1 REFERENDUM CONSULTIVO REGIONAL Y REFORMA CONSTITUCIONAL: EL CASO ITALIANO Paloma Requejo Rodríguez Profesora Titular de Derecho Constitucional Universidad de Oviedo I. Introducción. II. La evolución de la jurisprudencia constitucional en la materia. 1. La Sentencia nº 256/1989 y el interés general. La Sentencia nº 470/1992 y la tipicidad del procedimiento de reforma constitucional; 3. La Sentencia nº 496/2000 y la reserva de las decisiones políticas fundamentales a los órganos representativos. 4. Los Autos del 2001: ¿continuismo o ruptura?. III. Conclusiones. IV. Addenda I. Introducción La Constitución italiana acoge en su articulado varios instrumentos de participación ciudadana vinculados a la llamada democracia directa, como la iniciativa popular o el referéndum, configurándolos en la órbita estatal de modo excepcional y limitado, en tanto ve en ellos meras técnicas correctivas de la democracia representativa1. Como decimos, no se parte del presupuesto de que los mecanismos representativos clásicos no sirvan para reflejar la voluntad del pueblo, sino que, sin ponerlos en tela de juicio, se opta por integrar algún elemento de democracia directa para impedir distorsiones en el sistema representativo, asegurando de esta manera su refuerzo. Indudablemente esta mixtura no está exenta de riesgos, pues la potenciación de este tipo de institutos puede esconder un cuestionamiento larvado de la democracia representativa y una puesta de manifiesto de sus presuntas carencias. Para evitar tal deslegitimación, la Constitución italiana introduce estos elementos con gran moderación2. La regulación constitucional del referéndum de alcance nacional, entendido, en sentido amplio, como consulta popular de contenido no electoral sobre determinadas cuestiones propuestas en forma alternativa3, es bastante escueta4. Se reduce a la 1 P. CARETTI, Stato di attuazione degli statuti regionali in tema de iniciativa popolare e referendum, Revista trimestrale di Diritto Publico, nº2, 1972, p.1017 y ss. 2 M. LUCIANI, Il referendum impossibile, Quaderni costituzionali, nº3, 1991, p.509 y ss. recuerda como la diferencia entre los dos modelos y la necesidad de hacerlos compatibles para poder subsistir no es nueva; las ideas de Schmitt y Leibholz pueden servir de ejemplo. El principio representativo, por regla general, traduce con plena eficacia las exigencias de la democracia pluralista y por este motivo la inclusión de figuras como el referéndum no puede significar una “potencial oposición al sistema político y a la forma de gobierno representativa”. 3 M. LUCIANI, I referendum regionali (a proposito della giurisprudenza costituzionale dell’ultimo lustro), Le Regioni, nº6, 2002, p.1381 y ss. 4 Sin ánimo de ser exhaustivos, existe una amplia tipología del referéndum, atendiendo a criterios varios. Así, según el ámbito en el que se desarrollan, se clasifican en estatales o locales. Según su naturaleza, pueden ser referendos con fines políticos, como los institucionales, los de indirizzo o los arbitrales, o referendos insertos en un procedimiento, como los consultivos, los deliberativos, los constitutivos, los 2 previsión de un referéndum abrogativo total o parcial de ciertas leyes y actos con valor de ley (Art.75 CI); a la atribución al Presidente de la República de la convocatoria de los referendos constitucionalmente previstos (Art.87 CI); a la fijación de una competencia legislativa exclusiva del Estado en materia de referendos nacionales (Art.117 CI) y al establecimiento, por último, de un referéndum facultativo de reforma constitucional, que no podrá tener lugar si la propuesta ha sido aprobada en segunda votación por mayoría de 2/3 en cada Cámara (Art. 138 CI). La Constitución también contempla la posibilidad de convocar referendos de alcance regional y a ellos nos ceñiremos. Lo primero hay que decir que los preceptos constitucionales que se ocupan de esta cuestión no son taxativos5. Que la Constitución italiana prevea referendos facultativos de reforma estatutaria (Art. 123 CI) o referendos obligatorios en los que el cuerpo electoral territorial se ha de pronunciar sobre cualquier propuesta de fusión de Regiones, de creación de otras nuevas o de segregación de alguna Provincia o Municipio para incardinarse en un Región diferente (Art.132 CI), así como sobre la formación de nuevos Municipios o la modificación de su denominación o circunscripciones (Art.133 CI), no significa que las Regiones no puedan introducir otro tipo de consultas populares, ya sea en disposiciones de rango legal, ya sea en sus Estatutos, a los que la propia Constitución reenvía para regular el ejercicio del referéndum sobre leyes y procedimientos administrativos regionales (Art.123 CI). Los Estatutos regionales, de hecho, no sólo se refieren a los referendos constitucionalmente previstos6, sino que, lejos de reproducir el modelo estatal de referéndum, acogen además del referéndum abrogativo7 otros que podrán ser de carácter suspensivos o los abrogativos. Según la norma en la que incidan, serán constitucionales, legislativos o administrativos. Según la fase de formación del acto en el que operen, serán preventivos o sucesivos. Si nos fijamos en su convocatoria, serán facultativos u obligatorios. Atendiendo al efecto de su resultado, vinculantes o no vinculantes y así podríamos continuar estableciendo nuevas distinciones. Para una detallada clasificación del referéndum, en la línea indicada, consúltese P. Mª VIPIANA, Referendum consultivi regionali e comunali, Diritto e Societá, nº2, 1990, p.225 y ss. y B. PEZZINI, Il referendum consultivo nel contesto istituzionale italiano, Diritto e Societá, nº3, 1992, p.429 y ss. 5 Así lo ha entendido la mayoría de la doctrina. Véase, por todos, P. Mª VIPIANA, Referendum…, ob. cit., p.225 y ss. 6 Art.60 Estatuto de la Región de Campania; Art.37 Estatuto de la Región de Emilia- Romagna; Art.7 Estatuto de la Región de Friuli-Venezia-Giulia; Art.11 Estatuto de la Región de Liguria; Art.65 Estatuto de la Región de Lombardía; Art.38 Estatuto de la Región de Marche; Art.43 Estatuto de la Región de Sardegna; Art.69 Estatuto de la Región de Toscana; Art.7 Estatuto de la Región de Trentino-Alto Adige; Art.73 Estatuto de la Región de Umbría; Art.42 Estatuto de la Región de Valle de Aosta; Art.47 Estatuto de la Región de Veneto; Arts.76 Estatuto de la Región de Abruzzo. 7 Arts.55 a 59 Estatuto de la Región de Campania; Art.36 Estatuto de la Región de Emilia- Romagna; Art.33 Estatuto de la Región de Friuli-Venezia-Giulia; Art.39 Estatuto de la Región de Lazio; Art.11 Estatuto de la Región de Liguria; Arts 56, 63 y 64 Estatuto de la Región de Lombardía; Art.34 Estatuto de la Región de Marche; Art.43 Estatuto de la Región de Molise; Art.54 y ss. Estatuto de la Región de Piemonte; Art.72 Estatuto de la Región de Puglia; Art.15 Estatuto de la Región de Sardegna; Art.13 bis 3 consultivo8 o incluso de otra naturaleza, gracias a la remisión que la mayoría de las normas estatutarias realizan a favor de la ley regional para que regule las distintas variedades de referéndum9. Por ello, esta figura pierde en el ámbito regional toda su excepcionalidad10. Centrándonos en los referendos facultativos consultivos, siempre de iniciativa y no de ratificación, existe práctica unanimidad en atribuir al Consejo Regional un papel central en su convocatoria11. Aunque no incidamos en ello con toda la profundidad que merece, no se puede dejar de señalar que precisamente la determinación de a quién corresponde activar la consulta es una de las cuestiones más relevantes entorno a la figura del referéndum, pues, dependiendo de a quién se le confiera tendrá diferente naturaleza. Cuando quien impulsa la consulta e “incita” al cuerpo electoral a pronunciarse es el Ejecutivo o el Legislativo regional, y no una parte del propio cuerpo electoral, se priva a éste de promover iniciativas políticas propias y se desvirtúa en gran medida el “valor” democrático del referéndum en lo que a incremento del pluralismo y de la participación se refiere, por lo que, al menos, habría que asegurar que la convocatoria realmente sea un acto de autolimitación, que fomente la democracia directa y no una búsqueda de un apoyo plebiscitario a una decisión ya tomada. Estatuto de la Región de Sicilia; Art.30 Estatuto de la Región de Toscana; Art.47 Estatuto de la Región de Trentino-Alto Adige; Art.68 Estatuto de la Región de Umbría; Art.15 Estatuto de la Región de Valle de Aosta; Art.45 Estatuto de la Región de Veneto; Art.68 Estatuto de la Región de Basilicata; Arts.73-75 Estatuto de la Región de Abruzzo; Art.11 Estatuto de la Región de Calabria. 8 Art.60 Estatuto de la Región de Campania; Art.37 Estatuto de la Región de Emilia-Romagna; Art.11 Estatuto de la Región de Liguria; Art.38 Estatuto de la Región de Marche; Art.45 Estatuto de la Región de Molise; Art.60 Estatuto de la Región de Piemonte; Art.77 Estatuto de la Región de Toscana; Art.71 Estatuto de la Región de Umbría; Art.47 Estatuto de la Región de Veneto; Art.76 Estatuto de la Región de Abruzzo; Art.12 Estatuto de la Región de Calabria. 9 Arts.60 Estatuto de la Región de Campania; Art.39 Estatuto de la Región de Emilia- Romagna; Art.33 Estatuto de la Región de Friuli-Venezia-Giulia; Art.39 Estatuto de la Región de Lazio; Art.11 Estatuto de la Región de Liguria; Arts 66 Estatuto de la Región de Lombardía; Art.45 Estatuto de la Región de Molise; Art.60 Estatuto de la Región de Piemonte; Art.72 Estatuto de la Región de Puglia; Art.13 Estatuto de la Región de Umbría; Art.45 Estatuto de la Región de Veneto; Art.69 Estatuto de la Región de Basilicata; Arts.76 Estatuto de la Región de Abruzzo; Art.13 Estatuto de la Región de Calabria. Por su parte, el Art.15 Estatuto de la Región de Sardegna; el Art.13 bis Estatuto de la Región de Sicilia; el Art.47 Estatuto Trentino-Alto Adige y el Art.15 Estatuto de la Región de Valle de Aosta especifican expresamente las modalidades de referéndum, abrogativo, propositivo y consultivo, que una ley regional aprobada por mayoría absoluta deberá concretar. 10 Así lo entiende R. NANIA, Il referendum nella normativa regionale, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 1974, p.2763 y ss.. Por el contrario, R. BIAGI, Il modelli di referendum statale como limite ai referendum regionali, Giurisprudenza costituzionale, nº4-6, 1978, p.820 y ss., aunque comienza afirmando que el referéndum regional ha seguido una suerte análoga al estatal, lo cierto es que acaba por reconocer una mayor complejidad en la tipología de los refrendos de ámbito territorial, especialmente, en aquellos de naturaleza consultiva. 11 Véase P. BARRERA, Una novitá istituzionale: i referendum consultivi (o di indirizzo?) di iniciativa popolare, Le Regioni, nº6, 1987, p.1297 y ss. y, entre nosotros, P. CRUZ, El referéndum consultivo como modelo de racionalización constitucional, Revista de Estudios políticos, nº13, 1980, p.145 y ss. 4 Sin embargo frente a esta sintonía estatutaria en lo relativo a su convocatoria, son diversas las fórmulas elegidas para concretar el objeto de la consulta, así como sus protagonistas y efectos. Respecto del objeto, en algunos territorios -Campania, Marche, Molise, Calabria, Abruzzo o Umbría- se hace mención a cuestiones de particular interés regional; en otros -Emilia-Romagna, Liguria, Piemonte, Toscana, Veneto- se resalta, en sintonía con la Constitución, que de lo que se trata es de conocer la orientación de la población interesada respecto de determinados procedimientos regionales, legislativos o administrativos, según el caso; mientras en Lombardía se combinan ambas perspectivas. La misma variedad encontramos a la hora de precisar quién debe pronunciarse en la consulta, pues si bien es cierto que la mayoría de Estatutos se refieren a la población interesada, algunos -Abruzzo o Lombardía, por ejemplo- no descartan la posibilidad de que sólo se pronuncie un sector o categoría de la población regional, lo que fomenta la defensa de intereses particulares, en tanto el voto se emite en calidad de integrante de un determinado grupo social o profesional. Por otra parte, son muchos los Estatutos que omiten cualquier referencia a los efectos del referéndum, deduciendo de su naturaleza consultiva el carácter jurídicamente no vinculante de sus resultados. Sin embargo, en ciertas Regiones se confiere alguna consecuencia al pronunciamiento de la consulta popular. En Piemonte, si el resultado es positivo, el Presidente de la Junta deberá proponer al Consejo Regional un diseño de ley sobre la cuestión avalada en referéndum, pudiendo hacerlo igual en el caso de que el resultado fuera negativo. En Calabria el Consejo Regional deberá deliberar y pronunciarse sobre el objeto del referéndum tras su celebración, siempre que en él haya participado el quórum exigido. En estos supuestos el resultado del referéndum no predetermina la decisión última de los órganos regionales competentes, condicionando su contenido concreto, pero, al menos, les obliga a reaccionar ante la intervención o el parecer manifestado por los ciudadanos. No obstante, lo más común, como veremos luego, es que los efectos del referéndum no sean en ningún extremo jurídicamente vinculantes, en tanto el órgano representativo no está obligado ni a discutir ni a seguir el indirizzo marcado por el cuerpo electoral, adoptando las iniciativas normativas o institucionales que procedan para lograr su traducción jurídica o renunciando a tomar aquellas otras que considere convenientes en contra de lo manifestado por la población. No hay, por tanto, un desapoderamiento del órgano al que compete la toma de la decisión y su plasmación normativa. Ello no impide reconocer al 5 resultado del referéndum un innegable efecto en el plano político, pues resulta difícil imaginar que el órgano representativo se arriesgue a desoír al cuerpo electoral, cuando de tal falta de sintonía sí podría derivar alguna consecuencia política concreta (exigencia de responsabilidades, petición de convocatoria electoral anticipada…)12. Tomando como base esta regulación normativa, cada Región ha hecho uso de la misma, convocando distintos referendos, en algunos casos no exentos de polémica, sobre todo sí pretenden incidir en el proceso de reforma constitucional, por lo que la Corte Constitucional ha tenido que pronunciarse acerca de su validez. Al hilo de la resolución de asuntos concretos, el Alto Tribunal ha intentado perfilar el ámbito del referéndum consultivo regional con una jurisprudencia oscilante, en función del objeto de la consulta y de las transformaciones sufridas por la organización territorial del Estado, basada en argumentos no siempre congruentes ni convincentes desde un punto de vista constitucional. Al análisis y a la crítica de esta evolución en la doctrina de la Corte dedicaremos las páginas que siguen. II. La evolución de la jurisprudencia constitucional en la materia 1. La Sentencia nº 256/1989 y el interés general La primera decisión significativa en la que la Corte Constitucional se pronuncia sobre la licitud de los referendos consultivos regionales es la Sentencia nº 256/1989. En ella se resuelve un conflicto de atribuciones interpuesto contra un Decreto del Presidente de la Junta Regional de Cerdeña, y sus actos preparatorios, que perseguía la convocatoria de un referéndum consultivo regional. Su objeto no era otro que preguntar a los electores su opinión sobre la presencia de bases militares extranjeras en Cerdeña, así como sobre el ejercicio por parte de los órganos regionales competentes, por un lado, de una iniciativa legislativa ante el Parlamento estatal encaminada a impedir el tránsito por aguas italianas de barcos con propulsión o carga nuclear y, por otro, de una iniciativa de reforma constitucional que introdujera en el procedimiento de ratificación de tratados internacionales de naturaleza política, junto a la ya prevista autorización parlamentaria, un referéndum consultivo de alcance nacional. 12 Con carácter general sobre el referéndum regional puede consultarse: P. BARRERA, Il referendum negli ordinamenti regionali e locali: bilancio e prospettive, Jovene, Napoli, 1992; E. SPAGNA MUSSO, Il referendum regionale: aspetti problematici, Il referendum regionale, Cedam, 1993, p.1 y ss.; A. BIANCO, Il referendum negli statuti regionali, Il referendum regionale, Cedam, 1993, p.11 y ss.; V. KURKDJIAN, La normativa regionale di attuazione in tema di referendum, Il referendum regionale, Cedam, 1993, p.91 y ss. 6 La Corte en ningún caso cuestiona la competencia genérica de la Región para convocar un referéndum consultivo, pues, aunque tal competencia no ha sido asumida de modo expreso por su Estatuto, posteriormente por ley regional sí se ha reconocido la posibilidad de celebrar consultas populares sobre cuestiones de particular interés regional o local. Precisamente será esta competencia regional limitada, en lo que al ámbito territorial del interés se refiere, y la correlativa competencia estatal sobre las consultas que afecten a cuestiones de interés general, o, lo que es lo mismo, será la distribución de competencias entre el ordenamiento estatal y los ordenamientos regionales la clave en torno a la cual girará la argumentación de la Corte para anular el Decreto regional. Por el contrario, afirmaciones básicas en futuros pronunciamientos se apuntan aquí de una manera colateral: por ejemplo, la idea de que “los referendos consultivos, a pesar de carecer en el plano jurídico formal de efectos vinculantes y no concurrir a formar la voluntad de los órganos que lo han impulsado, son manifestación de una participación política popular fundada en los Arts. 2 y 3 CI, que tiene un notable valor político y relevancia sobre el plano de la consonancia entre la comunidad y el órgano público, así como de la responsabilidad política, en tanto expresión de orientaciones y de valoraciones sobre los actos que el órgano debe realizar”, o, en la misma línea, la idea de que “el éxito del referéndum puede condicionar los actos futuros y las decisiones discrecionales que pertenecen a órganos centrales” e “influir negativamente sobre el orden constitucional y político del Estado”. De todos modos, la mayoría de los argumentos manejados terminan por imbricarse, ya que en último término el cuerpo electoral regional, según la Corte, no puede coartar a los órganos centrales cuando adopten decisiones que afecten a intereses estatales al recaer sobre materias de su exclusiva competencia, como son la defensa o las relaciones internacionales, pues, de existir alguna consulta sobre las mismas, el que debería ser llamado a pronunciarse es el cuerpo electoral en su integridad. En definitiva, por mucho que las Regiones sean entes exponenciales de intereses propios y con una presencia política que permite reconocerles un papel de representación general de la colectividad regional y de exposición institucional de sus exigencias y expectativas, éstas siempre estarán circunscritas al ámbito de un interés regional, entendido no en un sentido tan estricto que lo identifique con el ámbito de sus competencias, pero tampoco en un sentido tan amplio que pueda justificar un pronunciamiento regional sobre cuestiones en las que estén en juego el interés de todos. Este razonamiento, quizás más adecuado para poner en tela de juicio la primera 7 pregunta del referéndum, también se extrapola de modo más forzado al ejercicio de la iniciativa regional legislativa y de reforma constitucional, puesto que, a pesar de que los Arts. 71 y 121 CI no establecen ningún límite material a dicha iniciativa, se excluye cuando resulte afectado algún interés unitario, extraño a aquél sobre el que la Región puede adoptar procedimientos propios. Al contrario de lo que ocurrirá en la jurisprudencia posterior, esta sentencia pone el acento en la inconstitucionalidad no tanto del objeto de la consulta, esto es, instar a los órganos competentes a impulsar una reforma constitucional, como del objeto de la reforma que se quiere instar. Así las relaciones exteriores y la defensa, más que la propia revisión, es lo que parece caer fuera del interés regional. Pero diferencias a parte, y analizándola desde sus propios presupuestos, la Sentencia nº 256/1989 ha condicionado las futuras resoluciones de la Corte en materia de referéndum consultivo territorial, pues, al circunscribirlo a cuestiones de relevancia regional, cerró la puerta a otras posibles opciones que hubieran potenciado el instituto. Sin negar que las relaciones internacionales o la defensa sean competencias que corresponden en exclusiva al Estado, no es menos cierto que en este caso coexisten con unos intereses regionales, que se ven concernidos por el ejercicio de aquéllas. De ahí que hubiera resultado aconsejable haber atendido a la práctica parlamentaria que venía interpretando de modo amplio la categoría de intereses regionales, o incluso a anteriores resoluciones de la Corte –Sentencia nº829/1988- que admitían que el concepto de autonomía daba cobertura a la presencia política de las Regiones en actividades de ámbito nacional o internacional al margen de sus competencias, pero con repercusión en sus intereses; de este modo, la respuesta de la Corte hubiera sido más acorde con la descentralización del Estado, evitando el considerable paso atrás que supone esta línea jurisprudencial. Igualmente llama la atención e incluso resulta contradictorio que se afirme la inconstitucionalidad del referéndum por tratarse de una consulta que afecta a una cuestión que debe ser “resuelta” por los órganos competentes, esto es, los estatales, y que a la vez se reconozca que efectivamente esos órganos, cómo nunca se puso en duda, son los únicos que podrán decidir y finalmente decidirán sobre el asunto planteado, sin que el resultado de la consulta tenga ningún efecto jurídico sobre ellos, pues, al carecer de naturaleza vinculante, la orientación manifestada por el cuerpo electoral regional no tiene ninguna virtualidad jurídica. ¿Dónde está la invasión competencial entonces? Todo lo más podría haber un menoscabo “fáctico” de las competencias estatales en el 8 hipotético caso de que los órganos estatales se autolimitaran en virtud de los presuntos efectos políticos que la Corte hace derivar del referéndum regional. Pero, ¿no habría la misma pérdida de discrecionalidad si el que se pronunciara en referéndum, de estar contemplada tal posibilidad, fuera el cuerpo electoral estatal, como implícitamente la Corte parece admitir? ¿Sería por ello su actuación inconstitucional? La Corte es juez de la constitucionalidad, no de intenciones ni de efectos políticos, por lo que no puede anular un referéndum porque sus impulsores pretendan distorsionar su función utilizándolo como un instrumento de presión política o porque en el futuro aquéllos a los que corresponde la adopción de una decisión discrecional por razones varias “puedan” tener en cuenta o “se sientan” condicionados por una opinión previamente expresada, a la que el ordenamiento no concede ninguna relevancia jurídica. Si el referéndum no hubiera sido impugnado y la decisión ya hubiera sido libremente tomada por el órgano estatal pertinente coincidiendo con la orientación manifestada en el ámbito regional ¿habría que anularla? Parece obvio que no. El resultado entonces no puede ser distinto cuando lo que se enjuicia es una mera consulta que, teniendo por objeto una cuestión que también afecta a intereses regionales, no pretende imponerse jurídicamente a aquéllos a los que el ordenamiento confiere la competencia última y discrecional de decisión, sino tan sólo que puedan valorarla políticamente en las deliberaciones previas13. De lo contrario, pudiera dar la impresión de que la Corte, al atribuir al resultado del referéndum un relieve político de tal grado que parece jurídico, está extrapolando a la órbita regional, y con todas las salvedades, la clásica confusión de la doctrina italiana entre el órgano constituido cuerpo electoral y el pueblo constituyente, que lleva a negar la posibilidad de que como soberano pueda manifestar un mero parecer y, obliga a entender que, al menos, expresa una voluntad que no genera efectos jurídicos de modo inmediato. Sólo entonces cobra sentido el peligro que, según la Corte, corre una representación política, que puede ver mermada su centralidad en procesos cuyo protagonismo sólo a ella corresponde, en tanto se confiere a la respuesta popular una trascendencia que acaba por alcanzar a lo jurídico, en lo que tiene de vinculante por el “plus” de legitimación que supone. En definitiva, nos encontramos, como luego se confirmará con la Sentencia nº 496/2000, ante una confusión entre 13 Este sería el efecto mínimo del referéndum, apuntando incluso algún sector de la doctrina la posibilidad de que en este caso quepa exigir al órgano representativo, que lícitamente se desmarque del resultado apuntado por el referéndum, una motivación de su decisión contraria al mismo. Por el contrario, el máximo efecto del referéndum consistiría en que su resultado individualizara el objetivo a cumplir, quedando en manos del órgano representativo la elección y el establecimiento de los medios para conseguirlo. V., en este sentido, B. PEZZINI, Il referendum consultivo… ob. cit., p.429 y ss. 9 titularidad y ejercicio de la soberanía, ante una idea de “pueblo” preestatal que impide que tan sólo cumpla una función de orientación y que impone que sea él a quién le corresponde adoptar la decisión. La Corte se decanta por considerar que en cuestiones de interés general sólo puede incidir un Parlamento, sobre el que opera una presunción de representatividad, que sólo se rompe ante la elección de un nuevo Parlamento que persiga un indirizzo distinto o, excepcionalmente, ante un resultado discordante en un referéndum nacional sobre reforma constitucional. Los referendos consultivos territoriales son calificados como una “influencia negativa” para el orden constitucional y político, ya que pueden servir a la Región para deslegitimar a los órganos representativos estatales. Ello lleva a preguntarnos por qué no se cuestiona entonces ni se delimita materialmente el alcance de otros instrumentos de participación regional en procedimientos de formación de normas estatales, como la iniciativa legislativa o la iniciativa de reforma constitucional, centrándonos en el asunto que nos ocupa, en los que, del mismo modo que en el referéndum, se muestra un primer “indirizzo” que tampoco tiene por qué llegar a verse reflejado en norma jurídica estatal alguna14. 2. La Sentencia nº 470/1992 y la tipicidad del procedimiento de reforma constitucional En la Sentencia nº 470/1992, la Corte se enfrenta a un juicio de constitucionalidad sobre la deliberación legislativa del Consejo regional del Véneto, relativa a la celebración de un referéndum consultivo regional sobre la presentación de una iniciativa de reforma constitucional para la modificación de las disposiciones concernientes al ordenamiento de las Regiones. De nuevo se afirma la competencia genérica de la Región para convocar referendos consultivos, pues, en este caso, así lo ha previsto su Estatuto, gracias al reenvío que Art.123 CI ha efectuado en su favor. Incluso, dando un paso adelante, se admite que dichos referendos puedan incidir sobre intereses de la población regional que, más allá de las materias y competencias regionales, se entrelacen con aspectos que cuentan con una dimensión nacional. Sin 14 La Sentencia nº256/1989 es comentada por V. LIPPOLIS, Regioni, treaty-making power e giurisprudenza della Corte costituzionale, Giurisprudenza costituzionale, nº5, 1989, p.1206 y ss.; P. BARRERA, Referendum consultivo e limiti dell’interesse regionale, Giurisprudenza costituzionale, nº5, 1989, p.1223 y ss.; G. D’ORAZIO, Iniciativa regionale di revisione costituzionale e (preteso) limite dell’interesse, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 1989, p.1017 y ss.; E. BETTINELLI, Grande questioni di interesse generale e referendum consultivi regionali, Le Regioni, nº4/1990, p.1292 y ss.; B. PEZZINI, Il referendum consultivo… ob. cit., p.429 y ss. 10 cuestionar el interés de las Regiones en la configuración constitucional de la organización territorial del Estado y, por tanto, apartándose de las razones apuntadas en la sentencia anteriormente comentada, se niega que la iniciativa de reforma constitucional sobre esta cuestión pueda ser objeto de referéndum porque ello supondría agravar, sin respaldo constitucional alguno, la fase de iniciativa de un procedimiento típico, el de reforma, que no prevé más participación del cuerpo electoral que la del nacional en un referéndum confirmativo. La inconstitucionalidad aquí ya no radica en aquello que se quiere ver reformado, sino en el mismo impulso de la revisión por el cuerpo electoral regional. Parece entonces que el ejercicio de la iniciativa de reforma por parte del Consejo regional sobre la organización territorial del Estado sería admisible, en tanto propuesta instrumental respecto de la activación de un procedimiento eminentemente estatal al concluir con la aprobación de una norma parlamentaria. Pero lo que no puede aceptarse es que sea sometida a referéndum porque, aún recayendo sobre una cuestión de interés para la Región, “su” cuerpo electoral puede orientar no sólo la iniciativa de los órganos regionales competentes, sino también las sucesivas fases del procedimiento de reforma, llegando a condicionar la decisión última que corresponde en exclusiva a los órganos estatales. Con ello se vulneraría el límite que la Sentencia antedicha impuso a los referendos consultivos regionales, prohibiéndoles que puedan influir negativamente sobre el orden constitucional y político del Estado. No obstante, aunque las dos sentencias parten de los mismos presupuestos, es decir, son posibles los referendos consultivos regionales si su normativa lo establece y afectan a cuestiones de su interés, existe una diferencia reseñable entre ambas. No nos estamos refiriendo tan sólo a la ampliación del concepto de interés hasta casi vaciarlo de contenido, aceptando una coexistencia de intereses regionales y estatales en la mayoría de asuntos que permitiría la convocatoria de referendos regionales, pues aquí la Corte se sigue moviendo en el ámbito de las relaciones ordenamientos. En esta ocasión va más allá de lo hasta ahora apuntado y, usando un argumento aparentemente jurídico-formal, excluye la convocatoria de cualquier referéndum que se incardine en el procedimiento de reforma constitucional, a no ser que se trate del constitucionalmente previsto, esto es, el de ámbito nacional al final de la tramitación de la reforma. Un referéndum territorial que impulse la iniciativa regional de reforma constitucional estaría agravando un procedimiento ya de por sí complejo y desvirtuando su tipicidad. Sin embargo, a nuestro juicio, la introducción de una consulta popular no distorsiona, en puridad, el diseño 11 constitucional de la reforma, pues la iniciativa sigue en manos del órgano regional, el Consejo, al que la Constitución atribuye la facultad de activar el procedimiento. El referéndum regional se enmarca en el proceso de reforma constitucional, pero al margen del procedimiento de reforma, ya que tiene carácter previo al primer acto jurídicamente relevante de ese procedimiento, el ejercicio de la iniciativa por parte del Consejo Regional15. Las Regiones pueden configurar esa fase preparatoria como consideren conveniente y con mayor razón cuando realmente no tiene por sí ninguna repercusión jurídica externa, pues este papel le corresponde a la proposición de ley de reforma que el Consejo Regional pueda presentar. Y decimos pueda, porque, aunque la Corte da por hecho que el cuerpo electoral se pronunciará a favor de instar la reforma, incluso, si así fuera, el órgano representativo no estaría jurídicamente vinculado por la respuesta popular y podría no activar la proposición o, lo que es más factible, hacerlo con un contenido distinto al que parece orientar el resultado16. En todo caso, el mayor grado de “influencia” o “condicionamiento” político de ese eventual referéndum alcanzaría al órgano representativo regional, por corresponderle el ejercicio de la facultad de iniciativa que la Constitución le confiere y sobre la que el cuerpo electoral se pronuncia, y no tanto, como sugiere la Sentencia, a los órganos parlamentarios estatales ante los que discurrirá el procedimiento de reforma una vez que la iniciativa sea presentada y que podrán comportarse respecto de la misma como respecto de cualquier otra independientemente de quien la respalde. Admitir una consulta popular en un momento externo al procedimiento de reforma en sentido estricto tampoco supone, como apunta la Corte, una duplicidad en la consulta por varias razones. En primer lugar, porque el referéndum previsto en la Constitución, en contra de lo que parece afirmar la Corte, no tiene porqué convocarse; es facultativo y se concibe más como un instrumento de la minoría para impedir la reforma que como un mecanismo de confirmación de una reforma ya aprobada. En segundo lugar porque, de existir, el cuerpo electoral que participa en ambas consultas no es el mismo: regional en un caso, nacional en otro. Y en tercer lugar, porque admitiendo fácticamente que aquellos que integran el cuerpo electoral regional también forman parte del cuerpo electoral en su integridad, lo cierto es que cumplen diferentes funciones 15 L. PERGORARO, Il referendum consultivo del Veneto: Illegittimo o inopportuno? Quaderni costituzionali, nº 1/2001, p.126 y ss. 16 No olvidemos que la participación del cuerpo electoral es “buscada” por el propio Consejo, al que corresponde la convocatoria del referéndum, por lo que no parece probable que renuncie a ejercer la iniciativa, si el cuerpo electoral le insta a ello. 12 cuando participan en la consulta regional que cuando intervienen en el referéndum estatal: fuera del procedimiento de revisión, se pronuncian sobre si están de acuerdo con que el órgano regional competente inicie el procedimiento de reforma, y, dentro del procedimiento de revisión, se pronuncian sobre su conformidad con el contenido concreto de la misma, predeterminado por el órgano representativo estatal. La frase, ya repetida en la anterior sentencia, de que la Corte trata de evitar que el cuerpo electoral regional pueda influir “negativamente” sobre el orden constitucional y político cobra aquí todo su sentido, puesto que a lo que realmente acude para poder explicar la inconstitucionalidad del referéndum regional es a la Constitución material y no a la Constitución formal. La pregunta de fondo surge de nuevo ¿a quién defiende la Corte constitucional? ¿a la Constitución o al orden constitucional? Parece claro que al segundo, a la dimensión sustancial de la Constitución, o, si se prefiere, al fin o a los fines que conforman la unidad y permanencia del ordenamiento, en tanto en la argumentación de la Corte late la necesidad de preservar el orden político en general y el sistema democrático representativo en particular hasta cotas más allá de las exigidas por los preceptos constitucionales. Esta es la verdadera razón de fondo que se esconde tras un falso argumento formal, como es, el ficticio agravamiento del procedimiento típico de reforma constitucional17. 3. La Sentencia nº 496/2000 y la reserva de las decisiones políticas fundamentales a los órganos representativos En la Sentencia nº 496/2000 la Corte aborda aparentemente un asunto similar, en este caso debiéndose pronunciar sobre la constitucionalidad de una Ley del Véneto que prevé la convocatoria de un referéndum consultivo regional sobre la presentación de una proposición de reforma constitucional para que se atribuya a dicha Región formas y condiciones particulares de autonomía. Esta nueva formulación de la consulta pretende destacar que el objeto de la misma sólo afecta al territorio indicado, por lo que el modo de articular la iniciativa legislativa constituye un procedimiento extraño y regional frente al propiamente de revisión, que genera un indirizzo tan “vinculante” como el que pueda suponer una iniciativa popular o una iniciativa del Consejo regional no 17 Sobre esta sentencia puede analizarse el comentario de N. ZANON, I referendum consultivi regionali, la nozione di procedimento e le esigenze del diritto costituzionale materiale, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 1992, p.4267 y ss. y A. RUGGERI, Referendum consultivi e “dottrine” giurisprudenziali delle fonti (a margine di Corte cost. n.470 del 1992), Itinerari di una recerca sul sistema delle fonti , II, Torino 1992 y en Nomos, nº1, 1993, p.1 y ss. 13 respaldada por referéndum alguno, cuyo ejercicio, como antes indicamos, nunca se pone en tela de juicio. La Corte reconoce que la participación de la población local en las decisiones fundamentales que le atañen constituye un principio connatural a la democracia pluralista y a la autonomía reconocida a las regiones. Por vez primera en las sentencias comentadas se abunda en la idea del referéndum como instituto de democracia directa, como una forma jurídica de participación popular que vivifica los institutos de la representación, ofreciendo a los órganos políticos y administrativos la oportunidad de estrechar la relación con la población administrada, que concurrirá a la determinación de las decisiones de las que es destinataria. La Constitución reconoce a las Regiones, en concreto al Consejo Regional, iniciativa de reforma constitucional, con más motivo, cuando el objeto de la misma es, como en este caso, las relaciones entre el Estado y dicha Región. Esta fase de iniciativa afecta a la revisión y, sin negar la competencia regional para regular el subprocedimiento que concluye con la formalización del acto de iniciativa, la Región está sujeta a límites, inherentes a la posición constitucional del “pueblo”18 en la reforma, que llevan a cuestionar si éste, en su dimensión más limitada de cuerpo electoral regional, puede ser llamado a pronunciarse en un referéndum consultivo sobre procedimientos dirigidos a innovar el ordenamiento a nivel constitucional. Las decisiones políticas fundamentales de la comunidad nacional con incidencia en el pacto constitucional se reservan, entiende la Corte, a la representación política; así lo prueba el que no quepa referéndum abrogativo sobre fuentes de rango constitucional. El “pueblo” no puede intervenir más que en las formas típicas previstas en el procedimiento de reforma constitucionalmente previsto, esto es, en un referéndum nacional que avala de nuevo la idea de que la reforma corresponde en primer lugar a las Cámaras, pues aquí, a diferencia de lo que sucedía en la Sentencia antes comentada, se resalta que se trata de un referéndum facultativo, temporalmente limitado y descartado si la revisión se aprueba en sede parlamentaria en segunda votación por mayoría de 2/3. En conclusión, si el debate sobre la reforma no puede estar “confinado a los lugares institucionales de la política” y “es oportuno que se difunda en la opinión pública”, la “decisión corresponde primariamente a la representación político-parlamentaria”, interviniendo el “pueblo” “sólo como instancia de freno, de conservación y garantía o 18 Entrecomillamos pueblo por la confusión a la que puede inducir esta expresión cuando la Corte en realidad no se está refiriendo al pueblo titular de la soberanía, sino al cuerpo electoral que la ejerce. Es este último el verdaderamente llamado a pronunciarse sobre la reforma al final del procedimiento. 14 de confirmación sucesiva respecto de una voluntad parlamentaria de revisión ya perfecta, que, en ausencia de pronunciamiento popular, consolida sus propios efectos jurídicos”. La expresión de la voluntad popular debe manifestarse a través de formas típicas en el interior de un procedimiento encaminado a la adopción de la decisión política más racional posible. Las reglas procedimentales de la revisión, ligadas al concepto de unidad e indivisibilidad de la República, no dejan espacio a consultas populares regionales que pretendan ser manifestación de autonomía, pues la Constitución no ha previsto que una fracción del “pueblo” a través de referéndum pueda impulsar la reforma constitucional, sino que el “pueblo” en su totalidad intervenga facultativamente como instancia última de decisión. Esto, en palabras de la propia Sentencia, “es evocado en la ley regional en su parcialidad de fracción autónoma ubicada en una porción del territorio nacional, de tal forma que en la Constitución, al final de la revisión, no existiría un solo pueblo que da forma a la unidad política de la Nación y serían en cambio varios pueblos. Incluso podría darse al cuerpo electoral regional la oportunidad de un doble pronunciamiento sobre la cuestión de la revisión: una primera vez como parte del todo en fase consultiva y una segunda vez, eventual y sucesiva, como componente del unitario cuerpo electoral nacional en fase de decisión constitucional”. Ni siquiera el referéndum se justificaría como expresión de autonomía política, ya que este concepto no puede dar cobertura a referendos relativos a decisiones fundamentales de nivel constitucional. Según la Corte, no afecta a nada de lo dicho la naturaleza consultiva de un referéndum que, si bien carece de efectos jurídicos vinculantes para los órganos regionales o para los órganos encargados de tramitar la reforma, supone un vínculo político para los órganos representativos regionales cuya fuerza puede “ofuscar la perspectiva puramente formal del orden de la competencia interna de la Región”. En definitiva, “la utilización impropia de un instituto preordenado a consolidar el vínculo entre representantes y representados y que nunca podrá resolverse en la simple manifestación de opinión de la que se enriquece la dialéctica democrática, hace que la iniciativa regional de reforma, formalmente adscrita al Consejo regional, parezca en el fondo poco más que una envoltura en la que la voluntad del cuerpo electoral viene unida y orientada contra la Constitución vigente, poniendo en discusión las mismas bases del consenso. Y esto no puede ser permitido al cuerpo electoral regional.” Cada nueva aportación jurisprudencial supone una cierta modificación respecto de la anterior, pues se abandonan razones que en su momento fueron decisivas para 15 explicar la inconstitucionalidad de los referendos regionales, en beneficio de otras a las que no se les había concedido tanto protagonismo. Si la Sentencia nº470/1992 prescindía ya de la afectación de intereses nacionales, en tanto también había intereses regionales de por medio, y novedosamente fundamentaba la inconstitucionalidad del referéndum en la prohibición de agravar unilateralmente un procedimiento típico como el de reforma constitucional, la Sentencia nº496/2000 admite que las Regiones puedan ejercer la iniciativa de reforma y determinar el procedimiento que concluirá con la presentación de la proposición, haciendo girar la nulidad del referéndum en torno a la idea de que ciertas decisiones fundamentales, como la reforma constitucional, se han de reservar a la representación política. De este modo no cabe intervención del cuerpo electoral, ni siquiera en una fase previa a la propiamente de iniciativa. Y decimos previa, porque, como ya se ha señalado, la fase de iniciativa consiste en la presentación de una propuesta de ley por el órgano competente, entendiendo, por tanto, que todo aquello que puede preceder a esto, y que puede ser tenido o no en cuenta, no forma parte de dicha etapa, en tanto ni es necesario para la misma ni vincula jurídicamente a quién corresponde impulsar el procedimiento, que conserva toda su libertad decisoria, sin que tenga porqué caer en pretendidas ofuscaciones19. Sin embargo, la Corte parece ver en la introducción del referéndum un intento de transformar la iniciativa regional en una iniciativa “sui generis”, mitad parlamentaria, mitad popular, a través de la cual el Consejo regional, al que no olvidemos le corresponde convocar el referéndum, refuerza su propuesta buscando el respaldo “plebiscitario” del cuerpo electoral. Eso explica el que la Corte no incida tanto en el peso político que la actuación del cuerpo electoral tiene sobre el que en apariencia puede estar directamente más vinculado por su orientación, es decir, el Consejo regional, y haga hincapié en el peso político que puede “ofuscar” al órgano representativo nacional, ante una iniciativa que ve potenciada su naturaleza regional como contrapuesta a un Estado al que pretende presionar. Realmente 19 Como apunta A. RUGGERI, Ancora in tema di referendum regionali consultivi e di teoria delle fonti, Le Regioni, nº1/2001, p.224 y ss., sólo si la consulta fuera posterior al ejercicio de la iniciativa regional se podría afirmar que existe una intercomunicación entre el sistema regional y el sistema estatal y ese riesgo de influencia que la sentencia teme. Cuando el referéndum es previo al ejercicio de la iniciativa de reforma, el sistema estatal y el regional son sistemas cerrados e impermeables. La intervención adicional del cuerpo electoral regional en la iniciativa es lícito, en tanto es la Región en uso de su autonomía la que se autodetermina estableciendo el modo de articular la iniciativa, sin que ello genere efectos en la futura decisión de los órganos estatales. Paradójicamente, en palabras de Ruggeri, la Corte atribuye a una manifestación volitiva incapaz de ejercer efectos jurídicos vinculantes en el ordenamiento regional un efecto jurídico inmediato de lesión de la competencia estatal y de los valores fundamentales del ordenamiento en su conjunto. 16 es ese “órdago” al Estado lo que la Corte quiere evitar con una sentencia, como apunta la doctrina, de naturaleza monitoria, que busca cortar de raíz cualquier futuro intento de iniciativas regionales de reforma de corte federalista. Y el Tribunal tiene que darle un ropaje jurídico a todo esto, pues la mera “intención” que puede mostrar un ente, cuando ejerce dentro de su competencia la iniciativa de reforma, de presionar políticamente al que debe aprobarla, no es sin más sancionable con la inconstitucionalidad. El paso, o el salto, de lo político a lo jurídico se da entendiendo que el procedimiento de reforma constitucionalmente previsto está ligado al concepto de unidad e indivisibilidad de la República. De este modo en él sólo tienen cabida los órganos de representación política y el cuerpo electoral cuando participa en su totalidad como instancia última de decisión, sin que quepa dejar espacio a consultas populares regionales20. En conclusión, ni siquiera se admite que el cuerpo electoral pueda impulsar/avalar el indirizzo del Consejo Regional en la fase ascendente del procedimiento de reforma, por mucho que sean los órganos estatales representativos los que terminen resolviendo y que en último término quepa el control del cuerpo electoral en su integridad. No se trata de que estas medidas no se consideren garantía suficiente para preservar la unidad, sino de que, cuando lo debatido afecta a decisiones constitucionales fundamentales, la Constitución, interpreta la Corte, sólo permite el pronunciamiento del único que puede expresar, a su juicio, la unidad de la República, el “pueblo” en su totalidad. Ello es así porque en realidad la respuesta a la consulta territorial no es vista como la actuación de un órgano constituido, el cuerpo electoral regional, al que se le pueda conferir una función constituida de mera orientación, sino como la actuación de una porción de un “pueblo” soberano que, como tal, no podría sino decidir con la consiguiente amenaza para los órganos representativos. Y precisamente es esa idea preestatal de “pueblo”, implícita tras la calificación de fracción de lo que no es otra cosa que cuerpo electoral regional, la que imposibilita que Sobre la Sentencia nº 496/2000 consúltese M. LUCIANI, I referendum regionali… ob. cit., p.1381 y ss.; L. PERGORARO, Il referendum consultivo… ob. cit., p.126 y ss.; F. CUOCOLO, Leggi di revisione costituzionale e referendum consultivo regionale, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 2000, p.3808 y ss.; S. BARTOLE, Reforma federali e consultazioni refrendarie regionali: un abbinamento discutibile, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 2000, p.3818 y ss.; N. ZANON, Il corpo elettorale in sede referendaria non è il propulsore dell’ innovazione constituzionale, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 2000, p.3828 y ss.; G. PAGANETTO, Uso distorsivo del referendum consultivo e dell’autonomia regionale, Giurisprudenza costituzionale, nº6, 2000, p.328 y ss.; P. BARRERA, A proposito di referendum regionali, Quaderni costituzionali, nº2/2001, p.353 y ss.; V. TEOTONICO, Il referendum consultivo regionale tra procedimento di revisione costituzionale e funzione politico-rappresentativa degli organi elettivi, Giurisprudenza italiana, 2001, p.2199 y ss.; A. PERTICI, Brevi osservazioni in merito ai referendum consultivi regionali sulla devolution, Il foro italiano, nº2, 2001, p.396 y ss.; A. SPADARO, I referendum consultivi regionali: perché illegittimi, Quaderni costituzionali, nº1/2001, p.129 y ss.; E. BALBONI, Il referendum consultivo nello Statu.comunità: perché vietarlo?, Le Regioni, nº1/2001, p.217 y ss.; A. RUGGERI, Ancora in tema di referendum… ob. cit., p.224 y ss. 20 17 esa parte pueda desgajarse de un todo único e indivisible y pueda ejercer una función de “indirizzo” no vinculante, incompatible con su naturaleza en último término soberana. 4. Los Autos del 2001: ¿continuismo o ruptura? En el Auto nº 101/2001 la Corte, ante la renuncia del recurrente, no tiene ocasión de valorar, primero, si concede como medida cautelar la suspensión, previamente solicitada, de las deliberaciones del Consejo Regional del Piemonte acerca de la convocatoria de un referéndum consultivo del Art.60 del Estatuto y, luego, si estima un conflicto de atribuciones, que será declarado extinto en el Auto nº 403/2001. Sin embargo, en el Auto nº 102/2001, al no haber renunciado el recurrente a la solicitud de suspensión en atención a la gravedad y vistosidad del objeto del conflicto y a fin de impedir distorsiones y prevenir emulaciones, la Corte se pronuncia sobre la misma en el marco de un conflicto de atribuciones contra la deliberación del Consejo Regional Lombardo en torno a una propuesta de referéndum consultivo regional cuyo objeto es la “devolution” a la Región de determinadas competencias ahora estatales por medio de la oportuna transferencia. Como “los electores de la Lombardía son llamados a pronunciarse sobre la oportunidad de que la Región misma en el cuadro de la unidad nacional, tome las iniciativas institucionales necesarias para promover la transferencia de las funciones estatales”, la Corte entiende que la deliberación conciliar no compromete decisiones fundamentales de nivel constitucional, ante las que no cabe la consulta de fracciones del cuerpo electoral, y que, por tanto, no concurren graves razones que justifiquen la suspensión del acto21. Desgraciadamente la renuncia de los recurrentes a seguir adelante con el conflicto de atribuciones impide que la Corte pueda abundar en los argumentos señalados, aparentemente iniciadores de una nueva línea jurisprudencial, limitándose en el Auto nº 444/2001 a declarar extinto el procedimiento. El contenido de las sentencias de la Corte en materia de referéndum consultivo condiciona a su vez el contenido de las propuestas regionales respecto de su convocatoria, que procuran esquivar las tachas de inconstitucionalidad que la doctrina constitucional va señalando. En este último supuesto, la Lombardía evita concretar qué 21 Sobre la suspensión en el conflicto de atribuciones véase A. PISANESCHI, Brevi note sulla “suspensiva” nei conflicto tra Stato e Regione, Giurisprudenza costituzionale, nº1, 1991, p.71 y ss. Con espíritu crítico pone en tela de juicio que esta medida cautelar pueda interpretarse, conforme a la jurisprudencia de la jurisdicción administrativa, atendiendo a la gravedad e irreparabilidad del daño causado por el acto objeto del recurso. Por el contrario, a su entender, compartido por nosotros, la suspensión debería reinterpretarse, atendiendo a la naturaleza del conflicto de atribuciones, destacando los daños que la falta de competencia causa a la esfera del recurrente así como al interés general. 18 medidas tomará la Región en el caso de que el cuerpo electoral se pronuncie afirmativamente en la consulta, pues se refiere genéricamente a la adopción de iniciativas institucionales necesarias, sin mencionar siquiera la propuesta de reforma constitucional. Este intento de salvar las cuestiones más espinosas mediante la redacción genérica del objeto de la consulta, la acotación de la misma a cuestiones exclusivamente regionales, como ya se había hecho antes, o la declaración de respeto a la unidad nacional, para no levantar suspicacias, consiguió sus objetivos, por más que parezca difícil imaginar otro modo, distinto de la reforma constitucional, a través del cuál se pueda lograr la transferencia de competencias que se persigue. La Corte pretende hacer creer que este Auto no supone ninguna ruptura con la jurisprudencia anterior, puesto que si ofrece un fallo distinto al de otras ocasiones, admitiendo implícitamente la constitucionalidad del referéndum consultivo sobre la reforma, en tanto no lo suspende, se debe a un cambio en el supuesto de hecho y no en su argumentación. Efectivamente se continúa afirmando que el cuerpo electoral regional no puede pronunciarse sobre cuestiones que comprometan decisiones fundamentales de nivel constitucional y, por tanto, si esto no sucede, no existe ninguna razón grave que obligue a suspender un referéndum convocado como expresión de autonomía política. Pero lo cierto es que, al igual que en los casos anteriores, en el supuesto que nos ocupa se pide al cuerpo electoral regional que se manifieste a favor o en contra de que se inste desde la Región un procedimiento de reforma constitucional, pues, por mucho que se oculte tal intención bajo la imprecisión, resulta imposible implantar un modelo de administración, como el pretendido, por medio de la transferencia a la Región de una serie de funciones que constitucionalmente le corresponden al Estado, si no es reformando la Constitución. La Corte, si hubiera seguido con su línea jurisprudencial, debería haber suspendido la convocatoria, por lo que la negativa a llevarla a cabo exigiría una motivación más extensa, sobre todo cuando entrara a resolver propiamente el conflicto de atribuciones, de la que nos priva el Gobierno con la retirada del recurso. Desde la perspectiva tradicional de la Corte, la hipotética consulta popular regional que se discute en el Auto nº 102/2001 seguiría agravando el procedimiento de reforma constitucional típico, si fuera ésta la medida institucional que se adoptara; como en otras ocasiones, habría un doble pronunciamiento sobre la hipotética reforma, uno como fracción y otro como parte del todo; igualmente se cuestionaría con ello el protagonismo de los órganos representativos. Por tanto, qué es lo que cambia y provoca la consiguiente modificación de la doctrina constitucional. No el mero formalismo, al 19 que se acoge la Corte para dar un giro a su jurisprudencia, de sustituir la mención al impulso de la reforma constitucional como objeto del referéndum por una eufemística adopción de “las iniciativas institucionales necesarias”. El cambio, a nuestro entender, está motivado por la reforma que sufre en el 2001 la Constitución italiana en materia de organización territorial del Estado hacia un nuevo modelo, no tan próximo al federal como desde el ámbito político se quiere dar a entender, pero en todo caso superador del modelo originario regional. Ello lleva a la Corte a sintonizar en cierto punto su jurisprudencia con estos nuevos “aires” presuntamente federalizantes, dejando abierta la puerta, eso sí tácitamente para disimular la ruptura que se pretende introducir, a que, en apariencia, de manera similar a los Estados miembros de un Estado Federal, las Regiones puedan al menos participar en el proceso de reforma de la Constitución. Si la intervención de los Estados federados habitualmente se produce en la fase descendente del procedimiento de reforma de modo indirecto a través de la Cámara alta o de modo directo a través de la ratificación de la revisión por sus propios órganos representativos, en esta ocasión el cuerpo electoral regional participará en la fase ascendente del proceso de reforma, avalando la activación del procedimiento por el órgano competente22. Por tanto, el cambio resulta significativo atendiendo a la doctrina de la Corte hasta este momento, pero tiene poca importancia real, pues, de una parte, le resulta imposible equiparar en este punto a las Regiones con los Estados federados y, de otra, permite, a nuestro entender, algo que, como ya hemos apuntado, las Regiones siempre pudieron hacer desde el momento en que lícitamente asumieron la competencia de convocatoria de referendos consultivos sobre cuestiones que afecten a sus intereses y en que dicho referéndum ni se incardina en el procedimiento de reforma ni tiene jurídicamente ninguna fuerza vinculante. Este nuevo “espíritu”, implícito en la comentada decisión, se manifiesta con mayor, que no total, claridad en los fundamentos jurídicos de la Sentencia nº 106/2002. Si bien es cierto que afecta a otro orden de cosas23 y que en último término su fallo Un análisis de estos Autos puede encontrarse en M. LUCIANI, I referendum regionali… ob. cit., p.1381 y ss.; S. BARTOLE, Overruling o qualification di precedente con ordenanza di reiezione della domanda di suspensiva di atto impugnato per conflicto di atribucioni?, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2001, p.635 y ss.; G. MOSCHELLA, Referéndum consultivi regionali: la Corte ci repensa?, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2001, p.644 y ss.; A. MANCIA, I referendum regionali e la sovrapposizione tra “diritto” e “politica”, Giurisprudenza costituzionale, nº3, 2001, p.1670 y ss. 23 En concreto se plantea si los Consejos regionales pueden autocalificarse Parlamentos regionales o si, por el contrario, han de respetar la terminología constitucional que reserva la denominación de Parlamento, estrictamente en el ámbito estatal, a la Cámara de los Diputados y al Senado, como sedes de la representación política nacional. 22 20 continúa con la jurisprudencia anterior, no lo es menos, como veremos a continuación, que las cuestiones que toca están íntimamente vinculadas con el asunto que nos ocupa y que en la motivación de la sentencia encontramos algunos argumentos que se apartan de los ya conocidos. Sin duda, Consejo y cuerpo electoral regional comparten, según la Corte, una misma naturaleza parcial que respectivamente impidió e impide su equiparación con el Parlamento o con el “pueblo” en su integridad, pero también, y en contra del protagonismo que confirió a la representación nacional en su jurisprudencia sobre el referéndum, en esta ocasión afirma que “…el vínculo Parlamento-soberanía popular constituye irrefutablemente una aportación del principio democráticorepresentativo, pero no describe los términos de una relación de identidad, de manera que la tesis por la cual, según nuestra Constitución, en el Parlamento se resuelve, en sustancia, la soberanía popular, sin que la autonomía territorial concurra a plasmar su esencia, no puede ser compartida en su totalidad”. “…El Art.1 de la Constitución al establecer con formulación clara y definitiva que la soberanía “pertenece” al pueblo impide considerar que existan lugares o sedes de la organización constitucional en la que la soberanía se pueda situar agotándolos. Las formas y los modos en los que la soberanía del pueblo puede desarrollarse, en efecto, no se agotan en la representación, sino que penetran en todo el armazón constitucional: se refractan en una multiplicidad de situaciones y de institutos que asumen una configuración tan amplia que comprenden incluso el reconocimiento y la garantía de las autonomías territoriales. Por cuanto respecta a estas últimas, se desprende de la Constituyente la visión por la cual son partícipes del procedimiento de articulación y diversificación del poder político estrechamente ligado, en el plano histórico no menos que en el ideal, a la afirmación del principio democrático y de la soberanía popular”. “… En el nuevo Art.114 de la Constitución, … los entes territoriales autónomos son colocados al lado del Estado como elementos constitutivos de la República, casi desvelando, en una formulación sintética, su común derivación del principio democrático y de la soberanía popular” 24. Con todas las salvedades, pues nada se dice de forma expresa, no parece descabellado pensar que esta nueva perspectiva, de considerar que los órganos 24 Sobre la sentencia aludida, destacando más el continuismo con la jurisprudencia anterior que cualquier discordancia con la misma, véase F. CUOCOLO, Parlamento nazionale e “parlamenti” regionale, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2002, p.873 y ss.; C. PINELLI, Continuità e discontinuità dell’impianto republicano nella prima pronuncia sul nuevo Titolo V, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2002, p.878 y ss.; N. ZANON, La funzione unitaria del Parlamento nazionale e la revisione del titolo V, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2002, p.884 y ss.; A. MANGIA, I Consigli regionali e la fine della rappresentanza politica, Giurisprudenza costituzionale, nº2, 2002, p.885 y ss. 21 representativos estatales no monopolizan la soberanía popular o de ubicar al Estado y a las Regiones en el mismo plano, podría haber servido de verdadera motivación al Auto nº102/2001 y de base a una relectura del referéndum regional en el ámbito de la revisión constitucional. Si tradicionalmente la participación de los entes territoriales en la reforma se ha visto como una expresión de soberanía, la consideración de las Regiones como entes constitutivos de un ordenamiento constitucional compuesto, el Republicano, podría terminar dando cobertura a una posible intervención del cuerpo electoral en el proceso de reforma, incluso más atrevida que la que hasta ahora infructuosamente se ha intentado. Reconociendo que lo dicho va mucho más allá de lo que la Corte pretende, afirma y concluye, la sentencia, a nuestro juicio, tampoco puede ser interpretada, según considera la mayor parte de la doctrina, como una decisión de signo continuista. De su fallo así parece desprenderse, pero el grueso de la fundamentación jurídica supone un primer paso hacia una posible alteración del status de las Regiones, cuya culminación se encuentra hoy por hoy todavía lejana. III. Conclusiones Como se ha puesto de manifiesto, la jurisprudencia de la Corte sobre la inclusión de referendos consultivos regionales en el proceso de reforma constitucional ha sufrido una importante evolución no sólo en sus argumentos, sino también en sus conclusiones. Desde considerar semejante medida inconstitucional, en un primer momento, por afectar a intereses no exclusivamente regionales, luego por suponer un agravamiento atípico del procedimiento de reforma constitucionalmente establecido o, por último, por privar a la representación política de ciertas decisiones fundamentales que le son propias, hasta terminar por admitir de manera solapada en ciertos casos su validez. Ninguno de los caminos señalados puede satisfacer plenamente. Resultan cuestionables las razones, alguna ya abandonada por la propia Corte, que pretendieron avalar la inconstitucionalidad de los referendos, cuando a la vez no se dudó en afirmar su naturaleza contingente y jurídicamente ineficaz respecto de las determinaciones de los órganos a los que la Constitución confiere respectivamente las competencias de iniciativa y aprobación de la reforma. ¿De qué se priva entonces a los órganos representativos si el Consejo Regional es el que ejerce la iniciativa de reforma y el Parlamento nacional el que decide? ¿Cómo se agravan las formalidades del Art.138 CI, si precisamente éste sólo se centra la aprobación de la reforma, sin configurar una 22 iniciativa que, al poder ser activada por las Regiones, es a ellas a las que les corresponde su diseño? Lo cierto es que la Corte, más preocupada en defender un orden políticoconstitucional subyacente, parece dejar de lado el tenor de la Constitución formal a la hora de resolver, pues no sólo su fallo podría haber sido distinto, si hubiera atendido al principio de autonomía, a la aceptación constitucional de los referendos consultivos regionales o a la inexistencia de límites a la iniciativa legislativa, sino que, incluso, siendo el que fue, podría al menos haber empleado una argumentación constitucionalmente menos forzada25. Pero tan decepcionante como la inconstitucionalidad es el motivo y el modo de admitir la validez del referéndum en el Auto nº102/2001. Negar cualquier ruptura con la jurisprudencia anterior y dar por bueno el referéndum porque no compromete decisiones fundamentales de nivel constitucional, en tanto evita a la hora de fijar su objeto cualquier referencia a la reforma entre las medidas institucionales sobre las que el cuerpo electoral debe pronunciarse, supone eludir la cuestión de fondo, privarle del razonamiento riguroso que merece la aceptación de esta figura y propiciar su entrada por la puerta falsa. En realidad los cambios sufridos por el modelo originario regional influyen en la Corte, sin que lo reconozca así, hasta aproximarla a una conclusión que siempre tuvo cabida en la Constitución desde el momento en que consideraba competencia regional la convocatoria de referendos consultivos sobre cuestiones que afectaran a sus intereses y estas consultas se configuraban de tal manera que ni se incardinaban en el procedimiento de reforma constitucional en sentido estricto, ni se les confería fuerza vinculante. En último término, el referéndum consultivo regional debía haber sido entendido no como una amenaza, sino como una técnica de participación ciudadana en las decisiones públicas que enriquece el sistema representativo tradicional. El peligro que el referéndum encierra para la representación es en esta caso ficticio, puesto que, de una parte, no es el cuerpo electoral quien insta la consulta ni determina su objeto26 y, de Así L. PERGORARO, Il referendum… ob. cit., p.126, sugiere fundar la nulidad de los referendos, por ejemplo, en la diferenciación entre referéndum y plebiscito, en la vulneración del principio general de economía de las decisiones jurídicas, en el de leal colaboración o en la irrazonabilidad de que una ley regional, como sucedía en el supuesto de la Sentencia nº 496/2000, pretendiera reformar la Constitución para que se transfirieran una serie de competencias que ya pertenecían a la Región. 26 De ser así, en palabras de B. PEZZINI, Il referendum… ob.cit., p.429 y ss., estaríamos ante un verdadero referéndum de indirizzo, en el que la iniciativa popular revocaría parcialmente el poder conferido a los representantes, ejerciendo una función que contrasta con la presunción de legitimación implícita en el concepto de democracia representativa. Para un estudio de este referéndum consultivo de iniciativa popular, sobre todo en Campania y Sardegna, y el papel secundario que en esta ocasión le toca jugar al Consejo Regional, consúltese P. BARRERA, Il referéndum negli… ob. cit., p.112 y ss. 25 23 otra, su pronunciamiento es un elemento más, sobre todo, no determinante, a considerar por los órganos a los que corresponde tomar la decisión. Si se entiende como real, se debe a la tendencia a confundir la voluntad de un órgano con la voluntad del soberano, atribuyendo equivocadamente al referéndum un plusvalor ligado a su vinculación con la “fuente pura de poder, el pueblo, que puede provocar una distorsión de las instituciones representativas”27. Igualmente exagerado es el riesgo que para el Estado reporta la iniciativa territorial reforzada con el referéndum, pues las Regiones no son un “cuerpo extraño” a la República, por lo que han de ser vistas sin suspicacias más como uno de sus elementos esenciales que como provocadoras de continuas controversias28. La democracia exige que todos los sometidos a la reforma participen en ella, no tanto decidiendo como, al menos, impulsándola y debatiendo sobre ella. Así se plasma el principio de minoría, incrementando la participación y el pluralismo donde no juega la mayoría, esto es, en la iniciativa y en la deliberación 29. Si tradicionalmente se ha objetado que el referéndum reduce el pluralismo, al obligar a escoger entre dos opciones excluyendo cualquier otra, admitir, en este caso, una consulta popular, y el consiguiente previo intercambio de opiniones, en la sede y en el momento en que se propone, es decir, antes del ejercicio de la iniciativa regional de reforma, supone introducir una mayor complejidad en su proceso de formación y con ello una notable potenciación, en el sentido indicado, de su naturaleza democrática. Del mismo modo la posible presencia de las expectativas del cuerpo electoral en la iniciativa formulada por el Consejo puede propiciar luego el diálogo y la transacción entre un Consejo regional y un Parlamento, llamados a intervenir en la reforma con papeles distintos, pero como órganos pertenecientes a entes de la República que no tienen porqué defender intereses contrapuestos. De lo que se trata, por tanto, es de ver la participación y el pluralismo como elementos clave del principio democrático y no como elementos generadores de conflicto30. IV. Addenda Así explica E. BALBONI, Il referendum… ob. cit., p.219 y ss., esta idea del referéndum, fruto de una larga tradición doctrinal, como manifestación de un poder que no duda en calificarse de paraconstitucional. 28 Esta idea dela República de las autonomías puede encontrarse en P. BARRERA, Il referendum negli… ob. cit., p.33 y 36. 29 Véase F. BASTIDA, La soberanía borrosa: la democracia, Fundamentos, nº 1, 1998, p.449 y ss. y P. REQUEJO, Democracia parlamentaria y principio minoritario. La protección constitucional de las minorías parlamentarias, Ariel, Barcelona, 2000, p.49 y ss. 30 En este sentido, véase, E. BALBONI, Il referendum… ob. cit., p.219 y ss. 27 24 Además del interés que por sí misma pueda despertar la doctrina de la Corte constitucional en materia de referendos consultivos regionales y reforma constitucional, es difícil no reconocerle hoy un interés adicional, pues de inmediato surge la pregunta de si sería posible su extrapolación a nuestro ordenamiento, sobre todo, considerando que una de las cuestiones de más candente actualidad, a la que habrá que dar respuesta, es la anunciada convocatoria de una consulta popular de ámbito territorial acerca del llamado Estatuto político de la Comunidad libre asociada de Euskadi. Indudablemente el punto de partida es diferente31. En la Constitución española no existe ninguna alusión expresa a las consultas populares autonómicas de índole político, ni tampoco podemos encontrar una referencia a las mismas en la Ley orgánica 2/1980, ya que esta norma, por indicación del Art. 92.3 CE, determina las condiciones y procedimientos que han de regir sólo en aquellas modalidades de referéndum que la Constitución contempla. Nuestra Constitución, en su Art.92.1 y 2, a pesar de la literalidad del precepto, técnicamente se ocupa de regular más un plebiscito que un referéndum, en tanto su objeto no es la aprobación o reforma de norma jurídica alguna, sino unas decisiones políticas de especial trascendencia, que podrán ser sometidas a consulta de todos los ciudadanos, convocada por el Rey a propuesta del Presidente del Gobierno previamente autorizada por el Congreso. Más adelante, dentro de las normas de organización territorial del Estado, el Art. 149.1.32 CE atribuye en exclusiva al Estado la competencia sobre autorización para la convocatoria de consultas populares por vía de referéndum. Sin embargo, de todo ello no cabe derivar la imposibilidad de que se celebren consultas populares de naturaleza política territorialmente limitadas. Buena prueba es que, aunque ni la Constitución ni la Ley orgánica tampoco han hecho mención alguna en este sentido, en los Municipios, según disponen los Arts.70 bis y 71 de la Ley 7/1985 de Bases de Régimen local, sí se puede someter a consulta tanto iniciativas populares a instancia de los propios vecinos, como asuntos de competencia municipal y carácter local especialmente relevantes para sus intereses a instancia del Alcalde y previo acuerdo de la mayoría absoluta del Pleno y autorización del Gobierno de la Nación. De ahí que muchos Estatutos de Autonomía, en unos casos de manera Sobre el referéndum en España, consúltese, P. CRUZ, El referéndum… ob. cit., p.145 y ss.; L. AGUIAR, Participación política y referéndum: aspectos teóricos y constitucionales, Revista de Derecho Público, nº102, 1986, p.5 y ss.; y la voz Referéndum, en M. ARAGÓN, Temas básicos de Derecho Constitucional, Civitas, Madrid, 2001, p.125 y ss.; N. PÉREZ, La problemática del referéndum consultivo en el sistema político español, Revista General de Derecho, nº596, 1994, p.5007 y ss. 31 25 expresa32 y en otros de manera tácita33, asuman competencias de desarrollo y ejecución sobre el sistema de consultas populares locales que tengan lugar en su ámbito respectivo. Por el contrario, se echa en falta cualquier referencia en ellos a una competencia, de mayor o menor calado, respecto de consultas populares que comprendan toda la Comunidad Autónoma. En principio, igual que en el supuesto anteriormente señalado, nada hubiera impedido que los distintos Estatutos hubieran hecho suya la competencia sobre consultas populares autonómicas. Cuestión distinta es clarificar la espinosa cuestión de en qué términos, de celebrarse estas consultas, se llevaría a cabo su convocatoria. Mayoritariamente se ha entendido que la regulación constitucional y su concreción legal obligan al Estado a autorizarla a través de acuerdo del Gobierno. Se considera que el Art.149.1.32 CE, como no especifica ni el objeto ni el ámbito territorial de la consulta, engloba a todas ellas, dejando siempre en manos del Estado el visto bueno a la convocatoria. En tanto la competencia exclusiva del Estado no recae sobre la convocatoria de referendos, sino sobre su autorización, va de suyo que el convocante tiene que ser un ente distinto al Estado, pues no tendría sentido que éste se autorizara a sí mismo. Ello lleva a descartar otras interpretaciones que permitirían acotar la mencionada competencia, como sucede en otras materias, sólo a las consultas de naturaleza política que fueran a celebrarse en toda España, es decir, las previstas en el Art.92.1 y 2 CE, evitándose así que se vaciara de contenido la potencial competencia autonómica sobre la convocatoria de referendos dentro de su ámbito, como sucede cuando se sujeta a autorización previa. Esta posibilidad hubiera resultado más acorde, como se puso de relieve al estudiar el caso italiano, con los principios democrático y autonómico que la Constitución consagra, especialmente si la convocatoria no recae únicamente en manos de los órganos legislativos o ejecutivos regionales y se abre a un porcentaje de miembros del cuerpo electoral. Con el traslado, en definitiva, de la convocatoria del Gobierno estatal al Ejecutivo o al Legislativo regional ganaría la Comunidad Autónoma; con el traslado de la convocatoria del Gobierno estatal al cuerpo electoral autonómico ganaría el ente territorial y, sobre todo, el ciudadano, que desde su Región podría participar en las decisiones políticas que más le atañen, orientando el 32 Por ejemplo, los Art.15.2 Estatuto de Andalucía; Art.10.2 Estatuto de Cataluña y Art.32 Estatuto de la Comunidad Valenciana. 33 El Art.11 Estatuto de Baleares; Art.32 Estatuto de Canarias; Art.34 Estatuto de Castilla-León; Art.8 Estatuto de Extremadura; Art.9 Estatuto de La Rioja; Art.11 Estatuto de Murcia; Art.11 Estatuto del Principado de Asturias. 26 sentido de las mismas34. Con la regulación vigente, una solución de cara a que la competencia autonómica sobre la convocatoria de consultas territoriales no resulte desvirtuada, sería interpretar que la autorización estatal debe depender de un mero control jurídico de los requisitos que legalmente se pudieran establecer entorno al impulso de la convocatoria, excluyéndose cualquier negativa a conceder dicha autorización por razones estrictamente políticas. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que esta posible lectura es cuanto menos forzada, pues salva la competencia autonómica a costa de sacrificar la competencia estatal, introduciendo en ella un recorte de tal calibre que devalúa el sentido de la autorización. Pero, si parece imposible eludir la autorización estatal, más discutible resulta que tenga que ser el Gobierno el órgano encargado de prestarla. Ya se ha señalado que el apartado tercero del Art.92 CE establece que las condiciones y procedimientos específicos por los que se regirán las modalidades de referéndum previstas por la Constitución serán reguladas por Ley orgánica. Esta Ley orgánica, la 2/1980, opta, en su Art.2, por imponer, salvo en los casos en que esté reservada al Congreso, la autorización gubernativa de convocatoria de referendos a toda la tipología de consultas que ella regula; no olvidemos, los recogidos en la Constitución (Art.92.3 CE), es decir, no sólo los referendos consultivos del Art.92.1 CE, sino también los referendos de reforma constitucional de los Arts.167 y 168 CE; los referendos de iniciativa autonómica del Art.151.1 CE y los referendos de aprobación y reforma estatutaria del Art.151.2 apartados 3 y 5 y del Art.152.2 CE. Sin embargo, la Ley orgánica 2/1980 no agota todas las modalidades de referéndum, como ella misma admite en su Disposición adicional, y, del mismo modo que excluye su aplicación a las consultas populares de ámbito municipal, tampoco debe considerarse idónea para regular los referendos consultivos de ámbito regional, en tanto no previstos constitucionalmente35. Lo expuesto hasta el momento no parece en su gran mayoría de aplicación al caso concreto que se planteaba al comienzo de estas líneas. No se trata, como ocurría en Italia, de que el cuerpo electoral autonómico se haya de pronunciar sin fuerza vinculante sobre si instaría o avalaría el ejercicio por los órganos autonómicos competentes de una 34 Así sucede en la regulación de las consultas populares locales, cuyo impulso se deja en manos no sólo del Alcalde, sino también de un porcentaje variable de vecinos en atención a la población del municipio, según dispone el Art.70 bis de la Ley de Bases de Régimen Local. 35 A pesar de dejar fuera de su ámbito a los referendos municipales y de remitir a la Ley de Bases de Régimen Local, la Ley 2/1980 señala paradójicamente la competencia estatal de su convocatoria; una competencia que la Ley de Bases perfilará exigiendo previa autorización del Gobierno de la Nación y de la mayoría absoluta del pleno municipal para que los Alcaldes puedan someter a consulta popular asuntos que afecten a su esfera de intereses. 27 iniciativa de reforma constitucional que pretendiera modificar el marco de relaciones entre el Estado y esa Comunidad. De ser así, la celebración de la consulta sería factible si la Comunidad autónoma vasca tuviera asumida la competencia, aunque con las limitaciones antes criticadas. Por el contrario, el presumible referéndum vasco parece querer incardinarse dentro de un procedimiento de reforma estatutaria, sujeto a la Constitución, al Estatuto y a la Ley orgánica 2/1980. Ello significa que la propuesta de reforma estatutaria, según dispone el Art.46 del Estatuto del País Vasco, deberá ser aprobada primero por mayoría absoluta del Parlamento Vasco, luego por Ley Orgánica en las Cortes Generales, y “finalmente, precisará la aprobación de los electores, mediante referéndum”; referéndum, cuya convocatoria debe ser autorizada, a tenor de la Ley orgánica 2/1980, a través de acuerdo del Gobierno a propuesta de su Presidente, sin perjuicio, de que, como señala el Estatuto de Autonomía, por delegación expresa del Estado, el Gobierno vasco pueda ser facultado para realizar la convocatoria36. El momento en que se ha de celebrar el referéndum deja claro que su introducción no viene tan sólo a reforzar el procedimiento descrito, sino a obtener la ratificación de los directamente interesados ante cualquier posible enmienda que pudieran introducir las Cortes sobre la propuesta ya aprobada por la Asamblea autonómica37. Por lo tanto, dicho lo dicho, no es aventurado pensar que, si este es el supuesto al que hipotéticamente ha de enfrentarse el Tribunal Constitucional en un futuro, su resolución atenderá a criterios estrictamente competenciales y procedimentales, debiendo analizar quién, cómo y cuándo ha convocado el referéndum sobre esa presunta reforma estatutaria. Cosa diferente sería que la pregunta se ubicara fuera del procedimiento de revisión estatutaria como una mera consulta al cuerpo electoral autonómico. Al Tribunal posiblemente le sería suficiente con acudir a aspectos competenciales, pero, de poder entrar en el fondo del asunto, es donde surge la duda de si manejaría los mismos argumentos esgrimidos por la Corte, sin que, como se mantuvo en su momento, 36 Supuesto diferente es el de la reforma estatutaria, prevista en el Art.47 del Estatuto, que quiere alterar la organización de los poderes del País Vasco, sin que sus relaciones con el Estado o los regímenes forales de los Territorios Históricos se vean afectados. En este caso el referéndum tiene lugar antes de que las Cortes Generales aprueben por Ley Orgánica, como necesariamente impone el Art.147 CE, la propuesta de reforma, puesto que no se corre el riesgo de que el Parlamento estatal pueda introducir ninguna modificación, al haber prestado previamente su consentimiento a este tipo de tramitación. 37 Ante tales enmiendas, varias Resoluciones de la Presidencia del Congreso y del Senado del año 1993 preveían también la posibilidad de que, antes de llegar al caso extremo de la retirada de la propuesta por parte de la Comunidad Autónoma, ésta pudiera designar una delegación que, junto a la Comisión constitucional, examinara la propuesta de reforma para determinar de común acuerdo su formulación definitiva que sería sometida primero a las Cortes y luego a referéndum. 28 tampoco parezca aquí de recibo que se pudiera descartar la consulta con base en la amenaza que supone para los órganos representativos estatales el pronunciamiento de una fracción del pueblo sobre decisiones políticas fundamentales. Sin necesidad de adelantarse a los acontecimientos, el, a nuestro juicio, erróneo planteamiento de la Corte parece haber sido acogido ya con otras intenciones, no por su equivalente español, sino por la que ha sido calificada como propuesta de futura reforma estatutaria. La misma idea preestatal de pueblo y la misma confusión entre titularidad y ejercicio de la soberanía, que llevó a la Corte a identificar el órgano cuerpo electoral con una inadmisible fracción de un único pueblo soberano, que, como tal, no puede tan sólo opinar, sino decidir con el consiguiente riesgo para la democracia representativa, está también latente en el conocido popularmente como Plan Ibarretxe, según se desprende de su Preámbulo y del Art.1 del Estatuto Político38, al igual que ya lo estuvo antes en la concepción de los Estatutos de autonomía como normas paccionadas39, que en cierta manera resurge de nuevo en el mencionado Plan40. Admitiendo la dificultad de diferenciar en el plano político lo que en el campo jurídico es más fácilmente distinguible y conscientes de las consecuencias, posiblemente queridas, que se derivan del enredo, lo cierto es que da la impresión de que el llamado a pronunciarse en referéndum no es realmente el órgano cuerpo electoral autonómico. Es un pueblo vasco, entendido no, desde presupuestos federalizantes, como parte de un todo, lo que se rechaza, sino como un todo aparte que se contrapone a otro todo. Esa noción de pueblo vasco, vinculado con la titularidad y no con el ejercicio de la soberanía, hace que resulte imposible que pueda manifestar un parecer meramente En el Preámbulo se afirma que “el ejercicio del derecho del Pueblo Vasco a decidir su propio futuro se materializa desde el respeto al derecho que tienen los ciudadanos y ciudadanas de los diferentes ámbitos jurídico-políticos en los que actualmente se articula a ser consultados para decidir su propio futuro. Esto es, respetando la decisión de los ciudadanos y ciudadanas de la actual Comunidad Autónoma Vasca, la decisión de los ciudadanos y ciudadanas de la Comunidad Foral de Navarra, así como las decisiones de los ciudadanos y ciudadanas de los Territorios vascos de Iparralde –Lapurdi, Behe Nafarroa y Zuberoa-“. Por su parte en el Art.1, bajo la rúbrica “De la Comunidad de Euskadi” se señala que “como parte integrante del Pueblo Vasco o Euskal Herria, los Territorios vascos de Araba, Bizkaia y Guipúzcoa, así como los ciudadanos y ciudadanas que los integran, en el ejercicio del derecho a decidir libre y democráticamente su propio marco de organización y de relaciones políticas y como expresión de su nacionalidad y garantía de autogobierno, se constituyen en una Comunidad vasca libremente asociada al Estado español bajo la denominación de Comunidad de Euskadi”. 39 Una idea, recordemos, que ve al Estatuto como fruto de dos voluntades, como ropaje jurídico de un pacto previo de carácter histórico, que termina por atribuir al Estatuto una posición paraconstitucional en la jerarquía normativa. 40 En su Preámbulo se manifiesta la “voluntad de formalizar un nuevo pacto político para la convivencia. Este pacto político se materializa en un nuevo modelo de relación con el Estado español, basado en la libre asociación y compatible con las posibilidades de desarrollo de un estado compuesto, plurinacional y asimétrico” (la cursiva es nuestra). 38 29 orientativo para aquéllos a los que compete instar o adoptar conforme a los procedimientos establecidos la oportuna decisión y que, por el contrario, éstos hayan de quedar sometidos a la voluntad popular que es la que en último término ha de imponerse. Por eso, más que una técnica que pretenda dar a conocer sin efectos vinculantes cuál es el sentir del cuerpo electoral a los órganos llamados a resolver, el referéndum pasa de consultivo a decisorio, utilizándose como una muestra de identidad en la órbita autonómica entre gobernantes y gobernados que pudiera servir luego, cuanto menos, de presión en la esfera estatal o, cuanto más, de legitimación a una posible ruptura unilateral. Bajo la apariencia de una reforma estatutaria, parece querer prescindirse del procedimiento de revisión vigente, adelantando al momento previsto y con la finalidad indicada la celebración de una consulta, lo más seguro, convocada unilateralmente. Con ello se termina aplicando de manera anticipada un procedimiento similar al recogido en el Art.17 de la propuesta de Estatuto político para su modificación y actualización, en donde el momento de celebración del referéndum varía en función de la actitud del Estado ante la propuesta: si las instituciones estatales negocian con las vascas los términos de dicha propuesta y llegan a un acuerdo, el referéndum tendrá lugar al final del procedimiento, tras la aprobación del “pacto” por el Parlamento vasco y las Cortes; si el acuerdo no es posible, entonces se celebrará el referéndum con el objeto de que la presumible ratificación popular de la propuesta fuerce una nueva negociación con el Estado “para incorporar la voluntad democrática de la sociedad vasca al ordenamiento jurídico”. En definitiva, por cualquiera de las dos vías se confiere un valor vinculante a la voluntad manifestada por un “pueblo” que, como tal, de un modo u otro no puede sino decidir41. 41 Tal es así que el mismo Art.17, antes de concretar el procedimiento que se ha descrito, afirma que el mismo jugará “sin perjuicio de las especificidades establecidas en la regulación del ejercicio democrático del derecho a decidir”.