Homenaje a Alfonso Reyes 2012 - Universidad Autónoma de Nuevo

Anuncio
Ideas de Alfonso Reyes sobre la educación.
Homenaje por el 123 aniversario de su natalicio
Lidia Rodríguez Alfano
Mayo 17 de 2012
Sr. Rector de la Universidad Autónoma de Nuevo León,
Dr. Jesús Áncer Rodríguez,
Directora de la Facultad de Filosofía y Letras,
Dra. María Luisa Martínez Sánchez, a quien agradezco la invitación
para dirigir estas palabras,
Demás autoridades universitarias y gubernamentales, y
Distinguidas personas que nos acompañan,
Muy buenos días.
Desde la publicación del libro Alfonso Reyes de Filosofía y Letras, en
esta Facultad, adoptamos como muy nuestro al escritor regiomontano de talla
universal, y nos empeñamos en que estos homenajes incluyeran estudios de
su obra. Para esta ocasión, siendo año de elecciones, y dado que las
propuestas de los candidatos a ocupar la presidencia de la república coinciden
en la prioridad del mejoramiento del sistema de educación pública, revisamos
algunos de los ensayos de las Obras completas que versan sobre el tema.
Actualizamos el mensaje de Alfonso Reyes al relacionarlo con el
contexto sociohistórico del 123 aniversario, con un doble propósito: destacar
algunas de sus ideas sobre la educación, e identificar el mensaje que podría
quedar a cada uno de los colegios de esta Facultad y, en general, a la UANL, y
a los presentes, en su calidad de ciudadanos.
En primer lugar, observamos que en las propuestas de los candidatos
acerca de este tema, subyace su conocimiento de la ubicación de nuestro país
entre los índices más bajos de calidad educativa; y, según se publicó hace
unos días (El Norte, 14 de mayo de 2012, página 1), se les ha pedido
responder a cuestionamientos tales como el mejoramiento del desempeño de
estudiantes y maestros, y las negociaciones salariales, además de dar su
1
opinión en un asunto tan puntual como el liderazgo ―en la política― de la
dirigente nacional de la educación.
Al respecto, en un ensayo de Reyes, “Doctrina de paz”, habla de las
iniciativas para reconstruirla después de la guerra, y parecería dirigir a los
candidatos una advertencia: “Todas (las propuestas), por plausibles que sean,
son insuficientes mientras sólo pretendan modificar exteriormente los efectos
sin haber corregido antes las causas”. (XI: 228). Esto es que los aspirantes a la
presidencia del país no atacarán la esencia del problema, si se empeñan en
atender sólo a las formas de lograr que México no figure entre los más bajos
índices de evaluación, sin revisar las causas.
En el mismo ensayo, Reyes propone una “campaña de educación, que es
fundamental” y “ataca precisamente las causas del mal” sin proponerse
plantear una utopía (XI: 228-229). Entre las motivaciones de la guerra cita en
primer lugar los “motivos psicológicos de educación tradicional, exaltación del
instinto agresivo, noción estrecha y unilateral del valor y la bravura, sentimiento
arrebatador de la aventura peligrosa, etc.” En este sentido, antes de proponer
soluciones prácticas, los candidatos podrían empeñarse en la revisión de las
causas que han motivado el rezago, y nos preguntamos si no serán en algo
semejantes a lo que expone Reyes en otro contexto.
Volviendo al ensayo alfonsino, una vez analizadas las causas que
condujeron a la guerra, Reyes evidencia la necesidad de “trabajar un plan de
educación que abarque todos los grados de la enseñanza y la prédica; que use
todos los medios lícitos de la disciplina, la difusión de ideas, del entrenamiento
práctico, y que se refiera a todas las clases sociales y a todas las edades del
hombre (XI: 224).
2
Si quienes han de dirigir el país analizaran las concepciones de
“educación” que subyacen en los planes escolares, podrían ver si se asemejan
a la definición que Reyes da a este concepto cuando se refiere a lo que
deberíamos dejar de herencia a futuras generaciones:
aquella riqueza cuya mina está en nuestra voluntad: la obra sólida de la
educación, las enseñanzas prácticas de felicidad que consisten en el buen
trato, en la honradez sin ceño, en el aprovechamiento discreto del tiempo,
en la buena elección de compañías y lecturas, en el hábito de no delirar por
lo imposible, ni aullar ante lo inevitable como perro a la luna, en el amor a la
buena marcha de lo que traemos entre manos y, sobre todo, en el horror al
miedo y al excesivo amor propio, que se disfrazan de mil formas para
hacernos insoportable la vida. En suma, todas esas cosas humildes que,
juntas, se compendian en una palabra orgullosa y se llaman, altivamente, la
Virtud. (XXIII: 134)
Y también verían que el plan propuesto por Reyes es aplicable al momento que
vivimos en México, en cuanto aclara que tal transformación ha de ser “superior
a los gustos individuales, a los partidos y a las personas, superior a sus
directores”, una “gran preocupación por la educación del pueblo que incluya
movimientos capaces de: rectificar el ‘descastamiento’ que nos ha llevado a los
niveles en que estamos; recoger “cada nota de la melodía que dan los siglos”;
aprovechar las experiencias positivas “como resorte del presente”; y saltar “con
robusta confianza sobre el mar movible del porvenir” (XI: 195). El plan de
educación que plantea don Alfonso: “no es lineal, como lo es un plan escolar,
sino arborescente, múltiple y vario, cambiante y movedizo, y debe quedar
abierto a todas las sugestiones útiles que se propongan y se inventen”. (XI:
225).
3
Y es que las concepciones de Reyes sobre la educación se basan en lo
que los griegos llamaron “Paideia”, que es el proceso por el cual un ser
humano se modela a sí mismo de acuerdo con un ideal: “...esto no sólo en el
modesto sentido escolar o educacional, sino entendiendo en el concepto la
suma de todas las energías sociales que obran sobre el individuo a lo largo de
su vida y establecen esa posibilidad de convivencia humana que es la Polis”
(XVII: 478). En ese proceso de auto-construcción de la personalidad,
sometemos a ésta a un eterno cambio. En la Grecia antigua, la “Paideia” era la
educación que completaba “al ciudadano fuera de la escuela, en el ágora y en
los baños, en la frecuentación de la gente” (XXII: 90). Sólo después, durante el
Imperio Romano, habría profesores contratados por el Estado para hacerse
cargo de “la organización escolar” y de la educación “que hoy llamaríamos
universitaria”, dice Reyes (XVII: 479).
En diversos ensayos toca Reyes el tema de la autoformación del
individuo, que es central en las iniciativas del cambio en la educación, y que no
se reduce a lo aprendido en la escuela, sino que comprende también el
ejercicio de las prácticas sociales y políticas y el manejo de los lenguajes en los
diversos códigos semióticos que se emplean en cualquier situación
comunicativa. Nuestro autor sostiene que la educación ha de comprender: “lo
cultural y turístico, la conferencia, la prensa, el cine y la radio; todos los
recursos de la propaganda”, y “el empleo de los deportes como derivativo de
energía aplicada a mejores fines” (XI: 225). Califica a la radio (y nosotros
añadiríamos a la televisión) como instrumento de primer orden en el tipo de
educación basada en la “construcción diaria del hombre por el hombre”, de la
cual debería resultar consolidado “el carácter y el valor de las civilizaciones”
4
(IX: 447). Sin embargo, los medios masivos en la actualidad están más bien al
servicio de intereses particulares. No son, por tanto, una plataforma para la
autoformación de los receptores, como sugiere Reyes. Las propuestas de los
candidatos, si han de ir a las causas del rezago en la educación, podrían incluir
una revisión y un cambio en los contenidos, los valores que se fomentan y los
procesos mediante los cuales hacen llegar sus mensajes y plantear cambios de
modo que los medios masivos cumplan con esta tarea formadora; y, si se han
de promover los deportes, que no sea con fines meramente comerciales o de
entretenimiento, sino que se atienda a la metáfora que Reyes plantea cuando
propone que a los niños se enseñe: “a conjugar apropiadamente las alas de
aire (lo espiritual) y los pies de plomo (el conocimiento de la realidad y su
colaboración para mejorarla). Sólo así, dice Reyes, “saldrán atletas morales
que cambien del todo, en la sociedad, el polígono de las fuerzas” (XXIV: 143).
Y del mismo modo en que Alfonso Reyes parece dirigirse a los
candidatos a la presidencia en el contexto actual, da la impresión de hacer
encomiendas específicas a los catedráticos de la Facultad de Filosofía y Letras,
donde tan orgullosamente lucimos su estatua. Entre tantas otras que no
podemos exponer por falta de tiempo, anotamos algunas que atañen en forma
particular a cada uno de los colegios:
- al Colegio de Filosofía llega más directamente el mensaje de la “Cartilla
moral” que Reyes escribió para: “la educación de adultos y niños con
introducción a la filosofía clásica (para que se le pierda el miedo)”, y en
referencia a la ética, asienta que EL HOMBRE debe educarse para el bien”
(XX: 484), y que la MORAL humana, como código del bien, nos obliga a una
serie de respetos: el respeto a nuestra persona, en cuerpo y alma, a la familia,
5
a la sociedad humana en general, y a la sociedad particular en que nos toca
vivir, a la patria (con el ideal de “llegar a la paz y armonía entre todos los
pueblos”, luchando “contra los pueblos imperialistas y conquistadores hasta
vencerlos para siempre”); el respeto a la especie humana, de acuerdo con el
cual “No hagamos a los demás lo que no queremos que nos hagan”; y el
respeto a la naturaleza que nos rodea (XX: 508).
- A quienes laboramos en el Colegio de Letras, nuestro escritor podría
hacernos conscientes de la forma en que en la Época clásica: “La lírica
acompañaba fielmente la vida privada, los banquetes y la educación escolar”
(XIII: 34), cuando dice: “¿Cómo negarlo a toda la poesía de Píndaro, que se
entonaba en los cortejos o a la puerta de los vencedores atléticos y que viene a
ser una glosa de la epopeya? ¿Cómo negarlo a los poemas que —con
excepciones explicables como la de Anacreonte— servían para la educación
escolar? Hay todo un género de lirismo que puede llamarse didáctico-moral”
(XIII: 39). En este sentido el llamado podría interpretarse como invitación a
promover la lectura literaria aun fuera de las aulas y, al hacerlo, defendernos
contra la censura que se ha practicado en múltiples formas, y atender a la
advertencia alfonsina relativa a que: “decir, con algunos, que el preocuparse
del latín es poner a declinar durante años a los chicos del campo —quienes por
ahora sólo necesitan arado, alfabeto y jabón—, sería una burda caricatura, un
desconocimiento completo de inculcar pacientemente los nuevos hábitos
mentales que hagan posible la existencia a la juventud y la conservación del
decoro humano” (XI: 161-162).
6
- Al Colegio de Ciencias del Lenguaje parecería que Reyes le dice al oído su
reflexión:
respecto al hombre y la palabra: El hombre es el único ser dotado de
alma racional; esta alma racional se revela en todos sus actos, pero su
expresión característica es la palabra. La vinculación en la palabra salva
al espíritu puro de su esterilidad esencial. A su vez, la educación de la
palabra refluye sobre el perfeccionamiento del alma (...). Es más
estimable lo que se dice que lo que se calla. Y el hombre dotado para
expresarse es más estimable que el no dotado. (...) El que deja de
razonar con palabras no tiene ya más recurso que la agresión. Por eso
hay que ponerse en guardia contra el que enmudece. Enseñar a decir al
hombre, adiestrarlo en la dicción, es humanizarlo (XIII: 370-371)
Y también la observación de que “la constante educación lingüística dura tanto
como dura una vida. (XI: 325).
- al Colegio de Pedagogía, parece recordarle que, al planear la currícula se
considere “la jerarquización de estudios que exige toda educación nacional, la
flexibilidad que necesita todo sistema aplicable a un pueblo heterogéneo” (XI:
162); y la conveniencia de que los educadores enseñen hoy jugando, pues “lo
que no se aprende con alegría, no se aprende”. (IV: 70).
- A los colegas del Colegio de Historia, nuestro autor podría hacerlos
considerar que: “no puede exigirse que la historia se reconstruya por la sola
experiencia propia o la consulta de documentos vivos (sino que), hay que
conceder (atención) también a los autores meramente eruditos (...)”, y admitir
“que, no obstante la tendencia general a ver la historia como una sucesión de
combates y gobiernos”, se ha de prestar “singular atención a las costumbres y
a las culturas” (XVIII:175); y, en referencia a la enseñanza, reconocer que “Los
sistemas educativos no pueden dispensarse de ejemplificar con las
personalidades salientes de la historia”, pues “cuando la historia que vivimos
7
acentúa sus caracteres de crisis”, se tiende naturalmente a buscar un
salvador”; entonces, “el debate sobre la historia como obra del héroe puede ser
mitigado “con la idea complementaria de la ‘receptividad’ de la época, que
puede esconder “en penumbras” a alguien con cualidades extraordinarias para
la práctica del bien, y en cambio, encumbrar “a un Hitler” (IX: 353).
- Al Colegio de Sociología, Reyes podría haber dirigido su ensayo “Ciencia
social y deber social”, donde advierte que “la ciencia social tiene que investigar
este caos en que ahora nos debatimos, abrir veredas, jardinar la maleza, y
dictar así los preceptos en que ha de fundarse la educación. (XI: 111).
Aplicando lo que escribió en su ensayo al contexto actual, los colegas
sociólogos podrían promover la delimitación de nuestro autor al ideal educativo:
Desentendiéndonos de distingos de escuela, la gran disputa se entabla
entre el individualismo y el socialismo. Todos convenimos en que hay
que dar una parte a la libertad individual y otra a la igualdad social. Pero
entre uno y otro de estos dos círculos circunscritos hay una zona intermedia, que es el campo de la pelea. Todos creemos que hay que dar al
individuo una base indispensable, mínima, igual para todos, y luego
abandonarlo a sus fuerzas. Unos lo abandonan antes, otros quisieran
abandonarlo algo después. Unos se conforman con asegurarle, en el
punto de partida, la educación corporal y la espiritual. Otros añaden a
esto un derecho de habitación en la tierra, tan evidente como el de andar
y respirar, y que no debe confundirse con el de la tierra de producción o
con el concepto de la tierra de comunicación; y además, un derecho de
subsistencia mínima, sea una parte en la tierra de producción, sea un
equivalente (XI: 251).
Y del mismo modo que a cada colegio en particular, el mensaje alfonsino
llega a nuestra Facultad como un todo y como dependencia cuyas carreras se
ubican en el área de las Humanidades, y también a la UANL, y a las demás
instituciones educativas. Sería muy enriquecedor que quienes laboramos o
8
estudiemos en ellas conociéramos los escritos alfonsinos donde los ciudadanos
en general nos sentimos convocados a contribuir en la tarea de formar seres
humanos plenos, que hayan desarrollado todas sus capacidades y practiquen
la Virtud, como la entiende Reyes.
En el homenaje por el 123 aniversario del natalicio de nuestro escritor,
invito a todos los presentes a que, cada uno en su ámbito, conozcamos mejor
los escritos alfonsinos y colaboremos con la educación como nos la plantea
Reyes, como un proceso encomendado a la acción de todos los individuos que
conforman la sociedad (XXIII: 519).
¡Muchas gracias!
Referencias
Reyes, A. (1995) “La musa de la geografía” en “Simpatías y diferencias”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. IV, México: FCE, [pp. 70-73].
Reyes, A. (1996) “El héroe y la historia” en “Los trabajos y los días”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. IX, México: FCE, [pp. 349-353]
Reyes, A. (1996) “La radio, instrumento de la ‘paideía’” en “Los trabajos y los días”. Obras
completas de Alfonso Reyes, Vol. IX, México: FCE, [pp. 445-447].
Reyes, A. (1997) “Ciencia social y deber social” en “Última Tule”. Obras completas de Alfonso
Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 106-181].
Reyes, A. (1997) “Discurso por Virgilio” en “Tentativas y orientaciones”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 157-181].
Reyes, A. (1997) “Atenea política” en “Tentativas y orientaciones” Obras completas de Alfonso
Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 182-30].
Reyes, A. (1997) “Doctrina de paz” en “Tentativas y orientaciones” Obras completas de Alfonso
Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 222-230].
Reyes, A. (1997) “Discurso por la lengua” en “Tentativas y orientaciones”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 312-326].
Reyes, A. (1996) “Esta hora del mundo” en “Tentativas y orientaciones”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XI, México: FCE, [pp. 349-353]
Reyes, A. (1997) “Los orígenes o la crítica indefinida” en “La crítica en la edad ateniense”.
Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XIII, México: FCE, [pp. 15-39].
Reyes, A. (1997) “Primera lección: Lugar de la retórica en el mundo antiguo” en “La antigua
retórica”. Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XIII, México: FCE, [pp. 349-375].
Reyes, A. (1997) “De cómo Grecia construyó al hombre” en “Junta de sombras: Estudios
helénicos”. Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XVII, México: FCE, [pp. 477-519].
Reyes, A. (2000) “Los historiadores alejandrinos” en “Estudios helénicos”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XVIII, México: FCE, [pp. 173-187].
Reyes, A. (2000) “Cartilla moral” en Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XX, México: FCE,
[pp. 483-509].
Reyes, A. (2000) “Estudio preliminar”. Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XX, México:
FCE, [pp. 7-31].
Reyes, A. (1989) “Saludo para el Ateneo Español de México” en. “Marginalia: Primera Serie”.
Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XXII, México: FCE, [pp. 87-90].
Reyes, A. (1994) “La casa del grillo / Otoño” en “Quince Presencias”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XXIII, México: FCE, [pp. 119-136].
9
Reyes, A. (1994) “Los tres tesoros” en Obras completas de Alfonso Reyes, Vol. XXIII, México:
FCE, [pp. 475-550].
Reyes, A. (1990) “Una enseñanza (Rubato)” en “Cuando creí morir”. Obras completas de
Alfonso Reyes, Vol. XXIV, México: FCE, [pp. 119-145].
10
Descargar