Venezuela: Voto por la felicidad

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Venezuela: Voto por la felicidad
Luis Britto García :: 29/09/2012
La imagen convencional de Venezuela se asocia a un conjunto de récords triviales. Es el país
que más muchachas ha elevado a la categoría de Miss Universo o Miss Mundo.
Es el país que, considerado individualmente, posee las mayores reservas de hidrocarburos en el
planeta. A estas marcas, cuyo mérito parecería corresponder a la herencia biológica o a la geológica,
se suman otros indicadores sorprendentes. Según el Guinnes World Book Records 2008, más del
55% de los venezolanos entrevistados el año anterior respondieron que eran “muy felices”, lo cual
nos coloca en el rango de país más feliz del mundo. De acuerdo con la Encuesta Gallup 2010, el 64%
de los ciudadanos opina que está prosperando, lo cual nos convertiría en el quinto país más próspero
del mundo, en empate técnico con Finlandia, y sólo superado por Dinamarca, Suecia, Canadá y
Australia. Conforme al Happy Planet Index, Venezuela presenta para 2010 una marca de Bienestar
Experimentado de 7.5 sobre 10, lo cual lo empata con Suiza y lo coloca apenas por un decimal por
debajo de Noruega, pero lo sitúa por encima de Estados Unidos, que no pasa de 7.16. La llamada
Huella Ecológica desmejora algo el rango de nuestro país, pero debemos considerar que con ella se
culpabiliza a Venezuela por el consumo de hidrocarburos de buena parte del mundo. La felicidad es
una opinión, pero una opinión que define si nuestra vida vale la pena. También, para ser plena debe
ser merecida. Es sospechoso un país al cual el destino asigna un exceso de mujeres bellas o de
energía fósil ¿Hemos ganado nuestra dicha? Por lo menos, es evidente que no la heredamos.
Saqueada durante trescientos años de Colonia española, expoliada durante doscientos años de vida
republicana, Venezuela finalizó el siglo XX con una deuda pública impagable, un nivel de pobreza de
70% y un gobierno en vías de entregar la principal riqueza del país a las transnacionales y la
soberanía al Fondo Monetario Internacional para imponer un Paquete Neoliberal. Para ganar la
felicidad hay que asumir el control del propio destino. El pueblo venezolano protagonizó en 1989
una sublevación masiva contra el Paquete Neoliberal, precursora de movimientos similares en
América Latina y más tarde en Europa. Esta sublevación deslegitimó a los partidos que la
reprimieron con saldo de miles de muertos, y abrió paso para que en 1998 llegara democráticamente
al poder Hugo Chávez Frías y el año inmediato fuera sancionada con abrumadora mayoría en
referendo popular la Constitución Bolivariana. Desde entonces, el movimiento bolivariano ha
triunfado en doce elecciones inobjetables, monitoreadas por centenares de observadores
internacionales que jamás han encontrado fallos significativos. La única derrota ocurrió en un
referendo sobre una compleja reforma constitucional, por insignificante diferencia de 50.000 votos.
Ser feliz es controlar los medios de vida propios. El Producto Interno Bruto (PIB) de Venezuela para
1998 era el equivalente de 42.066.487.000 bolívares actuales; para 2011 es de 58.011.931.000.
Contribuyen decisivamente a este incremento la lucha contra la privatización de Petróleos de
Venezuela S.A y una firme política de defensa de los precios en la Organización de Países
Exportadores de Petróleo. Para ser feliz, hay que aplicar los ingresos al bienestar de todos. En 1988
se destinaba sólo un 8.4% del PIB para el gasto social; en 2008 se le dedica el 18.8%, más del doble.
Entre 2004 y 2010 PDVSA aporta en forma directa el equivalente de 61.369 millones de dólares al
desarrollo social. Según el Instituto Nacional de Estadística de Venezuela (INE), de los 547 000
millones de dólares que ha ingresado el estado venezolano en los últimos años, el 60% se aplicaron a
la inversión social. La riqueza no trae la felicidad, pero la miseria tampoco. En 1996, un 70% de los
venezolanos estaba en situación de pobreza, y un 40% en pobreza crítica; gracias a la inversión
social para 2009 la pobreza ha descendido al 23%, y la pobreza extrema al 6%, lo cual eleva a
Venezuela a la categoría de tercer país con menos pobreza en la región. El Índice de Gini de
desigualdad en ingresos de los hogares desciende de 0,4865 en 1998 a 0,3928, lo cual nos convierte
en el país con menor índice de desigualdad en la América Latina capitalista, mientras el Índice de
Desarrollo Humano de Naciones Unidas, que en 1998 nos situaba en 0,691, para 2007 nos eleva al
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Rango Alto de Desarrollo Humano con 0,878. En sólo una década, la expectativa de vida del
venezolano se eleva en dos años y la talla promedio de los niños en dos centímetros. Ser feliz es
trabajar productivamente y estar bien remunerado por ello. Una nueva Ley del Trabajo devolvió a los
trabajadores sus prestaciones sociales, arrebatadas por un gobierno neoliberal en 1966. La tasa de
desocupación se situaba en 11 % en 1998, desciende al 7,95% en 2009 y al 6% en 2012. El salario
mínimo, a partir de 100 en 1998, casi se decuplica en 1.224 para 2010, y con el añadido de cesta
ticket alcanza a 2.199, magnitud veinte veces mayor, superior a la de la Canasta Alimentaria
Normativa que se sitúa en 1.270, y que constituye el salario mínimo más alto de América Latina. De
poco valen cuerpos sanos sin mentes lúcidas. El gobierno bolivariano descartó un proyecto de
privatización del sistema educativo que lo hubiera hecho inaccesible a las mayorías. El gasto
educativo saltó de menos del 3% del PIB en esos tiempos, al 5,4% en 2000 y al 6,3% en 2008.
Gracias a la Misión Robinson, Venezuela alfabetiza 1.678.671 personas para 2009 y erradica el
analfabetismo. En 1990, sólo 39,96% de los niños asistían al preescolar; en 2008 concurre más del
doble, el 84,8%. Para 1998-1999, sólo el 53,41% de los niños en edad escolar asistía a la educación
inicial pública; para 2008, lo hacen el 84.8%. No sólo se les garantiza la educación gratuita: para
2008, unos 4.055.135 alumnos del sistema de Educación Básica son atendidos por el Programa de
Alimentación Escolar, un incremento de casi el doble desde 1999. En 1988 sólo el 18% de los
jóvenes estaban matriculados en el sistema educativo, para 2008 es el 42,37%. En la última década
el gobierno ha creado 15 nuevas universidades; La matrícula universitaria se duplicó de 894.418
educandos en 2000 a 2.109.331 en 2009. En Venezuela estudian 9.329.703 personas: uno de cada
tres venezolanos; la inmensa mayoría de los establecimientos en todos los niveles son públicos y por
tanto gratuitos; el acceso a la educación está universalmente garantizado. La dicha de aprender
abre paso al disfrute de los bienes culturales. Según encuesta del Centro Nacional del Libro en
2012, el 82% de los venezolanos lee cualquier tipo de materiales; 50,2% de ellos libros, que ahora
son abundantes y accesibles, lo cual nos convierte en el tercer país lector de América Latina.
Pareciera que hablamos demasiado de indicadores económicos, sociales y culturales y poco de
política. Pero cultura, sociedad y economía son la sustancia de la política. Con estos antecedentes,
no deben extrañar los pronósticos para las elecciones del próximo 7 de octubre. Para el 8 de agosto
de 2012, la encuestadora GIS XXI verifica 56% a favor de Hugo Chávez, 30% por Capriles, 14% de
indecisos. Para el 9 de agosto, Datanalisis registra 46,8% a favor de Chávez, 34,2% a favor de
Capriles, 19% indecisos. La encuestadora Hinterfaces para el 16 de agosto de 2012 atribuye 48% a
Hugo Chávez, 30% a Capriles Radonski, 22% a los indecisos. Son las encuestadoras más acreditadas
y presentan cifras distintas, pero todas con sustanciales mayorías a favor de Hugo Chávez Frías.
Estas cifras causan honda preocupación en el Departamento de Estado. El 27 de agosto José Vicente
Rangel informa que cuando los encuestadores participaron los resultados a funcionarios de la
embajada de Estados Unidos, éstos se mostraron interesados en disminuir la brecha “a partir de la
ocurrencia de un evento extraordinario, cuya magnitud y características no precisaron, pero que
podría impactar en los resultados finales de las elecciones del 7 de octubre y generar hechos
impredecibles». Durante una década, Venezuela ha sido uno de los principales impulsores de una
diplomacia multipolar y de proyectos de integración latinoamericana y caribeña que desafían la
hegemonía estadounidense. Una oposición vinculada a Estados Unidos, que ha intentado
desmantelar el proyecto socialista democrático mediante el golpe de Estado, el intento de
magnicidio, el sabotaje petrolero, el cierre patronal y el terrorismo, posiblemente intentará evitar las
elecciones de octubre o deslegitimar sus resultados mediante “hechos impredecibles” ilegales y
destructivos. Quizá la misteriosa explosión de tanques de gas en la refinería de Amuay el 26 de
agosto de 2012 cumplía esta profecía. A mí me entristece que tanta felicidad aflija a unos pocos,
porque el pesar del bien ajeno tiene un nombre muy feo. Decía el joven Marx que no desearía para sí
mismo una dicha que no fuera compartida por millones. En nuestra democracia tenemos todos los
derechos, incluso el de sentirse desdichado por el bienestar de otros. Nuestra dicha tiene
imperfecciones, reveses, metas por cumplir. Pero yo voto por la felicidad, que sabe mejor cuando se
comparte.
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