Facultades del Arbitro - Estudio Ton & Asociados

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Dr. Videla del Mazo José
“Facultades del árbitro”
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COMISION N° 6: ARBITRAJE COMERCIAL
FACULTADES DEL ÁRBITRO
AUTOR: Por José María Videla del Mazo
Ex Arbitro del Tribunal de Arbitraje General del Colegio de Abogados del
Departamento Judicial de San Isidro
Premisas
1 Cuando se habla de las “Facultades” de una persona, es posible caer en
ambigüedades, aunque todo gire en torno a la medida de la “capacidad” de aquella. Como
aproximación al tema hay que detenerse por lo menos en dos acepciones. No son
excluyentes y por cierto muy complementarias.
(1.a) Las facultades son las características personales de quien actúe como árbitro, o
bien:
(1.b) Las facultades son permisos, capacidades operativas, que las partes en
conflicto, el Procedimiento Arbitral o las leyes, confieran a quien se desempeñe como
árbitro, para el mejor logro de su desempeño y fuera de las cuales se presume mala praxis.
2 Si se habla de las profesiones, por más diversas que estas sean, todas tienen un
valioso común denominador, expresable por lo menos en tres lados, como los de un
triángulo que cambiará su forma según sean sus ángulos y variará sus medidas según la
relación entre las distancias de sus lados.
(2.a) El profesional debe tener una formación intensiva en una rama del
quehacer humano, lo cual implica una prolija y conciente capacitación continua. No es
lograr un título que lo habilite para trabajar en alguna actividad y “dormirse en él”.
(2.b) El profesional debe relacionarse con personas quienes, al no tener una
equivalente
formación
específica,
presentarán
dificultades
de
comunicación
e
inteligencia(apreciación) sobre una multiplicidad de conceptos.
Esas mismas dificultades muy probablemente, tendrán la impronta propia del tema a
tratar, aunque sea en distintas intensidades o varíen en el tiempo. El conflicto o la
concreción del proyecto a resolver o concretar con ayuda o por el profesional, serán el quid
pro quo de su profesión pero las dificultades de comunicaciones e inteligencias( en el
sentido de comprensión y aplicación práctica de asuntos complejos), van mucho más allá de
ello. Son algo asimilable a la Estrategia Operacional que merece otro espacio para su prolijo
desarrollo, pero no puede dejar de mencionarse.
Por lo tanto, además del conocimiento técnico de la materia específica del profesional
de quien se trate, la excelencia será posible si el “ser-humano-profesionando” es capaz
de aplicar su mejor sabiduría en un contexto que, por su propia naturaleza, no es sabio o
experto en el tema. La necesidad de terceros de acudir a profesionales para el logro de sus
intereses es causada, precisamente, por ese gradiente cultural.
(2.c) El profesional debe reconocer la preexistencia de una ética ad hoc, quizá
análoga a la de toda persona honorable, de buenas intenciones, cargada de las notas
propias del concepto que hacía al “pater familiae”, pero aún más enriquecida por los caminos
y las luces propias de ese quehacer humano que lo especialice en tal o cual actividad.
3 No es menos importante para este planteo teórico, la indagación acerca de cuales
son las posibles “materias primas” del profesional. Para no caer en un campo de
especulaciones demasiado amplio bastará preguntarse aquí:
(3.a) ¿Cual es la materia prima del abogado, o de toda persona que
“profesionalice” en torno al “Poder Judicial” y sus formas alternativas ?:
Posibles respuestas:
(3.a.1). ¿Las leyes vigentes, normas, reglamentos, jurisprudencia, doctrinas y
tradiciones?
(3.a.2) ¿La naturaleza y mejor comprensión de los seres humanos en todas y
cada una de sus expresiones vitales?
(Las respuestas van con signos de interrogación porque no agotan el tema)
Otro enfoque para preguntar sobre el mismo asunto:
(3.a.3) ¿Se trata de conocer mejor las normas o la problemática de los seres
humanos visto que las primeras son más fáciles de conocer que lo segundo?
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(3.b.) Siempre he adherido a la categoría que reconoce que la humanidad estuvo
antes que sus leyes o sus costumbres.
Los seres humanos y su problemática, su multiplicidad, sus constantes, sus
excepciones, sus esperanzas, ilusiones, frustraciones, logros, en suma, su filosofía, han
preexistido, en el tiempo de la gran historia a las leyes, las reglamentaciones, la tradición.
Estas son instrumentales para todo aquello. Desde los tiempos del Derecho Romano vale el
aforismo “prior tempore, potior jure, que no invalida”Nemo vivit in praeteritum”.1
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Núcleo central de la Ponencia: Las normas y las instituciones al servicio de la
humanidad.
4 Con lo dicho ya es posible concretar las ideas rectoras de esta propuesta.
Si hubiera que elegir para declarar qué es más importante en la persona del árbitro:
¿ sus conocimientos de la actividad humana y sus cualidades personales?, o ¿su dominio de
las normas generales o particulares que rijan sus procedimientos?
En estas líneas se aboga por la primera parte del planteo de opciones.
En otras palabras “Las facultades” personales del árbitro pueden complementar y
hasta suplementar vacíos, desconocimientos o imperfecciones legales. La sabiduría legal o
formal, a secas, no hace mejor a la persona. Baste recordar que el concepto “justicia” es un
valor axiológico al que las normas pueden tender, pero que sólo es obtenible por medio del
esfuerzo de seres humanos como tales y que actúen en su integridad, también ontológica.
5 Si son las “facultades-capacidades humanas” las que interesan a este trabajo
(por sobre la designación política que nombró a tal o cual juez o Ministro, o el “imperio “ que
constituye el poder judicial de los magistrados) entonces es posible delinear un paradigma
potencial del Árbitro deseable, no como un puro esfuerzo imaginativo, sino como
conclusiones de lo visto, presenciado y discutido a lo largo de casi medio siglo de profesión
legal.
(5.a) Árbitro puede ser cualquier persona idónea que cuente con las confianza de las
partes en conflicto, sin importar su sexo, raza o religión. Si la neutralidad y la sabiduría –
más allá de los contornos propiamente legales – son las notas más deseables para un
Árbitro, parece razonable aplicarlas al momento de “ungir” como tal a un ser humano
determinado.
(5.b). Árbitro debe ser quien esté auténticamente exento de toda ambición o siquiera
tentación de poder y figuración social en razón de su profesión.( es una profesión o una
función)
”Figuración” es la palabra clave. Es legítimo y hasta una gran palanca motivadora,
que cualquier persona aspire y trabaje por la excelencia de sus acciones, de las cuales
también dimanarán publicidad y gravitación personal. En todo político la correcta
administración del poder es un ingrediente básico, sino el primero y principal, en todo caso
muy valioso.
Lo que aquí se intenta destacar como elemento negativo e indeseable, es la falta de
modestia, el desinterés por lo que suceda después que el laudo esté firmado; la inclinación
por creerse acreedor de respeto por la posesión del título de árbitro (una forma particular de
ser juez) y no por los méritos intrínsecos de sus laudos y por los valores aparentes,
constantes congruentes y equitativos de su trato inter.y multipersonal.
Cabe reconocer que el poder de juzgar viene desde la noche de la prehistoria desde
el poder absoluto del más fuerte de la horda, hasta los Reyes, quienes entonces juzgaban.
Todos imponían soluciones a problemas que entorpecían el necesario progreso del grupo
humano bajo su control personal.
Entonces y aun después, con el advenimiento de los jueces, el valor supremo era
lograr “una quietud social” como base imprescindible para cierto orden o disciplina propia de
todo hipotético mando2
La pregunta es si ahora, en el siglo XXI, con el predominio de las Democracias, la
Defensa de los Derechos Humanos y reconociendo las notables influencias de nuestra
civilización de orígenes judeo-cristiana-greco-romana, quien actúe como Árbitro debe ser
una persona al servicio de la sociedad a la que pertenece, o es, a penas, el heredero de
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“Primero en el tiempo, mejor en el derecho” y “Nadie vive en el pasado”
Se deja para otra oportunidad desarrollas las diferencias abismales entre mando y conducción.
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aquel poder supremo sobre los destinos de quienes se acercaban, o eran acercados al
ámbito de una jurisdicción reconocida e imperiosa.
(5.c) Otra formas de ver lo expuesto sería preguntar y responder:
(5.c.1) ¿Quién da el poder al Árbitro?
(5.c.2) ¿De dónde se origina “su gravitación socio-cultural” si la hubiera?
(5.c.3) ¿En qué consiste su ascendencia sobre los demás?
(5.c.4) ¿Cuál es el comienzo y cuál o cómo es el final de tales expresiones?
6 “Lo que se escucha” destaca como virtudes del Arbitraje – hasta se dice que lo
hacen “conveniente” – la posibilidad que las partes involucradas en un conflicto a ser
resuelto, puedan elegir de común acuerdo no solamente un Arbitro, sino el lugar
donde se resolverá la causa y hasta las leyes aplicables. Esto último puede ser
aceptado como un “sistema en auxilio de la labor personal del Árbitro”.
Entonces. ¿qué hace elegible a una persona para el cargo de ”Árbitro” ?
(6.1) La persona “Árbitro” deberá ser alguien con mucha experiencia de vida y un ser
humano con historia conocible y revisable, Alguien que haya estudiado, trabajado, corregido
sus propios errores con honestidad y franqueza ( con capacidad de autocrítica); con
vocación abnegada a veces, para servir al prójimo (con vocación de servicio), dando su
mejor comprensión a quienes se encuentren transitoriamente impedidos de pensar y actuar
mejor en pro de sus objetivos.
(6.2) Es bueno que la persona que sea Árbitro haya trabajado intensamente también
en otras tareas distintas a la de aplicar hipótesis legales a situaciones complejas.
Es óptimo que se tenga creatividad paralegal, que no es decir que sea constructor de
ilegitimidades.
(6.3) La persona que sea Árbitro debe ser discreta, poseedora de un sólido e
inconmovible tacto para ser aplicado a relaciones interpersonales. Debe tener tendencias
francas e intensas para saber escuchar, preguntar, conocer, evaluar y establecer rangos de
importancias relativas a todo lo que llegue a sus sentidos PERO sin que predomine en cada
acto de su conocimiento, esa tan humana tendencia por ser el eje del mundo y comparar,
constantemente, con ideas propias previas acerca del tema de que se trate. Esta actividad
no es otra cosa que “prejuiciar”
(6.4) La “amplitud de criterio” no es la llave de paso hacia el libertinaje o el caos; es
la llave que cierra el paso a las naturales y egoístas tendencias humanas que enangostan el
alma.
Nada más opuesto a la excelencia de la labor arbitral que la pequeñez del más grande
de los “egos”, cuando se lo compara con la deseable magnitud de toda apertura de criterio.
7 Vivimos en una sociedad que quiere recordar a pesar de su cortedad de memoria.
Por eso escribe para el futuro y lee para resucitar el pasado.
La persona que aspire a ser Árbitro no puede escapar a esos requisitos. Será lector
infatigable tanto como escritor sincero y honesto.
No se trata de renunciar a los valiosos auxilios de los “Relatores” tanto como
recomendar que la persona que sea Árbitro, sea capaz (en sentido de tener facultad) de
redactar, mejor si de su puño y letra, las estructuras fundamentales de sus laudos. De ese
modo, igual que con su gravitación personal durante las audiencias o cada vez que converse
con las partes o sus letrados, la persona Árbitro, podrá imprimir la necesaria originalidad
humana en los productos de su industria.
Los laudos no son codificables
Los laudos deben reflejar la infinita variabilidad de las vivencias humanas y de sus
inevitables conflictos.
Las laudos son “trajes espirituales” hechos a la medida de las partes y esas medidas
escapan a los mejores esfuerzos de los Relatores, por más avezados y mejor entrenados que
sean, pero no pueden escapar al criterio de la persona que sea Árbitro.
Los laudos de quien arbitre no deberán ser apenas páginas leídas y aceptadas para
ser olvidadas después de la firma que laude, sino ideas concebidas con los dolores y
esfuerzos de la propia inteligencia (facultad-capacidad)arbitral. Tales pensamientos
ayudarán a buscar y difundir las mejores opciones legítimas y éticas, que las partes aparten
para que, desde ese punto nuevo, sea posible construir algo fecundo y positivo.
Corolario
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(8.a.) Si lo anterior se cumple, cada persona árbitro, podrá desarrollar sus propias
Doctrinas y desde ellas facilitará la previsibilidad de su dependencia a una Ética Superior, a
una constancia en el esfuerzo por el logro de la excelencia aún de lo más pequeño que se
trate. También será permanente su irrenunciable compromiso por no abandonar los casos
difíciles, si fueran más complejos, riesgosos o infra remunerados que los otros.
La persona que sea Árbitro deberá tener escrita y lista para ser presentada, su
indeclinable renuncia como única excepción posible, al mejor y más esforzado cumplimiento
de sus Facultades-Deberes.
Facultades y Deberes son entidades análogas.
(8.b) Quien no se emplee a fondo en la aplicación práctica de sus potencialidades
humanas, o no lo haga con transparencia y franqueza, será incumplidor de los más
importantes deberes que tienen reflejo en las normas, pero origen en la luz propia de
principios éticos superiores e inmutables.
(8.c) Si equidad es dar a cada uno o a cada caso lo suyo, no es posible dar
Facultades a los Árbitros que carezcan de las capacidades humanas básicas para su honrosa
función.
Los deberes pueden reducirse a obligaciones formalmente expresadas. Las
capacidades individuales no.
Las leyes pueden ser dictadas por políticos legisladores, más o menos capaces, con el
poder de las mayorías que votan. Los laudos no.
Las facultades-capacidades que elevan las personas que aspiren al cargo de Árbitro,
se inician en la profundidad de su vida en familia, crece a lo largo de su educación, se forja
con el fuego y el martillo de la lucha por la vida y brillarán, o no, con inversa
proporcionalidad a la excelencia honesta del sencillo cumplimiento de sus deberes
individuales.
Buenos Aires 18 de marzo de 2006.
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