Argentina: la CEOcracia, la añorada mediocridad burguesa y lo inédito viable

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Argentina: la CEOcracia, la añorada mediocridad burguesa y
lo inédito viable
Miguel Mazzeo :: 11/12/2015
Frente al Estado-gerencia de los ricos
promovido por Macri, la gente termina
idealizando la típica mediocridad burguesa
Los grandes medios de comunicación masivos (controlados por empresas privadas) de Argentina han
presentado el desembarco de los y las gerentes de empresas transnacionales en los ministerios y
secretarías del Estado nacional y en la provincias como la posibilidad de una gestión optima, basada
en la pura expertise. Y si bien muchos de ellos y muchas de ellas poseen dilatados (y por lo general,
infaustos) antecedentes en la gestión pública, para la distorsionada percepción de importantes
sectores de la sociedad no dejan de aparecer como simples especialistas en áreas determinadas.
Es decir: como sujetos no-políticos, capaces de tomar decisiones absolutamente imparciales y
estrictamente técnicas, guiados y guiadas por una racionalidad universal. Esa condición les
otorgaría un aura de santidad. Vale decir: una paradójica santidad desapasionada.
Estaríamos frente a ciudadanos y ciudadanas ilustres y sin ideología que vienen a hacernos un
enorme favor, dispuestos a sacrificarse por la patria, resignando dinero, comodidades y carreras
personales exitosas. Pero el/la CEO ('Chief Executive Officer', director general) posiblemente remita
a la figura menos adecuada para la función pública, mucho menos para una función pública ejercida
con criterios democráticos básicos. Su actividad, por naturaleza, está alejada de toda significación
social y política y no se caracteriza precisamente por estimular la solidaridad social extensa y las
formas no jerárquicas de participación y toma de decisiones. Su imagen del mundo y su sistema de
valores (¡sí, tienen ideología!) son absolutamente empresariales y de ellos dependerán sus
elecciones y la interpretación de los resultados. La neutralidad del CEO es la neutralidad del
mercado. Poseen el mismo grado de desapego. Asimismo, los modos de gestionar conflictos de la
CEOcracia no parecen ser los más adecuados para el Estado. Por esto, y por otros motivos que no
desarrollaremos aquí, los problemas de gobernabilidad son inherentes a la CEOcracia.
La nueva derecha ha llamado a “desideologizar”. La negación del carácter ideológico de su praxis
remite a un mecanismo que, conciente o inconcientemente, pretende contrabandear bajo el paquete
de lo “normal” o lo “natural” una ideología anacrónica, liberal-conservadora, antidemocrática,
contraria a todo interés nacional-popular. Una ideología de mercado y por eso de baja intensidad
aparente (o mejor: de baja simbolización aparente). La única verdad es la realidad. Y la realidad es
el mercado.
Pero la nueva derecha, a diferencia de la vieja, intenta mantener su ideología en el terreno del
“curriculum oculto”. Su destreza para el contrabando le permite pasar por alto, por ejemplo, los
objetivos estratégicos perseguidos, los modos y medios para lograrlos, el conflicto de intereses, las
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lógicas antidemocráticas y autoritarias, etcétera. Una formula de la nueva derecha podría
enunciarse así: contrabando ideológico y marketing político. Le ha servido para ganar elecciones ¿le
servirá para gobernar?
En primera instancia podemos percibir dos cosas: la eficacia de los grandes medios de comunicación
masivos (controlados por empresas privadas) en la manipulación del sentido común con el fin de
inhibir el desarrollo de cualquier conciencia práctica y el peso que conservan las racionalidades
neoliberales. Por ejemplo, es evidente la influencia de los postulados de la economía neoclásica en el
sentido común de una parte importante de la sociedad que, sin filtro, de modo a-crítico, acepta las
modelizaciones extremas de comportamientos y situaciones sociales, los enfoques mecanicistas a la
hora de explicar las relaciones entre variables, las ideas que plantean que el todo es siempre una
suma de las partes, que la economía está emparentada con la técnica mucho más que con la política,
que los sujetos son siempre homogéneos, etcétera.
Estas designaciones de gerentes en la cima del Estado implican la inminente extensión de la
racionalidad de mercado al conjunto de las prácticas estatales y a los dominios extraeconómicos (y
que, en breve, para desgracia del los trabajadores y las trabajadoras dejarán de serlo).
Se trata del modelo empresarial de desarrollo, donde los sectores corporativos adquieren cada vez
más peso en las estructuras estatales. En Argentina, a partir del 10 de diciembre de 2015, General
Motors, IBM, Telecom, Shell, LAN Argentina, Deutsche Bank, Fondo Pegasus, Techint, Monsanto,
entre otras empresas, dispondrán del Estado para consolidar sus posiciones en el mercado. Antes
podían presionar, influir, condicionar y hasta imponer, pero ahora todo indica que estos sectores
convertirán a las estructuras estatales en sus apéndices. Casi como un “departamento” más.
Se trata de un modelo que alienta la interferencia de lo privado en lo público con la consiguiente
disminución del control estatal de las políticas públicas. El neoliberalismo, no sólo es el proyecto de
recomposición de la clase capitalista, es una estrategia de gestión de la crisis del capital con sus
clasificaciones y jerarquizaciones particulares.
El desembarco de este estrato gerencial, el reforzamiento de su poder, constituye un avance la
burguesía trasnacional, de los grandes exportadores, de las grandes corporaciones y de sectores de
la burocracia sindical sobre el aparato estatal.
Comienza a instalarse velozmente lo que será el “clima cultural” de la gestión de Mauricio Macri: un
clima pro-negocios, pro-empresarial, pro-patronal, pro-mercado. Esto es: un contexto con poco
espacio para la responsabilidad comunal o ideas por el estilo. Esas discursividades quedarán para
las segundas líneas, sin poder decisorio importante. Otra formula macrista parece ser: gerentes por
arriba y ONGs y “voluntariado” por abajo.
El extractivismo (y el narcotráfico) están de parabienes. Como se suele decir: tendrán viento de cola
junto al resto de las actividades fundadas en el deterioro de la solidaridad social. A propósito, CEOs
y narcos coinciden tanto en la racionalidad instrumental y en la racionalidad del cálculo costobeneficio como en el vacío emocional con el que toman sus decisiones y perpetran sus crímenes.
El desembarco de los y las gerentes, el “gobierno directo”, también es un signo inequívoco de que el
capital no quiere dilaciones en el proceso de recuperación de rentabilidad. También es un signo de
la corriente socio-histórica que el macrismo representa. Una continuidad de las tradiciones más
reaccionarias y retrogradas de la Argentina.
Ante este panorama, para muchos y muchas, la gestión saliente adquiere cierta luminosidad.
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Frente al Estado-oficina de las clases dominantes promovido por Macri, termina siendo idealizada la
típica mediocridad burguesa. Se añora por anticipado a ese Estado mucho más cercano al ideal del
Estado burgués: capitalista colectivo, mediador de intereses, negociador de lenguajes y de las
relaciones de poder, etc. Frente a la restauración neoliberal se pondera la matriz neo-desarrollista.
Frente a la “gubernamentalidad” neoliberal se realza la “gubernamentalidad” neo-desarrollista.
Frente a los organigramas empresariales, la ley y la burocracia tradicionales aparecen como un
remanso de agua fresca. En este escenario… ¿tiene alguna posibilidad de consolidarse un proyecto
que aspire a la transformación radical de la sociedad argentina? ¿Es irreversible que en el mediano
plazo (4 años, por ejemplo) se imponga el proyecto probable por sobre el proyecto deseable?
Confiamos en que la lucha contra el gobierno de los y las gerentes produzca la ética y la mística (en
concreto: la subjetividad crítica) que le permita al pueblo argentino ir más allá de ambas matrices
capitalistas, de ambas gubernamentalidades burguesas y de ambas praxis dominantes, para exceder
la tendencia “más probable”. Esto es: defender lo conquistado por el pueblo argentino, resistir el
proceso de desintegración social que impulsa la derecha y, al mismo tiempo, luchar por cambiar la
sociedad actual.
¿No será el tiempo de pensar en fundar una política por fuera de la –ahora añorada– mediocridad
burguesa? ¿No será el tiempo de conciliar lo urgente con lo importante?
Tal vez sea el tiempo de elegir –siguiendo a Paulo Freire– el horizonte de lo inédito viable. Esto es:
asumir y militar el sueño posible que sólo se consigue a través de una praxis radicalmente
liberadora.
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* Profesor de Historia y Doctor en Ciencias Sociales. Docente de la Universidad de Buenos Aires
(UBA) y en la Universidad de Lanús (UNLa). Escritor, autor de varios libros publicados en Argentina,
Venezuela, Chile y Perú, entre otros: Piqueter@s. Breve historia de un movimiento popular
argentino; ¿Qué (no) Hacer? Apuntes para una crítica de los regimenes emancipatorios; Introducción
al poder popular (el sueño de una cosa); José Carlos Mariátegui y el socialismo de Nuestra América
(Mención honorífica Premio Libertador al pensamiento crítico 2014).
La Haine
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