1 DOMINGO II T.O. CICLO B 2015 Unos hombres se encuentran con Jesús. Se encuentran con Jesús (esta es la clave). Todo lo contrario de lo que se vive hoy día en gran parte del cristianismo: mucha gente cree en alguna cosa, pero no conoce a Cristo, porque no se molestan en buscarle y por tanto no lo encuentran o porque no son ayudados para que lo encuentren. Y entonces la fe de no pocos se reduce a creer: -que después de la muerte hay algo; que las cosas parece no se acaban con la muerte; que hay premio o castigo... -que solo hay que cumplir unos mandamientos; que hay que cumplir por obligación el precepto dominical; que los ritos tienen que seguir unas normas; que el cura tiene que vestir de una determinada manera, y decir ciertas palabras... -que hay cosas que se pueden hacer y cosas que no; que hay cosas que son pecado y cosas que nos dan la gracia; que la gracia es una cosa buena que nos da Dios. Así podríamos seguir……. - Y con frecuencia muchos reducen lo religioso a asistir en momentos especiales y excepcionales al templo con motivo de un bautizo, un entierro. O quizás con más frecuencia para asistir al culto. Y se conforman con repetir unos enunciados en los que dicen creer, y con los que se contentan. ¿Y el resto de la vida? El resto de la vida, muchos piensan, no tiene nada que ver con lo religioso, a no ser aquello de que "Dios lo ve todo" y, por tanto, hay que andarse con cuidado. Pero bueno, como Dios es misericordioso, no importa el no distinguirse de los demás. Y a vivir que son dos días. Y por tanto la celebración y la vivencia de la fe, la tienen como un añadido del que se puede prescindir cuando convenga sin ningún problema ante cualquier compromiso que pueda surgir. Se trata de tener fe en algo que llaman “dios”, al que acuden cuando tienen alguna necesidad y al que contentan con alguna contraprestación. Y esta es la realidad en gran parte del cristianismo. Pues lo siento por desmontar el castillo de naipes en que muchos tienen instalada su fe. Esto no es tener fe en Cristo, ni ser creyente. Haber si por una vez en la vida se entiende: Tener fe es tener fe en Alguien, en un ser personal, en un ser vivo, con el que podemos dialogar, que nos interpela y nos da respuestas. De aquí la importancia, de lo que he dicho al comienzo: ENCONTRARSE CON CRISTO, estar con Él, escucharle y seguir su estilo de vida. Y eso se hace sobre todo con la oración, el silencio y con la celebración inexcusable de la Eucaristía. ¿Qué es lo que hacen los primeros que se encuentran con Cristo? Pues quedarse con Él para conocerle y después darlo a conocer: Jesucristo muerto y resucitado. No se dedican a trasmitir ni leyes, ni ritos o similares, sino a una persona: Cristo. Las leyes y ritos son para el funcionamiento de una comunidad pero no es lo esencial de la fe, haber. Hasta que no se entienda que lo esencial del cristianismo es la persona de Cristo pues iremos como vamos de mal en peor. Por tanto, insisto, nuestra fe es una fe en Alguien, no una fe en algo. Cuántas personas, sin embargo, se proclaman creyentes "muy fieles" porque viven muy pegados a prácticas religiosas aunque nunca han experimentado en su vida a Cristo. 2 Personas que pretenden acercarse al ámbito de lo divino saltándose el camino original y "directo" que es Jesús. Personas que ven en Jesús no una Persona que puede cambiar el sentido de sus vidas, sino alguien que de manera mágica les puede solucionar sus problemas. Personas que no caen en la cuenta de que Jesús, lo que nos pide son unos valores y un estilo de vida, que son los que Él mismo vivió en la vida. Personas que añoran un pasado irreversible en vez de apostar por un futuro mejor y distinto. O que ante cualquier compromiso, dejan el encuentro dominical con Cristo, y se quedan tan tranquilos. Personas que pretenden una fe privada y espiritual, en vez de una fe que lleve a comprometerse, a hacerse presente en las encrucijadas en las que se decide la transformación del mundo y la llegada del Reino. Personas que pretenden vivir una neutralidad basada en la religión, sin apostar -como Jesús- por los pobres y débiles, por la verdad y en contra de cualquier manipulación e indignidad. Personas que sustituyen el "bienaventurados los pobres" y lo traducen por simples limosnas para tranquilizar la conciencia. Amigos: quien ha experimentado el encuentro con Jesús resucitado sabe que no lo puede reducir a algo, porque Jesús es Alguien vivo, interpelante, transformador, ante quien no cabe engaño, ni disimulo. Si esa escena tan sencilla que hemos leído en el evangelio de hoy se hace realidad en nuestra vida, si nos encontramos con Jesús, tendremos la gran fortuna de empezar a creer en Alguien. Y vivir como El. Hay que hacer el ejercicio de buscar, es imprescindible. No existe la búsqueda automática. Hay que buscar insistentemente, hay que aprender a localizar su emisión, a veces incluso es menester saber interpretarla. Y, cuando llevemos tiempo ejercitándonos, y tengamos el hábito de hacerlo, no será, tan difícil "escuchar" la voz de Dios, sintonizar con El, irlo entendiendo. Si de verdad se quiere escuchar a Dios, hay que habituarse en ese ejercicio de "buscarle". Hay que comprender las dificultades que en esta tarea nos podemos encontrar. Pero una de las dificultades más importantes la pone la misma persona que lo busca, que prefiere el seguir instalado en la rutina del simple cumplimiento… Estamos cada día más acostumbrados a que nos traigan el mensaje a casa, a que nos lo den explicado y simplificado, a que nos entre, sobre todo, por los ojos. El mundo de la imagen crea adicción a base de bombardear publicidad, para convencernos de lo maravilloso que es lo que nos ofrecen porque va a solucionar todos los problemas y nos dará la plena felicidad.¿Y que pasa? Pues que se ha perdido la costumbre de buscar, de pensar y reflexionar si nos conviene o no... Y muchos quieren que Dios nos hable con el mismo lenguaje que el vendedor de jabones, el de colonias o el de electrodomésticos; y tenemos que reconocer que entre esas voces y la voz de Dios necesariamente hay diferencias sustanciales. Nuestras acusaciones a Dios, que muchas veces son muy sinceras, no dicen nada sobre Dios sino más bien sobre nosotros. Dios no es que esté en silencio sino que mucha gente está sorda, no escucha, porque lo consideran una pérdida de tiempo. Y aun admitiendo que, en ocasiones, no resulta nada fácil reconocer la voz de Dios, como nos lo muestra Samuel, en la primera lectura de hoy. Samuel no sólo nos enseña que a veces cuesta reconocer la voz de Dios. También nos enseña que el camino para superar esa dificultad es el de la constancia, la fidelidad, el empeño en oír su voz y responderle. 3 Dios nos habla a través de su Hijo, de la Iglesia, de la Biblia, de los hombres, de la creación... Y lo hace con una delicadeza suprema; no quiere herir nuestros oídos con grandes voces, pero tampoco nos obliga a forzar nuestros tímpanos para percibir sonidos casi inaudibles; simplemente nos habla, a diario, con y en las cosas de cada día, y de vez en cuando nos lanza una llamada más especial, en los acontecimientos especiales que nos toca vivir, sea la caída de un muro humillante como el de Berlín, sea la muerte de un ser querido... ¿Frente a la manía de decir que Dios guarda silencio, por que no adquirimos la costumbre de buscarle y escuchar allí donde Él nos quiere hablar. Y aceptar, sencillamente, que el nos envíe sus mensajes del modo y manera que- dentro del respeto que tiene hacia la libertad del hombremás conveniente vea El para nosotros? ¿Por tanto, habla o no habla Dios? La respuesta es, sencillamente sí; pero la pregunta clave no es ésa, sino esta otra: ¿Le Escuchamos o no? ¿No es verdad que lo que hacen muchos es escucharse a ellos mismos? "¿Qué buscáis?", les dice Jesús a Juan evangelista y a Andrés. Es su primera palabra, el primer sonido de esa voz que les va a revelar cosas extraordinarias y a llevarlos muy lejos. Jesús ve que están buscando. Hasta entonces, seguían al Bautista. Y sin vacilar, lo dejan, para seguir a aquel desconocido. Será su oportunidad más fantástica, y Juan evangelista indica con esmero la hora: las cuatro de la tarde. Jesús simpatizó pronto con ellos; le gustan los hombres capaces de dejarlo todo por él. Pero ya su primera pregunta empieza a penetrar en ellos: "¿Qué buscáis? ¿Qué esperáis de mí?". Muchos se engañarán sobre Él. Le dirá a la gente: "Me buscáis, pero ¿por qué? ¡Porque os he dado abundantemente de comer!". Preguntará a sus apóstoles: "¿Quién dicen la gente que soy yo...? Y para vosotros, ¿quién soy?". Y en este momento, me dice a mí y os dice a cada uno de vosotros: "¿Qué andas buscando? ¿Qué es lo que buscas cuando me buscas a mí?". Si, ¿que buscamos cuando acudimos a Él? Seguro que le buscamos para que sea Él guía de nuestras vidas y por tanto estamos decididos a seguirle? Amigos, Cristo actúa en el mundo y quiere actuar en nuestra vida, pero se necesita fe y constancia en la búsqueda, para encontrarle y comprobar que es lo más maravilloso que nos haya pasado en la vida. Muchas veces nos sentimos tentados de pensar sólo en el hombre de ayer. El habló, y nos gusta verlo como maestro de sabiduría; lo utilizamos para apoyar nuestras mejores ideas de justicia. Abrimos el evangelio como si fuera una caja de caudales, para buscar en él frases de oro. ¿Pero y el estilo de vida que nos propone? Pero ¿y a Él le buscamos? ¡El está vivo! Espera nuestros pasos para volver la cabeza y salirnos al encuentro y preguntarnos: "¿Qué quieres?". A esto no hay más que una respuesta, la que cambia toda la vida, la gracia de las gracias cuando brota de todo nuestro ser: "Lo que quiero, eres tú. Te busco a ti". Y además comprobareis, como dice Sta. Teresa: “Nunca falta Dios, a quien de veras le busca”. O, S. Agustín, que dice: “Cristo no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas”