Descargo del juez Gustavo Alberto Bossert LA NATURALEZA DEL JUICIO POLÍTICO Como punto de partida en esta presentación, me permito recordar ciertos aspectos esenciales que posee el juicio político para la remoción de magistrados La doctrina ha señalado consistentemente que sólo actos realmente graves del magistrado justifican su remoción mediante el citado procedimiento. Así, según Vicente Gallo, el juicio político es “... un proceso encaminado a asegurar ‘la protección de los intereses públicos contra el peligro u ofensa por el abuso del poder oficial, descuido del deber o conducta incompatible con la dignidad del cargo’...” (“Juicio Político”, Imprenta de Pablo E. Coni e Hijos, Buenos Aires, 1897, pág. 232). Es decir, deben tratarse de hechos que “... perjudiquen el servicio público, deshonren el país, la investidura pública o impidan el ejercicio de los derechos y garantías de la Constitución...” (op. y loc., cit., en donde se cita el Informe de la Comisión Examinadora de la Constitución Federal, 1860, párrafo VI y “Redactor” de la misma, número VI). Modernamente, esta misma doctrina ha sido receptada por el Jurado de Enjuiciamiento de la Nación al expresar que “... el enjuiciamiento de magistrados debe fundarse en hechos graves e inequívocos o en presunciones serias que sean idóneas para formar convicción sobre la falta de rectitud de conducta o de capacidad del magistrado imputado (Fallos: 266:315; 267:171; 268:203; 272:193; 277:52; 278:360; 283:35; 301:1242)...” (caso “Brusa”, L.L. 2000-C-578., consid. 26). Y en lo que respecta a la causal específica de “mala conducta”, receptada en el art. 53 de la Ley Fundamental, el mencionado órgano sostuvo que, si bien la citada causal “... posibilita merituar la mala conducta del magistrado a fines de los fines de su permanencia en el cargo, ello también presupone que el enjuiciamiento se lleve a cabo sobre la base de la imputación y demostración de hechos o sucesos concretos, y no de apreciaciones difusas, pareceres u opiniones subjetivas, sean personales o colectivas. El texto del art. 53 exige así interpretarlo, pues de otro modo se llegaría a una conclusión que significaría prescindir de sus orígenes y letra...” (caso “Brusa”, cit., consid. 25). Por consiguiente los “hechos” que darían lugar a la configuración del “mal desempeño”, sólo pueden referirse a “... causas realmente graves, que impliquen serio desmedro de su conducta o de su idoneidad en el cargo...” (causa “Brusa”, cit., consid. 30). Y, tal como lo señala en forma coincidente Juan Fernando Armagnague, “... Los actos de los jueces deben revestir cierta gravedad para configurar la causal de mal desempeño, como asimismo, ser, irregulares, perjudiciales; pero también deben ser habituales. La habitualidad –es decir, la reiteración de actos contrarios a derecho- tiene que constituir, a nuestro juicio, la nota característica en el caso de los jueces...” (“Juicio político y jurado de enjuiciamiento en la nueva Constitución Nacional”, Depalma, 1995, pág. 119). La conclusión inevitable de este postulado es que “... la interpretación que los jueces hacen de las normas jurídicas en sus sentencias y el criterio y opiniones vertidos en sus fallos están directamente relacionados con la independencia e imparcialidad en la función de administrar justicia. Ello exige que los magistrados no se vean expuestos al riesgo de ser enjuiciados por esas razones, en tanto y en cuanto las consideraciones vertidas en sus sentencias no constituyen delitos o traduzcan ineptitud moral o intelectual que los inhabilite para el cargo...” (María Angélica Gelli, “Constitución de la Nación Argentina. Comentada y Concordada”, editorial La Ley, Buenos Aires, 2001, pág. 405). Esta doctrina no es en absoluto novedosa sino que, por el contrario, goza de una larga tradición en el derecho público argentino. Así, ya expresaba Graciano Reca en 1933: “... En la inamovilidad se encuentra generalmente la más sólida garantía de la independencia de los jueces. Si los jueces fueran amovibles, argumenta Stuart Mill, el primer individuo deseoso de suplantar a un juez encontraría motivos de destitución en todas sus sentencias y agitaría constantemente la opinión pública. Los jueces terminarían con tal sistema por sentir sus cargos en peligro cada vez que se pronunciaran en una causa susceptible de provocar el interés general y se preocuparían, más que por las soluciones justas, por dar las más aplaudidas por el público o las que se prestasen menos a interpretaciones pérfidas...” (“Inamovilidad de los jueces. El Poder Judicial de las Provincias frente a la intervención federal”, Buenos Aires, 1933, Talleres Gráficos Argentinos L.J. Rosso, pág. 10). Estos principios, por lo demás, han sido seguidos fielmente por la jurisprudencia parlamentaria contemporánea: “... Actualmente, la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados tiene dicho que ‘si el Congreso de la Nación pretendiera imponer su punto de vista respecto de cada cuestión susceptible de diversa opinión, grande sería el daño a la magistratura, tanto por la pérdida de respeto, crédito y solemnidad que ésta sufriría, como por cuanto sería ilusoria la independencia de aquel Poder para adoptar decisiones conforme a derecho según su ciencia y conciencia (siempre dentro del marzo de razonable opinabilidad que presenta la materia jurídica, y mientras no se pueda presumir que la opinión dada no corresponde al leal pensamiento del magistrado, sino que ella es interesada por pasiones o intereses económicos u otra razón que desvirtùe la magna función de impartir justicia)’...” (Enrique Hidalgo, “Controles Constitucionales sobre Funcionarios y Magistrados”, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1997, pág. 120, quien cita en la nota 16 diversos dictámenes de la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados de la Nación, que rechazaron in limine varios pedidos de juicio político, fundados en la discrepancia con las calificaciones jurídicas hechas en sus sentencias por los jueces cuestionados). El autor nombrado efectúa el siguiente resumen de la jurisprudencia parlamentaria sobre esta cuestión “... la doctrina adoptada por la Cámara de Diputados a través de su comisión asesora, consiste en ponderar globalmente la conducta y el desempeño del funcionario, juzgando los errores y equívocos de derecho con prudencia y mesura, y sólo considerándolos como prima facie configurativos de mal desempeño cuando ellos superan el límite de lo razonable, causan graves perjuicios a las partes y/o a la administración de justicia, o permiten presuponer la pérdida de imparcialidad del tribunal. Naturalmente, y conforme a la doctrina constitucional ya estudiada, este razonamiento se efectúa dentro del amplio margen de discrecionalidad que los constituyentes brindaron al Congreso...” (op. cit., pag. 121). Este criterio también es compartido por los autores clásicos que han escrito sobre el tema. Así, Sánchez Viamonte sostiene que: “... en el juicio político se juzga institucional y administrativamente la inconducta o la incapacidad de los jueces, pero no la dirección de sus actos o el criterio que informa sus decisiones en la interpretación de la ley” (“Manual de Derecho Constitucional”, Ed. Kapelusz, 1958, pág. 280). Por su parte, Mariano Drago señala en el mismo sentido: “... Es muy raro que en la apreciación de un caso jurídico coincidan todas las opiniones. Por el contrario, dentro de un mismo tribunal sus miembros encaran a veces con distinto criterio la cuestión controvertida. Los disconformes con el voto de la mayoría registran su disidencia en voto separado. Sucede también que los magistrados del mismo tribunal, conformes en cuanto a la decisión de fondo, no lo estén en los fundamentos, y en tal caso, que ha ocurrido muchas veces en la Corte Suprema y en todos los tribunales colegiados, los miembros disconformes dejan expresados los distintos fundamentos en que apoyan la misma sentencia... Todo lo cual demuestra que el Poder Judicial no es infalible, como tampoco lo son los poderes Ejecutivo y Legislativo. La justicia puede equivocarse, y se equivoca, ya que ningún hombre, ni cuerpo ni institución es depositario de la verdad absoluta, por que la verdad absoluta no es de este mundo. ¿Y qué es la doble instancia establecida en la inmensa mayoría de los países civilizados, sino una precaución contra los posibles errores judiciales? Por eso, el error por sí solo no es causal de enjuiciamiento y no está mencionado en el art. 45 de la Constitución entre los hechos que pueden fundarlo. ‘Ningún juez puede ser enjuiciado a causa de decisiones equivocadas’, dice Willoughby en su Tratado de Derecho Constitucional, vol.3, ed. 1929, pág. 1450, resumiendo los precedente americanos...” (“El Juicio Político como Instrumento de Opresión. Memorial presentado al H. Senado de la Nación, constituido en Tribunal, por el defensor del Dr. D. Benito A. Nazar Anchorena, en el juicio político promovido por la Cámara de Diputados contra los ministros de la Corte Suprema de Justicia y el Procurador General de la Nación”, Buenos Aires, 1946, págs. 58/59). El examen de la moderna doctrina estadounidense también demuestra que el mero desacuerdo con las decisiones de un juez no puede constituir una causal de remoción de aquél. En tal sentido, señala el conocido tratadista Lawrence Tribe que solo causas realmente graves pueden justificar la remoción del magistrado: “... Así, por ejemplo, un juez cuyos deberes oficiales se centran en la administración equitativa e imparcial de la justicia, podría ser ciertamente sometido a juicio político por decidir, en forma probada, casos en forma partidista, resolver deliberadamente a favor de los aliados políticos del juez o llegar a resultados fundado en contactos con las partes o de acuerdo con el posible impacto de una decisión en la fortuna política del partido al que pertenece el juez...” (“American Constitutional Law”, 3a. ed., volumen I, New York, Foundation Press, 2000, pág. 167). Es decir, la soluciones adoptadas en las causas judiciales sólo pueden servir de causal de destitución por “mala conducta” en los supuestos excepcionales a que se refiere González Calderón: “... El principio constitucional de la inamovilidad no implica una situación de impunidad para los magistrados judiciales, a cuyo amparo puedan cobijarse los ineptos, los prevaricadores, los venales, con perjuicios irreparables para la sociedad. No significa que puedan sin responsabilidad cometer los mayores desaciertos, iniquidades, escándalos o errores de mala fe, sin que el pueblo tenga la facultad inmanente y propia del régimen representativo-republicano de revocarles el mandato que indirectamente les ha dado para administrar justicia. Una inamovilidad así entendida sería demasiado repugnante a la moral y al derecho para detenerse siquiera un momento en refutarla, y no ha sido jamás propiciada por los autores...” (“Curso de Derecho Constitucional”, 5º ed., Buenos Aires, Editorial Kraft, 1967, pág. 544; la cursiva ha sido agregada). Por consiguiente, la sola posibilidad de que el suscripto haya incurrido en algún error de derecho al fallar en las causas mencionadas en la acusación de la Comisión1 de ninguna forma pueden justificar la existencia de algunas de las causales de remoción del art. 53 de la Constitución en forma alguna puede ser equiparada a la existencia de los graves supuestos de “mayores desaciertos”, “iniquidades”, “escándalos” o “errores de mala fé” a que se refiere el profesor González Calderón en el párrafo transcripto. En el marco de este descargo, realizaré un análisis pormenorizado de mis votos en la distintas causas respecto de las cuáles se han formulado imputaciones ante esta Comisión. Demostraré, tal como lo adelanté, que no sólo no he incurrido en los supuestos excepcionales a que me he referido “supra”, sino que mis decisiones se han ajustado en un todo a las prescripciones de la Constitución, la ley y las constancias de las respectivas causas. Por consiguiente, tengo seguridad de que la Comisión, luego de examinar mis argumentos sobre el punto, “haciendo uso del amplio margen de discrecionalidad que los Constituyentes brindaron al Congreso”2, resolverá desestimar “in limine” las imputaciones en mi contra. Cabe, por último, hacer la siguiente salvedad acerca del concepto del mencionado concepto de “discrecionalidad”. Así, tal como lo señala la moderna doctrina del 1 Por lo demás, tal como lo explicaré detalladamente en los puntos siguientes, considero no haber incurrido en errores al decidir en las causas mencionadas en la acusación. 2 Hidalgo, op. cit., pág. 121. derecho administrativo, “... Discrecionalidad no es arbitrariedad en suma. Como subraya la Sentencia del 21 de noviembre de 1985 [del Tribunal Supremo español] son, mas bien, ‘conceptos antagónicos’, que ‘nunca es permitido confundir, pues aquello (lo discrecional) se halla o debe hallarse cubierto por motivaciones suficientes, discutibles o no, pero considerables en todo caso y no meramente de una calidad que lo haga inatacable, mientras que lo segundo (lo arbitrario) o no tiene motivación respetable, sino –pura y simplemente- la conocida sit pro ratione voluntas o la que ofrece lo es tal que escudriñando su entraña, denota, a poco esfuerzo de contrastación, su carácter realmente indefinible y su inautenticidad’ (Sentencia de 13 de julio de 1984)...” (Eduardo García de Enterría y TomasRamón Fernández, “Curso de Derecho Administrativo”, Editorial Civitas, Madrid, 1990, Tomo I, pág. 474). Por cierto que esta fuerte limitación al ejercicio del poder discrecional no se aplica únicamente a la actividad de la Administración sino también a las funciones que, tradicionalmente, han sido consideradas típicas de los órganos legislativos. Así, en el caso “Demicoli v. Malta” (1991), el Tribunal Europeo de Derechos Humanos resolvió que, al ejercer sus facultades disciplinarias, el Parlamento de dicho país estaba obligado a respetar las garantías del debido proceso previstas en el art. 6 de la Convención Europea de Derechos Humanos, que se encuentra redactada en términos sustancialmente idénticos al art. 8 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Ello significa que, partiendo de la importancia que posee la jurisprudencia europea para la interpretación de la Convención Americana3, en el ejercicio de sus facultades discrecionales la Honorable Comisión deberá respetar los principios que surgen del citado art. 8 de la Convención, entre ellos el que establece la presunción de inocencia. La necesidad de esta fuerte limitación al ejercicio de las facultades discrecionales de la Comisión es particularmente imperiosa en el caso del juicio político ya que allí está en juego la independencia del Poder Judicial de la Nación. Así, tal como lo expresó Joseph Story hace aproximadamente 150 años: “... las razones a favor de la 3 La Corte Interamericana de Derechos Humanos ha aplicado en numerosas oportunidades las doctrinas elaboradas por su equivalente europea (ver, entre otros, caso “La Colegiación Obligatoria de Periodistas”, Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva OC-5/85, del 13 de noviembre de 1985, Serie A No.5) a los fines de interpretar las disposiciones de la Convención Americana . independencia judicial se aplican todavía con mas fuerza en una República, y sobre todo en aquellas que tienen una Constitución escrita, con poderes determinados y derechos limitados... En primer lugar, las facciones y los partidos son tan comunes y tan violentos en las Repúblicas como en las monarquías; las mismas garantías son pues tan indispensables en las unas como en las otras, contra las invasiones del espíritu de partido o la tiranía de las facciones... El Poder Judicial que es el punto vulnerable de la Constitución, está... constantemente expuesto a los ataques y a un triunfo que, aunque sea momentáneo, alcanzado sobre este poder por las pasiones populares, es un golpe durable dado a la Constitución... “ (“Comentario sobre la Constitución Federal de los Estados Unidos”, Tomo II, 4ª. Ed, traducido por Nicolás Antonio Calvo, Buenos Aires, 1888, págs. 429/430). Y concluye el autor nombrado con estos conceptos que resultan muy relevantes para el presente caso: “... Después de estas consideraciones generales, si se consultan los hechos será fácil convencerse que, el Poder Judicial, está seguro en un República cuando sus empleos son inamovibles mientras dura la buena conducta del Juez, y que la justicia será generalmente mejor administrada allí donde la independencia sea mayor...” (op. cit., pág. 435; la cursiva ha sido agregada). Y, como demostraré acabadamente a continuación, la buena conducta ha sido la característica inalterable durante los 8 años de mi desempeño como magistrado de la Corte Suprema de la Nación. Expediente 8023-D-01.- (Causa “Fayt”) CARGO: “La falta de excusación, desestimación de recusación y desestimación del recurso de reposición peticionada por el Sr.Procurador General de la Nación” Descargo del juez Gustavo Alberto Bossert DESCARGO: Explicaré el motivo por el que no me excusé y resolví intervenir en la causa, pero previo a ello, considero necesario extenderme en relación con la situación jurídica planteada en la mencionada causa, como así también en el análisis de la solución establecida en mi voto, en disidencia con la posición de la mayoría. En oportunidad de dictar dicho fallo, la Corte Suprema de Justicia de la Nación se pronunció por mayoría sobre los límites a las facultades de la Convención Constituyente reformadora de 1994, y al mismo tiempo definió la situación de uno de sus miembros, el Dr. Carlos S. Fayt, frente a una de las modificaciones al poder judicial efectuadas por la reforma constitucional de 1994. Se trata de una decisión de especial trascendencia para el derecho público argentino en tanto y cuanto importa un límite al poder constituyente derivado impuesto por el poder judicial, uno de los poderes constituídos, cuyas decisiones por principio general deben necesariamente subordinarse al marco impuesto por el primero. Es de destacar la inexistencia en el derecho judicial argentino nacional de otra sentencia que en el pasado hubiera declarado inconstitucional parte del contenido de una reforma constitucional. El Dr. Carlos S. Fayt, por razón de su edad entendió que se encontraba comprendido en la situación contemplada en la cláusula constitucional que se transcribe a continuación: art. 99: “El presidente de la Nación tiene las siguientes atribuciones: 4. Nombra los magistrados de la Corte Suprema con acuerdo del Senado por dos tercios de sus miembros presentes, en sesión pública, convocada al efecto. Nombra los demás jueces de los tribunales federales inferiores en base a una propuesta vinculante en terna del Consejo de la Magistratura, con acuerdo del Senado, en sesión pública, en la que se tendrá en cuenta la idoneidad de los candidatos. Un nuevo nombramiento, precedido de igual acuerdo, será necesario para mantener en el cargo a cualquiera de esos magistrados, una vez que cumplan la edad de setenta y cinco años. Todos los nombramientos de magistrados cuya edad sea la indicada o mayor se harán por cinco años, y podrán ser repetidos indefinidamente por el mismo trámite.” El nombrado interpone una acción meramente declarativa de certeza, en los términos del art. 322 del Código Procesal en lo Civil y Comercial de la Nación. El magistrado considera que debe declararse nula de nulidad absoluta la cláusula contenida en el párrafo 3º del inc. 4º del art. 99 de la constitución, de conformidad con lo preceptuado por la ley declarativa de la necesidad de la reforma constitucional en su art. 6. Esto último como consecuencia de que la solución contenida en dicha disposición constitucional no había sido habilitada por el Congreso cuando ejerció el poder preconstituyente con el que se dio comienzo al proceso de reforma. Ello así, puesto que según el accionante la convención constituyente no estaba facultada para modificar el art. 96 de la ley fundamental, hoy art. 110 -en razón de la nueva numeración posterior a la reforma- . Esta cláusula consagra la garantía de inamovilidad de los jueces federales argentinos, al expresar que éstos “conservarán sus empleos mientras dure su buena conducta”. Se persigue la nulidad de dicha cláusula por aplicación del art- 6 de la ley 24.309, de declaración de la necesidad de la reforma. Asimismo, se considera que cuando se presentara una situación que supere el marco dado para la reforma constitucional en la ley declarativa que la antecedió, debe existir el órgano capaz de aplicar la sanción que el legislador ha previsto y que dicho órgano no puede ser otro que la justicia. El máximo tribunal en el voto de la mayoría considera que la reforma introducida por la convención reformadora, en comentario, es nula de nulidad absoluta, ya que una alteración tan sustancial no reconoce habilitación suficiente en las facultades implícitas que se derivan de la expresa atribución de reformar -en los términos del apartado I del “Núcleo de Coincidencias Básicas” incorporado a la Ley 24.309- el régimen de designación. Se sostiene que la Corte posee la facultad de controlar el desempeño de una Convención Constituyente, en particular en lo que hace a la adecuación del mismo a los lineamientos que surgen de la declaración del Congreso que fija llos puntos a reformar. Que en lo relativo a la cláusula objeto del litigio, se trata de una actuación exorbitante del constituyente reformador, en tanto el tema no estaba incluido en el menú de modificaciones preparadas por el legislador en ejercicio del poder preconstituyente. La Corte expresa que no puede admitirse que, con motivo de la reforma de una cláusula relativa a las atribuciones del Poder Ejecutivo nacional -intervención del presidente de la Nación en la designación de los magistrados federales- art. 99, inc. 4º de la Constitución reformada- materia explícitamente habilitada en el art. 2º de la ley 24. 309-, la convención reformadora incorpore una cláusula extraña a las atribuciones de aquel poder, como es la inamovilidad de los magistrados. En lo que hace al control en si mismo, la sentencia establece que el Poder Judicial está habilitado para juzgar en los casos que se le planteen, si el acto impugnado ha sido expedido por el órgano competente, dentro del marco de sus atribuciones y con arreglo a las formalidades a que está sujeto. Además, pone el acento en la trascendencia de la cuestión que se ventila, la garantía de inamovilidad de los jueces federales, a la que califica como inherente a la naturaleza del Poder Judicial de la Nación y que configura uno de los principios estructurales del sistema político establecido en la constitución nacional. Ya en respuesta al cargo que se me formula, y sin que esto implique una crítica a los jueces del Tribunal que adoptaron actitudes distintas en la causa, debo señalar que consideré un imperativo ético intervenir en ella para afirmar la validez de la cláusula constitucional - por la trascendencia jurídica que esto implica - votando expresamente en contra de mi interés (la permanencia en el cargo más allá de los 75 años) , y por ello, entre otros conceptos, dije: “La limitación del art. 99, inc. 4 alcanza tanto a los jueces designados con posterioridad a la reforma constitucional como a quienes hemos sido designados con anterioridad a dicha reforma” Como es lógico, la excusación por tener interés en el pleito o en otro semejante, que establece el art. 17 del Código Procesal, tiene por objeto impedir que el juez vote en favor de sus propios intereses , pero no en el caso exactamente contrario, como yo hice en la causa “Fayt”. Agregaré que yo no tenía abierto pleito alguno semejante al promovido por el juez Fayt ni tampoco me unía a él “una amistad manifestada por gran familiaridad o frecuencia en el trato”, sino que sólo me unía el vínculo que significa integrar un tribunal colegiado. De manera que no había causa legal que me obligara a excusarme. En cuanto a los planteos formulados en dos escritos por el Sr. Procurador General, cabe señalar lo siguiente: El 12-7-99 pidió que los jueces de la Corte se excusaran; invocó razónes de decoro y delicadeza, por ser “pares (del actor), quienes, a su vez y respecto del fondo de la cuestión debatida pueden esgrimir similares agravios”. En primer lugar, las razones de “decoro y delicadeza” representan una apreciación personal del juez; por lo que antes dije, en mi caso no había motivo de conciencia alguno vinculado a un particular vínculo con el actor -que no existía- como para excusarme al respecto. Pero además, la hipótesis de que los “pares podrían esgrimir similares agravios” no me alcanza, ya que expresamente afirmé en la sentencia la validez de la cláusula constitucional cuestionada por el actor y anulada por la mayoría de la Corte. Al final de su escrito, “en forma subsidiaria” planteó también la recusación. La Corte, el 14-7-99 desestimó la recusación fundándose en que, como es obvio, “sólo cuentan con legitimación para introducir planteos de la naturaleza indicada quienes intervienen en el proceso en calidad de parte (arts. 14, 15, 18 del Código Procesal)”. En tanto que la actuación del Procurador en dicha causa era sólo al efecto de dictaminar si correspondía la competencia de la Corte, “sin asumir la condición de parte como, en cambio, prevé la ley 24946 para otro tipo de situaciones (arts. 40, inc. b, 41 inc a)” expresó la Corte. El Procurador insistió vía reposición el 16-7-99, pretendiendo que se hallaba legitimado. Basta revisar sus argumentos, confrontándolos con la ley 24946 aplicable al caso, para advertir que carecía de razón: justamente, el art. 33, inc. a , apartado 5, establece que la función del Procurador será “DICTAMINAR sobre los siguientes asuntos: ...Causas en las que se articulen cuestiones federales ante la Corte Suprema, a efectos de dictaminar si corresponden a su competencia extraordinaria y expedirse en todo lo concerniente a los intereses que el Ministerio Público tutela”; como se advierte, la facultad de dictaminar, expedirse, lo que implica expresar opinión, no lo convierte en parte en el proceso. Y esto resulta ratificado por los arts. 40 y 41 de la misma ley donde sí se le da al Ministerio Público la facultad de actuar como parte en determinadas causas. La reposición fue rechazada por aplicación de la antigua y reiterada doctrina de la Corte según la cual “las sentencias definitivas e interlocutorias no son susceptibles de ser modificadas por la vía intentada (arts. 238 y 160 del Código Procesal”. En lo que a mí respecta, debo reiterar que independientemente de la razón jurídica que impedía al Procurador recusar, por no ser parte, no me alcanzaban ninguna de las causales que habilitan a la recusación o a la excusación según ya he explicado, y en particular referencia al “interés” al que alude el art. 17 inc. 2, reitero que no me era aplicable dada mi decisión de intervenir para votar en contra de mi propio interés - tal como hice - y a favor de la validez de la cláusula constitucional, por la convicción que he tenido y tengo de la gravedad que encierra la invalidez de una norma constitucional. De tal manera, hice un balance de los intereses en juego, y consideré que era más trascendente afirmar la validez de la cláusula constitucional en discusión, perjudicando mi posición personal como magistrado. Por eso entendí que era preferible actuar en la causa y dejar así a salvo la legitimidad de la reforma aprobada por la Convención Constituyente. Vale recordar que en diversos comentarios al fallo se puso de manifiesto la diferencia esencial entre el voto de la mayoría y la disidencia parcial que suscribí.. Así se expresó que “es de destacar que el voto en disidencia parcial del Dr. Gustavo Bossert se aparta de la decisión de la mayoría, acercando su posición a la de la Cámara de Apelaciones. Este miembro del máximo tribunal argentino de justicia, señala que la limitación a la inamovilidad de los magistrados impuesta por el art. 99, inc. 4º de la constitución reformada, ha sido establecida respecto de quienes después de su sanción cumplan la edad de setenta y cinco años, alcanzando tanto a los jueces designados con posterioridad a la reforma constitucional como a quienes han sido designados con anterioridad a la misma, pero imponiendo como condición un hecho incierto y futuro y limitando su aplicación a quienes con posterioridad a la reforma cumplan la edad establecida” (Sabsay, Daniel A: “El control de constitucionalidad de la reforma constitucional en un fallo de la Corte Suprema de Justicia Argentina”, Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional, Nº 3, Madrid, España, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, pág. 437) Y en el mismo sentido: “Como lo demuestran la decisión de segunda instancia y la disidencia del ministro Bossert, era posible interpretando la ley de habilitación, encontrar una solución justa al caso concreto –es decir, reconocer los derechos del juez Carlos Fayt sin necesidad de declarar la inconstitucionalidad de la norma constitucional. Es decir que se dejó de lado la regla básica de que aquélla sólo procede cuando no existe otro modo de solucionar con justicia la litis” “Hay diversos motivos para no tener una absoluta certeza sobre la solidez de las instituciones de la República. La declaración de la nulidad de una cláusula de la Constitución Nacional aporta un elemento más a la creciente inseguridad jurídica. Entiendo que pudo evitarse sin lesionar los derechos de las partes involucradas ni la independencia del Poder Judicial”. (Colautti, Carlos E.: “Las reformas a la Constitución y los límites a la revisión judicial”, Jurisprudencia Argentina, 17/11/99, pg. 33). Igualmente Antonio M. Hernández destaca mi disidencia, cuando expresa que la Cámara había rechazado la declaración de invalidez de la reforma constitucional efectuada por el juez de primera instancia y acogido la acción declarativa del actor. “Esta sería posteriormente la solución del fallo del ministro Dr. Bossert, quien votó en disidencia parcial de la mayoría de la Corte” (“El caso “Fayt” y sus implicancias constitucionales”, Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de Córdoba, julio de 2001, pág. 21, nota 3) Por todo lo expuesto, solicito a la Comisión se acepte este descargo y no se me formulen imputaciones. EXPTE. 7634-D-01 (Causa Yoma) Descargo del juez Gustavo Bossert CARGO : No haber planteado cuestión alguna ante la falta de excusación por parte de los ministros Nazareno y Vázquez. DESCARGO El cargo parte de la premisa de que existiría el deber de hacer un planteo de esa índole. Pero me permito señalar que no sólo no existe ese deber legal, sino que de haber actuado de ese modo habría incurrido en una actitud ilegítima. No existe en el Código Procesal ni en ninguna otra norma la posibilidad de hacer tal planteo. Un juez puede apartarse por excusación ( depende de él mismo) o ser apartado por recusación planteada por parte interviniente en la causa( en el caso, el fiscal, el querellante, el defensor); nunca podría un juez del mismo Tribunal, ni ningún otro juez u otra persona que no sea parte en el juicio, recusar a un juez que interviene en la causa. Independientemente de lo expuesto, que alcanza, entiendo, para fundar mi descargo, agregaré que es razonable que un juez no pueda plantear el apartamiento de otros integrantes del Tribunal, ya que de otro modo se podrían constituir mayorías que impidiesen la intervención de otros miembros del Tribunal en las decisiones. Además, son los integrantes del Tribunal colegiado quienes deben juzgar sobre las excusaciones y recusaciones, y sería contrario a derecho que se convirtieran, a la vez, en jueces y partes. TEMAS DE ETICA Y ADMINISTRATIVOS Exptes. 7692-D-01 y 8106-D-01 Descargo del juez Gustavo Bossert La Comisión de Juicio Político alude a diversas denuncias genéricas referentes al modo con que actuó a través de los años la Corte Suprema y que le habrían acarreado un lamentable desprestigio. Más allá de situaciones de tensión y crítica extrema desencadenadas en los últimos meses, tanto respecto de la Corte como de otras instituciones por afligentes situaciones que padece el país, procedo ahora a hacer el pertinente descargo respecto de los distintos cargos que en ese documento se me hacen: CARGO 1 “Haber desvirtuado el rol institucional y haber rodeado de desprestigio y de mala reputación la imagen del órgano judicial que integran, por un conjunto de acciones u omisiones (tales la delegación de tareas propias de su cargo y la falta de sigilo y prudencia durante el proceso de decisión jurisdiccional), comprometiendo así la eficiente y el decoro en la prestación del servicio de justicia.” DESCARGO Considero adecuado dividir en 3 items este cargo: A) “Haber rodeado de desprestigio y de mala reputación la imagen del órgano judicial”. Es un juicio de valor genérico sobre el que yo, más allá de negar la imputación, no puedo abundar, ya que implicaría aludir de un modo favorable al enorme esfuerzo que he hecho en estos ocho años de trabajo en la Corte, permanentemente apegado a la aplicación de la ley, y no me permito incurrir en palabras laudatorias sobre mi tarea. Pero dado que “el desprestigio y la mala reputación” aluden al juicio que los otros tienen sobre uno - en este caso, sobre el tribunal - me remito a la totalidad de los comentarios jurídicos aparecidos en las diversas colecciones de jurisprudencia - que, sin duda, esa Comisión tiene a su alcance - referentes a mis votos de estos ocho años y a los comentarios periodísticos aparecidos en distintos medios hasta diciembre de 200l, que han sido casi invariablemente favorables a las posiciones que asumí en las sentencias y a mi conducta en la Corte. Sin que esto deba leerse como un juicio crítico hacia los colegas que votaron en sentido contrario, me permito recordar que entre tales comentarios periodísticos, que recuerdo y conservo en mi poder y que sin duda esa Comisión ha compilado, se encuentran en abundancia los que destacan los votos en disidencia que suscribí a lo largo de estos años en temas de trascendencia institucional, libertad de prensa, derechos humanos, garantías individuales, la fiel aplicación de las convenciones internacionales de derechos humanos, reajuste del haber jubilatorio, autonomía universitaria, desplazamientos de competencias, nuestro fallido intento de reimplantar, en 1995, los concursos para designar a los funcionarios judiciales, mi oposición al desplazamiento de diversos funcionarios que consideré infundados. También recuerdo - y conservo, como seguramente obran en poder de esa Comisión - recortes que aluden a mi dedicación a la tarea judicial, a mi invariable asistencia a los acuerdos semanales, a mi reiterada propuesta de reemplazar la elección de Presidente de la Corte por turnos anuales rotativos -como sucede en las cortes provinciales y en las cámaras - dejándome para el último -noveno- lugar, a mi hábito, que jamás he abandonado, de desplazarme en las calles sin custodia policial y no tenerla tampoco en mi domicilio ya que ello responde a mi concepción de las funciones republicanas, mi voluntaria rebaja de mi sueldo en junio 2000, nuestra oposición, en agosto 2001, al aumento de sueldos a los jueces propuesto por el Consejo de la Magistratura, y a tantos otros aspectos que no pueden juzgarse como elementos de “desprestigio y mala reputación” de la Corte. B) “Delegación de tareas propias a su cargo”. Es cierto que existen en la Corte, desde antes de mi incorporación en 1994, diversas Secretarías Generales que colaboran con la tarea de los jueces, leyendo exhaustivamente los expedientes que arriban y en ocasiones preparando memorandums que son resúmenes de lo leído y a veces también proyectos que luego los jueces consideran. Esto se debe al hecho fácilmente comprobable de que la Corte atiende varios miles de causas al año ( a diferencia de nuestro modelo originario, la Corte Suprema de los Estados Unidos de América, que atiende aproximadamente 100 causas al año). Para dar precisión a esta afirmación, suministro a continuación el cuadro de crecimiento de expedientes ingresados cada año a la Corte desde 1993 (yo me incoroporé el 29-3- 1994) y de causas resueltas cada año: Año 1993 1994 Ingresados Resueltos Ingrsdos 1995 Resltos. 1996 Ingrdos. Restos. Ingresados. Resueltos 24.507 7.691 36.657 5.294 16.880 7029 23.519 8800 1997 1998 Ingrdos. Rsltos. 1999 Ingrsdos.Restos. 2000 Ingresdos Resueltos Ingresados Resueltos 9.639 36.338 7.888 45.799 13.595 15.872 17.290 15.454 En la carpeta “Apéndice” acompaño cuadro demostrativo completo de estas cifras que explican la necesidad de la Corte de contar con un plantel suficiente de colaboradores ante tal magnitud de causas que ingresan anualmente. Es facilmente comprensible que un juez no puede , por ejemplo, leeer íntegramente varios miles de expedientes cada mes, con sus anexos e incidentes, para posteriormente reflexionar sobre cada uno y comenzar a elaborar su decisión. Con la buena fe que, no dudo, serán analizadas estas explicaciones y descargos, se comprenderá el aporte imprescindible de los funcionarios que, en la mayoría de los casos, hacen una lectura previa de los expedientes y un memorandum, con el cual los jueces, luego, podemos realizar un análisis razonable de la causa. El origen fundamental, a mi modo de ver, de esta cantidad de expedientes que ingresan y demandan un esfuerzo extraordinario, es, además de la gran cantidad de causas previsionales, la incorporación - hace ya varios decenios- de la “doctrina de la arbitrariedad”, en virtud de la cual todos los litigantes de la República Argentina, aunque las causas en que intervienen sean de derecho común y nada tengan que ver con el caso federal que contempla la ley 48, llegan con su recurso extraordinario o de hecho a la Corte Suprema y esta Corte tiene que estudiarlos y resolverlos como a cualquier otra causa. El porcentaje de rechazo de esos recursos fundados en la “arbitrariedad” de la sentencia es muy elevado, pero igualmente demandan el estudio y la preparación de proyectos de desestimación por parte de la Corte. Esta es la dramática realidad que todos conocen, no sólo quienes actuamos en la Justicia, sino también la gran cantidad de abogados argentinos que no omiten acudir a este camino para acceder a la Corte, aunque el tema resulte absolutamente alejado del caso federal previsto por la ley 48. Respecto al señalado incremento de letrados en la Corte, por mi parte no recuerdo haber propuesto jamás la incorporación, a las secretarías generales de la Corte, de personas ajenas al Tribunal, sin perjuicio de haber acompañado con mi firma la promoción de funcionarios que consideré razonable promover. En lo que a mí respecta, cumplo en informar el nombre y las funciones que cumplen mis colaboradores en mi Vocalía, aclarando que en nadie delego las funciones que me son propias, de estudiar en profundidad y decidir cada asunto: MIS COLABORADORES: Secretaria Privada: Sta.María Fernanda Márquez Urtubey (ya desempeñaba esa función cuando me incoRporé a la Corte; había, además otras tres secretarias privadas cuando me incorporé, pero prescindí de sus servicios). Prosecretario Administrativo: Sr.Matías Fernández Pinto. Fue trasladado a mi Vocalía en 1998 desde la Subsecretaría de Administración Contable de la Corte Suprema. Oficial Mayor (empleada administrativa): Sra. Adriana Gervasoni (ya desempeñaba la función cuando me incorporé a la Corte) Secretarios Letrados: 1) Dra. María del Cármen Battaini (se hallaba desempeñando esa función cuando me incorporé a la Corte) 2) Dr. Luis Márquez (se hallaba desempañando esa función cuando me incoporé) 3) Dr. Juan Carlos Mazzacaro. Fue trasladado a mi Vocalía desde la Secretaría 7 de la Corte donde prestaba servicio. 4) Dr.Fernando Racimo. Fue trasladado a mi Vocalía desde la Secretaría 2 de la Corte donde prestaba servicio. El Dr.Carlos Carranza Casares se halla incluído en la plantilla de esta Vocalía, pero se encuentra con licencia sin goce de sueldos desde marzo 2001, ya que se desempeña en la Defensoría General de Menores del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, efectivizándose próximamente el traslado definitivo a ese organismo, según las previsiones del Dr.Carranza. Como se advierte, jamás incorporé a mi Vocalía a alguien que no perteneciera ya al Poder Judicial, lo que significó el ahorro consiguiente para la institución. Designaciones fuera de mi Vocalía: En 1994 y 1995, periódicamente y en orden sucesivo, se nos ofrecía a los jueces del tribunal la posibilidad de designar el nombre de quien debía cubrir una vacante. Desde la primera vacante que debí cubrir, ofrecí ésa y las siguientes de las que dispuse, a la “Federación de Veteranos de Guerra de la República Argentina”, a efectos a de dar empleo a ex soldados combatientes de Malvinas. En la carpeta “Apéndice” acompaño mi carta a la “Federación” del 1-8-1994 - a la que siguieron otras similares cada vez que dispuse de una vacante - y las cartas de respuesta(dirigidas a mi secretaria María F Márquez Urtubey).. De ese modo, ocho ex combatientes que trabajan en dependencias de la Corte fueron designados por el suscripto. Posteriormente, severas medidas de contención de gastos determinaron - según se me informó - el congelamiento de vacantes; de manera que ya fueron pocas las oportunidades en que pude proponer un nombre para cubrir una vacante. C) En cuanto a la “falta de sigilo y prudencia en el proceso de decisión jurisdiccional”, jamás he sido imputado por persona alguna de incurrir en tan lamentable actitud . Por cierto, la circulación de los proyectos entre nueve vocalías, además de las secretarías respectivas, posibilita desdichadamente que, en ciertas circunstancias, se filtre información sobre la marcha del análisis del expediente por parte del tribunal. En diversas oportunidades, el Tribunal ha puesto en marcha tareas de investigación para determinar el origen de dichas filtraciones de información, pero siendo tantas las personas por quienes circulan los proyectos, nunca se obtuvo resultado positivo, al menos hasta donde yo sé.. Considero entonces que no se me puede imputar por estar razones mal desempeño en el cargo. CARGO 3 Haber violado, con motivo de la suscripción de la acordada 20/96 —por la cual se declaró inaplicable a los jueces y otros funcionarios tributar el del impuesto a Poder las Judicial la ganancias, por obligación de considerársela incompatible con la garantía constitucional de intangibilidad de la remuneración de los jueces—, el artículo 2º de la ley nº 27 —que prohibe a la justicia nacional proceder de oficio, ejerciendo jurisdicción fuera de un caso contencioso y sin haber sido requerida a instancia de parte—, incurriendo prima facie en el ilícito descripto en el art. 248 del Código Penal, y por haber incurrido en la grave falta ética de participar en la creación de una norma que, además de ser manifiesta y absolutamente nula, establece una exención o privilegio no igualitario, con contenido económico, en favor de una haberla categoría además de beneficiarios hecho extensiva que incluye ilegalmente funcionarios del Poder Judicial (cargo 3). DESCARGO los a y por otros Por coincidir plenamente con lo expresado por el juez Augusto Belluscio sobre este tema, y con su autorización, me permito exponer sus argumentos a título de descargo. Corresponde aclarar, en primer término, que no se declaró inaplicable la obligación de tributar el impuesto a las ganancias en general sino sobre las remuneraciones del cargo, manteniendo así las exenciones que resultaban del art. 20, inciso p y r, de la ley 20.628, texto ordenado por decreto 450/86. Lo dispuesto no constituyó una creación de la Corte en su actual composición, sino sólo la aplicación de lo resuelto en la causa Fisco Nacional c/ Rodolfo Medina, del 23 de septiembre de 1936, que con referencia al impuesto a los réditos —hoy denominado impuesto a las ganancias— resolvió que el art. 18 de la ley 11682 era violatorio del art. 96 (hoy 110) de la Constitución en cuanto imponía una contribución sobre el sueldo de los magistrados judiciales de la Nación. Los quienes integraron votos expedidos la Corte en esa ilustran oportunidad por claramente los fundamentos de la decisión. Así, el voto del juez Calderón recordó la diferencia existente entre la constitución argentina y la norteamericana —que no incluye, como aquélla, la frase “en manera alguna”—, diferencia que refuerza la prohibición de la fuente, por lo que resulta inconstitucional una imposición que afecta en forma indirecta el principio de intangibilidad de la remuneración, que en nuestro país es absoluto. Agregó, entre otras razones, que “puede parecer injusto e inequitativo el privilegio que importa esta exención en favor de tales funcionarios, que llegarían así a ser los únicos habitantes del país que no contribuirían con una parte de sus rentas al mantenimiento de las instituciones que proveen, en los múltiples órdenes en que están organizadas, los servicios de atención a la vida, los bienes y al bienes general”, pero que la letra del texto constitucional ampara tal privilegio, el cual pierde su carácter personal y odioso porque no se acuerda a la persona de los magistrados sino al Poder Judicial de la Nación, al cual los constituyentes quisieron asegurar una absoluta independencia en su funcionamiento y librarlo de toda presión por parte de los otros poderes que tienen “la fuerza y el dinero”. Que la desigualdad ante la ley cede ante la necesidad de afianzar la absoluta independencia del Poder Judicial “para que él pueda darnos la seguridad efectiva de nuestros derechos en nuestras personas y en nuestros bienes”. Que el principio básico sobre el cual reposa nuestro régimen político, que es la división de los poderes del propias y Gobierno limitadas, en tres departamentos independientes el uno con funciones del otro, se lesionaría gravemente si cupiera la posibilidad de que la vida de los funcionarios que integran uno de ellos estuviese a merced del otro, máxime cuando el agravio se infiere al más débil. Que si no se ampara el salario del juez desparece la seguridad de su inflexibilidad y de su rectitud, y su libertad de juicio puede vacilar ante el humano temor de que la retribución se reduzca por el legislador hasta extremos que no le permitan cubrir su subsistencia y la de los suyos. Tras recordar la jurisprudencia concordante de la Suprema Corte de los Estados Unidos, concluyó en la inconstitucionalidad de los artículos de la ley de impuesto a los réditos que afectaban el salario de los jueces. El voto del juez Octavio R. Amadeo se expidió en el mismo sentido. Explicó que la garantía de inamovilidad está complementada por la intangibilidad del sueldo, porque “tener acción sobre la subsistencia de un hombre importa tenerla sobre su voluntad”, y que en los países donde los poderes políticos son manifiestamente fuertes es urgente amparar al más débil, considerado baluarte de la libertad par el pueblo contra posibles opresiones jurídicas de los otros poderes. Agregó que la exoneración no viola el principio de igualdad, pues no se trata de un privilegio para proteger personas, clases o castas, sino de un privilegio institucional, lo que queda demostrado por la circunstancia de que lo eximido de tributo son los sueldos y no los otros bienes o rentas de los magistrados. Recordó la jurisprudencia en el mismo sentido de la Suprema Corte de Estados Unidos, así como la mayor fuerza de la prohibición en el texto argentino, al añadir éste la frase “en manera alguna”. Hizo mérito también de la opinión concordante de los constitucionalistas Joaquín V. González y González Calderón, y de los precedentes similares emanados de la Suprema Corte de la Provincia de Buenos Aires de 1878 y del fallo plenario de la Cámaras Civiles de la Capital del 30 de diciembre de 1932. Mayor extensión pero similar razonamiento tuvo el voto del juez Osvaldo Rocha, que reseñó los antecedentes argentinos y norteamericanos sobre el tema. Como antecedentes nacionales citó: 1º) la resolución de las Cámaras de Apelaciones en lo Civil de la Capital en pleno del 30 de diciembre de 1932, que al rechazar la nota del Ministerio de Justicia e Instrucción Pública que remitía copia de la decisión de la Contaduría General de la Nación que pretendía obligar a los habilitados de las dependencias judiciales a descontar el impuesto a los réditos sobre los sueldos de los magistrados, declaró que su aplicación a los sueldos de los magistrados judiciales era “incompatible con los principios constitucionales que garantizan la independencia del Poder Judicial”. 2º) El fallo del Superior Tribunal de Córdoba del 3 de diciembre de 1935, que declaró inconstitucional la ley de presupuesto que disminuía la remuneración de los magistrados judiciales. 3º) La interpretación dada por el Congreso a la garantía constitucional, pues al dictar la ley 4349 de jubilaciones y pensiones civiles había establecido en su art. 2º, inc. 5º, que los magistrados judiciales sólo quedarían comprendidos en sus disposiciones si se acogieran a ellas. 4º) La sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires del 22 de marzo de 1878 —suscripta por Vicente F. López, Antonio E. Malaver, José María Moreno, Carlos Saavedra Zavaleta y Pedro Goyena— que permitió la rebaja de remuneraciones sólo por no existir una norma prohibitiva en la constitucional provincial, pero dejó en claro la necesidad de que esa prohibición se estableciese. En cuanto a los antecedentes norteamericanos, tras recalcar que la disposición de la Constitución de los Estados Unidos es menos terminante que la nuestra, refirió: 1º) La carta del Chief Justice Taney al Secretario del Tesoro del 16 de febrero de 1863 (157 US 701), que rechazó por inconstitucional e inválido un estatuto del año 1862 que imponía a los sueldos de los jueces un impuesto del 3 %, dada la necesidad de un Poder Judicial libre de toda influencia directa o indirecta que haga posible torcer sus fallos en tiempos de excitación política. 2º) La respuesta del Attorney General Hoar al Secretario del Tesoro, de 1869, según la cual la facultad sueldos de del Congreso todos los de gravar con funcionarios un impuesto civiles debe los ser interpretada con exclusión de aquellos que el Congreso no tiene facultad de someter a tales impuestos (en el caso, el presidente de los Estados Unidos y los jueces de la Suprema Corte). 3º) La jurisprudencia de la Suprema Corte en los casos Evans v. Gore, que en 1920 rechazó la posibilidad de gravar con el impuesto a la renta inclusive a los jueces nombrados después de establecido tal impuesto; O’Donoghue v. United States, de 1933 (289 US 516), que estableció que no podía ser disminuido el sueldo de un juez de la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia; y Booth v. United States, de 1934, que, con referencia a un juez jubilado que continuaba cumpliendo sus obligaciones y participando en la decisión de casos pendientes, decidió que si el sueldo de un juez era aumentado por ley después de su nombramiento y después se jubilaba, una reducción de su compensación estaba en pugna con la Constitución aunque la compensación reducida resultara superior al sueldo fijado por la ley al tiempo de su nombramiento. También recordó la opinión concordante de diferentes autores norteamericanos que niegan el derecho de gravar con impuestos las compensaciones de los jueces. En fin, declaró que el sueldo de los jueces federales era un rédito no imponible a los efectos de la ley 11682 por estar en pugna con el art. 96 de la Constitución. En cuanto a la aplicación de oficio del fallo de 1936, una larga serie de antecedentes justifican esa determinación, la cual fue también —como resulta de dicho fallo— el criterio de las Cámaras Civiles de la Capital en 1932, e igualmente la adoptada por todos los superiores tribunales de provincia con relación a la ley 24.631. Ya hace casi un siglo, por resolución del 14 de marzo de 1930, la Corte se negó a tomar juramento a un juez letrado nombrado en comisión por el presidente provisional del Senado en ejercicio del P.E., Dr. José E. Uriburu, sin haber prestado el juramento exigido por el art. 80 de la Constitución. Se dijo entonces que “corresponde a las facultades de este Supremo Tribunal...como una atribución inherente a la naturaleza del poder que ejerce, de juzgar, en los casos ocurrentes, de la constitucionalidad y legalidad de los actos que se le someten, toda vez que con ocasión de ellos ha de cumplir una función que le confiere la Constitución, o la ley. A ese efecto, la Suprema Corte no es un poder automático. Tiene el deber, en este caso, de examinar y discernir si el acto con motivo del cual se le llama al cumplimiento de una función propia, reviste o no la validez necesaria por razón del origen o poder de que emana, y si este poder se halla o no habilitado para expedir el acto de que se trata, mayormente cuando la Corte haya debido intervenir para que ese poder cumpla ante ella el requisito que ha de habilitarlo para el ejercicio de sus funciones. Si la Suprema Corte hubiera dejado de observar que el Dr. Uriburu no ha cumplido ese requisito, que es el juramento que ha debido prestar ante ella y aceptar el nombramiento de juez que ha hecho para el Territorio de Santa Cruz, recibiéndole el juramento de ley, con razón merecería este Tribunal el cargo de poco celo en el cumplimiento de sus atribuciones, desde que permitiría el desconocimiento de éstas, y lo que es peor, se haría cómplice con el Presidente Provisional del Senado, de violación de la ley, aceptando como legítima la que éste ha hecho de ella al entrar a desempeñar el P.E.”. Luego, en la causa de Fallos: 201:239, expresó (voto del Dr. Roberto Repetto), que “si bien la jurisprudencia reiterada de esta Corte ha resuelto que la inconstitucionalidad pronunciarse a de las leyes de parte petición y y decretos no de sólo puede oficio, tal jurisprudencia sólo se aplica al ejercicio de las facultades judiciales y no al supuesto...de actividades derivadas del art. 99 de la Constitución, que autoriza a la Corte a dictar su reglamento y, por consiguiente, a fijar las condiciones con arreglo a las cuales ejercitará su facultad de tomar juramento a los funcionarios designados por el P.E. de hecho o de derecho”. Más tarde, en Fallos: 238:288, señaló que si bien es de principio que el contralor de la validez de los actos de los demás poderes no puede ejercerse por los jueces de la Nación ex officio, hace excepción el supuesto de que la reglamentación exceda los límites constitucionales de las atribuciones jurisdiccionales de esta Corte y en la medida necesaria para determinar la competencia del Tribunal. En Fallos: 270:85 recordó la doctrina de los precedentes citados y, afirmando “que es indisoluble la vinculación que media entre el régimen federal de gobierno y el alcance de la jurisdicción conferida a la Corte y a los tribunales nacionales por la Constitución”, rechazó la aplicación de la ley 17.642 que establecía un régimen de enjuiciamiento común para los miembros de los superiores tribunales provinciales, imponiéndole integrar el tribunal de enjuiciamiento con un miembro de la Corte y dos presidentes de los superiores tribunales designados por sorteo por ella. En Fallos: 306:8 declaró inaplicable el art. 24 de la ley 22.192 que disponía que designase a los integrantes del Tribunal de Ética Forense entre los abogados inscriptos en la matrícula ejercicio profesional, con no porque menos tal de 20 facultad años de excedía notoriamente el marco de las atribuciones jurisdiccionales que la Constitución le otorga y a las cuales debe ceñirse estrictamente en su accionar. En Fallos: 308:1519 declaró la invalidez de la ley 23.362, presupuestaria que modificaba de funcionarios la de jerarquía la funcional y Nacional de Cámara Apelaciones en lo Criminal y Correccional sin anuencia previa de la Corte, efectuando una transformación de cargos que afectaba las facultades reglamentarias atribuidas a la Corte por el art. 99 de la Constitución. En Fallos: 314:948 declaró inconstitucional el decreto 2071/91 que suspendía por un año la vigencia del art. 7º de la ley 23.853 y los efectos de todos los actos dictados al amparo de dicha norma, lo que interfería en la ejecución de lo resuelto en las acordadas 32 y 38, emitidas por el tribunal en ejercicio de las facultades de gobierno que le son propias tornaba con arreglo ineludible un a la ley citada, pronunciamiento en situación que salvaguarda del sistema de división de poderes consagrado por la Constitución. En Fallos: 319:7 negó la aplicabilidad en la órbita del Poder Judicial del decreto 290/95 que disponía reducciones salariales. En suma, la acordada 20/96 no hace sino descalificar constitucionalmente la supresión de la exención del impuesto a las ganancias a magistrados y funcionarios judiciales, por aplicación de la jurisprudencia de 1936, y toma de oficio la decisión siguiendo una línea casi centenaria que lo habilita cuando se trata de la defensa de las atribuciones de la Corte tanto en las causas sometidas a su jurisdicción cuanto como órgano de gobierno del Poder Judicial. Resta añadir que el art. 20, inc. p, de la ley 20.628, eximía de impuesto a las ganancias a los sueldos de los ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, miembros de los tribunales provinciales, vocales de las cámaras de apelaciones, jueces nacionales y provinciales, y funcionarios judiciales que dentro de los respectivos presupuestos tuvieran asignados sueldos iguales o superiores a los jueces de primera instancia; y el inciso r a los haberes jubilatorios y pensiones correspondientes a funciones cuyas remuneraciones quedaban exentas. La Corte declaró inaplicable la derogación, con lo que se mantuvo la vigencia del inciso p que comprende a tales funcionarios; en el orden nacional, secretarios y secretarios letrados de la Corte Suprema que gozan de la jerarquía, remuneración, condición y trato de los jueces de cámara y de los jueces de primera instancia, respectivamente (arts. 88 y 102 bis —introducido por acordada del 10 de julio de 1973— del Reglamento para la Justicia Nacional). CARGO 5 a) No haberme excusado de intervenir en la causa “Fayt” b) Haber suscripto la Acordada 20/96 DESCARGO a) En la causa promovida por el juez. Fayt, sobre la que hago mi descargo in extenso por separado (expte. 8023-D-01), solo reiteraré aquí que sentí el imperativo ético de intervenir en la causa para afirmar la validez de la cláusula constitucional -por la trascendencia jurídica que esto implica - votando en contra de mi propio interés ( la continuación en la función después de los 75 años de edad), y por eso, entre otros conceptos, dije (a diferencia de lo que había dicho la Cámara): “ la limitación del art. 99 inc. 4 alcanza tanto a los jueces designados con posterioridad a la reforma constitucional como a quienes hemos sido designados con anterioridad a dicha reforma” Como es obvio, la excusación por interés en el pleito o en otro semejante, que establece el art. 17 del Código Procesal, tiene por objeto impedir que el juez vote en favor de sus propios intereses, pero no en el caso exactamente contrario, como yo hice en la causa “Fayt. Aclaro , además, que yo no tenía abierto pleito alguno semejante al promovido por el Dr. Fayt, ni lo promovería en el futuro ya que voté por la validez de la cláusula constitucional que establece el límite de los 75 años, ni tampoco me unía a él una “amistad manifestada por gran familiaridad o frecuencia en el trato”, sino sólo el vínculo que significa integrar un tribunal colegiado. De manera que no había razón legal que me obligara a excusarme. B) En cuanto a la Acordada 20/96 el descargo ha sido hecho al tratar el cargo 3. Por las razones invocadas, pido a la Comisión se acepte mi descargo y no se me impute mal desempeño en el cargo. CARGO 6 La imputación que se me formula en este caso, es haber causado o permitido “el uso indebido de bienes secuestrados en el trámite de causas judiciales, disponiéndose incluso, en algunos casos, la transferencia del dominio de esos bienes, con manifiesta ilegalidad”. Señalo que hace ya algunos años, la Presidencia de la Corte me adjudicó, para su uso, un automóvil marca Peugeot 405, modelo año 1995, “dominio colocado ATQ 513", actual chapa patente CPV 368, que fuera en su momento secuestrado en una causa penal. Permítaseme explicar aquí cuál es la normativa con la que me encontré cuando asumí mi cargo como juez de la Corte Suprema, por qué razones entiendo que se trata de una normativa razonable, y por último, qué verificaciones he podido efectuar en relación con esta cuestión. 1.- Normativa vigente a) En el año 1990 el Congreso de la Nación sancionó la ley 23.853 sobre presupuesto de gastos y recursos del Poder Judicial de la Nación. El art. 3 de dicha ley determina cuáles son los recursos específicos, propios del Poder Judicial de la Nación; entre ellos, el inc. b) menciona a “... los efectos secuestrados en causas penales que no hayan podido entregarse a sus dueños”. En lo que hace al alcance de esta norma, es para mí claro que al haber enumerado el inc. b) una cantidad alternativa de recursos, utilizando en cada caso el punto y coma para distinguir una hipótesis de otra, cada recurso resulta autónomo e independiente de los otros. Por tal razón, los “efectos secuestrados en causa penales” son un recurso adicional e independiente del “producto de la venta o locación de bienes muebles...” con que comienza esta disposición, o de los “objetos comisados” que también se mencionan a continuación de los efectos secuestrados4. Resulta claro que ha sido voluntad del legislador incluir dentro de los recursos del Poder Judicial de la Nación a los efectos 4 El art. 3, ley 23.853 dice: “Constituyen recursos específicos, propios del Poder Judicial de la Nación, afectados al presupuesto de gastos e inversiones, los siguientes: ...b) El producto de la venta o locación de bienes muebles o inmuebles afectado al Poder Judicial de la Nación; efectos secuestrados en causas penales que no hayan podido entregarse a sus dueños; objetos comisados; material de rezago; publicaciones; cosas perdidas; el producido de la multa establecida en el art. 15 de la ley 13.512..., y todo otro ingreso que no teniendo un destino determinado se origine en causas judiciales”. secuestrados en causas penales, y que ello ha sido hecho por medio de una ley general, destinada a prever los recursos globales de este poder del Estado. b) También previo a mi ingreso a la Corte Suprema el Tribunal dictó la Acordada 55/92 (Fallos CSN, 315-2182). En lo que aquí interesa, por medio de la misma se decidió que el Tribunal podría disponer de vehículos que hubiesen sido secuestrados “en los términos establecidos en el art. 3 de la ley 23.853” (ver parte 1 dispositiva de la Acordada). Igualmente se resolvió que “los magistrados a cargo de los tribunales en donde se encuentren vehículos secuestrados deberán informar a la Corte Suprema ... esa circunstancia” (parte 2). El texto de esta Acordada indica que para dictarla se tuvo en cuenta “la notoria insuficiencia que padece el parque automotor de este poder del Estado”, y que además el Tribunal de Cuentas de la Nación, ante una consulta puntual, no encontró objeciones legales al procedimiento de afectación al Poder Judicial, de automotores secuestrados en causas penales5. 5 Según la Acordada, por oficio 1805/91 la Secretaría de Superintendencia Administrativa de la Corte consultó específicamente al Tribunal de Cuentas esta cuestión, haciendo saber esta dependencia que no tenía objeciones de índole legal que formular, según oficio del 7.11.91, Actuación N 10.466/91. Independientemente de la razón invocada en esa Acordada, es un hecho notorio que la guarda prolongada y sin uso de vehículos secuestrados concluye, indefectiblemente, en su inutilización por el deterioro que sufre debido a la inamovilidad de sus elementos mecánicos, el óxido, etc. En tal sentido, en la sentencia del 17-X-2000, Causa 7650/2000, del Juzgado Federal N2, se dijo:”Que corresponde recordar que la experiencia ha demostrado que los vehículos secuestrados alojados en las distintas playas que la Policía Federal disponía a tales efectos, además de sufrir el evidente deterioro producto de la inclemencia del tiempo en razón de hallarse a la intemperie, en la mayoría de los casos padecían de todo tipo de saqueo (instrumental, batería, gomas, rueda de auxilio, etc)” c) Por último, señalo que este panorama normativo no se ve alterado por la sanción de la ley 25.246 sobre encubrimiento y lavado de activos de origen delictivo. Es verdad que el art. 27 de esta norma prevé la creación de un fondo especial que instituirá el Poder Ejecutivo Nacional, y que será afectado al funcionamiento de la Unidad de Información Financiera que esta misma ley crea por su art. 5. También señala dicha norma que el dinero y otros bienes o recursos secuestrados judicialmente integrarán ese mismo fondo. Pero de la lectura de dicho art. 27 surge que no se está hablando de cualquier bien secuestrado, sino solo de los originados en la comisión de los delitos previstos en esta ley . Estos delitos alcanzados por la ley 25.246 son el de encubrimiento y lavado de activos de origen delictivo, según la actual redacción de los arts. 277 a 279 del Código Penal. También se explica en esta norma que los recursos secuestrados judicialmente –tal como ocurre con lo previsto en la ley 23.853- pueden ser objeto de administración, mientras no se resuelva su devolución6. 6 El art. 27 de la ley 25.246 en su parte pertinente dice: “El dinero y los otros bienes y recursos secuestrados judicialmente por la comisión de los delitos previstos en esta ley, serán entregados por el tribunal interviniente a un fondo especial que instituirá el Poder Ejecutivo nacional. Dicho fondo podrá administrar los bienes y disponer del dinero conforme a lo establecido precedentemente, siendo responsable de su devolución a quien corresponda cuando así lo dispusiere una resolución judicial firme” De todas maneras, queda claro que la sanción de la ley 25.246 no derogó el régimen legal estatuido a partir de la ley 23.853. Esta mantiene su vigencia en lo relativo a secuestros dispuestos en aquellas causas penales cuyo objeto procesal no sea el específico de la ley de encubrimiento y lavado de activos. 2.- Análisis de la normativa aplicable al caso de los automóviles Aun cuando, reitero, la ley 23.853 y la Acordada 55/92 de la Corte Suprema son anteriores a mi ingreso al Alto Tribunal, debo señalar que ellas no parecen irrazonables. El Congreso de la Nación, en el ámbito de sus atribuciones constitucionales de asignación de recursos, entendió que una forma de racionalizar gastos del Poder Judicial, sería el de integrar sus recursos con los efectos secuestrados en causas penales. Una manera posible de racionalizar recursos, es apelar entonces a la utilización de tales efectos, de manera que en vez de adquirirse automóviles nuevos, se utilicen los secuestrados en causas penales. También parece razonable el recaudo establecido por la Acordada 55/92, en el sentido de que sea el Juez Penal de cada causa, quien informe al Alto Tribunal si un determinado automóvil encuadra dentro de las previsiones del legislador, en el sentido de hallarnos ante un bien que “no ha podido entregarse a sus dueños”. Nadie mejor que el Juez de la causa que ha dispuesto el secuestro para evaluar si es posible disponer del bien, en los términos del art. 3, ley 23.853. Este ha sido, por lo demás, el criterio mantenido por la ley 25.246, que confía al “tribunal interviniente” la entrega de los bienes secuestrados, al fondo especial mencionado en el art. 27. 3.- El cumplimiento de estos recaudos en lo que hace al automóvil que me ha sido asignado Según he podido verificar, en la asignación concreta del automóvil Peugeot 405 que utilizo en la actualidad, se cumplió con los recaudos legales que surgen de las normas mencionadas. Así, con fecha 7 de agosto de 1997 se libró por el Director General de la Corte Suprema, Dr. Luis María Freire, oficio al Juez Federal Dr. Claudio Bonadío, a fin de que informara si en la causa penal caratulada “Siquier, Enrique Francisco y otros s/inf. art. 172, 292, 293, 296 y 299 del C. Penal, “el vehículo secuestrado en los autos mencionados... Peugeot 405 GLD, se encuentra en condiciones de ser afectado al patrimonio del Poder Judicial de la Nación, en razón de lo dispuesto en la Acordada 55/92, resoluciones N 170/95 y 294/94, lo normado en el art. 3 de la ley N 23.853 y en el art. 20.785”7. La respuesta del Juez Bonadío, de fecha 14 de agosto de 1997 y dirigida al Sr. Luis María Freire, fue que el referido vehículo junto a otros incluidos en un listado que se acompañó, “se hallarían en condiciones de ser afectados al patrimonio del Poder Judicial de la Nación...”. En relación con esta respuesta del Juez de la causa donde se secuestrara el vehículo que se me asignó, debo señalar lo siguiente. No parece lógico que el magistrado que recibe un vehículo secuestrado en un proceso penal, en los términos de la normativa recién examinadas, deba él constatar la razonabilidad de la autorización acordada por el juez penal en cada caso concreto. Máxime si ése es un trámite en el que el magistrado que recibe el automóvil, no ha intervenido personalmente. Por otra parte, la ley 23.853 de racionalización del gasto público partió seguramente de la premisa de que el ahorro que ella causaría, justifica el eventual gasto resultante de que en un caso concreto sea necesario restituir el bien secuestrado a un adquirente de buena fe. Señalo por último que tal como surge de la Acordada 59/95 dictada en su momento por el Presidente de la Corte, y cuya copia se adjunta, la asignación de unidades al Poder Judicial de la Nación no se limitó solo a los Jueces del Alto Tribunal. Ella alcanzó igualmente a una gran cantidad de funcionarios de la Justicia Federal con asiento en la Capital y en diversas jurisdicciones del país. Sólo para mayor abundar, recordaré que en otro caso de adjudicación y uso de dos vehículos por parte de otro juez de la Corte, 7 Obsérvese que esta causa penal, además de ser previa a la sanción de la ley 25.246, tiene un objeto distinto al de encubrimiento y lavado de activos contemplado por esta ultima normativa. promovida la causa penal 7650/2000, que tramitó ante el Juzgado Federal n 2, se dictó sentencia firme que dispuso el archivo “por inexistencia de delito”. Acompaño en la carpeta “Antecedentes” copias de: Oficio 454/97 de la Corte al Juez Bonadío del 7-8-1997; Oficio de respuesta del 14-8-97 del juez Bonadío a la Corte; Resolución 2875/98 del Presidente de la Corte; Resolución 349/99 del Presidente de la Corte; Sentencia del 17/X/2000 en causa 7650/2000 del Juzgado Federal n.2 Por lo expuesto, pido entonces se acepte el descargo que he formulado y no se me formule cargo alguno al respecto. CARGO 9: No haber adoptado, como miembros del cuerpo colegiado, iniciativas a su alcance encaminadas a suspender, interrumpir o hacer cesar la aplicación del régimen instituido por la Resolución 891/90 (y sus complementarias y ampliatorias suscriptas por ellos en algunos casos) DESCARGO No suscribí la Resolución 891/90 que estableció el régimen general destinado a conceder una suma por desarraigo y determinados pasajes para los jueces que habitan a más de 100 km de la Capital Federal. Me incorporé a la Corte en 1994 cuando ésa y otras normas complementarias de ese régimen general - resoluciones 72/91 y 322/91 habían sido dictadas y regían desde varios años antes y no se había producido nunca un proyecto o intento de modificación. Por otra parte, el tema es, a lo sumo, opinable. Debe tenerse en cuenta que en diversas reparticiones administrativas e instituciones de éste y de otros países existen ciertos beneficios - un plus en el sueldo, pasajes aéreos, etc. - para compensar los gastos que puede demandar prestar servicios en una ciudad alejada del domicilio real. El análisis crítico de la existencia de estas compensaciones es independiente del caso hipotético de que alguien pudiera abusar del sistema, es decir, que obtuviera sus beneficios sin vivir realmente a más de 100 kms, situación que no entra en mis facultades controlar.. Pero ése sería el caso particular de quien eventualmente violara el sistema; lo que no significa que éste sea objetivamente desacertado. No se me puede imputar, entonces, mal desempeño por no haber intentado solitariamente modificar un sistema de compensación a quienes vivían a más de 100 km de distancia del Tribunal, que había sido establecido por otros jueces y que el Tribunal, antes de mi incorporación, había precisado ya con otras resoluciones complementarias, afirmando así su voluntad de mantenerlo, sin que jamás hubiesen mediado planteos de modificación o derogación del sistema. CARGO 11. Haber solicitado y obtenido los beneficios previsionales 1del art. 1 de la ley 24.018. DESCARGO Como puede hacerlo cualquier trabajador argentino en relación de dependencia, incluídos los jueces, realicé, al amparo de la ley, el trámite tendiente a obtener el reconocimiento del beneficio previsional en virtud de los servicios y aportes prestados, beneficio que se hará efectivo cuando cese en el cargo . Aclaro que, en mi caso, esta actitud, absolutamente legal (ley 18037) - ya que de no ser así no habría prosperado el trámite - ha tenido principalmente por objeto, permitir que el organismo previsional realizara las verificaciones pertinentes para que, en caso de sobrevenir mi muerte o mi incapacidad, mi cónyuge pueda acceder al beneficio previsional reconocido, sin esperar los muchos meses que implica el trámite sin percibir suma alguna. Creo que éste es el motivo principal y determinante de la mayoría de los hombres que trabajan y realizan anticipadamente el trámite, pensando, por encima de todo , en la protección de su familia. Me permito señalar, entonces, que no advierto que haya inmoralidad en este trámite que tiene por objeto principal resolver una situación que no es simplemente imaginaria, sino posible. Por otra parte, y aunque no haga estrictamente a la cuestión, quiero aclarar que hace 42 años que trabajo y hago aportes jubilatorios, habiendo pasado los últimos 8 años en esta Corte. Pido entonces que se advierta que no he incurrido tampoco en este aspecto en mal desempeño en el cargo . CARGO 12: Expedientes 7692/01 y 8106/01. La función de Superintendencia, conforme lo dispone el art. 86 del Reglamento para la Justicia Nacional es ejercida por el presidente de este Tribunal, circunstancia que me aleja del contacto directo con actos cuya responsabilidad no están a mi cargo. Por otra parte, nunca recibí denuncia alguna sobre la existencia de irregularidades en el ámbito de superintendencia administrativa. En este sentido corresponde señalar que la acordada del 17 de marzo de 1961 (Fallos: 249:212) reformó el art. 86 del Reglamento para la Justicia Nacional y dispuso incorporar como apartado final de esa norma el siguiente texto: “El presidente ejerce las funciones de superintendencia en tanto no medie expresa disposición legal que las confiera al tribunal y sin perjuicio de que en casos especiales y cuando su naturaleza lo requiera, las cuestiones a las que se refiere el presente artículo sean sometidas a la consideración de la Corte Suprema”. Si bien la acordada 4/91 (Fallos: 314:7) modificó esa norma al crear un Consejo de Administración integrado por el Presidente y los Vicepresidentes primero y segundo del cuerpo, tal decisión fue posteriormente dejada sin efecto mediante la acordada 6/91 (Fallos: 314:980). Por consiguiente, se mantiene subsistente el mencionado art. 86 que atribuye directamente el ejercicio de la superintendencia del tribunal al Sr. Presidente de la Corte. Cabe mencionar que el 17 de agosto de 1995 se dictó la acordada 32/95 mediante la cual los Ministros del Tribunal autorizaron la contratación de un Administrador General de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con jerarquía de Secretario General y bajo la dependencia directa del Presidente del Tribunal (Fallos: 318:1128) La contratación del Secretario General Dr. Nicolás Alfredo Reyes fue suscripta exclusivamente por el Dr. Nazareno mediante la resolución 1010/95 del 17 de agosto de 1995 (Fallos: 318:1148). Finalmente, la acordada 57/98 del 22 de diciembre de 1998 (Fallos: 321:2676) señala que ante las responsabilidades asignadas al Presidente del Tribunal como máxima autoridad del Consejo de la Magistratura corresponde “la creación de una limitada estructura funcional destinada a asistirlo para el adecuado cumplimiento de las funciones jurisdiccionales, administrativas y protocolares que le siguen correspondiendo en esta Corte según lo ordenado por las disposiciones pertinentes del Reglamento para la Justicia Nacional y en las demás acordadas concordantes”. Por tal motivo se creó la “Secretaría General de la Presidencia de la Corte Suprema de Justicia” bajo quien dependerán las Direcciones de Prensa de Ceremonial y de Mandamientos y Notificaciones, la Subdirección de Seguridad, la Oficina de Sorteos y de Circulación y la Asesoría Jurídica de la Administración General como así también el cumplimento de las comisiones judiciales y administrativas que le encomiende el Presidente y la coordinación de las relaciones funcionales o institucionales con el Consejo de la Magistratura. Esta acordada fue aclarada en sus alcances con la acordada 3/99 del 25 de febrero de 1999 (Fallos: 322:6). Existe, pues, un sistema normativo conformado por las mencionadas acordadas del Tribunal que imponen el ejercicio de la superintendencia al Sr. Presidente el que ha permitido la formación de un conjunto de procedimientos cuyo control y ejercicio se encuentran a su exclusivo cargo. No tengo constancias ni recuerdos de que se me haya dado traslado del informe de la AGN a la que se alude en el cargo. Tampoco se me pidió intervención ni opinión alguna para resolver los problemas allí enunciados, ya que por tratarse de cuestiones de administración eran de exclusiva incumbencia de las oficinas administrativas, que, como se dijo, dependen del Presidente. De manera tal que las cuestiones que en este cargo se me imputan, son ajenas a mis funciones, careciendo de responsabilidad al respecto. Además me encuentro imposibilitado de responder a imputaciones que se realizan en términos genéricos. Por tanto, no soy responsable de la administración que ejerce la Presidencia y la oficina a su cargo. Es mi deber señalar que en cada oportunidad en que el señor Presidente nos requirió la firma de acordadas sobre aspectos de superintendencia, jamás me pareció que a través de ellas se estuvieran autorizando actos indebidos o reñidos con el buen funcionamiento del Poder Judicial de la Nación. Hasta aquí expliqué que las tareas Administrativas de la Corte constituyen una atribución propia del Presidente del Tribunal, quién las desempeña apoyándose en la actuación del Administrador General. Sin perjuicio de ello, se transcriben las respuestas elaboradas por el Administrador General de la Corte a las imputaciones efectuadas en este cargo, para el mejor esclarecimiento de los señores Legisladores. “La Corte Suprema de Justicia de la Nación detenta, por mandato constitucional, el gobierno del Poder Judicial de la Nación en carácter de órgano supremo y entre las acciones necesarias para el ejercicio del poder asignado, ha adoptado decisiones en materia de administración de la jurisdicción. No resulta claro el alcance de la aseveración .....”administración carente de normas y procedimientos adecuados”... pero aún así, resulta desacertada y equivoca. Independientemente de la autarquía que –como Poder Autónomo del Estado- ostenta el Poder Judicial de la Nación, históricamente se adoptó como cuerpo normativo al cual ajustarse en materia administrativo-financiera, presupuestaria, patrimonial y de contrataciones a la Ley de Contabilidad y posteriormente a la Ley de Administración Financiera N 24.156. Contando con este cuerpo normativo como marco jurídico en la materia, el Tribunal ha dictado numerosos actos administrativos de reglamentación, de procedimientos, de interpretación y de excepción para ajustar la legislación antes indicada a las exigencias propias de la función jurisdiccional y la de sus áreas de actividades complementarias y de servicios. Se adjuntan al presente informe, copias de todas la acordadas y resoluciones que disponen procedimientos, reglamentos, misiones, funciones, autorizaciones y acciones de administración de manera genérica (no se incorporan los actos administrativos que surgieron de casos específicos), y de delegación de facultades administrativas. Como podrá observarse, el Tribunal cuenta con un rica y prolífica producción de actos administrativos que han marcado el rumbo en la cuestión planteada, que se han constituido en un cuerpo normativo de imprescindible aplicación para el accionar cotidiano de las áreas internas del Poder Judicial, lo que supone dejar de lado cualquier especulación de “carencia de normas y procedimientos” . A continuación detallaremos las más importantes normas dictadas en el ámbito de este Tribunal referidas a procedimientos y estructuras organizativas que se adjuntan junto al resto de acordadas y resoluciones indicadas en el anteúltimo párrafo precedente Ac. 28/82- Crea la Comisión de Preadjudicaciones Ac. 9/83- Dispone la implementación de sistemas de control interno administrativo en la Subsecretaría de Administración. Ac. 39/83- Establece Normativa referida a gastos de funcionamiento. Resol. 960/83- Reglamenta la recepción de bienes Ac. 44/83- Establece niveles de autorización para el régimen de contrataciones y licitaciones - niveles de autorización. Ac. 25/84- Dispone régimen y funciones de Secretarías de Superintendencia Administrativa y Judicial. Ac. 27/84- Establece un registro patrimonial obras y revistas de biblioteca. Ac. 29/84- Aprueba la estructura orgánica Secretaría de Superintendencia. Ac. 76/84- Modifica Sistema de Gastos de Funcionamiento. Ac. 41/87- Modifica Reglamento Compras. Ac. 53/88- Establece niveles de autorización y aprobación de gastos. Ac. 26/89- Reglamenta la asignación y uso de viviendas zona patagónica. Resol. 882/88- Crea la Secretaría letrada de Informática Resol. 883/88- Crea la Secretaría Letrada de Asesoramiento Resol. 893/88- Dispone la no aplicación de los Dctos. 825,826 y 827/88 Resol. 913/88- Establece una garantía de adjudicación del 20% (que en el resto del sector público es del 10%). Ac. 46/89- Dispone un régimen propio de locaciones Resol. 551/89- Establece funciones de la Secretaría Letrada de Asesoramiento Resol. 151/90- Establece procedimientos para “conformidad de facturación” Resol. 891/90- Establece un régimen de Desarraigo y pasajes Ac. 83/90- Fija valores para pliegos licitarios Ac. 10/91- Dispone la superintendencia para cuerpos periciales. Resol. 322/91- Modifica Resol. 891/90 Resol. 1110/91- Crea la Subdirección General de Fiscalización de Recursos Ac. 33/92 Reglamenta la Oficina Estadísticas Ac. 55/92- Establece un régimen de afectación de vehículos secuestrados Resol. 31/93- Autoriza uso provisorio de autos secuestrados Resol. 68/93- Reglamenta asignación de autos secuestrados Res. 150/93- Crea la Oficina de Intervención Previa Resolución 247/93- Establece funciones de la Oficina de Intervención Previa Resolución 925/93- Aprueba Convenio con SIGEN Res. 1270/93- Aprueba Convenio con Auditoría General de la Nación Resolución 1298/93- Aprueba Convenio con Secretaría de Prevención de Drogadicción Ac. 21/93- Reglamenta misiones al exterior. Res. 637/94 Incorpora cláusula de penalidad en pliego para licitaciones, por incumplimientos anteriores. Res. 847/94- Aprueba Convenio con Sindicatura General de la Nación Resolución 948/94- Crea la Unidad de Asesoramiento Previo Resolución 2191/94-Aprueba la Estructura de la Unidad de Auditoría Interna Ac. 36/94- Delega facultades de superintendencia a la Cámara de Casación Penal, respecto Tribunales Orales Ac. 61/94- Crea la Unidad de Auditoría Interna. Ac. 7/95- Dispone restricciones de gastos Ac. 29/95- Establece un régimen de Arancelamiento. Ac. 32/95.- Crea la Administración General del Poder Judicial de la Nación Ac. 43/95- Aprueba Misiones y Funciones de la Administración General. Resolución 53/95- Limita asignación teléfonos celulares Resolución 195/95- Aprueba Convenio con Secretaría de la Función Pública Resolución 213/95- Dispone el uso de estampillas para arancelamiento Resolución 255/95- Aprueba la estructura y funciones de la Unidad de Asesoramiento Previo Resolución 350/95- Dispone medidas de contención de gastos Resolución 1192/95- Establece régimen de movilidad fija Resolución 1193/95- Fija montos para gastos de funcionamiento Ac. 8/96- Reglamenta Secretaría Auditores Judiciales. Ac. 26/96- Establece Arancelamiento notificaciones mediación. Ac. 31/96- Reglamenta régimen de tasaciones para locaciones en el interior. Ac. 37/96- Establece Organización Dirección de Infraestructura Judicial Ac. 57/96- Dispone un régimen de Declaraciones Juradas Patrimoniales Ac. 58/96- Establece un Régimen Unificado Mesa de Entradas- Seguimiento Expedientes Ac. 73/96- Sistema Percepción y Control Tasa de Justicia. Ac. 74/96- Dispone un Régimen de Intendencias del Poder Judicial de la Nación. Resolución 23/96- Modifica Ac. 29/95- Arancelamiento Resolución 32/96- Disuelve talleres calle Barracas Resolución 34/96- Suspende designaciones, contrataciones y horas extras Resolución 154/96- Dispone Intervención de la Administración General en los trámites de contrataciones y horas extras Resolución 289/96- Asigna monto fijo de la partida para automotor Resolución 2333/96- Establece Autorización gastos por Administrador Gral. de hasta $ 20.000 para contratar Ac. 20/97- Establece Régimen de Adscripciones Ac. 27/97- Crea nueva de la Unidad de Auditoría Interna Ac. 40/97- Modifica régimen de Arancelamiento Ac. 13/97 Ac. 48/97- Modifica Ac. 44/83 Resolución 269/97- Aprueba Convenio con la Facultad de Farmacia y Bioquímica-Análisis ADN Resolución 856/97- Establece requisitos para la elevación de los expedientes a consideración del Administrador General Resolución 930/97- Autoriza Suscripción- adquisición de publicaciones extranjeras Resolución 1304/97- Dispone contención de gastos sobre viáticos y pasajes Resolución 2242/97- Aprueba organización, misiones y funciones de la Administración General Resolución 3877/97- Establece Misiones y funciones de la Dirección de Infraestructura Judicial Resolución 3878/97- Modifica la resolución 2242/97 Resolución 4043/97- AUTORIZA composición de cargos de la Unidad de Auditoría Interna Resolución 4057/97- Establece Régimen de Gastos de intendencia-determinación por edificio Resolución 4093/97- Dispone eliminación de barreras arquitectónicas Resolución 4101/97- Modifica resolución 3877/97 Resolución 4102/97- Autoriza Misiones y funciones de la Dirección de Administración Financiera Ac. 9/98- Exime presentación declaraciones juradas patrimoniales a funcionarios interinos o subrogantes Ac. 16/98- Dispone suplemento tareas insalubres para agentes Morgue Judicial Resolución 429/98- Dispone Régimen de gastos de movilidad para tasadores Resolución 544/98- Dispone el régimen para autorización pago honorarios Resolución 900/98- Aprueba convenio con Auditoría General de la Nación para evaluación licitación 1/97 Resolución 1224/98- Reglamenta la liquidación de la bonificación por tareas peligrosas e insalubres Resolución 1672/98- Aprueba Organización, misiones y funciones de la Dirección de Recursos Humanos Resolución 1768/98- Aprueba estructura orgánica de la UAI Resolución 1769/98- Aprueba plan de auditoría de la UAI Resolución 1770/98- Asignación de funciones de la UAI Resolución 1819/98- Dispone Organización, misiones y funciones de la Dirección de Informática Resolución 1932/98- Dispone Procedimiento para el pago de la tasa de ley para la Dirección Nacional de Reincidencia y Estadística Resolución 2045/98- Aprueba Organización, misiones y funciones de la Dirección de Archivo Resolución 2046/98- Aprueba Organización, misiones y funciones de la Dirección de Mandamientos y Notificaciones Resolución 2047/98- Aprueba Organización, misiones y funciones de la Dirección Pericial Resolución 2072/98- Modifica la resolución 2047/98 Resolución 2479/98- Modifica la resolución 2045/98 Resolución 2678/98- Aprueba Planta de personal de la UAI Resolución 2909/98- Modifica estructura de la UAI Resolución 3320/98- Crea la Dirección de Administración de la CSJN Ac. 10/99- Crea Oficina de Subastas Judiciales Resolución 13/99- Aprueba Organización, misiones y funciones de las Direcciones de Administración y de Gestión Interna y Habilitación de la CSJN Resolución 530/99- Aprueba Organización, misiones y funciones de la Dirección de Recursos Humanos de la CSJN Resolución 1449/99- Instituye el sistema de laminado de seguridad para documentos que deban inscribirse en el Registro de la Propiedad Inmueble Resolución 1900/99- Dispone una metodología para la percepción, seguimiento y control de la tasa de justicia en el interior del país Ac. 1/2000- Determina que la CSJN será la autoridad de aplicación del régimen establecido por la ley 25.188 – declaraciones juradas patrimoniales Ac. 2/2000- modificatoria de la anterior Ac. 22/2000- Dispone la percepción de la tasa de justicia con bonos emitidos por el Estado Ac. 24/2000- Aprueba el reglamento para el funcionamiento de la Oficina de Subastas Judiciales Ac. 35/2000- Aprueba el régimen de deducción de haberes mediante códigos de descuento Resolución 67/2000- Establece el régimen de aplicación de la acordada 1/2000 Resolución 288/2000- Establece régimen del sistema de rendición de cuentas de haberes Resolución 373/2000- Amplía resolución 288/2000 Resolución 916/2000- Modifica la resolución 13/99 Resolución 1392/2000- Establece plazos para y procedimiento para la conformidad de las facturas de servicios. Resolución 1562/2000- Mantiene la aplicación del decreto 5720/72 en materia de contrataciones Resolución 1741/2000- Crea la Comisión para la redacción del proyecto de régimen de contrataciones Resolución 2008/2000- Amplía aplicación resolución 1192/95 Resolución 2283/2000- Modifica y amplía convenio con SEDRONAR Resolución 2257/2000- Creación de la Unidad de Auditoría Interna en la CSJN Ac. 27/2001- Dispone el arancelamiento de los informes periciales En lo que respecta a la imputación de “falta de trasparencia”, cabe resaltar que esta jurisdicción era fiscalizada -por imperio de la Ley de Contabilidad antes citada- en sus gastos y ejecución presupuestaria por delegados permanentes del Tribunal de Cuentas de la Nación. Con la sanción de la Ley 24.156, de Administración Financiera, se suprime tal organismo y se crean la Auditoría General de la Nación y la Sindicatura General de la Nación. La modalidad y alcance de la puesta en práctica del sistema de control instituido por dicha ley para el Poder Judicial de la Nación, resulta resorte exclusivo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación ( 5 párrafo del art. 117 de la Ley 24.156) El Tribunal dispuso, en ese sentido mediante Resolución n 1270/93 establecer un convenio con la Auditoría General de la Nación para fiscalizar la actividad presupuestaria, económica, financiera y patrimonial de la jurisdicción en su integridad administrativa. Paralelamente se firmó un convenio con la Sindicatura General de la Nación, aprobado mediante Resolución N 847/94, por el que se acuerda la intervención de este organismo de control en el ámbito del Poder Judicial. En base a estos convenios, el propio Tribunal fue requiriendo auditorías para las distintas áreas bajo su dependencia, con el criterio de profundizar el control de la actividad administrativa y de mejorar la eficiencia en las decisiones económico-financieras. Del resultado de estas auditorías emanaron recomendaciones por parte del organismo de control que sirvieron para tomar determinaciones necesarias y ajustar procedimientos y circuitos administrativos. Por ello, ¿ Como puede inferirse que observaciones puntuales en la actividad de áreas de menor jerarquía, surgidas en base a auditorías solicitadas por el propio Tribunal y corregidas conforme a las recomendaciones efectuadas por el organismo de control sean los fundamentos para opinar que una administración no es transparente y ordenada? Aun más, mediante resolución 948/94 se crea en el ámbito de la Corte la Unidad de Asesoramiento Previo hasta tanto se habilitara la Unidad de Auditoría Interna. El área tuvo como función intervenir preventivamente y visar los actos administrativos de carácter patrimonial o económico-financiero. Por Acordada 61/94 se dispuso la creación de la Unidad de Auditoría Interna fijándose sus responsabilidades y acciones. También merece destacarse la creación en 1995 de la Administración General de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (Ac. 32/95), cuyas misiones y funciones fueron aprobadas por Acordada 43/95 y su estructura por Acordada 62/96. Este órgano se puso en funcionamiento con la finalidad de organizar y coordinar las distintas dependencias administrativas del Tribunal y proponer procedimientos y circuitos que permitan mayor economía, celeridad, eficiencia, eficacia y control en la actividad económico-financiera. A partir de esta gestión, se delegaron en el Administrador General decisiones organizativas y de procedimientos, fundamentalmente referidas a las áreas bajo su directa incumbencia, aprobándose a partir de allí y hasta la fecha, la estructura interna del área y las misiones y funciones de las Direcciones de Administración Financiera, de Recursos Humanos, de Archivo, de Mandamiento y Notificaciones, de Gestión Interna y Habilitación, Pericial, de Infraestructura Judicial, de Informática, de Despacho; de la Unidad de Auditoría Interna, de la Obra Social, Asesoría Jurídica y Oficina de Subastas Judiciales, y paralelamente se dictan los regímenes para sumarios administrativos, del sistema unificado de mesa de entradas y el régimen de intendencias. Asimismo se le encomendaron al área funciones de control de los recursos y erogaciones de la jurisdicción, que concluyeron en distintas normas de restricción de gastos y saneamiento de los sistemas de ingresos propios: Resolución 34/96 Suspención de toda nueva designación y contratación de servicios dentro del Poder Judicial. Resolución 154/ 96 Modificación resolución 34/96. Resolución 2811/96 Reducción de gastos de traslados de los agentes del Poder Judicial. Resolución 1304/97 Solicitud a los Magistrados y Funcionarios que extremen los recaudos en los pedidos de comisiones de servicios. Acordada 7/95 Dispone una quita proporcional de los haberes de los Ministros e invitan a los integrantes del Poder Judicial a adoptar el mismo temperamento. Acordada 12/96 Destino de los fondos recaudados por el arancelamiento dispuesto por acordadas 29/95 y 50/95. Acordada 73/96 Nuevo sistema de percepción de la tasa de justicia a través del Banco Ciudad de Buenos Aires. Acordada 13/97 Arancelamiento de informes periciales del Cuerpo Médico Forense en juicios contradictorios. Acordada 40/97 Ampliación de la acordada 13/97. Resolución 1900/99 –Aprueba nueva metodología de percepción de tasa de justicia en el interior del país Acordada 10/99 Creación de la Oficina de Subastas Judiciales. Acordada 16/01 Disponer en el ámbito del Poder Judicial medidas de ahorro de gastos. Por todo lo expuesto, cabe colegir que el Tribunal ha adoptado el marco normativo general en materia administrativo financiera que rige al resto del Sector Público Nacional, y ha dictado por sí o por delegación expresa, un conjunto de disposiciones reglamentarias, procedimentales y interpretativas que ajustan el cuerpo normativo base, a las características propias del Poder Judicial de la Nación; que lo ha hecho en pleno ejercicio de sus funciones y atribuciones constitucionales y que ha convenido con los organismos de control creados por la propia Ley 24.156 su injerencia en el análisis de las actividades de las áreas bajo su dependencia; y que ha dispuesto las correcciones necesarias cuando dichos organismos – conforme a su criterio- lo sugirieron. Por último y previo a responder individualmente los ... “puntos”... en que se basó la acusación, cabe destacar que la Auditoría General de la Nación indica de manera recurrente desde sus orígenes, la “falta de manuales de procedimiento y circuitos administrativos” en distintas áreas evaluadas. Lo anterior se ha subsanado en general con la existencia de un sistema informático integral, ya que el propio desarrollo lógico de los programas que lo integran obedece a un procedimiento establecido y fijo, al igual que los distintos circuitos y flujogramas, necesariamente predeterminados e imprescindibles para que el sistema opere con eficiencia. A título de ejemplo se expone el subsistema de liquidación de gastos, cuyos controles propios de validación determinan 1 que se cuente con el crédito en la partida presupuestaria pertinente a fin de considerar el registro de “devengado”, 2 - que se hayan ingresado datos obligatorios vinculados al beneficiario (situación impositiva, número de CUIT), 3que no se repita el período a liquidar ( mes-año); 4-que exista acto administrativo que autorice la liquidación, 5-que surja del propio subsistema el cálculo de la multa para el caso de incumplimiento del plazo de entrega de la provisión. En general, las observaciones planteadas en cada uno de los informes de auditoría por la Auditoría General de la Nación se encuentran regularizados. Entendemos que dichos puntos obedecen a los siguientes informes, cuyas copias se adjuntan: -Resolución N 74/94 de la A.G.N. correspondiente al Informe de fecha 20-7-94, puntos 6.1, 6.5, 6.6 y 6.9 de Observaciones y 7.1, 7.3, 7.5, 7.6, 7.8 y 7.9 de Recomendaciones. -Resolución N 128/94 de la A.G.N. correspondiente al Informe del 22-9-94, puntos 7.1, 7.2, 7.8, 7.9 y 7.11 de Observaciones y 8.1, 8.2, 8.8, 8.9 y 8.11 de Recomendaciones. -Resolución N 161/95 de la A.G.N. correspondiente al Informe del 23-8-95, puntos 4.1, 4.2, 4.3, 4.4 y 4.7 de Observaciones y 5.1, 5.2, 5.3 y 5.7 de Recomendaciones. Por último cabe destacar que el Poder Judicial de la Nación, en cumplimiento de lo dispuesto en el art. 91 inc. h) de la Ley de Administracion Financiera N 24.156, remite en tiempo y forma a través de los Servicios Administrativo-Financieros, los Estados Contables Financieros correspondientes al ejercicio inmediato anterior a la Contaduría General de la Nación, a los fines que el Ministerio de Economía los incluya en la Cuenta de Inversión General de la Administración Pública para la remisión al H. Congreso de la Nación para su aprobación. Estos estados no han merecido observaciones. Puntos incluidos en la acusación n 12. a) Responsabilidad patrimonial, inventarios, etc. de bienes pertenecientes al Poder Judicial y a terceros en custodia del Poder Judicial de la Nación, advirtiéndose la falta de escrituras de inmuebles del Poder Judicial de la Nación : Al respecto, se destaca que en dicha materia rigen las disposiciones contenidas en el Capítulo V de la Ley de Contabilidad (artículo 137 de la Ley de Administración Financiera). Mediante Resolución 4102/97, por la cual se aprueba la organización, misiones y funciones de la Dirección de Administración Financiera, se establece que queda a cargo de la División Contabilidad Patrimonial, dependiente del Departamento de Contaduría, confeccionar los “registros patrimoniales” y “suministrar toda la información relacionada con los mismos”. Esta dependencia administra la correspondiente base de datos que se encuentra incorporada al sistema informático, constando en la misma el INVENTARIO de los bienes muebles y la dependencia a la cual fue asignado. Dicha base se mantiene constantemente actualizada al tomar intervención en todos los trámites vinculados con “altas”, “bajas” y/o “transferencias” de bienes realizando las tareas necesarias para el cumplimiento de las disposiciones vigentes. En lo que atañe a “INMUEBLES” también se cuenta con un registro de los mismos, el cual fue incorporado al sistema informático, conforme al diseño de los registro requerido por la Contaduría General de la Nación, al mismo tiempo se destaca que mediante resolución N 2476/96 se dispuso efectuar el relevamiento de los inmuebles afectados al Poder Judicial de la Nación en los términos de las disposiciones de la Decisión Administrativa N 84/96 de la Jefatura de Gabinete de Ministros del Poder Ejecutivo Nacional, cuyos resultados fueron comunicados oportunamente al Ministerio de Economía de la Nación. Asimismo, en lo que se refiere a la escritura traslativa de dominio, se destaca que en dicha División constan los antecedentes referidos así como, las gestiones y/o reclamos interpuestos ante la Escribanía General de la Nación a fin de regularizar su situación dominial ( se adjuntan antecedentes). Por otra parte, y destacando el resguardo de los bienes patrimoniales y en orden a la responsabilidad inherente a los mismo, se ha procedido a tomar seguros en forma permanente -mediante distintas contrataciones- del universo de bienes registrables . En el marco del cumplimiento de la normativa vigente se cuenta con el seguro comprensivo de ascensores y calderas, que cubren la responsabilidad civil del Poder Judicial de la Nación en el caso de siniestros a terceros, así mismo se ha resguardado mediante la cobertura de seguros pertinentes -en aquellos casos que amerita por las características propias de la construcción- los cristales de los edificios. b) en los archivos, procedimientos y gestión de las áreas de contrataciones, especialmente en compras, alquileres y obras públicas: Se destaca que el Poder Judicial de la Nación por Resolución N 1562/2000 del Tribunal se sigue rigiendo por el Decreto 5720/72, habiendo encomendado por Resolución N 1741/2000 el estudio de un “Reglamento de Contrataciones” sobre la base del Decreto 436/2000 a fin de incorporar normas que fueron establecidas a lo largo del tiempo por la Corte Suprema de Justicia de la Nación y el Consejo de la Magistratura, de forma tal de conformar un único cuerpo legal armónico y organizado. En materia de “Obras Públicas” el Poder Judicial de la Nación aplica la Ley 13.064, las adjudicaciones se efectúan previa licitación y con Pliegos de Bases y Condiciones preparados de acuerdo a lo establecido en dicha norma. Asimismo, los llamados licitatorios son publicados no solo en los medios indicados por la legislación vigente, sino también en el espacio que a ese efecto tiene el Poder Judicial de la Nación denominado www.pjn.gov.ar. Por otra parte, la Acordada N 46/89 aprobó el “Reglamento de Locaciones” por el cual se rigen todas las locaciones efectuadas por el Poder Judicial de la Nación, siendo de destacar que el mismo contempla en su articulado previsiones que garantizan la transparencia de la contratación. En lo que se refiere a las normas vinculadas con “archivos”, se destaca que mediante Acordada N 58/96 se aprobó el “Sistema General Unificado de Mesa de Entradas” cuya aplicación es obligatoria para todas las tramitaciones administrativas en el ámbito de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, dando así, en sus artículos 34/36, un marco normativo que preserva la documentación respaldatoria del procedimiento seguido posteriormente a la entrega y pago de los bienes y/o servicios contratados. Además por resolución N 2045/98 y 2079/98 se aprueban la organización, misiones y funciones de la Dirección de Archivo del Poder Judicial de la Nación. c) Sistemas de control para el servicio de horas extras autorizadas: La realización de horas extraordinarias es autorizada mediante resolución que determina - en función de un pedido previo- la cantidad de horas a trabajar y la dependencia en que serán efectuadas. La verificación del cumplimiento de éstas horas se encuentra descentralizado, por lo que cada jefe o responsable del sector es quien informa la cantidad de horas efectivamente trabajadas por cada agente, siendo esta información un requisito ineludible para su liquidación. Del mismo modo es el superior jerárquico de cada empleado quien visa con posterioridad el correspondiente recibo de sueldo, conformando la real prestación del servicio. La metodología de control dentro de cada oficina puede variar, en algunos se llevan registros manuales y en otros fichas-reloj, según las distintas posibilidades y la cantidad de agentes de cada sector. Pero siempre es el titular del mismo quien asume la responsabilidad de control e información. En síntesis las resoluciones del Tribunal establecen un marco normativo mientras el control es descentralizado en las distintas áreas operativas. d) existencias de dobles legajos: Sobre el particular cabe destacar que mediante Resolución N 1672/98 se aprobaron las Misiones y Funciones de la Dirección de Recursos Humanos, a la que se le asignó la tarea de unificar y actualizar los legajos existentes. Sin perjuicio de lo expuesto, se señala que por razones funcionales se cuenta con un legajo en la Dirección de Recursos Humanos y un duplicado del mismo en las distintas habilitaciones, que son las encargadas de actualizar mensualmente el sistema informático de liquidación de haberes, mas de ninguna manera existe a la fecha numeración de legajo distinta para un mismo agente. e) arqueo de fondos y valores periódicos y sistemáticos o sorpresivos, validando los saldos contables y conciliaciones bancarias, delimitación del acceso de funcionarios al Tesoro con el fin de concentrar la responsabilidad y hacer efectivo un mecanismo que permita activar controles por oposición: El Departamento de Contaduría realiza arqueos periódicos a la Tesorería y efectúa las respectivas conciliaciones bancarias. Simultáneamente la Unidad de Auditoria Interna, también se encarga de realizar arqueos tanto en la Tesorería antes citada como en aquellas habilitaciones a las que se audita periódicamente. Es oportuno destacar por razones de seguridad, eficiencia, practicidad y control se efectúan los pagos a través de cuentas corrientes bancarias. La información de los saldos contables es permanentemente controlada en forma cruzada con los extractos bancarios, existiendo además, un control sistemático del Departamento de Contabilidad que verifica y efectúa los registros en el sistema informático que son transmitidos diariamente a la Contaduría General de la Nación que es la encargada de su monitoreo. Así también, se puntualiza que existen controles referidos al acceso restringido a agentes, funcionarios y público en general a la Tesorería de cada uno de los Servicios Administrativos Financieros.Por otra parte se ha contratado un seguro de valores existentes, en los casos que el monto así lo justifique. f) Desarrollo del sistema de recaudación de la Tasa de Justicia y optimización del control sobre esa recaudación : La tasa de justicia regulada por la Ley 23.898 constituye uno de los recursos propios del Poder Judicial de la Nación, conferidos por la Ley 23.853 (art. 3, inc. a), razón por la cual corresponde a este Tribunal – en ejercicio de las facultades concedidas por los artículos 8 y 9 de esta última ley- adoptar las medidas pertinentes para mejorar su recaudación. En ese orden se aprobó el procedimiento de pago de la Tasa de Justicia por Acordada N 83/93, el cual fue realizado con la colaboración de la Dirección General Impositiva, implementando un sistema de recaudación ajustado a las características propias del funcionamiento judicial, optimizando -con los recursos informáticos disponibles- el control de los pagos y la actividad de cada organismo. Así también se dispuso celebrar convenios con dicha Dirección para implementar ese procedimiento en la Capital Federal, y en el interior del país con el Banco de la Nación Argentina. Posteriormente, a fin de aprovechar las innovaciones tecnológicas que permiten mejorar los recursos y brindar mayores seguridades en la percepción y seguimiento de las causas, como así también lograr una economía en los costos del proceso de recaudación, el Tribunal autoriza por Acordada 73/96 a suscribir un convenio con el Banco de la Ciudad de Buenos Aires para el servicio de percepción de la tasa de justicia en la Capital Federal, manteniendo la Dirección General Impositiva el carácter de “representantes del fisco” que asesoran en la determinación y cálculo de dicha tasa. El sistema implementado eliminó los anteriores inconvenientes de “timbrados apócrifos” y no se agotó en la simple cobranza del recurso, sino que incluyó una serie de acciones de índole administrativo, permitiendo el seguimiento desde el comienzo de la caratulación, la verificación del importe de la demanda, el control posterior a la percepción y el análisis de las actuaciones a efectos de conocer si existen modificaciones en el expediente que obliguen a un recálculo del importe a pagar, lo que motivó la adecuación del sistema de cobranza para integrarlo al resto del sistema. Por lo expuesto, al generarse la carátula del expediente en la Mesa de Entrada de cada fuero se emite la boleta de depósito, que a su vez se incorpora a un registro de deudores, produciéndose la cancelación con el efectivo pago de la tasa de justicia mediante la lectura del código de barra incorporado a la misma. En lo que se refiere al interior del país, el ingreso de esos importes, se efectúa de conformidad con la Resolución General 735/99 AFIP efectivizándose el pago en las sucursales del Banco de la Nación Argentina, quedando la verificación del monto depositado a cargo de la Dirección General Impositiva. Por lo expuesto se dispuso un nuevo régimen de percepción mediante Resol. 1900/99 concordante con la norma indicada de la Administración Federal de Ingresos Públicos. Además, es dable destacar que por el artículo 14 de la Ley 23.898 los secretarios y prosecretarios de cada tribunal son responsables de velar por el cumplimiento de las disposiciones emanadas de dicha ley, y verificar su pago procurando evitar demoras que obstaculicen la sustanciación del proceso.”. ATENTADO CONTRA LA EMBAJADA DE ISRAEL.- Expte. 8029-D-01 Descargo del juez Gustavo Bossert.I- Me incorporé a la Corte más de dos años después de ocurrido el atentado. Todos los especialistas en investigación de hechos de terrorismo coinciden en señalar que el éxito de la investigación depende, en gran medida, de lo que se logre descubrir en los primeros momentos, cuando aún los agentes terroristas no han tenido oportunidad de borrar huellas ni abandonar el país y no han sido modificados los elementos que quedaron tras la explosión. El atentado a la Embajada de Israel se produjo el 17 de marzo de 1992. Me incorporé a la Corte el 29 de marzo de 1994, es decir, más de dos años después de haber ocurrido el hecho. De manera que ninguna vinculación pude tener con lo actuado en esos dos años iniciales, de tanta importancia para la investigación. Cargo 1. “Que durante la instrucción llevada a cabo por el Dr. Ricardo Levene, ministro a cargo por delegación expresa del alto tribunal, no habría existido un control efectivo sobre el desarrollo de la investigación por parte del pleno de la Corte. Esta conducta se habría agravado aun más por la circunstancia de haber aprobado y ratificado la labor del Dr. Levene en la causa, implícitamente en dos oportunidades y expresamente en una tercera: a fs. 4122 (11/06/93) y fs. 4270 (31/5/94); y a fs. 5.094 (24/11/95), respectivamente.” Luego se enumeran presuntas deficiencias de la instrucción entre el 19-3-1992 y el 7-12-1995 II- La actuación del Dr. Levene. a) El art. 84 bis del Reglamento para la Justicia Nacional, referente a las facultades y deberes del Presidente de la Corte Suprema, dispone “ Está a cargo de la instrucción del sumario en las causas penales de competencia originaria de la Corte Suprema, función que podrá delegar en algún otro ministro del tribunal”. De manera que el Dr. Levene, al actuar como juez instructor de la causa no lo hizo por delegación de facultades de la Corte para el caso de la Embajada de Israel, sino por imperio de una norma. Esto surge del texto legal citado, que prevalece sobre cualquier expresión que en alguna resolución de trámite hubiese aludido a delegación de facultades de la Corte al Presidente, cuyo significado no puede ser sino el de aludir al origen de la norma de competencia citada, la Acordada 4 de l987 (Fallos 310:10), que estableció el art. 84 bis que desde entonces rige para todas las causas criminales de competencia originaria de la Corte, sin depender de actos de delegación de facultades para cada caso concreto, tal como sucede con cualquier norma objetiva que atribuye la competencia a un juez instructor. Por ello fue que, a fs. 4122, la Acordada 28 del 11-6-93 dictada bajo la presidencia de Boggiano, se agregó al art. 84 bis su segundo párrafo, para que el nuevo presidente pudiese delegar el carácter de juez instructor en otro ministro, y en base a ello Boggiano lo delegó en Levene que ya estaba actuando como juez instructor. De manera que, por la citada norma de atribución de competencia, los restantes miembros de la Corte no tenían injerencia determinante en los actos instructorios. Aunque esta afirmación resulte elemental, no es posible confundir la delegación que significa introducir una norma permanente en un texto legal (el Reglamento para la Justicia Nacional) que rige mientras no se la derogue y que, por tanto, coloca exclusivamente en cabeza del Presidente la instrucción, con una delegación específica de facultades, hecha para un caso determinado, supuesto éste que nada tiene que ver con el de autos. El juez instructor es el responsable de los actos de investigación que realiza, sin perjuicio de los recursos que las partes pueden interponer ante otra instancia – en este caso, la Corte – contra algunos de sus actos, tal como sucede en cualquier causa penal, (justamente , esto ocurrió con el “recurso de reposición” interpuesto por el Procurador seguido del pedido de que la Corte se avocara, a lo que luego aludiré), pero sin que los restantes miembros de la Corte puedan inmiscuirse en las decisiones del juez instructor, tal como sucede en la relación de una Cámara de Apelaciones del fuero penal y un juez instructor, salvo que la competencia de la Alzada quede habilitada para ello por recursos de apelación contra actos del instructor. Justamente, este principio fue receptado por la ley 24.050, con motivo de la sanción del nuevo Código Procesal Penal de la Nación, que en el art. 6, que trata de las causas penales de competencia originaria de la Corte, dice “las funciones del juez de instrucción serán ejercidas por uno de sus ministros miembros. La Corte Suprema, en pleno, cumplirá las funciones de la Cámara de Apelaciones y del Tribunal del juicio y sus sentencia será irrecurrible” Por lo tanto, no es posible hacer imputaciones a los restantes miembros de la Corte por actos del juez instructor Levene, ya que ello implicaría negar la vigencia del art. 84 bis que nunca ha sido derogado. B) Además, debe recordarse que esta causa tramita por el antiguo Código Procesal Penal, de carácter netamente inquisitivo, en el que el juez instructor poseía plenas facultades instructorias. El art. 180 disponía: “durante la formación del sumario no habrá debates ni defensas pero las partes podrán hacer las indicaciones y proponer las diligencias que juzguen convenientes, y el juez deberá decretarlas, siempre que las repute conducentes al esclarecimiento de los hechos. La negativa del juez no dará lugar a recurso alguno...” Es decir, un sistema en el que juez instructor, Dr. Levene, tenía en plenitud la responsabilidad de las medidas que se debían adoptar. c) Por otra parte, para juzgar la tarea del Dr. Levene debe tenerse en cuenta las dificultades en las que se desenvolvió y hasta dónde obtuvo una real colaboración de los organismos de inteligencia; y si se pretende formular un juicio crítico de dicha actuación debería señalarse concretamente qué actos cumplidos fueron incorrectos o indebidos y qué otros actos se debían cumplir, pero teniendo en cuenta, además, el conocimiento de los hechos que existía en aquella época y no el conocimiento actual que se logró a través de varios años de investigación. Además, del contexto de las actuaciones surge que no hubo negativas injustificadas a medidas solicitadas por los querellantes y el fiscal. Recordaré que a fs. 64 del sumario de esa Comisión, el fiscal Casal expresó “En algunas ocasiones el Tribunal no hizo lugar a algunas medidas de pruebas solicitadas. En muchos casos se ha planteado revocatoria y el Tribunal en muchas ocasiones ha revisado esas medidas y luego ha hecho lugar. En algunas no, pero digamos que los casos en que el Tribunal no hizo lugar a las medidas solicitadas por la Procuración han sido muy pocos , diría que han sido casos excepcionales”. - Es evidente que al aludir al “Tribunal” se refiere tanto al instructor Levene que resolvió recursos de reposición, como a la Corte en pleno si le tocó intervenir por apelación. d) Debo aclarar que siempre me informé de la marcha del expediente, lo que me permitió formarme un juicio de valor sobre la actuación del juez instructor. A poco de haberme incorporado a la Corte, y en la medida que el tiempo me lo permitía recuérdese que debía estudiar y votar en cientos de causas por mes y que el expediente de la Embajada tenía ya 22 cuerpos - , me interioricé paulatinamente sobre el curso del proceso, las medidas adoptadas y las que se proyectaban adoptar , para, si era el caso, dar mi opinión al respecto, quedando la decisión definitiva a cargo del juez instructor, cuyo ámbito de autonomía siempre respeté. Este contacto con las actuaciones tuvo, por cierto, un giro sustancial a partir de diciembre de 1995, cuando la Corte tuvo que tomar a su cargo colectivamente la instrucción del sumario. III - La ratificación implícita de fs. 4270 (31-05-95). El Procurador General solicitó la avocación de la Corte para que resolviera una reposición que había interpuesto contra una providencia en la que Levene no había hecho lugar a algunas medidas solicitadas. Ante todo, debo recordar que, en su escrito, el Procurador expresó que “la intervención solicitada no importaría...un obstáculo para el trámite de la causa...dado que no quedan otras (diligencias) por realizar. La Corte, el 31-5-94, se limitó a expresar que “no existe razón alguna para que el Tribunal reasuma las facultades de instrucción....” De esta manera rechazó la pretensión del recurrente de que fuera la Corte en pleno la que resolviera una reposición, cuando, conforme al Código Procesal, ésta era una facultad exclusiva del juez instructor Levene (art. 180). Y por ello fue que inmediatamente, tras la decisión de la Corte, Levene rechazó la reposición. Una vez más debo recordar que la alusión- hecha en esa resolución de la Corte- a la delegación de facultades en el Presidente para instruir el sumario penal, alude a la norma objetiva de competencia (art 84 bis) introducida al Reglamento por delegación de carácter permanente de la Corte a través de la Acordada 4 de l987.. En cuanto a las medidas que había solicitado el Procurador, rechazadas por Levene , y más allá de que ese rechazo entraba en las amplias facultades del juez instructor, eran las siguientes: a) En virtud de un anónimo, se investigó su contenido y, hasta con un grafólo se intentó determinar al autor del anónimo. Todo resultó vacuo, sin contenido. No obstante, el Procurador le pidió al Juez Levene que citara a declarar a Walter Bordelli y Maria C.Orcesi, mencionados en el anónimo. Es sabido que en materia investigativa, un simple anónimo no puede dar lugar a ingente actividad procesal, si no está acompañada , al menos, de elementos que le den visos de seriedad; lo que no ocurría en el caso, según juzgó el instructor Levene. Conforme a ello, se ha entendido que es nulo lo actuado si la instrucción del sumario se origina en una denuncia anónima (CN Pen.Econ., sala 2a., “Assad”, JA 1992-IV-568; idem Sala A, “Trascopier SA”, JA 1999-I-síntesis) b) Pedir a Interpol una investigación en base, simplemente, a un artículo publicado en el diario “Ámbito Financiero”, que no contenía ninguna precisión seria como para adoptar esa actitud, a juicio del instructor. C) Solicitar a Interpol informe si los paquistaníes procesados eran miembros de Hezbollah. Levene rechazó el pedido porque ya existían en el expediente los antecedentes de los paquistaníes, que probaban que no eran de Hezbollah. Como se advierte, nada se puede reprochar al instructor por ese rechazo a las medidas solicitadas, y mucho menos al resto de la Corte que no tenía a su cargo la instrucción. Para mayor esclarecimiento de la Comisión, acompaño en la carpeta “Antecedentes” las fs.4227, 4242, 4247, 4254/5, 4270/1 que acreditan lo expresado precedentemente. IV - La resolución de la Corte del viernes 24-11-1995: a) En noviembre de 1995 Levene presentó a la Corte un escrito de excusación para no seguir cumpliendo la tarea que el art. 84 bis del Reglamento le encomendaba. Invocó, como único motivo, razones de decoro y delicadeza, fundándose para ello en opiniones adversas a su actuación que habrían formulado verbalmente el Sr.Embajador de Israel y el Sr. Presidente de la Daia, que no eran partes en el expediente. No hubo recusación contra el Dr. Levene, sólo la excusación mencionada. B) El 24-XI-1995 la Corte rechazó la excusación. Los límites jurisdiccionales de la Corte estaban dados por el planteo del Dr.Levene, o sea, sólo se podía y debía decidir si correspondía la excusación por razones de decoro y delicadeza. La decisión de la Corte se adecua a la jurisprudencia uniforme de todos los tribunales del país y de toda la doctrina, que sostienen que no es posible que un juez se aparte de una causa – por excusación o recusación – en razón de expresiones o actos contrarios a su persona o a su actuación provenientes de las partes o de terceros después de la iniciación de la causa, ya que de otro modo –señalan la doctrina y la jurisprudencia – se podrían realizar esas críticas con el objeto de lograr el apartamiento de un juez que interviene en una causa (Colombo, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación Anotado y Comentado, I, 0p.92; Fassi - Yañez, Código Procesal Civil y Comercial Comentado,Ip.238;Díaz,Instituciones,II-A,pag..334; Palacio, Derecho Procesal Civil. Sujetos del Proceso, II, p. 324; Couture, Estudios de Derecho Procesal Civil, III,p. 185; Falcón, Código Procesal Civil y Comercial, I, p. 271 y 274; Martínez Crespo, Código Procesal Civil y Comercial, p.44; Podetti, Tratado de la Competencia, I, p. 589; Finochietto - Arazi, Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, 1, p.124; C.S.J.N. Fallos 313:890; 319:758; Cámara Federal Civil y Comercial causa 6.460/92 del 21-7-95; Cámara Nacional en lo Civil, Sala F “C.,N c/ C., C.R. s/ denuncia por violencia familiar” 30-6-97; Sala K “S.M.A. c/ L., A.M. s/ recusación con causa - familia” 4-4-97; Cámara Nacional en lo Comercial, Sala D, “Forobra S.A. c/ Acerbo, N.H. s/ ordinario s/ incidente de recusación”, 23-791; Sala C “Hang Ten Argentina s/ quiebra s/ inc. de recusación con causa” 27-12-89; L.L. 111-899; L.L. 124-1169; SCBA Acuerdos y Sentencias, 957- IV, p.61; L.L. 132273; L.L. 136-405; L.L. 152-428; etc. Es decir, el rechazo de la excusación fue juridicamente correcto. Los dos párrafos que expresamente se incluyeron para fundar la decisión, estuvieron dirigidos a desechar la existencia de atendibles motivos de decoro y delicadeza, y merecen las siguientes consideraciones: El párrafo 1, donde se estima que Levene cumplió acabadamente con las funciones instructorias que le encomendaba el art. 84 bis, es un juicio de valor, que se puede compartir o no, pero que, más allá de contribuir a fundar el rechazo de la excusación, no estaba destinado a tener efectos jurídicos, por las siguientes razones: 1) no se estaba resolviendo una apelación contra uno o varios actos cumplidos por el juez instructor 2) tampoco tuvo el efecto jurídico de una ratificación, ya que los actos cumplidos por el instructor produjeron sus efectos desde que se realizaron, necesitaban para su validez de una ratificación posterior de la Corte y no Cabe agregar, a mayor abundamiento, que independientemente de lo que la Corte resolviera sobre la excusación, el Dr. Levene ya no continuaría a cargo de la instrucción de la causa, porque había presentado su renuncia al cargo de juez de la Corte Suprema, la que le fue aceptada por decreto presidencial del día lunes 27-XI-1995 (el día hábil siguiente al de la resolución de la Corte) , poniendo fin a cincuenta años de desempeño en la Justicia. Se acompaña dicho decreto en la carpeta “Antecedentes”. El párrafo 2 donde la Corte expresa que el Dr.Levene ajustó su conducta a las normas procesales vigentes es incontestable , ya que no ha habido violación alguna de dichas normas; y cuando la Corte agrega que el examen de las actuaciones no revela paralización u omisiones imputables al juez instructor coincide con la actitud de los diversos querellantes que en ningún momento le imputaron paralización u omisiones. Cabe recordar que la Procuración, a fs. 4254/5 expresó que no quedaban medidas por realizar. V - La actuación posterior de la Corte: Tras la renuncia del Dr. Levene, debía hacerse cargo de la instrucción el Presidente de la Corte Julio Nazareno. Pero se negó a asumir esas funciones por razones que entonces invocó, lo que creó la necesidad de que la totalidad de los miembros de la Corte tomaran en conjunto la responsabilidad de llevar adelante la instrucción (ver resolución del 7-XII-1995). Lejos de desentendernos de la instrucción de la causa, en los Acuerdos de la Corte los jueces permanentemente recibimos información , vía la Secretaría actuante, de las novedades ocurridas, y resolvimos sobre los actos a adoptar, dentro de las enormes dificultades que la investigación presentaba . Forzosamente, habiendo asumido colectivamente la instrucción de la causa, mi análisis de cada acto a cumplir y de las posibles líneas investigativas, debió ser más intenso que en la época en que las decisiones instructorias estaban a cargo del Dr.Levene. Posteriormente, se creó una Secretaría especial, con el Dr. Canevari al frente (12-8-1997, Fallos 320:1740 y aclaratoria del 28-8-97 Fallos 320:1865), teniendo en cuenta las facultades legales que para ello contaba el Tribunal, el que continuó procediendo del mismo modo que antes : en los Acuerdos recibimos información de las novedades producidas, adoptamos las decisiones necesarias e intercambiamos opiniones entre nosotros y con el Dr.Canevari sobre los actos que resultaba conveniente adoptar. El Dr. Canevari cumplió y cumple fielmente con lo dispuesto por la Corte a fs. 6799/6803: agilizar la pesquisa y desarrollar las diversas líneas investigativas que exiben las constancias de las actuaciones. Conviene señalar que respecto del período actual, que se inicia el 7-1295, desde que la Corte en conjunto debió asumir la instrucción, no es posible dividir en etapas lo actuado antes y después de la creación de la Secretaría especial para endilgar responsabilidades de desentendimiento de la investigación a los ministros por lo actuado en la primer etapa, ya que, como señalé, el Dr. Canevari actuaba y actúa en permanente vinculación con los miembros de la Corte sobre los actos que se cumplen, pero con una amplia libertad de acción. Ello, del mismo modo que durante la instrucción a cargo de Levene, cuando éste delegó en determinados secretarios las tareas específicias a cumplir, ordenadas por el entonces juez instructor VI - Cargo: “Negligencia en la conducción de la instrucción” Se entiende que esta imputación engloba lo expresado a continuación: VII - “Omisión de investigar con profundidad las distintas líneas de investigación. En especial, la pista de la Jihad Islámica, lo referente al personal encargado de la custodia del edificio de la embajada de Israel, sin deslindar responsabilidades , y lo relativo a la determinación del lugar y modo de la explosion” Toda la doctrina del derecho procesal coincide en reconocer en el instructor la facultad de adoptar las medidas cuando se consideran pertinentes, al punto que el Código aplicable a este caso no habilita siquiera a apelar la negativa de alguna medida propuesta. De manera que no es posible imputar mal desempeño a los jueces que debieron asumir la instrucción, por adoptar medidas que, tal vez, a juicio de otro, deberían haber sido reemplazadas por otras medidas, no sólo porque era el ejercicio legítimo de las facultades instructorias, sino por el realismo con que hay que entender la enorme dificultad en que se desarrrolló y desarrolla la investigación del hecho terrorista. Independientemente de ello, la llamada pista de la Jihad Islámica, que en realidad debería señalarse como pista Hezbollah –teniendo como límite inicial el 7 de diciembre de 1995 (fs. 5109)- comienza a seguirse a fs. 5496 (agosto de 1996), una vez que se concluye con el peritaje llevado a cabo por los ingenieros de la Academia, tal como se había establecido a fs. 5161 (18 de marzo de 1996). Efectivamente, al asumir la Corte la instrucción y dar intervención a las partes para que propusieran todas las medidas que les resultaran pertinentes (fs. 5116), dispuso -sobre la base de la solicitud de una de ellas- la realización de un peritaje a cargo de miembros de la Academia Nacional de Ingeniería. En la misma providencia en la que se ordenó ese estudio (fs. 5161 –18 de marzo de 1996) se determinó postergar el resto de las medidas para después de terminado el peritaje, lo que no fue objetado por las partes. De igual forma se realizaron varias medidas de prueba. Así, a fs. 5760 (26 de diciembre de 1996) se ordenó librar oficio al Ministerio de Relaciones Exteriores para que por intermedio de quien corresponda se determine si el video supuestamente perteneciente a la Jihad Islámica fue emitido en el Líbano o en Irán; Librar oficio para que el primer ministro del Estado de Israel remita todos los datos que posea el Mossad relacionados con el atentado; Librar oficio para que las autoridades de la CIA aporten la información que posean vinculada con la participación del Hezbollah en el atentado. A fs. 5775 (4 de febrero de 1997) se ordena la extracción de copias del video y su remisión al Ministerio de Relaciones Exteriores para que se reenvíe a las embajadas correspondientes, tal como fuera solicitado por el mencionado Ministerio. A fs. 5981 (7 de abril de 1997) se le solicita a Mauro Viale copia del programa “impacto a la siete”. A fs. 5985/5987 (8 de abril de 1997) se librar oficio a la Policía Federal para que informen respecto de “Machani” (Iranian Shipping Lines); Se libra oficio a la Cancillería para que se informe si una persona de apellido Machani se encontraba inscripto en el Registro Nacional de Culto; A fs. 6051 (16 de abril de 1997) se le recibe declaración testifical a Natalio Aides quien manifiesta que un miembro del Hezbollah le confesó que fueron ellos los que atentaron contra la embajada de Israel. A fs. 6059/6060 vta. (17 de abril de 1997) se ordenaron las declaraciones testificales de Bahre Rad y de Walter Mur o Moore, relacionados con la declaración de Natalio Aides; se solicitó a Canal 13 la remisión de videos de entrevistas a miembros del Hezbollah; se solicitó a canal 11 el video de Natalio Aides; se libró oficio a la SIDE para que se informe respecto de unas personas relacionadas con la Jihad tuvieron relación con el atentado; respuesta a fs. 6208/6211. se solicitó a Alemania copia de la sentencia del asunto “Mykonos”; A fs. 6087/6106 (18 de abril de 1997) se agregó información de Iranian Shiping Lines. A fs. 6184/6184 vta. (28 de abril de 1997) se ordenaron diversas medidas en relación a Iranian Shipping Lines. A fs. 6270/6271 (7 de mayo de 1997) se ordenó librar oficio solicitando los datos del periodista que entrevistó a un miembro del Hezbollah según surge del video remitido al tribunal con fecha 8 de abril de 1997. A fs. 6288/6289 (6 de mayo de 1997) la embajada argentina en El Líbano informó que no puede precisar si el video de la Jihad es original porque los canales no tienen archivos más allá de 1995. A fs. 6485/6487 (22 de mayo de 1997)se ordenaron nuevas medidas en relación a Maschadchi; Se libró oficio a la embajada de EE.UU. para que la CIA suministre los elementos de juicio que posea relacionados con la participación del Hezbollah en el atentado; Se libró oficio para que canal 13 informe que periodista realizó un reportaje a miembros del Hezbollah; A fs. 6567/6568 (12 de junio de 1997) se solicitó a la Cancillería el resultado del oficio con el que se remitió el video de la Jihad Islámica a Irán. A fs. 6661/6662 vta. (7 de julio de 1997) se reiteró el oficio a El Líbano con más datos en relación al video de la Jihad; Se comenzó la investigación en relación a Abou Saleh, empresario de la Triple Frontera. A fs. 6665/6669 (8 de julio de 1997) se agregó informe de los EE.UU. sobre el atentado. A fs. 6770 (29 de julio de 1997) se agregó cable remitido por la embajada de El Líbano. Diario An Nahar. A fs. 6761 (29 de julio de 1997) se agregó oficio de la Cancillería: la CIA no podía brindar mayor información, invitaban a viajar. En igual sentido, todo lo referente al personal encargado de la custodia del edificio de la embajada de Israel también fue tratado intensamente La Corte no sólo incluyó al personal de la Policía Federal, sino también a aquellos que formaban parte de la seguridad de la propia embajada y a todos los testigos que de una forma u otra podían aportar algún dato en relación a este tema más allá de no tener absolutamente nada que ver con las funciones de custodia y seguridad, inclu{idos vecinos. A la luz de estas consideraciones y en relación a la custodia de la embajada, tenemos que: A fs. 5476 (18 de julio de 1996) se solicitaron a la Policía Federal los sumarios que se hubieran instruido a raíz de la ausencia del personal de servicio adicional en la sede de la embajada el día del atentado. Fue respondido en forma negativa a fs. 5485. A fs. 5495 (23 de agosto de 1996) se ordenó librar oficio para que la embajada de Israel remita la lista del personal de seguridad y sus nuevos destinos. A fs. 5633/5634 (5 de noviembre de 1996) remiten la lista arriba mencionada. A fs. 5686 el Procurador General no se satisface con esa lista y solicita se la requiera nuevamente. A fs. 5760 (26 de diciembre de 1996) se reitera el oficio, requiriéndose además el domicilio en la Argentina del Sr. Goldberg que se desempeñaba en seguridad de la embajada el día del atentado. A fs. 5769 se agrega nota de la embajada de Israel igual a la que no satisfizo al Procurador. A fs. 5775 (4 de febrero de 1996) se libró oficio a la embajada de Israel para que indique los nuevos destinos de Roni Gorni y Dany Birán. A fs. 5778 (10 de febrero de 1997) la embajada informó el domicilio de Goldberg. A fs. 5826/5828 (4 de marzo de 1997) la embajada informó que Roni Gorni y Dany Birán han cesado en sus funciones y volvieron a Israel. A fs. 5856 (20 de marzo de 1997) declaró Jorge Salazar, custodia policial en la calle Suipacha. A fs. 5859 (20 de marzo de 1997) declaró José Antonio Ojeda, custodio policial de la embajada que se retiró antes que llegase su relevo. A fs. 5863 (20 de marzo de 1997) declaró Oscar Horacio Chiochio, custodia policial que no llegó a la embajada. A fs. 5864 (20 de marzo de 1997) se llevó a cabo un careo entre Ojeda y Chichio. A fs. 5893 (20 de marzo de 1997) declaró José Carlos Carracellas, custodia personal del embajador de Israel y miembro de la Policía Federal. A fs. 5937/5944 declaró Rubén Beraja quien agradeció los esfuerzos que hacía la Corte para conseguir el testimonio de algunos funcionarios de la embajada de Israel. A fs. 6059 (17 de abril de 1997) se solicita a la embajada de Israel que cite a Roni Gorni. A fs. 6278 (8 de mayo de 1997) declaró Víctor Marcelo Nisembaum. De la seguridad de la embajada. A fs. 6369/6391 (19 de mayo de 1997) la Policía Federal a solictud de la Corte elevó el reglamento de Policía Adicional e informó los nombres de los jefes de ese servicio en el momento en que se produjo el atentado. A fs. 6395/6396 (19 de mayo de 1997) la embajada de Israel informó que remitió a su Cancillería la citación de Roni Gorni. A fs. 6596 (18 de junio de 1997) declaró Miguel Angel Espósito, jefe de la Policía Adicional en la época del atentado. También lo referente a la determinación del lugar y modo de la explosión fue tratado con la profundidad que el caso exige en el período señalado: A fs. 5134 (27 de diciembre de 1995)se ordenaron diversas medias en relación a este punto. Obra en la embajada, empresas intervinientes, operarios sobrevivientes, etc. A fs. 5161 y sobre la base de una solicitud de la querella se solicitó a la Academia nacional de Ingeniería que designe tres ingenieros estructurales para determinar las causa de explosión, los explosivos, probable ubicación y efectos del siniestro. A fs. 5267 los ingenieros solicitan diferentes elementos para llevar adelante su cometido. A fs. 5269/5278 se libran los oficios con las solicitudes de los ingenieros. A fs. 5388/5461 (mayo de 1996) se agrega la documentación que va llegando para los ingenieros. A fs. 5488 (13 de agosto de 1996) los ingenieros entregan el peritaje. A fs. 6405/6475 (22 de mayo de 1997) se agrega versión taquigráfica de la audiencia de los peritos. A fs.5495 (30/9/96), 5541 (19/9), 5562 (30/9), 5603 (23/10), 5632 (5/11), 5654 (13/11), 5677 (21/11), 5704 (28/11), 5717 (6/12), 5737 (13/12), 6485 (2275/97), 6567 (12/6), 6661 (7/7) y 6700 (15/7) se ordenaron declaraciones testificales directamente relacionas con el lugar y el modo del atentado y –como ya se adelantó- también con el tema de la custodia y seguridad de la embajada. VIII - *Falta de asignación de recursos humanos y materiales específicos para el desarrollo de la investigación Esta afirmación no se ajusta a la realidad. Más allá del aporte personal de esfuerzo de cada juez, la Secretaría Penal aportó su secretario y también personal para el desarrollo de las actividades que imponía el expediente. Además, mediante la acordada 18/96, se puso en funcionamiento la llamada “Policía Judicial”. A raíz de ello se solicitó a la Policía Federal, Gendarmería Nacional, Prefectura Naval y Policía Aeronáutica el nombramiento de tres personas idóneas para realizar las actividades que fuera menester. En ese marco y con la habilitación de una sede en el Palacio de Justica, las cuatro fuerzas mencionadas aportaron personal que fue dedicado exclusivamente al servicio de tareas relacionadas con el expediente en el que se investiga el atentado a la embajada de Israel. Debe agregarse a ello la creación de la secretaría especial con dedicación exclusiva hacia el expediente mencionado, con personal capacitado y material necesario para cumplir con su cometido. IX - *Ausencia de coordinación y control de la actividad de los diversos organismos de seguridad e inteligencia para el desarrollo de la investigación Esta afirmación encuentra respuesta en la acordada 18/96 mediante la que la Corte organizó las tareas de las fuerzas de seguridad que colaboraban en la investigación. Sin perjuicio de recordar los límites con que un juez instructor puede dar ordenes a fuerzas de seguridad que dependen de otro poder. No surge del Código de Procedimientos en Materia Penal aplicable a este caso- que el juez de Instrucción deba ocuparse de la organización y control de sus auxiliares, quienes sí deben estar subordinados al juez en el caso que esta se lo ordenase, tal como ocurrió en autos, desde el primer momento de la instrucción y se profundizó todavía más con la acordada 18/96. (Cfr. arts. 184/194 del C.P.M.P.). 10 - Lentitud en la toma de decisiones La muy extensa lista de actos cumplidos sin interrupción a lo largo de 43.000 fojas y muchos legajos anexos es,lo digo respetuosamente, la respuesta a este cargo formulado en términos genéricos. No hay en el cargo referencia a un solo acto en el que se haya incurrido en lentitud capaz de perjudicarlo, desde que resultó posible y razonable realizarlo. Algunos datos referentes a lo mucho que se hizo a través de los años son elocuentes: a) El expediente tiene aproximadamente 43.000 fojas. Además hay once legajos agregados con numerosas actuaciones de investigación en cada uno de ellos. b) Se ha tomado declaración a, aproximadamente, 3200 testigos ( de ellos, 480 declaraciones fueron tomadas durante la actuación del juez instructor Levene). La lectura del expediente permite advertir que la mayoría de las testimoniales fueron extensas y minuciosas, en la búsqueda de la verdad. c) Se analizaron 70 videos cassettes que podían arrojar pistas sobre la identidad de los terroristas. d) Se realizaron prolongadas e intensas investigaciones sobre sospechosos pakistaníes e iraníes. e) Se hicieron cientos de pericias sobre explosivos, restos de vehículos, restos materiales que quedaron tras la explosión, lesiones recibidas por heridos y muertos, caligrafía de diversos escritos, se hicieron numerosas traducciones, se dispusieron escuchas telefónicas, etc. Entre los resultados de la intensa actividad desplegada, debe señalarse que la Corte pudo dictar la resolución de fecha 10-5-1999, en la que describió minuciosamente cómo sucedió el hecho – la colocación de un coche bomba frente a la Embajada - y el 2/9/1999 libró orden de captura internacional contra Imad Mugniyah, libanés, Jefe de la Jihad Islámica, como principal sospechoso del hecho terrorista. En la Carpeta “Antecedentes”se acompañan copias de dichas resoluciones. Parece evidente, entonces, que ante tanta actividad realizada, no es justo imputar mal desempeño a los jueces sin señalarse concretamente qué es lo que además debía hacerse y no se hizo y hubiese resultado trascendente para el curso de la investigación. XI - La actitud de los querellantes Debe recordarse que en las audiencias y otras actividades instructorias participaron los abogados de los querellantes, y todos sus pedidos fueron satisfechos , con excepción de uno que ya he comentado No se encuentran, a lo largo de las 43.000 fojas, presentaciones de los querellantes en las que se quejen de que, Levene en su momento o el Tribunal en pleno después, hayan negado medidas de investigación solicitadas por ellos. No corresponde, entonces, sostener ahora desidia o inacción de los jueces, indicar concretamente qué graves errores u omisiones cometieron, sin cuando los querellantes, que siguieron y controlaron constantemente la causa, no formularon tales imputaciones en el expediente. XII- Algunos aspectos particulares de mi actuación en la causa. Además de participar en todos los Acuerdos de Corte del análisis de las medidas cumplidas y decisiones sobre las medidas a cumplir, según ya se refirió, pueden señalarse algunos aspectos particulares de mi actuación: a) Sobre el modo en qué ocurrió la explosión había en autos dos pericias; pero los querellantes pidieron que se realizara otra para aclarar aún más la cuestión. Por ello, y para dar mayor seriedad al acto, se designó, a través de la Academia Nacional de Ingeniería, a tres peritos. Estos produjeron un dictamen contrario a las dos pericias anteriores, ya que sostuvieron que la explosión no había ocurrido fuera de la Embajada sino dentro. b) Por cierto, este nuevo dictamen exigió del tribunal una nueva e intensa actividad probatoria para dejar aclarado el tema referente al lugar de la explosión. Pero además, provocó en alguna o algunas personas la idea de que, entre otras hipótesis, era posible que la bomba la hubieran puesto judíos disidentes con la política del gobierno de Israel. c) Esto último provocó mi enérgica reacción – que fue reflejada por los diarios de la época, a fines de marzo y principios de abril de 1997, algunos de los cuales se encuentran agregados al expediente – y sostuve, en un Acuerdo de la Corte, que consideraba inadmisible suponer, y tomar como hipótesis de trabajo, que un grupo de judíos hubiera puesto una bomba para matar a otros judíos, actitud que, dije entonces, recordaba al tiempo del Proceso cuando los represores, tras el secuestro de sus víctimas, imputaban el hecho a los propios compañeros de las víctimas. Esta actitud que asumí derivó en un debate interno –del que también dan cuenta los diarios de la época – que concluyó con el apartamiento de la causa por parte de uno de los jueces que sostenía que debía investigarse la mencionada hipótesis del atentado provocado por un grupo de judíos. d) A partir de ese momento, además de las interveneciones que hasta entonces había tenido, tomé personalmente 18 audiencias a testigos y a peritos, fundamentalmente dirigidas a dejar establecido cómo había ocurrido el hecho, es decir, a través de la explosión de un coche bomba colocado frente a la Embajada, y no una implosión en su interior. Para ello, fueron decisivas, entre otras, las siguientes audiencias que tomé – en algunas acompañado por otros jueces -, aclarando que por razones de brevedad no se agregaban en las actas las ampliaciones de preguntas y pedidos de explicación hechos por mí, sino que directamente se transcribían las respuestas y las aclaraciones: (en la carpeta “Antecedentes” se acompañan copias de dichas audiencias) Fs.5963: Vicente Trupo, comerciante, explicó que desde un mes antes al atentado los camiones de su empresa llevaban material de construcción a la Embajada, que “el control que se ejercía en la emabajada era muy estricto...en algunas oportunidades volcaban todo el contenido en una carretilla...”, dio el nombre de los choferes y muchas otras precisiones.. Esta declaración obtenida contribuyó a despejar la hipótesis, que se estaba desarrollando , de que con la excusa de una obra que se realizaba en la Embajada se habían introducido los explosivos, para producir luego la implosión. Fs. 5968: Rodolfo Nueberger contribuye a despejar la hipótesis de la introducción de explosivos, ya que describe que proveyeron de materiales de construcción a la Embajada, incluso el mismo día del atentado, y da detalles aclaratorios. Fs. 5970: Erico Neuberger ratifica las expliaciones de su hermano y agrega detalles. Fs 6476: El Rabino Mario Rojzman, quien estuvo en la Embajada el día del atentado, se retiró y tras la explosión regresó “y escucha de la gente que había un enorme cráter afuera de la embajada”...”que estaba lleno de agua”. Esto era decisivo para afirmar la existencia y voladura del coche bomba en la calle. El Rabino explicó, además, cómo debía descartarse la hipótesis de que hubiera extremistas israelíes, utilizando para ello las frases del asesino de Rabin, Igal Amir, quien señalaba que el Talmud prohibe matar gente inocente como la que había muerto en la Embajada. Fs 6483: O. Renella, ingeniero civil, aporta una explicación de suma importancia, ya que describe los “testigos” de hormigón y de asfalto que se encontraban en la calle frente a la Embajada, que por su ubicación corroboran que allí se produjo la explosión, ya que la onda expansiva va decreciendo en el asfalto a medida que se aleja del punto de la explosión. Fs 6549: F.Ordaz, empleado de la playa de estacionamiento donde había sido estacionado la camioneta que se utilizó para el atentado, y cuando se le exhibe el ticket de estacionamiento de la camioneta, del día 17 de marzo , explica que había estado estacionada sólo una hora. Y corrobora que la chapa de la camioneta terminaba en 871 Fs. 6551: R.Ghetti, arquitecto, no aportó nada sustancial. Fs. 6639: A. Ibáñez, empleado de Neuberger ratificó la venta de materiales a la Embajada. Fs.6655: A. López, camionero, no aportó nada sustancial Fs. 6656: J.J.Miceli, periodista, una importante declaración en la que relató sus encuentros en el Líbano con gente de Hezbollah, reconoció un video cassette que fue utilizado luego en la causa, refiere el carácter que tiene la Jihad como brazo armado de Hezbollah, y los intentos del hombre de Hezbollah por desvincularse de la responsabilidad. Fs. 6658 R. Zurdo, camionero, no aportó datos. Fs 6709, R.Dumais, gestor de negocios, explicó cómo quedó el techo de la Embajada y cómo se quebró quedando sostenido por uno de sus bordes, el borde que estaba fijo a la pared. Esto contribuyó a sostener que la onda expansiva no vino de adentro sino de afuera. Fs. 6712. J.Caballero, ingenierio, calificado observador ya que era Director General del Instituto de Cemento Pórtland, entre otras explicaciones sobre la onda expansiva, afirma :”Esa impronta (el epicentro de la emanación de los gases de la onda) se encontró en la calle, próxima a la vereda, es decir se encontró allí el cráter que sería el epicentro de la carga” Y luego, siempre interrogado por mí, dió explicaciones terminantes sobre los estudios que se hicieron, como se colocaron “testigos” en el pavimento, que demostraron cómo fue disminuyendo la onda expansiva a medida que se alejaba del epicentro de la explosión. Considero que esta declaración resultó definitiva para esclarecer dónde y cómo ocurrió el hecho. Fs. 6792. J.Salinas Montano, no aportó datos sustanciales. Fs 6793 O.Fernández, no aportó datos sustanciales. Fs 6798 F.Sciarrillo, empleado de Aguas Argentinas, relató cómo se debieron enviar camiones cisternas con agua tras el atentado, y se debió cerrar “la malla”, lo que corroboró que la explosión había destrozado caños de agua en la calle. Posteriormente, y siempre sin descuidar mi participación en todos los actos que debían cumplirse por parte del Dr.Canevari y sus colaboradores y que se analizaban en los Acuerdos de Corte, tomé a mi cargo la investigación abierta sobre el supuesto conocimiento que habría tenido del hecho, o eventualmente del posterior atentado contra la AMIA, la iraní Masrim Mokhtari. Para ello, conduje personalmente todas las audiencias a la nombrada, así como también a Rosalina Cortes, propietaria de la pensión “Hotel Rincón” donde la iraní se había alojado al tiempo del atentado a la Embajada. Todas estas audiencias tomadas por mí obran a fs. 28770 a 28916 y sirvieron para advertir que se trataba de una pista falsa, que podía conducir por un camino errado a la investigación. (Se acompañan copias en la carpeta “Anexo”) En este resumen que se ha hecho de lo actuado, puede advertirse el empeño que, en la medida de mis posibilidades, puse para contribuir al esclarecimiento del hecho, sin perjuicio de las enormes dificultades que la tarea representa. De manera que, en virtud de ello, solicito se acepte este descargo y no se me impute mal desempeño en el ejercicio de mi función de juez de la Corte Suprema. IMPUTACION PROMOVIDA EN EXPEDIENTE 7944/2 Supuesto mal desempeño y prevaricato al votar en la causa “Alianza ‘Frente para la Unidad’, A.671 XXXVII, sentencia del 27 de setiembre de 2001. En la citada causa la Corte Suprema, por unanimidad, revocó la decisión del Superior Tribunal de Justicia de la Corrientes. Esta decisión había confirmado el pronunciamiento de primera instancia, que desestimó la pretensión promovida por la Alianza Frente para la Unidad, de oficializar la lista de sus candidatos para el acto eleccionario a llevarse a cabo el 14 de octubre de 2001. Como consecuencia de dichas decisiones, se había declarado la inhabilidad de las personas que propuestas para los cargos de gobernador y de senador provincial. Todos los jueces de la Corte estuvieron contestes en que el art. 33, inc. a. de la ley 23.298 (de aplicación al caso según el reenvío que ordena el art. 71 de la ley provincial 3767) y el art. 53 de la Constitucional local, eran contrarios al art. 23.2. de la Convención Americana sobre Derechos Humanos8. 8 El art. 33 inc. a de la ley 23.298 dispone que no podrán ser candidatos a cargos públicos electivos, ni ser designados para ejercer cargos partidarios, las personas excluidas del padrón electoral. Por su parte, el art. 53 de la constitución provincial dispone que no podrán ser diputados los procesados con auto de prisión preventiva firme, inhabilidad que se extiende a los senadores según el reenvío que establece el art. 57 del texto indicado. Asimismo, el art. 3º, inc. d del código electoral provincial prevé que “están excluídos del padrón electoral” quienes se encuentren “detenidos por orden de juez competente mientras no recuperen su libertad”. Finalmente, el art. 23.2. de la Convención Americana establece que el derecho a elegir y ser elegido, previsto en el mismo art. 23, puede ser reglamentado “exclusivamente por razones de edad, nacionalidad, residencia, idioma, instrucción, capacidad civil o mental, o condena, por juez competente, en proceso penal”. En el voto que suscribí junto con mi colega, el juez Belluscio, se señaló –de manera coincidente con los restantes jueces de la Corteentre otros argumentos que “... las razones expresadas acerca de la condición de inocentes de las personas detenidas que no han sido condenadas en un proceso penal y de los fundamentos que las diferencian de quienes sí lo han sido, excluyen toda controversia sobre el riguroso alcance de la norma de la convención que se pone en tela de juicio, en cuanto a que las restricciones que pueden establecer los Estados parte para el ejercicio del sufragio están condicionadas a que la persona detenida haya sido condenada en un proceso penal; máxime si se toma en consideración que el texto en cuestión ha enfatizado el carácter restrictivo de toda reglamentación a cargo e los Estados parte, al señalar que tal atribución estaba acotada ‘exclusivamente’ a las materias indicadas. Esta conclusión permite verificar que de la mera confrontación entre las disposiciones impugnadas de la constitución provincial y del código electoral provincial, y la norma de la convención, se advierte que la de jerarquía constitucional excluye la limitación que introducen las normas constitucionales e infraconstitucionales locales en cuanto comprenden a las personas privadas de la libertad mientras se desarrolla el proceso, que por ende deben ceder en su validez a fin de salvaguardar el principio de supremacía constitucional, que constituye uno de los pilares sobre los que se asienta la organización institucional vigente en la república desde 1853” (considerando 9º). En el citado voto también se rechazó el argumento utilizado por el tribunal provincial, en el sentido de que la norma convencional invocada “no tenía vigencia operativa en el ámbito de los derechos electorales locales” y que, en consecuencia, el art. 3º, inc. del código electoral provincial era válido. El suscripto señaló sobre el punto que “... en modo alguno puede aceptarse el argumento invocado por el tribunal a quo para concluir que esta norma de la convención carece de vigencia en el ámbito de los derechos electorales provinciales, pues desconoce que la norma de origen internacional cuenta con jerarquía constituconal. Además, el art. 1º de la convención obliga al Estado Argentino a respetar los derechos reconocidos a toda persona bajo su jurisdicción, condición que es predicable de los candidatos que la recurrente pretende oficializar...” (considerando 10º). 1.- Las imputaciones que se han dirigido respecto de los fundamentos utilizados en la causa mencionada El examen de los argumentos utilizados por el suscripto en el voto citado, que se acaban de transcribir parcialmente, demuestran que mi decisión se fundó en los claros términos del art. 23.b de la Convención Americana. En efecto, la expresión “condena por juez competente en proceso penal” no genera dificultades en cuanto a su interpretación, ya que resulta obvio que ella no alcanza a los “procesados”, como era el caso de los candidatos en cuestión. Resulta aquí de aplicación la muy conocida jurisprudencia de la Corte Suprema en el sentido de que “La primera fuente de exégesis de la ley es su letra y cuando ésta no exige esfuerzo de interpretación debe ser aplicada directamente, con prescindencia de consideraciones que excedan las circunstancias expresamente contempladas por la norma, ya que de otro modo podría arribarse a una interpretación que, sin declarar la inconstitucionalidad de la disposición legal, equivaliese a prescindir de su texto” (Fallos: 321:1434). “La primera regla de interpretación de las leyes es dar pleno efecto a la intención del legislador y la primera fuente para determinar esa voluntad es la letra de la ley, cuyas palabras deben ser comprendidas en el sentido mas obvio del entendimiento comun, sin que quepa a los jueces sustituir al legislador sino aplicar la norma tal como éste la concibió” (Fallos: 321:1614). “Cuando la letra de la ley no exige un esfuerzo de interpretación, la norma debe ser aplicada con prescindencia de consideraciones que limiten los supuestos comprendidos en ella y procurando dar pleno efecto a la voluntad del legislador” (Fallos 321:2894). “No es admisible una interpretación que equivalga a la prescindencia del texto legal, desde que la primera fuente de hermeneutica es su letra” (Fallos 314:458). Y en el mismo sentido pueden citarse muchos otros pronunciamientos de esta Corte (Fallos: 310:203; 311:150, 193; 312:111, 1010, 1098, 1614, 2078; 313: 254, 1149, 1293 ; 314:363, 458, 1018, 1849, ; 315: 356, 727, 790, 1039, 1256, 2999, 3016 ; 316:814, 1190, 1247, 1319, 2561, 2695, 2732, 3052; 317:779, 1400; 318: 198, 441, 950, 595, 646, 1428, 1887; 319: 353, 1131, 320: 389, 1962, 2649; 321:153, 1434, 1614, 2594, 2767 (voto juez. Bossert); 321: 2894; 322: 752, 1616, 2321; 323: 620, 1625, 3014, 3139, 324:415, 1740). Y también la doctrina sostiene este principio hermenéutico segun el cual cuando la letra de la ley es clara corresponde sin mas su aplicación. En tal sentido, por ejemplo, Geny, Método de interpretación, p. 267; Llambías, Tratado de Derecho Civil, Parte General, I, p.107 y sig.; Ruggiero, Instituciones del Derecho Civil, 1, p.37, 131 y sig; Bennecase, Elementos del Derecho Civil, I, p.119; Busso, Código Anotado, I, p. 142 y sig.; Aftalión, La interpretación en la ciencia del derecho, L.L. 57 - 819; Arauz Castex, Derecho Civil, Parte General, I, n 220; Linares Quintana, Tratado de la Ciencia del Derecho Constitucional Argentino Comparado, Parte General, II, p.428 y sig.; Rivera, Instituciones de Derecho Civil, Parte General, I ,p.159 y sig.; Salvat, Tratado de Derecho Civil Argentino, Parte General, I, p.274 y sig.; Cossio Carlos, La Teoría Egológica del Derecho y el concepto jurídico de la libertad,, p. 238 y sig.; D’Agostino, Hermenéutica y derecho natural. Después . en Las razones del derecho natural, Perspectivas teóricas y metodológicas ante la crisis del positivismo jurídico. p. 301 y sig.; Linares , Aplicación de la llamada ley clara. L. L. 141 p.968; Travieso, La Corte Interamericana de Derechos Humanos. Opiniones consultivas y fallos, p.179 y sig.; Travieso, Derechos humanos y derecho internacional, p.535 y sig.; Beccaría, César Bonesana Marqués de, Tratado de los delitos y de las penas. Interpretación de las leyes, p. 63 y sig; etc.. Por tal razón, resulta inadecuado pretender fundar una supuesta causal de “mal desempeño” en mi funciones con base en el voto citado y, menos aún, la causal de “delito en el ejercicio de sus funciones”, previstas en el art. 53 de la Constitución Nacional. Aun cuando se ensaye , tal como puede suceder en cualquier otro tema jurídico, una interpretación que vaya más allá de la clara letra de la Convención Americana, no es posible imputar mal desempeño al juez que cumplió con laprimer regla de hermeneutica, de respeto a la letra del texto legal, regla que, en principio, sólo ha de ceder cuando el texto es oscuro, lo que no ocurre en el caso. A tal punto que, si la Corte se hubiera apartado de la clara letra de la norma podría haber sido acusada de mal desempeño. Sin perjuicio de ello, efectuaré a continuación un análisis de cada uno de los cargos que se imputan contra la mencionada decisión, para demostrar su improcedencia. 2.- El supuesto apartamiento y vulneración de la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos 2.1. La imputación Según este cargo, la decisión de la Corte Suprema habría contradicho lo resuelto por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en su “Opinión Consultiva Nº 6”, del 9 de mayo de 1986 (“La Expresión Leyes en el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos”)9. El art. 30 de la Convención Americana dice así: “Las restricciones permitidas, de acuerdo con esta Convención, al goce y ejercicio de los derechos y libertades reconocidas en la misma, no pueden ser aplicadas sino conforme a leyes que se dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual cuál han sido establecidas”. 9 Tal apartamiento se habría configurado porque “... la Constitución de Corrientes –art. 53º y 57º- y la ley emanada de ella – art. 3º, inc. d) del código electoral provincial- han ejercido su atribución dentro de la esfera que le es privativa e indelegable al gobierno federal, como es la materia electoral estableciendo sus calidades, requisitos y condiciones que deberán reunir aquellas personas que pretendan aspirar a competir por la ocupación de cargos públicos cargos electivos en las elecciones que se desarrollen dentro de su territorio, así como las inhabilidades y restricciones para acceder a tales cargos. Y dicha potestad ha sido ejercida en el marco estricto de la Constitución Nacional, arts. 5º, 121º, 122º y 123º. Si la Provincia de Corrientes, a través de su Constitución y la ley electoral correspondiente, establece la restricción de los derechos electorales sobre las personas sometidas a proceso con auto de procesamiento firme (art. 53º y 57º) y detenidas por orden de juez competente mientras no recuperen su libertad (art. 3º, inc. d) lo ha hecho para satisfacer la seguridad de todos y las justas exigencias del bien común en una sociedad democrática porque resulta intolerable y constituiría agresión al cuerpo social y electoral que personas acusadas de delitos, procesadas y detenidas, puedan encontrar en el acceso a un cargo electivo el modo de eludir la acción de la justicia mediante los fueros parlamentarios establecen. Por cierto e institucionales que agitar y que las alentar constituciones tales conductas absolutamente reñidas con la moral pública, como lo hacen los ministros de la Corte Suprema a través de su fallo, degrada a la sociedad democrática en su conjunto y perjudican el marco de valores que cada estado provincial ha establecido para una competencia electoral de acuerdo a su idiosincrasia y realidad local. Resulta obvio con lo hasta aquí relacionado que los ministros de la Corte Suprema han emitido un fallo a la medida de dos personas (´Tato’ Romero Feris y ´Lucy´ Ortega) en detrimento de las instituciones locales, a partir de una aislada mención a la norma del art. 23º de la CADH, pero con absoluta inobservancia de las demás disposiciones de la misma Convención tales como los arts. 28º.2 (cláusula federal) y 30º (alcance de las restricciones) y 32º2. (correlación entre deberes y derechos) y de la Opinión Consultiva 6/86 de la Corte Interamericana...”. 2.2. Respuesta Es por demás improcedente que se impute el desconocimiento de la Opinión Consultiva 6/86 por parte del suscripto al resolver en la causa “Alianza Frente para la Unidad”, ya que lo resuelto en la primera ninguna relación tiene con las cuestiones discutidas en la segunda. En efecto, en la citada Opinión Consultiva, la Corte Interamericana interpretó el alcance del art. 30 de la Convención y reafirmó el conocido principio liberal de que la expresión “ley” debía ser entendida, en principio, como aquellas normas emanadas de los cuerpos legislativos. Así, señaló el tribunal, en esa oportunidad, que: “... la protección de los derechos humanos requiere que los actos estatales que los afecten de manera fundamental no queden al arbitrio del poder público, sino que estén rodeados de un conjunto de garantías enderezadas a asegurar que no se vulneren los atributos inviolables de la persona, dentro de los cuales, acaso la más relevante tenga que ser que las limitaciones se establezcan por una ley adoptada por el Poder Legislativo, de acuerdo con lo establecido por la Constitución. A través de este procedimiento no sólo se inviste a tales actos del asentimiento de la representación popular, sino que se permite a las minorías expresar su inconformidad, proponer iniciativas distintas, participar en la formación de la voluntad política o influir sobre la opinión pública para evitar que la mayoría actúe arbitrariamente. En verdad, este procedimiento no impide en todos los casos que una ley aprobada por el Parlamento llegue a ser violatoria de los derechos humanos, posibilidad que reclama la necesidad de algún régimen de control posterior, pero sí es, sin duda, un obstáculo importante para el ejercicio arbitrario del poder...” (considerando 22). Ahora bien, esta doctrina no da de forma alguna pie –como se pretende en la imputación transcripta- para extraer facultades de los Estados que suscribieron la Convención Americana (y menos aún de los gobiernos provinciales que integran los primeros), para restringir los derechos políticos de sus ciudadanos más allá de los límites que figuran en el art. 23.b. de dicha Convención. Por el contrario, en la citada Opinión Consultiva la Corte Interamericana fue muy cuidadosa en negar tal posibilidad, tal como surge claramente de la siguiente transcripción: “... El artículo 30 no puede ser interpretado como una suerte de autorización general para establecer nuevas restricciones a los derechos protegidos por la Convención, que se agregaría a las limitaciones permitidas en la regulación particular de cada uno de ellos. Por el contrario, lo que el artículo pretende es imponer una condición adicional10 para que las restricciones, singularmente autorizadas, sean legítimas” (considerando 17º). Carece también de sustento el argumento, contenido en la imputación, de que la decisión de la Corte habría invadido las legítimas facultades provinciales de regular las elecciones locales. En efecto, tal como se explicó en el voto redactado por el juez Belluscio y el suscripto transcripto “supra”, bien puede ocurrir que al ejercer las provincias sus facultades constitucionales (en el caso, regular las elecciones locales), ellas violen los derechos humanos fundamentales reconocidos en la parte dogmática de la Constitución. Ello crea en la Corte Suprema, en su carácter de interprete supremo de la Constitución Nacional, el deber de declarar la invalidez de tal violación. 10 Esto es, que la restricción emane de una norma sancionada por el Poder Legislativo. Tal principio es uno de los más antiguos e indiscutibles en el derecho constitucional argentino y tiene su origen en el conocido fallo de la Corte Suprema estadounidense en el caso “Martín v. Hunter´s Lessee”, 14 U.S. 1, resuelto en 1816. En dicho país, al igual que en el nuestro, tal facultad es considerada vital para la subsistencia de la República. Así, tal como lo expresó el célebre juez Holmes: “No creo que los Estados Unidos llegaran a su fin si perdiéramos nuestro poder de declarar inválida una ley del Congreso. Pero sí creo que la Unión estaría en peligro si no pudiéramos realizar tal declaración respecto de las leyes de los diferentes estados” (transcripto por Stone, Seidman, Sunstein y Tushnet en “Constitutional Law”, Aspen Law & Business, 4º edición, 2001, pág. 50). Por cierto que dicha doctrina ha sido receptada por la Corte Suprema de la Nación desde antiguo. En tal sentido, en un fallo de 1903, el Tribunal señaló que “... no es cierto, en el régimen constitucional que ha adoptado la Nación Argentina, que sea lícito a las provincias, a título de autonomía económica, o de gobierno propio, emanciparse de las restricciones y trabas que la misma Constitución Nacional ha impuesto al poder constitucional y legislativo de aquéllas, cuando por el art. 5º ha establecido que ‘cada provincia dictará para sí una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional’ y cuando por el art. 31 declara que: ‘Esta Constitución, las leyes de la Nación que en su consecuencia se dicten por el Congreso, etc., son la ley suprema de la Nación; y las autoridades de cada provincia están obligadas a conformarse a ella, no obstante cualquier disposición en contrario que contengan las leyes o Constituciones provinciales’...” (Caso “Hileret c. Provincia de Tucumán”, Fallos: 98:20; ver en el mismo sentido, entre muchos otros, casos “Municipalidad de Federación c/ Baylina”, Fallos: 116:116 –1912-; “Canale c. Provincia de Mendoza”, Fallos: 118:278 –1913-; “Drysdale c. Provincia de Buenos Aires”, Fallos: 149:417 –1927-; “Viñedos y Bodegas Arizu SA c. Provincia de Mendoza”, Fallos: 157:539 –1930-; “Ferré c. Provincia de Tucumán”, Fallos: 196:337 –1943-) y ha sido mantenida contemporáneamente por la Corte Suprema (conf., entre muchos, casos “Davel”, Fallos: 272:70 –1968- ;“Bruno”, Fallos: 311:460 –1988“Repetto”, Fallos: 311:2272 –1988- y “Calvo y Pesini”, Fallos: 321:194 – 1998-). En todos estos casos, la Corte Suprema declaró la invalidez de disposiciones provinciales, que si bien habían sido dictadas en el ejercicio de indiscutibles facultades locales (poder de policía, impuestos, regulación del empleo público local, organización del poder judicial de la provincia, etc), habían violado alguno de los derechos fundamentales reconocidos en la Ley Fundamental. Más allá de la aceptación o rechazo que pudieron haber merecido esas decisiones, resulta claro que ninguna de ellas puede ser considerada como una “usurpación” de las facultades provinciales por parte del Tribunal, como tampoco lo es la decisión en examen. Finalmente, cabe también rechazar la imputación fundada en el supuesto carácter disvalioso que habría tenido la sentencia analizada. Tal cargo desconoce un principio fundamental del estado de derecho: el ejercicio del control de constitucional no puede verse impedido, en el supuesto de que la Corte Suprema llegue a la conclusión que una norma determinada viola la Ley Fundamental, por consideraciones acerca de las consecuencias “inconvenientes” que tendría adoptar tal decisión (ver, respectivamente, Corte Suprema de la Nación en el caso “Provincia de Santiago del Estero c/ Compagno”, Fallos:198:78, y Corte Suprema estadounidense en el caso “INS v. Chadha”, 462 U.S. 919). En el caso que nos ocupa, la decisión de establecer que sólo un condenado puede ser privado, de manera general, de sus derechos electorales, no es el producto de una decisión discrecional de la Corte Suprema sino, en primer lugar, del Honorable Congreso de la Nación al incorporar, a través de la sanción de la Ley nº 23.054 en 1984, la Convención Americana al ordenamiento jurídico argentino y, segundo, por la Honorable Convención Reformada de la Constitución en 1994 al otorgar jerarquía constitucional a la citada convención. Por último, entiendo que es pertinente recordar que la clara letra de la Convención Americana, en cuanto restringe las facultades de reglamentar los derechos al caso del condenado en proceso penal, armoniza con el estado de inocencia que ampara a toda persona a quien se le imputa la comisión de un delito (art. 8, punto 2 de la Convención, art. XXVI de la Declaración Americana de los Derechos del Hombre, art. 11 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, art. 14 punto 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, todos de jerarquía constitucional). También el “Conjunto de principios para la protección de personas sometidas a cualquier forma de detención o prisión” aprobado por la Asamblea General de Naciones Unidas en su Resolución 43/173, del 9/12/1988, distingue la situación de los condenados y de las personas detenidas que carecen de un pronunciamiento definitivo sobre su culpabilidad. La Corte Suprema ya ha recordado (Fallos: 321:3630) que la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha consagrado que la prisión preventiva es una medida cautelar, no punitiva. 3.- El supuesto desconocimiento por parte de la Corte Suprema, al resolver en la causa “Alianza Frente para la Unidad”, del principio conforme al cual sólo pueden interponer recurso extraordinario aquéllos que se encuentren legitimados a tal efecto 3.1. La imputación En el mencionado cargo se afirma que la Corte Suprema, al declarar formalmente admisible el recurso extraordinario, desconoció su propia doctrina en el sentido de que sólo pueden interponer la citada impugnación quienes tengan interés personal en la decisión del litigio, por lo cual los “terceros” no estarían habilitados para interponer el citado recurso. Para la imputación, tal interés no existía en el caso porque el recurso extraordinario fue interpuesto por el partido político y no, como correspondería, por los candidatos inhabilitados por la prohibición legal. 3.2. Respuesta Contrariamente a lo que se afirma en la imputación reseñada, el Tribunal no ha desconocido en la causa “Alianza Frente para la Unidad” el indiscutible principio de que sólo puede interponer recurso extraordinario aquél que tenga un interés concreto y personal en la solución del litigio. En efecto, la solución adoptada en la citada causa coincide plenamente con la empleada, en 1994, por la Corte Suprema en el caso “Partido Justicialista de la Provincia de Santa Fe” (Fallos: 317:195)11. Allí la Corte, si bien rechazó los planteos de la actora, reconoció legitimación al citado partido para impugnar la validez del art. 64 de la Constitución de la Provincia de Santa Fe, en cuanto disponía el intervalo de un período para posibilitar la reelección de Gobernador y Vicegobernador de la citada provincia. Si bien en esta última causa se trató de una demanda originaria promovida directamente ante la Corte Suprema, la relevancia del precedente es Es llamativo que el citado caso “Partido Justicialista...” haya sido mencionado en otra parte de las imputaciones que se me dirigen como prueba de mi supuesto “mal desempeño”. 11 obvia, pues en ambos casos la Corte reconoció legitimación para impugnar la norma que restringía el derecho de un individuo para ser candidato, al partido político al cual pertenecía el citado individuo. Es fácil advertir, por lo demás, que en ambos casos el partido político tenía “interés” para cuestionar la validez constitucional de la norma. En efecto, tal como lo explica el autor estadounidense Erwin Chemerinsky, “... se admite, por lo general, la legitimación del tercero (en el caso, el partido político) en aquellas circunstancias en las cuales quien pretende la legitimación es parte de la actividad constitucionalmente protegida del afectado principal (en el caso, el candidato). Por ejemplo, en el caso Pierce v. Society of Sisters [268 U.S. 510], se otorgó legitimación a una escuela parroquial para impugnar una ley del Estado de Oregon, que disponía que todos los niños debían concurrir a escuelas públicas. La escuela parroquial sostuvo que la ley violaba el derecho de los padres para controlar la educación de sus hijos. A la escuela parroquial se le reconoció legitimación como tercero, debido a la estrecha relación entre la escuela y los padres, ya que la escuela era parte de la actividad objeto de regulación, (esto es) la de proveer educación parroquial...” (“Federal Jurisdiction”, segunda edición, Little Brown and Company, pág. 84). En los dos casos argentinos examinados, no hay duda de que el interés concreto del partido político de participar en las elecciones, se encontraba afectado por las disposiciones legales que restringían el derecho de sus respectivos candidatos. 4.- La supuesta contradicción entre lo resuelto, respecto del fondo del asunto, en “Alianza Frente para la Unidad” y “Partido Justicialista de Santa Fe”. 4.1. La imputación Se afirma que en el caso “Partido Justicialista de Santa Fe”, “... los ministros de la Corte Suprema han tenido oportunidad de expedirse en un caso similar al que aquí nos agravia, y en dicha ocasión se expidieron exactamente al revés, de manera absolutamente inversa a la que se analizara precedentemente [en el caso “Alianza Frente para la Unidad”]...”. Tal supuesta contradicción se configuraría porque, en tanto que en “Alianza Frente para la Unidad” se declaró la inconstitucionalidad de candidaturas cargos para las normas electivos locales que provinciales, impedían en las “Partido Justicialista de Santa Fe” se sostuvo la validez del citado art. 64 de la Constitución local, con base en las facultades que las provincias no han delegado al Gobierno Nacional. 4.2. Respuesta No existe la pretendida contradicción entre ambas decisiones. En primer lugar, en el caso “Alianza Frente para la Unidad”, existía una norma –el art. 23.2. de la Convención Americanaque establecía, tal como se explicó “supra”, una enumeración taxativa de causales de inhabilidad general para ocupar cargos electivos. El carácter taxativo de la enumeración contenida en la citada norma aparece claramente si se advierte que la limitación prevista en ella a los supuestos de “condena, por juez competente, en proceso penal” fue introducida expresamente en el texto original del proyecto, que no la contenía, a solicitud del delegado de Brasil (conf. “Conferencia Especializada Interamericana sobre Derechos Humanos”, San José, Costa Rica, Actas y Documentos, Secretaría General Organización de los Estados americanos, Washington D.C., pág. 254). En cambio, en “Partido Justicialista de Santa Fe”, la norma impugnada –art. 64 de la Constitución local- contenía una restricción que no era general, como en el otro caso, sino que se refería a un cargo en particular, por lo cual no encuadraba en las mencionadas causales taxativas del art. 23.2 de la Convención Americana. 5.- Conclusión Los argumentos desarrollados en los puntos anteriores demuestran que, en forma alguna, la intervención que el suscripto ha desarrollado en el citado caso “Alianza Frente para la Unidad” puede ser considerada como un supuesto de “mal desempeño” del art. 53 de la Constitución. Por tal razón, menos aún es posible afirmar que dicha intervención haya configurado un caso de “delito en el ejercicio de sus funciones” (también previsto en la citada norma constitucional), que en el caso sería el delito de prevaricato del art. 269 del Código Penal12 dado que la solución adoptada por el suscripto, lejos de haber sido “contraria a la ley”, se ajustó plenamente al texto constitucional, por lo que cuál la conducta por mí realizada no configura el tipo objetivo de la citada norma. Esta norma establece, en lo que interesa, que “Sufrirá multa de tres mil a setenta y cinco mil pesos e inhabilitación absoluta perpetua el juez que dictare resoluciones contrarias a la ley expresa invocada por las partes o por él mismo o citare, para fundarlas, hechos o resoluciones falsas...” 12 Agregaré que no es difícil suponer que si esta Corte se hubiese apartado de la solución que surge de la letra clara de la Convención, seguramente el Estado Argentino habría sido denunciado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en razón de la responsabilidad internacional que asumió al suscribir y ratificar la Convención. 102