1ª PARADA COPLAS DEL VERANO 4ª PARADA JARDÍN CUANDO riegan las macetas en blanca pared, la cal, en venas de plata, apaga su sed. No es la fuente cuando corre con cielos de musgo y plata, ni es la brisa entre las hojas, ni las aves cuando cantan. Cuando riegan los ladrillos por el corredor, la siesta da su perfume de sueño y de flor. No es la luz quebrada en oros por el encaje de ramas sobre la siesta profunda del arrayán y la malva. Cuando riegan los jardines al atardecer, el aire besa, profundo, como una mujer. No es el temblor de los aires al roce puro del ala, cuando surcan por los cielos mensajes de plumas blancas. 2ª PARADA FECUNDIDAD Es algo que está en la frente o que por los labios pasa otorgándonos la dulce presencia de la esperanza. ¡CUÁNTA vida en caricia silenciosa fluye por estas venas vegetales, cristal con pulso, o sangre perfumada en el misterio de la flor que nace! Son oros desvanecidos sobre yedras de murallas, con un tibio olor difuso de soledades y savias. Una fecundidad grávida y pura -dulce resumen del placer de amantesadormece la sombra en los jardines y abruma, en su latido, nuestra sangre. ...Es el jardín hecho tacto sobre los pulsos del alma cuando la luz de la tarde brilla, ya muerta, en el agua. Perenne gestación, ritmo materno de savias que trascalan densidades para encontrar la carne de delicia que ha de gloriarla en fruto por los aires. 5ª PARADA CANCIÓN DEL ALMENDRO 3ª PARADA COPLAS DE LA AZUCENA CÁLICES de los vientos. Carne de luna. Lo blanco no era blanco sin tu blancura. En el centro una llama. Sol concentrado. El aire te acaricia para su halago. Esponsales celestes si ya se funden en delicia de vuelo viento y perfume. BLANCA, blanca. ¿Se quedó la luz del alba en vilo sobre las ramas? Canta, canta. ¿Entonaba el aire salvas de flores y espumas blancas? ¿Será un enjambre parado con nieve sobre las alas? ¿Serán las novias del viento con las colas desplegadas? Blanca y canta. Es el almendro florido. Amor de blanco en las auras. 6ª PARADA JARDÍN ENAMORADO ERA aquí en el jardín. La misma hora. Igual hondo perfume entre los bojes acusando palpable en la mejilla el paso de la brisa como un roce. Sobre el silencio de la flor, un trino. Y el cristal derramado de la fuente, que funde en los olores de la tierra el silencio, la tarde, el aire verde. Era aquí en el jardín. Lejanos días en los que vive en éxtasis el alma ajena y sin cuidados para el mundo, fiel a su vida y gloria ya pasadas 7ª PARADA KASIDA DEL REY ALMOTAMID POR barrios, torres, murallas… Por los huertos, por el río… ¡Estoy cansado de luces! ¡Ebrio, sin haber bebido! Hay una calle de angustias que es mi forzado camino. Hay una rara armonía entre el cielo y mis sentidos. Hay una mujer-¡engaños!en mi impecable delirio. En los jardines, la sombra condensa un tibio latido de amor entre flor y nube con soledades de trino. ¿Qué es la soledad? Tristeza del mundo inmutable, fijo, hermoso ante nuestros ojos y ajeno a nuestros suspiros. ¿Por qué este sol de verano, cálido de paraísos, no se torna oro en mi sangre, no me enciende en beso, en grito? Yo presiento el alma, el roce del instante fugitivo, y en su delicia se hunde mi corazón sin alivio. ¿Por qué hay miradas que ahondan los fondos del turbio instinto? ¿Por qué el amor nos destruye en un celeste exterminio? ¡Sevilla, furor de sangre con un corazón de niño! ¡Sevilla, temblor de muros blancos entre jardinillos! En tu profunda clausura busco silencio y abrigo. Estoy cansado…¡Dejadme! Cansado de amor, de vinos… Dejad perderse mis horas ante un jazmín.. ¡Y el olvido! 8ª PARADA KASIDA DEL AGUA DORMIDA NO es más que el agua dormida en el cuadro del estanque. La velan mis ojos tristes. La guardan los arrayanes. NO es más que el agua dormida ¡No la despiertes!¡No hables! Sueña con verdes jardines que le corren por su sangre. Están allí, transparentes, por entre el cielo y su carne: cipreses de erguido anhelo, murtas de oscuros encajes. No es más que el agua dormida, en el gozo de la tarde. Por su remanso discurren los éxtasis siderales. El sol, la nube…¡Cuidado! No cante rutas el aire. Este mundo de delicias sólo es de paz y cristales. Mis ojos roban encantos en profundas densidades. La realidad vive en ellas con luz, con forma y sin aire. Naranjas, cielos, columnas, mi rostro y los arrayanes en el mundo misterioso de las aguas…¿Soy de carne? ¿Qué normas de transparencias o de reflejos astrales mantienen silencio puro estas hondas claridades? ¿Qué música sin sonido, del alma sólo captable, bajo el temblor de las aguas alisadas por el aire? No es más que el agua dormida. Los jardines son su sangre. Mis ojos, líquida hondura. ¡Cuidado!¡No despertarme! 9ª PARADA LLANTO POR IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS Federico García Lorca. LLANTO POR IGNACIO SÁNCHEZ MEJÍAS (1935) a las cinco de la tarde. Trompa de lirio por las verdes ingles a las cinco de la tarde. Las heridas quemaban como soles a las cinco de la tarde, y el gentío rompía las ventanas a las cinco de la tarde. A mi querida amiga Encarnación López Júlvez. A las cinco de la tarde. ¡Ay, qué terribles cinco de la tarde! ¡Eran las cinco en todos los relojes! ¡Eran las cinco en sombra de la tarde! 1 2 LA COGIDA Y LA MUERTE LA SANGRE DERRAMADA A las cinco de la tarde Eran las cinco en punto de la tarde. Un niño trajo la blanca sábana a las cinco de la tarde. Una espuerta de cal ya prevenida a las cinco de la tarde. Lo demás era muerte y sólo muerte a las cinco de la tarde. ¡Que no quiero verla! El viento se llevó los algodones a las cinco de la tarde. Y el óxido sembró cristal y níquel a las cinco de la tarde Ya luchan la paloma y el leopardo a las cinco de la tarde. Y un muslo con un asta desolada a las cinco de la tarde. Comenzaron los sones de bordón a las cinco de la tarde. Las campanas de arsénico y el humo a las cinco de la tarde. En las esquinas grupos de silencio a las cinco de la tarde. ¡Y el toro solo corazón arriba! a las cinco de la tarde. Cuando el sudor de nieve fue llegando a las cinco de la tarde, cuando la plaza se cubrió de yodo a las cinco de la tarde, la muerte puso huevos en la herida a las cinco de la tarde. A las cinco de la tarde. A las cinco en punto de la tarde. Un ataúd con ruedas es la cama a las cinco de la tarde. Huesos y flautas suenan en su oído a las cinco de la tarde. El toro ya mugía por su frente a las cinco do la tarde. El cuarto se irisaba de agonía a las cinco de la tarde. A lo lejos ya viene la gangrena Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena. ¡Que no quiero verla! La luna de par en par. Caballo de nubes quietas, y la plaza gris del sueño con sauces en las barreras. ¡Que no quiero verla! Que mi recuerdo se quema. ¡Avisad a los jazmines con su blancura pequeña! ¡Que no quiero verla! La vaca del viejo mundo pasaba su triste lengua sobre un hocico de sangres derramadas en la arena, y los toros de Guisando, casi muerte y casi piedra, mugieron como dos siglos hartos de pisar la tierra. No. ¡Que no quiero verla! Por las gradas sube Ignacio con toda su muerte a cuestas. Buscaba el amanecer, y el amanecer no era. Busca su perfil seguro, y el sueño lo desorienta. Buscaba su hermoso cuerpo y encontró su sangre abierta. ¡No me digáis que la vea! No quiero sentir el chorro cada vez con menos fuerza; ese chorro que ilumina los tendidos y se vuelca sobre la pana y el cuero de muchedumbre sedienta. ¡Quién me grita que me asome! ¡No me digáis que la vea! No se cerraron sus ojos cuando vio los cuernos cerca, pero las madres terribles levantaron la cabeza. Y a través de las ganaderías, hubo un aire de voces secretas que gritaban a toros celestes, mayorales de pálida niebla. No hubo príncipe en Sevilla que comparársele pueda, ni espada como su espada ni corazón tan de veras. Como un río de leones su maravillosa fuerza, y como un torso de mármol su dibujada prudencia. Aire de Roma andaluza le doraba la cabeza donde su risa era un nardo de sal y de inteligencia. ¡Qué gran torero en la plaza! ¡Qué buen serrano en la sierra! ¡Qué blando con las espigas! ¡Qué duro con las espuelas! ¡Qué tierno con el rocío! ¡Qué deslumbrante en la feria! ¡Qué tremendo con las últimas banderillas de tiniebla! Pero ya duerme sin fin. Ya los musgos y la hierba abren con dedos seguros la flor de su calavera Y su sangre ya viene cantando: cantando por marismas y praderas, resbalando por cuernos ateridos, vacilando sin alma por la niebla, tropezando con miles de pezuñas como una larga, oscura, triste lengua para formar un charco de agonía junto al Guadalquivir de las estrellas. ¡Oh blanco muro de España! ¡Oh negro toro de pena! ¡Oh sangre dura de Ignacio! ¡Oh ruiseñor de sus venas! No. ¡Que no quiero verla! Que no hay cáliz que la contenga, que no hay golondrinas que se la beban, no hay escarcha de luz que la enfríe, no hay canto ni diluvio de azucenas, no hay cristal que la cubra de plata. No. ¡¡Yo no quiero verla!! 3 CUERPO PRESENTE La piedra es una frente donde los sueños gimen sin tener agua curva ni cipreses helados. La piedra es una espalda para llevar al tiempo con árboles de lágrimas y cintas y planetas. Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas, levantando sus tiernos brazos acribillados, para no ser cazadas por la piedra tendida que desata sus miembros sin empapar la sangre. Porque la piedra coge simientes y nublados, esqueletos de alondras y lobos de penumbra; pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego, sino plazas y plazas y otras plazas sin muros. Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido. Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura: la muerte le ha cubierto de pálidos azufres y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro. Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca. El aire como loco deja su pecho hundido, y el Amor, empapado con lágrimas de nieve, se calienta en la cumbre de las ganaderías. ¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa. Estamos con un cuerpo presente que se esfuma, con una forma clara que tuvo ruiseñores y la vemos llenarse de agujeros sin fondo. ¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice! Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón, ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente: aquí no quiero más que los ojos redondos para ver ese cuerpo sin posible descanso. Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura. Los que doman caballos y dominan los ríos: los hombres que les suena el esqueleto y cantan con una boca llena de sol y pedernales. Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra. Delante de este cuerpo con las riendas quebradas. Yo quiero que me enseñen dónde está la salida para este capitán atado por la muerte. Yo quiero que me enseñen un llanto como un río que tenga dulces nieblas y profundas orillas, para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda sin escuchar el doble resuello de los toros. Que se pierda en la plaza redonda de la luna que finge cuando niña doliente res inmóvil; que se pierda en la noche sin canto de los peces y en la maleza blanca del humo congelado. No quiero que le tapen la cara con pañuelos para que se acostumbre con la muerte que lleva. Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido. Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar! 4 ALMA AUSENTE No te conoce el toro ni la higuera, ni caballos ni hormigas de tu casa. No te conoce el niño ni la tarde porque te has muerto para siempre. No te conoce el lomo de la piedra, ni el rasgo negro donde te destrozas. No te conoce tu recuerdo mudo porque te has muerto para siempre. El otoño vendrá con caracolas, uva de niebla y montes agrupados, pero nadie querrá mirar tus ojos porque tú has muerto para siempre. Porque, tú has muerto para siempre como todos los muertos de la Tierra, como todos los muertos que se olvidan en un montón de perros apagados. No te conoce nadie. No. Pero yo te canto. Yo canto para luego tu perfil y tu gracia. La madurez insigne de tu conocimiento. Tu apetencia de muerte y el gusto de su boca. La tristeza que tuvo tu valiente alegría. Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace, un andaluz tan claro, tan rico de aventura. Yo canto su elegancia con palabras que gimen y recuerdo una brisa triste por los olivos. 10ª PARADA PALMERA, AL ATARDECER SOBRE el vasto jardín que, coronado de ramas y de flores, resplandece, línea en el viento, la palmera crece hacia un cielo en azul empavonado. Abre en la cumbre de su esbelto tronco la gloria en rueda de las finas palmas. unas, al cielo, con anhelo de almas; otras, rendidas por el viento bronco. Si el sol se prende sobre las palmeras - beso final en la rendida tarde-, sobre el azul sereno en oros arde la más trémula y blonda cabellera. Ya palidecen hojas y cabellos en los umbrales de la noche fría. Y una estrella tenaz lucha y porfía por colgar en la palma sus cabellos. 11ª PARADA KASIDA DE LAS CAMPANAS YA no estaré aquí. Borrado en la nada. Pero cuando suenen, densas, las campanas -campanas celestes de misa del alba, ángelus de oro, temblor de Giralda-; cuando al mediodía, con olor de albahacas, ecos y retumbos tiemblen por la casa. Guardadme silencio. Parad las palabras. Cauces de latidos en la ausencia larga. ¡Los muertos!... ¡Los muertos oyen las campanas! 12ª PARADA CANCIÓN DE HORMIGAS UN grano de trigo Veinte toneladas. Con una ramilla, Comedor y cama Hormiga, hormiguero. Temblor en el suelo. La señora hormiga Se va de paseo. A todo el que encuentra Su abrazo y su beso. Hormiga, hormiguero. Temblor en el suelo. Flores, barro, paja trigo, leña, mieles. Dentro de una aguja grandes almacenes. Hormiga, hormiguero. ¿Se volcó el tintero? Pasaron los hombres gigantes del cielo. Cata, cataclismo por los hormigueros. columna hirviente de oro. Los enjambres del verano zumban en las tejas altas con rumor de sol batido entre mieles y entre alas.) De amores, niño, me muero. De amores, que no de olor. Estoy desnuda y temblando por que me huelas, amor. Dormirás entre cortinas de encaje y rumor de agua. Los ladrillos de tu alcoba olerán a mejorana. Te dormirás con un beso húmedo de soledades. Seré tuya. Flor de albahaca. Fuego y caricia en tu sangre. DICE EL ADOLESCENTE Hormiga, hormiguita. ¿No tienes casita? Esta gran sed de mis pulsos no me la apacigua el agua, que hay una sed de la sangre que no sé cómo se calma. 13ª PARADA Me zumban contra las sienes Voces, pasos y miradas. ¿Cómo será esa mujer que en la siesta, lejos, canta? 14ª PARADA 15ª PARADA KASIDA DE LOS PERFUMES SOBRE la rosa que al viento da su aroma con desmayo; sobre el jazmín que en el aire cuaja sus luceros blancos; sobre el mirto y la celinda, la alhucema y el naranjo, sobre todos los aromas, mujer, el tuyo en mis manos. 16ª PARADA SIESTA DE LA ALBAHACA Y EL ADOLESCENTE DICE LA ALBAHACA ESTOY desnuda y penando sola entre cuatro paredes. En la siesta del verano duermen hombres sin mujeres. Desnuda, verde y desnuda. Déjame llegar. No hables. Agosto pleno estaciona lumbre blanca por las calles. (El patio en fresca penumbra. Por el cénit de los toldos penetra un filo de luz, Verano de soledades En que el sueño se desangra En un anhelo confuso De caricia y flor mojada. (Ya ha pasado el velonero de Lucena oro y flama, tosco arcángel de reflejos entre brillos y campanas) ¡Y no me podré dormir sobre el frío de mi almohada, porque un aroma de patio entra en mis venas y abrasa! 17ª PARADA FÁBULA DEL NIÑO MUERTO I FÁBULA de mi niñez, en blanco patio! ¡Mi candor, entre columnas! ¡El cielo, en arcos! ¡Los silencios de mi asombro! ¡Mares de mármol! ¡Mi sueño, entre flor y agua! ¡Rumores, tallos! ¡Yo debí morir de niño, con nueve años! ¡Cuando mi pena era un ángel, ajena al llanto! 18ª PARADA PATIO SiN rejas ni flores. Corazón de piedra. Mármol, cal y orden. II No vieron que me moría. Me dejaron sobre el mármol. Ya soy de luz, de perfume. Nadie me busca en el patio. Recinto de bellos contornos medidos. Salón de los cielos. Creen que me fui por el cielo… Columna de mármol. Potencia ceñida. Ascensión en garbo. Vivo en blancura de mármol. En el afán de la fuente, por ser temblor subterráneo. En la seda de los tiempos; en un silencio quebrado por campanas y latidos de madreselva o geranios. ¡Creen que me fui por el cielo! ¡Nadie me busca en el patio! ¡Qué pena de ser perfume, de rumor, de luz, de llanto! Los niños juegan y ríen. Los hombres pasan hablando. ¿Nadie me ve?¿No me sienten? ¡Aquí, en el sol, en el ángulo de los rosales de olor, mi muerte de nueve años! ¡Cortadme, llevadme adentro, al gabinete, a los cuartos! ¡Libertadme de este cielo de columnas y de arcos! ¡Quiero vivir!¿Por qué mueren los niños de nueve años? En los coros de la gloria Falta un niño sevillano. Está perdido en las luces finas de los blancos patios. III Patio de cal y de estrellas… La luz de paso. Columnas, columnas. Éxtasis de fuerza en ansia y blancura. La columna anhela un peso celeste. …El arco se entrega. La luz de la arcada matiza en sus grados expresiones varias: Arcos femeninos. Arcos taciturnos. Religiosos, cívicos. - Sabias veleidades: en el patio moro arcos desiguales. Pared blanqueada en gozo de líneas niveladas claras. Losetas, aristas, escuadras, enjutas, se avienen precisas. Los fustes encuadran un espacio lleno de quietud y calma. Comunión celeste. Alberca del aura que en reposo duerme. Patio de luz y de agua… Rumor temblando… En Sevilla, milenaria. Columnas, arcos. Luces descansadas. Las horas azules por las losas pasan. Ya en esta clausura puras jerarquías de orden nos inundan, traje blanco, transparente, que la desnuda como a una mujer segura de su gracia, y con el que recibe a su amiga la Aurora. Patio en columnatas. Por la gracia en arcos la belleza canta. ¿Adónde irá la Giralda esa noche negra en que desaparece de Sevilla? Como a una mujer, el viento se abraza a la Giralda. 19ª PARADA 20ª PARADA Cuando pasa sobre ella el lucerito que le gusta, ¡como estremece, sin que nadie lo oiga, toda la platería de sus campanas de gloria! 21ª PARADA 22ª PARADA 23ª PARADA ROMANCE DEL PATIO TRISTE ¡QUÉ angustia de pena sorda metida dentro del pecho! Es mi casa y es mi patio, sin embargo, tú,¡qué lejos! Mis pulsos laten ardientes, densos de amor y recuerdos. Faldilla negra y volante, blusilla de terciopelo, un lunar en la mejilla y otro lunar en el cuello. La luz de la tarde abría navajas sobre tu pelo. ¡Carmen de nombre y olvido! ¡Carmen de pena y de sueño! Por los rincones del patio Tu luz, tu vida y tu acento. Si te reías temblaban las burbujillas del viento. Pudimos ser …¡No quisiste! Ya sólo mi patio tengo con cuatro muros de cal para enterrar tu recuerdo. Los aviadores miran a la Giralda con esa familiaridad característica de los que poseen un igual secreto peligroso: los secretos del aire. Se asomó San Pedro a un balcón de nubes y pregunto: -Torre de Sevilla, Giralda, ¿por qué estás triste?... -¡Quisiera, Señor, tener brazos para acariciar a las estrellas! -contesto la Giralda pensativa. Cuando la Giralda tiene que dar alguna noticia, envía una paloma blanca. ¿Qué casa de Sevilla será la predilecta de la Giralda? Hay un día en que la Giralda se cansa de Sevilla y llama a las nubes. Las monta sobre sus hombros y juega con ellas, sus falderillos. Un minuto antes que nosotros, dice todos los días la Giralda: -Buenos días, sol -Buenas noches, estrellas. Ese día nublado en que la Giralda está más alta que ningún otro día, es que se empina para ver al sol por encima de las nubes. 24ª PARADA 25ª PARADA GIRALDA Todos los días crece un poquito la Giralda con el riego de las macetas que hay a sus pies. La Giralda tiene un traje rosa. La Giralda tiene un traje morado. La Giralda tiene un traje azul. El de plata y piedras celestes para las noches de fiestas. La Giralda tiene un Bajó mucho el papel de la danzarina Nacha Nazimowa aquella noche en que se negó a bailar en el escenario cuyo fondo, la Giralda, aun muerta, pintada, era siempre la más esbelta y pulida forma de mujer. La Giralda tiene buena sombra. ¿Se ve en mi estrella, Giralda, desde tu casa del aire? El viento lleva a la Giralda caricias diferentes. El viento de los viñedos, una caricia embriagadora. El viento de la noche, una ráfaga misteriosa. El viento hondo marino, un grano de sal para Santa Juana.