ESCRITOS DE J - Fundación Consenso

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ESCRITOS DE
J. BRIAN
HARLEY
TRAZANDO UNA NUEVA RUTA
EN LA
HISTORIA
DE
CARTOGRAFÍA
LA
UN
CAMBIO
PERSPECTIVA
DE
LA NUEVA NATURALEZA
DE LOS MAPAS
Textos y contextos en la
interpretación
de
los
primeros mapas
Los mapas antiguos son testigos escurridizos. Sin embargo, ¿dónde estarían los historiadores sin ellos?
Entre los numerosos tipos de documentos que por lo general
utilizan los historiadores, los mapas son muy conocidos; sin
embargo, no son tan bien comprendidos. Podríamos hacer una
antología de afirmaciones que clasifican a los mapas no sólo
como "escurridizos" (adjetivo empleado por el distinguido
historiador I. Parry), sino también como "peligrosos" o "no
confiables". Los historiadores tienden a relegar los mapas, junto
con cuadros, fotografías y otras fuentes no verbales, a un tipo de
evidencia de menor categoría que la palabra escrita. Gran parte de la
investigación y de los textos históricos se realiza sin recurrir
sistemáticamente a los mapas contemporáneos. Aún más, Incluso
cuando se admite que los mapas son documentos, se les considera
útiles principalmente en pocas cuestiones históricas determinadas.
Por ejemplo, se reconoce ampliamente que los mapas son valiosos
para estudiar algunos temas dentro de la historia de los Estados
Unidos, como los descubrimientos, las exploraciones, la expansión
territorial y la planeación de ciudades. Con mucha menor frecuencia se considera que ofrezcan conocimiento crucial para
el proceso de la historia social. Cuando un historiador toma
un mapa, por lo general lo hace para responder a alguna
pregunta relativamente limitada acerca de la ubicación o la
topografía y. con menor frecuencia, para aclarar la historia
cultural o los valores sociales de algún periodo o lugar
especial. ¿Por qué han recibido este desprecio los mapas?
Parte de la respuesta, como ya se dijo, radica en las
actitudes de los historiadores. Escribir acerca de la historia
de los mapas per se ha sido, en el mejor de los casos, un
interés marginal de los principales historiadores; podemos
preguntar: ¿cuándo fue la última vez que The American Historical Revieu publicó un artículo sobre cartografía? No obstante,
parte del problema también radica en quienes se hacen
llamar historiadores de la cartografía. Al describir la
complejidad bibliográfica y técnica de los mapas, no han
logrado comunicar el conocimiento de su naturaleza social.
A la luz de estas tendencias, la respuesta a la pregunta
¿qué es un mapa? es el antecedente del cuestionamiento
fundamental de los mapas como documentos históricos.
¿Imagen o texto?
La percepción común de la naturaleza de los mapas es que
son una imagen, una representación gráfica de algún
aspecto del mundo real. Las definiciones que se pueden
encontrar en diccionarios y glosarios de cartografía lo
confirman. El papel del mapa es presentar una
manifestación concreta de una realidad geográfica dentro
de los límites de las técnicas de la topografía, de la
habilidad del cartógrafo y del código de signos conven-
cionales. Aunque los cartógrafos escriben acerca del
arte lo mismo que de la ciencia del trazado de mapas,
la ciencia ha ganado la competencia entre estas dos
opciones. El resultado es que cuando los historiadores
hacen una valoración de los mapas, sus estrategias
interpretativas son determinadas por esta idea de lo
que se dice que son los mapas. En nuestra cultura
occidental, por lo menos desde la Ilustración, se ha
definido a la cartografía como una ciencia concreta. La
premisa es que un mapa debe ofrecer una ventana
transparente al mundo. Un buen mapa debe ser
preciso. Cuando
un mapa no representa la realidad de una manera
adecuada sobre una escala concreta, se hace acreedor a
una calificación negativa. Los mapas se clasifican según
su correspondencia con la verdad topográfica. Se nos ha
dicho que la imprecisión es un delito cartográfico.
Este juicio de valor a menudo se traslada a la manera en
que leemos los mapas antiguos. Promueve un tipo de
interpretación en la que se subrayan las manifestaciones
de hechos o literales que hacen los mapas acerca de una
realidad empírica. Va sea que se describa la ruta costera
caribeña de un navegador del siglo XI X o los vestigios
de alguna ciudad fantasma después de la explotación de
una mina en el siglo XIX, se juzga al mapa en términos de
la ubicación de sus coordenadas, la forma de sus líneas
o la confiabilidad tienen los accidentes del terreno
medidos. Se usa única y exclusivamente como un
conjunto de hechos en la reconstrucción del pasado. De
ninguna manera estoy degradando la aplicación histórica
de los mapas. Como un índice de la ubicación de cosas,
procesos y hechos del pasado, los mapas son la única
forma de documentación. Ubicar acciones humanas en el
espacio sigue siendo el mayor logro intelectual de los
mapas como formas de conocimiento.
Sin embargo, hay una respuesta alternativa a la pregunta
de qué es un mapa. Para los historiadores, una definición
igualmente adecuada de un mapa es: "Una construcción
social del mundo expresada a través del medio de la
cartografía", Lejos de fungir como una simple imagen de la
naturaleza que puede ser verdadera o falsa, los mapas
redescriben el mundo, al igual que cualquier otro documento,
en términos de relaciones y prácticas de poder, preferencias y
prioridades culturales. Lo que leemos en un mapa está tan
relacionado con un mundo social invisible y con la ideología
como con los fenómenos vistos y medidos en el paisaje. Los
mapas siempre muestran más que la suma inalterada de un
conjunto de técnicas. La aparente multiplicidad de los mapas,
su cualidad de ser "escurridizos". Y no es una desviación
idiosincrásica de un perfecto mapa ilusorio. Más bien yace en
el corazón de las representaciones cartográficas. Aquí se
encuentra una oportunidad histórica. La fascinación que
ejercen los mapas como documentos creados por el ser
humano radica no únicamente en la medida en que son objetivos o
exactos, sino también en su ambivalencia inherente y en nuestra
habilidad para encontrar nuevos significados, agendas ocultas y
visiones del mundo opuestas de entre las líneas de la imagen.
Al introducir las formas de interpretación de los mapas de Norteamérica, propongo una metáfora interpretativa distinta. Serán discutidas
como un texto más que como una imagen de la naturaleza. Los mapas
son textos en el mismo sentido en que lo son otros sistemas de signos no
verbales como los cuadros, las impresiones, el teatro, el cinc, la
televisión y la música. Los mapas también comparten muchos intereses
comunes con el estudio del libro al exhibir su función textual en el
mundo y ser "sujetos de control bibliográfico, interpretación y análisis
histórico". Los mapas son un lenguaje gráfico que se debe decodificar.
Son una construcción de la realidad, imágenes cargadas de intenciones
y consecuencias que se pueden estudiar en las sociedades de su tiempo.
Al igual que los libros, son también producto tanto de las mentes
individuales como de los valores culturales más amplios en sociedades
específicas.
Signos, símbolos y retórica
Al igual que otros textos, los mapas usan signos para representar al
mundo. Cuando éstos son fijos en un género de mapas, los definimos
como signos convencionales. Los mapas no tienen una gramática como
el lenguaje escrito, pero igualmente son textos diseñados de manera
deliberada y creados bajo la aplicación de principios y técnicas, y
desarrollados como sistemas formales de comunicación. En la
cartografía moderna se ha trabajado arduamente para estandarizar
estas reglas de composición de los mapas. Los libros de texto y los
modelos nos dicen cuál es la "mejor" manera de representar
gráficamente al mundo en términos de líneas, colores, símbolos y
topografía. En cuanto a algunos de los mapas más antiguos, que
se describen más adelante, también existían libros de normas para
su construcción y diseño, así como vocabularios o signos
diferentes. Tales obras pueden fungir como una gramática o un
diccionario para aprender a leer o a traducir el texto del mapa.
La dimensión simbólica de los mapas también los relaciona con
otros textos. Los cartógrafos modernos por lo general consideran
que sus mapas son manifestaciones escritas concretas en el
lenguaje de las matemáticas; no obstante, siempre son metáforas
o símbolos del mundo. Más adelante se discutirá una forma de
interpretar estas capas simbólicas de significado mediante el
empleo de principios iconográficos.
Los mapas también son imágenes inherentemente retóricas. Es un
lugar común decir que la cartografía es un arte de persuasión. Lo
que va contra el conocimiento moderno es sugerir que todos los
mapas son retóricos. Los cartógrafos actuales distinguen entre los
mapas imparciales u objetivos y otros mapas usados con fines
propagandísticos o publicitarios que se vuelven "retóricos" en
sentido peyorativo. Los cartógrafos también aceptan que emplean
recursos retóricos como una forma de embellecer o adornar; sin
embargo, sostienen que debajo de esta apariencia cosmética
siempre está la base rígida de una ciencia verdadera. Lo que
sugiero es que la retórica cubre todas las capas del mapa, (como
imágenes del mundo, los mapas nunca son neutrales o sin valor, ni
siquiera completamente científicos. Cada mapa es un caso
distinto. Los mapas temáticos discutidos por Harrow y Grim, por
ejemplo, son especialmente retóricos. Son parte de un discurso
persuasivo y pretenden convencer. La suya no es una realidad
inocente dictada por la verdad intrínseca de los datos; están
penetrando al antiguo arte de la retórica. En su mayoría, los
mapas hablan ante un público específico y emplean invocaciones
de autoridad, especialmente los producidos por el gobierno, y
apelan a los lectores de diferentes maneras. El estudio de la
historia de la representación cartográfica, cuando se usa como
apoyo para la interpretación de los mapas como documentos
históricos, también es una historia del uso de los distintos códigos
retóricos empleados por quienes los trazan.
El contexto del cartógrafo
La regla básica del método histórico es que sólo se pueden interpretar
los documentos en su contexto. Esta norma se aplica igualmente a los
mapas, que deben llevarse de regreso al pasado y situarse
estrictamente en su propio periodo y lugar. Los lectores de este libro
pueden terminar decepcionados al enterarse de la escasez de
contextualizaciones de mapas en la historiografía de la cartografía. Los
libros de expertos sobre mapas, por ejemplo pasan por alto la realidad
social que se encuentra detrás de la decorativa etiqueta de precio. Los
especialistas técnicos en historia de los mapas, los preparados como
cartógrafos, casi nunca van más allá de la puerta del taller para
conocer el mundo exterior, El contexto se describe de una manera
simplista como "antecedentes históricos generales". Es necesario
entender que el contexto es un conjunto complejo de fuerzas
interactivas, un diálogo con el texto, dentro del cual resulta
fundamental para la estrategia interpretativa. Tendemos a relegar al
contexto como “allá afuera” y a los mapas que estudiamos como
"adentro". No es sino hasta que logremos derribar esta barrera, esta
falsa dicotomía entre un enfoque exterioriza y uno ¡menorista de la
interpretación histórica, que se podrá estudiar el mapa y el contexto en
el mismo terreno, Para lograrlo, es necesario diferenciar tres aspectos
del contexto que Influyen en la lectura de los mapas como textos."
listos aspectos del contexto en mi argumentación son: 1) el contexto del
cartógrafo, 2) los contextos de otros mapas, y 3) el contexto de la
sociedad.
El contexto del cartógrafo está representado en las primeras
interpretaciones de los mapas. Ya hace varios años el historiador J.
A. Williamson escribió: "Es imposible ser dogmático en cuanto a la
evidencia de los mapas, a menos que sepamos más de lo que por lo
general sabemos acerca de la intención y de las circunstancias de
quienes los trazaron". Esta simple afirmación, que da un lugar
primordial al por qué, al quién y al cómo de los mapas, es un buen
punto de partida. No obstante, la relación entre el cartógrafo y el
mapa está lejos de ser directa. No es una simple cuestión de
establecer una autoría, como con los libros y los documentos, ni de
determinar la intención del cartógrafo.
Respecto de la autoría, si excluimos los mapas manuscritos que son
identificados sin ambigüedad y tienen una procedencia conocida, el
historiador con frecuencia se ve ante una intrincada autoría
múltiple. En su mayoría, los mapas son producto de una
división de labores. Cuando entramos en la larga transición de
la era del manuscrito a la de la impresión, la división del
trabajo cartográfico se acentúa, el autor se convierte en una
figura sombría y la traducción de la realidad que se registra en
el mapa es más compleja. Entonces surgen las preguntas: ¿hasta
dónde un mapa particular fue obra de un topógrafo, un editor,
un dibujante o un grabador?, ¿quién determinó su forma y
contenido? (loando nos acercamos a distintos artesanos, la
pregunta de Williamson sobre las circunstancias se hace más
difícil. La relación entre los hechos de la vida de los cartógrafos
y lo que aparece en el mapa es igualmente fragmentaria. Dentro
del mareo de un mapa puede haber varios textos “una
intertextualidad” que t i e ne n que ser descubiertos en el
proceso interpretativo.
Más que muchos otros textos, los mapas se ven afectados por una
serie de actividades técnicas, cada una realizada por un autor
diferente. K. A. Shelton escribió alguna vez: "El análisis técnico
de los primeros mapas es al estudio de los mapas lo que la
bibliografía a la crítica literaria o la diplomacia a la
interpretación de los documentos medievales". ‘‘Este requisito, la
reconstrucción de los contextos técnicos del (trazado de los mapas,
implica una enorme exigencia de habilidades auxiliares del
historiador. El estudiante de los primeros mapas quizá lenga que
volverse experto en las historias de distintos tipos de mapas, saber
acerca de las técnicas de navegación y topografía, estar
familiarizado con los procesos mediante los cuales se compilaban,
dibujaban, grababan, imprimían o coloreaban los mapas, y saber
algo acerca de las prácticas comerciales de los libros y los mapas.
Cada mapa es producto de varios procesos que involucran a
diferentes individuos, técnicas e instrumentos. Para entenderlos,
necesitamos desplegar un conocimiento especializado de temas tan
diversos como la bibliografía, la paleografía, la historia de la
geometría y las declinaciones magnéticas, el desarrollo de las
convenciones artísticas, emblemas y heráldica, así como las
propiedades físicas del papel y los sellos de agua. La literatura
correspondiente está igualmente dispersa en un gran número de
disciplinas y lenguas modernas que forman parte de la historia de
la ciencia, de la tecnología, las humanidades y las ciencias sociales.
Sin embargo, el primer paso en la interpretación es la manera en
que el o los autores de un mapa lograron hacerlo desde un punto de
vista técnico.
Establecer la intención del cartógrafo es igualmente menos directo de
lo que parece a primera vista. Cada mapa codifica más de una
perspectiva del mundo. Como expresión de una intención, la función
sigue siendo la clave para leer mapas históricos; sin embargo, tales
propósitos a menudo estaban definidos de una manera muy general o el
mapa iba dirigido a más de un tipo de usuario. Mientras podemos
aceptar, por ejemplo, que los mapas de los seguros contra incendios
tienen un solo uso. Muchos otros grupos de mapas estaban diseñados
con múltiples fines. Estos diversos objetivos complican la evaluación de
los mapas como documentos históricos. Los mapas topográficos o de
ciudad y los planos se hicieron para satisfacer varias necesidades al
mismo tiempo. Se diseñaron como registros administrativos o
jurisdiccionales; para defensa, desarrollo económico o, quizá, como
obras generales de referencia topográfica. La simple relación entre
función y contenido se viene abajo. No es adecuado, por ejemplo,
pensar que la finalidad de un levantamiento topográfico sea sólo
producir "un mapa que muestra aspectos detallados del paisaje". Las
series de mapas topográficos con frecuencia tenían un origen militar y
subrayaban características de importancia estratégica. En los Estados
Unidos, incluso después de que el Geological Survey tomó el control de
las actividades topográficas nacionales en 1879, aún se esperaba que los
mapas cumplieran funciones militares logísticas, así como otras
geológicas y gubernamentales. Incluso en la actualidad podemos
detectar rasgos de la mentalidad militar en las categorías de densidad
de los bosques de los mapas de los usos (United States Geological
Survey (Estudios Geológicos de los Estados Unidos) que todavía están
clasificados en relación con la facilidad con que la infantería se mueve
en el campo. En muchos mapas topográficos del siglo XIX, con las
necesidades militares en mente, también se enfatizaba la facilidad
gracias a detalles culturales.
Por lo tanto, la intención no se puede reconstruir totalmente a través
de las acciones de cartógrafos individuales. Todavía es posible
encontrar una intención simple en mapas manuscritos individuales;
además, también hay aspectos más amplios de actividad humana que
dificultan la interpretación. La intención cartográfica casi nunca fue
cuestión de capacitación, habilidad o disponibilidad de instrumentos
de un individuo, o del momento y el dinero necesario para completar
un trabajo adecuadamente. Los cartógrafos casi nunca podían tomar
decisiones de manera independiente, ni estaban libres de limitaciones
financieras, militares o políticas.
Por encima del taller siempre hay una persona que encarga el mapa
y. como consecuencia, el mapa está imbuido en dimensiones sociales
además de técnicas. Podemos adaptar a la cartografía las palabras
de Michael Baxandall sobre la pintura italiana del siglo XV. Ese arte
siempre era depósito de una relación social. Por un lado estaba el
pintor que pintaba el cuadro o. por lo menos, lo supervisaba. Por
otro lado estaba alguien que le pedía que lo hiciera, proporcionaba
los fondos necesarios y, una vez terminado, decidía usarlo de una u
otra manera. Ambas partes trabajaban dentro de instituciones y
convenciones (comerciales, religiosas, preceptúales, en el sentido
social más amplio) diferentes a las nuestras, e influían sobre la
formas de lo que habían hecho juntos.
A lo largo de una gran parte de la historia, el cartógrafo fue un títere
vestido con un lenguaje técnico, cuyos hilos eran manejados por otras
personas.
El papel de la acción de mandar hacer mapas varía considerablemente
en los mapas de Norteamérica. Con los primeros mapas manuscritos,
como los de la época de las exploraciones europeas, los mapas eran
solicitados por individuos poderosos, reyes o reinas, príncipes o papas.
Sin embargo, para el siglo XIX los cartógrafos norteamericanos
estaban cada vez más sometidos a las órdenes de instituciones más
grandes como la General Land Office y los USGS. Las habilidades
personales del trazado de mapas estaban subordinadas no sólo a
conjuntos de instrucciones diseñadas para uniformar clases enteras de
mapas, sino también a políticas estatales y federales. Sin perder de
vista la influencia política, debemos tener mucho cuidado de no
interpretar los levantamientos topográficos oficiales de los Estados
Unidos como documentos históricos comunes. Se ha dicho que "los
levantamientos geodésicos y topográficos realizados por el gobierno
federal durante el siglo XIX se convirtieron en subproductos ad hoc de
la legislación del Congreso y la intervención personal de funcionarios
públicos, y no en el resultado de una política nacional de cartografía".
Tanto el orden geográfico en que se realizaron los levantamientos como
el contenido de los mapas estuvieron influidos por la necesidad de
registrar primero áreas con depósitos minerales valiosos. Los intereses
de la política, así como las habilidades de topógrafos individuales,
dieron lugar a diversas imágenes del paisaje norteamericano
preservadas en la serie nacional de mapas topográficos.
Al calificar los límites de la influencia de un cartógrafo
individual, no niego que los "cartógrafos son seres humanos".
Aún aparece alguna habilidad personal poco común, así como la
idiosincrasia, en los intersticios de la práctica institucional. En los
mapas de las ciudades y las sierras "abundaban las posibilidades
de error, omisiones, tendencias personales e incluso representaciones erróneas".18 Incluso en los mapas producidos por
máquinas de la actualidad, y en las imágenes aéreas, los
historiadores deben estar alerta en cuanto a las formas
equivocadas en que los técnicos pueden haber inscrito sus tareas
de rutina. Esto puede ser todavía más difícil de detectar detrás de
la retórica directa de la tecnología de las computadoras; sin
embargo, de nuevo nos encontramos frente a la ausencia de un
registro histórico común.
Se pueden hacer observaciones similares acerca de los mapas
comerciales. Esto es una parte importante del registro
cartográfico histórico de los Estados Unidos, no obstante, también
se perciben conflictos de intereses. El mercado por lo general
limita la libertad de los parámetros cartográficos. Un texto que
siempre leemos en estos mapas es la hoja de balance financiero.
"Donde el detective busca huellas digitales —se ha señalado—
debemos buscar algún beneficio si deseamos entender el
mecanismo básico de la publicación de los primeros mapas [...]
Ningún vendedor nos dice toda la verdad y sólo un historiador
incauto tomaría los mapas que están a la venta como un registro
cartográfico verdadero". Más aún, en la medida en que aumenta
el tamaño de los negocios de mapas y crecen las imprentas la
cartografía adquiere una imagen corporativa. Ahora quien solicita los mapas es un pública más grande o, quizá, un grupo de
interés especial, como los consumidores de mapas de carreteras,
que vigilan al cartógrafo para influir sobre lo que se está
registrando en el mapa.
El contexto de otros mapas
Una pregunta interpretativa fundamental acerca de cualquier
mapa se refiere a su relación con otros mapas. Este
cuestionamiento tiene que enfocarse de distintas maneras. Por
ejemplo, podríamos preguntar: 1) ¿cuál es la relación del
contenido de un mapa en particular (o alguna característica
dentro de él) con otros mapas contemporáneos de la misma
zona?; 2) ¿cuál es la relación de ese mapa con otros del mismo
cartógrafo o de la misma compañía productora?; 3) ¿cuál es la relación
con otros mapas del mismo género (de una visión aérea, por ejemplo,
con otras visiones aéreas de Norteamérica)?, y 4) ¿cuál es la relación de
un mapa con la producción cartográfica general de un periodo? Las
preguntas varían pero su importancia es universal. Ningún mapa está
herméticamente cenado en sí mismo, ni puede responder a todas las
preguntas que despierta. Tarde o temprano la interpretación de los
mapas anteriores se convierte en un ejercicio de cartografía
comparativa. Las características cartográficas de toda la familia
pueden permitir que se identifiquen mapas anónimos, se interpreten
signos o convenciones poco comunes, o se hagan deducciones acerca de
parámetros de precisión. Nuestra confianza en un mapa como
documento puede aumentar (o disminuir) cuando muestra las
características conocidas de un grupo más grande.
Esta parte del estudio contextual de un corpus de mapas relacionados
entre sí se construye en torno a uno solo. Así como en el análisis de
textos literarios tiene que construirse la unidad o identidad de un
corpus de textos, en la interpretación de los primeros mapas podemos
seguir procedimientos definidos. Éstos pueden aplicarse a un grupo de
mapas del mismo periodo; sin embargo, de la misma manera, la
descripción de una zona o de una característica se puede rastrear en
una serie de mapas a través del tiempo. A continuación se mencionarán
tres métodos que pueden usarse por separado o combinados para
evaluar un solo mapa dentro de un grupo.
El estudio comparativo de características topográficas lineales en los
mapas (como costas, redes de ríos o un sistema de caminos o
carreteras) es una técnica bastante probada. Los contornos se reducen
a una escala común y se comparan visualmente. En los estudios clásicos
del siglo XIX de los primeros mapas aparecen ejemplos; el método
puede también adaptarse al análisis digital de características lineales
por computadora. Una reciente aplicación del método antiguo es la
realizada con los mapas españoles y franceses del Golfo de México de
los siglos XVI y XVII. Después de "fotocopiar, ensamblar y examinar
una gran cantidad de mapas" fue posible, con base en las
principales características de las líneas costeras, identificar
cinco etapas principales del trazado de mapas. A través del uso
de esta clasificación comparativa, los mapas individuales
fueron entonces asignados a diferentes etapas de desarrollo y
se estudió su origen, sus fuentes y su confiabilidad topográfica
a partir de las características de todo el conjunto.
Sin embargo, sí bien cada uno tiene una huella genética
que el método ayuda a identificar, también se debe ser
muy cauteloso. El estudio de los contornos puede
quedarse corto al ofrecer evidencias conclusivas de procedencia. Hay muchas carencias. R, A. Skelton escribió
que "las impresiones visuales que sugieren afinidad o
desarrollo del contorno en dos mapas pueden ocasionar
una confusión si no tomamos en cuenta las licencias de
dibujo o de interpretación que pudiera haberse dado el
cartógrafo". Por otra parte, también puede haber
variaciones técnicas que influyen sobre la forma de los
contornos de los mapas o sus gradaciones de latitud o
longitud. Los mapas son fácilmente corruptibles en el
proceso de copiado, o pueden surgir de técnicas de
levantamiento o de navegación que quizá hayan sido
afectadas en el proceso de compilación. Antes del siglo
XIX, a menudo los mapas se alineaban según el norte
magnético y no hacia el norte real. La declinación
magnética variaba localmente y cambiaba con el paso del
tiempo, de manera que sin una observación sistemática
los cartógrafos no podían corregir este factor. Signe
siendo una fuente importante de error en la comparación
de contornos.
Un segundo aspecto del análisis comparativo de los
primeros mapas implica el estudio de los nombres de
lugares o toponimia. Al igual que los contornos, los
nombres de lugares ofrecen una forma de construir
genealogías y perfiles de origen para mapas (pie antes se
encontraban dispersos. De hecho, los dos métodos a
menudo se usan en conjunto, como en los estudios
clásicos de los principios de la cartografía de la costa
atlántica de Canadá. ''Aun así, la tabulación cruzada de los
nombres de una serie de mapas como medio de
clasificación o establecimiento de interrelaciones del
grupo también debe usarse con precaución." En los
periodos iniciales de la exploración, los europeos de
distintas
nacionalidades
seguramente
escuchaban
nombres de boca de hablantes nativos norteamericanos
de una variedad de lenguas y, también deben de haber
tratado de registrarlos de acuerdo con su propio sistema
de sonidos, además de una ortografía estandarizada.
Incluso en los casos en que se aplicaron nombres europeos a
la geografía norteamericana el proceso de traducirlos y
editarlos estuvo viciado; resulta entonces que los nombres
son producto del descuido, de una mala lectura o de un mal
entendimiento de generaciones sucesivas de cartógrafos que
no tenían conocimiento de primera mano de los lugares o las
lenguas en cuestión. Acerca de los nombres en los mapas de
la escuela Dieppe de cartógrafos del siglo XVI por ejemplo, se
dice que "no hay dos cartógrafos en Dieppe que coincidan
completamente en el numero de nombres que registran,
mientras que la ortografía varía notablemente e incluso la
colocación de los nombres no siempre es consistente". No es
una sorpresa que los nombres de los lugares en ocasiones
hayan sido usados incorrectamente con fines de comparar
mapas. La práctica de sonido tiene como objeto limitar el
análisis sólo a aquellos nombres inconfundiblemente comunes
a una cantidad considerable de mapas.
El
tercer
método
de
cartografía
comparativa,
la
cartobibliografía, tiene la mayor cantidad de publicaciones. No
sólo se han discutido ampliamente la definición y los detalles
del método, sino que su práctica también se encuentra
totalmente representada en una serie de obras fundamentales
que tratan sobre los inicios de la cartografía norteamericana. El
objetivo de la cartobibliografía es reunir una serie de mapas
impresos sobre la misma superficie. Se aplica igualmente a la
corteza de árbol, las placas de cobre, la litografía y otros
procesos de impresión de mapas. ‘‘Mediante este método se
puede reconstruir una secuencia de cambios geográficos y de
otros tipos en mapas relacionados entre sí. Esto a su vez
permite seguir la historia de la publicación de mapas de un
área específica. Por otra parte, también permite la ubicación
cronológica de un mapa y su inserción en la secuencia
correspondiente, así como la detección del alcance de una revisión geográfica entre estados o ediciones de mapas. A
menudo los mapas son representaciones tanto de tiempo
como de espacio. Como dice Skelton, descubrimos cómo
"material de distintos horizontes temporales o descubrimientos
intelectuales" se incorpora a sus imágenes y aprendemos que
"la búsqueda de la fuente principal puede llevarnos de regreso
a través de muchas etapas de revisión o adaptación, derivación
o transcripción, compilación". La cartobibliografía, por lo tanto,
es una herramienta funda mental para el historiador de mapas;
ya sea como una técnica o como un medio para medir los canales
y el índice de difusión o de conocimiento geográfico (por lo tanto,
la vinculación de los mapas al contexto de la sociedad), su
conocimiento es indispensable.
El contexto de la sociedad
El tercer contexto de la cartografía es el de la sociedad. Si el
cartógrafo es un agente individual, entonces la sociedad es la
estructura más amplia. La interpretación, la lectura del texto
cartográfico, implica mi diálogo entre estos dos contextos. El marco
de las circunstancias y las condiciones históricas definidas produce un
mapa que es indiscutiblemente, un documento social y cultural.
Todos los mapas están relacionados con el orden social de un periodo
y un lugar específicos. Todos los mapas son culturales porque
manifiestan procesos intelectuales definidos como artísticos o científicos en la medida en que trabajan para producir un tipo
característico de conocimiento. No existe una flecha causal clara que
vaya de la sociedad al mapa, sino flechas causales que viajan en
ambas direcciones. Los mapas no son la sociedad exterior, son parte
de ella, son elementos constitutivos dentro del mundo en general. El
historiador pretende leer toda esa red de interrelaciones que van hacia
adentro y hacia afuera del documento del mapa. Al explorar este
fenómeno de reflexión pueden emplearse dos estrategias para
reconocer el contexto de la sociedad en los mapas de América.
Las reglas de la cartografía
La primera estrategia es tratar de identificar "las reglas del orden
social" dentro del mapa. Cada mapa manifiesta dos conjuntos de
reglas. En primer término se encuentran las reglas del cartógrafo, y
hemos visto cómo operan en las prácticas técnicas del trazado de
mapas. El segundo grupo de reglas se puede encontrar en la sociedad
inmersa en el mapa, donde influyen sobre las categorías de
conocimiento. El mapa se convierte entonces en un sistema de
significados a través del cual "se comunica, reproduce, experimenta y
explora un orden social". Los mapas no sólo reproducen una realidad
topográfica, sino que también la interpretan.
Las reglas del orden social en algunas ocasiones son visibles, e
incluso evidentes, dentro de un grupo de mapas. En otras, se
encuentran escondidas dentro del modo de representación. Entre la
categoría de sociedad visible podemos ubicar las visiones aéreas
norteamericanas de ciudades, los mapas y los planos de ciudades y los
mapas de condado y atlas. Todos son textos culturales que toman posesión
de la tierra." Todos proclaman un evangelio social y sirven para reforzarlo.
Las visiones aéreas de ciudades, por ejemplo, "cantan el himno nacional de
la paz y la prosperidad, del movimiento y la apertura, de la calma y el
orden, de los destinos que se van a alcanzar". El mapa tiene guardado el
corazón para el momento en que lo necesite y éste cobra vida en el
contexto de la ética de la frontera y el patriotismo cuando se decodifica la
topografía a partir de mi estilo empáticamente retórico de la imagen.
Cuando las reglas sociales de la cartografía no están a la vista se tiene que
probar una agenda oculta entre las líneas del mapa. Este mapa es engañoso
y se necesita una estrategia distinta. En lugar de recoger los mensajes
sociales que enfatiza el mapa, debemos buscar a que le quita énfasis; no
tanto lo que muestra el mapa, como lo que omite. La interpretación se
convierte en una búsqueda de silencios, o quizá resulte de utilidad
"deconstruir" el mapa para revelar cómo el orden social crea conflictos
dentro de su propio contenido. Entre los mapas qué podrían entenderse
mejor de esta manera se encuentran algunos del siglo XVIII de gran escala,
los levantamientos topográficos de los Estados Unidos y las imágenes
aéreas. Aquí la tecnología ha suprimido las relaciones sociales como
parecen ser precisos y objetivos, estos mapas a menudo se ven como
documentos que no presentan problemas. Una imagen satelital o un mapa
topográfico hecho mediante algún método "científico" —por lo menos eso
se piensa— es neutral moral y éticamente. Es un documento concreto y
directo. En la medida en que reconocemos las limitaciones técnicas, el
camino de la interpretación se vuelve más seguro.
Estas suposiciones son falsas. La representación nunca es neutral y la
ciencia sigue siendo una realidad construida por el ser humano. Los mapas de gran
escala de la parte este de Norteamérica de mediados del siglo XVIII son un ejemplo
de esta limitación. A primera vista cumplen los objetivos de la cartografía de la
Ilustración. Están construidos sobre medidas geodésicas; empiezan a mostrar
cierto dominio cartográfico sobre los paisajes de esta zona y omiten algunos de tos
elementos más abiertamente imaginativos, míticos y pictóricos de los mapas
anteriores. Sin embargo, si los vemos más de cerca, nos damos cuenta de que
también señalan los imperativos territoriales de una agresiva expansión inglesa en
este continente. El colonialismo se señala en los mapas desde los márgenes. Con
frecuencia los títulos hacen referencia al imperio y a la posesión y delimitación de
territorio: las dedicatorias definen el rango social de los gobernantes coloniales: y
las tarjetas, con todo un desfile de banderas nacionales, escudos de armas o
coronas dispuestas por encima de los indios sirvientes, definen las relaciones
de poder en la vida colonial. Sin embargo, los contornos de la sociedad
colonial también pueden ser leídos entre las líneas de los mapas. La
cartografía se ha convertido principalmente en un registro de los intereses
coloniales. Es un retrato inconsciente de qué tan exitosamente se había
reproducido una sociedad colonial europea en el Nuevo Mundo y los mapas
otorgan seguridad a los conquistadores al reproducir la autoridad y los
nombres de los lugares simbólicos del Viejo Mundo. Aún más en la medida
en que la frontera se movió hacia el occidente, los vestigios del pasado indio
fueron eliminados de la imagen. Muchos cartógrafos del siglo XVIII prefirieron
los espacios vacíos al registro de la geografía india. No estoy diciendo que
las omisiones, las "reglas de ausencia", fueran deliberadamente reforzadas a
manera de especificaciones técnicas. Sin embargo, incluso cuando eran
dadas por un hecho o aplicadas inconscientemente, percibirlas nos ayuda a
cuestionar los mapas antiguos.
Paralelismos iconográficos en el arte y la cartografía
Arte
(Se usan los términos de Panofsky)
cartográfico sugerido)
Cartografía
1. Tema primario o natural: motivos artísticos
convencionales individuales
2. Tema Secundario o convencional
2.
topográfica en los mapas el lugar
específico
3 Significado o contenido intrínseco
simbólico en los mapas: ideologías de espacio
(Paralelismo
1. Signos
Identidad
3. Significado
El significado de los mapas
Otra estrategia interpretativa aplica los métodos iconográficos
de la historia del arte a los mapas. Se define a la iconografía
como "esa rama de la historia del arte que se interesa en el
tema o el significado de las obras de arte.
La pregunta: ¿qué significaba el mapa para la sociedad que lo hizo y lo usó
por primera vez?... es de una importancia interpretativa crucial. Los mapas se han
vuelto una fuente para revelar las características filosóficas, políticas y religiosas de
un periodo, o lo que en ocasiones se conoce como el espíritu de la época. Puede
usarse una interpretación iconográfica para complementar el método de las reglas
de la sociedad. Mientras que este último revela las tendencias del conocimiento cu
los mapas, sus jerarquías, inclusiones y exclusiones, el primero examina de qué
forma se tradujeron las reglas sociales al idioma cartográfico en términos de signos,
estilos y vocabularios expresivos de la cartografía.
La esencia del análisis iconográfico es que pretende descubrir los diferentes
significados de una imagen, Panofsky sugiere que en un cuadro encontramos: J) un tema primario o natural, que consiste en motivos artísticos
individuales; 2) un tema secundario o convencional, definido en términos de
la identidad de todo el cuadro como representación de una alegoría o un
acontecimiento específico (da el ejemplo de La última cena), y 3) un estrato
simbólico de significado que a menudo tiene connotaciones ideológicas. Esto
no ofrece una fórmula clara para la interpretación de los primeros mapas; sin
embargo, se puede decir que los niveles de significado de un mapa son
similares a los de un cuadro. Estos niveles paralelos de las dos formas de
representación se resumen en el cuadro anterior.
En primer lugar, en el primer nivel los signos, símbolos o emblemas
decorativos individuales de un mapa se equiparan con los motivos
artísticos individuales. Mientras que el significado completo de
cualquier signo particular puede volverse aparente sólo cuando se le
ve en el mosaico de otros signos en el mapa completo, para
algunos fines interpretativos puede resultar necesario evaluar el
contenido y el significado de los signos individuales (por
ejemplo, al mismo tiempo que establecen su significado cultural, podemos necesitar saber qué tan confiable es el signo usado
para describir una iglesia o una casa en un mapa antiguo, desde
un punto de vista arquitectónico).
En segundo lugar, la identidad del lugar real representado en un mapa
se supone que sea equivalente al segundo nivel de Panofsky o a un
segundo nivel de interpretación. Su percepción implica el
reconocimiento de que un mapa particular es el de una plantación en
Carolina del Sur de Boston o California, liste es el nivel, el del lugar
real, en que los historiadores han usado más los mapas. Es más para
evaluar los lugares reales de los mapas se han desarrollado la mayoría
de las técnicas interpretativas, enfocadas ya sea a la precisión
planimétrica, o bien al contenido. Existen numerosos ejemplares de
este tipo de estudios topográficos.
El tercer nivel interpretativo de un mapa es el estrato simbólico. Hasta
hace pocos años, además de la aportación de unos cuantos
historiadores del arte. Se había dado muy poca importancia a esta
dimensión hermenéutica de los principios de la cartografía.
Recientemente, la interpretación ha cambiado y ha comenzado a
abarcar la lectura simbólica e ideológica de los primeros mapas. Aquí
aceptamos que los mapas actúan como una metáfora visual de los
valores aids importantes de los lugares que representan. Los mapas de
Norteamérica siempre están cargados de esos valores culturales e
importancia y representan una topología social con un dominio propio
culturalmente reafirmado. Los mapas siempre representan más que
una imagen física de un lugar. El plano de una ciudad o una visión
airea es un emblema o un icono legible de la comunidad. Inscribe
valores en un espacio cívico y subraya los sitios de creencias
religiosas, ceremonias, rituales y autoridad. En los mapas de los atlas
históricos y de condado del siglo XIX hay mucho más que un registro
inerte de una topografía extinta. Lo que leemos es un discurso
metafórico, tan grueso como un libro, acerca del orgullo rural
inmigrante, de las utopías que se vislumbran, del orden y la
prosperidad del paisaje. Estos mapas elogian la posesión de la tierra,
privilegian las demarcaciones de las propiedades y hacen memorables
las haciendas y los nombres de dueños de propiedades. Por medio de
la palabra y de la imagen recurren a la industria y al patriotismo de los
nuevos norteamericanos. Y mientras más lejos vemos, la cartografía
se vuelve más simbólica. Luego entonces, un mapa de carreteras de Hand
Mc Nally hace del enamoramiento estadounidense del automóvil un objeto
de adoración, e incluso los mapas aparentemente terrenales de los USGS
son una confirmación simbólica de las percepciones y las prioridades cambiantes de la sociedad, más que sólo mapas de objetos del paisaje. Así es
como "los mapas hablan, aunque suavemente, de sutiles juicios de valor".
Para leer un mapa de manera adecuada, el historiador siempre debe excavar
debajo de su geografía superficial.
Conclusión
Al aceptar que los mapas son documentos fundamentales para el estudio del
pasado norteamericano, comenzamos a apreciar con qué frecuencia los
mapas atraviesan los principales procesos históricos. Desde los tratados
territoriales hasta los planos de las ciudades, desde las vías de los trenes
hasta las coordenadas rectangulares, subyacen en la construcción de los
Estados Unidos modernos. Sin embargo, si bien ésta es una inmensa
aportación práctica, no debemos ignorar la influencia histórica tic los mapas reales sobre los más elusivos mapas cognitivos de generaciones de
estadounidenses desde el siglo XVI. Además de considerar al mapa como
una fuente topográfica, nos estamos dando cuenta del poder cartográfico
inserto en este discurso. El poder del mapa, un acto de control de la imagen
del mundo, es como el de la imprenta en general. Desde la época de Colón,
los mapas han contribuido a crear algunos de los estereotipos más
dominantes de nuestro mundo.
El uso que los historiadores dan a un mapa depende también del contexto
del investigador en cuestión. Las reflexiones que se hagan están determinadas no sólo por las cualidades intrínsecas de un mapa particular, sino
también por la investigación histórica de la que se trate, por sus objetivos,
sus métodos de investigación y por todas las pruebas que pueda aportar.
Al igual que existen innumerables mapas de Norteamérica que el historiador puede
consultar, hay infinidad de temas de investigación para los cuales los mapas
pueden ser adecuados. No ha sido mi intención minimizar los aspectos técnicos de
la interpretación de los primeros mapas: sin embargo, ante el hecho de que ya
disponen de bastante literatura, me pareció importante tomar esta oportunidad para
trabajaren un marco más amplio dentro del cual pueden mostrarse. Los tres
contextos de la cartografía que se han señalado nunca son mutuamente
exclusivos, sino que se encuentran entretejidos de manera sutil y con frecuencia
inseparable. Una vez que aprendemos a leer mapas, pueden convertirse en textos
de
una
utilidad
indispensable
para
el
historiador.
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CHRISTOPHER MARLOWE
Tamburlaine,
segunda
parte (V. Ill, pp. 123-139)
Un libro acerca de las
imágenes geográficas que
no aborde el mapa sería
comot Hamlet sin el
príncipe. No obstante,
aunque durante mucho
tiempo los mapas han
sido fundamentales en el
discurso de la geografía,
casi nunca se leen como
"ladrillos" de texto o como
una
forma
de
conocimiento construida
socialmente.
"La
interpretación
de
los
mapas" por lo general
implica buscar "accidentes
geográficos" sin expresar
de qué manera, como
forma
manipulada
de
conocimiento,
han
ayudado a conformar esos
accidentes. Es cierto que
en la geografía política y
en
la
historia
del
pensamiento geográfico
los mapas se relacionan
cada vez más con el
poder (especialmente en
los periodos de historia
colonial).
Sin embargo, el papel específico de los mapas, como imágenes con códigos históricamente específicos, sigue siendo identificado con todo el discurso
geográfico del que con frecuencia se encuentran imbuidos. Lo que falta es un sentido de lo que Carl Sauer entendía como la elocuencia de los mapas. De
esta suerte, ¿cómo podemos hacer "hablar" a los mapas acerca de los mundos sociales del pasado?
Perspectivas teóricas
Aquí pretendo explorar el discurso de los mapas en el contexto del poder político y mi enfoque es ampliamente iconográfico. Considero que los mapas son una
parte de la familia más amplia de imágenes cargadas de valor. De este modo, he renunciado a entender los mapas como registros inertes de paisajes
morfológicos o como reflexiones pasivas del mundo de los objetos; más bien los considero imágenes reflejadas que contribuyen a un diálogo en un mundo
construido socialmente. Por lo tanto, alejo la lectura de los mapas de los cánones de la crítica cartográfica tradicional con su lista de oposiciones binarias entre
los mapas "ciertos y los falsos", "precisos e imprecisos", "objetivos y subjetivos", "literales y simbólicos", o los basados en una "integridad científica" opuesta a
la "distorsión ideológica", los mapas nunca son imágenes carentes de valor; excepto en el sentido euclidiano más estricto, por sí mismos no son ciertos o
falsos. Tanto en la selectividad de su contenido como en sus signos y estilos de representación, los mapas son una manera de concebir, articular y estructurar
el mundo humano que se inclina hacia, es promovido por y ejerce una influencia sobre grupos particulares de relaciones sociales. Al aceptar tales premisas se
puede ver mejor lo susceptibles que son de manipulación por parte de los poderosos de la sociedad.
En este amplio paisaje conceptual debo destacar tres puntos fundamentales a partir de los cuales se pueden trazar algunos de los contornos ideológicos
más específicos de los mapas. En el primero, los mapas son un fino de lenguaje (si esto se toma de manera literal o metafórica no es vital para la
argumentación). La idea de un lenguaje cartográfico es también conveniente para un acercamiento derivado directamente de la semiótica que, mientras ha
resultado atractivo para algunos cartógrafos, es una herramienta demasiado pesada para una investigación histórica específica. La idea de lenguaje se
traduce más fácilmente a la práctica histórica. No sólo nos ayuda a ver los mapas como imágenes recíprocas usadas como mediadoras de diferentes
visiones del mundo, sino que también estimula la búsqueda de evidencias de aspectos como los códigos y el contexto de la cartografía, así como su
contenido en un sentido tradicional. Un lenguaje —quizá sería más adecuado hablar de una "literatura" de mapas— también nos anima a buscar cuestiones
como el cambio de lectores de los mapas, los niveles de cartoalfabetismo, las condiciones de autoría, aspectos como secretos y censura y también la
naturaleza de las manifestaciones políticas hechas por los mapas. Además, la crítica literaria puede ayudarnos a identificar la forma particular del "discurso"
cartográfico que yace en el corazón de este ensayo. El discurso ha sido definido como lo relacionado con "aquellos aspectos retóricos que evalúan, miden o
convencen de un texto, en contraposición con los que simplemente nombran, ubican y cuentan"." El "simple" hecho de nombrar o ubicar un accidente en un
mapa a menudo tiene un significado político; no obstante, se acepta que existe una división similar en los mapas. Son un tipo de imágenes retóricas y están
determinados por reglas que gobiernan sus códigos y modos de producción, intercambio y uso social, al igual que cualquier otra forma discursiva. Esto, a su
vez, puede llevarnos a una mejor apreciación de los mecanismos mediante los cuales los mapas, como los libros, se convirtieron en una fuerza política en la
sociedad.
Un segundo punto de vista teórico se deriva de la formulación de la iconografía de Panofsky. Se ha tratado de equiparar los niveles de interpretación de la
pintura de Panofsky con niveles similares que se pueden distinguir en los mapas. La iconografía puede usarse para identificar no sólo un nivel literal o
"superficial" de significado, sino también uno "más profundo", por lo general asociado con la dimensión simbólica del acto de enviar o recibir un mensaje. Un
mapa puede llevar en su imagen un simbolismo asociado con el área, el aspecto geográfico, la ciudad o el lugar específico que representa. A menudo en
este nivel simbólico el poder político se reproduce, comunica y experimenta mejor a través de los mapas. La tercera perspectiva se obtiene de la sociología
del conocimiento. Ya se ha planteado la propuesta de que el conocimiento de los mapas es un “producto social”
Y para hacerla más clara
se han dispuesto dos
grupos
de
ideas
relacionadas con los
ejemplos empíricos de
este ensayo. El primer
grupo se deriva de
Michel Foucault quien,
a pesar de que sus
observaciones en el
campo de la geografía y
los
mapas
fueron
superficiales, ofrece un
modelo útil para la
historia
del
conocimiento de los
mapas en su crítica de la
historiografía:
La búsqueda de la
verdad no era una
actividad objetiva y
neutral, sino que estaba
relacionada íntimamente
eon el "anhelo de
poder" de quien buscaba
la verdad. Por lo tanto,
el conocimiento era una
forma de poder, una
forma de presentar los
valores
propios
disfrazados
de
un
desinterés científico.
Asimismo,
la
cartografía puede ser
"una
forma
de
conocimiento y de
poder". Así como "el
historiador pinta el
paisaje del pasado con
los
colores
del
presente". El topógrafo,
de manera consciente o
no, duplica no sólo el
"ambiente"
en
un
sentido abstracto, sino
también los imperativos
territoriales
de
un
sistema
político
particular. Si se produce
un mapa bajo la etiqueta de la ciencia
cartográfica (el caso de
la mayoría de los mapas
oficiales) o si se trata de
un
ejercicio
propagandístico abierto,
no puede dejar de
involucrarse
en
el
proceso mediante el
cual se ostenta el poder.
Algunas
de
las
implicaciones prácticas
de los mapas pueden
caer también en la
categoría de lo que
Foucault ha definido
como
actos
de
"vigilancia",
especialmente
los
relacionados eon la
guerra, la propaganda
política, la definición
de las fronteras o la
preservación de la ley y
el orden.
Foucault no es el único
que estudia la relación
entre poder y conocimiento.
También
Anthony Giddens, al
teorizar acerca de cómo
los sistemas sociales
han estado "insertos" en
el tiempo y el espacio
(aunque no menciona
específicamente
los
mapas), hace referencia
a "recursos de autoridad" (los diferencia
de
los
recursos
materiales) controlados
por el Estado: "La
acumulación
de
recursos de autoridad
implica sobre todo la
retención y el control
de
información
o
conocimiento. No cabe
duda de que aquí el
desarrollo decisivo es la
invención
de
la
escritura
y
la
anotación". Los mapas
fueron
un invento
similar para el control
del espacio y facilitaron
la expansión geográfica
de los sistemas sociales,
"una forma de apuntalar
empleada por el poder
del Estado". Como
medio de vigilancia,
implican
tanto
"el
cotejo de información
relevante para el control
estatal de la conducta
de
la
población
sometida", como la
"supervisión directa de
esa conducta". En los
tiempos
modernos,
mientras mayor es la
complejidad
administrativa
del
Estado,
y
más
penetrantes
sus
ambiciones territoriales
y sociales, también es
mayor su apetito de
mapas.
Lo útil de estas ideas es
que nos ayudan a prever
imágenes cartográficas
en términos de su
influencia política en la
sociedad. El simple
hecho de que durante
siglos se ha visto a los
mapas como imágenes
"científicas", y siguen
siendo consideradas así
por
filósofos
y
semióticos,
dificulta
esta
tarea.
Las
relaciones
dialécticas
entre imagen y poder no
pueden ser encontradas
con los procedimientos
empleados
para
recuperar el conocimiento
topográfica
concreto de los mapas y
no existe una prueba
química para evaluar
sus
tendencias
ideológicas. Los mapas
como
forma
de
"conocimiento
que
implica poder" son
explorados en este
capítulo
bajo
tres
rubros: la universalidad
de
los
contextos
políticos en la historia
de los mapas, cómo el
ejercicio del poder
estructura el contenido
de los mapas., y cómo
la
comunicación
cartográfica, en un nivel
simbólico,
puede
reforzar ese ejercicio a
través del conocimiento
de los mapas.
Contexto político
de los mapas
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fronteras, ciudades y ríos,
ALEXANDER PUSHKIN, Boris Godunov
En cualquier estudio iconográfico, sólo a través del contexto se puede descubrir adecuadamente el significado y la importancia del objeto de análisis. Tales contextos pueden ser
definidos como las circunstancias en que se hicieron y usaron los mapas. Son análogos a la situación del discurso en los estudios lingüísticos e implican la reconstrucción de los
ambientes físico y social de la producción y el consumo de los mapas, los hechos que condujeron a su trazado, la identidad de los cartógrafos y los usuarios de los mapas y sus
percepciones del acto de trazar y usar un mapa en un mundo construido socialmente. Estos detalles hablan no sólo de los motivos que hubo detrás de los acontecimientos
cartográficos, sino también de los efectos que los mapas pudieron haber tenido y de la importancia de la información que comunican en términos humanos.
Incluso una inspección superficial de la historia cartográfica revela en qué medida el poder político, religioso o social produce el contexto de la cartografía. Lo anterior ha
quedado claro, por ejemplo, en un estudio detallado de la cartografía en la Europa mediterránea prehistórica, antigua y medieval. A lo largo de este periodo, "el trazado de los
mapas fue una de las armas intelectuales especializadas mediante la cual se podía obtener, administrar, legitimar y codificar el poder". Más aún este conocimiento se
concentraba en relativamente pocas manos y "se asociaba a los mapas con la élite religiosa del Egipto dinástico y de la Europa cristiana medieval; con la élite intelectual de
Grecia y Roma y con la élite mercantil de las ciudades-Estado del mundo mediterráneo durante la etapa final de la Edad Media".
El mundo de la Europa antigua y medieval tampoco fue la excepción a este respecto. La cartografía, con cualquier otra importancia cultural que se le pueda atribuir, fue siempre
una "ciencia de príncipes". Se sabe que en el mundo islámico los califas del periodo clásico de la geografía árabe, los sultanes del imperio otomano y los emperadores
mongoles de la India encargaban el trazado de los mapas y los usaron con fines militares, políticos, religiosos y propagandísticos. En la antigua China, los mapas terrestres
detallados también se hacían expresamente de acuerdo con las herramientas militares y los emblemas espaciales del destino imperial. En los inicios de la Europa moderna,
desde Italia hasta los Países Bajos, desde Escandinavia hasta Portugal, en todos lados los monarcas absolutos y los hombres de Estado conocían el valor de los mapas para la
defensa y la guerra, para la administración interna relacionada con el crecimiento del gobierno centralizado y como propaganda territorial en la legitimación de las identidades
nacionales. Escritores como Castiglione, Elyot y Maquiavelo apoyaron el uso de mapas por parte de generales y hombres de Estado. Con los deslindes topográficos nacionales
en Europa a partir del siglo XVIII, el papel de la cartografía en las transacciones de las relaciones de poder, por lo general favoreció a las élites sociales.
Las funciones específicas de los mapas en el ejercicio del poder confirman también la ubicuidad de estos contextos políticos en un rango continuo de escalas geográficas.
Éstas van de la estructura del imperio global, y la conservación del Estado-nación, a la confirmación local de los derechos individuales de propiedad. En cada uno de estos
contextos, las dimensiones de la política y el territorio se fundieron en imágenes que, al igual que los títulos de propiedad, fueron parte del aparato intelectual del poder.
Los mapas y el imperio
Al igual que las armas de fuego y los barcos de guerra, los mapas han sido armas del imperialismo. En la medida en que los mapas se usaron en la promoción colonial y se
adueñaron de las tierras en papel, antes de ocuparlas efectivamente, los mapas anticiparon el imperio. Al principio, los topógrafos marchaban al lado de los soldados para trazar
mapas con fines de reconocimiento, después como información general y con el paso del tiempo, como una herramienta de pacificación, civilización y explotación en las
colonias ya definidas. Sin embargo, hay algo más allá del trazado de fronteras para la contención práctica política y militar de las poblaciones sometidas. Los mapas se usaron
para legitimar la realidad de la conquista y el imperio. Contribuyeron a la creación de mitos que ayudarían a conservar el statu quo militar. Como comunicadores de un mensaje
imperial, se han usado como complemento agresivo de la retórica de los discursos, periódicos y textos escritos, o de las historias y canciones populares que elogian las virtudes
del imperio.
FIGURA Federación imperial. Mapamundi que muestra la extensión del
Imperio británico en I886 fue publicado por primera ves como un
suplemento del periódico Graphic, el 24 de julio de 1886. Se usaron la
proyección de Mercator, tinta rosa para el territorio del imperio y
emblemas decorativos que muestran a Britania sentada en el mundo
para articular el mensaje del "Nuevo imperialismo". Con permiso de la
British Library.
En estos contextos imperiales, los mapas por lo general apoyaban el
ejercicio directo del poder territorial. Las cuadriculas dispuestas por
los agrimensores romanos, puestas en funcionamiento en la
centuríación, eran una expresión de poder "extendido
descuidadamente en todas direcciones (...) homogeneizando todo en
su camino", al igual que el deslinde de tierra rectangular de los
Estados Unidos creó "orden sobre la tierra" en más sentidos que sólo
el de repetir un diseño clásico." El redescubrimiento del sistema
tolomeico de geometría de coordenadas en el siglo XV fue un hecho
cartográfico importante que favorecía una "sintaxis euclidiana" que
estructuró el control territorial europeo. De hecho, la naturaleza
gráfica del mapa dio a sus usuarios imperiales un poder arbitrario
que era fácilmente separable de las responsabilidades sociales y
consecuencias de su ejercicio. El mundo podía ser grabado sobre
papel. El papa Alejandro VI demarcó las posesiones españolas y
portuguesas en el Nuevo Mundo. En la división de Norteamérica, ella
misma "parte de un vasto proceso y experimento europeo, un
desarrollo actual del imperialismo internacional", las "propias líneas
del mapa exhibían este poder y proceso imperial porque habían sido
impuestos sobre el continente con poca referencia a los pueblos
indígenas y en muchos lugares con poca referencia a la propia tierra.
Los invasores se repartieron el continente entre ellos con diseños
que reflejaban sus complejas rivalidades y su poder relativo". En el
siglo XIX, cuando los mapas se institucionalizaron más y se
vincularon al crecimiento de la geografía como disciplina, los efectos
de su poder se manifestaron nuevamente en la ola continua de
imperialismo europeo. La lucha por África, en que los poderes
europeos fragmentaron la identidad de la organización territorial
indígena, se ha vuelto casi un texto ejemplar de estos efectos. En
nuestro propio siglo, en la división británica de la India en 1947,
vemos cómo el trazo de una pluma a través de un mapa podía
determinar las vidas y las muertes de millones de personas. Hay
innumerables contextos en los que los mapas se convirtieron en la
moneda de "tratos" políticos, contratos, subdivisiones, ventas y
tratados realizados con motivo del territorio colonial y, una vez
vueltos permanentes en la imagen, estos mapas con mucha
frecuencia adquirieron fuerza de ley cu el paisaje.
Los mapas y el Estado-Nación
La historia de los mapas se encuentra inextricablemente vinculada al
surgimiento del Estado-nación en el mundo moderno. Muchos de los
mapas impresos de Europa subrayaban los estados, las corrientes de
agua y las fronteras políticas que constituían las dimensiones políticoeconómicas de la geografía europea. Los primeros teóricos políticos
encargaban mapas a los hombres de Estado, quienes, a su vez,
estaban entre los primeros coleccionistas sistemáticos. En muchos
países, la actividad cartográfica esta ya en gran medida bajo el mando del
Estado.
Figura 11.2. Los mapas estatales de gran escala y los catastros que los
acompañan se convirtieron en una herramienta en el surgimiento del
capitalismo agrario en Inglaterra a partir del siglo XVI. En este fragmento del
mapa de Samuel Walker del estado de Garnetts Essex los detalles de
propiedad (ON = tierras de Edward Taylor, DL = tierras de Richard
Laovender), la delineación precisa y las medidas correctas (en acres, roods
o perches) traducen los derechos de propiedad a una imagen tangible y de
compromiso legal. El original esta en una escala de 50 cm por 1609 cm. Esta
reproducción mide aproximadamente 1.6 x 1.1 m. Con permiso de la
British Library (Manuscritos Adicionales 41848).
No obstante, mientras el
Estado estaba preparado
para
financiar
esta
actividad,
de
manera
directa a través del erario
público, o indirecta gracias
a
prerrogativas
comerciales, a menudo se
insiste en que se trataba
de conocimientos que
gozaban de privilegios
gubernamentales.
En
Europa
occidental,
la
historia de los secretos
cartográficos, aunque a
menudo no surtían efecto,
se puede rastrear hasta el
siglo XVI con la política de
siglio
española
y
portuguesa.
Era
una
práctica para monopolizar
el conocimiento, para "usar
documentos geográficos
como
un
recurso
económico, de la misma
manera que se guardaban
en secreto y se utilizaban
los misterios de oficio".
Un ejemplo importante de
la interacción entre los
mapas y la política de
Estado se encuentra en la
historia de la tecnología
militar. Ante la mirada de
los militares, los mapas
siempre
han
sido
considerados
un
tipo
delicado de conocimiento y
las políticas de secreto y
censura abundan tanto en
la actualidad, en las
especificaciones
"escondidas" de defensa y
de
las
agencias
cartográficas, como en los
cuarteles de campaña del
pasado. En un nivel
práctico,
los
mapas
militares son elementos
pequeños
pero
fundamentales
de
la
infraestructura técnica del
ejército en el campo de
batalla. Así como se
transformaron las técnicas
de guerra que pasaron de
ser tácticas de sitio a
estrategias
de
mayor
movimiento,
especialmente a partir del
siglo XVIII, también los
mapas que se utilizaron
para la guerra fueron
transformados.
Sin
embargo, incluso en estos
contextos
activos
se
dieron procesos históricos
más
sutiles.
El
conocimiento
de
los
mapas
fomenta
la
conducta bélica mediante
un control remoto, de
manera
que,
consideramos, el acto de
asesinar se contempla con
mayor
facilidad.
Los
mapas militares no sólo
facilitan
la
conducta
técnica de la guerra, sino
que también aminoran el
sentido de culpa que surge
a partir de esta conducta.
Las líneas silenciosas del
paisaje de papel fomentan
la idea de un espacio
socialmente vacío.
No todos los mapas
militares son silenciosos;
muchos de ellos proclaman a gritos la victoria
militar. De la misma forma
que
existen
desfiles,
canciones
y
poemas
militares, también, por lo
menos a partir del siglo XV
en Europa, ha habido
planes
de
batalla
diseñados
para
conmemorar los lugares
sagrados
de
gloria
nacional.
Los
mapas
catastrales
o
estatales
que
muestran
los
derechos
de
propiedad revelan el
papel de los mapas
en la historia de las
relaciones de clase
agrarias. Aquí los
mapas pueden ser
considerados
un
medio a través del
cual
los
señores
estatales
o
individuales
podían
controlar de manera
más efectiva una
población campesina
que ocupaba la tierra.
En
la
sociedad
romana, las prácticas
codificadas de los
agrimensores pueden
Los mapas y los
interpretarse no sólo
derechos
de
como manuales técnicos
propiedad
de división en un
sentido teórico, sino también como una estructura social para regular legalmente las tierras expropiadas y para calcular los gravámenes. Los mismos mapas forjados en bronce o tallados en piedra estaban diseñados para hacer más permanente un orden social en el que había hombres libres y esclavos, y para el cual la
división territorial era la base del estatus. También en los inicios de la Europa moderna estaban en funcionamiento algunas de estas fuerzas, a pesar de que el
contexto sociológico de los mapas era distinto. El grado hasta el cual el mapeo de las zonas rurales locales estaba encerrado en un proceso de litigio no nos deja
duda en cuanto a su contexto socio legal y a su efectividad como medio para resolver conflictos entre señores y campesinos por derechos de propiedad de la
tierra. Los mapas cabían tan bien en la cultura de la sociedad de las tierras como lo habían hecho en las diplomacias de la corte y en las maniobras militares de
los Estados-nación del Renacimiento en Europa.
En términos similares, los mapas se pueden ver insertos en algunos de los cambios estructurales a largo plazo en la transición del feudalismo al capitalismo. La
economía del mundo y su nueva división geográfica del trabajo se producía con la ayuda de documentos geográficos, entre ellos los mapas. Los planos precisos
y de gran escala eran un medio para explotar más eficientemente la tierra, para aumentar los costos de renta y para reforzar las obligaciones legales que
modificar los documentos de tenencia de la tierra. Al sustituir topografías escritas más antiguas, los mapas sirvieron, 3 manera de inventario gráfico, como una
codificación de información acerca de la propiedad, la tenencia, los valores rentables, las prácticas de cosecha y el potencial agricultor que permitía a los
dueños capitalistas de la tierra contemplar sus bienes como un todo y tener un mejor control de ellos. 53 Ver era creer en relación con las jerarquías territoriales
expresadas en los mapas. Ya sea en la historia general del desarrollo de la agricultura, de la demarcación, del secado o de la construcción de diques en pantanos
y ciénegas, o en la reclamación de colinas y páramos, el topógrafo cada vez con mayor frecuencia camina al lado del señor para difundir formas capitalistas de
agricultura.
Los mapas dificultaron de manera invisible la vida cotidiana de la gente común. Así como un reloj, como símbolo gráfico de la autoridad política centralizada,
trajo consigo la "disciplina del tiempo" al ritmo de los trabajadores industriales, las líneas de los mapas, dictadoras de una nueva topografía agraria, introdujeron
una dimensión de "disciplina del espacio". En las sociedades campesinas europeas, las antiguas tierras comunes eran subdivididas y asignadas con ayuda de los
mapas, y en la "selva" de las antiguas tierras indias de Norteamérica las líneas fronterizas del mapa fueron un medio de apropiación que, quienes desconocían
los métodos topográficos geométricos, no lograron nunca cuestionar. Los mapas ingresaron en el sistema legal, se colocaron en la artillería militar, adquirieron
una aureola de ciencia y contribuyeron a la creación ele una ética y una virtud de definición cada vez más precisa. El trazado de mapas excluía tanto como
incluía. Fijaban la relatividad territorial de acuerdo con los días de nacimiento, accidentes de descubrimiento o, con mayor frecuencia, el mecanismo del
mercado mundial.
Contenido de los mapas en las negociaciones de poder
"¿Ése es el mismo mapa?", preguntó Jincey. Ella señaló el gran mapamundi que colgaba, enrollado durante el verano, por encima del pizarrón que estaba
detrás de la señorita Dove. "¿China todavía es anaranjada?" "Es un mapa nuevo —dijo la señorita Dove—. (China ahora es morada." "Prefiero el mapa
viejo —dijo Jincey—. Me gusta el viejo mundo." "La cartografía es un arte en movimiento", dijo la señorita Dove.
FRANCES GRAN PATTON, Good Morning, Miss Dove
Durante mucho tiempo los cartógrafos y los historiadores cartográficos han estado conscientes de las tendencias del contenido de sus mapas y se, refieren a ellas como
"inclinación", "desviación", "distorsión" o "abuso" de los sólidos principios cartográficos. Sin embargo, se ha dedicado muy poco espacio en la literatura cartográfica a las
implicaciones políticas de estos términos y a lo que ellos representan y, todavía menos, a sus consecuencias sociales. Tal "inclinación" o "distorsión" por lo general se mide
con una regla de "objetividad" que se deriva, a su vez, de un procedimiento cartográfico. Sólo en los mapas que se distorsionan de manera deliberada con fines, por ejemplo,
propagandísticos o publicitarios, se discuten las consecuencias. La cartografía "profesional" del Servicio Estatal de Cartografía del uses, Bartholomew o Rand Mc Nally o sus
antecesores .serían considerados absolutamente libres de estas imágenes políticamente contaminadas. Que los mapas pueden producir una imagen verdaderamente científica
del mundo, en la que la información concreta se representa de manera objetiva, es una idea muy arraigada en nuestra cultura mítica. Reconocer que toda la cartografía es una
"ficción intrincada y controlada" no nos impide conservar una diferencia entre las presentaciones del contenido del mapa deliberadamente inducidas por el artificio cartográfico y
aquéllas en las que no se examina el contenido estructural de la imagen.
Distorsiones
deliberadas
del
contenido
del
mapa
En toda la historia de los mapas se pueden encontrar distorsiones deliberadas del contenido de un mapa con fines políticos y el cartógrafo nunca ha sido
un artista, dibujante o técnico independiente. Detrás del "cartógrafo está un conjunto de relaciones de poder que crean sus propias especificaciones. Ya
sea impuesta por una persona individual, por la burocracia del Estado o por el mercado, estas normas pueden ser reconstruidas tanto a partir del
contenido de los mapas como del modo de representación cartográfica. Mediante la adaptación de proyecciones individuales, la manipulación de la
escala, la magnificación o el cambio de signos o de tipografía, o el uso de colores emotivos, quienes trazan los mapas de propaganda por lo general han
apoyado la visión unilateral de las relaciones geopolíticas. Estos mapas han formado parte de la vigencia de las estrategias internacionales psicológicas
de guerra mucho antes de ser usadas por los geopolíticos nazis. Las guerras religiosas de la Europa del siglo XVII y la Guerra Fría del siglo XX
expresaron sus batallas en los contenidos de los mapas propagandísticos tanto como a través de otros medios.
Mapas aparentemente objetivos también se caracterizan por la manipulación constante de su contenido. La "censura cartográfica" implica la
representación incorrecta y deliberada, diseñada para confundir a los usuarios potenciales del mapa, quienes, por lo general, eran opositores del statu
quo territorial. No debemos confundir lo anterior con las supresiones o las adiciones producto de errores técnicos, de incompetencia o forzados por la
escala o la función. La censura cartográfica quita de los mapas aspectos que, como otras cosas que permanecen iguales, esperaríamos encontrar.
Naturalmente, esto es menos notorio que una distorsión evidente. Se justifica en terrenos de "seguridad nacional", "eficiencia política" o "necesidad
comercial", y su práctica aún está considerablemente difundida. La imagen censurada marca los límites del discurso permisible y las omisiones
deliberadas desalientan la "aclaración de alternativas sociales |...| dificultando que el desposeído ubique la fuente de su inconformidad, ya no se diga la
remedie".
La justificación más común de la censura cartográfica quizá siempre haya sido militar. En su forma más generalizada ha implicado la prohibición de la
publicación de deslindes. Por otro lado, los detalles de las conquistas en los mapas del siglo XVIII no fueron corregidos por Federico el Grande para
engañar al enemigo potencial, de la misma manera que se ha deducido que las ciudades de algunos mapas rusos fueron reubicadas deliberadamente
en posiciones incorrectas en la década de los sesenta para evitar que las fuerzas enemigas tomaran medidas estratégicas. Asimismo, desde el siglo XIX
ha sido una práctica casi universal, "limpiar" sistemáticamente evidencias de instalaciones militares clave de las series oficiales de mapas topográficos.
Ahora la práctica se extiende a otras características cuando su inclusión es potencialmente vergonzosa para el gobierno en cuestión; por ejemplo, los
tiraderos de desperdicios nucleares se omiten en los mapas topográficos oficiales de los usos.
La falsificación deliberada del contenido de los mapas se ha relacionado con consideraciones políticas ajenas a las exclusivamente militares. Se han
tergiversado las fronteras de los mapas, por una parte, para justificar reclamos históricos de territorio nacional, y por otra, como producto del arte de la
predicción, que consiste en usar los mapas para proyectar y legitimar ambiciones territoriales futuras. Por ejemplo, las fronteras en
disputa, mostradas en los mapas y atlas oficiales, o en imágenes más efímeras como estampillas postales, han sido incluidas o suprimidas
de acuerdo con la preferencia política del momento. Estas prácticas tampoco se aplican únicamente a las fronteras políticas de los mapas.
Está suficientemente documentado el hecho de que las geografías de lengua, "raza" y religión han sido reflejadas de acuerdo con las
creencias dominantes.
FIGURA 11.3. Incluso los simples mapas temáticos pueden transmitir sutiles mensajes propagandísticos. Este mapa de atlas escolar, del Geschitatlas fur die deutsch
Jungen (Julius Bels, .Ved., 19.15), representa los elementos germánicos en Europa y (en un mapa inserto) del otro lado del océano; sin embargo, no ofrece una leyenda
para los valores de los tres tamaños de símbolos. Mientras que la pauta de distribución es realista, las minorías germanas en los países europeos por lo general eran
mucho más pequeñas (menos de 4% de la población total) de lo que el símbolo sugiere. Con permito de la British Library (Mapas 30.b.25).
Hay numerosos casos en que los nombres indígenas de lugares de los grupos minoritarios se suprimen en los mapas topográficos en favor de una toponimia estándar
del grupo que tiene el control.
Distorsiones "inconscientes" del contenido de los mapas
Para el estudiante de la iconografía cartográfica debe resultar interesante también el sutil proceso mediante el cual el contenido de los mapas recibe la influencia de los
valores de la sociedad que produce el mapa. Cualquier historia social de los mapas debe ocuparse de estas reglas ocultas de las imágenes cartográficas y de sus
consecuencias accidentales. Abordarán tres aspectos de estas estructuras ocultas: el relacionado con la geometría de los mapas, con los "silencios" en el contenido y
con las tendencias jerárquicas en la representación cartográfica.
Geometría subliminal
La estructura geométrica de los mapas, su diseño gráfico en relación con la ubicación en la que se centran o con la proyec ción que determina su relación de
transformación respecto de la tierra es un elemento que puede magnificar el impacto político de una imagen incluso cuando no se pretenda distorsionarla
conscientemente. Un aspecto universal de los primeros mapamundis, por ejemplo, es cómo han estado constantemente centrados en "el ombligo del mundo", según ha
sido percibido por distintas sociedades. Este "síndrome del ombligo" en el que un pueblo piensa que ha sido designado por la divinidad para ser el centro del universo,
puede encontrarse en mapas muy lejanos en tiempo y en espacio, como los de la antigua Mesopotamia, con Babilonia en el centro; los mapas del universo chino con
China en el centro; los griegos centrados en Delfos; los islámicos centrados en la Meca y los mapamundis cristianos que ubican a Jerusalén como el "verdadero" centro
del
mundo.
El
efecto
de
esta
geometría
de
"perfeccionamiento
de
posición"
sobre
la
conciencia social del espacio es muy difícil de valorar y sería incorrecto sugerir que
históricos o técnicos. En la Irlanda del siglo XVII, por ejemplo, el hecho de que los
sobre algunas de las características de diseño usuales contribuyeron necesariamente a
topógrafos que trabajaban para los propietarios ingleses a veces excluyeran las
visiones idénticas del mundo. Sin embargo, por último, estos mapas tienden a enfocar
viviendas de los irlandeses nativos de sus mapas que, por demás, eran "precisos", no
la atención del que los observa en el centro; por lo tanto, promueven el desarrollo de
es sólo cuestión de escala y de prominencia topográfica de las casas, sino de los
"visiones del mundo dirigidas hacia el interior, cada una de ellas con un centro de
conflictos religiosos y de las relaciones de clase del campo irlandés. Se puede decir lo
culto separado, aseguradas dentro de territorios poblados sólo por verdaderos
mismo de las omisiones de los levantamientos de condado impresos de la Inglaterra
creyentes".
del siglo XVIII la exclusión de las pequeñas viviendas rurales puede responder tanto
Esta visión también etnocéntrica puede haber sido ocasionada por algunas de las
al mundo ideal de los clientes dueños de tierras que encargaban los mapas como a los
proyecciones formales de mapas del Renacimiento europeo. También en ese caso, un
dictados de la escala cartográfica. En muchos de los primeros mapas de ciudades, el
mapa "estructura la geografía que describe de acuerdo con una serie de creencias cu
cartógrafo puede haber ignorado inconscientemente las calles y los jardines de los
cuanto a cómo debería ser el mundo y presenta esta construcción como verdadera".
pobres para preferir los caminos principales, los edificios públicos y las residencias
En el conocido ejemplo de la proyección de Mercator no se sabe si él mismo, quien
de la clase comercial a manera de promoción consciente de orgullo cívico o con el fin
diseñó el mapa pensando en los navegadores para mostrar instrucciones reales de
de jactarse de algún éxito comercial. Este filtro ideológico es un proceso universal.
brújula, era consciente del grado hasta el cual su mapa llegaría a proyectar una
En el trazado colonial de los mapas, al igual que en Norteamérica en el siglo XVIII,
imagen que reforzara con tanta fuerza la visión europea de su propia hegemonía del
los silencios también se consideran una manifestación de discriminación contra los
mundo. Aún así. el simple hecho de que en su proyección Europa quede en el centro
pueblos nativos. Un mapa como el de Virginia de Fry y Jefferson (1751) sugiere que
del mundo, y de que el área de las masas de tierra está tan distorsionada que dos
los europeos habían vivido ahí desde siempre; la parte en la que se representan las
terceras partes de la superficie de la tierra parecen estar en una latitud alta, debe de
"naciones indias" se dibuja como señal de la futura expansión colonial y no como un
haber contribuido notablemente al sentido europeo de superioridad. De hecho, en la
reconocimiento de su integridad étnica. De esta manera, durante el largo periodo de
medida en que los "estados colonialistas blancos" aparecen en el mapa relativamente
las exploraciones, los mapas europeos dieron una visión parcial de los encuentros
más grandes de lo que son, mientras que "las colonias" habitadas por pueblos de color
étnicos y apoyaron el derecho divino de apropiación territorial de los europeos.
se muestran "demasiado pequeñas", sugiere cómo se puede leer y entender como una
También los atlas europeos, mientras codificaron un rango mucho mayor de
profecía geopolítica.
conocimiento geográfico, promovieron una visión eurocéntrica imperialista que
efectivamente reflejaba una inclinación al espacio doméstico que reforzaba la
El silencio en los mapas
percepción europea de la superioridad cultural en el sistema del mundo. Los silencios
de los mapas, a menudo parte de estereotipos culturales más amplios, llegaron, por lo
El concepto de "silencios" en los mapas es fundamental para cualquier
tanto, a poner en alto las profecías cumplidas acerca de la geografía del poder.
argumentación en torno a la influencia de sus mensajes políticos ocultos. Aquí se
afirma que los mapas, al igual que los ejemplos del campo de la literatura o del
mundo hablado, ejercen una influencia social tanto a través de sus omisiones como
por medio de las características que describen y enfatizan.
Las corrientes políticas escondidas bajo estos silencios son tan poderosas que en
ocasiones resulta difícil explicarlas únicamente recurriendo a otros factores
Jerarquías de representación
El papel del mapa como forma de proclamación social es aún más reforzado
por los sistemas de clasificación y por las formas de representación (los
signos supuestamente convencionales o cartográficos) que han sido
adoptados para las características del paisaje. Durante mucho tiempo, una
de las reglas de los cartógrafos ha sido que los signos para las ciudades y
los poblados, descritos ya sea mediante iconos u otros recursos abstractos,
se muestran de manera proporcional al rango de los lugares en cuestión. No
obstante, la jerarquía visual de los signos resultante en los primeros mapas
modernos a menudo es una réplica de los estratos legales, feudales y
eclesiásticos. De hecho, los cartógrafos contemporáneos no han perdido el
concepto de una sociedad territorial dispuesta en hileras. Mercator, por
ejemplo, esperaba en su atlas de 1595 mostrar "una enumeración y asignación exacta de las sedes de príncipes y nobles". Al igual que otros cartógrafos anteriores, diseñó un conjunto de signos de la colonización que, con
la misma fidelidad que las cuadrículas ya mencionadas, conforman un
ordenamiento del espacio representado en el mapa con el solo hecho de
hacerlo visible. En otros mapas las ciudades ocupan espacios, incluso
cumpliendo con las convenciones cartográficas, excesivamente alejados de
su tamaño real." También los signos de los castillos, ya que implican un
rango feudal y militar, en ocasiones son más grandes que los
correspondientes a los poblados, a pesar de que ocupan en la tierra un
tamaño menor. Los escudos de armas, símbolo de posesión territorial, se
empleaban para localizar la cabeza de un señorío, mientras que a los
asentamientos cuya tenencia dependía del orden feudal se les asignaban
signos inferiores sin importar su población o el tamaño del área que
ocupaban. Esto fue particularmente común en los mapas del territorio
germano que anteriormente se encontraban dentro del Sacro Imperio
Romano. Estos mapas prestan una atención considerable a la geografía del
poder de la Iglesia. Con frecuencia el principal mensaje era el de la
ubicuidad de la Iglesia. Se tratara de territorio "impío" en manos de los
turcos, de tierras bajo el gobierno del papado, de áreas dominadas por
protestantes en general o por sectas específicas como los husitas, los
mapas comunicaban la extensión del estado temporal dentro del paisaje
espiritual como mensaje secundario.
FIGURA 11.4. Los silencios en los mapas. Detalle de A Plan of the Cities of
London and Westminster (1775) que mmuestra el área occidental construida
de la ciudad de Londres y los prestigiosos nuevos desarrollos de los campos
verdes de Bloomsbury. Mientras que los distritos del norte de Covent Garden
y alrededor de Broati Street y St. Giles rápidamente se convertían en barrios
pobres, el cartógrafo produjo una visión idealizada de la ciudad que subraya
la graciosa rusticidad de las principales manzanas, pero no enseña la
pobreza urbana. Con permiso de la British Library (Colección Grace, port.
3:107).
Estos mapas no sólo
resaltan la percepción del
poder de la Iglesia como
una institución dentro de la
sociedad,
sino
que
también registran las jerarquías espaciales y las
denominaciones
en
conflicto dentro de la
Iglesia. En el punto
anterior notamos que en el
mapa de Irlanda (1599) de
Boazio se coloca un signo
pictórico exagerado para
la "ciudad del obispo" en
la parte superior de la
leyenda, de la misma
manera que en los mapas
regionales de Inglaterra en
la Reforma los signos de
las torres y de los
capiteles de las iglesias a
menudo estaban muy por
encima
de
los
requerimientos de una
escala vertical conceptual.
Respecto
de
las
jerarquías,
los
signos
individuales de obispados
y arzobispados, en filas de
cruces dobles o sencillas,
báculos,
mitras
y
variaciones de tocados
eclesiásticos, son prueba
de la organización social
de la religión. De nuevo
las
magnificaciones
selectivas de los signos
cartográficos
estaban
estrechamente vinculadas
a las alianzas cambiantes
de creencias contrarias.
Sobreviven
como
expresiones
de
las
batallas religiosas de los
principios de la Europa
moderna.
Figura.
Jerarquías
sociales confirmadas en
signos
cartográficos:
Placa 14 de
M. Buohote, Les Regles
du
Dess
ein et
du
Lavis
(1721
).
Con
permi
so de
la
Britis
h
Librar
y
(Libro
s
Impre
sos,
57. c.
21).
Sin embargo, si bien los
mapas
en
ocasiones
reaccionaban a circunstancias
religiosas
cambiantes,
también
tendían a favorecer el
statu quo legitimando las
jerarquías
establecidas
por
mapas
previos.
Constituían un vocabulario
socialmente conservador.
En Francia, por ejemplo,
los cartógrafos, como
servidores de la Corona,
inscribían imágenes a
manera de propaganda
estatal, acentuando los
mecanismos
administrativos
de
su
burocracia centralizada y
describiendo aspectos del
código legal del ancien
régimen. En 1721 cuando
Bouchotte codifica los
signos que usaría en los
mapas regionales (cortes
particulieres)
de
los
territorios que daban título
a
sus
dueños,
se
mencionan por lo menos
siete
(Duche
Puiric
Principaute,
Duche.
Marquisat,
Comté,
Vicomté, Baronnic), así
como cinco rangos
eclesiásticos
(arzobispado, obispado,
abadía,
priorato
y
comanderie).
El simbolismo
cartográfico del
poder
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En la articulación
del poder, el nivel
simbólico
con
frecuencia es el
más
importante
en
la
comunicación
cartográfica y es
así
como
los
mapas
resultan
más retóricos y
convincentes.
Tomemos,
por
ejemplo,
la
importancia
simbólica
del
grupo de mapas
que se encuentra
dentro de los
cuadros,
donde
están insertos en
el discurso de la
pintura.
De
manera
alternativa
podemos evaluar
cómo
los
emblemas
artísticos —que
quizá no sean de
carácter
cartográfico, pero
cuyo significado
puede
ser
iconográficament
e identificado en
un repertorio más
amplio
de
imágenes dentro
de una cultura—
funcionan como
signos en los
mapas
decorativos
en
que
aparecen
insertos en el
discurso
del
propio mapa. Una
vez relacionado el
significado
de
emblemas
específicos con el
territorio
representado en
el mapa, podemos
preguntarnos por
qué los mapas no
decorativos
pueden
igualmente
simbolizar valores
culturales
y
políticos.
Los mapas en la pintura
El uso que hacen los artistas de globos y mapas como emblemas con un
simbolismo específico se puede encontrar desde el mundo clásico. Como
signo con carga política, el globo u orbe con frecuencia ha simbolizado la
soberanía sobre el mundo. A partir de los tiempos romanos (en monedas y
manuscritos) un globo u orbe era sostenido por las manos del rey o emperador. En la era cristiana, ahora con una cruz encima, el orbe se convirtió en
insignia de los sagrados emperadores romanos, y en la pintura religiosa a
menudo se mostraba sostenido por Cristo como Salvator Mundi o por el
Padre Dios como Creator Mundi." Estos significados fueron trasladados a las
artes del Renacimiento. Para el siglo XVI, los globos que, al igual que los
mapas, se habían vuelto un lugar común en la cultura impresa”, ahora se
mostraban como una parte de las insignias reales de autoridad en los retratos de reyes, embajadores, hombres de Estado y nobles. Sin embargo,
ahora su principal intención era transmitir la magnitud del poder, la ambición
y las empresas territoriales de quienes los llevaban. Estos cuadros proclamaban el derecho divino al control político; el emblema del globo indicaba la
escala mundial en que se podía ejercer y para la que se deseaba.'
Esos mapas en la pintura han funcionado como símbolos territoriales. Los
cielos murales del mapa del Renacimiento italiano, por ejemplo, se pueden
interpretar como la suma visual del conocimiento, el poder y el prestigio
contemporáneos, parte de ellos religiosos, pero sobre todo seglares.''- En los
retratos de emperadores, monarcas, hombres de Estado, generales y papas,
los mapas también aparecen como un resumen gráfico del poder social y
territorial que se esperaba que ejercieran. Es correcto que Isabel I esté de
pie en un mapa de la Inglaterra del siglo XVI; que Cassini pinte a Luis XIV
con un mapa de su reino; que el papa Pío IV supervise el levantamiento y el
secado de las ciénagas pónticas y que frecuentemente se represente a
Napoleón con mapas, ya sea a caballo, cuando está acampando, o sentado,
discutiendo conquistas propuestas o logradas. Incluso cuando el medio
cambia de la pintura a la fotografía o al cine se conserva el potente
simbolismo de los mapas, como lo percibieron los cineastas de Napoleón o
de Hitler. En los periódicos o en las pantallas de televisión, así como en
numerosas caricaturas políticas, frecuentemente se muestra a los líderes
militares con un mapa enfrente para confirmar o asegurar a quienes los ven
la obra del poder sobre el territorio del mapa. Los mapas como motivo
siguen siendo aceptados como signos geopolíticos en la sociedad
contemporánea.
Madagascar que él estaba promoviendo. Reproducido gracias a la gentil
autorización de Su Alteza el Duque de Norfolk (Fotografía del Courtauld
Institute of Art).
La ideología de la decoración cartográfica
FIGURA El mapa como símbolo territorial. En esta pintura de Thomas, decimocuarto conde de Arundel, y su esposa Aletea (hecho por o después de
Van Dyck, es. 1635), el conde señala un viaje colonial a la isla de
vocabulario
de
expresión
artistica
contribuyeron a reforzar
los significados politicos
y a enfocarse en ellos.
Visto de esta manera,
el concepto de la
decoración cartográfica
como un ejercicio
estético
marginal
resulta anticuado.
Este papel simbólico
de la decoración se
puede encontrar en
gran parte de la historia
de
la
cartografía
europea.
Los
frontispicios y las
portadas de muchos
atlas, por ejemplo,
definen explícitamente,
mediante
emblemas
generalmente claros,
Desde el Renacimiento, las imágenes de los mapas rara vez
se encuentran solas como discretas manifestaciones
geográficas; más bien están acompañadas por una amplia
gama de emblemas decorativos. A partir de Jonathan Swift,
estos elementos se han ido descartando por incidentales para
los fines de la comunicación cartográfica. Esas portadas
decorativas, las letras, las tarjetas, las viñetas, las
dedicatorias, las rosas de los vientos y los márgenes que
pueden
incorporar
motivos
del
tanto la importancia
ideológica como el
alcance práctico de los
mapas que contienen.
‘‘Los
arcos
monumentales
son
expresión de poder; el
globo y la esfera
armilar se asocian con
dedicatorias reales; los
retratos de reyes y
reinas, así como las
imágenes de escudos
reales de armas se
incorporan al diseño;
otros emblemas reales
como la flor de lis o el
águila
imperial
también tienen una
carga política, así
como ideas geográficas
más mundanas acerca
del espacio que se
registra cu el mapa.
Las
figuras
personificadas
con
mayor frecuencia son
las de nobles, obispos,
comerciantes
acaudalados
y
aristócratas. En los
mapas
estatales
ingleses se incluyen
símbolos
microcósmicos de la
riqueza de tierras:
escudos de armas,
casas de campo y la
actividad de cacería de
los dueños que se representan." Ser dueño
del mapa era ser dueño
de la tierra.
En los atlas y mapas de
pared, la decoración
sirve para simbolizar la
adquisición
de
territorios de ultramar.
Los
navegadores
europeos, representados
con
el
símbolo
cartográfico
de
su
oficio:
brújulas
o
compases de puntas,
reflexionaban
seriamente sobre las
Terrae incognitae como
si tomaran posesión de
ellas antes de haber
comenzado sus actos de
"descubrimiento",
conquista, exploración y
explotación. De hecho,
en los mapas de estos
imperios de ultramar
encontramos algunos de
los
ejemplos
más
impresionantes
de
reforzamiento
ideológico a través de la
decoración. Si vemos
los
mapas
de
Sudamérica
de
los
exploradores franceses
del siglo XVI o los
mapas británicos de
territorios africanos del
siglo XIX, en todos
ellos la decoración
desempeña un papel
importante
pues
incluyen una serie de
estereotipos y prejuicios
raciales en las áreas
representadas. Esto es
evidente también en
África. La decoración de
los mapas producidos en
Europa difundió la
imagen del Continente
Negro. Algunos de los
motivos
empleados
sugieren la idea de que
fue difícil para los
europeos
FIGURA LA portada del
atlas como una afirmación
geográfica. En la edición de
1571 del Theatrum Orbis
Terrarum
de
Abraham
Ortelius, Europa es personificada como gobernadora del
mundo y está sentada en un
trono por encima de los otros
tres continentes. De la
Colección de la Sociedad
Geográfica
Americana.
Biblioteca de la Universidad
de Wisconsin-Milwaukee.
símbolos del poder europeo no se alejan del espacio africano. Los
barcos, los castillos, los fuertes europeos y las figuras de soldados con
uniformes europeos se despliegan en los mapas de las regiones
costeras; los "reyes" africanos se muestran sometidos a la autoridad
europea; y los ángeles alegóricos, la Biblia o la cruz otorgan a los
africanos "bárbaros" los beneficios de la cristiandad como parte del
paquete colonial de la Ilustración. En ocasiones también las tarjetas y
las viñetas simbolizan la autoridad colonial de las naciones
individuales; por ejemplo, en un mapa francés de 1708 se muestra a
los africanos negros con un león debajo de las armas de Francia.
El "hecho" cartográfico como símbolo
FIGURA 11.8. Lae religiones y él conflicto territorial se muestran en la tarjeta del
mapa del Danubio en Mayor o Geographia Blaviana tamo 3, Alemania (Amsterdam,
1662), Aquí, el santo emperador romano (izquierda), investido con los emblemas del
poder y de la fe cristiana, confronta al infiel sultán, enemigo de la cristiandad y
destructor de la cruz. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana.
Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee.
aceptar que la humanidad africana era diferente. Luego entonces, en
los márgenes de muchos mapas africanos aparecen caras con rasgos
europeos. A los hombres africanos se les daban apariencias físicas
"ideales" y poses propias de la iconografía de la Grecia y la Roma
clásicas; los gobernantes africanos, obedeciendo a la suposición de
que los sistemas políticos europeos eran universales, por lo general
eran representados en los mapas como reyes. En otros casos, los
símbolos de otredad asumían la forma de un racismo bizarro. Se
muestra a los nativos sobre un avestruz o un cocodrilo realizando
prácticas caníbales; se les agrupa y se les pone el título de "hombres
salvajes", o, como en un mapa francés del siglo XVIII, se incluye
"una raza de hombres y mujeres con cola". En las representaciones de
las mujeres africanas, la sexualidad femenina y las alegorías de
América y los otros continentes con frecuencia son bastante explícitas
respecto de las sociedades europeas dominadas por los hombres. Los
eran tanto un ensayo sobre simbolismo sagrado como
representaciones más pictóricas de la región.
Éstos no son ejemplos excepcionales del papel histórico de los
mapas con medidas en la conformación del mito y la tradición.
Los mapas de listado, aunque derivados de un levantamiento
Retrocedamos un poco respecto de estos ejemplos de expresión
artística para observar otro aspecto de los mapas "reales". Después de
ver mapas representados en contextos metafóricos resulta más fácil
darse cuenta de que un mapa que carece de decoración o de títulos y
explicaciones puede, no obstante, seguir siendo un símbolo de
autoridad política. Tales mapas se caracterizan por un "realismo
simbólico", de manera que lo que a primera vista parece ser un
"hecho" cartográfico puede ser también un símbolo cartográfico. Esta
dualidad del mapa abarca gran parte del discurso cartográfico y es una
de las principales razones por las que con tanta frecuencia los mapas
constituyen un acto o una manifestación políticos.
Una vez que se reconoce la ubicuidad del simbolismo y que los historiadores cartográficos aceptan la tradicional discontinuidad entre la
fase "decorativa" y la "científica" de la actividad cartográfica, este
simbolismo puede ser reconocido como un mito. Lejos de ser
incompatibles con el poder simbólico, las mediciones más exactas lo
refuerzan. La precisión se convirtió en el nuevo talismán de la
autoridad. Por ejemplo, un mapa que muestra el contorno preciso de
una nación, como el que Cassini proporcionó a Luis XIV, era una
alegoría patriótica y al mismo tiempo un mapa impreciso, mientras
que los "sobrios" de la Tierra Santa incluidos en las Biblias
protestantes del siglo XVI, en parte para validar la verdad
literal
del
texto,
instrumental, simbolizaban una estructura social basada en la
propiedad de la tierra: los mapas de condado y regionales,
aunque fundamentados en la triangulación, articulaban los
valores y los derechos locales; los mapas de los Estadosnación, aunque construidos sobre la base de los meridianos,
eran una síntesis simbólica de un complejo de ideas
nacionalistas; los mapamundis, aunque con mayor frecuencia
trazados sobre proyecciones matemáticamente definidas, dieron un giro total al destino manifiesto de la conquista y la
colonización europeas en el Nuevo Mundo. Incluso los mapas
celestiales, aunque observados con telescopios cada vez más
poderosos, contenían imágenes de las constelaciones que
percibían las guerras religiosas y las dinastías políticas del
mundo territorial. Sería prematuro decir que dentro de casi
todos los mapas hay un símbolo político; sin embargo, por lo
menos parece haber un primer fundamento para esta
generalización.
Conclusión: el discurso cartográfico y la
ideología
He pretendido demostrar de qué forma una historia de los
mapas, junto con la de otros símbolos culturales, puede ser
interpretada como una forma de discurso. Mientras que se
pueden derivar algunas reflexiones teóricas, aún tenemos que
luchar cuerpo a cuerpo con los mapas como sistemas únicos
de signos cuyos códigos pueden ser los mismos tiempos
icónicos, lingüísticos, numéricos y temporales, y una forma
espacial de conocimiento. Se ha visto que no es difícil
generalizar el papel mediador de los mapas en el pensamiento
y en la acción política ni vislumbrar los efectos de su poder.
Tanto a través de su contenido como de sus formas de
representación, el trazado y el uso de los mapas han sido
influidos por la ideología. No obstante, estos mecanismos sólo
pueden comprenderse en situaciones históricas específicas.
Las conclusiones deben igualmente leerse como ideas preliminares
para una investigación más profunda.
Figura Los mapas llegaron a servir como imágenes representativas del propio Estado-nación. En este grabado de The Polish Campaign tomo 1,
Londres, 1863), la división de Polonia en 1772 se representa rompiendo el
mapa. Quienes se encuentran ahí presencian el acto con preocupación (de
izquierda a derecha: Catalina la Grande, la emperatriz María Teresa, José II
de Austria y Federico II de Prusia), mientras que un ángel que representa a
la Iglesia católica se voltea horrorizado y toca una trompeta en señal de
alarma. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana. Biblioteca de
la Universidad de Wisconsin-Milwokee.
La forma en que los mapas se han vuelto parte de un sistema más amplio de signos políticos ha sido en gran medida determinada por sus
asociaciones con grupos e individuos de élite o poderosos, y esto ha
promovido un diálogo desigual a través de los mapas. Las flechas
ideológicas han tendido a viajar definitivamente hacia una misma
dirección: del poderoso al más débil en la sociedad. A diferencia de la
literatura, el arte o la música, la historia social de los mapas parece
haber tenido pocas formas genuinas de expresión popular, alternativa
o subversiva. Los mapas son, principalmente, un lenguaje de poder,
no de protesta. Aunque hemos ingresado en la era de la comunicación
masiva a través de los mapas, los medios de producción cartográfica,
ya sea comercial u oficial, aún están controlados en gran medida por
grupos dominantes. De hecho, la tecnología de la computación ha
aumentado esta concentración del poder de los medios. La cartografía
sigue siendo un discurso teleológico que personifica al poder,
refuerza el statu quo y congela la interacción social dentro de las
líneas de las cartas.
Los procesos cartográficos mediante los cuales se refuerza,
reproduce, motiva y estereotipa el poder consisten tanto en actos
deliberados
como
"prácticos" de
deslinde y de
ajustes
cognitivos
menos
conscientes de
los cartógrafos
y
de
los
usuarios de los
mapas;
las
guerras,
el
trazado de fronteras,
la
propaganda o la
preservación de
la ley y el orden
se encuentran
documentados a
través de la
historia de los
mapas. Por otro
lado, los pro-
cesos no declarados de dominación a través de los mapas son más
sutiles y elusivos. Éstos proporcionan las "reglas ocultas" del discurso
cartográfico, cuyos contornos pueden trazarse mediante las
geometrías subliminales, los silencios y las jerarquías de
representación. La influencia del mapa se canaliza por medio de su
fuerza de representación y de sus representaciones explícitas. La
iconografía del mapa en el tratamiento simbólico del poder es un
aspecto poco atendido en la historia cartográfica. Al comprender su
importancia nos alejamos de una historia cartográfica concebida
como un registro de las intenciones del cartógrafo y de las acciones
técnicas para dirigirnos a una que ubique a la imagen cartográfica
como un mundo social.
,-.
FIGURA Portada de Zambesia, England's El Dorado in
Africa Londres, 1891. La escena se establece
en un mapa del contorno de África.
Britania. mostrando un mapa de Zambesia,
trata de convencer a los colonizadores blancos de apro-
vechar la riqueza económica del país mientras que se excluye a la población
indígena africana de la escena. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana, Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee.
AMBESl/l
representación se relega a una historia "ahistórica".
ENGLAND'S EL DORADO
IN
, '-^l^fáf-'
' ^17 Crr*"
• -«»»-"«»",i'«e»arilaUbaUIandandll«ahonaland, and
*':' "^ '•"-•"lawn Adjuotflt Territorial, ud an Account of
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AFRICA,
"" oou> r"-lDS °r B»IIISH «OUTI! «míe».
E P
- - MATHERS, F.G.S., F.R.G.S.,
tj '-f* ■■*' ' :& Id,l°r of "BolIlh Africa." and Anlhor oí "Oolden Sou|h , BjSHPS= .- al! *MaW "* Ollrapaa ol ti» oald Nalda.- -Soul» Alrioa ,
Los mapas como tipo impersonal de conocimiento tienden a
"desocializar" el territorio que representan. Fomentan el
,*.
concepto de un espacio socialmente vacío. La cualidad
•"«P
*m**fíw- -Jj-.~ „_""
abstracta del mapa, representada tanto en las líneas de una
proyección tolomeica del siglo XV como en las imágenes
contemporáneas de la cartografía por computadora, aligera el
cargo de conciencia respecto de la gente del paisaje. Las
decisiones tomadas en el ejercicio del poder se retiran del
terreno de los contactos inmediatos frente a frente.
Estas ideas aún tienen que ser exploradas en contextos
históricos específicos. Al igual que el historiador, el cartógrafo
siempre ha desempeñado un papel retórico en la definición de
las configuraciones de poder en la sociedad, así como en el
registro de sus manifestaciones en un paisaje visible. Cualquier
historia cartográfica que ignore la importancia política de la
Silencios y secretos
LA AGENDA OCULTA DE LA CARTOGRAFÍA
EN LOS ALBORES DE LA EUROPA MODERNA
Hace algunos años, en una visita a Leningrado
consulté un mapa para saber dónde me encontraba,
pero no lo logré. Desde donde estaba se veían
iglesias enormes que un estaban señaladas en mi
mapa. Guando finalmente se me acercó un intérprete
para ayudarme, me dijo: "No incluimos las iglesias en
nuestros mapas". Le contradije señalando una que
estaba claramente marcada. "Es un museo —me
dijo—, no es lo que llamamos una 'iglesia viva'. Las
'iglesias vivas' son las que no incluimos."
Entonces me di cuenta de que no era la primera
vez
que estaba frente a un mapa que no mostraba
muchas
cosas que tenía frente a mí. Todo el tiempo que pasé
en
la escuela y en la universidad había consultado
mapas
de la vida y el conocimiento en los que casi no había
señales de muchas de las cosas que más me
preocupaban
y que me parecía que tenían la mayor importancia
posible para conducir mi vida. Recordé que durante
muchos años mi perplejidad había sido total; ningún
intérprete se había acercado a mí para ayudarme.
Esto
siguió así hasta que dejé de sospechar de la cordura
de
mis percepciones y comencé a sospechar de la
credibilidad
de los mapas.
E.F. SCHUMACHER,
"Sobre los mapas filosóficos",
Una guía para los perplejos
Este ensayo recoge un tema explorado con mayor profundidad
en el contexto de las dimensiones ideológicas de la cartografía.
Su interés principal es el diálogo que surge de la supresión,
intencional o no, de información en los mapas. Se basa en una
teoría del silencio cartográfico. Mi lectura del mapa no es
técnica (ésta cuenta ya con bastante literatura), sino política.
El objetivo de este ensayo es mostrar esos silencios que
surgen de las políticas deliberadas de secreto y censura, y
examinar, al mismo tiempo, los silencios más indirectos
arraigados en procedimientos y reglas a menudo ocultos. Se
puede decir que estas reglas son una especie de mentalite
subconsciente que media el conocimiento contenido en los
mapas con el fin de sustentar el statu quo y el poder del
Estado. Aunque gran parte de lo dicho en este ensayo se
aplica a todos los periodos, incluso el presente, éste se enfoca
principalmente en los albores de la Europa moderna. A partir
del siglo XVI los mapas ofrecen oportunidades particularmente
claras para explorar una nueva perspectiva en las relaciones
cambiantes y recíprocas entre el surgimiento del Estado-nación
y la expansión de la cartografía. El origen de este ensayo se
encuentra en el establecimiento de la estabilidad y la
durabilidad, tareas principales de todos y cada uno de los Estados-nación en los albores de la Europa moderna, así como
en otras épocas. Al establecer el marco teórico, se discutirá
que la cartografía fue, principalmente, una forma de discurso
político relacionada con la adquisición y la conservación del
poder. Por lo tanto, para apoyar este argumento se utilizarán
ejemplos tomados de los mapas.
Teorías acerca de los silencios de los mapas
El trazo de mapas de los Estados-nación de los principios de
la Europa moderna ofrece ejemplos de diversos tipos de
silencio cartográfico. Al igual que en la historia de la
cartografía en general, se podría construir una tipología más
amplia de los silencios. Existen varios agentes que contribuyen
a los silencios en el proceso de realización de un mapa
durante sus diferentes etapas, desde la recolección de datos
hasta su compilación, edición, dibujo, impresión y publicación.
Al evaluar los silencios debemos estar conscientes no sólo de
los límites geográficos del conocimiento, sino también de las
limitaciones tecnológicas de la representación, así como de los
silencios en el registro de la historia debidos a la destrucción de
pruebas. Sin embargo, en este ensayo no me interesan esos
silencios surgidos de ignorancia geográfica, carencia de datos,
errores, limitaciones de las mediciones, diseño deliberado ni
otros aspectos de las carencias de especificación y técnicas.
Aquí abordo los silencios políticos. De modo que resulta
fundamental plantear una teoría adecuada respecto de los
silencios políticos en los mapas, tanto para mi interpretación de
la naturaleza de la cartografía del Estado como para las
diversas maneras en que los mapas se utilizaron para
conservar y legitimar el poder del Estado. Mi posición teórica se
deriva de dos vertientes. La primera está relacionada con una
percepción filosófica y, más específicamente, fenomenológica
de los silencios. La segunda, con la sociología del poder y la
idea de que el conocimiento es poder.
Saltemos por los filósofos que el silencio es un fenómeno
"encontrado en todos y cada uno de los segmentos de la
experiencia humana en los que se da alguna expresión.
Conocemos también la definición de la expresión: "cualquier
actuación que emplea signos, sonidos, gestos o marcas
relacionados sistemáticamente y que tienen significados
reconocibles para manifestar pensamientos, sentimientos y
estados de cosas" y que el "despliegue de cualquier tipo de
lenguaje se considera |...] una expresión". Esto significa que,
aunque los silencios más obvios son los que ocurren en el
discurso y en la música, también se dan en las artes que no se
actúan, como la pintura y la escultura. De esta manera, el
concepto de silencios se aplica también a los mapas. Ignorar o
desacreditar estos silencios, como lo han hecho la cartografía y
la historia de la cartografía, es cerrar un camino importante de
la exploración histórica, camino en el que se puede observar
que los mapas comprenden tanto la imaginación como las pre
concepciones sociales de sus lectores.
De tal suerte, sabemos que aquello que no está presente en los
mapas es tanto un campo de investigación como lo que sí está.
Una segunda reflexión derivada de la vertiente filosófica es que
se puede considerar a los silencios como declaraciones
positivas y no sólo brechas en el flujo del lenguaje. Por lo tanto,
tomando en cuenta estos huecos en los mapas que hacen de
la pauta de líneas y puntos una imagen comprensible,
debemos estar preparados para considerar a los silencios
como algo más que la mera ausencia de otra cosa. Insisto
deliberadamente en el uso del término silencios en el contexto
de los mapas, más que en la expresión un tanto negativa de
espacios en blanco utilizada en la antigua literatura, porque se
puede ver el silencio como una "actuación humana activa". El
silencio puede revelar tanto como lo que oculta y, de actuar
como pronunciamientos independientes e intencionales, los
silencios en ocasiones pueden volverse una parte
determinante del mensaje cartográfico. Entonces, al igual que
en la comunicación verbal, el silencio es más que la
contraparte de lo que suena; en el caso de un mapa, el
silencio no es sólo lo opuesto de lo que se describe. Los
espacios en blanco que abundan en los mapas de la Europa
moderna, por ejemplo, no se pueden explicar simplemente con
el planteamiento del "hecho" contra el "no hecho". El silencio y
la expresión no son partes alternativas sino constitutivas del
lenguaje de los mapas; cada una es necesaria para entender
la otra. Una interpretación cartográfica de los silencios en un
mapa parte, entonces, de la premisa de que el silencio aclara y
tiende a ser tan culturalmente específico como cualquier otro
aspecto del lenguaje cartográfico."
Mi segunda reflexión viene de la sociología. Esto nos ayuda
a obtener una comprensión histórica del silencio cartográfico.
Implica ver a la cartografía como una forma de conocimiento, y
a ese conocimiento como discurso. Bajo esta luz, los mapas se
interpretan como perspectivas construidas socialmente en el
mundo más que como representaciones "neutrales" o
"imparciales" que, insisten algunos historiadores, definen el
surgimiento "de la cartografía del Estado en los albores de la
Europa moderna. No obstante el mito de la "objetividad"
basada en las medidas de los mapas todavía se tiene que
analizar; la aplicación del concepto sociológico de "poderconocimiento" en la historia de la cartografía es otro paso de
ese proceso.
En este ensayo he partido de la literatura sociológica sobre la
naturaleza del conocimiento a las ideas de Michel Foucault
para interpretar las categorías del silencio cartográfico,
intencional y no intencional, identificadas más adelante.
Especialmente dos grupos de ideas parecen tener una
importancia directa: la idea de poder-conocimiento (pouvnir
savoir) y el concepto de episteme.
1. Foucault acentúa constantemente la relación entre el
poder
y
el
conocimiento. Según él, esta relación sirve para enmarcar los
ejemplos
de
secreto deliberado y censura. Y escribe que:
Debemos admitir [...] que el poder produce conocimiento (y
no solamente al motivarlo porque sirve al poder o al aplicarlo
porque es útil); que el poder y el conocimiento se involucran
directamente uno con otro; que no hay una relación de
poder sin la constitución correspondiente de un campo de
conocimiento, y tampoco hay conocimiento que no
presuponga y constituya al mismo tiempo relaciones de
poder.
Mientras se puede rechazar la universalidad de estas
afirmaciones resulta más fácil aceptar la implicación de que el
mapa era un instrumento de poder y que gran parte de la
instrumentalidad de los mapas a principios de la Europa
moderna estaba relacionada de alguna manera con el poder.
Foucault parece haber aceptado que el mapa es una
herramienta de medición, investigación, examen y coerción del
Estado." Desde su punto de vista, los cartógrafos ofrecían al
Estado una masa de información que éste, desde su posición
estratégica, podía explotar. Más aún, con frecuencia el Estado
también podía imponer sus propias reglas sobre el
conocimiento cartográfico, dando lugar así a los silencios
inducidos por esas ocasiones de secreto deliberado y censura
tan recurrentes en la historia del registro en mapas de los
Estados europeos. En otros puntos, Foucault continúa
señalando que la producción del discurso en todas las
sociedades "es al mismo tiempo controlado, seleccionado,
organizado y redistribuido según cierto número de
procedimientos". En el caso de la cartografía, estos
procedimientos incluyen controles externos, reglas internas y la
reglamentación del acceso al conocimiento. Por lo tanto, un
Estado obtiene poder a través del conocimiento.
2. El segundo grupo de ideas de Foucault, la episteme, nos
ayuda a interrogar los silencios no intencionales de los mapas
(los "espacios en blanco" residuales de la antigua literatura
cartográfica). Como ya se dijo, estos silencios son "actuaciones
activas" en términos de su impacto social y político y de sus
efectos sobre la conciencia. Más aún, son un aspecto de todo
el discurso, parte de los códigos culturales que subyacen a
todas las formas de conocimiento y que estructuran "su
lenguaje, sus esquemas, sus técnicas, sus valores, la jerarquía
de sus prácticas". Desde los primeros mapas europeos
encontramos que estos silencios se comprenden mejor en
términos "a priori históricos" que "en un periodo determinado
delimitan |...| la totalidad de la experiencia de un campo del
conocimiento". Estos "a priori históricos" forman lo que alguna
vez Foucault llamó una episteme; al igual que el resto del
conocimiento, el conocimiento cartográfico está delimitado de
tal manera que mientras en los mapas se incluye cierta
información, otros aspectos de la vida y del paisaje son
excluidos de acuerdo con la episteme.
Equipados con estas reflexiones filosóficas y sociológicas de
los significados comunicados por los "espacios en blanco" de
los mapas, me parece que estamos en una mejor posición
para tratar de descubrir la historia de esos significados. Quizá
también estemos mejor equipados para descifrar esos
sistemas del conocimiento "no formal" que abundaba en la
práctica cartográfica cotidiana de los principios de la Europa
moderna, y que lo sigue haciendo.
El secreto y la censura:
Los silencios intencionales de los mapas
En el siglo XVI, la censura literaria de diversos tipos era un
aspecto común en la cultura europea, cuando las naciones que
empezaban a surgir luchaban tanto por su definición como por
un territorio físico. Aquí se mostrará cómo la producción del
conocimiento cartográfico estaba igualmente controlada,
seleccionada, organizada y redistribuida de acuerdo con
procedimientos definidos. Incluso en muchas sociedades
antiguas y tradicionales, a menudo se consideraba a los mapas
como un conocimiento privilegiado al que sólo tenían acceso
quienes estaban autorizados por el Estado o por su gobernante.
A principios del periodo moderno, el secreto cartográfico
(conservado por lo que se puede definir como reglas de
exclusión y prohibición) estaba claramente difundido y la
cartografía "oficial" de este periodo ofrece un caso clásico de
relación "poder-conocimiento".En el mismo momento en que
los mapas eran transformados por las técnicas matemáticas,
también estaban siendo apropiados como una arma intelectual
del sistema del Estado. Si bien para el siglo XVI su estudio se
había convertido en la "ciencia de los príncipes", era porque
para entonces los mapas se reconocían como un lenguaje
visual que comunicaba derechos territoriales o de propiedad
en un sentido práctico así como simbólico. Sin embargo, en
términos cartográficos, el ejercicio de ese poder podría resultar
negativo y restrictivo. La propia imagen del mapa se estaba
volviendo sujeto de ocultamiento, censura, en ocasiones de
abstracción o falsificación. Son estas manipulaciones
deliberadas, producto de la voluntad de individuos, grupos o
instituciones, las que dan origen a nuestra categoría de
silencios intencionales.
Por supuesto que tenemos que reconciliar, mapa por mapa,
el estudio de estos silencios cartográficos intencionales con la
complejidad de distintos acontecimientos históricos. Las
circunstancias inmediatas que llevaron a los príncipes, tanto
seglares como eclesiásticos, y a sus consejeros, a controlar la
cartografía mediante la censura y el secreto, abarcaban un
amplio rango de sus intereses fundamentales. Podían ser
militares, comerciales o religiosas. Por ejemplo, en el mapa del
mundo del jesuita Matteo Ricci, publicado en Pekín en 1602,
los lugares sagrados de la cristiandad están correctamente
motados, mientras que los del Islam aparecen sin ningún
comentario y la razón del silencio de Ricci es que sabía que
"los chinos no se acercarían a la religión que él predicaba al
saber que había enormes grietas de la creencia en el mundo
occidental del que provenía esa religión". También variaba la
manera en que se ejercía el control sobre los mapas y su
contenido, reflejando siempre diversas formas de compartir el
poder dentro de los Estados-nación de los siglos XVI y XVII. En
algunos Estados, el control se centraba en la Corona y en un
grupo de consejeros cercanos. En otros, se delegaba a una
institución burocrática. En cualquier caso, los efectos eran
complejos, incluso paradójicos, mientras que en otros lados las
políticas de secreto se aplicaban de manera inconsistente. En
los mapas de Europa de los siglos XVI y XVII, estos aspectos
de secreto nacional se manifiestan de diversas formas. Aquí
tomaremos sólo dos: en primer término, ejemplos de secreto
estratégico y, en segundo, casos de secreto comercial.
Algunos de los casos en que de manera más evidente se manifestaba el creciente interés del Estado por el control y la restricción del
conocimiento de los mapas se relacionan con aspectos militares o estratégicos. En Europa, durante los siglos XVI y XVII, casi no pasaba un año
sin que hubiera una guerra. Los mapas eran objeto de inteligencia militar; los hombres de Estado y los príncipes reunían mapas para
planear y, después, para conmemorar batallas; los libros de texto militares promovían el uso de los mapas.
Las razones estratégicas para conservar la información de los mapas en secreto incluían la necesidad de confidencialidad sobre las operaciones
ofensivas y defensivas de los ejércitos del Estado, el deseo de disfrazar los ataques de colonización externa y la necesidad de acallar a la
oposición dentro de las poblaciones domésticas desarrollando sistemas administrativos y judiciales, así como la necesidad más obvia de ocultar
la información detallada acerca de las fortificaciones.
Sin embargo, además de estas bases comprensibles y prácticas de los secretos militares, un creciente número de Estados adoptó una actitud de
mayor custodia hacia los mapas de sus ciudades y territorios, por lo general independiente de tales consideraciones estratégicas. Por ejemplo, al
comerciante alemán Isaac Massa, quien vivía en Moscovia a finales del siglo XVI, le fue difícil obtener mapas de Moscú y de Siberia sólo porque
habría sido un delito grave proporcionárselos. Ese mismo siglo, el mapa Bol'shoy Chertyozh (que muestra el Estado moscovita completo)
parece haber sido dibujado en una sola copia y haber sido totalmente desconocido para los dibujantes de mapas de Europa occidental. Otras
políticas similares han sido comunes en Europa y se pueden encontrar, por ejemplo, en los siglos XVI y XVII en Prusia; a finales del siglo XVI en
Italia (el mapa del reino de Nápoles; en el siglo XVI en España (el "atlas escorial"), y en el siglo XVI en Suiza (el mapa de Hans Conrad Gyger del
cantón de Zurich). Aquí yace una de las paradojas de la historia de los mapas. Justo cuando la imprenta facilitaba la mayor difusión de datos
obtenidos de las investigaciones, y cuando por primera vez se hacían mapas regionales topográficos, algunos Estados y sus príncipes
guardaban definitivamente sus mapas en secreto prohibiendo su publicación.
¿Por qué algunos Estados insistían en el secreto cartográfico mientras que otros permitían la publicación de sus primeras investigaciones nacionales? Una razón puede haber sido que las monarquías fuertes percibían una menor necesidad de secretos que las débiles y amenazadas. Es
cierto que en la Inglaterra isabelina fuertemente centralizada los documentos que han sobrevivido dejan ver pocas dudas acerca de la
pertinencia de publicar la investigación de Saxton. A partir de la década de 1570, los mapas de Saxton eran vistos, por hombres de Estado como
Burghley, como un apoyo para la administración y la defensa nacionales, aunque algunos pueden haber opinado diferente. También en la
Francia del siglo XVII se ha observado cómo “los mapas parecen haber funcionado como un apoyo incondicional de un régimen monárquico
fuertemente centralizado". '' Sin embargo, tal argumento no lo explica todo. Por el contrario, algunos de estos mapas se convirtieron en un arma
de doble filo. Una vez que estuvieron al alcance de toda la gente se usaron para apoyar otros ámbitos de las luchas políticas de poder. En
Inglaterra, por ejemplo, los mapas de Saxton no sirvieron únicamente para reforzar el poder de la monarquía (como se pretendía). Una vez que
se publicaron y salieron a la circulación, sin duda contribuyeron también al crecimiento del fuerte sentido de identidad e independencia
provinciales tan exitosamente articulado en contra de la Corona en la Guerra Civil. De manera similar, se ha subrayado que en los Países Bajos
el uso difundido de los mapas iba de la mano del naciente republicanismo burgués del siglo XVII. Teniendo en mente aspectos tan complejos y
contradictorios, quizá podamos vislumbrar cómo, para la cautelosa monarquía decidida a conservar su poder, el secreto de los mapas llegó a ser
considerado una política prudente para un buen gobierno.
Secreto comercial
El aumento de los secretos en los mapas en los inicios de la Europa moderna también se asociaba con un segundo escenario de actividad
geográfica (el del comercio, y el crecimiento del capitalismo de monopolio). En un periodo en que se estaban estableciendo los fundamentos de
la economía mundial europea y sus imperios del otro lado del océano, los monarcas absolutos con frecuencia eran también "reyes mercantiles""
que perseguían objetivos económicos a través del comercio que los monopolios abrían con sus navegaciones. Como en el caso del Estadonación, la esencia del imperio es el control. Para que sobrevivieran estos monopolios comerciales y se pusieran en marcha las políticas de mare
clausum tenía que haber un monopolio del conocimiento que permitiera que las nuevas tierras y sus rutas de llegada y partida se plasmaran en
los mapas. Quizá el proceso de monopolización del conocimiento de los mapas fue paralelo al secreto y al uso de los misterios del oficio en el
control de los gremios medievales.
El mecanismo por medio del cual la información cartográfica fundamental acerca de los imperios nacientes de ultramar se censuraba, regulaba y
mantenía en secreto variaba considerablemente. En algunos países era un proceso correspondiente a los viajes individuales, liste parece haber
sido el caso de Inglaterra, donde los escritores contemporáneos a las navegaciones estaban conscientes de la práctica de la censura y sabían
que el conocimiento nuevo era controlado por unas cuantas manos poderosas: las de la soberanía, un círculo interno de ministros, o los
principales comerciantes y navegantes implicados en un viaje. Por ejemplo, los mapas trazados y los dibujos traídos por el viaje de Drake
alrededor del mundo (1577-1580) se convirtieron en documentos secretos. Drake había dado órdenes expresas: "Nadie hará una carta de
navegación o descripción de dicho viaje"; esta prohibición de publicación seguiría en vigor hasta 1588 (véase figura)
Aún más elaborados eran los sistemas burocráticos establecidos por las coronas de Portugal y España para reglamentar el comercio de
ultramar y el conocimiento del que éste dependía. Los mapas pronto se convirtieron en documentos claves para el lanzamiento de los imperios
luso hispánicos. Mientras que se ha debatido muy acaloradamente hasta qué punto existió realmente una política de secreto portuguesa y cuál
fue su efectividad, las pruebas sugieren el alcance que una monarquía poderosa e interesada en sí misma puede llegar a ejercer en el control y
la supresión de mapas sensibles. Se sabe, por ejemplo, que el castigo para los pilotos que dieran o vendieran cartas de navegación a los
extranjeros era la muerte. A finales del siglo XV. Juan II de Portugal (1481-1495) tomó medidas para desterrar a los extranjeros, especialmente a
genoveses y florentinos, de todo el territorio portugués, mientras que, se dice, las cortes de 1481, en cuanto a la navegación hacia Africa
occidental, "exigieron medidas estrictas para conservar el secreto de las tierras descubiertas. Los documentos fueron confiscados; estaba
prohibido registrar nuevas tierras en los mapas; las obras náuticas se convirtieron en libros secretos; se difundieron cuentos de prohibición; " y se
obligó a los navegantes a mantener un voto de silencio".
FIGURA PARTE del mapamundi de Nicola van Sype que muestra la circunnavegación de Drake, grabado y publicado en Amberes, en 1583. Quizá sea una copia
no autorizada hecha a partir de un Original inglés secreto y sacada de contrabando del país. Con permiso de la British Libran- (Mapas C2. a. 7).
A principios del siglo XVI, los controles portugueses sobre el conocimiento cartográfico se habían reforzado con el establecimiento de un "repositorio hidrográfico" dentro del "Almacén de Guinea y las Indias" (Armazem da Guine e Indias) Éste ejerció claramente funciones de censura.
Un decreto real del 13 de noviembre de 1504 prohibió que se hicieran globos terráqueos y también que las cartas de navegación describieran la
costa de África occidental más allá del río Congo. Las cartas que no cumplieran con esta disposición debían llevarse con un oficial del
repositorio hidrográfico para que se omitieran esos detalles. Más aún, esta organización hizo posible la insistencia de que las cartas de
navegación realizadas antes de un viaje se devolvieran al completarlo, mientras que el deber de otro oficial era ocultar los recipientes para que
no hubiera objeciones de su manejo de los documentos. Los contemporáneos alegaron la deliberada falsificación de las cartas; es fácil
imaginarse cómo sucedió tanto en Portugal como en España.
Los objetivos del Estado en cuanto al control del conocimiento cartográfico de ultramar y los mecanismos reguladores en España eran muy
parecidos a los de Portugal. La corte de Castilla había dispuesto una institución especial durante la primera década del siglo XVI llamada Casa
da Contratación (oficina colonial que controlaba las embarcaciones, el comercio y las finanzas, quizá basada en el modelo portugués), para
hacer un seguimiento de las exploraciones y albergar, en secreto, los documentos del descubrimiento. En 1508 se había creado un
departamento geográfico y cosmográfico especial dentro de la Casa. Fue aquí donde dibujantes de cartas de navegación especializados
llevaban al día el mapa maestro del mundo, el Padrón Real. Las muchas disposiciones de la Casa incluían las siguientes instrucciones:
A los pilotos no se les permitía usar ningún otro mapa más que éste, y tenían instrucciones de que, al encontrar nuevas islas o tierras, puertos o
bahías, o cualquier otra cosa (corriente o arroyo, cabo o montaña) que pudiera servir para la subsiguiente identificación de las localidades, las
ingresaran en la copia del Padrón Real que llevaban y tenían que reportarlo; sin embargo, no podían insertar nada de lo que no se hubiera dado
fe bajo juramento.
La situación en Portugal y España a principios del siglo XVI sugiere que los gobernantes de los Estados-nación europeos, junto con sus
crecientes clases comerciantes burguesas, descubrieron rápidamente el valor del control centralizado al tratar de asegurar la confidencialidad del
conocimiento geográfico acerca del Nuevo Mundo. Los rivales de Portugal y España copiaron sus instituciones de navegación. La oficina
hidrográfica establecida en Amsterdam, después de la organización de las compañías mercantes alemanas en la Compañía Unida de India
Oriental en 1602, fue el equivalente de la Casa da Contratación de diversas maneras, incluida la institucionalización de una cartografía secreta.
Cada dibujante de cartas de la Compañía Unida de India Oriental estaba [...] obligado a asegurar que las bitácoras de las naves que llegaran se
entregaran en orden y no cayeran en manos equivocadas. Debía guardarlas en un cuarto especial en la Casa de India Oriental y también tenía
que llevar el registro adecuado. Cada seis meses tenía que dar cuenta de las mejoras que había hecho en las cartas y en las rutas. El dibujante
juraba no revelar ninguna información acerca de sus actividades a personas que no fueran empleadas de la compañía. No tenía permiso para
publicar^ de manera directa o indirecta, parte alguna del material sin el conocimiento ni comentario de la compañía, y todo nuevo dibujante que
fuera nombrado tenía que jurar ante el mayor de Amsterdam que obedecería estas instrucciones.
En la realidad, la Compañía de Alemania Oriental se había convertido en un órgano al servicio del Estado que actuaba como ministerio, y su responsabilidad específica eran las colonias orientales. Su política de mapas era especialmente cautelosa cuando se trataba de manejar las cartas
de regiones recientemente exploradas. Su práctica consistía en ofrecer a los pilotos las cartas en manuscrito en la medida en que las requirieran
y verificar que éstas fueran devueltas al finalizar el viaje. Se supone que oficiales de la compañía, como Plancius y, más adelante, Blaeu,
ejercieron tan fuerte control que incluso llegaron a censurar los mapas que serían publicados. Como consecuencia, los mapas relacionados con
viajes importantes, como los de Tasman a Australia, efectivamente se mantenían en secreto (figura)
FIGURA BRASIL EN LA CARTA DE Confino, 1502. La ansiedad por el comercio italiano de especias llevó al duque de Ferrara a obtener, por medio de un soborno,
un mapa de las "islas recién descubiertos en las (…) Indias. De un original por-
tugués en Lisboa, del facsímil de Harrisse en Recucil de voyages et de documents
pour servir a L Historie de la (Geographie No. 3 Les Corte-Real et leurs voyages au
Nouveau-Monde (París. 1881). Permiso de la British Library (MAPAS 7 e 8).
Por lo tanto, las fuerzas que Unieron impacto sobre la cartografía
de los inicios de la Europa moderna eran mucho más complejas de lo
que en un principio implica el concepto poder-conocimiento. Se
observan diversas características. Por ejemplo, mientras que se puede
decir que el secreto ha sido endémico en la historia de los
mapas y su realización, así como en las actividades del
capitalismo monopolizados no ha habido nada claro o
predecible en los tiempos o en los modelos geográficos de su
imposición. Vemos que algunos periodos se caracterizan por
la "alta seguridad", mientras que en otros se han permitido
LAS compañías del monopolio alemán no estaban solas en cuanto
a la adopción de tales prácticas restrictivas cartográficas, En la
Inglaterra del siglo XVII, después de la Restauración, cuando la
estructura de las compañías comerciales se monopolizaba, éstas
tendían también a actuar como freno para la publicación de mapas,
cuando no para la propia realización de los mismos. Una vez que la
Compañía de la Bahía de Hudson (fundada en 1670) adquirió su
monopolio territorial, su sustancioso archivo, incluidos todos los
mapas, permaneció cerrado basta finales del siglo .Will debido a las
políticas restrictivas de la Compañía. Estas políticas pretendían que
en la práctica la compañía "no diera detalles de los modelos
geográficos del cauce de los ríos, lagos y el terreno que se conociera",
por la sencilla razón de que "tales datos geográficos se consideraban
cruciales para la formulación y operación de sus políticas
comerciales, por lo cual se consideraban secretos comerciales".
Resulta especialmente interesante la forma en que el Parlamento
ingles reaccionó al enfrentar estas políticas. Incluso cuando se
presentaron oportunidades de legislar contra estas prácticas, no pudo
imponerse como el dueño desinteresado de un conocimiento "científico" expresado a través de mapas geográficos.
ciertos errores. Cuando los límites mundiales de los imperios
español
y
portugués
se
estaban
constituyendo,
aproximadamente entre 1515 y 1529, se reforzaba
rigurosamente el control sobre los secretos; sin embargo, más
adelante, durante el mismo siglo, empezó a haber cierta
laxitud (figura 3). Otro punto es la inconsistencia de las
políticas de Estado. A pesar de la común preocupación de
España por los secretos y el control, la cautela cartográfica fue
echada por la borda cuando Carlos V de España quiso
impresionar a las coronas extranjeras con mapas
propagandísticos que mostraban la extensión territorial de la
influencia española. La manipulación de un Estado no siempre
fue aceptada humildemente por sus rivales. Ellos deseaban
obtener mapas por medio del espionaje, el robo y la piratería,
y también por la observación directa y su propia investigación.
Por lo tanto, la colección de mapas del Nuevo Mundo de
Raleigh, que provenía principalmente de fuentes españolas,
incluía "un mapa secreto de aquellos rumbos hecho en México
[...] para el rey de España. Más aún, las políticas más estrictas
de secreto cartográfico podían verse afectadas por la facilidad
con que cosmógrafos y pilotos, junto con su conocimiento
cartográfico especializado, se ponían al servicio de coronas
rivales. Éstos son casos conocidos de pilotos portugueses a
quienes atrajo el servicio mejor remunerado de España,
Francia o Inglaterra, mientras que de cartógrafos como Cabot,
Ribeiro y Rotz se sabe que fueron los agentes a través de los
cuales se dio mayor difusión a mapas que una vez fueron
confidenciales. Incluso el Padrón de navegación española no
permaneció en secreto para siempre y su contenido fue publicado con el paso del tiempo. Finalmente, y todavía más
notable quizá, fueron las ocasiones en que los conflictos
ideológicos en torno a los secretos aparecieron en las propias
instituciones que habían sido establecidas para conservarlos.
Por ejemplo, se ha demostrado que hubo un prolongado debate, incluso un litigio, dentro de la Casa da Contratación por
el papel del patriotismo en los argumentos científicos y el del
secreto en el crecimiento del conocimiento. A la luz de todo
esto, hemos concluido que el acceso al conocimiento debe
considerarse una de las dimensiones socio legales más
complejas que estructuraron el desarrollo de la cartografía en
los principios de la Europa moderna.
Los
silencios
epistemológicos
intencionales de los mapas
o
no
Una segunda categoría de silencio en los mapas es el no intencional.
Es un silencio que no parece haber sido "explícitamente ordenado"
por los dirigentes cartográficos del principio de la Europa moderna;
no obstante, resultó fundamental para la difusión del poder del
Estado. Lo que indicaba el silencio no intencional era "el papel de las
reglas que determinan, dentro de una cultura, la aparición o
desaparición de afirmaciones" en los mapas. Aquí lo que nos
interesa es la ausencia o la presencia de categorías de detalles
cartográficos que no se pueden explicar mediante referencias a su
calidad de secreto o a factores técnicos, sino mediante "reglas
históricas" que no son meramente teóricas, sino observables de
diferentes maneras que variaban de acuerdo con la "zona social,
económica, geográfica o lingüística" dentro de la cual se originó un
mapa. Estas "reglas" ayudan a diseñar dos conjuntos de discurso, el
científico y el político-social, cuya función es estructurar el marco
dentro del cual se crea el conocimiento cartográfico.
El discurso científico de los mapas
Ya en el Renacimiento había dos características "científicas"
importantes para comprender el contenido de un mapa, a
saber: la "ciencia universal de la medida y el orden" y el
principio de clasificación o tabulación ordenada. Desde
entonces, instrumentos de investigación y técnicas de mapeo
cada vez más precisos contribuyeron a la "ciencia de la
medición", mientras que la manera en que los signos
cartográficos eran clasificados y ordenados (es decir, dispuestos
en hojas tabuladas especiales) apunta a la adopción del principio de
clasificación. En la medida en que avanzaba el progreso científico y
la precisión técnica, se expresaron pocas dudas. Por lo tanto, la
cartografía de los Estados, en el siglo XVI, estaba en camino de
convertirse en un discurso científico y tecnológico. Contenía la
suposición no escrita de un mundo objetivo en el que las nuevas
técnicas, repetibles y transmisibles, siempre podían lograr una
medición y una descripción precisas. En la actualidad, muchos
historiadores todavía aceptan este modelo de progreso científico
como una interpretación estándar del surgimiento de la cartografía
del Estado. De un interés semejante son los silencios de los productos
supuestamente "objetivos" del mapeo del Estado. Yo sostengo que,
mientras la medición y la clasificación pueden haber fomentado la
objetividad dentro de los términos de referencia de la epísteme
cultural, en otros aspectos los mapas siguen siendo una perspectiva
subjetiva del mundo de esa cultura. La estandarización, con énfasis
euclidiano en el espacio como algo uniforme y continuo, genera
silencios de uniformidad. Por ejemplo, en muchos atlas topográficos
de principios de la Europa moderna, especialmente los del siglo
XVII, pero incluso en los de Mercator y en los de Saxton, está
ausente gran parte del carácter y de la individualidad de los lugares
concretos. Detrás de la apariencia de unos cuantos signos estándares
de estos atlas, la descripción general de una ciudad se parece mucho a
la de la siguiente; los poblados son casi idénticos y están dispuestos
con una clara jerarquía taxonómica; se agregan bosques en unos
cuantos; incluso los ríos y las corrientes de agua se reducen a una
simple muestra de realidad; se excluye todo objeto fuera de la
clasificación de la "realidad" del topógrafo. Más aún, la fuerza
epistemológica de los procedimientos científicos se intensificó por su
mayor estandarización en el proceso de impresión del mapa,
innovación que vio el inicio de la "tecnologización del mapa", de
manera que las imágenes adquirieron una claridad y una contundencia que no tenían en la etapa de los manuscritos. El resultado
fue que los paisajes cartográficos de Europa se volvieron más
generalizados, más abstractos y menos diferenciados en el modo de
su representación. Sus silencios son los propios de lo único.
Es bien sabido que el mapeo es una actividad diseñada para
promover la eficiencia del Estado y que, con buenos mapas, la voz del
poder centralizado puede difundirse más uniformemente por todo un
país. Sin embargo, es necesario plantearse la pregunta: ¿por qué tenía
el mapeo científico que facilitar esta tarea? Si hacemos a un lado
todos los argumentos logísticos que se han presentado en favor de los
mapas (y es evidente que lograron una inversión considerable de los
gobernantes de la Europa moderna) queda entonces otro aspecto de
esta explicación: los silencios de los mapas legitiman y neutralizan las
acciones arbitrarias en la conciencia de quienes las originaron. En
otras palabras, la falta de diferenciaciones cualitativas en los mapas
estructurados por la episteme científica sine para deshumanizar el
paisaje. Estos mapas transmiten un conocimiento que mantiene al
sujeto al margen. El espacio adquiere una importancia mayor que la
del lugar: si los lugares se ven parecidos, se les puede tratar de
manera parecida. Por lo tanto, con el progreso del mapeo científico el
espacio se volvió muy fácilmente un producto socialmente vacío, un
paisaje geométrico de hechos fríos, no humanos.
Los discursos político y social de los mapas
Sin embargo, no todo se explica así. La paradoja es que los espacios
socialmente vacíos del mapa no carecían de consecuencias sociales.
Había otros hilos tejidos en las imágenes de los mapas. En especial
los de la conciencia política mediada por el mecenazgo, así como los
de los valores religiosos o las actitudes sociales o étnicas. (Ion la
ayuda de este conocimiento epistemológico podemos escuchar otros
silencios de nuestros mapas.
El discurso político se basa en la suposición de legitimidad de un
Statu quo político y sus valores correspondientes. Sus declaraciones a
través de los mapas, así como por otros medios, tienen la intención,
consciente o inconsciente, de prolongar, preservar y desarrollar las
"verdades" y los logros iniciados por los fundadores de ese sistema
político o modificados por sus sucesores. Sin embargo, se puede
argumentar que esta infraestructura determina la naturaleza de la
especificación técnica de los mapas y ofrece las reglas de lo que se
incluye y de lo que excluye. También se puede decir que el discurso
político es responsable de los énfasis diferenciales, a través de la
selección y la generalización, que privilegian algunos aspectos de la
"realidad" mientras que acallan otros. Los cartógrafos individuales no
habrían estado en posición de controlar o equilibrar estos matices,
aun cuando hubieran sido conscientes de ellos.
Desde los mapas del primer periodo moderno se encuentran
ejemplos de diversas clases de silencios políticos y sociales. Una
categoría es el silencio toponímico. Los Estados conquistadores
imponen un silencio a la población minoritaria o sometida a través de
la manipulación de su toponimia. Todo el estrato de identidad étnica
es suprimido del mapa en actos que equivalen a un genocidio
cultural. Mientras que estas manipulaciones, en cierto nivel, son
resultado de censura deliberada o de políticas de aculturación, en otro
nivel, el epistemológico, también se pueden ver como representantes
del rechazo inconsciente de este "otro" pueblo por parte de los que
pertenecen a los grupos políticamente más poderosos.
Se puede hacer una lectura similar de los silencios encontrados en
las leyendas de los signos cartográficos incluidos en algunos mapas
de principios de la Europa moderna. En el mapa de Mercator de
Europa, con fecha de 1554, por ejemplo, el dibujante decidió
identificar cuatro rangos eclesiásticos: el Vaticano (Pontifex
Romanus) las sedes patriarcales (patriarchales), las sedes
arquiepiscopales (archiepiscopales) y los episcopados (episcopales),
mientras que permaneció en silencio acerca de los cuatro o cinco
rangos del Statu quo seglar también diferenciados y mostrados en los
mapas. Queda claro que aquí el poder político que se reconoce es el
eclesiástico; los asentamientos pequeños (poblados) de la parte
inferior de la jerarquía eclesiástica carecen de importancia. Por lo
tanto, el silencio se convierte en un "comportamiento activo" que
apoya afirmativamente al statu quo político.
En otro grupo de ejemplos podemos detectar que los mapas
estaban involucrados en un discurso de promesas (sus silencios se
correspondían con dimensiones escatológicas de los libros sagrados
de sectas o religiones específicas). Por lo tanto, al describir la Tierra
Sagrada inspirada por Lutero y Calvino, donde se combinaba una
geografía sacra con un realismo geográfico (este último reflejaba el
discurso científico de los mapas), se subrayan hechos del Antiguo
Testamento y el mensaje protestante de la "historia de la salvación",
condensados en la ruta del Éxodo. En silencio quedan la historia y los
sitios del Nuevo Testamento, mientras que esta tradición aparece de
manera muy prominente en los mappaemundi de la Edad Media
católica.
El contenido y la publicación de mapas pueden entonces
estructurarse con base en los cismas religiosos y las batallas
ideológicas de los principios de la Europa moderna. La publicación de
libros de planos de la ciudad de Italia, por ejemplo, puede haber
estado inhibida en algunas zonas por la aversión de los calvinistas a la
representación de la Roma católica. De manera similar, puede resultar
significativo que el rango eclesiástico de los asentamientos humanos
se indica con mayor frecuencia en mapas de las regiones del sur de
los Alpes (o en los mapas de cartógrafos de algunos países en los que
la Iglesia romana católica conservaba el poder, como Italia, España y
Francia) que en las regiones protestantes del norte. Por el contrario,
los mapas que contienen información acerca de las diferentes sectas y
las adhesiones de los cristianos europeos eran de la parte más común
del norte de los Alpes, donde se reflejaba la agitación religiosa de la
Reforma, acerca de la cual los mapas de los centros católicos de
Italia, Francia y España permanecían en silencio. Las divisiones
sectarias en ocasiones son discernibles en mapas cuyos autores eran
ardientes partidarios de una doctrina, por ejemplo a través del silencio
en los mapas con respecto a iglesias o asentamientos de otra (figura
4). En otros mapas más, incluidas las cartas portulanas se mostraban
las tierras que los otomanos habían conquistado como si continuaran
en manos cristianas, mientras que Jerusalén a menudo se mostraba
como cristiana en algunos mapas de la Edad Media, incluso mucho
después de haber pasado a manos del Islam.
El primer problema que se encuentra al tratar de integrar los
silencios de los mapas que pueden haber surgido de las percepciones
contemporáneas de clase o raza, es la tendencia a suponer que estas
percepciones habrían sido idénticas entre todos los europeos durante
los siglos XVI o XVII. Incluso entonces parece razonable sugerir que
había una base conceptual común a toda la sociedad europea de la
época. Por ejemplo, el estatus social y la naturaleza de la ocupación
de los hombres eran asuntos de gran interés tanto en la Europa feudal
central como entre la naciente clase media o la grande bourgeoisie de
otros Estados que habrían ejercido cierta influencia sobre el
conocimiento
de
los
mapas.
..
J
FIGURA. Parte de Surrey de John Norden, 1594. Se ha dicho que Norden, por ser
anticatólico, omitió las vistas de los arzobispados de su mapa. El único mapa de éstos
que los muestra. Middlesex, 1593 los señala con una estrella y no con una cruz
papal. Aparecen las "capillas" (capillas subordinadas) reflejando la atención que
Norden prestaba a los detalles eclesiásticos. Con permiso de la British Library
(Mapas C2cc7).
Es importante observar la cuidadosa categorización de los trajes de los
personajes que con frecuencia componen la decoración de los mapas
de finales de los siglos XVI y XVII, por ejemplo los de Speed y Blaeu.
Mientras que tales distinciones sociales son fácilmente identificadas,
otras resultan más subliminales. Sin embargo, la misma suerte de
taxonomía social parece haber estado presente en los silencios de la
cartografía europea en cuanto a la clase social de la mayoría. Para los
dibujantes de mapas, sus mecenas y sus lectores, la clase baja no
existía ni tenía geografía, mucho menos estaba compuesta de individuos. En su lugar, lo que se destaca en estos mapas es la gente
privilegiada por su derecho a llevar una corona o una mitra, o a
ostentar un escudo de armas o un báculo. Ni los campesinos, ni los
trabajadores del campo, ni los pobres urbanos tienen un lugar en la
jerarquía social y. como grupo privado de sus derechos cartográficos,
no estaban representados en los mapas. La identificación del estatus
social, que otorgaba al individuo el derecho a tener una tierra, también
le daba el de apropiarse de los signos más prominentes del repertorio
del dibujante del mapa. Los signos pictóricos más grandes en los
mapas (y los que llamaban más la atención) resultan ser los que se
asocian con el estatus feudal, militar, legal o eclesiástico. Un poblado
de campesinos, sin un jefe supremo absoluto o un patronazgo
eclesiástico, quedaba en un estado muy cercano al silencio, es decir, en
un punto o en un signo abstracto. Más aún, estos conceptos europeos
de estatus fueron llevados al Nuevo Mundo. Son discernibles, en
particular, en los mapas de regiones en que la cultura europea se
encontró con la cultura india; por ejemplo, en los mapas que muestran
el primer asentamiento inglés en Virginia. Aquí la diferencia entre los
indios de un "mejor tipo" y la gente india común, hecha con frecuencia
por los escritores contemporáneos, era transmitida (como en los mapas
europeos) por representaciones de individuos de la clase alta
privilegiada de la sociedad india (un jefe powhata, pocahonta o
susquehanna, por ejemplo) mientras que los hombres y las mujeres
ordinarios se muestran reunidos en una masa anónima a sus pies y —
queda implícito— a sus órdenes. De manera similar se encuentran las
jerarquías europeas en los signos de asentamientos de los mapas del
Nuevo Mundo. Para los aproximadamente 200 asentamientos indios
que se describen en el mapa de Virginia de John Smith (1612), se
hace una diferenciación cuidadosa entre las "casas de reyes"
(dibujadas con un signo de importancia visual), las "casas
comunes" (marcadas con un signo relativamente insignificante)
y los asentamientos del jefe powhata (con el signo más grande
de todos).'"
Otro tipo de silencio encontrado en los mapas del Nuevo
Mundo surge de la tendencia a desaparecer la diversidad del
paisaje americano en favor de un estereotipo, lo que resulta
más difícil de explicar. Por supuesto que podría deberse sólo a
la falta de información. Al enfrentarse con espacios vacíos en
los bosquejos y dibujos que se les daba como modelos, los
grabadores europeos los habrían llenado con las únicas
convenciones paisajísticas que les eran familiares. De manera
alternativa, el estereotipo del paisaje americano se puede ver
como un acto deliberado de promoción colonial, diseñado para
hacer las nuevas tierras más atractivas para los colonizadores
o para atraer a potenciales propietarios e inversionistas. Sin
embargo, también podemos buscar explicaciones de estos
silencios en otra dirección, en el nivel estructural de las
epistemes de Foucault. Entonces sería otro tipo de
manifestaciones en las que se reflejaban los valores científicos
europeos en la cartografía renacentista, especialmente a través
de las medidas y la clasificación simple del paisaje. Por lo
tanto, estaríamos de nuevo ante la transposición inconsciente a
la geografía americana de los valores y las preferencias
europeos, esta vez en relación con el paisaje. Mapas como los
de John Smith (Mapa de Lord Baltimore, 1635) o de William
Wood (The South Part of New England, 1634) parecen mostrarnos un salvajismo ya domesticado que se ha considerado más
aceptable a los ojos ingleses (figura). Puede haber aquí un
paralelismo con la forma en que Theodore de Bry y sus
ayudantes transformaron los dibujos de los indios de John
White en la colonia Roanoke. Se nos ha dicho cómo Bry
"conservó la atención meticulosa de White respecto de los
detalles en el vestido, peinado y decoración del cuerpo; sin
embargo, cambió las caras, las posturas y los cuerpos de los
indios de manera dramática" y cómo sus "caras se dulcificaron,
suavizaron y europeizaron" de tal manera que con sus "nuevas
frentes altas, bocas fruncidas y cabello ensortijado se asemejan
a las figuras clásicas de la tradición germana del grabado".
Parece haber sucedido lo mismo con el paisaje en algunos de
los primeros y más importantes mapas impresos de las
regiones de América del Norte. En esencia, estos mapas
describen un paisaje europeo al estilo del grabado europeo,
pero quedan lejos de ser descripciones reales de América; en
realidad muestran los paisajes que Europa anhelaba y se
quedan callados acerca de la verdadera América. Este tipo de
silencio cartográfico se convierte en un acto ideológico
afirmativo. Sirve para preparar el camino de las colonizaciones
europeas. Los colonizadores potenciales ven en el mapa pocos
obstáculos insuperables.
Figura: Mapa de Virginia del capitán John Smith, El grabado de William Hole
construye un paisaje con montes, ríos, bosques y asentamientos reconocibles
para la mirada de quienes están familiarizados con los mapas ingleses de
condado del periodo. En el escudo de armas real inserto como emblema de
posesión colonial debajo del pergamino del título vemos el inicio de un
discurso cartográfico que termina con el silencio de los mapas acerca de los
derechos de los indios a su territorio. Se muestra la edición de 1625. Con
permiso de la British Library
Lo que menos hace el mapa es reflejar la presencia de pueblos
indígenas y su huella sobre la tierra: "Es como si América fuera
una escenografía fija y el telón se levantara con la llegada de
los europeos y ahí comenzara la acción. Un resumen, estos
mapas son imágenes etnocéntricas y parten de la estructura del
colonialismo cultural. No es sólo que ofrezcan la promesa de
tina tierra libre y aparentemente virgen, un espacio vacío para
que los europeos lo dividan y llenen; se ofrece más bien la
imagen de un paisaje en que los indios están callados o son
relegados, a través de la decoración de los márgenes del
mapa, al nivel de un caníbal desnudo. Mediante estos silencios,
el mapa se vuelve un permiso para apropiarse del territorio
descrito. Es otro medio más por el cual insistir sobre la
inherente superioridad de las tecnologías y formas de vida
europeas.
Conclusiones
Este ensayo fue diseñado para ilustrar la posibilidad de una
historia cartográfica surgida a partir de ideas concebidas por
otras disciplinas. Ha sido principalmente una exploración
teórica. No obstante, debo aclarar que ningún concepto, como
el de poder-conocimiento, o el de episteme, ofrece
generalizaciones ''comprobables" que puedan relacionarse
absolutamente con los "hechos" de esta u otra cultura
cartográfica. Mí argumento surge de un punto de vista
humanístico: el del papel que desempeña la teoría para revelar
la complejidad del mundo, más que para reducirla a los modelos más simples del científico social. Por lo tanto, nuestra
primera conclusión es que mientras inicialmente los conceptos
de poder-conocimiento y de cartografía resultan simples y
familiares como un discurso de poder con efectos sociales, una
vez que empezamos a relacionarlos con contextos históricos
específicos adquieren una enorme complejidad. Frente a un
mapa en particular, a menudo es difícil decir, a partir del
contexto histórico, si sus silencios se deben a actos
deliberados de censura, a un silencio epistemológico no
intencional, a una mezcla de ambos, o quizá se trate de una
simple manifestación de la lentitud con que los cartógrafos
revisaban sus mapas de acuerdo con las realidades del mundo.
Las relaciones entre los mapas y el poder, y entre los mapas y
otras formas de conocimiento, cambiaban constantemente. La
aportación de la cartografía a la conservación de la autoridad
durante los siglos XVI y XVII nunca fue un factor constante. Las
complejidades fueron reconocidas por Helgerson, quien señaló
que los mapas nunca podían ser ideológicamente neutrales,
cualquiera que fuera el uso o las consecuencias de su uso, y
que nunca serían "simples herramientas", ya fuera del
centralismo monárquico o de alguna otra organización de
poder. Según él, inevitablemente entraban "en sistemas de
relaciones con otras prácticas de representación y. al hacerlo,
alteraban el significado y la autoridad de todas las demás". Este
terreno constantemente cambiante entre los mapas y otras
formas de poder-conocimiento aún tiene que ser registrado
dentro de la historia de la cartografía.
Una segunda conclusión es que nos encontramos en un
terreno mucho más seguro cuando se trata de la importancia de
los silencios. Suponiendo que el mundo sea un lugar donde se
ejerce la elección humana, la ausencia de algo debe verse tan
digna de investigación histórica como su presencia. Así sucede
con la cartografía. Hace poco se sugirió que "el mapa que no se
hace (...) merece tanta atención como el que se hace". Este aforismo se puede extender tanto a la historia de la producción de
los mapas como a la de los silencios en la representación.
Hemos podido mostrar, en mapas específicos, que actos
deliberados de censura y secretos en el pasado han tenido
consecuencias cartográficas e históricas. Sin embargo, se
puede decir lo mismo acerca de los silencios epistemológicos,
elementos "no pensados" del discurso." Son también
declaraciones afirmativas y tienen consecuencias ideológicas
en las sociedades en cuestión. Estos silencios también
contribuyen a la reproducción, el reforzamiento y la legitimación
de valores culturales y políticos. Encontrarlos expresados
geográficamente en los mapas refleja su universalidad. No
existe un espacio vacío como tal en un mapa. Revelada por un
estudio cuidadoso del inconsciente cartográfico y sus bases
sociales, esta agenda oculta tiene mucho que ofrecer a los
historiadores de la cartografía para llegar a entender de qué
manera, a través de la historia, los mapas han sido —y siguen
siendo— una fuerza de la sociedad.
La tercera y última conclusión está relacionada con la
naturaleza de la propia cartografía como forma de
conocimiento. Los cartógrafos pueden seguir disfrazando sus
productos en términos de la aplicación de ciertas
especificaciones técnicas (instrumentos topográficos, medidas,
generalizaciones, diseño, impresión, etc.); sin embargo, también
se debe exigir un lugar integral en la interpretación histórica de
los mapas para las decisiones culturales que se dieron por
sentadas en sociedades específicas. De hecho, un creciente
número de estudiosos lee los mapas como textos literarios más
que como una réplica mecánica de procesos técnicos. Es una
práctica aconsejable, mucho más respecto de los mapas de
principios de la era moderna. Es mejor ver los mapas, según la
adecuada frase de un cartógrafo, como "una ficción
controlada". Este punto de vista textual, leer un mapa como
retórica, tiene implicaciones importantes para sugerir formas
alternativas en el uso de los mapas con el objeto de entender
mejor el pasado. Mientras más pensemos en la universalidad
de los secretos, la censura y el silencio en los mapas, y
mientras sigamos reflexionando
sobre los
códigos
epistemológicos del conocimiento de los mapas, menos
estaremos convencidos de que el conocimiento de los mapas
se puede considerar "objetivo" o "imparcial". Los mapas se
volvieron parte de un "creciente repertorio de técnicas de poder
y es un gran error fusionar la historia de los mapas con la
historia de las mediciones. Se ha perdido la paradoja esencial.
En la medida en que la cartografía se volvió más "objetiva" con
el apoyo financiero del Estado, se vio presa de una subjetividad
diferente: la inherente a su representación de la ideología dominante del Estado. La antigua pregunta de si un mapa en
particular es cierto o falso no ha sido el centro de interés de
este capítulo. Por el contrario, se debe quitar importancia a esta
pregunta si se acepta, como he tratado de fundamentar, que
los mapas son perspectivas del mundo en el momento en que
fueron hechos. Mi objetivo ha sido empezar a interrogar a los
mapas como acciones más que como descripciones impasibles
y convencer a los historiadores cartográficos de que se
planteen esta pregunta fundamental: ¿cuáles son los "efectos
reales" del conocimiento que portan los mapas, tanto de sus
pronunciamientos más enfáticos como de sus igualmente
enfáticos silencios?
Poder y legitimación en los atlas
geográficos ingleses del siglo
XVIII
El poder no sólo incide en la ciencia y el conocimiento
científico desde afuera. Las relaciones de poder están
presentes en las actividades más comunes de la
investigación científica. El conocimiento científico
surge de estas relaciones, más que oponerse a ellas.
El conocimiento es poder, y el poder conocimiento.
JOSEPH ROUSE,
Knowledge and Power: Toward a Political
Philosophy of Science
(Ithaca, Cornell University Press, 1987), p. 24
Una publicación del Centro de Libros de la Biblioteca del
Congreso es un lugar adecuado para hablar acerca de la
historia de los atlas geográficos en su contexto político, social y
cultural. Tanto el tema específico sobre el que elegí escribir
(cómo el poder social se cruza con el conocimiento cartográfico) como el método que adopté (partir de la teoría social y de
la filosofía de la ciencia para cuestionar mis evidencias) van de
acuerdo con el espíritu de L'histoire du livre. Recordemos que
en The Coming of the Book, con frecuencia considerado un
texto fundamental del nuevo historicismo en la interpretación
bibliográfica, uno de los objetivos de Lucien Febvre y HenriJean Martin era establecer el papel del "libro como una fuerza
del cambio" en la sociedad. Mientras que el análisis del poder
no ha sido uno de los intereses explícitos en la nueva
bibliografía histórica (por ejemplo, esta palabra no aparece en
el índice del estudio clásico de Elizabeth L.
Eisenstein, The Printing Press as an Agent of Change hay
indicios recientes de una nueva conciencia radical. Por lo tanto,
l. F. Mc Kenzie logró hablar en 1985 no sólo de la "bibliografía y
la sociología de los textos", sino también extender sus
argumentos hasta los "textos no librarios", incluidos los mapas
y, sobre todo, reconociendo que los mapas "pueden... expresar
significados ideológicos" y "funcionar como herramientas
potentes de control político". Es igualmente difícil pensar en un
estudio de los atlas que no acepte la existencia de relaciones
de poder dentro de la cartografía y que no reconozca su
influencia sobre la estructura de su forma ni su importancia
histórica como textos gráficos. El antiguo aforismo de que el
conocimiento es poder será igualmente explorado en el
contexto de los atlas geográficos ingleses del siglo XVIII.
Este ensayo no pretende generalizar los efectos del poder
sobre la cartografía, sino analizar cómo la estructura del poder
social en una sociedad histórica particular influyó sobre la
producción de conocimiento y su forma de representación en
los atlas geográficos producidos en Inglaterra, durante el siglo
XVIII. El razonamiento se presentará en tres etapas. En la primera se analizará la naturaleza del poder y cómo afectó al
conocimiento geográfico contenido en los atlas y se señalará
una diferencia entre el poder interno y el poder externo dentro
de la cartografía. Después se identificará a los mecenas que
hacían posible la elaboración de los atlas (quienes ostentaban
el poder en la sociedad inglesa) y los vínculos que se
establecían entre ellos y el pequeño grupo de artesanos que
producía los atlas geográficos. Finalmente, se examinará la
influencia del poder sobre la representación cartográfica en los
atlas y se presentarán algunas posibilidades de injerencia
sobre ciertos aspectos de la conciencia de grupo, o la
mentalité, en la Inglaterra del siglo XVIII. Quienes elaboraban
los atlas trataban de producir mapas científicos de espacio
territorial y, al mismo tiempo, indudablemente generaban
imágenes de un espacio social que, lejos de carecer de valor o
de ser imágenes objetivas de la llamada Era de la razón, eran
lineamientos subjetivos, parciales y retóricos. No obstante, fue
a través de estas configuraciones parciales y sociales, tanto
como de cualquier representación concreta del paisaje, que los
atlas se convirtieron en una fuerza dentro de la historia. ,
Poder externo
cartografía
y
poder
interno
en
la
El hecho de conocer la diferencia entre el poder externo y el
poder interno se la debo al reciente libro de Joseph Rouse,
Knowledge and Power. He adoptado con cierta libertad su
exposición acerca de la ciencia en general para el caso
particular del conocimiento cartográfico; sin embargo, esta
argumentación exige algunas generalizaciones previas acerca
de su funcionamiento en la cartografía. Con frecuencia los
historiadores de la cartografía hablan del poder externo. Los
individuos, como un monarca o un ministro de la Corona, lo
mismo que las instituciones del Estado y la Iglesia, emplean el
poder para iniciar un programa de registro en mapas con fines
administrativos o militares. Los anales de la manufactura de
mapas contienen numerosos ejemplos. Las actividades
políticas, que implican lo que Foucault llamó el ejercicio del
"poder jurídico", siempre han ejercido una importante influencia
sobre la organización y la práctica de la cartografía. Aún más, al
igual que en el asunto del financiamiento del Estado (por
ejemplo, para realizar sus actividades topográficas nacionales),
el poder jurídico, también se usó para impedir la difusión del
conocimiento cartográfico. Las políticas de censura o secretos
están tejidas en la historia de la hechura de los alias con tanta
frecuencia como en la ele otras formas de actividad cartográfica. En todos estos contextos, el poder externo por lo
general estaba centralizado, por lo tanto era impuesto desde
arriba. Casi siempre se manifestaba en actos deliberados de
política. Era ejercido de manera discontinua para satisfacer
ciertas necesidades y en situaciones específicas. Al mismo
tiempo, estaba dirigido a dibujantes de mapas específicos y a la
creación de productos cartográficos en particular.
Por el contrario, la idea de un poder interno en la cartografía
subraya que el poder no puede separarse del conocimiento. Es
una parte integral de las prácticas que crean el conocimiento y
del funcionamiento de los mapas en la sociedad como una
forma particular de conocimiento. Es universal, se encuentra en
lodos los talleres de mapas; sin embargo, asimismo crea un
conocimiento local que depende del contexto. Por lo tanto, el
foco de la investigación cambia del lugar de la cartografía en un
sistema jurídico de poder a los efectos políticos de lo que
hacen los cartógrafos cuando trazan mapas." Encontramos que
los cartógrafos dejan de ser "agentes no políticos" en la
sociedad por encima, y más allá, de la política. De igual
manera que el poder supera las prácticas del trabajo cotidiano
del trazado de los mapas: quien hace un atlas (aunque a
menudo sin desearlo) inevitablemente está involucrado en la
manufactura del poder. La clave de este poder interno yace en
la naturaleza de los procesos cartográficos. La compilación, la
generalización, la clasificación, la jerarquización y la
estandarización de datos geográficos, lejos de ser simples
actividades técnicas neutrales, implican el funcionamiento de
relaciones de poder-conocimiento. Del mismo modo que las
instituciones disciplinarias descritas por Foucault (prisiones,
escuelas, ejércitos, fábricas) sirven para normalizar a los seres
humanos, así también el taller del cartógrafo puede
considerarse como un factor normalizador de los fenómenos
de lugar y territorio al crear el dibujo del mundo hecho a la
medida que la sociedad desea. El poder del topógrafo y del
cartógrafo casi nunca era ejercido directamente sobre los
individuos, sino sobre el conocimiento del mundo puesto a la
disposición de la gente en general.
Entonces, el poder interno es obviamente diferente del
poder externo en cuanto a su forma y a su naturaleza. El poder
interno es local y está descentralizado; está presente en todas
las prácticas cartográficas y no se dirige únicamente a los
proyectos regidos por el Estado. Como actúa a través del taller
cartográfico, el poder interno no necesariamente se ejerce de
manera consciente; su práctica se da como un hecho, a
diferencia de los actos deliberados de poder aplicado desde
afuera. No obstante, esas diferencias entre poder interno y
poder externo no oscurecen el hecho de que las relaciones de
poder penetran por los intersticios de la práctica y la representación cartográfica. Los mapas pueden leerse como
textos de poder-conocimiento, al igual que cualquier otro
sistema de signos fabricado. La práctica comercial del
cartógrafo inglés puede caber en esta interpretación de poderconocimiento. Para el siglo XVIII, la lógica interna de la
cartografía impresa, lo que aquí definimos como poder interno,
ya estaba establecida. De hecho, los mapas impresos
comparten las características generales de la "lógica de la
imprenta" que hace mucho tiempo Marshall McLuhan identificó
como abstracción, uniformidad, repetición, visualidad y
cuantificación. La consecuencia de estas tendencias fue que la
tecnología del trazado de los mapas "comenzó a moldear las
estructuras mentales, transmitiendo el sentido del mundo como
un conjunto de ideas abstractas más que de hechos
inmediatos, un punto de vista fijo que organizaba la materia, en
un equivalente de la perspectiva en la pintura: la
homogeneización visual de la experiencia". Si sustituimos
experiencia por lugar, comenzaremos a ver cómo las prácticas
de la cartografía pueden haber actuado de manera similar. El
método de instruir a dibujantes y grabadores, mediante el
aprendizaje y la realización de tareas repetitivas, dividiendo el
trabajo en los talleres, usando herramientas y técnicas estandarizadas y a través de la circulación de manuales prácticos,
puede ser interpretado como un procedimiento para asegurar
un conocimiento estandarizado. La estandarización se convirtió
en el becerro de oro de la cartografía impresa. Las reglas,
especificaciones, técnicas y tareas regulares de los signos
convencionales fueron herramientas de la normalización; quien
hacía el mapa las usaba para reinventar o redescribir la realidad en el proceso de dar a conocer el mundo a la sociedad.
Producía un mundo artificialmente simplificado. Las imágenes
que hacían esotérico lo exotérico tenían el potencial de limitar la
forma de pensar y de actuar, de la gente.
La
diferenciación
externo-interno
revela
algunas
configuraciones particulares del poder en el comercio de los
atlas de Inglaterra en el siglo XVIII. Para una sociedad en la
que el poder político se concentraba relativamente en pocas
manos, al aplicar el poder externo a la cartografía éste se
difundía notablemente. De manera particular el concepto de
cartografía controlado de manera externa, desde arriba, no
parece factible en este contexto histórico. El poder directo del
Estado ejercía relativamente poca influencia sobre la forma y
sobre el contenido de los atlas ingleses. En este tema
podemos establecer una comparación general con la
Ilustración en Francia durante el periodo en que el gobierno,
empezando con Luis XIV y Colbert, usaba su poder para
conformar las instituciones necesarias para realizar el mapeo
nacional con fines militares, políticos y prácticos. En Inglaterra,
sin embargo, el mapeo geográfico del sector público (al
contrario de las investigaciones militares) no se realizó sino
hasta la segunda mitad del siglo XVIII, a pesar del afortunado
inicio del atlas de Saxton unos 200 años antes. Incluso cuando
se había dado un comienzo, al principio se confinó a las
investigaciones generales de las colonias norteamericanas, e
incluso después del establecimiento del Servicio Estatal de
Cartografía en 1791, los mapas del sector público no se publicaron
sino hasta el siguiente siglo.
Este poder oficial ejercido sobre el comercio de los atlas en la
Inglaterra del siglo XVIII era informal e irregular. Fue impuesto a
través del mercado y, en vez de establecer que las instituciones
hicieran mapas, las autoridades inglesas optaron por cartógrafos
privados, algunas veces incluso para realizar las actividades
topográficas. La relación de John Can' con la oficina postal a finales
del siglo XVIII (que dio como resultado una descripción detallada de
los caminos en sus mapas es un buen ejemplo de estos acuerdos. Lo
mismo sucede, especialmente respecto de los mapas de Norteamérica,
con algunas de las hojas y los mapas de atlas preparados para su
publicación en la década de 1760 por Thomas Jefferys, geógrafo del
rey. Es posible que Jefferys gozara de una relación especial con la
Oficina de Comercio y Plantaciones y con la Oficina Naval, y Skelton
ha planteado la posibilidad de que Jefferys pudiera haber "gozado de
una posición semi oficial que le diera acceso a documentos públicos y
bosquejos de los mapas para su grabado y publicación". Sin embargo,
sí éste hubiera sido el caso, los acuerdos deben de haber sido
correctos; Jefferys no adquirió el monopolio de esta materia prima
cartográfica que las oficinas gubernamentales deseaban publicar por
razones prácticas o propagandísticas. Los contactos fueron casuales y,
aparentemente, no hubo contratos de por medio. Es más, una vez que
los dibujos llegaron a los talleres de mapas, el Estado se retiró
discretamente, conservando una autoridad simplemente nominal
frases como "por autorización" aparecen en los títulos de algunos
mapas, pero dejando al cartógrafo en libertad de determinar el
contenido, el diseño y la distribución final de la obra.
Si el Estado mantenía el monopolio del poder cartográfico de
manera sutil en la Inglaterra del siglo XVIII, lo mismo se podía decir
con mucho mayor claridad de las principales personas que encargaban
los atlas geográficos (ja nobleza y la aristocracia que se identificará
más adelante). No hay pruebas de que ningún individuo que
encomendara un mapa, o un grupo de lectores, tratara de ejercer poder
directo sobre el negocio del trazado de mapas. No se daban
instrucciones a los cartógrafos para que hicieran algún tipo específico
de atlas, ni se determinaba su contenido. Los formatos adoptados por
los manufactureros de atlas y los objetos de estudio que decidían
registrar parecen haber sido producto de una combinación de
tradiciones, la posesión de moldes de cobre para impresión, oportuni-
dades de mercado y lo que se puede ver únicamente como un consenso
social no escrito en cuanto a lo que se podría mostrar entre quien
encargaba el mapa y quien lo trazaba. En resumen, los atlas ingleses
del siglo XVIII estaban lejos de contener un tipo estándar de
conocimiento. Como sucede por lo general con los atlas europeos
desde el siglo XVI, el equilibro entre los mapas y el texto podía variar
considerablemente, el tamaño y la escala también eran distintos e,
incluso, los mapas individuales dentro de un atlas "podían tener una
historia bibliográfica individual y única". El grupo de atlas con folio de
las Americas, por ejemplo, publicado por vendedores de mapas como
Jefferys, Faden y Sayer, eran obras bastante mezcladas, reunidas a
partir de grupos de mapas preexistentes (véase figura)
La diferencia entre el poder externo y el poder interno no debe
establecerse tan tajantemente. Al ejercer el poder interno los
cartógrafos respondían a los dictados del poder externo, incluso
cuando éste parecía ser débil, y el proceso de legitimación, en
particular, implica una conjunción de poderes. No obstante, la
naturaleza específica del poder externo en la manufactura de los atlas
ingleses del siglo XVIII sugiere que una causalidad directa en su
operación no era precondición para que en los atlas surgieran
relaciones de poder. Lo que sucede es que la debilidad de la causalidad
directa nos permite ver con mayor claridad la fuerza del poder interno
en la práctica cartográfica cotidiana.
Como ya se dijo, lo que revelamos es un conjunto de procesos de
estandarización y normalización establecidos. Para el siglo XVIII,
estos códigos estructuraban el poder interno de los mapas de atlas
ingleses. Los signos comunes de los mapas, una idea clara de lo que
era el contenido normal de los mapas de atlas, un diseño aceptable y
cierta conciencia del mercado eran también elementos de valor en las
prácticas de manufactura, y advertían —por medio de los modelos de
amplia circulación que mostraban cómo debería verse un atlas— ser
los representantes de una geografía entregada al poder. Los nuevos
levantamientos y el material sin trabajar que llegaba a los talleres eran
procesados según la lógica de este canon. Se acordaban, no se
cuestionaban, se les daba el mismo tratamiento y entonces no
resulta sorprendente que surgieran como nuevos mapas
estandarizados.
El origen de estos estereotipos geográficos se puede
encontrar desde el siglo XVI, cuando los principios
epistemológicos de medición y clasificación fueron
integrados por primera vez a la elaboración de atlas
ingleses. Para el siglo XVIII, los descendientes de estos
primeros estereotipos eran producto de factores sociales y
técnicos. Los cartógrafos se guiaban por un amplio
consenso sobre asuntos de clase, estatus y etnia, que
compartían los puntos de vista de quienes solicitaban el
trazado del mapa. En otros sitios, o en otros periodos en
Inglaterra, se puede encontrar una cartografía de protesta;
sin embargo, pocos manufactureros de atlas del siglo XVIII
parecen haber cuestionado el orden social y político de su
inundo o haber percibido su propia labor como una práctica
social. Por el contrario, mientras más continuaban la
práctica cartográfica que recibían, más reforzaban y
correspondían, aunque de manera involuntaria, a la
configuración social dominante de su tiempo. Sus atlas son
T
O
P
O
G
R
A
P
H
al mismo tiempo textos culturales y modelos visibles de las
relaciones sociales de la Inglaterra del siglo XVIII. De esta
manera, el poder se encuentra tanto implícito como
explícito en la proyección de los cartógrafos de una
geografía externa sobre la página del mapa. Él cartógrafo
abordaba sus datos con expectativas concretas en cuanto
al mundo que estaba describiendo, y con una idea clara de
las reglas de la cartografía mediante las cuales se
produciría la imagen del mapa (como las del estatus social,
congruentes con las normas generales de la sociedad).
Éste es el proceso por el cual se revela un terreno de poder
interno delineado tan claramente en las relaciones sociales
como en las líneas grabadas de los ríos y las cordilleras de
la imagen del mapa.
Y
NORTH AMERICA AND THE WEST INDIES.
A COLLECTION OF ALL THE
MAPS, CHARTS. PLANS, AND PARTICULAR SURVEYS,
I
That have published parts
of The World.
E U R O P E
or A M E R I C A .
E N G R A V E D
T H O.
MAJESTY.
J E F FE R Y S,
B Y
Geography
w Hm
FIGURA EL epítome de los atlas. Portada de A General Topography of North
America and the West Indies (Londres, T. Jefferys, 1768). Biblioteca del Congreso,
División de Geografía y Mapas.
Quiénes encargaban un atlas y quiénes lo
hacían
En el contexto del mapeo comercial de la Inglaterra del siglo
XVIII, las personas que solicitaban la elaboración de un atlas
eran agentes a través de los cuales el poder social externo,
intercambiado entre el cartógrafo y una tecnología
estandarizada, entraba en los atlas para convertirse en una
forma interiorizada de poder-conocimiento. Un estudio de los
atlas dentro de la sociedad (comparado con uno en el cual se
saquen los atlas de la sociedad para un minucioso análisis
técnico o bibliográfico) requiere un método especial. Es muy
importante, para empezar, reconstruir las divisiones sociales y
las relaciones de poder dentro de la sociedad así como
entender los procesos técnicos del trazado del mapa. Por lo
tanto, tenemos que identificar a los promotores de la
cartografía de los atlas del siglo XVIII y mostrar cómo
entablaron una relación histórica y geográfica cercana con
quienes tenían que ver con el negocio del trazado y la venta
de los mapas.
Aunque la naturaleza precisa de la estructura Social inglesa
del siglo XVIII (su perfil, su carácter cambiante y los conflictos
de clase) ha sido tema de disensión, su anatomía básica es
suficiente para demostrar cómo intervino el poder en el
conocimiento geográfico reproducido en los atlas. La sociedad
inglesa de este periodo estaba fijada en una serie de
marcadas divisiones sociales, cada una con sus propios
símbolos de poder, pretensiones y riqueza. A pesar de una
rígida jerarquía, un historiador social ha descrito a la sociedad
inglesa del siglo XVIII como una "sociedad de una sola clase",
lo que significa que sólo existía una clase importante (que
comprendía los grupos de la nobleza, la aristocracia, el clero y
los profesionales) con una conciencia nacional de su propia
existencia e importancia. Cualesquiera que sean las carencias
de este diagnóstico en la sociología histórica, resulta un
concepto útil para explicar algunas de las imágenes
estereotipadas de los atlas que parecen más bien reflejar las
preocupaciones de esta clase social dominante.
Otra característica importante de la estructura social inglesa
de este periodo es hasta qué punto el poder político se debía
a la posesión de tierras. La élite inglesa se ha descrito como
"un grupo cerrado y privilegiado de dueños de tierras",
mientras que la nación parecía una "república federal de casas
de campo". Casi la mitad de la tierra cultivada en la Inglaterra
del siglo XVIII pertenecía a unas 5000 familias. En la cima de
esta dominación, "cuatrocientas familias, en una población de
aproximadamente siete u ocho millones de personas, eran
dueñas de casi una cuarta parte de la tierra cultivada". Esta
relación entre la tierra y el poder político, dentro de la cual el
poder político se usaba para proteger la propiedad, es la que
ofrece el marco histórico de los atlas. Ya se tratara del
condado inglés o del imperio de ultramar, se pensaba que los
mapas reforzaban los modelos de tenencia territorial, y este
potencial contribuye a explicar qué aspectos geográficos eran
enfatizados en los atlas y por qué estas representaciones se
convirtieron en una fuerza dentro de la sociedad.
Incluso un análisis superficial sugiere que los ingleses que
encargaban los atlas geográficos pertenecían a estas clases
superiores de la sociedad: los dueños de la tierra. Tales
grupos representaban quizá no más de 5% de la población
total; sin embargo, ejercían una hegemonía política y cultural
desproporcionada para su cantidad. Al igual que el arte culto
del periodo su literatura, su música y su ópera, los atlas
geográficos eran regulados y se ponían de moda de acuerdo
con el sector de la tierra de la sociedad inglesa. El hecho de
que el precio de venta de los atlas geográficos más grandes
excediera el salario semanal promedio de un artesano
confirma también una forma de conocimiento cuya distribución
social estaba altamente concentrada.
Existen varias fuentes históricas que vinculan esta
estructura social a los verdaderos lectores de los atlas, lo
mismo que al cartógrafo con quien encargaba el mapa. Por lo
que corresponde a los vendedores de mapas, promovían
regularmente los atlas para llamar la atención de las personas
que encargaban su trazado. Los anuncios en los periódicos
londinenses con frecuencia iban dirigidos a la nobleza y a la
aristocracia, las cuales se interesaban en comprar estos atlas
porque en la publicidad se subrayaban aspectos de especial
interés para ellos. Igualmente, en las dedicatorias de los atlas,
tanto de la obra en general como de los mapas individuales
que los componían, se destaca la atención a la nobleza y a la
aristocracia, además de la realeza. No es accidental (como se
demostrará más adelante) que los escudos de armas hayan
sido una forma común de decoración de estos mapas.
Otro punto más importante de nuestro estudio es la medida
en la cual los atlas realmente eran comprados por las
personas a quienes estaban dedicados. Las pruebas son las
bibliotecas particulares, los catálogos de subastas de libros y
las listas de suscriptores impresas en los mismos atlas. Las
relaciones de subastas de Londres son tema de estudios que
Más adelante se ofrece un análisis de dos listas que han sobrevivido.
Es un medio para relacionar la estructura social con la producción de
atlas y también muestra cómo la cartografía estaba inserta en una red
intrincada de relaciones de poder.
El primer ejemplo lo ofrece A New General Atlas, de John Senex,
publicado en Londres en 1721. En el prefacio, él se nombra a sí
mismo "geógrafo de la reina" y recomienda "la utilidad de un libro
de este tipo para los nobles, los aristócratas, regidores del mar y de la
tierra, divinos, abogados, médicos y comerciantes". Senex identifica
ocho categorías de posibles lectores, encabezadas por "soberanos con
sus ministros" y termina con "agricultores de un trabajo común". Por
alguna razón, Senex hace una mención especial del último grupo.
"La ciencia es necesaria", dice, "para todo tipo de hombres, desde el
príncipe hasta el campesino"; sin embargo, no debemos dejar que
este sentimiento igualitario nos distraiga de la realidad de sus
lectores. También en las páginas preliminares del atlas se enumeran
1047 suscriptores con rango y título (véase figura). El cuadro es un
sencillo análisis de esta lista.
Aunque el cuadro no refleja los múltiples y finos matices de la
estructura social inglesa, sí sirve para destacar que los suscriptores
del Atlas de Senex provenían, en su mayoría, de grupos en cuyas
manos se concentraba el poder económico y político. De hecho, las
listas alfabéticas son una relación de títulos honoríficos. Nos
permiten ubicar a las personas que encargaban atlas entre la minoría
más importante y, sobre todo, entre la clase conocida como
aristocracia. Mientras que las designaciones no siempre nos permiten
distinguir entre los que eran principalmente propietarios de tierra y
quienes tenían otras ocupaciones definidas (clérigos, oficiales de la
corte, diplomáticos, abogados, comerciantes, oficiales militares,
maestros de escuela y caballeros) no hay duda de que el interés que
compartían y la identidad de clase postulada por Laslett radicaba en
la posesión de una propiedad de tierra. El hecho de que esa clase
dominara la producción de los atlas se ve confirmado por los escudos
confirman la compra regular de atlas geográficos por parte de
los nobles, los aristócratas y los profesionales. Sin embargo,
las listas de suscripciones existentes, de aproximadamente
una docena de atlas ingleses del siglo XVIII, ofrecen la mayor
cantidad de datos para un análisis socio estructural de los
lectores
de
mapas.
de armas grabados después de la lista de suscripción (véase figura).
Estos eran diseñados para destacar a los suscriptores con derecho a
llevar armas y es importante que mucho más de la mitad de los
suscriptores (728) del Atlas de Senex proviniera principalmente
de las familias con tierras que gozaban de ese derecho.
La dominación de los propietarios de tierras en el encargo de
atlas debe, sin embargo, ser abordada con cautela. Durante el
siglo XVIII su importancia relativa, si bien no en términos de
poder, pero sí numéricamente, se desvanecía con el
surgimiento de una burguesía urbana e industrial. Incluso en el
Atlas de Senex de 1721, publicado en una época en que
Laslett suponía que la sociedad de una sola clase estaba en su
apogeo, 26% de los suscriptores no pertenecían a la
aristocracia ni a la nobleza. Especialmente en Londres, aunque
también en los poblados más grandes, aumentaba el número
de lectores de mapas de los también crecientes grupos
comerciales y de artesanos, y entre los practicantes de
matemáticas cuyas fortunas aumentaban con la expansión de
la agricultura, el comercio y la industria. Por lo tanto, incluso
entre los suscriptores de Senex, encontramos ocupaciones
como las de boticario, arquitecto, vendedor de libros, vendedor
de telas, orfebre, pintor, fabricante de instrumentos de matemáticas, impresor, relojero y escribano.
Para finales del siglo XVIII la importancia numérica de estos
grupos en cuanto al encargo de trabajos cartográficos había
aumentado aún más. Se publicaban más atlas y algunos de
ellos a menor precio. En términos generales, para finales de
1790 los mapas compartían la realidad de una "sociedad de
imprenta desarrollada", en comparación con el siglo anterior.
Esos son los antecedentes de nuestro segundo ejemplo: el
New and Correct English Atlas, de Cary (1787). Éste incluye
una lista de aproximadamente el mismo número de suscriptores
que el Atlas de Senex; sin embargo, el cuadro nos muestra una
gran diferencia en la composición social de los lectores. La
relativa importancia de la nobleza había disminuido de 10 a
3% y la de la aristocracia había bajado, de manera menos
dramática, de 41 a 36%. Los clérigos seguían conformando un
grupo estable de compradores de atlas. Lo más destacado es
el aumento de suscriptores "no aristócratas" a 40% en el atlas
de Cary. Incluso cuando estos dos no son representativos de
todos los atlas del siglo XVIII (además de que el de Gary era
una obra más pequeña y barata), las diferencias advierten la
posibilidad de una relación distinta entre la estructura social y
la cartografía.
Al tratar de entender que el poder se vuelve interno a las
prácticas cartográficas, tenemos que tener en cuenta también
el contexto de los cartógrafos en su articulación de ese poder.
El atlas geográfico inglés del siglo XVIII se puede ver como
"el depósito de una relación social". De un lado de la relación
estaban, como hemos visto, quienes encargaban atlas (lectores surgidos principalmente de una clase que compraba atlas
y los recomendaba a otros miembros de su círculo). Del otro
estaba la persona que había hecho el atlas, o por lo menos
había supervisado su hechura. El equilibrio de poder en la
Inglaterra del siglo XVIII radicaba en quien encomendaba un
mapa más que en el artesano que satisfacía sus
necesidades. Las personas que trazaban y vendían los
mapas estaban muy abajo en la jerarquía del poder social.
Esto significa que el trazado de un mapa nunca podía ser una
empresa autónoma, especialmente para quienes hacían los
atlas que pretendían tener un producto relativamente caro en
un mercado de calidad y no podían esperar ser agentes
totalmente libres e independientes. De manera directa e
indirecta, al Igual que la de la mayoría de los artesanos, la
actividad de quienes, hacían los atlas estaba en manos de los
grandes. Con la identificación de la posición de quienes hacían
los atlas en la sociedad del siglo XVIII podemos empezar a
entender por qué sus mapas llegaron a adoptar y a reforzar los
valores sociales dominantes de quienes los solicitaban.
Existen varias explicaciones para el hecho de que las
personas involucradas en el negocio de la cartografía
respondieran de manera especial al mundo social de quienes
encargaban los mapas y a sus muy particulares estructuras de
clase del conocimiento geográfico. Por un lado, quienes se
dedicaban a hacer atlas nunca formaron un grupo de
trabajadores fuerte ni cohesionado. En un momento
determinado del siglo XVIII sólo un puñado de individuos (la
familia Howies, los Bowen, Ovary, Dury, Dunn, Faden, Gibson,
Jefferys, Kitchin, Moll, Sayer y Senex), no más de una docena,
o algo así, dominó esta forma especializada de publicaciones
geográficas.
FIGURA los mecenas de la cartografía de atlas. Lista de suscriptores. John
Senex, A New General Atlas (Londres, I). Browne, 1721). Biblioteca del Congreso,
División de Geografía y Mapas.
5.
CUADRO:
Estatus social de los suscriptores al Nuevo Atlas General
de Senex (...1721)
1. Escuderos
330
Número de
2. Hombres gentiles
34
suscriptores
3. Clérigos
105
4.
Profesionales
(médicos,
abogados,
120
Comerciantes,
militares,
etc.)
6.
"No
aristócratas"
(agricultores, granjeros y artesanos) 296
Total : 1047
• Estas categorías están adaptadas de la discusión que hace Peter
Laslett en The World We Have Lost: further Explored, .V ed. (Londres,
Methuei, 1983), incluid» el cuadro Entre la categoría I y 6 se encuentran
aproximadamente tres cuartas partes de los suscriptores (72%).
• No todos los suscriptores están identificados por rango y ocupación; el
número total registrado es de 1061.
FIGURA: Escudos de armas de los SUSCRIPTORES, John Senex, A New General Atlas. Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas.
CUADRO: Estatus social de los suscriptores al Atlas inglés nuevo y correcto (1787)
Estatus registrado en la lista
de suscriptores
Número
de suscriptores
1. Nobles
29
2. Baronetes v caballeros
27
(Nobleza)
Porcentaje
3
3. Escuderos
396
4. Hombres gentiles
5. Clérigos
6.
Varios
*
(médicos,
abogados,
Comerciantes,
militares,
7.etc.)
"No aristócratas''
—
158
44
Total
(Aristocracia)
35.7
13
4.5
520
1 184
43.8
100.0
* Para fines comparativos, estos grupos se basan en Laslett como en el cuadro. Aunque las divisiones, que reflejan una configuración de finales del siglo XVIII, eran cada vez menos adecuadas para la sociedad inglesa de
finales del siglo XVIII.
*El término es de Laslett.
Mientras que su producción puede antojarse prolífica a primera vista,
un análisis más profundo muestra que su cartografía había sido
tomada libremente de un grupo limitado, y por lo general anticuado, de
mapas originales. Entre los editores intercambiaban las placas de
cobre, hacían ediciones en serie y cobraban porcentajes de los atlas
de los demás. Como pronto se dieron cuenta sus contemporáneos, el
comercio estaba motivado en gran medida por el mercado, más que
por alguna idea concreta de geografía "científica". En medio de tal
clima de edición, bien podemos suponer que las personas que hacían
los atlas tenían que ser especialmente sensibles a los valores
tradicionales de quienes se los encomendaban, así cuino a los
cambios de moda en el comercio de la impresión en general.
De hecho, la expresión cartógrafo de atlas, como la empleamos
respecto del siglo XVIII, es producto de la cartobibliografía moderna.
La producción de mapas en la Inglaterra del siglo XVIII (al igual que en
otros periodos) era un proceso múltiple que requería el trabajo de un
editor, un dibujante, un grabador, un impresor, un colorista, y un
vendedor. En la práctica, estas funciones a menudo estaban
combinadas en un solo taller; sin embargo, en otros casos se
realizaban por separado. Hubiera resultado aún más extraño para la
mirada del siglo XVIII nuestra idea moderna (que no apareció sino
hasta la Inglaterra del siglo XVIII) del cartógrafo especializado en atlas.
Incluso los cartógrafos más especializados diversificaban sus negocios
en una enorme gama de publicaciones de otros temas. Bowen,
Jeffreys y Kitchin por ejemplo, mientras que se definían a sí mismos
como "geógrafos" y gozaban del privilegio de ofrecer mapas a los
miembros de la realeza, también se dedicaban a otras ramas del
grabado, la publicación y la venta de impresos. Thomas Kitchin editaba
"jeroglíficos" y otras publicaciones políticas; Thomas Jefferys y Robert
Sayer tenían una línea de impresiones ajenas a lo estrictamente
geográfico; más tarde, durante el mismo siglo, Robert Sayer se convirtió
en un importante editor de otras ramas de las artes gráficas, además de
publicar catálogos de atlas para especialistas. Más aún, para otras
personas dedicadas a esta labor los atlas geográficos no eran más que
una línea incidental de su trabajo. Por ejemplo, Thomas y John Bowles
quizá hayan sido más conocidos como editores de sátiras sociales que
de mapas. Por lo tanto, en el Catalogue of Maps, Prints, Copy Books,
etc. de John Bowles de 1753, leemos: "Para que los comerciantes de
exportaciones, caballeros del ámbito de los muebles y libreros vuelvan
a vender, deben abastecerse de la mayor variedad de mapas y
ediciones a los precios más bajos". La frase de Bowles: "la mayor
variedad de mapas y ediciones", nos recuerda que debemos ubicar a
los atlas geográficos en el mundo más amplio de las artes gráficas.
Bowles y Son tenían un negocio de ventas al mayoreo y al menudeo
que ofrecía mapas con varios formatos; sin embargo, también contaban
con un amplio rango de ediciones de diferentes tamaños y sobre
distintos temas. Por sus manos pasaban ediciones de historia,
deportes, arquitectura, moral, religión, de la marina y de la milicia,
ensayos de opinión, libros con texto y con dibujos y medias tintas. Sólo
una pequeña parte de su catálogo de 1753 estaba dedicado a "libros de
mapas" (es decir, atlas), y éstos estaban mezclados en el almacén con
textos sobre arquitectura y geometría práctica y con artículos como
"guías para caballeros" y "compañeros de bolsillo".
La importancia de esa diversidad es que había numerosos canales que
iban del mundo en general al taller del cartógrafo de atlas. Lejos de ser
una labor esotérica, esta cartografía nació junto con las más amplias
corrientes de actitudes sociales y políticas que abundaban en la
sociedad inglesa. La producción de atlas en la Inglaterra del siglo XVIII,
vinculada tanto a la expansión general de las artes gráficas como a los
terrenos más grandes de las publicaciones geográficas e históricas,
estaba especialmente bien ubicada para articular la construcción social
del conocimiento geográfico favorecido por las perdonas que
encomendaban su elaboración.
La cercanía de la elaboración de atlas del siglo XVIII con las sedes de
poder nacional de Londres reforzaba también esta tendencia. Es
sabido que la producción y la distribución estaban impresionantemente
concentradas en la capital; sin embargo, es necesario subrayar su
importancia para el apoyo de las necesidades de la cartografía.
Mientras que las habilidades de los topógrafos estaban ampliamente
difundidas en la Gran Bretaña, y en menor medida en las colonias de
ultramar, la mayor parte de la compilación, edición, grabado, impresión
y publicación de mapas y atlas, junto con el comercio de libros y de
impresión, se concentraba en Londres. Quizá en cuanto a la
producción de atlas esta dominación era casi total, y llevó a los
cartógrafos y a quienes encargaban su elaboración a una proximidad
potencialmente cercana. Las instituciones con sede en Londres, como
la Corte, el Parlamento, los departamentos de Estado, las compañías
grandes y los círculos sociales hacían que los aristócratas propietarios
de tierras estuvieran lejos de las costas por lo menos durante parte del
año. Si bien el cartógrafo sólo en ocasiones se encontraba frente a
frente con quien le encomendaba el mapa, constantemente se le
recordaba su existencia, así como la necesidad de manipular el
conocimiento de manera que sirviera a sus intereses. Los personajes
del poder social nunca estaban lejos de las tiendas donde vendían
mapas en St. Pauls y el Strand.
El cartógrafo que trabajaba en Londres tenía fácil acceso al conocimiento geográfico ya estructurado por el poder.
FIGURA La materia prima de los atlas: los mapas manuscritos. Boston, its
Environs and Harbour with the Rebels Works... from the Observations of
Lieut. Page of his Majesty's Corps of Engineers (1775), Biblioteca del
Congreso, División
de Geografía y Mapas,
Las fuentes de material de los atlas geográficos revelan que sus
compiladores estaban al día no sólo de los acontecimientos en la esfera
doméstica que afectaban su labor (la actuación de la legislación
parlamentaria respecto de canales y caminos, por mencionar sólo un
ejemplo), sino también de las luchas militares en el escenario europeo
y, cada vez con mayor frecuencia, de la saga nacional de los imperios
británicos de ultramar en Norteamérica, Asia y el Pacífico.56 Después
de la derrota de Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) se
reforzó la supremacía de Inglaterra sobre los océanos y el comercio
imperial. Su dominación del mundo no europeo, así como los descubrimientos geográficos ingleses, hechos a los que a menudo se daba
prominencia en los mapas nuevos, constantemente servían a los
esquemas coloniales. Londres se convirtió en un entrepot y aduana del
conocimiento geográfico de un sistema territorial distante.
En cuanto a la historia social de los atlas ingleses, su posición en
las intersecciones del conocimiento es asunto de primordial
importancia. El cartógrafo de atlas tenía acceso, aunque en ocasiones
de manera indirecta o en varios pasos, a la inteligencia geográfica,
incluidos los mapas que se filtraban a Londres a través de canales
diplomáticos, militares, navales y mercantiles. Localizado en una
ciudad cada vez más cosmopolita, el cartógrafo tenía acceso a las
ideas, actitudes políticas, estereotipos étnicos, valores culturales y
convicciones ideológicas tan presentes no sólo en los mapas, sino en
una floreciente industria del conocimiento en general.
Las representaciones del poder
Ahora podemos ver cómo se representa el poder en los mapas de los
atlas, para valorar su influencia. El argumento se enfoca en los
aspectos no articulados del poder reflejados en los atlas; esto se
refiere a la agenda oculta del poder social, la cual opera en el lector
como una fuerza inconsciente y a través del significado simbólico de la
imagen, al igual que de los hechos literales de la geografía. En la
discusión de la influencia histórica, estoy menos interesado en los
usos prácticos de los atlas en el ejercicio del poder —los fines
administrativos, diplomáticos, militares, propagandísticos o de
topografía, todos documentados en el siglo XVIII que en la forma en
que los mapas estructuraban las actitudes sociales y apoyaban una
geografía preexistente de relaciones de poder. Estas tendencias, tanto
de representación como de influencia, serán ejemplificadas en relación
con la ideología de los mapas encontrada en dos grupos de atlas
geográficos ingleses: en primer lugar, los atlas regionales o de condado
de Inglaterra y Gales; y, en segundo, los atlas generales o universales
publicados antes de la independencia de los listados Unidos. En el
segundo caso, el análisis se limitará a ejemplos de mapas de
Norteamérica.
Atlas de condado
A pesar de la continua expansión inglesa al otro lado del océano
durante el siglo XVIII, los horizontes de la mayoría de los ingleses
estaban limitados a los campos y las ciudades con cuya experiencia
directa contaban. En la práctica, el condado era el foco de la vida de
los nobles y los aristócratas ingleses. La supremacía y el poder
regional se ejercían a través de los sistemas administrativo y legal del
condado. También en el marco del condado circulaba el poder social
donde las familias más importantes estaban dispuestas en jerarquías del
propio condado y estrechamente relacionadas entre sí por lazos de
matrimonio y propiedad. Los aristócratas pueden haber tenido tierras en
más de un condado o haber visitado Londres y Bath
en la misma temporada; sin embargo, regresaban a su condado y hacia
él sentían la mayor lealtad. Gran parte de la popularidad de los atlas de
condado, al igual que de otras obras de historia y topografía local,
yacía en esta relación con los aristócratas. Desde la primera
publicación del atlas de Saxton en 1579, la relación del atlas y la
sociedad del condado fue un factor activo de la regionalización de la
sociedad inglesa. Para el siglo XVIII, el atlas del condado en sus
diversos formatos se había convertido en la forma dominante de
publicación de atlas nativos ingleses.
Sin embargo, la relación entre el atlas y la sociedad del condado
era J más que un asunto de costumbre, formato y comercio. El
consenso y la reciprocidad entre el editor y el lector se extendió al
contenido y diseño de los mapas. Para 1700, los topógrafos habían
acumulado la experiencia de más de un siglo en cuanto a complacer a
sus clientes. Diversos aspectos de los atlas del siglo XVIII, así como
de las placas de cobre, pasaron al nuevo siglo sin nada más que
algunas modificaciones cosméticas. Durante el siglo XVIII, los atlas de
condado, se mantuvieron marcadamente conservadores en cuanto a la
forma en que representaban los intereses de clase de sus clientes. Se
pueden encontrar en la decoración de todos los mapas reverencias ante
la nobleza y el poder, en sus dedicatorias y en características tales
como listas de "puestos de nobleza". LOS escudos de armas de la
nobleza, ciudades o instituciones del condado eran detalles que se
agregaban generalmente a los mapas y atlas antes de 1750." John
Warburton tuvo el acierto de anunciar la medida de colocar escudos de
armas grabados como sello de sus mapas. Éstos servían a "personas de
distinción, la mayoría dueñas de tierras o descendientes de dueñas —
escribía con presunción— como índice que mostrara a los dueños
actuales de cada villa, castillo o residencia". Incluso los atlas que
cumplían alguna función, los asignados para viajeros como el libro de
caminos de John Owen, Britannia Depicta (una combinación de
mapas de caminos que cambiaban conforme se contaba con más
información y de mapas de los pequeños condados), a menudo se
ornamentaban con "las armas de las personas de este reino que
obtienen sus títulos de lugares en o cerca de los caminos" y, para dar
cuenta del poder de la religión establecida por el Estado, "las armas de
todos los episcopados y denarios, su fundación, extensión, valor anual,
número de subdivisiones del condado, etcétera".
Para mediados de siglo la moda generalizada de los escudos de
armas ya había pasado; sin embargo, se continuó confirmando la
estructura de la sociedad inglesa. En los atlas producidos por Bowen y
Kitchin se incluían dedicatorias a los señores tenientes de cada
condado; listas de las "sedes de nobles y aristócratas"; fechas que se
remontaban a la conquista normanda de quienes tenían rango de conde;
listas de obispos ("desde la Reforma"), y fechas de cartas constitutivas
de ciudades antiguas (véase figura) Este tipo de información histórica,
ya fuera agregada al mapa mismo u ofrecida en un texto suplementario,
refleja en parte la percepción de los topógrafos respecto del aumento
de interés por lo antiguo entre los nobles y los aristócratas en la
Inglaterra del siglo XVIII Sin embargo, también está abierta a una
interpretación ideológica. Los escudos de armas o grabados de
catedrales en las esquinas de los mapas se pueden interpretar
como emblemas de poder que transfieren autoridad al espacio
del mapa. De manera similar, una confirmación de antigüedad
se puede ver como un acto de legitimación inconsciente, un
símbolo de cohesión social y un despliegue de las raíces de las
instituciones y la dominación jerárquica como justificación de su
Supervivencia en la actualidad.
Hasta aquí los atlas en cuanto a su formato general y
decoración. Pasando ahora a los propios mapas, no es difícil
entender de qué manera se había hecho también que cupieran
dentro de los derechos y las prioridades de la clase alta. A partir
de 1750 los mapas de los atlas del condado se derivaban de
mediciones originales más detalladas; no obstante, seguían
mostrando una visión definitivamente parcial del paisaje de
Inglaterra y Gales. Las prominencias sociales, como casas de
campo, eran reflejadas en igual medida que las marcas
naturales.
FIGURA El atlas como proclama social: detalle que muestra las sedes de la
nobleza, etcétera, en Cambridge shire. Emmanuel Bowen. The Royal English
Atlas (Londres, C. Bowles, 1778), Biblioteca del Congreso, División de
Geografía y Mapas.
La compilación de cada mapa implicaba claramente no sólo
juicios en cuanto a cómo eran las cosas en el paisaje, sino
también en cuanto a cómo creía el grupo dominante de la
sociedad que deberían ser. Las creencias y los valores de los
nobles y los aristócratas habían estructurado una forma de ver,
una forma de medir y una forma de interpretar el mundo de
manera que el mapa ora - la imagen de su dominación.
Por ejemplo, siempre se subrayaban los límites de las
unidades administrativas de jurisdicción e impuestos —el
condado y sus divisiones administrativas—. Lo mismo pasaba
con las ciudades desde las cortes donde se impartía la justicia o
que enviaban miembros al Parlamento de Westminster a
representar los intereses de esta única clase nacional y a
aplicar la ley. De manera similar, los espacios donde vivían y
ejercían su cargo los aristócratas y el clero eran subrayados en
los mapas, lo que confirmaba su autoridad social. Las "sedes",
o casas, de los caballeros, así como sus parques, se
destacaban de manera especial (véase figura). Rectorías, vicarías y curatos se incluían como emblemas del poder social de la
Iglesia establecida, no sólo como registros de la vivienda de un
grupo grande de suscriptores. Por supuesto que el contenido de
los mapas de atlas no permaneció inalterado en el transcurso
del siglo. De acuerdo con el creciente porcentaje de
suscriptores al atlas de Cary de 1787, asociados con el
comercio y la manufactura, la imagen de algunos mapas de
este atlas también comenzó a reflejar el cuidado que se ponía
en la localización de oportunidades de inversión de esta clase:
empresas comerciales e industriales. Las minas eje carbón, los
canales, los caminos, los terrenos y los páramos en proceso
de cercado, los poblados en expansión y los suburbios entraban en los mapas como símbolos de nuevas riquezas. Sin
embargo, estos mapas de finales del siglo XVIII reflejan más
bien el surgimiento de nuevos amos que el detrimento del
,.~ ■*-
FIGURA EL ATLAS Como paisaje aristocratizado: las parques de
Buckinghamshire. John Cary, New and Correct English Atlas (Londres, J
Cary, 1787), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas.
poder. En lugar del antiguo paisaje de una sociedad
predominantemente propietaria de tierras, detectamos en los
nuevos mapas signos de un capitalismo agrario e industrial que
adquiría fuerza, el de las revoluciones llamadas agricultora e
industrial.
Como testigos del orden social de la Inglaterra del rey
Jorge, los silencios cartográficos en los mapas de los atlas del
condado son tan elocuentes como las características que se
describen. Los mapas de atlas, al igual que las
pinturas inglesas del mismo periodo, idealizaban al campo.
Pretendían, aun cuando lo hacían involuntariamente,
esconder la realidad de la pobreza rural. El único indicio de
que quizá existiera otra clase social en Inglaterra es el recién
introducido signo de las "escuelas de caridad". Aunque los
parques individuales de finales del siglo XVIII están llenos
de diseños de jardineros como Capability Brown, más allá
del límite del parque, donde hombres y mujeres trabajaban
afanosamente en los campos, el paisaje del mapa con
frecuencia estaba bastante vacío. NO SE muestran
incómodas manifestaciones de retraso. En los mapas no hay
signos para la pobreza o la suciedad; los imperturbables
colores de los mapas denotan una tierra verde y agradable.
Incluso cuando se muestran viñetas de actividad industrial,
sólo se trata de las herramientas de trabajo ya que los
trabajadores son escondidos o presentados en
composiciones idealizadas, bien vestidas y en situaciones de
reposo más que en medio del trabajo fuerte y agotador. La
conclusión inevitable es que estamos ante el mundo de
papel de una clase social de élite. Más aún, era un mundo
del cual se debía estar orgulloso. Los atlas de condado, que
en cierto sentido también fungían como atlas nacionales, a
menudo eran precedidos por manifestaciones de
sentimientos patrióticos. Estos mapas de condado estaban
llenos de un orgullo regional, repletos de la confianza de
una clase gobernante y revelaban una fuerte creencia en el
progreso y la mejoría.
Algunos historiadores de mapas han calificado estas
imágenes de Inglaterra como encantadoras, inocentes y no
afectadas por ninguna ideología. Sin embargo, debido a que
el poder social se había apropiado de las prácticas
cartográficas, lo contrario es mucho más probable. Ahora
podemos ver cómo operaba el poder en la sociedad inglesa
del siglo XVIII a través de los atlas. Dos grupos de relaciones
estaban implicados. El primero era una condición necesaria.
Lo que hacía al proceso de trazado de mapas parte de la
difusión del poder era el consenso social acerca de las
características adecuadas de jerarquía y paisaje elegidas para
ser representadas en el mapa.
Quizá esto sea obvio; no obstante, la segunda condición es
mucho menos fácilmente reconocible: cómo colaboraban
los talleres de trazado de mapas en la estandarización y
reiteración de la construcción particular de una versión a
partir de otra de un paisaje específico. Sus actividades
constituyen una relación dependiente, configurada con base
en la asociación de topógrafos, editores, dibujantes de
mapas y grabadores que trabajaban con un mismo
fin: la imagen conformista de un mapa. El paisaje
resultante habría sido inmediatamente familiar y
sólido a los ojos de quienes encomendaban los atlas
en el siglo XVIII. Sin embargo, en otros aspectos, su
propio conservadurismo como forma de conocimiento,
incluso cuando se mostraran características nuevas,
los volvía insensibles al cambio e indiferentes ante los
paisajes cotidianos de la gente común.
Se ha dicho que "la autoridad tradicional opera
precisamente a través de este proceso de hacer que
una situación de poder parezca un hecho de la
naturaleza del mundo".
De igual manera, los atlas hicieron que las
estructuras de poder de la sociedad del siglo XVIII
parecieran normales y una parte inherente "de la
naturaleza del mundo". Nos recuerdan cómo el poder
interno de la cartografía, aunque orquestado por
valores sociales aparentemente ajenos a su práctica,
ejercía control y autoridad sobre los aspectos
geográficos elegidos para el mapeo y la forma en que
eran presentados sobre la hoja o el estilo de los signos
del mapa. Ya en el contexto de la Inglaterra del siglo
XVIII, la dominación de unos cuantos aspectos del
paisaje en los atlas contribuyó a avalar esas
topografías selectas (castillos, catedrales, casas de
campo y sus parques, rectorías) con una importancia
casi cosmológica para la sociedad privilegiada que los
recibía. Representaban una Inglaterra parcialmente
mítica producida y leída como un ritual gráfico. Quizá
valga la pena establecer una comparación del ritual
con la cartografía. Ambas actividades se distinguen y
estabilizan, principalmente, por su naturaleza repetitiva
y estandarizada. Es más, el ritual mismo se convierte
en una manera importante de legitimar lo que
representa.
Una de las razones por las que el ritual es un
medio tan efectivo de legitimación es que ofrece una
forma de unir una imagen específica del universo eon
un fuerte apego emocional hacia esa imagen. Los
rituales se forman a partir de símbolos que representan
ciertas visiones de cómo está construido el mundo (...)
los rituales hacen a estos símbolos importantes y
promueven su apego a ellos.
No cabe casi ninguna duda de que en la Inglaterra
del siglo XVIII los aristócratas sentían este apego
emocional hacia la tierra y el lugar, ni de que los
mapas cada vez más estandarizados dentro de sus
atlas servían para vincular imágenes de un conjunto de
universos locales a ese apego histórico. Por lo tanto,
los mapas de los atlas se establecieron como uno de
los símbolos culturales que ayudaron a nobles y
aristócratas a conservar el poder social durante el siglo
XVIII en Inglaterra.
Atlas "generales" o "universales":
algunas
representaciones
de
Norteamérica
El segundo grupo de atlas tomado en cuenta para este
ensayo es el internacional. Al simbolizar una abrupta
discontinuidad entre la percepción del espacio
doméstico y el extranjero, también contribuían a
estereotipar y ritualizar las actitudes sociales y
geográficas que deben haber sido comunes en la
sociedad inglesa del siglo XVIII. Éstos son los atlas del
mundo en su conjunto; la motivación detrás de las
relaciones de poder cartográfico era la de un siglo de
imperialismo agresivo. Samuel Johnson percibe ciertas actitudes nacionales. En 1766 (en la dedicatoria a
Jorge III) escribió acerca de la creciente hegemonía
mundial inglesa:
“Su poder es reconocido por las naciones […] cuyos
nombres aún no sabemos escribir, y cuyas fronteras
todavía no podemos definir. Sin embargo, la
indulgencia y benevolencia de Su Majestad nos dan
razones para esperar el momento en el que [...]
multitudes, que ahora andan por el bosque en busca
de presa y viven a merced de los vientos y las
estaciones, gracias al paternal cuidado de Su
Majestad, disfrutarán la plenitud de tierras cultivadas,
los placeres de la sociedad, la seguridad de la ley y la
luz de la revelación.”
Sentimientos de chauvinismo, patriotismo y prejuicios
como éstos a menudo encontraban eco en el
conocimiento geográfico de la élite de la Inglaterra del
siglo XVIII. La geografía era un medio para confirmar
la superioridad de la nación inglesa sobre el resto. Por
lo tanto, Moll terminaba la introducción al Atlas Minor
(1729) con esta expresión retórica: "La nación
británica no tiene superior en el globo, y el rey de la
Gran Bretaña no tiene igual". En la conclusión de este
ensayo se mostrarán las formas de manifestación de
estas actitudes en las representaciones de
Norteamérica contenidas en estos atlas del mundo.
Como en el caso de los atlas de condado, nos
enfocaremos en la manera en que la cartografía ejerce
el poder mediante la legitimación más que en los
mapas, pues se convierte en un instrumento
fundamental de la administración práctica de las
empresas coloniales e imperiales. Todo lo que se
debe tener en mente es que, dado el contexto
colonial, en el caso de los mapas norteamericanos, las
relaciones de poder eran diferentes. Se trasplantó la
estructura social inglesa a algunas colonias
norteamericanas; sin embargo, como revelan los atlas,
las luchas de poder entre las distintas naciones
europeas por los territorios de ultramar y, con una
mayor desigualdad, las relaciones de poder entre los
pueblos europeos y no europeos también desempeñan
un papel importante en la producción de la imagen del
mapa.
Hasta la guerra de independencia, las 13 colonias
norteamericanas eran la joya de la Corona imperial
inglesa. Mientras que en todos los atlas europeos se
tendía a asignar a las naciones europeas espacios
desproporcionados a su tamaño real en el mundo, en
los atlas de los cartógrafos ingleses Norteamérica y las
Indias Occidentales asumieron una floreciente prominencia durante el siglo XVIII. Incluso en los primeros
atlas de Moll, Senex y Bowen, publicados antes de la
Guerra Franco-India (1756-1763), estas colonias
comenzaron a ser destacadas para los lectores
nacionales. Después de 1755, trazando con base en
fuentes francesas y sobre una serie de mapas
detallados de las colonias inglesas particulares, los
topógrafos de atlas londinenses, especialmente
Thomas Jefferys y sus sucesores, comenzaron a
producir atlas regionales detallados para los
escenarios norteamericanos y de las Indias
Occidentales de actividad colonial. Algunas de estas
obras, como The General Topography of North
America and the West Indies (1768) (véase figura),
aparecieron antes del inicio de la guerra de
independencia; sin embargo, en otros casos, como
The American Atlas, The North American Atlas y
The West Indian Atlas, publicados entre 1775 y 1777,
claramente eran hechos por los dueños de las placas
de cobre como un intento deliberado de sacar
provecho de la localidad a partir de la crisis política y
de la milicia montada del continente. No obstante los
cambios del contexto histórico o bibliográfico, la
repetitividad ideológica de las imágenes de los mapas
de Norteamérica permite la generalización de la forma
en que los atlas producían y diseminaban el poder.
En el siglo XVIII la producción de atlas ya estaba bajo
la influencia de una ciencia de la geografía cuyas
producciones eran francas sirvientes del imperialismo.
En los mapas norteamericanos se encuentra esta
ideología en las palabras de las portadas, en las
dedicatorias y en los motivos de las tarjetas y de otros
emblemas utilizados. Los títulos contenían cada vez
más alusiones a los "dominios y asentamientos
británicos en el mundo". Incluso cuando estos
territorios imperiales aún no estaban pintados de rojo,
el Imperio británico ya había aparecido en el mapa con
las implicaciones correspondientes de inevitabilidad y
derecho. Un "Mapa del Imperio británico en
Norteamérica" incluido en The American Atlas (1776),
de Thomas Jefferys, ostenta una nota que dice: "El
Imperio británico en Norteamérica contiene" y
enumera: "Los territorios de la compañía de la Bahía
de Hudson", "Canadá o la provincia de Quebec",
seguidos de las colonias individuales y después: "Las
tierras reservadas". Resulta impactante la disposición
de inventario que muestra este cuadro. De hecho es
un recuento de las propiedades de ultramar de la
Corona inglesa. La función del topógrafo era inscribir
sus fronteras como legítimas y permanentes. Para
reforzar la autoridad de la representación, en algunos
mapas aparecen alusiones de apoyo a los tratados
internacionales. Por ejemplo, de acuerdo con el
Tratado de París (1763), que dio a Inglaterra toda la
parte este del Misisipi en Norteamérica, así como
Canadá, los artículos relevantes del "Tratado definitivo"
fueron grabados sobre los mapas, como para confirmar
estas fronteras extendidas del Imperio inglés (véase
figura).
No obstante, sería incorrecto sugerir que
Norteamérica no era más que un feudo de la Corona
inglesa. Estos mismos conceptos de estatus y
propiedad de los atlas ingleses se encuentran en los
mapas de América; sin embargo, se aplican a la
sociedad estadounidense. De esta manera encontramos que el mapa de Pensilvania del Atlas
americano de Jefferys está dedicado a "los señores
Thomas Penn y Richard Penn" (nótese la inclusión de
la marca de rango social), al igual que a los
"propietarios y gobernadores verdaderos y absolutos
de la provincia de Pensilvania". Incluso cuando se trata
de un caso especial, se usan palabras claves, como
verdaderos",
"absolutos",
"propietarios"
y
"gobernadores", que pertenecen al lenguaje de la
autoridad en el inglés del siglo XVIII. Resumían la
importancia de los conceptos de derecho y propiedad
de tierra que, en un condado inglés, la nobleza con
privilegios legales tenía respecto del mundo colonial.
La mayoría de las características decorativas de las
tarjetas de los mapas ingleses de Norteamérica
refuerzan estas declaraciones de relaciones de poder.
La tarjeta es la pictura loquens de la cartografía. Al
igual que la portada emblemática o el frontispicio, sirve
para abstraer o resumir parte del significado de la obra
en su totalidad. Una tarjeta, por lo tanto, puede ser
decorativa, ilustrativa, programática, propagandística,
doctrinal o controversial. Todos estos elementos
aparecen de manera recurrente en los atlas ingleses
del siglo XVIII sin embargo, estoy interesado en
algunos motivos que son parte integral de la retórica
política del mapa en su totalidad. El escudo de armas
del rey aparecía en los mapas estadounidenses de los
atlas generales como si estuviera clavado en un árbol
en la tierra, señal de soberanía colonial. Otros motivos,
como la Corona inglesa, la bandera nacional, el
escudo de armas de los nobles ingleses, que eran
oficiales de la Colonia, evocan los emblemas de los
atlas de condado. Por otro lado, también sería
reconocible, para muchos dueños de atlas, la
expresión del poder real del mapa de George Willdey
de Norteamérica.
FIGURA. El atlas como territorio colonial: mapa de Pensilvania
de W. Scull,
1775. The American Atlas (Londres, T. Jefferys, 1782),
Biblioteca del Congreso,
División de Geografía y Mapas.
Estaba dedicado a “su sagrada y excelentísima
majestad George por la gracia de Dios Padre de la
Gran Bretaña". Esta tarjeta contiene los emblemas
usuales de Norteamérica. En la parte superior se
encuentra un retrato del rey, con corona y laureles.
Está sostenido por encima del paisaje por las figuras
alegóricas de Mercurio y un ángel. Por lo tanto, en la
tarjeta de Willdey estaban firmemente vinculados al
suelo de los Estados Unidos la soberanía inglesa, el
culto a la Corona, la teología anglicana (en la que
seguían vigentes las doctrinas tradicionales del
derecho divino de los reyes) y el comercio imperial.
En otros mapas, las tarjetas se usan para
desarrollar un vocabulario visual de explotación
colonial al hacerlos específicos de los Estados Unidos.
Un mensaje recurrente es el cuerno de la abundancia
en el que se había convertido el continente; varios
mapas están decorados con un castor, un tonel de
tabaco, cañas de azúcar y bacalao. Los barcos con
las velas izadas esperan en esteros calmados, listos
para llevar esta riqueza de regreso a la madre patria.
Estos grabados nos dicen que la tierra de América
pertenece a los euros americanos y que la soberanía
condujo a la apropiación de la riqueza de la tierra.
Incluso las tarjetas aparentemente inocentes pueden
haber reforzado estas suposiciones. A menudo se
reproduce la escena bajo las Cataratas del Niágara del
mapa insertado al "Mapa del Castor" de Moll (véase
figura). A primera vista, sólo puede sugerir un interés
en la historia natural, o que el comercio de pieles era
fuente de riqueza para algunas de las personas que
encargaban mapas. No obstante, una mirada más
cuidadosa permite notar la ausencia de gente,
especialmente de nativos norteamericanos de quienes
dependía el comercio de pieles. En un análisis final, a
menos que los castores sean usados como símbolo
de los arduos trabajadores europeos, es igualmente
probable que fuera este aspecto negativo, la ausencia
de gente, el que entrara en la conciencia del lector al
igual que cualquiera de las imágenes de la historia
natural o del comercio de pieles. Tales figuras,
asociadas con la representación del territorio en el
mapa, al volverse parte del proceso de
convencimiento y creación de mitos legitimaban la
conservación
de
las
colonias
inglesas
en
Norteamérica.
Es cierto que muchos de estos emblemas de los
mapas eran agregados con poca conciencia por quien
hacía el atlas. Sin embargo, el hecho sigue siendo que
servían para reforzar la percepción de las relaciones
de
poder
FIGURA MAPA con un castor inserto Hermann Moll, A New and Exact Map of
the Dominions of the King of Great Britain on ye Continent of North America
(Londres, 1715), Biblioteca del Congreso, División de Geografia y Mapas.
entre europeos y no europeos. Para el siglo XVIII, las colonias inglesas en Norteamérica ya habían iniciado un largo y amargo enfrentamiento
contra los nativos norteamericanos y contra los africanos del Nuevo Mundo. Las imágenes populares de este encuentro, repetidas en las tarjetas
de los mapas y vinculadas a la representación cartográfica y al simbolismo del territorio, contribuyeron a estereotipar y a universalizar las
instituciones que registraban. Las tarjetas confirman que el principal encuentro inglés con esclavos africanos fue en las Indias Occidentales; sin
embargo, esa tenencia de esclavos, extendida a las 13 colonias, es llevada a casa por el mapa de Fry y Jefferson de Virginia en 1754. La tarjeta
muestra una escena en un muelle. Es una parábola silenciosa de las relaciones de clase en Virginia a mediados del siglo XVIII (véase figura). El
primer nivel de poder radica en la dedicatoria al conde de Halifax, el principal oficial colonial en Inglaterra. Su aprobación sirvió para aumentar la
autoridad del mapa. En el siguiente nivel, el dueño de la plantación se muestra sentado. Debajo de él están los hombres cargando tabaco.
Finalmente, debajo de todos ellos, están los trabajadores negros y un muchacho negro sirviendo un vaso de vino al dueño de la plantación.
FIGURA Tarjeta de Joshua Fry y Peter Jefferson, A Map of the Most Inhabited
Part of Virginia Containing the Whole Province of Maryland (Londres, T. Jefferys,
1755), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas.
Con frecuencia, los blancos y los indios eran pintados en las tarjetas en
claras relaciones de superioridad e inferioridad. Muchos de los motivos
del siglo XVIII eran herencia de siglos anteriores de gobierno colonial.
A los indios se les representaba con un estilo de vida "salvaje", con
frecuencia desnuda, subrayando que, desde el punto de vista europeo,
“la adopción de ropa simbolizaba el desarrollo de la ley, la autoridad y
el poder (...) mientras que el amerindio desnudo representaba el estado
de la naturaleza. La opinión de que a los indios no se les podían otorgar
los mismos/ derechos que los logrados con la civilidad, justificaba la
apropiación de su tierra. Para denigrar aún más a la población indígena,
en algunos mapas del siglo XVIII se representaba a los indios como
caníbales o como monos con cabezas humanas. Mientras que tales
imágenes pueden no haber sido deliberadamente intencionadas para
inspirar cierto tipo de propaganda racista en el sentido moderno,
ciertamente consolidaron las actitudes europeas hacia los indios,
dividiendo así a la población de Norteamérica en los "otros" y
"nosotros". Hasta en el mejor de los casos siempre se mostraban
sometidos a los colonizadores: los indios estaban parados a un lado
mientras los europeos eran los actores principales. En un mapa se
muestra a un indio bien domesticado golpeando una representación del
león ingles. O en la iconografía del periodo revolucionario, un tory pelea
contra un patriota norteamericano, mientras que el indio, siempre
perdedor, se muestra haciendo manifestaciones de miedo y aprensión
ante la posibilidad de perder la protección de su amo colonial. Tales eran
las profecías de poder que circulaban en los mapas en los sitios donde se
extendían las colonias.
El simbolismo de la pintura de Benjamin West de 1771, "El tratado de
Penn con los indios", es literal: alguien del grupo de colonizadores
sostiene un mapa. No obstante, estos mapas coloniales eran más que
instrumentos legales que reforzaban los tratados de las tierras indias,
más que documentos estratégicos en las guerras coloniales con los
franceses y más que una herramienta en las áreas colonizadas para
dividir las tierras o trazar una ciudad. También ejercían el poder de
otras maneras. Los mapas en los atlas generales, al igual que los de los
atlas de condado, incluían relaciones de poder y al mismo tiempo
estandarizaban la geografía norteamericana, señalaban jerarquías
sociales en el paisaje y omitían o subrayaban selectivamente diferentes
aspectos de los mapas. En cuanto a los Estados Unidos, igual que
Inglaterra, el proceso cartográfico también era el proceso del poder.
Las técnicas de trabajo en taller facilitaban la producción masiva de
mapas (en términos relativos del siglo XVIII) y, en tanto comerciantes
privados, quienes hacían los atlas ingleses usaban el comercio para
regresar estas geografías construidas políticamente a los que
ostentaban el poder. Este tipo de circuito cartográfico en las relaciones
de poder permitía que el poder-conocimiento se diseminara de tal
manera que podía usarse para reforzar o cuestionar las configuraciones
de poder anteriores. El ejemplo más visible de un circuito así en el
periodo preindependiente es cómo enfrentaban reclamaciones
nacionales a una escala continental quienes hacían los atlas ingleses.
En el camino a la guerra franco-india, tanto ingleses como franceses
emplearon los mapas como armas de propaganda internacional o para
manipular la opinión pública nacional con el objeto de lograr apoyo a
las acciones militares. Sin embargo, fueron los topógrafos ingleses
quienes llegaron más lejos (con o sin benefactores directos) al extender
arbitrariamente las fronteras de las 13 colonias en sus mapas, al oeste,
hacia el Misisipi. No obstante, la descripción cada vez más ritualizada
de estas reclamaciones también muestra la necesidad de diferenciar el
poder externo del poder interno en la representación cartográfica. La
marca ostensible de poder externo es que las reclamaciones territoriales
se hacían en nombre de la nación, acompañadas siempre de apoyos de
adeptos. La formulación inicial de estas reclamaciones, así como su
comunicación con los topógrafos, eran quizá actos deliberados de
política hechos por unos cuantos líderes y estrategas coloniales que
usaban los atlas para promover su causa, pero cuyo poder aún radicaba
fuera del taller. Sin embargo, en algún momento estas representaciones
de poder se integraron a la práctica cartográfica. El poder externo,
difundido entre un número de topógrafos londinenses, se convirtió en
poder interno. El topógrafo inglés no podía tomar iniciativas
independientes en la elección de cómo se estandarizaban las
configuraciones particulares de poder colonial, de cómo se hacían más
convincentes o se popularizaban en atlas de menor escala.
Durante el siglo XVIII estas transferencias de poder se realizaban en
muchas ocasiones cuando cambiaban las realidades políticas o cuando se
disponía
de
nueva
información.
Las propiedades se veían constantemente redefinidas o extendidas. Ya a principios del siglo XVIII los mapas de Moll ostentaban anotaciones
con propaganda antifrancesa. Los mapas de Morden y Senex reclamaban para Inglaterra grandes extensiones de la Nueva Francia, como la
península de Niágara, de lo que ahora es Ontario, Canadá. Los mapas franceses eran muy criticados por mostrar su "sistema político de
invasión de territorios de otras naciones" o por mostrar "una ficción arbitraria, falsa e injusta", mientras los topógrafos de atlas volvían a delinear
la geografía con trazos francos del cincel que proclamaban un destino manifiesto de expansión colonial en Norteamérica (véase figura IV. 10). El
fervor de algunos cartógrafos por la causa nacional iba más allá de las exigencias de quienes
FIGURA El atlas como propaganda política. North America de Solomon Bolton
(Londres, impreso para John y Paúl Knapston, 1752), Biblioteca del Congreso,
División de Geografía y Mapas.
encomendaban los mapas. Agregaban su propia polémica al poder que adquirían. En particular, Thomas Jefferys fue un agente activo más que
un medio en las relaciones de poder del colonialismo. En cierto sentido se podría describir como el portavoz de las estrategias imperiales de
Pitt; sin embargo, en otro sentido se había colocado como el principal cartógrafo de las necesidades de su país. En 1755, por ejemplo, en su
Map of North America from the French of Mr. Danville había incluido este argumento: "Los franceses son intrusos en Canadá, parte del
descubrimiento de Cabot, y no tienen ningún derecho excepto los que les confieren los tratados". Al subrayar la autoridad ante el reclamo, así
como al expandir sus fronteras, el mapa había sido manipulado para enaltecer su retórica. Jefferys había usado deliberadamente el poder del
atlas, así como las armas de sus prácticas del taller, para apoyar la causa de la expansión imperial.
Sin embargo, para que el poder fuera efectivo no tenía que ejercerse deliberadamente a través del cartógrafo o de quien encargaba el mapa.
La descripción de la geografía ordinaria de Norteamérica en los atlas, los patrones de los nombres de lugares, asentamientos, caminos y límites
locales administrativos ilustra de manera contundente este contenido. Al igual que los paisajes de los atlas ingleses de condado, la geografía de
Norteamérica en los mapas de los atlas generales es una geografía con una agenda oculta. Los mapas de las 13 colonias en los atlas más
grandes son, por encima de todo, un registro de los intereses personales coloniales. Son el retrato inconsciente de qué tanto se había
reproducido en el Nuevo Mundo la sociedad colonial europea. Como mapas de un nuevo ambiente, garantizaban una seguridad a los
colonizadores al reproducir la autoridad simbólica y los nombres de los lugares del Viejo Mundo. Algunos límites administrativos locales habían
sido establecidos por el "rey en el consejo". En el mapa de la "Isla de St. John", en el Atlas americano de Jefferys, se ubican juntos Kings
County, Queens County y Princess County. Tal lealtad a la estructura social inglesa aparece en numerosos ejemplos.
Al observar los mapas de la costa este nos parecerá que los europeos siempre habían vivido ahí (véase figura). Para representar un lugar,
también el tiempo se había insertado en el paisaje. Si nos olvidamos de la geografía por un momento, podemos imaginarnos leyendo no mapas
del Nuevo Mundo, sino un atlas de condados ingleses. Es verdad que estos mapas norteamericanos están más vacíos; sin embargo, en las
áreas conquistadas ha tomado forma el marco de una geografía europea. En los lugares en que la influencia europea era fuerte, como en
Nueva Inglaterra, los nombres de la tierra nos recuerdan constantemente esta coincidencia. De nuevo, en el mapa de Jefferys de Nueva
Inglaterra, los topónimos se derivan de la toponimia inglesa o escocesa, de nombres personales de colonizadores británicos, o de alusiones a la
nobleza inglesa o a héroes de alguna causa inglesa (véase figura). En todas partes, los mapas sirvieron para subrayar las estructuras y las
consecuencias del colonialismo en la tierra y recordaban a los lectores que las cortes dispensaban un sistema de justicia inglés en sus colonias,
que los caminos y las carreteras unían los
FIGURA El atlas como una recreación de Inglaterra: la colonia de Connecticut
de A Map of the Most Inhabited Part of New England (Londres, T. Jefferys. 1755),
Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas.
asentamientos del Nuevo Mundo con los puestos de comercio del imperio, que los bastiones estaban para defender las colonias, incluso que las
rutas de navegación que se mareaban en las cartas servían para ayudar a las embarcaciones de Su Majestad. También es importante el hecho
de que la topografía contribuía a la construcción de una historia colonial. Cuando los hechos históricos se registraban en los mapas estaban
relacionados con descubrimientos ingleses, victorias inglesas, rendimiento de los pueblos nativos americanos, o alguna atrocidad cometida por
los indios, o con alguna victoria contra los rivales coloniales de Inglaterra como los alemanes o los franceses. Motivar la descripción de un
paisaje familiar y no hostil a los ojos ingleses se volvió un acto de promoción colonial. El mapa invitaba a los colonizadores. Focos obstáculos
del paisaje de papel se antojaban infranqueables.
La fuerza histórica de estos mapas cuidadosamente estandarizados puede haber sido mayor en la nueva sociedad que en la antigua,
descrita en los atlas ingleses. Su poder era tanto psicológico como práctico. Sus imágenes eran una metáfora de control. Hacían a la nueva
tierra más creíble. El salvajismo era dominado sobre el papel antes de encontrarse con el salvajismo propio. El espacio se encogía. En la mente
de los administradores y los colonizadores, la tierra lejana se hacía doméstica y lo impenetrable, conquistable, los mapas a menudo iban más
lejos que la frontera dominada, precediendo al hacha y al arado. La parte este de Norteamérica fue recolonizada en papel por los europeos
antes de serlo en la tierra.
Los propios mapas eran también autorizaciones subliminales de legitimación colonial. Como en el caso de los mapas del paisaje inglés, los
mapas ingleses del Nuevo Mundo ejercieron el poder a través de las categorías de sus omisiones. Estos silencios se aplicaban especialmente a
las civilizaciones indias. Nos preguntamos: ¿dónde están los indicios de las ocupaciones indias en la tierra? En el mejor de los casos sólo están
preservados al azar en los mapas; sin embargo, con demasiada frecuencia, cuando la frontera se iba moviendo hacia el oeste, los indicios del
pasado indio eran arrancados tajantemente de la imagen. Aunque algunos mapas marcan "casas en plantaciones indias" y "plantaciones
inglesas" por separado, por lo regular cuando se identifican los poblados indios o se nombran sus naciones es en los márgenes del
asentamiento
europeo,
donde
servían como guía para el comercio de pieles, el despliegue
militar o, principalmente, la apropiación colonial. Con excepción
de la supervivencia de nombres indios para las características
naturales, como ríos, lagos y montañas, los mapas casi nunca
representaban la geografía india señalada por derecho propio y
nunca fueron un medio para conservar la integridad étnica.
Muchos topógrafos del siglo XVIII preferían los espacios en
blanco a los restos de una geografía india. Esto se defendía so
pretexto de que era una práctica científica conveniente evitar
plasmar en el mapa lo que no se podía verificar. No obstante, las
implicaciones ideológicas del silencio acerca de la geografía india
no pueden hacerse a un lado. Inconscientemente apoyaban las
doctrinas legales de terra nullus y vacuum domicilium que
desde los primeros tiempos de las colonias, habían aparecido
entre las bases de adquisición de un título de tierra y adopción de
jurisdicción política.
Los ingleses en particular creían que la tierra india esperaba su
colonización inmediata porque estaba vacante. Existe una
neutralidad moral acerca de un espacio que, una vez vacío, es
fácil de dividir y gobernar. Al final, resulta difícil creer que los
indios habían vivido alguna vez en esa tierra.
El acto de registrar en mapas había transformado lo que se
estaba describiendo y le había otorgado un nuevo significado y
una nueva potencialidad.
Conclusión
En este ensayo he pretendido deconstruir algunas imágenes
de mapas encontradas en los atlas ingleses del siglo XVIII Con
esto me refiero a que han sido interpretados en términos de
sus efectos como representaciones del poder más que de una
realidad topográfica de los paisajes ingleses o americanos en
el siglo XVIII. El poder social en cuestión se había vuelto
interno en la cartografía y era ejercido en las propias prácticas
de los talleres. Fue en estos talleres donde el vínculo con la
realidad se transformó y se creó una nueva realidad. Estos
procesos son comparables con los de los procedimientos
científicos en el laboratorio. El cartógrafo de atlas clasificó y
ordenó la información geográfica; las líneas y las cuadrículas
del mapa ofrecieron un marco de dominación sistemática. A
través de la selección, clasificación, estandarización y creación
de jerarquías que se podían plasmar en el mapa, el cartógrafo
convirtió la geografía en una forma más fuerte de
conocimiento.
El poder social era representado con diferentes medios: el
registro en mapas, la iconografía decorativa y los detalles
escritos. Como un texto de poder, más que como un mapa de
topografía física, no importaba si la imagen era una
representación técnicamente precisa de un paisaje; tampoco
importaba si era original y no un plagio. Lo más relevante es
que debería ser creíble. También era importante que
representara al poder de maneras coincidentes con los valores
relaciones territoriales de poder como una parte normal del
de la sociedad contemporánea. Relaciones de poder como los
mundo, permitían que el statu quo fuera más fácilmente
derechos de la Corona, la distinción reverente del poder dentro
aceptado. La repetición de imágenes similares en una serie de
de la sociedad inglesa, y la superioridad inherente de los
atlas reforzaba esta aceptación.
ingleses sobre otras naciones, especialmente las no europeas,
En una sociedad en la que muchos, incluso en las clases
eran tan importantes para la práctica cartográfica como para
superiores, carecían de experiencia de primera mano en otros
otras formas de conocimiento en la Inglaterra del siglo XVIII.
lugares, el mapa se volvía fácilmente la única realidad. Aunque
Una vez impregnado de poder, el conocimiento cartográfico
divorciado del mundo terrenal, adquirió una autoridad mítica.
operaba en la sociedad de diversas maneras. Funcionaba tanto
Como
conocimiento
por
fuerza
de
tradición,
sus
en un nivel consciente como subliminal. Nunca trabajaba solo;
representaciones eran más difíciles de cuestionar y, en realidad,
siempre junto con otras formas de conocimiento y
muchos mapas de los atlas tenían una vida extraordinariamente
representación. No obstante, mediante su enfoque en las
larga, independiente de los cambios en el mundo. El trazado y la
relaciones de poder, tanto inherentes como manifiestas en el
lectura de los mapas, al reciclar constantemente la normalidad
paisaje y en el territorio, desempeñaba un papel fundamental en
de las relaciones de poder, son comparables con un ritual
la configuración social de la época. Los mapas operaban
llevado a cabo con conocimiento y relacionado con actitudes y
principalmente a través de la legitimación. Al representar las
emociones muy extendidas y expresadas en la sociedad inglesa.
Éstas incluían el apego de quienes encomendaban los mapas a su clase y nación, el amor a la propiedad, un chauvinismo beligerante y una
tendencia a despreciar a los salvajes. La representación de estas emociones en los mapas tendía no sólo a reforzarlas, sino a asociarlas con
áreas geográficas siempre más grandes.
La respuesta a la pregunta inicial de cómo pueden los atlas ser una fuerza de cambio en la sociedad siempre depende del contexto de las
relaciones de poder. En la propia Inglaterra, los atlas de condado tendían al conservadurismo y a la reacción y ayudaban a conservar la
hegemonía perdurable de una amplia clase gobernante. Sin embargo, en las colonias de Norteamérica, los mapas operaban definitivamente en
favor de la nueva sociedad de euro americanos y a costa de los indios. No obstante, quienes nacían los atlas habían producido un discurso de
poder para ambas áreas. Incluso cuando la verdadera naturaleza de su dialéctica no estaba a la vista de sus contemporáneos, no hay duda de
que su realidad siempre estaba socialmente construida.
Hacia una deconstrucción del mapa
Un mapa nos dice: "Léeme con cuidado, sígueme de cerca y no dudes de mí". Y continúa: "Soy la tierra en la palma de tu mano. Sin mí, estás solo y
perdido".
En realidad lo estamos. Si todos los mapas del mundo fueran destruidos y desaparecieran por órdenes de alguna mente malévola, todos los hombres volverían a
estar ciegos, todas las ciudades serían extrañas entre sí, todas las marcas de la tierra se convertirían en señales sin significado apuntando hacia la nada.
No obstante, al verlo, sentirlo, pasar un dedo sobre sus líneas, un mapa es una cosa fría, no tiene ninguna gracia y es aburrido, es producto de los instrumentos de
medición y la hoja del dibujante. Aquella costa, ese garabato irregular con tinta escarlata no muestra arena ni mar ni rocas; no habla de ningún marinero moviéndose a toda vela en mares profundos para legar a la posteridad, en un pergamino o en una tabla de madera, un manuscrito invaluable. Esta mancha café que marca
una montaña no tiene, para el ojo común, ningún significado, aunque 20 hombres, o 10 o uno solo hayan arriesgado la vida para escalarla. Aquí está un valle, allá una
ciénaga y más allá un desierto; y aquí está un río que algún alma curiosa y valiente, como un lápiz en las manos de Dios, trazó por primera vez con los pies
sangrantes.
BERYL MARKHAM,
West with the Night, 1983
El ritmo de la exploración conceptual en la historia de la cartografía, la búsqueda de maneras alternativas de entender los mapas, es lento. Algunos dirían que sus logros son casi superficiales. Al aplicar los conceptos de la historia literaria a la historia de la cartografía, parecería que
estamos trabajando en un clima de pensamiento "premoderno" o "moderno" más que "posmoderno". Es cierto que una lista de exploraciones
individuales contendría algunas que parecen impresionantes. Nuestros alumnos ahora pueden ser conducidos a textos que se basan en ideas
de la teoría de la información, la lingüística, la semiótica, el estructuralismo, la fenomenología, la teoría del desarrollo, la hermenéutica, la
iconología, el marxismo y la ideología. En el capítulo destinado a las notas podemos nombrar, entre otros, a Cassirer, Gombrich, Piaget,
Panofsky, Kuhn, Barthes y a Eco. Sin embargo, a pesar de estos síntomas de cambio, aún somos, lo queramos o no, prisioneros de nuestro
pasado.
Mi argumento básico en este ensayo es que debemos impulsar un cambio epistemológico en la manera de interpretar la naturaleza de la
cartografía. Para los historiadores de la cartografía, pienso que una línea import ant e hacia la comprensión es que aún aceptamos sin ningún
tipo de crítica el amplio consenso, con relativamente pocas disensiones, de lo que los cartógrafos nos dicen que se supone que son los mapas.
En especial, a menudo tendemos a trabajar con base en la premisa de que los cartógrafos parten de una forma "científica" u "objetiva" de
creación del conocimiento. Por supuesto que los cartógrafos piensan que tienen que decir esto para seguir teniendo credibilidad; sin embargo,
los historiadores no tienen esa obligación. Es mejor que nosotros partamos de que la cartografía casi nunca es lo que dicen los cartógrafos.
En la medida en que adoptan métodos apoyados en la computación y en sistemas de información geográfica, la retórica científica de quienes
trazan los mapas se está volviendo más estridente. La "cultura de la técnica" está presente por doquier. Se nos dice que la publicación que
ahora se llama American Cartographer se convertirá en Cartography and Geographical Information Systems. O en un gesto extrañamente
ambivalente hacia la naturaleza de los mapas, la Sociedad Cartográfica Británica propone que existan dos definiciones de cartografía, "una para
los cartógrafos profesionales y otra para el público en general". Una definición para usarse en la comunicación con el público sería: "La
cartografía es el arte, la ciencia y la tecnología del trazado de mapas". La de los "cartógrafos" sería: "La cartografía es la ciencia y la tecnología
de analizar e interpretar las relaciones geográficas y la comunicación de los resultados mediante mapas". Para muchos puede resultar
sorprendente que el "arte" no aparezca en la cartografía "profesional". Sin embargo, en el contexto actual, estos signos de esquizofrenia
ontológica también pueden leerse como reflejo de una necesidad urgente de repensar la naturaleza de los mapas desde perspectivas distintas.
Entonces surge la pregunta de si el concepto de una ciencia progresiva es un mito creado en parte por los cartógrafos en el curso de su
desarrollo profesional. Pienso que este concepto también es aceptado sin críticas por un público más extenso y por otros estudiosos que
trabajan con mapas. Para quienes tienen que ver con la historia de los mapas, nuestro cuestionamiento de las suposiciones de los cartógrafos
resulta especialmente oportuno. De hecho, si la historia de la cartografía va a crecer como un tema interdisciplinario entre las humanidades y las
ciencias sociales, las nuevas ideas son fundamentales.
Ahora las preguntas son: ¿de qué forma, como historiadores de la cartografía, escapamos de los modelos normativos de la cartografía?, ¿cómo
permitimos la entrada de nuevas ideas?, ¿cómo empezamos a escribir una historia cartográfica tan genuinamente revisionista como la de Louis
Marin, "El rey y su geómetra" (en el contexto de un mapa de París del siglo XVII, o la de William Boelhower, "La cultura del mapa" (en el contexto
de los mapas del mundo del siglo XVI que muestran a América por primera vez). Estos son dos estudios basados en el posmodernismo. En este
ensayo también adopto una estrategia dirigida a la deconstrucción del mapa.
El concepto de deconstrucción es también una clave para cualquier empresa posmoderna. Las estrategias de deconstrucción ahora se
encuentran no sólo en la filosofía, sino también en otras disciplinas, especialmente en la literatura, y en temas como la arquitectura, la planeación
y, más recientemente, la geografía. Usaré precisamente un método deconstruccionista para romper el supuesto vínculo entre la realidad y la
representación que ha dominado el pensamiento cartográfico, lo ha guiado en el camino de la "ciencia normal" desde la Ilustración y ha ofrecido
una epistemología ya lista y "tomada por un hecho" para la historia de la cartografía. El objetivo es sugerir que una epistemología alternativa,
arraigada en la teoría social más que en el positivismo científico, es más adecuada para la historia de la cartografía. Se demostrará que incluso
los mapas "científicos" son producto no sólo de las "reglas del orden de la geometría y la razón", sino también de las "normas y los valores del
orden de la tradición [...) social". Nuestra tarea es buscar las fuerzas sociales que han estructurado la cartografía para luego ubicar la presencia
del poder, así como sus efectos, en todo el conocimiento de los mapas.
Las ideas de este ensayo en particular se deben en su mayoría a textos de Foucault y Derrida. Mi enfoque es deliberadamente ecléctico
porque en algunos aspectos las posturas teóricas de estos dos autores son incompatibles. Foucault basa sus textos en realidades sociopolíticas
y construye sistemas de organización de conocimiento del tipo que a Derrida le encanta desmantelar. No obstante, al combinar ideas diferentes
en un terreno nuevo es posible estructurar un esquema de teoría social con el que podemos empezar a cuestionar las agendas ocultas de la
cartografía. Un esquema así no ofrece "soluciones" para una interpretación histórica del registro cartográfico, tampoco un método exacto o un
conjunto de técnicas, sino una estrategia amplia que puede ayudar a ubicar algunas de las fuerzas fundamentales que han impulsado el trazado
de mapas en las sociedades europeas y no europeas. Desde los textos de Foucault, la revelación clave ha sido la omnipresencia del poder en
todo el conocimiento, aun cuando ese poder es invisible o está implícito, incluso dentro del conocimiento específico codificado en los mapas y los
atlas. El concepto de Derrida de la retórica de los textos ha representado un reto. Exige una búsqueda de la metáfora y la retórica en los mapas
en los que los investigadores anteriores sólo habían encontrado medidas y topografía. Su pregunta central es una evocación de la máxima
mucho más antigua de Korzybski: "el mapa no es el territorio"; sin embargo, la deconstrucción va más allá para llegar al tema de cómo el mapa
representa el lugar en un enfoque mucho más definido.
La deconstrucción nos insta a leer entre las líneas del mapa, en los márgenes del texto, y a través de sus tropos, para descubrir los silencios
y las contradicciones que desafían la aparente honestidad de la imagen. Comenzamos a saber que los hechos cartográficos son sólo hechos
dentro de cierta perspectiva cultural. Empezamos a comprender que los mapas, al igual que el arte, lejos de ser una "ventana abierta al mundo"
no son más que "una forma humana particular |...| de ver el mundo".
Para seguir esta estrategia, desarrollaré tres líneas de argumentación. En primer lugar, analizaré el discurso de la cartografía a la luz de
algunas ideas de Foucault acerca del papel de las reglas dentro de las formaciones discursivas. En segundo, a partir de una de las posturas
centrales de Derrida, examinaré la textualidad de los mapas y, especialmente, su dimensión retórica. En tercero, regresando a Foucault, hablaré
acerca de cómo los mapas funcionan en la sociedad como una forma de poder-conocimiento.
Las reglas de la cartografía
Una de las principales unidades de análisis de Foucault es el discurso. Se ha definido al discurso como un sistema de posibilidades del
conocimiento. El método de Foucault era preguntar, según se ha dicho, qué reglas permiten la elaboración de ciertos enunciados; qué reglas
ordenan estos enunciados; qué reglas nos permiten identificar algunos enunciados como ciertos y otros como falsos; qué reglas permiten la
construcción de un mapa, modelo o sistema de clasificación (...) qué reglas se revelan cuando se modifica o transforma un objeto de discurso [...]
Siempre que se puedan identificar conjuntos de reglas de estos tipos, estamos ante una formación discursiva o un discurso.
Entonces, la pregunta clave para nosotros es: ¿qué tipo de reglas ha normado el desarrollo de la cartografía? Defino la cartografía como un
organismo de conocimiento teórico y práctico que emplean los cartógrafos para construir mapas como un modo determinado de representación
visual. Por supuesto que el asunto es históricamente específico: las reglas de la cartografía varían en las distintas sociedades. Aquí me refiero en
particular a dos conjuntos distintivos de reglas que han sustentado y dominado la historia de la cartografía occidental desde el siglo XVII.
Uno puede definirse como el que rige la producción técnica de los mapas y se indica en los tratados cartográficos y en los textos del periodo. El otro está relacionado con la producción cultural de los mapas. Éstos deben entenderse en un contexto histórico más amplio que el de un simple procedimiento o técnica
científicos. Es más, se trata de reglas que por lo general son ignoradas por los cartógrafos, por lo que forman un aspecto oculto de su discurso. El primer grupo
de normas cartográficas, por lo tanto, puede ser definido en términos de una epistemología científica, Por lo menos desde el siglo XVII, los topógrafos y los
lectores de mapas europeos han ido promoviendo un modelo científico estándar de conocimiento. El objeto del mapeo es producir un modelo "correcto" —en la
medida de su semejanza con el original— del terreno. Supone que los objetos del mundo que se van a registrar son reales y objetivos, y que gozan de una
existencia independiente del cartógrafo; que su realidad puede ser expresada en términos matemáticos; que la observación y la medición sistemáticas ofrecen la
única ruta a la verdad cartográfica, y que esta verdad puede ser verificada de manera independiente. Los procedimientos tanto de la agrimensura como de la
construcción del mapa llegan a compartir estrategias similares a las de la ciencia en general; la cartografía también documenta una historia de instrumentación y
medición más precisa, y clasificaciones cada vez más complejas de su conocimiento y una proliferación de signos de representación y, en especial a partir del
siglo XIX, el crecimiento de instituciones y de una literatura "profesional" diseñada para monitorear la aplicación y la difusión de las reglas. Es más, aunque los
cartógrafos han seguido hablando hipócritamente del "arte y la ciencia" del trazado de los mapas, el arte, como hemos visto, ha sido minimizado en los mapas. A
menudo se le ha otorgado un papel ornamental más que central en la comunicación cartográfica. Aun los filósofos de la comunicación visual, como Arnheim,
Eco, Gombrich y Goodman, han tendido a clasificar a los mapas como un tipo de diagrama congruente (análogos, modelos o "equivalentes" que crean una
similitud de la realidad) y, en esencia, distintos del arte o de la pintura. Una cartografía "científica" (así se pensaba) no estaría influida por elementos sociales.
Incluso en la actualidad muchos cartógrafos se sorprenden ante la sugerencia de que la teoría política y sociológica pudiera servir a sus prácticas. Quizá se
aterrarán ante la mención de la deconstrucción.
La aceptación del mapa como "reflejo de la naturaleza" (empleando una expresión de Richard Rorty) también da como resultado muchas otras características
del discurso cartográfico, aun cuando no sean explícitas. Lo más notable es la creencia en el progreso, es decir, que mediante la aplicación de la ciencia se
pueden producir representaciones de la realidad cada vez más precisas. Los métodos de la cartografía han dado como resultado un "conocimiento verdadero,
probable, progresivo o muy confirmado". Este sometimiento mimético ha llevado a una tendencia no sólo a menospreciar los mapas del pasado (descartándolos
con una actitud científica chauvinista), sino también a considerar a los mapas de las primeras culturas o de las culturas no occidentales (en los cuales las reglas
para levantar las cartas eran diferentes) inferiores a los europeos. De manera similar, el efecto principal de las reglas científicas era crear un modelo, una buena
versión de la "ciencia normal", que permitiera a los cartógrafos construir una pared alrededor de su ciudadela del mapa "verdadero". Sus bastiones fundamentales
eran las medidas y la estandarización, y más allá había una tierra "sin cartografía" donde privaba un ejército de imágenes imprecisas, heréticas, subjetivas,
tendenciosas e ideológicamente distorsionadas. Los cartógrafos desarrollaron un "sentido del otro" en relación con los mapas que no se ajustaban. Incluso mapas
como los producidos por los periodistas, en los cuales las reglas y los modos de expresión diferentes pudieran ser inadecuados, son evaluados por muchos
cartógrafos de acuerdo con normas de "objetividad", "precisión" y "certeza". Respecto de esto, la actitud fundamental de muchos cartógrafos es revelada en un
libro de ensayos reciente sobre la Cartographic dans les Medias. Uno de los colaboradores ha destacado cuántos autores pretenden exorcizar del ámbito de la
cartografía cualquier representación gráfica que no sea una simple imagen planimétrica, y después clasificar todos los demás mapas como "gráficos decorativos
disfrazados de mapas" en los que se ha dado una "mezcla de las reglas cartográficas" [...] la mayoría de los mapas de los periódicos son defectuosos por
imprecisos, incorrectos o tendenciosos.
Se nos ha dicho que en Bretaña, en 1984, se estableció una vigilancia de mapas en los medios. "Varios cientos de miembros de sociedades cartográficas y
geográficas) entregaron varios cientos de mapas y diagramas para su análisis que revelaron según las reglas numerosas deficiencias comunes,
errores e imprecisiones, además de modelos confusos. En este ejemplo de vigilancia cartográfica se defiende la "ética de la precisión" con cierto
fervor ideológico. El lenguaje de la exclusión es el de una serie de contrarios "naturales": falso y verdadero, objetivo y subjetivo, literal y
simbólico, etc. Los mejores mapas son los que tienen una imagen acreditada de objetividad evidente.
Aun en casos en que las reglas científicas no se perciben en el mapa, se puede notar el intento de normalizar el discurso. La "caja negra" del
cartógrafo tiene que ser defendida y sus orígenes sociales suprimidos. La histeria cutre los cartógrafos más importantes en cuanto a la
popularidad de la proyección de Peters, o la reciente expresión de piedad entre los cartógrafos de Europa occidental y de Norteamérica después
de la admisión rusa de haber falsificado sus mapas topográficos para confundir al enemigo, nos dan una idea de cómo se juega siguiendo estas
reglas. ¿Qué podemos hacer ante los encabezados de los periódicos en 1988 que decían: "Se atrapa a los rusos haciendo mapas" (Ottawa
Citizen), "Los soviéticos admiten paranoia de mapas" (Wisconsin Journal) o "En Occidente, los topógrafos aclaman la verdad y "Un geógrafo
del Departamento de Defensa dijo que finalmente los bandidos se dieron cuenta de la verdad y pudieron decirla" (ambos en el New York Times)
La implicación es que los mapas occidentales no tenían valor. De acuerdo con el vocero, nuestros mapas no son documentos ideológicos y la
condena de la falsificación rusa es tanto un eco de la retórica de la Guerra Fría como una crítica cartográfica creíble.
Este ejemplo oportuno también sirve para introducir mi segundo punto de vista de que las reglas científicas del mapeo están, en todo caso,
influidas por un grupo de normas bastante distintas: las que gobiernan la producción cultural de los mapas. Para descubrir estas reglas, tenemos
que leer entre las líneas de los procedimientos técnicos o del contenido topográfico del mapa. Están relacionadas con valores como los de la
etnia, la política, la religión o la clase socially también están insertas en la sociedad productora de mapas en general. El discurso cartográfico
opera un doble silencio respecto de las posibilidades del conocimiento del mapa. En el mapa mismo, las estructuras sociales a menudo están
ocultas bajo un espacio abstracto e instrumental o encarcelado en las coordenadas del mapeo por computadora. En la literatura técnica de la
cartografía también son ignoradas, a pesar de que pueden ser tan importantes como el levantamiento, la compilación o el diseño en la
producción de las declaraciones que la cartografía hace acerca del mundo y de sus paisajes. Este juego entre las reglas sociales y técnicas es
un aspecto universal del conocimiento cartográfico. En los mapas, produce el "orden" de sus características y las "jerarquías de sus prácticas".
En el sentido de Foucault, las reglas nos permiten definir una episteme y trazar una arqueología de ese conocimiento a través del tiempo."
Para ilustrar su poder en la estructuración de la representación cartográfica, se ofrecerán dos ejemplos de cómo se manifiestan esas reglas
en los mapas. El primero es la bien sabida adhesión a la "regla de egocentrismo" en la construcción de mapamundis. Esto ha llevado a muchas
sociedades a través de la historia a ubicar sus territorios en el centro de sus cosmografías o mapas mundiales. Mientras que por un lado puede
ser peligroso asumir universalidad, aunque hay excepciones, esta regla es evidente en los diagramas cósmicos de los indios norteamericanos
precolombinos, al igual que en los mapas de la antigua Babilonia, Grecia o China, o en los mapas medievales del mundo islámico y de la Europa
cristiana. No obstante, también es importante al aplicar a la cartografía la crítica al conocimiento de Foucault el hecho de que la historia de la
regla del etnocentrismo no va de acuerdo con la historia "científica" del trazado de los mapas. Por lo tanto, el Renacimiento científico en Europa
dio a la cartografía moderna sistemas de coordenadas; Euclides, escalas de mapas y mediciones precisas, aunque también ayudó a confirmar el
nuevo mito de la centralidad ideológica europea a través de proyecciones como las de Mercator. O, de nuevo en nuestro siglo, una tradición
exclusiva de los Estados Unidos fue reforzada antes de la segunda Guerra Mundial al ubicarla en su hemisferio ("nuestro hemisferio") en el mapa
mundial. A través de la historia de la cartografía, a menudo se centran en los mapas las "tierras santas" ideológicas. Este centrismo, una suerte
de "geometría subliminal", agrega fuerza geopolítica y significado a la representación. También es cuestionable el hecho de que tales mapas
mundiales a su vez hayan contribuido a la codificación, legitimación y promoción de las visiones del mundo prevalecientes en los distintos
periodos y lugares.
Un segundo ejemplo es cómo las "reglas del orden social" parecen insertarse en los códigos y los espacios más pequeños de la transcripción
cartográfica. La historia de la cartografía europea desde el siglo XVII ofrece muchos ejemplos de esta tendencia. Tomemos un mapa impreso o
manuscrito casi al azar y lo que destaca es la forma definitiva en la que el texto es tanto un comentario sobre la estructura social de una nación
o lugar específico como lo es sobre su topografía. El cartógrafo con frecuencia está tan ocupado registrando los contornos del feudalismo, la
forma de la jerarquía religiosa o los pasos en los escalones de la clase social,-1'' como la topografía del paisaje físico y humano.
La razón por la cual los mapas pueden resultar tan convincentes en este aspecto es que las reglas de la sociedad y las de las mediciones se
refuerzan entre sien la misma imagen. Al escribir sobre el mapa de París, levantado en 1652 por Jacques Gomboust, el ingeniero del rey, Louis
Marin señala "esta discreta estrategia de simulación-disimulación":
El conocimiento y la ciencia de la representación, para demostrar la verdad que este tema declara abiertamente, se mueven conforme a una
jerarquía social y política. Se tenían que ofrecer pruebas de su verdad "teórica" y ellas son los signos reconocibles; sin embargo, la economía de
estos signos, en su disposición dentro del plano cartográfico, ya no obedece a las reglas del orden de la geometría y la razón, sino más bien a
las normas y los valores del orden de la tradición social y religiosa. Sólo las iglesias y mansiones importantes se benefician de los signos
naturales y de la visible armonía que mantienen con lo que representan. Las construcciones de la ciudad y los hogares privados, precisamente
porque son privados y no públicos, sólo gozarán del derecho a una representación general y común de un signo arbitrario e institucional, el más
pobre, el más elemental (quizá, por esto mismo, principal) de los elementos geométricos; el punto idénticamente reproducido en serie.
Una vez más de manera bastante similar a "la regla del etnocentrismo", esta jerarquización del espacio no es un acto consciente de la
representación cartográfica. Más bien se da por hecho en una sociedad que el lugar del rey es más importante que el de un barón, que un
castillo es más importante que la casa de un campesino, que la ciudad de un arzobispado es más importante que la de un prelado menor, o que
el estado de un caballero dueño de tierras merece mayor énfasis que el de un simple granjero. La cartografía despliega su vocabulario de
manera tal que representa una desigualdad social sistemática. Las diferencias de clase y poder son maquinadas, construidas y legitimadas en el
mapa mediante signos cartográficos. La regla parece ser: "mientras más poder, mayor prominencia". A quienes tienen fuerza en el mundo se les
agrega la fuerza del mapa. Mediante los trucos del oficio cartográfico (tamaño de los símbolos, grosor de la línea, altura de las letras, efectos y
sombreado, adición de color podemos rastrear esta tendencia enfática en innumerables mapas europeos. Empezamos ahora a ver cómo los
mapas, al igual que el arte, se vuelven un mecanismo "para definir las relaciones, sostener las reglas y reforzar los valores sociales". En el caso
de estos dos ejemplos de reglas trato de mostrar que éstas operan tanto dentro como más allá de las estructuras de clasificación y medición.
Van más lejos que los fines establecidos de la cartografía. Oran parte del poder del mapa, como una representación de la geografía social, es
que trabaja detrás de una máscara de ciencia aparentemente neutral. Esconde y niega sus dimensiones sociales al tiempo que las legitima. No
obstante, desde donde las veamos, las reglas de la sociedad sobrevivirán. Han logrado que los mapas sean, por lo menos, una imagen del
orden social así como la medición del mundo fenomenal de los objetos.
La deconstrucción y el texto cartográfico
Para adentrarnos en el asunto de las reglas cartográficas, es decir, el contexto social dentro del cual se da forma al conocimiento del mapa,
tenemos que observar el texto cartográfico. Se elige deliberadamente la palabra texto. Es generalmente aceptado que el modelo de texto puede
tener una aplicación mucho más amplia que sólo la de los literarios. A textos que no son libros, como las composiciones musicales y las
estructuras arquitectónicas, podemos con toda confianza agregar los gráficos que llamamos mapas. Se ha dicho que "lo que constituye un texto no
es la presencia de elementos lingüísticos, sino el acto de la construcción", de manera que los mapas, como "construcciones que emplean un sistema
convencional de signos", se vuelven textos. Con Barthes podemos decir que presuponen una conciencia de significado" que nos toca descubrir. Texto es una
metáfora mejor para los mapas que la del reflejo de la naturaleza. Los mapas son textos culturales. Al aceptar su textualidad podemos abarcar diversas
posibilidades interpretativas. Un lugar de ver sólo la transparencia de la claridad, se puede descubrir también la plenitud de la opacidad. Al hecho se puede
agregar el mito y, en vez de inocencia, podemos esperar dualidad. Más que trabajar con una ciencia formal de comunicación o con una secuencia de procesos
técnicos, dirigimos nuestro interés a una historia y una antropología de la imagen, y aprendemos a reconocer las cualidades narrativas de la representación
cartográfica, así como su exigencia de ofrecer una imagen sincrónica del mundo. Es más, es probable que todo esto lleve a un rechazo de la neutralidad de los
mapas en la medida en que lleguemos a definir sus intenciones más que el aspecto literal de la representación, y comencemos a aceptar las consecuencias
sociales de las prácticas cartográficas. No quiero decir que el camino de una investigación textual ofrezca un conjunto simple de técnicas para leer mapas
contemporáneos o históricos. En algunos casos tendremos que concluir que hay muchos aspectos de su significado que son indescifrables.
La deconstrucción, como un análisis del discurso en general, exige una lectura más detallada y profunda del texto cartográfico de lo que ha sido la práctica
general en la cartografía y en la historia de la cartografía. Puede considerarse como una búsqueda de significados alternativos. Se dice que "deconstruir es
reinscribir y reubicar significados, acontecimientos y objetos dentro de movimientos y estructuras más amplios; por decirlo de alguna manera, es como voltear al
revés un hermoso tapiz con el fin de exponer, en esa confusión enmarañada tan poco glamorosa, los hilos que constituyen la bien tejida imagen que presenta al
mundo". El mapa publicado tiene también una imagen bien tejida y nuestras lecturas tienen que ir más allá de la evaluación de la precisión geométrica, más allá
de la ubicación de los sitios y más allá del reconocimiento de patrones y geografías topográficas. Esta interpretación comienza en la premisa de que el texto del
mapa puede contener "contradicciones imperceptibles o conflictos de duplicidad” que deterioran la parte superficial de la objetividad estándar. Los mapas son
como clientes que se pueden ir. De los mapas se puede decir lo mismo que W. J. T. Mitchell dice cuando habla de las lenguas y de las imágenes en general, y
quizá tengamos que considerarlos "enigmas, problemas que necesitan explicaciones, casas-prisión que apartan el conocimiento del mundo". Debemos tomarlos
como "el tipo de signo que presenta una apariencia engañosa de naturalidad y transparencia que ocultan un mecanismo de representación opaco, distorsionado y
arbitrario". A lo largo de la historia de la cartografía moderna occidental, por ejemplo, ha habido numerosos ejemplos de falsificación de mapas, de ocasiones en
que han sido censurados o mantenidos en secreto., o bien, han contradicho de manera subrepticia las reglas de su supuesto estatus científico.
Como en el caso de estas prácticas, la deconstrucción del mapa se enfoca en aspectos de los mapas que muchos intérpretes han comentado. En su texto
"Movimientos deconstructivos más típicos de Derrida", Christopher Norris señala que la deconstrucción es la búsqueda vigilante de aquellas "aporías", puntos
ciegos o momentos de contradicción en los que un texto traiciona involuntariamente el conflicto existente entre la retórica y la lógica, entre lo que
abiertamente trufo de decir y lo que, no obstante, reprime decir "deconstruir" un fragmento de texto es, por lo tanto, poner a funcionar una suerte de estrategia
inversa buscando, precisamente, en todos esos detalles que se han descuidado (metáforas incidentales, pies de página, giros casuales del argumento) y que
siempre, y necesariamente, fueron pasados por alto por los intérpretes de una tendencia más ortodoxa. Es aquí, en los márgenes del texto, según los define un
consenso fuertemente normativo, que la deconstrucción descubre el funcionamiento de esas mismas fuerzas desconcertantes.
Un buen ejemplo de cómo se podría deconstruir uno de los primeros mapas, comenzando por lo que hasta ahora hemos considerado sus "metáforas
casuales" y "pies de página", se encuentra en estudios recientes que reinterpretan el estatus de arte decorativo de los mapas europeos de los siglos XVII y
XVIII. Más que detalles marginales sin ninguna consecuencia, los emblemas de las tarjetas y la decoración de las portadas pueden considerarse
fundamentales en cuanto a la forma en que transmiten su significado cultural y contribuyen a abatir la crítica de que la cartografía produce una ciencia gráfica
imparcial. Sin embargo, la posibilidad de esta revisión no se limita a los mapas históricos "decorativos". Un ensayo reciente de Wood y Fels sobre el mapa
estatal oficial de carreteras de Carolina del Norte revela una mucho mejor aplicabilidad de una estrategia deconstructiva comenzando por los "márgenes" del
mapa contemporáneo. También tratan al mapa como texto y, a partir de las ideas del mito como sistema semiológico de Roland Barthes, desarrollan una
fuerte crítica social de la cartografía que, aunque con un enfoque estructuralista, tiene resultados deconstruccionistas. Empiezan, deliberadamente, con los
márgenes del mapa o, mejor dicho, con el tema expresado en las letras impresas:
Un lado lo ocupa un inventario de los sitios de interés de Carolina del Norte, ilustrados con fotografías y. entre otras cosas, una especie de antílope con
cuernos (que se encuentra en el zoológico del estado), una mujer Cherokee haciendo joyas con cuentas, un telesquí, una duna de arena (pero no ciudades),
un horario del ferry, un mensaje de bienvenida del entonces gobernador, una oración del conductor ("Padre nuestro, este día te pedimos una bendición muy
especial cuando tomamos el volante de nuestro auto"). Por otro lado, Carolina del Norte, pegada en los márgenes de las Carolinas del Sur, Virginias,
Georgias y Tennessee amarillas pálido, y lavada por un Atlántico azul claro, es representada por una mezcla de líneas rojas, negras, verdes y amarillas sobre
un fondo blanco, engrosada en las intersecciones por marcas negras o puntos rosa [...] A la izquierda de [...] el título es un dibujo de la ondeante bandera
estatal. A la derecha se encuentra dibujado un cardenal (ave representativa del estado) sobre una rama de cerezo (flor representativa del estado) en flor
encima de una abeja a mitad de vuelo (insecto representativo del estado).
¿Qué significan estos emblemas?, ¿son simplemente un adorno agradable para el viajero? o ¿pueden damos información acerca de la producción social de estos
mapas de carreteras? Un deconstruccionista puede decir que estos significados son indescifrables; sin embargo, también queda claro que el mapa estatal oficial
de carreteras de Carolina del Norte hace otro tipo de afirmaciones dialógicas detrás de su máscara de inocencia y transparencia. No estoy diciendo que estos
elementos obstaculicen la llegada del viajero del punto A al punto H, sino que existe un segundo texto dentro del mapa. Ningún mapa está desprovisto de una
dimensión ínter textual y, también en este caso, este descubrimiento nos permite revisar la imagen como algo más que una imagen neutral de una red de caminos.
Sus "usuarios" no son los conductores comunes, sino también el estado de Carolina del Norte que se ha adueñado de esta publicación (distribuida en millones de
copias) como un recurso promocional. El mapa se ha convertido en un instrumento de la política del estado así como de la soberanía. Al mismo tiempo, es más
que una afirmación del dominio de Carolina del Norte sobre su territorio. Por otro lado, también construye una geografía mítica, un paisaje lleno de "puntos de
interés", con encantamientos de lealtad a los emblemas estatales y a los valores de la fe cristiana. La jerarquía de las ciudades y los caminos que las conectan y
dominan visualmente se han convertido en el orden natural legítimo del mundo. El mapa finalmente insiste en que los caminos en realidad son lo que es Carolina
del Norte. El mapa hace de nuestro enamoramiento por el automóvil un objeto de adoración. El mito es creíble.
Muy probablemente el cartógrafo piense de manera automática que este argumento deconstruccionista es "basura": "Bueno, después de todo es un mapa
estatal de carreteras. Está diseñado para ser popular y útil al mismo tiempo. Esperamos que exagere la red de caminos y muestre a los conductores los puntos de
interés. Se trata de un mapa derivado, no de uno básico". No es un mapa científico. Recurrir al mapa científico fundamental es siempre la última defensa del
cartógrafo cuando pretende negar las relaciones sociales que invaden su tecnología.
En este punto puede resultar de gran ayuda la estrategia de Derrida para extender tal interpretación a todos los mapas, científicos o no, básicos o derivados.
De la misma forma que en la deconstrucción de la filosofía Derrida lograba demostrar "cómo el nivel supuestamente literal es intensamente metaforico"
podemos demostrar que un "hecho" cartográfico es también un símbolo.
mapas contienen una dimensión de realismo simbólico que es
En
los
mapas
también una declaración de autoridad y control políticos al igual que
científicos
un escudo de armas o el retrato de una reina en la parte superior de un
"simples", la mismapa decorativo antiguo. La metáfora ha cambiado. El mapa ha
ma
ciencia
se
tratado de deshacerse de la ambigüedad y de las posibilidades
convierte
en
alternativas. La precisión y la austeridad de diseños ahora son los
metáfora.
Tales
nuevos talismanes de la autoridad que culminan en nuestra era con el
mapeo
por
computadora. Este
proceso se puede
seguir
muy
claramente en la
historia del mapeo
en la Ilustración en
Europa.
La
topografía reflejada
en
los
mapas,
planimétricamente
cada
vez
más
detallados
y
precisos, se ha
convertido
cu
metáfora de una
filosofía utilitaria y
de su deseo de
poder.
La
cartografía inscribe
este
modelo
cultural sobre el
papel y podemos
examinarlo
en
diversas escalas y
tipos de mapas. La
precisión de los
instrumentos y la
técnica
sirven
exclusivamente
para reforzar esta
imagen, con su
incrustación
de
mito, como una
perspectiva
selectiva
del
mundo. Del mismo
modo, los mapas de
estados locales del
ancien
régime
europeo, aunque derivados de una medición instrumental, eran la
metáfora de una estructura social basada en la propiedad de la tierra.
Los mapas de condado y regionales, aunque fundamentados en una
triangulación científica, eran la articulación de los valores y los
derechos locales. Los mapas de los estados europeos, aunque
construidos a lo largo de los meridianos, todavía servían como
representación simbólica abreviada de un complejo de ideas
nacionalistas. Y los mapamundis, aunque cada vez más basados en
proyecciones matemáticamente definidas, daban, sin embargo, un
giro total hacia el destino manifiesto de las conquistas y la
colonización europeas del otro lado del océano. En cada uno de estos
ejemplos se ve el contorno de la metáfora en el mapa científico. Por
lo tanto, se amplía nuestra comprensión del funcionamiento del texto
como instrumento que opera en una realidad social.
En la teoría deconstruccionista, el papel de la retórica está
fuertemente vinculado al de la metáfora. Al concluir esta sección del
ensayo señalaré que a pesar de los esfuerzos científicos de la
cartografía para convertir la cultura en naturaleza y para naturalizar la
realidad social, se ha mantenido como un discurso inherentemente
retórico. Otra lección de la crítica de la filosofía que hace Derrida es
"que los modos de análisis retórico, por lo tanto aplicado
principalmente a textos literarios, son de hecho indispensables para la
lectura de cualquier tipo de discurso". No hay nada revolucionario en
la idea de que la cartografía es un arte de comunicación persuasiva.
Ahora es un lugar común escribir acerca de la retórica de las ciencias
humanas en el sentido clásico de la retórica del mundo. Incluso los
cartógrafos, así como sus críticos, están empezando a mencionar el
concepto de una cartografía retórica; sin embargo, aún se carece de
una lectura retórica profunda de los mapas.
El tema en discusión no es si algunos mapas son retóricos, o
si otros lo son parcialmente, sino hasta qué grado la retórica
es un aspecto universal de todos los textos cartográficos.
Luego entonces, para algunos cartógrafos el concepto de
retórica seguiría siendo un término peyorativo. Se trataría de
una retórica vacía sin esencia dentro del contenido científico
de un mapa. La retórica se usaría entonces para hacer
referencia a los excesos del mapeo de propaganda o de
cartografía promocional, o se trataría de confinarla a un
elemento artístico o estético de los mapas, contrario a su
núcleo
científico.
Mi postura
es aceptar
que
la
retórica es
parte de la
forma en
que
funcionan
todos los
textos, de
modo que
todos los
mapas son
textos
retóricos.
De nuevo
tenemos
que
desmantel
ar
el
dualismo
arbitrario
que existe
entre
la
propagand
a y la
verdad, y
entre los
modos de
representación
artística y
científica
encontrado
s en los
mapas.
Todos los
mapas tra-
tan de enmarcar su mensaje en el contexto de un público.
Todos los mapas plantean un argumento acerca del mundo y
son propositivos por naturaleza. Todos los mapas emplean
los recursos comunes de la retórica como invocaciones de la
autoridad (especialmente en los mapas científicos) y
recurren a lectores potenciales a través del uso de colores,
decoración, tipografía, dedicatorias o justificaciones escritas
de su método. La retórica se puede ocultar; sin embargo,
siempre está presente, ya que no existe descripción sin
actuación.
Los pasos en el trazado de un mapa (selección, omisión,
simplificación, clasificación, creación de jerarquías y simbolización)
son inherentemente retóricos. Tanto en sus intenciones como en sus
aplicaciones representan propósitos humanos subjetivos más que
corresponder al funcionamiento de alguna "ley fundamental de
generalización cartográfica"
De hecho, la libertad de la maniobra retórica del cartógrafo es
considerable; aquel que traza un mapa simplemente omite los
aspectos del mundo que se encuentran fuera de los propósitos del
discurso inmediato. No ha habido límites a las variedades de los
mapas desarrolladas históricamente como respuesta a diferentes
propósitos de argumento, dirigidos a distintas objetivos retóricos y
que representan diferentes suposiciones acerca de lo que es la
práctica cartográfica sólida. El estilo de los mapas no era sólo uno
en el pasado, como tampoco lo es en la actualidad. Se ha dicho que
"el código retórico adecua a su mapa el estilo más provechoso para
el mito que pretende difundir". En lugar de pensar en términos de
mapas retóricos versus no retóricos puede resultar de mayor utilidad
hacerlo en términos de una teoría de la retórica cartográfica que
adecué este aspecto fundamental de la representación a todos los
tipos de texto cartográfico. Entonces, no me interesa privilegiar la
retórica sobre la ciencia, sino disolver la diferencia ilusoria entre las
dos respecto de la lectura de los propósitos sociales, así como del
contenido de los mapas.
Los mapas y el ejercicio del poder
Finalmente, regreso
a Foucault. Al
hacerlo tengo en
mente la crítica de
Foucault a Derrida
por
tratar
"de
restringir
la
interpretación a un
nivel
puramente
sintáctico
y
textual", un mundo
donde
las
realidades políticas
ya no existan.
Foucault, por otra
parte,
pretendía
descubrir "las prácticas sociales que el
texto refleja y
emplea"
y
"reconstruir
el
marco técnico y
material en que
surgió". Aunque la
deconstrucción
contribuye a cambiar
el
clima
epistemológico y a
impulsar
una
lectura retórica de
la cartografía, mi
interés fundamental
radica
en
sus
dimensiones social
y política, y en
comprender cómo
funcionan
los
mapas
en
la
sociedad como un
tipo de poder-
conocimiento. Esto cierra el círculo a una forma de la historia
cartográfica dependiente del contexto.
Ya hemos visto por qué se puede considerar que la cartografía es un
discurso, un sistema que ofrece un conjunto de reglas de
representación del conocimiento que toman forma en las imágenes
que definimos como mapas y atlas. No es difícil encontrar a los
mapas, especialmente a los producidos y manipulados por el Estado,
un nicho en la "matriz poder-conocimiento del orden moderno". En
especial cuando los mapas son encargados por el gobierno (o son
derivados de estos mapas) es fácilmente observable su manera de
extender y reforzar los estatutos legales, los imperativos territoriales
y los valores que surgen del ejercicio del poder político. No obstante,
para entender cómo funciona el poder a través del discurso
cartográfico y los efectos de ese poder en la sociedad, se necesita un
análisis más profundo. Un simple modelo de dominación y
subversión no es adecuado y propongo establecer una diferencia
entre el poder externo y el poder interno en la cartografía. Esto se
deriva principalmente de las ideas de Foucault acerca del poderconocimiento; sin embargo, esta formulación particular pertenece al
reciente libro de Joseph Rouse, Knowledge and Power, en el que
basa una teoría del poder interno en la ciencia, en su lectura de
Foucault.
El sentido de poder más común en la cartografía es el del poder
externo a los mapas y al mapeo. Este sirve para relacionar a los
mapas con los centros de poder político. El poder se ejerce sobre la
cartografía. Detrás de la mayoría de los cartógrafos está una persona
que encarga un mapa; en numerosos casos, quienes producían los
textos cartográficos respondían a necesidades externas. Por otra
parte, el poder también se ejerce con la cartografía. Monarcas,
ministros, instituciones estatales, la Iglesia, todos han iniciado
programas de mapeo para sus fines particulares. En la sociedad
occidental moderna, los mapas rápidamente se volvieron cruciales
para la conservación del poder del Estado (para sus fronteras,
comercio, administración interna, control de población y fuerza
militar}. El mapeo pronto se convirtió en el negocio del Estado: la
cartografía se nacionalizó con brevedad. El Estado conserva su
conocimiento celosamente, los mapas han sido universalmente
censurados, mantenidos en secreto y falsificados. En todos estos
casos, los mapas están relacionados con lo que Foucault llamó el
ejercicio del "poder jurídico". El mapa se vuelve un "territorio
jurídico": facilita la
medición
del
terreno
y
su
control. Los mapas
todavía se usan
para
controlar
nuestra vida de
diversas maneras.
Una sociedad sin
mapas, aunque para
nosotros los mapas
son un hecho, es
políticamente
inimaginable. Todo
esto ejemplifica el
poder con la ayuda
de los mapas. Es un
poder
externo,
con
frecuencia
centralizado
y
ejercido
de
manera burocrática,
impuesto
desde arriba y
manifiesto
en
actos específicos
o en fases de
política
deliberada.
Ahora llego a
la diferenciación
importante.
Lo
que también es
fundamental para
los efectos de los
mapas
en
la
sociedad es lo
que se puede
definir como el
poder interno de
la cartografía. El foco del cuestionamiento ahora cambia del
lugar de la cartografía en un sistema jurídico de poder a los
efectos políticos de lo que los cartógrafos hacen cuando trazan
los mapas. Los cartógrafos producen poder; son los creadores
de un panóptico espacial. Su poder está inserto en el texto
cartográfico: podemos hablar de un "poder cartográfico" así
como hablamos del poder de la palabra o del libro como una
fuerza del cambio. En este sentido, los mapas tienen su
"política", un poder que se entrevera con el conocimiento y que
es inherente a él: se trata de un poder universal. Foucault
escribe acerca de "la omnipresencia del poder, no porque
tenga el privilegio de consolidarlo todo bajo su invencible
unidad, sino porque se produce de un momento a otro, en
todos los puntos o, más bien, en todas las relaciones que
existen de un punto a otro. El poder está en todas partes; no
porque lo cubra todo, sino porque proviene de todos lados". El
poder viene del mapa y atraviesa la forma en que están
hechos los mapas. La clave de este poder interno es,
entonces, el proceso cartográfico. Con esto me refiero a cómo
están compilados los mapas y a cómo se eligen las categorías
de información; la manera en que se generalizan, el conjunto
de normas para la abstracción del paisaje; cómo los elementos
del paisaje se forman en jerarquías, y cómo los diferentes
estilos retóricos, que a su vez reproducen el poder, son
empleados para representar el paisaje. Clasificar al mundo es
apropiarse de él, de tal manera que todos estos procesos
técnicos representan actos de control sobre su imagen, que se
extiende más allá de los supuestos usos de la cartografía. Se
disciplina al mundo. Se normaliza al mundo. Somos
prisioneros en su matriz espacial. Para la cartografía, al igual
que para otras formas de conocimiento, "toda acción social
cruza las fronteras determinadas por los esquemas de
clasificación". Se puede establecer una analogía entre lo que
sucede con los datos en el taller del cartógrafo y lo que pasa a
la gente en las instituciones disciplinarias (prisiones, escuelas,
ejército, fábricas) descritas por Foucault, en ambos casos se
da un proceso de normalización. O, de manera similar, al igual
que en las fábricas estandarizamos nuestros bienes
manufacturados,
en
nuestros
talleres
cartográficos
estandarizamos nuestras imágenes del mundo. De la misma
forma en que en
el
laboratorio
creamos
explicaciones con
fórmulas de los
procesos
del
mundo físico, en
el
mapa
la
naturaleza
se
reduce a una
fórmula gráfica.
En general, el
poder
del
cartógrafo no se
ejercía sobre los
individuos,
sino
sobre
el
conocimiento del
mundo puesto a
la disposición de
toda la gente. No
obstante, esto no
se
hace
de
manera
consciente
y
además
trasciende
las
simples
categorías
de
"intencional" y "no
intencional"
juntas. No sugiero
que el poder se
ejerza de manera
deliberada
o
centralizada. Es
un conocimiento
local
que
al
mismo tiempo es
universal. Por lo
general pasa inadvertido. El mapa es un árbitro silencioso del
poder.
¿Cuáles han sido los efectos de esta "lógica del mapa"
sobre la conciencia humana, si puedo adaptar la frase de
Marshall McLuhan ("lógica de la impresión") Al igual que él,
pienso que, respecto de los mapas, tenemos que considerar
los efectos de abstracción, uniformidad, repetición y
visualidad al dar forma a las estructuras mentales y otorgar
un sentido a los lugares del mundo. El desfase entre estos
conceptos de lugar y muchas visiones alternativas de lo que
es el mundo, o de lo que debería ser, ha hecho surgir
preguntas acerca de los efectos de la cartografía en la
sociedad. Así, Theodore Koszak escribe: "Los cartógrafos
hablan acerca de sus mapas y no de los paisajes. Por eso,
con frecuencia, lo que dicen es tan paradójico al ser traducido
al lenguaje común. Cuando se olvidan de la diferencia entre
el mapa y el paisaje, y cuando nos permiten olvidar esa
diferencia o nos convencen de hacerlo, surge todo tipo de
riesgos". Uno de ellos es que los mapas, al articular al mundo
en imágenes producidas en masa y estereotipadas, expresen
una visión intrínsecamente social. Tomemos como ejemplo el
hecho de que los atlas de carreteras están entre los libros de
pasta suave más vendidos en los Estados Unidos, y después
tratemos de evaluar de qué manera esto ha afectado la percepción ordinaria que tiene el estadounidense de su país.
¿Qué tipo de imagen de los Estados Unidos promueven estos
atlas? Por una parte, hay una pátina de burda simpleza. Si se
eliminan las carreteras interestatales, el paisaje se disuelve
en un mundo genérico de características esenciales que no
invitan a ninguna exploración. Se desprovee de contexto y el lugar
pierde importancia. Por otra parte, los mapas revelan la
ambivalencia de todos los estereotipos. Sus silencios también están
inscritos en la página. En estos mapas anónimos, ¿dónde está la
variedad de la naturaleza, dónde está la historia del paisaje y dónde
el espacio y el tiempo de la experiencia humana?
Ahora la pregunta es: ¿estas imágenes vacías tienen alguna
consecuencia en nuestra forma de pensar acerca del mundo? Como
todo el mundo está diseñado para verse igual, ¿es más fácil actuar en
él sin darse cuenta de los efectos sociales? Al plantear tales preguntas
las estrategias de Derrida y de Foucault parecen chocar. Para Derrida,
si el significado es
difícilmente
determinable,
entonces lo es
también,
pari
passu, la medida de
la fuerza del mapa
como discurso de
acción simbólica.
Al final, prefiero
adherirme
a
Foucault en su
visión de todo el
conocimiento por lo
tanto,
de
la
cartografía,
profundamente
confundido en las
grandes
batallas
que
constituyen
nuestro mundo. Los
mapas
no
son
ajenos a esas luchas
para alterar las
relaciones de poder.
La historia del uso
de
los
mapas
sugiere que puede
ser así y que
representan formas
específicas
de
poder y autoridad.
Desde
el
Renacimiento
la
forma de ejercer el
poder ha cambiado.
En la Norteamérica
colonial,
por
ejemplo,
los
europeos trazaban
con facilidad líneas a través de los territorios de las naciones indias
sin mostrar ninguna sensibilidad ante la realidad de su identidad
política. El mapa les permitía decir: "Esto es mío; éstas son las
fronteras". De manera similar, en innumerables guerras desde el siglo
XVI ha sido fácil que los generales libren batallas contra señaladores
y marcas de colores, en lugar de sensibilizarse ante la sangre
derramada en el campo de batalla. Volviendo a nuestra sociedad,
sigue siendo fácil a los burócratas, desarrolladores y planeadores
trabajar sobre parajes incomparables sin medir los trastornos sociales
del progreso. Al tiempo que el mapa nunca es la realidad, de cierta
manera contribuye a crear una realidad diferente. Una vez insertas en
el texto publicado, las líneas del mapa adquieren una autoridad que
puede ser difícil de desplazar. Los mapas son imágenes acreditadas.
Pueden reforzar y legitimar el statu quo, seamos o no conscientes de
ello. Algunas veces son agentes del cambio y pueden, de igual
manera, convertirse en documentos conservadores. Sin embargo, en
cualquier caso, el mapa nunca es neutral. Cuando parece serlo, la
oblicua “retórica de la neutralidad” parece tratar de convencernos.
Conclusión
El acto interpretativo de la deconstrucción de un mapa puede cumplir
tres funciones en una amplia investigación en la historia de la
cartografía. En primer lugar, permite cuestionar el mito
epistemológico (creado por los cartógrafos) del progreso acumulativo
de una ciencia objetiva que siempre produce mejores
representaciones de la realidad. En segundo lugar, el argumento
deconstruccionista permite redefinir la importancia histórica de los
mapas. Más que invalidar su estudio, se refuerza al agregar distintos
matices a nuestra comprensión del poder de la representación
cartográfica como una manera de construir el orden en nuestro
mundo. Si podemos aceptar la intertextualidad, también podemos
empezar a leer los mapas con discursos alternativos y, en ocasiones,
contrarios. En tercer lugar, un cambio de actitud deconstructiva
puede permitir que la historia del mapa tome un mejor lugar en el
estudio interdisciplinario del texto y del conocimiento. Las
estrategias intelectuales, como las del discurso en el sentido de
Foucault, el concepto derrideano de metáfora y retórica inherentes al
discurso científico y el concepto aún presente de poder-conocimiento
son compartidos por diversos campos; como propuestas para tratar
los mapas, son
igualmente
enriquecedoras, no
son adversas al
cuestionamiento
hermenéutico
ni
antihistóricas en su
intención.
Construimos
desmantelando. Se
agrandan
las
posibilidades
de
Víctimas de un mapa es el título de un libro del poeta palestino
Mahmud Darwish y otros autores. Al igual que la tragedia moderna
del pueblo palestino despojado, la mucho más antigua tragedia de la
historia norteamericana vio al mapa como un instrumento a través del
cual se ejerció el poder para destruir a una sociedad indígena. Los
mapas de Inglaterra del siglo XVII ofrecen un texto para estudiar el
proceso territorial mediante el cual los indios fueron expulsados
progresivamente de su tierra. No se logró sin resistencia por parte de
los indios; tampoco fue un proceso simple. No digo que los mapas
hayan sido el instrumento principal de la apropiación territorial ni del
aislamiento étnico. Sin embargo, como forma clásica de poderconocimiento, los mapas ocupan un lugar fundamental, en sentido
psicológico y también en sentido práctico, entre los discursos
coloniales de tan trágicas consecuencias para los nativos
norteamericanos. Al tratar de ver qué lugar tuvieron los mapas en el
encuentro y qué papel desempeñaron al obstaculizar los asuntos
indios, podemos agregar una dimensión más a la historia cartográfica.
Las geografías ocultas
Una de las ironías de la exclusión de los indios del ámbito del
mapa es que sin duda desempeñaron un papel importante en
descubrir significado en los mapas y de trazar los mecanismos
sociales del cambio cartográfico. El posmodernismo presenta un reto
para la lectura de mapas de maneras que podrían enriquecer
recíprocamente la lectura de otros textos.
La cartografía de Nueva
Inglaterra y los nativos
norteamericanos
la construcción de los primeros mapas de las colonias
norteamericanas trazados por los ingleses. En un ensayo
reciente, James Axtell plantea la siguiente pregunta: "¿Cómo
habría sido Norteamérica sin los indios?" ¿Específicamente
cuál habría sido la dirección del descubrimiento y las
exploraciones sin los guías indios en el Nuevo Mundo? Al
extender estas preguntas, podemos especular cómo habrían
sido los mapas ingleses de América del siglo XVII si los
navegadores y exploradores hubiesen llegado a una tierra
vacía. Más allá de la delgada franja de asentamientos
costeros, los detalles de los mapas habrían sido mucho más
escasos. Sin las aportaciones indias a la cartografía del
interior, el desarrollo de un mapa de escala continental habría
sido mucho más lento ante los ojos europeos.
El reconocimiento de que los primeros mapas son un
resumen del encuentro, un conjunto de relaciones recíprocas
entre los pueblos nativos americanos y los europeos, más que
un capítulo de la historia del "descubrimiento", es
relativamente nuevo. Apenas en 1981 el mapeo de la región
de la Nueva Inglaterra se caracterizaba por "una completa
ausencia de conocimientos cartográficos o abstractos de la
cultura algonquina". En la actualidad, esa opinión puede
compararse con la siguiente perspectiva:
Los primeros colonizadores [..,] encontraron que los nativos
norteamericanos eran cartógrafos experimentados cuyo
conocimiento geográfico aceleró enormemente las primeras
exploraciones europeas de la región. Durante un siglo y
medio la información proporcionada a través de mapas
efímeros trazados con carbón sobre cortezas de árbol o
pintados sobre pieles de venado se incorporó directamente
a las mapas franceses e ingleses, aumentando casi
siempre su precisión.
El cultivo de esta historia etnocartográfica implica dos
pasos iniciales. El primero es aceptar la existencia de una
cartografía indígena en muchas culturas contemporáneas y
posteriores a la llegada de Colón, y el segundo es tratar de
reconstruir la colaboración india en los mapas europeos del
Nuevo Mundo. Estos pasos nos muestran que la aportación
india fue fundamental.
La mejor prueba de una cartografía indígena como forma
importante de conocimiento local se encuentra en
Centroamérica. Pergaminos y otros materiales, por lo general
manuscritos pintados en pieles de animales, contienen
importantes elementos cartográficos. En el resto del
continente, por ejemplo en la parte este de Norteamérica,
aunque existen muchos menos materiales, los registros
apenas confirman la idea de una "ausencia completa de
conocimientos cartográficos". Gregory Waselkov señala que a
principios del siglo XVII los algonquinos powhatans "produjeron
espontáneamente mapas por lo menos en tres ocasiones".
Éstos iban desde uno muy sencillo que mostraba el curso del
Río James hasta el ambicioso mapa que los describía en
FIGURA Reconstrucción de un modelo del mundo hecho sobre la tierra por
los indios powhatans en 1607. Dibujado por Sandra Mather.
en el centro de un mundo plano con Inglaterra representada por una
pila de palos cerca de la orilla"(véase figura) Claramente, si no todos,
algunos indios americanos trazaban mapas en la época de su primer
contacto con los ingleses.
Hay suficientes pruebas de que el conocimiento geográfico fluía
de los guías e informantes indios a los europeos y después se
incorporaba al manuscrito final o a los mapas escritos. De hecho, se
puede decir que la mayoría de los mapas europeos que mostraban
América, desde el de Juan de la Cosa (ca. 1500), esconde un estrato
oculto de conocimiento geográfico indio. Durante gran parte de la
exploración inglesa y francesa de la costa de Norteamérica, la
presencia de guías nativos, que a veces dibujaban mapas, era común.
Por ejemplo, en 1007, John Smith señaló que cuando estaba a unos 29
kilómetros río arriba de Jamestown, Virginia, conoció a un indio que
le había ofrecido dibujar el río James con el pie y que a la larga dibujó
con pluma y papel "todo el río, desde la bahía Chesapeake hasta el
final, donde las embarcaciones podían pasar". No hay duda de que el
Mapa de Virginia (1612) de Smith se enriqueció después de varios
No todos los mapas europeos impresos están tan bien documentados
encuentros de este tipo. A los lectores de este mapa se les indicaba
específicamente que observaran "que hasta donde ven, se han
descubierto los ríos, montañas y otros lugares marcados con pequeñas
cruces; el resto fue tomado de la información de los salvajes, y todo
está dispuesto de acuerdo con sus instrucciones". En la leyenda del
mapa aparece una pequeña cruz maltesa con la nota: "Se ha
descubierto hasta las cruces; lo que se encuentra más allá es por
relación". Si se sombrean estas áreas, queda claro el grado de
contribución india de este mapa en particular (véase figura). El
conocimiento geográfico de los indios se filtró también en el mapa de
Virginia de Smith a través de otros documentos intermedios. El 12 de
marzo de 1611, el embajador español en Inglaterra, don Alonso de
Velasco, envió a España un extenso mapa manuscrito del noreste de
Norteamérica. Mediante una comparación de los detalles del área de
Chesapeake en este mapa, con el mapa de Virginia de Smith, vemos
que ambos deben de haber sido trazados a partir de un mismo
prototipo. Es más, el mapa de Velasco contiene una aclaración
explícita respecto de sus fuentes indias. Se nos dice acerca de los
detalles del interior que "todo el azul es a partir de las relaciones de
los indios", aceptación similar a la de Smith.
como éstos sin embargo, volviendo al mapa de Smith de Nueva
Inglaterra de 1616 (véase figura), no cabe duda de que también fue
estructurado con conocimientos de los nativos. Smith reconoció que
al viajar por la costa, además de su tripulación, "la principal ayuda,
después de la de Dios, con la que conté (...) fue mi relación con los
salvajes, especialmente con la de Donada, uno de los principales
Señores, quien había vivido durante mucho tiempo en Inglaterra". De
aquí se puede suponer, por ejemplo, que los nombres nativos de los
lugares de la costa fueron proporcionados por estos guías indios, y el
texto de la descripción de la Nueva Inglaterra de Smith apunta hacia
estas bases de conocimiento que apoyan el libro.
FIGURA JOHN Smith, Map of Virginia, 1612. El área de las fuentes nativas
americanas está sombreada. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher, Universidad de Southern Maine.
Smith tampoco fue el único que hizo este uso de los aborígenes. A lo
largo de la costa de Nueva Inglaterra se dice que Bartholomew
Gosnold se benefició de un dibujo con Carbón que le hicieron
aquéllos. Cuando viajó por la costa de Maine y Nueva Hampshire.
Samuel de Champlain se sirvió de los indios específicamente para
que actuaran como guías y utilizó su conocimiento para compilar un
mapa de la costa. Escribe:
“Después de que les dibujé con carbón la bahía y la Isla Cabo, donde
entonces nos encontrábamos, ellos me dibujaron, con el mismo
carbón, otra bahía que representaban de gran tamaño. Aquí colocaron
seis piedras a intervalos iguales, dándome a entender que cada una de
estas marcas representaba el mismo número de jefes y tribus. Después
representaron dentro de esta bahía un río que habíamos pasado, muy
largo y con bancos de peces. La nave de Champlain entonces estaba
fuera de Cabo Ann; los indios dibujaron la Bahía de Massachusetts y
el Río Merrimack y señalaron en el mapa las poblaciones aborígenes
con piedras. En otros casos más, los indios eran secuestrados y
enviados a Inglaterra para ser interrogados exhaustivamente acerca de
sus conocimientos geográficos. Tales hechos confirman el papel
fundamental de las fuentes de información nativas en la elaboración
de los primeros mapas europeos de la costa de la Nueva Inglaterra.
En la medida en que se fueron extendiendo los asentamientos
ingleses permanentes, los guías indios siguieron transmitiendo
información geográfica, una parte en forma de mapas, acerca de sus
viajes al interior del confínenle. Relacionar estas aportaciones con los
mapas individuales europeos es una tarea aún más difícil, aunque se
han identificado indicios de geografía india en algunos mapas de la
Nueva Inglaterra del siglo XVII. Por ejemplo, Malcolm Lewis ha
sugerido que esta influencia, inclusive un mapa indio, se puede
detectar más allá del límite del asentamiento inglés en a Map of New
England, de John Foster (1677). El Lago de Winnipesaukee da lugar
a claves de estas fuentes nativas: la forma es artificialmente redonda,
las islas están señaladas en forma alternada en la superficie, el lago es
de un tamaño demasiado grande respecto del resto del mapa (véase
figura). Lewis concluyó que el compilador inglés del mapa o el
prototipo quizá hayan malentendido la información recibida de las
fuentes nativas. A través de dichas investigaciones, el carácter ínter
textual de los mapas ingleses de la Nueva Inglaterra del siglo XVII,
derivados tanto de los indios como de los colonizadores, se vuelve
bastante claro.
Una vez que aceptamos las importantes contribuciones de los
indios a estos mapas regionales, también podemos buscar huellas de
su conocimiento en los mapas locales. Una de estas contribuciones
fue la de los mapas de reclamaciones de tierra y disputas de fronteras
que implicaban territorio indio. Tal fue el caso del mapa de "los
pequids, su país", trazado por un dibujante desconocido en 1662 y
que muestra parte de Connecticut o Rhode Island.
del encuentro cartográfico y su importancia en la lucha ideológica y
política entre indios y blancos por el territorio de Nueva Inglaterra. Los
mapas indios y los europeos eran diferentes, al igual que sus conceptos
de espacio, territorio y función; eran polos opuestos, como explica
Gregory Waselkov; los mapas indios a menudo contienen una cantidad
considerable de detalles geográficos; sin embargo, su principal función
era reflejar las relaciones sociales y políticas. Continúa:
Una embarcación desde la perspectiva del cartógrafo requería un
conjunto nuevo de convenciones para representar su mundo social
[,..,] La distancia social (el grado de relaciones de parentesco entre
los grupos sociales) y la distancia política (el grado de cooperación
entre grupos, o el grado de control sobre los grupos) podían
reflejarse en un mapa de manera efectiva; sin embargo, sólo era
posible sustituyendo las medidas absolutas de la distancia
euclidiana con una visión espacial flexible y fonológica.
FIGURA JOHN Smith, New England Observed, 1616. Cortesía de la Colección
Cartográfica Osher. Universidad de Southern Maine.
Como dice Petr Benes, "mientras que se trata de un documento inglés
muestra bases característicamente indias en cuanto a los nombres de
lugares más que en los puntos de referencia medidos". Algo similar
sucede con el mapa del indio cristianizado John Sassamon, de la
Colonia Plymouth (véase figura), que ofrece "los nombres principales
de la tierra que ahora deseamos que se vendiera" (1666). Estos mapas
también están basados en los nombres de las marcas ecológicas más
que en posiciones geométricas o en las mediciones y límites que
habían caracterizado al mapeo estatal inglés de principios de la
Colonia.
Cabe aquí ofrecer algunas generalizaciones preliminares acerca
Por lo tanto, las cuestiones de precisión desde una perspectiva
europea no son tanto motivo de reflexión, como lo son las
consecuencias históricas de estos mapas indios. El hecho de que los
colonizadores ingleses no apreciaran la geometría social y los matices
cosmológicos de la cartografía se puede reconocer en sus frecuentes
errores de traducción a los mapas europeos. También resulta importante
el hecho de que en una sociedad colonial donde prevalecían las leyes y
las fórmulas de documentación inglesas, la práctica del mapeo de los
indios no les sirviera para resistir la apropiación colonia) de su tierra.
En una cultura europea, en la que la tierra era transferida por medio de
mediciones precisas y fijando su ubicación por latitud y longitud, los
mapas indios, como veremos más adelante, los colocaron en una
posición tecnológicamente desventajosa. Sin duda, algunos indios
aprendieron los distintos principios geométricos de los mapas ingleses;
sin embargo, en Nueva Inglaterra carecían de los recursos necesarios
para desarrollar estrategias de resistencia mediante la adaptación de
mapas de tipo europeo a sus propios fines.
igual que todas las sociedades de inmigrantes, pretendíamos
borrar todos los nombres extranjeros [...] el mapa hebreo de
Israel constituye un nivel en mi conciencia sobrepuesto al nivel
del mapa árabe anterior”.
FIGURA DETALLE de John Foster, A Map of New England, 1677. "tomado de una
reimpresión de 1888. Tomado de la Colección Cartográfica Osher. Universidad de
Southern Maine.
La erradicación de los nombres de lugares
Los nombres de los lugares siempre han estado implícitos en
la identidad cultural de la gente que ocupa la tierra. Dar un
nuevo nombre a un lugar es un acto de posesión política
ampliamente documentado en la historia de las
colonizaciones. De igual manera, quitar el nombre a un lugar
es un acto de despojo. Meron Benveniste, historiador y ex vise
alcalde de Jerusalén, describe el proceso de hebraización de
los nombres de los mapas oficiales de Eretz Israel. Escribe: “Al
De nuevo, si regresamos en el tiempo y en el espacio hacia el
Norte, llegamos a la escena de la obra de Brian Friel, Traducciones, ubicada en Irlanda en el siglo XIX. La acción se
desarrolla en torno a los topógrafos oficiales que levantan sus
cartas en gaélico occidental. Se nos dice que la tarea del
cartógrafo es "tomar cada uno de los nombres gaélicos (de todas
las montañas, ríos, rocas, incluso de todas las porciones de
tierra que tenían su propio nombre distintivo irlandés) y adaptarlo
al inglés, ya sea cambiándolo a un sonido inglés semejante o
traduciéndolo a palabras inglesas. Cuando escuchamos la
reacción de los irlandeses locales frente a estos cambios, y a
pesar de la falta de realismo histórico en algunos aspectos del
diálogo, quizá sepamos cómo debe sentirse el irlandés, el
palestino o el algonquino al tener que aprender nombres nuevos
para lugares que antes se pronunciaban en su lengua nativa.
Debe ser como si nos sacaran de la historia.
El nivel de conciencia étnica que desaparece y que está
representado en los nombres indios de Norumbega, y los
niveles de los mapas de Irlanda e Israel, tienen mucho en
común. De igual manera, los mapas fueron agentes
importantes de la adaptación al inglés de la toponimia de
Nueva Inglaterra en el siglo XVII. Eran un medio que formaba
parte del discurso colonial para redescribir la topografía en la
lengua de la sociedad dominante. No obstante, fue un proceso
bastante complicado. No todos los mapas tenían la misma
influencia y el ritmo de adopción de nombres nuevos variaba
de acuerdo con la naturaleza de la colonización inglesa, y de
acuerdo también con la geografía lingüística de los grupos
indios
en
cuestión.
FIGURA Mapa y acta de tierras vendidas en 1666 por e/ cacique
Wampanoag al rey Felipe. Quizas el mapa fue trazado por John
Sassamon. En "Indian Deeds: Treasurer Accounts; Lists of Freemen".
Cortesía de Plymouth County Commissioners. Fotografía cortesía tie
Plymouth Plantation, Plymouth, Massachusetts
La adaptación al inglés tuvo un inicio muy lento. Los viajes de
exploración del siglo XVI hechos en nombre de Francia y
España, como los de Giovanni da Verrazzano y Estevan
Gomes, dejaron relativamente pocas huellas en la toponimia
regional de Nueva Inglaterra. Sólo al pasar de la etapa de
reconocimiento imperial —en la cual la búsqueda de una ruta a
las Indias era de vital importancia— a una fase de colonización
permanente, el proceso de renombrar la tierra cobra mayor
importancia para los pueblos indígenas de América.
En Nueva Inglaterra, el documento fundamental de la
colonización europea, así como de su historia cartográfica y
toponímica, es el mapa de John Smith de 1616. Al igual que el
mapa anterior de Smith de Virginia y el mapa de Champlain de
Nueva Francia, su principal objetivo era motivar la colonización
permanente con una imagen visible y altamente simbólica de
la tierra que se ocuparía. En las costas de América, en
innumerables ocasiones se llevaron a cabo rituales de
posesión, como la colocación de una bandera o el
levantamiento de una cruz. El nombramiento de la tierra era
uno de estos ritas bautismales para las primeras sociedades
coloniales europeas en el Nuevo Mundo. Al elegir el nombre
"Nueva Inglaterra" para la parte de América que "había sido
llamada Norumbega", Smith deseaba promover la soberanía
inglesa ante los reclamos españoles, franceses y alemanes en
la misma región. Como él lo explicó: “en este viaje tomé la
descripción de la costa, tanto en un mapa como por escrito, y la
llamé Nueva Inglaterra. No obstante, mentes maliciosas entre
los navegantes y otras personas abogaron ese nombre con el
eco de Nusconcus, Canaday y Penaquid; hasta que (…)
nuestro venerado rey Charles, entonces príncipe de Gales,
tuvo el agrado de confirmarlo mediante un decreto.
Nueva Inglaterra fue colocada entonces prominentemente
en el mapa de Smith, otorgándole así una mayor autoridad y
vigencia. Nombrar es poseer, por lo menos, una posesión
parcial. Unos cuantos años después, sir William Alexander
nombraría a "Nueva Escocia" (Nova Scotia) en su Mapa de
Nueva Inglaterra (1624). Ambos sin duda tomaron en cuenta
las ventajas promocionales de la retórica toponímica al buscar
patrocinadores locales para las nuevas colonias, al igual que
los nombres "Nuevos Países Bajos", "Nueva Francia" o
"Nueva España" dejaban claras las aspiraciones coloniales de
esas naciones en América.
Sabemos que los nombres de los lugares algonquinos
originalmente habían sido reunidos por Smith durante la
exploración que dio como resultado este mapa. Tiempo
después, tales nombres fueron publicados en su libro; sin
embargo, una vez de regreso en Inglaterra, los nombres del
mapa original se sometieron a un acto de apropiación
intelectual cuando los nombres indios fueron eliminados del
mapa y sustituidos por nombres ingleses. En las historias
antiguas de Nueva Inglaterra esto se reduce a una anécdota.
Sin embargo, se trata también de un acto de considerable
importancia ideológica. El propio Smith relató que un dibujo fiel
del mapa se presentó a "nuestro más respetado rey Charles,
príncipe de Gales”. Despidiendo a los indios con gran
arrogancia. Smith continuó dirigiéndose al rey: "Presento a su
alteza la descripción en un mapa. Mi humilde petición es que
tenga usted el agrado de cambiar los nombres bárbaros por
ingleses, ya que, como lo dirá la posteridad, el príncipe
Charles fue su padrino”.
Trasplantar a Inglaterra a un paisaje de papel fue fácil. El
joven príncipe nombró a "Cape James" (Cape Cod) por su
padre; a "Stuart's Bay" (Cape Cod Bay) por la familia
soberana; a "Cape Elizabeth" por su hermana; a "Cape Anna"
por su madre, y a "River Charles" por él mismo. Smith conmemoró su propio apellido en las Islas de Shoals que se
convirtieron en las "Smith Isles". Incluso el impresor inglés
James Reeve más adelante entró en escena al llamar "Reeves
Point" a un monte en la costa de Maine.
Sobrevivieron pocas de estas intervenciones reales; sin
embargo, el mapa de Smith se convirtió en paradigma de la
futura adaptación al inglés. La Compañía de la Bahía de
Massachusetts estableció una corte que, entre otras cosas,
decretaba el nombre de cada población nueva de la colonia.
Para la reimpresión de 1635 del mapa de Smith (véase figura),
varios nombres ingleses, como South Hampton o la costa de
New Hampshire y Salem, la ciudad de Charles, la ciudad de
Water, Boston, Dorchester y Medford, ya habían sido
agregados a la placa de impresión. Al igual que en el pasado,
el proceso de nombramientos era mucho más que un procedimiento administrativo o legal. En Nueva Inglaterra, y en
muchos otros lados, los mapas eran un medio de reproducción
ideológica, así como increíble se volviera más común, lo
desconocido más conocido y el salvajismo menos salvaje.
Para los ingleses el mapa se convirtió en una herramienta
práctica de la historia del colonialismo inglés. Una lista de
nombres de lugares comunes hacía que lo "narración de la
etnogénesis", sin embargo, para los indios fue lo contrario. Se
convirtieron en extranjeros en su propia tierra. Lo que aún nos
queda por despejar a partir del registro histórico es la
naturaleza de la reacción india a esta obliteración del lenguaje
de la topografía familiar. ¿Cuáles fueron las consecuencias
sociales de la destrucción de los nombres conservados
durante generaciones de una cultura oral y de la redescripción
de paisajes establecidos en la antigüedad?
Una vez iniciado el proceso de colonización de Nueva
Inglaterra, el registro del colonialismo toponímico se volvió más
complejo.
FIGURA
Detalle del mapa New England Observed de John Smith,
publicado originalmente en 1616. Muestra los nuevos nombres ingleses
de los lugares. La versión reproducida es de la edición de 1635 de G.
Mercator, Historia Mundi, cortesía de los Archivos Nacionales de Canadá
(NMC 55020).
En el medio siglo que pasó entre el mapa de Smith y la
publicación del mapa grabado en madera de John Foster en
1677 se crearon muchos más nombres ingleses y también
parecen haberse endurecido las actitudes inglesas, inconsciente o deliberadamente, hacia el reconocimiento de una
geografía india del paisaje. En ocasiones era como si el
renombramiento fuera el acto final de represión contra las
tribus indias que habían tratado de resistir a la expansión
inglesa en Nueva Inglaterra. Por lo tanto, después de la masacre de Pequot en Mystic Fort en mayo de 1637, y después de
la dispersión y la destrucción final de los miembros restantes
de la tribu, la propia palabra Pequot fue borrada del mapa. El
río que llevaba ese nombre se convirtió en el Támesis y la
antigua villa Pequot se convirtió en New London. Años
después de la exitosa persecución de la Guerra Pequot, las
Colonias Unidas de Nueva Inglaterra pasaron una resolución
que no permitía que los conquistados pequots fueran un
pueblo distinto, ni "conservaran el nombre de pequatts o se
establecieran en el país Pequatt". Un nombre podría ser un
símbolo potencialmente peligroso de supervivencia, de igual
manera que su eliminación era una prueba pública de
conquista.
Dentro de las principales áreas de colonización inglesa, la
práctica de los nombres puede parecer más sutil o pacífica,
pero eso no la hacía menos dura para retirar todo resto de la
anterior cultura india. Nombrar las micro características del
paisaje de Nueva Inglaterra fue un proceso sin coordinación,
parte del proceso de acomodo agrícola, y probablemente los
colonizadores lo dieron por un hecho. Los nombres que se
encuentran en los levantamientos detallados que se hicieron
en el área alrededor de Boston a mediados del siglo XIX Son
característicos. En ocasiones se agregaron simples nombres
genéricos en inglés a accidentes del terreno. En otros casos
(al igual que en los mapas del Servicio Estatal de Cartografía y
en los nombres gaélicos de la Irlanda del siglo XIX) se intentó
traducir o transliterar nombres indios. El río "Elzabeth" es, por
lo tanto, el nativo "Assebet" adaptado al inglés. No obstante,
en muchos casos la población india era tan escasa que las
raíces algonquinas de los nombres de los lugares fueron
efectivamente enterradas con sus antiguos habitantes.
Sobrevive un número importante de nombres indios para los
accidentes geográficos; sin embargo, para fines de la
colonización su toponimia se sustituyó por una categoría
regional distintiva de nombres de lugares de Nueva Inglaterra
que consiste en términos topográficos como brook (arroyo), hill
(monte), pond (laguna), river (río) y swamp (pantano).
Es más, como señaló William Cronon, incluso los objetivos de los
nombres ingleses e indios de los accidentes del paisaje eran
diferentes. De tal suerte, los ingleses "con frecuencia creaban
nombres arbitrarios de lugares que evocaban localidades en su tierra
natal o daban al lugar el nombre de su dueño", mientras que "los
indios usaban etiquetas ecológicas para describir posibles usos de la
tierra". Con estas diferencias culturales tan fundamentales no es
sorprendente que sólo pueda identificarse en un mapa moderno uno
de todos los nombres del mapa Sassamon de la Plymouth Colony.
Éstos bien pueden no ser actos deliberados de genocidio cultural, sino
una redescripción de la tierra en el vocabulario de los conquistadores.
Los estudiosos de los nombres de lugares tienden a concentrarse
en los aspectos lingüísticos del proceso de nombramiento. Sin
embargo, aquí se enfatizan las implicaciones ideológicas. El uso del
inglés en los mapas, de nombres en una lengua extraña, contribuyó a
la creación de una barrera más entre los indios y los conquistadores.
Incluso cuando se pretendía registrar los nombres indios en los
mapas, fue apenas una inocente expresión de curiosidad académica.
Como establece el antropólogo Johannes Fabian, "al poner las
regiones en un mapa y las palabras nativas en una lista los
exploradores establecieron las primeras y más profundas bases de
poder colonial". Especialmente en los mapas franceses, el registro y
el mapeo de áreas y poblaciones tribales eran actos calculados de
control comercial, político y religioso.
En Nueva Inglaterra se lee entre líneas otra variación de esta
agenda oculta en el New England's Prospect (1634) de William
Wood. El libro no sólo ofrece un breve glosario general de "algo de la
lengua de los nativos", sino también listas geográficas de "los
nombres de los indios divididos en varios países", "nombres de las
viviendas señaladas" y "en qué lugares están los ríos que se señalan".
Algunos de estos nombres aparecen en el pequeño mapa The South
Part of New-England, as it is Planted this Yeare, 1634 (véase figura),
que se incluyó como frontispicio del tomo. En este mapa,
perteneciente al gobernador John Winthrop y basado parcialmente en
el mapa manuscrito de las plantaciones de Bay Colony del año
anterior.
The South part of New England as it is
Planted this yeare, 1639
FIGURA WILLIAM Wood, The South Part of New England, as it is Planted this Year,
1639, en William Wood, New England's Prospect, 1639. Es una versión corregida
de su mapa en madera que fue publicado en 1634. Esta edición fue
reproducida en su versión original en este capítulo. Cortesía de la Colección Car-
Los poblados indios e ingleses se diferencian por signos cartográficos y nombres distintos. Los lugares habitados por los indios
se marcan con pequeños triángulos que evocan su tipo de vivienda
(en ocasiones cercados), y los lugares de los puritanos con un
pequeño círculo con una cruz encima. Por lo tanto, el paganismo
versus el cristianismo está inscrito también en el lenguaje codificado
del mapa que otorga poder con mucho mas que un simple valor de
ubicación o registro en cuanto a la expansión de la frontera. El acto
de registrar en un mapa también puede ser una forma de segregación
racial. El mapa de Wood, al hacer evidente la idea de una existencia
separada, ayudó, y lo sigue haciendo, a perpetuar y legitimar los
conceptos de inferioridad y superioridad. Una vez traducido a los 14
"poblados en oración" de John Eliot de Massachusetts Lay, se convirtió en un concepto de modelos de ocupación de la tierra
mutuamente excluyentes.
Para 1677, la tendencia a erradicar la geografía india había dado
otro paso. Ese mismo año se publicó The Present State of NewEngland, Being a Narrative of the Troubles with the Indians, de
William Hubbard. El mapa que lo acompañaba, A Map of New
England grabado en madera, reduce aún más la presencia india
(véase figura). En la breve explicación asociada con el título del
mapa se da un nuevo giro a la representación de los nombres de
lugares. Leemos que "las figuras unidas a los nombres de lugares
sirven para diferenciar los que han sido asaltados por los indios" del
resto. Pasando a la Narrative, encontramos "un cuadro que muestra
las ciudades y los lugares habitados por los ingleses en Nueva Inglaterra: los marcados con alguna figura, así como expresados por su
nombre, son los que fueron asaltados por los indios durante las
tográfica Osher, Universidad de Southern Maine.
atroces revoluciones de providencia".
Respecto del mapa, y con referencias cruzadas de una relación
más completa de hechas en el texto principal, hay un mensaje de
"una larga lista de graneros quemados, ganado sacrificado y
masacres humanas" de las que los indios son los únicos
responsables. No es difícil imaginar los efectos propagandísticos de
esta muestra de retórica cartográfica, en gran parte similar a lo que
sucede con un mapa moderno de una zona de guerra. El mapa de
Foster endureció aún más las actitudes de los colonizadores hacia
los indios. El centro de atención depende de la ubicación de los
asaltos.
El mapa pone menos énfasis en los lugares que no fueron atacados y
el registro calla en cuanto a la violencia colonial de los puritanos. La
elección de nombres para los lugares es conscientemente parcial. Se
declara de manera abierta que es un mapa de "ciudades y lugares
habitados por los ingleses en Nueva Inglaterra". Los pocos árboles
sugieren un parque inglés más que una naturaleza colonial casi
salvaje. Los indios se habían hecho más marginales. En el corazón de
una civilización puritana, los signos de las ciudades y los pueblos se
exageran. Aquí no hay viviendas indígenas; sólo torres de iglesias,
cruces y una afirmadora bandera. Se ha observado que "sólo cruzando
Merrimack en Maine (de Pascataqua a Pemmaquid), por lo tanto
fuera de la confederación colonial de Massachusetts Bay, Plymouth y
Connecticut (...) el cartógrafo reconoce la naturaleza salvaje.
FIGURA John Foster, A Map of New England, 1677 tomado de una reimpresión
da 1888. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher, Universidad de
Southern Maine.
Ahí los árboles son mayores, y es evidente la existencia de animales
salvajes (conejos, osos, lobos) y de “indios"
La polémica del discurso cartográfico no debe sorprendernos. Está
en la naturaleza de los mapas, inclusive de los mapas científicos de
nuestros días, construir un mundo a la imagen de la sociedad más que
colocar un espejo que refleje la realidad objetiva. En el mapa de
Hubbard se observa una iconografía religiosa. La representación
confirma el apoyo del Señor a la conquista puritana, tanto de los
indios como del entorno salvaje que habitan. Nueva Inglaterra se
puede identificar con el antiguo Israel y el mapa de Hubbard es
similar a los mapas de la Tierra Santa de las Biblias calvinistas del
mismo periodo. Está diseñado para ilustrar, con base en una
literalidad esencial al pensamiento puritano, los acontecimientos de
una historia providencial. El progreso de los mapas para mostrar la
geografía de Nueva Inglaterra es el progreso de los colonizadores, ya
que de hecho para algunos se estaba representando el "Nuevo Canaán
Inglés". El mapa es una geographia sacra, y los nombres son las
habitaciones del pueblo elegido. En una era en que los nombres de
los lugares se reconocen como un aspecto de supervivencia cultural, y
cuando más nombres indios comienzan a ser restituidos en los mapas
de Norteamérica, vale la pena explorar algunos de los antecedentes y
de las consecuencias históricas de su desaparición original.
La división de la "selva"
En la novela victoriana de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas,
el personaje Marlowe dice: "En esos tiempos había en la tierra
muchos espacios en blanco, y cuando veía uno en el mapa que me
parecía especialmente atractivo (aunque todos lo parecían) ponía mi
dedo sobre él y decía: 'Cuando crezca, iré allá' ". A menudo se cita
este pasaje como ejemplo de la estimulación de la imaginación
geográfica producida por los mapas. Sin embargo, también demuestra
la doble función de éstos en el colonialismo: abrir un territorio y
después cerrarlo. El placer que provocaban a Conrad —al igual que a
otros escritores— los espacios en blanco de los mapas es también
síntoma de una mentalidad profundamente colonial que ya estaba
presente en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Desde esta
perspectiva, el mundo está lleno de espacios vacíos listos para ser
tomados por los ingleses. Norteamérica, en particular, se veía como
una "selva virgen".
En el principio de la colonia en Nueva Inglaterra los mapas apoyaron
psicológicamente, aunque no de manera intencional, la idea de una
tierra disponible sin fronteras y en espera de ser ocupada. Los mapas
también alimentaron la imagen de un espacio geométrico
deshumanizado, una tierra sin el estorbo de los indios, cuyos lugares
FIGURA. Robert Morden v William Berry, A Map of New England, 1676.
Cortesia de la Biblioteca John Carter en la Universidad de
Brown.
está grabada en letras grandes dispuestas en un arco que
atraviesa gran parte del territorio. Este vacío territorial se
puede interpretar como un reflejo de ignorancia geográfica,
incluso como honestidad científica por parte del cartógrafo, ya
podían ser controlados mediante coordenadas de latitud y longitud.
Para mediados del siglo XVII los mapas se convertían en un recurso
necesario para el control jurídico del territorio. Ahora no sólo podía
anhelarse Norteamérica desde lejos, sino también, después de
conquistada, podía ser acaparada, circunscrita y subdividida. Era un
proceso dividido, como una sensibilización remota.
Podemos trazar una creciente conciencia de mapas entre los
líderes de las colonias de Nueva Inglaterra. Desde 1641, la Corte
General de la Colonia de la Bahía de Massachusetts decretó una ley
que exigía a todas las ciudades nuevas dentro de su jurisdicción
levantar y registrar un plano que señalara sus fronteras. La autoridad
del mapa entonces se agregaba a la de los tratados legales, las
historias escritas y los libros sagrados en cuanto a la legitimación de
la toma de las tierras de los indios. El mapa se había convertido en un
"epifenómeno de control imperial".
Consideremos primero el impacto psicológico de los espacios en
blanco que cunden en los primeros mapas impresos de Nueva
Inglaterra. Se podría decir que los cartógrafos ayudaron a inventar la
selva norteamericana. Tomemos un ejemplo casi al azar: Un mapa de
Nueva Inglaterra, publicado por primera vez por Robert Morden y
William Berry en 1676 (véase figura). Quizá fue publicado para sacar
provecho del valor noticioso de la región exactamente después de la
guerra del rey Felipe (arriba del nombre "Plymouth Colony" dice
"King Philip's Country") y contiene dos imágenes abiertamente
diferentes de Nueva Inglaterra. Una de ellas muestra el área costera
totalmente llena de poblados y ciudades de la colonización inglesa.
La otra, más adentro y hacia el norte, muestra un mapa vacío. Se
oculta la presencia de los nativos. Los nombres de unos cuantos
grupos indios se muestran pegados a la tierra; sin embargo, "Nueva
Inglaterra"
que evitó incluir detalles del terreno de los que no tenía
información. Sin embargo, ¿qué se puede decir de las
consecuencias no intencionales de la representación de estas
vastas áreas no habitadas?, ¿qué tipo de mensaje transmitió el
mapa a los especuladores coloniales?, ¿cómo se recibió?,
¿hasta qué punto se creyó en el mapa? y ¿en qué medida
afectó la conciencia individual o grupal de los principales
actores en Inglaterra y en América?
Las respuestas a estas preguntas deben radicar parcialmente
en los propios mapas. Sin embargo, los mapas se tienen que
ver como parte de todo el discurso colonial que contribuyó a
hacer invisibles a los nativos en su propia tierra. Los
cartógrafos lograron promover un mito duradero de una
frontera vacía. Los mapas fueron otra forma más de
conocimiento, eufemismo de la crueldad del control, que
permitió que los ingleses ignoraran a su conveniencia la
realidad de las sociedades indias que se encontraban en el
Nuevo Mundo. Permitieron a la Corona y a los colonizadores
borrar toda evidencia de una organización política definida
entre los indios del Noreste y de una integridad territorial de las
naciones indias, integridad que los franceses estaban más
dispuestos a aceptar en sus mapas que los ingleses. Debido a
los mapas ingleses del periodo, llegó a ser menos probable
que los diseñadores de la política aceptaran, como dijo Francis
Jennings, que "los indios estaban tan apegados a lugares
específicos como los europeos". Incluso en el caso de que
algún colonizador lo entendiera (como Edward Winslow, quien
en 1624 había señalado que todos los caciques de Nueva
Inglaterra sabían hasta dónde se extendían los límites y las
fronteras de su país), este reconocimiento no se trasladó a la
cartografía. Los mapas, en su mayor parte, permanecieron en
En un tono similar, en 1629, el gobernador Winthrop de
Massachusetts declaró que la mayoría de la tierra de
Norteamérica "cae en el rubro legal de vacuum domicilium
porque los indios no la han 'sometido'. Los mapas lo habrían
apoyado, así como también habrían confirmado la opinión de
John Cotton, quien dijo que "en una tierra virgen, el que tome
posesión de ella y le confiera cultura y gobierno tendrá
derecho a ella." En las palabras del título del conocido sermón
de Samuel Danforth a la colonia de Massachusetts Bay en
1670, el mapa se convierte en icono de un "Mensaje hacia la
selva". A pesar de que existía la intención de una metáfora,
son inconfundibles las implicaciones de la "Propuesta" de John
Flavel de la colonización puritana de las tierras de los indios.
Los agricultores dividen y separan sus tierras de otros
hombres, tienen sus señalamientos y sus fronteras mediante
las cuales conservan sus propiedades. De igual manera la
gente de Dios está maravillosamente separada y se distingue
silencio acerca de los territorios indios. Si el rey Felipe hubiera
visto los mapas de Foster o los de Morden de Nueva Inglaterra
se habrían confirmado sus peores miedos acerca de tratados
rotos e invasiones territoriales inglesas.
Luego entonces, la cartografía y el código legal de Nueva
Inglaterra trabajaron juntos en el proceso de exclusión. Tanto
la ley como los mapas fueron formas del discurso colonial que
contribuyeron a sacar a los indios de la tierra o a confinarlos en
un sistema de reservas que ya para mediados del siglo XVII
estaba tomando forma. Los mapas con sus espacios vacíos
pueden ser, y de hecho eran, leídos como articulaciones
gráficas de una doctrina ampliamente difundida en que la
expansión colonial se justificaba cuando ocurría en una tierra
vacía o sin ocupar. Tomás Moro, en una incipiente época de
colonialismo inglés en Norteamérica, hace referencia al
continente que sus utópicos colonizaron cuando su isla se
sobrepobló: "Ahí, los nativos (…) tienen más tierra de la que
pueden usar; por lo tanto, gran parte no está aprovechada [...]
Los utópicos consideran justa una guerra cuando se libra
contra un pueblo que se niega a permitir que la tierra vacante
se use de acuerdo con las leyes de la naturaleza".
de la gente de la tierra. Es un acto de gracia especial que Dios
reservó fuera de la lamentable y desolada selva de este
mundo.
En este pasaje, los derechos del agricultor y guardián
puritanos adquieren una autoridad divina más grande que el
modo indio de ocupación de la tierra. En los espacios vacíos
del mapa, los asentamientos europeos y amerindios también
están "maravillosamente separados".
Sin embargo, si los mapas fueran una imagen que reforzara
una tierra virgen, también serían documentos prácticos sobre
los que se daría la subdivisión y marca de fronteras de los
territorios indios. Como el mapa no era el territorio (porque era
un espacio geométrico abstracto), por lo general se trataba de
un proceso arbitrario con poca referencia a los pueblos
indígenas. En la arrebatiña por África en el siglo XIX, los
territorios nativos fueron grabados en los mapas por los
poderes europeos. De la misma manera podemos hablar de
una arrebatiña inglesa por la Nueva Inglaterra de principios del
siglo XVII. La actitud de los propietarios potenciales fue en
extremo arrogante cuando se trató de disponer de los
derechos a la tierra de las naciones indias. "Sir Humphrey
Gilbert marcó (sobre el papel) estados de millones de acres en
la vecindad de Narragansett Bay que nunca había visto y que
lo más probable es que ningún inglés hubiera visto."
John Smith relata una historia típica acerca de cómo se
dividieron las tierras coloniales en Nueva Inglaterra con la
ayuda de un mapa. El (Consejo de Nueva Inglaterra había
decidido en 1623 adquirir "una nueva ejecutoria del rey James"
para que se asignara el territorio a un grupo de 20 destacados
especuladores coloniales. El método adoptado fue cortar el
mapa de Smith en pedazos y repartirlos para así dividir una
"parte de tierra del Mar del Norte al Mar del Sur". El testimonio
de Smith es confirmado en otro documento en que se dice que
el 29 de junio de 1623 se presentó al rey en Greenwich un
plano de todas las costas y tierras de Nueva Inglaterra,
dividido en 20 partes, cada una de las cuales contenía dos
porciones, y 20 fichas con estas dos porciones hechas con
bolitas de cera y los nombres de 20 propietarios que sacarían
las bolitas. Como el duque de Buckingham estaba ausente, Su
Majestad tuvo el agrado de sacar la primera bolita en su gracioso nombre, y ésta contenía la porción número ocho. El resto
de las bolitas fueron sacadas en el siguiente orden.
Podríamos ir más lejos y decir que no podrían haber sido
asignados con la misma forma con que sobrevivieron de no
haber habido mapas. Los mapas no acompañan a los títulos
de propiedad, pero estos documentos definen el territorio en
un lenguaje de cartografía verbal inconfundible que presupone
que los mapas estaban a la disposición del comité asesor del
rey y de los funcionarios legales durante el complicado proceso
legal de obtener una cédula real. En la primera cédula de
Virginia (1606), por ejemplo, a partir de la cual se definió el
territorio de Nueva Inglaterra, se tenía que proporcionar una
demarcación en lo que era en gran medida terra incognita en
términos de latitud. Esto supuestamente se leía en un mapa o
globo terráqueo: "Esa parte de Norteamérica comúnmente
llamada Virginia [...] situada a lo largo de las costas marinas, a
los 34 grados de latitud norte de la línea del equinoccio, y a los
45 grados de la misma latitud y en su parte principal entre los
El rey también participó en nombre de otros dos miembros
ausentes. Sólo había 11 propietarios presentes y ellos eligieron
para sí mismos. Nueve fichas fueron sacadas por miembros
ausentes. De tal manera, y mediante un sorteo parcialmente
ausente, los territorios indios fueron redistribuidos entre una
élite de la sociedad inglesa. En 1624 se publicó un mapa de
Nueva Inglaterra que registró este proceso y enumeró los
nombres decididos en el orden del sorteo. Acompañaba a la
Encouragement to Colonies de William Alexander (véase
figura) y muestra los territorios hipotéticos que iban desde la
costa, como los lotes largos de un sistema francés de
ciudades.
Lo verdaderamente revelador de este incidente es la
arbitrariedad de la forma de división ejecutada con la ayuda de
un mapa. En realidad, en la historia colonial de Nueva
Inglaterra estos acuerdos no eran puestos en práctica, sin
embargo, de una o de otra manera el proceso de límites y
divisiones (la fragmentación de las jurisdicciones indias) se
repetía en distintas circunstancias a diferentes grados, desde
lo local hasta lo regional. El mapa nunca estuvo lejos de la
acción. Queda claro, por ejemplo, que los títulos de propiedad
en las colonias de Nueva Inglaterra se asignaban con ayuda
de
los
mapas.
mismos 34 y 45 grados (…) o a una distancia de 160
kilómetros de la costa de ese mismo punto".
En este conocido pasaje se usa el mapa para lanzar una
red de control sobre una tierra y su gente bastante
desconocidas. En la misma carta se señala que los nativos
americanos viven "en la oscuridad y la miserable ignorancia del
verdadero conocimiento y la adoración de Dios" como "infieles
y salvajes". Esta situación, al igual que en la América hispana
aproximadamente un siglo antes, era una causa "justa" a
menudo contemplada por las leyes eclesiásticas e
internacionales para la apropiación de tierras indias. Este
documento de Virginia permitía además el establecimiento de
dos poblaciones dentro de este espacio abstracto. Uno estaría
entre los 34 y los 45 grados al norte, y el otro entre los 38 y los
45
grados
al
norte
también.
Cada
población,
independientemente de la organización política india y de la
naturaleza de la tierra, reclamaba recursos 85 kilómetros al
norte y al sur, y 160 kilómetros al oeste.
En la medida en que los mapas se hicieron más detallados,
el lenguaje de los personajes se volvió también más explícito.
Mientras mejor era el mapa o más exacta la cadena y la
brújula, más servían las cartas como Instrumentos de
apropiación. Los avances en la cartografía permitieron a los
colonizadores ingleses comenzar a excluir a los indios de
manera más definitiva de la tierra y de los recursos de los
territorios coloniales. Las dos cartas de Maine de 1622 y 1639
consignan este proceso. En la cesión a Ferdinando Gorges y
al capitán John Mason de 1622, el título estaba escrito en
términos de latitudes. Sin embargo, en la cesión de Maine que
hace Carlos I a Ferdinando Gorges en 1639 parece que la
FIGURA William Alexander, A Mapp of New Englande, en Samuel Purchas,
Hacklytus Posthumus or Purchas his Pilgrims, 1625. Cortesía de la Colección
Cartográfica Osher, Universidad de Southern Maine.
pluma de un abogado estuviera verbalizando las fronteras de
la colonia trazadas del mejor mapa que tuvo a su alcance.
Citando sólo el inicio del pasaje, Gorges recibiría "toda esa
parte [...] de la tierra principal de Nueva Inglaterra (...)
comenzando en la entrada de Passcattaway Harbor y
cruzando hacia el río de Newichewanock, pasándolo hacia lo
más lejos y de ahí hacia el noroeste 97 kilómetros, y de
Passcattaway Harbor hacia el noroeste por la costa hasta
Sagadohock".
Éste es el lenguaje del mapa. Él sólo da a la carta su
estructura territorial. Tal evidencia indirecta del uso de los
mapas como autoridad territorial para la expansión colonial se
refleja en muchas otras fuentes de Nueva Inglaterra.
El uso de los mapas aumentó en la medida en que se otorgaron nuevos títulos, se anexaron territorios de los Países Bajos y Francia, surgieron disputas en cuanto a
la ubicación de fronteras específicas entre colonias individuales; la Oficina de las Plantaciones de Londres comenzó a pretender imponer un control central más
fuerte sobre las colonias americanas por ejemplo, la propuesta de crear un "Dominio de Nueva Inglaterra" y los tratados de los mapas se convirtieron en una
manera de adquirir tierras tribales indias.
La influencia cartográfica no se limitó sólo a la creación de grandes territorios políticos de Nueva Inglaterra. La misma simbiosis entre la cartografía y el
colonialismo estuvo presente en la creación de territorios locales en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Numerosas cartas de las colonias individuales se
elaboraron de manera abstracta como tabula rasa del mapa más que dividir la tierra, y, una vez más, las fronteras tuvieron el efecto de excluir a los indios e
incorporar a los colonizadores ingleses. Era comprensible el peso del trazado de fronteras que confería un poder casi feudal dentro de una jaula euclidiana.
Regresando a la cesión de la provincia de Maine en 1639, a Ferdinando Gorges se le dio:
poder y autoridad totales para dividir todo o cualquier parte de los territorios que por este medio se confieren |...| en provincias, condados, ciudades y cualquier otra
subdivisión, parte o porción que él |...| considere conveniente, y en ellos (...) asignar y designar las porciones de tierra que serán de uso público, eclesiástico y
temporal de cualquier tipo y distribuir, ceder, asignar y establecer las porciones particulares de dichos territorios, condados, tierras y porciones a cualquiera de
nosotros o a personas de cualquier otro estado o principado que se encuentre en concordia con nosotros.
Al leer el lenguaje formulario de las cartas vemos que el papel de los mapas está implícito en el mecanismo de creación de jerarquías territoriales y poblaciones
que estructuraban la sociedad colonial. Las cartas eran tanto una licencia para los cartógrafos como para los propietarios de la tierra, abogados y políticos. En las
políticas indias, los cuatro grupos registraban en los mapas el terreno común de expansión territorial. Para finales del siglo XVII, cuando la historia cartográfica
estaba tomando impulso, se hacían mapas para describir todos los grupos de territorios, desde un estado individual hasta las colonias como un todo. Incluso en un
nivel local, a menudo tendían a subrayar las fronteras más que cualquier otro aspecto. Esto es característico de un tipo de mapeo colonial europeo que se enfocaba
en la propiedad privada pero no dejaba claros los derechos de usufructo de los pueblos conquistados. Estos mapas son más que una imagen de la colonización
inglesa en Nueva Inglaterra. Son un discurso de la adquisición y el despojo que subyace en el corazón del colonialismo.
Conclusión
Los mapas ciertamente fueron un arma de doble filo en la historia colonial de Nueva Inglaterra. La historiografía ha tendido a ver a la cartografía sólo desde el
punto de vista de la Corona inglesa o de los colonizadores, o como una imagen de las raíces de la experiencia angloamericana. De hecho, para los colonizadores
llenar un mapa era un poderoso emblema de su presencia en la tierra. Si se hubieran dado cuenta de que los mapas colaboraban en su trabajo de manera práctica y
psicológica, habrían reconocido que se habían convertido en herramientas para el trazado de fronteras, para definir las cartas de propiedad y planear los
asentamientos, y que tenían un valor estratégico en la guerra contra los indios. Un hecho no menos importante y mucho más sutil es que pocos llegaron a entender
que los mapas eran el mejor testimonio de la exclusión de los indios de los territorios de Nueva Inglaterra y un reflejo de la providencia de Dios. Los documentos
que permitieron a los colonizadores pensar territorialmente estaban destinados a convertirse en una parte integral de toda la agenda colonial.
Sin embargo, ¿es posible también ver a la historia cartográfica de Nueva Inglaterra desde el punto de vista de los indios? Aquí la historiografía está llena de
huecos. No existe una perspectiva etnohistoria sólida; se tiene que leer a través de una geografía de ausencias. No se sabe cuántos indios vieron y comprendieron
los mapas ingleses del siglo XVII ni cómo reaccionaron los que llegaron a verlos ante la oclusión de su geografía. Sin embargo, por lo menos podemos empezar a
imaginar cómo era estar en el lado equivocado del mapa, ver los nombres ingleses de lugares avanzar en el mapa o sentir la agudeza de la frontera cuando corta la
historia antigua de la nación india. Queda por ver si los académicos pueden escribir una historia cartográfica que se acomode entre una perspectiva europea y una
india del pasado norteamericano.
¿Puede existir una ética cartográfica?
Con el tiempo puedes descubrir todo lo que hay por descubrir, pero tu progreso sólo lo será lejos de la humanidad. La brecha entre tú y la gente se volverá
tan grande que un día gritarás de júbilo ante un nuevo logro, y serás celebrado con un grito de horror universal.
BERTOLT BRECHT LA VIDA DE GALILEO, 1980
Durante la guerra del Golfo Pérsico se dio un acontecimiento que tuvo poca cobertura de los medios: una manifestación afuera de la Agencia de Mapas de la
Defensa de los Estados Unidos, en San Louis. Estaba relacionada con el papel fundamental que desempeñan los mapas en nuestra capacidad para activar el
armamento de guerra moderno. Los cálculos aproximados señalaban que para el 2 de enero de 1991 se habían enviado unos 35 millones de mapas a unas 300.000
tropas estadounidenses ubicadas en el área del Golfo Pérsico. Cualesquiera que sean nuestras ideas acerca de la moralidad de la guerra, el incidente nos recuerda
que el trazado de mapas puede dar lugar a profundos problemas éticos. En mi caso, me llevó a reflexionar sobre la aparente falta de discusión ética en la literatura
profesional de la cartografía. Después de una larga investigación de las palabras claves en los artículos de periódicos o en los libros, por lo general el término
"ética" está ausente. Esto significa que al no lograr un debate completo y franco acerca de la ética, la cartografía, junto con otras disciplinas académicas y
profesiones,
está
fuera
de
la
mira.
Por
el
contrario,
la
disciplina
podría
ser
acusada
de
complacencia.
que surgieron en la mesa redonda estaban algunos que quizá
La cartografía parece no tener una actitud crítica acerca de su
no impactaron a los lectores de manera inmediata como
propia práctica, así como de sus consecuencias intencionales
problemas éticos obvios. Por ejemplo, mientras que la llamada
y no intencionales. Ciertamente carece de literatura importante
ética de ser "preciso, puntual y exacto" era suficiente, los
en ética aplicada comparable con la generada por muchas de
aspectos morales del eterno problema de los derechos de
las profesiones equivalentes en ciencia y tecnología. No existe
autor, o el impacto de la nueva tecnología sobre la habilidad de
un grupo cartográfico equivalente, por ejemplo, a
conservar los parámetros y los valores tradicionales, hacen
"profesionales de la computación para una responsabilidad
surgir puntos de definición más precisos. Para empezar,
social" fundado en 1984. Y nada (o muy poco) se ha publicado
¿cuáles son los parámetros y los valores tradicionales?, y
que se pueda comparar con los informes de casos "Ética y
¿han existido siempre exclusivamente como una construcción
legalidad" que aparecieron en el Bulletin del Congreso
social de los cartógrafos?, o ¿por qué los cartógrafos
Americano de Topografía y Mapas, En resumen, para muchos
comerciales se sienten amenazados por las violaciones de los
cartógrafos la ética sigue siendo una zona gris, perdida en el
derechos de autor si no es por motivos de ganancias, que
abismo que separa a la lógica del pantano de la opinión
pueden ser o no un asunto ético? Otros temas que se consubjetiva.
templan en este ensayo son el reclamo de que algunos
aspectos de la práctica cartográfica —como el diseño y la
elección de símbolos— son éticamente neutrales y que la falsa
Todo esto tiene que cambiar en los próximos años. Escribo
impresión que en ocasiones se da, de que la cartografía es
este ensayo como respuesta a un "comentario de mesa
una ciencia basada en principios y criterios objetivos, es
redonda", pionero en el tema, sobre los problemas éticos de la
también a fin de cuentas una cuestión de ética.
cartografía, publicado en el número de otoño de 1990 de
Yo no estaba de acuerdo con todos los colaboradores y aquí
Cartographic Perspectives En él se definía a la ética como
abordo el asunto con puntos de vista específicos. Por ejemplo,
los "principios de conducta que guían las prácticas de un
a mí me parece que el énfasis en los derechos de autor como
individuo o de un grupo profesional". Entre los diversos puntos
un asunto de ética primordial está fuera de lugar. Existe un
verso en inglés que dice:
The law locks up both man and
woman who steals the goose from
off the common But lets the greater
felon loose who steals the common
from the goose.
(A hombres y mujeres la ley
encierra cuando roban gansos de
la comunidad, pero deja libre al
que, sin piedad, roba a los gansos
su propia tierra)
Yo pienso que el individuo que "roba" información de un mapa
con derechos de autor puede estar robando gansos; sin
embargo, el mayor dilema es que, cuando el mapa deja de ser
la representación social responsable del mundo que debería
ser, se nos está robando a todos. Es una manera radical de
plantearlo, sin embargo estoy convencido de que deben
hacerse diferentes preguntas de manera directa. ¿Puede
haber una cartografía éticamente informada?, y ¿cuál sería su
¿qué tipo de mapa es bueno?, o ¿qué clase de cartografía es justa?
Michael Dobson tiene una explicación en favor de esta falacia; dice:
"En mi opinión (...) la mayoría de los productos cartográficos
inferiores (aquí significa no éticos] son producto de individuos que no
se han preparado de manera adecuada y no de personas que estén
tratando de confundir a sus lectores". No obstante, esta premisa, lejos
de abordar cuestiones éticas fundamentales, las ignora totalmente.
Temas relacionados con lo correcto de la práctica técnica se
confunden con otros acerca de lo correcto de las consecuencias
sociales del trazado de un mapa. Mientras que ambos casos pueden
tener aspectos morales, yo señalaría que debe abordarse la ética del
segundo punto más que los juicios de valor relacionados con lo
permisible o lo censurable de tal o cual práctica técnica. Por ejemplo,
en todos los mapas elaborados por cartógrafos profesionales se tiene
que establecer algún tipo de juicio en cuanto a la forma de representar
al mundo. No obstante, los cartógrafos, aunque sean totalmente
agenda? ¿Cómo podemos formular principios y reglas que nos
permitan emitir juicios morales en circunstancias cartográficas
específicas? ¿Podemos debatir acerca de una ética cartográfica en el estrecho terreno de la práctica interna, buscando
un código pragmático de conducta profesional?, o ¿debemos
preocupamos por los valores trascendentales que van al
corazón de la justicia social en todo el mundo? En lugar de
quedarnos en las generalidades en este punto, me aboco a
abordar estas tres preguntas, comenzando por la tercera.
El debate abierto en Cartographic Perspectives está basado,
desde mi punto de vista, en una falacia fundamental, a saber:
los cartógrafos lo saben todo; esta falacia repite la idea de que
a través de los años la práctica y la experiencia cartográfica
han dado como resultado reglas y principios normativos que en
sí mismos son éticos porque todos están de acuerdo en el
valor que tienen estos principios. Si son aceptados en general,
y también en tanto sean seguidos, la profesión está "limpia" y
no habrá ninguna necesidad de plantear preguntas en un
contexto
ético
como:
conscientes de que los mapas tienen que distorsionar la realidad, a
menudo entran en un doble discurso al tratar de defenderse. Se habla de
la "paradoja" de que un "mapa preciso" para "dar una imagen útil y
verdadera" debe "decir mentiras blancas". Incluso si se hace a un lado el
elemento de una petición especial en el argumento anterior (el mapa
puede ser "verdadero" y "preciso" aun cuando esté mintiendo), la
conclusión natural es que los cartógrafos atribuyen instintivamente las
peores formas de ignorancia, errores y distorsiones a quienes no son
cartógrafos. Por ejemplo, cuando hablan de los mapas propagandísticos
o de las distorsiones cartográficas que presentan los medios comunes se
entra en un debate moral de un tipo bastante diferente. La cause célebre
de la proyección de Peters llevó al surgimiento de una corrección
polémica en defensa de "parámetros profesionales". Sin embargo, la
ética exige honestidad. El verdadero tema en el caso de Peters es el
poder; no cabe duda de que lo que Peters pretendía era investir de poder
a las naciones del mundo que él pensaba que habían sufrido una discriminación cartográfica histórica. Sin embargo, para los cartógrafos,
era su poder y sus "exigencias de verdad" lo que estaba en juego.
Podemos verlas en un fenómeno familiar para los sociólogos de la
ciencia, al mezclarse para cerrar filas con el fin de defender sus
formas establecidas de representar al mundo. Todavía se encuentran
cerrando filas. Me invitaron a publicar una versión de este ensayo en
el Bulletin de ACSM. Guando lo entregué, un editor me informó que
mis comentarios sobre la proyección de Peters diferían de las
declaraciones oficiales de ACSM sobre este tema y que habían
decidido no publicar mi ensayo. La cartografía no podrá participar en
ningún debate ético mientras continúe recurriendo sólo a sus propios
parámetros internos y continúe ciega frente a los asuntos del mundo
exterior.
Una tecnofilia igualmente introspectiva radica en la opinión de que
algunos aspectos de la cartografía están más allá de una necesidad
de consideración ética. En la discusión de la mesa redonda se
sugiere, en el contexto de la educación cartográfica, que la mayor
parte de la información que impartimos a los alumnos [...] tiene
poco que ver con la ética. Las recomendaciones acerca de qué
grosor de las líneas o qué tamaño de letras son armoniosas o
discriminatorias entre sí son asuntos de percepción y de estética, no
de ética. Las sugerencias de dónde colocar el título es un asunto de
diseño, no de ética. Las convenciones acerca de que un área boscosa
sea verde, o el agua azul, son asuntos de iconografía, no de ética.
¿Realmente éste es el caso? Se sabe —-sobre todo en la
publicidad—- que todos los mapas representan una visión del
mundo en miniatura y su diseño está cargado de consecuencias
éticas potenciales. La estética es una ciencia con un gran valor pero
está tan impregnada de ideología como lo está el contenido empírico
del mapa. La manera en que se escribe una palabra, la elección del
tamaño del nombre, la selección de los colores para representar las
diferentes áreas o el tipo de símbolo que se emplea son parte de la
retórica de persuasión del trazado del mapa, pueden ejercer un
poder considerable sobre nuestra visión del mundo. Por ejemplo, los
símbolos diseñados para representar ciudades o villas en un mapa
pueden privilegiar algunas poblaciones y discriminar otras. En un
estudio reciente del mapeo de Sudáfrica en pequeña escala se nos
explica cómo las políticas de discriminación racial han creado
pequeñas ciudades para que los negros duerman, prácticamente
adyacentes a todas las ciudades blancas del país. Existe también una
cartografía que naturaliza esta discriminación: "Con el método de
diseño que utilizan los cartógrafos, muchos de estos asentamientos
negros se han vuelto invisibles. Este proceso de generalización
subjetiva se ha logrado de manera sutil durante los últimos años al
registrar en los mapas una selección de asentamientos negros y se ha
degradado el estilo de simbolización empleado para marcarlos". Éste
es un claro ejemplo de la inseparabilidad del diseño y el juicio moral.
Aunque se dice que estos mapas eran "más un acto de negligencia que
un deliberado intento de engaño", desde un punto de vista ideológico
el mapa apoya al poderoso contra el desposeído y hace que los
conceptos de supremacía blanca parezcan legítimos.
Es la aparente inocencia ética del diseño de los mapas la que puede
confundir. Mark Monmonier nos recuerda la "seducción del color"; sin
embargo, no puede culpar de todo al "mal uso que han hecho los
artistas comerciales cartográficamente ignorantes". Por lo tanto, a pesar
de su afirmación en el sentido de que "lo azul del agua puede existir en
las mentes de ambientalistas ilusos, operadores de turistas y ávidos
lectores de mapas", también se trata de una percepción perpetuada
tradicionalmente por los cartógrafos más que nadie; luego entonces,
también lo es la convención definitivamente eurocentrista de que el
café es el mejor color para, el terreno, los contornos y la representación
de la tierra. No es muy lógico suponer que el café sea "el color
fundamental de la tierra (...) evidente en , el suelo de primavera recién
cultivado", afirmación que se puede aplicar al bosque húmedo de
latitud media y a suelos de estepa; sin embargo, no es cierto en cuanto a
la mayor parte del resto del mundo. Una vez que se aceptan ciertas
convenciones como naturales o normales, el peligro es que adquieran
una autoridad coercitiva y manipuladora. Las ideas simplistas de que se
pueden lograr la excelencia y la integridad gráficas aplicando reglas de
diseño firmes y rápidas disminuye también las posibilidades de los
cartógrafos de describir el mundo de una forma ética, esto es, de maneras sensibles a las necesidades sociales. No estoy apoyando un tipo de
anarquía del diseño, sino sugiriendo que la cartografía corre el riesgo de
ser reducida a una serie de fórmulas gráficas separadas de las consecuencias de su representación.
Con el desarrollo de nuevas tecnologías institucionalizadas, como los
Sistemas de Información Geográfica y la cartografía automatizada,
crecen las posibilidades de que esto ocurra. La tendencia hacia la
estandarización se vuelve cada día más crucial para facilitar un
intercambio entre los sistemas y reducir la confusión en torno a la
tecnología. Con esto en mente, la Topología Geológica de los Estados
Unidos está desarrollando un parámetro de datos cartográficos
nacionales. No obstante, ¿es esto un paso hacia delante? Podría dar
como resultado una mayor limitación de las posibilidades de registrar
la diversidad del paisaje local y dice, en efecto, que sólo existe una
forma de mostrar cierto aspecto geográfico particular, a pesar de la
insensibilidad potencial ante los aspectos social y ambiental de esa
forma de representación.
Por lo tamo, el método se ha vuelto un criterio fundamental de la
verdad; aún más, se vuelve en sí una categoría específica de la verdad:
de la "verdad cartográfica". Inventada por los cartógrafos, la verdad
de los mapas corre el riesgo de volverse un conocimiento disponible
solo para los especialistas técnicos, y esto (como alguna vez dijo
Einstein) "es casi tan malo para el arte como para los artistas, o para la
religión y los sacerdotes". Luego entonces, queda claro que debe
llevarse este debate más allá de una limitada formulación interna de lo
que es ético en la cartografía. Si en verdad nos preocupan las
consecuencias sociales de lo que pasa cuando hacemos un mapa,
también podemos decidir que la cartografía es demasiado importante
para quedar totalmente en manos de los cartógrafos.
Encuentro dos puntos fundamentales en la segunda pregunta: ¿cómo
podemos ir formulando principios y reglas que apoyen juicios
morales en circunstancias cartográficas específicas? El primero está
relacionado con la filosofía de la cartografía; el segundo, con el
contenido de los mapas. La filosofía básica de muchos cartógrafos,
como plantea Sona Andrews en la discusión de la mesa redonda,
sería probablemente que están practicando una ciencia correcta,
precisa y objetiva. Estoy de acuerdo en que éste es un asunto ético
clave y, de hecho, es este positivismo, alimentado por los avances
tecnológicos recientes, el que aleja a los cartógrafos de los asuntos
éticos ahora adoptados por otros profesionistas. Incluso cuando los
inseparables temas de la innovación y la revolución tecnológica se
proclaman a los cuatro vientos (el último casi con fervor maoísta),
las implicaciones sociales del liberado Prometeo cartográfico
(como la creciente importancia del individuo) se pasan por
alto. La tendencia es desechar visiones alternativas de la
naturaleza de los mapas, especialmente las que abren
perspectivas humanistas. El resultado es el tipo de visión de
túnel que hizo comentar a Duane Marble acerca de las
proyecciones de mapas que él las ve sólo como una
transformación matemática y no entiende "cómo la política y
otras disciplinas similares pueden participar en ella". Con
opiniones como ésta, no habrá un verdadero debate abierto
hasta que los cartógrafos se deshagan de algunas de sus
ideas de esencialismo científico. Mi argumento es que estos
fundamentos filosóficos tradicionales deben examinarse
críticamente. Las visiones alternativas acerca de la naturaleza
de los mapas deben evaluarse con seriedad. ¿Podrían estar
los cartógrafos, aunque sea de manera no intencional,
tergiversando a través de los mapas la materia que pretenden
reflejar y creando no una imagen de la realidad, sino un
simulacro que redescribe al mundo? Esta visión de lo que es
un mapa nos permitiría un acercamiento mucho más abierto,
autocrítico y socialmente sensible a la práctica del trazado de
mapas y a los objetivos de la actividad cartográfica.
De este modo, incluso las aparentemente crípticas preguntas
oncológicas y epistemológicas deben formar parte de este
debate. También dan lugar a asuntos de un interés ético
práctico. Nuestra filosofía (cómo entendemos la naturaleza de
los mapas) no sólo forma parte de un análisis abstracto
intelectual, sino que es un elemento fundamental de la red de
relaciones sociales mediante las cuales los cartógrafos
proyectan sus valores al mundo.
En segundo lugar está el contenido de los mapas. No sólo cómo
creen los cartógrafos que representan al mundo, sino qué
destacan, qué omiten y cómo clasifican las distintas
características, qué jerarquía les dan y, de hecho, cómo hacen
que todas ellas conformen una manifestación moral. Cada mapa
es un m a nif i es t o de un conjunto de creencias acerca del mundo. En muchos ejemplos a los que no se les ha dado
importancia, un mapa puede ser un acto de adquisición de
poder o de despojo en la construcción de relaciones sociales.
Por lo tanto, el contenido de los mapas será un dilema moral
cada vez más grande para los cartógrafos si aceptan sus
responsabilidades en cuanto a la reconstrucción del mundo que
el topógrafo ha deconstruido. Ya sea a través de la elección o
del "progreso" de la tecnología, estamos ante la inminente
muerte del autor del mapa, situación en la que el cartógrafo,
en la mayoría de los casos, ha dejado de ser el iniciador del
mapa. Esto se relaciona en buena medida con lo que Patrick
McHaffie define como la organización del proceso de la labor
cartográfica. Sin embargo, también resulta irónico que esta
pérdida de autonomía cartográfica haya sido promovida por la
limitación del campo de acción del propio cartógrafo; al
pretender mejorar su imagen como profesional independiente,
en realidad ha confinado su papel al diseño y a la
generalización de la información de otra gente. Además del
deterioro de la exigencia de la cartografía de ser una ciencia,
incluso bajo la acepción más general de esta palabra, implica
una dimensión ética. Los mapas, más que ser resultado de
observaciones primarias del mundo, cada vez más se derivan
de paquetes secundarios de información predeterminada.
Luego entonces, cuando los datos llegan a las manos del
cartógrafo el mapa ya ha sido "precensurado"; a menudo es
demasiado tarde para cuestionar su contenido desde un punto
de vista ético.
Tales restricciones sobre lo que puede mostrar un mapa es un
asunto ético clave. Si los contornos morales de la forma del
los desacuerdos o los conflictos morales con el objeto de resolverlos.
Sin duda sería de enorme utilidad, como un primer paso, disponer de
más hechos documentados acerca de asuntos éticos en la cartografía.
¿Cuáles son los motivos y los compromisos personales de los
cartógrafos respecto de los mapas que trazan? ¿Cuáles son las
relaciones entre la producción y el consumo en la cartografía y el GIS.
¿De qué maneras prácticas, como la limitación de acceso a
información oficial (mediante políticas de secretos o determinando
precios inalcanzables para los ciudadanos comunes), la omisión de
sitios de desperdicios tóxicos para los mapas del usos, la inclusión de
nombres étnicos peyorativos en los mapas, o el eurocentrismo de
muchos mapas y atlas influyen en la forma de pensar y actuar
respecto de asuntos sociales en una democracia? ¿Cuáles son los
beneficios o las pérdidas morales de formas específicas de registrar al
mundo en los mapas? Ésos deberían ser los parámetros mínimos de
evaluación en la cartografía, y desde hace mucho tiempo deberían
haberse incluido estos asuntos relacionados con las consecuencias
humanas del trazado de cierto tipo de mapas en la investigación de las
universidades.
mundo ya han sido trazados por otras personas (por lo general
en posiciones de poder), entonces el peligro es que el cartógrafo
quede relegado a ser un brazo robótico de un jefe institucional o
comercial. Las personas que trazan los mapas tienen que
preguntarse cómo, si es que lo desean, pueden recuperar el
control de la moralidad del mapa, de manera que el autor
cartográfico pueda ejercer un juicio ético. De otra suerte,
podemos crear una obra maestra del diseño que no será más
que la proyección de un paisaje no ético en cuyo trazado no
participamos y de cuya responsabilidad por las consecuencias
sociales nos hemos deslindado.
Finalmente, es mucho más difícil llegar a una respuesta a la
primera pregunta: ¿puede haber una cartografía éticamente
informada? Y, de ser así, ¿cuál debería ser su agenda? Como
espero haber dejado en claro asuntos que ya están apareciendo,
la respuesta a la primera parte es "sí". Lo que no está tan claro
es lo que sigue. Lo que desean con más vehemencia los
cartógrafos quizá no sea tanto una ética teórica como una
pràctica, un conjunto de principios que puedan usarse para
aclarar
Un segundo paso sería tratar de resolver los desacuerdos conceptuales
inherentes respecto de las exigencias de verdad que se hacen a la
cartografía. Esto implica un nuevo análisis de la naturaleza de los
mapas según los lineamientos que he sugerido. Sin embargo, en tercer
lugar, debería tratar de vincularse a la ética cartográfica con
cuestiones sociales más amplias. ¿Cuáles son los principios de justicia
social que deben ser apoyados por los cartógrafos? ¿Los mapas
deberían ser sólo un espejo inerte de la mayoría de los valores, o
pueden desempeñar un papel más importante en la lucha de
mejoramiento social? ¿Puede existir una ética normativa o caemos en
un relativismo cómodo en el que los valores cartográficos varían con
las distintas sociedades, generaciones, grupos sociales o individuos?
¿Puede alguno de nosotros ser privilegiado con la pretensión de una
verdad ética, o debemos aceptar la idea de que el que puede ser un
buen mapa para una sociedad, cultura o grupo puede ser dañino para
otro? Cuando ocurren estos conflictos, ¿existe una forma
reglamentada de juzgar entre ellos si no hay valores morales
trascendentales o absolutos?
Los cartógrafos aún tienen que trabajar con estas preguntas difíciles.
Muchas probablemente se resuelvan sólo en el nivel de la política
social. De hecho, la última pregunta ética puede ser: ¿hasta dónde
están preparados los cartógrafos de todo tipo de escuelas para ser
políticamente activos en cuanto a la alteración de las condiciones bajo
las que trazan los mapas? ¿Qué tanto les preocupa el mundo que
describen? Las reglas, normas y leyes institucionales (como las de los
cartógrafos del gobierno federal o de compañías particulares) tienen
una dimensión ética que puede chocar con su conciencia individual.
Quienes piensan que el mapa es imparcial y neutral pueden
argumentar que los cartógrafos, como corresponde a una profesión
"científica", deben permanecer objetivos a toda costa. Sin embargo,
esto me hace pensar en un comentario de Max Headroom,
personalidad de la cultura del video: "Yo sólo invento la bomba, no la
lanzo". Podríamos parafrasearla con los cartógrafos: "Yo sólo trazo el
mapa, no me hago responsable del uso que se le dé o de lo que él
mismo haga".
No obstante, para otros hay una postura moral diferente que implica
la aceptación de la relación entre el conocimiento y el poder. Sólo
entonces estaremos de acuerdo con quienes han señalado que la
cartografía está politizada y lo ha estado siempre:
Sólo podremos pensar claramente acerca de nuestra situación una vez
que la hayamos reconocido. No podremos tomar decisiones inteligentes
sino hasta que, habiendo aceptado nuestra instrumentación política,
debatamos nuestra situación sin perder esto de vista. Aparecerán
Cartógrafos por la Paz y cartógrafos por una Defensa Fuerte; sin
embargo, por lo menos habremos dejado de fingir que no estamos
totalmente involucrados.
Estar involucrado en asuntos de conciencia es un aspecto importante
no sólo de responsabilidad social, sino también de verdadero
profesionalismo. En un momento en que la tecnología global está
tejiendo una cortina aún más impenetrable entre los cartógrafos y los
usuarios de mapas, esto se ha vuelto urgente:
Tenemos que aprender nuevos parámetros de conducta responsable de
nuestro uso de la tecnología de la información; necesitamos reformular
lo que está bien y lo que está mal, especialmente en un mundo en el
que las relaciones humanas y sociales son cada vez más
interminablemente re-programables, después de la moda de
las interfaces ser humano/máquina. La ética ha regresado a la
agenda de los intelectuales ante una tecnología en que la
eficiencia y la racionalidad se consideran predominantes, sin
pasión, sobre un régimen de solución instrumental de
problemas.
¿Puede haber una ética cartográfica? Es poco probable que
"soluciones" de diseño más interno o el trabajo sin trabas del
libre comercio en la cartografía comercial den como resultado
un mapa verdaderamente ético. La ética no puede divorciarse
de los asuntos de justicia social. No hacer nada sería legitimar
un mundo más cercano a la visión del futuro de Bertolt Brecht
que el que los cartógrafos moralmente responsables elegirían
para vivir.
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