INTERVENCIÓN PRESIDENTE DEL DE LA CONFERENCIA DE EXCELENTÍSIMO SEÑOR DON RAMÓN LUIS VALCÁRCEL SISO, COMUNIDAD AUTÓNOMA CLAUSURA DEL CURSO DE DE LA REGIÓN VERANO “ESPAÑA DE MURCIA, EN UNA EN LA ENCRUCIJADA: ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS Y VERTEBRACIÓN”. “SOLIDARIDAD Y VERTEBRACIÓN DE ESPAÑA” Universidad Complutense de Madrid El Escorial, 28 de julio de 2006 “Solidaridad y Vertebración de España”. Sencillo título para un asunto que encierra la mayor complejidad histórica, política y administrativa de nuestro país, a la que con gran acierto se puso luz y sentido común en 1978 con la Constitución Española, -así lo creo, desde un convencimiento ciudadano, político e institucional-. Y así lo manifestaré de forma reiterada a lo largo de mi intervención. Confucio sostenía que para pronosticar el futuro hay que estudiar el pasado. A nadie escapa que nuestro pasado ha estado plagado de luchas territoriales, de controversias sobre el poder en torno a los denominados “hechos diferenciales”, y de polémicas económico-sociales. En el estudio y reflexión sobre estos acontecimientos a lo largo de nuestro ser como nación, hallamos un denominador común: los conflictos y rivalidades territoriales perjudican y enfrentan intereses, en lugar de aproximarnos. Desde esta premisa básica, los españoles iniciamos hace tres décadas un camino sin retorno hacia la unidad y la armonía territorial, desde el pacto y el compromiso de hacer de España un Estado fuerte y firme, libre y próspero, a la vanguardia del pensamiento democrático; y que compaginara diversidad y solidaridad, de forma justa y equilibrada. Así nació nuestro proyecto común de convivencia, representado en la Transición y rubricado con la Constitución Española de 1978. Un proyecto social, político, territorial e institucional, solidario y vertebrador. Solidario porque nos uníamos a una causa: la España democrática, de la igualdad de oportunidades, y de las libertades, y lo hacíamos “in sólidum”, aceptando obligaciones y derechos que debemos cumplir por igual todas las partes de este todo que es España. 1 Es decir, una obligación, y a su vez una carta de derechos, para todas las instituciones de autogobierno y para todos los ciudadanos, vivamos en el sur o en el norte, en una comunidad uniprovincial o pluriprovincial. Y vertebrador, porque dábamos consistencia y estructura interna, organización y cohesión, a un territorio multiforme y plural, como garantía de igualdad entre todos los españoles. Creamos una Nación plural, y no una pluralidad de naciones. Una nación plural, respetada y envidiada durante casi tres décadas constitucionales y que, ahora, fruto del desbarajuste autonomista en el que estamos inmersos, corre el peligro de perder el respeto como Nación, fomentando la insolidaridad e, incluso, el enfrentamiento entre territorios. Por ello, en nuestro país, Solidaridad y Vertebración deben seguir siendo términos complementarios y universales. Sin solidaridad no es posible la vertebración de España, y sin vertebración no podemos triunfar como Estado y perfeccionar nuestro sistema democrático. Ésta que acabo de exponer es la primera reflexión que me sugirió el título de la conferencia que pronuncio para clausurar el curso “España en una encrucijada: Estado de las Autonomías y vertebración”. Curso por el que quiero expresar mi felicitación a su director, Antonio Luis Martínez Pujalte, Profesor Titular de Filosofía del Derecho de la Universidad Miguel Hernández de Elche; así como a la organización de los Cursos de Verano de la Universidad Complutense, a la vez que les traslado mi agradecimiento por haberme invitado a participar en el mismo. Desde esta reflexión inicial que acabo de compartir con ustedes, iré profundizando en otros aspectos de la solidaridad y la vertebración de España, que en una Región como la de Murcia obtienen un destacado significado. 2 Por eso, quiero hablarles de cómo entendemos en mi Región que la salvaguarda de los intereses particulares de cualquier territorio y los generales de España están íntimamente adscritos al respeto y lealtad constitucional; al acto de compartir para crecer; a la acción de repartir con equidad y justicia; a la grandeza de prosperar gracias a la distribución equilibrada de los recursos. En Murcia nos sentimos tan orgullosos de nuestro progreso, como también lo estamos del que experimenta un extremeño, un catalán, un cántabro, un gallego, un vasco, o un madrileño, siempre que todos lo hagamos respetando las reglas de juego que marca nuestro Estado de Derecho. Porque el Estado de las Autonomías, piedra angular de la vertebración territorial, por su concepción y desarrollo postconstitucional, hace posible que el progreso individual se transforme en progreso colectivo. Por ello, cuando la Región de Murcia avanza, avanza toda la nación. Del mismo modo, cuando lo hace cualquier otra Comunidad Autónoma, lo hace mi Región, porque somos parte indisoluble de España. Por exponer algunas ideas, a modo de ejemplo, la Región de Murcia ha reducido su tasa de desempleo, en la última década, en más de 12 puntos; se ha consolidado como el mayor polo energético de España; y registra un crecimiento de su producción industrial que aumenta hasta 4 puntos por encima de la media nacional. Además, cabe destacar la consolidación en los mercados internacionales de nuestra producción agrícola y los productos manufacturados derivados de la misma, o la creciente consideración de Murcia como destino turístico, diversificado y alternativo durante todo el año. Todo ello está contribuyendo a que crecazmos; pero no sólo los murcianos, sino todos los españoles, porque estamos contribuyendo al fortalecimiento económico y social de la Nación. 3 Así entendemos la solidaridad, y así la demandamos, porque así la compartimos con todos los españoles. Es más, la Región de Murcia, sus ciudadanos y sus instituciones de autogobierno, tenemos plena conciencia de las responsabilidades y obligaciones que nos corresponden en aras de colaborar con el progreso de España y el funcionamiento del Estado. Nosotros, los murcianos, hemos transformado con mucho esfuerzo y sacrificio una tierra de escasas esperanzas en un territorio de fundadas oportunidades para todos. Estamos orgullosos y satisfechos de ello, porque somos españoles y contribuimos a vertebrar España. Y no entendemos por qué hay quienes se empeñan en alterar la realidad de esa nueva Región de Murcia, próspera y avanzada, singular y cosmopolita, diversa e innovadora. Esa Murcia solidaria a la que niegan solidaridad. Y se la niega, paradojicamente, quien siempre se atribuyó la exclusividad de la solidaridad: el PSOE, el PSOE en determinadas Comunidades Autónomas; el PSOE desde el propio gobierno de la nación. Una Murcia que clama por el agua, a la que sólo le ponen cancelas a sus ideas y proyectos hídricos, y a la que se permiten el lujo de calificar de “insaciable” por reivindicaciones que son tan justas como sensatas. Estoy hablando de una Región que, desde el año 2000, pese a sus dificultades hídricas ha crecido por encima de la media nacional. Estoy hablando de la Región que, por su situación geográfica en el levante español, es pieza insustituible en la vertebración territorial del eje Mediterráneo- Sur peninsular. Hablo de una Región que se ha vertebrado internamente para que el Estado de Bienestar llegue a cualquier rincón de los 45 municipios que la conforman. 4 Una Región que hace cuatro días, el pasado lunes, dijo sí a su proyecto de futuro más inmediato, el Plan “Murcia Horizonte 2010”. Este Plan Estratégico pretende conseguir una Murcia en la que haya más progreso, más bienestar social y una mejor calidad de vida. Se trata de un proyecto que desplegará aún más la capacidad integradora de nuestra Comunidad Autónoma. Llevaremos más servicios e infraestructuras a toda la Región para que cualquier ciudadano tenga acceso en su propio lugar de residencia a los servicios sanitarios, educativos, deportivos, sociales, y a una administración local y regional moderna y avanzada. Este es el modelo de desarrollo que venimos impulsando en la Región de Murcia. Un modelo que vertebra y cohesiona el territorio, que no hace distinciones entre ciudadanos, porque para mi gobierno sólo existe una categoría: los murcianos, nacidos o residentes; pero murcianos. Hablo en fin, amigas y amigos, de una tierra, mi tierra, y de unas gentes, mis paisanos, que se niegan a ser menos que nadie; pero que, por honradez, tampoco quieren ser más que nadie, si eso supone que languidezca el futuro de otros territorios y otros pueblos. Y esto no lo dice sólo el Gobierno Regional que presido, sino que lo está manifestando la propia sociedad murciana, a través de sus representantes sociales. Así lo están expresando en la Comisión Especial para la Reforma del Estatuto de Autonomía, constituida en octubre pasado en la Asamblea Regional. Una Comisión abierta a la sociedad, que ha sacado el debate sobre el Estatuto de Autonomía de la esfera política, para situarlo en la esfera de lo social. Queremos un Estatuto de Autonomía de todos. En el que quepamos todos y del que todos participemos. Pero, sobre todo, un Estatuto que cuando 5 llegue el momento, no ponga a las Cortes Generales en la tesitura de decidir si sus preceptos son constitucionalmente aceptables. Ante esa Comisión han comparecido ya el propio Gobierno, la Federación de Municipios, los sindicatos UGT y CC.OO., el Tribunal Superior de Justicia de Murcia, y los rectores de las dos Universidades públicas, la de Murcia y la Politécnica de Cartagena. Todos han subrayado el excelente aprovechamiento que la Región de Murcia, desde sus albores autonómicos, en 1982, ha hecho del gran instrumento legal que ha facilitado la cohesión, la modernización y el progreso regional, es decir, el Estatuto de Autonomía. Y todos han coincidido en señalar, asimismo, que tan necesario, como posible, es dar rienda suelta a mayores aspiraciones de autogobierno sin romper con el marco constitucional, y con el Estado, como garante de la igualdad entre los ciudadanos, tal y como consagra la Constitución con independencia del territorio. Ni la sociedad murciana, ni el Gobierno que presido, se oponen a las reformas de los Estatutos Autonómicos, porque creemos en ellos como herramienta útil y eficaz de desarrollo. La Región de Murcia, eso sí, se opone a reformas a la carta, nacidas de acuerdos bilaterales que, sin embargo, afectan al conjunto del Estado que no ha sido consultado. Se opone a la ruptura del pacto, de la concertación y del diálogo entre las Comunidades y el Estado de forma multilateral. En mi Región estamos acostumbrados, así lo hemos hecho siempre, a los proyectos nacidos del consenso, de la participación social y del diálogo. No entendemos otra forma posible de hacer las cosas, máxime cuando estamos hablando del futuro de casi un millón y medio de ciudadanos. 6 Por este motivo, considero que la revisión a la que se está sometiendo el modelo territorial diseñado por la Constitución española de 1978, no tiene ninguna razón que la justifique, más allá del peaje que todos hemos tenido que pagar para que el Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero saldara su deuda política con el tripartito catalán. Este curso que hoy se clausura ha planteado diversos interrogantes en torno a una cuestión central: ¿caminamos hacia un nuevo modelo de Estado? Yo me resisto a pensar que estemos en ese camino. Y no se trata de una resistencia al cambio basada en la confrontación por la confrontación, ni en la oposición por la oposición. Es una resistencia a la forma, pero también al contenido. Vivimos en una España que ha avanzado de forma notable en las últimas décadas. Que ha crecido en lo económico, que lo ha hecho en lo social y que se ha configurado como un Estado moderno, avanzado. Con una Transición que permitió la configuración de unas instituciones y un marco legal basado en el consenso, en el acuerdo, en la superación del pasado. Un proceso reconocido y admirado internacionalmente. Y todo eso no ha sido puesto en cuestión por los españoles. La sociedad no ha demandado un cambio de modelo. Y, sin embargo, el actual gobierno de España ha decidido embarcarse en un proceso de cambios sin rumbo, sin meta, sin objetivos, sin otra visión que romper con todo lo que tanto trabajo nos ha costado conseguir. Han sido muchos años de esfuerzo común. Muchos años en los que todos aprendimos a ceder, a renunciar a algo en beneficio de una España que es de todos, porque todos estamos comprometidos en profundizar en lo que nos une, en lo que nos hace fuertes y nos permite mejorar, en lo que constituye, en definitiva, una realidad que supera a las instituciones y que se basa en algo más que una intensa historia común, porque España es, ante todo, futuro. 7 El Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha lanzado a un proceso que no ha sido pactado en el conjunto del Estado; y no lo ha sido porque el Gobierno central no cuenta con un modelo sostenible, integrador y global de la Nación. Su modelo es el de la insolidaridad y la desvertebración. Quiero decir con ello que, probablemente, si todos hubiéramos decidido que éste era el momento, estaríamos en el mismo punto en el que nos encontramos actualmente, en un proceso abierto de modificaciones estatutarias, e, incluso, de revisión de la tarea descentralizadora del Estado. Pero sin que ello supusiera, como está sucediendo, una serie de conflictos constitucionales. Sería, entonces, un proceso nacido del diálogo, precedido por un Pacto de Estado, como en anteriores ocasiones se ha hecho, que hubiera marcado una política tanto de máximos, como de mínimos, permitiéndonos seguir avanzando en igualdad a todas las Comunidades. Pero, hay Gobiernos regionales a los que les causa estupor escuchar la palabra “igualdad”, a los que les da miedo hablar de “solidaridad”, porque consideran que ser solidario es dejar la puerta abierta al saqueo de sus recursos. Ser iguales no es reproducir clónicamente los territorios. Ser iguales es tener las mismas oportunidades, las mismas posibilidades de desarrollo y de autogobierno, siempre dentro del marco constitucional. Luego, cada cual adaptará esas oportunidades a sus capacidades y anhelos. Del mismo modo que ser solidario no significa quitar a unos para dar a otro, sino compartir lo que se tiene. Ser solidario es actuar a favor del equilibrio territorial, compartiendo oportunidades, cooperando en la distribución de los recursos. 8 Nuestra norma fundamental, la Constitución Española, recoge el Principio de Solidaridad, de tal modo que le está otorgando rango y operatividad jurídica. En este sentido, hay que recordar, que además de los techos competenciales fijados en el Título VIII, la Constitución establece algunos principios generales que orientan, y de algún modo limitan, el ejercicio del autogobierno regional. En concreto, el artículo 139.1 sanciona que “todos los españoles tienen los mismos derechos y obligaciones en cualquier parte del territorio del Estado”. Y, si nos detenemos en el 138.2, éste prohíbe expresamente que los Estatutos de Autonomía comporten “privilegios económicos o sociales”. La solidaridad interregional, la obligación de un reparto equitativo de la renta, y el equilibrio económico adecuado y justo entre las diversas partes del territorio español, son otros principios claramente definidos en la Constitución, y que tenemos que seguir defendiendo. Es, por tanto, el Estado el encargado de velar por el cumplimiento de ese principio. Sin embargo, la debilidad del Gobierno y la escasa transparencia en sus actuaciones han colocado a las Comunidades Autónomas en una encrucijada. Encrucijada en la que tenemos que defendernos de las invasiones competenciales de otras Comunidades, con el riesgo que supone judicializar el proceso de reforma de los Estatutos Autonómicos. Todo apunta a que el Tribunal Constitucional se verá abocado a la resolución de una serie de conflictos territoriales, en ausencia del sentido común en la aplicación de nuestro texto Constitucional que debe ejercer el Estado. 9 Los incoherentes “blindajes” que propugnan ciertas Comunidades Autónomas no pasarán de largo para Regiones como la mía. Los murcianos no vamos a consentir que Cataluña supedite a sus informes las decisiones que el Estado pueda adoptar sobre posibles trasvases del Ebro. Los ríos son españoles, independientemente del territorio por el que discurran. Y el agua un bien que debemos compartir de forma solidaria. Además, como ya he dicho en otras ocasiones, el agua ya tiene su propio blindaje: la Constitución. Por ello, Murcia no está aplicando una política voraz en este campo. Sólo pedimos que se nos dé lo que otros no usan y nosotros necesitamos. La derogación del trasvase del Ebro abrió la brecha de la insolidaridad del agua en España y del caos hidrológico. He de recordarles que hace dos años teníamos un Plan Hidrológico Nacional y un trasvase que paliaba de manera definitiva las necesidades de agua, no sólo del sureste, sino de toda España. Porque representaba ventajas para todos. Ahora, sin trasvase del Ebro, asistimos a los trasvases cero y al agua para nadie. A una política de grifo cerrado. El ejecutivo de Rodríguez Zapatero nos prometió más agua, más barata, más pronto y de más calidad. Sin embargo, de todo eso, ni una gota. A la Región de Murcia, por no llegar, no llega ni el agua para los riegos de socorro a nuestro campo. A la Región de Murcia, por no llegar, no llega tampoco ninguna valoración técnica sobre la propuesta que yo mismo he elevado al Ministerio para propiciar un trasvase desde el Tajo Medio al Segura. 10 Por el contrario, nos amenazan, desde el gobierno socialista de CastillaLa Mancha, con aprovechar la reforma de su Estatuto para poner fecha de caducidad al Trasvase Tajo-Segura. Una conexión entre cuencas cuya desaparición, según palabras del propio Director General del Agua del Ministerio, Jaime Palop, “tendría repercusiones importantes en el conjunto del Estado”. El Gobierno central reconoce las ventajas de la interconexión de las cuencas; pero no las impulsa. ¿Por qué? nos preguntamos los territorios del levante, especialmente en la Región de Murcia, única cuenca española cuya escasez de recursos hídricos está reconocida como déficit estructural. Mientras tanto, a mi Región no llegan soluciones por parte de quien tiene que ponerlas. Sólo nos envían mensajes ahítos de promesas incumplidas, que han abierto la espita de la insolidaridad en España. Pero no por ello Murcia va a dejar de reivindicar lo que justamente le corresponde y constitucionalmente le ampara, como tampoco, pese a los gestos de desprecio de gobernantes de otros territorios, va a dejar de ser solidaria con esos territorios. A este respecto, quiero compartir con ustedes algunos datos que hablan de la solidaridad murciana: • Cada año descargan en Escombreras 12 millones de toneladas de crudo (el equivalente a 120 petroleros como el Prestige), para abastecer de combustible a unos 6 millones de coches. Gran parte de esta cantidad, por cierto, llega a Castilla-La Mancha, para que la planta de Puertollano pueda seguir funcionando y refinando crudo. • Desde Cartagena se canalizan 65 millones de megavatios de energía en forma de gas natural. La mayoría, unos 60 millones, se envían por gaseoducto a Valencia, Cataluña y Aragón. Entonces, si la energía que producimos en nuestra Comunidad llega por tuberías a otras Comunidades españolas para abastecer sus servicios básicos, 11 ¿por qué el agua que sobra en otras Comunidades no puede llegar a la nuestra?. La respuesta es tan sencilla como que el actual Gobierno no sabe qué modelo de Estado quiere; no aplica los principios a los que constitucionalmente está sujeto para garantizar la simetría entre territorios. Por el contrario, está dispuesto a relegar al cuarto trastero de nuestra historia el camino recorrido desde 1978; reinventando una España asimétrica, de ciudadanos de primera y segunda categoría, que no se corresponde con la España vertebrada y cohesionada por la que tanto hemos trabajado. Mi Gobierno, y el partido que lo sustenta, el Partido Popular, tenemos claro cómo ha de ser España, porque siempre: - Hemos defendido el actual modelo de Estado. - Hemos apostado por el crecimiento armónico de todas las Comunidades Autónomas, en virtud de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico. - Firmamos, en 1992, estando en la oposición, el “segundo gran pacto autonómico”, con el entonces presidente Felipe González. - Seguiremos creyendo en una Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas, acordada por todas las Comunidades Autónomas como un instrumento equilibrador de recursos, y no en acuerdos bilaterales. - Abogamos por las relaciones multilaterales Estado – Comunidades, como sistema de relaciones horizontales que, sin amurallar las legítimas aspiraciones de cada Comunidad Autónoma, salvaguarda los intereses de los ciudadanos. 12 Y, lo más importante, tenemos lealtad constitucional, pues creemos –y lo hemos demostrado— que las Comunidades Autónomas podemos avanzar sin romper con la Constitución. Tan sólo hay que fijarse en el proceso de reforma seguido por la Comunidad Valenciana, al que, por cierto, el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla, lanzó todo tipo de halagos y profetizó como el “modelo de reforma adecuado”. Fue en Sevilla, en septiembre del pasado año, en el transcurso de una conferencia titulada ¿Qué España Queremos?. Reproduzco literalmente sus palabras a propósito del proceso de reforma llevado a cabo por nuestros vecinos valencianos, porque son especialmente clarificadoras de que lo que el Gobierno central dice y luego hace, es diametralmente opuesto. Decía el ministro: “Ésta es una buena muestra del modelo de reforma estatutaria que el Gobierno estima como adecuado: una reforma que amplía el autogobierno, que respeta la Constitución, que llega con un amplio acuerdo de las fuerzas políticas, y que da respuesta a las demandas de los ciudadanos para que se mejoren los servicios públicos”. Entonces, ¿por qué no se ha puesto coto a otros Estatutos, como el catalán, que va a suponer una reforma encubierta de la Constitución, que maniata al Estado en sus decisiones, que fragmenta el Poder Judicial, y que rompe con el actual sistema de financiación?. Es éste, el de la financiación autonómica, un asunto que despierta especial preocupación entre las Comunidades Autónomas, cuyos recursos económicos se revelan insuficientes para atender el crecimiento de población derivado del fenómeno inmigratorio. En este sentido, como Presidente de la Región de Murcia, defiendo que, para salvaguardar la solidaridad, la igualdad y la participación, debe respetarse el actual sistema tributario y de financiación, porque está basado en los 13 principios constitucionales de cohesión territorial y en el concepto de Caja Única, a la que contribuimos todos y de la que todos nos beneficiamos en función de nuestras necesidades. La solidaridad procura aglutinar esfuerzos con una meta común, cuyo resultado final será la igualdad y la cohesión territorial. Ahí es donde tenemos que llegar. No hay otra meta alternativa, pues la insolidaridad hace peligrar la unidad del Estado, vacía de contenido el Estado de las Autonomías y fragmenta la cooperación interregional. Voy a ir concluyendo, pero no sin antes esbozar rápidamente cuáles son las propuestas que mi Gobierno ha elevado a la Comisión Especial para la Eventual Reforma del Estatuto de Autonomía de la Región de Murcia. Vaya por delante lo que ya he expresado: Ni un solo paso hacia más autogobierno y más competencias que suponga deslealtad constitucional y ruptura con los principios de solidaridad y vertebración. Hemos propuesto que el futuro Estatuto pueda contener una Carta de Derechos de los Murcianos, que avale la igualdad entre todos. En este sentido, queremos que nuestro Estatuto reconozca nuestro derecho, como ciudadanos, a disponer de agua suficiente y de calidad, tanto para abastecimiento como para el desarrollo social y económico de la Región; y que, además, refuerce nuestro derecho a disponer del agua sobrante en cuencas excedentarias. La Región de Murcia se niega a que sean otros quienes organicen su modelo de desarrollo. Por eso necesitamos agua y libertad para usarla justa y sosteniblemente. Y así seguir aumentando nuestras posibilidades de crecimiento y confirmar nuestra posición estratégica en el arco mediterráneo. 14 Reconocer este derecho en nuestro Estatuto no supone ningún atentado contra la Constitución, que reserva al Estado la competencia exclusiva en esta materia, según el artículo 149, punto 1, apartado 22. Pero es más, vamos a proponer que nuestro futuro Estatuto de Autonomía recoja el déficit hídrico estructural de la Cuenca del Segura, única en España en esta situación, según el Plan Hidrológico de Cuenca que quedó contenido en el Plan Hidrológico Nacional aún en vigor, aunque cercenado tras la derogación del trasvase del Ebro. También hemos sugerido que el futuro Estatuto reconozca el papel fundamental que las ciudades representan en el desarrollo regional, elevando hasta nuestra más alta norma legal el valor institucional, económico, político y social que desempeñan los municipios. Al tiempo, prepararíamos la base sobre la que se sustenta la arquitectura legal de nuestra Región a una nueva y más compleja, si cabe, desconcentración de competencias hacia los Ayuntamientos. Nuestro Estatuto defenderá el Poder Judicial establecido constitucionalmente, como garante de la unidad jurisdiccional y de igualdad en la aplicación de la Ley para todos los españoles. El nuevo marco estatutario debe dar libertad a los murcianos y sus instituciones, con pleno respeto a la Constitución y a las normas básicas del Estado, para diseñar su modelo de futuro desarrollo, para crear y gestionar las infraestructuras necesarias que ayuden a la plena ejecución de sus potencialidades económicas y sociales. Es decir, que seguiremos apostando por la vertebración territorial a través de las infraestructuras de comunicación, para lo que seguiremos demandando la colaboración del Estado, con el fin de lograr una perfecta, ágil y eficiente comunicación tanto interna como externa de nuestra Región. Un proyecto que queremos que nazca del Pacto Social, de la participación global de todos los murcianos, de la concurrencia unánime de 15 todas las fuerzas políticas, que han de entender que construir una Región a través de su Estatuto está por encima de intereses partidistas y regionalistas; que hacer un Estatuto es hacer región para el futuro, es hacer región para sus ciudadanos, y también –y esto es lo más importante- es hacer España. La grandeza de nuestra Constitución, de su Título VIII, nos da a las Comunidades Autónomas la oportunidad de desarrollarnos y progresar, y nos hace libres, dentro de los límites que nosotros mismos nos marcamos al aprobarla, para llegar hasta donde nos sintamos capaces. El uso y no abuso de esa libertad es lo que nos garantiza nuestro futuro como autonomías, y lo que garantiza la fortaleza del Estado y la Nación para seguir cumpliendo con su papel de “equilibrar y armonizar el desarrollo regional y sectorial, estimulando el crecimiento de la renta y de la riqueza y su más justa distribución”, como reza el artículo 131.1 de nuestra Carta Magna. Por este motivo, insisto en reivindicar el cumplimiento del artículo 138.2 de la Constitución: “Las diferencias entre los Estatutos de las distintas Comunidades Autónomas no podrán implicar, en ningún caso, privilegios económicos o sociales”, y reclamo al Gobierno central que reconduzca esta situación y recupere el espíritu de los Pactos Autonómicos, que han precedido hasta hoy los procesos de reformas estatutarias. Estamos a tiempo de seguir fortaleciendo España a través de las autonomías. Estamos a tiempo. Quiero creer que, finalmente, imperará el sentido común, la responsabilidad institucional, y el cumplimiento del deber político. Nuestro compromiso con España no se basa en recursos al pasado. Nuestro compromiso no es con tribalismos territoriales, no es con llamadas a viejos libros ni con caducas diferencias. Nuestro compromiso es con las personas, con los españoles, con aquellos que son iguales ante la ley, con independencia de su origen, de su residencia o de sus circunstancias personales. 16 Españoles que creen y piensan con esperanza en el futuro y desconfían de los que hacen de la nostalgia su profesión. Españoles que no quieren volver la vista atrás si no es para aprender, porque lo que demandan de sus instituciones es un compromiso con su futuro y con su bienestar. Hagámos caso a lo que nos dicen. Valoremos lo que hemos conseguido entre todos y, lejos de buscar el enfrentamiento, recordemos siempre que la verdadera política es servir a los demás. Muchas gracias. 17