EL SISTEMA PENAL SÍ ES ALCAHUETA

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EL SISTEMA PENAL SÍ ES ALCAHUETA
Lic. Giovanni Rodríguez Solís
Una de las grandes fuentes de inspiración para la Revolución Francesa
ciertamente fue la búsqueda de soluciones a los problemas sociales de la
época. Esta revolución significó pasar de las sociedades estamentales,
herederas del feudalismo, al modelo de sociedad capitalista. La burguesía,
consciente de su papel preponderante en la vida económica, desplazó del
poder a la aristocracia y a la monarquía absoluta. Los revolucionarios franceses
no sólo crearon un nuevo modelo de sociedad y estado, sino que difundieron
un nuevo modo de pensar para la mayor parte del mundo.
Amparados a estos principios y en una interpretación irracional de los derechos
humanos, ahora vemos cómo el sistema penal costarricense, compuesto por la
policía de proximidad del Ministerio de Seguridad Pública, las cárceles del
Ministerio de Justicia y Paz; el Poder Judicial en todas sus instancias,
Magistrados, Ministerio Público, Defensa Pública, Organismo de Investigación
Judicial y los propios Tribunales de Justicia, han vuelto al Sistema Penal actual
en alcahueta. La impunidad campea por todos lados. La policía de proximidad
nunca está próxima a cumplir con los ciudadanos, y sobre todo ante el llamado
de auxilio. El Sistema Penitenciario Nacional, evita a toda costa que se cumpla
con las penas privativas de libertad impuestas a los delincuentes y aplica
cuanta excusa legal exista, para dejarlos en libertad, abusando de cualquier
beneficio que nació para gratificar al privado de libertad, que muestre
arrepentimiento y deseos de reincorporarse a la sociedad, en pro del beneficio
común. El Ministerio Público y sus colegas de la Defensa Pública, no se
esfuerzan por aplicar la prisión preventiva y más bien buscan a toda costa
cómo dejarlos libres, con sólo que diga que tiene domicilio fijo y empleo es
suficiente para su libertad. Claro que nadie verifica esta información. Viva la
justicia pronta y cumplida.
Pero si además de todo lo anterior el “pobre” delincuente llega a un proceso
judicial, tiene dos comodines más: “conciliar con el ofendido” y el “in dubio pro
reo”, con el apoyo de la defensa pública.
En otras palabras, todos los delincuentes siguen en las calles, gracias al
Sistema Penal Costarricense, que no le preocupa para nada la seguridad
ciudadana, pero sí los derechos humanos de los asesinos y asaltantes.
Mientras la prisión preventiva y la imposición de penas privativas de libertad
estén supeditadas a una serie de “beneficios” nunca podremos los ciudadanos
esperar que las penas que establece el código penal se apliquen y se cumpla
el principio de castigo al infractor penal.
La triste rendición de cuentas del presidente de la Corte Suprema de Justicia,
Dr. Luis Paulino Mora Mora, quien además cuenta con un larga carrera judicial
como penalista, quien afirmó: “El Sistema actual no es alcahueta”, el problema
de la delincuencia no se soluciona con meterlos a todos a la cárcel, agregó,
ciertamente no es la mejor solución pero todos los que delinquen deben ir a la
cárcel, así lo establecen las leyes. Es bueno recordarles a los funcionarios
judiciales que ellos prometieron hacer cumplir las leyes de la República, en
defensa de los ciudadanos honestos.
No es posible que, como al Estado Costarricense le resulta más económico no
cumplir con enviar a la cárcel a los delincuentes se tome esto para justificar que
los sentenciados e imputados anden sueltos por las calles de San José.
Podríamos continuar dando ejemplos de la situación tan deplorable en que
vivimos los ciudadanos; la pérdida de credibilidad tan acelerada que está
sufriendo el sistema penal está generando que cuando una persona es víctima
de la delincuencia opte por no poner la denuncia. La sola razón de someterse
al proceso penal en su condición de víctima es doblemente doloroso, para que
al final, ya de antemano se sepa que se va a declarar inocente a su agresor,
por un tecnicismo o sencillamente gracias a un beneficio invocado a tiempo por
su excelente defensa, que en la inmensa mayoría es una defensa pública,
pagada y contratada por los impuestos que pagamos todos. Y además de
perder los objetos materiales sustraídos, o el dolor de la muerte de un ser
querido en manos de un delincuente, los tribunales de “justicia” se encargan de
que pierda lo último que le quedaba, la fe en la justicia y además de quedar
expuesto a la insolencia de los actores del circo judicial que vivimos día a día.
En el fondo aquí hay un problema de imagen internacional. Un interés oculto. Si
la población penal es baja, Costa Rica brilla en los foros internacionales como
el país que menos delincuentes presos tiene, y nuestros funcionarios pueden
“viajar” a exponer lo bien que estamos, pero lo cierto es que los tenemos a
todos libres y con permiso para dominar a la sociedad civil.
Para este año, todos los que están involucrados en el Sistema Penal
Costarricense deben hacer conciencia y dejar de lado las estadísticas blancas
y tomar más en serio las estadísticas negras que se construyen con el dolor de
la familia costarricense.
En estos días, la Directora General de la Defensa Pública salió en defensa de
su jefe, el Presidente de la Corte, y hace toda una explicación de por qué ellos
sólo se limitan a aplicar la ley sin importar a quién. Que el Sistema Penal no es
alcahueta, aquí empieza a equivocar sus argumentos, primero el Poder Judicial
es sólo una parte del Sistema Penal, e ignora que el Sistema Penal es más
amplio que el Código Penal y Procesal Penal. Segundo, no podemos alegar los
derechos constitucionales de los delincuentes para justificar la impunidad que
reina en Costa Rica. No olvidemos que la Defensa Pública es, precisamente, la
oficina encargada de hacer valer los derechos de los delincuentes, y
tristemente no hay una oficina para exigir que se resguarden los derechos de
las víctimas, que somos todos los habitantes honestos de la República.
La democracia también es respetar los derechos de los ciudadanos, exigir el
cumplimiento de la ley; no es inhumano pedir que se cumplan las penas tal
como debe ser. La verdad es que todos los ciudadanos sabemos que por
tecnicismos legales la gran mayoría de delincuentes quedan libres.
Efectivamente, la corriente abolicionista no está en los expedientes legislativos;
está en los despachos judiciales, que hacen hasta lo imposible porque los
delincuentes sigan en nuestras calles haciendo de las suyas, la mafia sabe que
los tribunales de justicia nunca los van a enviar a la cárcel de forma directa. La
Asamblea Legislativa ha promulgado leyes que buscan que los delincuentes
infractores estén en las cárceles, pero si el Sistema Penal no funciona, esto
jamás será posible.
Cuando los infractores reciben el justo castigo por su conducta, la Democracia
Constitucional demuestra que está funcionando. Lo que pedimos es un Sistema
Penal con soluciones, no con pretextos para alcahuetear.
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