Elecciones en España: la agonía del bipartidismo

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Elecciones en España: la agonía del bipartidismo
Atilio Boron :: 22/12/2015
El "centro" no era tal: la preservación de la
monarquía y los privilegios de la Iglesia
Católica, la invisibilización de la historia de la
república, la impunidad...
Con las elecciones de ayer [por el domingo] el orden político posfranquista parece haber llegado a su
fin. Este reposaba sobre un bipartidismo en el cual el Partido Popular, el heredero directo del
franquismo, y el PSOE, convergían en un consenso eminentemente conservador que muchos
analistas y publicistas edulcoraron calificándolo de “centrista” y que, perversamente, erigieron como
el modelo a imitar por las nacientes democracias latinoamericanas en la década de los ochenta.
En realidad esa convergencia hacia el centro no era tal: la preservación de la monarquía y los
privilegios de la Iglesia Católica, la invisibilización de la historia de la república, la impunidad de los
crímenes de la dictadura franquista, la adhesión a la OTAN, la indigna sumisión a la hegemonía
estadounidense, y la capitulación ante el gran capital y, más recientemente, ante la Troika que
realmente gobierna en Europa definen una agenda que sólo como producto de una malintencionada
confusión podría ser caracterizada como de centro. Al igual que ocurre en la Argentina y el resto de
América Latina, la noción de “centro” es un eufemismo para evitar decir “derecha”. Este proyecto no
sólo se desmoronó en España a causa del impacto de la crisis capitalista y su inusual virulencia sino
también debido al descubrimiento de una trama mafiosa de corrupción que mientras empobrecía a la
ciudadanía y condenaba a uno de cada cinco españoles al desempleo enriquecía escandalosamente a
la oligarquía financiera e industrial [y a los políticos].
A partir de los resultados conocidos anoche no hay sino una chance de formar un gobierno: una gran
coalición entre el PP y el PSOE, pero esto sería la institucionalización del proceso de putrefacción
del segundo –antaño referencia obligada de la clase obrera española- y su conversión en un partido
neoliberal más; y de confesión de impotencia política del primero, que para gobernar tendría que
asociarse a su otrora rival histórico.
Es la vieja España, aquella que según el hermoso verso de Antonio Machado podía helarte el
corazón, la que parece a punto de morir. Pero hay momentos históricos en los que, recordaba
Gramsci, “lo nuevo no acaba de nacer, y lo viejo no termina de morir”. Y esta es la situación que hoy
presenta España. Hay síntomas que preanuncian la llegada de lo nuevo, pero por ahora este carece
de la fuerza suficiente para derrotar definitivamente el viejo orden. Tal vez el PP y el PSOE sellen
esa alianza. Sus homólogos lo hicieron en Alemania y hoy, en Nuestra América, lo están haciendo en
Venezuela, donde los socialdemócratas y socialcristianos, adecos y copeyanos, se sientan en torno a
la MUD para acabar con la revolución bolivariana. Pero si tal cosa ocurriera en España los días del
PSOE estarían contados.
PODEMOS y sus aliados han logrado 69 escaños en el Congreso de Diputados, pero con una
estrategia electoral más inteligente y unitaria -incorporando a Izquierda Unida en la coalición de
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izquierdas y abandonando el absurdo macartismo del que PODEMOS hizo gala durante la campañaesta coalición podría haber desplazado al PSOE del segundo lugar y convertirse en el eje de
cualquier alternativa de gobierno. Esto no tiene nada de ilusorio pues esta coalición logró plasmarse
en Cataluña y obtuvo la primera mayoría; y entró en segundo lugar en Madrid, Valencia, Navarra y
Galicia e hizo una estupenda elección en el País Vasco.
Para resumir: la unidad de las izquierdas no ocurrió esta vez, pero la lección parece que ha sido
aprendida: la unidad paga. En ese sentido, el discurso del líder de PODEMOS, Pablo Iglesias, al
darse a conocer los resultados reflejó un viraje hacia la izquierda de sus titubeantes definiciones
anteriores, cuando eludía definirse como tal. Y lo hizo incorporando dos innovaciones originarias en
la experiencia de la izquierda latinoamericana. La noción de una España Plurinacional, como Bolivia;
y el voto de confianza ciudadano a mitad de mandato, lo que la Constitución Bolivariana designa
como “referendo revocatorio”. Estas son propuestas que conmueven hasta sus cimientos el consenso
conservador dominante durante cuarenta años en España, con un gobierno como el del PP que
cosechó la repulsa de dos de cada tres españoles y que, por lo tanto, no puede desconocer el rotundo
mensaje que le enviara la ciudadanía española.
La inestabilidad y la incertidumbre serán los signos de los tiempos que se vienen. Los observadores
no dejan de apelar al adjetivo “histórico” para definir al momento actual. Sectores políticos que
carecían por completo de representación parlamentaria en el estado español ahora cuentan con un
bloque de 69 diputados. No es suficiente para decir que se abre un nuevo período histórico, o se
produce un cambio de época; pero, sin duda, es un alentador punto de partida. Habrá que ver qué es
lo que hacen y cómo actúan esos representantes de la voluntad popular y si demuestran su
capacidad para sortear las trampas que las democracias burguesas le tienen reservadas a quienes
pretenden cambiar al mundo para hacerlo mejor.
La Haine
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