ESCRITOS DE J. BRIAN HARLEY TRAZANDO UNA NUEVA RUTA EN LA HISTORIA DE CARTOGRAFÍA LA UN CAMBIO PERSPECTIVA DE LA NUEVA NATURALEZA DE LOS MAPAS Textos y contextos en la interpretación de los primeros mapas Los mapas antiguos son testigos escurridizos. Sin embargo, ¿dónde estarían los historiadores sin ellos? Entre los numerosos tipos de documentos que por lo general utilizan los historiadores, los mapas son muy conocidos; sin embargo, no son tan bien comprendidos. Podríamos hacer una antología de afirmaciones que clasifican a los mapas no sólo como "escurridizos" (adjetivo empleado por el distinguido historiador I. Parry), sino también como "peligrosos" o "no confiables". Los historiadores tienden a relegar los mapas, junto con cuadros, fotografías y otras fuentes no verbales, a un tipo de evidencia de menor categoría que la palabra escrita. Gran parte de la investigación y de los textos históricos se realiza sin recurrir sistemáticamente a los mapas contemporáneos. Aún más, Incluso cuando se admite que los mapas son documentos, se les considera útiles principalmente en pocas cuestiones históricas determinadas. Por ejemplo, se reconoce ampliamente que los mapas son valiosos para estudiar algunos temas dentro de la historia de los Estados Unidos, como los descubrimientos, las exploraciones, la expansión territorial y la planeación de ciudades. Con mucha menor frecuencia se considera que ofrezcan conocimiento crucial para el proceso de la historia social. Cuando un historiador toma un mapa, por lo general lo hace para responder a alguna pregunta relativamente limitada acerca de la ubicación o la topografía y. con menor frecuencia, para aclarar la historia cultural o los valores sociales de algún periodo o lugar especial. ¿Por qué han recibido este desprecio los mapas? Parte de la respuesta, como ya se dijo, radica en las actitudes de los historiadores. Escribir acerca de la historia de los mapas per se ha sido, en el mejor de los casos, un interés marginal de los principales historiadores; podemos preguntar: ¿cuándo fue la última vez que The American Historical Revieu publicó un artículo sobre cartografía? No obstante, parte del problema también radica en quienes se hacen llamar historiadores de la cartografía. Al describir la complejidad bibliográfica y técnica de los mapas, no han logrado comunicar el conocimiento de su naturaleza social. A la luz de estas tendencias, la respuesta a la pregunta ¿qué es un mapa? es el antecedente del cuestionamiento fundamental de los mapas como documentos históricos. ¿Imagen o texto? La percepción común de la naturaleza de los mapas es que son una imagen, una representación gráfica de algún aspecto del mundo real. Las definiciones que se pueden encontrar en diccionarios y glosarios de cartografía lo confirman. El papel del mapa es presentar una manifestación concreta de una realidad geográfica dentro de los límites de las técnicas de la topografía, de la habilidad del cartógrafo y del código de signos conven- cionales. Aunque los cartógrafos escriben acerca del arte lo mismo que de la ciencia del trazado de mapas, la ciencia ha ganado la competencia entre estas dos opciones. El resultado es que cuando los historiadores hacen una valoración de los mapas, sus estrategias interpretativas son determinadas por esta idea de lo que se dice que son los mapas. En nuestra cultura occidental, por lo menos desde la Ilustración, se ha definido a la cartografía como una ciencia concreta. La premisa es que un mapa debe ofrecer una ventana transparente al mundo. Un buen mapa debe ser preciso. Cuando un mapa no representa la realidad de una manera adecuada sobre una escala concreta, se hace acreedor a una calificación negativa. Los mapas se clasifican según su correspondencia con la verdad topográfica. Se nos ha dicho que la imprecisión es un delito cartográfico. Este juicio de valor a menudo se traslada a la manera en que leemos los mapas antiguos. Promueve un tipo de interpretación en la que se subrayan las manifestaciones de hechos o literales que hacen los mapas acerca de una realidad empírica. Va sea que se describa la ruta costera caribeña de un navegador del siglo XI X o los vestigios de alguna ciudad fantasma después de la explotación de una mina en el siglo XIX, se juzga al mapa en términos de la ubicación de sus coordenadas, la forma de sus líneas o la confiabilidad tienen los accidentes del terreno medidos. Se usa única y exclusivamente como un conjunto de hechos en la reconstrucción del pasado. De ninguna manera estoy degradando la aplicación histórica de los mapas. Como un índice de la ubicación de cosas, procesos y hechos del pasado, los mapas son la única forma de documentación. Ubicar acciones humanas en el espacio sigue siendo el mayor logro intelectual de los mapas como formas de conocimiento. Sin embargo, hay una respuesta alternativa a la pregunta de qué es un mapa. Para los historiadores, una definición igualmente adecuada de un mapa es: "Una construcción social del mundo expresada a través del medio de la cartografía", Lejos de fungir como una simple imagen de la naturaleza que puede ser verdadera o falsa, los mapas redescriben el mundo, al igual que cualquier otro documento, en términos de relaciones y prácticas de poder, preferencias y prioridades culturales. Lo que leemos en un mapa está tan relacionado con un mundo social invisible y con la ideología como con los fenómenos vistos y medidos en el paisaje. Los mapas siempre muestran más que la suma inalterada de un conjunto de técnicas. La aparente multiplicidad de los mapas, su cualidad de ser "escurridizos". Y no es una desviación idiosincrásica de un perfecto mapa ilusorio. Más bien yace en el corazón de las representaciones cartográficas. Aquí se encuentra una oportunidad histórica. La fascinación que ejercen los mapas como documentos creados por el ser humano radica no únicamente en la medida en que son objetivos o exactos, sino también en su ambivalencia inherente y en nuestra habilidad para encontrar nuevos significados, agendas ocultas y visiones del mundo opuestas de entre las líneas de la imagen. Al introducir las formas de interpretación de los mapas de Norteamérica, propongo una metáfora interpretativa distinta. Serán discutidas como un texto más que como una imagen de la naturaleza. Los mapas son textos en el mismo sentido en que lo son otros sistemas de signos no verbales como los cuadros, las impresiones, el teatro, el cinc, la televisión y la música. Los mapas también comparten muchos intereses comunes con el estudio del libro al exhibir su función textual en el mundo y ser "sujetos de control bibliográfico, interpretación y análisis histórico". Los mapas son un lenguaje gráfico que se debe decodificar. Son una construcción de la realidad, imágenes cargadas de intenciones y consecuencias que se pueden estudiar en las sociedades de su tiempo. Al igual que los libros, son también producto tanto de las mentes individuales como de los valores culturales más amplios en sociedades específicas. Signos, símbolos y retórica Al igual que otros textos, los mapas usan signos para representar al mundo. Cuando éstos son fijos en un género de mapas, los definimos como signos convencionales. Los mapas no tienen una gramática como el lenguaje escrito, pero igualmente son textos diseñados de manera deliberada y creados bajo la aplicación de principios y técnicas, y desarrollados como sistemas formales de comunicación. En la cartografía moderna se ha trabajado arduamente para estandarizar estas reglas de composición de los mapas. Los libros de texto y los modelos nos dicen cuál es la "mejor" manera de representar gráficamente al mundo en términos de líneas, colores, símbolos y topografía. En cuanto a algunos de los mapas más antiguos, que se describen más adelante, también existían libros de normas para su construcción y diseño, así como vocabularios o signos diferentes. Tales obras pueden fungir como una gramática o un diccionario para aprender a leer o a traducir el texto del mapa. La dimensión simbólica de los mapas también los relaciona con otros textos. Los cartógrafos modernos por lo general consideran que sus mapas son manifestaciones escritas concretas en el lenguaje de las matemáticas; no obstante, siempre son metáforas o símbolos del mundo. Más adelante se discutirá una forma de interpretar estas capas simbólicas de significado mediante el empleo de principios iconográficos. Los mapas también son imágenes inherentemente retóricas. Es un lugar común decir que la cartografía es un arte de persuasión. Lo que va contra el conocimiento moderno es sugerir que todos los mapas son retóricos. Los cartógrafos actuales distinguen entre los mapas imparciales u objetivos y otros mapas usados con fines propagandísticos o publicitarios que se vuelven "retóricos" en sentido peyorativo. Los cartógrafos también aceptan que emplean recursos retóricos como una forma de embellecer o adornar; sin embargo, sostienen que debajo de esta apariencia cosmética siempre está la base rígida de una ciencia verdadera. Lo que sugiero es que la retórica cubre todas las capas del mapa, (como imágenes del mundo, los mapas nunca son neutrales o sin valor, ni siquiera completamente científicos. Cada mapa es un caso distinto. Los mapas temáticos discutidos por Harrow y Grim, por ejemplo, son especialmente retóricos. Son parte de un discurso persuasivo y pretenden convencer. La suya no es una realidad inocente dictada por la verdad intrínseca de los datos; están penetrando al antiguo arte de la retórica. En su mayoría, los mapas hablan ante un público específico y emplean invocaciones de autoridad, especialmente los producidos por el gobierno, y apelan a los lectores de diferentes maneras. El estudio de la historia de la representación cartográfica, cuando se usa como apoyo para la interpretación de los mapas como documentos históricos, también es una historia del uso de los distintos códigos retóricos empleados por quienes los trazan. El contexto del cartógrafo La regla básica del método histórico es que sólo se pueden interpretar los documentos en su contexto. Esta norma se aplica igualmente a los mapas, que deben llevarse de regreso al pasado y situarse estrictamente en su propio periodo y lugar. Los lectores de este libro pueden terminar decepcionados al enterarse de la escasez de contextualizaciones de mapas en la historiografía de la cartografía. Los libros de expertos sobre mapas, por ejemplo pasan por alto la realidad social que se encuentra detrás de la decorativa etiqueta de precio. Los especialistas técnicos en historia de los mapas, los preparados como cartógrafos, casi nunca van más allá de la puerta del taller para conocer el mundo exterior, El contexto se describe de una manera simplista como "antecedentes históricos generales". Es necesario entender que el contexto es un conjunto complejo de fuerzas interactivas, un diálogo con el texto, dentro del cual resulta fundamental para la estrategia interpretativa. Tendemos a relegar al contexto como “allá afuera” y a los mapas que estudiamos como "adentro". No es sino hasta que logremos derribar esta barrera, esta falsa dicotomía entre un enfoque exterioriza y uno ¡menorista de la interpretación histórica, que se podrá estudiar el mapa y el contexto en el mismo terreno, Para lograrlo, es necesario diferenciar tres aspectos del contexto que Influyen en la lectura de los mapas como textos." listos aspectos del contexto en mi argumentación son: 1) el contexto del cartógrafo, 2) los contextos de otros mapas, y 3) el contexto de la sociedad. El contexto del cartógrafo está representado en las primeras interpretaciones de los mapas. Ya hace varios años el historiador J. A. Williamson escribió: "Es imposible ser dogmático en cuanto a la evidencia de los mapas, a menos que sepamos más de lo que por lo general sabemos acerca de la intención y de las circunstancias de quienes los trazaron". Esta simple afirmación, que da un lugar primordial al por qué, al quién y al cómo de los mapas, es un buen punto de partida. No obstante, la relación entre el cartógrafo y el mapa está lejos de ser directa. No es una simple cuestión de establecer una autoría, como con los libros y los documentos, ni de determinar la intención del cartógrafo. Respecto de la autoría, si excluimos los mapas manuscritos que son identificados sin ambigüedad y tienen una procedencia conocida, el historiador con frecuencia se ve ante una intrincada autoría múltiple. En su mayoría, los mapas son producto de una división de labores. Cuando entramos en la larga transición de la era del manuscrito a la de la impresión, la división del trabajo cartográfico se acentúa, el autor se convierte en una figura sombría y la traducción de la realidad que se registra en el mapa es más compleja. Entonces surgen las preguntas: ¿hasta dónde un mapa particular fue obra de un topógrafo, un editor, un dibujante o un grabador?, ¿quién determinó su forma y contenido? (loando nos acercamos a distintos artesanos, la pregunta de Williamson sobre las circunstancias se hace más difícil. La relación entre los hechos de la vida de los cartógrafos y lo que aparece en el mapa es igualmente fragmentaria. Dentro del mareo de un mapa puede haber varios textos “una intertextualidad” que t i e ne n que ser descubiertos en el proceso interpretativo. Más que muchos otros textos, los mapas se ven afectados por una serie de actividades técnicas, cada una realizada por un autor diferente. K. A. Shelton escribió alguna vez: "El análisis técnico de los primeros mapas es al estudio de los mapas lo que la bibliografía a la crítica literaria o la diplomacia a la interpretación de los documentos medievales". ‘‘Este requisito, la reconstrucción de los contextos técnicos del (trazado de los mapas, implica una enorme exigencia de habilidades auxiliares del historiador. El estudiante de los primeros mapas quizá lenga que volverse experto en las historias de distintos tipos de mapas, saber acerca de las técnicas de navegación y topografía, estar familiarizado con los procesos mediante los cuales se compilaban, dibujaban, grababan, imprimían o coloreaban los mapas, y saber algo acerca de las prácticas comerciales de los libros y los mapas. Cada mapa es producto de varios procesos que involucran a diferentes individuos, técnicas e instrumentos. Para entenderlos, necesitamos desplegar un conocimiento especializado de temas tan diversos como la bibliografía, la paleografía, la historia de la geometría y las declinaciones magnéticas, el desarrollo de las convenciones artísticas, emblemas y heráldica, así como las propiedades físicas del papel y los sellos de agua. La literatura correspondiente está igualmente dispersa en un gran número de disciplinas y lenguas modernas que forman parte de la historia de la ciencia, de la tecnología, las humanidades y las ciencias sociales. Sin embargo, el primer paso en la interpretación es la manera en que el o los autores de un mapa lograron hacerlo desde un punto de vista técnico. Establecer la intención del cartógrafo es igualmente menos directo de lo que parece a primera vista. Cada mapa codifica más de una perspectiva del mundo. Como expresión de una intención, la función sigue siendo la clave para leer mapas históricos; sin embargo, tales propósitos a menudo estaban definidos de una manera muy general o el mapa iba dirigido a más de un tipo de usuario. Mientras podemos aceptar, por ejemplo, que los mapas de los seguros contra incendios tienen un solo uso. Muchos otros grupos de mapas estaban diseñados con múltiples fines. Estos diversos objetivos complican la evaluación de los mapas como documentos históricos. Los mapas topográficos o de ciudad y los planos se hicieron para satisfacer varias necesidades al mismo tiempo. Se diseñaron como registros administrativos o jurisdiccionales; para defensa, desarrollo económico o, quizá, como obras generales de referencia topográfica. La simple relación entre función y contenido se viene abajo. No es adecuado, por ejemplo, pensar que la finalidad de un levantamiento topográfico sea sólo producir "un mapa que muestra aspectos detallados del paisaje". Las series de mapas topográficos con frecuencia tenían un origen militar y subrayaban características de importancia estratégica. En los Estados Unidos, incluso después de que el Geological Survey tomó el control de las actividades topográficas nacionales en 1879, aún se esperaba que los mapas cumplieran funciones militares logísticas, así como otras geológicas y gubernamentales. Incluso en la actualidad podemos detectar rasgos de la mentalidad militar en las categorías de densidad de los bosques de los mapas de los usos (United States Geological Survey (Estudios Geológicos de los Estados Unidos) que todavía están clasificados en relación con la facilidad con que la infantería se mueve en el campo. En muchos mapas topográficos del siglo XIX, con las necesidades militares en mente, también se enfatizaba la facilidad gracias a detalles culturales. Por lo tanto, la intención no se puede reconstruir totalmente a través de las acciones de cartógrafos individuales. Todavía es posible encontrar una intención simple en mapas manuscritos individuales; además, también hay aspectos más amplios de actividad humana que dificultan la interpretación. La intención cartográfica casi nunca fue cuestión de capacitación, habilidad o disponibilidad de instrumentos de un individuo, o del momento y el dinero necesario para completar un trabajo adecuadamente. Los cartógrafos casi nunca podían tomar decisiones de manera independiente, ni estaban libres de limitaciones financieras, militares o políticas. Por encima del taller siempre hay una persona que encarga el mapa y. como consecuencia, el mapa está imbuido en dimensiones sociales además de técnicas. Podemos adaptar a la cartografía las palabras de Michael Baxandall sobre la pintura italiana del siglo XV. Ese arte siempre era depósito de una relación social. Por un lado estaba el pintor que pintaba el cuadro o. por lo menos, lo supervisaba. Por otro lado estaba alguien que le pedía que lo hiciera, proporcionaba los fondos necesarios y, una vez terminado, decidía usarlo de una u otra manera. Ambas partes trabajaban dentro de instituciones y convenciones (comerciales, religiosas, preceptúales, en el sentido social más amplio) diferentes a las nuestras, e influían sobre la formas de lo que habían hecho juntos. A lo largo de una gran parte de la historia, el cartógrafo fue un títere vestido con un lenguaje técnico, cuyos hilos eran manejados por otras personas. El papel de la acción de mandar hacer mapas varía considerablemente en los mapas de Norteamérica. Con los primeros mapas manuscritos, como los de la época de las exploraciones europeas, los mapas eran solicitados por individuos poderosos, reyes o reinas, príncipes o papas. Sin embargo, para el siglo XIX los cartógrafos norteamericanos estaban cada vez más sometidos a las órdenes de instituciones más grandes como la General Land Office y los USGS. Las habilidades personales del trazado de mapas estaban subordinadas no sólo a conjuntos de instrucciones diseñadas para uniformar clases enteras de mapas, sino también a políticas estatales y federales. Sin perder de vista la influencia política, debemos tener mucho cuidado de no interpretar los levantamientos topográficos oficiales de los Estados Unidos como documentos históricos comunes. Se ha dicho que "los levantamientos geodésicos y topográficos realizados por el gobierno federal durante el siglo XIX se convirtieron en subproductos ad hoc de la legislación del Congreso y la intervención personal de funcionarios públicos, y no en el resultado de una política nacional de cartografía". Tanto el orden geográfico en que se realizaron los levantamientos como el contenido de los mapas estuvieron influidos por la necesidad de registrar primero áreas con depósitos minerales valiosos. Los intereses de la política, así como las habilidades de topógrafos individuales, dieron lugar a diversas imágenes del paisaje norteamericano preservadas en la serie nacional de mapas topográficos. Al calificar los límites de la influencia de un cartógrafo individual, no niego que los "cartógrafos son seres humanos". Aún aparece alguna habilidad personal poco común, así como la idiosincrasia, en los intersticios de la práctica institucional. En los mapas de las ciudades y las sierras "abundaban las posibilidades de error, omisiones, tendencias personales e incluso representaciones erróneas".18 Incluso en los mapas producidos por máquinas de la actualidad, y en las imágenes aéreas, los historiadores deben estar alerta en cuanto a las formas equivocadas en que los técnicos pueden haber inscrito sus tareas de rutina. Esto puede ser todavía más difícil de detectar detrás de la retórica directa de la tecnología de las computadoras; sin embargo, de nuevo nos encontramos frente a la ausencia de un registro histórico común. Se pueden hacer observaciones similares acerca de los mapas comerciales. Esto es una parte importante del registro cartográfico histórico de los Estados Unidos, no obstante, también se perciben conflictos de intereses. El mercado por lo general limita la libertad de los parámetros cartográficos. Un texto que siempre leemos en estos mapas es la hoja de balance financiero. "Donde el detective busca huellas digitales —se ha señalado— debemos buscar algún beneficio si deseamos entender el mecanismo básico de la publicación de los primeros mapas [...] Ningún vendedor nos dice toda la verdad y sólo un historiador incauto tomaría los mapas que están a la venta como un registro cartográfico verdadero". Más aún, en la medida en que aumenta el tamaño de los negocios de mapas y crecen las imprentas la cartografía adquiere una imagen corporativa. Ahora quien solicita los mapas es un pública más grande o, quizá, un grupo de interés especial, como los consumidores de mapas de carreteras, que vigilan al cartógrafo para influir sobre lo que se está registrando en el mapa. El contexto de otros mapas Una pregunta interpretativa fundamental acerca de cualquier mapa se refiere a su relación con otros mapas. Este cuestionamiento tiene que enfocarse de distintas maneras. Por ejemplo, podríamos preguntar: 1) ¿cuál es la relación del contenido de un mapa en particular (o alguna característica dentro de él) con otros mapas contemporáneos de la misma zona?; 2) ¿cuál es la relación de ese mapa con otros del mismo cartógrafo o de la misma compañía productora?; 3) ¿cuál es la relación con otros mapas del mismo género (de una visión aérea, por ejemplo, con otras visiones aéreas de Norteamérica)?, y 4) ¿cuál es la relación de un mapa con la producción cartográfica general de un periodo? Las preguntas varían pero su importancia es universal. Ningún mapa está herméticamente cenado en sí mismo, ni puede responder a todas las preguntas que despierta. Tarde o temprano la interpretación de los mapas anteriores se convierte en un ejercicio de cartografía comparativa. Las características cartográficas de toda la familia pueden permitir que se identifiquen mapas anónimos, se interpreten signos o convenciones poco comunes, o se hagan deducciones acerca de parámetros de precisión. Nuestra confianza en un mapa como documento puede aumentar (o disminuir) cuando muestra las características conocidas de un grupo más grande. Esta parte del estudio contextual de un corpus de mapas relacionados entre sí se construye en torno a uno solo. Así como en el análisis de textos literarios tiene que construirse la unidad o identidad de un corpus de textos, en la interpretación de los primeros mapas podemos seguir procedimientos definidos. Éstos pueden aplicarse a un grupo de mapas del mismo periodo; sin embargo, de la misma manera, la descripción de una zona o de una característica se puede rastrear en una serie de mapas a través del tiempo. A continuación se mencionarán tres métodos que pueden usarse por separado o combinados para evaluar un solo mapa dentro de un grupo. El estudio comparativo de características topográficas lineales en los mapas (como costas, redes de ríos o un sistema de caminos o carreteras) es una técnica bastante probada. Los contornos se reducen a una escala común y se comparan visualmente. En los estudios clásicos del siglo XIX de los primeros mapas aparecen ejemplos; el método puede también adaptarse al análisis digital de características lineales por computadora. Una reciente aplicación del método antiguo es la realizada con los mapas españoles y franceses del Golfo de México de los siglos XVI y XVII. Después de "fotocopiar, ensamblar y examinar una gran cantidad de mapas" fue posible, con base en las principales características de las líneas costeras, identificar cinco etapas principales del trazado de mapas. A través del uso de esta clasificación comparativa, los mapas individuales fueron entonces asignados a diferentes etapas de desarrollo y se estudió su origen, sus fuentes y su confiabilidad topográfica a partir de las características de todo el conjunto. Sin embargo, sí bien cada uno tiene una huella genética que el método ayuda a identificar, también se debe ser muy cauteloso. El estudio de los contornos puede quedarse corto al ofrecer evidencias conclusivas de procedencia. Hay muchas carencias. R, A. Skelton escribió que "las impresiones visuales que sugieren afinidad o desarrollo del contorno en dos mapas pueden ocasionar una confusión si no tomamos en cuenta las licencias de dibujo o de interpretación que pudiera haberse dado el cartógrafo". Por otra parte, también puede haber variaciones técnicas que influyen sobre la forma de los contornos de los mapas o sus gradaciones de latitud o longitud. Los mapas son fácilmente corruptibles en el proceso de copiado, o pueden surgir de técnicas de levantamiento o de navegación que quizá hayan sido afectadas en el proceso de compilación. Antes del siglo XIX, a menudo los mapas se alineaban según el norte magnético y no hacia el norte real. La declinación magnética variaba localmente y cambiaba con el paso del tiempo, de manera que sin una observación sistemática los cartógrafos no podían corregir este factor. Signe siendo una fuente importante de error en la comparación de contornos. Un segundo aspecto del análisis comparativo de los primeros mapas implica el estudio de los nombres de lugares o toponimia. Al igual que los contornos, los nombres de lugares ofrecen una forma de construir genealogías y perfiles de origen para mapas (pie antes se encontraban dispersos. De hecho, los dos métodos a menudo se usan en conjunto, como en los estudios clásicos de los principios de la cartografía de la costa atlántica de Canadá. ''Aun así, la tabulación cruzada de los nombres de una serie de mapas como medio de clasificación o establecimiento de interrelaciones del grupo también debe usarse con precaución." En los periodos iniciales de la exploración, los europeos de distintas nacionalidades seguramente escuchaban nombres de boca de hablantes nativos norteamericanos de una variedad de lenguas y, también deben de haber tratado de registrarlos de acuerdo con su propio sistema de sonidos, además de una ortografía estandarizada. Incluso en los casos en que se aplicaron nombres europeos a la geografía norteamericana el proceso de traducirlos y editarlos estuvo viciado; resulta entonces que los nombres son producto del descuido, de una mala lectura o de un mal entendimiento de generaciones sucesivas de cartógrafos que no tenían conocimiento de primera mano de los lugares o las lenguas en cuestión. Acerca de los nombres en los mapas de la escuela Dieppe de cartógrafos del siglo XVI por ejemplo, se dice que "no hay dos cartógrafos en Dieppe que coincidan completamente en el numero de nombres que registran, mientras que la ortografía varía notablemente e incluso la colocación de los nombres no siempre es consistente". No es una sorpresa que los nombres de los lugares en ocasiones hayan sido usados incorrectamente con fines de comparar mapas. La práctica de sonido tiene como objeto limitar el análisis sólo a aquellos nombres inconfundiblemente comunes a una cantidad considerable de mapas. El tercer método de cartografía comparativa, la cartobibliografía, tiene la mayor cantidad de publicaciones. No sólo se han discutido ampliamente la definición y los detalles del método, sino que su práctica también se encuentra totalmente representada en una serie de obras fundamentales que tratan sobre los inicios de la cartografía norteamericana. El objetivo de la cartobibliografía es reunir una serie de mapas impresos sobre la misma superficie. Se aplica igualmente a la corteza de árbol, las placas de cobre, la litografía y otros procesos de impresión de mapas. ‘‘Mediante este método se puede reconstruir una secuencia de cambios geográficos y de otros tipos en mapas relacionados entre sí. Esto a su vez permite seguir la historia de la publicación de mapas de un área específica. Por otra parte, también permite la ubicación cronológica de un mapa y su inserción en la secuencia correspondiente, así como la detección del alcance de una revisión geográfica entre estados o ediciones de mapas. A menudo los mapas son representaciones tanto de tiempo como de espacio. Como dice Skelton, descubrimos cómo "material de distintos horizontes temporales o descubrimientos intelectuales" se incorpora a sus imágenes y aprendemos que "la búsqueda de la fuente principal puede llevarnos de regreso a través de muchas etapas de revisión o adaptación, derivación o transcripción, compilación". La cartobibliografía, por lo tanto, es una herramienta funda mental para el historiador de mapas; ya sea como una técnica o como un medio para medir los canales y el índice de difusión o de conocimiento geográfico (por lo tanto, la vinculación de los mapas al contexto de la sociedad), su conocimiento es indispensable. El contexto de la sociedad El tercer contexto de la cartografía es el de la sociedad. Si el cartógrafo es un agente individual, entonces la sociedad es la estructura más amplia. La interpretación, la lectura del texto cartográfico, implica mi diálogo entre estos dos contextos. El marco de las circunstancias y las condiciones históricas definidas produce un mapa que es indiscutiblemente, un documento social y cultural. Todos los mapas están relacionados con el orden social de un periodo y un lugar específicos. Todos los mapas son culturales porque manifiestan procesos intelectuales definidos como artísticos o científicos en la medida en que trabajan para producir un tipo característico de conocimiento. No existe una flecha causal clara que vaya de la sociedad al mapa, sino flechas causales que viajan en ambas direcciones. Los mapas no son la sociedad exterior, son parte de ella, son elementos constitutivos dentro del mundo en general. El historiador pretende leer toda esa red de interrelaciones que van hacia adentro y hacia afuera del documento del mapa. Al explorar este fenómeno de reflexión pueden emplearse dos estrategias para reconocer el contexto de la sociedad en los mapas de América. Las reglas de la cartografía La primera estrategia es tratar de identificar "las reglas del orden social" dentro del mapa. Cada mapa manifiesta dos conjuntos de reglas. En primer término se encuentran las reglas del cartógrafo, y hemos visto cómo operan en las prácticas técnicas del trazado de mapas. El segundo grupo de reglas se puede encontrar en la sociedad inmersa en el mapa, donde influyen sobre las categorías de conocimiento. El mapa se convierte entonces en un sistema de significados a través del cual "se comunica, reproduce, experimenta y explora un orden social". Los mapas no sólo reproducen una realidad topográfica, sino que también la interpretan. Las reglas del orden social en algunas ocasiones son visibles, e incluso evidentes, dentro de un grupo de mapas. En otras, se encuentran escondidas dentro del modo de representación. Entre la categoría de sociedad visible podemos ubicar las visiones aéreas norteamericanas de ciudades, los mapas y los planos de ciudades y los mapas de condado y atlas. Todos son textos culturales que toman posesión de la tierra." Todos proclaman un evangelio social y sirven para reforzarlo. Las visiones aéreas de ciudades, por ejemplo, "cantan el himno nacional de la paz y la prosperidad, del movimiento y la apertura, de la calma y el orden, de los destinos que se van a alcanzar". El mapa tiene guardado el corazón para el momento en que lo necesite y éste cobra vida en el contexto de la ética de la frontera y el patriotismo cuando se decodifica la topografía a partir de mi estilo empáticamente retórico de la imagen. Cuando las reglas sociales de la cartografía no están a la vista se tiene que probar una agenda oculta entre las líneas del mapa. Este mapa es engañoso y se necesita una estrategia distinta. En lugar de recoger los mensajes sociales que enfatiza el mapa, debemos buscar a que le quita énfasis; no tanto lo que muestra el mapa, como lo que omite. La interpretación se convierte en una búsqueda de silencios, o quizá resulte de utilidad "deconstruir" el mapa para revelar cómo el orden social crea conflictos dentro de su propio contenido. Entre los mapas qué podrían entenderse mejor de esta manera se encuentran algunos del siglo XVIII de gran escala, los levantamientos topográficos de los Estados Unidos y las imágenes aéreas. Aquí la tecnología ha suprimido las relaciones sociales como parecen ser precisos y objetivos, estos mapas a menudo se ven como documentos que no presentan problemas. Una imagen satelital o un mapa topográfico hecho mediante algún método "científico" —por lo menos eso se piensa— es neutral moral y éticamente. Es un documento concreto y directo. En la medida en que reconocemos las limitaciones técnicas, el camino de la interpretación se vuelve más seguro. Estas suposiciones son falsas. La representación nunca es neutral y la ciencia sigue siendo una realidad construida por el ser humano. Los mapas de gran escala de la parte este de Norteamérica de mediados del siglo XVIII son un ejemplo de esta limitación. A primera vista cumplen los objetivos de la cartografía de la Ilustración. Están construidos sobre medidas geodésicas; empiezan a mostrar cierto dominio cartográfico sobre los paisajes de esta zona y omiten algunos de tos elementos más abiertamente imaginativos, míticos y pictóricos de los mapas anteriores. Sin embargo, si los vemos más de cerca, nos damos cuenta de que también señalan los imperativos territoriales de una agresiva expansión inglesa en este continente. El colonialismo se señala en los mapas desde los márgenes. Con frecuencia los títulos hacen referencia al imperio y a la posesión y delimitación de territorio: las dedicatorias definen el rango social de los gobernantes coloniales: y las tarjetas, con todo un desfile de banderas nacionales, escudos de armas o coronas dispuestas por encima de los indios sirvientes, definen las relaciones de poder en la vida colonial. Sin embargo, los contornos de la sociedad colonial también pueden ser leídos entre las líneas de los mapas. La cartografía se ha convertido principalmente en un registro de los intereses coloniales. Es un retrato inconsciente de qué tan exitosamente se había reproducido una sociedad colonial europea en el Nuevo Mundo y los mapas otorgan seguridad a los conquistadores al reproducir la autoridad y los nombres de los lugares simbólicos del Viejo Mundo. Aún más en la medida en que la frontera se movió hacia el occidente, los vestigios del pasado indio fueron eliminados de la imagen. Muchos cartógrafos del siglo XVIII prefirieron los espacios vacíos al registro de la geografía india. No estoy diciendo que las omisiones, las "reglas de ausencia", fueran deliberadamente reforzadas a manera de especificaciones técnicas. Sin embargo, incluso cuando eran dadas por un hecho o aplicadas inconscientemente, percibirlas nos ayuda a cuestionar los mapas antiguos. Paralelismos iconográficos en el arte y la cartografía Arte (Se usan los términos de Panofsky) cartográfico sugerido) Cartografía 1. Tema primario o natural: motivos artísticos convencionales individuales 2. Tema Secundario o convencional 2. topográfica en los mapas el lugar específico 3 Significado o contenido intrínseco simbólico en los mapas: ideologías de espacio (Paralelismo 1. Signos Identidad 3. Significado El significado de los mapas Otra estrategia interpretativa aplica los métodos iconográficos de la historia del arte a los mapas. Se define a la iconografía como "esa rama de la historia del arte que se interesa en el tema o el significado de las obras de arte. La pregunta: ¿qué significaba el mapa para la sociedad que lo hizo y lo usó por primera vez?... es de una importancia interpretativa crucial. Los mapas se han vuelto una fuente para revelar las características filosóficas, políticas y religiosas de un periodo, o lo que en ocasiones se conoce como el espíritu de la época. Puede usarse una interpretación iconográfica para complementar el método de las reglas de la sociedad. Mientras que este último revela las tendencias del conocimiento cu los mapas, sus jerarquías, inclusiones y exclusiones, el primero examina de qué forma se tradujeron las reglas sociales al idioma cartográfico en términos de signos, estilos y vocabularios expresivos de la cartografía. La esencia del análisis iconográfico es que pretende descubrir los diferentes significados de una imagen, Panofsky sugiere que en un cuadro encontramos: J) un tema primario o natural, que consiste en motivos artísticos individuales; 2) un tema secundario o convencional, definido en términos de la identidad de todo el cuadro como representación de una alegoría o un acontecimiento específico (da el ejemplo de La última cena), y 3) un estrato simbólico de significado que a menudo tiene connotaciones ideológicas. Esto no ofrece una fórmula clara para la interpretación de los primeros mapas; sin embargo, se puede decir que los niveles de significado de un mapa son similares a los de un cuadro. Estos niveles paralelos de las dos formas de representación se resumen en el cuadro anterior. En primer lugar, en el primer nivel los signos, símbolos o emblemas decorativos individuales de un mapa se equiparan con los motivos artísticos individuales. Mientras que el significado completo de cualquier signo particular puede volverse aparente sólo cuando se le ve en el mosaico de otros signos en el mapa completo, para algunos fines interpretativos puede resultar necesario evaluar el contenido y el significado de los signos individuales (por ejemplo, al mismo tiempo que establecen su significado cultural, podemos necesitar saber qué tan confiable es el signo usado para describir una iglesia o una casa en un mapa antiguo, desde un punto de vista arquitectónico). En segundo lugar, la identidad del lugar real representado en un mapa se supone que sea equivalente al segundo nivel de Panofsky o a un segundo nivel de interpretación. Su percepción implica el reconocimiento de que un mapa particular es el de una plantación en Carolina del Sur de Boston o California, liste es el nivel, el del lugar real, en que los historiadores han usado más los mapas. Es más para evaluar los lugares reales de los mapas se han desarrollado la mayoría de las técnicas interpretativas, enfocadas ya sea a la precisión planimétrica, o bien al contenido. Existen numerosos ejemplares de este tipo de estudios topográficos. El tercer nivel interpretativo de un mapa es el estrato simbólico. Hasta hace pocos años, además de la aportación de unos cuantos historiadores del arte. Se había dado muy poca importancia a esta dimensión hermenéutica de los principios de la cartografía. Recientemente, la interpretación ha cambiado y ha comenzado a abarcar la lectura simbólica e ideológica de los primeros mapas. Aquí aceptamos que los mapas actúan como una metáfora visual de los valores aids importantes de los lugares que representan. Los mapas de Norteamérica siempre están cargados de esos valores culturales e importancia y representan una topología social con un dominio propio culturalmente reafirmado. Los mapas siempre representan más que una imagen física de un lugar. El plano de una ciudad o una visión airea es un emblema o un icono legible de la comunidad. Inscribe valores en un espacio cívico y subraya los sitios de creencias religiosas, ceremonias, rituales y autoridad. En los mapas de los atlas históricos y de condado del siglo XIX hay mucho más que un registro inerte de una topografía extinta. Lo que leemos es un discurso metafórico, tan grueso como un libro, acerca del orgullo rural inmigrante, de las utopías que se vislumbran, del orden y la prosperidad del paisaje. Estos mapas elogian la posesión de la tierra, privilegian las demarcaciones de las propiedades y hacen memorables las haciendas y los nombres de dueños de propiedades. Por medio de la palabra y de la imagen recurren a la industria y al patriotismo de los nuevos norteamericanos. Y mientras más lejos vemos, la cartografía se vuelve más simbólica. Luego entonces, un mapa de carreteras de Hand Mc Nally hace del enamoramiento estadounidense del automóvil un objeto de adoración, e incluso los mapas aparentemente terrenales de los USGS son una confirmación simbólica de las percepciones y las prioridades cambiantes de la sociedad, más que sólo mapas de objetos del paisaje. Así es como "los mapas hablan, aunque suavemente, de sutiles juicios de valor". Para leer un mapa de manera adecuada, el historiador siempre debe excavar debajo de su geografía superficial. Conclusión Al aceptar que los mapas son documentos fundamentales para el estudio del pasado norteamericano, comenzamos a apreciar con qué frecuencia los mapas atraviesan los principales procesos históricos. Desde los tratados territoriales hasta los planos de las ciudades, desde las vías de los trenes hasta las coordenadas rectangulares, subyacen en la construcción de los Estados Unidos modernos. Sin embargo, si bien ésta es una inmensa aportación práctica, no debemos ignorar la influencia histórica tic los mapas reales sobre los más elusivos mapas cognitivos de generaciones de estadounidenses desde el siglo XVI. Además de considerar al mapa como una fuente topográfica, nos estamos dando cuenta del poder cartográfico inserto en este discurso. El poder del mapa, un acto de control de la imagen del mundo, es como el de la imprenta en general. Desde la época de Colón, los mapas han contribuido a crear algunos de los estereotipos más dominantes de nuestro mundo. El uso que los historiadores dan a un mapa depende también del contexto del investigador en cuestión. Las reflexiones que se hagan están determinadas no sólo por las cualidades intrínsecas de un mapa particular, sino también por la investigación histórica de la que se trate, por sus objetivos, sus métodos de investigación y por todas las pruebas que pueda aportar. Al igual que existen innumerables mapas de Norteamérica que el historiador puede consultar, hay infinidad de temas de investigación para los cuales los mapas pueden ser adecuados. No ha sido mi intención minimizar los aspectos técnicos de la interpretación de los primeros mapas: sin embargo, ante el hecho de que ya disponen de bastante literatura, me pareció importante tomar esta oportunidad para trabajaren un marco más amplio dentro del cual pueden mostrarse. Los tres contextos de la cartografía que se han señalado nunca son mutuamente exclusivos, sino que se encuentran entretejidos de manera sutil y con frecuencia inseparable. Una vez que aprendemos a leer mapas, pueden convertirse en textos de una utilidad indispensable para el historiador. Mapas, conocimient o y poder Da d m e un m ap a; en to nc es pe rm íta se m e ve r qu é ta nt o se m e ha dej ad o pa ra co nq ui st ar to do el m un do ..., Aq uí co m en cé a m ar ch ar ha ci a Pe rsi a, pa sé po r Ar m en ia y po r el M ar C as pio ; de sp ué s ha cia Bi ti ni a do nd e to m é pri sio ner os a los tur co s y a su s gra nd es em pre sa s. De sp ué s m ar ch e ha cí a Eg ipt o y Ar ab ia, y aq uí, no m uy lej os de Al ej an drí a, do nd e se ju nt an el M ar Tir re no y el M ar M ue rto , co n m en os de cie n leg ua s de dis ta nci a en tre ell os, pr et en do co rta r un ca nal pa ra qu e los ho mbr es pu ed an lle ga r rá pi da m en te a la In di a. D e all í a N ub ia, ce rc a de l la go H or no , y en to nc es po r el M ar de Eti opí a, cor tan do la líne a del Tró pic o de Ca pric orn io; Lo co nq uis té to do lle ga nd o ha sta Za nzí ba r. CHRISTOPHER MARLOWE Tamburlaine, segunda parte (V. Ill, pp. 123-139) Un libro acerca de las imágenes geográficas que no aborde el mapa sería comot Hamlet sin el príncipe. No obstante, aunque durante mucho tiempo los mapas han sido fundamentales en el discurso de la geografía, casi nunca se leen como "ladrillos" de texto o como una forma de conocimiento construida socialmente. "La interpretación de los mapas" por lo general implica buscar "accidentes geográficos" sin expresar de qué manera, como forma manipulada de conocimiento, han ayudado a conformar esos accidentes. Es cierto que en la geografía política y en la historia del pensamiento geográfico los mapas se relacionan cada vez más con el poder (especialmente en los periodos de historia colonial). Sin embargo, el papel específico de los mapas, como imágenes con códigos históricamente específicos, sigue siendo identificado con todo el discurso geográfico del que con frecuencia se encuentran imbuidos. Lo que falta es un sentido de lo que Carl Sauer entendía como la elocuencia de los mapas. De esta suerte, ¿cómo podemos hacer "hablar" a los mapas acerca de los mundos sociales del pasado? Perspectivas teóricas Aquí pretendo explorar el discurso de los mapas en el contexto del poder político y mi enfoque es ampliamente iconográfico. Considero que los mapas son una parte de la familia más amplia de imágenes cargadas de valor. De este modo, he renunciado a entender los mapas como registros inertes de paisajes morfológicos o como reflexiones pasivas del mundo de los objetos; más bien los considero imágenes reflejadas que contribuyen a un diálogo en un mundo construido socialmente. Por lo tanto, alejo la lectura de los mapas de los cánones de la crítica cartográfica tradicional con su lista de oposiciones binarias entre los mapas "ciertos y los falsos", "precisos e imprecisos", "objetivos y subjetivos", "literales y simbólicos", o los basados en una "integridad científica" opuesta a la "distorsión ideológica", los mapas nunca son imágenes carentes de valor; excepto en el sentido euclidiano más estricto, por sí mismos no son ciertos o falsos. Tanto en la selectividad de su contenido como en sus signos y estilos de representación, los mapas son una manera de concebir, articular y estructurar el mundo humano que se inclina hacia, es promovido por y ejerce una influencia sobre grupos particulares de relaciones sociales. Al aceptar tales premisas se puede ver mejor lo susceptibles que son de manipulación por parte de los poderosos de la sociedad. En este amplio paisaje conceptual debo destacar tres puntos fundamentales a partir de los cuales se pueden trazar algunos de los contornos ideológicos más específicos de los mapas. En el primero, los mapas son un fino de lenguaje (si esto se toma de manera literal o metafórica no es vital para la argumentación). La idea de un lenguaje cartográfico es también conveniente para un acercamiento derivado directamente de la semiótica que, mientras ha resultado atractivo para algunos cartógrafos, es una herramienta demasiado pesada para una investigación histórica específica. La idea de lenguaje se traduce más fácilmente a la práctica histórica. No sólo nos ayuda a ver los mapas como imágenes recíprocas usadas como mediadoras de diferentes visiones del mundo, sino que también estimula la búsqueda de evidencias de aspectos como los códigos y el contexto de la cartografía, así como su contenido en un sentido tradicional. Un lenguaje —quizá sería más adecuado hablar de una "literatura" de mapas— también nos anima a buscar cuestiones como el cambio de lectores de los mapas, los niveles de cartoalfabetismo, las condiciones de autoría, aspectos como secretos y censura y también la naturaleza de las manifestaciones políticas hechas por los mapas. Además, la crítica literaria puede ayudarnos a identificar la forma particular del "discurso" cartográfico que yace en el corazón de este ensayo. El discurso ha sido definido como lo relacionado con "aquellos aspectos retóricos que evalúan, miden o convencen de un texto, en contraposición con los que simplemente nombran, ubican y cuentan"." El "simple" hecho de nombrar o ubicar un accidente en un mapa a menudo tiene un significado político; no obstante, se acepta que existe una división similar en los mapas. Son un tipo de imágenes retóricas y están determinados por reglas que gobiernan sus códigos y modos de producción, intercambio y uso social, al igual que cualquier otra forma discursiva. Esto, a su vez, puede llevarnos a una mejor apreciación de los mecanismos mediante los cuales los mapas, como los libros, se convirtieron en una fuerza política en la sociedad. Un segundo punto de vista teórico se deriva de la formulación de la iconografía de Panofsky. Se ha tratado de equiparar los niveles de interpretación de la pintura de Panofsky con niveles similares que se pueden distinguir en los mapas. La iconografía puede usarse para identificar no sólo un nivel literal o "superficial" de significado, sino también uno "más profundo", por lo general asociado con la dimensión simbólica del acto de enviar o recibir un mensaje. Un mapa puede llevar en su imagen un simbolismo asociado con el área, el aspecto geográfico, la ciudad o el lugar específico que representa. A menudo en este nivel simbólico el poder político se reproduce, comunica y experimenta mejor a través de los mapas. La tercera perspectiva se obtiene de la sociología del conocimiento. Ya se ha planteado la propuesta de que el conocimiento de los mapas es un “producto social” Y para hacerla más clara se han dispuesto dos grupos de ideas relacionadas con los ejemplos empíricos de este ensayo. El primer grupo se deriva de Michel Foucault quien, a pesar de que sus observaciones en el campo de la geografía y los mapas fueron superficiales, ofrece un modelo útil para la historia del conocimiento de los mapas en su crítica de la historiografía: La búsqueda de la verdad no era una actividad objetiva y neutral, sino que estaba relacionada íntimamente eon el "anhelo de poder" de quien buscaba la verdad. Por lo tanto, el conocimiento era una forma de poder, una forma de presentar los valores propios disfrazados de un desinterés científico. Asimismo, la cartografía puede ser "una forma de conocimiento y de poder". Así como "el historiador pinta el paisaje del pasado con los colores del presente". El topógrafo, de manera consciente o no, duplica no sólo el "ambiente" en un sentido abstracto, sino también los imperativos territoriales de un sistema político particular. Si se produce un mapa bajo la etiqueta de la ciencia cartográfica (el caso de la mayoría de los mapas oficiales) o si se trata de un ejercicio propagandístico abierto, no puede dejar de involucrarse en el proceso mediante el cual se ostenta el poder. Algunas de las implicaciones prácticas de los mapas pueden caer también en la categoría de lo que Foucault ha definido como actos de "vigilancia", especialmente los relacionados eon la guerra, la propaganda política, la definición de las fronteras o la preservación de la ley y el orden. Foucault no es el único que estudia la relación entre poder y conocimiento. También Anthony Giddens, al teorizar acerca de cómo los sistemas sociales han estado "insertos" en el tiempo y el espacio (aunque no menciona específicamente los mapas), hace referencia a "recursos de autoridad" (los diferencia de los recursos materiales) controlados por el Estado: "La acumulación de recursos de autoridad implica sobre todo la retención y el control de información o conocimiento. No cabe duda de que aquí el desarrollo decisivo es la invención de la escritura y la anotación". Los mapas fueron un invento similar para el control del espacio y facilitaron la expansión geográfica de los sistemas sociales, "una forma de apuntalar empleada por el poder del Estado". Como medio de vigilancia, implican tanto "el cotejo de información relevante para el control estatal de la conducta de la población sometida", como la "supervisión directa de esa conducta". En los tiempos modernos, mientras mayor es la complejidad administrativa del Estado, y más penetrantes sus ambiciones territoriales y sociales, también es mayor su apetito de mapas. Lo útil de estas ideas es que nos ayudan a prever imágenes cartográficas en términos de su influencia política en la sociedad. El simple hecho de que durante siglos se ha visto a los mapas como imágenes "científicas", y siguen siendo consideradas así por filósofos y semióticos, dificulta esta tarea. Las relaciones dialécticas entre imagen y poder no pueden ser encontradas con los procedimientos empleados para recuperar el conocimiento topográfica concreto de los mapas y no existe una prueba química para evaluar sus tendencias ideológicas. Los mapas como forma de "conocimiento que implica poder" son explorados en este capítulo bajo tres rubros: la universalidad de los contextos políticos en la historia de los mapas, cómo el ejercicio del poder estructura el contenido de los mapas., y cómo la comunicación cartográfica, en un nivel simbólico, puede reforzar ese ejercicio a través del conocimiento de los mapas. Contexto político de los mapas TS AR: Hij o mí o, ¿q ué esc rib es? , ¿qu é es est o? FY O n o r e a l D O R : U n m a p a d e d e p r i n c i p i o a M o s c o v i a ; n u e s t r o r e i f i n . V e a , p a d r e , a q u í e s t á M o s c ú . A q u í N o v g o r o d , a l l á A s t r a k á n . A l l á s e e n c u e n t r a e l m a r , a q u í e s t á e l b o s q u e v i r g e n d e P e r m , y m á s a l l á S i b e r i a . TSAR: ¿Y qué puede ser esto? ¿Estos trazos serpentinos? FY OD OR: ES el Vo lga. TSAR: ¡Espléndido! delicioso fruto aprendizaje! ¡El del En una sola imagen, como visto desde una nube todo nuestro dominio: sus fronteras, ciudades y ríos, ALEXANDER PUSHKIN, Boris Godunov En cualquier estudio iconográfico, sólo a través del contexto se puede descubrir adecuadamente el significado y la importancia del objeto de análisis. Tales contextos pueden ser definidos como las circunstancias en que se hicieron y usaron los mapas. Son análogos a la situación del discurso en los estudios lingüísticos e implican la reconstrucción de los ambientes físico y social de la producción y el consumo de los mapas, los hechos que condujeron a su trazado, la identidad de los cartógrafos y los usuarios de los mapas y sus percepciones del acto de trazar y usar un mapa en un mundo construido socialmente. Estos detalles hablan no sólo de los motivos que hubo detrás de los acontecimientos cartográficos, sino también de los efectos que los mapas pudieron haber tenido y de la importancia de la información que comunican en términos humanos. Incluso una inspección superficial de la historia cartográfica revela en qué medida el poder político, religioso o social produce el contexto de la cartografía. Lo anterior ha quedado claro, por ejemplo, en un estudio detallado de la cartografía en la Europa mediterránea prehistórica, antigua y medieval. A lo largo de este periodo, "el trazado de los mapas fue una de las armas intelectuales especializadas mediante la cual se podía obtener, administrar, legitimar y codificar el poder". Más aún este conocimiento se concentraba en relativamente pocas manos y "se asociaba a los mapas con la élite religiosa del Egipto dinástico y de la Europa cristiana medieval; con la élite intelectual de Grecia y Roma y con la élite mercantil de las ciudades-Estado del mundo mediterráneo durante la etapa final de la Edad Media". El mundo de la Europa antigua y medieval tampoco fue la excepción a este respecto. La cartografía, con cualquier otra importancia cultural que se le pueda atribuir, fue siempre una "ciencia de príncipes". Se sabe que en el mundo islámico los califas del periodo clásico de la geografía árabe, los sultanes del imperio otomano y los emperadores mongoles de la India encargaban el trazado de los mapas y los usaron con fines militares, políticos, religiosos y propagandísticos. En la antigua China, los mapas terrestres detallados también se hacían expresamente de acuerdo con las herramientas militares y los emblemas espaciales del destino imperial. En los inicios de la Europa moderna, desde Italia hasta los Países Bajos, desde Escandinavia hasta Portugal, en todos lados los monarcas absolutos y los hombres de Estado conocían el valor de los mapas para la defensa y la guerra, para la administración interna relacionada con el crecimiento del gobierno centralizado y como propaganda territorial en la legitimación de las identidades nacionales. Escritores como Castiglione, Elyot y Maquiavelo apoyaron el uso de mapas por parte de generales y hombres de Estado. Con los deslindes topográficos nacionales en Europa a partir del siglo XVIII, el papel de la cartografía en las transacciones de las relaciones de poder, por lo general favoreció a las élites sociales. Las funciones específicas de los mapas en el ejercicio del poder confirman también la ubicuidad de estos contextos políticos en un rango continuo de escalas geográficas. Éstas van de la estructura del imperio global, y la conservación del Estado-nación, a la confirmación local de los derechos individuales de propiedad. En cada uno de estos contextos, las dimensiones de la política y el territorio se fundieron en imágenes que, al igual que los títulos de propiedad, fueron parte del aparato intelectual del poder. Los mapas y el imperio Al igual que las armas de fuego y los barcos de guerra, los mapas han sido armas del imperialismo. En la medida en que los mapas se usaron en la promoción colonial y se adueñaron de las tierras en papel, antes de ocuparlas efectivamente, los mapas anticiparon el imperio. Al principio, los topógrafos marchaban al lado de los soldados para trazar mapas con fines de reconocimiento, después como información general y con el paso del tiempo, como una herramienta de pacificación, civilización y explotación en las colonias ya definidas. Sin embargo, hay algo más allá del trazado de fronteras para la contención práctica política y militar de las poblaciones sometidas. Los mapas se usaron para legitimar la realidad de la conquista y el imperio. Contribuyeron a la creación de mitos que ayudarían a conservar el statu quo militar. Como comunicadores de un mensaje imperial, se han usado como complemento agresivo de la retórica de los discursos, periódicos y textos escritos, o de las historias y canciones populares que elogian las virtudes del imperio. FIGURA Federación imperial. Mapamundi que muestra la extensión del Imperio británico en I886 fue publicado por primera ves como un suplemento del periódico Graphic, el 24 de julio de 1886. Se usaron la proyección de Mercator, tinta rosa para el territorio del imperio y emblemas decorativos que muestran a Britania sentada en el mundo para articular el mensaje del "Nuevo imperialismo". Con permiso de la British Library. En estos contextos imperiales, los mapas por lo general apoyaban el ejercicio directo del poder territorial. Las cuadriculas dispuestas por los agrimensores romanos, puestas en funcionamiento en la centuríación, eran una expresión de poder "extendido descuidadamente en todas direcciones (...) homogeneizando todo en su camino", al igual que el deslinde de tierra rectangular de los Estados Unidos creó "orden sobre la tierra" en más sentidos que sólo el de repetir un diseño clásico." El redescubrimiento del sistema tolomeico de geometría de coordenadas en el siglo XV fue un hecho cartográfico importante que favorecía una "sintaxis euclidiana" que estructuró el control territorial europeo. De hecho, la naturaleza gráfica del mapa dio a sus usuarios imperiales un poder arbitrario que era fácilmente separable de las responsabilidades sociales y consecuencias de su ejercicio. El mundo podía ser grabado sobre papel. El papa Alejandro VI demarcó las posesiones españolas y portuguesas en el Nuevo Mundo. En la división de Norteamérica, ella misma "parte de un vasto proceso y experimento europeo, un desarrollo actual del imperialismo internacional", las "propias líneas del mapa exhibían este poder y proceso imperial porque habían sido impuestos sobre el continente con poca referencia a los pueblos indígenas y en muchos lugares con poca referencia a la propia tierra. Los invasores se repartieron el continente entre ellos con diseños que reflejaban sus complejas rivalidades y su poder relativo". En el siglo XIX, cuando los mapas se institucionalizaron más y se vincularon al crecimiento de la geografía como disciplina, los efectos de su poder se manifestaron nuevamente en la ola continua de imperialismo europeo. La lucha por África, en que los poderes europeos fragmentaron la identidad de la organización territorial indígena, se ha vuelto casi un texto ejemplar de estos efectos. En nuestro propio siglo, en la división británica de la India en 1947, vemos cómo el trazo de una pluma a través de un mapa podía determinar las vidas y las muertes de millones de personas. Hay innumerables contextos en los que los mapas se convirtieron en la moneda de "tratos" políticos, contratos, subdivisiones, ventas y tratados realizados con motivo del territorio colonial y, una vez vueltos permanentes en la imagen, estos mapas con mucha frecuencia adquirieron fuerza de ley cu el paisaje. Los mapas y el Estado-Nación La historia de los mapas se encuentra inextricablemente vinculada al surgimiento del Estado-nación en el mundo moderno. Muchos de los mapas impresos de Europa subrayaban los estados, las corrientes de agua y las fronteras políticas que constituían las dimensiones políticoeconómicas de la geografía europea. Los primeros teóricos políticos encargaban mapas a los hombres de Estado, quienes, a su vez, estaban entre los primeros coleccionistas sistemáticos. En muchos países, la actividad cartográfica esta ya en gran medida bajo el mando del Estado. Figura 11.2. Los mapas estatales de gran escala y los catastros que los acompañan se convirtieron en una herramienta en el surgimiento del capitalismo agrario en Inglaterra a partir del siglo XVI. En este fragmento del mapa de Samuel Walker del estado de Garnetts Essex los detalles de propiedad (ON = tierras de Edward Taylor, DL = tierras de Richard Laovender), la delineación precisa y las medidas correctas (en acres, roods o perches) traducen los derechos de propiedad a una imagen tangible y de compromiso legal. El original esta en una escala de 50 cm por 1609 cm. Esta reproducción mide aproximadamente 1.6 x 1.1 m. Con permiso de la British Library (Manuscritos Adicionales 41848). No obstante, mientras el Estado estaba preparado para financiar esta actividad, de manera directa a través del erario público, o indirecta gracias a prerrogativas comerciales, a menudo se insiste en que se trataba de conocimientos que gozaban de privilegios gubernamentales. En Europa occidental, la historia de los secretos cartográficos, aunque a menudo no surtían efecto, se puede rastrear hasta el siglo XVI con la política de siglio española y portuguesa. Era una práctica para monopolizar el conocimiento, para "usar documentos geográficos como un recurso económico, de la misma manera que se guardaban en secreto y se utilizaban los misterios de oficio". Un ejemplo importante de la interacción entre los mapas y la política de Estado se encuentra en la historia de la tecnología militar. Ante la mirada de los militares, los mapas siempre han sido considerados un tipo delicado de conocimiento y las políticas de secreto y censura abundan tanto en la actualidad, en las especificaciones "escondidas" de defensa y de las agencias cartográficas, como en los cuarteles de campaña del pasado. En un nivel práctico, los mapas militares son elementos pequeños pero fundamentales de la infraestructura técnica del ejército en el campo de batalla. Así como se transformaron las técnicas de guerra que pasaron de ser tácticas de sitio a estrategias de mayor movimiento, especialmente a partir del siglo XVIII, también los mapas que se utilizaron para la guerra fueron transformados. Sin embargo, incluso en estos contextos activos se dieron procesos históricos más sutiles. El conocimiento de los mapas fomenta la conducta bélica mediante un control remoto, de manera que, consideramos, el acto de asesinar se contempla con mayor facilidad. Los mapas militares no sólo facilitan la conducta técnica de la guerra, sino que también aminoran el sentido de culpa que surge a partir de esta conducta. Las líneas silenciosas del paisaje de papel fomentan la idea de un espacio socialmente vacío. No todos los mapas militares son silenciosos; muchos de ellos proclaman a gritos la victoria militar. De la misma forma que existen desfiles, canciones y poemas militares, también, por lo menos a partir del siglo XV en Europa, ha habido planes de batalla diseñados para conmemorar los lugares sagrados de gloria nacional. Los mapas catastrales o estatales que muestran los derechos de propiedad revelan el papel de los mapas en la historia de las relaciones de clase agrarias. Aquí los mapas pueden ser considerados un medio a través del cual los señores estatales o individuales podían controlar de manera más efectiva una población campesina que ocupaba la tierra. En la sociedad romana, las prácticas codificadas de los agrimensores pueden Los mapas y los interpretarse no sólo derechos de como manuales técnicos propiedad de división en un sentido teórico, sino también como una estructura social para regular legalmente las tierras expropiadas y para calcular los gravámenes. Los mismos mapas forjados en bronce o tallados en piedra estaban diseñados para hacer más permanente un orden social en el que había hombres libres y esclavos, y para el cual la división territorial era la base del estatus. También en los inicios de la Europa moderna estaban en funcionamiento algunas de estas fuerzas, a pesar de que el contexto sociológico de los mapas era distinto. El grado hasta el cual el mapeo de las zonas rurales locales estaba encerrado en un proceso de litigio no nos deja duda en cuanto a su contexto socio legal y a su efectividad como medio para resolver conflictos entre señores y campesinos por derechos de propiedad de la tierra. Los mapas cabían tan bien en la cultura de la sociedad de las tierras como lo habían hecho en las diplomacias de la corte y en las maniobras militares de los Estados-nación del Renacimiento en Europa. En términos similares, los mapas se pueden ver insertos en algunos de los cambios estructurales a largo plazo en la transición del feudalismo al capitalismo. La economía del mundo y su nueva división geográfica del trabajo se producía con la ayuda de documentos geográficos, entre ellos los mapas. Los planos precisos y de gran escala eran un medio para explotar más eficientemente la tierra, para aumentar los costos de renta y para reforzar las obligaciones legales que modificar los documentos de tenencia de la tierra. Al sustituir topografías escritas más antiguas, los mapas sirvieron, 3 manera de inventario gráfico, como una codificación de información acerca de la propiedad, la tenencia, los valores rentables, las prácticas de cosecha y el potencial agricultor que permitía a los dueños capitalistas de la tierra contemplar sus bienes como un todo y tener un mejor control de ellos. 53 Ver era creer en relación con las jerarquías territoriales expresadas en los mapas. Ya sea en la historia general del desarrollo de la agricultura, de la demarcación, del secado o de la construcción de diques en pantanos y ciénegas, o en la reclamación de colinas y páramos, el topógrafo cada vez con mayor frecuencia camina al lado del señor para difundir formas capitalistas de agricultura. Los mapas dificultaron de manera invisible la vida cotidiana de la gente común. Así como un reloj, como símbolo gráfico de la autoridad política centralizada, trajo consigo la "disciplina del tiempo" al ritmo de los trabajadores industriales, las líneas de los mapas, dictadoras de una nueva topografía agraria, introdujeron una dimensión de "disciplina del espacio". En las sociedades campesinas europeas, las antiguas tierras comunes eran subdivididas y asignadas con ayuda de los mapas, y en la "selva" de las antiguas tierras indias de Norteamérica las líneas fronterizas del mapa fueron un medio de apropiación que, quienes desconocían los métodos topográficos geométricos, no lograron nunca cuestionar. Los mapas ingresaron en el sistema legal, se colocaron en la artillería militar, adquirieron una aureola de ciencia y contribuyeron a la creación ele una ética y una virtud de definición cada vez más precisa. El trazado de mapas excluía tanto como incluía. Fijaban la relatividad territorial de acuerdo con los días de nacimiento, accidentes de descubrimiento o, con mayor frecuencia, el mecanismo del mercado mundial. Contenido de los mapas en las negociaciones de poder "¿Ése es el mismo mapa?", preguntó Jincey. Ella señaló el gran mapamundi que colgaba, enrollado durante el verano, por encima del pizarrón que estaba detrás de la señorita Dove. "¿China todavía es anaranjada?" "Es un mapa nuevo —dijo la señorita Dove—. (China ahora es morada." "Prefiero el mapa viejo —dijo Jincey—. Me gusta el viejo mundo." "La cartografía es un arte en movimiento", dijo la señorita Dove. FRANCES GRAN PATTON, Good Morning, Miss Dove Durante mucho tiempo los cartógrafos y los historiadores cartográficos han estado conscientes de las tendencias del contenido de sus mapas y se, refieren a ellas como "inclinación", "desviación", "distorsión" o "abuso" de los sólidos principios cartográficos. Sin embargo, se ha dedicado muy poco espacio en la literatura cartográfica a las implicaciones políticas de estos términos y a lo que ellos representan y, todavía menos, a sus consecuencias sociales. Tal "inclinación" o "distorsión" por lo general se mide con una regla de "objetividad" que se deriva, a su vez, de un procedimiento cartográfico. Sólo en los mapas que se distorsionan de manera deliberada con fines, por ejemplo, propagandísticos o publicitarios, se discuten las consecuencias. La cartografía "profesional" del Servicio Estatal de Cartografía del uses, Bartholomew o Rand Mc Nally o sus antecesores .serían considerados absolutamente libres de estas imágenes políticamente contaminadas. Que los mapas pueden producir una imagen verdaderamente científica del mundo, en la que la información concreta se representa de manera objetiva, es una idea muy arraigada en nuestra cultura mítica. Reconocer que toda la cartografía es una "ficción intrincada y controlada" no nos impide conservar una diferencia entre las presentaciones del contenido del mapa deliberadamente inducidas por el artificio cartográfico y aquéllas en las que no se examina el contenido estructural de la imagen. Distorsiones deliberadas del contenido del mapa En toda la historia de los mapas se pueden encontrar distorsiones deliberadas del contenido de un mapa con fines políticos y el cartógrafo nunca ha sido un artista, dibujante o técnico independiente. Detrás del "cartógrafo está un conjunto de relaciones de poder que crean sus propias especificaciones. Ya sea impuesta por una persona individual, por la burocracia del Estado o por el mercado, estas normas pueden ser reconstruidas tanto a partir del contenido de los mapas como del modo de representación cartográfica. Mediante la adaptación de proyecciones individuales, la manipulación de la escala, la magnificación o el cambio de signos o de tipografía, o el uso de colores emotivos, quienes trazan los mapas de propaganda por lo general han apoyado la visión unilateral de las relaciones geopolíticas. Estos mapas han formado parte de la vigencia de las estrategias internacionales psicológicas de guerra mucho antes de ser usadas por los geopolíticos nazis. Las guerras religiosas de la Europa del siglo XVII y la Guerra Fría del siglo XX expresaron sus batallas en los contenidos de los mapas propagandísticos tanto como a través de otros medios. Mapas aparentemente objetivos también se caracterizan por la manipulación constante de su contenido. La "censura cartográfica" implica la representación incorrecta y deliberada, diseñada para confundir a los usuarios potenciales del mapa, quienes, por lo general, eran opositores del statu quo territorial. No debemos confundir lo anterior con las supresiones o las adiciones producto de errores técnicos, de incompetencia o forzados por la escala o la función. La censura cartográfica quita de los mapas aspectos que, como otras cosas que permanecen iguales, esperaríamos encontrar. Naturalmente, esto es menos notorio que una distorsión evidente. Se justifica en terrenos de "seguridad nacional", "eficiencia política" o "necesidad comercial", y su práctica aún está considerablemente difundida. La imagen censurada marca los límites del discurso permisible y las omisiones deliberadas desalientan la "aclaración de alternativas sociales |...| dificultando que el desposeído ubique la fuente de su inconformidad, ya no se diga la remedie". La justificación más común de la censura cartográfica quizá siempre haya sido militar. En su forma más generalizada ha implicado la prohibición de la publicación de deslindes. Por otro lado, los detalles de las conquistas en los mapas del siglo XVIII no fueron corregidos por Federico el Grande para engañar al enemigo potencial, de la misma manera que se ha deducido que las ciudades de algunos mapas rusos fueron reubicadas deliberadamente en posiciones incorrectas en la década de los sesenta para evitar que las fuerzas enemigas tomaran medidas estratégicas. Asimismo, desde el siglo XIX ha sido una práctica casi universal, "limpiar" sistemáticamente evidencias de instalaciones militares clave de las series oficiales de mapas topográficos. Ahora la práctica se extiende a otras características cuando su inclusión es potencialmente vergonzosa para el gobierno en cuestión; por ejemplo, los tiraderos de desperdicios nucleares se omiten en los mapas topográficos oficiales de los usos. La falsificación deliberada del contenido de los mapas se ha relacionado con consideraciones políticas ajenas a las exclusivamente militares. Se han tergiversado las fronteras de los mapas, por una parte, para justificar reclamos históricos de territorio nacional, y por otra, como producto del arte de la predicción, que consiste en usar los mapas para proyectar y legitimar ambiciones territoriales futuras. Por ejemplo, las fronteras en disputa, mostradas en los mapas y atlas oficiales, o en imágenes más efímeras como estampillas postales, han sido incluidas o suprimidas de acuerdo con la preferencia política del momento. Estas prácticas tampoco se aplican únicamente a las fronteras políticas de los mapas. Está suficientemente documentado el hecho de que las geografías de lengua, "raza" y religión han sido reflejadas de acuerdo con las creencias dominantes. FIGURA 11.3. Incluso los simples mapas temáticos pueden transmitir sutiles mensajes propagandísticos. Este mapa de atlas escolar, del Geschitatlas fur die deutsch Jungen (Julius Bels, .Ved., 19.15), representa los elementos germánicos en Europa y (en un mapa inserto) del otro lado del océano; sin embargo, no ofrece una leyenda para los valores de los tres tamaños de símbolos. Mientras que la pauta de distribución es realista, las minorías germanas en los países europeos por lo general eran mucho más pequeñas (menos de 4% de la población total) de lo que el símbolo sugiere. Con permito de la British Library (Mapas 30.b.25). Hay numerosos casos en que los nombres indígenas de lugares de los grupos minoritarios se suprimen en los mapas topográficos en favor de una toponimia estándar del grupo que tiene el control. Distorsiones "inconscientes" del contenido de los mapas Para el estudiante de la iconografía cartográfica debe resultar interesante también el sutil proceso mediante el cual el contenido de los mapas recibe la influencia de los valores de la sociedad que produce el mapa. Cualquier historia social de los mapas debe ocuparse de estas reglas ocultas de las imágenes cartográficas y de sus consecuencias accidentales. Abordarán tres aspectos de estas estructuras ocultas: el relacionado con la geometría de los mapas, con los "silencios" en el contenido y con las tendencias jerárquicas en la representación cartográfica. Geometría subliminal La estructura geométrica de los mapas, su diseño gráfico en relación con la ubicación en la que se centran o con la proyec ción que determina su relación de transformación respecto de la tierra es un elemento que puede magnificar el impacto político de una imagen incluso cuando no se pretenda distorsionarla conscientemente. Un aspecto universal de los primeros mapamundis, por ejemplo, es cómo han estado constantemente centrados en "el ombligo del mundo", según ha sido percibido por distintas sociedades. Este "síndrome del ombligo" en el que un pueblo piensa que ha sido designado por la divinidad para ser el centro del universo, puede encontrarse en mapas muy lejanos en tiempo y en espacio, como los de la antigua Mesopotamia, con Babilonia en el centro; los mapas del universo chino con China en el centro; los griegos centrados en Delfos; los islámicos centrados en la Meca y los mapamundis cristianos que ubican a Jerusalén como el "verdadero" centro del mundo. El efecto de esta geometría de "perfeccionamiento de posición" sobre la conciencia social del espacio es muy difícil de valorar y sería incorrecto sugerir que históricos o técnicos. En la Irlanda del siglo XVII, por ejemplo, el hecho de que los sobre algunas de las características de diseño usuales contribuyeron necesariamente a topógrafos que trabajaban para los propietarios ingleses a veces excluyeran las visiones idénticas del mundo. Sin embargo, por último, estos mapas tienden a enfocar viviendas de los irlandeses nativos de sus mapas que, por demás, eran "precisos", no la atención del que los observa en el centro; por lo tanto, promueven el desarrollo de es sólo cuestión de escala y de prominencia topográfica de las casas, sino de los "visiones del mundo dirigidas hacia el interior, cada una de ellas con un centro de conflictos religiosos y de las relaciones de clase del campo irlandés. Se puede decir lo culto separado, aseguradas dentro de territorios poblados sólo por verdaderos mismo de las omisiones de los levantamientos de condado impresos de la Inglaterra creyentes". del siglo XVIII la exclusión de las pequeñas viviendas rurales puede responder tanto Esta visión también etnocéntrica puede haber sido ocasionada por algunas de las al mundo ideal de los clientes dueños de tierras que encargaban los mapas como a los proyecciones formales de mapas del Renacimiento europeo. También en ese caso, un dictados de la escala cartográfica. En muchos de los primeros mapas de ciudades, el mapa "estructura la geografía que describe de acuerdo con una serie de creencias cu cartógrafo puede haber ignorado inconscientemente las calles y los jardines de los cuanto a cómo debería ser el mundo y presenta esta construcción como verdadera". pobres para preferir los caminos principales, los edificios públicos y las residencias En el conocido ejemplo de la proyección de Mercator no se sabe si él mismo, quien de la clase comercial a manera de promoción consciente de orgullo cívico o con el fin diseñó el mapa pensando en los navegadores para mostrar instrucciones reales de de jactarse de algún éxito comercial. Este filtro ideológico es un proceso universal. brújula, era consciente del grado hasta el cual su mapa llegaría a proyectar una En el trazado colonial de los mapas, al igual que en Norteamérica en el siglo XVIII, imagen que reforzara con tanta fuerza la visión europea de su propia hegemonía del los silencios también se consideran una manifestación de discriminación contra los mundo. Aún así. el simple hecho de que en su proyección Europa quede en el centro pueblos nativos. Un mapa como el de Virginia de Fry y Jefferson (1751) sugiere que del mundo, y de que el área de las masas de tierra está tan distorsionada que dos los europeos habían vivido ahí desde siempre; la parte en la que se representan las terceras partes de la superficie de la tierra parecen estar en una latitud alta, debe de "naciones indias" se dibuja como señal de la futura expansión colonial y no como un haber contribuido notablemente al sentido europeo de superioridad. De hecho, en la reconocimiento de su integridad étnica. De esta manera, durante el largo periodo de medida en que los "estados colonialistas blancos" aparecen en el mapa relativamente las exploraciones, los mapas europeos dieron una visión parcial de los encuentros más grandes de lo que son, mientras que "las colonias" habitadas por pueblos de color étnicos y apoyaron el derecho divino de apropiación territorial de los europeos. se muestran "demasiado pequeñas", sugiere cómo se puede leer y entender como una También los atlas europeos, mientras codificaron un rango mucho mayor de profecía geopolítica. conocimiento geográfico, promovieron una visión eurocéntrica imperialista que efectivamente reflejaba una inclinación al espacio doméstico que reforzaba la El silencio en los mapas percepción europea de la superioridad cultural en el sistema del mundo. Los silencios de los mapas, a menudo parte de estereotipos culturales más amplios, llegaron, por lo El concepto de "silencios" en los mapas es fundamental para cualquier tanto, a poner en alto las profecías cumplidas acerca de la geografía del poder. argumentación en torno a la influencia de sus mensajes políticos ocultos. Aquí se afirma que los mapas, al igual que los ejemplos del campo de la literatura o del mundo hablado, ejercen una influencia social tanto a través de sus omisiones como por medio de las características que describen y enfatizan. Las corrientes políticas escondidas bajo estos silencios son tan poderosas que en ocasiones resulta difícil explicarlas únicamente recurriendo a otros factores Jerarquías de representación El papel del mapa como forma de proclamación social es aún más reforzado por los sistemas de clasificación y por las formas de representación (los signos supuestamente convencionales o cartográficos) que han sido adoptados para las características del paisaje. Durante mucho tiempo, una de las reglas de los cartógrafos ha sido que los signos para las ciudades y los poblados, descritos ya sea mediante iconos u otros recursos abstractos, se muestran de manera proporcional al rango de los lugares en cuestión. No obstante, la jerarquía visual de los signos resultante en los primeros mapas modernos a menudo es una réplica de los estratos legales, feudales y eclesiásticos. De hecho, los cartógrafos contemporáneos no han perdido el concepto de una sociedad territorial dispuesta en hileras. Mercator, por ejemplo, esperaba en su atlas de 1595 mostrar "una enumeración y asignación exacta de las sedes de príncipes y nobles". Al igual que otros cartógrafos anteriores, diseñó un conjunto de signos de la colonización que, con la misma fidelidad que las cuadrículas ya mencionadas, conforman un ordenamiento del espacio representado en el mapa con el solo hecho de hacerlo visible. En otros mapas las ciudades ocupan espacios, incluso cumpliendo con las convenciones cartográficas, excesivamente alejados de su tamaño real." También los signos de los castillos, ya que implican un rango feudal y militar, en ocasiones son más grandes que los correspondientes a los poblados, a pesar de que ocupan en la tierra un tamaño menor. Los escudos de armas, símbolo de posesión territorial, se empleaban para localizar la cabeza de un señorío, mientras que a los asentamientos cuya tenencia dependía del orden feudal se les asignaban signos inferiores sin importar su población o el tamaño del área que ocupaban. Esto fue particularmente común en los mapas del territorio germano que anteriormente se encontraban dentro del Sacro Imperio Romano. Estos mapas prestan una atención considerable a la geografía del poder de la Iglesia. Con frecuencia el principal mensaje era el de la ubicuidad de la Iglesia. Se tratara de territorio "impío" en manos de los turcos, de tierras bajo el gobierno del papado, de áreas dominadas por protestantes en general o por sectas específicas como los husitas, los mapas comunicaban la extensión del estado temporal dentro del paisaje espiritual como mensaje secundario. FIGURA 11.4. Los silencios en los mapas. Detalle de A Plan of the Cities of London and Westminster (1775) que mmuestra el área occidental construida de la ciudad de Londres y los prestigiosos nuevos desarrollos de los campos verdes de Bloomsbury. Mientras que los distritos del norte de Covent Garden y alrededor de Broati Street y St. Giles rápidamente se convertían en barrios pobres, el cartógrafo produjo una visión idealizada de la ciudad que subraya la graciosa rusticidad de las principales manzanas, pero no enseña la pobreza urbana. Con permiso de la British Library (Colección Grace, port. 3:107). Estos mapas no sólo resaltan la percepción del poder de la Iglesia como una institución dentro de la sociedad, sino que también registran las jerarquías espaciales y las denominaciones en conflicto dentro de la Iglesia. En el punto anterior notamos que en el mapa de Irlanda (1599) de Boazio se coloca un signo pictórico exagerado para la "ciudad del obispo" en la parte superior de la leyenda, de la misma manera que en los mapas regionales de Inglaterra en la Reforma los signos de las torres y de los capiteles de las iglesias a menudo estaban muy por encima de los requerimientos de una escala vertical conceptual. Respecto de las jerarquías, los signos individuales de obispados y arzobispados, en filas de cruces dobles o sencillas, báculos, mitras y variaciones de tocados eclesiásticos, son prueba de la organización social de la religión. De nuevo las magnificaciones selectivas de los signos cartográficos estaban estrechamente vinculadas a las alianzas cambiantes de creencias contrarias. Sobreviven como expresiones de las batallas religiosas de los principios de la Europa moderna. Figura. Jerarquías sociales confirmadas en signos cartográficos: Placa 14 de M. Buohote, Les Regles du Dess ein et du Lavis (1721 ). Con permi so de la Britis h Librar y (Libro s Impre sos, 57. c. 21). Sin embargo, si bien los mapas en ocasiones reaccionaban a circunstancias religiosas cambiantes, también tendían a favorecer el statu quo legitimando las jerarquías establecidas por mapas previos. Constituían un vocabulario socialmente conservador. En Francia, por ejemplo, los cartógrafos, como servidores de la Corona, inscribían imágenes a manera de propaganda estatal, acentuando los mecanismos administrativos de su burocracia centralizada y describiendo aspectos del código legal del ancien régimen. En 1721 cuando Bouchotte codifica los signos que usaría en los mapas regionales (cortes particulieres) de los territorios que daban título a sus dueños, se mencionan por lo menos siete (Duche Puiric Principaute, Duche. Marquisat, Comté, Vicomté, Baronnic), así como cinco rangos eclesiásticos (arzobispado, obispado, abadía, priorato y comanderie). El simbolismo cartográfico del poder L a t i e r r a e s u n l u g a r d o n d e s e e n c u e n t r a I n g l a t e r r a , r a r e l g l o b o t e r r á q u e o s e e n e n c u e n t r a c u a l q u i e r a l d i r e c g i c i ó n ; l a s m a n c h a s s o n t o d a s r o j a s s t o e s g r i s , é s e e s e l s i g n i f i c a d o y e l d e l r e D í a e s d e l d e I m p e r i o . l a e G . K . C H E S T E R T O N , " C a n c i o n d u c a c i ó n : I I G e o g r a f í a " , P o e m a s r e u n i d o s d e G . K . C h e s t e r t o n En la articulación del poder, el nivel simbólico con frecuencia es el más importante en la comunicación cartográfica y es así como los mapas resultan más retóricos y convincentes. Tomemos, por ejemplo, la importancia simbólica del grupo de mapas que se encuentra dentro de los cuadros, donde están insertos en el discurso de la pintura. De manera alternativa podemos evaluar cómo los emblemas artísticos —que quizá no sean de carácter cartográfico, pero cuyo significado puede ser iconográficament e identificado en un repertorio más amplio de imágenes dentro de una cultura— funcionan como signos en los mapas decorativos en que aparecen insertos en el discurso del propio mapa. Una vez relacionado el significado de emblemas específicos con el territorio representado en el mapa, podemos preguntarnos por qué los mapas no decorativos pueden igualmente simbolizar valores culturales y políticos. Los mapas en la pintura El uso que hacen los artistas de globos y mapas como emblemas con un simbolismo específico se puede encontrar desde el mundo clásico. Como signo con carga política, el globo u orbe con frecuencia ha simbolizado la soberanía sobre el mundo. A partir de los tiempos romanos (en monedas y manuscritos) un globo u orbe era sostenido por las manos del rey o emperador. En la era cristiana, ahora con una cruz encima, el orbe se convirtió en insignia de los sagrados emperadores romanos, y en la pintura religiosa a menudo se mostraba sostenido por Cristo como Salvator Mundi o por el Padre Dios como Creator Mundi." Estos significados fueron trasladados a las artes del Renacimiento. Para el siglo XVI, los globos que, al igual que los mapas, se habían vuelto un lugar común en la cultura impresa”, ahora se mostraban como una parte de las insignias reales de autoridad en los retratos de reyes, embajadores, hombres de Estado y nobles. Sin embargo, ahora su principal intención era transmitir la magnitud del poder, la ambición y las empresas territoriales de quienes los llevaban. Estos cuadros proclamaban el derecho divino al control político; el emblema del globo indicaba la escala mundial en que se podía ejercer y para la que se deseaba.' Esos mapas en la pintura han funcionado como símbolos territoriales. Los cielos murales del mapa del Renacimiento italiano, por ejemplo, se pueden interpretar como la suma visual del conocimiento, el poder y el prestigio contemporáneos, parte de ellos religiosos, pero sobre todo seglares.''- En los retratos de emperadores, monarcas, hombres de Estado, generales y papas, los mapas también aparecen como un resumen gráfico del poder social y territorial que se esperaba que ejercieran. Es correcto que Isabel I esté de pie en un mapa de la Inglaterra del siglo XVI; que Cassini pinte a Luis XIV con un mapa de su reino; que el papa Pío IV supervise el levantamiento y el secado de las ciénagas pónticas y que frecuentemente se represente a Napoleón con mapas, ya sea a caballo, cuando está acampando, o sentado, discutiendo conquistas propuestas o logradas. Incluso cuando el medio cambia de la pintura a la fotografía o al cine se conserva el potente simbolismo de los mapas, como lo percibieron los cineastas de Napoleón o de Hitler. En los periódicos o en las pantallas de televisión, así como en numerosas caricaturas políticas, frecuentemente se muestra a los líderes militares con un mapa enfrente para confirmar o asegurar a quienes los ven la obra del poder sobre el territorio del mapa. Los mapas como motivo siguen siendo aceptados como signos geopolíticos en la sociedad contemporánea. Madagascar que él estaba promoviendo. Reproducido gracias a la gentil autorización de Su Alteza el Duque de Norfolk (Fotografía del Courtauld Institute of Art). La ideología de la decoración cartográfica FIGURA El mapa como símbolo territorial. En esta pintura de Thomas, decimocuarto conde de Arundel, y su esposa Aletea (hecho por o después de Van Dyck, es. 1635), el conde señala un viaje colonial a la isla de vocabulario de expresión artistica contribuyeron a reforzar los significados politicos y a enfocarse en ellos. Visto de esta manera, el concepto de la decoración cartográfica como un ejercicio estético marginal resulta anticuado. Este papel simbólico de la decoración se puede encontrar en gran parte de la historia de la cartografía europea. Los frontispicios y las portadas de muchos atlas, por ejemplo, definen explícitamente, mediante emblemas generalmente claros, Desde el Renacimiento, las imágenes de los mapas rara vez se encuentran solas como discretas manifestaciones geográficas; más bien están acompañadas por una amplia gama de emblemas decorativos. A partir de Jonathan Swift, estos elementos se han ido descartando por incidentales para los fines de la comunicación cartográfica. Esas portadas decorativas, las letras, las tarjetas, las viñetas, las dedicatorias, las rosas de los vientos y los márgenes que pueden incorporar motivos del tanto la importancia ideológica como el alcance práctico de los mapas que contienen. ‘‘Los arcos monumentales son expresión de poder; el globo y la esfera armilar se asocian con dedicatorias reales; los retratos de reyes y reinas, así como las imágenes de escudos reales de armas se incorporan al diseño; otros emblemas reales como la flor de lis o el águila imperial también tienen una carga política, así como ideas geográficas más mundanas acerca del espacio que se registra cu el mapa. Las figuras personificadas con mayor frecuencia son las de nobles, obispos, comerciantes acaudalados y aristócratas. En los mapas estatales ingleses se incluyen símbolos microcósmicos de la riqueza de tierras: escudos de armas, casas de campo y la actividad de cacería de los dueños que se representan." Ser dueño del mapa era ser dueño de la tierra. En los atlas y mapas de pared, la decoración sirve para simbolizar la adquisición de territorios de ultramar. Los navegadores europeos, representados con el símbolo cartográfico de su oficio: brújulas o compases de puntas, reflexionaban seriamente sobre las Terrae incognitae como si tomaran posesión de ellas antes de haber comenzado sus actos de "descubrimiento", conquista, exploración y explotación. De hecho, en los mapas de estos imperios de ultramar encontramos algunos de los ejemplos más impresionantes de reforzamiento ideológico a través de la decoración. Si vemos los mapas de Sudamérica de los exploradores franceses del siglo XVI o los mapas británicos de territorios africanos del siglo XIX, en todos ellos la decoración desempeña un papel importante pues incluyen una serie de estereotipos y prejuicios raciales en las áreas representadas. Esto es evidente también en África. La decoración de los mapas producidos en Europa difundió la imagen del Continente Negro. Algunos de los motivos empleados sugieren la idea de que fue difícil para los europeos FIGURA LA portada del atlas como una afirmación geográfica. En la edición de 1571 del Theatrum Orbis Terrarum de Abraham Ortelius, Europa es personificada como gobernadora del mundo y está sentada en un trono por encima de los otros tres continentes. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana. Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. símbolos del poder europeo no se alejan del espacio africano. Los barcos, los castillos, los fuertes europeos y las figuras de soldados con uniformes europeos se despliegan en los mapas de las regiones costeras; los "reyes" africanos se muestran sometidos a la autoridad europea; y los ángeles alegóricos, la Biblia o la cruz otorgan a los africanos "bárbaros" los beneficios de la cristiandad como parte del paquete colonial de la Ilustración. En ocasiones también las tarjetas y las viñetas simbolizan la autoridad colonial de las naciones individuales; por ejemplo, en un mapa francés de 1708 se muestra a los africanos negros con un león debajo de las armas de Francia. El "hecho" cartográfico como símbolo FIGURA 11.8. Lae religiones y él conflicto territorial se muestran en la tarjeta del mapa del Danubio en Mayor o Geographia Blaviana tamo 3, Alemania (Amsterdam, 1662), Aquí, el santo emperador romano (izquierda), investido con los emblemas del poder y de la fe cristiana, confronta al infiel sultán, enemigo de la cristiandad y destructor de la cruz. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana. Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. aceptar que la humanidad africana era diferente. Luego entonces, en los márgenes de muchos mapas africanos aparecen caras con rasgos europeos. A los hombres africanos se les daban apariencias físicas "ideales" y poses propias de la iconografía de la Grecia y la Roma clásicas; los gobernantes africanos, obedeciendo a la suposición de que los sistemas políticos europeos eran universales, por lo general eran representados en los mapas como reyes. En otros casos, los símbolos de otredad asumían la forma de un racismo bizarro. Se muestra a los nativos sobre un avestruz o un cocodrilo realizando prácticas caníbales; se les agrupa y se les pone el título de "hombres salvajes", o, como en un mapa francés del siglo XVIII, se incluye "una raza de hombres y mujeres con cola". En las representaciones de las mujeres africanas, la sexualidad femenina y las alegorías de América y los otros continentes con frecuencia son bastante explícitas respecto de las sociedades europeas dominadas por los hombres. Los eran tanto un ensayo sobre simbolismo sagrado como representaciones más pictóricas de la región. Éstos no son ejemplos excepcionales del papel histórico de los mapas con medidas en la conformación del mito y la tradición. Los mapas de listado, aunque derivados de un levantamiento Retrocedamos un poco respecto de estos ejemplos de expresión artística para observar otro aspecto de los mapas "reales". Después de ver mapas representados en contextos metafóricos resulta más fácil darse cuenta de que un mapa que carece de decoración o de títulos y explicaciones puede, no obstante, seguir siendo un símbolo de autoridad política. Tales mapas se caracterizan por un "realismo simbólico", de manera que lo que a primera vista parece ser un "hecho" cartográfico puede ser también un símbolo cartográfico. Esta dualidad del mapa abarca gran parte del discurso cartográfico y es una de las principales razones por las que con tanta frecuencia los mapas constituyen un acto o una manifestación políticos. Una vez que se reconoce la ubicuidad del simbolismo y que los historiadores cartográficos aceptan la tradicional discontinuidad entre la fase "decorativa" y la "científica" de la actividad cartográfica, este simbolismo puede ser reconocido como un mito. Lejos de ser incompatibles con el poder simbólico, las mediciones más exactas lo refuerzan. La precisión se convirtió en el nuevo talismán de la autoridad. Por ejemplo, un mapa que muestra el contorno preciso de una nación, como el que Cassini proporcionó a Luis XIV, era una alegoría patriótica y al mismo tiempo un mapa impreciso, mientras que los "sobrios" de la Tierra Santa incluidos en las Biblias protestantes del siglo XVI, en parte para validar la verdad literal del texto, instrumental, simbolizaban una estructura social basada en la propiedad de la tierra: los mapas de condado y regionales, aunque fundamentados en la triangulación, articulaban los valores y los derechos locales; los mapas de los Estadosnación, aunque construidos sobre la base de los meridianos, eran una síntesis simbólica de un complejo de ideas nacionalistas; los mapamundis, aunque con mayor frecuencia trazados sobre proyecciones matemáticamente definidas, dieron un giro total al destino manifiesto de la conquista y la colonización europeas en el Nuevo Mundo. Incluso los mapas celestiales, aunque observados con telescopios cada vez más poderosos, contenían imágenes de las constelaciones que percibían las guerras religiosas y las dinastías políticas del mundo territorial. Sería prematuro decir que dentro de casi todos los mapas hay un símbolo político; sin embargo, por lo menos parece haber un primer fundamento para esta generalización. Conclusión: el discurso cartográfico y la ideología He pretendido demostrar de qué forma una historia de los mapas, junto con la de otros símbolos culturales, puede ser interpretada como una forma de discurso. Mientras que se pueden derivar algunas reflexiones teóricas, aún tenemos que luchar cuerpo a cuerpo con los mapas como sistemas únicos de signos cuyos códigos pueden ser los mismos tiempos icónicos, lingüísticos, numéricos y temporales, y una forma espacial de conocimiento. Se ha visto que no es difícil generalizar el papel mediador de los mapas en el pensamiento y en la acción política ni vislumbrar los efectos de su poder. Tanto a través de su contenido como de sus formas de representación, el trazado y el uso de los mapas han sido influidos por la ideología. No obstante, estos mecanismos sólo pueden comprenderse en situaciones históricas específicas. Las conclusiones deben igualmente leerse como ideas preliminares para una investigación más profunda. Figura Los mapas llegaron a servir como imágenes representativas del propio Estado-nación. En este grabado de The Polish Campaign tomo 1, Londres, 1863), la división de Polonia en 1772 se representa rompiendo el mapa. Quienes se encuentran ahí presencian el acto con preocupación (de izquierda a derecha: Catalina la Grande, la emperatriz María Teresa, José II de Austria y Federico II de Prusia), mientras que un ángel que representa a la Iglesia católica se voltea horrorizado y toca una trompeta en señal de alarma. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana. Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwokee. La forma en que los mapas se han vuelto parte de un sistema más amplio de signos políticos ha sido en gran medida determinada por sus asociaciones con grupos e individuos de élite o poderosos, y esto ha promovido un diálogo desigual a través de los mapas. Las flechas ideológicas han tendido a viajar definitivamente hacia una misma dirección: del poderoso al más débil en la sociedad. A diferencia de la literatura, el arte o la música, la historia social de los mapas parece haber tenido pocas formas genuinas de expresión popular, alternativa o subversiva. Los mapas son, principalmente, un lenguaje de poder, no de protesta. Aunque hemos ingresado en la era de la comunicación masiva a través de los mapas, los medios de producción cartográfica, ya sea comercial u oficial, aún están controlados en gran medida por grupos dominantes. De hecho, la tecnología de la computación ha aumentado esta concentración del poder de los medios. La cartografía sigue siendo un discurso teleológico que personifica al poder, refuerza el statu quo y congela la interacción social dentro de las líneas de las cartas. Los procesos cartográficos mediante los cuales se refuerza, reproduce, motiva y estereotipa el poder consisten tanto en actos deliberados como "prácticos" de deslinde y de ajustes cognitivos menos conscientes de los cartógrafos y de los usuarios de los mapas; las guerras, el trazado de fronteras, la propaganda o la preservación de la ley y el orden se encuentran documentados a través de la historia de los mapas. Por otro lado, los pro- cesos no declarados de dominación a través de los mapas son más sutiles y elusivos. Éstos proporcionan las "reglas ocultas" del discurso cartográfico, cuyos contornos pueden trazarse mediante las geometrías subliminales, los silencios y las jerarquías de representación. La influencia del mapa se canaliza por medio de su fuerza de representación y de sus representaciones explícitas. La iconografía del mapa en el tratamiento simbólico del poder es un aspecto poco atendido en la historia cartográfica. Al comprender su importancia nos alejamos de una historia cartográfica concebida como un registro de las intenciones del cartógrafo y de las acciones técnicas para dirigirnos a una que ubique a la imagen cartográfica como un mundo social. ,-. FIGURA Portada de Zambesia, England's El Dorado in Africa Londres, 1891. La escena se establece en un mapa del contorno de África. Britania. mostrando un mapa de Zambesia, trata de convencer a los colonizadores blancos de apro- vechar la riqueza económica del país mientras que se excluye a la población indígena africana de la escena. De la Colección de la Sociedad Geográfica Americana, Biblioteca de la Universidad de Wisconsin-Milwaukee. AMBESl/l representación se relega a una historia "ahistórica". ENGLAND'S EL DORADO IN , '-^l^fáf-' ' ^17 Crr*" • -«»»-"«»",i'«e»arilaUbaUIandandll«ahonaland, and *':' "^ '•"-•"lawn Adjuotflt Territorial, ud an Account of ' '* í'?•'- ■ ■ ■'■ ' ¿r^-twk AFRICA, "" oou> r"-lDS °r B»IIISH «OUTI! «míe». E P - - MATHERS, F.G.S., F.R.G.S., tj '-f* ■■*' ' :& Id,l°r of "BolIlh Africa." and Anlhor oí "Oolden Sou|h , BjSHPS= .- al! *MaW "* Ollrapaa ol ti» oald Nalda.- -Soul» Alrioa , Los mapas como tipo impersonal de conocimiento tienden a "desocializar" el territorio que representan. Fomentan el ,*. concepto de un espacio socialmente vacío. La cualidad •"«P *m**fíw- -Jj-.~ „_"" abstracta del mapa, representada tanto en las líneas de una proyección tolomeica del siglo XV como en las imágenes contemporáneas de la cartografía por computadora, aligera el cargo de conciencia respecto de la gente del paisaje. Las decisiones tomadas en el ejercicio del poder se retiran del terreno de los contactos inmediatos frente a frente. Estas ideas aún tienen que ser exploradas en contextos históricos específicos. Al igual que el historiador, el cartógrafo siempre ha desempeñado un papel retórico en la definición de las configuraciones de poder en la sociedad, así como en el registro de sus manifestaciones en un paisaje visible. Cualquier historia cartográfica que ignore la importancia política de la Silencios y secretos LA AGENDA OCULTA DE LA CARTOGRAFÍA EN LOS ALBORES DE LA EUROPA MODERNA Hace algunos años, en una visita a Leningrado consulté un mapa para saber dónde me encontraba, pero no lo logré. Desde donde estaba se veían iglesias enormes que un estaban señaladas en mi mapa. Guando finalmente se me acercó un intérprete para ayudarme, me dijo: "No incluimos las iglesias en nuestros mapas". Le contradije señalando una que estaba claramente marcada. "Es un museo —me dijo—, no es lo que llamamos una 'iglesia viva'. Las 'iglesias vivas' son las que no incluimos." Entonces me di cuenta de que no era la primera vez que estaba frente a un mapa que no mostraba muchas cosas que tenía frente a mí. Todo el tiempo que pasé en la escuela y en la universidad había consultado mapas de la vida y el conocimiento en los que casi no había señales de muchas de las cosas que más me preocupaban y que me parecía que tenían la mayor importancia posible para conducir mi vida. Recordé que durante muchos años mi perplejidad había sido total; ningún intérprete se había acercado a mí para ayudarme. Esto siguió así hasta que dejé de sospechar de la cordura de mis percepciones y comencé a sospechar de la credibilidad de los mapas. E.F. SCHUMACHER, "Sobre los mapas filosóficos", Una guía para los perplejos Este ensayo recoge un tema explorado con mayor profundidad en el contexto de las dimensiones ideológicas de la cartografía. Su interés principal es el diálogo que surge de la supresión, intencional o no, de información en los mapas. Se basa en una teoría del silencio cartográfico. Mi lectura del mapa no es técnica (ésta cuenta ya con bastante literatura), sino política. El objetivo de este ensayo es mostrar esos silencios que surgen de las políticas deliberadas de secreto y censura, y examinar, al mismo tiempo, los silencios más indirectos arraigados en procedimientos y reglas a menudo ocultos. Se puede decir que estas reglas son una especie de mentalite subconsciente que media el conocimiento contenido en los mapas con el fin de sustentar el statu quo y el poder del Estado. Aunque gran parte de lo dicho en este ensayo se aplica a todos los periodos, incluso el presente, éste se enfoca principalmente en los albores de la Europa moderna. A partir del siglo XVI los mapas ofrecen oportunidades particularmente claras para explorar una nueva perspectiva en las relaciones cambiantes y recíprocas entre el surgimiento del Estado-nación y la expansión de la cartografía. El origen de este ensayo se encuentra en el establecimiento de la estabilidad y la durabilidad, tareas principales de todos y cada uno de los Estados-nación en los albores de la Europa moderna, así como en otras épocas. Al establecer el marco teórico, se discutirá que la cartografía fue, principalmente, una forma de discurso político relacionada con la adquisición y la conservación del poder. Por lo tanto, para apoyar este argumento se utilizarán ejemplos tomados de los mapas. Teorías acerca de los silencios de los mapas El trazo de mapas de los Estados-nación de los principios de la Europa moderna ofrece ejemplos de diversos tipos de silencio cartográfico. Al igual que en la historia de la cartografía en general, se podría construir una tipología más amplia de los silencios. Existen varios agentes que contribuyen a los silencios en el proceso de realización de un mapa durante sus diferentes etapas, desde la recolección de datos hasta su compilación, edición, dibujo, impresión y publicación. Al evaluar los silencios debemos estar conscientes no sólo de los límites geográficos del conocimiento, sino también de las limitaciones tecnológicas de la representación, así como de los silencios en el registro de la historia debidos a la destrucción de pruebas. Sin embargo, en este ensayo no me interesan esos silencios surgidos de ignorancia geográfica, carencia de datos, errores, limitaciones de las mediciones, diseño deliberado ni otros aspectos de las carencias de especificación y técnicas. Aquí abordo los silencios políticos. De modo que resulta fundamental plantear una teoría adecuada respecto de los silencios políticos en los mapas, tanto para mi interpretación de la naturaleza de la cartografía del Estado como para las diversas maneras en que los mapas se utilizaron para conservar y legitimar el poder del Estado. Mi posición teórica se deriva de dos vertientes. La primera está relacionada con una percepción filosófica y, más específicamente, fenomenológica de los silencios. La segunda, con la sociología del poder y la idea de que el conocimiento es poder. Saltemos por los filósofos que el silencio es un fenómeno "encontrado en todos y cada uno de los segmentos de la experiencia humana en los que se da alguna expresión. Conocemos también la definición de la expresión: "cualquier actuación que emplea signos, sonidos, gestos o marcas relacionados sistemáticamente y que tienen significados reconocibles para manifestar pensamientos, sentimientos y estados de cosas" y que el "despliegue de cualquier tipo de lenguaje se considera |...] una expresión". Esto significa que, aunque los silencios más obvios son los que ocurren en el discurso y en la música, también se dan en las artes que no se actúan, como la pintura y la escultura. De esta manera, el concepto de silencios se aplica también a los mapas. Ignorar o desacreditar estos silencios, como lo han hecho la cartografía y la historia de la cartografía, es cerrar un camino importante de la exploración histórica, camino en el que se puede observar que los mapas comprenden tanto la imaginación como las pre concepciones sociales de sus lectores. De tal suerte, sabemos que aquello que no está presente en los mapas es tanto un campo de investigación como lo que sí está. Una segunda reflexión derivada de la vertiente filosófica es que se puede considerar a los silencios como declaraciones positivas y no sólo brechas en el flujo del lenguaje. Por lo tanto, tomando en cuenta estos huecos en los mapas que hacen de la pauta de líneas y puntos una imagen comprensible, debemos estar preparados para considerar a los silencios como algo más que la mera ausencia de otra cosa. Insisto deliberadamente en el uso del término silencios en el contexto de los mapas, más que en la expresión un tanto negativa de espacios en blanco utilizada en la antigua literatura, porque se puede ver el silencio como una "actuación humana activa". El silencio puede revelar tanto como lo que oculta y, de actuar como pronunciamientos independientes e intencionales, los silencios en ocasiones pueden volverse una parte determinante del mensaje cartográfico. Entonces, al igual que en la comunicación verbal, el silencio es más que la contraparte de lo que suena; en el caso de un mapa, el silencio no es sólo lo opuesto de lo que se describe. Los espacios en blanco que abundan en los mapas de la Europa moderna, por ejemplo, no se pueden explicar simplemente con el planteamiento del "hecho" contra el "no hecho". El silencio y la expresión no son partes alternativas sino constitutivas del lenguaje de los mapas; cada una es necesaria para entender la otra. Una interpretación cartográfica de los silencios en un mapa parte, entonces, de la premisa de que el silencio aclara y tiende a ser tan culturalmente específico como cualquier otro aspecto del lenguaje cartográfico." Mi segunda reflexión viene de la sociología. Esto nos ayuda a obtener una comprensión histórica del silencio cartográfico. Implica ver a la cartografía como una forma de conocimiento, y a ese conocimiento como discurso. Bajo esta luz, los mapas se interpretan como perspectivas construidas socialmente en el mundo más que como representaciones "neutrales" o "imparciales" que, insisten algunos historiadores, definen el surgimiento "de la cartografía del Estado en los albores de la Europa moderna. No obstante el mito de la "objetividad" basada en las medidas de los mapas todavía se tiene que analizar; la aplicación del concepto sociológico de "poderconocimiento" en la historia de la cartografía es otro paso de ese proceso. En este ensayo he partido de la literatura sociológica sobre la naturaleza del conocimiento a las ideas de Michel Foucault para interpretar las categorías del silencio cartográfico, intencional y no intencional, identificadas más adelante. Especialmente dos grupos de ideas parecen tener una importancia directa: la idea de poder-conocimiento (pouvnir savoir) y el concepto de episteme. 1. Foucault acentúa constantemente la relación entre el poder y el conocimiento. Según él, esta relación sirve para enmarcar los ejemplos de secreto deliberado y censura. Y escribe que: Debemos admitir [...] que el poder produce conocimiento (y no solamente al motivarlo porque sirve al poder o al aplicarlo porque es útil); que el poder y el conocimiento se involucran directamente uno con otro; que no hay una relación de poder sin la constitución correspondiente de un campo de conocimiento, y tampoco hay conocimiento que no presuponga y constituya al mismo tiempo relaciones de poder. Mientras se puede rechazar la universalidad de estas afirmaciones resulta más fácil aceptar la implicación de que el mapa era un instrumento de poder y que gran parte de la instrumentalidad de los mapas a principios de la Europa moderna estaba relacionada de alguna manera con el poder. Foucault parece haber aceptado que el mapa es una herramienta de medición, investigación, examen y coerción del Estado." Desde su punto de vista, los cartógrafos ofrecían al Estado una masa de información que éste, desde su posición estratégica, podía explotar. Más aún, con frecuencia el Estado también podía imponer sus propias reglas sobre el conocimiento cartográfico, dando lugar así a los silencios inducidos por esas ocasiones de secreto deliberado y censura tan recurrentes en la historia del registro en mapas de los Estados europeos. En otros puntos, Foucault continúa señalando que la producción del discurso en todas las sociedades "es al mismo tiempo controlado, seleccionado, organizado y redistribuido según cierto número de procedimientos". En el caso de la cartografía, estos procedimientos incluyen controles externos, reglas internas y la reglamentación del acceso al conocimiento. Por lo tanto, un Estado obtiene poder a través del conocimiento. 2. El segundo grupo de ideas de Foucault, la episteme, nos ayuda a interrogar los silencios no intencionales de los mapas (los "espacios en blanco" residuales de la antigua literatura cartográfica). Como ya se dijo, estos silencios son "actuaciones activas" en términos de su impacto social y político y de sus efectos sobre la conciencia. Más aún, son un aspecto de todo el discurso, parte de los códigos culturales que subyacen a todas las formas de conocimiento y que estructuran "su lenguaje, sus esquemas, sus técnicas, sus valores, la jerarquía de sus prácticas". Desde los primeros mapas europeos encontramos que estos silencios se comprenden mejor en términos "a priori históricos" que "en un periodo determinado delimitan |...| la totalidad de la experiencia de un campo del conocimiento". Estos "a priori históricos" forman lo que alguna vez Foucault llamó una episteme; al igual que el resto del conocimiento, el conocimiento cartográfico está delimitado de tal manera que mientras en los mapas se incluye cierta información, otros aspectos de la vida y del paisaje son excluidos de acuerdo con la episteme. Equipados con estas reflexiones filosóficas y sociológicas de los significados comunicados por los "espacios en blanco" de los mapas, me parece que estamos en una mejor posición para tratar de descubrir la historia de esos significados. Quizá también estemos mejor equipados para descifrar esos sistemas del conocimiento "no formal" que abundaba en la práctica cartográfica cotidiana de los principios de la Europa moderna, y que lo sigue haciendo. El secreto y la censura: Los silencios intencionales de los mapas En el siglo XVI, la censura literaria de diversos tipos era un aspecto común en la cultura europea, cuando las naciones que empezaban a surgir luchaban tanto por su definición como por un territorio físico. Aquí se mostrará cómo la producción del conocimiento cartográfico estaba igualmente controlada, seleccionada, organizada y redistribuida de acuerdo con procedimientos definidos. Incluso en muchas sociedades antiguas y tradicionales, a menudo se consideraba a los mapas como un conocimiento privilegiado al que sólo tenían acceso quienes estaban autorizados por el Estado o por su gobernante. A principios del periodo moderno, el secreto cartográfico (conservado por lo que se puede definir como reglas de exclusión y prohibición) estaba claramente difundido y la cartografía "oficial" de este periodo ofrece un caso clásico de relación "poder-conocimiento".En el mismo momento en que los mapas eran transformados por las técnicas matemáticas, también estaban siendo apropiados como una arma intelectual del sistema del Estado. Si bien para el siglo XVI su estudio se había convertido en la "ciencia de los príncipes", era porque para entonces los mapas se reconocían como un lenguaje visual que comunicaba derechos territoriales o de propiedad en un sentido práctico así como simbólico. Sin embargo, en términos cartográficos, el ejercicio de ese poder podría resultar negativo y restrictivo. La propia imagen del mapa se estaba volviendo sujeto de ocultamiento, censura, en ocasiones de abstracción o falsificación. Son estas manipulaciones deliberadas, producto de la voluntad de individuos, grupos o instituciones, las que dan origen a nuestra categoría de silencios intencionales. Por supuesto que tenemos que reconciliar, mapa por mapa, el estudio de estos silencios cartográficos intencionales con la complejidad de distintos acontecimientos históricos. Las circunstancias inmediatas que llevaron a los príncipes, tanto seglares como eclesiásticos, y a sus consejeros, a controlar la cartografía mediante la censura y el secreto, abarcaban un amplio rango de sus intereses fundamentales. Podían ser militares, comerciales o religiosas. Por ejemplo, en el mapa del mundo del jesuita Matteo Ricci, publicado en Pekín en 1602, los lugares sagrados de la cristiandad están correctamente motados, mientras que los del Islam aparecen sin ningún comentario y la razón del silencio de Ricci es que sabía que "los chinos no se acercarían a la religión que él predicaba al saber que había enormes grietas de la creencia en el mundo occidental del que provenía esa religión". También variaba la manera en que se ejercía el control sobre los mapas y su contenido, reflejando siempre diversas formas de compartir el poder dentro de los Estados-nación de los siglos XVI y XVII. En algunos Estados, el control se centraba en la Corona y en un grupo de consejeros cercanos. En otros, se delegaba a una institución burocrática. En cualquier caso, los efectos eran complejos, incluso paradójicos, mientras que en otros lados las políticas de secreto se aplicaban de manera inconsistente. En los mapas de Europa de los siglos XVI y XVII, estos aspectos de secreto nacional se manifiestan de diversas formas. Aquí tomaremos sólo dos: en primer término, ejemplos de secreto estratégico y, en segundo, casos de secreto comercial. Algunos de los casos en que de manera más evidente se manifestaba el creciente interés del Estado por el control y la restricción del conocimiento de los mapas se relacionan con aspectos militares o estratégicos. En Europa, durante los siglos XVI y XVII, casi no pasaba un año sin que hubiera una guerra. Los mapas eran objeto de inteligencia militar; los hombres de Estado y los príncipes reunían mapas para planear y, después, para conmemorar batallas; los libros de texto militares promovían el uso de los mapas. Las razones estratégicas para conservar la información de los mapas en secreto incluían la necesidad de confidencialidad sobre las operaciones ofensivas y defensivas de los ejércitos del Estado, el deseo de disfrazar los ataques de colonización externa y la necesidad de acallar a la oposición dentro de las poblaciones domésticas desarrollando sistemas administrativos y judiciales, así como la necesidad más obvia de ocultar la información detallada acerca de las fortificaciones. Sin embargo, además de estas bases comprensibles y prácticas de los secretos militares, un creciente número de Estados adoptó una actitud de mayor custodia hacia los mapas de sus ciudades y territorios, por lo general independiente de tales consideraciones estratégicas. Por ejemplo, al comerciante alemán Isaac Massa, quien vivía en Moscovia a finales del siglo XVI, le fue difícil obtener mapas de Moscú y de Siberia sólo porque habría sido un delito grave proporcionárselos. Ese mismo siglo, el mapa Bol'shoy Chertyozh (que muestra el Estado moscovita completo) parece haber sido dibujado en una sola copia y haber sido totalmente desconocido para los dibujantes de mapas de Europa occidental. Otras políticas similares han sido comunes en Europa y se pueden encontrar, por ejemplo, en los siglos XVI y XVII en Prusia; a finales del siglo XVI en Italia (el mapa del reino de Nápoles; en el siglo XVI en España (el "atlas escorial"), y en el siglo XVI en Suiza (el mapa de Hans Conrad Gyger del cantón de Zurich). Aquí yace una de las paradojas de la historia de los mapas. Justo cuando la imprenta facilitaba la mayor difusión de datos obtenidos de las investigaciones, y cuando por primera vez se hacían mapas regionales topográficos, algunos Estados y sus príncipes guardaban definitivamente sus mapas en secreto prohibiendo su publicación. ¿Por qué algunos Estados insistían en el secreto cartográfico mientras que otros permitían la publicación de sus primeras investigaciones nacionales? Una razón puede haber sido que las monarquías fuertes percibían una menor necesidad de secretos que las débiles y amenazadas. Es cierto que en la Inglaterra isabelina fuertemente centralizada los documentos que han sobrevivido dejan ver pocas dudas acerca de la pertinencia de publicar la investigación de Saxton. A partir de la década de 1570, los mapas de Saxton eran vistos, por hombres de Estado como Burghley, como un apoyo para la administración y la defensa nacionales, aunque algunos pueden haber opinado diferente. También en la Francia del siglo XVII se ha observado cómo “los mapas parecen haber funcionado como un apoyo incondicional de un régimen monárquico fuertemente centralizado". '' Sin embargo, tal argumento no lo explica todo. Por el contrario, algunos de estos mapas se convirtieron en un arma de doble filo. Una vez que estuvieron al alcance de toda la gente se usaron para apoyar otros ámbitos de las luchas políticas de poder. En Inglaterra, por ejemplo, los mapas de Saxton no sirvieron únicamente para reforzar el poder de la monarquía (como se pretendía). Una vez que se publicaron y salieron a la circulación, sin duda contribuyeron también al crecimiento del fuerte sentido de identidad e independencia provinciales tan exitosamente articulado en contra de la Corona en la Guerra Civil. De manera similar, se ha subrayado que en los Países Bajos el uso difundido de los mapas iba de la mano del naciente republicanismo burgués del siglo XVII. Teniendo en mente aspectos tan complejos y contradictorios, quizá podamos vislumbrar cómo, para la cautelosa monarquía decidida a conservar su poder, el secreto de los mapas llegó a ser considerado una política prudente para un buen gobierno. Secreto comercial El aumento de los secretos en los mapas en los inicios de la Europa moderna también se asociaba con un segundo escenario de actividad geográfica (el del comercio, y el crecimiento del capitalismo de monopolio). En un periodo en que se estaban estableciendo los fundamentos de la economía mundial europea y sus imperios del otro lado del océano, los monarcas absolutos con frecuencia eran también "reyes mercantiles"" que perseguían objetivos económicos a través del comercio que los monopolios abrían con sus navegaciones. Como en el caso del Estadonación, la esencia del imperio es el control. Para que sobrevivieran estos monopolios comerciales y se pusieran en marcha las políticas de mare clausum tenía que haber un monopolio del conocimiento que permitiera que las nuevas tierras y sus rutas de llegada y partida se plasmaran en los mapas. Quizá el proceso de monopolización del conocimiento de los mapas fue paralelo al secreto y al uso de los misterios del oficio en el control de los gremios medievales. El mecanismo por medio del cual la información cartográfica fundamental acerca de los imperios nacientes de ultramar se censuraba, regulaba y mantenía en secreto variaba considerablemente. En algunos países era un proceso correspondiente a los viajes individuales, liste parece haber sido el caso de Inglaterra, donde los escritores contemporáneos a las navegaciones estaban conscientes de la práctica de la censura y sabían que el conocimiento nuevo era controlado por unas cuantas manos poderosas: las de la soberanía, un círculo interno de ministros, o los principales comerciantes y navegantes implicados en un viaje. Por ejemplo, los mapas trazados y los dibujos traídos por el viaje de Drake alrededor del mundo (1577-1580) se convirtieron en documentos secretos. Drake había dado órdenes expresas: "Nadie hará una carta de navegación o descripción de dicho viaje"; esta prohibición de publicación seguiría en vigor hasta 1588 (véase figura) Aún más elaborados eran los sistemas burocráticos establecidos por las coronas de Portugal y España para reglamentar el comercio de ultramar y el conocimiento del que éste dependía. Los mapas pronto se convirtieron en documentos claves para el lanzamiento de los imperios luso hispánicos. Mientras que se ha debatido muy acaloradamente hasta qué punto existió realmente una política de secreto portuguesa y cuál fue su efectividad, las pruebas sugieren el alcance que una monarquía poderosa e interesada en sí misma puede llegar a ejercer en el control y la supresión de mapas sensibles. Se sabe, por ejemplo, que el castigo para los pilotos que dieran o vendieran cartas de navegación a los extranjeros era la muerte. A finales del siglo XV. Juan II de Portugal (1481-1495) tomó medidas para desterrar a los extranjeros, especialmente a genoveses y florentinos, de todo el territorio portugués, mientras que, se dice, las cortes de 1481, en cuanto a la navegación hacia Africa occidental, "exigieron medidas estrictas para conservar el secreto de las tierras descubiertas. Los documentos fueron confiscados; estaba prohibido registrar nuevas tierras en los mapas; las obras náuticas se convirtieron en libros secretos; se difundieron cuentos de prohibición; " y se obligó a los navegantes a mantener un voto de silencio". FIGURA PARTE del mapamundi de Nicola van Sype que muestra la circunnavegación de Drake, grabado y publicado en Amberes, en 1583. Quizá sea una copia no autorizada hecha a partir de un Original inglés secreto y sacada de contrabando del país. Con permiso de la British Libran- (Mapas C2. a. 7). A principios del siglo XVI, los controles portugueses sobre el conocimiento cartográfico se habían reforzado con el establecimiento de un "repositorio hidrográfico" dentro del "Almacén de Guinea y las Indias" (Armazem da Guine e Indias) Éste ejerció claramente funciones de censura. Un decreto real del 13 de noviembre de 1504 prohibió que se hicieran globos terráqueos y también que las cartas de navegación describieran la costa de África occidental más allá del río Congo. Las cartas que no cumplieran con esta disposición debían llevarse con un oficial del repositorio hidrográfico para que se omitieran esos detalles. Más aún, esta organización hizo posible la insistencia de que las cartas de navegación realizadas antes de un viaje se devolvieran al completarlo, mientras que el deber de otro oficial era ocultar los recipientes para que no hubiera objeciones de su manejo de los documentos. Los contemporáneos alegaron la deliberada falsificación de las cartas; es fácil imaginarse cómo sucedió tanto en Portugal como en España. Los objetivos del Estado en cuanto al control del conocimiento cartográfico de ultramar y los mecanismos reguladores en España eran muy parecidos a los de Portugal. La corte de Castilla había dispuesto una institución especial durante la primera década del siglo XVI llamada Casa da Contratación (oficina colonial que controlaba las embarcaciones, el comercio y las finanzas, quizá basada en el modelo portugués), para hacer un seguimiento de las exploraciones y albergar, en secreto, los documentos del descubrimiento. En 1508 se había creado un departamento geográfico y cosmográfico especial dentro de la Casa. Fue aquí donde dibujantes de cartas de navegación especializados llevaban al día el mapa maestro del mundo, el Padrón Real. Las muchas disposiciones de la Casa incluían las siguientes instrucciones: A los pilotos no se les permitía usar ningún otro mapa más que éste, y tenían instrucciones de que, al encontrar nuevas islas o tierras, puertos o bahías, o cualquier otra cosa (corriente o arroyo, cabo o montaña) que pudiera servir para la subsiguiente identificación de las localidades, las ingresaran en la copia del Padrón Real que llevaban y tenían que reportarlo; sin embargo, no podían insertar nada de lo que no se hubiera dado fe bajo juramento. La situación en Portugal y España a principios del siglo XVI sugiere que los gobernantes de los Estados-nación europeos, junto con sus crecientes clases comerciantes burguesas, descubrieron rápidamente el valor del control centralizado al tratar de asegurar la confidencialidad del conocimiento geográfico acerca del Nuevo Mundo. Los rivales de Portugal y España copiaron sus instituciones de navegación. La oficina hidrográfica establecida en Amsterdam, después de la organización de las compañías mercantes alemanas en la Compañía Unida de India Oriental en 1602, fue el equivalente de la Casa da Contratación de diversas maneras, incluida la institucionalización de una cartografía secreta. Cada dibujante de cartas de la Compañía Unida de India Oriental estaba [...] obligado a asegurar que las bitácoras de las naves que llegaran se entregaran en orden y no cayeran en manos equivocadas. Debía guardarlas en un cuarto especial en la Casa de India Oriental y también tenía que llevar el registro adecuado. Cada seis meses tenía que dar cuenta de las mejoras que había hecho en las cartas y en las rutas. El dibujante juraba no revelar ninguna información acerca de sus actividades a personas que no fueran empleadas de la compañía. No tenía permiso para publicar^ de manera directa o indirecta, parte alguna del material sin el conocimiento ni comentario de la compañía, y todo nuevo dibujante que fuera nombrado tenía que jurar ante el mayor de Amsterdam que obedecería estas instrucciones. En la realidad, la Compañía de Alemania Oriental se había convertido en un órgano al servicio del Estado que actuaba como ministerio, y su responsabilidad específica eran las colonias orientales. Su política de mapas era especialmente cautelosa cuando se trataba de manejar las cartas de regiones recientemente exploradas. Su práctica consistía en ofrecer a los pilotos las cartas en manuscrito en la medida en que las requirieran y verificar que éstas fueran devueltas al finalizar el viaje. Se supone que oficiales de la compañía, como Plancius y, más adelante, Blaeu, ejercieron tan fuerte control que incluso llegaron a censurar los mapas que serían publicados. Como consecuencia, los mapas relacionados con viajes importantes, como los de Tasman a Australia, efectivamente se mantenían en secreto (figura) FIGURA BRASIL EN LA CARTA DE Confino, 1502. La ansiedad por el comercio italiano de especias llevó al duque de Ferrara a obtener, por medio de un soborno, un mapa de las "islas recién descubiertos en las (…) Indias. De un original por- tugués en Lisboa, del facsímil de Harrisse en Recucil de voyages et de documents pour servir a L Historie de la (Geographie No. 3 Les Corte-Real et leurs voyages au Nouveau-Monde (París. 1881). Permiso de la British Library (MAPAS 7 e 8). Por lo tanto, las fuerzas que Unieron impacto sobre la cartografía de los inicios de la Europa moderna eran mucho más complejas de lo que en un principio implica el concepto poder-conocimiento. Se observan diversas características. Por ejemplo, mientras que se puede decir que el secreto ha sido endémico en la historia de los mapas y su realización, así como en las actividades del capitalismo monopolizados no ha habido nada claro o predecible en los tiempos o en los modelos geográficos de su imposición. Vemos que algunos periodos se caracterizan por la "alta seguridad", mientras que en otros se han permitido LAS compañías del monopolio alemán no estaban solas en cuanto a la adopción de tales prácticas restrictivas cartográficas, En la Inglaterra del siglo XVII, después de la Restauración, cuando la estructura de las compañías comerciales se monopolizaba, éstas tendían también a actuar como freno para la publicación de mapas, cuando no para la propia realización de los mismos. Una vez que la Compañía de la Bahía de Hudson (fundada en 1670) adquirió su monopolio territorial, su sustancioso archivo, incluidos todos los mapas, permaneció cerrado basta finales del siglo .Will debido a las políticas restrictivas de la Compañía. Estas políticas pretendían que en la práctica la compañía "no diera detalles de los modelos geográficos del cauce de los ríos, lagos y el terreno que se conociera", por la sencilla razón de que "tales datos geográficos se consideraban cruciales para la formulación y operación de sus políticas comerciales, por lo cual se consideraban secretos comerciales". Resulta especialmente interesante la forma en que el Parlamento ingles reaccionó al enfrentar estas políticas. Incluso cuando se presentaron oportunidades de legislar contra estas prácticas, no pudo imponerse como el dueño desinteresado de un conocimiento "científico" expresado a través de mapas geográficos. ciertos errores. Cuando los límites mundiales de los imperios español y portugués se estaban constituyendo, aproximadamente entre 1515 y 1529, se reforzaba rigurosamente el control sobre los secretos; sin embargo, más adelante, durante el mismo siglo, empezó a haber cierta laxitud (figura 3). Otro punto es la inconsistencia de las políticas de Estado. A pesar de la común preocupación de España por los secretos y el control, la cautela cartográfica fue echada por la borda cuando Carlos V de España quiso impresionar a las coronas extranjeras con mapas propagandísticos que mostraban la extensión territorial de la influencia española. La manipulación de un Estado no siempre fue aceptada humildemente por sus rivales. Ellos deseaban obtener mapas por medio del espionaje, el robo y la piratería, y también por la observación directa y su propia investigación. Por lo tanto, la colección de mapas del Nuevo Mundo de Raleigh, que provenía principalmente de fuentes españolas, incluía "un mapa secreto de aquellos rumbos hecho en México [...] para el rey de España. Más aún, las políticas más estrictas de secreto cartográfico podían verse afectadas por la facilidad con que cosmógrafos y pilotos, junto con su conocimiento cartográfico especializado, se ponían al servicio de coronas rivales. Éstos son casos conocidos de pilotos portugueses a quienes atrajo el servicio mejor remunerado de España, Francia o Inglaterra, mientras que de cartógrafos como Cabot, Ribeiro y Rotz se sabe que fueron los agentes a través de los cuales se dio mayor difusión a mapas que una vez fueron confidenciales. Incluso el Padrón de navegación española no permaneció en secreto para siempre y su contenido fue publicado con el paso del tiempo. Finalmente, y todavía más notable quizá, fueron las ocasiones en que los conflictos ideológicos en torno a los secretos aparecieron en las propias instituciones que habían sido establecidas para conservarlos. Por ejemplo, se ha demostrado que hubo un prolongado debate, incluso un litigio, dentro de la Casa da Contratación por el papel del patriotismo en los argumentos científicos y el del secreto en el crecimiento del conocimiento. A la luz de todo esto, hemos concluido que el acceso al conocimiento debe considerarse una de las dimensiones socio legales más complejas que estructuraron el desarrollo de la cartografía en los principios de la Europa moderna. Los silencios epistemológicos intencionales de los mapas o no Una segunda categoría de silencio en los mapas es el no intencional. Es un silencio que no parece haber sido "explícitamente ordenado" por los dirigentes cartográficos del principio de la Europa moderna; no obstante, resultó fundamental para la difusión del poder del Estado. Lo que indicaba el silencio no intencional era "el papel de las reglas que determinan, dentro de una cultura, la aparición o desaparición de afirmaciones" en los mapas. Aquí lo que nos interesa es la ausencia o la presencia de categorías de detalles cartográficos que no se pueden explicar mediante referencias a su calidad de secreto o a factores técnicos, sino mediante "reglas históricas" que no son meramente teóricas, sino observables de diferentes maneras que variaban de acuerdo con la "zona social, económica, geográfica o lingüística" dentro de la cual se originó un mapa. Estas "reglas" ayudan a diseñar dos conjuntos de discurso, el científico y el político-social, cuya función es estructurar el marco dentro del cual se crea el conocimiento cartográfico. El discurso científico de los mapas Ya en el Renacimiento había dos características "científicas" importantes para comprender el contenido de un mapa, a saber: la "ciencia universal de la medida y el orden" y el principio de clasificación o tabulación ordenada. Desde entonces, instrumentos de investigación y técnicas de mapeo cada vez más precisos contribuyeron a la "ciencia de la medición", mientras que la manera en que los signos cartográficos eran clasificados y ordenados (es decir, dispuestos en hojas tabuladas especiales) apunta a la adopción del principio de clasificación. En la medida en que avanzaba el progreso científico y la precisión técnica, se expresaron pocas dudas. Por lo tanto, la cartografía de los Estados, en el siglo XVI, estaba en camino de convertirse en un discurso científico y tecnológico. Contenía la suposición no escrita de un mundo objetivo en el que las nuevas técnicas, repetibles y transmisibles, siempre podían lograr una medición y una descripción precisas. En la actualidad, muchos historiadores todavía aceptan este modelo de progreso científico como una interpretación estándar del surgimiento de la cartografía del Estado. De un interés semejante son los silencios de los productos supuestamente "objetivos" del mapeo del Estado. Yo sostengo que, mientras la medición y la clasificación pueden haber fomentado la objetividad dentro de los términos de referencia de la epísteme cultural, en otros aspectos los mapas siguen siendo una perspectiva subjetiva del mundo de esa cultura. La estandarización, con énfasis euclidiano en el espacio como algo uniforme y continuo, genera silencios de uniformidad. Por ejemplo, en muchos atlas topográficos de principios de la Europa moderna, especialmente los del siglo XVII, pero incluso en los de Mercator y en los de Saxton, está ausente gran parte del carácter y de la individualidad de los lugares concretos. Detrás de la apariencia de unos cuantos signos estándares de estos atlas, la descripción general de una ciudad se parece mucho a la de la siguiente; los poblados son casi idénticos y están dispuestos con una clara jerarquía taxonómica; se agregan bosques en unos cuantos; incluso los ríos y las corrientes de agua se reducen a una simple muestra de realidad; se excluye todo objeto fuera de la clasificación de la "realidad" del topógrafo. Más aún, la fuerza epistemológica de los procedimientos científicos se intensificó por su mayor estandarización en el proceso de impresión del mapa, innovación que vio el inicio de la "tecnologización del mapa", de manera que las imágenes adquirieron una claridad y una contundencia que no tenían en la etapa de los manuscritos. El resultado fue que los paisajes cartográficos de Europa se volvieron más generalizados, más abstractos y menos diferenciados en el modo de su representación. Sus silencios son los propios de lo único. Es bien sabido que el mapeo es una actividad diseñada para promover la eficiencia del Estado y que, con buenos mapas, la voz del poder centralizado puede difundirse más uniformemente por todo un país. Sin embargo, es necesario plantearse la pregunta: ¿por qué tenía el mapeo científico que facilitar esta tarea? Si hacemos a un lado todos los argumentos logísticos que se han presentado en favor de los mapas (y es evidente que lograron una inversión considerable de los gobernantes de la Europa moderna) queda entonces otro aspecto de esta explicación: los silencios de los mapas legitiman y neutralizan las acciones arbitrarias en la conciencia de quienes las originaron. En otras palabras, la falta de diferenciaciones cualitativas en los mapas estructurados por la episteme científica sine para deshumanizar el paisaje. Estos mapas transmiten un conocimiento que mantiene al sujeto al margen. El espacio adquiere una importancia mayor que la del lugar: si los lugares se ven parecidos, se les puede tratar de manera parecida. Por lo tanto, con el progreso del mapeo científico el espacio se volvió muy fácilmente un producto socialmente vacío, un paisaje geométrico de hechos fríos, no humanos. Los discursos político y social de los mapas Sin embargo, no todo se explica así. La paradoja es que los espacios socialmente vacíos del mapa no carecían de consecuencias sociales. Había otros hilos tejidos en las imágenes de los mapas. En especial los de la conciencia política mediada por el mecenazgo, así como los de los valores religiosos o las actitudes sociales o étnicas. (Ion la ayuda de este conocimiento epistemológico podemos escuchar otros silencios de nuestros mapas. El discurso político se basa en la suposición de legitimidad de un Statu quo político y sus valores correspondientes. Sus declaraciones a través de los mapas, así como por otros medios, tienen la intención, consciente o inconsciente, de prolongar, preservar y desarrollar las "verdades" y los logros iniciados por los fundadores de ese sistema político o modificados por sus sucesores. Sin embargo, se puede argumentar que esta infraestructura determina la naturaleza de la especificación técnica de los mapas y ofrece las reglas de lo que se incluye y de lo que excluye. También se puede decir que el discurso político es responsable de los énfasis diferenciales, a través de la selección y la generalización, que privilegian algunos aspectos de la "realidad" mientras que acallan otros. Los cartógrafos individuales no habrían estado en posición de controlar o equilibrar estos matices, aun cuando hubieran sido conscientes de ellos. Desde los mapas del primer periodo moderno se encuentran ejemplos de diversas clases de silencios políticos y sociales. Una categoría es el silencio toponímico. Los Estados conquistadores imponen un silencio a la población minoritaria o sometida a través de la manipulación de su toponimia. Todo el estrato de identidad étnica es suprimido del mapa en actos que equivalen a un genocidio cultural. Mientras que estas manipulaciones, en cierto nivel, son resultado de censura deliberada o de políticas de aculturación, en otro nivel, el epistemológico, también se pueden ver como representantes del rechazo inconsciente de este "otro" pueblo por parte de los que pertenecen a los grupos políticamente más poderosos. Se puede hacer una lectura similar de los silencios encontrados en las leyendas de los signos cartográficos incluidos en algunos mapas de principios de la Europa moderna. En el mapa de Mercator de Europa, con fecha de 1554, por ejemplo, el dibujante decidió identificar cuatro rangos eclesiásticos: el Vaticano (Pontifex Romanus) las sedes patriarcales (patriarchales), las sedes arquiepiscopales (archiepiscopales) y los episcopados (episcopales), mientras que permaneció en silencio acerca de los cuatro o cinco rangos del Statu quo seglar también diferenciados y mostrados en los mapas. Queda claro que aquí el poder político que se reconoce es el eclesiástico; los asentamientos pequeños (poblados) de la parte inferior de la jerarquía eclesiástica carecen de importancia. Por lo tanto, el silencio se convierte en un "comportamiento activo" que apoya afirmativamente al statu quo político. En otro grupo de ejemplos podemos detectar que los mapas estaban involucrados en un discurso de promesas (sus silencios se correspondían con dimensiones escatológicas de los libros sagrados de sectas o religiones específicas). Por lo tanto, al describir la Tierra Sagrada inspirada por Lutero y Calvino, donde se combinaba una geografía sacra con un realismo geográfico (este último reflejaba el discurso científico de los mapas), se subrayan hechos del Antiguo Testamento y el mensaje protestante de la "historia de la salvación", condensados en la ruta del Éxodo. En silencio quedan la historia y los sitios del Nuevo Testamento, mientras que esta tradición aparece de manera muy prominente en los mappaemundi de la Edad Media católica. El contenido y la publicación de mapas pueden entonces estructurarse con base en los cismas religiosos y las batallas ideológicas de los principios de la Europa moderna. La publicación de libros de planos de la ciudad de Italia, por ejemplo, puede haber estado inhibida en algunas zonas por la aversión de los calvinistas a la representación de la Roma católica. De manera similar, puede resultar significativo que el rango eclesiástico de los asentamientos humanos se indica con mayor frecuencia en mapas de las regiones del sur de los Alpes (o en los mapas de cartógrafos de algunos países en los que la Iglesia romana católica conservaba el poder, como Italia, España y Francia) que en las regiones protestantes del norte. Por el contrario, los mapas que contienen información acerca de las diferentes sectas y las adhesiones de los cristianos europeos eran de la parte más común del norte de los Alpes, donde se reflejaba la agitación religiosa de la Reforma, acerca de la cual los mapas de los centros católicos de Italia, Francia y España permanecían en silencio. Las divisiones sectarias en ocasiones son discernibles en mapas cuyos autores eran ardientes partidarios de una doctrina, por ejemplo a través del silencio en los mapas con respecto a iglesias o asentamientos de otra (figura 4). En otros mapas más, incluidas las cartas portulanas se mostraban las tierras que los otomanos habían conquistado como si continuaran en manos cristianas, mientras que Jerusalén a menudo se mostraba como cristiana en algunos mapas de la Edad Media, incluso mucho después de haber pasado a manos del Islam. El primer problema que se encuentra al tratar de integrar los silencios de los mapas que pueden haber surgido de las percepciones contemporáneas de clase o raza, es la tendencia a suponer que estas percepciones habrían sido idénticas entre todos los europeos durante los siglos XVI o XVII. Incluso entonces parece razonable sugerir que había una base conceptual común a toda la sociedad europea de la época. Por ejemplo, el estatus social y la naturaleza de la ocupación de los hombres eran asuntos de gran interés tanto en la Europa feudal central como entre la naciente clase media o la grande bourgeoisie de otros Estados que habrían ejercido cierta influencia sobre el conocimiento de los mapas. .. J FIGURA. Parte de Surrey de John Norden, 1594. Se ha dicho que Norden, por ser anticatólico, omitió las vistas de los arzobispados de su mapa. El único mapa de éstos que los muestra. Middlesex, 1593 los señala con una estrella y no con una cruz papal. Aparecen las "capillas" (capillas subordinadas) reflejando la atención que Norden prestaba a los detalles eclesiásticos. Con permiso de la British Library (Mapas C2cc7). Es importante observar la cuidadosa categorización de los trajes de los personajes que con frecuencia componen la decoración de los mapas de finales de los siglos XVI y XVII, por ejemplo los de Speed y Blaeu. Mientras que tales distinciones sociales son fácilmente identificadas, otras resultan más subliminales. Sin embargo, la misma suerte de taxonomía social parece haber estado presente en los silencios de la cartografía europea en cuanto a la clase social de la mayoría. Para los dibujantes de mapas, sus mecenas y sus lectores, la clase baja no existía ni tenía geografía, mucho menos estaba compuesta de individuos. En su lugar, lo que se destaca en estos mapas es la gente privilegiada por su derecho a llevar una corona o una mitra, o a ostentar un escudo de armas o un báculo. Ni los campesinos, ni los trabajadores del campo, ni los pobres urbanos tienen un lugar en la jerarquía social y. como grupo privado de sus derechos cartográficos, no estaban representados en los mapas. La identificación del estatus social, que otorgaba al individuo el derecho a tener una tierra, también le daba el de apropiarse de los signos más prominentes del repertorio del dibujante del mapa. Los signos pictóricos más grandes en los mapas (y los que llamaban más la atención) resultan ser los que se asocian con el estatus feudal, militar, legal o eclesiástico. Un poblado de campesinos, sin un jefe supremo absoluto o un patronazgo eclesiástico, quedaba en un estado muy cercano al silencio, es decir, en un punto o en un signo abstracto. Más aún, estos conceptos europeos de estatus fueron llevados al Nuevo Mundo. Son discernibles, en particular, en los mapas de regiones en que la cultura europea se encontró con la cultura india; por ejemplo, en los mapas que muestran el primer asentamiento inglés en Virginia. Aquí la diferencia entre los indios de un "mejor tipo" y la gente india común, hecha con frecuencia por los escritores contemporáneos, era transmitida (como en los mapas europeos) por representaciones de individuos de la clase alta privilegiada de la sociedad india (un jefe powhata, pocahonta o susquehanna, por ejemplo) mientras que los hombres y las mujeres ordinarios se muestran reunidos en una masa anónima a sus pies y — queda implícito— a sus órdenes. De manera similar se encuentran las jerarquías europeas en los signos de asentamientos de los mapas del Nuevo Mundo. Para los aproximadamente 200 asentamientos indios que se describen en el mapa de Virginia de John Smith (1612), se hace una diferenciación cuidadosa entre las "casas de reyes" (dibujadas con un signo de importancia visual), las "casas comunes" (marcadas con un signo relativamente insignificante) y los asentamientos del jefe powhata (con el signo más grande de todos).'" Otro tipo de silencio encontrado en los mapas del Nuevo Mundo surge de la tendencia a desaparecer la diversidad del paisaje americano en favor de un estereotipo, lo que resulta más difícil de explicar. Por supuesto que podría deberse sólo a la falta de información. Al enfrentarse con espacios vacíos en los bosquejos y dibujos que se les daba como modelos, los grabadores europeos los habrían llenado con las únicas convenciones paisajísticas que les eran familiares. De manera alternativa, el estereotipo del paisaje americano se puede ver como un acto deliberado de promoción colonial, diseñado para hacer las nuevas tierras más atractivas para los colonizadores o para atraer a potenciales propietarios e inversionistas. Sin embargo, también podemos buscar explicaciones de estos silencios en otra dirección, en el nivel estructural de las epistemes de Foucault. Entonces sería otro tipo de manifestaciones en las que se reflejaban los valores científicos europeos en la cartografía renacentista, especialmente a través de las medidas y la clasificación simple del paisaje. Por lo tanto, estaríamos de nuevo ante la transposición inconsciente a la geografía americana de los valores y las preferencias europeos, esta vez en relación con el paisaje. Mapas como los de John Smith (Mapa de Lord Baltimore, 1635) o de William Wood (The South Part of New England, 1634) parecen mostrarnos un salvajismo ya domesticado que se ha considerado más aceptable a los ojos ingleses (figura). Puede haber aquí un paralelismo con la forma en que Theodore de Bry y sus ayudantes transformaron los dibujos de los indios de John White en la colonia Roanoke. Se nos ha dicho cómo Bry "conservó la atención meticulosa de White respecto de los detalles en el vestido, peinado y decoración del cuerpo; sin embargo, cambió las caras, las posturas y los cuerpos de los indios de manera dramática" y cómo sus "caras se dulcificaron, suavizaron y europeizaron" de tal manera que con sus "nuevas frentes altas, bocas fruncidas y cabello ensortijado se asemejan a las figuras clásicas de la tradición germana del grabado". Parece haber sucedido lo mismo con el paisaje en algunos de los primeros y más importantes mapas impresos de las regiones de América del Norte. En esencia, estos mapas describen un paisaje europeo al estilo del grabado europeo, pero quedan lejos de ser descripciones reales de América; en realidad muestran los paisajes que Europa anhelaba y se quedan callados acerca de la verdadera América. Este tipo de silencio cartográfico se convierte en un acto ideológico afirmativo. Sirve para preparar el camino de las colonizaciones europeas. Los colonizadores potenciales ven en el mapa pocos obstáculos insuperables. Figura: Mapa de Virginia del capitán John Smith, El grabado de William Hole construye un paisaje con montes, ríos, bosques y asentamientos reconocibles para la mirada de quienes están familiarizados con los mapas ingleses de condado del periodo. En el escudo de armas real inserto como emblema de posesión colonial debajo del pergamino del título vemos el inicio de un discurso cartográfico que termina con el silencio de los mapas acerca de los derechos de los indios a su territorio. Se muestra la edición de 1625. Con permiso de la British Library Lo que menos hace el mapa es reflejar la presencia de pueblos indígenas y su huella sobre la tierra: "Es como si América fuera una escenografía fija y el telón se levantara con la llegada de los europeos y ahí comenzara la acción. Un resumen, estos mapas son imágenes etnocéntricas y parten de la estructura del colonialismo cultural. No es sólo que ofrezcan la promesa de tina tierra libre y aparentemente virgen, un espacio vacío para que los europeos lo dividan y llenen; se ofrece más bien la imagen de un paisaje en que los indios están callados o son relegados, a través de la decoración de los márgenes del mapa, al nivel de un caníbal desnudo. Mediante estos silencios, el mapa se vuelve un permiso para apropiarse del territorio descrito. Es otro medio más por el cual insistir sobre la inherente superioridad de las tecnologías y formas de vida europeas. Conclusiones Este ensayo fue diseñado para ilustrar la posibilidad de una historia cartográfica surgida a partir de ideas concebidas por otras disciplinas. Ha sido principalmente una exploración teórica. No obstante, debo aclarar que ningún concepto, como el de poder-conocimiento, o el de episteme, ofrece generalizaciones ''comprobables" que puedan relacionarse absolutamente con los "hechos" de esta u otra cultura cartográfica. Mí argumento surge de un punto de vista humanístico: el del papel que desempeña la teoría para revelar la complejidad del mundo, más que para reducirla a los modelos más simples del científico social. Por lo tanto, nuestra primera conclusión es que mientras inicialmente los conceptos de poder-conocimiento y de cartografía resultan simples y familiares como un discurso de poder con efectos sociales, una vez que empezamos a relacionarlos con contextos históricos específicos adquieren una enorme complejidad. Frente a un mapa en particular, a menudo es difícil decir, a partir del contexto histórico, si sus silencios se deben a actos deliberados de censura, a un silencio epistemológico no intencional, a una mezcla de ambos, o quizá se trate de una simple manifestación de la lentitud con que los cartógrafos revisaban sus mapas de acuerdo con las realidades del mundo. Las relaciones entre los mapas y el poder, y entre los mapas y otras formas de conocimiento, cambiaban constantemente. La aportación de la cartografía a la conservación de la autoridad durante los siglos XVI y XVII nunca fue un factor constante. Las complejidades fueron reconocidas por Helgerson, quien señaló que los mapas nunca podían ser ideológicamente neutrales, cualquiera que fuera el uso o las consecuencias de su uso, y que nunca serían "simples herramientas", ya fuera del centralismo monárquico o de alguna otra organización de poder. Según él, inevitablemente entraban "en sistemas de relaciones con otras prácticas de representación y. al hacerlo, alteraban el significado y la autoridad de todas las demás". Este terreno constantemente cambiante entre los mapas y otras formas de poder-conocimiento aún tiene que ser registrado dentro de la historia de la cartografía. Una segunda conclusión es que nos encontramos en un terreno mucho más seguro cuando se trata de la importancia de los silencios. Suponiendo que el mundo sea un lugar donde se ejerce la elección humana, la ausencia de algo debe verse tan digna de investigación histórica como su presencia. Así sucede con la cartografía. Hace poco se sugirió que "el mapa que no se hace (...) merece tanta atención como el que se hace". Este aforismo se puede extender tanto a la historia de la producción de los mapas como a la de los silencios en la representación. Hemos podido mostrar, en mapas específicos, que actos deliberados de censura y secretos en el pasado han tenido consecuencias cartográficas e históricas. Sin embargo, se puede decir lo mismo acerca de los silencios epistemológicos, elementos "no pensados" del discurso." Son también declaraciones afirmativas y tienen consecuencias ideológicas en las sociedades en cuestión. Estos silencios también contribuyen a la reproducción, el reforzamiento y la legitimación de valores culturales y políticos. Encontrarlos expresados geográficamente en los mapas refleja su universalidad. No existe un espacio vacío como tal en un mapa. Revelada por un estudio cuidadoso del inconsciente cartográfico y sus bases sociales, esta agenda oculta tiene mucho que ofrecer a los historiadores de la cartografía para llegar a entender de qué manera, a través de la historia, los mapas han sido —y siguen siendo— una fuerza de la sociedad. La tercera y última conclusión está relacionada con la naturaleza de la propia cartografía como forma de conocimiento. Los cartógrafos pueden seguir disfrazando sus productos en términos de la aplicación de ciertas especificaciones técnicas (instrumentos topográficos, medidas, generalizaciones, diseño, impresión, etc.); sin embargo, también se debe exigir un lugar integral en la interpretación histórica de los mapas para las decisiones culturales que se dieron por sentadas en sociedades específicas. De hecho, un creciente número de estudiosos lee los mapas como textos literarios más que como una réplica mecánica de procesos técnicos. Es una práctica aconsejable, mucho más respecto de los mapas de principios de la era moderna. Es mejor ver los mapas, según la adecuada frase de un cartógrafo, como "una ficción controlada". Este punto de vista textual, leer un mapa como retórica, tiene implicaciones importantes para sugerir formas alternativas en el uso de los mapas con el objeto de entender mejor el pasado. Mientras más pensemos en la universalidad de los secretos, la censura y el silencio en los mapas, y mientras sigamos reflexionando sobre los códigos epistemológicos del conocimiento de los mapas, menos estaremos convencidos de que el conocimiento de los mapas se puede considerar "objetivo" o "imparcial". Los mapas se volvieron parte de un "creciente repertorio de técnicas de poder y es un gran error fusionar la historia de los mapas con la historia de las mediciones. Se ha perdido la paradoja esencial. En la medida en que la cartografía se volvió más "objetiva" con el apoyo financiero del Estado, se vio presa de una subjetividad diferente: la inherente a su representación de la ideología dominante del Estado. La antigua pregunta de si un mapa en particular es cierto o falso no ha sido el centro de interés de este capítulo. Por el contrario, se debe quitar importancia a esta pregunta si se acepta, como he tratado de fundamentar, que los mapas son perspectivas del mundo en el momento en que fueron hechos. Mi objetivo ha sido empezar a interrogar a los mapas como acciones más que como descripciones impasibles y convencer a los historiadores cartográficos de que se planteen esta pregunta fundamental: ¿cuáles son los "efectos reales" del conocimiento que portan los mapas, tanto de sus pronunciamientos más enfáticos como de sus igualmente enfáticos silencios? Poder y legitimación en los atlas geográficos ingleses del siglo XVIII El poder no sólo incide en la ciencia y el conocimiento científico desde afuera. Las relaciones de poder están presentes en las actividades más comunes de la investigación científica. El conocimiento científico surge de estas relaciones, más que oponerse a ellas. El conocimiento es poder, y el poder conocimiento. JOSEPH ROUSE, Knowledge and Power: Toward a Political Philosophy of Science (Ithaca, Cornell University Press, 1987), p. 24 Una publicación del Centro de Libros de la Biblioteca del Congreso es un lugar adecuado para hablar acerca de la historia de los atlas geográficos en su contexto político, social y cultural. Tanto el tema específico sobre el que elegí escribir (cómo el poder social se cruza con el conocimiento cartográfico) como el método que adopté (partir de la teoría social y de la filosofía de la ciencia para cuestionar mis evidencias) van de acuerdo con el espíritu de L'histoire du livre. Recordemos que en The Coming of the Book, con frecuencia considerado un texto fundamental del nuevo historicismo en la interpretación bibliográfica, uno de los objetivos de Lucien Febvre y HenriJean Martin era establecer el papel del "libro como una fuerza del cambio" en la sociedad. Mientras que el análisis del poder no ha sido uno de los intereses explícitos en la nueva bibliografía histórica (por ejemplo, esta palabra no aparece en el índice del estudio clásico de Elizabeth L. Eisenstein, The Printing Press as an Agent of Change hay indicios recientes de una nueva conciencia radical. Por lo tanto, l. F. Mc Kenzie logró hablar en 1985 no sólo de la "bibliografía y la sociología de los textos", sino también extender sus argumentos hasta los "textos no librarios", incluidos los mapas y, sobre todo, reconociendo que los mapas "pueden... expresar significados ideológicos" y "funcionar como herramientas potentes de control político". Es igualmente difícil pensar en un estudio de los atlas que no acepte la existencia de relaciones de poder dentro de la cartografía y que no reconozca su influencia sobre la estructura de su forma ni su importancia histórica como textos gráficos. El antiguo aforismo de que el conocimiento es poder será igualmente explorado en el contexto de los atlas geográficos ingleses del siglo XVIII. Este ensayo no pretende generalizar los efectos del poder sobre la cartografía, sino analizar cómo la estructura del poder social en una sociedad histórica particular influyó sobre la producción de conocimiento y su forma de representación en los atlas geográficos producidos en Inglaterra, durante el siglo XVIII. El razonamiento se presentará en tres etapas. En la primera se analizará la naturaleza del poder y cómo afectó al conocimiento geográfico contenido en los atlas y se señalará una diferencia entre el poder interno y el poder externo dentro de la cartografía. Después se identificará a los mecenas que hacían posible la elaboración de los atlas (quienes ostentaban el poder en la sociedad inglesa) y los vínculos que se establecían entre ellos y el pequeño grupo de artesanos que producía los atlas geográficos. Finalmente, se examinará la influencia del poder sobre la representación cartográfica en los atlas y se presentarán algunas posibilidades de injerencia sobre ciertos aspectos de la conciencia de grupo, o la mentalité, en la Inglaterra del siglo XVIII. Quienes elaboraban los atlas trataban de producir mapas científicos de espacio territorial y, al mismo tiempo, indudablemente generaban imágenes de un espacio social que, lejos de carecer de valor o de ser imágenes objetivas de la llamada Era de la razón, eran lineamientos subjetivos, parciales y retóricos. No obstante, fue a través de estas configuraciones parciales y sociales, tanto como de cualquier representación concreta del paisaje, que los atlas se convirtieron en una fuerza dentro de la historia. , Poder externo cartografía y poder interno en la El hecho de conocer la diferencia entre el poder externo y el poder interno se la debo al reciente libro de Joseph Rouse, Knowledge and Power. He adoptado con cierta libertad su exposición acerca de la ciencia en general para el caso particular del conocimiento cartográfico; sin embargo, esta argumentación exige algunas generalizaciones previas acerca de su funcionamiento en la cartografía. Con frecuencia los historiadores de la cartografía hablan del poder externo. Los individuos, como un monarca o un ministro de la Corona, lo mismo que las instituciones del Estado y la Iglesia, emplean el poder para iniciar un programa de registro en mapas con fines administrativos o militares. Los anales de la manufactura de mapas contienen numerosos ejemplos. Las actividades políticas, que implican lo que Foucault llamó el ejercicio del "poder jurídico", siempre han ejercido una importante influencia sobre la organización y la práctica de la cartografía. Aún más, al igual que en el asunto del financiamiento del Estado (por ejemplo, para realizar sus actividades topográficas nacionales), el poder jurídico, también se usó para impedir la difusión del conocimiento cartográfico. Las políticas de censura o secretos están tejidas en la historia de la hechura de los alias con tanta frecuencia como en la ele otras formas de actividad cartográfica. En todos estos contextos, el poder externo por lo general estaba centralizado, por lo tanto era impuesto desde arriba. Casi siempre se manifestaba en actos deliberados de política. Era ejercido de manera discontinua para satisfacer ciertas necesidades y en situaciones específicas. Al mismo tiempo, estaba dirigido a dibujantes de mapas específicos y a la creación de productos cartográficos en particular. Por el contrario, la idea de un poder interno en la cartografía subraya que el poder no puede separarse del conocimiento. Es una parte integral de las prácticas que crean el conocimiento y del funcionamiento de los mapas en la sociedad como una forma particular de conocimiento. Es universal, se encuentra en lodos los talleres de mapas; sin embargo, asimismo crea un conocimiento local que depende del contexto. Por lo tanto, el foco de la investigación cambia del lugar de la cartografía en un sistema jurídico de poder a los efectos políticos de lo que hacen los cartógrafos cuando trazan mapas." Encontramos que los cartógrafos dejan de ser "agentes no políticos" en la sociedad por encima, y más allá, de la política. De igual manera que el poder supera las prácticas del trabajo cotidiano del trazado de los mapas: quien hace un atlas (aunque a menudo sin desearlo) inevitablemente está involucrado en la manufactura del poder. La clave de este poder interno yace en la naturaleza de los procesos cartográficos. La compilación, la generalización, la clasificación, la jerarquización y la estandarización de datos geográficos, lejos de ser simples actividades técnicas neutrales, implican el funcionamiento de relaciones de poder-conocimiento. Del mismo modo que las instituciones disciplinarias descritas por Foucault (prisiones, escuelas, ejércitos, fábricas) sirven para normalizar a los seres humanos, así también el taller del cartógrafo puede considerarse como un factor normalizador de los fenómenos de lugar y territorio al crear el dibujo del mundo hecho a la medida que la sociedad desea. El poder del topógrafo y del cartógrafo casi nunca era ejercido directamente sobre los individuos, sino sobre el conocimiento del mundo puesto a la disposición de la gente en general. Entonces, el poder interno es obviamente diferente del poder externo en cuanto a su forma y a su naturaleza. El poder interno es local y está descentralizado; está presente en todas las prácticas cartográficas y no se dirige únicamente a los proyectos regidos por el Estado. Como actúa a través del taller cartográfico, el poder interno no necesariamente se ejerce de manera consciente; su práctica se da como un hecho, a diferencia de los actos deliberados de poder aplicado desde afuera. No obstante, esas diferencias entre poder interno y poder externo no oscurecen el hecho de que las relaciones de poder penetran por los intersticios de la práctica y la representación cartográfica. Los mapas pueden leerse como textos de poder-conocimiento, al igual que cualquier otro sistema de signos fabricado. La práctica comercial del cartógrafo inglés puede caber en esta interpretación de poderconocimiento. Para el siglo XVIII, la lógica interna de la cartografía impresa, lo que aquí definimos como poder interno, ya estaba establecida. De hecho, los mapas impresos comparten las características generales de la "lógica de la imprenta" que hace mucho tiempo Marshall McLuhan identificó como abstracción, uniformidad, repetición, visualidad y cuantificación. La consecuencia de estas tendencias fue que la tecnología del trazado de los mapas "comenzó a moldear las estructuras mentales, transmitiendo el sentido del mundo como un conjunto de ideas abstractas más que de hechos inmediatos, un punto de vista fijo que organizaba la materia, en un equivalente de la perspectiva en la pintura: la homogeneización visual de la experiencia". Si sustituimos experiencia por lugar, comenzaremos a ver cómo las prácticas de la cartografía pueden haber actuado de manera similar. El método de instruir a dibujantes y grabadores, mediante el aprendizaje y la realización de tareas repetitivas, dividiendo el trabajo en los talleres, usando herramientas y técnicas estandarizadas y a través de la circulación de manuales prácticos, puede ser interpretado como un procedimiento para asegurar un conocimiento estandarizado. La estandarización se convirtió en el becerro de oro de la cartografía impresa. Las reglas, especificaciones, técnicas y tareas regulares de los signos convencionales fueron herramientas de la normalización; quien hacía el mapa las usaba para reinventar o redescribir la realidad en el proceso de dar a conocer el mundo a la sociedad. Producía un mundo artificialmente simplificado. Las imágenes que hacían esotérico lo exotérico tenían el potencial de limitar la forma de pensar y de actuar, de la gente. La diferenciación externo-interno revela algunas configuraciones particulares del poder en el comercio de los atlas de Inglaterra en el siglo XVIII. Para una sociedad en la que el poder político se concentraba relativamente en pocas manos, al aplicar el poder externo a la cartografía éste se difundía notablemente. De manera particular el concepto de cartografía controlado de manera externa, desde arriba, no parece factible en este contexto histórico. El poder directo del Estado ejercía relativamente poca influencia sobre la forma y sobre el contenido de los atlas ingleses. En este tema podemos establecer una comparación general con la Ilustración en Francia durante el periodo en que el gobierno, empezando con Luis XIV y Colbert, usaba su poder para conformar las instituciones necesarias para realizar el mapeo nacional con fines militares, políticos y prácticos. En Inglaterra, sin embargo, el mapeo geográfico del sector público (al contrario de las investigaciones militares) no se realizó sino hasta la segunda mitad del siglo XVIII, a pesar del afortunado inicio del atlas de Saxton unos 200 años antes. Incluso cuando se había dado un comienzo, al principio se confinó a las investigaciones generales de las colonias norteamericanas, e incluso después del establecimiento del Servicio Estatal de Cartografía en 1791, los mapas del sector público no se publicaron sino hasta el siguiente siglo. Este poder oficial ejercido sobre el comercio de los atlas en la Inglaterra del siglo XVIII era informal e irregular. Fue impuesto a través del mercado y, en vez de establecer que las instituciones hicieran mapas, las autoridades inglesas optaron por cartógrafos privados, algunas veces incluso para realizar las actividades topográficas. La relación de John Can' con la oficina postal a finales del siglo XVIII (que dio como resultado una descripción detallada de los caminos en sus mapas es un buen ejemplo de estos acuerdos. Lo mismo sucede, especialmente respecto de los mapas de Norteamérica, con algunas de las hojas y los mapas de atlas preparados para su publicación en la década de 1760 por Thomas Jefferys, geógrafo del rey. Es posible que Jefferys gozara de una relación especial con la Oficina de Comercio y Plantaciones y con la Oficina Naval, y Skelton ha planteado la posibilidad de que Jefferys pudiera haber "gozado de una posición semi oficial que le diera acceso a documentos públicos y bosquejos de los mapas para su grabado y publicación". Sin embargo, sí éste hubiera sido el caso, los acuerdos deben de haber sido correctos; Jefferys no adquirió el monopolio de esta materia prima cartográfica que las oficinas gubernamentales deseaban publicar por razones prácticas o propagandísticas. Los contactos fueron casuales y, aparentemente, no hubo contratos de por medio. Es más, una vez que los dibujos llegaron a los talleres de mapas, el Estado se retiró discretamente, conservando una autoridad simplemente nominal frases como "por autorización" aparecen en los títulos de algunos mapas, pero dejando al cartógrafo en libertad de determinar el contenido, el diseño y la distribución final de la obra. Si el Estado mantenía el monopolio del poder cartográfico de manera sutil en la Inglaterra del siglo XVIII, lo mismo se podía decir con mucho mayor claridad de las principales personas que encargaban los atlas geográficos (ja nobleza y la aristocracia que se identificará más adelante). No hay pruebas de que ningún individuo que encomendara un mapa, o un grupo de lectores, tratara de ejercer poder directo sobre el negocio del trazado de mapas. No se daban instrucciones a los cartógrafos para que hicieran algún tipo específico de atlas, ni se determinaba su contenido. Los formatos adoptados por los manufactureros de atlas y los objetos de estudio que decidían registrar parecen haber sido producto de una combinación de tradiciones, la posesión de moldes de cobre para impresión, oportuni- dades de mercado y lo que se puede ver únicamente como un consenso social no escrito en cuanto a lo que se podría mostrar entre quien encargaba el mapa y quien lo trazaba. En resumen, los atlas ingleses del siglo XVIII estaban lejos de contener un tipo estándar de conocimiento. Como sucede por lo general con los atlas europeos desde el siglo XVI, el equilibro entre los mapas y el texto podía variar considerablemente, el tamaño y la escala también eran distintos e, incluso, los mapas individuales dentro de un atlas "podían tener una historia bibliográfica individual y única". El grupo de atlas con folio de las Americas, por ejemplo, publicado por vendedores de mapas como Jefferys, Faden y Sayer, eran obras bastante mezcladas, reunidas a partir de grupos de mapas preexistentes (véase figura) La diferencia entre el poder externo y el poder interno no debe establecerse tan tajantemente. Al ejercer el poder interno los cartógrafos respondían a los dictados del poder externo, incluso cuando éste parecía ser débil, y el proceso de legitimación, en particular, implica una conjunción de poderes. No obstante, la naturaleza específica del poder externo en la manufactura de los atlas ingleses del siglo XVIII sugiere que una causalidad directa en su operación no era precondición para que en los atlas surgieran relaciones de poder. Lo que sucede es que la debilidad de la causalidad directa nos permite ver con mayor claridad la fuerza del poder interno en la práctica cartográfica cotidiana. Como ya se dijo, lo que revelamos es un conjunto de procesos de estandarización y normalización establecidos. Para el siglo XVIII, estos códigos estructuraban el poder interno de los mapas de atlas ingleses. Los signos comunes de los mapas, una idea clara de lo que era el contenido normal de los mapas de atlas, un diseño aceptable y cierta conciencia del mercado eran también elementos de valor en las prácticas de manufactura, y advertían —por medio de los modelos de amplia circulación que mostraban cómo debería verse un atlas— ser los representantes de una geografía entregada al poder. Los nuevos levantamientos y el material sin trabajar que llegaba a los talleres eran procesados según la lógica de este canon. Se acordaban, no se cuestionaban, se les daba el mismo tratamiento y entonces no resulta sorprendente que surgieran como nuevos mapas estandarizados. El origen de estos estereotipos geográficos se puede encontrar desde el siglo XVI, cuando los principios epistemológicos de medición y clasificación fueron integrados por primera vez a la elaboración de atlas ingleses. Para el siglo XVIII, los descendientes de estos primeros estereotipos eran producto de factores sociales y técnicos. Los cartógrafos se guiaban por un amplio consenso sobre asuntos de clase, estatus y etnia, que compartían los puntos de vista de quienes solicitaban el trazado del mapa. En otros sitios, o en otros periodos en Inglaterra, se puede encontrar una cartografía de protesta; sin embargo, pocos manufactureros de atlas del siglo XVIII parecen haber cuestionado el orden social y político de su inundo o haber percibido su propia labor como una práctica social. Por el contrario, mientras más continuaban la práctica cartográfica que recibían, más reforzaban y correspondían, aunque de manera involuntaria, a la configuración social dominante de su tiempo. Sus atlas son T O P O G R A P H al mismo tiempo textos culturales y modelos visibles de las relaciones sociales de la Inglaterra del siglo XVIII. De esta manera, el poder se encuentra tanto implícito como explícito en la proyección de los cartógrafos de una geografía externa sobre la página del mapa. Él cartógrafo abordaba sus datos con expectativas concretas en cuanto al mundo que estaba describiendo, y con una idea clara de las reglas de la cartografía mediante las cuales se produciría la imagen del mapa (como las del estatus social, congruentes con las normas generales de la sociedad). Éste es el proceso por el cual se revela un terreno de poder interno delineado tan claramente en las relaciones sociales como en las líneas grabadas de los ríos y las cordilleras de la imagen del mapa. Y NORTH AMERICA AND THE WEST INDIES. A COLLECTION OF ALL THE MAPS, CHARTS. PLANS, AND PARTICULAR SURVEYS, I That have published parts of The World. E U R O P E or A M E R I C A . E N G R A V E D T H O. MAJESTY. J E F FE R Y S, B Y Geography w Hm FIGURA EL epítome de los atlas. Portada de A General Topography of North America and the West Indies (Londres, T. Jefferys, 1768). Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. Quiénes encargaban un atlas y quiénes lo hacían En el contexto del mapeo comercial de la Inglaterra del siglo XVIII, las personas que solicitaban la elaboración de un atlas eran agentes a través de los cuales el poder social externo, intercambiado entre el cartógrafo y una tecnología estandarizada, entraba en los atlas para convertirse en una forma interiorizada de poder-conocimiento. Un estudio de los atlas dentro de la sociedad (comparado con uno en el cual se saquen los atlas de la sociedad para un minucioso análisis técnico o bibliográfico) requiere un método especial. Es muy importante, para empezar, reconstruir las divisiones sociales y las relaciones de poder dentro de la sociedad así como entender los procesos técnicos del trazado del mapa. Por lo tanto, tenemos que identificar a los promotores de la cartografía de los atlas del siglo XVIII y mostrar cómo entablaron una relación histórica y geográfica cercana con quienes tenían que ver con el negocio del trazado y la venta de los mapas. Aunque la naturaleza precisa de la estructura Social inglesa del siglo XVIII (su perfil, su carácter cambiante y los conflictos de clase) ha sido tema de disensión, su anatomía básica es suficiente para demostrar cómo intervino el poder en el conocimiento geográfico reproducido en los atlas. La sociedad inglesa de este periodo estaba fijada en una serie de marcadas divisiones sociales, cada una con sus propios símbolos de poder, pretensiones y riqueza. A pesar de una rígida jerarquía, un historiador social ha descrito a la sociedad inglesa del siglo XVIII como una "sociedad de una sola clase", lo que significa que sólo existía una clase importante (que comprendía los grupos de la nobleza, la aristocracia, el clero y los profesionales) con una conciencia nacional de su propia existencia e importancia. Cualesquiera que sean las carencias de este diagnóstico en la sociología histórica, resulta un concepto útil para explicar algunas de las imágenes estereotipadas de los atlas que parecen más bien reflejar las preocupaciones de esta clase social dominante. Otra característica importante de la estructura social inglesa de este periodo es hasta qué punto el poder político se debía a la posesión de tierras. La élite inglesa se ha descrito como "un grupo cerrado y privilegiado de dueños de tierras", mientras que la nación parecía una "república federal de casas de campo". Casi la mitad de la tierra cultivada en la Inglaterra del siglo XVIII pertenecía a unas 5000 familias. En la cima de esta dominación, "cuatrocientas familias, en una población de aproximadamente siete u ocho millones de personas, eran dueñas de casi una cuarta parte de la tierra cultivada". Esta relación entre la tierra y el poder político, dentro de la cual el poder político se usaba para proteger la propiedad, es la que ofrece el marco histórico de los atlas. Ya se tratara del condado inglés o del imperio de ultramar, se pensaba que los mapas reforzaban los modelos de tenencia territorial, y este potencial contribuye a explicar qué aspectos geográficos eran enfatizados en los atlas y por qué estas representaciones se convirtieron en una fuerza dentro de la sociedad. Incluso un análisis superficial sugiere que los ingleses que encargaban los atlas geográficos pertenecían a estas clases superiores de la sociedad: los dueños de la tierra. Tales grupos representaban quizá no más de 5% de la población total; sin embargo, ejercían una hegemonía política y cultural desproporcionada para su cantidad. Al igual que el arte culto del periodo su literatura, su música y su ópera, los atlas geográficos eran regulados y se ponían de moda de acuerdo con el sector de la tierra de la sociedad inglesa. El hecho de que el precio de venta de los atlas geográficos más grandes excediera el salario semanal promedio de un artesano confirma también una forma de conocimiento cuya distribución social estaba altamente concentrada. Existen varias fuentes históricas que vinculan esta estructura social a los verdaderos lectores de los atlas, lo mismo que al cartógrafo con quien encargaba el mapa. Por lo que corresponde a los vendedores de mapas, promovían regularmente los atlas para llamar la atención de las personas que encargaban su trazado. Los anuncios en los periódicos londinenses con frecuencia iban dirigidos a la nobleza y a la aristocracia, las cuales se interesaban en comprar estos atlas porque en la publicidad se subrayaban aspectos de especial interés para ellos. Igualmente, en las dedicatorias de los atlas, tanto de la obra en general como de los mapas individuales que los componían, se destaca la atención a la nobleza y a la aristocracia, además de la realeza. No es accidental (como se demostrará más adelante) que los escudos de armas hayan sido una forma común de decoración de estos mapas. Otro punto más importante de nuestro estudio es la medida en la cual los atlas realmente eran comprados por las personas a quienes estaban dedicados. Las pruebas son las bibliotecas particulares, los catálogos de subastas de libros y las listas de suscriptores impresas en los mismos atlas. Las relaciones de subastas de Londres son tema de estudios que Más adelante se ofrece un análisis de dos listas que han sobrevivido. Es un medio para relacionar la estructura social con la producción de atlas y también muestra cómo la cartografía estaba inserta en una red intrincada de relaciones de poder. El primer ejemplo lo ofrece A New General Atlas, de John Senex, publicado en Londres en 1721. En el prefacio, él se nombra a sí mismo "geógrafo de la reina" y recomienda "la utilidad de un libro de este tipo para los nobles, los aristócratas, regidores del mar y de la tierra, divinos, abogados, médicos y comerciantes". Senex identifica ocho categorías de posibles lectores, encabezadas por "soberanos con sus ministros" y termina con "agricultores de un trabajo común". Por alguna razón, Senex hace una mención especial del último grupo. "La ciencia es necesaria", dice, "para todo tipo de hombres, desde el príncipe hasta el campesino"; sin embargo, no debemos dejar que este sentimiento igualitario nos distraiga de la realidad de sus lectores. También en las páginas preliminares del atlas se enumeran 1047 suscriptores con rango y título (véase figura). El cuadro es un sencillo análisis de esta lista. Aunque el cuadro no refleja los múltiples y finos matices de la estructura social inglesa, sí sirve para destacar que los suscriptores del Atlas de Senex provenían, en su mayoría, de grupos en cuyas manos se concentraba el poder económico y político. De hecho, las listas alfabéticas son una relación de títulos honoríficos. Nos permiten ubicar a las personas que encargaban atlas entre la minoría más importante y, sobre todo, entre la clase conocida como aristocracia. Mientras que las designaciones no siempre nos permiten distinguir entre los que eran principalmente propietarios de tierra y quienes tenían otras ocupaciones definidas (clérigos, oficiales de la corte, diplomáticos, abogados, comerciantes, oficiales militares, maestros de escuela y caballeros) no hay duda de que el interés que compartían y la identidad de clase postulada por Laslett radicaba en la posesión de una propiedad de tierra. El hecho de que esa clase dominara la producción de los atlas se ve confirmado por los escudos confirman la compra regular de atlas geográficos por parte de los nobles, los aristócratas y los profesionales. Sin embargo, las listas de suscripciones existentes, de aproximadamente una docena de atlas ingleses del siglo XVIII, ofrecen la mayor cantidad de datos para un análisis socio estructural de los lectores de mapas. de armas grabados después de la lista de suscripción (véase figura). Estos eran diseñados para destacar a los suscriptores con derecho a llevar armas y es importante que mucho más de la mitad de los suscriptores (728) del Atlas de Senex proviniera principalmente de las familias con tierras que gozaban de ese derecho. La dominación de los propietarios de tierras en el encargo de atlas debe, sin embargo, ser abordada con cautela. Durante el siglo XVIII su importancia relativa, si bien no en términos de poder, pero sí numéricamente, se desvanecía con el surgimiento de una burguesía urbana e industrial. Incluso en el Atlas de Senex de 1721, publicado en una época en que Laslett suponía que la sociedad de una sola clase estaba en su apogeo, 26% de los suscriptores no pertenecían a la aristocracia ni a la nobleza. Especialmente en Londres, aunque también en los poblados más grandes, aumentaba el número de lectores de mapas de los también crecientes grupos comerciales y de artesanos, y entre los practicantes de matemáticas cuyas fortunas aumentaban con la expansión de la agricultura, el comercio y la industria. Por lo tanto, incluso entre los suscriptores de Senex, encontramos ocupaciones como las de boticario, arquitecto, vendedor de libros, vendedor de telas, orfebre, pintor, fabricante de instrumentos de matemáticas, impresor, relojero y escribano. Para finales del siglo XVIII la importancia numérica de estos grupos en cuanto al encargo de trabajos cartográficos había aumentado aún más. Se publicaban más atlas y algunos de ellos a menor precio. En términos generales, para finales de 1790 los mapas compartían la realidad de una "sociedad de imprenta desarrollada", en comparación con el siglo anterior. Esos son los antecedentes de nuestro segundo ejemplo: el New and Correct English Atlas, de Cary (1787). Éste incluye una lista de aproximadamente el mismo número de suscriptores que el Atlas de Senex; sin embargo, el cuadro nos muestra una gran diferencia en la composición social de los lectores. La relativa importancia de la nobleza había disminuido de 10 a 3% y la de la aristocracia había bajado, de manera menos dramática, de 41 a 36%. Los clérigos seguían conformando un grupo estable de compradores de atlas. Lo más destacado es el aumento de suscriptores "no aristócratas" a 40% en el atlas de Cary. Incluso cuando estos dos no son representativos de todos los atlas del siglo XVIII (además de que el de Gary era una obra más pequeña y barata), las diferencias advierten la posibilidad de una relación distinta entre la estructura social y la cartografía. Al tratar de entender que el poder se vuelve interno a las prácticas cartográficas, tenemos que tener en cuenta también el contexto de los cartógrafos en su articulación de ese poder. El atlas geográfico inglés del siglo XVIII se puede ver como "el depósito de una relación social". De un lado de la relación estaban, como hemos visto, quienes encargaban atlas (lectores surgidos principalmente de una clase que compraba atlas y los recomendaba a otros miembros de su círculo). Del otro estaba la persona que había hecho el atlas, o por lo menos había supervisado su hechura. El equilibrio de poder en la Inglaterra del siglo XVIII radicaba en quien encomendaba un mapa más que en el artesano que satisfacía sus necesidades. Las personas que trazaban y vendían los mapas estaban muy abajo en la jerarquía del poder social. Esto significa que el trazado de un mapa nunca podía ser una empresa autónoma, especialmente para quienes hacían los atlas que pretendían tener un producto relativamente caro en un mercado de calidad y no podían esperar ser agentes totalmente libres e independientes. De manera directa e indirecta, al Igual que la de la mayoría de los artesanos, la actividad de quienes, hacían los atlas estaba en manos de los grandes. Con la identificación de la posición de quienes hacían los atlas en la sociedad del siglo XVIII podemos empezar a entender por qué sus mapas llegaron a adoptar y a reforzar los valores sociales dominantes de quienes los solicitaban. Existen varias explicaciones para el hecho de que las personas involucradas en el negocio de la cartografía respondieran de manera especial al mundo social de quienes encargaban los mapas y a sus muy particulares estructuras de clase del conocimiento geográfico. Por un lado, quienes se dedicaban a hacer atlas nunca formaron un grupo de trabajadores fuerte ni cohesionado. En un momento determinado del siglo XVIII sólo un puñado de individuos (la familia Howies, los Bowen, Ovary, Dury, Dunn, Faden, Gibson, Jefferys, Kitchin, Moll, Sayer y Senex), no más de una docena, o algo así, dominó esta forma especializada de publicaciones geográficas. FIGURA los mecenas de la cartografía de atlas. Lista de suscriptores. John Senex, A New General Atlas (Londres, I). Browne, 1721). Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. 5. CUADRO: Estatus social de los suscriptores al Nuevo Atlas General de Senex (...1721) 1. Escuderos 330 Número de 2. Hombres gentiles 34 suscriptores 3. Clérigos 105 4. Profesionales (médicos, abogados, 120 Comerciantes, militares, etc.) 6. "No aristócratas" (agricultores, granjeros y artesanos) 296 Total : 1047 • Estas categorías están adaptadas de la discusión que hace Peter Laslett en The World We Have Lost: further Explored, .V ed. (Londres, Methuei, 1983), incluid» el cuadro Entre la categoría I y 6 se encuentran aproximadamente tres cuartas partes de los suscriptores (72%). • No todos los suscriptores están identificados por rango y ocupación; el número total registrado es de 1061. FIGURA: Escudos de armas de los SUSCRIPTORES, John Senex, A New General Atlas. Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. CUADRO: Estatus social de los suscriptores al Atlas inglés nuevo y correcto (1787) Estatus registrado en la lista de suscriptores Número de suscriptores 1. Nobles 29 2. Baronetes v caballeros 27 (Nobleza) Porcentaje 3 3. Escuderos 396 4. Hombres gentiles 5. Clérigos 6. Varios * (médicos, abogados, Comerciantes, militares, 7.etc.) "No aristócratas'' — 158 44 Total (Aristocracia) 35.7 13 4.5 520 1 184 43.8 100.0 * Para fines comparativos, estos grupos se basan en Laslett como en el cuadro. Aunque las divisiones, que reflejan una configuración de finales del siglo XVIII, eran cada vez menos adecuadas para la sociedad inglesa de finales del siglo XVIII. *El término es de Laslett. Mientras que su producción puede antojarse prolífica a primera vista, un análisis más profundo muestra que su cartografía había sido tomada libremente de un grupo limitado, y por lo general anticuado, de mapas originales. Entre los editores intercambiaban las placas de cobre, hacían ediciones en serie y cobraban porcentajes de los atlas de los demás. Como pronto se dieron cuenta sus contemporáneos, el comercio estaba motivado en gran medida por el mercado, más que por alguna idea concreta de geografía "científica". En medio de tal clima de edición, bien podemos suponer que las personas que hacían los atlas tenían que ser especialmente sensibles a los valores tradicionales de quienes se los encomendaban, así cuino a los cambios de moda en el comercio de la impresión en general. De hecho, la expresión cartógrafo de atlas, como la empleamos respecto del siglo XVIII, es producto de la cartobibliografía moderna. La producción de mapas en la Inglaterra del siglo XVIII (al igual que en otros periodos) era un proceso múltiple que requería el trabajo de un editor, un dibujante, un grabador, un impresor, un colorista, y un vendedor. En la práctica, estas funciones a menudo estaban combinadas en un solo taller; sin embargo, en otros casos se realizaban por separado. Hubiera resultado aún más extraño para la mirada del siglo XVIII nuestra idea moderna (que no apareció sino hasta la Inglaterra del siglo XVIII) del cartógrafo especializado en atlas. Incluso los cartógrafos más especializados diversificaban sus negocios en una enorme gama de publicaciones de otros temas. Bowen, Jeffreys y Kitchin por ejemplo, mientras que se definían a sí mismos como "geógrafos" y gozaban del privilegio de ofrecer mapas a los miembros de la realeza, también se dedicaban a otras ramas del grabado, la publicación y la venta de impresos. Thomas Kitchin editaba "jeroglíficos" y otras publicaciones políticas; Thomas Jefferys y Robert Sayer tenían una línea de impresiones ajenas a lo estrictamente geográfico; más tarde, durante el mismo siglo, Robert Sayer se convirtió en un importante editor de otras ramas de las artes gráficas, además de publicar catálogos de atlas para especialistas. Más aún, para otras personas dedicadas a esta labor los atlas geográficos no eran más que una línea incidental de su trabajo. Por ejemplo, Thomas y John Bowles quizá hayan sido más conocidos como editores de sátiras sociales que de mapas. Por lo tanto, en el Catalogue of Maps, Prints, Copy Books, etc. de John Bowles de 1753, leemos: "Para que los comerciantes de exportaciones, caballeros del ámbito de los muebles y libreros vuelvan a vender, deben abastecerse de la mayor variedad de mapas y ediciones a los precios más bajos". La frase de Bowles: "la mayor variedad de mapas y ediciones", nos recuerda que debemos ubicar a los atlas geográficos en el mundo más amplio de las artes gráficas. Bowles y Son tenían un negocio de ventas al mayoreo y al menudeo que ofrecía mapas con varios formatos; sin embargo, también contaban con un amplio rango de ediciones de diferentes tamaños y sobre distintos temas. Por sus manos pasaban ediciones de historia, deportes, arquitectura, moral, religión, de la marina y de la milicia, ensayos de opinión, libros con texto y con dibujos y medias tintas. Sólo una pequeña parte de su catálogo de 1753 estaba dedicado a "libros de mapas" (es decir, atlas), y éstos estaban mezclados en el almacén con textos sobre arquitectura y geometría práctica y con artículos como "guías para caballeros" y "compañeros de bolsillo". La importancia de esa diversidad es que había numerosos canales que iban del mundo en general al taller del cartógrafo de atlas. Lejos de ser una labor esotérica, esta cartografía nació junto con las más amplias corrientes de actitudes sociales y políticas que abundaban en la sociedad inglesa. La producción de atlas en la Inglaterra del siglo XVIII, vinculada tanto a la expansión general de las artes gráficas como a los terrenos más grandes de las publicaciones geográficas e históricas, estaba especialmente bien ubicada para articular la construcción social del conocimiento geográfico favorecido por las perdonas que encomendaban su elaboración. La cercanía de la elaboración de atlas del siglo XVIII con las sedes de poder nacional de Londres reforzaba también esta tendencia. Es sabido que la producción y la distribución estaban impresionantemente concentradas en la capital; sin embargo, es necesario subrayar su importancia para el apoyo de las necesidades de la cartografía. Mientras que las habilidades de los topógrafos estaban ampliamente difundidas en la Gran Bretaña, y en menor medida en las colonias de ultramar, la mayor parte de la compilación, edición, grabado, impresión y publicación de mapas y atlas, junto con el comercio de libros y de impresión, se concentraba en Londres. Quizá en cuanto a la producción de atlas esta dominación era casi total, y llevó a los cartógrafos y a quienes encargaban su elaboración a una proximidad potencialmente cercana. Las instituciones con sede en Londres, como la Corte, el Parlamento, los departamentos de Estado, las compañías grandes y los círculos sociales hacían que los aristócratas propietarios de tierras estuvieran lejos de las costas por lo menos durante parte del año. Si bien el cartógrafo sólo en ocasiones se encontraba frente a frente con quien le encomendaba el mapa, constantemente se le recordaba su existencia, así como la necesidad de manipular el conocimiento de manera que sirviera a sus intereses. Los personajes del poder social nunca estaban lejos de las tiendas donde vendían mapas en St. Pauls y el Strand. El cartógrafo que trabajaba en Londres tenía fácil acceso al conocimiento geográfico ya estructurado por el poder. FIGURA La materia prima de los atlas: los mapas manuscritos. Boston, its Environs and Harbour with the Rebels Works... from the Observations of Lieut. Page of his Majesty's Corps of Engineers (1775), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas, Las fuentes de material de los atlas geográficos revelan que sus compiladores estaban al día no sólo de los acontecimientos en la esfera doméstica que afectaban su labor (la actuación de la legislación parlamentaria respecto de canales y caminos, por mencionar sólo un ejemplo), sino también de las luchas militares en el escenario europeo y, cada vez con mayor frecuencia, de la saga nacional de los imperios británicos de ultramar en Norteamérica, Asia y el Pacífico.56 Después de la derrota de Francia en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) se reforzó la supremacía de Inglaterra sobre los océanos y el comercio imperial. Su dominación del mundo no europeo, así como los descubrimientos geográficos ingleses, hechos a los que a menudo se daba prominencia en los mapas nuevos, constantemente servían a los esquemas coloniales. Londres se convirtió en un entrepot y aduana del conocimiento geográfico de un sistema territorial distante. En cuanto a la historia social de los atlas ingleses, su posición en las intersecciones del conocimiento es asunto de primordial importancia. El cartógrafo de atlas tenía acceso, aunque en ocasiones de manera indirecta o en varios pasos, a la inteligencia geográfica, incluidos los mapas que se filtraban a Londres a través de canales diplomáticos, militares, navales y mercantiles. Localizado en una ciudad cada vez más cosmopolita, el cartógrafo tenía acceso a las ideas, actitudes políticas, estereotipos étnicos, valores culturales y convicciones ideológicas tan presentes no sólo en los mapas, sino en una floreciente industria del conocimiento en general. Las representaciones del poder Ahora podemos ver cómo se representa el poder en los mapas de los atlas, para valorar su influencia. El argumento se enfoca en los aspectos no articulados del poder reflejados en los atlas; esto se refiere a la agenda oculta del poder social, la cual opera en el lector como una fuerza inconsciente y a través del significado simbólico de la imagen, al igual que de los hechos literales de la geografía. En la discusión de la influencia histórica, estoy menos interesado en los usos prácticos de los atlas en el ejercicio del poder —los fines administrativos, diplomáticos, militares, propagandísticos o de topografía, todos documentados en el siglo XVIII que en la forma en que los mapas estructuraban las actitudes sociales y apoyaban una geografía preexistente de relaciones de poder. Estas tendencias, tanto de representación como de influencia, serán ejemplificadas en relación con la ideología de los mapas encontrada en dos grupos de atlas geográficos ingleses: en primer lugar, los atlas regionales o de condado de Inglaterra y Gales; y, en segundo, los atlas generales o universales publicados antes de la independencia de los listados Unidos. En el segundo caso, el análisis se limitará a ejemplos de mapas de Norteamérica. Atlas de condado A pesar de la continua expansión inglesa al otro lado del océano durante el siglo XVIII, los horizontes de la mayoría de los ingleses estaban limitados a los campos y las ciudades con cuya experiencia directa contaban. En la práctica, el condado era el foco de la vida de los nobles y los aristócratas ingleses. La supremacía y el poder regional se ejercían a través de los sistemas administrativo y legal del condado. También en el marco del condado circulaba el poder social donde las familias más importantes estaban dispuestas en jerarquías del propio condado y estrechamente relacionadas entre sí por lazos de matrimonio y propiedad. Los aristócratas pueden haber tenido tierras en más de un condado o haber visitado Londres y Bath en la misma temporada; sin embargo, regresaban a su condado y hacia él sentían la mayor lealtad. Gran parte de la popularidad de los atlas de condado, al igual que de otras obras de historia y topografía local, yacía en esta relación con los aristócratas. Desde la primera publicación del atlas de Saxton en 1579, la relación del atlas y la sociedad del condado fue un factor activo de la regionalización de la sociedad inglesa. Para el siglo XVIII, el atlas del condado en sus diversos formatos se había convertido en la forma dominante de publicación de atlas nativos ingleses. Sin embargo, la relación entre el atlas y la sociedad del condado era J más que un asunto de costumbre, formato y comercio. El consenso y la reciprocidad entre el editor y el lector se extendió al contenido y diseño de los mapas. Para 1700, los topógrafos habían acumulado la experiencia de más de un siglo en cuanto a complacer a sus clientes. Diversos aspectos de los atlas del siglo XVIII, así como de las placas de cobre, pasaron al nuevo siglo sin nada más que algunas modificaciones cosméticas. Durante el siglo XVIII, los atlas de condado, se mantuvieron marcadamente conservadores en cuanto a la forma en que representaban los intereses de clase de sus clientes. Se pueden encontrar en la decoración de todos los mapas reverencias ante la nobleza y el poder, en sus dedicatorias y en características tales como listas de "puestos de nobleza". LOS escudos de armas de la nobleza, ciudades o instituciones del condado eran detalles que se agregaban generalmente a los mapas y atlas antes de 1750." John Warburton tuvo el acierto de anunciar la medida de colocar escudos de armas grabados como sello de sus mapas. Éstos servían a "personas de distinción, la mayoría dueñas de tierras o descendientes de dueñas — escribía con presunción— como índice que mostrara a los dueños actuales de cada villa, castillo o residencia". Incluso los atlas que cumplían alguna función, los asignados para viajeros como el libro de caminos de John Owen, Britannia Depicta (una combinación de mapas de caminos que cambiaban conforme se contaba con más información y de mapas de los pequeños condados), a menudo se ornamentaban con "las armas de las personas de este reino que obtienen sus títulos de lugares en o cerca de los caminos" y, para dar cuenta del poder de la religión establecida por el Estado, "las armas de todos los episcopados y denarios, su fundación, extensión, valor anual, número de subdivisiones del condado, etcétera". Para mediados de siglo la moda generalizada de los escudos de armas ya había pasado; sin embargo, se continuó confirmando la estructura de la sociedad inglesa. En los atlas producidos por Bowen y Kitchin se incluían dedicatorias a los señores tenientes de cada condado; listas de las "sedes de nobles y aristócratas"; fechas que se remontaban a la conquista normanda de quienes tenían rango de conde; listas de obispos ("desde la Reforma"), y fechas de cartas constitutivas de ciudades antiguas (véase figura) Este tipo de información histórica, ya fuera agregada al mapa mismo u ofrecida en un texto suplementario, refleja en parte la percepción de los topógrafos respecto del aumento de interés por lo antiguo entre los nobles y los aristócratas en la Inglaterra del siglo XVIII Sin embargo, también está abierta a una interpretación ideológica. Los escudos de armas o grabados de catedrales en las esquinas de los mapas se pueden interpretar como emblemas de poder que transfieren autoridad al espacio del mapa. De manera similar, una confirmación de antigüedad se puede ver como un acto de legitimación inconsciente, un símbolo de cohesión social y un despliegue de las raíces de las instituciones y la dominación jerárquica como justificación de su Supervivencia en la actualidad. Hasta aquí los atlas en cuanto a su formato general y decoración. Pasando ahora a los propios mapas, no es difícil entender de qué manera se había hecho también que cupieran dentro de los derechos y las prioridades de la clase alta. A partir de 1750 los mapas de los atlas del condado se derivaban de mediciones originales más detalladas; no obstante, seguían mostrando una visión definitivamente parcial del paisaje de Inglaterra y Gales. Las prominencias sociales, como casas de campo, eran reflejadas en igual medida que las marcas naturales. FIGURA El atlas como proclama social: detalle que muestra las sedes de la nobleza, etcétera, en Cambridge shire. Emmanuel Bowen. The Royal English Atlas (Londres, C. Bowles, 1778), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. La compilación de cada mapa implicaba claramente no sólo juicios en cuanto a cómo eran las cosas en el paisaje, sino también en cuanto a cómo creía el grupo dominante de la sociedad que deberían ser. Las creencias y los valores de los nobles y los aristócratas habían estructurado una forma de ver, una forma de medir y una forma de interpretar el mundo de manera que el mapa ora - la imagen de su dominación. Por ejemplo, siempre se subrayaban los límites de las unidades administrativas de jurisdicción e impuestos —el condado y sus divisiones administrativas—. Lo mismo pasaba con las ciudades desde las cortes donde se impartía la justicia o que enviaban miembros al Parlamento de Westminster a representar los intereses de esta única clase nacional y a aplicar la ley. De manera similar, los espacios donde vivían y ejercían su cargo los aristócratas y el clero eran subrayados en los mapas, lo que confirmaba su autoridad social. Las "sedes", o casas, de los caballeros, así como sus parques, se destacaban de manera especial (véase figura). Rectorías, vicarías y curatos se incluían como emblemas del poder social de la Iglesia establecida, no sólo como registros de la vivienda de un grupo grande de suscriptores. Por supuesto que el contenido de los mapas de atlas no permaneció inalterado en el transcurso del siglo. De acuerdo con el creciente porcentaje de suscriptores al atlas de Cary de 1787, asociados con el comercio y la manufactura, la imagen de algunos mapas de este atlas también comenzó a reflejar el cuidado que se ponía en la localización de oportunidades de inversión de esta clase: empresas comerciales e industriales. Las minas eje carbón, los canales, los caminos, los terrenos y los páramos en proceso de cercado, los poblados en expansión y los suburbios entraban en los mapas como símbolos de nuevas riquezas. Sin embargo, estos mapas de finales del siglo XVIII reflejan más bien el surgimiento de nuevos amos que el detrimento del ,.~ ■*- FIGURA EL ATLAS Como paisaje aristocratizado: las parques de Buckinghamshire. John Cary, New and Correct English Atlas (Londres, J Cary, 1787), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. poder. En lugar del antiguo paisaje de una sociedad predominantemente propietaria de tierras, detectamos en los nuevos mapas signos de un capitalismo agrario e industrial que adquiría fuerza, el de las revoluciones llamadas agricultora e industrial. Como testigos del orden social de la Inglaterra del rey Jorge, los silencios cartográficos en los mapas de los atlas del condado son tan elocuentes como las características que se describen. Los mapas de atlas, al igual que las pinturas inglesas del mismo periodo, idealizaban al campo. Pretendían, aun cuando lo hacían involuntariamente, esconder la realidad de la pobreza rural. El único indicio de que quizá existiera otra clase social en Inglaterra es el recién introducido signo de las "escuelas de caridad". Aunque los parques individuales de finales del siglo XVIII están llenos de diseños de jardineros como Capability Brown, más allá del límite del parque, donde hombres y mujeres trabajaban afanosamente en los campos, el paisaje del mapa con frecuencia estaba bastante vacío. NO SE muestran incómodas manifestaciones de retraso. En los mapas no hay signos para la pobreza o la suciedad; los imperturbables colores de los mapas denotan una tierra verde y agradable. Incluso cuando se muestran viñetas de actividad industrial, sólo se trata de las herramientas de trabajo ya que los trabajadores son escondidos o presentados en composiciones idealizadas, bien vestidas y en situaciones de reposo más que en medio del trabajo fuerte y agotador. La conclusión inevitable es que estamos ante el mundo de papel de una clase social de élite. Más aún, era un mundo del cual se debía estar orgulloso. Los atlas de condado, que en cierto sentido también fungían como atlas nacionales, a menudo eran precedidos por manifestaciones de sentimientos patrióticos. Estos mapas de condado estaban llenos de un orgullo regional, repletos de la confianza de una clase gobernante y revelaban una fuerte creencia en el progreso y la mejoría. Algunos historiadores de mapas han calificado estas imágenes de Inglaterra como encantadoras, inocentes y no afectadas por ninguna ideología. Sin embargo, debido a que el poder social se había apropiado de las prácticas cartográficas, lo contrario es mucho más probable. Ahora podemos ver cómo operaba el poder en la sociedad inglesa del siglo XVIII a través de los atlas. Dos grupos de relaciones estaban implicados. El primero era una condición necesaria. Lo que hacía al proceso de trazado de mapas parte de la difusión del poder era el consenso social acerca de las características adecuadas de jerarquía y paisaje elegidas para ser representadas en el mapa. Quizá esto sea obvio; no obstante, la segunda condición es mucho menos fácilmente reconocible: cómo colaboraban los talleres de trazado de mapas en la estandarización y reiteración de la construcción particular de una versión a partir de otra de un paisaje específico. Sus actividades constituyen una relación dependiente, configurada con base en la asociación de topógrafos, editores, dibujantes de mapas y grabadores que trabajaban con un mismo fin: la imagen conformista de un mapa. El paisaje resultante habría sido inmediatamente familiar y sólido a los ojos de quienes encomendaban los atlas en el siglo XVIII. Sin embargo, en otros aspectos, su propio conservadurismo como forma de conocimiento, incluso cuando se mostraran características nuevas, los volvía insensibles al cambio e indiferentes ante los paisajes cotidianos de la gente común. Se ha dicho que "la autoridad tradicional opera precisamente a través de este proceso de hacer que una situación de poder parezca un hecho de la naturaleza del mundo". De igual manera, los atlas hicieron que las estructuras de poder de la sociedad del siglo XVIII parecieran normales y una parte inherente "de la naturaleza del mundo". Nos recuerdan cómo el poder interno de la cartografía, aunque orquestado por valores sociales aparentemente ajenos a su práctica, ejercía control y autoridad sobre los aspectos geográficos elegidos para el mapeo y la forma en que eran presentados sobre la hoja o el estilo de los signos del mapa. Ya en el contexto de la Inglaterra del siglo XVIII, la dominación de unos cuantos aspectos del paisaje en los atlas contribuyó a avalar esas topografías selectas (castillos, catedrales, casas de campo y sus parques, rectorías) con una importancia casi cosmológica para la sociedad privilegiada que los recibía. Representaban una Inglaterra parcialmente mítica producida y leída como un ritual gráfico. Quizá valga la pena establecer una comparación del ritual con la cartografía. Ambas actividades se distinguen y estabilizan, principalmente, por su naturaleza repetitiva y estandarizada. Es más, el ritual mismo se convierte en una manera importante de legitimar lo que representa. Una de las razones por las que el ritual es un medio tan efectivo de legitimación es que ofrece una forma de unir una imagen específica del universo eon un fuerte apego emocional hacia esa imagen. Los rituales se forman a partir de símbolos que representan ciertas visiones de cómo está construido el mundo (...) los rituales hacen a estos símbolos importantes y promueven su apego a ellos. No cabe casi ninguna duda de que en la Inglaterra del siglo XVIII los aristócratas sentían este apego emocional hacia la tierra y el lugar, ni de que los mapas cada vez más estandarizados dentro de sus atlas servían para vincular imágenes de un conjunto de universos locales a ese apego histórico. Por lo tanto, los mapas de los atlas se establecieron como uno de los símbolos culturales que ayudaron a nobles y aristócratas a conservar el poder social durante el siglo XVIII en Inglaterra. Atlas "generales" o "universales": algunas representaciones de Norteamérica El segundo grupo de atlas tomado en cuenta para este ensayo es el internacional. Al simbolizar una abrupta discontinuidad entre la percepción del espacio doméstico y el extranjero, también contribuían a estereotipar y ritualizar las actitudes sociales y geográficas que deben haber sido comunes en la sociedad inglesa del siglo XVIII. Éstos son los atlas del mundo en su conjunto; la motivación detrás de las relaciones de poder cartográfico era la de un siglo de imperialismo agresivo. Samuel Johnson percibe ciertas actitudes nacionales. En 1766 (en la dedicatoria a Jorge III) escribió acerca de la creciente hegemonía mundial inglesa: “Su poder es reconocido por las naciones […] cuyos nombres aún no sabemos escribir, y cuyas fronteras todavía no podemos definir. Sin embargo, la indulgencia y benevolencia de Su Majestad nos dan razones para esperar el momento en el que [...] multitudes, que ahora andan por el bosque en busca de presa y viven a merced de los vientos y las estaciones, gracias al paternal cuidado de Su Majestad, disfrutarán la plenitud de tierras cultivadas, los placeres de la sociedad, la seguridad de la ley y la luz de la revelación.” Sentimientos de chauvinismo, patriotismo y prejuicios como éstos a menudo encontraban eco en el conocimiento geográfico de la élite de la Inglaterra del siglo XVIII. La geografía era un medio para confirmar la superioridad de la nación inglesa sobre el resto. Por lo tanto, Moll terminaba la introducción al Atlas Minor (1729) con esta expresión retórica: "La nación británica no tiene superior en el globo, y el rey de la Gran Bretaña no tiene igual". En la conclusión de este ensayo se mostrarán las formas de manifestación de estas actitudes en las representaciones de Norteamérica contenidas en estos atlas del mundo. Como en el caso de los atlas de condado, nos enfocaremos en la manera en que la cartografía ejerce el poder mediante la legitimación más que en los mapas, pues se convierte en un instrumento fundamental de la administración práctica de las empresas coloniales e imperiales. Todo lo que se debe tener en mente es que, dado el contexto colonial, en el caso de los mapas norteamericanos, las relaciones de poder eran diferentes. Se trasplantó la estructura social inglesa a algunas colonias norteamericanas; sin embargo, como revelan los atlas, las luchas de poder entre las distintas naciones europeas por los territorios de ultramar y, con una mayor desigualdad, las relaciones de poder entre los pueblos europeos y no europeos también desempeñan un papel importante en la producción de la imagen del mapa. Hasta la guerra de independencia, las 13 colonias norteamericanas eran la joya de la Corona imperial inglesa. Mientras que en todos los atlas europeos se tendía a asignar a las naciones europeas espacios desproporcionados a su tamaño real en el mundo, en los atlas de los cartógrafos ingleses Norteamérica y las Indias Occidentales asumieron una floreciente prominencia durante el siglo XVIII. Incluso en los primeros atlas de Moll, Senex y Bowen, publicados antes de la Guerra Franco-India (1756-1763), estas colonias comenzaron a ser destacadas para los lectores nacionales. Después de 1755, trazando con base en fuentes francesas y sobre una serie de mapas detallados de las colonias inglesas particulares, los topógrafos de atlas londinenses, especialmente Thomas Jefferys y sus sucesores, comenzaron a producir atlas regionales detallados para los escenarios norteamericanos y de las Indias Occidentales de actividad colonial. Algunas de estas obras, como The General Topography of North America and the West Indies (1768) (véase figura), aparecieron antes del inicio de la guerra de independencia; sin embargo, en otros casos, como The American Atlas, The North American Atlas y The West Indian Atlas, publicados entre 1775 y 1777, claramente eran hechos por los dueños de las placas de cobre como un intento deliberado de sacar provecho de la localidad a partir de la crisis política y de la milicia montada del continente. No obstante los cambios del contexto histórico o bibliográfico, la repetitividad ideológica de las imágenes de los mapas de Norteamérica permite la generalización de la forma en que los atlas producían y diseminaban el poder. En el siglo XVIII la producción de atlas ya estaba bajo la influencia de una ciencia de la geografía cuyas producciones eran francas sirvientes del imperialismo. En los mapas norteamericanos se encuentra esta ideología en las palabras de las portadas, en las dedicatorias y en los motivos de las tarjetas y de otros emblemas utilizados. Los títulos contenían cada vez más alusiones a los "dominios y asentamientos británicos en el mundo". Incluso cuando estos territorios imperiales aún no estaban pintados de rojo, el Imperio británico ya había aparecido en el mapa con las implicaciones correspondientes de inevitabilidad y derecho. Un "Mapa del Imperio británico en Norteamérica" incluido en The American Atlas (1776), de Thomas Jefferys, ostenta una nota que dice: "El Imperio británico en Norteamérica contiene" y enumera: "Los territorios de la compañía de la Bahía de Hudson", "Canadá o la provincia de Quebec", seguidos de las colonias individuales y después: "Las tierras reservadas". Resulta impactante la disposición de inventario que muestra este cuadro. De hecho es un recuento de las propiedades de ultramar de la Corona inglesa. La función del topógrafo era inscribir sus fronteras como legítimas y permanentes. Para reforzar la autoridad de la representación, en algunos mapas aparecen alusiones de apoyo a los tratados internacionales. Por ejemplo, de acuerdo con el Tratado de París (1763), que dio a Inglaterra toda la parte este del Misisipi en Norteamérica, así como Canadá, los artículos relevantes del "Tratado definitivo" fueron grabados sobre los mapas, como para confirmar estas fronteras extendidas del Imperio inglés (véase figura). No obstante, sería incorrecto sugerir que Norteamérica no era más que un feudo de la Corona inglesa. Estos mismos conceptos de estatus y propiedad de los atlas ingleses se encuentran en los mapas de América; sin embargo, se aplican a la sociedad estadounidense. De esta manera encontramos que el mapa de Pensilvania del Atlas americano de Jefferys está dedicado a "los señores Thomas Penn y Richard Penn" (nótese la inclusión de la marca de rango social), al igual que a los "propietarios y gobernadores verdaderos y absolutos de la provincia de Pensilvania". Incluso cuando se trata de un caso especial, se usan palabras claves, como verdaderos", "absolutos", "propietarios" y "gobernadores", que pertenecen al lenguaje de la autoridad en el inglés del siglo XVIII. Resumían la importancia de los conceptos de derecho y propiedad de tierra que, en un condado inglés, la nobleza con privilegios legales tenía respecto del mundo colonial. La mayoría de las características decorativas de las tarjetas de los mapas ingleses de Norteamérica refuerzan estas declaraciones de relaciones de poder. La tarjeta es la pictura loquens de la cartografía. Al igual que la portada emblemática o el frontispicio, sirve para abstraer o resumir parte del significado de la obra en su totalidad. Una tarjeta, por lo tanto, puede ser decorativa, ilustrativa, programática, propagandística, doctrinal o controversial. Todos estos elementos aparecen de manera recurrente en los atlas ingleses del siglo XVIII sin embargo, estoy interesado en algunos motivos que son parte integral de la retórica política del mapa en su totalidad. El escudo de armas del rey aparecía en los mapas estadounidenses de los atlas generales como si estuviera clavado en un árbol en la tierra, señal de soberanía colonial. Otros motivos, como la Corona inglesa, la bandera nacional, el escudo de armas de los nobles ingleses, que eran oficiales de la Colonia, evocan los emblemas de los atlas de condado. Por otro lado, también sería reconocible, para muchos dueños de atlas, la expresión del poder real del mapa de George Willdey de Norteamérica. FIGURA. El atlas como territorio colonial: mapa de Pensilvania de W. Scull, 1775. The American Atlas (Londres, T. Jefferys, 1782), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. Estaba dedicado a “su sagrada y excelentísima majestad George por la gracia de Dios Padre de la Gran Bretaña". Esta tarjeta contiene los emblemas usuales de Norteamérica. En la parte superior se encuentra un retrato del rey, con corona y laureles. Está sostenido por encima del paisaje por las figuras alegóricas de Mercurio y un ángel. Por lo tanto, en la tarjeta de Willdey estaban firmemente vinculados al suelo de los Estados Unidos la soberanía inglesa, el culto a la Corona, la teología anglicana (en la que seguían vigentes las doctrinas tradicionales del derecho divino de los reyes) y el comercio imperial. En otros mapas, las tarjetas se usan para desarrollar un vocabulario visual de explotación colonial al hacerlos específicos de los Estados Unidos. Un mensaje recurrente es el cuerno de la abundancia en el que se había convertido el continente; varios mapas están decorados con un castor, un tonel de tabaco, cañas de azúcar y bacalao. Los barcos con las velas izadas esperan en esteros calmados, listos para llevar esta riqueza de regreso a la madre patria. Estos grabados nos dicen que la tierra de América pertenece a los euros americanos y que la soberanía condujo a la apropiación de la riqueza de la tierra. Incluso las tarjetas aparentemente inocentes pueden haber reforzado estas suposiciones. A menudo se reproduce la escena bajo las Cataratas del Niágara del mapa insertado al "Mapa del Castor" de Moll (véase figura). A primera vista, sólo puede sugerir un interés en la historia natural, o que el comercio de pieles era fuente de riqueza para algunas de las personas que encargaban mapas. No obstante, una mirada más cuidadosa permite notar la ausencia de gente, especialmente de nativos norteamericanos de quienes dependía el comercio de pieles. En un análisis final, a menos que los castores sean usados como símbolo de los arduos trabajadores europeos, es igualmente probable que fuera este aspecto negativo, la ausencia de gente, el que entrara en la conciencia del lector al igual que cualquiera de las imágenes de la historia natural o del comercio de pieles. Tales figuras, asociadas con la representación del territorio en el mapa, al volverse parte del proceso de convencimiento y creación de mitos legitimaban la conservación de las colonias inglesas en Norteamérica. Es cierto que muchos de estos emblemas de los mapas eran agregados con poca conciencia por quien hacía el atlas. Sin embargo, el hecho sigue siendo que servían para reforzar la percepción de las relaciones de poder FIGURA MAPA con un castor inserto Hermann Moll, A New and Exact Map of the Dominions of the King of Great Britain on ye Continent of North America (Londres, 1715), Biblioteca del Congreso, División de Geografia y Mapas. entre europeos y no europeos. Para el siglo XVIII, las colonias inglesas en Norteamérica ya habían iniciado un largo y amargo enfrentamiento contra los nativos norteamericanos y contra los africanos del Nuevo Mundo. Las imágenes populares de este encuentro, repetidas en las tarjetas de los mapas y vinculadas a la representación cartográfica y al simbolismo del territorio, contribuyeron a estereotipar y a universalizar las instituciones que registraban. Las tarjetas confirman que el principal encuentro inglés con esclavos africanos fue en las Indias Occidentales; sin embargo, esa tenencia de esclavos, extendida a las 13 colonias, es llevada a casa por el mapa de Fry y Jefferson de Virginia en 1754. La tarjeta muestra una escena en un muelle. Es una parábola silenciosa de las relaciones de clase en Virginia a mediados del siglo XVIII (véase figura). El primer nivel de poder radica en la dedicatoria al conde de Halifax, el principal oficial colonial en Inglaterra. Su aprobación sirvió para aumentar la autoridad del mapa. En el siguiente nivel, el dueño de la plantación se muestra sentado. Debajo de él están los hombres cargando tabaco. Finalmente, debajo de todos ellos, están los trabajadores negros y un muchacho negro sirviendo un vaso de vino al dueño de la plantación. FIGURA Tarjeta de Joshua Fry y Peter Jefferson, A Map of the Most Inhabited Part of Virginia Containing the Whole Province of Maryland (Londres, T. Jefferys, 1755), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. Con frecuencia, los blancos y los indios eran pintados en las tarjetas en claras relaciones de superioridad e inferioridad. Muchos de los motivos del siglo XVIII eran herencia de siglos anteriores de gobierno colonial. A los indios se les representaba con un estilo de vida "salvaje", con frecuencia desnuda, subrayando que, desde el punto de vista europeo, “la adopción de ropa simbolizaba el desarrollo de la ley, la autoridad y el poder (...) mientras que el amerindio desnudo representaba el estado de la naturaleza. La opinión de que a los indios no se les podían otorgar los mismos/ derechos que los logrados con la civilidad, justificaba la apropiación de su tierra. Para denigrar aún más a la población indígena, en algunos mapas del siglo XVIII se representaba a los indios como caníbales o como monos con cabezas humanas. Mientras que tales imágenes pueden no haber sido deliberadamente intencionadas para inspirar cierto tipo de propaganda racista en el sentido moderno, ciertamente consolidaron las actitudes europeas hacia los indios, dividiendo así a la población de Norteamérica en los "otros" y "nosotros". Hasta en el mejor de los casos siempre se mostraban sometidos a los colonizadores: los indios estaban parados a un lado mientras los europeos eran los actores principales. En un mapa se muestra a un indio bien domesticado golpeando una representación del león ingles. O en la iconografía del periodo revolucionario, un tory pelea contra un patriota norteamericano, mientras que el indio, siempre perdedor, se muestra haciendo manifestaciones de miedo y aprensión ante la posibilidad de perder la protección de su amo colonial. Tales eran las profecías de poder que circulaban en los mapas en los sitios donde se extendían las colonias. El simbolismo de la pintura de Benjamin West de 1771, "El tratado de Penn con los indios", es literal: alguien del grupo de colonizadores sostiene un mapa. No obstante, estos mapas coloniales eran más que instrumentos legales que reforzaban los tratados de las tierras indias, más que documentos estratégicos en las guerras coloniales con los franceses y más que una herramienta en las áreas colonizadas para dividir las tierras o trazar una ciudad. También ejercían el poder de otras maneras. Los mapas en los atlas generales, al igual que los de los atlas de condado, incluían relaciones de poder y al mismo tiempo estandarizaban la geografía norteamericana, señalaban jerarquías sociales en el paisaje y omitían o subrayaban selectivamente diferentes aspectos de los mapas. En cuanto a los Estados Unidos, igual que Inglaterra, el proceso cartográfico también era el proceso del poder. Las técnicas de trabajo en taller facilitaban la producción masiva de mapas (en términos relativos del siglo XVIII) y, en tanto comerciantes privados, quienes hacían los atlas ingleses usaban el comercio para regresar estas geografías construidas políticamente a los que ostentaban el poder. Este tipo de circuito cartográfico en las relaciones de poder permitía que el poder-conocimiento se diseminara de tal manera que podía usarse para reforzar o cuestionar las configuraciones de poder anteriores. El ejemplo más visible de un circuito así en el periodo preindependiente es cómo enfrentaban reclamaciones nacionales a una escala continental quienes hacían los atlas ingleses. En el camino a la guerra franco-india, tanto ingleses como franceses emplearon los mapas como armas de propaganda internacional o para manipular la opinión pública nacional con el objeto de lograr apoyo a las acciones militares. Sin embargo, fueron los topógrafos ingleses quienes llegaron más lejos (con o sin benefactores directos) al extender arbitrariamente las fronteras de las 13 colonias en sus mapas, al oeste, hacia el Misisipi. No obstante, la descripción cada vez más ritualizada de estas reclamaciones también muestra la necesidad de diferenciar el poder externo del poder interno en la representación cartográfica. La marca ostensible de poder externo es que las reclamaciones territoriales se hacían en nombre de la nación, acompañadas siempre de apoyos de adeptos. La formulación inicial de estas reclamaciones, así como su comunicación con los topógrafos, eran quizá actos deliberados de política hechos por unos cuantos líderes y estrategas coloniales que usaban los atlas para promover su causa, pero cuyo poder aún radicaba fuera del taller. Sin embargo, en algún momento estas representaciones de poder se integraron a la práctica cartográfica. El poder externo, difundido entre un número de topógrafos londinenses, se convirtió en poder interno. El topógrafo inglés no podía tomar iniciativas independientes en la elección de cómo se estandarizaban las configuraciones particulares de poder colonial, de cómo se hacían más convincentes o se popularizaban en atlas de menor escala. Durante el siglo XVIII estas transferencias de poder se realizaban en muchas ocasiones cuando cambiaban las realidades políticas o cuando se disponía de nueva información. Las propiedades se veían constantemente redefinidas o extendidas. Ya a principios del siglo XVIII los mapas de Moll ostentaban anotaciones con propaganda antifrancesa. Los mapas de Morden y Senex reclamaban para Inglaterra grandes extensiones de la Nueva Francia, como la península de Niágara, de lo que ahora es Ontario, Canadá. Los mapas franceses eran muy criticados por mostrar su "sistema político de invasión de territorios de otras naciones" o por mostrar "una ficción arbitraria, falsa e injusta", mientras los topógrafos de atlas volvían a delinear la geografía con trazos francos del cincel que proclamaban un destino manifiesto de expansión colonial en Norteamérica (véase figura IV. 10). El fervor de algunos cartógrafos por la causa nacional iba más allá de las exigencias de quienes FIGURA El atlas como propaganda política. North America de Solomon Bolton (Londres, impreso para John y Paúl Knapston, 1752), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. encomendaban los mapas. Agregaban su propia polémica al poder que adquirían. En particular, Thomas Jefferys fue un agente activo más que un medio en las relaciones de poder del colonialismo. En cierto sentido se podría describir como el portavoz de las estrategias imperiales de Pitt; sin embargo, en otro sentido se había colocado como el principal cartógrafo de las necesidades de su país. En 1755, por ejemplo, en su Map of North America from the French of Mr. Danville había incluido este argumento: "Los franceses son intrusos en Canadá, parte del descubrimiento de Cabot, y no tienen ningún derecho excepto los que les confieren los tratados". Al subrayar la autoridad ante el reclamo, así como al expandir sus fronteras, el mapa había sido manipulado para enaltecer su retórica. Jefferys había usado deliberadamente el poder del atlas, así como las armas de sus prácticas del taller, para apoyar la causa de la expansión imperial. Sin embargo, para que el poder fuera efectivo no tenía que ejercerse deliberadamente a través del cartógrafo o de quien encargaba el mapa. La descripción de la geografía ordinaria de Norteamérica en los atlas, los patrones de los nombres de lugares, asentamientos, caminos y límites locales administrativos ilustra de manera contundente este contenido. Al igual que los paisajes de los atlas ingleses de condado, la geografía de Norteamérica en los mapas de los atlas generales es una geografía con una agenda oculta. Los mapas de las 13 colonias en los atlas más grandes son, por encima de todo, un registro de los intereses personales coloniales. Son el retrato inconsciente de qué tanto se había reproducido en el Nuevo Mundo la sociedad colonial europea. Como mapas de un nuevo ambiente, garantizaban una seguridad a los colonizadores al reproducir la autoridad simbólica y los nombres de los lugares del Viejo Mundo. Algunos límites administrativos locales habían sido establecidos por el "rey en el consejo". En el mapa de la "Isla de St. John", en el Atlas americano de Jefferys, se ubican juntos Kings County, Queens County y Princess County. Tal lealtad a la estructura social inglesa aparece en numerosos ejemplos. Al observar los mapas de la costa este nos parecerá que los europeos siempre habían vivido ahí (véase figura). Para representar un lugar, también el tiempo se había insertado en el paisaje. Si nos olvidamos de la geografía por un momento, podemos imaginarnos leyendo no mapas del Nuevo Mundo, sino un atlas de condados ingleses. Es verdad que estos mapas norteamericanos están más vacíos; sin embargo, en las áreas conquistadas ha tomado forma el marco de una geografía europea. En los lugares en que la influencia europea era fuerte, como en Nueva Inglaterra, los nombres de la tierra nos recuerdan constantemente esta coincidencia. De nuevo, en el mapa de Jefferys de Nueva Inglaterra, los topónimos se derivan de la toponimia inglesa o escocesa, de nombres personales de colonizadores británicos, o de alusiones a la nobleza inglesa o a héroes de alguna causa inglesa (véase figura). En todas partes, los mapas sirvieron para subrayar las estructuras y las consecuencias del colonialismo en la tierra y recordaban a los lectores que las cortes dispensaban un sistema de justicia inglés en sus colonias, que los caminos y las carreteras unían los FIGURA El atlas como una recreación de Inglaterra: la colonia de Connecticut de A Map of the Most Inhabited Part of New England (Londres, T. Jefferys. 1755), Biblioteca del Congreso, División de Geografía y Mapas. asentamientos del Nuevo Mundo con los puestos de comercio del imperio, que los bastiones estaban para defender las colonias, incluso que las rutas de navegación que se mareaban en las cartas servían para ayudar a las embarcaciones de Su Majestad. También es importante el hecho de que la topografía contribuía a la construcción de una historia colonial. Cuando los hechos históricos se registraban en los mapas estaban relacionados con descubrimientos ingleses, victorias inglesas, rendimiento de los pueblos nativos americanos, o alguna atrocidad cometida por los indios, o con alguna victoria contra los rivales coloniales de Inglaterra como los alemanes o los franceses. Motivar la descripción de un paisaje familiar y no hostil a los ojos ingleses se volvió un acto de promoción colonial. El mapa invitaba a los colonizadores. Focos obstáculos del paisaje de papel se antojaban infranqueables. La fuerza histórica de estos mapas cuidadosamente estandarizados puede haber sido mayor en la nueva sociedad que en la antigua, descrita en los atlas ingleses. Su poder era tanto psicológico como práctico. Sus imágenes eran una metáfora de control. Hacían a la nueva tierra más creíble. El salvajismo era dominado sobre el papel antes de encontrarse con el salvajismo propio. El espacio se encogía. En la mente de los administradores y los colonizadores, la tierra lejana se hacía doméstica y lo impenetrable, conquistable, los mapas a menudo iban más lejos que la frontera dominada, precediendo al hacha y al arado. La parte este de Norteamérica fue recolonizada en papel por los europeos antes de serlo en la tierra. Los propios mapas eran también autorizaciones subliminales de legitimación colonial. Como en el caso de los mapas del paisaje inglés, los mapas ingleses del Nuevo Mundo ejercieron el poder a través de las categorías de sus omisiones. Estos silencios se aplicaban especialmente a las civilizaciones indias. Nos preguntamos: ¿dónde están los indicios de las ocupaciones indias en la tierra? En el mejor de los casos sólo están preservados al azar en los mapas; sin embargo, con demasiada frecuencia, cuando la frontera se iba moviendo hacia el oeste, los indicios del pasado indio eran arrancados tajantemente de la imagen. Aunque algunos mapas marcan "casas en plantaciones indias" y "plantaciones inglesas" por separado, por lo regular cuando se identifican los poblados indios o se nombran sus naciones es en los márgenes del asentamiento europeo, donde servían como guía para el comercio de pieles, el despliegue militar o, principalmente, la apropiación colonial. Con excepción de la supervivencia de nombres indios para las características naturales, como ríos, lagos y montañas, los mapas casi nunca representaban la geografía india señalada por derecho propio y nunca fueron un medio para conservar la integridad étnica. Muchos topógrafos del siglo XVIII preferían los espacios en blanco a los restos de una geografía india. Esto se defendía so pretexto de que era una práctica científica conveniente evitar plasmar en el mapa lo que no se podía verificar. No obstante, las implicaciones ideológicas del silencio acerca de la geografía india no pueden hacerse a un lado. Inconscientemente apoyaban las doctrinas legales de terra nullus y vacuum domicilium que desde los primeros tiempos de las colonias, habían aparecido entre las bases de adquisición de un título de tierra y adopción de jurisdicción política. Los ingleses en particular creían que la tierra india esperaba su colonización inmediata porque estaba vacante. Existe una neutralidad moral acerca de un espacio que, una vez vacío, es fácil de dividir y gobernar. Al final, resulta difícil creer que los indios habían vivido alguna vez en esa tierra. El acto de registrar en mapas había transformado lo que se estaba describiendo y le había otorgado un nuevo significado y una nueva potencialidad. Conclusión En este ensayo he pretendido deconstruir algunas imágenes de mapas encontradas en los atlas ingleses del siglo XVIII Con esto me refiero a que han sido interpretados en términos de sus efectos como representaciones del poder más que de una realidad topográfica de los paisajes ingleses o americanos en el siglo XVIII. El poder social en cuestión se había vuelto interno en la cartografía y era ejercido en las propias prácticas de los talleres. Fue en estos talleres donde el vínculo con la realidad se transformó y se creó una nueva realidad. Estos procesos son comparables con los de los procedimientos científicos en el laboratorio. El cartógrafo de atlas clasificó y ordenó la información geográfica; las líneas y las cuadrículas del mapa ofrecieron un marco de dominación sistemática. A través de la selección, clasificación, estandarización y creación de jerarquías que se podían plasmar en el mapa, el cartógrafo convirtió la geografía en una forma más fuerte de conocimiento. El poder social era representado con diferentes medios: el registro en mapas, la iconografía decorativa y los detalles escritos. Como un texto de poder, más que como un mapa de topografía física, no importaba si la imagen era una representación técnicamente precisa de un paisaje; tampoco importaba si era original y no un plagio. Lo más relevante es que debería ser creíble. También era importante que representara al poder de maneras coincidentes con los valores relaciones territoriales de poder como una parte normal del de la sociedad contemporánea. Relaciones de poder como los mundo, permitían que el statu quo fuera más fácilmente derechos de la Corona, la distinción reverente del poder dentro aceptado. La repetición de imágenes similares en una serie de de la sociedad inglesa, y la superioridad inherente de los atlas reforzaba esta aceptación. ingleses sobre otras naciones, especialmente las no europeas, En una sociedad en la que muchos, incluso en las clases eran tan importantes para la práctica cartográfica como para superiores, carecían de experiencia de primera mano en otros otras formas de conocimiento en la Inglaterra del siglo XVIII. lugares, el mapa se volvía fácilmente la única realidad. Aunque Una vez impregnado de poder, el conocimiento cartográfico divorciado del mundo terrenal, adquirió una autoridad mítica. operaba en la sociedad de diversas maneras. Funcionaba tanto Como conocimiento por fuerza de tradición, sus en un nivel consciente como subliminal. Nunca trabajaba solo; representaciones eran más difíciles de cuestionar y, en realidad, siempre junto con otras formas de conocimiento y muchos mapas de los atlas tenían una vida extraordinariamente representación. No obstante, mediante su enfoque en las larga, independiente de los cambios en el mundo. El trazado y la relaciones de poder, tanto inherentes como manifiestas en el lectura de los mapas, al reciclar constantemente la normalidad paisaje y en el territorio, desempeñaba un papel fundamental en de las relaciones de poder, son comparables con un ritual la configuración social de la época. Los mapas operaban llevado a cabo con conocimiento y relacionado con actitudes y principalmente a través de la legitimación. Al representar las emociones muy extendidas y expresadas en la sociedad inglesa. Éstas incluían el apego de quienes encomendaban los mapas a su clase y nación, el amor a la propiedad, un chauvinismo beligerante y una tendencia a despreciar a los salvajes. La representación de estas emociones en los mapas tendía no sólo a reforzarlas, sino a asociarlas con áreas geográficas siempre más grandes. La respuesta a la pregunta inicial de cómo pueden los atlas ser una fuerza de cambio en la sociedad siempre depende del contexto de las relaciones de poder. En la propia Inglaterra, los atlas de condado tendían al conservadurismo y a la reacción y ayudaban a conservar la hegemonía perdurable de una amplia clase gobernante. Sin embargo, en las colonias de Norteamérica, los mapas operaban definitivamente en favor de la nueva sociedad de euro americanos y a costa de los indios. No obstante, quienes nacían los atlas habían producido un discurso de poder para ambas áreas. Incluso cuando la verdadera naturaleza de su dialéctica no estaba a la vista de sus contemporáneos, no hay duda de que su realidad siempre estaba socialmente construida. Hacia una deconstrucción del mapa Un mapa nos dice: "Léeme con cuidado, sígueme de cerca y no dudes de mí". Y continúa: "Soy la tierra en la palma de tu mano. Sin mí, estás solo y perdido". En realidad lo estamos. Si todos los mapas del mundo fueran destruidos y desaparecieran por órdenes de alguna mente malévola, todos los hombres volverían a estar ciegos, todas las ciudades serían extrañas entre sí, todas las marcas de la tierra se convertirían en señales sin significado apuntando hacia la nada. No obstante, al verlo, sentirlo, pasar un dedo sobre sus líneas, un mapa es una cosa fría, no tiene ninguna gracia y es aburrido, es producto de los instrumentos de medición y la hoja del dibujante. Aquella costa, ese garabato irregular con tinta escarlata no muestra arena ni mar ni rocas; no habla de ningún marinero moviéndose a toda vela en mares profundos para legar a la posteridad, en un pergamino o en una tabla de madera, un manuscrito invaluable. Esta mancha café que marca una montaña no tiene, para el ojo común, ningún significado, aunque 20 hombres, o 10 o uno solo hayan arriesgado la vida para escalarla. Aquí está un valle, allá una ciénaga y más allá un desierto; y aquí está un río que algún alma curiosa y valiente, como un lápiz en las manos de Dios, trazó por primera vez con los pies sangrantes. BERYL MARKHAM, West with the Night, 1983 El ritmo de la exploración conceptual en la historia de la cartografía, la búsqueda de maneras alternativas de entender los mapas, es lento. Algunos dirían que sus logros son casi superficiales. Al aplicar los conceptos de la historia literaria a la historia de la cartografía, parecería que estamos trabajando en un clima de pensamiento "premoderno" o "moderno" más que "posmoderno". Es cierto que una lista de exploraciones individuales contendría algunas que parecen impresionantes. Nuestros alumnos ahora pueden ser conducidos a textos que se basan en ideas de la teoría de la información, la lingüística, la semiótica, el estructuralismo, la fenomenología, la teoría del desarrollo, la hermenéutica, la iconología, el marxismo y la ideología. En el capítulo destinado a las notas podemos nombrar, entre otros, a Cassirer, Gombrich, Piaget, Panofsky, Kuhn, Barthes y a Eco. Sin embargo, a pesar de estos síntomas de cambio, aún somos, lo queramos o no, prisioneros de nuestro pasado. Mi argumento básico en este ensayo es que debemos impulsar un cambio epistemológico en la manera de interpretar la naturaleza de la cartografía. Para los historiadores de la cartografía, pienso que una línea import ant e hacia la comprensión es que aún aceptamos sin ningún tipo de crítica el amplio consenso, con relativamente pocas disensiones, de lo que los cartógrafos nos dicen que se supone que son los mapas. En especial, a menudo tendemos a trabajar con base en la premisa de que los cartógrafos parten de una forma "científica" u "objetiva" de creación del conocimiento. Por supuesto que los cartógrafos piensan que tienen que decir esto para seguir teniendo credibilidad; sin embargo, los historiadores no tienen esa obligación. Es mejor que nosotros partamos de que la cartografía casi nunca es lo que dicen los cartógrafos. En la medida en que adoptan métodos apoyados en la computación y en sistemas de información geográfica, la retórica científica de quienes trazan los mapas se está volviendo más estridente. La "cultura de la técnica" está presente por doquier. Se nos dice que la publicación que ahora se llama American Cartographer se convertirá en Cartography and Geographical Information Systems. O en un gesto extrañamente ambivalente hacia la naturaleza de los mapas, la Sociedad Cartográfica Británica propone que existan dos definiciones de cartografía, "una para los cartógrafos profesionales y otra para el público en general". Una definición para usarse en la comunicación con el público sería: "La cartografía es el arte, la ciencia y la tecnología del trazado de mapas". La de los "cartógrafos" sería: "La cartografía es la ciencia y la tecnología de analizar e interpretar las relaciones geográficas y la comunicación de los resultados mediante mapas". Para muchos puede resultar sorprendente que el "arte" no aparezca en la cartografía "profesional". Sin embargo, en el contexto actual, estos signos de esquizofrenia ontológica también pueden leerse como reflejo de una necesidad urgente de repensar la naturaleza de los mapas desde perspectivas distintas. Entonces surge la pregunta de si el concepto de una ciencia progresiva es un mito creado en parte por los cartógrafos en el curso de su desarrollo profesional. Pienso que este concepto también es aceptado sin críticas por un público más extenso y por otros estudiosos que trabajan con mapas. Para quienes tienen que ver con la historia de los mapas, nuestro cuestionamiento de las suposiciones de los cartógrafos resulta especialmente oportuno. De hecho, si la historia de la cartografía va a crecer como un tema interdisciplinario entre las humanidades y las ciencias sociales, las nuevas ideas son fundamentales. Ahora las preguntas son: ¿de qué forma, como historiadores de la cartografía, escapamos de los modelos normativos de la cartografía?, ¿cómo permitimos la entrada de nuevas ideas?, ¿cómo empezamos a escribir una historia cartográfica tan genuinamente revisionista como la de Louis Marin, "El rey y su geómetra" (en el contexto de un mapa de París del siglo XVII, o la de William Boelhower, "La cultura del mapa" (en el contexto de los mapas del mundo del siglo XVI que muestran a América por primera vez). Estos son dos estudios basados en el posmodernismo. En este ensayo también adopto una estrategia dirigida a la deconstrucción del mapa. El concepto de deconstrucción es también una clave para cualquier empresa posmoderna. Las estrategias de deconstrucción ahora se encuentran no sólo en la filosofía, sino también en otras disciplinas, especialmente en la literatura, y en temas como la arquitectura, la planeación y, más recientemente, la geografía. Usaré precisamente un método deconstruccionista para romper el supuesto vínculo entre la realidad y la representación que ha dominado el pensamiento cartográfico, lo ha guiado en el camino de la "ciencia normal" desde la Ilustración y ha ofrecido una epistemología ya lista y "tomada por un hecho" para la historia de la cartografía. El objetivo es sugerir que una epistemología alternativa, arraigada en la teoría social más que en el positivismo científico, es más adecuada para la historia de la cartografía. Se demostrará que incluso los mapas "científicos" son producto no sólo de las "reglas del orden de la geometría y la razón", sino también de las "normas y los valores del orden de la tradición [...) social". Nuestra tarea es buscar las fuerzas sociales que han estructurado la cartografía para luego ubicar la presencia del poder, así como sus efectos, en todo el conocimiento de los mapas. Las ideas de este ensayo en particular se deben en su mayoría a textos de Foucault y Derrida. Mi enfoque es deliberadamente ecléctico porque en algunos aspectos las posturas teóricas de estos dos autores son incompatibles. Foucault basa sus textos en realidades sociopolíticas y construye sistemas de organización de conocimiento del tipo que a Derrida le encanta desmantelar. No obstante, al combinar ideas diferentes en un terreno nuevo es posible estructurar un esquema de teoría social con el que podemos empezar a cuestionar las agendas ocultas de la cartografía. Un esquema así no ofrece "soluciones" para una interpretación histórica del registro cartográfico, tampoco un método exacto o un conjunto de técnicas, sino una estrategia amplia que puede ayudar a ubicar algunas de las fuerzas fundamentales que han impulsado el trazado de mapas en las sociedades europeas y no europeas. Desde los textos de Foucault, la revelación clave ha sido la omnipresencia del poder en todo el conocimiento, aun cuando ese poder es invisible o está implícito, incluso dentro del conocimiento específico codificado en los mapas y los atlas. El concepto de Derrida de la retórica de los textos ha representado un reto. Exige una búsqueda de la metáfora y la retórica en los mapas en los que los investigadores anteriores sólo habían encontrado medidas y topografía. Su pregunta central es una evocación de la máxima mucho más antigua de Korzybski: "el mapa no es el territorio"; sin embargo, la deconstrucción va más allá para llegar al tema de cómo el mapa representa el lugar en un enfoque mucho más definido. La deconstrucción nos insta a leer entre las líneas del mapa, en los márgenes del texto, y a través de sus tropos, para descubrir los silencios y las contradicciones que desafían la aparente honestidad de la imagen. Comenzamos a saber que los hechos cartográficos son sólo hechos dentro de cierta perspectiva cultural. Empezamos a comprender que los mapas, al igual que el arte, lejos de ser una "ventana abierta al mundo" no son más que "una forma humana particular |...| de ver el mundo". Para seguir esta estrategia, desarrollaré tres líneas de argumentación. En primer lugar, analizaré el discurso de la cartografía a la luz de algunas ideas de Foucault acerca del papel de las reglas dentro de las formaciones discursivas. En segundo, a partir de una de las posturas centrales de Derrida, examinaré la textualidad de los mapas y, especialmente, su dimensión retórica. En tercero, regresando a Foucault, hablaré acerca de cómo los mapas funcionan en la sociedad como una forma de poder-conocimiento. Las reglas de la cartografía Una de las principales unidades de análisis de Foucault es el discurso. Se ha definido al discurso como un sistema de posibilidades del conocimiento. El método de Foucault era preguntar, según se ha dicho, qué reglas permiten la elaboración de ciertos enunciados; qué reglas ordenan estos enunciados; qué reglas nos permiten identificar algunos enunciados como ciertos y otros como falsos; qué reglas permiten la construcción de un mapa, modelo o sistema de clasificación (...) qué reglas se revelan cuando se modifica o transforma un objeto de discurso [...] Siempre que se puedan identificar conjuntos de reglas de estos tipos, estamos ante una formación discursiva o un discurso. Entonces, la pregunta clave para nosotros es: ¿qué tipo de reglas ha normado el desarrollo de la cartografía? Defino la cartografía como un organismo de conocimiento teórico y práctico que emplean los cartógrafos para construir mapas como un modo determinado de representación visual. Por supuesto que el asunto es históricamente específico: las reglas de la cartografía varían en las distintas sociedades. Aquí me refiero en particular a dos conjuntos distintivos de reglas que han sustentado y dominado la historia de la cartografía occidental desde el siglo XVII. Uno puede definirse como el que rige la producción técnica de los mapas y se indica en los tratados cartográficos y en los textos del periodo. El otro está relacionado con la producción cultural de los mapas. Éstos deben entenderse en un contexto histórico más amplio que el de un simple procedimiento o técnica científicos. Es más, se trata de reglas que por lo general son ignoradas por los cartógrafos, por lo que forman un aspecto oculto de su discurso. El primer grupo de normas cartográficas, por lo tanto, puede ser definido en términos de una epistemología científica, Por lo menos desde el siglo XVII, los topógrafos y los lectores de mapas europeos han ido promoviendo un modelo científico estándar de conocimiento. El objeto del mapeo es producir un modelo "correcto" —en la medida de su semejanza con el original— del terreno. Supone que los objetos del mundo que se van a registrar son reales y objetivos, y que gozan de una existencia independiente del cartógrafo; que su realidad puede ser expresada en términos matemáticos; que la observación y la medición sistemáticas ofrecen la única ruta a la verdad cartográfica, y que esta verdad puede ser verificada de manera independiente. Los procedimientos tanto de la agrimensura como de la construcción del mapa llegan a compartir estrategias similares a las de la ciencia en general; la cartografía también documenta una historia de instrumentación y medición más precisa, y clasificaciones cada vez más complejas de su conocimiento y una proliferación de signos de representación y, en especial a partir del siglo XIX, el crecimiento de instituciones y de una literatura "profesional" diseñada para monitorear la aplicación y la difusión de las reglas. Es más, aunque los cartógrafos han seguido hablando hipócritamente del "arte y la ciencia" del trazado de los mapas, el arte, como hemos visto, ha sido minimizado en los mapas. A menudo se le ha otorgado un papel ornamental más que central en la comunicación cartográfica. Aun los filósofos de la comunicación visual, como Arnheim, Eco, Gombrich y Goodman, han tendido a clasificar a los mapas como un tipo de diagrama congruente (análogos, modelos o "equivalentes" que crean una similitud de la realidad) y, en esencia, distintos del arte o de la pintura. Una cartografía "científica" (así se pensaba) no estaría influida por elementos sociales. Incluso en la actualidad muchos cartógrafos se sorprenden ante la sugerencia de que la teoría política y sociológica pudiera servir a sus prácticas. Quizá se aterrarán ante la mención de la deconstrucción. La aceptación del mapa como "reflejo de la naturaleza" (empleando una expresión de Richard Rorty) también da como resultado muchas otras características del discurso cartográfico, aun cuando no sean explícitas. Lo más notable es la creencia en el progreso, es decir, que mediante la aplicación de la ciencia se pueden producir representaciones de la realidad cada vez más precisas. Los métodos de la cartografía han dado como resultado un "conocimiento verdadero, probable, progresivo o muy confirmado". Este sometimiento mimético ha llevado a una tendencia no sólo a menospreciar los mapas del pasado (descartándolos con una actitud científica chauvinista), sino también a considerar a los mapas de las primeras culturas o de las culturas no occidentales (en los cuales las reglas para levantar las cartas eran diferentes) inferiores a los europeos. De manera similar, el efecto principal de las reglas científicas era crear un modelo, una buena versión de la "ciencia normal", que permitiera a los cartógrafos construir una pared alrededor de su ciudadela del mapa "verdadero". Sus bastiones fundamentales eran las medidas y la estandarización, y más allá había una tierra "sin cartografía" donde privaba un ejército de imágenes imprecisas, heréticas, subjetivas, tendenciosas e ideológicamente distorsionadas. Los cartógrafos desarrollaron un "sentido del otro" en relación con los mapas que no se ajustaban. Incluso mapas como los producidos por los periodistas, en los cuales las reglas y los modos de expresión diferentes pudieran ser inadecuados, son evaluados por muchos cartógrafos de acuerdo con normas de "objetividad", "precisión" y "certeza". Respecto de esto, la actitud fundamental de muchos cartógrafos es revelada en un libro de ensayos reciente sobre la Cartographic dans les Medias. Uno de los colaboradores ha destacado cuántos autores pretenden exorcizar del ámbito de la cartografía cualquier representación gráfica que no sea una simple imagen planimétrica, y después clasificar todos los demás mapas como "gráficos decorativos disfrazados de mapas" en los que se ha dado una "mezcla de las reglas cartográficas" [...] la mayoría de los mapas de los periódicos son defectuosos por imprecisos, incorrectos o tendenciosos. Se nos ha dicho que en Bretaña, en 1984, se estableció una vigilancia de mapas en los medios. "Varios cientos de miembros de sociedades cartográficas y geográficas) entregaron varios cientos de mapas y diagramas para su análisis que revelaron según las reglas numerosas deficiencias comunes, errores e imprecisiones, además de modelos confusos. En este ejemplo de vigilancia cartográfica se defiende la "ética de la precisión" con cierto fervor ideológico. El lenguaje de la exclusión es el de una serie de contrarios "naturales": falso y verdadero, objetivo y subjetivo, literal y simbólico, etc. Los mejores mapas son los que tienen una imagen acreditada de objetividad evidente. Aun en casos en que las reglas científicas no se perciben en el mapa, se puede notar el intento de normalizar el discurso. La "caja negra" del cartógrafo tiene que ser defendida y sus orígenes sociales suprimidos. La histeria cutre los cartógrafos más importantes en cuanto a la popularidad de la proyección de Peters, o la reciente expresión de piedad entre los cartógrafos de Europa occidental y de Norteamérica después de la admisión rusa de haber falsificado sus mapas topográficos para confundir al enemigo, nos dan una idea de cómo se juega siguiendo estas reglas. ¿Qué podemos hacer ante los encabezados de los periódicos en 1988 que decían: "Se atrapa a los rusos haciendo mapas" (Ottawa Citizen), "Los soviéticos admiten paranoia de mapas" (Wisconsin Journal) o "En Occidente, los topógrafos aclaman la verdad y "Un geógrafo del Departamento de Defensa dijo que finalmente los bandidos se dieron cuenta de la verdad y pudieron decirla" (ambos en el New York Times) La implicación es que los mapas occidentales no tenían valor. De acuerdo con el vocero, nuestros mapas no son documentos ideológicos y la condena de la falsificación rusa es tanto un eco de la retórica de la Guerra Fría como una crítica cartográfica creíble. Este ejemplo oportuno también sirve para introducir mi segundo punto de vista de que las reglas científicas del mapeo están, en todo caso, influidas por un grupo de normas bastante distintas: las que gobiernan la producción cultural de los mapas. Para descubrir estas reglas, tenemos que leer entre las líneas de los procedimientos técnicos o del contenido topográfico del mapa. Están relacionadas con valores como los de la etnia, la política, la religión o la clase socially también están insertas en la sociedad productora de mapas en general. El discurso cartográfico opera un doble silencio respecto de las posibilidades del conocimiento del mapa. En el mapa mismo, las estructuras sociales a menudo están ocultas bajo un espacio abstracto e instrumental o encarcelado en las coordenadas del mapeo por computadora. En la literatura técnica de la cartografía también son ignoradas, a pesar de que pueden ser tan importantes como el levantamiento, la compilación o el diseño en la producción de las declaraciones que la cartografía hace acerca del mundo y de sus paisajes. Este juego entre las reglas sociales y técnicas es un aspecto universal del conocimiento cartográfico. En los mapas, produce el "orden" de sus características y las "jerarquías de sus prácticas". En el sentido de Foucault, las reglas nos permiten definir una episteme y trazar una arqueología de ese conocimiento a través del tiempo." Para ilustrar su poder en la estructuración de la representación cartográfica, se ofrecerán dos ejemplos de cómo se manifiestan esas reglas en los mapas. El primero es la bien sabida adhesión a la "regla de egocentrismo" en la construcción de mapamundis. Esto ha llevado a muchas sociedades a través de la historia a ubicar sus territorios en el centro de sus cosmografías o mapas mundiales. Mientras que por un lado puede ser peligroso asumir universalidad, aunque hay excepciones, esta regla es evidente en los diagramas cósmicos de los indios norteamericanos precolombinos, al igual que en los mapas de la antigua Babilonia, Grecia o China, o en los mapas medievales del mundo islámico y de la Europa cristiana. No obstante, también es importante al aplicar a la cartografía la crítica al conocimiento de Foucault el hecho de que la historia de la regla del etnocentrismo no va de acuerdo con la historia "científica" del trazado de los mapas. Por lo tanto, el Renacimiento científico en Europa dio a la cartografía moderna sistemas de coordenadas; Euclides, escalas de mapas y mediciones precisas, aunque también ayudó a confirmar el nuevo mito de la centralidad ideológica europea a través de proyecciones como las de Mercator. O, de nuevo en nuestro siglo, una tradición exclusiva de los Estados Unidos fue reforzada antes de la segunda Guerra Mundial al ubicarla en su hemisferio ("nuestro hemisferio") en el mapa mundial. A través de la historia de la cartografía, a menudo se centran en los mapas las "tierras santas" ideológicas. Este centrismo, una suerte de "geometría subliminal", agrega fuerza geopolítica y significado a la representación. También es cuestionable el hecho de que tales mapas mundiales a su vez hayan contribuido a la codificación, legitimación y promoción de las visiones del mundo prevalecientes en los distintos periodos y lugares. Un segundo ejemplo es cómo las "reglas del orden social" parecen insertarse en los códigos y los espacios más pequeños de la transcripción cartográfica. La historia de la cartografía europea desde el siglo XVII ofrece muchos ejemplos de esta tendencia. Tomemos un mapa impreso o manuscrito casi al azar y lo que destaca es la forma definitiva en la que el texto es tanto un comentario sobre la estructura social de una nación o lugar específico como lo es sobre su topografía. El cartógrafo con frecuencia está tan ocupado registrando los contornos del feudalismo, la forma de la jerarquía religiosa o los pasos en los escalones de la clase social,-1'' como la topografía del paisaje físico y humano. La razón por la cual los mapas pueden resultar tan convincentes en este aspecto es que las reglas de la sociedad y las de las mediciones se refuerzan entre sien la misma imagen. Al escribir sobre el mapa de París, levantado en 1652 por Jacques Gomboust, el ingeniero del rey, Louis Marin señala "esta discreta estrategia de simulación-disimulación": El conocimiento y la ciencia de la representación, para demostrar la verdad que este tema declara abiertamente, se mueven conforme a una jerarquía social y política. Se tenían que ofrecer pruebas de su verdad "teórica" y ellas son los signos reconocibles; sin embargo, la economía de estos signos, en su disposición dentro del plano cartográfico, ya no obedece a las reglas del orden de la geometría y la razón, sino más bien a las normas y los valores del orden de la tradición social y religiosa. Sólo las iglesias y mansiones importantes se benefician de los signos naturales y de la visible armonía que mantienen con lo que representan. Las construcciones de la ciudad y los hogares privados, precisamente porque son privados y no públicos, sólo gozarán del derecho a una representación general y común de un signo arbitrario e institucional, el más pobre, el más elemental (quizá, por esto mismo, principal) de los elementos geométricos; el punto idénticamente reproducido en serie. Una vez más de manera bastante similar a "la regla del etnocentrismo", esta jerarquización del espacio no es un acto consciente de la representación cartográfica. Más bien se da por hecho en una sociedad que el lugar del rey es más importante que el de un barón, que un castillo es más importante que la casa de un campesino, que la ciudad de un arzobispado es más importante que la de un prelado menor, o que el estado de un caballero dueño de tierras merece mayor énfasis que el de un simple granjero. La cartografía despliega su vocabulario de manera tal que representa una desigualdad social sistemática. Las diferencias de clase y poder son maquinadas, construidas y legitimadas en el mapa mediante signos cartográficos. La regla parece ser: "mientras más poder, mayor prominencia". A quienes tienen fuerza en el mundo se les agrega la fuerza del mapa. Mediante los trucos del oficio cartográfico (tamaño de los símbolos, grosor de la línea, altura de las letras, efectos y sombreado, adición de color podemos rastrear esta tendencia enfática en innumerables mapas europeos. Empezamos ahora a ver cómo los mapas, al igual que el arte, se vuelven un mecanismo "para definir las relaciones, sostener las reglas y reforzar los valores sociales". En el caso de estos dos ejemplos de reglas trato de mostrar que éstas operan tanto dentro como más allá de las estructuras de clasificación y medición. Van más lejos que los fines establecidos de la cartografía. Oran parte del poder del mapa, como una representación de la geografía social, es que trabaja detrás de una máscara de ciencia aparentemente neutral. Esconde y niega sus dimensiones sociales al tiempo que las legitima. No obstante, desde donde las veamos, las reglas de la sociedad sobrevivirán. Han logrado que los mapas sean, por lo menos, una imagen del orden social así como la medición del mundo fenomenal de los objetos. La deconstrucción y el texto cartográfico Para adentrarnos en el asunto de las reglas cartográficas, es decir, el contexto social dentro del cual se da forma al conocimiento del mapa, tenemos que observar el texto cartográfico. Se elige deliberadamente la palabra texto. Es generalmente aceptado que el modelo de texto puede tener una aplicación mucho más amplia que sólo la de los literarios. A textos que no son libros, como las composiciones musicales y las estructuras arquitectónicas, podemos con toda confianza agregar los gráficos que llamamos mapas. Se ha dicho que "lo que constituye un texto no es la presencia de elementos lingüísticos, sino el acto de la construcción", de manera que los mapas, como "construcciones que emplean un sistema convencional de signos", se vuelven textos. Con Barthes podemos decir que presuponen una conciencia de significado" que nos toca descubrir. Texto es una metáfora mejor para los mapas que la del reflejo de la naturaleza. Los mapas son textos culturales. Al aceptar su textualidad podemos abarcar diversas posibilidades interpretativas. Un lugar de ver sólo la transparencia de la claridad, se puede descubrir también la plenitud de la opacidad. Al hecho se puede agregar el mito y, en vez de inocencia, podemos esperar dualidad. Más que trabajar con una ciencia formal de comunicación o con una secuencia de procesos técnicos, dirigimos nuestro interés a una historia y una antropología de la imagen, y aprendemos a reconocer las cualidades narrativas de la representación cartográfica, así como su exigencia de ofrecer una imagen sincrónica del mundo. Es más, es probable que todo esto lleve a un rechazo de la neutralidad de los mapas en la medida en que lleguemos a definir sus intenciones más que el aspecto literal de la representación, y comencemos a aceptar las consecuencias sociales de las prácticas cartográficas. No quiero decir que el camino de una investigación textual ofrezca un conjunto simple de técnicas para leer mapas contemporáneos o históricos. En algunos casos tendremos que concluir que hay muchos aspectos de su significado que son indescifrables. La deconstrucción, como un análisis del discurso en general, exige una lectura más detallada y profunda del texto cartográfico de lo que ha sido la práctica general en la cartografía y en la historia de la cartografía. Puede considerarse como una búsqueda de significados alternativos. Se dice que "deconstruir es reinscribir y reubicar significados, acontecimientos y objetos dentro de movimientos y estructuras más amplios; por decirlo de alguna manera, es como voltear al revés un hermoso tapiz con el fin de exponer, en esa confusión enmarañada tan poco glamorosa, los hilos que constituyen la bien tejida imagen que presenta al mundo". El mapa publicado tiene también una imagen bien tejida y nuestras lecturas tienen que ir más allá de la evaluación de la precisión geométrica, más allá de la ubicación de los sitios y más allá del reconocimiento de patrones y geografías topográficas. Esta interpretación comienza en la premisa de que el texto del mapa puede contener "contradicciones imperceptibles o conflictos de duplicidad” que deterioran la parte superficial de la objetividad estándar. Los mapas son como clientes que se pueden ir. De los mapas se puede decir lo mismo que W. J. T. Mitchell dice cuando habla de las lenguas y de las imágenes en general, y quizá tengamos que considerarlos "enigmas, problemas que necesitan explicaciones, casas-prisión que apartan el conocimiento del mundo". Debemos tomarlos como "el tipo de signo que presenta una apariencia engañosa de naturalidad y transparencia que ocultan un mecanismo de representación opaco, distorsionado y arbitrario". A lo largo de la historia de la cartografía moderna occidental, por ejemplo, ha habido numerosos ejemplos de falsificación de mapas, de ocasiones en que han sido censurados o mantenidos en secreto., o bien, han contradicho de manera subrepticia las reglas de su supuesto estatus científico. Como en el caso de estas prácticas, la deconstrucción del mapa se enfoca en aspectos de los mapas que muchos intérpretes han comentado. En su texto "Movimientos deconstructivos más típicos de Derrida", Christopher Norris señala que la deconstrucción es la búsqueda vigilante de aquellas "aporías", puntos ciegos o momentos de contradicción en los que un texto traiciona involuntariamente el conflicto existente entre la retórica y la lógica, entre lo que abiertamente trufo de decir y lo que, no obstante, reprime decir "deconstruir" un fragmento de texto es, por lo tanto, poner a funcionar una suerte de estrategia inversa buscando, precisamente, en todos esos detalles que se han descuidado (metáforas incidentales, pies de página, giros casuales del argumento) y que siempre, y necesariamente, fueron pasados por alto por los intérpretes de una tendencia más ortodoxa. Es aquí, en los márgenes del texto, según los define un consenso fuertemente normativo, que la deconstrucción descubre el funcionamiento de esas mismas fuerzas desconcertantes. Un buen ejemplo de cómo se podría deconstruir uno de los primeros mapas, comenzando por lo que hasta ahora hemos considerado sus "metáforas casuales" y "pies de página", se encuentra en estudios recientes que reinterpretan el estatus de arte decorativo de los mapas europeos de los siglos XVII y XVIII. Más que detalles marginales sin ninguna consecuencia, los emblemas de las tarjetas y la decoración de las portadas pueden considerarse fundamentales en cuanto a la forma en que transmiten su significado cultural y contribuyen a abatir la crítica de que la cartografía produce una ciencia gráfica imparcial. Sin embargo, la posibilidad de esta revisión no se limita a los mapas históricos "decorativos". Un ensayo reciente de Wood y Fels sobre el mapa estatal oficial de carreteras de Carolina del Norte revela una mucho mejor aplicabilidad de una estrategia deconstructiva comenzando por los "márgenes" del mapa contemporáneo. También tratan al mapa como texto y, a partir de las ideas del mito como sistema semiológico de Roland Barthes, desarrollan una fuerte crítica social de la cartografía que, aunque con un enfoque estructuralista, tiene resultados deconstruccionistas. Empiezan, deliberadamente, con los márgenes del mapa o, mejor dicho, con el tema expresado en las letras impresas: Un lado lo ocupa un inventario de los sitios de interés de Carolina del Norte, ilustrados con fotografías y. entre otras cosas, una especie de antílope con cuernos (que se encuentra en el zoológico del estado), una mujer Cherokee haciendo joyas con cuentas, un telesquí, una duna de arena (pero no ciudades), un horario del ferry, un mensaje de bienvenida del entonces gobernador, una oración del conductor ("Padre nuestro, este día te pedimos una bendición muy especial cuando tomamos el volante de nuestro auto"). Por otro lado, Carolina del Norte, pegada en los márgenes de las Carolinas del Sur, Virginias, Georgias y Tennessee amarillas pálido, y lavada por un Atlántico azul claro, es representada por una mezcla de líneas rojas, negras, verdes y amarillas sobre un fondo blanco, engrosada en las intersecciones por marcas negras o puntos rosa [...] A la izquierda de [...] el título es un dibujo de la ondeante bandera estatal. A la derecha se encuentra dibujado un cardenal (ave representativa del estado) sobre una rama de cerezo (flor representativa del estado) en flor encima de una abeja a mitad de vuelo (insecto representativo del estado). ¿Qué significan estos emblemas?, ¿son simplemente un adorno agradable para el viajero? o ¿pueden damos información acerca de la producción social de estos mapas de carreteras? Un deconstruccionista puede decir que estos significados son indescifrables; sin embargo, también queda claro que el mapa estatal oficial de carreteras de Carolina del Norte hace otro tipo de afirmaciones dialógicas detrás de su máscara de inocencia y transparencia. No estoy diciendo que estos elementos obstaculicen la llegada del viajero del punto A al punto H, sino que existe un segundo texto dentro del mapa. Ningún mapa está desprovisto de una dimensión ínter textual y, también en este caso, este descubrimiento nos permite revisar la imagen como algo más que una imagen neutral de una red de caminos. Sus "usuarios" no son los conductores comunes, sino también el estado de Carolina del Norte que se ha adueñado de esta publicación (distribuida en millones de copias) como un recurso promocional. El mapa se ha convertido en un instrumento de la política del estado así como de la soberanía. Al mismo tiempo, es más que una afirmación del dominio de Carolina del Norte sobre su territorio. Por otro lado, también construye una geografía mítica, un paisaje lleno de "puntos de interés", con encantamientos de lealtad a los emblemas estatales y a los valores de la fe cristiana. La jerarquía de las ciudades y los caminos que las conectan y dominan visualmente se han convertido en el orden natural legítimo del mundo. El mapa finalmente insiste en que los caminos en realidad son lo que es Carolina del Norte. El mapa hace de nuestro enamoramiento por el automóvil un objeto de adoración. El mito es creíble. Muy probablemente el cartógrafo piense de manera automática que este argumento deconstruccionista es "basura": "Bueno, después de todo es un mapa estatal de carreteras. Está diseñado para ser popular y útil al mismo tiempo. Esperamos que exagere la red de caminos y muestre a los conductores los puntos de interés. Se trata de un mapa derivado, no de uno básico". No es un mapa científico. Recurrir al mapa científico fundamental es siempre la última defensa del cartógrafo cuando pretende negar las relaciones sociales que invaden su tecnología. En este punto puede resultar de gran ayuda la estrategia de Derrida para extender tal interpretación a todos los mapas, científicos o no, básicos o derivados. De la misma forma que en la deconstrucción de la filosofía Derrida lograba demostrar "cómo el nivel supuestamente literal es intensamente metaforico" podemos demostrar que un "hecho" cartográfico es también un símbolo. mapas contienen una dimensión de realismo simbólico que es En los mapas también una declaración de autoridad y control políticos al igual que científicos un escudo de armas o el retrato de una reina en la parte superior de un "simples", la mismapa decorativo antiguo. La metáfora ha cambiado. El mapa ha ma ciencia se tratado de deshacerse de la ambigüedad y de las posibilidades convierte en alternativas. La precisión y la austeridad de diseños ahora son los metáfora. Tales nuevos talismanes de la autoridad que culminan en nuestra era con el mapeo por computadora. Este proceso se puede seguir muy claramente en la historia del mapeo en la Ilustración en Europa. La topografía reflejada en los mapas, planimétricamente cada vez más detallados y precisos, se ha convertido cu metáfora de una filosofía utilitaria y de su deseo de poder. La cartografía inscribe este modelo cultural sobre el papel y podemos examinarlo en diversas escalas y tipos de mapas. La precisión de los instrumentos y la técnica sirven exclusivamente para reforzar esta imagen, con su incrustación de mito, como una perspectiva selectiva del mundo. Del mismo modo, los mapas de estados locales del ancien régime europeo, aunque derivados de una medición instrumental, eran la metáfora de una estructura social basada en la propiedad de la tierra. Los mapas de condado y regionales, aunque fundamentados en una triangulación científica, eran la articulación de los valores y los derechos locales. Los mapas de los estados europeos, aunque construidos a lo largo de los meridianos, todavía servían como representación simbólica abreviada de un complejo de ideas nacionalistas. Y los mapamundis, aunque cada vez más basados en proyecciones matemáticamente definidas, daban, sin embargo, un giro total hacia el destino manifiesto de las conquistas y la colonización europeas del otro lado del océano. En cada uno de estos ejemplos se ve el contorno de la metáfora en el mapa científico. Por lo tanto, se amplía nuestra comprensión del funcionamiento del texto como instrumento que opera en una realidad social. En la teoría deconstruccionista, el papel de la retórica está fuertemente vinculado al de la metáfora. Al concluir esta sección del ensayo señalaré que a pesar de los esfuerzos científicos de la cartografía para convertir la cultura en naturaleza y para naturalizar la realidad social, se ha mantenido como un discurso inherentemente retórico. Otra lección de la crítica de la filosofía que hace Derrida es "que los modos de análisis retórico, por lo tanto aplicado principalmente a textos literarios, son de hecho indispensables para la lectura de cualquier tipo de discurso". No hay nada revolucionario en la idea de que la cartografía es un arte de comunicación persuasiva. Ahora es un lugar común escribir acerca de la retórica de las ciencias humanas en el sentido clásico de la retórica del mundo. Incluso los cartógrafos, así como sus críticos, están empezando a mencionar el concepto de una cartografía retórica; sin embargo, aún se carece de una lectura retórica profunda de los mapas. El tema en discusión no es si algunos mapas son retóricos, o si otros lo son parcialmente, sino hasta qué grado la retórica es un aspecto universal de todos los textos cartográficos. Luego entonces, para algunos cartógrafos el concepto de retórica seguiría siendo un término peyorativo. Se trataría de una retórica vacía sin esencia dentro del contenido científico de un mapa. La retórica se usaría entonces para hacer referencia a los excesos del mapeo de propaganda o de cartografía promocional, o se trataría de confinarla a un elemento artístico o estético de los mapas, contrario a su núcleo científico. Mi postura es aceptar que la retórica es parte de la forma en que funcionan todos los textos, de modo que todos los mapas son textos retóricos. De nuevo tenemos que desmantel ar el dualismo arbitrario que existe entre la propagand a y la verdad, y entre los modos de representación artística y científica encontrado s en los mapas. Todos los mapas tra- tan de enmarcar su mensaje en el contexto de un público. Todos los mapas plantean un argumento acerca del mundo y son propositivos por naturaleza. Todos los mapas emplean los recursos comunes de la retórica como invocaciones de la autoridad (especialmente en los mapas científicos) y recurren a lectores potenciales a través del uso de colores, decoración, tipografía, dedicatorias o justificaciones escritas de su método. La retórica se puede ocultar; sin embargo, siempre está presente, ya que no existe descripción sin actuación. Los pasos en el trazado de un mapa (selección, omisión, simplificación, clasificación, creación de jerarquías y simbolización) son inherentemente retóricos. Tanto en sus intenciones como en sus aplicaciones representan propósitos humanos subjetivos más que corresponder al funcionamiento de alguna "ley fundamental de generalización cartográfica" De hecho, la libertad de la maniobra retórica del cartógrafo es considerable; aquel que traza un mapa simplemente omite los aspectos del mundo que se encuentran fuera de los propósitos del discurso inmediato. No ha habido límites a las variedades de los mapas desarrolladas históricamente como respuesta a diferentes propósitos de argumento, dirigidos a distintas objetivos retóricos y que representan diferentes suposiciones acerca de lo que es la práctica cartográfica sólida. El estilo de los mapas no era sólo uno en el pasado, como tampoco lo es en la actualidad. Se ha dicho que "el código retórico adecua a su mapa el estilo más provechoso para el mito que pretende difundir". En lugar de pensar en términos de mapas retóricos versus no retóricos puede resultar de mayor utilidad hacerlo en términos de una teoría de la retórica cartográfica que adecué este aspecto fundamental de la representación a todos los tipos de texto cartográfico. Entonces, no me interesa privilegiar la retórica sobre la ciencia, sino disolver la diferencia ilusoria entre las dos respecto de la lectura de los propósitos sociales, así como del contenido de los mapas. Los mapas y el ejercicio del poder Finalmente, regreso a Foucault. Al hacerlo tengo en mente la crítica de Foucault a Derrida por tratar "de restringir la interpretación a un nivel puramente sintáctico y textual", un mundo donde las realidades políticas ya no existan. Foucault, por otra parte, pretendía descubrir "las prácticas sociales que el texto refleja y emplea" y "reconstruir el marco técnico y material en que surgió". Aunque la deconstrucción contribuye a cambiar el clima epistemológico y a impulsar una lectura retórica de la cartografía, mi interés fundamental radica en sus dimensiones social y política, y en comprender cómo funcionan los mapas en la sociedad como un tipo de poder- conocimiento. Esto cierra el círculo a una forma de la historia cartográfica dependiente del contexto. Ya hemos visto por qué se puede considerar que la cartografía es un discurso, un sistema que ofrece un conjunto de reglas de representación del conocimiento que toman forma en las imágenes que definimos como mapas y atlas. No es difícil encontrar a los mapas, especialmente a los producidos y manipulados por el Estado, un nicho en la "matriz poder-conocimiento del orden moderno". En especial cuando los mapas son encargados por el gobierno (o son derivados de estos mapas) es fácilmente observable su manera de extender y reforzar los estatutos legales, los imperativos territoriales y los valores que surgen del ejercicio del poder político. No obstante, para entender cómo funciona el poder a través del discurso cartográfico y los efectos de ese poder en la sociedad, se necesita un análisis más profundo. Un simple modelo de dominación y subversión no es adecuado y propongo establecer una diferencia entre el poder externo y el poder interno en la cartografía. Esto se deriva principalmente de las ideas de Foucault acerca del poderconocimiento; sin embargo, esta formulación particular pertenece al reciente libro de Joseph Rouse, Knowledge and Power, en el que basa una teoría del poder interno en la ciencia, en su lectura de Foucault. El sentido de poder más común en la cartografía es el del poder externo a los mapas y al mapeo. Este sirve para relacionar a los mapas con los centros de poder político. El poder se ejerce sobre la cartografía. Detrás de la mayoría de los cartógrafos está una persona que encarga un mapa; en numerosos casos, quienes producían los textos cartográficos respondían a necesidades externas. Por otra parte, el poder también se ejerce con la cartografía. Monarcas, ministros, instituciones estatales, la Iglesia, todos han iniciado programas de mapeo para sus fines particulares. En la sociedad occidental moderna, los mapas rápidamente se volvieron cruciales para la conservación del poder del Estado (para sus fronteras, comercio, administración interna, control de población y fuerza militar}. El mapeo pronto se convirtió en el negocio del Estado: la cartografía se nacionalizó con brevedad. El Estado conserva su conocimiento celosamente, los mapas han sido universalmente censurados, mantenidos en secreto y falsificados. En todos estos casos, los mapas están relacionados con lo que Foucault llamó el ejercicio del "poder jurídico". El mapa se vuelve un "territorio jurídico": facilita la medición del terreno y su control. Los mapas todavía se usan para controlar nuestra vida de diversas maneras. Una sociedad sin mapas, aunque para nosotros los mapas son un hecho, es políticamente inimaginable. Todo esto ejemplifica el poder con la ayuda de los mapas. Es un poder externo, con frecuencia centralizado y ejercido de manera burocrática, impuesto desde arriba y manifiesto en actos específicos o en fases de política deliberada. Ahora llego a la diferenciación importante. Lo que también es fundamental para los efectos de los mapas en la sociedad es lo que se puede definir como el poder interno de la cartografía. El foco del cuestionamiento ahora cambia del lugar de la cartografía en un sistema jurídico de poder a los efectos políticos de lo que los cartógrafos hacen cuando trazan los mapas. Los cartógrafos producen poder; son los creadores de un panóptico espacial. Su poder está inserto en el texto cartográfico: podemos hablar de un "poder cartográfico" así como hablamos del poder de la palabra o del libro como una fuerza del cambio. En este sentido, los mapas tienen su "política", un poder que se entrevera con el conocimiento y que es inherente a él: se trata de un poder universal. Foucault escribe acerca de "la omnipresencia del poder, no porque tenga el privilegio de consolidarlo todo bajo su invencible unidad, sino porque se produce de un momento a otro, en todos los puntos o, más bien, en todas las relaciones que existen de un punto a otro. El poder está en todas partes; no porque lo cubra todo, sino porque proviene de todos lados". El poder viene del mapa y atraviesa la forma en que están hechos los mapas. La clave de este poder interno es, entonces, el proceso cartográfico. Con esto me refiero a cómo están compilados los mapas y a cómo se eligen las categorías de información; la manera en que se generalizan, el conjunto de normas para la abstracción del paisaje; cómo los elementos del paisaje se forman en jerarquías, y cómo los diferentes estilos retóricos, que a su vez reproducen el poder, son empleados para representar el paisaje. Clasificar al mundo es apropiarse de él, de tal manera que todos estos procesos técnicos representan actos de control sobre su imagen, que se extiende más allá de los supuestos usos de la cartografía. Se disciplina al mundo. Se normaliza al mundo. Somos prisioneros en su matriz espacial. Para la cartografía, al igual que para otras formas de conocimiento, "toda acción social cruza las fronteras determinadas por los esquemas de clasificación". Se puede establecer una analogía entre lo que sucede con los datos en el taller del cartógrafo y lo que pasa a la gente en las instituciones disciplinarias (prisiones, escuelas, ejército, fábricas) descritas por Foucault, en ambos casos se da un proceso de normalización. O, de manera similar, al igual que en las fábricas estandarizamos nuestros bienes manufacturados, en nuestros talleres cartográficos estandarizamos nuestras imágenes del mundo. De la misma forma en que en el laboratorio creamos explicaciones con fórmulas de los procesos del mundo físico, en el mapa la naturaleza se reduce a una fórmula gráfica. En general, el poder del cartógrafo no se ejercía sobre los individuos, sino sobre el conocimiento del mundo puesto a la disposición de toda la gente. No obstante, esto no se hace de manera consciente y además trasciende las simples categorías de "intencional" y "no intencional" juntas. No sugiero que el poder se ejerza de manera deliberada o centralizada. Es un conocimiento local que al mismo tiempo es universal. Por lo general pasa inadvertido. El mapa es un árbitro silencioso del poder. ¿Cuáles han sido los efectos de esta "lógica del mapa" sobre la conciencia humana, si puedo adaptar la frase de Marshall McLuhan ("lógica de la impresión") Al igual que él, pienso que, respecto de los mapas, tenemos que considerar los efectos de abstracción, uniformidad, repetición y visualidad al dar forma a las estructuras mentales y otorgar un sentido a los lugares del mundo. El desfase entre estos conceptos de lugar y muchas visiones alternativas de lo que es el mundo, o de lo que debería ser, ha hecho surgir preguntas acerca de los efectos de la cartografía en la sociedad. Así, Theodore Koszak escribe: "Los cartógrafos hablan acerca de sus mapas y no de los paisajes. Por eso, con frecuencia, lo que dicen es tan paradójico al ser traducido al lenguaje común. Cuando se olvidan de la diferencia entre el mapa y el paisaje, y cuando nos permiten olvidar esa diferencia o nos convencen de hacerlo, surge todo tipo de riesgos". Uno de ellos es que los mapas, al articular al mundo en imágenes producidas en masa y estereotipadas, expresen una visión intrínsecamente social. Tomemos como ejemplo el hecho de que los atlas de carreteras están entre los libros de pasta suave más vendidos en los Estados Unidos, y después tratemos de evaluar de qué manera esto ha afectado la percepción ordinaria que tiene el estadounidense de su país. ¿Qué tipo de imagen de los Estados Unidos promueven estos atlas? Por una parte, hay una pátina de burda simpleza. Si se eliminan las carreteras interestatales, el paisaje se disuelve en un mundo genérico de características esenciales que no invitan a ninguna exploración. Se desprovee de contexto y el lugar pierde importancia. Por otra parte, los mapas revelan la ambivalencia de todos los estereotipos. Sus silencios también están inscritos en la página. En estos mapas anónimos, ¿dónde está la variedad de la naturaleza, dónde está la historia del paisaje y dónde el espacio y el tiempo de la experiencia humana? Ahora la pregunta es: ¿estas imágenes vacías tienen alguna consecuencia en nuestra forma de pensar acerca del mundo? Como todo el mundo está diseñado para verse igual, ¿es más fácil actuar en él sin darse cuenta de los efectos sociales? Al plantear tales preguntas las estrategias de Derrida y de Foucault parecen chocar. Para Derrida, si el significado es difícilmente determinable, entonces lo es también, pari passu, la medida de la fuerza del mapa como discurso de acción simbólica. Al final, prefiero adherirme a Foucault en su visión de todo el conocimiento por lo tanto, de la cartografía, profundamente confundido en las grandes batallas que constituyen nuestro mundo. Los mapas no son ajenos a esas luchas para alterar las relaciones de poder. La historia del uso de los mapas sugiere que puede ser así y que representan formas específicas de poder y autoridad. Desde el Renacimiento la forma de ejercer el poder ha cambiado. En la Norteamérica colonial, por ejemplo, los europeos trazaban con facilidad líneas a través de los territorios de las naciones indias sin mostrar ninguna sensibilidad ante la realidad de su identidad política. El mapa les permitía decir: "Esto es mío; éstas son las fronteras". De manera similar, en innumerables guerras desde el siglo XVI ha sido fácil que los generales libren batallas contra señaladores y marcas de colores, en lugar de sensibilizarse ante la sangre derramada en el campo de batalla. Volviendo a nuestra sociedad, sigue siendo fácil a los burócratas, desarrolladores y planeadores trabajar sobre parajes incomparables sin medir los trastornos sociales del progreso. Al tiempo que el mapa nunca es la realidad, de cierta manera contribuye a crear una realidad diferente. Una vez insertas en el texto publicado, las líneas del mapa adquieren una autoridad que puede ser difícil de desplazar. Los mapas son imágenes acreditadas. Pueden reforzar y legitimar el statu quo, seamos o no conscientes de ello. Algunas veces son agentes del cambio y pueden, de igual manera, convertirse en documentos conservadores. Sin embargo, en cualquier caso, el mapa nunca es neutral. Cuando parece serlo, la oblicua “retórica de la neutralidad” parece tratar de convencernos. Conclusión El acto interpretativo de la deconstrucción de un mapa puede cumplir tres funciones en una amplia investigación en la historia de la cartografía. En primer lugar, permite cuestionar el mito epistemológico (creado por los cartógrafos) del progreso acumulativo de una ciencia objetiva que siempre produce mejores representaciones de la realidad. En segundo lugar, el argumento deconstruccionista permite redefinir la importancia histórica de los mapas. Más que invalidar su estudio, se refuerza al agregar distintos matices a nuestra comprensión del poder de la representación cartográfica como una manera de construir el orden en nuestro mundo. Si podemos aceptar la intertextualidad, también podemos empezar a leer los mapas con discursos alternativos y, en ocasiones, contrarios. En tercer lugar, un cambio de actitud deconstructiva puede permitir que la historia del mapa tome un mejor lugar en el estudio interdisciplinario del texto y del conocimiento. Las estrategias intelectuales, como las del discurso en el sentido de Foucault, el concepto derrideano de metáfora y retórica inherentes al discurso científico y el concepto aún presente de poder-conocimiento son compartidos por diversos campos; como propuestas para tratar los mapas, son igualmente enriquecedoras, no son adversas al cuestionamiento hermenéutico ni antihistóricas en su intención. Construimos desmantelando. Se agrandan las posibilidades de Víctimas de un mapa es el título de un libro del poeta palestino Mahmud Darwish y otros autores. Al igual que la tragedia moderna del pueblo palestino despojado, la mucho más antigua tragedia de la historia norteamericana vio al mapa como un instrumento a través del cual se ejerció el poder para destruir a una sociedad indígena. Los mapas de Inglaterra del siglo XVII ofrecen un texto para estudiar el proceso territorial mediante el cual los indios fueron expulsados progresivamente de su tierra. No se logró sin resistencia por parte de los indios; tampoco fue un proceso simple. No digo que los mapas hayan sido el instrumento principal de la apropiación territorial ni del aislamiento étnico. Sin embargo, como forma clásica de poderconocimiento, los mapas ocupan un lugar fundamental, en sentido psicológico y también en sentido práctico, entre los discursos coloniales de tan trágicas consecuencias para los nativos norteamericanos. Al tratar de ver qué lugar tuvieron los mapas en el encuentro y qué papel desempeñaron al obstaculizar los asuntos indios, podemos agregar una dimensión más a la historia cartográfica. Las geografías ocultas Una de las ironías de la exclusión de los indios del ámbito del mapa es que sin duda desempeñaron un papel importante en descubrir significado en los mapas y de trazar los mecanismos sociales del cambio cartográfico. El posmodernismo presenta un reto para la lectura de mapas de maneras que podrían enriquecer recíprocamente la lectura de otros textos. La cartografía de Nueva Inglaterra y los nativos norteamericanos la construcción de los primeros mapas de las colonias norteamericanas trazados por los ingleses. En un ensayo reciente, James Axtell plantea la siguiente pregunta: "¿Cómo habría sido Norteamérica sin los indios?" ¿Específicamente cuál habría sido la dirección del descubrimiento y las exploraciones sin los guías indios en el Nuevo Mundo? Al extender estas preguntas, podemos especular cómo habrían sido los mapas ingleses de América del siglo XVII si los navegadores y exploradores hubiesen llegado a una tierra vacía. Más allá de la delgada franja de asentamientos costeros, los detalles de los mapas habrían sido mucho más escasos. Sin las aportaciones indias a la cartografía del interior, el desarrollo de un mapa de escala continental habría sido mucho más lento ante los ojos europeos. El reconocimiento de que los primeros mapas son un resumen del encuentro, un conjunto de relaciones recíprocas entre los pueblos nativos americanos y los europeos, más que un capítulo de la historia del "descubrimiento", es relativamente nuevo. Apenas en 1981 el mapeo de la región de la Nueva Inglaterra se caracterizaba por "una completa ausencia de conocimientos cartográficos o abstractos de la cultura algonquina". En la actualidad, esa opinión puede compararse con la siguiente perspectiva: Los primeros colonizadores [..,] encontraron que los nativos norteamericanos eran cartógrafos experimentados cuyo conocimiento geográfico aceleró enormemente las primeras exploraciones europeas de la región. Durante un siglo y medio la información proporcionada a través de mapas efímeros trazados con carbón sobre cortezas de árbol o pintados sobre pieles de venado se incorporó directamente a las mapas franceses e ingleses, aumentando casi siempre su precisión. El cultivo de esta historia etnocartográfica implica dos pasos iniciales. El primero es aceptar la existencia de una cartografía indígena en muchas culturas contemporáneas y posteriores a la llegada de Colón, y el segundo es tratar de reconstruir la colaboración india en los mapas europeos del Nuevo Mundo. Estos pasos nos muestran que la aportación india fue fundamental. La mejor prueba de una cartografía indígena como forma importante de conocimiento local se encuentra en Centroamérica. Pergaminos y otros materiales, por lo general manuscritos pintados en pieles de animales, contienen importantes elementos cartográficos. En el resto del continente, por ejemplo en la parte este de Norteamérica, aunque existen muchos menos materiales, los registros apenas confirman la idea de una "ausencia completa de conocimientos cartográficos". Gregory Waselkov señala que a principios del siglo XVII los algonquinos powhatans "produjeron espontáneamente mapas por lo menos en tres ocasiones". Éstos iban desde uno muy sencillo que mostraba el curso del Río James hasta el ambicioso mapa que los describía en FIGURA Reconstrucción de un modelo del mundo hecho sobre la tierra por los indios powhatans en 1607. Dibujado por Sandra Mather. en el centro de un mundo plano con Inglaterra representada por una pila de palos cerca de la orilla"(véase figura) Claramente, si no todos, algunos indios americanos trazaban mapas en la época de su primer contacto con los ingleses. Hay suficientes pruebas de que el conocimiento geográfico fluía de los guías e informantes indios a los europeos y después se incorporaba al manuscrito final o a los mapas escritos. De hecho, se puede decir que la mayoría de los mapas europeos que mostraban América, desde el de Juan de la Cosa (ca. 1500), esconde un estrato oculto de conocimiento geográfico indio. Durante gran parte de la exploración inglesa y francesa de la costa de Norteamérica, la presencia de guías nativos, que a veces dibujaban mapas, era común. Por ejemplo, en 1007, John Smith señaló que cuando estaba a unos 29 kilómetros río arriba de Jamestown, Virginia, conoció a un indio que le había ofrecido dibujar el río James con el pie y que a la larga dibujó con pluma y papel "todo el río, desde la bahía Chesapeake hasta el final, donde las embarcaciones podían pasar". No hay duda de que el Mapa de Virginia (1612) de Smith se enriqueció después de varios No todos los mapas europeos impresos están tan bien documentados encuentros de este tipo. A los lectores de este mapa se les indicaba específicamente que observaran "que hasta donde ven, se han descubierto los ríos, montañas y otros lugares marcados con pequeñas cruces; el resto fue tomado de la información de los salvajes, y todo está dispuesto de acuerdo con sus instrucciones". En la leyenda del mapa aparece una pequeña cruz maltesa con la nota: "Se ha descubierto hasta las cruces; lo que se encuentra más allá es por relación". Si se sombrean estas áreas, queda claro el grado de contribución india de este mapa en particular (véase figura). El conocimiento geográfico de los indios se filtró también en el mapa de Virginia de Smith a través de otros documentos intermedios. El 12 de marzo de 1611, el embajador español en Inglaterra, don Alonso de Velasco, envió a España un extenso mapa manuscrito del noreste de Norteamérica. Mediante una comparación de los detalles del área de Chesapeake en este mapa, con el mapa de Virginia de Smith, vemos que ambos deben de haber sido trazados a partir de un mismo prototipo. Es más, el mapa de Velasco contiene una aclaración explícita respecto de sus fuentes indias. Se nos dice acerca de los detalles del interior que "todo el azul es a partir de las relaciones de los indios", aceptación similar a la de Smith. como éstos sin embargo, volviendo al mapa de Smith de Nueva Inglaterra de 1616 (véase figura), no cabe duda de que también fue estructurado con conocimientos de los nativos. Smith reconoció que al viajar por la costa, además de su tripulación, "la principal ayuda, después de la de Dios, con la que conté (...) fue mi relación con los salvajes, especialmente con la de Donada, uno de los principales Señores, quien había vivido durante mucho tiempo en Inglaterra". De aquí se puede suponer, por ejemplo, que los nombres nativos de los lugares de la costa fueron proporcionados por estos guías indios, y el texto de la descripción de la Nueva Inglaterra de Smith apunta hacia estas bases de conocimiento que apoyan el libro. FIGURA JOHN Smith, Map of Virginia, 1612. El área de las fuentes nativas americanas está sombreada. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher, Universidad de Southern Maine. Smith tampoco fue el único que hizo este uso de los aborígenes. A lo largo de la costa de Nueva Inglaterra se dice que Bartholomew Gosnold se benefició de un dibujo con Carbón que le hicieron aquéllos. Cuando viajó por la costa de Maine y Nueva Hampshire. Samuel de Champlain se sirvió de los indios específicamente para que actuaran como guías y utilizó su conocimiento para compilar un mapa de la costa. Escribe: “Después de que les dibujé con carbón la bahía y la Isla Cabo, donde entonces nos encontrábamos, ellos me dibujaron, con el mismo carbón, otra bahía que representaban de gran tamaño. Aquí colocaron seis piedras a intervalos iguales, dándome a entender que cada una de estas marcas representaba el mismo número de jefes y tribus. Después representaron dentro de esta bahía un río que habíamos pasado, muy largo y con bancos de peces. La nave de Champlain entonces estaba fuera de Cabo Ann; los indios dibujaron la Bahía de Massachusetts y el Río Merrimack y señalaron en el mapa las poblaciones aborígenes con piedras. En otros casos más, los indios eran secuestrados y enviados a Inglaterra para ser interrogados exhaustivamente acerca de sus conocimientos geográficos. Tales hechos confirman el papel fundamental de las fuentes de información nativas en la elaboración de los primeros mapas europeos de la costa de la Nueva Inglaterra. En la medida en que se fueron extendiendo los asentamientos ingleses permanentes, los guías indios siguieron transmitiendo información geográfica, una parte en forma de mapas, acerca de sus viajes al interior del confínenle. Relacionar estas aportaciones con los mapas individuales europeos es una tarea aún más difícil, aunque se han identificado indicios de geografía india en algunos mapas de la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Por ejemplo, Malcolm Lewis ha sugerido que esta influencia, inclusive un mapa indio, se puede detectar más allá del límite del asentamiento inglés en a Map of New England, de John Foster (1677). El Lago de Winnipesaukee da lugar a claves de estas fuentes nativas: la forma es artificialmente redonda, las islas están señaladas en forma alternada en la superficie, el lago es de un tamaño demasiado grande respecto del resto del mapa (véase figura). Lewis concluyó que el compilador inglés del mapa o el prototipo quizá hayan malentendido la información recibida de las fuentes nativas. A través de dichas investigaciones, el carácter ínter textual de los mapas ingleses de la Nueva Inglaterra del siglo XVII, derivados tanto de los indios como de los colonizadores, se vuelve bastante claro. Una vez que aceptamos las importantes contribuciones de los indios a estos mapas regionales, también podemos buscar huellas de su conocimiento en los mapas locales. Una de estas contribuciones fue la de los mapas de reclamaciones de tierra y disputas de fronteras que implicaban territorio indio. Tal fue el caso del mapa de "los pequids, su país", trazado por un dibujante desconocido en 1662 y que muestra parte de Connecticut o Rhode Island. del encuentro cartográfico y su importancia en la lucha ideológica y política entre indios y blancos por el territorio de Nueva Inglaterra. Los mapas indios y los europeos eran diferentes, al igual que sus conceptos de espacio, territorio y función; eran polos opuestos, como explica Gregory Waselkov; los mapas indios a menudo contienen una cantidad considerable de detalles geográficos; sin embargo, su principal función era reflejar las relaciones sociales y políticas. Continúa: Una embarcación desde la perspectiva del cartógrafo requería un conjunto nuevo de convenciones para representar su mundo social [,..,] La distancia social (el grado de relaciones de parentesco entre los grupos sociales) y la distancia política (el grado de cooperación entre grupos, o el grado de control sobre los grupos) podían reflejarse en un mapa de manera efectiva; sin embargo, sólo era posible sustituyendo las medidas absolutas de la distancia euclidiana con una visión espacial flexible y fonológica. FIGURA JOHN Smith, New England Observed, 1616. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher. Universidad de Southern Maine. Como dice Petr Benes, "mientras que se trata de un documento inglés muestra bases característicamente indias en cuanto a los nombres de lugares más que en los puntos de referencia medidos". Algo similar sucede con el mapa del indio cristianizado John Sassamon, de la Colonia Plymouth (véase figura), que ofrece "los nombres principales de la tierra que ahora deseamos que se vendiera" (1666). Estos mapas también están basados en los nombres de las marcas ecológicas más que en posiciones geométricas o en las mediciones y límites que habían caracterizado al mapeo estatal inglés de principios de la Colonia. Cabe aquí ofrecer algunas generalizaciones preliminares acerca Por lo tanto, las cuestiones de precisión desde una perspectiva europea no son tanto motivo de reflexión, como lo son las consecuencias históricas de estos mapas indios. El hecho de que los colonizadores ingleses no apreciaran la geometría social y los matices cosmológicos de la cartografía se puede reconocer en sus frecuentes errores de traducción a los mapas europeos. También resulta importante el hecho de que en una sociedad colonial donde prevalecían las leyes y las fórmulas de documentación inglesas, la práctica del mapeo de los indios no les sirviera para resistir la apropiación colonia) de su tierra. En una cultura europea, en la que la tierra era transferida por medio de mediciones precisas y fijando su ubicación por latitud y longitud, los mapas indios, como veremos más adelante, los colocaron en una posición tecnológicamente desventajosa. Sin duda, algunos indios aprendieron los distintos principios geométricos de los mapas ingleses; sin embargo, en Nueva Inglaterra carecían de los recursos necesarios para desarrollar estrategias de resistencia mediante la adaptación de mapas de tipo europeo a sus propios fines. igual que todas las sociedades de inmigrantes, pretendíamos borrar todos los nombres extranjeros [...] el mapa hebreo de Israel constituye un nivel en mi conciencia sobrepuesto al nivel del mapa árabe anterior”. FIGURA DETALLE de John Foster, A Map of New England, 1677. "tomado de una reimpresión de 1888. Tomado de la Colección Cartográfica Osher. Universidad de Southern Maine. La erradicación de los nombres de lugares Los nombres de los lugares siempre han estado implícitos en la identidad cultural de la gente que ocupa la tierra. Dar un nuevo nombre a un lugar es un acto de posesión política ampliamente documentado en la historia de las colonizaciones. De igual manera, quitar el nombre a un lugar es un acto de despojo. Meron Benveniste, historiador y ex vise alcalde de Jerusalén, describe el proceso de hebraización de los nombres de los mapas oficiales de Eretz Israel. Escribe: “Al De nuevo, si regresamos en el tiempo y en el espacio hacia el Norte, llegamos a la escena de la obra de Brian Friel, Traducciones, ubicada en Irlanda en el siglo XIX. La acción se desarrolla en torno a los topógrafos oficiales que levantan sus cartas en gaélico occidental. Se nos dice que la tarea del cartógrafo es "tomar cada uno de los nombres gaélicos (de todas las montañas, ríos, rocas, incluso de todas las porciones de tierra que tenían su propio nombre distintivo irlandés) y adaptarlo al inglés, ya sea cambiándolo a un sonido inglés semejante o traduciéndolo a palabras inglesas. Cuando escuchamos la reacción de los irlandeses locales frente a estos cambios, y a pesar de la falta de realismo histórico en algunos aspectos del diálogo, quizá sepamos cómo debe sentirse el irlandés, el palestino o el algonquino al tener que aprender nombres nuevos para lugares que antes se pronunciaban en su lengua nativa. Debe ser como si nos sacaran de la historia. El nivel de conciencia étnica que desaparece y que está representado en los nombres indios de Norumbega, y los niveles de los mapas de Irlanda e Israel, tienen mucho en común. De igual manera, los mapas fueron agentes importantes de la adaptación al inglés de la toponimia de Nueva Inglaterra en el siglo XVII. Eran un medio que formaba parte del discurso colonial para redescribir la topografía en la lengua de la sociedad dominante. No obstante, fue un proceso bastante complicado. No todos los mapas tenían la misma influencia y el ritmo de adopción de nombres nuevos variaba de acuerdo con la naturaleza de la colonización inglesa, y de acuerdo también con la geografía lingüística de los grupos indios en cuestión. FIGURA Mapa y acta de tierras vendidas en 1666 por e/ cacique Wampanoag al rey Felipe. Quizas el mapa fue trazado por John Sassamon. En "Indian Deeds: Treasurer Accounts; Lists of Freemen". Cortesía de Plymouth County Commissioners. Fotografía cortesía tie Plymouth Plantation, Plymouth, Massachusetts La adaptación al inglés tuvo un inicio muy lento. Los viajes de exploración del siglo XVI hechos en nombre de Francia y España, como los de Giovanni da Verrazzano y Estevan Gomes, dejaron relativamente pocas huellas en la toponimia regional de Nueva Inglaterra. Sólo al pasar de la etapa de reconocimiento imperial —en la cual la búsqueda de una ruta a las Indias era de vital importancia— a una fase de colonización permanente, el proceso de renombrar la tierra cobra mayor importancia para los pueblos indígenas de América. En Nueva Inglaterra, el documento fundamental de la colonización europea, así como de su historia cartográfica y toponímica, es el mapa de John Smith de 1616. Al igual que el mapa anterior de Smith de Virginia y el mapa de Champlain de Nueva Francia, su principal objetivo era motivar la colonización permanente con una imagen visible y altamente simbólica de la tierra que se ocuparía. En las costas de América, en innumerables ocasiones se llevaron a cabo rituales de posesión, como la colocación de una bandera o el levantamiento de una cruz. El nombramiento de la tierra era uno de estos ritas bautismales para las primeras sociedades coloniales europeas en el Nuevo Mundo. Al elegir el nombre "Nueva Inglaterra" para la parte de América que "había sido llamada Norumbega", Smith deseaba promover la soberanía inglesa ante los reclamos españoles, franceses y alemanes en la misma región. Como él lo explicó: “en este viaje tomé la descripción de la costa, tanto en un mapa como por escrito, y la llamé Nueva Inglaterra. No obstante, mentes maliciosas entre los navegantes y otras personas abogaron ese nombre con el eco de Nusconcus, Canaday y Penaquid; hasta que (…) nuestro venerado rey Charles, entonces príncipe de Gales, tuvo el agrado de confirmarlo mediante un decreto. Nueva Inglaterra fue colocada entonces prominentemente en el mapa de Smith, otorgándole así una mayor autoridad y vigencia. Nombrar es poseer, por lo menos, una posesión parcial. Unos cuantos años después, sir William Alexander nombraría a "Nueva Escocia" (Nova Scotia) en su Mapa de Nueva Inglaterra (1624). Ambos sin duda tomaron en cuenta las ventajas promocionales de la retórica toponímica al buscar patrocinadores locales para las nuevas colonias, al igual que los nombres "Nuevos Países Bajos", "Nueva Francia" o "Nueva España" dejaban claras las aspiraciones coloniales de esas naciones en América. Sabemos que los nombres de los lugares algonquinos originalmente habían sido reunidos por Smith durante la exploración que dio como resultado este mapa. Tiempo después, tales nombres fueron publicados en su libro; sin embargo, una vez de regreso en Inglaterra, los nombres del mapa original se sometieron a un acto de apropiación intelectual cuando los nombres indios fueron eliminados del mapa y sustituidos por nombres ingleses. En las historias antiguas de Nueva Inglaterra esto se reduce a una anécdota. Sin embargo, se trata también de un acto de considerable importancia ideológica. El propio Smith relató que un dibujo fiel del mapa se presentó a "nuestro más respetado rey Charles, príncipe de Gales”. Despidiendo a los indios con gran arrogancia. Smith continuó dirigiéndose al rey: "Presento a su alteza la descripción en un mapa. Mi humilde petición es que tenga usted el agrado de cambiar los nombres bárbaros por ingleses, ya que, como lo dirá la posteridad, el príncipe Charles fue su padrino”. Trasplantar a Inglaterra a un paisaje de papel fue fácil. El joven príncipe nombró a "Cape James" (Cape Cod) por su padre; a "Stuart's Bay" (Cape Cod Bay) por la familia soberana; a "Cape Elizabeth" por su hermana; a "Cape Anna" por su madre, y a "River Charles" por él mismo. Smith conmemoró su propio apellido en las Islas de Shoals que se convirtieron en las "Smith Isles". Incluso el impresor inglés James Reeve más adelante entró en escena al llamar "Reeves Point" a un monte en la costa de Maine. Sobrevivieron pocas de estas intervenciones reales; sin embargo, el mapa de Smith se convirtió en paradigma de la futura adaptación al inglés. La Compañía de la Bahía de Massachusetts estableció una corte que, entre otras cosas, decretaba el nombre de cada población nueva de la colonia. Para la reimpresión de 1635 del mapa de Smith (véase figura), varios nombres ingleses, como South Hampton o la costa de New Hampshire y Salem, la ciudad de Charles, la ciudad de Water, Boston, Dorchester y Medford, ya habían sido agregados a la placa de impresión. Al igual que en el pasado, el proceso de nombramientos era mucho más que un procedimiento administrativo o legal. En Nueva Inglaterra, y en muchos otros lados, los mapas eran un medio de reproducción ideológica, así como increíble se volviera más común, lo desconocido más conocido y el salvajismo menos salvaje. Para los ingleses el mapa se convirtió en una herramienta práctica de la historia del colonialismo inglés. Una lista de nombres de lugares comunes hacía que lo "narración de la etnogénesis", sin embargo, para los indios fue lo contrario. Se convirtieron en extranjeros en su propia tierra. Lo que aún nos queda por despejar a partir del registro histórico es la naturaleza de la reacción india a esta obliteración del lenguaje de la topografía familiar. ¿Cuáles fueron las consecuencias sociales de la destrucción de los nombres conservados durante generaciones de una cultura oral y de la redescripción de paisajes establecidos en la antigüedad? Una vez iniciado el proceso de colonización de Nueva Inglaterra, el registro del colonialismo toponímico se volvió más complejo. FIGURA Detalle del mapa New England Observed de John Smith, publicado originalmente en 1616. Muestra los nuevos nombres ingleses de los lugares. La versión reproducida es de la edición de 1635 de G. Mercator, Historia Mundi, cortesía de los Archivos Nacionales de Canadá (NMC 55020). En el medio siglo que pasó entre el mapa de Smith y la publicación del mapa grabado en madera de John Foster en 1677 se crearon muchos más nombres ingleses y también parecen haberse endurecido las actitudes inglesas, inconsciente o deliberadamente, hacia el reconocimiento de una geografía india del paisaje. En ocasiones era como si el renombramiento fuera el acto final de represión contra las tribus indias que habían tratado de resistir a la expansión inglesa en Nueva Inglaterra. Por lo tanto, después de la masacre de Pequot en Mystic Fort en mayo de 1637, y después de la dispersión y la destrucción final de los miembros restantes de la tribu, la propia palabra Pequot fue borrada del mapa. El río que llevaba ese nombre se convirtió en el Támesis y la antigua villa Pequot se convirtió en New London. Años después de la exitosa persecución de la Guerra Pequot, las Colonias Unidas de Nueva Inglaterra pasaron una resolución que no permitía que los conquistados pequots fueran un pueblo distinto, ni "conservaran el nombre de pequatts o se establecieran en el país Pequatt". Un nombre podría ser un símbolo potencialmente peligroso de supervivencia, de igual manera que su eliminación era una prueba pública de conquista. Dentro de las principales áreas de colonización inglesa, la práctica de los nombres puede parecer más sutil o pacífica, pero eso no la hacía menos dura para retirar todo resto de la anterior cultura india. Nombrar las micro características del paisaje de Nueva Inglaterra fue un proceso sin coordinación, parte del proceso de acomodo agrícola, y probablemente los colonizadores lo dieron por un hecho. Los nombres que se encuentran en los levantamientos detallados que se hicieron en el área alrededor de Boston a mediados del siglo XIX Son característicos. En ocasiones se agregaron simples nombres genéricos en inglés a accidentes del terreno. En otros casos (al igual que en los mapas del Servicio Estatal de Cartografía y en los nombres gaélicos de la Irlanda del siglo XIX) se intentó traducir o transliterar nombres indios. El río "Elzabeth" es, por lo tanto, el nativo "Assebet" adaptado al inglés. No obstante, en muchos casos la población india era tan escasa que las raíces algonquinas de los nombres de los lugares fueron efectivamente enterradas con sus antiguos habitantes. Sobrevive un número importante de nombres indios para los accidentes geográficos; sin embargo, para fines de la colonización su toponimia se sustituyó por una categoría regional distintiva de nombres de lugares de Nueva Inglaterra que consiste en términos topográficos como brook (arroyo), hill (monte), pond (laguna), river (río) y swamp (pantano). Es más, como señaló William Cronon, incluso los objetivos de los nombres ingleses e indios de los accidentes del paisaje eran diferentes. De tal suerte, los ingleses "con frecuencia creaban nombres arbitrarios de lugares que evocaban localidades en su tierra natal o daban al lugar el nombre de su dueño", mientras que "los indios usaban etiquetas ecológicas para describir posibles usos de la tierra". Con estas diferencias culturales tan fundamentales no es sorprendente que sólo pueda identificarse en un mapa moderno uno de todos los nombres del mapa Sassamon de la Plymouth Colony. Éstos bien pueden no ser actos deliberados de genocidio cultural, sino una redescripción de la tierra en el vocabulario de los conquistadores. Los estudiosos de los nombres de lugares tienden a concentrarse en los aspectos lingüísticos del proceso de nombramiento. Sin embargo, aquí se enfatizan las implicaciones ideológicas. El uso del inglés en los mapas, de nombres en una lengua extraña, contribuyó a la creación de una barrera más entre los indios y los conquistadores. Incluso cuando se pretendía registrar los nombres indios en los mapas, fue apenas una inocente expresión de curiosidad académica. Como establece el antropólogo Johannes Fabian, "al poner las regiones en un mapa y las palabras nativas en una lista los exploradores establecieron las primeras y más profundas bases de poder colonial". Especialmente en los mapas franceses, el registro y el mapeo de áreas y poblaciones tribales eran actos calculados de control comercial, político y religioso. En Nueva Inglaterra se lee entre líneas otra variación de esta agenda oculta en el New England's Prospect (1634) de William Wood. El libro no sólo ofrece un breve glosario general de "algo de la lengua de los nativos", sino también listas geográficas de "los nombres de los indios divididos en varios países", "nombres de las viviendas señaladas" y "en qué lugares están los ríos que se señalan". Algunos de estos nombres aparecen en el pequeño mapa The South Part of New-England, as it is Planted this Yeare, 1634 (véase figura), que se incluyó como frontispicio del tomo. En este mapa, perteneciente al gobernador John Winthrop y basado parcialmente en el mapa manuscrito de las plantaciones de Bay Colony del año anterior. The South part of New England as it is Planted this yeare, 1639 FIGURA WILLIAM Wood, The South Part of New England, as it is Planted this Year, 1639, en William Wood, New England's Prospect, 1639. Es una versión corregida de su mapa en madera que fue publicado en 1634. Esta edición fue reproducida en su versión original en este capítulo. Cortesía de la Colección Car- Los poblados indios e ingleses se diferencian por signos cartográficos y nombres distintos. Los lugares habitados por los indios se marcan con pequeños triángulos que evocan su tipo de vivienda (en ocasiones cercados), y los lugares de los puritanos con un pequeño círculo con una cruz encima. Por lo tanto, el paganismo versus el cristianismo está inscrito también en el lenguaje codificado del mapa que otorga poder con mucho mas que un simple valor de ubicación o registro en cuanto a la expansión de la frontera. El acto de registrar en un mapa también puede ser una forma de segregación racial. El mapa de Wood, al hacer evidente la idea de una existencia separada, ayudó, y lo sigue haciendo, a perpetuar y legitimar los conceptos de inferioridad y superioridad. Una vez traducido a los 14 "poblados en oración" de John Eliot de Massachusetts Lay, se convirtió en un concepto de modelos de ocupación de la tierra mutuamente excluyentes. Para 1677, la tendencia a erradicar la geografía india había dado otro paso. Ese mismo año se publicó The Present State of NewEngland, Being a Narrative of the Troubles with the Indians, de William Hubbard. El mapa que lo acompañaba, A Map of New England grabado en madera, reduce aún más la presencia india (véase figura). En la breve explicación asociada con el título del mapa se da un nuevo giro a la representación de los nombres de lugares. Leemos que "las figuras unidas a los nombres de lugares sirven para diferenciar los que han sido asaltados por los indios" del resto. Pasando a la Narrative, encontramos "un cuadro que muestra las ciudades y los lugares habitados por los ingleses en Nueva Inglaterra: los marcados con alguna figura, así como expresados por su nombre, son los que fueron asaltados por los indios durante las tográfica Osher, Universidad de Southern Maine. atroces revoluciones de providencia". Respecto del mapa, y con referencias cruzadas de una relación más completa de hechas en el texto principal, hay un mensaje de "una larga lista de graneros quemados, ganado sacrificado y masacres humanas" de las que los indios son los únicos responsables. No es difícil imaginar los efectos propagandísticos de esta muestra de retórica cartográfica, en gran parte similar a lo que sucede con un mapa moderno de una zona de guerra. El mapa de Foster endureció aún más las actitudes de los colonizadores hacia los indios. El centro de atención depende de la ubicación de los asaltos. El mapa pone menos énfasis en los lugares que no fueron atacados y el registro calla en cuanto a la violencia colonial de los puritanos. La elección de nombres para los lugares es conscientemente parcial. Se declara de manera abierta que es un mapa de "ciudades y lugares habitados por los ingleses en Nueva Inglaterra". Los pocos árboles sugieren un parque inglés más que una naturaleza colonial casi salvaje. Los indios se habían hecho más marginales. En el corazón de una civilización puritana, los signos de las ciudades y los pueblos se exageran. Aquí no hay viviendas indígenas; sólo torres de iglesias, cruces y una afirmadora bandera. Se ha observado que "sólo cruzando Merrimack en Maine (de Pascataqua a Pemmaquid), por lo tanto fuera de la confederación colonial de Massachusetts Bay, Plymouth y Connecticut (...) el cartógrafo reconoce la naturaleza salvaje. FIGURA John Foster, A Map of New England, 1677 tomado de una reimpresión da 1888. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher, Universidad de Southern Maine. Ahí los árboles son mayores, y es evidente la existencia de animales salvajes (conejos, osos, lobos) y de “indios" La polémica del discurso cartográfico no debe sorprendernos. Está en la naturaleza de los mapas, inclusive de los mapas científicos de nuestros días, construir un mundo a la imagen de la sociedad más que colocar un espejo que refleje la realidad objetiva. En el mapa de Hubbard se observa una iconografía religiosa. La representación confirma el apoyo del Señor a la conquista puritana, tanto de los indios como del entorno salvaje que habitan. Nueva Inglaterra se puede identificar con el antiguo Israel y el mapa de Hubbard es similar a los mapas de la Tierra Santa de las Biblias calvinistas del mismo periodo. Está diseñado para ilustrar, con base en una literalidad esencial al pensamiento puritano, los acontecimientos de una historia providencial. El progreso de los mapas para mostrar la geografía de Nueva Inglaterra es el progreso de los colonizadores, ya que de hecho para algunos se estaba representando el "Nuevo Canaán Inglés". El mapa es una geographia sacra, y los nombres son las habitaciones del pueblo elegido. En una era en que los nombres de los lugares se reconocen como un aspecto de supervivencia cultural, y cuando más nombres indios comienzan a ser restituidos en los mapas de Norteamérica, vale la pena explorar algunos de los antecedentes y de las consecuencias históricas de su desaparición original. La división de la "selva" En la novela victoriana de Joseph Conrad El corazón de las tinieblas, el personaje Marlowe dice: "En esos tiempos había en la tierra muchos espacios en blanco, y cuando veía uno en el mapa que me parecía especialmente atractivo (aunque todos lo parecían) ponía mi dedo sobre él y decía: 'Cuando crezca, iré allá' ". A menudo se cita este pasaje como ejemplo de la estimulación de la imaginación geográfica producida por los mapas. Sin embargo, también demuestra la doble función de éstos en el colonialismo: abrir un territorio y después cerrarlo. El placer que provocaban a Conrad —al igual que a otros escritores— los espacios en blanco de los mapas es también síntoma de una mentalidad profundamente colonial que ya estaba presente en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Desde esta perspectiva, el mundo está lleno de espacios vacíos listos para ser tomados por los ingleses. Norteamérica, en particular, se veía como una "selva virgen". En el principio de la colonia en Nueva Inglaterra los mapas apoyaron psicológicamente, aunque no de manera intencional, la idea de una tierra disponible sin fronteras y en espera de ser ocupada. Los mapas también alimentaron la imagen de un espacio geométrico deshumanizado, una tierra sin el estorbo de los indios, cuyos lugares FIGURA. Robert Morden v William Berry, A Map of New England, 1676. Cortesia de la Biblioteca John Carter en la Universidad de Brown. está grabada en letras grandes dispuestas en un arco que atraviesa gran parte del territorio. Este vacío territorial se puede interpretar como un reflejo de ignorancia geográfica, incluso como honestidad científica por parte del cartógrafo, ya podían ser controlados mediante coordenadas de latitud y longitud. Para mediados del siglo XVII los mapas se convertían en un recurso necesario para el control jurídico del territorio. Ahora no sólo podía anhelarse Norteamérica desde lejos, sino también, después de conquistada, podía ser acaparada, circunscrita y subdividida. Era un proceso dividido, como una sensibilización remota. Podemos trazar una creciente conciencia de mapas entre los líderes de las colonias de Nueva Inglaterra. Desde 1641, la Corte General de la Colonia de la Bahía de Massachusetts decretó una ley que exigía a todas las ciudades nuevas dentro de su jurisdicción levantar y registrar un plano que señalara sus fronteras. La autoridad del mapa entonces se agregaba a la de los tratados legales, las historias escritas y los libros sagrados en cuanto a la legitimación de la toma de las tierras de los indios. El mapa se había convertido en un "epifenómeno de control imperial". Consideremos primero el impacto psicológico de los espacios en blanco que cunden en los primeros mapas impresos de Nueva Inglaterra. Se podría decir que los cartógrafos ayudaron a inventar la selva norteamericana. Tomemos un ejemplo casi al azar: Un mapa de Nueva Inglaterra, publicado por primera vez por Robert Morden y William Berry en 1676 (véase figura). Quizá fue publicado para sacar provecho del valor noticioso de la región exactamente después de la guerra del rey Felipe (arriba del nombre "Plymouth Colony" dice "King Philip's Country") y contiene dos imágenes abiertamente diferentes de Nueva Inglaterra. Una de ellas muestra el área costera totalmente llena de poblados y ciudades de la colonización inglesa. La otra, más adentro y hacia el norte, muestra un mapa vacío. Se oculta la presencia de los nativos. Los nombres de unos cuantos grupos indios se muestran pegados a la tierra; sin embargo, "Nueva Inglaterra" que evitó incluir detalles del terreno de los que no tenía información. Sin embargo, ¿qué se puede decir de las consecuencias no intencionales de la representación de estas vastas áreas no habitadas?, ¿qué tipo de mensaje transmitió el mapa a los especuladores coloniales?, ¿cómo se recibió?, ¿hasta qué punto se creyó en el mapa? y ¿en qué medida afectó la conciencia individual o grupal de los principales actores en Inglaterra y en América? Las respuestas a estas preguntas deben radicar parcialmente en los propios mapas. Sin embargo, los mapas se tienen que ver como parte de todo el discurso colonial que contribuyó a hacer invisibles a los nativos en su propia tierra. Los cartógrafos lograron promover un mito duradero de una frontera vacía. Los mapas fueron otra forma más de conocimiento, eufemismo de la crueldad del control, que permitió que los ingleses ignoraran a su conveniencia la realidad de las sociedades indias que se encontraban en el Nuevo Mundo. Permitieron a la Corona y a los colonizadores borrar toda evidencia de una organización política definida entre los indios del Noreste y de una integridad territorial de las naciones indias, integridad que los franceses estaban más dispuestos a aceptar en sus mapas que los ingleses. Debido a los mapas ingleses del periodo, llegó a ser menos probable que los diseñadores de la política aceptaran, como dijo Francis Jennings, que "los indios estaban tan apegados a lugares específicos como los europeos". Incluso en el caso de que algún colonizador lo entendiera (como Edward Winslow, quien en 1624 había señalado que todos los caciques de Nueva Inglaterra sabían hasta dónde se extendían los límites y las fronteras de su país), este reconocimiento no se trasladó a la cartografía. Los mapas, en su mayor parte, permanecieron en En un tono similar, en 1629, el gobernador Winthrop de Massachusetts declaró que la mayoría de la tierra de Norteamérica "cae en el rubro legal de vacuum domicilium porque los indios no la han 'sometido'. Los mapas lo habrían apoyado, así como también habrían confirmado la opinión de John Cotton, quien dijo que "en una tierra virgen, el que tome posesión de ella y le confiera cultura y gobierno tendrá derecho a ella." En las palabras del título del conocido sermón de Samuel Danforth a la colonia de Massachusetts Bay en 1670, el mapa se convierte en icono de un "Mensaje hacia la selva". A pesar de que existía la intención de una metáfora, son inconfundibles las implicaciones de la "Propuesta" de John Flavel de la colonización puritana de las tierras de los indios. Los agricultores dividen y separan sus tierras de otros hombres, tienen sus señalamientos y sus fronteras mediante las cuales conservan sus propiedades. De igual manera la gente de Dios está maravillosamente separada y se distingue silencio acerca de los territorios indios. Si el rey Felipe hubiera visto los mapas de Foster o los de Morden de Nueva Inglaterra se habrían confirmado sus peores miedos acerca de tratados rotos e invasiones territoriales inglesas. Luego entonces, la cartografía y el código legal de Nueva Inglaterra trabajaron juntos en el proceso de exclusión. Tanto la ley como los mapas fueron formas del discurso colonial que contribuyeron a sacar a los indios de la tierra o a confinarlos en un sistema de reservas que ya para mediados del siglo XVII estaba tomando forma. Los mapas con sus espacios vacíos pueden ser, y de hecho eran, leídos como articulaciones gráficas de una doctrina ampliamente difundida en que la expansión colonial se justificaba cuando ocurría en una tierra vacía o sin ocupar. Tomás Moro, en una incipiente época de colonialismo inglés en Norteamérica, hace referencia al continente que sus utópicos colonizaron cuando su isla se sobrepobló: "Ahí, los nativos (…) tienen más tierra de la que pueden usar; por lo tanto, gran parte no está aprovechada [...] Los utópicos consideran justa una guerra cuando se libra contra un pueblo que se niega a permitir que la tierra vacante se use de acuerdo con las leyes de la naturaleza". de la gente de la tierra. Es un acto de gracia especial que Dios reservó fuera de la lamentable y desolada selva de este mundo. En este pasaje, los derechos del agricultor y guardián puritanos adquieren una autoridad divina más grande que el modo indio de ocupación de la tierra. En los espacios vacíos del mapa, los asentamientos europeos y amerindios también están "maravillosamente separados". Sin embargo, si los mapas fueran una imagen que reforzara una tierra virgen, también serían documentos prácticos sobre los que se daría la subdivisión y marca de fronteras de los territorios indios. Como el mapa no era el territorio (porque era un espacio geométrico abstracto), por lo general se trataba de un proceso arbitrario con poca referencia a los pueblos indígenas. En la arrebatiña por África en el siglo XIX, los territorios nativos fueron grabados en los mapas por los poderes europeos. De la misma manera podemos hablar de una arrebatiña inglesa por la Nueva Inglaterra de principios del siglo XVII. La actitud de los propietarios potenciales fue en extremo arrogante cuando se trató de disponer de los derechos a la tierra de las naciones indias. "Sir Humphrey Gilbert marcó (sobre el papel) estados de millones de acres en la vecindad de Narragansett Bay que nunca había visto y que lo más probable es que ningún inglés hubiera visto." John Smith relata una historia típica acerca de cómo se dividieron las tierras coloniales en Nueva Inglaterra con la ayuda de un mapa. El (Consejo de Nueva Inglaterra había decidido en 1623 adquirir "una nueva ejecutoria del rey James" para que se asignara el territorio a un grupo de 20 destacados especuladores coloniales. El método adoptado fue cortar el mapa de Smith en pedazos y repartirlos para así dividir una "parte de tierra del Mar del Norte al Mar del Sur". El testimonio de Smith es confirmado en otro documento en que se dice que el 29 de junio de 1623 se presentó al rey en Greenwich un plano de todas las costas y tierras de Nueva Inglaterra, dividido en 20 partes, cada una de las cuales contenía dos porciones, y 20 fichas con estas dos porciones hechas con bolitas de cera y los nombres de 20 propietarios que sacarían las bolitas. Como el duque de Buckingham estaba ausente, Su Majestad tuvo el agrado de sacar la primera bolita en su gracioso nombre, y ésta contenía la porción número ocho. El resto de las bolitas fueron sacadas en el siguiente orden. Podríamos ir más lejos y decir que no podrían haber sido asignados con la misma forma con que sobrevivieron de no haber habido mapas. Los mapas no acompañan a los títulos de propiedad, pero estos documentos definen el territorio en un lenguaje de cartografía verbal inconfundible que presupone que los mapas estaban a la disposición del comité asesor del rey y de los funcionarios legales durante el complicado proceso legal de obtener una cédula real. En la primera cédula de Virginia (1606), por ejemplo, a partir de la cual se definió el territorio de Nueva Inglaterra, se tenía que proporcionar una demarcación en lo que era en gran medida terra incognita en términos de latitud. Esto supuestamente se leía en un mapa o globo terráqueo: "Esa parte de Norteamérica comúnmente llamada Virginia [...] situada a lo largo de las costas marinas, a los 34 grados de latitud norte de la línea del equinoccio, y a los 45 grados de la misma latitud y en su parte principal entre los El rey también participó en nombre de otros dos miembros ausentes. Sólo había 11 propietarios presentes y ellos eligieron para sí mismos. Nueve fichas fueron sacadas por miembros ausentes. De tal manera, y mediante un sorteo parcialmente ausente, los territorios indios fueron redistribuidos entre una élite de la sociedad inglesa. En 1624 se publicó un mapa de Nueva Inglaterra que registró este proceso y enumeró los nombres decididos en el orden del sorteo. Acompañaba a la Encouragement to Colonies de William Alexander (véase figura) y muestra los territorios hipotéticos que iban desde la costa, como los lotes largos de un sistema francés de ciudades. Lo verdaderamente revelador de este incidente es la arbitrariedad de la forma de división ejecutada con la ayuda de un mapa. En realidad, en la historia colonial de Nueva Inglaterra estos acuerdos no eran puestos en práctica, sin embargo, de una o de otra manera el proceso de límites y divisiones (la fragmentación de las jurisdicciones indias) se repetía en distintas circunstancias a diferentes grados, desde lo local hasta lo regional. El mapa nunca estuvo lejos de la acción. Queda claro, por ejemplo, que los títulos de propiedad en las colonias de Nueva Inglaterra se asignaban con ayuda de los mapas. mismos 34 y 45 grados (…) o a una distancia de 160 kilómetros de la costa de ese mismo punto". En este conocido pasaje se usa el mapa para lanzar una red de control sobre una tierra y su gente bastante desconocidas. En la misma carta se señala que los nativos americanos viven "en la oscuridad y la miserable ignorancia del verdadero conocimiento y la adoración de Dios" como "infieles y salvajes". Esta situación, al igual que en la América hispana aproximadamente un siglo antes, era una causa "justa" a menudo contemplada por las leyes eclesiásticas e internacionales para la apropiación de tierras indias. Este documento de Virginia permitía además el establecimiento de dos poblaciones dentro de este espacio abstracto. Uno estaría entre los 34 y los 45 grados al norte, y el otro entre los 38 y los 45 grados al norte también. Cada población, independientemente de la organización política india y de la naturaleza de la tierra, reclamaba recursos 85 kilómetros al norte y al sur, y 160 kilómetros al oeste. En la medida en que los mapas se hicieron más detallados, el lenguaje de los personajes se volvió también más explícito. Mientras mejor era el mapa o más exacta la cadena y la brújula, más servían las cartas como Instrumentos de apropiación. Los avances en la cartografía permitieron a los colonizadores ingleses comenzar a excluir a los indios de manera más definitiva de la tierra y de los recursos de los territorios coloniales. Las dos cartas de Maine de 1622 y 1639 consignan este proceso. En la cesión a Ferdinando Gorges y al capitán John Mason de 1622, el título estaba escrito en términos de latitudes. Sin embargo, en la cesión de Maine que hace Carlos I a Ferdinando Gorges en 1639 parece que la FIGURA William Alexander, A Mapp of New Englande, en Samuel Purchas, Hacklytus Posthumus or Purchas his Pilgrims, 1625. Cortesía de la Colección Cartográfica Osher, Universidad de Southern Maine. pluma de un abogado estuviera verbalizando las fronteras de la colonia trazadas del mejor mapa que tuvo a su alcance. Citando sólo el inicio del pasaje, Gorges recibiría "toda esa parte [...] de la tierra principal de Nueva Inglaterra (...) comenzando en la entrada de Passcattaway Harbor y cruzando hacia el río de Newichewanock, pasándolo hacia lo más lejos y de ahí hacia el noroeste 97 kilómetros, y de Passcattaway Harbor hacia el noroeste por la costa hasta Sagadohock". Éste es el lenguaje del mapa. Él sólo da a la carta su estructura territorial. Tal evidencia indirecta del uso de los mapas como autoridad territorial para la expansión colonial se refleja en muchas otras fuentes de Nueva Inglaterra. El uso de los mapas aumentó en la medida en que se otorgaron nuevos títulos, se anexaron territorios de los Países Bajos y Francia, surgieron disputas en cuanto a la ubicación de fronteras específicas entre colonias individuales; la Oficina de las Plantaciones de Londres comenzó a pretender imponer un control central más fuerte sobre las colonias americanas por ejemplo, la propuesta de crear un "Dominio de Nueva Inglaterra" y los tratados de los mapas se convirtieron en una manera de adquirir tierras tribales indias. La influencia cartográfica no se limitó sólo a la creación de grandes territorios políticos de Nueva Inglaterra. La misma simbiosis entre la cartografía y el colonialismo estuvo presente en la creación de territorios locales en la Nueva Inglaterra del siglo XVII. Numerosas cartas de las colonias individuales se elaboraron de manera abstracta como tabula rasa del mapa más que dividir la tierra, y, una vez más, las fronteras tuvieron el efecto de excluir a los indios e incorporar a los colonizadores ingleses. Era comprensible el peso del trazado de fronteras que confería un poder casi feudal dentro de una jaula euclidiana. Regresando a la cesión de la provincia de Maine en 1639, a Ferdinando Gorges se le dio: poder y autoridad totales para dividir todo o cualquier parte de los territorios que por este medio se confieren |...| en provincias, condados, ciudades y cualquier otra subdivisión, parte o porción que él |...| considere conveniente, y en ellos (...) asignar y designar las porciones de tierra que serán de uso público, eclesiástico y temporal de cualquier tipo y distribuir, ceder, asignar y establecer las porciones particulares de dichos territorios, condados, tierras y porciones a cualquiera de nosotros o a personas de cualquier otro estado o principado que se encuentre en concordia con nosotros. Al leer el lenguaje formulario de las cartas vemos que el papel de los mapas está implícito en el mecanismo de creación de jerarquías territoriales y poblaciones que estructuraban la sociedad colonial. Las cartas eran tanto una licencia para los cartógrafos como para los propietarios de la tierra, abogados y políticos. En las políticas indias, los cuatro grupos registraban en los mapas el terreno común de expansión territorial. Para finales del siglo XVII, cuando la historia cartográfica estaba tomando impulso, se hacían mapas para describir todos los grupos de territorios, desde un estado individual hasta las colonias como un todo. Incluso en un nivel local, a menudo tendían a subrayar las fronteras más que cualquier otro aspecto. Esto es característico de un tipo de mapeo colonial europeo que se enfocaba en la propiedad privada pero no dejaba claros los derechos de usufructo de los pueblos conquistados. Estos mapas son más que una imagen de la colonización inglesa en Nueva Inglaterra. Son un discurso de la adquisición y el despojo que subyace en el corazón del colonialismo. Conclusión Los mapas ciertamente fueron un arma de doble filo en la historia colonial de Nueva Inglaterra. La historiografía ha tendido a ver a la cartografía sólo desde el punto de vista de la Corona inglesa o de los colonizadores, o como una imagen de las raíces de la experiencia angloamericana. De hecho, para los colonizadores llenar un mapa era un poderoso emblema de su presencia en la tierra. Si se hubieran dado cuenta de que los mapas colaboraban en su trabajo de manera práctica y psicológica, habrían reconocido que se habían convertido en herramientas para el trazado de fronteras, para definir las cartas de propiedad y planear los asentamientos, y que tenían un valor estratégico en la guerra contra los indios. Un hecho no menos importante y mucho más sutil es que pocos llegaron a entender que los mapas eran el mejor testimonio de la exclusión de los indios de los territorios de Nueva Inglaterra y un reflejo de la providencia de Dios. Los documentos que permitieron a los colonizadores pensar territorialmente estaban destinados a convertirse en una parte integral de toda la agenda colonial. Sin embargo, ¿es posible también ver a la historia cartográfica de Nueva Inglaterra desde el punto de vista de los indios? Aquí la historiografía está llena de huecos. No existe una perspectiva etnohistoria sólida; se tiene que leer a través de una geografía de ausencias. No se sabe cuántos indios vieron y comprendieron los mapas ingleses del siglo XVII ni cómo reaccionaron los que llegaron a verlos ante la oclusión de su geografía. Sin embargo, por lo menos podemos empezar a imaginar cómo era estar en el lado equivocado del mapa, ver los nombres ingleses de lugares avanzar en el mapa o sentir la agudeza de la frontera cuando corta la historia antigua de la nación india. Queda por ver si los académicos pueden escribir una historia cartográfica que se acomode entre una perspectiva europea y una india del pasado norteamericano. ¿Puede existir una ética cartográfica? Con el tiempo puedes descubrir todo lo que hay por descubrir, pero tu progreso sólo lo será lejos de la humanidad. La brecha entre tú y la gente se volverá tan grande que un día gritarás de júbilo ante un nuevo logro, y serás celebrado con un grito de horror universal. BERTOLT BRECHT LA VIDA DE GALILEO, 1980 Durante la guerra del Golfo Pérsico se dio un acontecimiento que tuvo poca cobertura de los medios: una manifestación afuera de la Agencia de Mapas de la Defensa de los Estados Unidos, en San Louis. Estaba relacionada con el papel fundamental que desempeñan los mapas en nuestra capacidad para activar el armamento de guerra moderno. Los cálculos aproximados señalaban que para el 2 de enero de 1991 se habían enviado unos 35 millones de mapas a unas 300.000 tropas estadounidenses ubicadas en el área del Golfo Pérsico. Cualesquiera que sean nuestras ideas acerca de la moralidad de la guerra, el incidente nos recuerda que el trazado de mapas puede dar lugar a profundos problemas éticos. En mi caso, me llevó a reflexionar sobre la aparente falta de discusión ética en la literatura profesional de la cartografía. Después de una larga investigación de las palabras claves en los artículos de periódicos o en los libros, por lo general el término "ética" está ausente. Esto significa que al no lograr un debate completo y franco acerca de la ética, la cartografía, junto con otras disciplinas académicas y profesiones, está fuera de la mira. Por el contrario, la disciplina podría ser acusada de complacencia. que surgieron en la mesa redonda estaban algunos que quizá La cartografía parece no tener una actitud crítica acerca de su no impactaron a los lectores de manera inmediata como propia práctica, así como de sus consecuencias intencionales problemas éticos obvios. Por ejemplo, mientras que la llamada y no intencionales. Ciertamente carece de literatura importante ética de ser "preciso, puntual y exacto" era suficiente, los en ética aplicada comparable con la generada por muchas de aspectos morales del eterno problema de los derechos de las profesiones equivalentes en ciencia y tecnología. No existe autor, o el impacto de la nueva tecnología sobre la habilidad de un grupo cartográfico equivalente, por ejemplo, a conservar los parámetros y los valores tradicionales, hacen "profesionales de la computación para una responsabilidad surgir puntos de definición más precisos. Para empezar, social" fundado en 1984. Y nada (o muy poco) se ha publicado ¿cuáles son los parámetros y los valores tradicionales?, y que se pueda comparar con los informes de casos "Ética y ¿han existido siempre exclusivamente como una construcción legalidad" que aparecieron en el Bulletin del Congreso social de los cartógrafos?, o ¿por qué los cartógrafos Americano de Topografía y Mapas, En resumen, para muchos comerciales se sienten amenazados por las violaciones de los cartógrafos la ética sigue siendo una zona gris, perdida en el derechos de autor si no es por motivos de ganancias, que abismo que separa a la lógica del pantano de la opinión pueden ser o no un asunto ético? Otros temas que se consubjetiva. templan en este ensayo son el reclamo de que algunos aspectos de la práctica cartográfica —como el diseño y la elección de símbolos— son éticamente neutrales y que la falsa Todo esto tiene que cambiar en los próximos años. Escribo impresión que en ocasiones se da, de que la cartografía es este ensayo como respuesta a un "comentario de mesa una ciencia basada en principios y criterios objetivos, es redonda", pionero en el tema, sobre los problemas éticos de la también a fin de cuentas una cuestión de ética. cartografía, publicado en el número de otoño de 1990 de Yo no estaba de acuerdo con todos los colaboradores y aquí Cartographic Perspectives En él se definía a la ética como abordo el asunto con puntos de vista específicos. Por ejemplo, los "principios de conducta que guían las prácticas de un a mí me parece que el énfasis en los derechos de autor como individuo o de un grupo profesional". Entre los diversos puntos un asunto de ética primordial está fuera de lugar. Existe un verso en inglés que dice: The law locks up both man and woman who steals the goose from off the common But lets the greater felon loose who steals the common from the goose. (A hombres y mujeres la ley encierra cuando roban gansos de la comunidad, pero deja libre al que, sin piedad, roba a los gansos su propia tierra) Yo pienso que el individuo que "roba" información de un mapa con derechos de autor puede estar robando gansos; sin embargo, el mayor dilema es que, cuando el mapa deja de ser la representación social responsable del mundo que debería ser, se nos está robando a todos. Es una manera radical de plantearlo, sin embargo estoy convencido de que deben hacerse diferentes preguntas de manera directa. ¿Puede haber una cartografía éticamente informada?, y ¿cuál sería su ¿qué tipo de mapa es bueno?, o ¿qué clase de cartografía es justa? Michael Dobson tiene una explicación en favor de esta falacia; dice: "En mi opinión (...) la mayoría de los productos cartográficos inferiores (aquí significa no éticos] son producto de individuos que no se han preparado de manera adecuada y no de personas que estén tratando de confundir a sus lectores". No obstante, esta premisa, lejos de abordar cuestiones éticas fundamentales, las ignora totalmente. Temas relacionados con lo correcto de la práctica técnica se confunden con otros acerca de lo correcto de las consecuencias sociales del trazado de un mapa. Mientras que ambos casos pueden tener aspectos morales, yo señalaría que debe abordarse la ética del segundo punto más que los juicios de valor relacionados con lo permisible o lo censurable de tal o cual práctica técnica. Por ejemplo, en todos los mapas elaborados por cartógrafos profesionales se tiene que establecer algún tipo de juicio en cuanto a la forma de representar al mundo. No obstante, los cartógrafos, aunque sean totalmente agenda? ¿Cómo podemos formular principios y reglas que nos permitan emitir juicios morales en circunstancias cartográficas específicas? ¿Podemos debatir acerca de una ética cartográfica en el estrecho terreno de la práctica interna, buscando un código pragmático de conducta profesional?, o ¿debemos preocupamos por los valores trascendentales que van al corazón de la justicia social en todo el mundo? En lugar de quedarnos en las generalidades en este punto, me aboco a abordar estas tres preguntas, comenzando por la tercera. El debate abierto en Cartographic Perspectives está basado, desde mi punto de vista, en una falacia fundamental, a saber: los cartógrafos lo saben todo; esta falacia repite la idea de que a través de los años la práctica y la experiencia cartográfica han dado como resultado reglas y principios normativos que en sí mismos son éticos porque todos están de acuerdo en el valor que tienen estos principios. Si son aceptados en general, y también en tanto sean seguidos, la profesión está "limpia" y no habrá ninguna necesidad de plantear preguntas en un contexto ético como: conscientes de que los mapas tienen que distorsionar la realidad, a menudo entran en un doble discurso al tratar de defenderse. Se habla de la "paradoja" de que un "mapa preciso" para "dar una imagen útil y verdadera" debe "decir mentiras blancas". Incluso si se hace a un lado el elemento de una petición especial en el argumento anterior (el mapa puede ser "verdadero" y "preciso" aun cuando esté mintiendo), la conclusión natural es que los cartógrafos atribuyen instintivamente las peores formas de ignorancia, errores y distorsiones a quienes no son cartógrafos. Por ejemplo, cuando hablan de los mapas propagandísticos o de las distorsiones cartográficas que presentan los medios comunes se entra en un debate moral de un tipo bastante diferente. La cause célebre de la proyección de Peters llevó al surgimiento de una corrección polémica en defensa de "parámetros profesionales". Sin embargo, la ética exige honestidad. El verdadero tema en el caso de Peters es el poder; no cabe duda de que lo que Peters pretendía era investir de poder a las naciones del mundo que él pensaba que habían sufrido una discriminación cartográfica histórica. Sin embargo, para los cartógrafos, era su poder y sus "exigencias de verdad" lo que estaba en juego. Podemos verlas en un fenómeno familiar para los sociólogos de la ciencia, al mezclarse para cerrar filas con el fin de defender sus formas establecidas de representar al mundo. Todavía se encuentran cerrando filas. Me invitaron a publicar una versión de este ensayo en el Bulletin de ACSM. Guando lo entregué, un editor me informó que mis comentarios sobre la proyección de Peters diferían de las declaraciones oficiales de ACSM sobre este tema y que habían decidido no publicar mi ensayo. La cartografía no podrá participar en ningún debate ético mientras continúe recurriendo sólo a sus propios parámetros internos y continúe ciega frente a los asuntos del mundo exterior. Una tecnofilia igualmente introspectiva radica en la opinión de que algunos aspectos de la cartografía están más allá de una necesidad de consideración ética. En la discusión de la mesa redonda se sugiere, en el contexto de la educación cartográfica, que la mayor parte de la información que impartimos a los alumnos [...] tiene poco que ver con la ética. Las recomendaciones acerca de qué grosor de las líneas o qué tamaño de letras son armoniosas o discriminatorias entre sí son asuntos de percepción y de estética, no de ética. Las sugerencias de dónde colocar el título es un asunto de diseño, no de ética. Las convenciones acerca de que un área boscosa sea verde, o el agua azul, son asuntos de iconografía, no de ética. ¿Realmente éste es el caso? Se sabe —-sobre todo en la publicidad—- que todos los mapas representan una visión del mundo en miniatura y su diseño está cargado de consecuencias éticas potenciales. La estética es una ciencia con un gran valor pero está tan impregnada de ideología como lo está el contenido empírico del mapa. La manera en que se escribe una palabra, la elección del tamaño del nombre, la selección de los colores para representar las diferentes áreas o el tipo de símbolo que se emplea son parte de la retórica de persuasión del trazado del mapa, pueden ejercer un poder considerable sobre nuestra visión del mundo. Por ejemplo, los símbolos diseñados para representar ciudades o villas en un mapa pueden privilegiar algunas poblaciones y discriminar otras. En un estudio reciente del mapeo de Sudáfrica en pequeña escala se nos explica cómo las políticas de discriminación racial han creado pequeñas ciudades para que los negros duerman, prácticamente adyacentes a todas las ciudades blancas del país. Existe también una cartografía que naturaliza esta discriminación: "Con el método de diseño que utilizan los cartógrafos, muchos de estos asentamientos negros se han vuelto invisibles. Este proceso de generalización subjetiva se ha logrado de manera sutil durante los últimos años al registrar en los mapas una selección de asentamientos negros y se ha degradado el estilo de simbolización empleado para marcarlos". Éste es un claro ejemplo de la inseparabilidad del diseño y el juicio moral. Aunque se dice que estos mapas eran "más un acto de negligencia que un deliberado intento de engaño", desde un punto de vista ideológico el mapa apoya al poderoso contra el desposeído y hace que los conceptos de supremacía blanca parezcan legítimos. Es la aparente inocencia ética del diseño de los mapas la que puede confundir. Mark Monmonier nos recuerda la "seducción del color"; sin embargo, no puede culpar de todo al "mal uso que han hecho los artistas comerciales cartográficamente ignorantes". Por lo tanto, a pesar de su afirmación en el sentido de que "lo azul del agua puede existir en las mentes de ambientalistas ilusos, operadores de turistas y ávidos lectores de mapas", también se trata de una percepción perpetuada tradicionalmente por los cartógrafos más que nadie; luego entonces, también lo es la convención definitivamente eurocentrista de que el café es el mejor color para, el terreno, los contornos y la representación de la tierra. No es muy lógico suponer que el café sea "el color fundamental de la tierra (...) evidente en , el suelo de primavera recién cultivado", afirmación que se puede aplicar al bosque húmedo de latitud media y a suelos de estepa; sin embargo, no es cierto en cuanto a la mayor parte del resto del mundo. Una vez que se aceptan ciertas convenciones como naturales o normales, el peligro es que adquieran una autoridad coercitiva y manipuladora. Las ideas simplistas de que se pueden lograr la excelencia y la integridad gráficas aplicando reglas de diseño firmes y rápidas disminuye también las posibilidades de los cartógrafos de describir el mundo de una forma ética, esto es, de maneras sensibles a las necesidades sociales. No estoy apoyando un tipo de anarquía del diseño, sino sugiriendo que la cartografía corre el riesgo de ser reducida a una serie de fórmulas gráficas separadas de las consecuencias de su representación. Con el desarrollo de nuevas tecnologías institucionalizadas, como los Sistemas de Información Geográfica y la cartografía automatizada, crecen las posibilidades de que esto ocurra. La tendencia hacia la estandarización se vuelve cada día más crucial para facilitar un intercambio entre los sistemas y reducir la confusión en torno a la tecnología. Con esto en mente, la Topología Geológica de los Estados Unidos está desarrollando un parámetro de datos cartográficos nacionales. No obstante, ¿es esto un paso hacia delante? Podría dar como resultado una mayor limitación de las posibilidades de registrar la diversidad del paisaje local y dice, en efecto, que sólo existe una forma de mostrar cierto aspecto geográfico particular, a pesar de la insensibilidad potencial ante los aspectos social y ambiental de esa forma de representación. Por lo tamo, el método se ha vuelto un criterio fundamental de la verdad; aún más, se vuelve en sí una categoría específica de la verdad: de la "verdad cartográfica". Inventada por los cartógrafos, la verdad de los mapas corre el riesgo de volverse un conocimiento disponible solo para los especialistas técnicos, y esto (como alguna vez dijo Einstein) "es casi tan malo para el arte como para los artistas, o para la religión y los sacerdotes". Luego entonces, queda claro que debe llevarse este debate más allá de una limitada formulación interna de lo que es ético en la cartografía. Si en verdad nos preocupan las consecuencias sociales de lo que pasa cuando hacemos un mapa, también podemos decidir que la cartografía es demasiado importante para quedar totalmente en manos de los cartógrafos. Encuentro dos puntos fundamentales en la segunda pregunta: ¿cómo podemos ir formulando principios y reglas que apoyen juicios morales en circunstancias cartográficas específicas? El primero está relacionado con la filosofía de la cartografía; el segundo, con el contenido de los mapas. La filosofía básica de muchos cartógrafos, como plantea Sona Andrews en la discusión de la mesa redonda, sería probablemente que están practicando una ciencia correcta, precisa y objetiva. Estoy de acuerdo en que éste es un asunto ético clave y, de hecho, es este positivismo, alimentado por los avances tecnológicos recientes, el que aleja a los cartógrafos de los asuntos éticos ahora adoptados por otros profesionistas. Incluso cuando los inseparables temas de la innovación y la revolución tecnológica se proclaman a los cuatro vientos (el último casi con fervor maoísta), las implicaciones sociales del liberado Prometeo cartográfico (como la creciente importancia del individuo) se pasan por alto. La tendencia es desechar visiones alternativas de la naturaleza de los mapas, especialmente las que abren perspectivas humanistas. El resultado es el tipo de visión de túnel que hizo comentar a Duane Marble acerca de las proyecciones de mapas que él las ve sólo como una transformación matemática y no entiende "cómo la política y otras disciplinas similares pueden participar en ella". Con opiniones como ésta, no habrá un verdadero debate abierto hasta que los cartógrafos se deshagan de algunas de sus ideas de esencialismo científico. Mi argumento es que estos fundamentos filosóficos tradicionales deben examinarse críticamente. Las visiones alternativas acerca de la naturaleza de los mapas deben evaluarse con seriedad. ¿Podrían estar los cartógrafos, aunque sea de manera no intencional, tergiversando a través de los mapas la materia que pretenden reflejar y creando no una imagen de la realidad, sino un simulacro que redescribe al mundo? Esta visión de lo que es un mapa nos permitiría un acercamiento mucho más abierto, autocrítico y socialmente sensible a la práctica del trazado de mapas y a los objetivos de la actividad cartográfica. De este modo, incluso las aparentemente crípticas preguntas oncológicas y epistemológicas deben formar parte de este debate. También dan lugar a asuntos de un interés ético práctico. Nuestra filosofía (cómo entendemos la naturaleza de los mapas) no sólo forma parte de un análisis abstracto intelectual, sino que es un elemento fundamental de la red de relaciones sociales mediante las cuales los cartógrafos proyectan sus valores al mundo. En segundo lugar está el contenido de los mapas. No sólo cómo creen los cartógrafos que representan al mundo, sino qué destacan, qué omiten y cómo clasifican las distintas características, qué jerarquía les dan y, de hecho, cómo hacen que todas ellas conformen una manifestación moral. Cada mapa es un m a nif i es t o de un conjunto de creencias acerca del mundo. En muchos ejemplos a los que no se les ha dado importancia, un mapa puede ser un acto de adquisición de poder o de despojo en la construcción de relaciones sociales. Por lo tanto, el contenido de los mapas será un dilema moral cada vez más grande para los cartógrafos si aceptan sus responsabilidades en cuanto a la reconstrucción del mundo que el topógrafo ha deconstruido. Ya sea a través de la elección o del "progreso" de la tecnología, estamos ante la inminente muerte del autor del mapa, situación en la que el cartógrafo, en la mayoría de los casos, ha dejado de ser el iniciador del mapa. Esto se relaciona en buena medida con lo que Patrick McHaffie define como la organización del proceso de la labor cartográfica. Sin embargo, también resulta irónico que esta pérdida de autonomía cartográfica haya sido promovida por la limitación del campo de acción del propio cartógrafo; al pretender mejorar su imagen como profesional independiente, en realidad ha confinado su papel al diseño y a la generalización de la información de otra gente. Además del deterioro de la exigencia de la cartografía de ser una ciencia, incluso bajo la acepción más general de esta palabra, implica una dimensión ética. Los mapas, más que ser resultado de observaciones primarias del mundo, cada vez más se derivan de paquetes secundarios de información predeterminada. Luego entonces, cuando los datos llegan a las manos del cartógrafo el mapa ya ha sido "precensurado"; a menudo es demasiado tarde para cuestionar su contenido desde un punto de vista ético. Tales restricciones sobre lo que puede mostrar un mapa es un asunto ético clave. Si los contornos morales de la forma del los desacuerdos o los conflictos morales con el objeto de resolverlos. Sin duda sería de enorme utilidad, como un primer paso, disponer de más hechos documentados acerca de asuntos éticos en la cartografía. ¿Cuáles son los motivos y los compromisos personales de los cartógrafos respecto de los mapas que trazan? ¿Cuáles son las relaciones entre la producción y el consumo en la cartografía y el GIS. ¿De qué maneras prácticas, como la limitación de acceso a información oficial (mediante políticas de secretos o determinando precios inalcanzables para los ciudadanos comunes), la omisión de sitios de desperdicios tóxicos para los mapas del usos, la inclusión de nombres étnicos peyorativos en los mapas, o el eurocentrismo de muchos mapas y atlas influyen en la forma de pensar y actuar respecto de asuntos sociales en una democracia? ¿Cuáles son los beneficios o las pérdidas morales de formas específicas de registrar al mundo en los mapas? Ésos deberían ser los parámetros mínimos de evaluación en la cartografía, y desde hace mucho tiempo deberían haberse incluido estos asuntos relacionados con las consecuencias humanas del trazado de cierto tipo de mapas en la investigación de las universidades. mundo ya han sido trazados por otras personas (por lo general en posiciones de poder), entonces el peligro es que el cartógrafo quede relegado a ser un brazo robótico de un jefe institucional o comercial. Las personas que trazan los mapas tienen que preguntarse cómo, si es que lo desean, pueden recuperar el control de la moralidad del mapa, de manera que el autor cartográfico pueda ejercer un juicio ético. De otra suerte, podemos crear una obra maestra del diseño que no será más que la proyección de un paisaje no ético en cuyo trazado no participamos y de cuya responsabilidad por las consecuencias sociales nos hemos deslindado. Finalmente, es mucho más difícil llegar a una respuesta a la primera pregunta: ¿puede haber una cartografía éticamente informada? Y, de ser así, ¿cuál debería ser su agenda? Como espero haber dejado en claro asuntos que ya están apareciendo, la respuesta a la primera parte es "sí". Lo que no está tan claro es lo que sigue. Lo que desean con más vehemencia los cartógrafos quizá no sea tanto una ética teórica como una pràctica, un conjunto de principios que puedan usarse para aclarar Un segundo paso sería tratar de resolver los desacuerdos conceptuales inherentes respecto de las exigencias de verdad que se hacen a la cartografía. Esto implica un nuevo análisis de la naturaleza de los mapas según los lineamientos que he sugerido. Sin embargo, en tercer lugar, debería tratar de vincularse a la ética cartográfica con cuestiones sociales más amplias. ¿Cuáles son los principios de justicia social que deben ser apoyados por los cartógrafos? ¿Los mapas deberían ser sólo un espejo inerte de la mayoría de los valores, o pueden desempeñar un papel más importante en la lucha de mejoramiento social? ¿Puede existir una ética normativa o caemos en un relativismo cómodo en el que los valores cartográficos varían con las distintas sociedades, generaciones, grupos sociales o individuos? ¿Puede alguno de nosotros ser privilegiado con la pretensión de una verdad ética, o debemos aceptar la idea de que el que puede ser un buen mapa para una sociedad, cultura o grupo puede ser dañino para otro? Cuando ocurren estos conflictos, ¿existe una forma reglamentada de juzgar entre ellos si no hay valores morales trascendentales o absolutos? Los cartógrafos aún tienen que trabajar con estas preguntas difíciles. Muchas probablemente se resuelvan sólo en el nivel de la política social. De hecho, la última pregunta ética puede ser: ¿hasta dónde están preparados los cartógrafos de todo tipo de escuelas para ser políticamente activos en cuanto a la alteración de las condiciones bajo las que trazan los mapas? ¿Qué tanto les preocupa el mundo que describen? Las reglas, normas y leyes institucionales (como las de los cartógrafos del gobierno federal o de compañías particulares) tienen una dimensión ética que puede chocar con su conciencia individual. Quienes piensan que el mapa es imparcial y neutral pueden argumentar que los cartógrafos, como corresponde a una profesión "científica", deben permanecer objetivos a toda costa. Sin embargo, esto me hace pensar en un comentario de Max Headroom, personalidad de la cultura del video: "Yo sólo invento la bomba, no la lanzo". Podríamos parafrasearla con los cartógrafos: "Yo sólo trazo el mapa, no me hago responsable del uso que se le dé o de lo que él mismo haga". No obstante, para otros hay una postura moral diferente que implica la aceptación de la relación entre el conocimiento y el poder. Sólo entonces estaremos de acuerdo con quienes han señalado que la cartografía está politizada y lo ha estado siempre: Sólo podremos pensar claramente acerca de nuestra situación una vez que la hayamos reconocido. No podremos tomar decisiones inteligentes sino hasta que, habiendo aceptado nuestra instrumentación política, debatamos nuestra situación sin perder esto de vista. Aparecerán Cartógrafos por la Paz y cartógrafos por una Defensa Fuerte; sin embargo, por lo menos habremos dejado de fingir que no estamos totalmente involucrados. Estar involucrado en asuntos de conciencia es un aspecto importante no sólo de responsabilidad social, sino también de verdadero profesionalismo. En un momento en que la tecnología global está tejiendo una cortina aún más impenetrable entre los cartógrafos y los usuarios de mapas, esto se ha vuelto urgente: Tenemos que aprender nuevos parámetros de conducta responsable de nuestro uso de la tecnología de la información; necesitamos reformular lo que está bien y lo que está mal, especialmente en un mundo en el que las relaciones humanas y sociales son cada vez más interminablemente re-programables, después de la moda de las interfaces ser humano/máquina. La ética ha regresado a la agenda de los intelectuales ante una tecnología en que la eficiencia y la racionalidad se consideran predominantes, sin pasión, sobre un régimen de solución instrumental de problemas. ¿Puede haber una ética cartográfica? Es poco probable que "soluciones" de diseño más interno o el trabajo sin trabas del libre comercio en la cartografía comercial den como resultado un mapa verdaderamente ético. La ética no puede divorciarse de los asuntos de justicia social. No hacer nada sería legitimar un mundo más cercano a la visión del futuro de Bertolt Brecht que el que los cartógrafos moralmente responsables elegirían para vivir. --------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------