"Control del comportamiento en el hogar".

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Junta de
Castilla y León
CONSEJERIA DE EDUCACIÓN
Equipo de Orientación Educativa
y Psicopedagógica de Benavente
CONTROL DEL COMPORTAMIENTO EN EL HOGAR.
Aunque los niños tienden a comportarse de manera distinta según los ambientes, lo
cierto es que tienden a generalizar los comportamientos. De ahí que cuanto peor sea el
comportamiento en casa, peor será en la escuela. Por esta razón, es importante que el
niño se acostumbre a acatar normas en el hogar, de manera que su buena conducta
permita un mayor aprovechamiento de las actividades escolares.
Algunas consideraciones previas…
Una de las necesidades básicas del niño, junto a las de alimentación, sueño, etc.,
es la de sentirse querido. No se trata de estar “achuchándole” todo el día, sino de que él
perciba que es importante para sus padres. La manera en que los niños perciben hasta
qué punto son “queridos” por sus padres es la atención que reciben. Si no prestamos
atención al niño, él puede sentir insatisfechas sus necesidades afectivas
e,
inmediatamente, va a tratar de llamar la atención. Además, si no lo consigue con buenos
comportamientos, lo hará con conductas problemáticas.
En otras palabras, el niño prefiere que se le castigue por un mal comportamiento, si
es la única forma de tener atención de sus padres, antes de pasar desapercibido
comportándose de manera correcta.
En los últimos tiempos, la modificación de las condiciones familiares (incorporación
de la madre al mercado laboral, menor dedicación a los hijos por saturación de trabajo,
menor interacción con los niños, etc.) han provocado que los niños, en general, tengan
menos atención por parte de sus padres. Esto obliga a los niños a tener que comportarse
de la manera necesaria para conseguir esa atención. Quizá la única forma que encuentren
es el mal comportamiento, ya que tendemos a dar por hecho que se tienen que portar bien
y no solemos reconocérselo como es debido.
La última consideración previa se refiere a la tendencia de facilitar al niño todas las
comodidades. Aunque no lo parezca, está relacionado con lo anterior. En la medida, en
que los padres consideramos que no prestamos toda la atención que deberíamos,
sentimos cierta culpa (a veces de manera inconsciente) y tratamos de compensarla de esa
forma. Nos olvidamos que el niño, igual que todo el mundo en la vida real, se ha de ganar
las cosas. No puede ser que, independientemente de cómo se comporte el niño, disponga
de juegos, paseos, actividades de ocio, etc.
El análisis del comportamiento
Cuando existe un mal comportamiento por parte del niño tenemos que ser capaces
de analizar todas las circunstancias que lo rodean, ya que de lo contrario no entenderemos
porque se produce y no podremos intervenir para que no se repita. Por esta razón,
necesitamos conocer las principales causas de la mala conducta en los niños:
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Imitación: el aprendizaje por imitación es una forma estupenda de aprender
comportamientos inadecuados. Es importante por tanto dar un correcto ejemplo a
nuestros hijos.
Comunicación en el hogar: la falta de habilidad de los padres para interpretar y
canalizar los estados emocionales de los niños como paso previo para poner solución
dialogada a los problemas de comportamiento.
Problemas psíquicos: en los casos de trastornos de conducta o TDA-H
(hiperactividad) está casi garantizado el mal comportamiento, pero son casos
minoritarios. Aún así, la manera de afrontar esas malas conductas es similar al resto
de casos, si bien suele ser necesaria la ayuda farmacológica y profesional.
Condiciones básicas: aunque no lo creamos, pocas horas de sueño, consumos de
sustancias (por ejemplo, cafeína), problemas médicos (por ejemplo, hipotiroidismo) o
abuso de TV o videojuegos pueden estar detrás del mal comportamiento del niño.
Pueden causar problemas de atención, nerviosismo e irritabilidad.
Acontecimientos estresantes puntuales: fallecimientos de familiares, separaciones,
nacimientos de hermanos, etc., pueden también estar en la base de los problemas de
comportamiento.
Falta de normas: por la relevancia de este punto, al igual que el siguiente, lo
trataremos en un apartado separado.
Consecuencias inadecuadas.
Falta de normas.
A los niños se les ha de marcar límites, ya que su estadio moral les lleva a regirse
por la satisfacción inmediata. Por esta razón, han de establecerse pautas concretas en:
a) Autonomía (aseo, vestido, orden, etc.,): dependiendo de la edad del niño se
perseguirán unas metas determinadas en este campo. En la misma página WEB del EOEP
se puede acceder a un documento de asesoramiento con pautas específicas de
autonomía.
b) Alimentación, tareas escolares y sueño.
c)
Alimentación: han de acostumbrarse a comer de todo, aunque sea poca cantidad.
Tareas escolares: establecer un lugar de estudio que cumpla las condiciones, un
horario y delegar paulatinamente la responsabilidad.
Sueño: el niño debe dormir en su propia cama, estableciendo una rutina previa
adecuada y las horas suficientes (en Educación Infantil 11-12 horas y en Primaria no
menos de 10 horas). En cualquier caso, como cada niño es distintos, hay que prestar
atención a síntomas de sueño insuficiente: el niño se levanta con dolor de cabeza, le
cuesta mucho despertar o despejarse, presenta somnolencia diurna, se queda
dormido en clase o en trayectos cortos de coche, presenta problemas de atención o de
comportamiento y nerviosismo, etc. En esos casos habría que aumentar el número de
horas de sueño.
Comportamiento.
Pocas normas, pero claras. Por ejemplo, ordenar la habitación, hacer la mochila, poner y
recoger la mesa, TV o videojuegos en los tiempos establecidos, etc. Y, sobretodo,
obedecer. Trataremos este punto más en detalle al hablar de las consecuencias en el
siguiente apartado.
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Las consecuencias.
Posiblemente, la gestión correcta de las consecuencias es el factor más
determinante en el comportamiento del niño. Ahora bien, ya desde el primer momento ha
de quedar claro que no sólo es importante intervenir convenientemente ante el mal
comportamiento. Puede que sea incluso más decisivo atender a nuestra forma de actuar
ante la buena conducta de nuestro hijo. Sólo de esta forma evitaremos problemas en el
futuro.
Cuando el comportamiento del niño es adecuado, es obvio que no vamos a quitarle
premios, castigarle o regañarle, pero sí podemos pecar no haciendo el caso que se
merece. Como ya dijimos, partimos de que es lo que debe hacer y no se lo reconocemos
en absoluto.
Nada más equivocado. Aunque no es necesario alabarle, acariciarle o darle
premios cada vez que hace algo bien, si debemos hacerlo de vez en cuando. De lo
contrario, la tendencia de esas buenas conductas será a disminuir y pudiera darse el caso
de que sean sustituidas por malos comportamientos, ya que estos, siempre, consiguen
atención de los padres.
Conviene recordar que los niños prefieren sentirse importantes para los padres
(aunque eso suponga aguantar una regañina o un pequeño castigo), antes que sentirse
ignorados.
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Cuando lo que nos encontramos es un mal comportamiento, sí que procede retirar
premios, regañar o castigar. Incluso puede que una buena forma de actuar por parte de los
padres sea la de no hacer caso a ese mal comportamiento, ya que puede que su único fin
sea atraer atención (p. ej, los niños pequeños cuando empiezan a decir palabrotas). Sin
embargo, cuando la conducta es de riesgo o grave (p. ej, agresiones o faltas de respeto)
no debe usarse.
Lo que no debe hacerse bajo ningún concepto cuando el niño se porta mal es
permitir que se salga con la suya consiguiendo un premio o evitando algo que no le gusta
(por ejemplo, comer determinado plato). No obstante, no es necesario entrar en
enfrentamiento con el niño en plena rabieta. Es suficiente con ser estrictos al aplicar el
castigo (realizar alguna tarea que no le guste, tiempo en la habitación, etc.) o la retirada de
privilegios (TV, juegos, paseos, etc.) cuando la situación se calme (si bien no conviene
demorarlo mucho).
En todo caso, conviene insistir en la importancia de ser constantes en la aplicación
de consecuencias. El mal comportamiento no va a mejorar de la noche a la mañana, por lo
que no debemos desesperarnos a las primeras de cambio. A modo de resumen (Orjales,
19981):
SÉ QUE PUEDES
POR ESO TE ENSEÑO Y TE EXIJO
Y COMO SÉ QUE TE CUESTA ESFUERZO, TE LO RECONOZCO
1
Isabel Orjales Villar (1998). “Déficit de Atención con Hiperactividad: Manual para padres y educadores”. CEPE.
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