EL CITOESQUELETO. INTRODUCCIÓN. El citoesqueleto es un organelo compuesto por tres sistemas de filamentos proteínicos: los microfilamentos, los microtúbulos y los filamentos intermedios. Estas fibras en realidad son polímeros de subunidades específicas para cada sistema. Los filamentos intermedios presentan una complejidad mayor y, como veremos adelante, sus subunidades varían según la célula y el tejido. Las funciones en que participa el citoesqueleto son numerosas y entre ellas las más importantes son: mitosis, citocinesis, movimiento y transporte celulares, fagocitosis, encasquetamiento de proteínas en la membrana plasmática, sostén de otros organelos (mitocondrias, lisosomas, núcleo, etc.), movimiento ciliar y flagelar, formación de estructuras citoplásmicas especiales (microvellosidades, pseudópodos, etc.), la adhesión celular y la forma celular; probablemente también intervienen en la síntesis de proteínas transportando el RNAm del núcleo al citoplasma y sosteniendo a los polirribosomas. MICROFILAMENTOS. Este tipo de filamentos están constituidos por la proteína actina. La actina tiene una conformación globular y se puede encontrar en estado monomérico (actina G) o formando filamentos (actina F). En los vertebrados existen seis especies moleculares de esta proteína: dos de músculo liso, una de músculo cardiaco, una de músculo esquelético y dos de células que no son musculares. Las funciones de los microfilamentos comprenden contracción, movimiento o ambos. Pero no toda la contracción se produce por haces de filamentos de actina, ni todo el movimiento se da por contracción de filamentos; existen otros tipos de estructuras que sin ser haces tienen la capacidad de contraerse y pueden producir movimiento, tanto por contracción como por la formación, en el citoplasma, de gradientes de viscocidad. Esas estructuras son las redes de filamentos que generalmente se encuentran asociadas a la membrana plasmática. La actina en esas redes puede asociarse a la miosina para generar contracción. La polimerización de la actina se desarrolla cuando menos en tres fases: la nucleación, la elongación y el estado estacionario. Algunos autores sostienen que antes de la nucleación el monómero de actina sufre un cambio conformacional que le permite, bajo condiciones iónicas adecuadas, asociarse a otros monómeros y formar los núcleos en los que se iniciará la polimerización. Estos núcleos son la base de la elongación y, por consiguiente, del crecimiento de los filamentos. Una vez finalizada la elongación, los filamentos alcanzan una fase estacionaria donde los polímeros coexisten con una concentración crítica de monómeros que no polimeriza y que debe aumentar para iniciar la polimerización. En la fase estacionaria los polímeros sufren disociación de subunidades, pero también existe adición de monómeros, por lo cual, el tamaño del filamento en la última fase es estable. MICROTÚBULOS. Los microtúbulos tienen un diámetro de 25 a 32 nm, el de los microfilamentos es de 8 nm y el de los filamentos intermedios es de 10 nm, Por lo tanto, los microtúbulos son los componentes más grandes del citoesqueleto. Los microtúbulos están constituidos por dos subunidades proteínicas llamadas -tubulina y -tubulina que se asocian entre sí para formar un dímero, por lo cual los microtúbulos en realidad son polímeros de estos dímeros. Se han encontrado microtúbulos y microfilamentos en todas las células y tejidos donde se han buscado. La caracterización bioquímica de las tubulinas y demuestra que las estructuras de estas proteínas, que difieren entre sí en un 60% en cuanto a la secuencia de aminoácidos, son muy similares en todas las células en las que se encuentran. En los vertebrados, la gran similitud en las cadenas de aminoácidos de las tubulinas es tan sólo comparable a la de las histonas. La polimerización de los microtúbulos presenta numerosas semejanzas con la de los microfilamentos y generalmente los conocimientos obtenidos de uno de estos organelos son aplicables al otro. Las tubulinas unen Mg2+ y GTP (la actina se une con ATP) y su polimerización también se divide en nucleación, elongación y estado estacionario. En esta última fase existe, al igual que en los microfilamentos, un equilibrio dinámico entre los monómeros y los polímeros. La polimerización de los microtúbulos está polarizada y los dímeros de la tubulinas se adicionan al polímero preferentemente por un extremo de éste. De hecho, fue en los microtúbulos donde se observó por primera vez este fenómeno, que más tarde se reconoció en los microfilamentos. Los microtúbulos son constituyentes principales de los flagelos y los cilios. Como es bien conocido, estas especializaciones citoplásmicas a través de sus movimientos armónicos, dan motilidad a diversos organismos o, en el epitelio del tracto respiratorio superior, facilitan el movimiento del moco protector de este tejido. El movimiento de los cilios y los flagelos se logra gracias a una contracción de su citoplasma, que se produce por el deslizamiento de los microtúbulos sobre ellos mismos. Es decir, para que haya movimiento ciliar o flagelar los microtúbulos llevan a cabo un deslizamiento muy parecido al de la actina sobre la miosina para dar lugar a la contracción muscular. Esquemáticamente, un microtúbulo se une a través de una proteína denominada dineína, que además funciona como una ATPasa. En el huso mitótico, donde se piensa que los microtúbulos juegan un papel fundamental en el movimiento de los cromosomas, también existe dineína y por ello se piensa que el deslizamiento de los microtúbulos puede ser el responsable del movimiento de cromosomas. Finalmente, es importante señalar que los microtúbulos aparentemente intervienen en el fenómeno de secreción ya que parecen ser responsables del traslado de los gránulos de secreción a los sitios donde liberan su contenido. Otra función en la que probablemente intervienen los microtúbulos es el transporte de proteínas en el citoplasma; se desconoce el mecanismo por el que se lleva a cabo este transporte, pero se piensa que en él también podría estar involucrada una proteína del tipo de la dineína. FILAMENTOS INTERMEDIOS. Los filamentos intermedios son el componente del citoesqueleto menos conocido; la información sobre ellos es abundante en lo que se refiere a su estructura, pero escasa en cuanto a su función, e ínfima en datos sobre su polimerización y los factores que la regulan. Poco se conoce de la polimerización de los filamentos intermedios ya que las subunidades que los componen son poco solubles en condiciones fisiológicas. Se conocen algunas proteínas asociadas a este tipo de filamentos; entre las más importantes están dos que parecen asociar los filamentos intermedios con membranas celulares, una de las cuales los asocian con la membrana externa del núcleo. Cabe destacar que la asociación de los filamentos intermedios con la membrana plasmática se realiza principalmente en los “complejos de unión” que existen en las regiones de las células donde se lleva a cabo la unión intercelular. Como ya se dijo, se sabe muy poco sobre las funciones de los filamentos intermedios. Los neurofilamentos pudieran intervenir en el transporte axoplásmico y en la regeneración de las prolongaciones nerviosas. En este último fenómeno se ha observado una relación muy importante entre los tres sistemas de proteínas fibrilares del citoesqueleto, los microfilamentos actúan formando un cono de crecimiento a manera de una pequeña microvellosidad de la membrana plasmática; a continuación los microtúbulos aparentemente intervienen en el alargamiento de las prolongaciones y, finalmente, los filamentos intermedios permiten el ensanchamiento de las mismas. En resumen, podemos destacar que los filamentos intermedios parecen tener como función principal la estructuración y el sostén de organelos, proteínas y otros filamentos en el citoplasma. Referencia Bibliográfica: Díaz-Barriga, F. Y Sabanero, M. 1986. El Citoesqueleto. En: Biología Celular. Aspectos Fundamentales. López Revilla, R., F. Díaz Barriga, R. Cano Mancera y S. Arias Negrete, coordinadores. Sociedad Mexicana de Ciencias Fisiológicas. Editorial Alhambra Mexicana, S.A. de C.V. México, D.F. p.p. 79-100.