Guerra civil chilena (1891)

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La Guerra Civil de 1891
Introducción
Chile había logrado salir de la anarquía, que caracterizó a casi todos los países latinoamericanos durante el
siglo XIX, estableciendo una Constitución Política (1833), cuya característica era la de privilegiar el poder
Ejecutivo, por encima del Poder Legislativo.
En la evolución político−institucional, que luego se produce a lo largo de la segunda mitad del siglo, las
diversas corrientes y partidos políticos habían ido coincidiendo en que este omnímodo poder Presidencial era
la causa de una serie de defectos que padecía la República. En el caso del Presidente Domingo Santa María
(1881−1886), se había instalado de hecho un gobierno al estilo de un autocrático zar. Como consecuencia de
ello se había hecho costumbre la descarada intervención electoral por parte de los gobernantes de turno. Por
otra parte, se había constituido en una norma el imponer, a través de subterfugios, la voluntad del Ejecutivo
por sobre los acuerdos del Parlamento. La pugna entre el modelo de gobierno Presidencialista y el
Parlamentario llevó a los partidos a mirar hacia el modelo de gobiernos Parlamentarios existentes en Europa y
los EE.UU. y, finalmente, a culminar en uno de los hechos más dolorosos de la historia de Chile, que fue la
Revolución del 91. En términos concretos, el Presidente Manuel Balmaceda (1886−1891), defensor de los
poderes de un Ejecutivo fuerte se confrontará con los poderes de la oligarquía concentrados en el Parlamento.
Estos últimos se negaron a aprobar la Ley de Presupuesto presentada por el Gobierno para 1891, obligando al
Presidente a salirse de la Constitución al declarar vigente el presupuesto del año anterior. Fue la chispa de un
conflicto largamente larvado. Los revolucionarios se legitimaron como Constitucionalistas, esto es, defensores
del orden constitucional y liderados por la Marina se atrincheraron en el norte, donde comenzaron los
preparativos para la confrontación. Los Balmaceditas contaban con el Ejército regular y desde el poder del
gobierno realizaron frecuentes levas entre los campesinos para aumentar su contingente e imponer el orden en
el país. Se produjo la Guerra civil, cuyo costo fue por lo menos de 6.000 muertos y 4.000 inhabilitados. La
Iglesia chilena, a través de la iniciativa del Arzobispo Mons. Mariano Casanova, realizó una intensa
mediación entre las partes para evitar el conflicto armado. Todo fue inútil. Al producirse la sublevación de la
Armada y la toma de las salitreras en el norte, por parte de la Oposición, la autoridad eclesiástica aconsejó al
clero la más absoluta prescindencia en esta lucha política.
Causas
Gobierno Balmaceda
Existieron diversas causas por las cuales se llego a la Guerra, pero la mayoría se remontan a las
falencias que hubo en el gobierno de Balmaceda, por lo que a continuación explicamos su política
gubernamental y fundamentos.
El año 1886, José Manuel Balmaceda sucedió a Santa María. Tenía cuarenta y seis años y era hijo de
ricos agricultores. Parte de sus estudios los realizo en el seminario de Santiago; incluso estuvo decidido
a ser sacerdote. Después lo atrajeron los negocios y la política, y su fe religiosa se fue debilitando.
Dedicado a la agricultura, consumió su fortuna, hasta arriesgar la quiebra, en una empresa de pionero:
el canal de las Mercedes, al que ya nos hemos referido y que, entre varias propiedades, regó la
Hacienda Miraflores del futuro Presidente. Quien demostró aquí su carácter audaz, arriesgado he
inclinado a las obras visionarias y de gran aliento.
Mientras tanto, había tenido una brillante carrera política: diputado, diplomático y −siendo presidente
Domingo Santa Maria −Ministro de Relaciones Exteriores y Ministro del interior. En verdad,
Balmaceda fue él más cercano ayudante de Santa María.
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Llegado el mismo al sillón de O'Higgins, don José Manuel se mostró de novedosas ideas económicas y
un formidable realizador.
Sus ideas se referían al salitre, los ingresos fiscales provenientes de él y los bancos.
Respecto al salitre, propiciaba:
• Nacionalizarlo, pero no en el sentido que el estado lo explotara, ni de que se prohibiera hacerlo a los
empresarios extranjeros ya dedicados ha ese producto o que quisiesen abordarlo en el futuro. Por
nacionalizar entendía Balmaceda favorecer la entrada de particulares chilenos al negocio del salitre,
vendiéndoles preferencialmente las mejores reservas del mineral todavía en poder del estado.
• Expropiar y estatizar los ferrocarriles que llevaban el salitre a los puertos de embarques. El mayor
de todos era el de Tarapacá, pertenecientes al poderoso John Thomas North, un ingles apodado el
Rey del Salitre. Los ferrocarriles en juego habían sido tendidos previa una concesión del estado
peruano que les daba el carácter de monopolio. Este privilegio, heredado y respetado por Chile, les
permitía cobrar tarifas abusivas, pus no tenían ni podían tener competencia. Mas, por otro lado,
declarar simplemente la libertad de ferrocarriles −pensaba Balmaceda− hubiese sido benéfica a las
salitreras cercanas a la costa y por lo tanto de fletes menores, y arruinar a las alejadas de ella...,
Entre las cuales se contaban las reservas del estado. No sucedía lo mismo con el monopolio, que −a fin
de no perder clientes − se preocupo de graduar sus tarifas en tal forma, que lasa oficinas pagaran un
poco menos por kilómetro recorrido, y las próximas al mar, un poco más. ¿Dónde estaba la
solución?. Según Balmaceda, en conservar el monopolio, pero traspasándolo al estado mediante la
expropiación de los ferrocarriles salitreros. El estado era el único que, así, podría rebajar las tarifas
desorbitadas, y al mismo tiempo conservar el sistema de graduarlas para proteger a los empresarios
alejados de la costa.
Respecto a las rentas fiscales del salitre, la idea de Balmaceda era considerarlas extraordinarias y, por ende,
emplearlas en un plan también extraordinario de obras publicas, y no para cubrir los gastos corrientes del
estado.
Por ultimo, respecto a los bancos, quería Balmaceda reglamentarlos con mayor estrictez y hasta propuso,
durante la guerra civil, crear el Banco del Estado.
Casi ninguna de esas ideas se materializo. Aun, Don José Manuel, en oportunidades importantes, actuaría de
manera directamente contradictoria con su pensamiento teórico. Esto se debió, por lo general, las que hemos
referido fueron concepciones de Balmaceda expresada durante los últimos meses de su mandato, cuando ya su
capacidad de actuar estaba muy disminuida por la situación política.
Pero Balmaceda cumplió, eso así, la idea de aplicar las obras publicas la riqueza fiscal derivada del salitre. La
lista de esas obras es impresionante. Incluye la iniciación de unos mil kilómetros de ferrocarriles,
terminándose en el quinquenio mas de 600, con secciones tan hermosas, y técnicamente tan audaces e
impactante, como el viaducto del Malleco, que aun hoy nos sorprende por su belleza y la osadía de sus líneas.
Otras realizaciones del periodo fueron caminos, puentes, numerosas mejoras portuarias, variados edificios
públicos − Ej. La Cárcel de Santiago −, la canalización del río Mapocho, y especialmente edificios destinados
a la enseñanza. Estos comprendieron unos 70 liceos y escuelas − las famosas Escuela de Balmaceda, algunas
todavía en servicio −, la Escuela de Arte y Oficios, la de Medicina, la Militar, la Normal de preceptores, el
Internado de Santiago (actual Barros Arana), etc. La educación figura entre las preocupaciones dominantes del
mandatario, y no solo el aspecto material: corriendo su quinquenio, se creo el Instituto Pedagógico, para
formar científicamente a los profesores médicos, y se implanto el sistema concéntrico de enseñanza. Consistía
en que los alumnos aprendiesen las materias cada vez con mayor profundidad, volviendo sobre ellas
periódicamente a lo largo de sus años de estudio. Es, en lo fundamental que se usa hoy.
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Causas Políticas y Económicas
Las reformas económicas iniciadas por el Presidente José Manuel Balmaceda Fernández, para controlar más
de cerca la producción de las salitreras, habían desatado una fuerte oposición de los intereses económicos,
normalmente en manos extranjeras. Simultáneamente existía un gran encono de la oposición en contra del
Presidente, debido al clima creado para las próximas elecciones y a que habiendo el Congreso emitido un voto
de censura en contra del Ministro Enrique Salvador Sanfuentes Andonaegui, el Presidente no lo había
destituido, manteniéndolo en el cargo. El 14 de junio de 1890 la Cámara de Diputados acordó aplazar la
discusión de la Ley de Presupuesto de 1891, enviada por el Ejecutivo hasta que el Presidente nombrara un
nuevo Ministro, lo que igualmente aprobó el Senado el 18 del mismo mes. Además, los Ministros se negaron
a concurrir a las sesiones del Congreso cuando fueron citados por éste, lo que produjo un clima de franco
enfrentamiento. El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández, junto con reestructurar su Ministerio, el 15
de octubre de 1890, declaró clausuradas las sesiones extraordinarias del Congreso, citadas a contar del 1º del
mismo mes, lo que constituía el cierre de éste. Como al 1º de enero no estuviera aprobada la Ley del
Presupuesto de 1891, ni fijadas las fuerzas de mar y tierra, el Presidente de la República, don José Manuel
Balmaceda lanzó un manifiesto dirigido a la Nación, en que justificaba su resolución de no convocar al
Congreso y en el cual expresaba su propósito de seguir gobernando sin la aprobación de las leyes
mencionadas, fundándose en que el Poder Legislativo no tenía derecho de dejar al Ejecutivo sin presupuestos,
ni FF.AA. , asegurando que esa garantía estaba respaldada por la Constitución de 1833.
Poco después, el 5 de enero, el Presidente dictó un Decreto en el que declaró en vigencia la Ley de
Presupuesto y la Ley que fijaba las fuerzas de mar y tierra, aprobadas el año anterior, con el fin de no
suspender los servicios públicos y no comprometer el orden interno y la seguridad exterior de la República.
Sin embargo, el 1o. de enero de 1891 la mayoría de los parlamentarios del Congreso firmaron un Acta, en el
cual declaraban que el Presidente de la República quedaba depuesto de su empleo, por vulnerar las garantías
individuales, no cumplir con determinadas leyes y la Constitución Política del Estado. Esta controversia entre
los dos poderes del Estado se encontraba en un callejón sin salida, pues ambos creían tener la razón. El
parlamentario Enrique Valdés Vergara comisionado por el "Comité Revolucionario", que apoyaba al
Congreso, tomó contacto con el Capitán de Navío don Jorge Montt Alvarez, quien se encontraba en situación
de disponibilidad y que tenía gran ascendiente sobre oficiales y personal. Convencido de la
inconstitucionalidad de la actuación del Presidente, se plegó al movimiento del Congreso poniendo como
condición que los Presidentes de ambas Cámaras se embarcaran, para que desde a bordo tomaran las riendas
del Gobierno interino del país.
Desarrollo de la Guerra
Luego de conocer todas las posibles rezones por las cuales sucedió este acontecimiento historico, pasamos a
describirlo en detalle.
Las reformas económicas iniciadas por el Presidente José Manuel Balmaceda Fernández, para controlar más
de cerca la producción de las salitreras, habían desatado una fuerte oposición de los intereses económicos,
normalmente en manos extranjeras. Simultáneamente existía un gran encono de la oposición en contra del
Presidente, debido al clima creado para las próximas elecciones y a que habiendo el Congreso emitido un voto
de censura en contra del Ministro Enrique Salvador Sanfuentes Andonaegui, el Presidente no lo había
destituido, manteniéndolo en el cargo. El 14 de junio de 1890 la Cámara de Diputados acordó aplazar la
discusión de la Ley de Presupuesto de 1891, enviada por el Ejecutivo hasta que el Presidente nombrara un
nuevo Ministro, lo que igualmente aprobó el Senado el 18 del mismo mes. Además, los Ministros se negaron
a concurrir a las sesiones del Congreso cuando fueron citados por éste, lo que produjo un clima de franco
enfrentamiento. El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández, junto con reestructurar su Ministerio, el 15
de octubre de 1890, declaró clausuradas las sesiones extraordinarias del Congreso, citadas a contar del 1o. del
mismo mes, lo que constituía el cierre de éste.
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Como al 1o. de enero no estuviera aprobada la Ley del Presupuesto de 1891, ni fijadas las fuerzas de mar y
tierra, el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda lanzó un manifiesto dirigido a la Nación, en
que justificaba su resolución de no convocar al Congreso y en el cual expresaba su propósito de seguir
gobernando sin la aprobación de las leyes mencionadas, fundándose en que el Poder Legislativo no tenía
derecho de dejar al Ejecutivo sin presupuestos, ni FF.AA., asegurando que esa garantía estaba respaldada por
la Constitución de 1833. Poco después, el 5 de enero, el Presidente dictó un Decreto en el que declaró en
vigencia la Ley de Presupuesto y la Ley que fijaba las fuerzas de mar y tierra, aprobadas el año anterior, con
el fin de no suspender los servicios públicos y no comprometer el orden interno y la seguridad exterior de la
República. Sin embargo, el 1o. de enero de 1891 la mayoría de los parlamentarios del Congreso firmaron un
Acta, en el cual declaraban que el Presidente de la República quedaba depuesto de su empleo, por vulnerar las
garantías individuales, no cumplir con determinadas leyes y la Constitución Política del Estado. Esta
controversia entre los dos poderes del Estado se encontraba en un callejón sin salida, pues ambos creían tener
la razón. El parlamentario Enrique Valdés Vergara comisionado por el "Comité Revolucionario", que apoyaba
al Congreso, tomó contacto con el Capitán de Navío don Jorge Montt Alvarez, quien se encontraba en
situación de disponibilidad y que tenía gran ascendiente sobre oficiales y personal. Convencido de la
inconstitucionalidad de la actuación del Presidente, se plegó al movimiento del Congreso poniendo como
condición que los Presidentes de ambas Cámaras se embarcaran, para que desde a bordo tomaran las riendas
del Gobierno interino del país. Pronto logró la adhesión de la mayoría de los buques de la Escuadra, los que
zarparon el 7 de enero hacia Quintero, donde se reunieron el blindado "Blanco", la corbeta "O'Higgins", el
crucero "Esmeralda", el blindado "Cochrane" y la cañonera "Magallanes". El monitor "Huáscar" quedó en
Valparaíso con sus máquinas desmontadas. Con fecha 6 de enero el Vicepresidente del Senado, don Waldo
Silva, y el Presidente de la Cámara de Diputados, don Ramón Barros Luco, remitieron al Comandante Montt
el Acta redactada el 1o. de enero y le comunicaban la organización de una división naval, que quedaba
entregada a su mando, para restituir el derecho.
FUERZAS NAVALES COMPARADAS
Las fuerzas congresistas contaban con el blindado "Blanco", la corbeta "O'Higgins", el crucero "Esmeralda",
el blindado "Cochrane", el monitor "Huáscar" y la cañonera "Magallanes". El Presidente José Manuel
Balmaceda Fernández sólo contaba con las torpederas que estaban en sus varaderos, protegidas dentro del
galpón de la Caleta de Las Torpederas. Otros buques como los cruceros "Presidente Errázuriz", "Presidente
Pinto" y el acorazado "Capitán Prat" se encontraban en construcción en Europa. La corbeta "Abtao" regresaba
de su viaje al Mediterráneo y el cazatorpedero "Almirante Condell" navegaba por el Atlántico.
PRIMERAS OPERACIONES NAVALES
(7 al 27 de enero de 1891)
El día 7 de enero al atardecer, el blindado "Cochrane" arrió embarcaciones armadas y tomó al monitor
"Huáscar", que tenía sus máquinas desmontadas y luego lo sacó a remolque de la bahía de Valparaíso,
fondeándolo frente a Las Salinas, donde se procedió a ponerlo en servicio. El trabajo quedó terminado el 10
de enero y el buque se incorporó ese mismo día a las fuerzas congresistas. El 8, la Escuadra se apoderó del
vapor "Aconcagua" de la Compañía SudAmericana de Vapores y lo armó en guerra. El mismo día se apoderó
de 4.500 fusiles Mannlincher de 11 mm. desde el vapor alemán "Cleopatra", que venían destinados al ejército
presidencial. El crucero "Esmeralda" fue despachado a Talcahuano en busca de personal, armas y dinero. En
la isla Quiriquina se embarcó el General Gregorio Urrutia y en Talcahuano lo hizo todo el personal de la
Escuela de Grumetes. En Valparaíso, la Escuadra incautó una lancha cargada con carbón y la envió a
Quintero. El día 10 el blindado "Cochrane" captura el vapor "Amazonas", que en un descuido escapó. Sin
embargo, fue recapturado por el blindado "Blanco" el día 11. El vapor "Bío Bío" fue capturado en Valparaíso
junto a todos los faluchos disponibles, llevándolos a Quintero. También se capturan los vapores "Itata" ,
"Cachapoal", "Copiapó", "Limarí", "Maule" y "Trumao" y las chatas "Huanay" y "Loa", todos de la Compañía
SudAmericana de Vapores. Asimismo se capturan los carboneros "Isidora Cousiño" y "Carlos Roberto" de la
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Compañía Carbonífera de Lota, que llenos de carbón constituyeron la base para los movimientos de la
Escuadra. Otros buques capturados fueron el vapor "Ditsmarschen", "Cachapoalito", el vapor "Bismarck", la
barca "Miraflores" y el remolcador "Minero". El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández a su vez
requisó los vapores "Imperial" y "Maipo" de la Compañía Sud Americana de Vapores. Asimismo arrendó el
vapor "Luis Cousiño" a la Compañía Carbonífera de Lota. El "Maipo" posteriormente se entregó a la
Escuadra. El 27 de enero el blindado "Blanco" trata de apoderarse del vapor "Imperial" en Valparaíso, lo que
fracasa.
ACTIVIDADES EN EL NORTE
(8 al 23 de enero de 1891)
El 8 de enero el blindado "Cochrane", llevando a bordo al Presidente de la Cámara de Diputados, don Ramón
Barros Luco, y la cañonera "Magallanes" zarparon a Iquique, donde notificaron a las autoridades de Gobierno
el bloqueo de ese puerto y Pisagua. El 10 de enero se dirigieron a Coquimbo, la corbeta "O'Higgins" y el
transporte "Amazonas", donde se apoderaron del puerto y recogieron armas para los regimientos en
formación. Después se apoderaron de La Serena y Ovalle. Además apresaron al vapor de ruedas "Toltén". Las
fuerzas balmacedistas contraatacaron y obligaron a los congresistas a reembarcarse y abandonar Coquimbo el
27 de enero. El 23 de enero el monitor "Huáscar" y el "Amazonas" se apoderan de Tal Tal y obtienen la
adhesión de la ciudad.
OTRAS ACTIVIDADES
(13 de enero al 21 de marzo de 1891)
El 13 de enero la Escuadra recibió el acuerdo de la Corte de Cuentas (similar a la Contraloría de la República)
en el que se rechazaba el Decreto por el cual el Ejecutivo ordenaba, que mientras se dictara las Leyes de
Presupuesto de 1891, regirían las aprobadas para el año 1890. El 16 de enero, estando el blindado "Blanco"
acoderado a las boyas de la Armada en Valparaíso sin tomar ninguna medida de seguridad, fue bombardeado
por los fuertes de la ciudad, averiándolo. Entonces el Capitán de Navío Jorge Montt Alvarez notificó el
bloqueo inmediato del puerto. La cañonera "Pilcomayo" y el cazatorpedero "Almirante Lynch" se encontraban
en Punta Arenas y habían recibido la orden del Presidente José Manuel Balmaceda Fernández de dirigirse a
Ancud. Sin embargo sus tripulantes decidieron unirse a la flota del Congreso. El Gobernador de Magallanes
aprovechó el retraso en el zarpe y se apoderó de ambos buques antes de su defección, y los envió a
Montevideo. En su trayecto interceptaron al cazatorpedero "Almirante Condell" y juntos se dirigieron a
Buenos Aires, donde la cañonera "Pilcomayo" quedó internada. Los cazatorpederos se dirigieron a Valparaíso
donde recalaron el 21 de marzo.
CAMPAÑA DEL NORTE
(19 al 26 de enero de 1891)
El 19 de enero la Guarnición de Pisagua adhirió a la causa del Congreso incorporando tropa, cañones y dinero
al ejército congresista. El Intendente de la provincia conociendo este hecho, dispuso el envío de un
destacamento para recuperar la plaza, produciéndose un encuentro con las tropas congresistas, al mando del
Coronel Estanislao del Canto Arteaga, en la oficina salitrera de Cruz de Zapiga, que dio por resultado la
retirada de las tropas congresistas a Pisagua y de las tropas presidenciales a Negreiros. Reforzadas las tropas
presidenciales se dirigieron el 23 de enero a Alto Hospicio, donde se produjo un combate donde no producía
ninguna definición. Las tropas presidenciales simularon pasarse a las filas contrarias, lo que produjo la
suspensión de los fuegos por un momento. Cuando ambas tropas se encontraban reunidas, las presidenciales
tomaron prisioneros a la mayor parte de los congresistas. El resto huyó hacia el puerto, donde se reembarcó.
Al llegar al puerto las tropas presidenciales, fueron engañadas a su vez y tomadas prisioneras. El 26 de enero
los congresistas abandonaron Pisagua.
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TOMA DE PISAGUA
(6 de febrero de 1891)
El 4 de febrero de 1891 al encontrarse reunida casi toda la Escuadra bloqueando Iquique y habiendo recibido
nuevos contingentes de tropas llevados por el " Cachapoal ", el Alto Mando congresista decidió ocupar
Pisagua que estaba débilmente defendida. Gran parte de la tropa gobiernista que la había ocupado el 27 de
enero había vuelto a Iquique a reforzar la guarnición de ese puerto. A las 23.00 horas del día 5 de febrero,
zarpó la escuadrilla compuesta por el blindado "Cochrane", la corbeta "O'Higgins" y los transportes
"Amazonas" y "Cachapoal", recalando a Pisagua en la madrugada del día 6, lugar en que mantenía el bloqueo
la cañonera " Magallanes ". Por un aviso recibido desde tierra, se supo la distribución de las fuerzas
gobiernistas. El Teniente Coronel Valenzuela, Comandante de la Plaza, había hecho ocupar la posición
dominante de El Alto Hospicio por 2 piezas de artillería, 40 infantes y un piquete de granaderos a caballo. El
resto de la guarnición, compuesto por 250 infantes y 40 artilleros, estaban acantonados en el puerto. A las
06.00 horas se rompió el fuego sobre las posiciones gobiernistas de Pisagua y se desembarcaron 290 hombres
por Caleta Playa Blanca, que incluía una compañía de marinería, y tres compañías en Punta Pichalo, tropas
que dirigidas por el Capitán de Corbeta Vicente Merino Jarpa avanzó concéntricamente hasta Alto Hospicio.
Mientras tanto, en el puerto de Iquique, los buques bloqueadores interceptaban los refuerzos que recibía la
guarnición del puerto por la vía terrestre y bombardeaban el vulnerable ferrocarril. La " Magallanes " y la "
O'Higgins " efectuaron el fuego de apoyo naval, bombardeando las posiciones defensivas gobiernistas. El
Comandante Valenzuela abrió fuego sobre la columna congresista del sur y envió parte de sus tropas para
detener la columna del norte. La primera continuó su marcha, apoyada por la artillería de la " Magallanes " y
de la " O'Higgins ", cayendo sobre el destacamento que defendía El Alto Hospicio y tomando posesión de un
tren que el Comandante de la Plaza tenía preparado para efectuar su retirada, en caso de que fuese necesario.
La segunda columna, la del norte, rechazó a las tropas enviadas por Valenzuela y avanzó en profundidad. Este
movimiento envolvente puso fin a toda resistencia, cayendo prisioneros 5 oficiales, 22 soldados y capturando
dos piezas de artillería con su parque de municiones. El Comandante Valenzuela trató de desplegar su tropa
sobre las pendientes que conducen a El Alto Hospicio, pero el fuego de la Escuadra le creó una situación
insostenible. Después de una media hora de tregua, las dos columnas victoriosas descendieron rápidamente y
mientras los buques suspendían sus fuegos, cayeron sobre el pueblo a pesar de la vigorosa defensa de la
guarnición gobiernista. Toda la guarnición fue hecha prisionera, mientras la caballería transportada por la
Escuadra se lanzaba en persecución de los granaderos fugitivos. Con esta acción, Pisagua quedó
definitivamente en poder de los congresistas y sirvió de base al Ejército que operó sobre Iquique y las oficinas
salitreras.
REFUERZOS BALMACEDISTAS AL NORTE
(12 al 17 de febrero de 1891)
El 12 de febrero el transporte "Imperial" perteneciente a las fuerzas navales presidenciales, trató de
desembarcar tropa en Patillos, pero fue sorprendido por el monitor "Huáscar", ante lo cual escapó al oeste y
luego se dirigió a Mollendo donde permaneció por 24 horas. El 13 de febrero fondeó en Sama y desembarcó
la tropa a pesar de las condiciones de mar. Zarpó a Valparaíso inmediatamente recalando el 17 de febrero.
COMBATES DE SAN FRANCISCO Y HUARA
(15 y 17 de febrero de 1891)
Después de la toma de Pisagua las fuerzas congresistas se concentraron en Alto Hospicio y estaban
constituidas de tres batallones, el Constitución N 1, el Navales N 2 de Valparaíso y el Navales N 3 de Pisagua,
y de una batería de desembarco de la Escuadra al mando del Teniente 1 de la Armada Juan Williams,
acompañada de una columna de marineros, una batería organizada después de la toma de Pisagua y el
escuadrón de caballería Libertad N 1. El 15 de febrero de 1891 dichas fuerzas al mando del Coronel
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Estanislao del Canto Arteaga, salieron a primeras horas en tren desde Alto Hospicio. El Coronel Eulogio
Robles, que había llegado con 300 hombres en el " Imperial , se constituyó como "de las fuerzas de Tarapacá
del gobierno. El Coronel Robles, a pesar de su experiencia militar, cometió un grave error estratégico al
dividir sus fuerzas, con el propósito de cubrir toda la provincia. Al tener noticias que tropas enemigas
avanzaban a su encuentro desde Pisagua, dispuso que el resto de 4º de Línea, dos compañías del batallón
Quillota y lo disponible del 10º de Línea, avanzaran hacia El Molle. El Coronel Robles a la cabeza de sus
tropas efectuó algunos reconocimientos y el día 14 de febrero de 1891 acampó en Santa Catalina. Reunidas
informaciones sobre las tropas congresistas, dispuso que 339 soldados de infantería ocuparan el cerro Dolores,
en la localidad de San Francisco de Dolores, el mismo lugar donde se produjo la batalla de Dolores el 9 de
noviembre de 1879. Las tropas congresistas ocuparon las cimas y la estación de Dolores, aprovechando el
terreno lleno de grietas de las calicheras, como trincheras. El combate se inició a las 15.00 hrs del día 15 y
concluyó a las 18.00 con la completa derrota de las fuerzas gobiernistas, a pesar que una compañía del
batallón Quillota se pasó a las filas del gobierno, las que a la cabeza de su jefe sólo pudieron salvar apenas
108 hombres, perdiendo el resto entre muertos, heridos y prisioneros. Cuando las fuerzas de gobierno se
retiraban por la Estación de Negreiros, recibieron del Intendente de Tarapacá, don Manuel Salinas, el refuerzo
de toda la guarnición de Iquique compuesta de 600 hombres, al mando del Jefe de Estado Mayor del Coronel
Robles, el Coronel José María Soto. La tropa se dirigió a Pozo Almonte y luego a Huara, tomando allí un
posición defensiva. Las fuerzas del Congreso también se habían dirigido a la oficina del Rosario de Huara.
Mientras esto sucedía, en Iquique el Comandante Luis Alberto Goñi Simpson del blindado "Blanco" intimó la
rendición de la plaza, aprovechando que se encontraba desguarnecida, ocupándola con tropa de marinería y
nombrando el 17 de febrero como Comandante General de Armas al Capitán de Corbeta Vicente Merino
Jarpa. Al disponer revisar las antiguas posiciones de las tropas gobiernistas, se encontraron escondidos 40.000
tiros de rifle. Mientras tanto, el coronel Soto con sus 600 hombres se acercó a la Estación de Santa Rosa,
donde se unió a las tropas que el Coronel Robles había salvado desde San Francisco. El 17 de febrero a las
15.30 hrs. se inició el combate, cuando las fuerzas congresistas iniciaron la ofensiva al mando del General
Gregorio Urrutia, jefe del Coronel del Canto, con más de 1.200 hombres. El oportuno ataque de la caballería
del gobierno sobre uno de los flancos del enemigo y la habilidad del Coronel Soto de lanzar dos locomotoras a
todo vapor sobre los convoyes de tropas congresistas que venían por la vía férrea, amagó las posiciones
congresistas teniendo que retirarse desordenadamente del combate en un convoy de tren, dejando en el campo
240 muertos, casi todos marinos.
COMBATE DE LA ADUANA DE IQUIQUE
(19 de febrero de 1891)
El Coronel José María Soto, indignado al conocer que la Plaza de Iquique, confiada a su defensa, había caído
en poder de la Escuadra durante su ausencia, sostuvo la idea de atacar dicho puerto. El Coronel Robles
rechazó la idea, estimando que era más urgente aplastar a los congresistas en Pisagua y concentrarse con la
División Arrate que había desembarcado en Sama el 10 de febrero y que marchaba al sur. Ante la tenacidad
del Coronel Soto y algunos otros jefes, cedió al fin y le entregó un contingente de 200 infantes, 15 de
caballería, un cañón y una ametralladora. La alarma anunciando que las tropas del gobierno regresaban a
Iquique, obligó a los revolucionarios a reembarcarse a las 03.00 hrs del día 18, pero a las 06.00 se ordenó
tomar nuevamente posesión de la Plaza. El Coronel Soto avanzó llegando alrededor de las 05.00 hrs del 19 a
El Molle, a 6 kilómetros de Iquique, desde donde pudo divisar al " Blanco Encalada " que alumbraba con sus
proyectores las pendientes de los cerros circunvecinos para disparar sobre la tropa que intentaba descender al
puerto. Además se encontraban el " Huáscar ", la " Esmeralda", el " Abtao " y los transportes. El Capitán de
Corbeta Vicente Merino Jarpa, Comandante General de Armas de Iquique, a pesar de haber recibido orden de
reembarcarse a las 02.00 hrs del día 19, apreciando que si la ciudad caía en poder del enemigo sería muy
difícil y costoso recuperarla, decidió no abandonarla y con 40 marineros se fortificó en el sólido edificio de la
Aduana. El Coronel José María Soto aprovechando la neblina de las primeras horas del día, descendió por los
cerros y tomó posiciones en el Club Hípico, desde donde, una vez reorganizado, inició el ataque a la ciudad.
Como no tuviera resistencia, sus tropas llegaron a las proximidades de la Aduana, cruzando la calle Patricio
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Lynch, parapetándose en las casas cercanas. A las 06.15 hrs la Escuadra tuvo conocimiento de la llegada de
las tropas del Coronel Soto. El Capitán Merino Jarpa organizó la defensa en el edificio de la Aduana de
Iquique, el mismo que recibió los cadáveres de Arturo Prat y el Sargento Aldea el 21 de mayo de 1879,
porque tenía una posición ventajosa que impedía el acceso al puerto y además podía recibir ayuda desde los
buques. Pronto se rompió el fuego y la situación se hacía insostenible para los sitiados, que resistieron
heroicamente. A las 7 de la mañana, Merino Jarpa recibió de refuerzo 40 hombres de un destacamento de
marineros y reclutas del batallón Chañaral y a las 8 los cañones del blindado "Blanco" y del crucero
"Esmeralda" empezaron a demoler los edificios que ocupaban las tropas del Coronel Soto, obligándolas a
retirarse. El apoyo y la coordinación de la Escuadra fue muy eficiente. El blindado "Blanco" envió sus
embarcaciones armadas para ametrallar las casas donde se encontraban las tropas gobiernistas. El vapor
"Toltén" usó sus ametralladoras para proteger los botes enviados a reforzar la defensa de la Aduana. El "
Huáscar " y " Esmeralda " ubicados frente a Cavancha, bombardearon los cerros detrás de la ciudad, para
impedir que la artillería del Coronel Soto siguiera a la infantería. Después de numerosos ataques y
contraataques en medio de incendios que se propagaron a los edificios colindantes, alrededor de las 4 de la
tarde se suspendieron los fuegos, debido a la intermediación del Contraalmirante Charles Frederick Hotham
del buque inglés "Warspite", quien propuso un armisticio hasta mediodía del día 20 de febrero. Al cumplirse
el plazo y las fuerzas gobiernistas no recibir refuerzos, y llegar tropas congresistas desde Pisagua, el Coronel
Soto capituló a bordo del buque inglés. La decidida y valiente actitud del Capitán Vicente Merino Jarpa y su
gente salvó la crítica situación de las fuerzas congresistas y logró mantener Iquique bajo la tuición de los
revolucionarios.
OCUPACION DE LOS PUERTOS DEL NORTE
(7 de marzo de 1891)
El vapor " Imperial " desembarcó el 13 de febrero de 1891 a las tropas de la División del Coronel gobiernista
Emilio Gana, Jefe de Estado Mayor del Coronel Eulogio Robles, en Sama, lugar que queda a 80 kilómetros al
norte de Tacna, a la sazón en poder de Chile después de la Guerra del Pacífico. El mismo día a las 17.00 hrs.
las tropas se pusieron en marcha a Yalata, río Sama, adonde arribaron a las 15.00 hrs. del día siguiente,
después de una marcha de 63 kilómetros por el desierto. El 16 se marchó a Tacna, adonde éstas arribaron el
día 17 a las 14.00 hrs. El 19 se dirigieron a Zapiga llegando el día 25, logrando reunirse con el Coronel
Eulogio Robles, quien contaba sólo con el 5º de Línea compuesto de 560 hombres, ya que había dejado el
batallón Quillota en Arica para reforzar la guarnición. A su vez, la División del Coronel Miguel Arrate
Larraín compuesta de 400 soldados, desembarcó el 10 de febrero en Sama, adonde había sido transportada por
el vapor " Luis Cousiño", dirigiéndose el mismo día a Yalata, para continuar al día siguiente a Tacna.
Descansó en esta ciudad dos días, para salir el 15 hacia Arica, Chacas, Camarones, Chizas, Tana, llegando a
Primitiva y Negreiros el día 20. El 25 de febrero se produjo la reunión de las fuerzas de los Coroneles Robles,
Arrate y Gana. Sin embargo, el Coronel Robles pidió más refuerzos al gobierno. Como consecuencia de lo
anterior, se organizó en Antofagasta una División al mando del Coronel Hermógenes Camus, con parte de las
tropas desembarcadas en este puerto el 23 de febrero, compuesta de los batallones Buin, Linares y Andes. Este
refuerzo fue enviado por ferrocarril hasta Calama. De allí se inició el 3 de marzo la marcha por el desierto,
recorriendo las localidades de San Salvador, Miscanti y El Toco. El mismo 25 de febrero, las tropas del
Coronel Robles emprendieron la marcha a Pozo Almonte, estableciendo su Cuartel General en ese punto.
Después del combate de Huara, los congresistas se habían replegado a Pisagua, para embarcarse y dirigirse a
Iquique. Desde ese puerto enviaron patrullas de reconocimiento por el desierto. Una de ellas llegó hasta la
Estación San Juan donde fue avistada por una patrulla gobiernista, que avisó al Coronel Robles de su
presencia, quien apreció que su enemigo se aprestaba para atacar, por lo que concentró sus tropas en Pozo
Almonte. Dividió sus tropas en tres divisiones: La 1ª División a cargo del Coronel Arrate con 413 hombres,
que tomó posición en el ala derecha y tenía la artillería, la 2ª División al mando del Teniente Coronel Manuel
Ruminot con 389 hombres, que cubrió el centro y el ala izquierda y la 3ª División al mando del Teniente
Coronel Virgilio Méndez con 379 hombres, que constituía la reserva. Además contaba con una locomotora
armada. El 27 de febrero las fuerzas congresistas se dirigieron a la localidad de El Molle, constituidas por los
batallones Constitución Nº 1, Valparaíso Nº 2, Pisagua Nº 3, Taltal Nº 4, Chañaral Nº 5, Escuadrón Libertad
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Nº 1, una columna de franco tiradores, un destacamento de desembarco al mando del Teniente 1º de Marina
Juan 2º Williams, compuesto de 2 ametralladoras Gatling, una columna de marinería y un cañon Armstrong
de 70 mm al mando del Guardiamarina Gajardo; además un tren blindado y armado con dos ametralladoras al
mando del Guardiamarina Felipe de la Fuente. El tren blindado sirvió como medio de reconocimiento y como
resultado, el 3 de marzo se tuvo conocimiento que el enemigo ocupaba posiciones defensivas en las lomas
situadas al sur de Pozo Almonte. El 6 de marzo el ejército congresista se trasladó a ese lugar y se situó en
posición de apresto y a tiro de cañón de las fuerzas gobiernistas. El Coronel Estanislao del Canto,
acompañado de su Jefe de Estado Mayor, Coronel Adolfo Holley, practicó un minucioso reconocimiento de
las posiciones gobiernistas y decidió atacar su flanco izquierdo. Al amanecer del día 7 de marzo, la artillería
congresista rompió el fuego sobre las posiciones del coronel Robles y sus fuerzas avanzaron para flanquear el
ala izquierda del ejército balmacedista, lo cual indujo al jefe gobiernista a hacer descender de sus posiciones al
batallón Angol, con lo que se comprometieron tropas de ambos bandos, incluso prematuramente la reserva del
Comandante Méndez. El ala derecha gobiernista al mando del Coronel Arrate trató de flanquear a los
atacantes, pero fue contenida y rechazada, especialmente por las ametralladoras de la Escuadra. Alrededor de
las 10.00 hrs. hizo crisis la falta de munición en las tropas del gobierno, las que tuvieron que replegarse. Las
tropas congresistas, mayor en número y atacando con el tren blindado con las ametralladoras del
Guardiamarina dela Fuente, terminaron por poner en retirada el resto del ejército del Coronel Robles, quien
murió heroicamente en la batalla. Los 250 hombres sobrevivientes se reunieron en Pachica con el 5º de Línea,
sumando en total 500 hombres, los que se dirigieron a Arica recorriendo 630 kilómetros por el desierto. El 11
de marzo la División Camus llegaba a Quillagua, donde recibió la orden de regresar a Calama. A
consecuencias de este enfrentamiento se produjo la caída de las provincias de Tacna, Arica, Tarapacá,
Antofagasta y Atacama y la retirada de las tropas gobiernistas en diferentes direcciones, dejando para el
Congreso un territorio incondicional a sus pretensiones. Además, durante la medianoche del 7 al 8 de marzo,
la tripulación del transporte "Maipo", perteneciente a la Compañía SudAmericana de Vapores, se amotinó y se
plegó al bando del Congreso, mientras embarcaba material de guerra en Valparaíso. Luego de embarcar
oficiales de ejército que se unieron al bando congresista, se dirigió a Iquique. Este refuerzo permitió ocupar
Antofagasta y Calama.
LA JUNTA DE GOBIERNO Y SUS PRIMERAS MEDIDAS
(12 de abril de 1891)
El 12 de abril de 1891, se reunieron en Iquique, las autoridades que hasta ese momento ejercían las facultades
estrictamente necesarias para sostener la lucha armada en contra del Presidente José Manuel Balmaceda. Se
acordó formar una Junta de Gobierno, compuesta por el Capitán de Navío Jorge Montt Alvarez, que la
presidiría, Waldo Silva, Vicepresidente del Senado y Ramón Barros Luco, Presidente de la Cámara de
Diputados como vocales, la que actuaría como Poder Ejecutivo, en reemplazo del Presidente de la República.
Se crearon cuatro ministerios: Interior y Obras Públicas, que se reservó para don Manuel A. Matta; Relaciones
Exteriores y Justicia, Culto e Instrucción Pública, a cargo de don Isidoro Errázuriz; Hacienda, a cargo de
Joaquín Walker Martínez. ; Guerra y Marina, a cargo del Coronel Adolfo Holley. Se entablaron negociaciones
para obtener reconocimiento de los gobiernos extranjeros y proceder a la adquisición de armamentos, como
así entorpecer las negociaciones del gobierno. Además, con el concurso e influencias de los señores Ross y
Matte que se encontraban en Europa se entorpecieron las negociaciones que hacía el Gobierno del Presidente
José Manuel Balmaceda, para la entrega de los cruceros "Presidente Pinto" y "Presidente Errázuriz" y el
acorazado "Capitán Prat", que se encontraban en construcción en ese continente, logrando que su entrega
recién sucediera el 9 de julio, cuando ya la guerra estaba decidida y esos buques no alcanzaban a llegar y
tomar parte en la contienda. Además, cuando estuvieron listos se logró impedir que completaran sus
tripulaciones. Se adquirieron rifles y municiones en Estados Unidos de América y se comisionó al vapor "
Itata " y crucero " Esmeralda " para traerlos al país.
HUNDIMIENTO DEL BLINDADO "BLANCO" EN CALDERA
(23 de abril de 1891)
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El Presidente José Manuel Balmaceda Fernández en conocimiento que la Escuadra se dirigía a Caldera, había
despachado hacia el norte la escuadrilla de cazatorpederos, compuestos por el cazatorpedero "Almirante
Lynch" al mando del Capitán de Corbeta Alberto Fuentes, el cazatorpedero "Almirante Condell" al mando del
Capitán de Corbeta Carlos Moraga Suzarte y el transporte "Imperial" al mando del Capitán de Corbeta Emilio
Garín. Se navegó pegado a la costa y el " Imperial " a 6 millas mar afuera. Recalaron a Huasco a las 14.00 hrs.
del día 22, donde recibieron la información de que los buques llegados a Caldera eran el "Blanco", " Huáscar"
, " Cochrane ", una corbeta y cuatro transportes. Además se informó que el crucero "Esmeralda " no había
sido visto y que las tropas congresistas se encontraban a 8 millas de Copiapó. A las 17.00 hrs. zarpó el
cazatorpedero " Almirante Condell " y poco después el " Almirante Lynch.
La navegación se hizo pegado a la costa, usando carbón de Cardiff para no echar humo por las chimeneas y
manteniendo a la tripulación bajo cubierta. Como a las 03.30 hrs. del 23 de abril, los buques se encontraban a
la cuadra de Punta de Cabeza de Vaca y entraron a la bahía alrededor de las 04.00 hrs. Desde la boca del
puerto avistaron la silueta de un buque que identificaron como el blindado " Blanco ", que estaba fondeado y
amarrado a una boya, con su proa apuntando al vapor " Bío Bío ", que estaba cerca del muelle. Los
cazatorpederos se acercaron a toda velocidad pegados a la costa norte de la bahía, siendo recién avistados
cuando se encontraban a 1.000 metros del blindado "Blanco, rompiéndose el fuego sobre ellos. El
cazatorpedero " Condell ", iba adelante seguido del cazatorpedero "Almirante Lynch. En el primero, al estar a
150 metros del blindado, el Comandante Moraga disparó el torpedo de proa el que pasó por la proa del "
Blanco" y raspó la quilla del vapor " Bío Bío ". El cazatorpedero cayó a estribor y con diferencia de segundos,
los Tenientes Vargas y Rivera dispararon los dos torpedos de babor, sin éxito. Luego a toda velocidad salió de
la bahía, mientras intercambiaba el fuego con el blindado. El cazatorpedero " Lynch " que seguía al
cazatorpedero "Almirante Condell, aumentó su velocidad y a menos de 150 metros, el Comandante Fuentes
lanzó el torpedo de proa sin dar en el blanco, cayéndo a estribor rápidamente y cuando estaba a 40 metros del
blindado lanzó un torpedo de babor, el que hizo impacto a popa de la sala de máquinas, en el salón de
dínamos, apagándose de inmediato el alumbrado y paralizando toda actividad bajo cubierta. De inmediato
salió de la bahía bajo el fuego del blindado el que le ocasionó cuatro heridos. En escasos minutos el blindado
se escoró a estribor y comenzó a hundirse y esta reliquia de la Guerra del Pacífico y de glorioso pasado
desapareció en pocos minutos de la superficie, dejando como saldo 11 oficiales y 171 tripulantes y civiles
muertos, entre ellos el Secretario de la Junta de Gobierno, don Enrique Valdés Vergara, aparte de la pérdida
de armamento, municiones y vituallas para las tropas que se encontraban en tierra. Entretanto, los
cazatorpederos salían de la bahía y confirmando el hundimiento del blindado, se dirigieron a reunirse con el
transporte "Imperial, que habían dejado oportunamente en un punto de rendez− vous. El miembro de la Junta
de Gobierno, don Ramón Barros Luco se salvó asido de la cola de una vaca, que era parte del ganado en pie
que se acostumbraba a llevar a bordo, porque no sabía nadar. Este hecho marca un hito importante en el
desarrollo de los torpedos, pues fue la primera vez en el mundo que un torpedo autopropulsado hundía un
buque. Asimismo, la pérdida del blindado de glorioso pasado, fue un gran golpe material y moral para las
fuerzas congresistas.
COMBATE DE CALDERILLA
(23 de abril de 1891)
Los cazatorpederos confiando en su rápido andar, entraron nuevamente en la bahía de Caldera para cerciorarse
del hundimiento del blindado "Blanco". Luego se alejaron con rumbo sur. A las 7 de la mañana fueron
avistados por el transporte "Aconcagua", que comandaba el Capitán de Corbeta Vicente Merino Jarpa. A los
cuatro mil metros de distancia, Merino Jarpa abrió el fuego y acortando la distancia a mil metros, uno de los
disparos impactó al cazatorpedero "Almirante Condell", que tuvo que huir hacia el sur, junto con el
cazatorpedero "Almirante Lynch". A las 8.20 horas cesó el fuego, habiendo disparado el vapor "Aconcagua"
97 tiros de los cuales acertó uno. Los cazatorpederos hicieron 400 disparos de los cuales sólo acertaron 8 de la
obra muerta del transporte.
SITUACION POLITICA DEL PRESIDENTE BALMACEDA
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El 6 de febrero de 1891, el Presidente José Manuel Balmaceda Fernández nombró Ministro del Interior a
Domingo Godoy Cruz, quien tomó drásticas medidas en contra de los opositores, vulnerando las garantías
constitucionales y cometiendo innumerables abusos, especialmente en contra de familias pudientes.
El abuso de poder ejercido por el Ministro Godoy, rápidamente incrementó el descontento de la opinión
pública y el número de personas que se oponían al Gobierno del Presidente José Manuel Balmaceda, por lo
que a medida que pasaba el tiempo, el apoyo al Gobierno era cada vez menor. El Ministro Godoy hizo más
daño al Gobierno de Balmaceda que las acciones de la oposición.
ADQUISICION FRUSTRADA
Ocupadas las provincias nortinas, la Junta de Gobierno se halló incapacitada para aumentar su ejército por
falta de armas. El agente Ricardo Trumbull compró en EE.UU. de N.A. cinco mil fusiles Remington y dos
millones de tiros, que debían embarcarse en la goleta "Robert and Minnie " para que en isla San Clemente,
frente a las costas de California, se transbordaran al transporte "Itata". El 30 de abril de 1891 zarpó el
transporte, desde Arica, escoltado por el crucero "Esmeralda" , dirigiéndose a islas Galápagos, donde
efectuaron faena de carbón. Luego el crucero se dirigió a Acapulco donde rellenaría carbón y esperaría al "
Itata ", para escoltarlo en el viaje de regreso. El transporte " Itata ", antes de recibir el cargamento de armas,
recaló a San Diego, California, el 3 de mayo de 1891 para embarcar carbón y víveres para su buque y el
crucero " Esmeralda ", que permitiera el regreso a Chile. De esta manera se impediría que el gobierno
norteamericano, que estaba a favor del Presidente Balmaceda, incautara las armas, invocando neutralidad. Los
agentes de Balmaceda convencieron a las autoridades norteamericanas de impedir el zarpe del " Itata ", para lo
cual, embarcaron un comisario para vigilar el buque. Como éste había sido recibido conforme por las
autoridades marítimas, no se impidió el carguío de carbón y víveres. Cuando el buque pidió los documentos
de despacho para poder zarpar, esto le fue negado reiteradamente. Su Comandante, Capitán de Fragata
Alberto Silva Palma decidió entonces zarpar sin los documentos de despacho ni de sanidad, lo cual efectuó el
día 6 de mayo, desembarcando al comisario en una lancha de prácticos en la boca del puerto. Luego se dirigió
a encontrarse a la brevedad con la goleta " Robert and Minnie ", que era buscada por buques de la Armada
norteamericana para confiscar su cargamento. Cuando esta operación estaba en ejecución, el gobierno
norteamericano ordenó al Almirante Mac−Cann, Jefe de la Flota del Pacífico, la captura del transporte "Itata"
y en caso de no alcanzarlo en la mar, exigiera su devolución a su recalada en Iquique. El transporte "Itata"
logró recibir el embarque y eludir a sus perseguidores, recalando en Iquique el 3 de junio de 1891. El crucero
"Esmeralda" debió regresar independientemente debido a no poder conseguir oportunamente carbón en
Acapulco. Sin embargo, las presiones del gobierno norteamericano llevaron a la Junta de Gobierno a entregar
el buque al crucero "Charleston" el 13 de junio, que lo hizo regresar con su cargamento, escoltado a EE.UU.
de N.A.. Posteriormente la Corte de Justicia de EE.UU. de N.A. dictaminó que la retención del transporte
"Itata" había sido una arbitrariedad del gobierno norteamericano y un atentado en contra sus propias leyes. El
buque y su cargamento fueron dejados en libertad el 30 de septiembre de 1891, cuando la Guerra Civil había
terminado.
LA ESCUADRA SE DIRIGE A CALDERA
(20 de julio de 1891)
El 20 de julio de 1891 zarpó de Iquique a Caldera un convoy formado por los transportes "Maipo",
"Amazonas" y "Trumao", que conducían a parte del ejército congresista y eran escoltados por el monitor
"Huáscar" y cañonera "Magallanes". Arribaron a Caldera el 24, desembarcando la tropa que se dirigió a
Copiapó. Otra parte del ejército se embarcó en los transportes "Cachapoal" y "Copiapó" y escoltados por el
monitor "Huáscar" llegaron a Caldera el 2 de agosto para desembarcar la tropa que se dirigió a Copiapó.
EL EJERCITO CONGRESISTA SE DIRIGE AL SUR
(15 y 16 de agosto de 1891)
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En Copiapó se aumentó el ejército hasta completar diez mil hombres y en conocimiento que el Comité
Revolucionario que actuaba en Santiago y Valparaíso, planeaba cortar el telégrafo, volar los puentes de
ferrocarril y tener un regimiento de caballería de ochocientos hombres, listos para proteger cualquier
desembarco en esa zona, se decidió hacerlo cerca de Valparaíso, en Quintero y la fecha se fijó entre el 15 y el
20 de agosto, debido también al zarpe de los cruceros "Presidente Errázuriz" y "Presidente Pinto" desde
Europa, lo que podría favorecer la situación de las fuerzas balmacedistas, a su recalada a Chile.
Entre el 15 y el 16 de agosto el ejército congresista, compuesto por 9.284 hombres, se embarcó en los puertos
de Huasco y Caldera en los transportes "Aconcagua", "Amazonas", "Maipo", "Cachapoal", "Bio Bio",
"Copiapó", "Limarí", "Isidora Cousiño" y corbeta Abtao, escoltados por el crucero Esmeralda, la cañonera
Magallanes, el blindado Cochrane, y la corbeta O'Higgins, que se dirigieron al sur. El apoyo logístico se
embarcó en los escampavías Condor y Huemul, remolcador minero, Carlos Roberto, Ditsmarshen y
Birsnmarck.
DESEMBARCO EN QUINTERO
(20 de agosto de 1891)
El 20 de agosto a las 06.00 horas comenzó el desembarco en la bahía de Quintero sin oposición, a pesar de
que el Presidente José Manuel Balmaceda Fernández había telegrafiado al General José Miguel Alcérreca
Saldes, de la posibilidad que sus enemigos desembarcaran en ese puerto.
A las 23.00 horas había desembarcado la totalidad del ejército, que se dirigió hacia el río Aconcagua, donde
tomó posiciones para el enfrentamiento contra el ejército balmacedista.
LA BATALLA DE CONCON
(21 de agosto de 1981)
A las 07.00 horas del día 21 de agosto se inició la batalla en Concón Bajo, con duelo de artillería. A las 09.30
horas las tropas gobiernistas que vigilaban el vado de Verdejo abandonaron sus posiciones, permitiendo el
cruce del río Aconcagua a parte de las tropas congresistas, mientras el resto atacaba frontalmente para permitir
el vadeo. La corbeta O'Higgins y el crucero Esmeralda se aproximaron a la playa y abrieron fuego sobre las
tropas gobiernistas, lo que produjo el desbande de parte de ellas. La batalla tuvo diferentes alternativas que
pudo dar la victoria a cualquiera de los dos bandos, pero la alta moral de las tropas congresistas, se sobrepuso
a las dificultades propias de una contienda bélica, y a las 16.00 horas las tropas gobiernistas huían en
desbandada hacia Viña del Mar, Quilpué y Quillota. De los ocho mil hombres de las tropas gobiernistas
quedaron en el campo de batalla más de 2.200 entre muertos y heridos y 2.000 prisioneros. Cayeron en poder
de los vencedores toda la artillería, municiones, parque y miles de fusiles. Los congresistas tuvieron 400
muertos, 600 heridos y 122 desaparecidos, que corresponden a los muertos y ahogados en el cruce del río.
VIÑA DEL MAR
(23 de agosto de 1891)
Después de la derrota de Concón, el día 22 entre las 19.30 horas y las 01.00 horas del día 23, las fuerzas
gobiernistas, que se habían reforzado con tropas traídas de Concepción y de Santiago, tomaron posición en los
cerros en forma de semicírculo, que corren en la ribera sur del estero Marga Marga y cierran el camino a
Valparaíso. El ala izquierda quedó apoyada en el fuerte Callao (hoy Palacio Presidencial del cerro Castillo) y
la derecha a la altura del actual barrio Chorrillos y El Salto. A pesar de los 8.000 hombres que había reunido
el Gobierno, que podían representar un valor militar apreciable, sin embargo por su moral quebrantada
después de la derrota de Concón y la falta de municiones, no constituían una barrera apreciable, que se
opusiera a las fuerzas congresistas para la ocupación de Valparaíso. Los planes congresistas tenían previsto
iniciar el ataque a las 02.30 horas del día 23, pero debido a la distancia de 800 metros a campo descubierto
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que existía entre las posiciones gobiernistas y la línea de inicio del ataque congresista (aproximadamente lo
que es la avenida 15 Norte, bajada de Santa Inés), se decidió suspenderlo. A pesar de lo anterior, se produjo
un cañoneo entre la artillería gobiernista y la de los congresistas. Se sumaron a este cañoneo el blindado
Cochrane, el crucero Esmeralda, Aconcagua y Cachapoal, que dispararon sobre el flanco izquierda de las
fuerzas balmacedistas y el fuerte Callao, sin mayores consecuencias.
BATALLA DE PLACILLA
(28 de agosto de 1891)
Las vacilaciones de los jefes del ejército gobiernista, hicieron retirar las tropas, envíandolas por un lado a
reforzar Quillota y por otro lado a establecer una barrera defensiva en las alturas de Placilla, para impedir el
paso de las tropas congresistas a Santiago. El ejército del Congreso envió fuerzas a Quilpué, para operar sobre
Limache. Con otras fuerzas cortó la línea férrea en el puente Las Cucharas, entre Quilpué y Viña del Mar. Al
mismo tiempo varios regimientos balmacedistas se pasaron al bando del Congreso. Aunque las ventajas
estaban todas de parte de las fuerzas congresistas, sus jefes vacilaban en atacar a las fuerzas ubicadas en
Placilla. La férrea voluntad del Capitán de Navío Jorge Montt Alvarez fue necesaria para imponer la orden de
ataque a los jefes de su ejército. Las fuerzas balmacedistas habían logrado reunir 9.500 hombres, 40 cañones y
abundantes municiones. Las fuerzas congresistas reunían 11.000 hombres, abundante artillería y municiones.
Esta batalla fue la más sangrienta de la Guerra Civil, en la cual murieron heroicos jefes, oficiales y soldados
que se habían distinguido por su valentía durante la Guerra del Pacífico, como asimismo destacados
personajes de la vida pública de la nación. La victoria de las fuerzas congresistas fue aplastante y decisiva. La
derrota fue completa y definitiva. El ejército vencido tuvo 1.115 muertos y 2.500 heridos, lo que equivale a
más del 30 por ciento de fuerzas efectivas. El ejército vencedor tuvo 2.070 bajas entre muertos y heridos, lo
que equivale al 20 por ciento de sus fuerzas efectivas. Las puertas de Santiago quedaron abiertas y el
Presidente José Manuel Balmaceda Fernández dimitió y se asiló en la Legación argentina, suicidándose el 19
de septiembre de 1891. El Capitán de Navío Jorge Montt Alvarez fue ascendido a Almirante y con fecha 6 de
enero el Vicepresidente del Senado, don Waldo Silva, y el Presidente de la Cámara de Diputados, don Ramón
Barros Luco, remitieron al Comandante Montt el Acta redactada el 1o. de enero y le comunicaban la
organización de una división naval, que quedaba entregada a su mando, para restituir el derecho Gobernó un
período de 5 años, en el cual trató de reconciliar a los chilenos, dictando varias leyes de amnistía que
permitieron a muchos marinos y militares, que habían combatido en las fuerzas balmacedistas, poder
reincorporarse al Ejército y a la Marina.
Consecuencias de la guerra civil de 1891
El triunfo del congreso prolonga por veintinueve años la vida corporal del régimen portaliano
Alberto Edwards solo dio forma a un convenio que surge con el rigor de un teorema de la génesis de la
revolución de 1891, al decir: Balmaceda vencedor no habría detenido el curso de la historia, como no lo
detuvo don Manuel Montt después de cerro grande.
Pero si el triunfo de Balmaceda no habría podido restablecer el régimen de 1830, tampoco podía conducir a la
implantación del de 1892 − 1920. Con las reservas que impone lo previsto; o sea, el afloramiento de otra de
las posibilidades implícitas en todo momento histórico, casi seguramente se habría seguido un periodo de
anarquía, pasajera o prolongada, y de dictaduras templadas o sanguinarias.
La vida de una forma política que tiene en contra el setenta y cinco por ciento de la opinión consciente de un
país, es sencillamente imposible. El gobierno, apoyándolo solo en los elementos que quedaron del lado de
Balmaceda, a pesar de los veinte o treinta hombres de talento y de valer moral que figuraban en ellos, en 1892
se habría derrumbado sin necesidad de los empellones de las tres cuartas partes restantes de la opinión.
Se han visto que el propósito del presidente electo, Claudio Vicuña, era entenderse con la aristocracia
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revolucionaria; y que este era también el pensamiento de la mayoría de los hombres sensatos y de valer que
acompañaron a Balmaceda hasta el desenlace de La Placilla. Es posible que estemos en un gran error, pero los
documentos que se conservan de Balmaceda y las informaciones de los hombres más sagaces, entre los que
estuvieron en su intimidad hasta el final, nos han dejado el convencimiento de que, vencida la revolución y
eliminados del congreso los caudillos políticos que odiaba y los desertores del partido liberal de gobierno,
antes de dejar el poder, habría iniciado una política de apaciguamiento de las pasiones y de vuelta a la
normalidad, durante el régimen de la nueva constitución.
Mas para el propósito de Vicuña y la política de apaciguamiento de Balmaceda, hubiesen sido viables, se
necesitaba de un nuevo fíat. Ni la benevolencia ni los halagos podían quebrantar el impetu de los, postulados
de la revolución vencida, cuya vitalidad iba en ascenso, fortalecidos por la idealización aneja al fracaso
material. Ni al grueso de los vencedores habrían alargado mansamente el pescuezo para ser degollados como
corderos, ni el ejercito, movilizado para fines políticos desde julio de 1890, ensombrecido por la victoria y con
la conciencia de ser el único apoyo de un gobierno sin base de opinión activa, se habría mantenido en la
obediencia pasiva mas allá de las idas de gobierno que quedaban a Balmaceda.
El triunfo del ejercito congresista en Concon y La Placilla prolongo por veintinueve años la vida material del
régimen portaliano.
Balance económico de la revolución
En cuanto al aspecto económico, la guerra civil de 1891 coincidió con la nueva declinación del lugar que
Chile ocupaba en las Américas españolas; y esta coincidencia ha dado pie a las pasiones políticas y a la
miopía sicología para convertirla en comodín que explica las ventajas que nos han tomado el Brasil y la
República Argentina y que pronto nos tomaran otros pueblos hermanos.
Dado el habito, inveterado en chile, de ocultar las bajas y los datos contradictorios de los partes oficiales de
los jefes de ambos bandos, es imposible precisar el numero de muertos en el conflicto armado. Pero se le
puede estimar, con la confianza de no errar mucho, en unos 6000, incluyendo los fusilamientos y los heridos
que fallecieron en los hospitales. Más incierto aun es el calculo de los heridos inutilizados para la actividad
productora. Para redondear cifras, se les ha estimado en 400. Una perdida de 10000 hombres casi no cuenta en
un pueblo de 3000000 de personas.
Según la memoria de Hacienda, los gastos del ejercicio financiero de 1891 ascendieron a $104.628.402,38,
distribuidos así:
Junta de Gobierno $15.220.254.72
Gobierno Dictatorial $61.626.732.97
Gobierno Provisorio $27.781.414.69
Total $104.628.402.69
A esta cantidad habría que agregar $5.000.000 valor de las cuentas de ambos gobiernos pendientes al cerrar el
ejercicio financiero de 1981. Así es que el gasto total seria de $109.069.808.97.
El presupuesto de paz para 1891 era el mismo de 1890; o sea, $67.069.808.97
El costo de la revolución habría sido, pues en números redondos de $42.500.000 de 16 a 22 peniques.
Las entradas ordinarias ascendieron a $55.723.310.45, pero como al iniciarse el año financiero había en caja
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$15.619.779.66, la revolución solo aumento la deuda, en números redondos, en $38.000.000, y distrajo para
gastos militares parte de los fondos destinados a las obras publicas en construcción.
Mas pesaron los quebrantos materiales de la economía nacional, pero no habiendo alcanzado a cumplirse la
orden de destruir las salitreras, sus efectos se limitaron a agravar la gran crisis económica que empezó en
1893.
Es aventurado comparar las consecuencias económicas de trastornos de índole tan diversa y tan distantes en el
tiempo como las revoluciones de 1851 y 1859 y la guerra con España y la lucha civil de 1891: pero si se
recuerda que las primeras nos costaron la perdida de nuestra marina mercante, una intensa crisis económica
que se prolongo, con cortas reacciones hasta 1879, y que pesaron decisivamente en la perdida de la Patagonia,
quizás no se exageraba afirmando que los quebrantamientos originados por esta ultima fueron menos
trascendentales, atendida la vitalidad económica del pueblo chileno en el segundo tercio del siglo XIX y al
finalizar el mismo siglo.
La menor celebridad del ritmo del desarrollo económico, a partir del ultimo cuarto del siglo XIX, y la rapidez
con que fue sobrepasado por el de otras secciones de América, se deshizo a causas sociológicas que emana de
la naturaleza de los elementos físicos y de la posición geográfica.
Exageración de las consecuencias económicas políticas y sociológicas de la crisis de 1891
Por la ilusión muy explicable, se han atribuido a la crisis de 1891 las consecuencias de tres procesos históricos
trascendental que venían de antiguo, pero que solo afloraron después de esa fecha: la crisis moral (1896 −
1900), el predomino político del elemento andaluz (1920) y las repercusiones de la desintegración espiritual
de la civilización occidental (1900 − 1951)
La crisis moral, o sea el eclipse del optimismo y de la confianza en sus destinos, características de todo un
pueblo joven, sano, sociológicamente bien constituido, volcó a su turno, un frasco de tinta sobre la visión del
periodo 1892 − 1920, y engendro una idealización exagerada del de 1830 − 1891.
Por otro lado, Chile nuevo, o sea, el advenimiento al poder del elemento meridional en 1920, por necesidad de
su afianzamiento y duración, necesitaba desprestigiar al régimen que suplantó.
Si apartamos estas lentes de refracción, no tardamos en advertir que los grandes procesos sociológicos que se
desarrollaron en el periodo de 1892 − 192, son totalmente extraños a la revolución de 1891, salvo el fracaso
de las ilusiones cifradas en la libertad electoral, la autonomía de los partidos y el régimen parlamentario, que
se cuenta en el complejo de factores que gestaron la crisis moral. Pronto advertiremos también que la distancia
entre el periodo 1830 − 1891 y el de 1892 − 1920 es muy corta, comparada con ale media entre este ultimo
periodo y de 1920 − 1951.
Parálisis política
En nuestro empeño por que Alberto Edwards escribiese la historia que nosotros no deseábamos escribir, y
que, al fin, no escribió, para facilitarle la tarea le confeccionamos memorados con la interpretación de algunos
periodos históricos, a fin de que comprobara y utilizase, si concordaban con su propio juicio. Como ocurre
casi invariablemente con estos aportes oficiosos. Sobre todo si se les utiliza veinte años mas tarde, se
produjeron numerosas incoherencias en el texto de La fronda aristocrática en Chile.
Algunos de estos lapsus en la interpretación de las consecuencias de la crisis de 1891, han impuesto la
creencia de que engendro una parálisis política completa, que se prolongo hasta 1980. He aquí las frases de La
fronda aristocrática en Chile que han impuesto el error: El desenlace de la larga lucha entre el
presidencialismo y la fronda, trajo como consecuencia un periodo de letárgica política, tal como antes no lo
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había conocido la República. Por mas de un cuarto de siglo, todo iba a permanecer inmutable...La inmovilidad
absoluta era la única política que permitía a un gabinete permanecer en funciones por poco mas de dos
meses... El poder de los presidentes, debilitado ya desde hace tiempo atrás, no fue en adelante sino a una
sombra de si mismo
Estas frases, tomadas aisladamente, no reflejaban con fidelidad la fisionomía política del periodo de 1892 −
1920. Como se vera en la historia de la República parlamentaria el régimen parlamentario tal cual se practico
en Inglaterra durante la época Victoriana, se limito a respetar el juego de los partidos son inmiscuirse en él, y
a entregar el gobierno al jefe político designado por la mayoría del momento, pero sin abdicar ni delegar en
nadie la alta responsabilidad del poder. Riesco dejó hacer a los partidos, limitándose a encaminar con cierta
destreza y sagacidad las soluciones que divisa en los asuntos trascendentales. Barros Luco, discípulo de Pérez,
encarnación exagerada de una de las variantes de la aristocracia castellano − vasca, padre del aforismo de que
la mitad de las dificultades se resuelven solas y la otra mitad no tiene solución y ya anciano ganado por la
usura e incapaz de ejercer por si mismo el gobierno, lo delego de hecho en Sanfuentes en lo que respecta al
tejemaneje de la, política interna y en las aves de paso de sus ministerios en los demás aspectos. Pero
Errázuriz Echaurren, Pedro Montt y Sanfuentes, mas allá de la rotativa ministerial y de la parodia de
parlamentarismo ingles, ejercieron el mando con toda la eficacia que permitía el momento político en que
gobernaron.
Tampoco concuerda con la realidad la creencia de que los periodos de anulación del ejecutivo datan del
desenlace del conflicto de 1891. Pérez era más inteligente sagaz que Barros Luco, y sin embargo gobernó
menos que él. Pinto era inteligente, quizás el hombre más ilustrado de su generación y la más alta
personalidad moral que haya gobernado un país hispanoamericano después de Manuel Montt, pero carecía de
voluntad activa y de don de mando, y en realidad gobernó menos que risco.
En el mismo poder omnimodo de los presidentes portalianos hay bastante de mito. Los más enérgicos y
progresistas, como Montt, se limitaron a dar espuelas al contenido de la aristocracia que les servia de pedestal,
y cuando quisieron ir mas allá, como le ocurrió al propio Montt y a Santa María, alarmados por las sacudidas
de las bases que sustentaban al régimen, dieron maquinas atrás, y el único que intento proseguir, Balmaceda,
dio en tierra con el régimen. Recuérdese todavía que, salvo Errázuriz Zañartu, ninguno de los ocho
presidentes potarlianos logro imponer el sucesor que deseaba.
El régimen portaliano, como realidad espiritual y material, aun en el periodo de 1830 − 1896, fue siempre un
dos y dos, entre el mandatario y la aristocracia, y continuo siéndolo durante los veintinueve años que
sobrevivió a su disolución espiritual.
La muerte espiritual del régimen portaliano.
Todos los que vivieron conscientemente los veinte años corridos entre 1880 y1900, intuyeron en forma
confusa que algo, que nadie acertaba a explicarse, que había cambiado en Chile, todo cerebro de alguna
sensibilidad que intente formarse una representación del periodo histórico de1830 − 1891 y de su
prolongación material hasta 1920, advertirá que un cambio de orden espiritual venia realizándose en el alma
colectiva desde 1861; que, con periodos de aceleración y de calma, atravesó los gobiernos de Pérez, Errázuriz
Zañartu, Pinto, Santa María, Balmaceda y Jorge Montt; culmino entre 1896 y 1900, y tomo forma concreta en
esta ultima fecha con la sensacional disertación de Mac−Iver sobre la crisis moral de Chile.
El primero es presentir el advenimiento del fenómeno fue el presidente Montt, y el primero en aprehenderlo
concretamente, en el futuro presidente Pinto. Se recordara que en carta del 10 de mayo de 1869, decía a
Amunátegui: Siempre sucederá que vivimos molestados con la convicción de que en Chile el orden y el
progreso no son hechos normales, sino un accidente que una combinación muy posible de circunstancias
puede destruir. Los que estuvieron en la intimidad del ex presidente Montt en sus últimos tiempos, recordaran
que el temor de que el pueblo chileno naufragara en la mas completa disolución moral y cívica amargo sus
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últimos idas. Veía con tal claridad el peligro, que su resistencia a la declaración de la guerra del Perú provino
fundamentalmente del temor de que la podredumbre peruana del segundo tercio del siglo XIX, que había
tenido oportunidad de conocer de cerca, prendiera por contagio en el pueblo chileno vencedor. El
convencimiento de que la riqueza salitral había sido la tumba de la austera moralidad chilena de otros tiempos
se generalizo después de 1882. El presidente Santa María, cuya áspera honradez alcanzo los caracteres de una
obsesión, entero su periodo de gobierno atormentado por el temor de la próxima disolución moral del pueblo
chileno.
Este temor, impreciso e irracional, que los mismos que lo albergan atribuían a causas demasiado altas o
demasiado baladíes: el carácter artificial del orden en Chile (pinto); el contagio peruano y las consecuencias
de los rumbos en la enseñanza (Montt); la riqueza salitral (Santa María y el grueso que lo albergaban), tenían
y no origen concreto inmediato, pero invisible: el desvanecimiento gradual de las poderosas fuerzas
espirituales que informaron el régimen portaliano. Habían surgido, en la forma de una violenta eclosión, a raíz
del triunfo de Yungay; con pasajeros eclipses, se mantuvieron intactas hasta el final de la administración
Montt; empezaron a declinar la de Pérez; experimentaron el primer bajón a raíz del predominio del
americanismo y del desastroso desenlace de la guerra con España, y un segundo, aun más recio, durante
Errázuriz Zañartu, con el apogeo del reformismo, y hacia el final de la administración Santa María, estaban ya
reducidas a una sombra vana.
Las manifestaciones del proceso se advierten con un gran relieve y tenaz persistencia a través de la
documentación. Pero, como todo lo que emana del fondo místico del alma humana, pertenece a un orden de
fenómenos cuyo origen es racionalmente inaprehensible y que la historia no debe explicar. Mas adelante en la
historia de la República parlamentaria tendremos que volver sobre él, en cuanto elemento del complejo de
factores que determinaron el fenómeno que Mac−Iver llamo la crisis moral de Chile. Conviene, sin embargo,
subrayar dos datos que proyectan alguna luz.
Mientras las virtudes cívicas activas empezaron a declinar hacia 1861 y 1896 estaban recluidas en el fondo de
la conciencia de algunos políticos dispersos en todos los partidos, la honradez, la decencia y la cordura
negativa atravesaron intactas la revolución de 1891 y solo desaparecieron con el desplazamiento de la
aristocracia castellano − vasca por elemento meridional en masa.
Al paso que la honradez, la decencia y la cordura emanaban del fondo del alma castellano − vasca, el espíritu
público, la abnegación cívica, la entrega de todo el propio contenido y el sacrificio de toda legitima aspiración
personal en aras de la patria en la forma en que se exteriorizó en Portales, Montt, Varas y Tocornal y que
despidió su ultimo destello con Rafael Sotomayor, era una simple sugestión de índole mística, que lejos de
emanar del fondo racial, venia de afuera hacia adentro, un sahumado, si se nos permite la imagen.
Pasando las repercusiones sociológicas de la muerte espiritual del régimen portaliano, dice Alberto Edwards:
la República continuo estando en forma... el sentimiento legitima hereditario que constituía su fundamento
espiritual, se había fortalecido y no debilitado con el desenlace de la crisis. Al suprimir, por distracción o
porque no alcanzaba con su propio criterio el adverbio del texto del memorando que le dimos para ayudarlo en
su proyectada Historia de Chile, y que decía: la república continuó diciendo aparentemente un Estado
orgánico, altero el fondo del pensamiento poniéndolo en contradicción con lo que le antecede y lo que le
sigue. Lo que atravesó intacto el periodo 1892 y 1920 no fue el Estado orgánico (o en forma) surgido del
pasado colonial chileno, de las características de la aristocracia castellano − vasca, y del momento histórico,
fecundado por el genio de Portales, sino su envoltura externa, su cuerpo. Las fuerzas espirituales que lo
animaban se había extinguido antes de 1891. Su vida material prosiguió en el periodo de 1892 − 1920
impulsada solo por el envión del pasado gracias a que las fuerzas que debían sustituirlos no habían tomado el
vigor necesario para desplazarlo.
Indice
17
Introducción............................................................ 2
Causas..................................................................... 3
Gobierno de Balmaceda 3
Causas Politicas y Economicas 5
Desarrollo................................................................ 6
Fuerzas Navales comparadas 7
1ª operaciones Navales 7
Actividades en el norte 8
Otras actividades 8 Campaña en el norte 9
Toma de Pisagua 9
Refuerzos Balmacedistas al norte 10
Combate en San Francisco y Huara 10
Combate de la Aduana de Iquique 12
Ocupacion de los puertos del norte 13
La junta de gobierno y sus 1ª medidas 15
Hundimiento del blin. Blanco en Caldera15
Combate en Calderilla 16
Adquisicion Frustrada 17
La escuadra se dirige a Caldera 18
El ejercito congresista dirige al sur 18
Desembarco en Quintero 19
La batalla de Concon 19
Viña del Mar 20
Batalla de Placilla 20
Consecuencia.......................................................... 22
Indice........................................................................ 28
18
Bibliografía
• Historia de Chile
Editorial Santillana
• Biblioteca Virtual Armada de Chile
• Historia de Chile Tomo IX−X
Ercilla
• Apuntes Preuniversitario CEPECH
• Historia de Chile Ilustrada
La Tercera
• Enciclopedia Apuntes Tomo III
Publicaciones Lo Castillo
1
29
19
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