Desde sus primeros intentos de organización política a

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Simposio nº 19 Producción de riqueza y relaciones económicas alternativas en
América Latina.
Los proyectos de las izquierdas argentinas para la transformación del agro
pampeano. Entre la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión.
Osvaldo Graciano.
CONICET / Universidad Nacional de Quilmes, Argentina.
[email protected]
1-Introducción.
Desde sus primeros intentos de organización política a fines del siglo XIX, la
izquierda argentina llevó adelante un esfuerzo teórico sostenido por analizar las
características de desenvolvimiento del capitalismo en el país. Fue así que, en el marco
de definición y desenvolvimiento de sus tácticas políticas, las dirigencias de los Partidos
Socialista y Comunista desplegaron una permanente evaluación sobre la organización y
funcionamiento de la economía agraria pampeana y de sus actores sociales, que
enriqueció el debate público nacional sobre la misma. Uno de los aspectos que
singularizaron sus estudios sobre el agro fue que en los mismos no sólo denunciaron la
situación de explotación laboral y las terribles condiciones sociales de vida de los
trabajadores, sino que también propusieron alternativas de organización de su
agricultura y de las actividades económico - productivas de los agricultores, entre las
que incluyeron el cooperativismo, la socialización de la tierra y la creación de
explotaciones colectivas para su desenvolvimiento aún en el contexto de las relaciones
de producción capitalista. El objetivo de este trabajo es dar cuenta de los análisis y
propuestas difundidas en el seno de estos partidos de izquierda sobre la economía
agroexportadora argentina, en un período marcado por dificultades para su
funcionamiento, a causa de las consecuencias negativas para ella tuvo la Primera Guerra
mundial y pocos años después, la crisis económica internacional de 1929. El rasgo que
singularizó a las evaluaciones agrarias originadas en estos partidos, fue que sus
dirigencias pretendieron instalarlas como las propuestas agrarias alternativas que los
agricultores y los trabajadores debían impulsar para transformar el desenvolvimiento del
capitalismo argentino.
2- La definición del socialismo del capitalismo agrario argentino.
Ya desde 1890 con la organización de la Federación Obrera y de su órgano
periodístico El Obrero, el socialismo argentino expresó una voluntad de conocimiento
de la sociedad argentina y de sus tendencias de desarrollo histórico en clave marxista,
como necesidad primordial para la organización política de los trabajadores y su
orientación ideológica.1 Sería uno de sus fundadores, el ingeniero alemán Germán Avé
Lallemant, quien ofreció desde las páginas de El Obrero, con sus artículos de análisis de
Notas.
1
Víctor García Costa El Obrero: selección de textos. Bs. As., CEAL, 1985, p.57-58. La cita corresponde a
El Obrero, año 1, nº 4, 17 de enero de 1891.
2
la realidad social argentina, el vehículo que familiarizaría a los trabajadores argentinos e
inmigrantes con una evaluación marxista de la realidad agraria del país. Precisamente el
cuerpo de colaboradores del periódico y fundamentalmente Lallemant –a quien se deben
gran parte de la autoría de sus artículos- afirmaban desde sus páginas esta voluntad
política de los pioneros del socialismo argentino:
La emancipación de la clase proletaria y su libertación de la explotación capitalista,
esos son los objetos de la lucha emprendida. Es de la mayor importancia pues que
cada uno de nosotros conozca, y se dé cuenta exactamente de la estructura
económica del Capitalismo moderno....2
Fue precisamente en una serie de artículos titulados “Los elementos de
producción de la República Argentina”, en donde se emprendió una caracterización
global del capitalismo argentino, ubicando su desenvolvimiento en el proceso de su
despliegue a nivel mundial como resultado de la división internacional del trabajo. En
particular, informaba a los obreros que para comprender el surgimiento de la moderna
economía argentina y de sus clases sociales, había que ubicar como clave central del
mismo, al proceso de la “acumulación originaria” ocurrida en el país pocos años antes, y
que había dado lugar a las condiciones de apropiación privada del territorio a través del
saqueo y de la violencia por parte de los sectores dominantes criollos, dando lugar al
pasaje de la propiedad colectiva de la tierra a la privada y a la separación del trabajador
de sus medios de producción. El fondo histórico en donde hundía sus raíces ese proceso
era para el autor de estos artículos, la conquista europea y la época colonial, aunque era
en el período reciente en el que su pleno desarrollo instrumentado a través del Estado,
había tenido como consecuencia la formación del proletariado moderno y de la clase de
los grandes propietarios rurales, el núcleo del poder social y político en la Argentina.3
En las páginas de El Obrero se esbozaron así los rasgos dominantes de la
incipiente estructura agraria que emergía en el país con su incorporación al mercado
mundial, de sus clases sociales y de las relaciones de producción instauradas en el
campo. En sus análisis se evaluó el desarrollo rural a partir del prisma que le ofrecían
las grandes estancias con su explotación ovina, en las que la producción agrícola apenas
se ensayaba y predestinaba el inexorable futuro de desarrollo de la agricultura en base a
la gran explotación. Dominando el proceso económico se encontraba la clase de los
grandes estancieros ganaderos, carentes de cualquier funcionalidad social gravitante en
la producción social. A diferencia de la expansión industrial europea que podían seguir
en la obra de Marx, para estos socialistas “la ley capitalista” de la división del trabajo
internacional, condicionaba y explicaba la especialización productiva agropecuaria del
país como condición única posible de llevar adelante su desarrollo capitalista. He ahí
que en una interpretación ortodoxa de El Capital, se prescribía para la Argentina como
vía de modernización capitalista, el desarrollo de la agricultura y la ganadería,
descartando por completo la industrialización y hasta las actividades mineras.
En estas evaluaciones del agro pampeano se identificó tempranamente el
problema de la concentración de la propiedad de la tierra y a la existencia de una clase
terrateniente latifundista, como un obstáculo al desarrollo pleno de las fuerzas
productivas en el país. La particular atención puesta por estos socialistas en denunciar la
existencia dominante de grandes estancieros que monopolizaban la tierra, derivaba del
hecho de remarcar esa condición de grandes propietarios más que de verdaderos
empresarios rurales. Sus evaluaciones de la estructura económica y social rural
influyeron en imponer en el imaginario político del socialismo local, una serie de tesis
que conservarían su vigencia por más de medio siglo: la existencia de un orden social y
2
3
El Obrero año 1, nº 5, enero de 1891, reproducido en V. García Costa, ob. cit., p. 89- 90.
El Obrero, año 1, nº 9, febrero de 1891, reproducido en V. García Costa, ob. cit., p. 93.
3
político fundado en el poder de una clase terrateniente latifundista y parasitaria, incapaz
de ejercer la dirección de la sociedad y que bloqueaba el desarrollo de las fuerzas
productivas en el campo, condición excluyente del desarrollo capitalista argentino. Pero
junto a esta evaluación de la sociedad que ponía en relevancia la naturaleza de un poder
político en la Argentina de base agraria, de una estructura de clases rurales dominada
por una burguesía latifundista, los pioneros del socialismo argentino no propusieron un
programa de acción política para el campo, no llevaron a la praxis política sus esbozos
teóricos; limitaciones que se debieron a la ausencia aún de una fuerza partidaria que los
llevara a plantearse la necesidad de definir una estrategia política con respecto al campo.
En parte esta evaluación sobre el agro argentino fue retomada y desarrollada por
los continuadores del movimiento socialista en esa misma década y en particular por la
dirigencia que controló desde 1898 el Partido Socialista, organizado definitivamente en
1896. Fue el médico Juan B. Justo quien definió una estrategia de lucha partidaria a
partir de las necesidades de su definitiva organización en estos años.(ARICÓ, 1999, pp.
65-147) En su congreso de 1901 se decidió ampliar la lucha política socialista al campo
e integrar a los trabajadores rurales en sus filas, y en él se definió un programa de
propuestas para permitir un amplio desarrollo del capitalismo agrario y de incorporar a
sus filas a sectores de la pequeña y mediana burguesía de chacareros y ganaderos,
redefiniendo de modo profundo la lucha política partidaria desarrollada hasta ese
momento. El partido oficializó un conjunto de propuestas rurales vinculadas a la
defensa de los intereses económicos de los agricultores y trabajadores pampeanos. Entre
las más importantes se encontraban:
Abolición de los impuestos que gravan la producción agrícola y ganadera y el
ejercicio de los ramos de comercio y profesiones útiles.
Contribución directa y progresiva sobre la renta del suelo. [...]
Indemnización a los arrendatarios por las mejoras que dejen en los campos.
Reglamentación higiénica del trabajo industrial y agrícola.
Obligación de dar alojamiento higiénico a los trabajadores del campo. 4
Estas propuestas buscaban lograr que el Estado impusiera un conjunto de normas
institucionales regulatorias en particular, de las relaciones económicas entre los
agricultores arrendatarios y los sectores propietarios terratenientes que les arrendaban
sus tierras les imponían condiciones leoninas para acceder al uso de la tierra. Esas
condiciones no eran otras que las que Marx definió como las libertades capitalistas
evitando la subordinación de los sectores de la producción agrícola a la coacción
económico- especulativa de los terratenientes. Pero además, defendió un conjunto de
medidas que modificaban profundamente el sistema impositivo argentino de principios
de siglo, como la aplicación de gravámenes a la tierra y la exención de los que pesaban
sobre la producción rural, buscando terminar con las condiciones políticas y económicas
que aseguraban a los terratenientes continuar especulando con el control y monopolio de
la tierra, obligándolos de ese modo a abandonar su lógica especulativa en el mercado de
tierras y transformarse en un actor económico. A su vez, la desgravación de impuestos
sobre la producción agrícola y de los pequeños ganaderos, apuntaba a que éstos sectores
muy importantes numéricamente en la región pampeana, pudieran desarrollar al
máximo las posibilidades de la empresa agraria y se convirtieran en una pujante
burguesía rural capaz de desarrollar las fuerzas productivas en el campo, liquidando el
poder terrateniente.
A partir de este programa agrario, el socialismo que hasta ese momento había
concentrado su acción política en la lucha urbana, desplazó ese foco hacia la política
4
Partido Socialista El Partido Socialista y los Agricultores. Doce años de acción y de propaganda.
Buenos Aires, La Vanguardia, 1913, p.15 – 16.
4
rural, colocando en su centro a la cuestión agraria pampeana como problemática para su
acción política.(GRACIANO, 2006, pp. 87 – 115) Así, además de fundamentar esa
redefinición de la estrategia partidaria encarada por el liderazgo de Justo, el programa
de acción agrario socialista instrumentó en propuestas políticas la teorización que sobre
el capitalismo habían construido en gran medida los primeros dirigentes socialistas
como Lallemant. En efecto, la política partidaria continuaba manteniendo una
evaluación del agro ubicando al latifundio y a la clase terrateniente como el obstáculo
central al desarrollo capitalista del país y de una democracia política como condiciones
necesarias para la construcción del socialismo, la misma fue desgajando de su análisis
las categorías marxistas, tan definitorias en la propuesta de Lallemant. En efecto, Justo
entrevió en ese proceso un camino alternativo que podía ser impulsado por el programa
agrario socialista: el del desenvolvimiento de una agricultura de pequeños productores
independientes que dispusieran de la tierra en propiedad o en largos plazos de usufructo.
Como demostraban las medidas del programa agrario referidas a mejorar la
situación laboral y las condiciones de vida del proletariado rural, la estrategia política
socialista priorizaba su esfuerzo en lograr el apoyo de los agricultores arrendatarios en
particular, desplazando a aquellos a un segundo lugar en la conformación de coalición
urbana - rural que pretendieron construir. Asimismo, si bien en los fundamentos de la
nueva política se señalaba como un proceso inexorable la separación entre los
productores y su medio de producción, a causa del proceso de concentración de la
propiedad de la tierra, se desechaba la posibilidad de organizar la explotación de la
agricultura de modo colectivo, propuesta por los pioneros del socialismo en el país en
1890. La dirigencia partidaria liderada por Justo, pasó así a postular que la agricultura
vivía un proceso inverso al experimentado por la industria: la explotación del suelo
tendía a subdividirse en pequeñas explotaciones. Con relación a esta tesis sobre la
evolución agrícola pampeana, el partido comenzó a proponer también la organización
cooperativista de los agricultores, propuesta que ya había oficializado con respecto a los
obreros urbanos, a quienes exhortaba permanentemente a desarrollar la cooperación
libre. En la visión de sus principales dirigentes (Juan B. Justo, Nicolás Repetto, Enrique
Dickmann, Jacinto Oddone, Mario Bravo), el cooperativismo agrícola pasó a ser
propagandizado ante los productores como la estrategia de acción económica clave que
les permitiría desarrollar las formas de la asociación libre, desarrollar colectivamente su
propia infraestructura productiva, adquirir insumos y utilizar maquinarias y,
fundamentalmente enfrentar con éxito el poder de las grandes empresas de
comercialización de granos. Así fundaba teóricamente Justo la importancia del
cooperativismo con relación a las características del proceso de desarrollo de la
agricultura:
Y si la producción agrícola descentraliza en manos un número creciente de
cultivadores autónomos, el progreso técnico determina entre éstos relaciones
económicas nuevas, que hacen su esfuerzo más eficaz. Los campesinos se asocian
para beneficiar, acondicionar y vender sus productos, para adquirir semillas,
máquinas y abonos, para asegurarse mutuamente las cosechas y el ganado y aplicar
sus ahorros en instituciones rurales de crédito. (JUSTO, 1969, p. 111)
El cooperativismo se convirtió para los socialistas, en una estrategia clave para
el desarrollo de un capitalismo fundado en la pequeña explotación tipo granja como
alternativa al gran latifundio ganadero. Además, el mismo venía a permitir a los
productores comenzar a llevar adelante formas parciales de socialización de la
economía y de gestión y de dirección de sectores de la economía. No menos importante,
5
desempeñaría una función política gravitante, ya que su desarrollo permitiría llevar
adelante la difusión de los principios socialistas entre los agricultores.5
Desde principios del nuevo siglo los socialistas priorizaron en su acción rural
defender estas propuestas, aunque con el surgimiento de las primeras protestas de los
agricultores pampeanos en 1912, conocidas como el Grito de Alcorta, comenzaron a
hacer hincapié en la necesidad de que estos sectores llevaran adelante su propia
organización corporativa de defensa de intereses, que precisamente surgiría a partir de
esas protestas: la Federación Agraria Argentina. Si embargo, el diputado Justo señaló en
reiteradas ocasiones que esa organización gremial era limitada, ya que se situaba en la
defensa de sus intereses económicos pero constituía sólo una respuesta en el terreno
económico. Para el ya diputado socialista, esa acción de los agricultores debía ampliarse
a la acción política directa, sumándose a las filas del partido que según su propia
definición, poseía un programa económico que brindaba soluciones específicas a las
dificultades que enfrentaban estos productores como empresarios agrícolas.
Sería a partir del comienzo de la primera experiencia de democracia que
experimentó el país y a partir de la crítica situación en que entró la economía nacional
desde 1913 (a causa de la crisis de los Balcanes y luego de la Gran Guerra europea), que
la dirigencia socialista desarrollaría con amplitud sus propuestas agrarias, en particular
aquellas que se vincularon a lograr mejores condiciones económicas para el desarrollo
de la agricultura pampeana.
3-Las evaluaciones y programas de los partidos Socialista y Comunista de
Argentina, entre la guerra europea y la crisis mundial, 1913-1929.
En un sistema político reformado desde 1912 en función de la competencia de
los partidos políticos en torno al sufragio, los socialistas afirmarían no sin cierta razón,
ser la primera fuerza política que había planteado los problemas de organización y
funcionamiento de la agricultura pampeana y propuesto las soluciones a los mismos en
su programa agrario de 1901. A lo largo de las casi dos décadas de duración de la
primera experiencia de democracia en el país, el socialismo intentó dar concreción
legislativa a ese programa e impulsó una sistemática campaña rural buscando lograr la
incorporación al partido de los agricultores.
Ya en julio de 1912, con motivo del conflicto agrario de Santa Fé de ese mismo
año, los socialistas instalaron por primera vez en las cámaras legislativas de modo
permanente, la cuestión agraria pampeana, denunciando la existencia de un régimen de
la tierra dominado por la gran propiedad que subordinaba a la agricultura a una
existencia precaria y sometida a la voluntad del terrateniente, imponiendo condiciones
leoninas a los agricultores arrendatarios. En esa oportunidad, el diputado Justo interpeló
al Ministro de Agricultura denunciando esa situación y apoyando la organización
gremial de los chacareros para defender sus intereses de los abusos de los propietarios,
defendió como auspiciosa la organización política de los agricultores, exigiendo al
gobierno conservador llevar adelante llevar adelante una legislación que regulara las
relaciones entre arrendatarios y propietarios, y modificara el régimen impositivo que
gravaba la producción agrícola y el trabajo, haciendo recaer la imposición sobre la tierra
5
El Partido Socialista fue también de los primeros que impulsó en el país el cooperativismo entre los
obreros y sus dirigentes participaron activamente en su organización. La fundación de cooperativas de
consumo y edificación por parte de los obreros urbanos fue impulsada por los socialistas desde 1900 y en
1905 estos dirigentes fundaron la cooperativa El Hogar Obrero, siendo presidida por Justo en sus
primeros años.
6
a través de impuestos a su mayor valor, terminando así con la especulación sobre su
mayor valor. En este sentido señalaba:
…el trabajador argentino de la tierra está cada vez más lejos de poder hacerse dueño
del pedazo de tierra que cultiva. Se habla continuamente de que en este país todo el
mundo se hace rico. Antes, señor presidente, con el trabajo de un mes, podía tal vez
un obrero económico adquirir una hectárea de tierra; ahora la adquisición de esa
misma tierra no le sería posible quizá con el ahorro de un año. Y esa diferencia se ha
establecido en el espacio de ocho a diez años. El impuesto al mayor valor tendrá este
significado, el de facilitar la adquisición de la tierra a los trabajadores, como
propietarios o arrendatarios, el de alejar a los actuales terratenientes del deseo de
conservar esa tierra, que conservan hoy, no por la renta que les da, sino como objeto
de especulación. Agregando: “Sería una ley que vendría atenuar las condiciones del
privilegio en este país, y tendería a hacer una verdadera obra de solidaridad social,
acercar a los trabajadores del campo a la política nacional. (JUSTO, 1912-1913, p.
72)
Un año después, el bloque socialista presentó a la cámara un proyecto de ley que
buscaba imponer algunas de las propuestas del partido sobre regulación de los
arrendamientos, con la que establecía la indemnización a los arrendatarios de las
mejoras incorporadas en los campos, fundando el proyecto no sólo sobre la situación de
crisis de los productores agrícolas, sino también en la tesis sobre la separación entre
propiedad de la tierra y los productores en términos de realización del proceso
capitalista en la agricultura, de concentración de la propiedad de la tierra y la separación
cada vez mayor de ella de los productores directos: “La tendencia actual en el mundo es
la separación de la propiedad de la tierra de manos de quienes la cultivan.”6 La situación
que marcaba el proceso capitalista y la crítica situación agrícola demandaba una
regulación de las condiciones de desenvolvimiento productivo de los agricultores
arrendatarios, para generar las condiciones de explotación racional de la chacra. Este era
un aspecto clave en el pensamiento socialista para lograr del desarrollo de una
agricultura capitalista alternativa a la de la estancia ganadera, la gran estrategia de
modernización económica del país desde el último cuarto del siglo XIX. Así, sostenían
los parlamentarios:
Es bien evidente que los chacareros no mejoran la tierra ni construyen una buena
habitación porque no se quieren exponer, ó porque tienen, mejor dicho, la seguridad
de que si lo hacen sin garantías legales de indemnización, es dinero que regalan al
propietario. (JUSTO, 1912-1913, p. 136)
La acción parlamentaria socialista puso gran empeño a lo largo de los años de
guerra y en la posguerra, por lograr crear los mecanismos legales que aseguraran las
condiciones económicas el desenvolvimiento productivo y empresarial de los pequeños
agricultores pampeanos, con el fin explícito de lograr convertirlos en un empresariado
agrario capaz de transformar las relaciones capitalistas en el agro y para ello impulsó
una amplia serie de proyectos destinados a lograr medidas para abaratar la provisión de
semillas y bolsas para la recolección de las cosechas (1912), extensión de los plazos de
arriendo a los agricultores hasta cinco años (1913), impulso de la colonización agrícola
(1916 y 1924), impuestos y regulación a los subarrendadores de tierras (1917), fomento
de la organización las cooperativas agrícolas (1917 y 1919), creación del crédito
agrícola en el Banco de la Nación (1919, 1926 y 1928), organización de una compañía
nacional de elevadores de granos (1929), entre otros. Por supuesto, para los socialistas
estas medidas eran incompletas para reorganizar la agricultura pampeana si no se
6
El proyecto fue impulsado por los diputados Justo, Alfredo Palacios, Nicolás Repetto, y Mario Bravo.
Juan B. Justo La Obra Parlamentaria (mayo 1913 – Abril 1914), Valencia, Editorial Prometeo, S/f, pp.
131 a 137.
7
reformaba el sistema impositivo nacional, gravando el suelo y liquidando de ese modo
con las condiciones económicas que permitían la especulación con el alza del valor del
mismo. Esta reforma, fue propuesta en repetidas ocasiones por los socialistas, pero
careció de cualquier posibilidad de ser promulgada, como parte del conjunto de
iniciativas parlamentarias del partido. Para sus militantes y dirigentes, la posibilidad
misma de reformar el capitalismo argentino giraba fundamentalmente en torno a los
impuestos a la tierra, pero no era difícil advertir que ese objetivo era una conquista
difícil de conseguir, no sólo por el importante poder político que aún en el marco de
democracia mantenían las fuerzas conservadoras (que rechazaban mayoritariamente
estas soluciones), sino también por que los gobiernos Radicales que sí resultaron el
partido dominante durante toda la etapa, no impulsaron una política rural que
transformara las bases de organización y funcionamiento vigente del agro argentino
desde el siglo anterior.
Aún así las iniciativas parlamentarias socialistas demostraban la reiterada
campaña del partido por lograr crear otras condiciones alternativas para el
desenvolvimiento productivo de la agricultura pampeana y ella mostró ciertos logros en
el congreso nacional, al lograr votarse en septiembre de 1921, en el marco de un a nueva
crisis agraria, una primera ley de arrendamientos rurales (la número 11.170)
denominada Ley Contractual Agraria. La ley estableció muchas de las medidas
reclamadas desde 1901 por los socialistas: extensión de los plazos de arriendo,
indemnización por mejoras, libertad de contratación de las actividades agrícolas, de
comercialización de los productos y de seguro, inembargabilidad de ciertos bienes
muebles, implementos agrícolas, semillas y animales para la cosecha.7
A lo largo de estos años críticos marcados por la guerra, pero también en la
década del ´20 que tendió a recrear las condiciones mundiales favorables expansión y
precios para la agricultura argentina hasta 1929, los socialistas impulsaron una amplia
campaña desde sus centros y publicaciones, para lograr influir directamente en las ligas
de agricultores pampeanos con el fin no sólo de lograr su incorporación al partido, sino
también de verdadera extensión y capacitación técnica y económica de los chacareros
pampeanos, que venía a resultar toda una campaña “pedagógica” hacia este sector,
orientada a recrear y racionalizar sus prácticas empresariales, productivas y comerciales
para lograr hacer surgir en las pampas a los prototipos de agricultor y a las formas de
organización agrícola que los socialistas tomaron como modelo y que remitía a los
países de colonización nueva como Estados Unidos, Canadá Australia y Nueva Zelanda.
En ellos valoraban el agricultor de las praderas norteamericanas o de Canadá, al
pequeño productor ganadero australiano y de Nueva Zelanda. Más que reproducirlos,
los socialistas valoraban en esos modelos las políticas gubernamentales destinadas a
suprimir la concentración de la propiedad y favorecer el desarrollo de la pequeña
propiedad, de fomento de la racionalización técnica y empresarial de los productores y
de su organización cooperativista, de su impulso al desarrollo material y educativo de la
sociedad rural (a través por ejemplo de la escuela de campo), como también de las
diversas iniciativas que en el mismo sentido de mejorar sus condiciones de producción y
de vida social promovían espontáneamente los mismos productores.
A través de La Vanguardia y revistas como Acción Socialista, el partido
difundió numerosos artículos sobre la organización cooperativista y la construcción de
elevadores de granos realizadas por los productores de esos países, destinados a
demostrar las ventajas económicas que para los agricultores argentinos implicarían su
7
Junto a estas iniciativas parlamentarias los legisladores socialistas también impulsaron otras destinadas a
lograr mejores condiciones laborales de los trabajadores, cuya fundamentación puso de manifiesto que las
mismas ocupaban un lugar secundario en las propuestas agrarias socialistas.
8
implementación, como también de artículos que aconsejaban técnicas de selección de
las semillas de cultivo hasta la explotación de cerdos y la huerta doméstica. Pero la
campaña de su acción hacia los chacareros se concentró en la promoción entre éstos de
la creación de cooperativas de consumo, de elevadores de granos y depósitos de
cereales, de utilización de maquinarias y de seguros contra los siniestros climáticos.
Justo señaló en un artículo de 1918 las posibilidades económicas que abría el
cooperativismo a los chacareros pampeanos:
La cooperación de los productores rurales autónomos tiene en consecuencia para
ellos un valor muy superior al de las ventajas pecuniarias, ya grandes de por sí, que
les proporciona. La cooperación agraria es también la vía por la cual pueden
difundirse pronto ente los productores asociados los nuevos métodos de cultivo, que
sin ella tardan mucho en propagarse. 8
A ellas se sumaban otras que hacían además a la posibilidad de desarrollar en la
campaña otras mejores condiciones de vida social y cultural, organizando bibliotecas y
escuelas y servicios de salud y sanitarios de los que la campaña argentina se encontraba
desprovistas por la imprevisión gubernamental:
Y al mismo tiempo, ofrece la cooperación al chacarero ocasiones frecuentes de trato
saludable y fecundo con sus camaradas, y da a sus familias oportunidad de
emprender en común obras de entretenimiento y coeducación, que levanten y
embellezcan la vida social del campo. La cooperación conduciría así a los
chacareros a vivir mejor. Y no cabe duda de que conduce en todas partes a una alta
conciencia política del pueblo trabajador del campo.9
Los legisladores socialistas presentaron en diversas oportunidades (1915, 1921 y
1923) proyectos de ley de impulso al movimiento cooperativista y en particular del
cooperativismo agrícola (1917), brindando en ellas un marco regulatorio que asegurara
el éxito de esas iniciativas. Asimismo, desde su actuación en “El Hogar Obrero”
lograron realizar la Primera Conferencia de las Cooperativas Argentinas en 1919, en
cuyas sesiones se propuso organizar una federación que asociara a estas entidades y se
reclamó la sanción de una legislación específica para su desenvolvimiento.10
La dirigencia del partido celebró como un gran acontecimiento político y una
conquista para los trabajadores y los agricultores, la sanción en diciembre de 1926, de la
ley 11.388 presentada por Justo y que regulaba normativamente la creación y
funcionamiento de las sociedades cooperativas en el país y de otra (la 11.380) que
facultaba al Banco de la Nación a realizar préstamos a las cooperativas con plazos no
menores de seis meses y al Banco Hipotecario Nacional a efectuarlos a las de tipo
agrícola, con fines a la construcción de depósitos, graneros, elevadores, instalaciones
para la industria lechera y a la industrialización de materias primas nacionales.
Sin embargo, estas iniciativas del partido recibieron frontales cuestionamientos
desde 1918, por parte de los sectores internos que darían surgimiento a los primeros
intentos de organización del Partido Comunista en el país. En efecto, la política hacia el
campo de la dirigencia socialista fue duramente cuestionada en uno de los primeros
Juan B. Justo “La ciudad y el campo.” Publicado originalmente en 1920 en El pensamiento argentino. Se
reproduce aquí de la Revista Socialista, año II, n° 20, enero de 1932, p. 8.
9
Ibídem, pp. 8 -9.
10
El partido instó a sus militantes a promover la formación de cooperativas agrícolas y a incorporarse s
ellas y la mayoría de sus dirigentes fueron cooperativistas que asumieron roles de organización y
dirección de alguna de ellas. Así por ejemplo, Nicolás Repetto dio en diversas ocasiones conferencias
sobre cooperativismo e impulsó la formación de una en Tío Pujío (provincia de Córdoba) en 1919,
asesorando a los agricultores sobre la redacción de sus estatutos. Nicolás Repetto Mi paso por la
Agricultura. Buenos Aires, Santiago Rueda, 1959, pp. 64 a 69 y 264 a 268.
8
9
documentos que llevaron a la fundación del Partido Socialista Internacional en ese año.
Así afirmaban:
...el problema agrario revestiría los mismos graves contornos que presenta hasta la
fecha en este país que dispone de enormes extensiones de tierras fértiles y
despobladas, debido al criterio de clase de los gobiernos que mantienen
improductivas la tierra del Estado y no combaten el mal de la acaparamiento y del
latifundio. En pocos lados, como en la Argentina, importa mantener en toda su
integridad, el programa agrario Socialista, facilitando el acceso a la tierra, con la
cooperación económica de la colectividad, a todos los trabajadores que deseen
cultivarla. Sobre 2.952.550 kilómetros cuadrados 1.321.081 pertenecen al Estado, a
pesar del escandaloso latrocinio de la tierra pública. El resto está acaparado por un
puñado de latifundistas. ¿No es ésta una situación espléndida para bregar por la
socialización del suelo?.11
Los pioneros del comunismo en el país (entre los que se encontraban Victorio
Codovilla, Luis Koifman, José Penelón y Juan Ferlini, entre otros), comenzaron a
recuperar las evaluaciones marxistas del desenvolvimiento capitalista en el campo,
proponiendo nuevamente que el programa agrario de la izquierda se diseñara sobre la
base de las tesis del proceso de concentración de la tierra y de proletarización de los
agricultores. La política hacia el campo debía definirse impulsando la organización de
los peones rurales y señalando directamente a la pequeña burguesía rural, que carecía de
cualquier posibilidad de desarrollo de su pequeña explotación económica en propiedad,
destinada a desaparecer por el avance del dominio del capitalismo agricultura como
inevitable. He ahí que se recurría nuevamente a los argumentos sobre el problema
agrario de Marx en La nacionalización de la tierra, de los desarrollados por Engels en
El Problema Agrario y por Kautsky en La cuestión agraria. Los comunistas
cuestionaban fuertemente la orientación de la estrategia agraria socialista y en
particular, sus proyectos legislativos destinados a defender las pretensiones ilusorias a
su entender de los productores, de conservar su propiedad y la actitud política de sus
dirigentes que desmerecía directamente a los trabajadores como el actor político
privilegiado de toda política de izquierda. Así por ejemplo, se cuestionaba el proyecto
legislativo sobre colonización agraria del diputado socialista Antonio De Tomaso, por
defender esas pretensiones de hacer propietarios a los agricultores y de negar cualquier
reivindicación de clase de los trabajadores del campo. Así se evaluaba este proyecto
como defensor del orden capitalista, no ser otra cosa que una propuesta conservadora:
Ese proyecto no tiene en cuenta para nada el programa agrario socialista, de vital
importancia en un país agrícolo; ni siquiera se preocupa de la suerte de los
trabajadores del campo. Establece la cesión de tierra a los agricultores que posean
varios miles de pesos, de los cuales, el 20 % debe entregarse al contado. Contempla,
exclusivamente, la situación de los pequeños capitalistas, bajo un punto de vista
netamente conservador. Habla despectivamente de los trabajadores del campo sin
recursos, a quienes llama descamisados.12
Por supuesto, el surgimiento de esta nueva fuerza política se inscribía en la de la
irrupción de la revolución bolchevique en Rusia y defendía inicialmente una estrategia
revolucionaria para construir el socialismo, criticando la estrategia reformista y
parlamentaria dominante en el Partido Socialista desde sus primeros años.13
11
Partido Socialista Internacional Historia del socialismo marxista en las República Argentina. Origen del
Partido Socialista Internacional. Buenos Aires, 1919, p. 7.
12
Ibídem, p. 6.
13
Sobre los orígenes del PC, pueden consultarse PASO, Leonardo (1982). Historia de los Partidos
Políticos en la Argentina, 1900-1930. Buenos Aires, Directa, pp. 529 a 550. CORBIÈRE, Emilio J.
(1984). Orígenes del comunismo argentino. (El Partido Socialista Internacional). Buenos Aires, CEAL.
10
La nueva fuerza política adoptó una “Declaración de Principios” que retomaba
las tesis marxistas sobre el desarrollo capitalista que el mismo Partido Socialista había
hecho suyas dos décadas antes, pero a las que había “olvidado” según los comunistas.
Ello implicaba reafirmar que el proceso de socialización de los medios de producción
era inevitable, dando lugar a las condiciones para suprimir el capitalismo y crear un
orden social sobre la base de la propiedad colectiva o social de los medios de
producción.(CAMPIONE, 2005, p 98)
Sin embargo, durante toda la década de 1920 los comunistas enfrentaron
diversas dificultades para oficializar una estrategia política definida de tipo marxista leninista debido a las disputas ideológicas en torno a la misma, que terminaron en varios
conflictos internos y divisiones, que se expresaron en los congresos partidarios
realizados desde sus orígenes (un total de ocho). Aún así, todos compartían una
evaluación del desenvolvimiento capitalista argentino que se sostenía la tesis del
imperialismo: el país se encontraba bajo en una situación colonial bajo la dominación
del capital británico al que se sumaba el capital norteamericano que le disputaba ese
dominio. Aquí la alianza entre la clase terrateniente y el imperialismo fungía como
instrumento de realización de esa dominación colonial imperialista y de asegurar su
situación colonial. El latifundio era la gran base del poder de esa clase terrateniente, a la
que definían también como parasitaria y de tipo feudal. Por supuesto, todos sus
dirigentes defendieron la política de reforma agraria, la nacionalización del suelo y
luego la colectivización agrícola en Rusia por Lenin y luego Stalin. (PASO, 1982, pp.
529-550)
Fue en su VIII Congreso de 1928, en el cuál se logró definir una estrategia
política definitiva en la que ese impuso la corriente liderada por Victoria Codovilla,
Rodolfo Ghioldi y Paulino González Alberdi, entre otros. En él se aprobaron una serie
de tesis que iban a definir la línea política oficial del partido durante varias décadas y
también sus definiciones de la lucha en el campo. Además de su realidad de dominación
colonial, se afirmaba la dependencia económico-comercial del mercado exterior y se
afirmaba la existencia de una agricultura dominada por la gran propiedad territorial y
una clase terrateniente parasitaria aliada al capital inglés. Así afirmaba una de las Tesis
del congreso:
La Argentina está sometida a la fiscalización económica y política del imperialismo
y más precisamente de las potencias imperialistas más fuertes del globo, los Estados
Unidos y Gran Bretaña. Añadida a esto la circunstancia de que la economía
nacional se encuentra en grado de dependencia poco menos que absoluta del
mercado internacional, se explica la repersecución inmediata que sobre ella ejercen
los hechos y variaciones acaecidos en el orden mundial. 14
Las propuestas para lograr liquidar esa realidad colonial imperialista se ubicaron
en lograr llevar adelante una revolución a la vez agraria y antiimperialista, que eliminara
la alianza entre el imperialismo británico –norteamericano y la gran burguesía
terrateniente y a esos mismos actores económicos políticos, asegurando también una vía
de desarrollo capitalista autónoma para el país. Por supuesto, aquí eran ya evidentes los
cambios de su estrategia política de 1918, ya que para llevar adelante los objetivos
políticos definidos en el congreso de priorizar la lucha antiimperialista y anticolonial, se
formulaba una estrategia de alianza político social contra esa dominación que incluía a
el proletariado, el campesinado, la pequeña burguesía urbana. Así también,
Campione, Daniel (2005). El Comunismo en Argentina. Sus primeros pasos. Buenos Aires, Ediciones del
CCC.
14
VIII Congreso del Partido Comunista. Reproducido en Paulino González Alberdi Por qué está en crisis
la economía argentina. Buenos Aires, Anteo, 1949, p.30.
11
reivindicaban frente a la realidad agraria nacional la tesis de “la tierra a quien la
trabaja”, promoviendo las luchas por la tierra de los sectores de la pequeña burguesía
rural conformada por los agricultores propietarios y arrendatarios desde sus
corporaciones gremiales. Así, si bien en le plano teórico la dirigencia del partido
defendía la evolución inevitable hacia la concentración de la propiedad de la tierra y de
la proletarización
de los agricultores (a los que denominó sistemáticamente
campesinos), defendió al igual que los socialistas su organización gremial y sus luchas
en el terreno económico por las libertades capitalistas y su integración a una alianza
política con los trabajadores, con al condición de que estos últimos lideraran la misma.
De hecho no negaba el acceso a la tierra de los productores y veía con optimismo la
constitución de una clase de pequeños productores agrícolas independientes capaces de
permitir el desarrollo de las fuerzas productivas en el marco capitalista, y de crear así las
condiciones para liquidar la dominación terrateniente – imperialista en el país. Pero a
diferencia de los socialistas, los comunistas pusieron inicialmente un gran énfasis en la
organización gremial de los obreros agrícolas y en su participación en un frente común
de lucha política con los agricultores, manteniendo siempre su independencia. Su
estrategia política si bien defendía la alianza entre los trabajadores y sectores de la
pequeña burguesía conformada por los agricultores pampeanos, su programa para el
campo situaba como objetivos la reforma agraria y la nacionalización del suelo,
programa inscripto en su proyecto revolucionario revolución. Por supuesto, en ese
camino, no desestimaba como ya se señaló, que los productores rurales se organizaran
gremialmente y fundaran un movimiento cooperativista. Sin embargo, si bien estaban a
favor de gravar con altos impuestos a la tierra, rechazaron hacer de la misma una
política central de su lucha contra el latifundio y defendieron la expropiación y
nacionalización del suelo como mecanismo para socializar directamente a la gran
propiedad.15
En definitiva, en los albores de la crisis mundial de 1929, estas dos vertientes de
las izquierdas argentinas había llevado adelante una evaluación global del capitalismo
argentino y de los rasgos de organización y funcionamiento de la economía agraria
pampeana. Por supuesto, esa evaluación había sido sistemática y amplia en el Partido
Socialista, ejemplificado por oficializar un programa agrario en 1901 y de otorgarle a la
política rural centralidad en su estrategia política desde esa fecha. El Partido Socialista
Internacional rebautizado Partido Comunista desde diciembre de 1920, mostró en estos
años anteriores a 1930, una menor capacidad de producir una lectura sistemática del
agro pampeano en particular, debido centralmente a su situación de partido en
formación y en permanente debate interno en lo ideológico por definir su estrategia
política. Pero su rasgo singular fue recuperar las categorías de análisis marxista para
definir las características específicas del desenvolvimiento capitalista del país y de su
situación de dependencia bajo dominio imperialista. Por supuesto, ambos partidos
compartían más de un punto en común, entre ellos la definición común de la existencia
de una clase terrateniente ganadera que poseía el monopolio de la tierra y aseguraba su
poder social a través de su alianza subordinada con el capital británico en particular.
La crisis económica de fin de la década y la nueva e inédita coyuntura que
generó a la economía argentina y sobre su economía agraria, dio la oportunidad a
nuevas lecturas de la situación del capitalismo argentino y del agro pampeano, que
demostraron también una rápida capacidad de respuesta por parte de las izquierdas para
procesar y elaborar no sólo diagnósticos sino también respuestas a la nueva crítica
situación.
15
En su programa de 1918, los comunistas defendieron por ejemplo, el desarrollo del cooperativismo
obrero para el consumo y la producción.
12
4- Las respuestas de la izquierda a la crisis mundial, 1929-1933.
Aunque la Gran Depresión mundial de octubre de 1929 comenzó a hacer sentir
sus negativas consecuencias sobre la economía argentina ya desde mediados de 1930 y
las mismas fueron rápidamente señaladas con alarma por socialistas y comunistas, la
más significativa de ellas, que fue producir el comienzo del inexorable agotamiento del
desenvolvimiento capitalista agrario del país, quedaron fuera de la evaluación de las
dirigencias de izquierda. Pero si bien ambos partidos no vieron en la crisis económica
internacional la quiebra del modelo agroexportador fundado en la división internacional
del trabajo decimonónica y en la alianza interimperialista con Gran Bretaña y, por lo
general, creyeron que se trataba de otra de las pasajeras y repetidas crisis capitalista, sí
señalaron con agudeza su alcance mundial y su extrema profundidad para la economía
agraria pampeana. La caída de las exportaciones agrícolas y la más brutal de los precios
de exportación de los cereales, las quiebras y desalojos de los agricultores, la reducción
del trabajo rural y el paro creciente, el despoblamiento de la campaña, pero también el
cese de la inmigración y el acrecentamiento de la emigración, fueron denuncias
permanentes de los partidos Socialista y Comunista desde el inicio de la nueva década.
Al abordar el análisis de las propuestas agrarias de las izquierdas en estos años
marcados por la crisis mundial, debe señalarse también que la misma fue un factor
central en la supresión de la primera experiencia de democracia política en la Argentina,
ya que generó las condiciones políticas propicias que permitieron el triunfo del golpe de
Estado militar de septiembre de 1930 y la restauración en el control del Estado a las
clases dominantes conservadoras, primero mediante una efímera dictadura militar
(presidida por el general Uriburu) y desde 1932 a partir de un restablecimiento de un
régimen político fundado en el fraude electoral y la represión de las clases medias y
obrera. En esas nuevas condiciones políticas, distinta fue la situación de los partidos
Socialista y Comunista: mientras el primero fue tolerado como oposición siempre que
aceptara un papel de minoría adaptado a las nuevas reglas políticas impuestas por la
revolución, el segundo fue directamente colocado en la ilegalidad y sus dirigentes y
militantes duramente perseguidos por la policía. Ello generó condiciones muy diferentes
a su acción política no sólo a comienzos de los años ’30 sino a lo largo de toda la
década, ya que en éste último caso, los gobiernos neoconservadores nunca le
permitieron salir de esa condición de proscripción y el comunismo fue reconocido
siempre por el Estado como un problema policial más que como otro actor político
aceptable en la competencia electoral. La relativa indemnidad que gozó el socialismo en
esos años le permitió generar un amplio debate sobre la realidad agraria pampeana que
superó con amplitud a la escasamente producida en esa nueva situación política nacional
por los comunistas. En el plazo que transcurrió entre 1930 y 1933, la dirigencia
socialista produjo un muy significativo número de trabajos destinados al estudio del
impacto económico y social sobre la agricultura pampeana que se difundió ampliamente
en La Vanguardia, en la Revista Socialista y en sus congresos partidarios organizados
en esta etapa. Más aún, los socialistas respondieron rápidamente a la crisis, ya que a
mediados de 1930, en los momentos en que los síntomas negativos de ella golpeaban ya
duramente a la economía argentina y en particular a su agro, la editorial del partido
publicó el libro del dirigente Jacinto Oddone La burguesía terrateniente argentina, todo
un alegato antilatifundista que estudiaba históricamente el traspaso de la tierra pública
en el país y la formación de la gran propiedad en el país. El libro, que había sido
concebido en realidad en 1928 – 1929, ofreció al debate público nacional un diagnóstico
muy negativo de esa realidad agraria que se potenciaba por la nueva crisis agraria, pero
13
que mostraba su enfoque reduccionista y extemporáneo de la misma, ya que ubicaba sus
causas fundamentales en la existencia de la gran propiedad ganadera y de una clase de
grandes terratenientes parasitarios y especuladores. En efecto, si la obra era un
minucioso estudio histórico, no indicaba los factores internacionales que incidían en ella
y culminaba señalando algunas de las medidas de un programa agrario fundamental para
cambiar esa situación, que los socialistas ya habían propuesto en las dos décadas
anteriores para transformar la agricultura pampeana: impuestos a la tierra y
expropiaciones para lograr la eliminación de los latifundios, poblamiento del campo a
través de la colonización agrícola en base a familias de inmigrantes. Aunque tampoco su
análisis daba cuenta de la nueva situación nacional creada por la revolución
septembrina, su denuncia de un régimen de poder político dominado por la burguesía
terrateniente, convirtió al libro en un instrumento de la lucha política socialista nacional
en toda la década, permitiéndole fundar en él la definición de la existencia de un
régimen oligárquico terrateniente que los dirigentes realizaron de los gobiernos
conservadores de Agustín Justo, Roberto Ortiz y Ramón Castillo. Oddone concluía con
una extensa definición de la tarea política a emprender para dar solución a la
problemática agraria pampeana:
En tanto el problema del latifundio sigue en pie, los colonos continúan su vida de
peregrinación de campo en campo sin poder arraigar en parte alguna, sino a costa de
entregar al dueño todo su trabajo, su sudor y su vida, mientras el país, que una
inteligente política agraria tendente a proteger los intereses de los más podría
cambiar radicalmente de aspecto, atrayendo labradores de los países más
adelantados del mundo y poblando de familias campesinas la vasta campaña
despoblada e inculta, continúa en poder de los terratenientes, que seguirán siendo el
más grande obstáculo para su progreso.(ODDONE, 1930, p. 209)
Las propuestas de este dirigente eran esencialmente el programa de
transformación agrícola que los socialistas habían defendido en el Congreso Nacional, y
se adaptaban perfectamente a las soluciones necesarias a una economía agraria marcada
(a excepción de los años de la Primera Guerra) por la expansión agropecuaria e inscripta
en la especialización productiva del capitalismo internacional hegemonizado por
Inglaterra. Sin desautorizar la pertinencia de ese programa agrario, el nuevo marco que
ofrecía la economía pampeana desde la crisis las convertía en por lo menos, una
solución muy parcial de la misma.
Sería en el transcurso de los tres siguientes años que el funcionamiento
relativamente normal de la actividad política de los centros socialistas y la edición
regular de sus publicaciones partidarias, permitió generar diversos diagnósticos
parciales que comenzaron a mostrar la inflexión que en el pensamiento económico
partidario produjo la crisis mundial. Ellos fueron expuestos en primer lugar, a través de
la ya citada Revista Socialista, en la cuál se comenzó a definir al crack del ’29 como un
factor clave para comprender la crisis económica que vivía el país. En sus páginas, se
señaló precisamente a la crisis mundial como una nueva realidad que impactaba de lleno
sobre la economía nacional y en particular sobre su agricultura. Para sus articulistas, la
crisis derivaba de la ausencia de mecanismos que regularan el funcionamiento de la
producción y del mercado capitalista, causa fundamental de la superproducción
industrial y agrícola que lo había hundido en la crisis mundial. Se trataba centralmente
de una crisis de superproducción de bienes primarios e industriales (impulsada por la
reconstrucción económica europea de posguerra, el crecimiento agrícola - industrial de
Estados Unidos y el avance de la agricultura soviética) e inherente por lo tanto, a la
dinámica de los ciclos económicos del régimen capitalista. Un aspecto gravitante de esa
crisis era la que en particular afectaba a la agricultura en el mundo, a causa de la gran
caída de los precios cerealeros desde 1925. Así, para la mayoría de los socialistas el
14
problema que había llevado a la crisis se encontraba en los años de la Gran Guerra,
cuando la demanda de los países europeos de productos agrícolas impulsó al alza los
precios mundiales y generó a una fuerte expansión de la producción de las áreas
periféricas, pero que desde mediados de la década del ’20 (con la recuperación
económica mundial), saturaría el mercado deprimiendo sus precios y generando la crisis
de superproducción mundial.
Por supuesto, tampoco dejaron de señalar otros factores ampliamente
denunciados en las primeras tres décadas del siglo, como la existencia de un régimen de
propiedad dominado por el latifundio, las altas tarifas ferroviarias, el monopolio del
mercado de granos por cuatro empresas extranjeras, el oneroso crédito agrícola, el
encarecimiento de los insumos y las maquinarias agrícolas por las barreras aduaneras y
la depreciación de la moneda, la ausencia de infraestructura básica para el depósito y
movilización de la producción (silos, elevadores, plataformas de embarque en las
estaciones ferroviarias, caminos pavimentados) y la falta de organización cooperativa y
gremial de los chacareros.
Ya en la convocatoria a elecciones presidenciales de noviembre de 1932 -que
buscó dotar a la revolución septembrina de mayores condiciones de legalidad
institucional-, los socialistas establecieron una alianza electoral con el Partido
Demócrata Progresista, conformando la fórmula Lisandro de La Torre – Nicolás
Repetto. Su programa de gobierno si expresaba en lo político una defensa y
profundización de la democracia parlamentaria frente al peligro del autoritarismo militar
y fascista, en sus propuestas agrarias, promovió nuevamente un conjunto de medidas
como los impuestos al suelo para dividir el latifundio, sumándole expresamente la
expropiación como un mecanismo para lograrlo. Asimismo, figuraban entre otras
medidas una política de rebaja de los fletes ferroviarios de la producción agrícola y la
reformulación de la legislación sobre arrendamientos rurales, con el propósito de formar
comisiones mixtas de agricultores y propietarios para fijar los valores de arriendo del
suelo. En el punto 20 estableció: “Organización y fomento del crédito y de la
cooperación agrícola, del servicio de elevadores de granos y del seguro agrícola
integral.” 16
Este conjunto de medidas planteaban crear las condiciones económicas e
institucionales para una organización definitiva de la producción cerealera pampeana
que le permitiera salir de su estado de precariedad denunciado en las décadas previas,
generando por la acción de gobierno tres condiciones básicas para ella: el acceso al
crédito estatal, la formación de los agricultores en cooperativas que les permitiera
organizar desde parte de las actividades de producción a la comercialización. Por
último, los chacareros dispondrían de una red de depósitos y de un seguro contra
pérdidas de cosechas que haría segura y viable la empresa agrícola, logrando así no sólo
organizar su desenvolvimiento productivo en el marco de esas nuevas condiciones
institucionales y económicas sino que además les otorgaría autonomía frente a las
maniobras especulativas de las grandes empresas de comercialización de cereales. La
centralidad que las medidas hacia el agro pampeano tuvieron en las propuestas de la
coalición se explicaba por que buscaba obtener el apoyo de los sectores de los pequeños
productores agrícolas y ganaderos y los peones rurales y la clase obrera de la ciudad,
reeditando así la estrategia socialista de conformar un bloque político rural – urbano que
quebrara el poder político - económico terrateniente. Sin embargo, el triunfo electoral
del general Agustín Justo heredero de la revolución, pondría a la luz otra vez, el fracaso
“La Alianza” documento reproducido en Partido Socialista XXI Congreso Ordinario (XXVII Congreso
Nacional). Informes. Buenos Aires, LA Vanguardia, 1932, pp. 28
16
15
de la Alianza Civil por lograr sumar a su proyecto a los chacareros y trabajadores
pampeanos.
Un momento decisivo de discusión sobre la situación agraria pampeana resultó
el XXI Congreso Ordinario del partido de 1932, en el cuál se rediscutió su estrategia
rural a partir de la crisis mundial. Lo más sugerente del mismo es que surgió en su
comisión de asuntos agrarios todo un debate que propuso la viabilidad económica de la
organización de la agricultura en grandes explotaciones estatales siguiendo la
experiencia soviética. Quienes defendieron la nacionalización y colectivización de la
agricultura señalaron que ella posible debido al fracaso partidario en las décadas
previas, de lograr una legislación que asegurase el desarrollo de la pequeña propiedad y
era a su vez factible por la existencia previa de una gran concentración de la tierra en la
pampa. Fueron los dirigentes como Enrique Dickmann y Nicolás Repetto, herederos de
la conducción partidaria a la muerte de Justo, quienes argumentaron en el congreso en
contra de estas propuestas, señalando que la experiencia de colectivización agraria
soviética había terminado en un fracaso. El congreso terminó votando un programa
agrario que mantenía los lineamientos básicos de la política rural del partido oficializada
en 1901, insistiendo en su propuesta de defensa de la pequeña y mediana burguesía rural
y en su legislación en defensa de las condiciones laborales y de vida de los trabajadores.
Sus innovaciones correspondieron a un mayor énfasis en la política sobre tierras
públicas, y en el énfasis que colocó en la promulgación de leyes que permitieran la
expropiación por el Estado de tierras aptas para la agricultura y ganadería. A su vez,
realizó una concesión a los defensores de las explotaciones colectivas, ya que el nuevo
programa comenzó a defender también el desenvolvimiento de grandes unidades según
el modelo de la colectivización agrícola, por cooperativas:
El Estado facilitará, también, a quiénes carezcan de ellos, de los medios necesarios
para instalarse en los lotes así concedidos. [...] El Estado propenderá a que parte de
las tierras concedidas....sean explotadas en forma racional y colectiva por las
cooperativas agrícolas ....17
Impuestos progresivos a la tierra y al propietario ausentista, legislación de
expropiación de los latifundios, mejoras en las condiciones legales y económicas de los
productores arrendatarios, fomento de la colonización agrícola y del crédito, rebaja de
las tarifas ferroviarias, entre otros fueron las propuestas oficializadas por los socialistas
y defendidas a lo largo de la década. Que su política tomaba como centro de su
estrategia de lucha en el campo a los agricultores propietarios y arrendatarios con el fin
de convertirlos en un actor económico y político capaz de quebrar el poder terrateniente
ganadero, lo demuestra el amplio conjunto de medidas destinadas al impulso estatal del
cooperativismo y la participación de los productores en la comercialización de su
producción con el apoyo del Estado. Así se postulaba en su punto VIII:
Creación de un resorte comercial con la participación de las cooperativas agrícolas,
casas exportadoras de cereales y el Estado para la venta al exterior de la producción
de granos. Control del comercio exterior de carnes y de otros productos
agropecuarios.18
Muchas de estas propuestas agrarias volvieron a formar parte de la acción
parlamentaria socialista: entre 1932 y 1933 presentaron un conjunto de proyectos
legislativos que insistían en lograr mejorar la situación económica de los agricultores
pampeanos y en particular, de los que desarrollaban la empresa agrícola bajo la forma
17
El programa y la discusión fueron reproducidos en las ediciones de La Vanguardia de 29 de mayo de
1932, pp. 1 a 4 y 12 y del día 30 de mayo, p. 10.
18
La Vanguardia, 29 de mayo de 1932, pp. 1 a 4 y 12 y del día 30 de mayo, p. 10.
16
de arrendamientos. Así, promovieron reformas a la ley de Prenda Agraria y el
establecimiento de una moratoria de las operaciones comerciales garantidas por esta ley,
la creación de un crédito agrario accesible a los productores con la creación de una
sección de “Crédito Agrícola” en el Banco de la Nación y reformas a la legislación
vigente sobre construcción de tinglados en estaciones ferroviarias con el fin de
favorecer su ampliación. Pero las más importantes fueron las de organización de
comisiones arbitrales para fijar el precio de los arrendamientos y la de creación de una
compañía nacional de elevadores de granos. El primero de esos proyectos apuntaba a
renegociar los cánones vigentes de la tierra para los productores sin tierra buscando
beneficiarlos con una política de precios del suelo que llevara a la rebaja de los mismos;
en tanto que el segundo pretendía generar las condiciones de almacenamiento aún
faltantes en la campaña que permitieran a los productores, depositar sus cosechas y
organizar cooperativas de comercialización, para negociar en mejores términos con las
grandes empresas de comercialización sin la urgencia de venderlas por falta de
infraestructura de conservación de la misma. Si bien estas respuestas a la crisis agrícola
no fueron transformadas en ley por ser el bloque socialista minoritario en el Congreso,
la paradoja de la nueva situación política del país llevó a que fuese el Ministro de
Agricultura del nuevo gobierno, Antonio De Tomaso (un ex socialista y discípulo de
Juan B. Justo), quien impulsara entre 1932 y 1933 medidas destinadas a paliar la
emergencia de los agricultores, como el control estatal y la fijación de los precios para
la comercialización de granos (creación de la Junta Reguladora de Granos en 1933), el
control del Mercado a Término de Granos, la prohibición de comprar cereales por el
sistema de precios a fijar (1932), la modificación de las condiciones legales de
arrendamientos (1932), y la ley de construcción de elevadores públicos en 1933, y la
provisión de semillas y préstamos para la siembra a los agricultores. A ello se sumó el
alza de los precios internacionales de los cereales desde 1934, lo que mejoró
temporalmente la situación económica de los agricultores. La conjunción de medidas
estatales y la mejora de las condiciones del mercado mundial, suprimió las condiciones
de posibilidad a los socialistas de movilizar políticamente a los chacareros pampeanos,
pero resultaba evidente que tampoco lo habían logrado hacer en los momentos de mayor
malestar económico de 1931-1932. La política hacia el agro del gobierno demostraba
también que disputó con éxito al socialismo el monopolio que el mismo declamaba
sobre las respuestas a la cuestión agraria y se posicionó frente a los sectores agrarios
como el interlocutor que podía de hecho concretarlas, debido a su control de los resortes
estatales. (GRACIANO, 2004, pp. 69-94)
Como parte del extendido debate interno partidario sobre la realidad agraria
pampeana, también en 1932, el dirigente Antonio Borras publicó Nuestra Cuestión
Agraria. En defensa de la producción y del productor, un libro que sistematizó la
discusión socialista de esos años a la luz de la crisis, a la vez que realizó una extensa
exégesis del programa agrario votado ese mismo año, desarrollando sus diversas
propuestas. Borrás dio en él una amplia atención a los problemas del desenvolvimiento
precario de la agricultura pampeana, expuso con detalle la ausencia de organización
corporativa y gremial de los agricultores, la falta de un sistema de crédito agrícola, el
alto costo de los fletes ferroviarios, el monopolio de la comercialización de los granos
por cuatro empresas internacionales, los impuestos gravosos sobre la producción
cerealera, la extensión de la desocupación, entre otros temas. Sus respuestas a esos
problemas no fueron otras que la contenidas en el programa socialista para el campo,
pero el autor dedicaba especial énfasis al fomento de la organización cooperativista de
los agricultores, en un punto titulado precisamente “Organización económica”, que
detallaba la política que creía ahora más que nunca como fundamental, para crear las
17
condiciones económicas e institucionales básicas para el desenvolvimiento productivo
de los agricultores, para su transformación en un actor económico predominante en el
campo a partir del cuál construir una fuerza contrahegemónica en el escenario político
argentino al poder terrateniente y del capital extranjero. Allí se postulaba:
IV- Organización económica. –a) Creación de cooperativas para la adquisición de
mercaderías y venta de productos; b) Construcción de una red de elevadores de
granos cooperativos que abarque toda la zona agrícola; c) Creación de un organismo
mixto entre el Estado y las cooperativas para la venta de los productos prescindiendo
del Mercado a Término; d) Extensión y fomento del Pool argentino de granos y
sanción de una ley al respecto, similar a la canadiense; e) Hasta tanto no se lleguen a
realizar los dos puntos anteriores, intervención de los agricultores organizados en la
fiscalización del actual Mercado a Término.(BORRÁS, 1932, pp. 252-253)
La propuesta insistía en la comercialización directa por parte de los agricultores
de sus cosechas, evitando quedar subordinados a los trusts cerealistas internacionales y
se articulaba con la de imponer la creación de mecanismos que permitieran al Estado y
a las cooperativas intervenir junto con las empresa exportadoras, en al venta de los
granos argentinos. La propuesta buscaba así terminar con el control monopolista del
comercio exterior de granos del país y otorgarle a los productores una intervención
directa en los circuitos de su comercialización tanto local e internacional, siguiendo el
modelo de los cooperativistas agrarios de Canadá. El cooperativismo de los productores
permitiría sentar por fin las bases de una moderna economía agropecuaria capitalista, ya
que los llevaría a adoptar las más avanzadas formas de organización empresarial y
técnica, creando nuevos mecanismos de comercialización de sus productos, dotar a la
campaña de la infraestructura de almacenamiento aún ausente (depósitos y elevadores)
que les permitiera racionalizar la manipulación y movimiento de los cereales, reducir
los costos y las pérdidas (mejorando la calidad de los granos), pero además, permitiría
comenzar a industrializar parte de su producción, terminando por ejemplo con el trust de
los molinos harineros, asegurando el pan barato a los trabajadores argentinos. En
definitiva, la crisis habría la posibilidad por fin de lograr en el campo a través del
cooperativismo, sentar las bases de una democracia económica.
Como ya se señaló, la persecución policial de los gobiernos de Uriburu y Justo
impidió a los comunistas desarrollar su acción política en estos primeros años de la
década de 1930 y sólo hacia los últimos años de la misma pudieron darse una
organización relativamente segura sin sufrir la represión directa estatal. Pero aún en esas
condiciones adversas, produjeron una serie de trabajos sobre la economía agraria
pampeana y sobre la política gubernamental hacia el sector que demostraban su
permanente atención de su situación. Y lo que daba relevancia a uno de esos estudios
titulado El Problema Agrario y la Crisis Actual, era que se debía a un conocedor directo
de la realidad agraria cerealera, al tratarse de un antiguo chacarero pero quien también
acumulaba una extensa experiencia de las relaciones socioeconómicas dominantes entre
agricultores y propietarios terratenientes, ya que había participado en las primeras
protestas rurales contra este último sector en las protestas agrarias de 1912 conocida
como el Grito de Alcorta. El autor, José Boglich, hacía aún más singular el análisis de la
crisis agraria mundial y de la agricultura pampeana, era que la diferenciaba también
claramente de la socialista, ya las ponía en cuestión desde una rigurosa aplicación de la
perspectiva marxista. De hecho Boglich recuperaba las tesis de Marx, Engels y del
primer Kautsky, sobre el inevitable proceso de centralización capitalista de la
producción rural y de organización racionalizada de la misma a través de la gran
explotación. El proceso era similar al que Marx había ya indicado en El Capital para la
producción urbano-industrial y derivaría en la inevitable expropiación y proletarización
de la pequeña y mediana burguesía agraria pampeana y del pequeño campesino. La
18
crisis agrícola mundial daba a su entender razón a la lectura marxista del proceso de
inexorable evolución hacia la concentración de los medios de producción y en particular
de la tierra.
Pero el libro a través de la reactualización de la evaluación marxista del proceso
de concentración del capital en la agricultura expresada en el surgimiento de la gran
explotación, enfilaba su crítica a la política agraria definida por el socialismo,
calificándola como incapaz de dar solución a los problemas del campo ,ya que en el
fondo se trata de una crisis del capitalismo que anunciaba su descomposición inminente
en el futuro.
No debe olvidarse [afirmaba] que los social-demócratas sostienen, según sus últimas
teorías del reajuste económico y del capitalismo sano y organizado, que la solución
del problema agrario es aún factible dentro de la economía capitalista. Para nosotros,
no solamente no es posible una solución de la actual crisis agraria dentro del nuestro
régimen social, sino que podemos afirmar, considerando la crisis imperante en su
aspecto general, que no existe tal crisis agraria propiamente dicha, sino que se trata
de una crisis del régimen capitalista y de su sistema de producción.(BOGLICH,
1933, introducción)
Lo que mostraba la economía pampeana a su criterio, era ese inevitable proceso
de avance del gran capital industrial bajo la forma de un capitalismo territorial y
financiero monopolista sobre la agricultura, expoliando al agricultor y al trabajador. El
libro exponía las formas bajo las cuáles ese capital concentrado había logrado dominar a
la agricultura. Una de ellas se correspondía con un proceso de valorización especulativa
y de hipotecamiento del suelo que el autor estudiaba para la región pampeana, que había
quebrado el poder terrateniente en el agro y favorecido el monopolio del suelo por parte
del capitalismo financiero. El terrateniente parasitario, aliado con la banca, tomó
créditos hipotecando sus propiedades, lo que permitió a éste último pasar a controlar la
renta del suelo a éste último:
Pero estos cuantiosos otorgamientos de crédito hipotecario, que fue despilfarrando la
vieja clase terrateniente, no han hecho más que quebrar su poder económico y
afincar a la vez al capitalismo financiero en la propiedad del suelo. Porque si bien la
alianza entre la aristocracia terrateniente y la bancocracia favoreció la especulación
con la tierra y la elevación de su valor mercantil mediante los créditos hipotecarios,
el capitalismo financiero encontró en esos empréstitos hipotecarios sobre el suelo, la
brecha que facilitó su rápida penetración y absorción de la economía agrícola,
sometiéndola bajo su dependencia sin necesidad de tener que esperar a que el
proceso técnico – mecánico de explotación, ....le facilitase el camino para esa
absorción... (BOGLICH, 1933, p. 156)
Esta situación no sólo había quebrado el poder económico terrateniente
subordinándolo al capital financiero, sino que gravitaba pesadamente sobre el trabajo de
los agricultores, el campesinado y los trabajadores, quienes también con el dominio de
la burguesía sobre la tierra, se encontraba subordinada a ella, siendo su trabajo el que
serviría al pago del hipotecamiento del suelo:
Los intereses de los 3.5000.000.000 pesos moneda nacional hipotecarios que
gravitan sobre la propiedad rural en la Argentina, tendrán que salir del trabajo social
de la masa obrera y campesina, aunque el valor mercantil de los productos haya
descendido a un nivel que no cubre ni el costo de su producción, porque el
capitalismo financiero no renunciará a ellos. (BOGLICH, 1933, p. 170)
El proceso de apropiación de la pequeña y mediana producción agrícola por
parte del capital concentrado se daba también bajo la forma “clásica” de desarrollo
técnico –organizativo del capitalismo, que imponía las condiciones de centralización y
racionalización empresarial de la producción también en el campo, tanto de las
19
actividades de industrialización como de comercialización. Boglich señala que esta fue
una segunda gran forma de sometimiento de la pequeña burguesía agraria al gran capital
en estas esferas, llevando al aniquilamiento de su sistema individualista de producción.
Pero la alternativa de nuevas formas de asociación económica y pools de granos a las
que recurrían los agricultores no podían ofrecerles una verdadera alternativa para lograr
quebrantar el monopolio del gran capital.
Pero ni los “pools” de granos ni el cooperativismo agrícola [sostenía], dentro del
régimen capitalista, pueden solucionar la crisis agraria y menos aún la de la pequeña
burguesía. Los llamados pools de granos son tolerados y hasta financiados por el
capitalismo monopolista por la función técnica que desempeñan en el costo de
producción, de racionalizar y mecanizar la manipulación de los granos
(clasificación, transporte, carga, descarga, etc.), pero no se les permite actuar libre e
independientemente en el comercio cerealista. (BOGLICH, 1933, p. 84)
Para Boglich el cooperativismo se encontraba dominado por el capital financiero
y por los grandes consorcios del trust cerealista que monopolizaban el mercado
internacional de granos y tampoco podía ser un instrumento de resolución de la crisis
agraria, que no era otra que la del sistema capitalista. Su papel económico era cumplir
las finalidades del capital monopolista de asegurar su dominio y la llevar a su
concreción el proceso de centralización y racionalización capitalista en el campo. Su
crítica se detenía así acerbamente sobre uno de los pilares del programa socialista para
el campo votado un año antes, que era defendido por éstos últimos como una de las
formas de despliegue de una clase de pequeños productores agrícolas independientes,
capaz de impulsar el desarrollo de las fuerzas productivas en el campo y destruir el
poder terrateniente.
El valor del libro de Boglich residía fundamentalmente en que brindaba la
evaluación marxista más sistemática de la crisis agraria argentina de principios de los
años ’30 y, convirtiéndose en un contrapunto que cuestionaba toda la política agraria
socialista, recuperaba las propuestas de Marx, Engels y Kautsky sobre la evolución
capitalista hacia la centralización del capital en la industria y en la agricultura y las tesis
del imperialismo financiero de Lenin. Asimismo, e l texto era toda una defensa de la
política agraria de la Unión Soviética, de la nacionalización del suelo y de la
colectivización que llevaba adelante Stalin. La propuesta final del autor era consecuente
con estas posiciones: arengaba por el despliegue de una estrategia que permitiera
construir una alianza entre los sectores agrarios víctimas de la inexorable
proletarización por el capitalismo financiero (pequeña y mediana burguesía,
campesinado) y los trabajadores urbano, pero a partir de una estrategia revolucionaria.
La futura agricultura debía organizarse sobre la base de la nacionalización de la tierra y
su colectivización, y creación de grandes granjas colectivas, siguiendo el modelo
soviético socialización de los medios de producción que la concentración capitalista
moderna hacía inevitable. Pero la propuesta de este militante marxista no podía
vehiculizarse en la medida que el PC siguiera proscrito y sus militantes perseguidos,
pero tampoco era viable ya que su libro no encontró eco en las filas socialistas, a las que
también esperaba movilizar con su crítica de la dirigencia socialdemócrata.
Los comunistas también criticaron duramente la política agraria del gobierno de
Justo, denunciando en particular el acuerdo comercial que éste firmó en 1933 con Gran
Bretaña, con el fin de asegurar el mercado de carnes de ese país para los grandes
ganaderos y frigoríficos extranjeros en el país. El tratado, conocido como Pacto Roca
Runciman, venía a demostrar la situación de dominación imperialista en la que se
encontraba el país desde el siglo XIX ya denunciada profusamente por ellos en la
década anterior. Por supuesto, revelaba también que el nuevo gobierno subordinaba aún
más a la economía argentina al imperialismo británico en beneficio tanto de los sectores
20
terratenientes ganaderos como de las empresas vinculadas al negocio agroexportador
(ferrocarriles, frigoríficos, firmas cerealeras, bancos), pero descargando la crisis sobre
los pequeños productores agrícolas y los trabajadores del campo y la ciudad. El tratado
confirmaba la tesis del partido de la situación colonial del país bajo el imperialismo
inglés, garantizada por la clase terrateniente subordinado a él. Pero el hecho era también
trascendente por que lo demostraba ahora sin tapujos a través de acuerdos comerciales y
políticos, que la “crisis general del capitalismo” los obligaba a hacer visible. En este
sentido señalaba Rodolfo Ghioldi: “El Pacto Roca, concluido en las condiciones del fin
de la relativa estabilización capitalista, muestra qué significa ésta para la Argentina: es
la línea de la colonización argentina por los imperialistas.”19
En esas condiciones no había alternativas dentro del sistema capitalista sino que,
en el contexto de su descomposición generalizada, se habría la oportunidad histórica de
una coalición política amplia liderada por los trabajadores fundada en un programa
revolucionario antiimperialista y antilatifundista que liquidara la dominación
colonialista y llevara adelante la transformación socialista del país:
Expulsión del imperialismo; confiscación sin indemnización, de sus empresas;
desconocimiento de todas las deudas contraídas con el imperialismo; liquidación del
latifundio; confiscación sin rescate de los grandes propietarios y entrega gratuita de
la tierra entre los campesinos: tal es, debe ser, la bandera de las grandes masas
trabajadoras. (GHIOLDI, 1933, p. 45)
Sin embargo, hacia 1934 la recuperación mundial de los precios de los cereales y
la mayor demanda externa de la producción agrícola argentina, mejoró la rentabilidad
de los productores rurales pampeanos y generó una nueva (aunque breve) prosperidad,
que abrió la ilusión de un pleno restablecimiento de las condiciones del mercado
mundial anteriores a 1929, que había generado la prosperidad nacional durante varias
décadas. Si bien se trató de una coyuntura de prosperidad desmentida brutalmente por la
caída de precios, que comenzaron a darse desde 1937, ella bastó también para quitar
gravedad a la situación económica y social de los agricultores y trabajadores rurales,
influyendo también en atenuar cualquier relevancia a los programas y estrategias rurales
de comunistas y socialistas. Debe señalarse también que, aún en los momentos más
críticos en lo económico y social del agro pampeano en los años 1930- 1933, estas
izquierdas no habían logrado crear las condiciones para movilizar detrás de esos
programas a esos actores sociales, a quienes habían dirigido tesoneramente su
propaganda durante años.
5-Conclusiones.
Un rasgo que singularizó la acción política de las izquierdas argentinas entre sus
orígenes a fines del siglo XIX y 1930 fue otorgar un lugar relevante en la definición de
sus estrategias políticas a la cuestión agraria, definiéndola tempranamente como un
aspecto central para la construcción del socialismo en el país. Con el diseño de un
programa agrario en 1901, el Partido Socialista reformuló su acción política, que hasta
ese momento se había orientado excluyentemente hacia los trabajadores urbanos, para
proyectarse hacia el campo e intentar incorporar a los trabajadores y a los agricultores
pampeanos. Los socialistas defendieron a la pequeña explotación para el desarrollo de la
agricultura pampeana y una política de impuestos a la tierra que denotaba las
influencias de Henry George, para lograr dividir el latifundio. Sus propuestas fueron
19
Rodolfo Ghioldi Qué significa el Pacto Roca. Buenos Aires, Anteo, 1974 [1933], p.33. Este ensayo fue
redactado por el autor en su exilio en Brasil.
21
consecuentes con la definitiva orientación reformista y parlamentaria que el partido
adoptó desde fines del siglo XIX, dejando a un lado las iniciales posiciones marxistas,
que en los primeros intentos de organización política habían surgido con Germán Avé
Lallemant desde el periódico El Obrero en 1890. El cooperativismo agrícola se
convirtió en una de las propuestas centrales que los socialistas consideraron
fundamental para transformar la situación de subordinación económica de los
agricultores frente a los monopolios comerciales y financieros, siendo el instrumento
que le permitiría convertirse en una pujante burguesía agraria capaz de generar un
desenvolvimiento capitalista alternativo al logrado bajo la dirección de la clase
terrateniente.
La dirigencia comunista integrada en su mayoría por antiguos militantes
socialistas, haría de la crítica del programa agrario justista, una de las claves para
denunciar el abandono de cualquier compromiso con el proletariado y la construcción
del socialismo, por parte del Partido Socialista. Debe señalarse también que las
dificultades iniciales del Partido Comunista para darse una organización rápida y sus
disputas internas, llevaron a que sus evaluaciones y propuestas sobre el agro pampeano,
representaran un corpus analítico muy inferior al producido por el Partido Socialista. Su
defensa de la línea marxista – leninista los llevó a cuestionar los proyectos de impuestos
al suelo como instrumentos de división del latifundio y de colonización agraria, y a
proponer la nacionalización de la tierra y su expropiación como mecanismo de
socialización. Si bien su postura reivindicó una estrategia hacia el campo priorizando al
proletariado rural, no dejó de evaluar a los agricultores como sectores de la burguesía
potencialmente aliados de aquél, en la lucha en contra del imperialismo y los
terratenientes, con el fin de concretar una reforma agraria y la lucha antiimperialista.
La Gran Depresión del ‘29 reabrió en el partido Socialista la discusión sobre el
tipo de organización que debía adoptar la economía agraria para su desenvolvimiento,
aunque la dirigencia justista continuó defendiendo en lo fundamental, el mismo
programa agrario de 1901. Hacia 1933, el diagnóstico que se ofrecía en las páginas de
La Vanguardia o de la Revista Socialista señalaba que el agro pampeano presentaba,
agravados por el impacto de la crisis, los problemas denunciados ya por sus dirigentes
desde hacía tres décadas, como el predominio del latifundio, la precaria situación
jurídica y económica de la agricultura (y en particular de los arrendatarios), el escaso
desarrollo demográfico, las malas condiciones de vida y laborales de los peones rurales
y la ausencia de organización gremial y cooperativa de los agricultores. A ello se
sumaban los alarmantes niveles de desocupación rural y migraciones hacia la ciudad
provocadas por la caída de los precios de los cereales y de las exportaciones. Para los
comunistas, la crisis era testimonio del ingreso del capitalismo en su colapso final y
permitió el desarrollo de originales trabajos (como el de Boglich), sobre la inexorable
ruina del sistema. Pero la insistencia socialista en buscar las respuestas a la crisis en su
antiguo programa agrario y del comunismo por reincidir en las tesis marxistas sobre el
desarrollo del capitalismo en el agro, no ameritan a señalar una falta de adecuación de
sus diagnósticos a los nuevos problemas que impuso la crisis mundial. Por el contrario,
las dirigencias y militantes de ambos partidos, con las diferencias de sus posibilidades
de acción política desde 1930 sin sufrir represiones (que no golpearon a los primeros),
mostraron una atención permanente a los nuevos factores intervinientes en la crisis
agraria pampeana, de la que dieron cuenta el importante número artículos y libros
dedicados a producir lecturas pertinentes de sus causas y de las propuestas adecuadas
para su solución. Estos partidos demostraron a lo largo de casi medio siglo, una
atención sistemática sobre la realidad agraria nacional y en particular de la del agro
pampeano, difícil de encontrar en las otras fuerzas políticas. Y ello no podía ser de otro
22
modo, ya que para las izquierdas argentinas, la resolución de la cuestión agraria
pampeana era central al proyecto de construcción del socialismo en el país.
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