Observaciones sobre las transformaciones del trabajo

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Observaciones sobre las transformaciones del trabajo. Tendencias a la
precarización y categorías teóricas
Santiago Aguiar
Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades. Universidad Nacional de
Quilmes, Argentina
Resumen:
En este artículo se busca poner a la vista los procesos en curso en las
transformaciones del trabajo en Chile, contrastando los análisis sobre las
transformaciones en el proceso de trabajo, con especial interés en las
innovaciones tecnológicas, con sus resultados.
En particular se interroga sobre si los contratos atípicos cada vez más extendidos,
se corresponden con la reestructuración productiva y el cambio tecnológico,
conformando una tendencia a la precarización de la clase trabajadora, o por el
contrario un nuevo modo contractual en la relación salarial en fase de ajuste sin
implicar precarización del trabajo.
Finalmente, se observa la posición de la clase trabajadora en este proceso en
curso, se discuten algunas de las categorías teóricas predominantes, elaboradas
por la Organización Internacional del Trabajo, como la categoría de trabajo
decente, se rescata la importancia de la categoría de antagonismo social, de la
figura del intelectual, y se plantean, rescatándolas, categorías alternativas para el
análisis y comprensión de las transformaciones del trabajo.
Summary:
What is meant in this article is to make visible the current processes in the
transformations of work in Chile, contrasting the analysis about transformations in
the work process, with special interest in technological innovations, with its results.
It is particularly asked if the non typical contracts, more and more extended, are
corresponding with the productive restructuring and the technological change,
forming a tendency to the precarization of the working class, or on the contrary, a
new contractual way in the wage relation in adjustement phase, without implying
work precarization.
Finally, it is observed the position of the working class in this current process,
some of the predominant theorical categories, developed by the International
Labour Organization, as the category of decent work, the importance of the
category of social antagonism and the importance of the intellectuals are
considered, and considering them alternative categories for the analysis and
comprehension of the transformation of work are formulated.
En este artículo se busca poner a la vista los procesos en curso en las
transformaciones del trabajo en Chile, discutiendo la tensión entre las acciones de
los actores y los condicionantes objetivos de la estructura productiva.
En este sentido, se observan las políticas empresariales, los cambios en el
proceso de trabajo con especial mención a la reestructuración productiva y el
cambio tecnológico. Se interroga sobre si los contratos atípicos cada vez más
extendidos, se corresponden con la reestructuración productiva y el cambio
tecnológico, conformando una tendencia a la precarización de la clase trabajadora,
o por el contrario un nuevo modo contractual en la relación salarial en fase de
ajuste sin implicar precarización del trabajo. Se observa la posición de la clase
trabajadora en este proceso en curso.
Algunas de las categorías teóricas predominantes, elaboradas por la Organización
Internacional del Trabajo, como la categoría de trabajo decente, se ponen en
cuestión, y plantean categorías alternativas para el análisis y comprensión de las
transformaciones del trabajo. Adentrándose también sobre la posición de los
intelectuales.
La progresiva extensión de los empleos atípicos en Chile
El empleo atípico se define por contraposición al empleo clásico (Leiva, 2000;
Gálvez Pérez, 2001), caracterizado por un trabajo prestado por cuenta ajena, a
cambio de un salario, incluyendo el indirecto por medio de los sistemas de
protección social en especial desde la segunda mitad del siglo XX, en relación de
dependencia para un solo empleador, en el local del empleador, en una jornada
completa, por tiempo indefinido.
El empleo atípico cuenta entre sus características la incertidumbre al no ser por
toda la vida, las mutaciones en la relación de dependencia. Se puede sintetizar en
su característica central: ser empleo flexible. En sus diversas modalidades:
flexibilidad salarial, numérica, funcional, del tiempo de trabajo. Esto cobró forma en
variadas realidades contractuales: el trabajo eventual, temporal, de medio tiempo,
a domicilio, la subcontratación o las diversas formas de externalización, el trabajo
informal.
Así, se registra una amplia heterogeneidad de las formas de empleo, pudiendo
consignarse modalidades diferentes según tipo de contrato (indefinido, a plazo
fijo), funciones (de aprendizaje, una tarea específica, polivalencia), duración de la
jornada (tiempo completo, media jornada, por hora, jornada especial), retribución
(salarios, honorarios, fijos variables o una combinación de ambos, a trato, por
comisiones), lugar de trabajo (el establecimiento de la empresa, a domicilio, etc).
(Salinero J., 2006).
Si bien siempre existieron en la historia del capitalismo otras formas de trabajo,
como el trabajo a domicilio, lo nuevo es que hay una tendencia a una masificación
de estas nuevas modalidades del empleo, resultando en un mercado de trabajo
heterogéneo y segmentado. La discusión aún no saldada sobre la crisis del
trabajo, la pérdida de su centralidad, las causas que explican esto último, son
abundantes, y encuentran en esta realidad su fuente.
Un punto intermedio que no proclama la crisis del trabajo ni la pérdida de su
centralidad, sino que investiga los cambios en curso, sin impermeabilizarse a
estos cambios, consigna que los empleos atípicos degradan la calidad del empleo,
reduciendo el margen del trabajo decente, relacionado con el grado de protección
del trabajo en el mercado laboral (que está relacionado con la situación contractual
y el alcance de la cobertura de seguridad social), con los niveles de ingreso y con
la productividad que logran.
En Chile, aún el trabajo decente, que nosotros aquí podemos considerar como un
indicador aproximado de empleo típico, es aún elevado, alcanzando los dos
tercios de la fuerza de trabajo (Infante R., Sunkel G., 2004).
Esta cifra es coincidente con las observadas en las diferentes formas del empleo
atípico en Chile, mediante el mecanismo de la externalización.
Sin embargo, se observa una tendencia constante a su incremento.
El suministro de personal, alcanzó en 2004 al 7,3% de la fuerza de trabajo del
sector privado. En 2002 alcanzaba al 4,2%. En 1999, al 6,4%. (Dirección del
Trabajo 2005).
El trabajador temporal alcanza al 12% del total de trabajadores (Dirección del
Trabajo, 2003).
Otra forma de empleo atípico, el trabajo a tiempo parcial, alcanzaría al 10% de la
fuerza de trabajo (Leiva, 2000).
El trabajo en condiciones de subcontratación, no está medido, exceptuando la
medición del porcentaje de empresas que utilizan este régimen. Sirva como cifra
indicativa
aproximativa
el porcentaje de
contratos indefinidos,
que son
ampliamente mayoritarios: 77,1%. Aunque cabe notar aquí la misma tendencia
progresiva al empleo atípico. Este porcentaje alcanzaba al 81,2% en 1998, al
82,8% en 1999, al 79,6% en 2002 (Dirección del Trabajo, 2005).
Sirva también como aproximación, que el empleo en las PYMES, caracterizado
mayoritariamente por sus bajos salarios, inestabilidad laboral, mayor riesgo para la
salud por la carencia en muchos casos de previsión social, agrupa al 80% de la
fuerza de trabajo (Baltera S., Aguilar N., Dussert Ch., 2004).
La discusión sobre las causas de la extensión del empleo atípico
Dejemos sentadas las múltiples causas con las que se explica esta extensión del
empleo atípico.
Se da cuenta de los cambios en la estructura productiva, en las formas de
organización del trabajo, en las formas de gestión del trabajo, en los procesos de
racionalización, en la incorporación de tecnología (Aravena Carrasco, 2000).
En gran medida se adjudica a la globalización de la economía, los cambios en el
modelo tecno- productivo, en la organización económica de las empresas, en la
desregulación de las normas laborales (Echeverría Tortello, 2006).
Se menciona la desconcentración productiva y la fragmentación de empresas, que
encuentran sus soporte material en los cambios tecnológicos (Salinero, 2006).
El predominio de la lógica del mercado desmantelando toda regulación laboral, y
pasando a considerar al trabajo como una mercancía (Escobar, 1999; López,
2004).
Hay referencia a la emergencia de un nuevo paradigma tecnológico, también a las
nuevas exigencias del mercado, y a la reacción a los cambios en el entorno
(Montero, 1989). Aunque también se explica por el carácter de “modernización
trunca” del proceso, que hace que aparezcan los costos y la “dimensión arcaica o
salvaje del proceso”.
En sentido similar se hace mención a la “modernización espúrea” (Agacino, 1995)
Estos autores coinciden que se origina también en el nuevo modelo de desarrollo
que inicia en los ’70, y su carácter autoritario (también Cárdenas, 2005).
Y que se enmarcan en la crisis económica mundial de principios de esa década,
abriendo una presión a bajar los costos (Macario, 1999).
A la erosión del contrato social que sustentó al Estado de Bienestar, radicando en
lo fundamental en un problema político (Aguilar N., 2001).
A la crisis del taylorismo- fordismo y la tercera era de la automatización (Coriat,
1993).
Se consigna la disminución de la productividad y la disminución de la ganancia
empresarial. También el reordenamiento de la economía mundial, las nuevas
formas de organización de la producción, el tránsito a una economía de servicios,
la ofensiva neoliberal de desregulación. Aunque las principal causas estarían en:
a) la incapacidad del Estado nación para dirigir la economía manteniendo el
equilibro social, b) el debilitamiento de las instancias de regulación colectiva, y c)
que durante la crisis de 1998- 2003 en Chile, se afectaron más las ganancias que
los salarios (Henríquez Helia, Riquelme Verónica, 2006).
Al cambio tecnológico flexibilizador, a la movilidad del capital y la tecnología, a la
adopción de estrategias empresariales en respuesta al cambio de contexto
(Weller, 2005).
A un cambio tecnológico que de la mano con cambios geopolíticos y
geoeconómicos, implican una discusión entera sobre la “estrategia global de
desarrollo” no una transformación tecnológica “en sentido estrecho” (Faletto,
1991).
La heterogeneidad resultante en las múltiples modalidades del empleo atípico,
parecen corresponderse a la heterogénea serie de causas no excluyentes entre sí
que se registran para explicar la progresiva extensión del empleo atípico.
Contrastes con la realidad observada de los procesos de trabajo y la
estructura productiva
Para poner a la vista si se establece una relación de necesidad entre la
profundidad de las transformaciones observadas en el trabajo, y los observados
en los procesos de trabajo y la estructura productiva, contrastamos el desarrollo
de estos procesos con aquellas transformaciones.
Si se considera la década de los ’70 como inicio de los cambios en los procesos
de trabajo y la estructura productiva, son innegables los cambios efectuados. Su
amplitud y profundidad, son ya materia de discusión. Observable a nivel de
empresas y sectores, y al nivel de la dinámica de la estructura productiva en su
conjunto, y en diferentes períodos de tiempo: mediados de la década de los ’80,
mediados de la década de los ’90, mediados de mediados del 2000.
Lo que aquí se sostiene es que no hay una relación de necesidad entre estos
procesos de cambio en los procesos de trabajo y la estructura productiva y las
transformaciones del trabajo. La profundidad de las transformaciones del trabajo,
contrastan con la limitada amplitud y profundidad de los cambios en los procesos
de trabajo y la dinámica de la estructura productiva.
Desde el punto de vista de empresas y sectores, se registra no sólo
heterogeneidad y segmentación entre empresas de punta y una amplia y
abrumadora mayoría de empresas rezagadas –donde curiosamente son
principalmente las empresas que explotan, procesan y semiindustrializan recursos
naturales las que corresponden al segmento de punta (ubicándose incluso en la
frontera tecnológica internacional, con tecnologías de base microelectrónica,
formas variadas de reorganización de la producción y el proceso de trabajo en la
búsqueda de productividad y calidad). Se registra que la renovación de la base
técnica -maquinaria y equipo (tecnología blanda)- es parcial. Que hay rezago en
las estrategias de tecnología dura (combinación de innovaciones en la base
técnica y nuevas formas de gestión de recursos humanos). También, gradualidad
en el proceso de innovación. Y una gestión tradicional de la fuerza de trabajo
(Wormald, 1995).
Continuando con el punto de vista de empresas y sectores, en tres sectores
dinámicos de la economía chilena se observa un cuadro similar: la vitivinicultura, la
hortofruticultura, la industria del salmón, aunque con diferencias entre unos y otros
sectores, predomina la inmadurez del proceso de innovación. Se destaca el
carácter de commodity (entendido como un escaso esfuerzo en la diferenciación
de productos), o estar iniciando -a mediados de la década del 2000-, procesos de
descomoditización. Se consignan inversiones en I&D puntuales y dispersas
(Moguillansky, Salas, Cares, 2006; Montero, C. 2004).
Desde el punto de vista de la dinámica de la estructura productiva en su conjunto,
se puede observar algo similar. En la industria manufacturera, al inicio, en algo
que se asemeja a lo observable hoy día, “la ruta seguida no fue la introducción
masiva de cambio técnico”, la variable de ajuste fue el salario real (Agacino y
Rivas, 1995). Se registra un desarrollo técnico incipiente (Echeverría M, Herrera.
G, 1995). Para la promoción de su política de “transformación productiva con
equidad”, la CEPAL debe señalar el “rezago tecnológico” (Tokman V, 2004)
Las empresa chilenas en su conjunto, registran una “débil” incorporación de
nuevas tecnologías, refiriéndose a la tecnología dura” (Montero, C., 1997).
Analizando la “nueva empresa chilena”, se debe admitir que la mayoría de sus
productos son bienes primarios con sólo algún grado de elaboración (Luders, R.,
1998, Díaz, A., 1994), y la principal fortaleza que se registra es su capacidad de
adaptación al cambio del entorno, consignando que el “aporte interno” de las
empresas responde al liderazgo y la definición correcta de la misión de la
empresa, habiendo pasado del paraguas de la búsqueda de rentas, a la búsqueda
de productividad e inserción internacional .
Al estudiar en forma comparada el crecimiento del PIB, la creación de puestos de
trabajo y la inversión en capital fijo, se concluye que en la expansión económica
ha tenido un principal papel el uso intensivo del factor trabajo.
Valga como indicador el contraste entre la evolución de la productividad y los
costos laborales. La Productividad Total de Factores (PTF), se caracteriza por su
carácter volátil y pro-cíclico (Vergara R., 2005). La evolución de la PTF sería
declinante, de una tasa del 4% en los noventa, se observaría una caída a 1% a
mediados de los 2000 (Garretón G., 2007). Aunque se reconoce que desde
mediados de la década de los setenta, la productividad laboral ha tendido a crecer
e incluso duplicarse, para el período 1970 –1996, se define por su “situación
estacionaria” (Katz J., 1999 b), alcanzando una tasa de 1,25%. Contrástese con
los costos laborales (salario por hora de la industria manufacturera a mediados de
los noventa): en Chile es de US$ 3, comparado con los US$ 12 de Estados Unidos
y US$ 15 de Alemania (considerando las cargas laborales, se eleva a US$ 4,2,
US$ 17 y US$ 27,5 respectivamente). Esto no es todo, se registra que para la
mano de obra sin contrato, el costo desciende un 60%, y para la mano de obra
temporal lo hace en un 40% (Tokman V., 2004). Finalmente, se generaliza
afirmando que la principal estrategia empresarial para la competitividad es la
rebaja de costos laborales (Henríquez Helia, Riquelme Verónica, 2006).
Respecto a la incorporación de TICs, se afirma que Chile está en las fases
iniciales de la curva de adopción de tecnologías (Instituto de Estudios Mediales
UC..., 2006).
Tan parcial es este proceso en su dinámica de conjunto, que incluso se ha
modificado la teoría (considerada como guía para la acción, pues también se
modificaron las aspiraciones), que las viejas explicaciones sobre la generación de
tecnología fueron abandonadas en beneficio de nuevas explicaciones que explican
que el mecanismo esencial de innovación es la copia de procesos mediante la
compra de maquinaria y equipos en el exterior (Moguillansky, Salas, Cares, 2006;
Katz, J., 1999 a; Burachik, 2000). El resultado es que aunque se pone en el centro
la importancia de la innovación, la inversión en I&D, la tecnología, el 95% del
gasto mundial en I&D es ejecutado por las principales economías industriales
(Larrain, F., 2006).
Aunque intentando hablar de una “revolución empresarial” (Montero, C., 1997), se
debe dar cuenta de la verdadera amplitud y profundidad de estos procesos, lo que
al mismo tiempo ha motivado a definirlo como una “modernidad trunca”, una
reconversión a las condiciones del ajuste y el imperativo de la inserción externa
(Montero, C., 1999). Creemos que, contrastando las causas atribuídas con la
realidad observada en estos registros, esos límites no han sido superados a lo
largo de estas tres décadas, sino que más bien actualizado la reconversión y
adaptación al medio ambiente.
Es así que lo que aquí se sostiene es que no hay una relación de necesidad entre
estos procesos de cambio en los procesos de trabajo y la estructura productiva y
las transformaciones del trabajo. Sin embargo, sucedieron. Esto es lo que se
necesita explicar. La importancia y necesidad de otras categorías teóricas (de la
Garza Toledo, 1999), se presenta como un imperativo impostergable.
¿Es el empleo atípico empleo precario?
“en la actualidad, el término flexibilidad se usa para suavizar la opresión que
ejerce el capitalismo”
Richard Sennet
No podemos dejar de traer a colación esta frase del sociólogo estadounidense
Richard Sennet, que es de interés compararla con esta otra afirmación que realiza
en la misma obra: la flexibilidad es una cualidad para la acción libre (Sennet R.,
2000). Un estudio realizado en Chile, con simpatía por esta proposición, constata
sin embargo que quienes demandarían el mayor tiempo libre que posibilitarían las
formas de trabajo flexible, pertenecen al estrato socioeconómico alto, mientras que
la “población restante”, “priorizaría” aumentar sus ingresos trabajando más, horas
extras, etc (Cárdenas A., 2005).
Así es, la discusión parece difícil de zanjar. La externalización fue originalmente
difícil de definir incluso para la misma OIT. Esto no por dificultades en establecer
el objeto en sí mismo a ser definido, sino que por las posiciones opuestas de
empleadores y trabajadores, que son quienes conforman junto con los Estados la
OIT (Bronstein A., 1999). Se repitió la dificultad a la hora de la discusión
parlamentaria de la Ley de subcontratación actualmente vigente en Chile n°
20.123, publicada en el Diario Oficial de Chile el 16 de octubre de 2006.
Existe una mayoritaria coincidencia en que no toda atipicidad crea necesariamente
precariedad (Gálvez Pérez T., 2001). Considerando el trabajo a tiempo parcial, se
consigna que no todo sino que sólo el 50% de esta modalidad de trabajo
constituye trabajo precario (Leiva S., 2000). Se busca establecer una diferencia
entre la externalización legítima y la falsa externalización (Echeverría Tortello M.,
2006).
También, en una acepción más amplia y desde otro ángulo, se intenta diferenciar
entre la “modernización auténtica” y la “modernización espúrea” (Tokman V.,
2004), esta última resulta en un crecimiento sin equidad, que se expresó en la
segunda generación de reformas del Consenso de Washington, las reformas
laborales de la flexibilidad con reducción de costos laborales, que dio un trabajo
precario, caracterizado por: a) la disminución de los costos de contratación y
despido, b) alargar los períodos de prueba, c) la extensión de los contratos
atípicos, d) la externalización, e) los cambios en la distribución de la jornada, f) la
polifuncionalidad. El resultado general es el deterioro de la calidad del empleo.
No es indiferente recordar que aunque existan estas disímiles posiciones, las
transformaciones en el proceso de trabajo flexibilizadoras se introducen después
de fuertes procesos de racionalización, del personal. Es el caso de los procesos
nacionales como el chileno (Agacino R. y Rivas G., 1995; Wormald G., 1995;
Montero C., 1990), y también de procesos de grandes empresas transnacionales,
pasando a constituirse en modelos, como el caso de la FIAT (Tokman V., 2004)
Por precariedad se entiende también una heterogeneidad de situaciones. La
disminución de la cobertura de la seguridad social (Wéller, J, 2005). La
inestabilidad laboral (Tokman V., 2004). Se numeran una serie de características
que podrían actuar como indicadores: a) largas jornadas de trabajo, b) inexistencia
de pautas programadas, c) creciente recurso a las remuneraciones combinadas
(variables y fijas), d) malas condiciones de seguridad e higiene, e) inestabilidad y
falta de seguridad propias del trabajo externalizado (Cárdenas A., 2005). Se
presentan otros indicadores posibles: a) el grado de incertidumbre sobre la
continuidad de la relación salarial, b) el control sobre el trabajo, c) el grado de
protección, d) los niveles de ingreso (Gálvez Pérez T., 2001). Otros tres
indicadores serían: a) la inestabilidad, b) la inseguridad, c) la insuficiencia de
ingresos (Leiva S., 2000).
Sus efectos y objetivos son múltiples: desequilibrar la relación laboral debilitando
la posición negociadora de los trabajadores; transferir los riesgos empresariales al
trabajo; evadir los problemas y responsabilidades laborales; disminuir costos;
debilitar la capacidad regulatoria del Estado.
Aunque todos coinciden en un punto central: el debilitamiento de las tutelas al
trabajo, la desregulación, la desprotección.
Aunque sin resolverse unánimemente, la heterogeneidad de situaciones, viene
conllevando la definición de la pérdida de centralidad del sujeto, la diversidad
compleja y dinámica de identidades, y la imposibilidad de proclamar a priori
hegemonía de un sujeto (de la Garza, 2000), aunque también se ha afirmado que
la clase trabajadora dentro de esta heterogeneidad encuentra una homogeneidad
en la posición misma de precarización (de la Garza, 2001; Agacino, 1998).
Finalmente, se plantea que ha venido para instalarse un “nuevo paradigma de la
flexibilidad” que se corresponde con los cambios en el proceso de trabajo del
nuevo régimen de acumulación por lo que es necesario (entendido como
inevitable, correlato). Junto con el punto central de coincidencia de que lo que
unifica esta heterogeneidad de situaciones es el debilitamiento de las tutelas, la
desregulación, la desprotección, la categoría predominante se desprende por sí
misma.
Las categorías teóricas predominantes: el trabajo decente de la OIT
La OIT, al hablar de trabajo decente (OIT, 1999), habla de: a) condiciones de
trabajo; b) remuneraciones; c) estabilidad contractual; d) protección social (Infante
R., Sunkel G., 2004). Proclamado objetivo estratégico de la OIT, busca que se
generen más y mejores empleos, empleos de calidad –definidos en lo esencial por
tener buenas remuneraciones y contar con protección social. Acertadamente se ha
intentado sintetizar como que el fin es buscar humanizar el trabajo, moderando las
situaciones más graves de desprotección (Henríquez H., Riquelme V., 2006).
La CEPAL, con su proposición de crecimiento con equidad se acerca, desde otro
ángulo, al mismo fin: busca la compatibilización de la flexibilidad –esta que aquí
definimos, la del empleo atípico, del trabajo precario- con protección, una
modalidad posible de esto sería garantizar la estabilidad laboral a cambio de un
salario participativo atado a la productividad (Tokman V., 2004).
La pregunta es necesaria: ¿la precarización llegó para quedarse o es un
fenómeno transitorio que con nuevas regulaciones será subsanada? La reciente
legislación chilena que regula la subcontratación, ¿resuelve o sanciona esta nueva
posición del trabajo estabilizándola?
Comencemos por afirmar que con las transformaciones en curso, todo el empleo
es potencialmente flexible, y bajo la forma que es característica, propia y definitiva
de la flexibilidad: el empleo atípico, el trabajo precario. Aunque el paradigma de la
flexibilidad, en cuanto necesidad (Freyssinet J., (1991) no de antemano
predeterminado. ¿Logrará, volvemos a plantear, la categoría de trabajo decente
de la OIT, y la búsqueda de crecimiento con equidad de la CEPAL impedir esta
potencialidad que viene trastornando la vida social en las últimas tres décadas?
La relación social de explotación
“el robo del trabajo ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual”
Karl Marx
Si la amplitud y profundidad de los cambios en los procesos de trabajo y la
dinámica de la estructura productiva se observan limitados por contraste con las
transformaciones del trabajo, aunque juegan un rol activo indiscutiblemente,
debemos formular categorías teóricas alternativas para poder aproximarnos a una
explicación del fenómeno.
Las categorías teóricas predominantes y las políticas que traen aparejadas, al
mismo tiempo revelan la magnitud del fenómeno en curso, sus impactos, la
conmoción que ha causado en la clase trabajadora, como ocultan las categorías
para explicar sus causas más profundas, y las políticas para resolverlas “integra y
efectivamente”.
Es cierto que la forma salarial tiene una larga historia de transformaciones, y que
lo que hoy se denomina el empleo clásico con el que se compara el empleo atípico
es un producto histórico reciente, resultado de una larga evolución y luchas de la
clase trabajadora (Castel R., 2004). Es necesario preguntarse qué permanece y
qué se transforma. Hemos dado algunas luces. Desde el punto de vista del trabajo
concreto, las transformaciones son múltiples, incrementando la heterogeneización
de la clase trabajadora. Donde se puede observar continuidad es desde el punto
de vista del trabajo abstracto. Se podría decir que la historia capitalista del trabajo
es la del intento del empresariado de apropiarse del tiempo de trabajo ajeno. Es
así que desde el punto de vista del trabajo concreto, no se establece una relación
de necesidad entre los cambios en el proceso de trabajo y la dinámica de la
estructura productiva de precarizar el trabajo, y sí es posible establecerla desde el
punto de vista del trabajo abstracto.
Remitiéndose al estudio de los cambios en el proceso de trabajo y la dinámica de
la estructura productiva, considerando la organización del trabajo, la gestión de
recursos humanos, los cambios en la base técnica, se constata en todos los casos
que esa es una búsqueda incesante, que conoce de triunfos, derrotas, treguas,
compromisos. Junto con la reducción de costos con la fábrica mínima, la política
de cero stock, etc.
La incesante búsqueda capitalista por la apropiación del trabajo ajeno, se realiza
por diversos medios y a todos los niveles: a nivel del proceso de trabajo, se señala
la búsqueda de la reducción de los tiempos muertos (Stankiewicz F., 1991; Coriat
B., 1979, 1991 y 1993), también se busca reducir los tiempos muertos
traspasándolos al trabajador tercerizado (Henríquez H., Riquelme V., 2006),
anteriormente con el taylorismo y el fordismo, se buscaba reducir el control del
trabajador de los tiempos de producción, y la reducción de los tiempos muertos es
una de las “maneras encubiertas” de lograrlo (Coriat B., 1979), a nivel
enteramente de los modelos productivos, se trata de alcanzar una economía de
tiempo (Neffa J., 1991), a nivel de la empresa en su conjunto se fija el objetivo con
las re- estructuraciones productivas de la reducción del tiempo de trabajo
(Cárdenas A., 2005), lo mismo a nivel de sectores productivos como el
manufacturero (Wormald G., 1995), implicando la definida como estrategia
empresarial característica la búsqueda de un aumento de la productividad
(Tokman V., Martínez D., 1999; Luders R., 1998, ), se plantean las nuevas formas
para el aumento de la productividad posibles con la nueva tecnología, hablando de
una nueva economía de tiempo –pasando de la organización del tiempo a la
economía del tiempo- y del obrero colectivo (Montero C., 1989), a nivel ya del
proceso general de cambio tecnológico, se señala que entre sus objetivos está el
de reducir los tiempos muertos (Echeverría M. y Herrera G., 1995), y aunque se
afirma el carácter irreversible del ingreso del robot en el taller, se señala que la
búsqueda de ayer y de hoy de ahorro del tiempo persiste, modificándose las
condiciones que las nuevas tecnologías posibilitan (Coriat B., 1991).
La importancia de rescatar esta categoría está en que en este artículo se
considera que se debe volver a desplazar el objeto de estudio de la Sociología del
Trabajo, concentrándose en la relación capital – trabajo. Desde aquí, replantear y
remitir permanentemente a que la base fundante de la forma salarial reside en la
venta voluntaria, basada en la desposesión de medios de producción excepto su
fuerza de trabajo, de esta fuerza de trabajo a cambio de un salario, medida en
tiempo de trabajo, acuerdo o contrato por el cual la fuerza de trabajo de la hora
asalariado se pone a disposición del empleador, el producto de su trabajo,
resultante de la manipulación de los medios de trabajo del empleador, pertenece
asimismo al empleador. De aquí que la incesante búsqueda del empleador de
apropiarse del trabajo ajeno, mediante estas diversas formas y en diversos niveles
de ahorro del tiempo de trabajo, sea definitivo a la hora de reflexionar sobre las
transformaciones
del
trabajo.
Esta es la relación social de explotación constituyente del proceso de trabajo en el
capitalismo, que es lo que permanece por sobre las múltiples y heterogéneas
transformaciones del trabajo, concreto. En su despliegue, acicateado por la
incesante búsqueda del empleador por apropiarse el trabajo excedente ajeno, se
producen las transformaciones en el proceso de trabajo, las concepciones de
gestión de la fuerza de trabajo, las regulaciones estatales, el carácter de la
sociedad. Por esto llamamos constituyente a la relación social de explotación.
Y el resultado total es una transformación brutal de las condiciones sociales de
extracción del plustrabajo, produciendo un aumento inédito de la explotación del
trabajo.
Por esto mismo, hay que alejarse de la ilusión tecnologicista de que habría una
opción entre una modernización sana alternativa al recurso de la flexibilidad y la
externalización (Macario C., 1999).
Pero también dar cuenta de los límites de la categoría de trabajo decente de la
OIT y de transformación productiva con equidad de la CEPAL. Y reabrir
perspectivas.
Posición de la clase trabajadora y posición de los intelectuales
Esta incesante búsqueda de reducción del tiempo de trabajo y la lucha
concomitante, y en su despliegue buscando abrirse paso, transforma todo lo que
toca, y reaviva el conflicto básico que reside en la relación social de explotación.
Esta lucha por el tiempo de la producción, tiene expresión en las ganancias y los
salarios. No es casual que se iniciara con la crisis capitalista mundial de principios
de la década de los setenta, y en Chile se reimpulsa ante la crisis de 1998- 2003, y
los signos iniciales de agotamiento del actual patrón de acumulación.
Sin embargo, el conflicto social está ausente en gran parte de los desarrollos y las
categorías de la Sociología del Trabajo. Para Chile, se menciona en forma
particular (Aravena Carrasco A., 2000).
La heterogeneidad y segmentación del empleo, la posición de precariedad, la
certidumbre de que todo trabajo es flexibilizable, con la terrorífica imagen en el
espejo para el trabajador estable no precarizado, ha producido una degradación
de la clase trabajadora, la pérdida de su anterior posición. Pero esto no ha
eliminado su lugar en la relación social constituyente. La pregunta por el potencial
transformador de la clase trabajadora, por la clase trabajadora como potencial
opositora a la sociedad capitalista (de la Garza, 1999), mantiene su vigencia. La
larga fase inicial de disloque comienza a llegar a su fin. Afirmada en su lugar de
trabajo, reconociéndose como objeto de la apropiación por el capitalista de su
trabajo, reinicia el rumbo de recuperar su centralidad, y de los “conflictos
laborales”, se plantea la reaparición de los “antagonismos sociales” (Agacino R.,
González C., Rojas J., 1998).
Esto remite a la posición y función de los intelectuales. La clase trabajadora como
actor social ha sido desarmada teóricamente, ¿volverá el intelectual a desempeñar
un rol en un rearme teórico para una “resolución íntegra y efectiva” de los
problemas constituyentes de la relación social de explotación?
El estudio del despliegue de la relación social explotación, es indispensable para
avanzar en esa dirección, el estudio de las transformaciones del trabajo y los
procesos de trabajo, de la dinámica de la estructura productiva, remitiendo a la
categoría teórica necesaria para develar lo que se oculta, una de las funciones de
cualquier ciencia, incluyendo las Ciencias Sociales. Necesita de un compromiso
del intelectual que no ponga por delante financiamientos posibles (de la Garza,
1999), replantearse el sustrato epistemológico, las metodologías utilizadas
(Aravena Carrasco A., 2000). En este artículo se busca reavivar la tradición que se
origina en Marx. Análisis sobre los paradigmas y herramientas de la Sociología en
Chile constatan la ausencia de elaboraciones de esta tradición en las
publicaciones de las Ciencias Sociales en Chile (Ramos Zincke C., 2005), la
constatación no explica las causas. Es de considerar que no sólo hubo
autoimplosión y éxodo, por llamarlo de algún modo, entre quienes se ubicaban en
esta tradición, sino también desplazamiento. ¿Será corregida esta situación, o se
limitará a la constatación? Lo que está implicado, sobre todo, es el papel de los
intelectuales en la construcción del tipo de sociedad que las transformaciones en
curso nos dejan planteadas.
22 de julio 20007
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