Góngora y el Culteranismo

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PRIMERA PARTE:
EL CULTERANISMO
A. DEFINICION
Los escritores barrocos que recargan su estilo para conseguir mayor belleza o significación, siguen dos
movimientos diferentes: culteranismo y conceptismo.
El culteranismo, es una tendencia literaria del siglo XVII denominada también cultismo, que consiste en no
expresar con naturalidad y sencillez los conceptos, sino amaneradamente, por medio de voces peregrinas,
giros rebuscados y violentos y estilo obscuro y afectado.
El estilo literario llamado culteranismo, llamado también cultismo y gongorismo, proviene de la palabra culto,
y supone el final de la poesía renacentista española, instaurada por Garcilaso de la Vega. Este término fue en
su origen un término despectivo, utilizado por sus enemigos de su más insigne representante el cordobés Luis
de Góngora y Argote; razón por la cual tuvo su expansión (el culteranismo) en la poesía y en la cátedra
sagrada.
El culteranismo, aspiraba a crear una lengua poética de carácter eminentemente aristocrático y en un todo
distinto a lo popular. Para lograrlo, transplantaron al idioma castellano multitud de vocablos latinos.
Los culteranos buscaban, más que nada, la delectación de una minoría culta mediante el recurso de metáforas,
giros e hipérboles, con modificación de las estructuras fraseológicas, en busca del máximo preciosismo.
El culteranismo es nombre de la corriente literaria puesta de moda en Europa a fines del siglo XVI y
principios del XVII. El vocablo parece debido a Jiménez Patón, quien bautizó con el nombre de culteranos a
los adictos a este estilo culto, conscientemente obscuro y a veces enigmático, por el gran uso de latinismos,
metáforas y alegorías. En cuanto a su paternidad, es prácticamente unánime la creencia de que fue creado en
España por el gran poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, de donde proviene el nombre de gongorismo
dado también a este sistema literario. Igual modalidad, aparecer introducida en Italia con Giovanni Marini,
autor de Adonde, y creador de la escuela de los "concetti"; en Francia se introdujo en tiempos de Luis XIII,
con el nombre de "preciosismo"; en Alemania fue su introductor Hoffmanavalden, en 1673; y en Inglaterra, el
literario John Lyly con la publicación de su libro Euphues.
La aparición del culteranismo en España debe buscarse en la corriente lírica que, arrancando desde Garcilaso,
pasa por el gran colorista Herrera y, a través de una serie de poetas antequeranos y granadinos, alcanza su
cumbre literaria en la figura del escritor cordobés. El culteranismo, muy discutido siempre y enconadamente
detractado a veces, influyó sin embargo en la mayoría de escritores del siglo, y figuras de la talla de
Cervantes, Lope de Vega, e incluso Quevedo su mayor enemigo, cayeron, sin pretenderlo dentro de esta
corriente artística.
Después de Góngora, el culteranismo fue continuado por un grupo de seguidores entre los que cabe destacar a
algunos de verdadero mérito literario, aunque desgraciadamente poco conocidos, por la fobia anticulterana
que ha presidido nuestra crítica hasta época muy reciente; tales son Juan de Tassis, Pedro Soto de Rojas,
Gabriel Bocángel, Juan de Jáuregui, etc.
Este estilo literario, fue muy criticado por el conceptismo, escuela que se le oponía; cuyo mayor representante
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es Francisco de Quevedo, enemigo de Góngora. El lema de los culteranistas pareció ser: para qué expresar las
ideas con pocas palabras, cuando pueden expresarse con muchas y muy rebuscadas.
B. Características:
• Los escritores culteranos dan importancia preferentemente a la forma
• Profusión de metáforas y cultismos
• Abusan de los hipérbaton
• Se utiliza sólo el verso
• Giros rebuscados
• Hipérboles
• Modificación de las estructuras fraseológicas
• Se desarrolló en la lírica, nutriéndose en la gramática y la erudición antigua.
• Se utiliza la mitología
• Frases retorcidas o elípticas
• Empleo de neologismos latinos
• Uso de conceptos ingeniosos
• Desacordes verbales
SEGUNDA PARTE
LUIS DE GONGORA
A. VIDA
Nace en Córdoba (1561), hijo de Francisco de Argote y doña Leonor de Góngora. Su padre era juez de bienes
confiscados por la Inquisición y bibliófilo notable. A los quince años pasa a estudiar en Salamanca, donde se
aficiona más a la poesía, los devaneos amorosos y los juegos de azar −pasión que siempre había de
dominarle− que a los cánones y leyes. Al abandonar, cuatro años después, la Universidad (1580), no traía
grado alguno académico, pero sí cuantiosas deudas. Por protección de sus parientes obtiene en Córdoba un
beneficio eclesiástico, y parece que estaba ordenado in sacris a los veinticuatro años, pues ya asistía (1585) a
los cabildos de la catedral. Se le acusa ante el obispo (1589) de asistir poco al coro y frecuentar, en cambio,
espectáculos profanos (teatros y corridas de toros) y entregarse con exceso al juego. También se le reprende
por hablar durante los oficios canónicos; a lo que contesta, no sin cierto gracejo, que guardaba en el coro
silencio por necesidad, pues se hallaba sentado entre un sordo y un prebendo que nunca deja de cantar.
Con una comisión del cabildo recorrió muchas partes de España: Galicia, Navarra, León, ambas Castillas, etc.
Numerosos sonetos recuerdan su paso por varias cuidades. También hizo muchos viajes a Madrid y uno
especial a Salamanca (1593), donde cayó enfermo de cuidado. Muerto me lloró el Tormes en su orilla, escribe
en uno de sus sonetos. Su viaje a Cuenca, diez años más tarde, así como los que hizo a Granada y Toledo,
debieron de impresionarle hondamente. Del primero queda el delicioso romance:
En los pinares del Júcar
vi bailar unas serranas...
Siempre falto de recursos, agobiado de deudas, obsesionado por ir a Madrid, donde esperaba bri-llar al lado de
Lope y tanto como él, obtiene al fin (1612), y por mediación del duque de Lerma, una capellanía de honor de
Felipe III. Góngora le pagaría el favor dedicándole varias poesías, entre ellas el famoso Panegírico. Ya
entonces era cono-cido en la corte por la Flor de romances nuevos (Huesca, l589), de Pedro de Moncayo,
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entre los que figuran doce de Góngora, y por varios sonetos y canciones incluídas en las Flores de poetas
ilustres (1605) de Pedro Espinosa. También su Polifemo y las Soledades circulaban ya por Madrid en co-pias
manuscritas. Su estancia en la corte le acarreó no pocos disgustos, por su carácter agrio y su len-guaje mordaz.
Pronto se enemistó con los más al-tos ingenios de la época, y si en sus diatribas contra Lope de Vega llevó la
mejor parte, porque indudablemente le ganaba en ingenio satírico y burlón, en cambio, frente al coloso
Quevedo, te-nía que sucumbir. Pocas veces ha tenido que aguan-tar un hombre burlas tan sangrientas como
las que Quevedo le dirigió. Tras doce años de estancia en la capital, la abandona desengañado, maltrecho y
paladeando las hieles de la derrota:
Mal haya el que en señores idolatra
y en Madrid desperdicia sus dineros...,
escribe por aquellos dias en una celebre composición.
De tiempo atrás, Góngora venía arrastrando una grave enfermedad (probablemente, arteriosclerosis
prematura), cuyos síntomas empezaron a manifes-tarse en 1609. A los cincuenta años se había orde-nado
sacerdote; parece que en su juventud tuvo amores con una dama incógnita. Privado de la me-moria un año
antes de morir, con frecuentes dolo-res de cabeza y desvanecimientos, sucumbió de apoplejía en mayo de
1627, a los sesenta y seis años de su edad. Todo el mundo, hasta sus mayo-res enemigos, enmudeció ante la
muerte del gran hombre. Sólo la musa de Quevedo, implacable y brutal, se atrevió a perseguirle más allá de la
tumba:
Fuése con Satanás cutlo y pelado
miren si Satanás fue desdichado.
A.1. Personalidad
Su retrato físico nos lo da un escritor contem-poráneo: Fue don Luis de Góngora de buen cuerpo, alto y
robusto, blanco y rojo, pelo negro... Ojos grandes, negros, vivísimos, corva la nariz... Este último dato ha
inducido a algunos a creer que era de ascendencia judía. Quevedo repetidas veces alude a ello, más o menos
veladamente; y en nuestros días no ha faltado quien exhumara este argumento para reforzar la tesis del fondo
semítico en el barroco.
Lo que está fuera de duda es su ingenio privi-legiado. Pellicer, su biógrafo, afirma que destacaba por la
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agudeza entre los catorce mil estudiantes de Salamanca, y Ambrosio de Morales, amigo de su padre, exclamó
al conocerle, cuando contaba Góngora quince años: Qué gran ingenio tienes, muchacho! El retrato que de él
se conserva nos revela un hombre de frente alargada, nariz aguileña, boca grande, sumida y pronta a la
mordaci-dad y a la maledicencia. Aunque sus rasgos fa-ciales no lo acusaran, sabemos, por testimonio de sus
contemporáneos y, mejor aún, por sus mis-mos versos, que fue hombre de carácter agrio, zumbón, amigo de
ridiculizar las flaquezas ajenas, dotado de una vis cómica no vulgar y de una propensión innata hacia la sátira.
De aquí sus muchos versos de carácter burlesco, en los que des-ciende con frecuencia a la expresión grosera y
hasta obscena. Nos parece, sin embargo, exage-rada la afirmación de Vossler de que en Góngora se malogró
un Juvenal. Su sátira es, más que cu-chillada a mazazo contundente, picadura veneno-sa. Cuando cruza sus
dardos con Lope, lleva las de ganar; cuando se enfrenta con Quevedo, sucumbe bajo su clava. Es ingeniosa,
no genial. Para una décima, una letrilla ligera, admirable; en una obra sostenida, su tono decaería pronto. Por
eso, nunca intentó hacerla. Artigas, a quien debemos la mejor biografía de Góngora, anota su fondo bilioso;
envidioso nos atrevemos a decir nosotros. Y, además, de un orgullo desmedido. Su carta En respuesta de la
que le escribieron (¿16l3?) res-pira vanidad por todas sus líneas. Hay quíen atri-buye a esta vanidad la
preferencia del apellido materno por el paterno; en realidad, parece que obedeció a otras razones.
Este es el lado negativo de su persona. El positivo nos muestra un espírito refinado en su for-mación y en sus
gustos. De su trato en Salamanca con los clásicos griegos y latinos le quiedó siempre una tendencia irresistible
hacia la perfección y exquisitez formal. Amaba la música, y esa afición, así como su dominio de determinados
instrumen-tos, se deja notar en todos y cada uno de sus versos, especialmente en los de arte mayor, los más
sonoros tal vez que se han escrito en nuestra lengua.
C. ASPECTOS DE SU PRODUCCION
La obra poética de Góngora puede agruparse en dos sectores, atendiendo al metro utilizado: uno sería el de las
composiciones en metros cortos populares; otro, el de los poemas a base de endecasílabos (los sonetos, el
Polifemo y las Soledades).
Pero cabe otra división, según el plano en que se sitúa su autor: poesías de carácter burlesco, en las que la
realidad queda degradada, y poesías en las que el objetivo es el logro de la belleza absoluta; o como ha dicho
Dámaso Alonso, a un lado, las producciones en las que todo es belleza en el mundo, todo virtud, riqueza,
esplendor; al otro, las gracias más chocarreras, las burlas menos piadosas y la fustigación más inexorable de
todas las miserias humanas
Esta doble línea−popular o culta en cuanto al metro, noble o burlesca en cuanto a la intención−se da a través
de toda la vida del poeta. Nadie admite ya, en cambio la idea de un Góngora fácil y un Góngora difícil, en dos
mopmentos sucesivos, ni la de una primera fase popular y sencilla seguida de otra culta y obscura. En último
término, lo único que se advierte es una progresiva complicación que alcanza por igual a las dos maneras
indicadas.
C.1. Poesías en metros populares
Lo más importante de la producción en metros cortos tradicionales son las letrillas y romances. En unas y
otros es frecuente la utilización de recursos y motivos propios de la lírica popular; canciones, bailes,
estribillos, rimas asonantes, irregulares silábicas...
Pero la nota distintiva de Góngora es la estilización aristocrática de lo popular y la fusión de la técnica
tradicional con los artificios del estilo barroco: antítesis, metáforas, hipérboles...Así lo vemos en esta exquisita
letrilla:
No todos son ruiseñores
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los que cantan entre las flores,
sino campanitas de plata,
que tocan al Alba;
sino trompeticas de oro,
que hacen la salva
a los soles que adoro.
No todas las voces ledas
Son de Sirenas con plumas,
Cuyas hùmidas espumas
Son las verdes alamedas.
Si suspendido te quedas
A los suaves clamores
No son todos ruiseñores
Los que cantan entre las flores...
Lo artificioso que admira
y lo dulce que consuela,
no es de aquel violìn que vuela
ni desotra inquieta lira;
otro instrumento es quien tira
de los sentidos mejores.
No son todos ruiseñores
Los que cantan entre las flores...
Las letrillas siempre graciosas y vivaces oscilan entre lo finamente sentimental. Dexadme llorarorillas del
mary lo maliciosamente satìrico..Ande yo calientey rìase la gente, Cuando pitos flautas.. cuanto flautas pitos.
Los romances−que por su sonoridad, brillantez de color y pulcra perfecciòn formal, constituyen uno de los
màs notables conjuntos del romance artìstico del siglo XVIIofrecen tambièn una muy variada gama: los hay
moriscos Entre los sueltos caballos de cautivos Amarrado al duro banco, amorosos. Angélica y Medoro, uno
de los màs bellos de Gòngora, burlescos Hero y Leandro, o con estribillo Que se nos va la Pascua, mozas,en el
que el tema del carpe diem adquiere matices grotescos.
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Obsérvese la diferencia entre el tono chocarrero de este último y la refinada elegancia de la letrilla anterior:
Yo sé de una buena vieja
que fue un tiempo rubia y zarca
aunque al presente le cuesta
harto caro el ver su cara;
porque su bruñida frente
y sus mejillas se hallan
más que roquete de obispo
encogidas y arrugadas.
Que se nos va la Pascua, mozas,
Que se nos va la Pascua.
Y sé de una buena vieja
Que un diente que le quedaba
Se lo dejò estotro día
Sepultado entre unas natas.
Y con lágrimas le dice:
Diente mío de mi alma
Yo sé cuando fuiste perla,
Aunque agora no sois nada.
Que se nos va la Pascua, mozas,
Que se nos va la Pascua.
C.2.Poesías en metros cultos: Los Sonetos
Aparte de los grandes poemas, lo esencial de la producción gongorina en endecasílabos es una abundante serie
de sonetos, de perfecta arquitectura y atilada elegancia.
Lo mismo que en las letrillas y romances, vemos también aquí los motivos burlescos, aplicados a la sátira
literaria o personal (v. gr., el dirigido a Lope: Por tu vida, Lopillo, que me borres); pero las más bellas
muestras se encuentran en la evocación noble de edificios y ciudades (Sacros, altos, dorados chapiteles,
dedicado al Escorial), en el elogio de personas ilustres (v. gr., del Grecco) o en el tema amorosos entre los que
se puede incluir la siguiente version barroca del carpe diem:
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Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido, el sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio, en medio el llano
mira tu blanca frente de lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello,
siguen mas ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desden lozano
del luciente marfil tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente
antes lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, marfil luciente,
no solo en plata o viola troncada
se vuelva, mas tu y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Señalemos también, entre las composiciones en endecasílabos varias Canciones, como la dedicada A la toma
de Larache (1610), en la que se advierten ya las audacias cultas de los últimos poemas.
D. EL ESTILO CULTERANO DE GONGORA
El proposito fundamental del autor de las Soledades fue, como dijimos en otro lugar, elaborar un mundo de
belleza absoluta estilizando los elementos ofrecidos por la realidad o substituyéndolos por otros de superior
eficacia estética. Para ello se valió de un aristocrático lenguaje culto que, a pesar de las protestas que suscitó,
no representaba una novedad absoluta, puesto que no era el fondo sino la máxima intensificación de los
recursos propios de la lírica renacentista. En Góngora hay, como en Garcilaso, como en Herrera, métaforas,
cultismo, mitología, solo que con mayor profusion e intensidad.
D.1 El arte de la metáfora
El arte de la metáfora fue cultivado por Góngora con maravilloso acierto. En sus versos, los montes nevados
se convierten en gigantes de cristal, los pájaros en esquilas dulces de sonora pluma, el mar en cerulea tumba
fría, en pabellón de espuma, en húmido templo de Neptuna; hasta las cosas mas vulgares adquieren, gracias a
la metáfora, un alto prestigio: el aceite sera líquido oro, los manteles blancos nieve hilada, la carne purpúreos
hilos de grana fina, el gallo doméstico del sol nuncio canoro
D.2. El uso del cultismo
El uso del cultismo −neologismos e hipérbatos− le sirve de paso a Góngora para obtener los más bellos
efectos de sonoridad y color; observese el valor musical o crómatico de vocablos como zafiro, óvalo,
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adolescente, canoro, esplendor, cándido, púrpura, o de versos como en las lucientes de marfil clavijas, el
fresco de los céfiros ruido
D.3. Los temas mitológicos
Los temas mitológicos son profusamente utilizados como simples elementos decorativos, en gracia a su
belleza poética y su ennoblecedor prestigio, y suponen también una huida de la prosáica realidad cotidiana,
dado el valor metafórico que se les confiere: Orfeo sera la música, Cupido el amor, Neptuno el mar
Con estos tres recursos capitales: metafora, cultismo, mitologia; Gongora consigue crea un maravilloso
universo poetico en el qeu todo es un constante halago a los sentidos (D. Alonso); para el, la belleza es ante
todo belleza sensorial, de ahi que sus versos equivalgan a un esplendido cortejo de rutilantes imagenes
enriquecidas por brillantes colores y armoniosas sesaciones musicales.
E. LOS GRANDES POEMAS
E.1. El Polifemo y Galatea
La Fábula de Polifemo y Galatea (1612), escrita en octavas, se basa en un tema de Ovidio: el gigante
Polifemo, enfurecido de los celos por los amores del pastor Acis y la ninfa Galatea, arroja un peñasco sobre su
rival, que queda convertido en riachuelo. Perfecto de construcción, cuajado de lujosas imágenes, exquisito y
pomposo al mismo tiempo, insuperable en la expresión de lo terrible −−− la furia del cíclope −−− o de lo
delicado−−− la belleza de Galatea−−−, el Polifemo es quizás el poema más plenamente logrado de toda la
lírica barroca.
Léase el comienzo de la bellísima invocación del Polifemo:
!Oh bella Galatea, más suave
que los claveles que troncó la aurora,
blanca más que las plumas de aquel ave
que dulce muere y en las aguas mora;
igual en pompa al pájaro que grave
su manto azul de tantos ojos dora
cuantas al celestial zafiro estrellas;
oh tú, que en dos incluye las más bellas!...
E.2. Las Soledades
En las Soledades, el elemento narrativo, realmente insignificante, desaparece bajo una exuberante fronda
ornamental. En la primera (1613)−−− Soledad de los campos −−−, un joven náufrago llega a tierra y, y
acogido por unos cabreros, presencia las fiestas con que se solemnizan unas bodas. Más tarde −−− Soledad
segunda o de las riberas asiste a los trabajos de unos pescadores y convive con ellos unas horas. La materia
del argumento no ha servido sino para dar al autor los elementos indispensables para con ellos −−− sobre ellos
−−− plasmar la fuga irreal de lo poético; en las Soledades flores, árboles, animales de la tierra, aves, pescados,
variedad de manjares... pasan en suntuoso desfile ante los ojos del lector, pero de esta varia naturaleza no solo
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ha desaparecido lo feo, lo incómodo, desagradable, sino que aun su misma belleza se ha estilizado o
simplificado para reducirse a armoniosas sonoridades, a espléndidos colores (D. Alonso).
El valor de las Soledades reside, pues, en la exhuberante pompa de sus adornos, en el brillo de sus rutilantes
metáforas, en sus magníficos efectos de luz, de color y de música, en la suprema elegancia de su difícil y
recargado lenguaje.
He aquí el comienzo de las Soledades y su versión en prosa por Dámaso Alonso.
Era del año la estación florida
en que el mentido robador de Europa
−−− media luna las armas de su frente,
y el sol todos los rayos de su pelo −−−,
en campos de zafiro pace estrellas...
Era aquella florida estación del año en que el Sol entra en el signo de Tauro (signo del Zodíaco que recuerda
la engañosa transformación de Júpiter en Toro para raptar a Europa). Entra el Sol en Tauro por el mes de abril,
y entonces el toro celeste (armada su frente por la media luna de los cuernos, luciente e iluminado por la luz
del Sol, traspasado de tal manera por el Sol que se confunden los rayos del astro y los pelos del animal) parece
que pace estrellas ( que de tal modo las hace palidecer ante su brillo) en los campos azul zafiro del cielo.
F. VALOR Y LIMITACION DE LA POESIA GONGORINA
Góngora es uno de nuestros más excelsos artífices literarios. El garbo, la soltura, la gracia poética de sus
composiciones en metros populares; la dignidad y perfecta construcción de los sonetos y el prodigioso
derroche metafórico de los grandes poemas, le sitúan a una altura no alcanzada por ningún otro poeta de su
tiempo.
Pero su arte es limitado; magnífico de color y de sonoridad, elegantemente suntuoso, realmente egregio en la
expresión de la belleza plástica asombra pero no conmueve, porque falto de intimidad y de calor humano nos
produce la sensación de algo frío e inerte. No obstante, si atendemos sólo a su maravilloso dominio de la
forma, Góngora se nos ofrece como el mejor poeta europeo del siglo XVII (D. Alonso)
G. LA POLEMICA EN TORNO A GONGORA
Si las poesías breves de Góngora −−− letrillas, romances −−− fueron siempre objeto de elogio unánime, el
Polifemo y las Soledades tuvieron la virtud de provocar una de las más ruidosas polémicas literarias del siglo
XVII. Se atacó su oscuridad con argumentos eruditos o con sátiras mordaces y se tildó a Góngora de poeta
huero y pedante. Sin embargo, el nuevo estilo , briosamente defendido por los amigos del poeta, dio origen a
toda una escuela gongorina, y llegó a influir sobre los mismos impugnadores.
Los principales ataques partieron de Jáuregui, Cascales y Faria e Sousa, a cuyos alegatos se opusieron los
elogiosos comentarios de Salcedo Coronel, Pellicer, Salazar y Mardones, etc. Las cordiales burlas de Lope y
los hirientes dardos de Quevedo fueron contestados por Góngora con agudos versos satíricos.
El siglo XVIII, desde la introducción del neoclasicismo, fue adverso a la poesía de Góngora, cuya obra no se
vio rehabilitada hasta que, a fines del siglo XIX, Verlaine y los modernistas españoles −−− con Rubén Darío a
la cabeza −−− se declararon partidarios suyos, atraídos por su aristocrático concepto de la poesía y quizá por
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su misma oscuridad. Hoy, gracias sobre todo a los estudios de Dámaso Alonso y a la general revalorización
del estilo barroco, nadie discute ya su mérito y se le considera como una de las más altas cumbres de la poesía
castellana.
La poesía de Góngora ofrecía como falla capital la ausencia de contenido humano; no obstante, su influjo fue
beneficioso porque vino a ofrecer, por lo menos, un nuevo lenguaje poético, en un momento en que los
recursos de la lírica del siglo XVI se hallaban completamente desgastados y en el que ya no era posible
mantener la fórmula renacentista del equilibrio entre el fondo y la forma. Téngase en cuenta −−− como
Gerardo Diego −−− que, a partir de Calderón, el gongorismo directo es suplantado por un calderonismo, en el
que se observa una substitución de la sensibilidad por el ingenio y una tendencia hacia el tópico.
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Góngora retratado por Velázquez en 1622.
Episodio del Polifemo cuando es ceguado por Ulises.
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