esta estancia para extensión de dicho Santuario apreciando dichos sitios en la conformidad que le pareciere conveniente, cuyo producto se ha de convertir en ornamentos o alhajas más precisas para el Culto Divino,” La donación de las mil varas de tierra dentro de la estancia para vender al precio que pareciera conveniente en solares de distintos tamaños parece estar destinada al mantenimiento de la actividad de la capilla. De la misma manera, observemos a continuación que lo que se obtuviese de las sepulturas sería para reparar o mantener la Iglesia “sin decadencia” “(…) sin que por ninguna manera ni motivo alguno se pueda anular lo que hiciera dicho Imo Don Cristóbal Giles, por ninguna persona, ora sea el patrón que me sucediere o Capellán que adelante fuere, porque es mi voluntad se mantenga perpetuamente en la conformidad que llevo expresada; y también es mi voluntad, ceder al referido primer Capellán, y a los demás que después de sus días le sucedieren, lo que importaren las sepulturas de los que en esta Iglesia se enterrasen, y que esto solos se convierta en la redil.cas.on (¿reedificación?) o reparos de esta Iglesia para que con ellos se pueda mantener sin decadencia alguna que así es mi voluntad,(…) Ruiz de Arellano hace hincapié en que no se pueda anular lo que hiciera Don Cristóbal Giles, por ninguna persona, (patrón o capellán que fuere) El terreno de 1000 varas de frente al Río Areco y legua y medio de fondo es fragmentado y vendido en solares y quintas por parte de los curas vicarios por más de medio siglo. Tema que analizaremos a continuación. 4. Los párrocos de la capilla de San Antonio Areco venden solares Los curas párrocos de San Antonio de Areco registraron las ventas realizadas en el “Libro de toma de razón” que se llevaba en la iglesia.18 Allí se especifican el siguiente tipo de información: la cantidad de transacciones, el nombre del comprador, la superficie del terreno y la fecha “de la venta o donación”. La información del Libro es objeto de críticas por parte de integrantes del Departamento Topográfico (no todas las transferencias tienen las medidas precisas o las fechas, etc.). Algunos compradores se repiten: Francisco de Lima, alcalde en 1757 cuando compra en agosto y luego en octubre una cuadra y un solar, Juan Vieytes (padre de Hipólito), Bernabé Almada, Francisco Alvarez, Gregorio Lima, Francisco Almada. Nos ha llamado la atención que también sean los curas párrocos a cargo de la capilla quienes aparezcan como compradores (y vendedores): Juan C.F de Agüero compra en Abril y el 28 y 29 de Julio tres solares de 62 vs en cada oportunidad; el cura Vicente Piñero 3 cuadras en 1799; el cura Juan Bautista Rossi una cuadra en 1853. En 1839, el Gobierno provincial interviene y enajena a un particular la mitad del resto de la extensión donada por Ruiz de Arellano para el Santuario. Se genera un pleito entre la Municipalidad de San Antonio de Areco y el Gobierno provincial con la Iglesia sobre derecho a la fracción sobrante. Tras diferentes argumentaciones, se coincide en el respeto de los derechos obtenidos por los curas párrocos de San Antonio de Areco sobre las 1000 varas donadas por Ruiz de Arellano. Los curas vendieron de manera fraccionada todo el terreno en cuestión. Se registraron 229 ventas para el período 1757- 1861 con el siguiente ritmo: TABLA 1. TRANSFERENCIAS DE SOLARES DE LOS CAPELLANES A PARTICULARES CAPILLA SAN ANTONIO DE ARECO, 1757-1861 DECADA 1750 1760 1770 1780 1790 1800 1810 1820 1830 1840 1850 1860 Sin especificar TOTAL CANTIDAD 15 17 4 1 14 20 19 95 14 1 22 3 4 229 % 6.5 7.3 1.6 0.3 6.1 8.6 8.2 42.5 6.1 0.3 9.6 1.3 1.6 100 El proceso de conformación de fragmentación del terreno y de apropiación de las parcelas se complementa con los procesos de herencia y compra-venta generados entre particulares, una vez que los Curas de la Parroquia los han vendido. La información de la tabla resulta parcial en ese sentido, pero permite observar la ampliación de la superficie ocupada por los solares que es puesta en venta. El proceso es relativamente paulatino con décadas de una sola venta, y se destacan las 95 ventas realizadas en 1820 (42.5% del total). Dentro de las consideraciones realizadas sobre el límite de la información de la tabla, no queremos dejar de llamar la atención que no parece casual que sea en la década de 1820 la que concentre más del 40% de las ventas de los curas párrocos en un período de más de un siglo. Diferentes trabajos realizados sobre el proceso de compra y venta de terrenos en la campaña de Buenos Aires han puesto en evidencia la importancia de las décadas de 1820 y 1830 con relación a la cantidad de transferencias realizadas y la superficie transferida. Esto sucede más allá de las características de las zonas y de la antigüedad de asentamiento hispano-criollo a las mismas, lo que permite pensar en su relación con movimientos profundos de la economía regional vinculados con procesos inflacionarios y aumentos de los precios de la tierra (por encima de la inflación). (CANEDO, 2000, MASCIOLI, 2003, BANZATO, 1998, GARAVAGLIA, 2004) Otros estudios sobre la compra de solares permitirán profundizar el tema. 5. Consideraciones finales En la Republica Argentina se ha elaborado un modelo explicativo sobre el origen de los pueblos antes de la llegada del ferrocarril. Esta constituye una tradición cultural consolidada que se manifiesta hasta en publicaciones actuales y limita profundizar la comprensión de los procesos que formaron parte de la formación de los pueblos. La Iglesia católica, como aglutinadora de población en la campaña, forma parte de un modelo explicativo fundamentalmente aplicado en pueblos que comenzaron a conformarse durante la primera mitad del siglo XVIII en la jurisdicción de Buenos Aires. Vinculamos la persistencia de este modelo con el proceso de institucionalización de la Historia como disciplina en la Argentina durante las primeras décadas del siglo XX y con la consolidación desde el Estado de los historiadores como legitimadores de una identidad nacional en construcción. Así, la historia de los pueblos de Buenos Aires asimilada a la práctica historiográfica de la historia local se consolidó a través de los esfuerzos puestos de manifiesto en las publicaciones realizadas por el Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Específicamente, destacamos los volúmenes dirigidos por Ricardo Levene sobre Historia de la Provincia de Buenos Aires y formación de sus pueblos, publicados en la década de 1940. Sin embargo, se ha considerado que las mejoras en las condiciones para la práctica del historiador no se correspondieron necesariamente con cambios en la concepción y producción historiográfica. La elaboración y persistencia de la explicación vinculada al papel de la Iglesia católica la hemos relacionado con la idea elaborada e impulsada por la Iglesia católica durante las primeras décadas del siglo XX sobre la religión católica como el núcleo de la “nacionalidad” argentina. Esta construcción del mito de la nación argentina como nación católica avanzó sobre la reconstrucción del pasado, el orden simbólico y el imaginario patriótico. En este marco de elaboración de la obra de Levene, se contó además con la colaboración recibida de los curas párrocos de distintos distritos aportando documentación sobre la cual realizar la construcción historiográfica sobre la influencia de la Iglesia en la fundación de los pueblos. A partir de considerar la importancia que las narraciones sobre el origen de los pueblos asignan a 1730, fecha de una nueva disposición sobre el establecimiento de curatos rurales y de sedes de parroquia, analizamos las limitaciones de esta relación. Nos hemos detenido en las tensiones vinculadas con los derechos esgrimidos en torno a la designación de las sedes parroquiales por parte de la Iglesia católica, los propietarios de los oratorios, los curas párrocos. Al detenernos en el accionar de Rafael Aguiar, de Merlo, de Casco, de Ruiz de Arellano como propietarios de oratorios particulares se ha puesto de manifiesto sus diferentes motivaciones familiares y personales puestas en juego. También que su accionar no aparece como comportamientos singulares, apareciendo grupos de vecinos que solicitan instalación de una capilla en Los Arroyos y otros propietarios de oratorios privados y sacerdotes que entran en conflicto con las solicitudes. Mediante la descripción pormenorizada del caso de San Nicolás de Bari, se pone en evidencia que los vínculos entre la donación del terreno y el establecimiento de una sede de viceparroquia y parroquia, no fueron tan armoniosos ni directos como la reproducción del simple dato o fecha suele ocultar. Surgieron reclamos específicos sobre derechos que hemos resaltado: Francisco Aguiar considerando que sus derechos habían sido lesionados inició juicio al Padre Cossio y Therán cuando éste instaló la sede de vice-parroquia en San Vicente Ferrer (propiedad de Bernardino del Poso). Ante la solicitud del yerno de Bernardino del Poso de reconocimiento del derecho de patronato, sobre la capilla de San Vicente Ferrer, tras haber muerto del Poso, la Iglesia le solicita la transferencia del dominio de todos los bienes muebles y del inmueble donde se asienta la capilla. Ante la negativa, el Obispo de Buenos Aires decretó la definitiva instalación de la vice-parroquia en la Capilla de San Nicolás. La cesión de la casa de Rafael Aguiar para residencia del clero se realiza en forma personal -en pago de una deuda- a Padre Cossio Therán, y de la misma forma éste se la cede al padre Escudero. Estas situaciones conflictivas no parecieran haber sido tan excepcionales. Mediante el análisis del caso de Merlo pudimos comprender como se evitó el conflicto, hemos podido analizar los componentes del acuerdo firmado por Francisco Merlo y el Cabildo eclesiástico por el deslinde de derechos ante la solicitud de que su capilla se constituyese en sede parroquial. Por último, sí analizamos el caso de la capilla de San Antonio de Areco y la formación del pueblo como ejemplo de vínculo establecido. Sin embargo, el caso muestra una complejidad mayor al tradicionalmente planteado. La donación de las mil varas de tierra realizada por Ruiz de Arellano a Cristóbal Giles, su “sobrino” y párroco de la capilla aparece claramente destinada al mantenimiento de la actividad de la capilla. De la misma manera, Ruiz de Arellano establece que la remuneración lograda por las sepulturas realizadas sería para el mantenimiento de la capilla. Los propietarios de los terrenos que hemos analizados se encuentran integrados en una red de vínculos mas amplios. Entre los vínculos aparecen para la primera mitad del siglo XVIII el de la Iglesia Católica. La importancia del vínculo familiar entre el sacerdote y el propietario de la capilla no parece ser menor, y aparece reiterado en los casos analizados y hasta en algunos casos como requisito. En este contexto, el terreno de 1000 varas de frente al Río Areco y legua y medio de fondo es fragmentado y vendido en solares y quintas por parte de los curas vicarios de san Antonio Areco por más de un siglo. El registro excepcional de las ventas realizadas por los curas párrocos de esta capilla en el “Libro de toma de razón” nos ha permitido avanzar en la caracterización de este proceso. Por un lado el ritmo relativamente paulatino de las ventas que muestran el avance en la apropiación de los terrenos por parte de particulares. Sin embargo, la década de 1820 pone de manifiesto un alza de este tipo de ventas, al concentrar más del 40% de las ventas de los curas párrocos en un período de más de un siglo. Mientras que las de 1780 y 1840 ubican una sola venta en cada década Estas características parecieran haber estado relacionadas con los procesos de compra y venta de terrenos en la campaña de Buenos Aires y con movimientos profundos de la economía regional vinculados con procesos inflacionarios y aumentos de los precios de la tierra. Analizar los vínculos de causalidad afianzados desde determinada construcción historiográfica entre Iglesia católica y fundación de pueblos, permite entrever a los procesos involucrados en esa relación de manera más compleja, centrándonos en un aspecto poco considerado hasta el momento, los casos de curas párrocos e instituciones eclesiásticas convertidas en propietarias de terrenos en los pueblos en formación. Bibliografía BANDIERI, S. (2001),“La posiblidad operativa de la Construcción Histórica regional o cómo contribuir a una Historia nacional más complejizada” en FERNANDEZ, S. y G. DALLA CORTE (comp.) Lugares para la Historia, UNR Editora. BARRAL, M. 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(1950) Historia de Merlo, Argentina, Comisión Municipal de Cultura de Merlo. TORRE, José de la, (1938) Historia de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, La Plata, AHPBA. 1 Azara, F. de , Historia del Paraguay y el Río de la Plata, Asunción del Paraguay, 1896, Aun más desafiante resulta el informe al virrey referido a la villa de Luján, donde Azara realizó apreciaciones similares: “casi todos los vecinos de Luján viven desparramados por los campos en sus estancias, según es práctica del país, sin formar villa o población unida, ni la formarán en muchos años.” AHPBA, EMG 3-84, Testimonios del litigio entre los cabildos de Buenos Aires y Luján, p.312, ambos citados por Birocco, p. 38 2 Un ejemplo al respecto lo constituye el modelo sobre el origen de la hacienda hispanoamericana o modelo Chevallier-Borah. 3 Algunas de estas cuestiones comenzaron a abordarse en Canedo, M.,”Elite, Iglesia, Vecinos y Estado. Tensiones por los derechos de propiedad en la conformación de los pueblos en Buenos Aires (siglos XVIII y XIX)”, presentada en las XXas. Jornadas de Historia Económica, Mar del Plata, Argentina, 2006. 4 La fusión entre “Iglesia” y “nación” estuvo acompañada del auge del neotomismo en los institutos religiosos y la emergencia de “intelectuales católicos”. Di Stefano y Zanatta (2000, p.403) 5 En 1730 se convoca a los clérigos del obispado que quisieran presentar a oposición para hacerse cargo de alguno de los tres nuevos curatos creados. La comunicación debería haber sido fluida, ya que se especifica se realice en el término de “dos días, los cuales pasados sean de proveer en los más dignos y beneméritos, con apersivimyento de que pasado el dicho término no se admytan las dichas opossiciones y es declaración que en la dicha doctrina del Río de Luxan a de aver tres iglesias.” 6 En 1740 se modifica la ubicación del terreno dado en dote el año anterior a Paula y Francisco Aguiar. AGN, Registro de Escribano Nº 2, 1738-1742, folio 327 v, y 347 v. ante el escribano Francisco Melo, respectivamente. Torre, José de la, Historia de la ciudad de San Nicolás de los Arroyos, La Plata, AHPBA, 1938 7 Carecemos de información sobre los vínculos sociales, las actuaciones económicas o políticas emprendidas por Aguiar o por Ugarte. Contamos, a manera de indicios, con la tasación y partición de bienes de Aguiar y de Paula Ugarte que se realizó al fallecer Doña Paula en 1759 (Aguiar ya lo había hecho con anterioridad). La composición de los bienes muestra un ritmo disminuido en las actividades productivas, que contrasta con las herramientas y variedad de material reconocido. La mitad del capital tasado corresponde a la tierra, las dos leguas provenientes de la dote. El ganado correspondería al 12% del capital; los 4 esclavos (3 mujeres y un mulatillo) representan el 11%. Se destacan para la zona y época, la casa y mobiliario, la ropa y joyas por su composición y diversidad. Se destaca en el inventario la atahona y sus accesorios y herramientas. En 1744 en la unidad encabezada por Aguiar fueron censados 2 esclavos de 50 y 20 años, un vizcaíno albañil y un indio “albañil y carpintero”. En las descripciones del terreno aparece “un puerto de embarcaciones” frente al Paraná, un horno de teja y una huerta. Canedo, M. “Propiedades, propietarios y ocupantes. La tierra y la familia en la campaña de Buenos Aires. El Pago de los Arroyos, 1650-1750”, Boletín del Ravignani Nº 7, FCE-UBA, 1993. 8 Entre los solicitantes se encontraron Pedro de Acevedo, Francisco Frías, Antonio de Vargas Machuca, Juan Antonio Hereñú y Arteaga, Agustín y Ventura Arias Montiel, y Antonio Fernandez. El cura Ambrosio Alzugaray era bisnieto de Romero de Pineda y sobrino de Gómez Recio, propietario de la capilla. 9 El hermano de Rafael Aguiar, Pbro. José de Aguiar, habría servido en el oratorio por algún tiempo Menendez. D. Historia de la Ciudad de San Nicolás de los Arroyos, San Nicolás de los Arroyos, 1890; Torre, José de la, Ob.cit. 10 El oratorio de San Vicente Ferrer tenía una relativamente importante presencia en el lugar. Originariamente había sido atendido por los Padres Betlemitas de San Pedro, zona lindera a San Nicolás, y luego por el Padre Miguel de Barcelona. 11 Al morir del Pozo, hereda la capilla junto a alhajas, ornamentos y enseres su hija Teresa, casada con Simón González. “La salida de Buenos Aires tiene dos rutas, ambas en carretas para llegar a Luján: la una que es la más común, está al Oeste, que se dice por la Capilla de Merlo y la otra a la banda del Este que llaman de las Conchas” Concolorcorvo, El Lazarillo de Ciegos Caminantes, p. 56, cap.III 13 El oratorio o capilla es descripto en el inventario de los bienes de Merlo realizado en 1761 y, reiterado en 1771. “Reconocimiento o inventario de los bienes dejados por Merlo” p.187, y 65-66. Treinta varas de largo, atrio cerrado, portón con llave, un pórtico con tres arcos, en su altar mayor una imagen de Nuestra Santísima Madre con el titulo de Concepción del Camino. 14 En 1756 Francisco de Merlo fue designado por el obispo Marsellamno y Agramunt como “mayordomo perpeuto” de la Cofradía de la Santisima Virgen del Camino, solicitó en 1758 la autorización para que un “hermano” de la citada cofradía pudiera salir por todos los pagos a pedir limosna. 15 Entre las mercedes de tierra otorgadas por el Gobernador de Buenos Aires Pedro Esteban Dávila en la zona del Río Areco durante la década de 1630, se encuentra la de Sebastián Giles. El terreno así originado fue heredado por sus hijos, Juan Antonio y Pedro. 16 AGN, Testamentaria Nº 6251, citada, folio 9 reverso. 17 El padre le instituyó un patrimonio de 2000 pesos para que gozase de una renta anual de 100 pesos, hipotecando “una estancia poblada con dos casas de teja, capilla, ganados y media legua de tierras de frente con el fondo que les corresponde a los demás de aquel pago” AGN, Registro de Escribano Nº 3, 1730, f. 614v. citado por Birocco, C. p.28 18 Archivo de la Dirección de Geodesia, Catastro y Tierras, Duplicado de mensura del terreno “El Santo”, 1905-1906, Nº 94, folios 5 a 15. 12