17/4/08.- Estudio sobre el nuevo puente de Cullera Mejorar las comunicaciones y la seguridad vial era el objetivo del nuevo puente de acceso sur a Cullera, que fue inaugurado el pasado mes de agosto. Desde entonces, la actividad que ha registrado esta infraestructura ha puesto de manifiesto que este fin se está cumpliendo, según muestra un estudio reciente del colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y puertos. Diariamente son más de 30.000 los vehículos que hacen uso de este puente llegando a él desde distintos accesos: bien desde Sueca, la N-332 o la entrada a Cullera. Especialmente destacable es el hecho de que el nuevo puente ha servido para que prácticamente la totalidad de los vehículos pesados pasen por él y, por tanto, no atraviesen el casco urbano de Cullera. Esta era una de las principales finalidades de esta importante obra de ingeniería: disminuir el tráfico por el centro de la ciudad, el cual es especialmente conflictivo en la época estival, provocando retenciones y molestias acústicas en el casco urbano. Además, el puente ha servido para rebajar la intensidad de vehículos también por la carretera CV-5040, ante el deteriorado estado del puente metálico existente. Hasta contar con esta nueva construcción, el tráfico entre la margen sur y el núcleo urbano de la población se daba cruzando el río Júcar a través del viejo puente de piedra y el puente metálico, al que se accede por la antigua N-332 que canaliza el tráfico vehicular Valencia-Cullera-Gandia. Al frente de este proyecto se encuentran profesionales de la ingeniería como el director del proyecto, Arturo Llorca, y Jorge Meliá, director de las obras, ambos ingenieros de caminos y miembros, entre otros, del equipo de trabajo multidisciplinar encargado de la ejecución del nuevo puente sobre el Júcar. Esta infraestructura tiene, además, un componente novedoso y es que se construyó en una de las orillas del río y después fue arrastrado flotando hasta la otra margen del río dando un giro de 90 grados. Un complejo proceso que consistió, en primer lugar, en la puesta en tensión de las péndolas y al desapeo de la estructura metálica, de forma que descansase sobre el apoyo provisional del extremo de aguas arriba y sobre el flotador en el de aguas abajo. A continuación, y mientras una grúa tomaba la estructura por un extremo, se comenzó a estirar del flotador desde la margen derecha. De este modo, la estructura fue colocada en paralelo de forma que el extremo quedará suficientemente cerca de la margen derecha del río como para que otras dos grúas pudieran tomarlo por el diafragma de puntales que actúan como pico. El último de los pasos llevó a colocar el puente en su ubicación definitiva, utilizando para ello los pertinentes apoyos de neopreno. Además, el puente se auscultó tanto durante la construcción como una vez finalizado, con el fin de determinar las tensiones que actúan sobre el mismo así como para ver su comportamiento frente a los cambios de temperatura y frente a distintos estados de carga. Un proceso centralizado desde una base informática ubicada en las oficinas de control de calidad de Valencia. Por otra parte, y teniendo en cuenta que la obra se encuentra en una zona de influencia marina, todos los elementos estructurales se han tratado con pinturas contra la oxidación y la carbonatación, y puntualmente las péndolas, como elemento sustentador del tablero del puente, se han sometido a un proceso de galvanizado, para impedir al máximo su posible corrosión. No hay que olvidar que el puente nuevo mide 135 metros, pesa 500 toneladas y tiene 417 metros de largo por 23 de ancho. Además, consta de dos carriles de tres metros, arcenes de un metro y aceras con una anchura útil de dos metros y medio, limitadas por una barandilla, datos que convierten a este nuevo puente en una obra singular y excepcional.