La policía de la historia científica

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La policía de la historia científica
Pedro García Olivo - La Haine :: 03/04/2007
Crítica interna de las disciplinas académicas, posmodernismo de resistencia y desmitificación
de la práctica historigráfica
I) Emergencia de la "crítica interna" de las disciplinas científicas
Casi ninguna "rama del saber" ha quedado a salvo de la violenta irrupción de un criticismo interno a
partir de los años 50 del siglo XX. La repulsa de los métodos y de los presupuestos de la cientificidad
burguesa procedía ahora del interior de las mismas especialidades, y encontraba en los científicos a
sus portavoces más cualificados. Ya no se trataba de la reflexión distante de un filósofo o de un
teórico del saber. Durante varias décadas se fueron sucediendo los "pronunciamientos" de
investigadores empeñados en pensar su disciplina para "reformarla", "disolverla" o, simplemente,
"negarla". La denuncia de los efectos esterilizantes de la fragmentación del saber tomó cuerpo con
reconfortante vigor en casi todas las "ciencias sociales": Braunstein en Sicología (1), Heller en
Sicología Social y, de manera muy especial, en Antropología (2), Basaglia en Psiquiatría (3), Newby
en Sociología Rural (4), Castells en Sociología Urbana (5), Harvey en Geografía (6), etc. Fuera de
ellas, también se dejó oír el nuevo revisionismo, incluso en disciplinas aparentemente
"irreprochables": Di Siena en Etología y Biología (7), Viña en Matemáticas (8), Lévy-Leblond en
Física (9),... Si hubiera que seleccionar los rasgos más generales de esta eclosión de la crítica
intradisciplinaria convendría atender a ciertos lugares de confluencia. Casi siempre, como punto de
partida, se hallaba el redescubrimiento de la "revolución epistemológica" de Marx, la profundización
en los clásicos del marxismo, frecuentemente interpretados a la luz del althusserismo y de su teoría
de la ideología, y la sospecha de que el método marxiano no se avenía a las realizaciones teóricas y
pragmáticas de las diferentes disciplinas, por lo que éstas precisarían o bien una readecuación
conceptual (Heller, Castells,...) o bien una autodisolución en otro tipo de saber más nítidamente
histórico (Braunstein, Harvey,...). También se situaba en el origen de la "crítica interna" la decepción
ante los logros prácticos de la investigación "disciplinaria" y la repulsa de su fácil instrumentación
en tanto "fuente de legitimación" por el sistema social y político vigente. Por último, en la base de
esta revisión se encontraba muy a menudo la constatación de las insuficiencias del instrumental
teórico y técnico de la disciplinariedad científica a la hora de afrontar determinados temas cruciales,
cuestiones/intersección que desbordaban la delimitación académica: el urbanismo en Castells, la
agresividad en Heller y Di Siena, la conformación de la personalidad en Braunstein, la génesis de la
neurosis en Basaglia, etc. La valoración de la "crítica interna", con todo, debe ser matizada. Pese a la
heterogeneidad de las experiencias, aún pueden detectarse ciertas tendencias poco saludables: una
de ellas, fiel a las consignas de Althusser, terminó entregándose a la "construcción de objetos
teóricos" y, aunque arrancaba por lo general de una interesante crítica de las interpretaciones
académicas como discursos de "racionalización", desembocaba fácilmente en una sorprendente
reactualización de la onto-teo-teleología, bajo la coartada de la fidelidad al marxismo (fe restablecida
en una Ciencia perfectamente distinguible de la Ideología y del Error, aceptación acrítica de la
teoría social marxiana como fundamento de aparatos conceptuales que se predicaban "eternos" y
"universalmente válidos", definición abstracta de una "combinatoria" compleja que pretendía
resolver el problema de la causalidad histórica al precio de situarse por encima del tiempo y a salvo
de cualquier contingencia de la praxis, etc.); otra línea de evolución no menos problemática,
embaucada por la mitología burguesa de la "interdisciplinariedad’, acabó contentándose con los
experimentos de "sincretismo" disciplinario y, en último término, no promovió más que una
redistribución de los saberes parcelarios, respetando tanto la "ideología de la compartimentación"
como los presupuestos logocéntricos de la cientificidad moderna. Sin embargo, un ramal de la crítica
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intradisciplinaria (marcado sensiblemente por la coyuntura histórica del 69) logró interiorizar buena
parte de las conclusiones de la tradición antimetafísica moderna, especificando denuncias
excesivamente generales hasta entonces y delimitando las tareas concretas de la deconstrucción de
la cientificidad en cada disciplina particular. Dentro de esta línea "renovadora", Lévy-Leblond
propuso toda una cartografía de la crítica interna, tendente a desacreditar una vez más "la ya clásica
afirmación sobre el carácter neutro y socialmente progresivo de la ciencia" (10). En su opinión,
"para comprender la naturaleza exacta de las relaciones entre la ciencia y la sociedad, hay que tener
en cuenta el conjunto de la actividad científica, y no únicamente sus resultados" (11). O, en otras
palabras:
"Es imposible separar el conocimiento científico, producto de una actividad, de su "modo"
de producción. Así, por ejemplo, en el plano económico, la importancia actual de la
investigación científica no procede únicamente (quizás ni siquiera esencialmente) de su
papel innovador y creador de nuevas tecnologías, sino también de su función
consumidora y destructora, lugar de inversiones reguladoras del desarrollo económico
capitalista, mercado de equipo perpetuamente obsolescente y reemplazaba, fuente de
inmensos beneficios para algunas firmas. Simultáneamente, en el plano ideológico, las
normas de funcionamiento interno de la ciencia actual suponen y consolidan las formas
modernas de la ideología dominante: el elitismo del experto, la jerarquía de la
competencia, la racionalidad técnica. La célebre "objetividad’ científica sirve de máscara
y aval a la clase dominante en su intento de imponer un modo de pensamiento
tecnocrático, en términos de relaciones "lógicas" entre unos conceptos que se pretenden
"neutros" -en los que todo juicio de valor parece excluido, toda desigualdad de poder
ignorada, toda subjetividad y todo deseo rechazados..." (12)
En otra parte concreta aún más los diferentes órdenes de la crítica de la ciencia, subrayando que "la
crítica ideológica no puede limitarse a los problemas epistemológicos en el sentido tradicional de la
palabra (...); la crítica debe apuntar necesariamente las implicaciones sociales, económicas, políticas
e incluso sicológicas de la ciencia, tanto en las diversas prácticas propias de esos diferentes niveles
(los diferentes aspectos de la producción científica) como en la articulación de tales prácticas con las
restantes instancias sociales" (13). Propuestas de este tipo rebasan los límites de la tradicional
"crítica de la ideología", obcecada en desentrañar la mistificación allí donde más eficientemente se
refugiaba -perdiendo así de vista todo cuanto se situara "al exterior" del texto, más allá de la
literalidad de las interpretaciones. Tal reduccionismo crítico, predominante en nuestros días, no fue
combatido, desde la propia arena científica, sólo por Lévy-Leblond: en el terreno de la psiquiatría,
por ejemplo, también Basaglia promovió, para el análisis crítico, una apertura análoga a los procesos
de "producción" del saber académico, con sus diversas determinaciones económicas, sociales,
políticas... Como se observará, la superación del "contenidismo" parece apuntar en la dirección
marcada por algunos pasajes de Foucault: seguir el discurso, en tanto exterioridad, en sus
desplazamientos, en su circulación, desde el instante de su producción, de su emergencia, hasta el
momento, cuando no es excluido, de su canonización como objeto de "comentario", saber de
"disciplina", constituyente de "ciencia"; atenderlo no sólo como portador de una verdad que se desea
imponer, sino también como instrumento por el que se lucha y escenario de la misma contienda en la
que se juega su destino; describir su relación con los poderes que lo cercan y doman, con los
organismos e instituciones que lo forjan o mutilan; desvelar sus efectos de "constitución" sobre el
sujeto, su contribución -como discurso científico, hegemónico- a la emergencia de tipos específicos
de subjetividad. Para nuestro caso, p. ej., aceptar la propuesta de Lévy-Leblond o Basaglia, entre
otros, de neta factura foucaultiana, significaría analizar, junto a la configuración epistemológica y a
la semántica política del discurso historiográfico moderno, la determinación socio-económica, los
efectos ideológicos y el funcionamiento político de todo el aparato académico de la Universidad, con
sus seminarios y departamentos, sus códigos, sus reglas y jerarquías, sus sistemas de investigación y
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publicación..., de la escenografía complementaria de los Congresos y las Conmemoraciones, los
Cursos de Verano y los Encuentros, los Premios y los Certámenes..., de la microfísica del poder
constituida por los procedimientos de examen y evaluación, la dinámica de las clases y la coerción
de los temarios, los mecanismos de sanción y exclusión, los controles institucionales..., de las
estrategias de divulgación, con sus revistas y manuales, sus programas,..., de la organización de la
enseñanza en los niveles "inferiores" del Instituto y de la Escuela, con su problemática particular
pero con sus conexiones sistemáticas, etc. Se abre, en definitiva, un amplio campo de trabajo para la
crítica de la cientificidad burguesa, una región de análisis apenas entrevista por los investigadores
actualmente comprometidos en la revisión de sus disciplinas. Sin embargo, y en gran medida como
condición previa, surge la necesidad de determinar socio-históricamente las condiciones de
posibilidad de semejante deconstrucción -resituar en su horizonte histórico específico el complejo
proceso que involucra, en un mismo movimiento reflexivo, la negación de la Ciencia, la crisis de la
Razón, la muerte del Sujeto y la desacralización de la Verdad. Si, como afirmó K. Marx, "ninguna
época se plantea nunca aquellos problemas que no está en situación de resolver", y si, como hemos
señalado, nuestro tiempo se interroga, casi convulsivamente, por el sentido que todavía hoy puede
conservar, valga el ejemplo, la invocación de una historia-disciplina "científica" (o Historia
Razonada, o Historia Objetiva, o...), entonces habrá que dilucidar, consecuentemente, qué premisas
estrictamente temporales, qué factores históricos y sociales, permiten en la actualidad "tentar" la
denegación, la deconstrucción, del orden vigente del saber, de la conformación establecida del
discurso. Y, para deslindar el espacio general de esta reubicación en la historia, que ni siquiera
vamos a esbozar por exceder en mucho de nuestras fuerzas, las perspectivas arrojadas por la
recurrente discusión sobre el "concepto" de Posmodernidad se demuestran especialmente útiles
(14).
II) Posmodernismo "de resistencia"
Desde la Teoría de la Posmodernidad (en su versión "de resistencia") (15), el devenir de la Historia
Científica podría presentarse así: constitución y atrincheramiento del "proyecto moderno" (burgués,
"ilustrado") en la práctica historiográfica. Acogiéndose a la hospitalidad interesada de la
"cientificidad’ (tal y como se define en ese período), la "disciplina histórica" contribuirá, desde su
recién delimitado territorio, a la preservación del sistema de castas articulado sobre la parcelación
del saber: de una parte, el Arte; de otra, la Ciencia; tan lejos de Ésta como de Aquel, igualmente
"autónoma" y suficiente, la Moral (16). Canalizando el furor segregacionista de la espisteme
moderna hacia su propio interior, la Ciencia alumbrará disciplinas cercadas, rigurosamente
independientes, y organizará un universo (carcelario) de saber, fracturado según las exigencias de la
empresa legitimadora (17). Desde cada recinto del saber, desde cada celda de la cientificidad, un
discurso reiterativo pondrá a cubierto la tecnología de poder incorporada a la "verdad disciplinaria"
(18), reutilizando la vieja manta de una epistemología fundamentalmente positivista, plagada de
supuestos logocéntricos (19). Sólo abstrayendo la "moderna" pretensión de cientificidad de las
condiciones histórico-sociales en que se afirma, y borrando las huellas de su incardinación en el
proyecto ideológico de la burguesía por fin dominante, pudo fetichizarse el concepto de Ciencia,
alimentado por el "mito del rigor" (20) bajo el que se desenvuelve la compartimentación vigente del
saber. El agotamiento del Proyecto Moderno en la coyuntura histórica de los años sesenta (21)
marcó el despliegue de cierta autorreflexión crítica en las disciplinas científicas. Quizás se sitúe allí
el momento en que, como augurara Benjamin, la producción cultural advierte el peligro que la había
amenazado y ante el cual terminó rindiéndose ("prestarse a ser instrumento de la clase
dominante")(22); y, rotas las filas, una pequeña fracción disidente se arriesga a experimentar nuevas
vías de cuestionamiento crítico del orden establecido. Desde entonces, la sospecha de que la tésera
Ciencia-Arte-Moral había claudicado ante determinados requerimientos ideológicos permitió
redefinir el alcance de la "crítica interna" como negación de la compartimentación. Precisamente, en
la veneración del tríptico empezó a buscarse el porqué de la frustración de las vanguardias, del
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mismo modo que la esterilización de las disciplinas científicas tendió a interpretarse en términos de
excesivo constreñimiento analítico. El poliedro del saber se abría por una de sus caras más débiles y
revelaba imprevistamente la oquedad de su secreto.
III) Desmitificación de la práctica historiográfica
Por un extraño atavismo, la historiografía permaneció al margen de ese proceso y sólo revisó su
instrumental metodológico para profundizar la brecha de la disciplinariedad. Mientras la crítica
interna de las restantes ciencias sociales empezaba a reconocer cuanto de "obsceno" había, para
cada disciplina, en la existencia misma de las demás..., la policía de la Historia Científica se
entregaba a la pornografía del saber interdisciplinario (Pierre Vilar, particularmente) o a la
combinatoria de la "definición del objeto" ( los historiadores encandilados por el estructuralismo
marxista, N. Poulantzas entre ellos). La marioneta de un materialismo histórico vuelto contra sus
propias premisas epistemológicas podía amenizar la celebración entusiástica de un Criticismo
devenido Racionalización: ahora más que nunca se agitaba la bandera de la Cientificidad, de la
Historia Razonada, del Saber por fin liberado de la Mixtificación Ideológica... Recuperando
propuestas marginadas por la memoria histórico-filosófica de la Modernidad puede articularse hoy el
proyecto de una crítica radical de la historiografía, atenta al efecto de legitimación de la
investigación académica y complaciente ante las condiciones de lo que actualmente se presenta
como "estrategia general de la deconstrucción" (23). Para conducir el análisis por el desfiladero de
la crítica, habrá que desencantar la figura de la Razón moderna, mostrando la mezquindad de sus
móviles y la sutileza con que regía los destinos de las diferentes ciencias (24). Desde el interior de la
Teoría de la Posmodernidad apenas se ha superado el umbral de esta identificación general de las
ciencias académicas, la estética anterior al post-vanguardismo y la moral de la Emancipación (25)
con el "logos" de la dominación burguesa, tal y como se especifica en la determinación moderna de
la Ratio (Kant, Hegel y cierto Marx, a la sombra de la Ilustración). Esfuerzos solitarios como el de F.
Jameson y exotismos ocasionales al modo de J. P. Lyotard todavía nos dejan en el "más acá" de la
simple correlación cronológica y del determinismo "tecnologista", respectivamente. Con todo, los
teóricos del Posmodernismo nos han recordado, agitando la paz en absoluto inocente de la antiguas
convicciones "progresistas", la implacable contingencia de los Proyectos Revolucionarios. Y, al
insistir audazmente en el desvanecimiento del "poder de perturbación" que en otro tiempo
mantuvieron los principios, las consignas y las realizaciones de la Modernidad (26), han puesto a
disposición de la Historia Crítica un valioso índice de su propia temporalidad. Como la caída de la
Razón en la terrenalidad (infinitamente más humana) de la "praxis" (27), como la transfixión de la
Estética por la práctica irreverente de la "interferencia" (28), como la humillación de la Moral por la
nueva primacía de la "afirmación" (29), o como la desublimación de la Revolución por la estrategia menos grandiosa, pero ya decididamente "laica"- de la "resistencia" (30)..., la crítica de la
Historiografía Científica emerge precisamente en la coyuntura histórica de la crisis irreversible del
"proyecto moderno", cuando la conversión de los antiguos procedimientos de subversión en
eficientes instrumentos de dominación y control social alcanza una nitidez ya insoportable. Y entre
aquellas venerables "armas" que han dejado de servir a la Emancipación de la Humanidad para
ofrecerse a la tentación del Suicidio, entre aquellas heroicas "herramientas de futuro" degradadas
en mordazas de un tiempo que parece detenerse, como trasfondo de una Eucaristía que sigue
prometiendo la Felicidad en Otro Mundo cuando en éste peligra incluso la misma salud,
encontramos el Partido de Izquierda y el Sindicato de Estado en la política profesionalizada (31), el
Realismo Social y la Provocación Vanguardista en el arte autónomo (32), la ascética de la
Emancipación en la "moral de la doma y de la cría" (33) y el apocalipsis del Triunfo de la Verdad
sobre la Superstición y la Ideología en la policía de la ciencia (34). El fundamento histórico de
semejante desplazamiento debe buscarse en la redefinición técnico-organizativa, económica, social,
política e ideológica del Capitalismo: una reestructuración inacabada que transforma lo que ayer
aparecía como un Mal perfectamente identificable, transparente en su estructura y funcionamiento,
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inteligible en su lenguaje (la sociedad burguesa de fines del XIX y buena parte del XX), en lo que hoy
medio vislumbramos como un Enemigo difuso y en movimiento, escondido tras máscaras nunca
vistas, perverso en sus manifestaciones y en sus signos, en plena transfiguración y por tanto a salvo
del análisis disectivo o de la radiografía estática. Como en todo período de crisis, de transición, de
agotamiento y de emergencia, nos vemos privados de la claridad necesaria para levantar de nuevo el
mapa de las contradicciones, de las fortalezas y de las debilidades, de las incursiones y de las
retiradas (35). Ni siquiera podemos, aún, definir el sentido de las prácticas que habrán de suceder
algún día a éstas que hoy negamos por su responsabilidad en el dolor de nuestros contemporáneos.
Sin embargo, la ingente tarea de la deconstrucción interviene allí donde la complicidad de la cultura
moderna con el sufrimiento del sujeto empírico de la resistencia delimita un espacio de "lucha". Y
esa intervención crítica también contribuirá al reconocimiento de las condiciones y los obstáculos de
una praxis acorde con el estado de excepción en que vivimos (36).
NOTAS: (1)En Psicología: ideología y ciencia, BRAUSTEIN ha sostenido que "todo el armazón
especulativo y experimental de la psicología académica se demuestra como racionalización de la
necesidad social de prevenir y controlar técnicamente las conciencias y las conductas de los
hombres", proponiendo como alternativa una sólida integración de la Sicología Social en lo que
llama "ciencia del materialismo histórico" (S. XXI, Madrid, 1975, p. 71). (2)A. HELLER reconoce que
la construcción intelectual de una sociedad no-agresiva sólo puede ensayarse "con ayuda de una
forma de aproximación que trascienda los límites de la antropología" (Instinto, agresividad y
carácter. Introducción a una antropología social marxista, Península, Barcelona, 1980, p. 498).
(3)BASAGLIA, F., Los crímenes de la Paz, S. XXI, México, 1979. (4)Para NEWBY, la sociología rural
atraviesa una auténtica crisis de identidad, motivada en parte por su índole "institucional",
"aplicada", "servil" (pragmatismo político-reformista). Propone una nueva sociología más conectada
con la Economía y con la Historia, mejor dotada teoréticamente, inspirada en la tradición marxista
(Introducción a la sociología rural, Alianza, Madrid, 1983). (5)A M. CASTELLS se debe la siguiente
caracterización de la "coyuntura político-epistemológica" atravesada en nuestros días por la
sociología: "Se trata de un campo de análisis de dominante ideológica, es decir, que su efecto social
es el de producir no conocimientos, sino "desconocimientos" legitimados como ciencia a fin de
organizar la racionalización de una situación social dada (el orden establecido) y desorganizar su
comprensión, posible camino hacia una toma de conciencia, y, por tanto, hacia una movilización
política. Que la sociología, tal y como se define institucionalmente, y no toda actividad sociológica,
es prioritariamente una ideología, es algo poco puesto en duda, en el fondo, incluso por sus más
destacados tenores" (Problemas de investigación en Sociología Urbana, S. XXI, Madrid, 1979, pp.
317-318). (6)Mientras CASTELLS se detiene en la fase insuficientemente crítica de la "redefinición
de objetos teóricos" (siguiendo la estela de ALTHUSSER), D. HARVEY avanza un paso más y otea el
horizonte de la fusión de las disciplinas: "El único método capaz de unificar varias disciplinas de
modo que puedan comprender problemas tales como el urbanismo, el desarrollo económico y el
medio ambiente es el basado en una versión correctamente constituida del materialismo dialéctico...
en el sentido en que Marx lo concebía" (Urbanismo y desigualdad social, S. XXI, Madrid, 1979, pp.
317-318). (7)En Ideologías del biologismo. Estudio científico del comportamiento animal y análisis
crítico del pensamiento reaccionario en Etología (Lorenz, Ardrey), G. DI SIENA escribe: "Nuestra
conclusión es que la ciencia biológica, como cualquier otra ciencia particular, no puede decir nunca
la última palabra sobre los máximos problemas de la convivencia humana. Cada sociedad orienta la
ciencia según la ideología que la sostiene... Nuestra intención era apuntar a la utilización ideológica
de los hallazgos de algunas ciencias biológicas adyacentes y contiguas, además de demostrar cómo,
a menudo, la falsa conciencia burguesa se cubre de oropeles científicos" (Anagrama, Barcelona,
1969, pp. 141-144). (8)En Contra el lenguaje, A. VIÑA consideraba que las matemáticas "más que el
resultado del ejercicio de una facultad completamente libre bajo el efecto causado por la objetividad,
son más bien una invención del Poder" (Anagrama, Barcelona, 1970, p. 58). (9)En J. M. LEVYLEBLOND, la "crítica interna" cuenta con uno de sus más destacados representantes. Junto a A.
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JAUBERT publicó, en 1973, el ambicioso (Auto) Critique de la Science (Ed. Seuil de París), del que se
ha publicado el prólogo en español, junto a otros ensayos, en La ideología de/en la física
contemporánea (Anagrama, Barcelona, 1975). (10)LEVY-LEBLOND, J. M., La ideología..., p. 5
(11)LEVY-LEBLOND, J. M., op. cit., pp. 120-121. (12)LEVY-LEBLOND. J. M., op. cit, p. 121 y
siguientes. (13)LEVY-LEBLOND, J. M., op. cit., p. 15. (14)Véase, en relación con estas polémicas, La
condición postmoderna, de J. P. LYOTARD (Cátedra, Madrid, 1984); y, sobre todo, La
Posmodernidad, editado por H. FOSTER (Kairós, Barcelona, 1985). (15) Como señala H. FOSTER,
"en la política cultural existe hoy una oposición entre un posmodernismo que se propone deconstruir
el modernismo y oponerse al status quo, y un posmodernismo que repudia al primero y elogia al
segundo: un posmodernismo "de resistencia" y otro "de reacción"" (La Posmodernidad, p. 11).
(16)Véase, "La modernidad, un proyecto inconcluso", de J. HABERMAS (en La posmodernidad, pp.
19-36). (17)FOUCAULT, M., La Verdad y las Formas Jurídicas, Gedisa, Barcelona, 1978, pp. 98-106.
Complementariamente, HABERMAS desarrolla, a partir de las conocidas tesis de M. WEBER sobre
la "tripartición" del horizonte cultural moderno, el cuadro general epistemológico en el que se
inscribe la nueva "Ciencia" (op. cit., pp. 27-28). (18)FOUCAULT, M., La Verdad..., p. 139. (19)La
permanencia del "positivismo" en el espacio de juego delimitado por la metafísica ha sido
sucesivamente anotada por pensadores como Lukács, Korsch, Adorno, Foucault, Habermas,..., entre
muchos otros y a pesar de sus discrepancias teóricas. El positivismo, pues, no se enfrenta de ningún
modo a la metafísica -antes al contrario, la concreta y especifica. (20)"Todos los campos separados
segregan, en cuanto tales, un mito del rigor, de la objetividad y la verdad (...). Aquí reside lo
imaginario de la ciencia. Cualquier ciencia de lo separado es propiamente ideológica"
(BAUDRILLARD, J., El Espejo de la Producción o la ilusión crítica del materialismo histórico, Gedisa,
Barcelona, 1980, p. 160). (21)F. JAMESON relaciona la irrupción del "posmodernismo", como crítica
y clausura del "proyecto moderno", con la constitución de un nuevo tipo de sociedad ("sociedad
postindustrial o de consumo", "capitalismo multinacional" o "sociedad de los medios de
comunicación"), pero su análisis sólo alcanza a establecer cierta "sincronía", cierta correspondencia
meramente cronológica, entre las modificaciones sociales y los cambios culturales ("Posmodernismo
y sociedad de consumo", en La Posmodernidad, pp. 165-186) (22)BENJAMIN, W., Discursos
Interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1975, p. 180. (23)DERRIDA, J., Posiciones, Pre-Textos, Valencia,
1977, p.55. (24)Como percibió, ya en 1951, M. HORKHEIMER, "la desventura no ha estribado en lo
que la Razón ha llevado a término, sino en su autoentronización: (...) se ha resistido a conceder que
"su existencia independiente" no se la debía a sí misma, sino, en proporción altísima, a la división del
trabajo y al proceso de confrontación del hombre y la naturaleza" (Sociológica, Taurus, Madrid,
1966, p. 211). En la misma línea, E. SUBIRATS ha subrayado "la función legitimatoria que la defensa
de la Razón ha desempeñado históricamente en el marco de la filosofía política burguesa, desde
Hobbes hasta el estalinismo" (Contra la Razón Destructiva, Tusquets, Barcelona, 1979, pp. 10-11).
(25)Concepto típicamente "posmoderno" que, significativamente, encuentra en F. NIETZSCHE a su
más audaz fundamentador ... (26)"El modernismo, al menos como tradición, "ha ganado", pero la
suya es una victoria pírrica que no se diferencia de la derrota, pues ahora el modernismo ha sido
absorbido en gran parte... Hoy, empero, es la cultura oficial" (H. FOSTER, "Introducción al
Posmodernismo", en La Posmodernidad, pp. 7-8). (27)SUBIRATS, E., op. cit., p. 37. (28)Remitimos,
para precisar el alcance y la función de la "interferencia", a E.W. SAID, "Antagonistas, público,
seguidores y comunidad’, en La Posmodernidad, p. 232. (29)FOSTER, H., op. cit., p. 16. (30)La
"resistencia", enemiga del Mito y del mesianismo, poco dada a la grandilocuencia y a la exaltación,
recupera, en el ámbito de la lucha, la conciencia de los límites y de la temporalidad (FOSTER, H., op.
cit., p. 17). (31)LEFEBVRE, H., Manifiesto Diferencialista, S. XXI, México, 1972, pp. 1-8.
(32)HABERMAS, J., op. cit., pp. 19-36. (33)Objeto recurrente de crítica en las obras de F.
NIETZSCHE, especialmente en El ocaso de los ídolos y Genealogía de la moral. (34)Véase, para esta
cuestión, Dialéctica de la Ilustración, de ADORNO y HORKHEIMER, obra rigurosamente fontal.
(35)Y, como hemos subrayado en otro trabajo, en estas condiciones de relativa oscuridad, noche de
la combatividad obrera y de la lucha radical, el objetivo de las prácticas ideológicas del capitalismo
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consolidado puede (también) definirse así: "Que ningú no apunti, sense cap mena de dificultat, la
continuitat fonamental entre la vella i la nova dominació; que ningú no defineixi, impúnement, les
nostres lleis com a normalització de la violencia. Que ningú no s'adoni, sota la fraseologia humanista
de la democracia burguesa, un murmuri bàrbar i inconfesable: "contribuyamos, con nuestro discurso
reconciliador, a la forja de un nuevo tipo de subjetividad histórica, un sujeto social definitivamente a
salvo de la tentación de la protesta, blanco de múltiples violencias institucionales, cuerpo del trabajo
alienado, voz de los poderes que lo doman""("La "historiografía de la Reconciliació", en L" avenc, nº
104, abril de l987, Barcelona, pp. 63-67). (36)Como anotamos en otra parte, ello significará, en el
ámbito de nuestros intereses, "resolver la crítica de la historiografía como crítica de la sociedad’
("Una propuesta de crítica historiográfica", Arbor. Revista del CSIC, nº 491-492, tomo CXXV,
Novbre-Dicbre de 1986, pp. 183-215). www.pedrogarciaolivoliteratura.com
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